c u a r e s m a 2009

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En la celebración del miércoles de Ceniza se nos dice al tiempo de imponernos la ceniza: "Conviértete y cree en el Evangelio". La Cuaresma es pues, un tiempo de conversión. Convertirse significa "volver", "cambiar", "enderezar el camino" "renovarse".

Los hombres y las mujeres de hoy, somos un poco

autosuficientes y nos olvidamos tanto

de Dios. Confiamos demasiado en las propias fuerzas

y a veces, nos cerramos a la fe.

El hombre postmoderno piensa que la Cuaresma es para los “de antes”

para los “no progresistas”.

Eso hoy en día "ya no se usa, la Iglesia debería

renovarse".

Los cristianos vivimos bombardeados por “slogans” que alejan la vida de una visión cristiana y sobrenatural.

Jesús nos ofrece una manera de

ser y estar en el mundo, de

realizarnos como personas, de construir un

mundo y sociedad diferentes.

Necesitamos hacer un alto en nuestro

camino para confrontar nuestra vida con el

proyecto de Jesús.

Este es el sentido del cambio cuaresmal.

Ponernos en camino, siguiendo las huellas de Jesús, para ver qué es lo que no funciona en nuestras vidas y qué necesitamos cambiar.

En terminología de S. Pablo es pasar del “hombre viejo” al “hombre

nuevo”.

“Hombre viejo” es el que se busca sólo a sí mismo, viviendo de espaldas

a Jesús y su Evangelio.

La Cuaresma es algo más que:

• imponernos la ceniza al comienzo

del camino,

• no comer carne los viernes de Cuaresma,

Implica: purificar nuestras debilidades

para llegar a ser “hombres y nuevos”.

Este ser hombres nuevos se consigue cuando:

• se cree lo que Él creyó;

• se mira a las personas con los ojos que Jesús las miró;

•se da importancia a las cosas que para Él

fueron importantes;

• se ama a las personas como Él las amó;

• se perdonan las ofensas como Él perdonó;

• nos acercamos a los necesitados como Él se acercó;

•se confía en el Padre como Él confió;

En definitiva, la Cuaresma no es privarse de todo y vivir un tiempo de sufrimiento; es tomar conciencia de la presencia de Dios en nuestra vida, de la ayuda que recibimos de Él cada vez que emprendemos un cambio.

El cambio pedido por Dios es “conversión del corazón”, que es obra de la gracia y

misericordia de Dios pero que implica también esfuerzo humano.

La Iglesia nos propone tres caminos para purificar el corazón:

• El ayuno, como expresión de que los bienes materiales no son absolutos y que el “Pan” verdadero es Cristo y su Palabra.

•La caridad, para acoger y ser solidarios con aquellas personas que necesitan de nuestro tiempo, nuestra amistad y nuestra ayuda.

•La oración, para descubrir la voluntad de Dios y Ponerla en práctica.

Sólo así, el día de Pascua nos encontraremos con Cristo Resucitado.

Animación, música, revisión y corrección de texto: Pbro. Sixto Edo. Varela Santamaría.