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C A P Í T U L O I Instituciones y participación Introducción Del amplio abanico teórico disponible en la actualidad para el estudio de la vida social, hemos elegido para nuestro tema, como teoría central o modelo explicativo el neo-institucionalismo y la orientación post- conductista, en particular su esquema para recopilar de datos, definir variables operacionales para organizar nuestra investigación. Varias son las razones de esta elección. En primer lugar porque habremos de sostener que las instituciones en las que se desarrolla el individuo influyen en su comportamiento, que son ellos los que las crean y las cambian, y que por ello considerar a la institución es considerar los marcos de acción individual, es decir las instituciones. El neo-institucionalismo puede ser el enfoque que mejor atiende a estas preocupaciones pues define a las instituciones grosso modo como “... la guía para la interacción humana” (North, 1990: 3), es decir como los límites creados para “....reducir la incertidumbre dentro de una estructura estable” (North, 1990:6) 1 . Y ello habrá de ser muy útil para entender la participación de los académicos dentro de la institución universitaria, que como tal forma la estructura dentro de la cual los profesores llevan a cabo sus tareas institucionales. En segundo lugar, pensamos que la matriz analítica del enfoque post- conductista (Post-Behaviuoral analysis) que integra los elementos cognitivo, afectivo y evaluativo del comportamiento de los individuos y de sus 1 A menos de que se indique otra cosa, las citas de textos en inglés son traducción libre de la autora. 22

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C A P Í T U L O

I

Instituciones y participación

Introducción

Del amplio abanico teórico disponible en la actualidad para el estudio de

la vida social, hemos elegido para nuestro tema, como teoría central o

modelo explicativo el neo-institucionalismo y la orientación post-

conductista, en particular su esquema para recopilar de datos, definir

variables operacionales para organizar nuestra investigación. Varias son

las razones de esta elección. En primer lugar porque habremos de sostener

que las instituciones en las que se desarrolla el individuo influyen en su

comportamiento, que son ellos los que las crean y las cambian, y que por

ello considerar a la institución es considerar los marcos de acción

individual, es decir las instituciones. El neo-institucionalismo puede ser el

enfoque que mejor atiende a estas preocupaciones pues define a las

instituciones grosso modo como “... la guía para la interacción humana”

(North, 1990: 3), es decir como los límites creados para “....reducir la

incertidumbre dentro de una estructura estable” (North, 1990:6)1. Y ello

habrá de ser muy útil para entender la participación de los académicos

dentro de la institución universitaria, que como tal forma la estructura

dentro de la cual los profesores llevan a cabo sus tareas institucionales.

En segundo lugar, pensamos que la matriz analítica del enfoque post-

conductista (Post-Behaviuoral analysis) que integra los elementos cognitivo,

afectivo y evaluativo del comportamiento de los individuos y de sus

1 A menos de que se indique otra cosa, las citas de textos en inglés son traducción libre de la autora.

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actitudes sociales, resulta muy valioso para la investigación cuantitativa y

cualitativa de su participación dentro de las instituciones. Más aún que la

enorme contribución de esta orientación a las ciencias sociales, que

establece la necesidad de respaldar empírica, sistemática y con trabajo

estadístico, toda proposición teórica, y todo su desarrollo ulterior, sigue

siendo una de las bases más importantes de la investigación politológica

actual (March y Stocker, 1995). De aquí tomaremos el esquema analítico

cognitivo, afectivo y evaluativo para el comportamiento de los

académicos en sus instituciones.

Otras teorías disponibles resultaban limitadas para unos aspectos, aunque

abundaban en otros. Por ejemplo, no consideramos atinado el

acercamiento a los académicos desde la teoría de las organizaciones

pues no estamos interesados en abordar a la universidad como

organización de manera central, aquí nos importa conocer primordial el

académico, el cual sería nuestra unidad de análisis; y necesitábamos una

metodología que llegara hasta esta unidad. La distinción entre

organización e institución habrá de abordarse de forma somera más

adelante, pero de entrada hay que decir que la teoría que estudia las

organizaciones (TO) está más comprometida con el estudio de los

procesos y no tanto en individuos, por lo que su ayuda era muy relativa.

La teoría de la Elección Racional, por su parte y a pesar del gran auge

conceptual del que goza en la actualidad orientaría -creemos- hacia otro

rumbo el análisis aquí propuesto, en virtud tanto de la metodología que

provee como desde el punto de vista racional-instrumental del que se

parte. De todos modos tanto la incursión a la TO, como a la de la Elección

Racional, hubieron de hacerse previo a la elección aquí presentada.

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Como puede verse, elegimos un esquema multi-teorético porque el neo-

institucionalismo nos ayudará a describir y explicar, esto es a establecer

posibles relaciones entre variables, en las universidades contemporáneas, y

una parte del enfoque post-conductista formará la matriz metodológico-

analítica para investigar la participación de los académicos dentro de la

institución universitaria.

En principio la utilización de dos enfoques teóricos aparentemente distintos

podría causar cierta inquietud a la hora de abordar un tema como el de

los universitarios y sus instituciones, en este caso el enfoque neo-

institucionalista y post-conductista. Sin embargo, no es así. Pues

consideramos que ambos pueden ser complementarios. El primero provee

los fundamentos teóricos duros, pero adolece, en alguna medida, de una

metodología sistemática que nos permita hacer la investigación

cuantitativa y cuantitativa de la participación de los individuos en las

instituciones. En tanto que los supuestos del enfoque post-conductista

llegan a ser endebles para el panorama teórico actual, pero la

metodología cualitativa y el análisis estadístico de que dispone son muy

válidos, pues el método para estudiar el comportamiento individual y

colectivo, se sigue realizando a partir de dichas herramientas. Dicen March

y Stoker que “...lo mejor de la investigación conductista puede llegar a ser

una considerable contribución a la comprensión y explicación del

comportamiento social” (March y Stoker, 1995: 68).

Los instrumentos de investigación que el análisis post-conductista ha

desarrollado para tratar de contestar a la pregunta ¿Por qué la gente se

comporta de la manera que lo hace? , han sido ya integrados a la Ciencia

Política de manera muy habitual, teniendo un potencial explicativo muy

importante en la actualidad. En este sentido David Sanders dice “...en

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muchos aspectos, todos (los cientistas políticos) somos post-conductistas”

(Sanders, 1995:75).

Pero por otro lado el comportamiento de los individuos necesariamente

tiene lugar en un cierto espacio, en nuestro caso en una institución de

origen milenario como es la universidad. Y para estudiarla necesitamos un

soporte teórico que nos auxilie para explicarla como institución con reglas,

procesos y prácticas que estructuran las relaciones entre los individuos que

a ella pertenecen (March y Stoker, 1995).

En concreto, estudiar los fundamentos institucionales del comportamiento y

de la participación del académico dentro de la universidad, con base en

el esquema analítico cognitivo, afectivo y evaluativo, será el modelo

teórico de nuestro trabajo. Un modelo multi-teorético que también se

justifica por un objeto de estudio multidimensional: los académicos. Nuestra

intención es examinar las distintas formas y niveles del comportamiento

institucional de los profesores universitarios.

Hay que decir de paso que no hay disponibles muchas teorías que

expliquen concretamente la participación institucional, por ello hemos de

echar mano de las más cercanas, para tratar de construir un marco o una

propuesta teórica con el mayor poder explicativo. Esa sería la intención de

este apartado eminentemente teórico.

................&..............

El propósito de este primer capítulo entonces, será explorar aquellos

elementos del modelo neo-institucional que nos ayudaran a abordar el

tema de la institución universitaria. Asimismo, trataremos de extraer de la

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larga tradición del estudio de la cultura política, el esquema analítico que

analiza el comportamiento de los individuos, para aplicarlo dentro del

marco de una institución.

En la primera parte de este capítulo hacemos un recorrido por el estado

del arte del enfoque neo-institucional, tratando de contestar a tres

preguntas esenciales: ¿cómo se define una institución?, ¿cuáles son los

elementos que constituyen a una institución? y si la universidad puede ser

estudiada a partir de los instrumentos analíticos del enfoque. Todo lo cual

servirá de base para abordar el tema de la institución universitaria y de sus

académicos en tanto miembros de una institución, que lo influencia y

puede moldear su comportamiento y viceversa.

La segunda parte se aboca a la recuperación del esquema metodológico

que utilizaremos para el estudio de las actitudes de los individuos en el

contexto social, es decir el enfoque post-conductista y sus orígenes. La

idea es averiguar la forma en que algunos de sus autores más

representativos, han estado estudiando e interpretando el

comportamiento socio-político de los individuos. Una manera de llegar a

este enfoque son los estudios de la cultura política, en particular los

aspectos más importantes de la participación de los individuos en la vida

social.

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Parte 1

El neoinstitucionalismo como enfoque para el análisis de la universidad

contemporánea

Existen muchas corrientes teóricas que nos ayudarían a estudiar a la

universidad contemporánea. Podríamos hacerlo desde la Teoría de las

Organizaciones (TO) y entonces buscaríamos lo relativo a su diseño

burocrático-organizacional y a su capacidad para funcionar

eficientemente. O también podríamos estudiar a la institución universitaria

desde el ángulo sociológico y entonces veríamos su papel como entidad

educativa-socializadora. También podríamos estudiar a la universidad

como un actor político, que busca influir en el sistema político y que

entabla relaciones con éste, de diversos modos y medios y esta sería una

investigación desde la ciencia política más propiamente. Pero, a

excepción del último, ninguno de los otros enfoques nos ayudarían

cabalmente a estudiar a la universidad como estructura dentro de la cual

sus miembros llevan a cabo prácticas distintas y expresan posiciones

diversas respecto a su papel dentro de ella.

Si bien, como dicen unos autores “Ninguna teoría es siempre verdadera, y

éstas son solamente más o menos instructivas” (March y Stoker, 1995: 56), y

no obstante el actual auge por los estudios trans-disciplinarios, debemos

elegir la que más convenga al objetivo arriba fijado, siendo ésta -creemos-

la corriente neoinstitucional. Comencemos por definir el alcance de dicha

orientación.

¿Cómo se define una institución?

El neoinstitucionalismo tiene su origen en la larga tradición del estudio de

las instituciones políticas que constituye a su vez el origen de la política

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como ciencia moderna (Wallerstein, 1996). Los primeros institucionalistas

consideraron que el objeto central para la política como ciencia era la

institución del Estado. Aunque atractivo e importante el tema del estado

comenzó a abordarse desde una óptica legalista-normativa, pero

descuidaba los aspectos del comportamiento de los individuos y centraba

su atención en las estructuras o constituciones de los Estados. March y

Stoker definen este enfoque como “state-centred” (centrado en el estado)

y no como una perspectiva centrada en la sociedad (March y Stoker,

1995).

Al paso del tiempo, y con la irrupción de la revolución conductista y de la

elección racional y sus avances en ciencia política, fue siendo cada vez

menos útil una orientación teórica que se ocupaba de las estructuras del

Estado, prestando poca atención al papel de los individuos y que

utilizaba un método “descriptivo, inductivo, formal, legal e histórico-

comparativo (Rhodes, 1995: 43). En síntesis no había un reconocimiento

explícito de la acción individual, pues era una noción de la estructura a la

agencia, siempre en ese orden.

De manera que el neoinstitucionalismo luego de criticar estas posturas,

emprendió la tarea de recuperar la participación de las personas en las

estructuras sociales y políticas y en el mejor de los casos averiguar cómo se

influencian una a otra. Dos investigadores encabezaron esta corriente J. G.

March y J. P. Olsen con un artículo seminal titulado The new Institutionalism:

Organizational Factors in Political Life, (APSR, No. 78, 1984) y recogieron dos

grandes preocupaciones de la ciencia política: no abandonar el estudio

del Estado, pero quitar el énfasis en su parte legal-normativa, y crear una

versión más completa que incluyera la participación de los individuos

dentro de las instituciones que ejercen poder en la sociedad.

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Y hacia los años noventa la semilla había rendido frutos, no sólo del lado

de la ciencia política (Skocpol, 1992; Evans, 1998 ), sino también de la

economía (North, 1990), y de la sociología (Powell y Dimaggio, 1991).

Desde ambos frentes se desarrolló lo que conoceríamos al final de la

década como neoinstitucionalismo. Algunos de sus postulados centrales los

podemos encontrar al señalar con cierto detenimiento las características

de una institución. Algunos autores nos dicen que las instituciones “...son las

reglas, procedimientos acordados y las prácticas operativas regulares que

estructuran las relaciones entre los individuos en varias unidades de la

política y la economía” (Hall, 1986, pp.19-20). La definición no solamente

incluye al Estado, sino evidentemente abraza un gran conjunto de

instituciones del mundo moderno, constituyéndose así el primer y notorio

cambio con el enfoque precedente. Una institución comprende todo lo

relativo a un ámbito de dominio particular dentro de la sociedad. Un

espacio en donde sus componentes (miembros y recursos) efectúan tareas

persiguiendo determinados fines más o menos compartidos. Una

institución puede ser desde un apretón de manos (vista así por los

sociólogos) hasta la Organización de las Naciones Unidas (vista así por un

internacionalista), desde una universidad hasta la familia, desde un

sindicato hasta el mismo estado. Las instituciones son los hombres reunidos

para alcanzar fines.

En general la vida social contemporánea esta llena de instituciones, en

ellas los hombres se desenvuelven y aprenden a comportarse bajo los

cánones de cada una y de acuerdo a la cultura en donde tiene lugar. En

términos muy generales, por ejemplo, un padre de familia aprende a

mandar a sus hijos, y los hijos a obedecer, pues en la familia occidental esa

es la regla de la institución familiar. En un sindicato el líder lleva la primera

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palabra, pero la decisión la toma la asamblea, al menos en la formalidad

de las normas. En una universidad de modelo occidental el maestro es

quien comparte el conocimiento y lo hace crecer, y el alumno el que lo

recibe y lo practica. Todas estas son muestras de la institucionalización de

la vida social. El hombre contemporáneo casi no escapa a las reglas de las

instituciones a las que pertenece. Por ello estudiar a las instituciones es

tarea central de la ciencia social contemporánea.

Elementos fundamentales de una institución

Acercándonos con más detenimiento las instituciones, se observa que

tienen una estructura formal pero al mismo tiempo mantienen una

estructura informal. D. North nos dice que en las instituciones pueden

haber elementos formales o informales, los primeros son las reglas que los

seres humanos han conformado para sí mismos, y los segundos están

constituidas por las convenciones y los códigos de conducta (North, 1996).

El reconocimiento de la parte informal que existe en toda institución social,

muestra ya un paso adelante del legalismo esquemático de antaño. Las

instituciones se definen tanto por su parte formal, como por la informal. Las

formalidades de una familia, a menudo son transgredidas por algún

miembro, igual que las reglas de una universidad, o de un sindicato. Y muy

a menudo un recién llegado a una cultura distinta desconoce las reglas

informales y comete faltas sin saberlo. Frecuentemente son las reglas

informales las que privan en algunas instituciones, por ejemplo en las

instituciones de la vida política.

El enfoque neoinstitucional nos dice que la institución ofrece a los hombres

cierta estabilidad a través del tiempo, “...reduciendo la incertidumbre y

proveyendo una estructura para la vida diaria” (North, 1990: 3). Esta

estructura esta definida por un conjunto de principios fundacionales. Los

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miembros de una institución comparten esos principios, se identifican con

ellos y hasta los defienden. No hacerlo significaría una no pertenencia a la

institución. La estabilidad es una parte importante de una institución

prominente, pues logra orientar a sus miembros hacia los fines que se ha

propuesto; las instituciones sociales espontáneas, no parecen afectar y ser

influidas en mayor medida por el comportamiento individual, o bien este es

muy efímero. Esta parte tendrá un valor explicativo muy amplio para la

estabilidad de las instituciones universitarias.

Otra característica de una institución, de acuerdo al enfoque

neoinstitucional, es que en ella sus miembros deben compartir valores

fundamentales. Esto es justamente lo que le permite trascender al

individuo, y perdurar en el tiempo (Peters, 2003). Los valores son parte

integrante de muchas instituciones, constituyen en buena medida sus

pilares más firmes. La universidad es uno de los mejores ejemplos de

institución con una gran carga de valores.

Asimismo un aspecto relevante de las instituciones es que proveen de un

sistema de significados a sus miembros. Cuando hablamos de significados

hacemos alusión a Weber primero y al enfoque sociológico de las

instituciones, que veremos con mayor profundidad en el siguiente

apartado de este capítulo. Solo para adelantar, según este enfoque una

institución es el resultado final de la repetición de un conjunto de prácticas

sociales y de representaciones culturales que permanece en el tiempo,

creando significados y formando un bagaje histórico, del cual echan

mano los individuos para su acción social. Las ideas de símbolo, significado,

sedimentación, tradición y finalmente institución forman una orientación

teórica básica para entender cómo y por qué permanecen las

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instituciones. Veremos si esto tiene lugar en una institución como la

universidad.

Hasta aquí podemos ver que las instituciones tienen dos elementos

esenciales: la estructura y sus miembros. La estructura la forman la historia,

las leyes, reglas o valores y el espacio; los miembros son todos aquellos

individuos que fundan, pertenecen o buscan pertenecer a la institución.

Hemos visto someramente la estructura veamos ahora a los individuos.

Las instituciones son creaciones de los seres humanos, nacen con ellos, y

ellos las cambian. Es la participación de los individuos el foco para

entender a las instituciones. Las instituciones “Evolucionan y son alteradas

por los seres humanos; por tanto (nuestra) teoría debe empezar con el

individuo” (North,1990:5). A diferencia de otras corrientes teóricas, el

neoinstitucionalismo considera que los individuos son el actor central de las

instituciones, que son éstos los que construyen, moldean y finalmente

cambian a las instituciones. Es un enfoque que presenta primero al

individuo como agente dinámico en un espacio que es la estructura. El

neoinstitucionalismo se define como una orientación más centrada en el

individuo que en la estructura. Anteriormente se pensaba que era la

estructura la que determinaba el comportamiento de los individuos, es

decir eran orientaciones de la estructura a la agencia (Hay, 1995).

En consecuencia son los individuos los que cambian a las instituciones. Y

éstas pueden renovarse –digamos- súbitamente, “...cuando cambian las

estructuras legales o formales; pero las limitaciones informales como las

costumbres, las tradiciones y los códigos de conducta, que además

conectan el pasado con el presente y futuro, pueden darnos una pista

para explicar las rutas del cambio social” (North, 1990:6). Aunque North

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habla del cambio social en general, creemos que su idea es aplicable al

cambio intra- institucional. En ambos sentidos, lo que es más o menos

evidente es que si queremos estudiar el origen del cambio institucional

hemos de acudir al comportamiento de sus miembros.

Así el estudio de las instituciones no solamente incluye su historia, sus leyes,

su estructura (formal e informal) sino también de manera primordial lo que

hacen, piensan y desean sus miembros, pues de ahí se puede empezar a

estudiar porqué cambian las instituciones. ¿Cómo y porqué ha cambiado

la universidad contemporánea? Y ¿cuál ha sido el papel de los

universitarios? serían aquí las preguntas pertinentes a nuestra teoría.

Asimismo, los autores del nuevo institucionalismo, argumentan que las

instituciones moldean el orden social, moldean a los individuos, y a su vez

son moldeadas por éstos (Peters, 2003). Es decir afectan el

comportamiento individual y restringen sus marcos de acción. Aquí de

nuevo entran los actores, los individuos con su participación dentro del

marco institucional. Este punto particular nos habrá de ayudar mucho en el

análisis de nuestros académicos que al parecer también moldean a sus

instituciones, y no solamente obedecen las normas que rigen a la misma.

En este sentido, las instituciones son organizaciones2 integradoras, en virtud

de que sus miembros comparten –en principio- los objetivos de la misma, y

establecen un cierto compromiso con ella (Peters, 2003). Además la

institución “...trasciende a los individuos e implica a grupos de individuos a

través de cierto conjunto de interacciones pautadas que son predecibles

2 Es oportuno aclarar que aquí se expresará institución y organización indistintamente, solo con fines de redacción. Pues consideramos que no son la misma entidad y que cada una tiene un desarrollo teórico distinto. North lo dice muy claramente “ Una organización es el conjunto de estrategias por medio de las cuales una institución alcanza sus objetivos” (North, 1990: pp 3-6).

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según las relaciones específicas que existen entre los actores” (Peters,

2003:36).

Hasta aquí, ya podemos ir visualizando a nuestra institución bajo estudio: la

universidad contemporánea. Es claro que el viejo institucionalismo,

ocupado substancialmente en el estudio de las instituciones políticas,

como el estado y sus componentes, no nos ayudaba a entender, explicar y

aventurar alguna propuesta teórica sobre otras instituciones, tales como la

universidad. Pero el nuevo institucionalismo, si parece contener los

elementos básicos para ese estudio.

La universidad y el neoinstitucionalismo

De entrada la universidad puede ser estudiada como institución social en

primer lugar porque, en sus diferentes modelos, se ha constituido como un

grupo de hombres que persiguen ciertos fines. Es una institución social de

trascendencia porque mantiene un cuerpo valoral y fundacional que

comparte con la sociedad en la que se encuentra. Y porque regula

conductas y provee de significados e identidad a sus miembros; todo ello

en general la hace una genuina institución social. Veamos, sin embargo,

más en detalle las características propias de las instituciones universitarias.

En primer lugar la universidad puede ser estudiada a la luz de la teoría

neoinstitucionalista porque en ella se desarrollan “…rutinas, métodos

normalizados de hacer las cosas mediante organizaciones dotadas de los

recursos y autoridad necesarios” (Shepsle y Bonchek, 2005: 289), esto es

porque en ella se presenta la cooperación y las acciones de los individuos

(acciones colectivas) para ciertos propósitos comunes. O sea la

universidad es integradora, sus miembros profesores, alumnos y

autoridades comparten en principio los objetivos de la docencia, la

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investigación y la difusión. Esto le ha dado a la universidad una

determinada estabilidad, que se ha visto en peligro cuando precisamente

dichos objetivos no son compartidos por sus miembros; o cuando sus

miembros, las autoridades por ejemplo, se han alejado de los objetivos

originarios. Es en este punto cuando las instituciones cambian, y ello ha

ocurrido justamente a las universidades a lo largo de la historia. Sobra decir

que las instituciones universitarias, como toda institución social, no es

estática ni se desarrolla al margen de la vida social, es parte de ella, influye

en ella y es influida por ella.

En segundo lugar la universidad tiene y trata de mantener cierta

legitimidad ante la sociedad pues los valores que le dieron origen y que se

mantienen como parte de su fundamento, son valores compartidos por la

sociedad (al menos occidental). La búsqueda de la verdad, tan cara a las

instituciones universitarias, ha sido a lo largo de siglos un valor que la

sociedad anhela, y ha sido la universidad la principal depositaria de su

estudio y significación. Los valores de la democracia, como la libertad, la

tolerancia, el respeto, se encuentran en la mayoría de los fundamentos de

las instituciones universitarias modernas. Las sociedades occidentales se

identifican con éstos dejando a la universidad como la institución

formadora de individuos bajo estos valores. Esta es una de las razones

fundamentales que explican la duración y permanencia de las

universidades como instituciones, pues los valores que propugnan

trascienden a sus miembros y abarcan la sociedad entera.

En tercer lugar la universidad es una institución reguladora de conductas.

Las organizaciones (administrativa, académica, legal) que la conforman

establecen los parámetros a seguir por los individuos, en este caso

profesores, alumnos o autoridades (administrativas y directivas). Es decir, las

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universidades fijan límites conductuales a sus miembros. No todo miembro

de la universidad es libre de actuar a su entero deseo. Las reglas permiten

y alientan las acciones para alcanzar ciertos objetivos, pero tanto maestros

como alumnos están obligados a ciertas prácticas, necesarias y

recurrentes y a determinados procedimientos, que no pueden evitar ni

eliminar. Evaluar el rendimiento escolar es un ejemplo de ello, como

también lo es el grado alcanzado por los profesores para ejercer la

cátedra o la obligación de las autoridades de proveer los recursos para el

alcance de los objetivos de docencia e investigación. Todas estas son

formas de regular la actuación de los miembros de la institución

universitaria.

Esta característica es asimismo recíproca. O sea, así como los miembros de

una institución están obligados a seguir cierta conducta, también pueden

pugnar por cambiarla y en numerosas ocasiones lo han logrado. Ello

justamente ha hecho que las instituciones cambien sus rutinas, sus reglas,

sus prácticas e incluso sus componentes organizacionales. Esto se ha

traducido en la creación de distintos modelos de universidad, la mayoría

de los cuales en la actualidad están en proceso de cambio y a menudo

mezclan distintos modelos.

Y si atendemos a las formas de gobierno de las universidades existen varios

prototipos: el burocrático, el colegiado, el político y el llamado de

anarquía organizada (Millán, 2001). Todos los modelos mencionados se han

creado por la recurrencia de la acción colectiva de los miembros de la

institución. Durante la vigencia de éstos, se moldearon ciertas conductas,

que luego fueron cuestionados y finalmente cambiados por nuevas.

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Una cuarta característica propia de la universidad como institución y que

atañe directamente a los individuos que la integran, es la universidad

como sistema de significados. La pertenencia a la universidad ya sea

como profesor, como alumno o como autoridad, otorga un determinado

estatus simbólico, que se reproduce, y forma lo que llamamos tradición

universitaria (como la inglesa que mencionamos arriba). Son prácticas y

representaciones, o acciones e ideas que se van repitiendo y adquieren

determinado sentido con el tiempo. Las posiciones jerárquicas que ocupan

los profesores frente a los alumnos o las autoridades frente a éstos dos, o

bien los niveles académicos, o las formas o métodos de investigación y

docencia, forman parte de dicha tradición. Ser académico universitario,

no es simplemente dar clases3, sino ser académico representa la

adquisición de una herencia social cognitiva que comparte con los demás

miembros, no sólo de la institución, sino con la sociedad en su conjunto.

Así los individuos que ingresan por primera vez a la institución van

aprendiendo dicha tradición y van adoptando sus prácticas. En este

sentido la libertad de cátedra, por ejemplo, es un elemento institucional

que define y distingue a las universidades de otras instituciones educativas.

Aquellos que ingresan ya sea para aprender o para enseñar lo van

asimilando y llegan a defenderlo, pues paulatinamente forma parte de su

propia esencia como universitario, como individuo. Es exactamente esto lo

que definiría a un universitario, su vida social es tal, en tanto pertenece o

pasa por las aulas universitarias. La universidad influye en los individuos, 3 Estamos considerando aquí que un académico es el profesor de tiempo completo que se dedica laboralmente todo su tiempo exclusivamente a la universidad. En América Latina esto es una constante, un buen número de profesores solo dedican una parte de su tiempo a la cátedra. Ello puede o no resultar, un obstáculo para el ejercicio pleno de la academia, ya que depende, si se dedican también a la investigación o a una práctica profesional relacionada con la docencia, la docencia se actualiza (por la investigación) o se vuelve menos teórica y más profesionalizante. También depende del tipo de materia o tema.

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pues les provee de significados y viceversa. Por ello podemos estudiarla

como auténtica institución social.

Un último aspecto propio de la universidad es que se trata de una

institución en donde la sociedad ha depositado autoridad y recursos para

resolver problemas (Shepsle y Bonchek, 2005), y en este sentido se ha

constituido como una comunidad política pues dentro de ella tiene lugar

una lucha por obtener dicha autoridad y por manejar tales recursos, es

decir una lucha por el poder. Las universidades contemporáneas –como

estudiaremos- no son ya meramente centros educativos y científicos, son

espacios donde se establecen pugnas entre sus miembros y entre los

grupos que estos conforman. Shepsle y Bonchek nos dicen que “La

institucionalización de la política no sólo se da en la capital de un país,

sino en torno a la mesa de la cena, en la sala de juntas, en la escuela y en

el salón de asambleas del sindicato”. (2005: 290).

Hasta aquí hemos podido observar que la universidad puede ser estudiada

a la luz de la teoría neoinstitucional, en virtud de que reúne una buena

parte los elementos propios de una institución social. Sin embargo, hemos

de buscar ya nivel de indicador los más específicos de la universidad, que

nos ayudarán a explicar con más detenimiento la institución universitaria.

De este modo, y a pesar de reconocer que las versiones primeras del

nuevo institucionalismo aún no nos ofrecían con precisión tales indicadores,

las aportaciones más recientes comienzan a proporcionar algunos de estos

elementos que nos estarán justamente indicando cómo analizar las

instituciones, en especial instituciones distintas al Estado o a las legislaturas,

que han sido el objeto más recurrente de estudio del neoinstitucionalismo

en ciencia política.

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Tal es el caso de la obra de Shepsle y Bonchek que ya hemos mencionado.

Estos autores señalan para una variedad de instituciones como la empresa,

el sindicato, la Junta de padres de familia, las universidades y desde luego

el Congreso, los partidos políticos, y otras más; cuatro elementos: división

del trabajo y procedimiento regular; especialización del trabajo;

jurisdicciones; y delegación y supervisión (2005:290). Vale la pena desglosar

cada uno de estos indicadores y establecer cual sería su aplicación a la

institución universitaria.

Indicadores institucionales y universidad

a) División del trabajo y procedimientos regulares. Una institución

normalmente cuenta con una estructuración preliminar que sirve de guía

para la actuación de sus miembros. Se trata del conjunto de reglamentos

y procedimientos que cotidianamente se han de seguir al interior de la

institución. Consideramos que en el caso de la universidad dichos

elementos son, por un lado la legislación y los reglamentos ya establecidos;

y por otro la división de autoridades, en órganos de gobierno y

administración burocrática. Estos elementos permiten saber hasta que

punto los responsables de cada ámbito cumplen y que tan regularmente

se llevan a cabo los procedimientos o lo contrario. Ello es muy importante

pues como dicen nuestros autores “…frena las conductas arbitrarias de

los líderes de la institución” (2005: 292). Una institución como la universidad

debe observar con precisión esa división del trabajo y ese cumplimiento en

los procedimientos, pues es un cuerpo muy complejo de individuos que no

necesariamente y siempre buscan o tienen los mismos intereses.

b) La especialización del trabajo. Esta característica responde a la

diversidad de cualidades y preferencias de los miembros de una institución.

En este sentido, las instituciones intentan hacer una separación de ámbitos

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de desempeño. Para el caso de las universidades esta podría ser la gran

división entre docencia, investigación y difusión. Gracias a esta distribución

la institución otorga a ciertos individuos las responsabilidades

correspondientes a cada ámbito, y éstos van adquiriendo experiencia y

pericia en el área. Lo que en su conjunto hará que las tareas de la

institución entera sean más eficaces. Esto es lo contrario a que todo el

mundo haga de todo, sin llegar a acumular experiencia en algún área de

trabajo más específica.

c) Las jurisdicciones4. Aquí se habla del paquete de actividades y los

individuos que las realizan, en un rubro específico de todos los que tendría

la institución. “En el caso de las universidades, por ejemplo, las áreas del

conocimiento se dividen en disciplinas, cada una de las cuales se asigna a

la jurisdicción de una facultad o departamento. Los estudiantes de cada

facultad se especializan en dominar el conocimiento de la disciplina de

que se trate, mientras que los profesores se especializan en la creación de

nuevo conocimiento en ese campo y su enseñanza a otros” nos dicen

nuestros autores refiriéndose precisamente a las universidades (Shepsle y

Bonchek, 2005: 296).

Así, las facultades, escuelas o departamentos son las distintas jurisdicciones

con las cuales la institución especializa sus objetivos. Las universidades se

empeñan en reforzar sus jurisdicciones por las presiones externas (gobierno,

sociedad y otras universidades) para mejorar su capacidad de

4 Habría que definir con más cuidado el término traducido del inglés Jurisdiction, que quiere decir: “el poder oficial para tomar decisiones legales y juicios a cerca de algo” (Oxford, Advanced Learners, Oxford University Press, 1995), y el significado en español, según la Real Academia de la Lengua Española (2001) se dice que jurisdicción es el poder o autoridad que tiene alguien para gobernar. Si bien el término también tiene otras acepciones cercanas a tareas de jueces y magistrados en ambos idiomas, la idea de nuestros autores es la jurisdicción como el otorgamiento de poder a un determinado ámbito de trabajo en una institución.

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desempeño; y también por las presiones internas, por ejemplo de sus

profesores que quieren obtener más apoyos para investigación, o de sus

estudiantes que quieren mayor especialización, o de sus autoridades que

buscan destacar su nivel de poder jurisdiccional, frente a otras facultades.

Asimismo el establecimiento de las jurisdicciones en las universidades les

lleva a ser expertos en áreas particulares, incluso fuera de la institución.

“Suele suceder que un politólogo de Harvard sepa más sobre lo que está

pasando en la facultad de Ciencia Política de Stanford que sobre lo que

ocurre en la facultad de Química de Harvard” (Shepsle y Bonchek, 2005:

297).

d) Delegar y supervisar. Por último, y dada la cantidad de tareas de la

institución, se necesita delegar autoridad en determinados miembros de la

institución y ser capaz de ejercer cierta vigilancia sobre su cumplimiento,

para evitar que cada quien actúe según sus propios deseos. En las

universidades, cada facultad o jurisdicción, debe responder a los objetivos

de toda la universidad y las acciones de sus profesores, alumnos y

autoridades deben estar sujetos a supervisión. Ya que si en una facultad se

diera preferencia a las pretensiones de los alumnos o de los maestros,

aunque estos fuesen ajenos a los de la institución en su conjunto, al final la

delegación de autoridad sería un fracaso. “Si el departamento de Ciencia

Política de una universidad pudiera ejercer cualquier actividad que los

miembros de su cuerpo docente desearan, algunas tareas de capital

importancia de la universidad (la enseñanza de los estudiantes, por

ejemplo) podrían resultar deficientes” (Shepsle y Bonchek, 2005: 298). La

supervisión de los horarios y las tareas de los académicos por ejemplo,

forman parte de este componente institucional de las universidades, y nos

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estarían indicando cuan desarrollada es la delegación y supervisión de las

actividades y objetivos institucionales.

Consideramos que estos cuatro puntos serán útiles para observar a las

instituciones universitarias y en términos generales nos ayudarán en el

tratamiento analítico de las instituciones universitarias. No obstante, aún

tienen un carácter muy general, y no llegan a proporcionarnos

herramientas concretas para acercarnos a la conducta individual. Nos

indican que tanto se han delegado funciones, o que tantas jurisdicciones

tiene o cómo se ha dividido el trabajo, en la institución en general, pero no

la participación de los miembros en todo ello se presenta de manera muy

tangencial. Qué es lo que piensan, por ejemplo, los académicos de la

división del trabajo, o de la delegación y supervisión de actividades, no

está especificado cómo se ha de analizar. O no hay elementos para

investigar en detalle cuál es la influencia de los estudiantes en la

regularidad de los procedimientos. O hasta que punto las autoridades

pueden imponer una determinada división jurisdiccional.

Finalmente, aunque el enfoque nos ofrece las ideas fundamentales para

entender y explicar a las instituciones (incluidas las universitarias) parece

que aún está en proceso de desarrollar herramientas de investigación para

llegar al nivel del individuo, aún sus más detalladas herramientas están

hablándonos de la estructura. Consideramos esto como una debilidad del

enfoque. Y en el estudio de las instituciones universitarias, el problema

radica en que abundan las indagaciones (y más aún las propuestas) sobre

estructuras, pero urgen estudios sobre el papel de sus miembros, al menos

sobre una parte, sus académicos5. Es por ello que buscamos utilizar una

5 Aún los estudios que se han hecho sobre estudiantes, acuden en general a datos cuantitativos de matrícula, egreso, eficiencia escolar, grados académicos, etc. Sin embargo, un grupo de estudios sobre participación estudiantil se dio durante el periodo

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perspectiva teórica que lo ha hecho con mucha pertinencia, a saber la

orientación post-conductista. Este enfoque –creemos- completará la visión

de la universidad como institución, pues atenderá a las particularidades de

la conducta de una parte de sus miembros, los académicos.

Mediante un breve repaso del enfoque post-conductista, podremos

destacar los instrumentos de investigación cuantitativa y cualitativa con los

que habremos de analizar la participación de los académicos en sus

instituciones.

…………………….&……………………

La relación individuo-institución ha sido abordada, con mayor o menor

éxito, en casi todas las versiones del nuevo institucionalismo (histórico,

normativo, sociológico, empírico, racional, internacional) (Peters, 2003); es

clara la preocupación por establecer el papel del individuo como

miembro de una institución, sin embargo no parece haber un método más

o menos específico y preciso para estudiarlo, para investigarlo. Esta es en

nuestra opinión, la mayor limitación del nuevo enfoque: cómo averiguar

de qué tipo, en qué modalidades, bajo qué estímulos se establece la

intervención de los individuos en sus instituciones, en especial en

instituciones como la universidad. El enfoque no parece proveernos de un

método cuantitativo o cualitativo claro para llevar a cabo dicha tarea.

Aquí es donde observamos que la metodología post-conductista puede

resolver, en buena parte, la deficiencia. La parte que sigue intenta

recuperar ese aún valioso legado.

posterior a 1968, cuando tuvo lugar en el mundo una reforma importante de las universidades, reclamada en buena medida por los estudiantes. No siendo aquí el lugar para ahondar en ello, la nota sirve como observación hacia la escasez de estudios recientes sobre participación estudiantil en las estructuras universitarias.

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Parte 2

El esquema analítico del enfoque post-conductista y los académicos

En esta parte buscamos recuperar del enfoque post-conductista la parte

metodológica que puede proveernos de las herramientas cuantitativas y

cualitativas básicas para la investigación de la participación de los

académicos, y a través de ello establecer un respaldo empírico sólido para

la investigación. Para nuestros fines, sin embargo, conviene revisar los

orígenes de dicho enfoque, pues nos permitirá ubicar la validez de sus

aportes como esquema que con más pertinencia llega al individuo.

Un primer aporte lo encontramos en los estudios de la cultura política, cuyo

tratamiento ha sido extensamente abordado desde la aparición en 1963

del libro The Civic Culture (Almond y Verba, 1963). La sugerente idea de

analizar el comportamiento político de la población, utilizando técnicas

cuantitativas, resultó sumamente importante y formó parte de la llamada

revolución conductista de los años sesentas y setentas, que sugería estudiar

al individuo aislado del mundos social y político. Se presentaba como una

orientación que analizaba el comportamiento de un individuo libre de

valores era una teoría llamada value free. Sin embargo, dicha

aproximación resultó ampliamente cuestionada, especialmente por

sociólogos y antropólogos, que la consideraban parte de un modelo

occidental de orientación norteamericana capitalista y democrático-

liberal e insistían en reubicar el estudio de la cultura política (o del

comportamiento político) dentro del amplio campo de los valores,

significados e instituciones de la cultura general. En general el

conductismo. Pero en términos reales

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Más de cerca el esquema que dicha tradición aportaba era el siguiente.

Se intentaba estudiar las actitudes de la población hacia sus respectivos

sistemas políticos, abarcando tres aspectos centrales: los conocimientos

sobre el tema político, la identificación o sentimientos del individuo hacia

su sistema político y la evaluación sobre éste; es decir una dimensión

cognoscitiva, una afectiva y una evaluativa. Entender que en sociedad

los individuos actúan con base en dichos elementos ha nutrido gran parte

de los estudios posteriores sobre comportamiento político e institucional, en

virtud de que abarca tres de las esferas más importantes en un individuo:

sus conocimientos, sus sentimientos y su escala de valores.

Dicho esquema nos permitió la definición de variables, y la asociación de

indicadores observables (medibles) que dieran cuenta de dichas variables.

Es decir, en primer lugar la definición conceptual, enseguida la definición

operacional y de indicadores, y por último el instrumento de medición, en

este caso el cuestionario. La técnica de encuestas, que resultó en el

mediano plazo una técnica de investigación con amplias posibilidades de

aplicación a la investigación de los fenómenos políticos y sociales en

general.

A pesar de las sucesivas críticas a la corriente de la cultura política, es

posible afirmar que ha sido muy útil para entender las actitudes de las

personas hacia la esfera política, que saben de ésta, como se identifican

con ésta, y como la evalúan. Al menos así lo han desarrollado los más

recientes aportes teóricos en esta línea. Ejemplos de ello son los textos de

John R. Gibbins, titulado Contemporary Political Culture (1989) y el de Larry

Diamond cuyo título es Political Culture and Democracy in Developing

Countries (1993), R. Inglehart (1997) Modernization and Postmodernization.

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Estamos hablando ya de un nuevo enfoque de cultura política, el que nos

presenta de manera integral estudios de inferencia estadística sobre

cambios de valores en las sociedades contemporáneas. Se trata de

investigaciones que ya no observan la fuerte carga ideológica pro-

capitalista y de reproducción del sistema democrático-liberal anglosajón,

que contenían los estudios pioneros sobre cultura política, pero que sin

duda aportan substanciales hipótesis sobre el cambio socio-político de las

sociedades contemporáneas y el comportamiento y papel de los

individuos en éste. Todo ello forma parte del llamado post-behaviuoralim o

post-conductismo.

Lo que aquí nos importa más, sin embargo, no son los avances en el

estudio de la cultura política sino dos asuntos centrales. El primero es el

proceder metodológico o sea la necesidad de respaldar con datos

empíricos toda proposición teórica. Y el segundo la forma en que se

recopilan dichos datos, es decir la técnica cuantitativa de los estudios de

opinión, la cual habiendo superado la fase elemental de selección de

datos gruesos y superficiales y ayudada por la inferencia estadística

aplicada a la investigación cualitativa (King, et al: 1994) ha hecho avanzar

notablemente a los estudiosos sobre el terreno de datos finos de

poblaciones grandes o pequeñas y proporcionar evidencias de mayor

validez a las proposiciones teóricas. Pues en buena medida todas estas

aportaciones ayudan para entender y explicar las distintas formas en que

grupos sociales abordan la esfera de poder político en general e

institucional en particular. Según esta teoría, todo individuo a la hora de

enfrentar una esfera institucional y/o de poder echa mano de estos tres

elementos: sus conocimientos previos y vigentes del entorno, sus

emociones o sentimientos hacia el mismo o sus miembros; y la evaluación o

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juzgamiento que hace de dicho entorno (Almond y Verba, 1963; Inglehart,

1997; Diamond, 1993).

En suma creemos que la teoría post-conductista posee muchas virtudes a

la hora de analizar actitudes y comportamientos sociales. Ya que, a menos

que nos interesara el comportamiento psicológico de los individuos,

difícilmente encontramos un esquema analítico más rico que el que

observa los aspectos cognitivos, afectivos y evaluativos en el

comportamiento de los individuos (sus creencias y su participación) en un

espacio más o menos determinado. Justamente lo que aquí habremos de

buscar en los académicos, pues de ahí se derivarán las modalidades de

participación dentro de la institución universitaria. Como se puede ver el

enfoque neo-institucional puede verse complementado por estos aportes.

Hay que agregar que dentro de los elementos que propone la corriente

post-behaviorista, debemos rescatar que recurre al criterio de verificación

o testabilidad. Y que la obtención de evidencias por la vía de las

encuestas sirve para probar proposiciones teóricas. Pudiendo ser éstas

verificables por otros investigadores, es decir, el llamado criterio de

falsación o falsificación de la teoría, del que ya nos hablaba Popper

(Popper, 1972). Aún más, según Popper “...las teorías pueden ser vistas

como científicas, si éstas generan predicciones empíricas que pueden ser

verificables” March y Stoker, 1995: 63). En este sentido, cuando abordamos

a nuestros académicos, no estamos eligiendo aquellos casos que

–digamos- se acomodan a nuestra teoría, pues ello significaría encontrar

casos ad hoc a lo que queremos explicar, y la selección de ejemplos

puede ser ciertamente arbitraria, y difícilmente replicable. Por tanto si

seguimos el esquema metodológico riguroso hemos de abarcar un objeto

de estudio lo más sistemáticamente definido que nos permita verificar

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nuestras explicaciones sobre el mismo. Pero que además otros lo puedan

replicar. Todo ello estará detrás del trabajo de campo que en capítulos

posteriores habremos de llevar a cabo para estudiar la participación de

los académicos de una institución universitaria.

De todas maneras vale la pena hacer una incursión más amplia en otras

teorías que abrazan el estudio del comportamiento y la acción social y

tratar de ver si sus fundamentos pudieran ser de utilidad para nuestro

estudio. Veamos dos de estas orientaciones, la teoría de la Elección

Racional y la sociología interpretativa. Veamos.

La teoría de la elección racional, las instituciones y los individuos

En ésta corriente se asume que todos los individuos llevan a cabo sus

decisiones en forma racional basados en un cálculo entre las opciones

disponibles. Esta teoría tiene sus raíces en una obra de Gordon Tullock

(1962) (citado por Chilcote,1994)6, cuya línea es en cierta medida

continuada por James Buchanan (1962) dentro de la economía y por

Anthony Downs (1957) por el lado de la sociología y ciencia política7. En

ambos el argumento central es que un análisis del mercado debería estar

basado en el individuo racional que persigue sus propios intereses y elige

en consecuencia. En ese sentido la preocupación central era la

eficiencia de las instituciones gubernamentales en el diseño de las

preferencias individuales sobre los bienes y las políticas públicas.

Así, hacia los años sesenta y setenta esta teoría intentó, basándose en la

economía y los modelos formales, describir el ambiente político, incluidas

6 The Politics of Bureaucracy (1962) Public Affairs, Washington, D.C. Citado por Chilcote (1994) 7 Las obras respectivas son: Buchanan, James. (1962) The Calculus of Consent, Univ. of Michigan, Michigan y Downs, Anthony (1957) An Economic Theory of Democracy, Harper & Brow, New York.

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las actitudes hacia la política. La obra que marca la decisiva entrada de la

Rational Choice a la teoría política es de Mancur Olson: “La Lógica de la

acción colectiva” (1992)8. Gabriel Almond, fue un gran crítico de la misma

al calificarla de reduccionista y en cierto modo lo era. “..el análisis de la

elección racional puede conducir a distorsiones empíricas y normativas, si

no es utilizado en combinación con las ciencias históricas, sociológicas,

antropológicas, y psicológicas, las cuales consideran los valores y servicios

de la gente, los intercambios culturales y nacionales, a través de los

estratos sociales, y en un espacio temporal dado (Almond, 1990:121). Es

decir, no toma en cuenta todo el bagaje histórico-institucional del que los

individuos echan mano a la hora de actuar.

La teoría de la elección racional tiene una relativa utilidad si tratamos de

buscar significados, códigos y tradiciones sobre las esferas institucional y

política en la que se mueven los individuos. Es poco factible, de acuerdo a

todo lo dicho, que un individuo actúe dentro de los límites de una

institución, basado solamente en un cálculo racional individual. La

elección racional, para ser considerada en términos culturales, tendría que

adentrarse en otros ámbitos diferentes a los que sus estudiosos lo

concibieron. La historia, la ideología, la religión, la tradición cultural, son

factores no abordados por ésta teoría. Todos, sin duda, explican mucho de

la vida institucional a la que los individuos atienden.

De todas maneras, es importante mencionar dicha aproximación teórica,

porque el impacto del mercado en la dinámica social contemporánea es

tal que ha removido el ámbito político-institucional en amplia medida. Tal

pareciera que las instituciones han perdido parte de su influencia en las

8 La edición en español en la editorial Limusa data de 1992 , pero la obra original en inglés es de 1965, con el título de “The Logic of Collective Action: Public Goods and the theory of Groups” Cambridge, Mass: Harvard University Press.

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decisiones del individuo, pues se presenta una imagen de individuo

calculador y frío al momento de elegir o decidir sobre las opciones que se

le presentan.

Hasta aquí, parece difícil encontrar en la Teoría de la Elección Racional

una aproximación más o menos plausible para el estudio de la

participación de los individuos en las instituciones. No obstante su amplio

poder explicativo, así como los eminentes cambios en la racionalidad de

las instituciones sociales, pueden estar presagiando un comportamiento de

los individuos más acorde con un cálculo racional sobre las opciones

disponibles, y de menor compromiso a las metas de la institución.

Posiblemente un homo academicus mucho más calculador, y cada vez

menos idealista.

La sociología interpretativa, las instituciones y los individuos

Consideremos ahora la sociología interpretativa. Ésta nos ofrece otra

mirada para estudiar el origen del comportamiento y la acción social de

los individuos, y nos presenta dos instrumentos de análisis muy sugerentes: el

sentido y significado de los mismos. La idea central aquí es que detrás de

las acciones de los hombres subyacen ciertos sentidos, que las acciones de

los individuos no son casuales o meramente accidentales. Ello significa que

las acciones de los hombres no se sitúan en el nivel superficial, o externo,

sino que tienen un determinado sentido anterior, un sentido que se va

adquiriendo a partir de los usos y costumbres de la comunidad o de la

institución de la que son miembros.

Todo lo anterior ya aparecía en la obra de Alfred Schutz The

Fenomenology of the Social World (1932), quien desarrolla la

fenomenología hacia el campo del mundo social. Las personas

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desarrollan y usan ‘tipificaciones’ en el mundo social. En cualquier situación

que se da en el mundo de la vida cotidiana, una acción viene

determinada por un tipo constituido de experiencias anteriores (Ver

Ritzer,1993: 268-269).

Esas tipificaciones, resultado de los hábitos y patrones construidos

previamente, las utiliza el individuo en su acción social cotidiana y se

convierten en instituciones. De manera que la búsqueda por el origen de

las prácticas sociales tiene que ver con esos hábitos, patrones,

tipificaciones, que van formando finalmente instituciones. Siguiendo este

orden de ideas el origen de las prácticas institucionales de los individuos

hemos de situarlo en el plano intersubjetivo, referido a la forma en que los

miembros de una colectividad piensan lo que piensan con relación a su

institución.

Para llegar a conocer el sentido de la acción individual y colectiva

debemos interpretar los códigos, a través de los cuales se dan las

relaciones entre individuos, propias y distintivas a cada institución o en

cada grupo social dentro de ésta. Para descodificar esos sentidos,

debemos reconocer el significado de sus códigos y para esta tarea

habremos de buscar el sedimento o la estructura del bagaje común de los

sentidos propio del grupo social en estudio o sea el acervo social del que

los miembros de dicho grupo echan mano a la hora de actuar. En el caso

de nuestros académicos, ese bagaje ha de buscarse en la historia de la

institución, en sus distintas etapas y como esto ha generado las diferentes

modalidades de participación a lo largo de su trayecto como institución.

Por ello esta aproximación teórica nos ha de ser más útil.

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Dichas acciones individuales, como acciones sociales, poseen ciertos

significados, que a su vez provienen de un depósito común de sentidos,

compartidos por los integrantes del grupo social. Es decir, por ideas o

nociones que se han fijado generacionalmente. El bagaje de significados y

sentidos que los hombres dieron y siguen dando a sus acciones forman una

tradición, la tradición de los sentidos que es compartida por todos los

miembros de la comunidad y fuente de la acción social de éstos. Y si bien,

dichos sentidos parten del ámbito subjetivo, importa mucho reconocerlos

porque nos permiten averiguar por qué los hombres responden como lo

hacen en momentos o ante problemas determinados; en nuestro caso,

porqué responden como lo hacen en las instituciones universitarias.

Habremos sin embargo, de observar que tanto el sentido como el

significado de la acción social son todavía muy generales para

comprender la acción de los académicos dentro de su institución, en

virtud de que abarcan todo el espacio de lo social, mientras que el campo

bajo estudio es más restringido, aún si lo consideramos como el espacio

donde tienen lugar la elección de acciones dentro de una institución. De

manera que el sentido de la acción dentro de las instituciones se podría

empezar a buscar en el acervo social o sistemas de significado de la

institución, los cuales según Crespi “...habiéndose formado a través de la

experiencia individual y colectiva, median simbólicamente en las

relaciones del sujeto con sí mismo, en las relaciones entre los actores

sociales, además de en las relaciones entre éstos últimos y las condiciones

materiales de su ambiente de vida” (Crespi, 1997:12).

Este orden de ideas coloca el análisis de la participación de los

académicos del lado del individuo en su vida institucional cotidiana. En

consecuencia, la acción institucional de los individuos no está siempre

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orientada desde las estructuras de poder, sino que una parte responde y

es objetivación del conjunto de ideas sobre la autoridad y el poder que

están contenidas en el acervo social y que se fueron sedimentando

históricamente en él. Las consideraciones que los hombres hacen a sí

mismos y con los otros hombres, sobre la autoridad y el poder en el grupo

social, se obtienen principalmente de dicho acervo, pueden cambiar y se

pueden negociar en cada acción o ser respuesta de la estructura de

incentivos que presenta la institución, pero una buena parte se preserva y

hereda.

La fuerza de dicho acervo influye en la reproducción del orden

institucional, lo cual significa que son las acciones individuales de los

hombres quienes participan preservando o cambiando de dicho orden.

Por eso las instituciones no están dadas para siempre, una parte la

reproducen los hombres y otra cambia. Como bien decía North (1990).

La acción individual en consecuencia, no empieza con la consideración

del hombre como miembro de una institución, recién ahí ya se han

formado la mayor parte de los códigos intersubjetivos con los que se actúa

en la vida institucional. La otra parte está fijada por la estructura de

incentivos que presenta la institución a sus miembros. Lo que da

propiamente su carácter de institución.

A pesar de lo sugerente del enfoque interpretativo, resulta notoriamente

difícil el estudio de la participación institucional de un grupo social como

los académicos exclusivamente desde el ángulo de la sociología

interpretativa, pues desde nuestro punto de vista la forma en que reúne y

sistematiza los datos no sería lo más adecuado para analizar la

participación institucional de los académicos. Lo que usualmente se utiliza

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para llevar a cabo investigación bajo dicho enfoque son métodos

cualitativos, entrevistas a profundidad, investigación presencial, y la

llamada descripción profunda (Geertz, 1995). Pero estos métodos no nos

permiten llevar a cabo investigación cuantitativa que nos ayude a

establecer inferencias válidas para explicar el comportamiento de un

universo más o menos grande de individuos, pues su propósito es estudiar

grupos concretos y generalmente reducidos. No es el caso de nuestros

académicos.

No obstante, es muy importante el rescate de ideas centrales como el

acervo de códigos que, en este caso, los académicos han construido

históricamente acerca de su orden institucional ya que éste permea su

acción dentro de la universidad, es en este sentido la objetivación de

dicho acervo.

Y en este mismo sentido comenzamos a estudiar a los académicos,

recurriendo a su acervo histórico, para ir desmenuzando sus pautas de

comportamiento en la institución. Primero lo haremos observando al

conjunto de las universidades públicas, y en este recorrido visualizamos por

un lado a la estructura institucional, y por otro al comportamiento de los

académicos dentro de ésta. Con este marco histórico-institucional nos

acercamos a un grupo determinado de académicos los profesores de la

UAEM.

El enfoque postconductista, la universidad pública y la UAEM

Por último la utilización del enfoque postconductista para el estudio de los

académicos de una universidad pública se justifica por al menos dos

razones fundamentales. En primer lugar por que aspiramos a que la

metodología utilizada para el estudio de los académicos (muestra

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representativa de un universo determinado, del cual la muestra fue

establecida siguiendo ciertas reglas para garantizar representatividad) sea

útil a investigaciones de corte similar. La tesis analiza un estudio de caso a

profundidad, su fortaleza es justamente los métodos de llegar a dicha

profundidad.

En segundo lugar creemos que el enfoque individualista del

postconductismo se ha perfeccionado lo suficiente como para poder

aplicar la metodología de las encuestas a grupos como los académicos, y

al mismo tiempo evitar su visión del individuo libre de valores que antes

distinguían al enfoque. Justamente las más recientes investigaciones bajo

esta orientación se han avocado al cambio estudio de los valores en las

sociedades contemporáneas (Inglehart, 1988, 1997).

En concreto la utilización de una parte del enfoque posconductista será de

gran ayuda para reunir, sistematizar, analizar e interpretar los datos sobre la

participación institucional de los académicos en la universidad. Utilizamos

la vertiente de los estudios de cultura política que nos indica tres elementos

de dicho comportamiento, el elemento cognitivo, el afectivo y el

evaluativo. En consecuencia estaremos organizando la información

entorno a estos tres elementos indicativos de cada faceta del

comportamiento individual, pero además hemos definido un prototipo de

académico que representa una generalidad en la institución. Todo ello

habrá de enmarcarse en la estructura y tradición universitaria,

reconociendo de antemano que el académico es tal en tanto pertenece

a la institución.

El acercamiento a nuestros académicos debe tener cierto rigor, pues la

búsqueda casual o arbitraria de opiniones, de formas de acción o de

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actitudes en un grupo determinado de individuos no serviría para

demostrar parámetros consistentes de participación institucional. Serían

ejemplos casuales o fortuitos que no representarían un fuerte respaldo

empírico a nuestras proposiciones teóricas. El conocimiento de una

institución no sería completo si no estudiásemos el papel que juegan sus

miembros, el conocimiento de la institución universitaria no será integral

hasta que no indaguemos la forma en que sus académicos participan en

el diseño y cambio de su institución. Los modelos teóricos del

neoinstitucionalismo y el posconductismo, y la metodología que de ellos se

desprende, nos permite fundamentar empíricamente nuestro estudio, y

verificar o refutar las hipótesis, es decir la posibilidad de relaciones entre las

variables identificadas.

Intentaremos aplicar estas grandes líneas teóricas a nuestra institución bajo

estudio, la Universidad Autónoma del Estado de México y a sus

académicos.

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