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CACICAZGOS COLONIALES EN EL VALLE DE OAXACA William B. TAYLOR Universidad del Colorado ESTUDIOS RECIENTES sobre las culturas nativas en América en la época del poder español, han demostrado la pervivencia selectiva de instituciones y costumbres indígenas. Entre los aspectos más durables de la cultura indígena, estuvieron jus- tamente aquellas tradiciones arraigadas que correspondían con los escrúpulos morales y religiosos de los españoles y que no comprometían la seguridad ni la actividad productiva de las colonias. 1 Como uno de los más grandes núcleos de población na- tiva, el Valle de Oaxaca, en el sur de México, es un área buena para investigaciones sobre la transculturación y la per- sistencia del pasado indígena. El presente trabajo trata de una de las facetas de esa continuidad dentro de la sociedad indígena de Oaxaca: la nobleza hereditaria y las presiones que modificaron la posición de la nobleza durante los tres siglos del dominio español. I. Títulos, propiedades y sucesión La supervivencia de propiedad de tierras y de un alto nivel social en los jefes nativos durante el período colonial, es u n aspecto distintivo de la sociedad del Valle de Oaxaca. Las cesiones de tierra, los testamentos y las disputas sobre propiedades, demuestran la magnitud de las tierras que de- tentaban los cacicazgos. Las acaloradas disputas en los si- 1 Charles GIBSON, The Aztecs under Spanish Rule (Stanford: Stanford University Press, 1964) y Delfina Esmeralda LÓPEZ SARRELANGUE, La no- bleza indígena de Pátzcuaro en la época virreinal (México, 1965). 1

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CACICAZGOS COLONIALES E N EL V A L L E DE OAXACA

W i l l i a m B. T A Y L O R

Universidad del Colorado

ESTUDIOS RECIENTES sobre las culturas nativas en A m é r i c a en l a época del poder e spañol , h a n demostrado la pervivencia selectiva de inst i tuciones y costumbres i n d í g e n a s . Ent re los aspectos m á s durables de la cu l tura i n d í g e n a , estuvieron jus­tamente aquellas tradiciones arraigadas que c o r r e s p o n d í a n con los e s c r ú p u l o s morales y religiosos de los e spaño le s y que n o c o m p r o m e t í a n la seguridad n i la act iv idad p r o d u c t i v a de las colonias. 1

Como u n o de los m á s grandes núcleos de p o b l a c i ó n na­t iva , el V a l l e de Oaxaca, en el sur de M é x i c o , es u n á rea buena para investigaciones sobre l a t r anscu l turac ión y la per­sistencia del pasado i n d í g e n a . E l presente t raba jo trata de u n a de las facetas de esa c o n t i n u i d a d dentro de la sociedad i n d í g e n a de Oaxaca: la nobleza heredi tar ia y las presiones que m o d i f i c a r o n la pos ic ión de l a nobleza durante los tres siglos del d o m i n i o e spaño l .

I . Títulos, propiedades y sucesión

L a supervivencia de propiedad de tierras y de u n alto n i v e l social en los jefes nativos durante el p e r í o d o colonia l , es u n aspecto d i s t i n t i v o de la sociedad del V a l l e de Oaxaca. Las cesiones de t ierra , los testamentos y las disputas sobre propiedades, demuestran la m a g n i t u d de las tierras que de­tentaban los cacicazgos. Las acaloradas disputas en los si-

1 Charles GIBSON, The Aztecs under Spanish Rule (Stanford: Stanford University Press, 1964) y Delfina Esmeralda LÓPEZ SARRELANGUE, La no­bleza indígena de Pátzcuaro en la época virreinal (México, 1 9 6 5 ) .

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glos XVII y XVIII, en to rno a la sucesión de los cacicazgos de Oaxaca, dan test imonio t a m b i é n del prestigio y de l a fuerza de los caciques. L a lucha por la sucesión de Cu i l apan , E t l a y Magdalena Apasco fue especialmente enconada y larga. 2

L a singular supervivencia de grandes terratenientes caci­cales en el Va l l e de Oaxaca, después de 1550 —cuando la nobleza nat iva en el resto de H i s p a n o a m é r i c a estaba por l o general en decadencia— está í n t i m a m e n t e relacionada con la firmeza que los caciques h a b í a n a d q u i r i d o en el p e r í o d o posclás ico, inmedia tamente anter ior a la llegada de los es­pañoles , y, t a m b i é n , con el relevante papel que los caciques del Va l le d e s e m p e ñ a r o n en la t rans ic ión pací f ica de l a zona hacia la d o m i n a c i ó n e s p a ñ o l a . A d e m á s de estos dos aspectos —la firmeza p r e h i s p á n i c a y el papel de los caciques como instrumentos de la po l í t i ca española— muchos hechos par­ticulares ayudaron, entre 1520 y 1540, a que la f o r m a c i ó n de propiedades de cacicazgo de gran t a m a ñ o se hic iera po­sible.

L a s u m i s i ó n pac í f ica de los caciques zapotecas y del val le mixteco, a l conquistador e spaño l Francisco de Orozco en 1521, a b r i ó el camino para la entrega de concesiones y re­compensas especiales a la nobleza nat iva . Orozco mismo reco­noció haber p r o m e t i d o que de fender ía los derechos y las prerrogativas tradicionales de los caciques, a cambio de su apoyo. 3 L a conquista pac í f i ca ahor ró a l Va l l e de Oaxaca los graves desajustes sociales y ps icológicos —y la p é r d i d a de v i ­das— que los aztecas exper imentaron en el Val le de M é x i c o .

| Gracias a H e r n á n Cortés , p r i m e r m a r q u é s de l Va l le , el

2 Cuilapan 1717-1748, 1776-1793: Archivo General de la Nación, Mé­xico, Ramo de Tierras, V o l . 34, expediente 3 (los documentos de este archivo son citados de aqu í en adelante: A G N Tierras 34, exp. 3) ; A G N Hospital de Jesús 119, exp. 7. Etla 1692 y Magdalena Apasco 1680-90: Centro de Documentación Histórica de Chapultepec (México) , Serie Oaxaca, Rol lo 9 (citado de aqu í en adelante como C D C H Oaxaca, Ro­l lo 9 ) .

s Francisco SALAZAR, Compendio de la Historia de Oaxaca (Oaxaca: 1917), p. 103; Manuel M A R T Í N E Z GRACIDA, "La Conquista de Oaxaca", Lecturas Históricas Mexicanas, I I , 621-628.

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V a l l e de Oaxaca q u e d ó t a m b i é n a salvo de otros reacomodos \ radicales que en otras partes del centro de Méx ico , m o d i f i ­caron los poderes que los caciques h a b í a n adqu i r ido antes d e l contacto con los e spañoles .

E l Marquesado del Va l le , conces ión que el rey hizo a Cor­tés en 1529 y que inc lu ía l a mayor parte del Val le de Oaxaca, fue considerada mucho m á s que u n a encomienda. Las enco­miendas que quedaron bajo su jur i sd icc ión fueron concedidas p o r el m a r q u é s . Cu idando que su au tor idad no se d i luyera , C o r t é s autor izó sólo unas cuantas. A diferencia de los enco­menderos menores de pr inc ip io s del siglo XVII, al parecer el m a r q u é s del Va l l e l imi tó su interés a la recolección de los t r i b u t o s . S e g ú n lo que sabemos, el m a r q u é s no e jerció de facto sus prerrogativas movi l i zando una fuerza de trabajadores i n ­vo luntar io s , n i m i n ó el sistema de cacicazgo designando jefes a sus favoritos y a los nobles menores. 4 Cuando el Marque­sado del V a l l e fue reducido en t a m a ñ o y en poder hacia l a d é c a d a de 1540, d e j ó de asignar nuevas encomiendas. Las encomiendas quedaron así l imi tadas a cinco pueblos en los t é r m i n o s este y sur del val le , fuera de la jur i sd icc ión del Mar­quesado, res tr ingida a Cua t ro V i l l a s . 5

E l reconocimiento de la élite na t iva fue u n recurso prác-t ico de la a d m i n i s t r a c i ó n co lon ia l en el p r i n c i p i o . E n los pr imeros años del d o m i n i o e spaño l , los fieles servicios de la

4 LÓPEZ SARRELANGUE, Nobleza Indígena, pp. 92-93 ; Juan de SOLÓR-

ZANO Y PEREIRA, Política Indiana (Amberes: 1703) , L ibro 2 , Cap. 2 7 , Pár. 1 4 : 1 6 0 3 , cédula citada por Solórzano que proclama los nombramien­tos de los españoles o las elecciones de los caciques. Esta ley, reiterada en 1619 , afirmaba la sucesión hereditaria para los cacicazgos.

5 Son conocidas cinco concesiones de encomienda para el Valle de Oaxaca: Tlal ixtac , Coyotepec, Ocotlán, Teit ipac y Tlacochahuaya. La encomienda de Tlal ixtac , originalmente cedida al pr imer obispo de Oaxaca, Juan López de Zárate, fue revocada en 1543. Las otras cuatro estuvieron vigentes hasta 1579 , y sólo la de Tlacochahuaya continuó hasta el siglo X V I I . Silvio Z A V A L A , La Encomienda Indiana (Madr id : 1 9 3 5 ) , p. 3 1 6 ; Jorge Fernando ITURRIBARRIA, Oaxaca en la Historia (Mé­xico: 1955) , p. 9 9 . La encomienda de Tlacochahuaya expiró con la muerte de Diego de Cepeda en 1639 . A G N Indios 1 1 , exp. 160 .

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nobleza, consolidaron la t rans ic ión pac í f ica a l poder colonia l , mientras se m a n t e n í a intacta en gran medida la estructura social nat iva . 6 H a y buenas pruebas de que los caciques del Va l l e fueron u n factor crucial en el agrupamiento de los pue­blos i n d í g e n a s (congregaciones), a p r inc ip io s del siglo x v n ; proceso que los españoles ve ían como esencial para el contro l po l í t i co y la evangel ización en gran escala. E l l iderato de los caciques en la formac ión de las congregaciones g a n ó el f i rme apoyo de los dominicos, quienes d i r i g i e r o n la c a m p a ñ a re l i ­giosa en el Val le . Para los dominicos , la p r imera etapa en la i n t r o d u c c i ó n del cristianismo fue la convers ión de la nobleza i n d í g e n a . E n el proceso, como lo ha descrito afectivamente Burgoa en Z i m a t l á n y Cu i l apan , "los caciques y principales convertidos y devotos" s i rvieron como ejemplo para sus pue­blos y j u n t o con ellos, los t r a j e r o n a las aldeas a rec ib ir la in s t rucc ión cristiana. 7 Los dominicos apoyaron el l iderato po l í t i co de los caciques, aun en los casos de los movimientos populares que se d ie ron por la s eparac ión de las cabeceras y por la par t i c ipac ión del macehual en el gobierno local, durante el siglo XVII.8

Los caciques de Oaxaca fueron t a m b i é n út i les como r e c o lectores de t r ibutos y como l íderes mi l i tares . Varios nobles, incluso, hacia finales del siglo x v n , rec ib ieron concesiones especiales de t ierra (repart imientos) para incrementar sus part idas de criados, que les p e r m i t i e r a n supervisar con aten­ción la recolección del t r i b u t o . 9 C o n respecto al servicio m i ­l i t a r , los t í tulos de C u i l a p a n —el mayor centro mixteco del Valle— consignan que tres nobles de la zona, incluyendo al

e La fidelidad de la nobleza nativa confirmada en muchos títulos de cacicazgos: Santo Domingo Etla, A G N Indios 36, exp. 349; Cuilapan, A G N Tierras 1016, exp. 5; San Juan Chapultepec, A G N Tierras 236, exp. 1.

" Francisco de BURGOA, Geográfica descripción... de esta provincia de predicadores de Antequera, valle de Oaxaca... (Publicaciones del Archivo General de la Nación, X X V - X X V I , México: 1934), I I , 29.

8 Ibid., I I , 8. 9 A G N Hospital de Jesús 102, exp. 6, fols. 8v, 16r.

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s e ñ o r de Cu i l apan , d o n Lu i s Cortés , fungieron como coman­dantes mi l i t a re s en las expediciones e spaño la s de 1525, 1526, 1547 y 1549; mientras que en años posteriores, otros caciques d e l Val le , asumiendo los gastos, s irvieron m i l i t a r m e n t e al l ado de los nobles oficiales criollos y peninsulares. 1 0 F ina l­mente , el cacique de H u i t z o , en la d é c a d a de 1620, f inanció y d i r i g ió una u n i d a d de caba l l e r í a contra u n buque p i ra ta anclado en Puerto Escondido, sobre l a costa o a x a q u e ñ a . 1 1

L a lea l tad de los nobles nativos hacia sus dominadores e s p a ñ o l e s fue complementada con la r á p i d a acep tac ión de las costumbres y los usos de la nobleza ibera. Los caciques se consideraron a sí mismos ar i s tócratas , de acuerdo con el mo­delo e spañol . E n muchos sentidos, tenían m á s s imil i tudes con la sociedad e s p a ñ o l a de Antequera (la c iudad de Oaxaca) , que con la gente de sus propias jurisdicciones. Este aisla­m i e n t o dev ino p r o n t o causa de u n distanciamiento psicoló­gico y físico, por el cual, los caciques que p o d í a n mantener permanentemente su residencia en Antequera , v is i taban sus pueblos sólo de manera ocasional. 1 2 Desde los pr imeros a ñ o s ! de l d o m i n i o co lonia l , los caciques del Val le h a b l a r o n y vistie­r o n como españoles . Las refinadas firmas de los caciques, en contraste con las de sus coterráneos , sugieren una f a m i l i a r i ­dad de a q u é l l o s tanto con la palabra escrita como con la hablada. Ciertamente, las muchas confirmaciones de t í tu los de nobleza y posesiones, i n d i c a n que los caciques del Va l l e captaron r á p i d a m e n t e la impor tanc i a de la ley escrita y las sutilezas de l a legal idad h i spán ica . E n los ramos de I n d i o s y General de Parte del A r c h i v o General de la N a c i ó n , constan numerosas licencias otorgadas a los nobles de Oaxaca, facul-

10 A G N Tierras 1016, exp. 5, fol . lOr. 11 A G N Indios 10, exp. 134. 12 A G N Tierras 1058, exp. 1, fo l . 98r, cacique de Santa Cruz M i x -

tepec. C D C H Oaxaca, Rol lo 7, nobles de San Juan Chapultepec. C D C H Oaxaca, ro l lo 11, nobles de Huitzo . Archivo de Notarías, Oaxaca, volu­men para 1740, fo l . 124r (citado de aquí en adelante como A N 1740, fol . 124r) , nobles de Etla. A N 1747, fol . 139v, nobles de San Pedro Guaxo-lotitlán.

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t ándo los por ellas, a e x h i b i r los s ímbolos tradicionales de la nobleza: una espada y u n m o n t e . 1 3 Como Felipe Garcés , los caciques parecen haber paladeado el fuerte sentimiento y el fasto que significa d i r i g i r a caballo una escaramuza.

A u n q u e la m a y o r í a de los caciques p r e f i n a v i v i r en A n t e ­quera, antes que en sus comunidades nativas, la p r o b a b i l i d a d de u n ausentismo crónico era mayor cuando el cacicazgo pa­saba a u n heredero femenino, mediante una t rad ic ión de residencia pa t r i loca l que parece haber sido fuerte. Por ejem­plo , en la d é c a d a de 1740, la cacique de E t l a v ivió con su m a r i d o el cacique de A c a t l á n y Teposcolula, en este ú l t i m o pueblo , en la M i x t e c a A l t a . 1 4 As imismo, las caciques de V i l l a de Oaxaca, San Seba s t i án T u l a y San Pablo G u a x o l o t i t l á n , en el segundo cuarto del x v i , res idieron en las cabeceras de los cacicazgos de sus mar idos . 1 5 Aparentemente una excepc ión a la t rad ic ión pa t r i loca l fue G e r ó n i m o de Lara I I , q u i e n pasaba una parte del a ñ o en su propiedad heredada, pero h a b í a establecido residencia permanente en T e j u p a n , M i x t e c a A l t a , donde su esposa era cacique. 1 6

Los linajes cacicales en e l Va l l e de Oaxaca no aparecen d i lu idos por mezclas raciales. E l Va l l e p o d r í a parecer u n a excepc ión a la conc lus ión de Magnus Mórner , en el sentido de que ' lo s esfuerzos de la Corona para mantener los carac­teres exclusivamente indios de los dirigentes nativos, f a l ló por c o m p l e t o " . 1 7 E n los documentos consultados, sólo pudie­r o n localizarse dos casos claros de mat r imonios de nobles nativos con no i n d í g e n a s : u n a p r i n c i p a l de Cu i l apan con u n sargento mayor e spaño l , y una p r i n c i p a l de T l a l i x t a c , con

1 3 Luis CHÁVEZ OROZGO, Indice del Ramo de Indios del Archivo Ge­neral de la Nación (México: 1953) .

14 A N 1734, fols. 77r-79r. 15 A N 1734, fols. 77r-79r, San Sebastián T u l a . A N 1747, fo l . 139v,

San Pablo Guaxolot i t lán. A N 1749, fo l . 238v, V i l l a de Oaxaca. 16 A G N Hospital de Jesús 69, L i b r o 2, fo l . 173r, 1618. 1 7 Magnus MORNER, "La infiltración mestiza en los cacicazgos y ca­

bildos de indios (siglos X V I - X V I I I ) " , X X X V I Congreso Internacional de Americanistas, Actas y memorias (España: 1964) , I I , 160.

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u n m u l a t o , ambos hacia 1730. 1 8 E l acceso de los mestizos a los cabildos i n d í g e n a s en el Va l l e de Oaxaca t a m b i é n apa­rece raramente . E l mestizaje en todos los niveles de la socie­d a d afectó comunidades en las vecindades inmediatas de A n t e q u e r a y en las minas de Chichicapa, especialmente los pueblos de Oaxaca y Ocot l án , mientras que pueblos m á s dis­tantes, como M i t l a , E t l a y T l a c o l u l a muestran una conside­r a b l e c o n t i n u i d a d étnica .

Los caciques del nuevo m u n d o que ten ían origen prehis-p á n i c o y que abrazaron la fe, fueron reconocidos por la Co-r o n a como l íderes locales, l eg í t imos poseedores de propieda-des legales.

C o m o el mismo monarca es tablec ió en 1557:

Antes del advenimiento de la cristiandad, algunos nativos de las Indias fueron caciques y señores de pueblos. Ya que es justo que después de su conversión a nuestra Santa Fe Católica, ellos sigan gozando de sus privilegios anteriores y ya que te­niendo clara lealtad a nosotros no deberían ser obligados a ocu­par una posición más baja, ordenamos a nuestras Audiencias Reales que si estos caciques o principales, descendientes de señores anteriores, solicitan a la justicia para detentar y here­dar su cacicazgo, deben ser oídos con suma pront i tud . 1 9

Este acuerdo real rec ib ió e j ecuc ión en Oaxaca m e d i a n t e !

numerosas concesiones a nobles sobre tierras desocupadas y con certificaciones directas de los derechos del cacicazgo a la tenencia de tierras que les pe r tenec í an en la é p o c a de la con­quista . Que los nobles entendieron la i m p o r t a n c i a de estas demandas, se revela en el hecho de que las concesiones fue­r o n expedidas en respuesta a peticiones iniciadas por ellos, antes que solicitadas por la Corona. De esta forma, muchos nobles aseguraron la ob tenc ión de t í tu los l i m p i o s sobre tie-

18 A G N Tierras, 1016, exp. 5, 1777, Cuilapan. A G N Indios 54, exp. 31, 1734, Tla l ixtac .

19 T o r i b i o ESQUIVEL OBREGÓN, Influencia de España y los Estados Unidos sobre México (Madr id : 1918) , p . 303.

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rras del V a l l e en fechas tempranas, antes de que los intereses europeos en la propiedad de tierras se desarrollaran. Estos derechos iniciales fueron de gran valor para la nobleza nat iva en el curso de disputas posteriores entre los e spaño le s y las comunidades ind ígenas . Sin duda, los t í tu los confirmados die­r o n u n a só l ida base legal para el m a n t e n i m i e n t o del caci­cazgo en los siglos XVII y XVIII.

A l g u n o s nobles, ind iv idua lmente , acrecieron sus dominios sol ic i tando t í tulos sobre tierras ba ld í a s . 25 de las 26 mercedes a nobles i n d í g e n a s que se conocen del siglo XVII, fueron es­tancias ganaderas. C o n esto se enfrentaba u n a nueva necesi­dad, ya que los animales domesticados que r e q u e r í a n grandes extensiones de pastizales, no h a b í a n sido u n a necesidad indí­gena en l a época preh i spán ica . Las tierras del cacicazgo en los t iempos antiguos h a b í a n sido destinadas a ser s e m b r a d í o s o bosques, y las nuevas tierras de cría de ganado, consecuente­mente, d e b í a n ser adquiridas de acuerdo con la ley c o l o n i a l . 2 0

2 0 Mercedes a caciques: 1551, u n sitio de ganado menor, u n sitio de ganado mayor al cacique y los principales de Santo Domingo Tomalte-pec, A G N Tierras 2384, exp. 2, fol . 28r; 1553, dos sitios de ganado menor a varios nobles de M i t l a y Tlacolula, A G N Tierras 485, exp. 1, fol . 104r; 1564, monte y aguas al cacique de San Felipe del Agua, A G N Indios 34, exp. 91; 1564, sitio de ganado menor a la cacique de M i t l a , colección privada del Lic. Luis Castañeda Guzmán, Oaxaca, papeles perdidos (de a q u í en adelante se cita como CCG papeles perdidos) ; 1556, sitio de ganado menor al cacique de Coyotepec, A G N Mercedes 9, fol . 26r; 1570, sitio de ganado menor a u n pr incipal de Ocotlán, CCG documentos de la hacienda de San José , fol . 66r; 1571, sitio de ganado menor a u n p r i n ­cipal de Ocotlán, Ibid.; 1571, sitio de ganado menor a la cacique de M i t l a , CCG, papeles extraviados; 1575, sitio de ganado menor y mayor al cacique de Tlacolula, A G N Tierras 2721, exp. 5, fol . I r ; 1578, sitio de ganado menor a u n principal de Ocotlán, CCG documentos de la hacienda de San José , fo l . 62r; 1581, sitio de ganado menor al cacique de Ocotlán, A G N Hospital de Jesús 85, exp. 5, fo l . 1-10; 1582, sitio de ganado menor a u n pr incipal de San Pablo, sujeto de San Juan Teitipac, A G N Indios 2, exp. 235; 1583, sitio de ganado menor a la cacique de M i t l a , CCG papeles perdidos, antes de 1584, sitio de ganado menor a u n pr inc ipa l de Huitzo, A G N Indios 2, exp. 541; 1587, sitio de ga­nado menor al cacique de Huitzo , A G N Tierras 415, exp. 3; 1588, sitio de ganado menor a dos principales de Tlacolula , Archivo Munic ipa l de

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L a va l idac ión real de las tierras y privi legios que los ca­

cicazgos tenían en el m o m e n t o de la conquista de jó que cris­

ta l izaran muchos de los m á s grandes patr imonios de l a no­

bleza nativa. E n tanto que la mayor parte de las mercedes

concedidas a nobles indios data de la segunda m i t a d de l si­

glo x v n , las confirmaciones conocidas de la existencia de tie­

rras cacicales se agrupan en las primeras tres década s de l

p e r í o d o co lonia l : San Juan Chapultepec, 1523; T l a l i x t a c ,

1543; Cui lapan , antes de 1550; Tomaltepec, 1551; M i t l a y

T l a c o l u l a , 1553; Jalatlaco, antes de 1555; y Tlacochahuaya,

1564. 2 1

U n manuscri to mixteco , que es a la vez mapa de San J u a n

Chapultepec —sujeto de l a V i l l a I n d i a de Oaxaca y actual­

mente u n suburbio de la c iudad de Oaxaca—, refiere u n a

d i sputa de tierras en 1696 y puede ser el o r i g i n a l o l a copia

de u n t í tulo de cacicazgo. E l documento describe u n a pro­

p iedad de considerable t a m a ñ o , cuyos l ímites están cuidado-

Tlacolula, Oaxaca, documento número 43 (citado de aquí en adelante como A M T 43) ; 1591, sitio y ejido de mol ino a u n pr incipal de Etla , CCG, papeles extraviados; 1591, sitio de ganado menor a u n pr inc ipa l de Cuilapan, CCG documentos de la hacienda de San Nicolás, fo l . 65r; 1592, sitio de ganado menor a u n pr incipal de Ocotlán, CCG documen­tos de la hacienda de San José , fol . 69r; 1599, sitio de ganado menor al cacique de Cuilapan, A G N Indios 15, exp. 36; 1599, sitio de ganado menor a un pr incipa l de San Lorenzo Cacaotepec, CCG documentos de la Hacienda de Guadalupe, fol . 13r; 1618, sitio de ganado menor al ca­cique de Etla, A G N Hospital de Jesús 102, segundo atado, exp. 7; sin fecha, sitio de ganado menor a u n pr incipa l de Tlacochahuaya, A G N Indios 2, exp. 865 (documento fechado en 1583) ; sin fecha, sitio de ganado mayor a un pr inc ipa l de Tlacolula, A G N Indios 6, primera parte, exp. 137 (documento fechado en 1593) ; sin fecha, sitio de ganado mayor al cacique de Cuilapan, A G N Tierras 1016, exp. 5, fol . lOr (do­cumento fechado en 1685) ; sin fecha, tierras sin especificaciones, merce-dadas a principales de Santo Domingo Etla, A G N Indios 36, exp. 349 (documento fechado en 1706) .

21 Ronald SPORES, The Mixtee Kings and Their People (Norman, Oklahoma, 1967) , p. 126, Tla l ixtac ; A G N Tierras 485, exp. 1; M i t l a y Tlacolula; A G N Tierras 1016, exp. 5, Cuilapan; A G N Indios 52, exp. 89, Jalatlaco; A G N Tierras 2384, exp. 2, Santo Domingo Tomaltepec; A G N Tierras 1206, exp. 1, fo l . 5v, Tlacochahuaya.

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samente acotados. De acuerdo con el documento, el p r i m e r cacique de San Juan Chapultepec, bautizado con el n o m b r e de d o n Diego Cortés D h a h u y u c h i , sabiamente, dec id ió acep­tar la fe cristiana y establecer relaciones amistosas con la p r i m e r a entrada e s p a ñ o l a en Oaxaca. A cambio de su leal­tad, d o n Diego rec ib ió t í tu lo de d o m i n i o sobre las tierras de l cacicazgo y de los pueblos que éste incluyera . D o n Diego fue cuidadoso al reaf i rmar la naturaleza hereditar ia de las tie­rras del cacicazgo: " D o y mis tierras a mis hi jos de manera que ellos y sus descendientes puedan conservarlas y habitar las para siempre." 2 2 Este documento presenta las tierras de l ca­cicazgo, y el pueblo mismo, como una ent idad orgán ica , inse­parable. Consecuentemente, cualquiera de los descendientes de d o n Diego que in tentara hacerse cargo de su p r o p i o tí­t u l o de tierras, d e b e r í a aportar trescientos pesos, porque las tierras "pertenecen a l p u e b l o " . A l subrayar esta conex ión , el t í tu lo h a c í a las tierras menos vulnerables a l embargo de la Corona o a la a m b i c i ó n de acaparadores privados, en el caso de que no pudieran hallarse herederos directos del cacicazgo. E n el caso de T l a l i x t a c en 1663, cuando d e j ó de haber here­dero leg í t imo, la c o m u n i d a d , en efecto, incorporó las tierras como u n a propiedad del b a r r i o . 2 3

O t r a de las primeras t i tulaciones entregó a los nobles de Tomal tepec sus propiedades tradicionales y t a m b i é n carta blanca para cualquier t i e r ra desocupada que pudiera nece­sitar: . . d o n D o m i n g o de Á g u i l a , d o n Pedro Zárate , y d o n D o m i n g o de Zarate y Velasco, a estos cuatro caciques nativos de su pueblo de Santo D o m i n g o Thomal tepeque , les serán cedidas las tierras que puedan r e q u e r i r " . 2 4 Aparentemente a algunos caciques les fueron cedidos t a m b i é n los t r ibutos que pagaban sus subditos. E l t í tu lo de cacicazgo de Jalatlaco —otro moderno bar r io de Oaxaca— dec ía i n c l u i r "varios p r i ­vilegios a d o n Juan de Velazco, ascendiente de esta parte, y ,

22 A G N Tierras 236, exp. 1, fo l . 8v. 23 A G N Indios 19, exp. 597. 24 A G N Tierras 2384, exp. 2, fo l . 28r.

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los t r ibutos , salinas y tierras de algunos pueblos" . 2 5 E n su !

j u r i s d i c c i ó n , los caciques de M i t l a t en ían u n cont ro l sobre el t r i b u t o que equ iva l í a a la conces ión de una encomienda, mientra s que los caciques de H u i t z o , en el siglo x v n , fueron t i tu l ados con la facultad de recoger de su c o m u n i d a d u n t r i ­b u t o anua l de t re inta pesos de oro c o m ú n . 2 6

Las numerosas extensiones de t ie r ra que pose í an los ca-cicazgos antes de las mercedes coloniales, tierras que eran cult ivadas por trabajadores con residencia estable en ellas (terrazgueros) , evidencian indirectamente el t a m a ñ o y la com­

p l e j i d a d que las propiedades de cacicazgo p u d i e r o n haber t e n i d o en la época preh i spán ica . E n el p e r í o d o colonia l , la p r o p i e d a d casi esclavista de barrios enteros dentro de la j u ­r i sd i cc ión de u n cacique, sugiere que los residentes de estos estados eran descendientes de mayeques —casi macehuales que I h a b í a n ocupado las mismas tierras de cacicazgo en los t iem­pos p reh i spán ico s . E l t é rmino con que los archivos designan frecuentemente a estos ocupantes (terrazguero) tenía u n sen­t i d o m á s estrecho que el que tiene en su def in ic ión moderna : 4 ' t raba jador que paga una renta a l señor del feudo por la t i e r r a que ocupa" . 2 7 E n el sentido co lonia l , la condic ión de terrazguero no denota exclusivamente una re l ac ión de arren­d a m i e n t o con el propietar io , sino que p o d í a i n c l u i r t a m b i é n la o b l i g a c i ó n de cul t ivar u n t ramo de t ie r ra para el cacique y l a p re s t ac ión de otros servicios no especificados. E n térmi­nos de servicios, los terrazgueros del cacique ten ían obliga­ciones semejantes a las del campesino solariego de la E s p a ñ a medieva l t a rd í a , campesino que estaba adscrito a la t ierra del señor y gozaba los derechos del usufructo a cambio de tra­bajos que rara vez se est ipulaban en deta l le . 2 8

25 A G N Indios 52, exp. 89. 26 A G N Indios 6, primera parte, exp. 174. 27 Nueva Enciclopedia Sopena, Diccionario Ilustrado de la Lengua

Española (Barcelona: 1955) Terrazgo: "Renta que quien trabaja una extensión de tierra paga al propietario" .

28 En El Libro del Becerro, del siglo x iv , se recogen documentos que contrastan la condición y las obligaciones "abiertas" del campesino sola-

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D u r a n t e el p e r í o d o colonia l , el gran cacicazgo de Cui la-pan tuvo el sistema de comunidades de terrazgueros m á s des­arro l lado del Va l le . E l testamento de Juana de Lara (1717), cacique de Cui l apan , s e ñ a l a b a que dos de los barrios de l cacicazgo, M i n u y u u y A d a m n i , y uno de sus pueblos, Xoxoco-t lán , eran de terrazgueros. L a cacique especificaba que "en reconocimiento de terrazgo. . . cada una debe sembrar y cui­dar u n pedazo de t i e r ra para m í y serv i rme" . 2 9 H a n sido lo­calizados otros ejemplos de terrazgo. E n 1618, u n bar r io de San R a y m u n d o Ja lpan, cul t ivó tierras circunvecinas al caci­cazgo de C u i l a p a n . 3 0

L u i s de San Juan y Juan de Rojas, dos principales que aparecen como d u e ñ o s de los barrios de Cit idzicuco y A t i c u t o Mix teca , del cacicazgo de Cui l apan , rec ib ieron rentas y d i ­versos servicios de los residentes del b a r r i o en rec iprocidad por el uso que éstos h a c í a n de las tierras de los nobles . 3 1 Los archivos de los cacicazgos de Oaxaca y E t l a i n d i c a n que ba­rr ios enteros de su jur i sd icc ión los s i rvieron como terrazgue­ros. E n 1743, el p a t r i m o n i o de Oaxaca inc luyó cinco barrios de San Pedro Ix t lahuaca . Cada barr io pagaba al cacique diez pesos anuales y cul t ivaba para él u n s e m b r a d í o de m a í z de seis almudes. 3 2 E n 1580, el cacicazgo de E t l a dec laró que d i s p o n í a de 150 terrazgueros que "estaban acostumbrados a trabajar u n terreno cualquiera y a asistirlo (al cacique) con ciertos servicios". Hac i a 1640 el bar r io de Nat iv i tas E t l a es­taba compuesto por terrazgueros en las propiedades del caci­que de E t l a . 3 3 L a existencia de terrazgueros en los dominios

riego con la de las behetrías, dentro de las cuales, el campesino quien celebraba con el señor u n trato contractual que le permit ía mayor l i ­bertad de movimiento, imponiéndole deberes más específicos y menos onerosos. El Becerro, libro famoso de Behetrías de Castilla (Santander: 1866) .

29 A G N Hospital de Jesús 118, expediente no numerado, 1717. so A G N Hospital de Jesús 69, l i b r o 1, fols. 419-429, 1644. s i A G N Indios 23, exp. 211, 1658; CCG documentos de la hacienda

de San Nicolás, fo l . 56r. 32 A G N Tierras 645, primera parte, exp. 3. 33 Silvio Z A V A L A y María CASTELO (editores) Fuentes para la historia

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de los nobles, parece haber sido menor en la parte de T l a -co lu la . Se conocen dos ejemplos: cinco suertes de t ierra per­tenecientes a l cacique de Tlacochahuaya en 1591 eran tra­bajados por terrazgueros; 3 4 y en el siglo XVII, los residentes de Santa M a r í a del T u l e , serv ían como terrazgueros a l caci­que de T l a l i x t a c . 3 5

San A n t o n i o de la Cal , c o m u n i d a d de terrazgueros de o r i ­gen def in i t ivamente precortesiano, puede faci l i tar una idea de l modo como se f o r m a r o n estas aldeas en el pe r íodo inme­diatamente anter ior a la conquista. E n 1580, el cacique de San Juan Chapultepec r e p a r t i ó u n pedazo de t ierra entre ocho familias nativas "porque son pobres y les ha sido dene­gado el permiso para establecerse en la planicie de Xoxoco-t l á n " . E l repar to fue realizado bajo la condic ión de que "reconozcan como señor a l M a r q u é s del Va l l e y me r i n d a n sus Servicios a m í , su cacique, en m i casa".3 6 Hac ia fines del siglo XVII, algunos cacicazgos se p a r e c í a n a las haciendas co­loniales convencionales, ya que aseguraban la mano de obra mediante deudas del peonaje o mediante salarios, antes que p o r el sistema de terrazgueros. E n la sección sur del Val le , por e jemplo , u n p r i n c i p a l de San Pedro Após to l , pagaba u n sa­cie! trabajo en Nueva España (México: 1939-1946), I I , 271-272. A G N

Indios 12, segunda parte, exp. 42, 1640. Son conocidos algunos otros

ejemplos de terrazgueros en el cacicazgo de Etla: C D C H Oaxaca, Rol lo 8,

1689, se describe una extensión de tierra cerca de Guadalupe Etla tra­

bajada por dos indios terrazgueros; A G N Tierras 268, exp. 3, 1711, va­

rios nativos de Soledad Etla sirvieron en las mismas condiciones; A G N

Tierras 495, exp. 4, u n pleito de tierras en 1730 se refiere a las "tierras

y los terrazgueros del cacicazgo de Et la" . Se conocen también casos de

terrazgueros residentes en muchos de los otros cacicazgos del Valle:

Hui tzo , 1553, Colección de documentos inéditos para la Historia de Ibero-

América (varios títulos) (Madr id : 1937-1942) , I , 203; San Lorenzo Ca-

caotepec, 1635, CCG documentos de la hacienda de Guadalupe, Vo l . I I I ,

fo l . 41v.

34 A G N Indios 3, exp. 528, 1591. 35 A G N Indios 19, exp. 600, 1663. A G N Civil 822, detallada relación

del cacicazgo de Etla para el año 1576, no hace mención de los terraz­gueros.

36 A G N Tierras 2386, exp. 1, fol . 54r.

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l a r io mensual y el t r i b u t o anua l a cinco indios que v iv ían en sus tierras cu l t ivando en ellas m a í z y cuidando ganado. 3 7

E n el siglo x v n , los nobles de T lapacoya y de San Sebas­t ián Te i t ipac , ant i c iparon sumas de 67 pesos y 339 pesos a algunos nativos, ba jo l a cond ic ión de que tales deudas ser ían pagadas en trabajo en las tierras de los nobles. 3 8 Apa­rentemente, en su i n t e n t o por retener trabajadores mediante deudas, los nobles no t u v i e r o n mejor suerte que los hacen­dados. E l p r i n c i p a l de San Seba s t i án que ant ic ipó d inero a los cinco nativos, se q u e j ó posteriormente de que éstos se rehusaban a t raba jar . 3 9

Los cacicazgos coloniales fueron considerados pa t r imonios transmisibles, modelados según el p a t r ó n del mayorazgo es­p a ñ o l . Las leyes sobre cacicazgos revelan u n claro paralelo entre ambas instituciones: " L a suces ión de los caciques es de padre a h i j o , según la fo rma de los mayorazgos españoles , con preferencia para el m á s grande de los herederos varones", e scr ib ía So lórzano y Pereira a pr inc ip ios del siglo X V I I . 4 0 A l ident i f i ca r cacicazgos y mayorazgos, las leyes coloniales ten­d i e r o n a homogeneizar el carácter proteico de l a herencia y la suces ión en los cacicazgos preh i spán icos .

L a estructura legal de l a colonia a p o y ó la preservac ión del cacicazgo h a c i é n d o l o ina l ienable . E l cacicazgo co lonia l de Magdalena Apasco, p o r e jemplo, fue una pulcra copia de la ins t i tuc ión del mayorazgo y su carácter hereditar io , de pa­dre a h i j o , estaba intacto en el siglo XVIII. E n 1867, el cacique descr ib ió sucintamente los mecanismos de ina l i enab i l idad y de suces ión : " . . . d e s p u é s de l a convers ión de mis ancestros a la Santa Fe Cató l i ca , y siguiendo el e jemplo y l a forma de los mayorazgos de E s p a ñ a , la herencia dentro del cacicazgo

37 A G N Indios 27, exp. 139, 1681. 33 A G N Indios 43, exp. 16, 1716, San Sebastián Teitipac: A N 1771,

fol . 44r, Tlapacoya. 39 Ibid. 40 SOLÓRZANO, l ibro 2, Capí tu lo 27, parte 19; LÓPEZ SARRELANGUE,

p. 106, también describe los parentescos entre el mayorazgo y el ca­cicazgo.

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h a sido por v í n c u l o s consanguíneos , con preferencia hacia el sexo mascul ino y p r o x i m i d a d en el orden del l i n a j e " . 4 1

L a t r a n s m i s i ó n legal a y u d ó a mantener algunos de los mayores cacicazgos del Val le . E l procedimiento ob l iga tor io s e g ú n el cual , antes de la venta de u n terreno, d e b í a demos­trarse que per tenec ía a u n propie tar io p r ivado y no era parte de u n cacicazgo, debiendo pregonarse p ú b l i c a m e n t e l a ven­ta de una prop iedad ind ígena , res tr ingió la d iv i s ión de caci­cazgos, a espaldas de la ley. Por e jemplo, muchas de las ventas de las tierras pertenecientes a los dominios de Et la , fue ron revocadas sobre la base de que h a b í a n sido hechas en d i sconformidad con los pr inc ip ios del mayorazgo. 4 2 M u ­chas de las tierras de cacicazgo rentadas a e spaño le s en el s iglo X V I I , no se vendieron por cuestiones formales.

L a i m p o r t a n c i a de la t ransmis ión legal no debe pasarse p o r alto, pero la h i s tor ia de la m a y o r í a de los cacicazgos muestra u n a considerable desviac ión respecto a l modelo legal. I n d u d a b l e m e n t e , muchas tierras de cacicazgos fueron vendi­das con el disfraz de que eran propiedad pr ivada . Es eviden­te que a pr inc ip io s del siglo X V I I fueron realizadas muchas ventas a l vapor de tierras de cacicazgo, sin procurar que se determinase si eran o n o partes de u n cacicazgo. E n muchos casos, la ley fue sut i lmente forzada para p e r m i t i r la d iv i s ión de los cacicazgos.

E n 1559, la cacique de San Sebas t i án T e i t i p a c v e n d i ó una par te de su hacienda con la condic ión de que como era parte de su cacicazgo y por lo tanto inal ienable , no p o d r í a ser vendida d e s p u é s por el comprador ( ! ) . Y si en el f u t u r o , el comprador o sus descendientes se encontraban con la falta de herederos, la t i e r ra ser ía reabsorbida por el cacicazgo.4 3

O t r a a r t i m a ñ a legal que se ut i l izó para d i v i d i r los cacicaz­gos, fue la ces ión de partes de sus tierras p o r u n a o m á s generaciones. 4 4 Sin reparar en las prescripciones legales, otros

4 1 A G N Tierras 415, exp. 3, 3 o. Numerado, fols. 45-48. 42 A G N Hospital de Jesús 85, exp. 1, 1734. 43 A G N Tierras 256, exp. 2 , . fol . 121v, 1599. 44 A G N Tierras 1016, exp. 5, fol . 6r.

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cacicazgos fueron d iv id idos de u n modo m á s radica l . A p r i n ­cipios del siglo x v i , por e jemplo, la cacique de San A n d r é s Ix t lahuaca r e p a r t i ó sus tierras, por partes iguales, entre sus h i jo s . 4 5

Como los mayorazgos, los cacicazgos coloniales general­mente favorecieron la suces ión por l ínea masculina, pero a q u í t a m b i é n se i n t r o d u j e r o n algunas modificaciones para ajustar esa prác t i ca a las costumbres locales. L a herencia de caci­cazgos por l ínea femenina, incluso cuando ex i s t ían herederos masculinos posibles, no fue desusual. Es posible ident i f i car una serie completa de herederos por l ínea femenina : Petro­n i l a de L e ó n , de Et la , finales del XVII; Isabel R a m í r e z de L e ó n , de Et la , en los pr imeros años de la d é c a d a de 1730; Juana de Lara , de Cu i l apan , hacia finales del XVII y p r i n c i ­pios del XVIII; Beatriz de Montemayor , de San S e b a s t i á n Te i t ipac , a fines del XVII; Magdalena Velasco, de San A n d r é s Ix t lahuaca , a pr inc ip ios del XVII; Catal ina de San Pedro, de San Lorenzo Cacaotepec, a mitades del XVII; y Cata l ina Cer­vantes, de la V i l l a de Oaxaca, a pr inc ip ios del XVIII.46 Los documentos hacen m e n c i ó n específ ica a dos ejemplos de su­cesores femeninos: Cata l ina de Cervantes tenía u n hermano menor que deber í a suceder ía en el cacicazgo en caso de que ella no tuviera hi jos ; 4 7 Juana de L a r a c o m p a r t i ó el cacicaz­go de C u i l a p a n con su hermano G e r ó n i m o , hasta l a muer te de éste en 1680. 4 8 L a dec i s ión mediante la cual Juana pa só el cacicazgo a su h i j o adopt ivo M i g u e l de los Á n g e l e s y Lara , y no a su par iente m á s cercano, el cacique de Et la , fue de­fendida por l a Aud ienc ia , a despecho de las reglas del mayo­razgo. 4 9

45 A G N Tierras 125, exp. 4, fo l . 18v. 46 A G N Tierras 645, primera parte, exp. 3. A G N Tierras 310, exp. 2.

CCG documentos de la hacienda de Guadalupe, V o l . I I , fo l . 46r. A G N Tierras 256, exp. 2. A G N Tierras 1016, exp. 5. A G N 415, exp. 3. A G N Tierras 125, exp. 4.

47 A N 1749, fo l . 238v. 48 A G N Tierras 1016, exp. 5, fo l . 2v. 49 ibid.

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A diferencia de los cacicazgos, las tierras de los p r inc i ­pales —los menos nobles— no parecen haber estado sujetas a las reglas de la p r i m o g e n i t u r a o la ina fec tab i l idad . 5 0 M u ­chas de estas propiedades fueron abiertamente divididas se­g ú n el capricho del p r i n c i p a l . E l p r i n c i p a l de M a t a t l á n , por e j e m p l o , J o s é Ruiz , d iv id ió sus doce parcelas, por partes Iguales, entre su esposa y sus cuatro nietos . 5 1 Juani to L ó p e z , p r i n c i p a l de San Sebas t ián T e i t i p a c , dispuso u n reparto m á s compl icado de sus propiedades, destinada t a l vez a apuntalar e c o n ó m i c a m e n t e la sol idaridad f ami l i a r . L ó p e z d iv id ió once unidades de t ierra entre cuatro hi jos y u n nieto , de la si­gu iente manera : el h i j o m á s grande rec ib ió dos parcelas completas y c o m p a r t i ó la prop iedad de otras dos, una con los h i j o s segundo y tercero y la o t ra con el segundo h i j o y con e l n ie to . E l segundo h i j o ob tuvo u n a parcela completa y c o m p a r t i ó las dos mencionadas arr iba , m á s una cuarta j u n t a m e n t e con el cuarto h i j o . E l tercer h i j o c o m p a r t i ó cua­t r o parcelas mientras que el cuarto rec ib ió la m i t a d de los intereses de las cuatro parcelas. E l n ieto rec ib ió una parcela y u n tercio de una segunda parcela. L a parcela u n d é c i m a fue d o n a d a a la par roqu ia de San S e b a s t i á n . 5 2

L a carencia de una v ía inst i tucional izada para transferir intactas las propiedades de los nobles, ayuda a explicar por q u é , mientras muchos caciques m a n t e n í a n su prominencia hacia el f i n del p e r í o d o co lonia l , la m a y o r í a de los p r inc i ­pales ingresaban al grupo de los macehuales o se adher í an a l cabi ldo i n d í g e n a , ú l t i m o recurso de prestigio personal, donde , sin embargo, sus poderes fueron frecuentemente de­safiados por los macehuales. 5 3 Los principales de Cui lapan, no

50 A G N Tierras 395, exp. 2, 1721. 5 1 A M T 6. 52 A G N Tierras 256, exp. 2, fo l . 128r, 1698. 53 E l A G N Tierras contiene otros testamentos de principales del Valle

que revelan divisiones de tierra igualmente complicadas: Tierras 256, exp. 2, fo l . 136r, contiene seis testamentos de San Sebastián Teitipac, para el per íodo de 1607 a 1676. A G N Tierras 350, exp. 4, 1707. Andrés Mart ín de San Felipe Tejalapan. A G N Tierras 956, exp. 3, fols. 63-69, 1724, Micaela de la Cruz y Zárate de Guaxolot i t lán.

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obstante, se m a n t u v i e r o n como terratenientes de impor tanc i a durante todo el pe r íodo colonia l . L a independencia en cuan­to a la au tor idad que los principales de C u i l a p a n mantuvie­r o n durante todo el p e r í o d o colonia l , sugiere que su poder durante los tiempos preh i spán icos fue mayor que el de otros nobles de l Val le y ayuda a explicar l a c o n t i n u i d a d de su fuerza en años posteriores. Muchos nobles de los l inajes de C u i l a p a n son denominados caciques de varios sujetos y ba­rr ios y por lo menos dos de esas famil ias contro la ron barrios de terrazgueros. 5 4 Debido a que las relaciones sobre los p r i n ­cipales de C u i l a p a n se han perdido, sus rastros se l i m i t a n a lo que se contiene en archivos incompletos de mercedes, ventas y arrendamientos. L a f a m i l i a Z ú ñ i g a G u z m á n fue uno de los m á s conspicuos l inajes nobles. Diego de Zúñiga , a q u i e n se hace referencia como "cacique de C u i l a p a n " , rec ib ió una merced p o r una estancia de ganado menor de dos caba l le r ía s en 1566 y otra en 1599. 5 5 Su h i j o , Juan de Zúñiga , a d q u i r i ó propiedades cerca de H u i t z o y las tierras colindantes con la estancia que le fue mercedada a su f a m i l i a en 1566. E l patr i ­m o n i o f a m i l i a r de los Z ú ñ i g a inc lu í a probablemente muchas tierras m á s . L a venta de dos estancias y una labor (parcela grande para sembrad íos ) efectuadas en 1658 y 1659, respec­t ivamente , por el h i j o de Juan, G e r ó n i m o de G u z m á n , se l levó a efecto bajo l a excusa de que el vendedor pose ía m u ­chas "otras t ierras " . 5 6 Se sabe que a pr inc ip io s del siglo XVII las t ierras de l a f a m i l i a San Juan i n c l u í a n u n barr io de Cui­lapan, u n a labor circunvecina y "varias tierras en las inme­diaciones de X o x o c o t l á n " . 5 7

54 A G N Tierras 236, exp. 1. San Juan Chapultepec. CCG documen­tos de la hacienda de San Nicolás, fol . 56r, Cuilapan. Referencias a San Luis de San Juan como "cacique y dueño del barr io Aticuto Premisa Labenia".

55 A G N Indios 15, exp. 36, 1599. A G N Mercedes 9, fol . 26r, 1566. 56 CCG Papeles perdidos.

57 C D C H Oaxaca, rol lo 11. Otro linaje noble de Cuilapan fue el de la famil ia Cruz y Fonseca, caciques de San Juan Chapultepec, que en 1580, con terrazgueros sin tierras fundaron la comunidad de Antonio de la Cal. Sus propiedades incluían u n rancho que fue vendido antes de

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Muchos principales de la reg ión de Et l a t a m b i é n fueron verdaderos hacendados. U n p r i n c i p a l de San Pablo Guaxolo-t i t l á n pose ía dos propiedades equivalentes a cuatro caballe­r í a s m á s otros diecisiete pedazos de t ierra de siembra de 22 medidas de t a m a ñ o . 5 8 Joseph de Silva, p r i n c i p a l de Santo D o m i n g o de Et la , era d u e ñ o de veintiséis extensiones de tie­r r a cerca de Santa M a r t a , Santo D o m i n g o , y de Santiago Et la , y de una labor cerca de Santa M a r t a . L a labor estaba rentada a u n negro l i b r e , mientras que la m a y o r í a de las parcelas eran trabajadas por medieros y peones endeudados. 5 9 E n el siglo XVIII, la merma de tierras de los principales mediante ventas, l legó a ser m á s frecuente. Los ejemplos citados i n d i ­can que los principales norma lmente pose ían entre cinco y diez parcelas, una o dos casas solariegas, una yunta de bue­yes y ta l vez unas cuantas cabezas de ganado o de ovejas. 6 0

L a ut i l izac ión real de las tierras de cacicazgo variaba con­siderablemente entre uno y o t ro . E l ganado parece haber t en ido u n interés especial para la nobleza nat iva. A d e m á s de las mercedes sobre estancias ganaderas que varios nobles a d q u i r i e r o n , muchos caciques y principales sol ic i taron con é x i t o el permiso para criar ovejas en las tierras que ya po­s e í a n . 6 1 Las empresas ganaderas de la nobleza que los docu­mentos conservan, parecen haber sido de t a m a ñ o s imilar a l de las haciendas e s p a ñ o l a s de l a época . E n 1660, Juan M e n ­doza, p r i n c i p a l de O c o t l á n , criaba 3,671 ovejas en una estan-

1707, un canon y una estancia de ganado menor que dejaron de rentar en 1708. A N Papeles perdidos, 1708. C D C H Oaxaca, Rol lo 10.

58 CCG documentos de la hacienda de Guadalupe, fols. 35r-40r. 59 A N 1705, fo l . 54r. 60 A N 1771, fo l . 44r. A G N Tierras 956, exp. 3, fols. 63-69, 1724.

Micaela de la Cruz y Zárate, pr inc ipa l de Guaxolot i t lán: cinco suertes de tierra arable, que miden 5, 4, 4, 4 y 3 medidas; u n solar y casa y una yunta de bueyes. A G N Tierras 350, exp. 5, fo l . 225r. Andrés Mart ín, pr inc ipa l de San Felipe Tejalapan: cinco extensiones de tierra arable, tres solares y dos casas.

61 A G N Indios 2, exp. 235, 1582. Martín, pr inc ipa l de San Pablo, sujeto de San Juan Teitipac. A G N Indios 2, exp. 254, 1582. Diego Her­nández, Luis Velasco y Domingo López, principales de M i t l a .

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cia. Mendoza era d u e ñ o de o t ra estancia donde criaba m á s ovejas, caballos y vacas.6 2 E n 1691, o t ro p r i n c i p a l , Diego de Rojas, de Magdalena Apasco, era d u e ñ o de 2,573 ovejas, 44 cabezas de ganado, 35 caballos, 1 b u r r o , 8 m u í a s y 3 ca­bras. 6 3 L a cría de ganado era atractiva para la élite na t iva por muchas razones. E l ganado r e q u e r í a poco cuidado y con­secuentemente, pocos trabajadores. Por o t ra parte, desde el p u n t o de vista del noble e spaño l , la g a n a d e r í a era una ocu­p a c i ó n aceptable y se p r o p o n í a a la conciencia social del cacique como u n e jemplo a seguir. L a cr ía de ganado debe haber sido t a m b i é n lucrat iva , si consideramos que los mer­cados i n d í g e n a s del Va l l e r e c i b í a n su provi s ión de carne de fuentes nativas y que eran los caciques quienes aportaban la mayor p r o p o r c i ó n del ganado i n d í g e n a . 6 4 E l maguey y la p r o d u c c i ó n de cochin i l l a parecen haber sido dos de los pro­ductos m á s beneficiosos que se r ecog í an en las tierras de los cacicazgos, durante el p e r í o d o co lonia l . Ambos productos se menc ionan con frecuencia en los inventarios de los caci­cazgos.

A p a r t e de la agr i cu l tura y l a cr ía de ganado, los caciques cosechaban otros beneficios económicos de sus tierras. E l ca­cique de Et la era d u e ñ o de una cantera cerca de San A g u s t í n Et la , y los caciques de T l a c o l u l a y Magdalena Apasco pose í an d e p ó s i t o s salinos. 6 5 E l cacique de San Felipe del Agua era considerado prop ie tar io de los bosques cercanos a su comu­n i d a d y del arroyo que p r o v e í a de agua potable a Anteque­r a . 6 6 Los mol inos de t r igo , especialmente en la reg ión de Et la , eran otro recurso de la nobleza. Se sabe que los caci­ques de V i l l a de Et la , San Juan Guelache y San M i g u e l de Et la , y u n p r i n c i p a l de la V i l l a de Et la , eran propietarios de mol inos de t r i g o . 6 7

62 CCG documentos de la hacienda de San José , fol . 69r. 63 A G N Tierras 415, exp. 3, 3ro. Numerado. Fols. 20v-25v. 64 A G N Indios 61, fo l . 139r, 1764, Santo Domingo Ocotlán. es A N 1708, fo l . 273v. 66 A N 34, exp. 91, fo l . 97r. 67 A G N Indios 24, exp. 319, cacique de Etla, Sebastián Ramírez I I

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Hac ia el f i n a l del pe r íodo colonia l , muchas, q u i z á la ma­y o r í a de las tierras de los cacicazgos no fueron util izadas n i supervisadas directamente por los caciques. L a o c u p a c i ó n de las tierras de los nobles por terrazgueros fue una forma de tenencia indirecta . Desde el p u n t o de vista de los caci­ques, el terrazgo representaba una renta perpetua e impl icaba para los residentes, la ob l igac ión de prestar ciertos servicios personales. Los archivos notariales del siglo XVIII y las dispu­tas sobre tierras registran y mencionan numerosos casos de arrendamientos de tierras de los cacicazgos a españoles , mes­tizos y comunidades ind ígenas . Esto ind ica que hacia esta é p o c a los caciques pre fer ían obtener d inero mediante la renta de sus tierras, que explotarlas directamente. L a m a y o r í a de las rentas se celebraron con españoles , aunque se mencionan ocasionalmente tratos con medieros mestizos y negros l ibres . 6 8

Para va l idar estos arrendamientos, se preparaba u n contrato en el que se especificaba el lapso de la renta —usualmente 9 años— y la r e t r ibuc ión anual . Fueron t a m b i é n comunes los contratos por cinco y ocho años . A lgunos arrendamientos se efectuaron por t i empo i n d e f i n i d o , e s tab lec iéndose que ter­m i n a r í a n cuando ciertas deudas del cacique con el interesado fueran pagadas del todo. Ocasionalmente, se concertaron ren­tas a perpetu idad , semejantes a los censos perpetuos del mar­q u é s del V a l l e . 6 9

I I . Papel político de la nobleza y sus efectos en la propiedad de la tierra

L a creciente brecha física y ps i co lóg ica que separó a la nobleza de los macehuales, r epercut ió en la r educc ión del

A G N Indios 19, exp. 553, 1662, cacique de Etla, Sebastián Ramírez I . A G N Tierras 110, exp. 4, 1669. Gregorio de la Cruz, pr inc ipa l de San Miguel de Etla. A G N Hospital de Jesús 69, L i b r o 1, 1673, Jacinto Hernández de Yllescas, pr inc ipa l de San Juan Guelache. CCG papeles perdidos 1591, Domingo de San Gabriel, pr incipal de la V i l l a de Etla.

68 A N 1705, fol . 54r. A G N Tierras 415, exp. 3, 3ro. Numerado, fo l . 12v.

69 A G N Hospital de Jesús 85, exp. 2, 1727, Etla.

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t a m a ñ o y de la ut i l izac ión eficiente de las tierras de los caci­cazgos.

A l decl inar la pos ic ión po l í t i ca de la nobleza hered i t a r i a en el Va l le , las tierras se h i c i e ron m á s vulnerables a los usos indirectos, a las disputas legales y a l abuso por parte de los nativos. Sin embargo, los caciques que comprendieron la i n -ev i tab i l idad de la r educc ión de su inf luencia pol í t ica , pudie­r o n retener sin querellas grandes propiedades.

E n e l siglo x v i y la p r i m e r a m i t a d del X V I I , en las regio­nes densamente pobladas del centro de M é x i c o , la nobleza i n d í g e n a m a n e j ó los asuntos pol í t icos de sus comunidades. E n los cabildos ind ígenas , que fueron establecidos durante el per íodo v i r r e i n a l de A n t o n i o de Mendoza, según el mode lo de la burocracia e s p a ñ o l a , los caciques ocuparon generalmen­te los cargos de gobernador, la pos ic ión m á s elevada dent ro del cab i ldo . 7 0 Dado que el cuerpo de electores estaba restr in­gido a l a nobleza, era u n a consecuencia lógica del sistema que los d e m á s puestos del cabi ldo fueran ocupados por los principales. A l t é rmino del x v i , sin embargo, los nobles i n ­d ígenas de la Nueva E s p a ñ a empezaron a perder su poder pol í t ico . E l papel j u d i c i a l que d e s e m p e ñ a b a n los caciques en sus cabeceras y sujetos, fue transferido a los corregidores e spañoles de i n d i o s . 7 1 Hac ia 1650, la in f luencia po l í t i ca de la nobleza estaba en decadencia de f in i t iva : los macehuales eran elegidos para puestos en el cabildo, y mucha gente co­m ú n se elevó a una pos i c ión económica igua l a la de la nobleza, mediante m a t r i m o n i o s con principales, actividades comerciales y la d iv i s ión de las propiedades de los principales .

L a c o n t i n u i d a d del m o n o p o l i o pol í t ico de los pr inc ipa­les en las elecciones del cabildo, ante la notable i g u a l a c i ó n económica y las crecientes aspiraciones de los macehuales, creó numerosas tensiones dentro de las comunidades indíge­nas, tensiones que fueron resueltas, generalmente, en favor de l a m a y o r í a macehual . 7 2 Hac ia el f i n del p e r í o d o co lonia l ,

70 LÓPEZ SARRELANGUE, p. 124 .

71 Ibid., p . 116. 72 Ibid., pp . 126-127 .

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la nobleza del Va l le se a j u s t ó a este modelo de decadencia p o l í t i c a , aunque las tensiones entre los macehuales y la no­bleza var i a ron de pueblo a pueblo y se establecieron en la p r á c t i c a algunas soluciones de compromiso. L a elección de los oficiales para los puestos en el cabi ldo ind ígena , igua l que las d e m á s , no se basaban en el sufragio universal . U n grupo selecto de vocales era responsable de la selección anual de los integrantes del nuevo cabi ldo. L a compos i c ión del g rupo elector variaba cada vez en mayor o menor medida. Usual-mente , los vocales eran los principales de las cabeceras y los sujetos ind ígenas . E n algunos casos, como en Tlacochahuaya en 1606, los principales o b t u v i e r o n licencia para restr ingir la in te rvenc ión de la nobleza en los puestos de electores. 7 3 U n m é t o d o a l ternat ivo para la selección de los oficiales del ca­b i l d o , fue aquel en que los miembros salientes e legían sus propios sucesores, como en Zaachila hasta antes de 1700. 7 4

Los sujetos normalmente no t en ían representac ión p r o p i a en el cabildo, pero los nobles residentes par t ic ipaban en la se lección de los oficiales de la cabecera. E l n ú m e r o de voca­les var iaba de menos de veinte en las regiones menos popu­losas del Val le , a m á s de cincuenta en el caso, por ejemplo, de C u i l a p a n . Conforme el p e r í o d o co lonia l llegaba a su f i n , la clase macehual ganaba y acrecentaba su cont ro l pol í t ico .

Los ejemplos de la e m a n c i p a c i ó n de los macehuales en el V a l l e de Oaxaca, bajo el impul so del gobierno v i r r e i n a l , da­t a n de pr inc ip ios del siglo XVII. E n esos ejemplos se observa que la p a r t i c i p a c i ó n de los macehuales en el gobierno local p r i n c i p i ó antes de la llegada de los monarcas reformistas bor­b ó n i c o s a l r e ino de E s p a ñ a . 7 6

Ya en 1628, la clase macehual de Z i m a t l á n pudo elegir

73 A G N Indios 36, exp. 448. 74 A G N Indios 34, exp. 191. 75 A G N Indios 41, exp. 56, 1715, Teot i t l án del Valle. 76 Gonzalo AGUIRRE BELTRÁN ha sugerido que la democratización de

la política indígena está reflejada exclusivamente al período borbónico . Formas de Gobierno Indígena (México: 1953) , p . 49.

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mitades del siglo XVIII, los macehuales de Tlacochahuaya po­d í a n ser elegidos para los cargos de alcalde y regidores, sin gozar los privi legios del v o t o . 8 7 Macehuales fueron regidores en Santiago ( jur i sdicc ión de O c o t l á n ) , Z imat l án , Tlacocha-huaya y Coyotepec. 8 8 Dos ejemplos de no nativos que susten­t a r o n cargos en el cabildo son: u n mestizo que forzó su elec­c i ó n para el cargo de alcalde de Santa A n a Zegache y u n m u l a t o que fue electo gobernador de T l a l i x t a c después de casarse con una m u j e r nat iva de or igen nob le . 8 9 E l gobierno c o l o n i a l ac tuó con rapidez para n u l i f i c a r tales elecciones.

E l poder de los caciques en los importantes cargos de gobernador dentro del Va l le , fue deb i l i t ado considerablemen­te en los siglos XVII y XVIII. S ó l o se tiene not ic ia de u n caci­que que haya p o d i d o mantener su puesto después de 1725. 9 0

A algunos caciques se les p r o h i b i ó ocupar n i n g ú n cargo (Oco­t l á n , 1616), pero la m a y o r í a p e r d i ó el poder debido al des­vanec imiento de su prestigio, la envid ia de los electores y las l imi tac iones erigidas en las elecciones anuales. A l describir a los caciques de H u i t z o que h a b í a conocido durante u n lap­so de 43 años , Francisco de Burgoa responsabilizaba de la p é r d i d a de prestigio de este cacicazgo, a la serie de caciques ineptos que lo h a b í a n detentado:

Los caciques (de Huitzo) en estos días, son la mitad de in­teligentes y el doble de malvados que sus predecesores. Todos los viejos caciques han muerto y con ellos se han ido la repu­tación, el valor y las propiedades ganaderas que una vez pose­yeron. Sus herederos, más distraídos que vigilantes, se encuen­tran maltratados por la pobreza. Sus costumbres se corrompen; y, cuando les faltan intrusos con quienes pelear, ellos suscitan disputas y malos entendimientos entre sus pueblos... Para sos­tener sus petulantes excesos, han llegado a usurpar las capella­nías que fueron otorgadas al convento por caciques anteriores.9 1

87 A G N Indios 60, exp. 13. A G N Indios 12, segunda parte, exp. 110.

89 A G N Indios 54, exp. 31, 1734. 99 A G N Indios 51, exp. 26, Coyotepec. 91 BURGOA, Geográfica Descripción..., I I , 14.

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Los caciques que provocaron controversias po l í t i ca s a l i m ­ponerse como gobernadores, levantaron una tempestad. E n la d é c a d a de 1690, el cacique de Z imat l án , H i p ó l i t o V á s q u e z , se er ig ió a sí mismo, de modo i n f o r m a l , gobernador perpe­t u o , en el seno de u n a comunidad que h a b í a establecido legalmente el derecho de elección para los macehuales. Su audaz asalto del poder, uni f icó en contra suya a los p r i n c i ­pales y a los macehuales. D e s p u é s de u n largo l i t i g i o , se p r o h i ­b i ó a V á s q u e z la re tenc ión del cargo y sus propiedades fueron confiscadas. 9 2

L a s e p a r a c i ó n de los caciques de los cargos p ú b l i c o s fue t a m b i é n u n resultado de la ac t i tud que m a n t e n í a n en el sen­t i d o de que cualquier cargo p ú b l i c o que no fuera el de go­bernador estaba por debajo de su d ign idad . E l cacique de C o y o t é p e c , por e jemplo, rec ib ió insultos por su elección como reg idor en 1710 y se n e g ó a d e s e m p e ñ a r el puesto. 9 3 Los gra­duales cambios pol í t icos de los finales de la colonia condu­j e r o n la sociedad nat iva hacia una doble j e r a r q u i z a c i ó n : u n g rupo f incado en los pr ivi legios y los pa t r imonios heredados; o t ro , basado en la tenencia de cargos pol í t icos , el bienestar comercial y las tierras adquir idas en épocas re­cientes. 9 4

A u n q u e los caciques por lo general de jaron de lado la j e r a r q u í a po l í t i c a f o r m a l , muchos nobles imperat ivos ejer­c ían gran in t luenc ia indirecta . E n la d é c a d a de 1720, el ca­cique de M a t a t l á n , Diego de los Ángeles A g u i l a r y Velasco,

92 A G N Indios 33, exp. 162, 1697. A G N Indios 52, exp. 84. 93 A G N Indios 37, exp. 175. 9 4 Esta bifurcación de la jerarquía social reconocida por Pedro Ca­

rrasco, añade una división interna a su concepto de la j erarquía c iv i l -religiosa dentro de la sociedad nativa en Mesoamérica. En contraste con la impresión general de Carrasco, la jerarquización social del Valle de Oaxaca no era homogénea en cuanto las vías que podían conducir a una posición de prestigio. La nobleza no fue eliminada como u n grupo sepa­rado con privilegios especiales. Pedro CARRASCO, " L a J e ra rqu ía Civ i l -Religiosa en las Comunidades de Mesoamérica: antecedentes coloniales y desarrollo colonial" , American Anthropologist, V o l . LIII (1961) , pp. 483-495.

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fue u n cacique de esta clase. E l frustrado gobernador de la comunidad en 1722 describe así la in f luenc ia de d o n Diego en la gente del pueblo :

Es u n h o m b r e capcioso, va l iente y s i n v e r g ü e n z a cuyo ú n i c o in teré s estriba en i n c i t a r e l t emperamento rús t ico de los nat ivos d e l p u e b l o . Constantemente los azuza contra sus sacerdotes y mini s t ros , contra los alcaldes mayores y otros representantes de la j u s t i c i a . 9 5

L a decadencia po l í t i ca de los nobles en los ú l t i m o s ciento cincuenta años de la Colonia , estuvo aparejada por el incre­mento de las disputas de tierras entre los nobles y sus comu­nidades. L a invers ión de las relaciones en la poses ión de los cargos p ú b l i c o s y de tierras, s ignif icó una creciente fa l ta de respeto por la nobleza. 9 6 E n 1698, el cacique de E t l a se en­frentó a la abierta o p o s i c i ó n de parte del pueblo : " l a gente de la V i l l a de E t l a se ha declarado m i enemiga" . 9 7 L a i n d i g ­nac ión popu la r se just i f icaba en este caso porque Francisco R a m í r e z de L e ó n h a b í a regalado a la iglesia tierras que per­tenecían a l a comunidad . E l e sp í r i tu de desobediencia y repudio a la a u t o r i d a d cacical es evidente entre las comuni­dades de terrazgueros hacia el f i n del siglo XVII y durante el X V I I I . Los habitantes de estas comunidades empezaron a afir­mar sus derechos de prop iedad sobre las tierras que ocupa­b a n . 9 8 Muchos se negaron a reconocer los derechos del usu­fructo , solamente en v i r t u d de que acarreaban obligaciones con la nobleza. E n 1741 los terrazgueros del cacicazgo de la V i l l a de Oaxaca rehusaron pagar renta o cu l t ivar la parcela acostumbrada y demandaron que la t ierra les per tenec ía .

95 A M T 35, 1722. 96 LÓPEZ SARRELANGUE, Nobleza Indígena, p. 97. A G N Civil 822. A G N

Indios 3, exp. 574; A G N Indios, exp. 528; CCG documentos de la ha­cienda de Guadalupe, l i b r o 2, fol . 13r. A G N Indios 17, exp. 13; A G N Indios 23, exp. 211; A G N Indios 19, exp. 588 bis; A G N Indios 33, exp. 311; A M T 31, 43.

97 CDCh Oaxaca, Ro l lo 8. 98 A G N Tierras 645, primera parte, exp. 3.

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Reacciones similares de los terrazgueros, fueron experimen­tadas por los caciques de E t l a en 1701 y 1730, y por el cacique de Cui l apan , cuyos terrazgueros residentes en X o x o c o t l á n , se mos t raron renuentes en 1717 a prestar servicio aduciendo que ' l a s tierras son nuestras". 9 9

E l e jemplo m á s ant iguo que se conoce en que los terraz­gueros se negaron a realizar sus tareas es el de T l a l i x t a c en 1663. 1 0 0 E l resentimiento acumulado por los macehuales hacia los nobles, p r o d u j o en ocasiones la resistencia abierta. Las disputas de tierras registradas en los archivos coloniales cul­p a n por igua l a los nobles y a la gente c o m ú n . Esto sugiere que la ac t i tud negativa hacia los nobles, mantenida por los macehuales, fue al mismo t i e m p o causa y efecto de usurpa­ciones de t ierra .

Siete de los trece casos de desavenencias por tierras entre macehuales y nobles, que la audiencia r e g l a m e n t ó , comporta­ban infracciones por parte de los nativos del Va l l e en re lac ión con las tierras cacicales. Cuando su au tor idad y sus derechos de propiedad fueron burlados, el ú n i c o recurso de los caci­ques fue acudir a las autoridades coloniales. E l p e q u e ñ o n ú m e r o de apropiaciones de tierras registradas en el Ramo de Tierras del A G N , permite suponer que la fuerza como terratenientes de los caciques no fue discutida y desafiada con la misma intens idad que la exclusividad de su d o m i n i o en la m a q u i n a r i a po l í t i c a electoral.

L a u s u r p a c i ó n por parte de los indios era u n a de las m u ­chas formas en las que el cacique colonia l p o d í a perder el c o n t r o l efectivo sobre la t ierra . Las usurpaciones hechas por e spañoles , representan pocas p é r d i d a s . Por e jemplo, a l f i n de la d é c a d a de 1640, J u a n de Veracruz y Alonso de Céspedes , se met ie ron al parecer en tierras del cacicazgo de C u i l a p a n . 1 0 1

Tales acciones fueron frenadas p o r la Aud ienc ia con la i m ­pos ic ión de fuertes multas .

E l concentrado esfuerzo de l activo Pedro Cortés , cuarto

99 A G N Hospital de Jesús, expediente no numerado, 1717. 100 A G N Indios 19, exp. 600. 101 A G N Indios 15, exp. 39, 1649.

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m a r q u é s del Val le , para localizar y reclamar tierras n o ocu­padas del Val le de Oaxaca en el p r i m e r cuarto del siglo XVII, s irvió como catalizador para que fueran transferidas tierras que per tenec ían a los cacicazgos de Et la y de Cui l apan .

Algunas parcelas fueron reclamadas con éx i to por el mar­qués , que de inmed ia to les conf i r ió la forma de censos per­petuos.102 E l resultado m á s i m p o r t a n t e de esta m a n i o b r a fue que algunos caciques resolvieron, antes que encarar u n costoso l i t i g i o con el m a r q u é s , vender tierras que no ocupaban sobre las que d i s p o n í a n de t í tu los vá l idos . E n 1618, G e r ó n i m o de Lara , cacique de Cu i l apan , se q u e j ó "porque a las dichas tierras que parecen estar sin o c u p a c i ó n y sin cult ivar , repre­sentantes del m a r q u é s t r a ta ron de d iv id i r l a s y venderlas en m i ausencia y me ha costado u n a gran cantidad de d inero defender mis derechos". 1 0 3

Expresando que tenía muchas m á s tierras de las que p o d í a necesitar, Lara empezó a vender secciones del cacicazgo, i n ­cluyendo tierras de siembra y pastizales, con el objeto de pre­ven i r las inminentes reclamaciones que h a r í a el Marque­sado. 1 0 4 Principales de C u i l a p a n y de Et la s iguieron el e jemplo de Lara . Muchas de las propiedades e spañola s enu­meradas en una c o m p o s i c i ó n de tierras de 1644, inc luyen la compra de esta clase de terrenos durante la época de la denun­cia de b a l d í o s del m a r q u é s de l Va l l e .

Las deudas fueron la causa clara e inmediata del decre­c imiento de los pa t r imonios cacicales hacia finales de la Co­l o n i a . Algunas veces la r azón de las deudas fue, como en el caso de Francisco R a m í r e z , de Et la , el gasto realizado en cos­tosos l i t ig ios sobre suces ión o acotamientos de las tierras de los cacicazgos. Muchos cacicazgos perd ieron las ut i l idades y los ingresos que les daban sus tierras en el pago de hipotecas o crédi tos que los e spaño le s residentes de Antequera les h i -

102 Una investigación hecha en 1635 sobre estos censos perpetuos informa de 22 unidades de piezas separadas en la jurisdicción de Cuatro Villas. A G N Hospital de Jesús 69, l ib ro 1, fols. 367-369.

103 A G N Hospital de Jesús 69, l ib ro 2, fols. 654r-659r. 104 Jbid.

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c ie ron . L a m a y o r í a de las veces, las deudas de las propie­dades del cacicazgo fueron pagadas mediante la concesión de los derechos de usufructo al prestamista. Los p r é s t a m o s que registra el archivo sobre propiedades cacicales v a r í a n de 80 a 1 000 pesos o b ien concesiones de 8 a 100 a ñ o s en u t i l i d a ­des de tierras cuya renta anual era de diez pesos.1 0 5

U n sistema de pago l igeramente d i s t in to p e r m i t í a al pres­tamista obtener los usufructos de las tierras por p e r í o d o s de t i e m p o p r á c t i c a m e n t e i l imi tados : los caciques tomaban el p r é s t a m o ba jo la condic ión de que p e r m i t i r í a n que el pres­tamista rentara u n terreno del cacicazgo durante el t iempo necesario para que la deuda fuese cubierta . U n crédito de 2 000 pesos rec ib ido por Francisco R a m í r e z de L e ó n , a seguró al prestamista el usufructo en perpetu idad de una fértil l a b o r . 1 0 6

Las deudas t a m b i é n forzaron la venta de tierras que los nobles p o s e í a n por fuera de las que h u b i e r a n heredado. Los e jemplos i n c l u y e n una venta de dos sitios de ganado menor con 2 000 ovejas que hizo el cacique de O c o t l á n por 2 000 pesos, para saldar "muchas deudas" . 1 0 7 Los ejemplos aislados p e r m i t e n suponer que muchos de los arrendamientos de tie­rras de los cacicazgos se h ic ie ron tanto en r a z ó n de las deudas como en r a z ó n de que el noble p o s e í a en rea l idad m á s tierras de las que p o d í a atender o benef ic iar . 1 0 8

105 CCG documentos de la hacienda de Guadalupe, fo l . 81r, 1682, dos caballerías con hipoteca de 200 pesos; Biblioteca del Estado de Oaxa-ca, medio sitio con una hipoteca de 300 pesos; CCG documentos de la hacienda de San Nicolás, fol . 110r, 1722, 300 pesos de hipoteca sobre una labor. A G N Tierras 221, fol . 3v, sin fecha; 143 pesos de hipoteca sobre dos caballerías y media. C D C H Oaxaca, ro l lo 11, 1694, 918 pesos de hipoteca. C D C H Oaxaca, rol lo 9, 1692, 1,000 pesos de hipotecas.

106 A G N Indios 33, exp. 344, 1698. 107 CCG documentos de la hacienda de San José , fo l . 2r, 1615. 108 Las deudas y la abundancia de tierras fueron las justificaciones

más frecuentemente aducidas para los arrendamientos de tierras pertene­cientes a la nobleza nativa: A N Papeles perdidos, Cuilapan, 24 de d i ­ciembre de 1707. — " L a tierra antes mencionada no es úti l para nosotros porque no la cultivamos. Preferimos poseer tierras que son cercanas a

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I I I . Los cacicazgos de Cuilapan y de Ella

E n t é rminos generales, la dec l inac ión de l poder po l í t i co de los caciques, hacia el f i n de la Colonia , no cor re spond ió a una dec l inac ión e c o n ó m i c a en el cacicazgo. E l rango de perpetu idad de las propiedades de cacicazgo y la confirma­ción rec ib ida en los pr imeros tiempos de la Colonia , permi­t ieron la supervivencia de grandes patr imonios . Los cacicazgos m á s grandes del Va l l e fueron Cui l apan y Et la .

L a ex tens ión de las tierras del cacicazgo de C u i l a p a n pue­de deducirse de la consulta de los pleitos y de las composi­ciones de tierras en los siglos XVII y XVIII. Casi no existe una descr ipc ión de zonas situadas entre Zaachila al sur y Azompa al nor te , en que las tierras del cacique de C u i l a p a n no se mencionen como colindantes. E l i m p o r t a n t e papel desem­p e ñ a d o p o r el cacique de Cu i l apan en la a g r u p a c i ó n de los pueblos del Va l l e mixteco y su activa p a r t i c i p a c i ó n en las primeras entradas de e spaño le s hacia e l sur de M é x i c o , ayu­daron si n o a fortalecer, por lo menos a preservar este caci­cazgo. U n factor adic ional que ayuda a entender el poder cont inuado de los caciques de C u i l a p a n es que fueron sin­gularmente agresivos. E n 1717, los nativos de C u i l a p a n se que ja ron de que la cacique Juana de Lara , hub iera usurpado v io lentamente "muchas tierras que per tenec ían a l a comu­n i d a d y otras que pertenecen a algunas gentes i n d i v i d u a ­les" . 1 0 9 U n a que ja semejante fue levantada en 1723, contra el sucesor de Juana, en re lac ión con una casa y u n huer to en C u i l a p a n . 1 1 0 Los archivos de Cu i l apan para l a d é c a d a de 1640, destacan t a m b i é n que los caciques acrec ían regularmente sus

la comunidad". A N Papeles perdidos, 1708, San Juan Chapultepec —"Para pagar deudas que hemos acumulado en varios pleitos de tierras, debe­mos rentar (un sitio de ganado menor) " . C D C H Oaxaca, ro l lo 9, 1692, Cuilapan —"Nos encontramos en extrema necesidad".

109 A G N Tierras 1449, exp. 6. 110 A G N Tierras 34, exp. 3.

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pertenencias mediante la a p r o p i a c i ó n de las tierras de indios que m o r í a n intestados. 1 1 1

U n inventa r io de las tierras del cacicazgo de Cu i l apan , contenido en el testamento de Juana de L a r a (1717), ofrece u n a descr ipc ión detallada de la m a g n i t u d de las propiedades y el p a t r ó n de su d i s t r ibuc ión a pr inc ip ios del siglo XVIII. Por o t ra parte, en las ventas de propiedades del cacicazgo de Cu i ­l a p a n hasta antes de 1717, que se conservan en el archivo, t a m b i é n puede calcularse el t a m a ñ o del cacicazgo en su m e j o r m o m e n t o , es decir, a finales del siglo XVII. E l testamento de Juana de L a r a enumera t re in ta y cinco unidades de t ie r ra que i n c l u y e n siete solares o lotes en los pueblos, cinco labores que equivalen a doce caba l ler ía s , siete parcelas que son en t o t a l otras doce caba l ler ía s , cinco huertos, dos ranchos y diez suertes de t a m a ñ o desconocido. 1 1 2 Las extensiones de t a m a ñ o conocido equivalen en to ta l a dos estancias de ganado menor y ve int i cua t ro caba l ler ía s . Las ventas registradas en el archi­vo hasta antes de 1717, suman cuatro estancias y v e i n t i u n a y media caba l ler ía s , lo cual, u n i d o a lo del testamento, revela en t o t a l para el cacicazgo de C u i l a p a n en su momento cum­bre, u n m í n i m o de seis estancias, cuarenta y cinco y med ia caba l le r ía s , cinco huertos y siete solares (aproximadamente 4 775 acres —477 500 m 2 — de t ierra para m a í z y 11 568 acres —1 156 800 m 2 — de pastizales. 1 1 3

111 A G N Hospital de Jesús 69, l ibro 1, fols. 20ür-204r. 1 1 2 "Suerte" fue la denominación usual para u n cuarto de caballería,

pero también se utilizó para identificar terrenos menores que una ca­ballería. Manuel CARRERA STAMPA " T h e Evolution of Weights and Measures i n New Spain", Hispanic American Historical Review X X I X (1949) , 2-24.

113 Tierras del cacicazgo de Cuilapan: Tierras enumeradas en el tes­tamento de Juana de Lara, 1717: 7 solares, 5 labores (doce caballerías en total) , 7 suertes (doce caballerías en total) , 2 ranchos, 5 huertas, 1 suerte que da dos fanegas de sembradura de maíz, 1 suerte que da una y media fanegas de sembradura de maíz, 1 suerte que da una fanega de sembradura de maíz, 1 suerte que da 3 fanegas de sembradura, 1 suer­te que da dos almudes de sembradura, 1 suerte que mide una medida, 4 suertes de medidas desconocidas. Tierras enajenadas que pertenecían al

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Las propiedades de C u i l a p a n eran ricas en t ierra de siem­bra product iva y grandes segmentos de ella eran trabajados por residentes permanentes y terrazgueros. Los habitantes de barrios enteros de San A g u s t í n de las Juntas, Cu i l apan y X o x o c o t l á n s irvieron como terrazgueros en las tierras c ircun­vecinas del cacicazgo. 1 1 4 Las propiedades del cacicazgo estaban dis tr ibuidas en la parte central del Va l le , desde Antequera hasta Zaachila, hasta San Pedro Ix t l ahuaca al noroeste y den­t ro de la Sierra, r u m b o a San M i g u e l de las Peras por el oeste. A pesar de la apariencia fraccionada de las posesiones del cacicazgo (cerca de cuarenta y cinco unidades de t ierra saparadas), la m a y o r í a de las extensiones eran suficientemen­te amplias para ser trabajadas como una u n i d a d completa. De las ve int idós parcelas de siembra enumeradas en el inven­tar io de 1717, doce ten ían por l o menos una caba l le r ía de t a m a ñ o . E l modelo de tenencia de las tierras cacicales de Cui­l apan sufr ió u n cambio s ignif icat ivo en el siglo XVIII cuando las rentas fueron el t i p o dominante de u t i l i d a d que proven ía de las tierras. Las tierras que h a b í a n sido hasta entonces ma­nejadas directamente por el cacique fueron rentadas por una cant idad de d inero anual . Ent re 1734 y 1799, el archivo re­gistra 14 arrendamientos de tierras de cacicazgo, mientras que

patr imonio hasta antes de 1717: En 1557 venta de una estancia de ga­nado menor al convento de Cuilapan. A G N Hospital de Jesús 69, l ib ro 1, fo l . 245v; antes de 1634, venta de once caballerías que después formaron la Hacienda de San Juan Bautista. CCG Documentos de la Hacienda de San Juan Bautista (sin numeración) ; en 1637, venta de una estancia de labor y ganado menor, por 2 000 pesos. CCG Documentos de la Ha­cienda de San Juan Bautista (sin numerar) ; antes de 1644, venta de una caballería. A G N Hospital de Jesús 69, l ib ro 2, fo l . 214r; en 1618 venta de una suerte de tamaño no especificado. A G N Hospital de Jesús 69, l i b r o 1, fols. 521-548; en 1618 venta de una estancia y de dos caballe­rías. A G N Hospital de Jesús 69, l ib ro 2, fols. 419-429; en 1658 venta de "La hacenduela", que incluía tres caballerías. A G N Tierras 412, exp. 6, fo l . lOr; en la década de 1690, venta de el "sit io savicu". A G N Tierras 1016, exp. 5, fol . 3v; antes de 1717, venta de cuatro y media caballerías. A G N Tierras 412, exp. 6, fo l . lOr.

114 A G N Tierras 1016, exp. 5, fo l . 9v. A G N Hospital de Jesús, expe­diente sin número, 1717.

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hasta 1700 só lo se registra uno . Este cambio de las relaciones d e l cacique con sus tierras coincide con dos hechos comple­mentar ios : l a creciente escasez de servidores del cacicazgo, ref le jada en l a i n c o n f o r m i d a d de los terrazgueros de Cuila-p a n , y el aumento de deudas acumuladas por muchos caciques dispendiosos . 1 1 5

Diversos indic ios documentales s eña lan el cacicazgo de E t l a en l a r e g i ó n norte del Val le , como el m á s grande de los estados nativos. Arrendamientos , ventas y descripciones de l í m i t e s de las tierras le ad judican espec í f icamente cinco labo­res que equivalen a veinte cabal ler ías , cuatro estancias, dos m o l i n o s de t r i g o y otras once extensiones de t i e r ra (por lo menos 7 712 acres - 7 7 1 200 m 2 — de pastizales, y de 2 000 a 3 000 acres - 2 0 0 0 0 a 30 000 m 2 - de s e m b r a d í o s de maíz ) .116

A p a r t e de estos inmensos terrenos, el cacicazgo parece haber p o s e í d o muchas p e q u e ñ a s parcelas a l o largo de la parte de E t l a , f o r m a n d o así u n modelo de d i s t r ibuc ión disperso, que contrasta con las posesiones, pese a todo m á s compactas del cacicazgo de Cui l apan . U n breve reporte de 1725 sobre el es­tado de la d i s t r ibuc ión de la t ierra en la zona de Et la , i n d i ­caba que las tierras del cacique interesaban toda el á rea :

E n esta j u r i s d i c c i ó n d e l V a l l e hay u n pernic ioso cacicazgo conoc ido como V i l l a de E t l a . Este va l le t iene aprox imadamente c inco leguas de largo y cuenta con qu ince pueblos sujetos a l Marquesado de l V a l l e . M u c h o s de estos pueblos e s t á n s in tie­rras, inc luso sin las seiscientas varas que a cada u n o se conce­

115 En las décadas de 1720 y 1730, Miguel de los Ángeles y Lara utilizó tierras de cacicazgo como vía colateral de pago de créditos a va­rios acreedores. CCG documentos de la hacienda de San Nicolás, 1734.

116 L,as tierras del cacicazgo de Etla están descritas en las siguientes fuentes: A G N Hospital de Jesús 69, l i b r o 1, fols. 471-508; A G N Hospital de Jesús 102, exp. 7; A G N Hospital de Jesús 102, exp. 14; CCG docu­mentos de la hacienda de Guadalupe, fol . 2r; A N 1684, fol . 11 I r ; A N 1689, fo l . 3v; A G N Tierras 155, exp. 2; A G N Tierras 211, exp. 2; A G N Tierras 350, exp. 4; A G N Tierras 911, exp. 1; A G N Tierras 1877, exp. 2; C D C H Oaxaca, ro l lo 10; AGN. Indios 33, exp. 344; A G N Indios 36, exp. 226; A N 1740, exp. 124; A G N Hospital de Jesús 85, exp. 1.

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dió p o r decreto rea l . Esto se debe a que e l m e n c i o n a d o caci­cazgo t iene ba jo su c o n t r o l casi las cinco leguas enteras, s e g ú n e l p r o c e d i m i e n t o que sigue: en cada u n o de los pueblos antes nombrados , e l cacique posee una , dos, tres o cuatro extensiones separadas de t i e r r a ; y en los l ími te s d e l p u e b l o posee varias haciendas y ranchos. Los pueblos miserables e s t á n en u n estado de t a n g r a n miser ia que ya n o hay lugar de donde darles m á s t i e r ra , p o r q u e e s t á n to ta lmente rodeados p o r e l d i c h o caci­cazgo. 1 1 7

Las tierras del cacicazgo de Et la que pueden detectarse estaban todas dentro de la r eg ión de Et la , fuertemente con­centradas en la r ica y h ú m e d a reg ión que cruza el r ío Atoyac. E l reporte de 1725 estimaba el valor de las tierras del caci­cazgo de E t l a en 80 000 pesos, o sea, dos veces el va lor de la mayor hacienda en la reg ión de Et la , que i n c l u í a ganado, construcciones y otros adelantos. 1 1 8

E l cacicazgo de E t l a pose ía derechos de agua, mol inos de tr igo y una cantera de p iedra caliza que acrec ían el valor de sus propiedades. A lo largo del r í o Atoyac, el cacicazgo poseía u n a f ran ja de t ierra adyacente a los pueblos de So­ledad, Guadalupe y Nazareno, donde los canales de i rr iga­ción conectados con el r ío p o d í a n ser bloqueados. Las tres comunidades ofrec ían una fiesta anual en honor a l cacique y le pagaban una re t r ibuc ión regular para obtener agua de su t o m a . 1 1 9 Los dos mol inos del cacicazgo estaban localizados cerca de San Juan ele Dios y la cantera se hal laba cerca de San A g u s t í n E t l a . 1 2 0

Las tierras de Et la , aparentemente, no fueron afectadas seriamente por los intentos del m a r q u é s del Va l l e en la re­c l a m a c i ó n de terrenos b a l d í o s hacia la segunda d é c a d a del siglo XVII. Se registra u n a o p e r a c i ó n de venta de diez caba­llerías sin ocupar, en 1619, pero m u y pocas de las propieda-

117 A G N Hospital de Jesús 307, exp. 4, fol . 13r. 118 lbid.r fo l . 13v. 119 A G N Tierras 211, exp. 2, fol . 39r. 120 C D C H Qaxaca, Rollo 9, 1692; A G N Tierras 113, exp. 2, fol . I r .

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CACICAZGOS COLONIALES E N O A X A C A

des e s p a ñ o l a s en la r eg ión de E t l a hacia 1640 inc lu ían tierras que h u b i e r a n pertenecido antes a l cacique. 1 2 1 L a r iqueza y la in f luenc ia del cacicazgo de E t l a t u v i e r o n una ca ída brusca d u r a n t e la era de Francisco R a m í r e z de L e ó n (1690?-1730) . E n una m i r a d a retrospectiva de los pr imeros t re inta y cinco a ñ o s de tenencia por d o n Francisco, el alcalde mayor de Cua­t r o V i l l a s lamentaba en 1725 la frecuencia con que los espa­ñ o l e s usurpaban las tierras del cacicazgo o embaucaban al cacique para que les vendiera algunos terrenos. 1 2 2 Como es­tas tierras fueron enajenadas i legalmente, los archivos lor-males no entregan i n f o r m a c i ó n sobre el m o n t o de la p é r d i d a . S in embargo, los contratos de arrendamiento de tierras cacicales de Et l a que conserva el archivo, constituyen una prueba grá f i ca de las concesiones de usufructo hechas por Francisco R a m í r e z . De los 27 arrendamientos de propieda­des del cacicazgo de Et la durante la Colonia , R a m í r e z de L e ó n suscr ibió diecinueve. Tales arrendamientos fueron jus­tif icados sobre la base de que las tierras no estaban siendo uti l izadas con intenciones productivas y que por lo tanto estaban en pel igro de ser usurpadas. " E l cacicazgo es tan grande que no puede cu l t ivar todas sus tierras. E n consecuen­cia no son productivas para el cacique y están sin guardias y frecuentemente son usurpadas." 1 2 3 Antes de 1708, compro­m e t i d o por deudas de 2 000, 1 000, 300 y 300 pesos, cont ra ída s con varios e spañoles , R a m í r e z de L e ó n h a b í a rentado algu­nas de las m á s grandes propiedades del cacicazgo. 1 2 4

Las condiciones de r e d u c c i ó n en que se hal laba el caci­cazgo de Et l a en el siglo XVII eran, por otra parte, consecuen­cia de la herencia del cacique anter ior , Seba s t i án R a m í r e z de L e ó n . E n la d é c a d a de 1680, d o n Sebas t i án sostuvo una cos­tosa disputa sobre la suces ión del cacicazgo de Magdalena Apasco y causó estragos en la i n t e g r i d a d de su p a t r i m o n i o al

121 A G N Hospital de Jesús 102, exp. 14, fol . I r . 122 A G N Hospital de Jesús 307, exp. 4, fol . 13r. 123 C D C H Oaxaca, ro l lo 8. 124 A N 1708, fol . 273v; A G N Indios 46, exp. 6; A G N Tierras 415,

exp. 3.

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est ipular en su testamento que las propiedades se d iv id i r í an entre todos sus herederos. A p a r t e de sus propios arb i t r ios extravagantes, las deudas que pesaron sobre Francisco R a m í ­rez de L e ó n fueron acumuladas en el curso de una lucha larga e inevitable sobre la i n d i v i s i b i l i d a d de su p a t r i m o n i o .

L a pet ic ión hecha por R a m í r e z de L e ó n en 1692, para obtener permiso de rentar dos grandes secciones del cacicazgo a u n acreedor, proporc iona una imagen clara de los proble­mas que afrontaba el cacicazgo y de las medidas que el ca­cique mezclaba para resolverlo:

Como resultado de la muerte de mi padre don Sebastián Ra­mírez de León y de la subsecuente división y partición de su propiedad entre el resto de mis hermanos y hermanas, y espe­cialmente el cacicazgo que obtuve como hijo mayor, el capitán Antonio de Abellán y Carrasco, en un intento por dividir el dicho cacicazgo, convocó a u n l i t igio. He respondido a cada fase del proceso y personalmente he viajado varias veces a la Au­diencia de este reino. Para defender mis intereses y pagar estos gastos, el capitán Jacobo Barba de Figueroa, me prestó 1,000 pesos. Gané mi caso y estoy actualmente en posesión del dicho cacicazgo, el cual hubiera perdido de no haber sido por el di­cho capitán Jacobo, alcalde ordinario de Antequera. Porque el dicho capitán me pide justamente que le pague y me encuentro sin los medios para hacer eso, n i espero ser capaz de hacerlo por muchos años, he ofrecido darle al capitán ciertas tierras de siembra del dicho cacicazgo llamadas Xanabitobi Xaguanigola, como una seguridad hasta que la deuda sea pagada...

Estas tierras permanecerán con el dicho capitán el tiempo que yo tarde en pagarle los dichos 1,000 pesos, con el derecho a cultivarlas, y a disfrutar los frutos como suyos. Si él constru­yera edificios o realizara otras mejoras, eso también debe ser pagado por mí y por mis herederos.. , 1 2 5

Subsecuentes pleitos entre comunidades ind ígenas y ha­cendados españoles fueron resueltos mediante la entrega de extensas propiedades. 1 2 6

125 C D C H Oaxaca, ro l lo 9. 126 A G N Tierras 155, exp. 2, 1690; A G N Tierras 268, exp. 3, 1711.

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E l antagonismo abierto que h u b o entre los caciques de E t l a y sus sujetos, en mater ia de trabajo y tierras, v i n o a su­marse a los problemas del cacicazgo. 1 2 7 Hac ia fines de l a C o l o n i a , las dif icultades para manejar una prop iedad tan vasta y fragmentada, eran considerables. Las p e q u e ñ a s propie­dades, especialmente, estaban sujetas a depredaciones por par­te de los ind ios y por parte de los e spañoles . E l gasto que s ignif icaba contratar guardias, hac ía m á s e c o n ó m i c a l a deci­s i ó n de renta r las t ierras . 1 2 8

Hacia el f i n del p e r í o d o , las relaciones de los indios con sus caciques se agravaron por la preferencia que éstos t en ían p o r v i v i r en Antequera y por las demandas persistentes de los pueblos sujetos en el sentido de una mayor a u t o n o m í a po l í t i c a , s e p a r a c i ó n de la cabecera de E t l a y, t a m b i é n , del poder de la nobleza hereditar ia .

Las sucesoras de Francisco R a m í r e z de L e ó n —su h i j a Isa­be l y m á s tarde, su p r i m a Juana Faustina Pimentel— inten­t a r o n r e v i v i r el cacicazgo mediante la eficiencia en la reco­lecc ión de las rentas y el arrendamiento de otras propiedades. E n t r e 1737 y 1739, concertaron varias rentas de siete y nueve a ñ o s que representaban u n ingreso anual de 540 pesos.1 2 9

A d e m á s de numerosos arrendamientos, las cosechas compar­tidas y los arreglos con los terrazgueros, los caciques de Et l a eran d u e ñ o s y h a c í a n produc i r una hacienda en el Va l le , has­ta la d é c a d a de 1790.

I V . Conclusión

A pesar de la decadencia de sus poderes e c o n ó m i c o y po­l í t ico , hacia el f i n del siglo XVIII, los caciques hereditarios en el Va l l e de Oaxaca, t en ían una d i s t inguida pos ic ión de pres-

! 27 La r iva l idad entre el cacique y la comunidad de Etla era ya evidente hacia 1620. A G N Hospital de Jesús 102, exp. 10.

128 C D C H Oaxaca, ro l lo 8, 1633. 129 A G N Hospital de Jesús 348, exp. 7, 1744. 130 A G N Tierras 1877, exp. 2, 1796.

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t i g io y de autor idad . Los caciques permanecieron siendo los m á s grandes terratenientes de Oaxaca, a lo largo de toda la Colonia . Los cacicazgos de E t l a y de Cui l apan , por separado, abarcaban cada uno m á s t ierra que la m á s grande de las haciendas e spaño la s del Va l le . L a prominenc ia en la poses ión de tierras por parte de los caciques del Va l le , a finales de la Colonia , estaba a ú n estrechamente v inculada a las conf irma­ciones exp l íc i t a s de los pr inc ip ios sobre sus derechos al caci­cazgo y a la t ranspos ic ión y permanencia dentro de la Colo­n ia de u n a nobleza preh i spán ica , poderosa y respetada, que contaba con au tor idad c i v i l , m o r a l y religiosa.

L a h a b i l i d a d de los cacicazgos para retener bajo su c o n t r o l grandes pa t r imonios territoriales , es m á s notable a u n a la vista del carácter disperso de sus posesiones y de los cambios soc ioeconómicos que hacia el t é r m i n o de la Co lon ia amena­zaron y pusieron en entredicho el papel t rad ic iona l de los l íderes nobles. Tales propiedades fragmentadas, presentaban una m i r í a d a de problemas en cuanto al t rabajo y la u t i l i ­zac ión y eran sumamente vulnerables a las usurpaciones.

Las tendencias de descentra l izac ión pol í t ica y de amplia­c ión de la base electoral dentro de la sociedad nat iva , m u l t i ­p l i c a r o n las tensiones entre los nobles y los macehuales y t u v i e r o n efectos en la r educc ión de la d i s p o n i b i l i d a d de los trabajadores i n d í g e n a s para los cacicazgos, o r i g inando costo­sos pleitos por la t ierra .

Mient ra s que el prestigio y la in f luenc ia de muchos caci­ques desplazados de la j e r a r q u í a pol í t ica , se m a n t u v o intacta , l a pos i c ión social n o fue, sin embargo, completa g a r a n t í a de bienestar e c o n ó m i c o . E n a tenc ión a las presiones dentro de las comunidades i n d í g e n a s que obstaculizaban el uso lucra­t ivo de las tierras, muchas propiedades fueron rentadas con m u y bajos índices de renta en el siglo XVIII —cambio signif i­cativo en la tenencia de la t ierra en gran parte de l Va l l e .

Los caciques que i n t e n t a r o n recuperar su pos ic ión dentro de la j e r a r q u í a po l í t i ca f ina lmente perd ieron t a m b i é n la i n ­f luencia en sus cacicazgos. Aquel los caciques que aceptaron el papel i n f o r m a l que les asignaba el c l ima general de cam­bio po l í t i co , la pasaron m u c h o mejor .

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E l destino de los cacicazgos coloniales ha sido b ien estu­d i a d o sólo en las áreas del centro y del norte de M é x i c o , d o n d e la conquista y el auge de las haciendas fueron acom­p a ñ a d a s por u n cabal deterioro de los cacicazgos. L ó p e z Sarrelangue y Gibson, h a n demostrado que a mediados del s iglo XVII, los caciques tarascos y los del Va l l e de M é x i c o , e ran prác t i camente como los macehuales en términos de po­s i c ión social y riqueza. E l Va l l e de Oaxaca, situado en el sur de M é x i c o , ofrece test imonio de una des integrac ión m u c h o m e n o r . L a densidad de la p o b l a c i ó n nat iva en el Val le desde antes de la conquista, su conquista relat ivamente pací f ica y el menor impacto del auge de las haciendas, ayudan a exp l i ­car l a supervivencia de los cacicazgos de Oaxaca. Otras inves­tigaciones p o d r í a n m u y b ien ind icar que la existencia de una vigorosa nobleza nat iva a fines de l a Colonia , no interesaba só lo la r eg ión de Oaxaca, sino t a m b i é n otras subregiones similares en el sur de M é x i c o y en los altos de Guatemala.