buen escrito cultura politica insurgencia

Upload: alexair123

Post on 09-Jan-2016

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

insurgencia y cultura politica

TRANSCRIPT

  • mocrticas, alerte a los aliados de EEUU y posibles guardianes de las reservas de minerales estratgicos, para poner en marcha el brutal proceso destructor no ya slo de proyectos revolucionarios que podran haber sido modelos de los cambios en los pases africanos, sino de las mismas condiciones fsicas de supervivencia para esos pueblos. Dara la impresin que las negociaciones de Zimbabwe en el horizonte de frica Austral marcan el punto de inflexin para frica, de los nuevos tiempos que, para otros paises del Tercer Mundo que cuenten con productos im-prescindibles en la economa del norte culminar en la pblica -y un tanto obscena- implantacin del nuevo orden mundial proclamado por el extinto Bush en su triunfal guerra del Golfo. El objetivo era que no se diesen ms Mozambiques o Zimbabwes en frica negra y que las paces rematasen los pro-cesos de derrota de los gobiernos establecidos con-tra los que se desataron las nuevas guerras nacidas de antiguas paces...

    4. A modo de conclusin Los procesos de paz que en el mundo, en estos

    ltimos aos, avalan la posibilidad de que todo conflicto, por muy enconado que est, es soluciona-ble con unas negociaciones en las que se busque,

    con la honestidad y dignidad que se tenga -y ah cada quien es responsable de la suya- no slo el alto al fuego y el establecimiento de condiciones favo-rables para entenderse, sino una paz -jams absoluta o siempre relativa, como todo lo humano- que sin ninguna duda resulta mejor que cualquier guerra limpia o gris, para los pueblos que vienen padecien-do los enfrentamientos e incluso mejor para los directamente contendientes que a lo peor ya se han acostumbrado a uniformarse de odio y 'razones' fantsticas que no responden a la verdad ni an de las palabras. El tema se convierte, pues, en cmo acceder a la mesa de negociacin y, sobre todo, cmo empearse en construir la difcil paz que haga compatibles los intereses opuestos y conciliables, las posiciones que se definen como antagnicas. A estas alturas de existencia del grupo zoolgico hu-mano, a pesar de lo que actualmente vemos en las Yugoslavias absurdas, lo ms revolucionario sigue siendo vivir y posibilitar la vida a las mayoras y, desde ellas -que son las que padecen las imbciles muertes- aspirar a la sociedad humana de todos. Es posible; tambin necesario. El tema va a terminar siendo tan simple como que haya que quererlo y ponerlo en marcha. Muchas gracias!. O

    LA REINSERCION COMO CONSTRUCCIN DE UNA NUEVA FORMA DE RELACIN SOCIAL

    Fabio Lpez de la Roche. Historiador, Politlogo, Investigador Asociacin de Trabajo Interdisciplinario A.T.I.,

    Profesor Departamento de Historia Universidades de los Andes y Javeriana.

    Introduccin EI presente trabajo no pretende abordar la plura-lidad de campos, de situaciones y de problemas relacionados con el proceso de reinsercin de los excombatientes guerrilleros a la vida civil.

    La reinsercin tiene que ver con mltiples escenarios tales como la incorporacin a una actividad laboral y econmica, con el regreso al ncleo familiar o por lo menos a algn tipo de relacin familiar,

    con la recuperacin de derechos civiles a travs del indulto con la concesin a las antiguas organizacio-nes de espacios de favorabilidad poltica, con pro-gramas educativos (alfabetizacin y validacin de la primaria y el bachillerato, readmisin a la univer-sidad, formacin ciudadana, etc.), con la atencin psico-social, y con la capacitacin tcnica en deter-minadas destrezas laborales imprescindibles para el desarrollo de los proyectos productivos en los cuales se han embarcado los excombatientes.

    15

  • Se podra tambin hablar de la organizacin institucional para la conduccin del proceso de rein sercin, de los niveles de preparacin o imprepara cin del Estado y de las propias organizaciones desmovilizadas para asumir exitosamente el proce so, de las tensiones entre funcionarios de reinsercin y desmovilizados, del perfil que se le confiere a la poltica de reinsercin en el contexto de la poltica de paz, etc, etc.

    Ante la imposibilidad de abordar tantos y tan diversos campos del proceso, centraremos nuestro anlisis en algunos aspectos que han venido siendo objeto prioritario de nuestra atencin, y que tienen que ver con la reinsercin en trminos de cultura poltica, a nivel de psicologa poltica (imaginario poltico, percepcin del estado y del sistema polti-co, concepcin del antagonista poltico, etc), en sntesis, la reinsercin como un proceso que implica transformaciones sustanciales en la subjetividad de los desmovilizados en sus ideales, en sus valores, as como en sus actividades y comportamientos ante la realidad. Adems de estos planos de la cultura poltica, abordaremos otros aspectos, a travs de los cuales presentamos una propuesta de concepcin global de la reinsercin.

    Intentaremos mostrar la necesidad de que el proceso de reinsercin involucre transformaciones de cultura poltica (conocimientos, valores, actitu-des, gestos, aspectos simblicos de relaciones pol-ticas, etc.), no slo desde los desmovilizados, sino tambin desde otros actores de la vida nacional. Finalmente, mostraremos algunas posibilidades que podra entraar un adecuado manejo del proceso de reinsercin, concebido como parte constitutiva del proceso de paz y de reconciliacin nacional.

    I. La reinsercin como redefinicin de una cultura poltica de izquierda con claros rasgos de intolerancia y autoritarismo.

    Consideramos conveniente que en las polticas de reinsercin, tanto desde el gobierno como desde las organizaciones, la dimensin relacionada con las transformaciones a nivel de la subjetividad, es decir, con las rupturas y redefiniciones a nivel del mundo espiritual, conceptual y valorativo de los sujetos principales del proceso de reinsercin, reciba una mayor atencin.

    i Nos resulta fcil que los problemas relacionados con la vida cultural de las sociedades sean objeto de atencin y simultneamente objeto de polticas que

    produzcan transformaciones en dicho campo. Su-brayando "el ambiguo status de las cuestiones cul-turales", el socilogo chileno Jos Joaqun Brunner ha tratado de explicar algunas de las razones deter-minantes de esa cierta desatencin que ha existido hacia las dimensiones culturales de la vida de la sociedad, desde los estudios acadmicos, como des-de las instancias institucionales desde las cuales se piensan y se toman las decisiones: "Hablar de la cultura con sentido exige referirse a repre-sentaciones colectivas, creencias profundas, estilos cognitivos, comunicacin de smbolos, juegos de lenguaje, sedimentacin de tradiciones, etc., y no slo a los aspectos ms fcilmente cuantificables de la cultura: es decir, a los movimientos del mercado de bienes culturales. Las ciencias sociales latinoa-mericanas slo se han preocupado marginalmente de esos problemas culturales, tal vez porque ellos no se hallan situados demasiado alto en la escala del prestigio acadmico ni ocupan un lugar central en la jerarqua de los problemas que pueden ser atacados poltico-tcnicamente".

    Consideramos entonces que un buen manejo de la reinsercin requiere de un adecuado conocimien-to del mundo poltico-cultural propio de las izquier-das, de sus apuestas ideolgicas, de sus ideales y esquemas de valores.

    Las izquierdas colombianas vienen experimen-tando un interesante proceso de redefinicin de las formas tradicionales de su cultura poltica. Este proceso transcurre con desigual intensidad en de-pendencia de las caractersticas propias de cada organizacin, de sus concepciones ideolgicas, de sus estructuras organizativas, de su vinculacin o no al proceso de paz, y tambin de acuerdo a la evolu-cin particular de cada organizacin desmovilizada con posterioridad a la dejacin de armas y reincor-poracin a la vida civil.

    Simplificando, podramos afirmar que ese pro-ceso de redefinicin de la cultura poltica de las izquierdas tiene que ver con tres ejes fundamentales: 1) la recuperacin de la democracia como un ideal estratgico, y no slamente como presupuesto tc-tico, y como necesidad de la vida interna de las organizaciones polticas (habra que precisar que en el caso de las organizaciones armadas hay unos lmites obvios a cualquier eventual proceso de de-mocratizacin, dado su carcter de ejrcitos sujetos a unas jerarquas, a la obediencia a los superiores y a la disciplina militar); 2) Una mayor aproximacin

    16

  • a las realidades nacionales y a las caractersticas culturales de los colombianos desde las vertientes marxista-leninista de la izquierda (no tanto desde el M-19 que viene desde una tradicin nacionalista), sumidas tradicionalmente en esquemas pro-chinos, pro-soviticos, pro-albaneses y pro-cubanos; y 3) un proceso de secularizacin de su concepcin del mundo y de transicin a posiciones ms pragmticas y menos ideologizadas.

    En Colombia el proceso de crtica y redefinicin de la vieja cultura poltica de izquierda como proceso interno experimentado por las organizaciones, es un proceso relativamente reciente, lento, y altamente traumtico en virtud de las siguientes razones:

    1. En ese proceso de ruptura los sectores reno vadores no siempre han podido arrstar tras de s a las mayoras, como s sucedi con la desmoviliza cin del EPL, ms no en el caso del sector civilista de la U.P, o de los Crculos Bernardo Jaramillo, salidos del seno del Partido Comunista.

    2. Los asesinatos de los lderes izquierdistas Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pi- zarro, privaron a la izquierda de unos conductores en gran medida irremplazables, dotados de un enor me carisma y de un potencial renovador que los habra convertido muy probablemente a la vuelta de unos aos en lderes polticos de significacin na cional, eventualmente capaces de dar inicio a un proceso histrico de aproximacin y entendimiento entre unas fuerzas de izquierda tradicionalmente muy sectarias en su relacionamiento mutuo, y des provistas de una autntica vocacin unitaria.

    3. La precariedad de la reflexin poltica en los partidos de izquierda colombianos, carentes de idelogos que desarrollen un trabajo de reconstruc cin y adaptacin crtica de las propuestas socialis tas a los tiempos de la crisis del comunismo y del paradigma revolucionario marxista-leninista, y su aislamiento con relacin a los debates en Amrica Latina y el mundo acerca de estos temas.

    4. El desdibujamiento ideolgico y poltico del M-19, presa de sus debilidades estructurales (la inconsistencia y ambigedad de su propuesta doc trinaria y sus carencia organizativas), de la conduc cin hiper-pragmtica y personalista de Antonio Navarro, y de la ausencia de una concepcin capaz de dar cuenta de la historia reciente del pas, del pasado, de la propia organizacin, y de las expecta tivas de miles de colombianos, que despus de darle

    su voto de confianza, y haber estado dispuesto a participar en la construccin de una alternativa de-mocrtica al bipartidismo, han tenido que resignar-se a la realidad de un movimiento sin solidez orga-nizativa ni democracia interna, carente de identidad social y sin mayor claridad para plantear una poltica y un discurso coherentes ante los grandes problemas nacionales.

    A pesar de lo ambiguo y traumtico, y de lo lento de este proceso de redefinicin de la vieja cultura poltica de izquierda, este avanza, nutrindose de las reflexiones de las distintas investigaciones sobre violencia producidas en los ltimos aos por equi-pos especializados, y de las aproximaciones crticas de cientistas sociales independientes que han empe-zado a incursionar crticamente en el mundo de la cultura poltica de las izquierdas en Colombia pero sobre todo en otras latitudes de Amrica Latina

    Una segunda fuente de avance de ese proceso tiene que ver con las rupturas, revisiones crticas y nuevas perspectivas que se han venido configuran do en vsperas, durante y despus de la desmovili zacin, a nivel de los ex-combatientes del M-19, EPL, PRT y Quintn Lame.

    Mostraremos enseguida algunas lneas centra-les de la crtica al viejo paradigma marxista, adelan-tada por investigadores colombianos y latinoameri-canos (chilenos, mexicanos, etc.), y luego presentaremos algunos testimonios tomados de en-trevistas e historias de vida de excombatientes, que arrojas luces sobre algunos de los principales ejes de redefinicin de la vieja cultura poltica izquier dista.

    Los rasgos antidemocrticos de la vieja tradicin de izquierda y su crtica desde las ciencias sociales latinoamericanas

    Para que nuestra presentacin no deje la impre-sin de que desvinculamos estos rasgos del contex-to histrico en que ellos se gestaron y se constituye-ron en orientadores de comportamientos polticos de izquierda, es necesario precisar que muchos de estos fundamentos ideolgicos y elementos hege-mnicos en la concepcin de la vieja izquierda, se configuraron en ntima relacin con las dinmicas de intolerancia, autoritarismo y exclusin presentes en el sistema poltico del Frente Nacional, y se inscriben tambin en un tiempo histrico especfi-co o de las dcadas de los 60 y 70 (que para Colom-bia tal vez se prolongara hasta mediados de los 80,

    17

  • sino hasta comienzos de los 90), tiempo caracteri-zado por la presencia en el universo cultural de la izquierda latinoamericana y colombiana de unos determinados contenidos valorativos que orientaron como ideas-fuerzas su accin poltica.

    Veamos a continuacin algunas de las ideas fundamentales de ese viejo paradigma de cultura poltica izquierdista.

    1. Adhesin al modelo bolchevique de captura de poder, a partir de la cual este se podra ejercer indefinidamente en el tiempo, proscribiendo ade ms cualquier forma de competencia u oposicin poltico-partidaria.

    2. Concepcin clasista y excluyente de la socie dad y del orden deseable, sobre la cual se construye una tica clasista del comportamiento revoluciona rio, justificatoria en el caso del movimiento armado, de procedimientos delincuenciales y violatorios de los derechos humanos como el secuestro, la extor sin, el "boleteo", etc. Esta tica clasista configura enemigos absolutos e irreconciliables, condena irre mediablemente a la burguesa al exilio en la Florida, y en general se constituye en un factor de desgarra miento interno del tejido social por la va de la intolerancia y el maniquesmo clasista.

    Esta lgica clasista se expresa claramente en el lenguaje usado por los miembros de las guerrillas: 'el boleteo' y las 'vacunas' son "contribuciones" a la revolucin; el secuestro es una "retencin"; el asalto y saqueo de una oficina de la Caja Agraria, o el asesinato de un polica para hacerse a un arma, son acciones de "recuperacin" de dinero o de armas para el pueblo.

    Sobre la base de esta lgica clasista suprema-mente subjetiva y laxa en sus aplicaciones prcticas, se producen con frecuencia abusos y excesos muy cercanos a los procedimientos de la delincuencia comn. Un comandante de frente puede decidir, en base a consideraciones meramente subjetivas, quin es "boleteable" o "secuestrable". En ataques a pueblos se ha decidido de antemano golpear a co-merciantes o a dueos de establecimientos conside-rados "mala gente" por la guerrilla o por la pobla-cin.

    Nos parece que habra que prestarle ms aten-cin al universo valorativo con que funcionan las distintas organizaciones guerrillas. Cuando en me-dio de las negociaciones del Gobierno con la Coor-

    dinadora Guerrillera en Tlaxcala uno de los nego-ciadores de la guerrilla afirm que "el secuestro es un impuesto social", los medios hablaron del "cinis-mo" de la Coordinadora. Antes que cinismo cabra ver all un universo particular de valores desde el cual se lee la realidad. Nos parece que estas dimen-siones ideolgicas y culturales de la vida guerrillera deberan de ser miradas ms atentamente con el fin de avanzar en la reinsercin de los grupos desmovi-lizados y en las negociaciones de paz con la Coor-dinadora Guerrillera Simn Bolivar, sobre la base de una mayor capacidad de entender el mundo cul-tural de aquel que se reincorpora a la vida civil o con quien se adelanta un dilogo de paz.

    3. Concepcin religiosa de la poltica como adhesin a principios absolutos. El marxismo-leni nismo aparece all como la verdad absoluta y la nica forma posible de cientificidad. Se configura entonces una concepcin terminal y excluyente del conocimiento, y una imposibilidad de concebirlo como una verdad en permanente construccin.

    4. Funcionamiento de la formacin ideolgico- poltica sobre la base de un conocimiento precario y sesgado de los hechos y datos de la historia y la realidad nacional y de esquemas generalizantes y facilistas de interpretacin de la misma.

    5. Opcin por la revolucin poltica y social como un ideal de ruptura radical con el pasado y el presente, los cuales se consideran intrnsecamente perversos, y por la construccin de un orden entera mente nuevo.

    6. Intimamente ligada a la opcin anterior, una subvaloracin de la importancia de las reformas sociales y polticas (entendidas en el mejor sentido de la palabra y no como estratagemas demaggicas de la burguesa, as a veces ellas lo sean), y un menosprecio del trabajo orientado al desarrollo y perfeccionamiento de la instituciones.

    7. Subvaloracin de la democracia poltica la cual es vista peyorativamente como democracia 'formal' o 'burguesa', y de las premisas jurdico- institucionales de los regmenes democrticos (es tado de derecho, tridivisin del poder, autonoma y fortaleza del poder judicial y de los organismos de control a la accin del Estado, etc.). Contraposicin entre la democracia burguesa y la democracia socia lista, la cual no tendra ninguna relacin gentica ni de continuidad o profundizacin con la anterior.

    18

  • Habra que precisar que este menosprecio de la democracia poltica se deriva no solo y simplemen-te de una opcin ideolgica, apriorstica, que con-trapone democracia burguesa a democracia socia-lista. La subvaloracin tradicional por la gran mayora de las izquierdas colombianas de la demo-cracia burguesa o de la democracia formal tiene que ver adems con las inconsecuencias y contradiccio-nes de la democracia colombiana, que junto al man-tenimiento de una serie de instituciones propias de un estado de derecho de libertades y derechos civi-les, permite la coexistencia paralela del estado de sitio, de formas autoritarias y de represin de la protesta social legtima, de grupos de violencia pri-vada, de la impunidad y de la falta de garantas para la vida humana, as como de evidentes expresiones de intolerancia y exclusin antizqierdista.

    8. Opcin no siempre justificada y muchas ve ces deliberada, por la violencia como forma privile giada de lucha, a partir de una determinada concep cin de la accin poltica que haca de la lucha armada la 'forma superior' de la lucha poltica.

    9. Visin mesinica y paternalista de la lucha armada, como una forma sui generis de accin jus ticiera que vendra a llenar el vaco generado por la ausencia de una comunidad consciente y organizada para la defensa de sus derechos polticos, econmi cos y sociales. Incomprensin del efecto de la op cin por la lucha armada en la 'macartizacin' de la protesta social legtima y en el mantenimiento de la debilidad organizativa de la sociedad civil y de la opinin pblica en Colombia.

    10. Imposicin por el movimiento armado, de proyectos polticos y de formas de lucha, sin con sultar con la sociedad.

    11. Intimamente ligada a lo anterior, est la atribucin frecuentemente arbitraria por parte de las distintas guerrillas, de la representacin de los inte reses de la sociedad.

    12. Construccin en muchas regiones perifri cas del pas, -en parte debido a los niveles de marginalidad, arbitrariedad, corrupcin, pobreza y desigualdad imperantes en las relaciones sociales de muchas zonas de colonizacin-, de formas de "ci vilizacin autoritaria" de la sociedad (moralizacin autoritaria de las alcaldas por la va de la intimida cin, proscripcin por la va del temor y de la pena de muerte institucionalizada, del consumo de dro gas, de la prostitucin y de expresiones delincuen-

    ciales como el abigeato, etc). En varias de estas regiones la guerrilla funciona con un criterio de propiedad sobre el territorio y sobre la poblacin y en aos anteriores se producan con frecuencia com bates ente los mismos grupos guerrilleros por la posesin del territorio y por "la masa" (la gente de la poblacin civil potencialmente auxiliadora de la guerrilla).

    Las autocrticas, rupturas y redefiniciones experimentadas por los combatientes desmovilizados -:

    Mostraremos en palabras extradas de historias de vida y entrevistas realizadas con desmovilizados, algunos de las lneas de su autocrtica como sujetos de esa vieja cultura poltica de izquierda, as como de avances en la redefinicin de su propia subjetivi-dad.

    Uno de los cuestionamientos ms extendidos tiene que ver con la crtica a la manera religiosa como fue asumido el marxismo, en un proceso en que simultneamente al rompimiento con la religin catlica tradional bajo la seduccin del atesmo y de la concepcin dialctico-materialista y 'cientfica' del mundo, se produca un reemplazo, en trminos de mecanismo de creencia, de la f catlica por la f en el carcter todopoderoso de la doctrina mar- xista. Una excombatiente, recordando las sesiones de "crtica y autocrtica" en las que los militantes consultaban con el comisario poltico los asuntos de su vida privada, de la tica de las relaciones de pareja y en general, de su vida sentimental, comenta con sano humor autocrtico cuan parecidas eran esas sesiones al "yo pecador me confieso" de la tradicin catlica'5.

    Un exmilitante del Partido Comunista de Co-lombia (Marxista-Leninista), recuerda la vida del partido a comienzos de la segunda mitad de los 70 y precisa que "todo era muy estalinista, incluso yo, el seudnimo mo en la guerrilla fue' acero', en parte por Stalin y en parte por ciertos... no s, eso fue algo en la formacin de uno, ca en la religin marxista: de tener de dolos a Dios y a Cristo en mi poca juvenil, ca en el pedestal de Stalin".

    Muchos militantes han comenzado un proceso que a decir verdad no es nuevo y que han vivido cientos de militantes de izquierda crecidos al calor de los 60 y los 70, y que tiene que ver con un buceo explicativo de la propia historia cultural personal, en donde saltan a la superficie aspectos relacionados

    19

  • con la socializacin religiosa que se tuvo en la familia y en el colegio y los entroques de ella con muchas actitudes de la poca de militancia. El mismo entrevistado, comparando la formacin tradicional recibida por l en un colegio religioso de Mede-lln la cual encuentra retrospectivamente "muy plana", no puede dejar de ver las similitudes con "la forma en que trabajamos 15 aos en el PCC (M-L), planos". Otros de los ejes centrales del proceso de redefinicin ideolgica, y de valores y actitudes, est ligado al redescubrimiento por los excombatientes de la sociedad colombiana, la cual empieza a mirarse ms desprevenidamente y sin los sesgos de la ideologa. Conversando por ejemplo, en torno al tema de la relacin del PCC (M-L) con los desarrollos de las ciencias sociales en Colombia, un ex-guerrillero urbano precisa que "nosotros fuimos muy dados durante nuestro desarrollo a macartizar y a descalificar los aportes de la intelecutalidad colombiana porque inmediatamente los enfilbamos en la "social-democracia", o en "el liberalismo", o en "la intelectualidad que no se compromete con las ideas prcticas de la revolucin". Entonces era muy daina esa labor que se hacia al interior de la fuerza. Nos crebamos la visin de que nicamente nosotros tenamos la razn, tenamos claridad sobre los que estaba pasando en este pas y que los dems estaban equivocados. Entonces, que esos anlisis correspondan al de la social-democracia y que este iba en provecho de los intereses capitalistas". Otras redefiniciones tienen que ver con aspectos vinculados a los excesos y abusos cometidos en el accionar militar, y a las violaciones de derechos humanos en que se incurri en muchas ocasiones. El siguiente testiminio del mismo excombatiente urbano, interrogado acerca de qu sera lo ms negativo que el encontrara en la vida guerrillera, constituye una autocrtica cruda y desgarrada que evidencia no slo la sinceridad del cambio poltico y cultural asumido, sino los costos a nivel humano que implican estas rupturas en las actitudes y valores: "El abuso, mano. Yo creo que nosotros abusamos como guerrilla no nicamente del movimiento social, no nicamente del comn del pueblo, sino tambin al interior de nosotros. Unos compaeros abusaron de otros, en base a criterios muy personalistas, eso es lo peor que uno puede haber hecho con un compaero. La irresponsabilidad, yo pienso que

    la nuestra respecto al accionar militar, en muchas oportunidades fue lo ms negativo que nosotros pudimos haber hecho. Me parece que llegamos a un momento en que nosotros valorbamos muy poquito la vida. La salida fcil para quitarle a un tipo un revlver o una escopeta, era matarlo. Entonces yo pienso que si algo nos mat a nosotros desde el punto de vista de la imaginacin como fuerza militar, como fuerza guerrillera, fue la irresponsabilidad y el facilismo. (....) De lo que yo ms me reprocho me toc vivir (...) es matar a alguien pa' quitarle un carro, eso es hoy desde la ptica ma, lo ms denigrante que puede hacer un ser humano. O sea, ese es el extremo, el colmo, y nosotros lo hacamos, nos toc hacerlo. Maluco eso, muy maluco". Estas redefiniciones que estamos sealando no suponen, sin embargo, que los ex-combatientes asuman necesariamente una actitud de arrepentimiento total por su pasado y de consecuente conversin hacia posiciones polticas incondicionales frente al establecimiento. Muchos mantienen fuertes elementos de identidad con un pasado, con unas razones para haber tomado la decisin de lucha armada que siguen considerando fueron vlidas para su momento. Numerosos excombatientes, redefinien-do sus viejos esquematismos, mantienen su opcin por un proyecto radical de transformacin econmica y social de la sociedad que satisfaga prioritariamente los intereses, necesidades y expectativas de los sectores populares. Podramos afirmar entonces, que su radicalismo de hoy es ms cultivado, menos ideolgico y ms consciente de sus deberes democrticos, una opcin poltica personal respetable y susceptible de enriquecer un nuevo escenario poltico ampliado y pluralista en Colombia. Llama la atencin en la visin de los sectores polticos cercanos a la Coordinadora Guerrillera la recurrencia de actitudes maniqueas y condenas morales por "traicin a la revolucin", por "revisionistas" o por "social-demcratas", que se esgrimen para descalificar las opciones polticas tomadas por los desmovilizados y sus organizaciones. Si bien sera ingenuo desconocer realidades innegables como el desdibujamiento de la AD M-19 como un proyecto capaz de expresar los intereses populares, de articularse a los movimientos sociales y construir una propuesta que recoja las luchas histricas de numerosos sectores que han contribuido a la apertura reciente del sistema poltico y a evidenciar sus ras-, gos histricos de intolerancia y exclusin, habra

    20

  • que anotar que no se puede reemplazar las armas de la crtica civilizada, argumentada y convincente, por las de la tolerancia ideolgica contra las posiciones y comportamientos polticos divergentes de los pro-pios, ni mucho menos recurrir el asesinato de los desmovilizados con el argumento absurdo de que "traicionaron la revolucin".

    Estos comportamientos maniqueos estn rela-cionados en buena parte con ese tipo de cultura poltica antes presentado y con las prcticas de adoctrinamiento ideolgico de los combatientes, pe-ro tambin con los bajos niveles educativos y de experiencia poltica democrtica de los jvenes re-clutados como guerrilleros. La marginalidad, la falta de oportunidades educativas y el tipo de relaciones polticas y sociales asimtricas en las regiones marginales rurales y urbanas en donde se recluan los guerrilleros, no constituyen el escenario social ms propicio para el crecimiento de personalidades tolerante y democrticas.

    Nos parece indispensable para observar un poco desde fuera y comprender la especificidad de nues-tra situacin, como tambin las semejanzas con otras experiencias actuales de las izquierdas de Amrica Latina, comparar el cuadro de la izquierda colombiana de predominio del epteto descalifica-dor y de las acusaciones morales (izquierda radical), o de pragmatismo externo y bandazos de 180 grados sin construccin de discurso nacional alternativo ni de identidad poltica y social (caso de la AD M-19), con el cuadro de relaciones y de debate de ideas al interior de la izquierda chilena.

    Si bien en Chile tambin se da un aglutamiento de fuerzas polticas que defienden un perfil ortodo-xo marxista-leninista en el cual tiene cabida varias de las posiciones ideolgicas de la vieja izquierda, e igualmente encontramos unos sectores de izquier-da (socialistas) ms pragmticos, "social-demcra-tas", en el buen sentido de la palabra, y con tenden-cia a aproximarse a la democracia cristiana, el panorama en trminos de cultura poltica es harto distinto. La experiencia autoritaria vivida por el pueblo chileno durante la dictadura de Pinochet ha conducido a un sector de la izquierda chilena a apreciar ms el valor del ordenamiento democrtico y de sus fundamentos institucionales (el estado de derecho, los derechos individuales, las garantas jurdicas, la autonoma del poder judicial, la compe-titividad poltica, etc.) comprender y reconocer que cualquier proyecto socialista que intente materiali-

    zar aspiraciones populares legtimas de justicia eco-nmica y social, deber hacerlo retomando y per-feccionando los mecanismos de la democracia for-mal o representativa, y no prescindiendo de ellos.

    En contraste con nuestro pobre e ideologizado panorama en cuanto al debate y produccin acerca de la redefinicin de los proyectos socialistas de sociedad y a su adecuacin a los nuevos tiempos, encontramos en Chile, y en particular en el seno de la tradicin socialista, una rica e interesante refle-xin caracterizada por un nivel notorio de sofistica-cin, que coloca con el centro del debate aspecto tales como la pertinencia de insistir en la idea de "revolucin", o el lugar del marxismo y del leninis-mo en las propuestas socialistas, y propone para su discusin conceptos tales como los de "socialismo post-utpico", socialismo post-comunista", "socia-lismo reformista", "izquierda secular", "vieja y nue-va izquierda", etc. (Manuel Antonio Garretn, Jorge Arrate, Toms Moulin, Guillermo Sunkel, Jos Joaqun Brunner, Ignacio Walker, etc.).

    Habra que precisar que la redefinicin de los proyectos de izquierda en Chile tiene lugar en un pas con una tradicin de cultura poltica, en donde, a diferencia de Colombia, ha existido a lo largo del siglo XX un centro poltico hegemnico ms flexi-ble y tolerante con las opciones socialistas y comu-nistas, con excepcin de la dictadura de Pinochet. La otra diferencia sustancial que permite entender el actual proceso de la izquierda chilena y el debate a su interior en torno a la recomposicin de sus proyectos de sociedad, tiene que ver con el hecho de ser Chile un pas en donde la idea y la prctica socialista y comunista, en virtud de una serie de procesos poltico-culturales diferente a los que vivi Colombia, conquistaron mediante su accin histri-ca, las simpatas de un sector significativo de la nacin, y estuvieron asociados a los esfuerzos de modernizacin e industrializacin de la sociedad durante los gobiernos frente populistas de los aos 30 y 40.

    Otro factor que puede explicar estos dos distin-tos cuadros de debate polticos propios de las iz-quierdas chilena y colombiana, es el de las relacio-nes establecidas desde los partidos de izquierda con los intelectuales. Reconociendo que a nivel de todos los partidos comunistas y de todas las organizacio-nes marxistas-leninistas en Amrica Latina se han dado similares dificultades estructurales para confi-gurar una relacin atenta, respetuosa y no instru-

    21

  • mental con los intelectuales, podramos no obstante postular como hiptesis que en el seno de la izquier-da chilena se configuraron histricamente unas cier-tas posibilidades de expresin autnoma y de parti-cipacin creativa de los intelectuales en la vida poltica interna de las organizaciones, que en nues-tro caso no se dieron.

    Llama la atencin la ausencia de un inters ms profundo y sistemtico desde nuestras izquierdas hacia las experiencias renovadoras y reformulacio-nes de los proyectos izquierdistas que tienen lugar en Amrica Latina y en Europa. En la experiencia cultural actual de las izquierdas colombianas pro-bablemente se siga expresando cierto ensimisma-miento nacional y cierto provincianismo en relacin con el desarrollo continental y universal, que carac-terizara el conjunto de la vida cultural colombiana, las lites dirigentes incluidas, como veremos poste-riormente.

    Terminando esta primera parte, nos parece im-portante subrayar la necesidad, en el proceso de reinsercin, as como en los esfuerzos de redefini-cin de la cultura poltica de las izquierdas, de programas educativos que aborden el estudio y dis-cusin acerca de estos aspectos autoritarios y de intolerancia en la tradicin de cultura poltica iz-quierdista.

    II. La reinsercin como reconocimiento de los aspectos positivos de la tradicin poltico cultural de las izquierdas.

    Nos parece importante rescatar en una concep-cin democrtica de la reinsercin y de la reconci-liacin nacional, los aspectos positivos de la historia de las organizaciones de izquierda armadas y lega-les, vistas como movimientos sociales y polticos, como sensibilidad colectiva o como espacios de elaboracin intelectual sobre la realidad. Los acuer-dos firmados por el Gobierno Nacional con las organizaciones poltico-militares desmovilizadas parecen responder en lo que esto respecta a una clara intencin democrtica y pluralista de ampliacin de nuestra democracia y expresan su apoyo a la elabo-racin y difusin de trabajos periodsticos y de investigacin sobre la historia de dichas organiza-ciones y de sus luchas reivindicativas.

    Pensamos sin embargo, que es necesario resca-tar las facetas positivas de esa tradicin de cultura poltica no slo por estas razones democrticas que estn en la base de los acuerdos de paz, sino tambin

    por consideraciones relacionadas con la dimensin psicosocial de la reinsercin como proceso altamen te traumtico en sus implicaciones para la subjetivi dad de los desmovilizados (difusin en muchos de ellos de sentimiento de frustracin y pesimismo, de haber perdido el tiempo los aos en que se estuvo en la guerrilla, etc.). Creemos por ello que es de suma importancia en el proceso de redefinicin de los valores polticos de los ex-combatientes, y as lo expresa uno de los informes de la A.T.I sobre el trabajo de formacin ciudadana adelantado con los desmovilizados, "conservar el aprecio por los idea les y aspectos constructivos presentes en la historia personal y colectiva de los exguerrilleros y sus organizaciones". Resultara equivocado y altamente nocivo para la reinsercin psicolgica y poltica, afirmar una ptica de ruptura total con el pasado, que no vea en l sino errores y equivaciones. Ningua persona puede cambiar sus actitudes y proyectarse con optimismo y confianza hacia el futuro sin un cierto apoyo en lo bueno y positivo hecho por ella en el pasado.

    La invisibilidad de las izquierdas y la necesidad de ver tambin sus contribuciones a la dinmica democrtica.

    En la memoria del entonces Ministro de Go-bierno al Congreso en 1986, el titular de la cartera, Jaime Castro, explicaba el intento del gobierno de posibilitar la participacin institucional de las fuer-zas de la izquierda, con esta palabras: "La izquierda ha sido un hecho poltico permanente en Colombia. Se encuentra en la universidad, en los sindicatos, en los paros cvicos, en el mundo de los intelectuales. Casi toda manifestacin artstica o cultural tiene un ingrediente de ese tipo. Sin embargo, careca de expresin institucional y de acceso a las instancias decisoras. Sin compremeter el bipartidismo (las negrillas son nuestras F.L) ni el sistema democrti-co, el nuevo ordenamiento le permiti conseguir presencia poltico-electoral que no haba obtenido en la historia del pas, con reflejo adecuado en los cuerpos colegiados.

    Son ms bien excepcionales desde el discurso de los lderes nacionales del bipartidismo estos re-conocimientos a la izquierda como parte constituti-va de la vida poltica y cultural nacional. Cuando se han dado, han sido reconocimientos presionados por las circunstancias y pronunciados quizs como un recurso de autoproteccin, como en los magnicidios de Pardo Leal, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo,

    22

  • cuando el presidente Barco en tan difciles coyun-turas, ratificaba discursivamente -mientras los mi-litantes de la Unin Patritica seguan cayendo to-dos los das vctimas de la guerra sucia- la importancia del pluralismo y del respeto a las dife-rencias ideolgicas. La gran mayora de dirigentes nacionales y regionales de los dos partidos, y po-dramos decir que muy amplios sectores de la po-blacin colombiana socializados polticamente en el seno de los partidos tradicionales, no parecen tener mayor conciencia de que la historia de las izquierdas es parte constitutiva de la historia colombiana y del dilogo que un importante sector de conciudadanos ha tenido con las utopas sociales y con las revolu-ciones y experiencias internacionales de construc-cin socialista (la revolucin rusa de 1917, la revo-lucin china de 1949, la revolucin cubana de 1959, la revolucin argelina de los aos 60, la experiencia de la Unidad Popular chilena de 1970 al 73, la revolucin sandinista de 1979, etc.).

    Esta marginalidad de la izquierda en Colombia tiene que ver en parte con el arraigo histrico del bipartidismo y su carcter de base del sistema pol-tico colombiano; en parte tambin con el dogmatis-mo, el discurso poltico teoricista y el carcter ex-tranjerizante de las propuestas de los partidos de izquierda que las alejaba del mundo cultural de las grandes mayoras; y en otra buena parte con las prcticas de exclusin y los rasgos de anticomunis-mo y antizquierdismo de la cultura poltica frente-nacionalista.

    La invisibilidad de la izquierda o la visibilidad negativa de la misma, estn relacionadas tambin con el monopolio bipartidista de los medios de comunicacin de masas, cuyos directores determi-nan que es contable, que es noticiable, qu es mos-trable, a partir de una concepcin bipartidista de la democracia informativa.

    La otra causa de invisibilidad de las izquierdas est asociada a la ausencia de diarios de masas, espacios radiales o televisivos nacionales, orienta-dos por lo que pudiramos llamar un pensamiento y una sensibilidad de izquierdas, que si bien existe como sector de la opinin y como filiacin poltica de muchos colombianos que adhieren a una u otra propuesta poltica de izquierda o que se acercan a ella porque no se sienten representados por el bipar-tidismo, no encuentra sin embargo, una expresin medianamente orgnica desde los medios de comu-nicacin de masas.

    El acceso de la Alianza Democrtica M-19 a un noticiero de televisin no parece haber ampliado las posibilidades de difusin de los problemas organi-zativos, debates ideolgicos y desarrollos polticos de las izquierda, ni el espectro de propuestas tem-tica y de facetas de realidad abordadas tradicional-mente por los teleinformativos colombianos. No parece corresponder la prctica comunicativa de la nueva agrupacin poltica a aquella idea de su lder Carlos Pizarro, quien afirmara alguna vez que el M-19 debera ser un vehculo para grandes cambios y para la expresin de la gente que tiene sus tesis guardadas "esperando la oportunidad de expresarlas con libertad" todo esto resulta bastante paradjico si recordamos el inters y la imaginacin que siem-pre puso el M-19 en el manejo de los medios y los fenmenos de masas.

    Aspectos positivos del universo de valores de las izquierdas y aportaciones a la sensibilidad democrtica de la sociedad.

    Veamos enseguida, en una presentacin globa-lizante, estas facetas afirmativas del mundo valora-tivo y de la accin prctica de las izquierdas. Algu-nas han tenido que ver ms con la accin de los partidos polticos legales o con los brazos polticos de las organizaciones armadas, que con sus organi-zaciones propiamente militares.

    No est de ms aclarar que estos aspectos afir-mativos se entremezclan de manera compleja y contradictoria con esos rasgos autoritarios y de in-tolerancia que antes describamos. Los presentamos en el presente trabajo separados, slo con el fin de demostrar la presencia de estos dos 'rostros' en el accionar histrico de las izquierdas.

    Es obvio tambin que estos rasgos positivos que presentaremos a continuacin no son intemporales y varan o presentan matices particulares en las distintas organizaciones. Ellos tienen una ubicacin en un tiempo concreto de los ltimos treinta aos, y experimentan, para poner un ejemplo, en la dcada de los 80, en cuanto corpus de principios ticos, los efectos erosionadores que el narcotrfico produce en la trama general de las relaciones sociales y de los valores de la sociedad. Sufren tambin ciertos deslizamientos hacia prcticas de delincuencia co-mn, debidos, en parte, a la misma lgica de la guerra y, en buena medida, al deterioro de la moral revolucionaria por el reclutamiento de combatientes sin ninguna formacin poltica, al pasar la mayora de los grupos armados en la dcada de los 80, de

    23

  • pequeas unidades guerrilleras a una concepcin de construccin de ejrcito.

    Reconociendo la existencia al interior de los grupos armados de prcticas cercanas a la delin-cuencia comn y de eventuales procesos de bando-lerizacin, es indudable que hay en ellos un conjunto de ideales polticos que sera equivocado e inconveniente desconocer. Observemos enseguida algunos de esos rasgos positivos, que an habiendo jugado de manera diferencial, habran estado de todas formas presentes en el pasado reciente de las organizaciones de izquierda en Colombia:

    1 . El altruismo y la generosidad en la lucha

    contra la desigualdad. 'Ser de izquierda' se asoci durante mucho tiempo -naturalmente desde cierta opinin progresista-, a ser sensible a los problemas de los menos favorecidos, partidario de ideas avanzadas y del cambio, 'adalidad de causas nobles' o 'quijote'. Vale la pena recordar el altruismo de aquellos jvenes que abandonaron sus estudios universitarios, familias, comodidades, etc., y se fueron "a hacer revolucin". O la actitud de muchos hijos de familias de clase media y alta, muchos de ellos estudiantes javerianos o uniandinos, que en los sesenta y setenta se fueron a hacer trabajo popular a los barrios del suroriente de Bogot. Por entrevista e historias de vida sabemos que mviles similares han presidido la incorporacin de jvenes a los grupos armados durante la primera y la segunda mitad de los 80, y muy probablemente siguen teniendo cierta incidencia en la vinculacin actual de combatientes a los grupos guerrilleros, a pesar de la crisis de la utopa comunista y del derrumbe de los pases del "socialismo real".

    2. La solidaridad y la fraternidad, a nivel

    interno de las organizaciones, y a nivel de la relacin con las poblaciones marginadas en donde se desenvuelve la accin poltico-militar de la guerrilla. ..

    Ejemplos de esto, -tomados de la historia del EPL-, seran la ayuda mdica a la poblacin en cuanto a medicina preventiva, brigadas de salud, o la atencin de enfermos por parte de los mdicos de los campamentos guerrilleros. Tambin los esfuerzos en cuanto a modificacin o mejora de los hbitos alimenticios del campesinado (ensearles por ejemplo, a preparar y a tomar jugos, o a preparar y comer legumbres y no slo yuca, pltano y arroz). Adems las labores de alfabetizacin: muchos campesinos aprendieron a leer y a escribir gracias a la guerrilla.

    3. La valoracin de los intereses colectivos por encima de los intereses particulares y egostas. Este sentido de lo colectivo, redefinido en sus aspectos autoritarios y en sus implicaciones de aplastamiento de la individualidad -ya fuera en las estructuras poltico-militares-, es susceptible de enriquecer las formas de relacin social en Colombia, sobre la base de unas nuevas demandas de articulacin democrtica entre lo individual y lo colectivo.

    4. La crtica a la desigualdad y a la injusticia

    sociales, al status autoritario y represivo, al carcter monoplico y excluyente del sistema poltico, del Frente Nacional, estrechamente vinculada a una opcin de lucha prctica poltica y social contra tal orden de cosas.

    5. Acercamiento a los sectores populares, al

    conocimiento de sus problemas, necesidades y expectativas, y desarrollo de una cierta mstica de trabajo alrededor de las necesidades de organizacin de los sectores subalternos. Esto resulta muy importante en virtud de los siguientes factores:

    Las prevenciones histricas de las lites hacia lo

    popular, extendidas a buena parte de los sectores medios, que vienen desde el siglo XIX,, pasan por los sucesos del 9 de abril de 1948 y se expresan en las dcadas recientes en las visiones de lo popular como "lo subversivo" o "lo peligroso".

    La visin paternalista e instrumental de los po bres, muy estimulada por el sistema poltico del clientelismo.

    La desatencin y prevencin hacia el mundo or ganizativo y cultural de los sectores populares. No parece existir desde el Estado y los partidos, o desde las universidades donde se educan las futu ras lites dirigentes, un pensamiento y una prcti ca poltica que rescate como positiva e importante para la democratizacin y modernizacin de la sociedad la accin de organizaciones como la ANUC, la CUT, Fecode, AM Colombia, las Jun tas de Accin Comunal, etc.

    Cierta presuncin -bastante difundida a nivel de los funcionarios del Estado- de que las comunida des y en general los sectores populares son igno- rantes, que no tienen nada que decir ni que aportar, que no tienen perspectivas acerca de su futuro o el de su regin.

    24

  • La imposicin inconsulta de planes de desarrollo a las comunidades, en parte debida a la presuncin anterior.

    6. Tradicin de organizacin y disciplinamiento social, presente en las organizaciones marxista-le- ninista-, debida a la disciplina de partido y a la forma de organizacin celular. Esta tradicin redefinida de manera democrtica y depurada de ciertas carac tersticas conspirativas, autoritarias y de ghetto que generalmente le han acompaado, puede ser impor tante hacia el futuro, en la construccin organizativa de nuevas instituciones (de hecho ya lo ha sido), en un pas bastante desarticulado organizativamente, y con una sociedad civil dbil y dispersa.

    7. El papel importante jugado por el marxismo, asociado a las elaboraciones de la teora de la de pendencia, como herramienta de cuestionamiento a los mecanismos internacionales de dominacin eco nmica y poltica, y de crtica a la enseanza oficial tergiversadora de la historia (el silenciamiento de la violencia de los 50, la versin del 9 de abril como complot del comunismo internacional, etc), y a la cultura eclesistica dominante, jerrquica y alta mente funcional al sistema monoplico del poder del Frente Nacional.

    8. Militancia de izquierda y desarrollo de una disciplina de trabajo intelectual: varios de nuestros hoy da prestigiosos cientistas sociales desarrolla ron hbitos de trabajo intelectual y se iniciaron en un inters sistemtico por la realidad colombiana, a partir de su paso por la militancia de izquierda. Muchos de estos cientistas sociales, desde posicio nes ahora ms heterodoxas y de apertura a las dis tintas corrientes del pensamiento, mantienen cierta sensibilidad y cierto 'humanismo de izquierda' y aprecian un pasado en donde si bien reconocen sesgos doctrinarios y esquematismos, encuentran importantes elementos formativos que sembraron ideales y valores que han presidido su trabajo inte lectual individual e institucional. No sobra decir que los procesos de paz con los movimientos insurgen tes desmovilizados han sido posibles en alguna me dida, porque en las Consejeras Presidenciales han estado personas cuyo paso temporal o su cercana al mundo de las izquierdas los ha hecho capaces de entender el mundo de ese otro con quien les ha tocado negociar.

    9. Inters hacia los asuntos de la poltica, ali-mentado por la formacin marxista, y estmulo a una

    posicin activa del individuo ante los problemas relacionados con el manejo del poder (funciona-miento del estado, el mundo de los partidos, impli-caciones polticas de manejo de los medios de co-municacin, etc.).

    En sntesis, nos parece necesario subrayar una vez ms la importancia del conocimiento por parte de los funcionarios a cargo del proceso de reinser cin y de aquellos que se ocupan de las polticas de paz, tanto de los aspectos negativos arriba presenta dos, como de stas facetas afirmativas de la tradi cin de izquierda. Matizar la percepcin negativa del excombatiente por la sociedad, destacando esos aspectos positivos presentes en la historia de estos nuevos ciudadanos, puede tener sentido en el esfuer zo de vinculacin de los diferentes sectores sociales al xito del proceso de reinsercin (empresarios, potenciales empleadores, instituciones privadas y estatales, opinin pblica, etc.)

    III. La reinsercin como proceso multilateral que implica aperturas y redefiniciones desde otros aspectos.

    El trmino "reinsercin" no gusta a los desmo-vilizados en la medida en que tal palabra implica para ellos algo parecido a que los "raros" se vuelvan "normales". Tal vez tengan razn cuando argumen-tan que sera mejor hablar de "reencuentro", no solamente de los desmovilizados con la sociedad, sino de la propia sociedad colombiana consigo misma, con la Colombia perifrica y marginal de las zonas de colonizacin y de nuestras grandes ciudades, con las condiciones sociales y culturales que han generado, o que han servido de caldo de cultivo a la insurgencia armada, con esa otra historia reciente del pas que casi siempre empezbamos a conocer cuando ya se nos ha vuelto tragedia.

    La reinsercin no se puede reducir a la mera desactivacin de los movimientos armados y de los combatientes que los componen. Se supone -y la filosofa y los acuerdos de paz as lo establecen- que paralelamente a la reincorporacin a la vida civil de los exguerrilleros individualmente considerados, el gobierno adpotar polticas tendientes al desarrollo de las reas deprimidas y de los municipios ms pobres que sirvieron de escenario a la accin de los grupos armados desmovilizados. La comisin de superacin de la Violencia es muy clara al respecto cuando precisa "el problema de la reinsercin no es slo una cuestin individual", y recomienda que "adems de esta dimensin, es indispensable dirigir

    25

  • todos los esfuerzos del Gobierno sostenidos a travs del Plan Nacional de Rehabilitacin (PNR), hacia el impulsd"de una "reinsercin regional". De lo contrario, lo ms probable es que se est reincorporando a algunos grupos guerrilleros que simplemente sern reemplazados por otros al cabo de un tiempo". De otro lado, es muy importante garantizar a partir de una actitud generosa, medidas reales de favorabilidad poltica, que otorguen instancias y espacios efectivos de continuacin, en las nuevas condiciones de la civilidad, de las luchas histricas de las organizaciones guerrilleras. Hay que tener en cuenta aqu que cualquier desmovilizacin (y la eventual desmovilizacin de las FARC, del ELN o del sector disidente del EPL de Fracisco Caraballo no escapara a tal efecto), implica necesariamente ciertas dosis de frustacin, pesimismo y dispersin. Es por ello conveniente que las organizaciones desmovilizadas, dado este carcter inevitablemente traumtico del proceso de reinsercin, mantengan una cierta cohesin y una determinada autoridad y capacidad de control sobre las personas integrantes de la fuerza militar desmovilizada. De esta forma sera posible evitar o reducir a un mnimo los fenmenos de descomposicin o bandolirizacin. Necesidad de redefiniciones en la herencia poltico-cultural frentenacionalista No tan slo los desmovilizados tienen que entrar en un proceso de transformacin de valores y de redificiones de actitudes polticas. El bipartidismo tiene que empezar tambin a revisar crticamente el funcionamiento de la subjetividad poltica de los directores regionales y nacionales de los partidos, de los miembros de base y mandos medios de sus colectividades: sus formas de socializacin y de educacin poltica, sus estereotipos, sus intolerancias, sus complicaciones antodemocrticas y vicios ancestrales. Uno de los ejes de transformacin del bipartidismo tiene que ver con cmo constituir desde la orientacin del desarrollo y desde su accin poltica una concepcin moderna y democrtica de lo pblico, que tome distancia de sus prcticas histricas de privatizacin bipartidista y patrimonio del Estado, con sus secuelas de corrupcin, privilegios, falta de transparencia en la cuestin pblica y violencia en la defenda del abuso institucionalizado. No se

    puede no ver que sobre este tipo de corrupcin se montan precisamente proyectos como el de moralizacin autoritaria de las alcaldas impulsado por algunos sectores de la UC-ELN. Otra necesidad inaplazable es la de rectificar una tradicin civilista ambigua que cohonesta no slo con la corrupcin, sino adems con el paramilitarismo, con la guerra sucia y con el homicidio con fines poltico-electorales. Creemos que los partidos tienen que repensar tambin sus formas tradicionales de relacionarse con el dirigente popular, con el defensor de derechos humanos, con el sindicalista, el miembro de un partido de izquierda, el militante, etc. La visin bipartidista de las izquierdas: necesidad de pensarlas positivamente. En trabajos anteriores hemos hecho referencia al fuerte arraigo en la cultura colombiana del anti comunismo "criollo" de procedencia eclesistica y de inspiracin inicialmente antiliberal, as como a la influencia de un anticomunismo ms "moderno" asociado a la difusin en nuestro medio de la doc trina de la seguridad nacional. Estos dos influencias doctrinarias se han articulado a las prcticas de exclusin institutcional de las izquierdas por el sistema del Frente Nacional, y se han reforzado tambin de alguna manera con la opcin de lucha poltica violenta asumida por las izquierdas en estas ltimas dcadas. Nos parece que hoy da se hace necesario redefinir esa vieja actitud de negarle un espacio poltico e institucional a las fuerzas de izquierda y adelantar iniciativas pedaggicas y simblicas que reduzcan la arraigada intolerancia anticomunista y antizquierdista. Observamos en la Colombia de hoy visiones no slo poco generosas, sino mezquinas, que no le confieren ningn lugar, ni ninguna posibilidad de aportar a la construccin de un nuevo pas, a las izquierdas: periodistas que ante quien reivindique una bandera socialista, o algn elemento positivo del marxismo, inmediatamente lo tildan de "dinosaurio" o de "anacrnimo". Aqu habra que subrayar tambin el provincialismo de algunos sectores de la opinin ilustrada, en cuya visin del mundo parece no tenerse en cuenta el papel jugado por la idea y la prctica del socialismo en la construccin democrtica en otras latitudes: por el Partido comunista italiano, el Partido socialista francs o el socialismo chileno, para poner slo tres ejemplos. Varios editorialistas y columnistas de los grandes diarios bipartidistas conciben la reinsercin co-

    26

  • mo el proceso de desactivacin y entrega de los equivocados, o de arribo a la sensatez de unos grupos de desadaptados sociales.

    _. Muchas de estas unilaterales opiniones perio-dsticas expresan tal vez un comprensible resenti-miento de sectores de la sociedad afectados directa-mente por el "boleteo", la "vacuna" y el secuestro guerrillero. En este punto habra que reconocer el enorme desprestigio que este tipo de acciones delin-cuenciales de la guerrrilla ha proyectado sobre el conjunto de las fuerzas polticas de izquierda y sobre el movimiento popular. Tales procedimientos no solamente han estimulado el surgimiento y prolife-racin de grupos paramilitares, sino que han sem-brado en muchos de los afectados un espritu revan-chista y fuertes resistencias a las polticas de solucin dialogada del conflicto armado.

    Lo preocupante de estas voces es que en muchas ocasiones, llevados ya sea por sus sesgos ideolgi-cos o por su resentimiento, hablan como si al pas al cual se reinsertan hoy los desmovilizados fuera un paraso de virtudes, una sociedad modelo de justicia social y econmica, de relaciones sociales basadas en una clara tica del bien comn, o tuviera un sistema poltico tolerante y difano en su funciona-miento con las fuerzas de oposicin. En sntesis, como si la reinsercin consistiera meramente en un proceso de vuelta a la obediencia de las ovejas descarriadas, y no demandara simultneamente pro-fundas transformaciones estructurales en la vida socioeconmica y en la cultura poltica de los gru-pos y sectores integrantes de nuestra sociedad.

    Sugerimos entonces que hacia la solucin del conflicto interno, el fortalecimiento democrtico del sistema poltico y de la gobernabilidad de nuestra sociedad, resultara conveniente un estmulo desde los sectores dominantes a la posibilidad de que todo el potencial de mstica de trabajo, de solidaridad, de democratizacin social, presente en el mundo de las izquierdas, pueda ser orientado hacia formas ms constructivas y transaccionales de accin social, que trasciendan la mera actitud contestara y asuman otra ms positiva; que no eludan la crtica a los vicios del movimiento sindical o a las carencias del movimiento popular, pero tampoco el necesario cuestionamiento al orden establecido y la institucio-nalidad.

    En sntesis, se tratara de pensar positivamente a las izquierdas, de imaginar actuando en el escena-

    rio nacional y regional a una izquierda secular, imaginativa, autocrtica, transaccional, respetuosa de la filiacin catlica de la poblacin, sintonizada con los problemas nacionales y regionales y capaz de contribuir junto con otras fuerzas al progreso del pas.

    La jerarqua eclesistica y su relacin excluyente con el cristianismo popular y la teologa de la liberacin

    Otro eje central de redefnicin de actitudes y valores excluyentes, es el que tiene que ver con la modificacin de la actitud autoritaria y jerrquica de la Iglesia oficial para con el cristianismo y la teolo-ga de la liberacin. En el seno de las distintas tendencias y expresiones polticas y sociales presen-tes en el cristianismos popular hay todo un conjunto de valores asociados a una visin ms horizontal de la sociedad, de solidaridad, de trabajo en beneficio de los sectores menos favorecidos e incluso una visin y una vivencia de la vida cotidiana y de la sexualidad menos prohibitiva y obscurantista que aquellas que han primado desde el discurso eclesistico oficial

    A pesar que en la teologa de la liberacin no siempre el afn igualitario est asociado a una clara conciencia del valor de la libertad, de la democracia poltica, y de los fundamentos institucionales del ejercicio democrtico , es claro que en la sociedad colombiana, los medios de comunicacin y la propia iglesia como institucin tienen que abrirle al cristia-nismo popular un espacio de participacin, de deba-te y de accin social, en donde exprese y confronte sus lecturas de la realidad, y pueda desarrollar una dinmica de distanciamientos crticos y de consen-sos, de autocrtica y de enriquecimiento, desde su perspectiva, de las alternativas polticas y sociales del desarrollo nacional. La apertura en el seno de la Iglesia a un dilogo respetuoso y ms atento con el cristianismo popular parte importante del proceso global de apertura democrtica de la sociedad co-lombiana.

    Una eventual negociacin de paz con la UC-ELN, en donde se expresan sectores cristianos de izquierda, sera slo uno de los procesos que podra eventualmente estimular nuevas formas de relacin social entre la Iglesia y los cristianos, y sacar del marginamiento a un sector del cristianismo colom-biano estigmatizado y excluido por las jerarquas desde los tiempos de Camilo y de los sacerdotes del grupo de Golconda, hasta nuestros das.

    27

  • Las redefiniciones desde los militares y los organismos de inteligencia

    Los militares no pueden quedarse al margen de este proceso de "reinsercin general" de la sociedad. Una confrontacin de ms de treinta aos contra la insurgencia armada de izquierda mediada adems por una lectura del conflicto interno como expresin de la confrontacin Este-Oeste, ha hecho mella en la percepcin del mismo y de los actores involucrados en l desde la contraparte. Si bien, a diferencia , de lo imaginado tradicionalmente por la izquierda, no ha habido en Colombia un corpus ideolgico integral ni una aplicacin sistemtica de la doctrina de Seguridad Nacional, varios autores coinciden en que si se han dado algunos elementos y se siguen expresando actualmente algunos remanentes de la doctrina de Seguridad Nacional. Estos remanentes tendran que ver sobre todo con tres aspectos: a.-el anticomunismo radical; b.-la concepcin del enemigo interno y c.-la concepcin doctrinaria de la inteligencia militar.

    Hay que reconocer, sin embargo, que los procesos de paz y reinsercin adelantados por las administraciones de Barco y Gaviria han mostrado cambios positivos en la actitud de las FF. AA. que ha sido ms favorable a la poltica de paz gubernamental, que cuando el proceso de B. Betancurt. En varias regiones, oficiales de las FF.AA. han contribuido con buena voluntad y transparencia a la buena marcha de la reinsercin y a la seguridad de los desmovilizados.

    El informe de la Comisin de Superacin de la Violencia, as como varios documentos gubernamentales, han recomendado la necesidad de propiciar la aproximacin de los militares a la sociedad y vice versa, y la vinculacin de la sociedad civil a la formulacin y orientacin de las polticas de seguridad y de manejo del orden pblico, que no deben ser de exclusiva competencia de los militares.

    Sera deseable adems, estimular a travs de programas educativos, cambios en la percepcin por

    parte de los militares y de los miembros de la polica, del sindicalista, del dirigente del magisterio, del lder popular o de izquierda, etc.. Esto es muy im portante sobre todo a nivel de los organismos de inteligencia. Sabemos de casos de personas que en los aos setenta u ochenta estuvieron vinculados al movimiento sindical y magisterial, para los cuales esa participacin poltica de entonces se ha conver tido posteriormente en un estigma, en causa de persecusin u hostigamiento por parte de organimos de seguridad del Estado, estando muchas veces esas personas actualmente alejadas de cualquier activi dad poltica o gremial.

    La reinsercin como eslabn central del proceso de paz y de una poltica mayor de reconciliacin nacional

    No parece haber una clara conciencia ni una decidida voluntad desde las esferas gubernamenta-les para hacer de la realizacin exitosa de la reinser-cin un eslabn fundamental para el avance del proceso de paz con la Coordinadora Guerrillera y para jalonar esa tarea mayor y nada fcil de la reconciliacin nacional.

    La reinsercin puede jugar un papel central en la ampliacin de la legitimidad de las instituciones polticas sobre la base de su transformacin demo-crtica y de la apertura real y no simplemente ret-rica del sistema poltico. El gobierno debe cuidar ms del proceso de reinsercin y vincular ms decididamente a ella a los gremios, las organizaciones sociales, los parti-dos polticos, las instituciones estatales, los medios de comunicacin, y al ciudadano comn, mostrando que ella compete no solamente al Estado y a las organizaciones desmovilizadas. Hay una queja ge-neralizada por el bajo perfil de la reinsercin. Se hace necesario venderle a la opinin el proceso de reinsercin, manejarlo simblicamente, mostrar lo positivo de l, y hacer que la gente lo asocie a un proceso mayor y mucho ms importante: el de la reconciliacin nacional.

    Bibliografa y Notas

    1 Brunner, Jos Joaqun, Un Espejo Trizado. Ensayos sobre cultura y polticas culturales, Facultad Latinoamericana de Ciencias Socia les FLACSO, Santiago de Chile, 1988, pp.207-208.

    2 Me refiero a informes como el de Snchez, Gonzalo (Coordinador), Colombia: Violencia y Democracia, Universidad Nacional, Bogot, 1987; a los avances de investigacin publicados en la revista Anlisis

    por el Equipo Interdisciplinario de Investigacin sobre Conflicto Social y Violencia en Colombia del CINEP, o al reciente informe de la comisin de Superacin de la Violencia publicado bajo el ttulo de Pacificar la Paz. Lo que no se ha negociado en los acuerdos de paz, Instituto de Estudios Polticos.

    3 De los trabajos de investigacin y ensayos crticos dedicados a las cuestiones de la cultura poltica de la izquierda en relacin al socialismo, a la democracia, a los medios de comunicacin, a la cultura

    28

  • de masas, o a los procesos de secularizacin y de renovacin de la izquierda, publicados en otras latitudes, podramos citar las siguien-tes: Brunner, J. J., op. cit. 409-438; Castaeda, J., "Latinoamrica y el fin de la Guerra Fra, en Nexos No. 153, Mxico, 1990; Degregori, C. I., Qu difcil es ser Dios. Ideologa y violencia poltica en Sendero Luminoso, El Zorro de abajo ediciones, Lima, 1990; Garretn, M. A., "Socialismo Real y Socialismo Posible", Material de Discusin FLAC-SO, No. 126, Santiago de Chile, 1990; Lechner, N., "La democrati-zacin en el contexto de una cultura posmoderna", en Foro, No. 14, Bogot, 1991; Lechner, N., "Democracia y Modernidad. Ese desen-canto llamado posmoderno", Foro, No. 10,1989; Lechner, N., Los patios interiores de la democracia, FLACSO, Santiago de Chile, 1988; Moulin, T., "Democracia y Socialismo en Chile", Santiago, 1983; Sunkel G., Razn y pasin en la prensa popular. Un estudio sobre cultura popular, cultura de masas y cultura poltica, ILET, Santiago de Chile, 1985; Walker, I., Socialismo y Democracia. Chile y Europa en perspectiva comparada, CIEPLAN-HACHETTE, Santia-go de Chile, 1990. Para el caso colombiano, en donde la discusin sobre la cultura poltica de las izquierdas dista mucho de un adecuado nivel de problematizacin y de sofisticacin, pero donde, sin embargo, se ha avanzado notoriamente en el estudio de la insurgencia armada y de sus especificidades nacionales y regionales, podramos citar los siguientes artculos y trabajos de investigacin: Snchez, R., "Iz-quierdas y democracia en Colombia", Foro, No. 10, Bogot, 1989; Snchez, R., "El bloqueo de la izquierdas como tercera alternativa", Foro, No. 9 Bogot, 1989; Medina, M., "La crisis de la izquierda en Colombia", Foro, No. 15, Bogot, 1991; Pizarra, E., las FARC1949-1966. De la autodefensa a la combinacin de todas las formas de lucha, Tercer Mundo Editores e Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, Bogot, 1991; Pizarra, E., "Elementos para una sociologa de la guerrilla colombiana", Anlisis Poltico, No. 12, Bogot, 1991; Ramrez, W., Estado, Violencia y Democracia, Tercer Mundo Editores e Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional, Bogot, 1990; Ramrez, W., "Las frtiles cenizas de la izquierda", Anlisis Poltico, No. 10; Lpez F., "Autoritarismo e intolerancia en la cultura poltica", Anlisis, NO. 6, CINEP, Bogot, 1992; Lpez, F., "Crisis y renovacin de la izquierda radical", Foro, No. 15, Bogot, 1991; Lpez, F., "El reencuentro del EPL con la sociedad", Anlisis No. 5, CINEP, Bogot, 1991; Lpez, F., "El pensamiento de Gramsci, la Alianza Democrtica y la poltica en Colombia" en Antonio Gramsci y la realidad colombiana, Ediciones Foro Nacional por Colombia, Bogot, 1991; Lpez, F., "Izquierda y cultura poltica colombiana 1919-1959", Anlisis, No. 4, CINEP, Bogot, 1990.

    4Sobre estos casos se pueden leer en varios de los trabajos de Alfredo Molano, en particular en Aguas arriba. Entre la coca y el oro, El Ancora Editores, Bogot, 1992.

    5Ver la presentacin de las relatoras de trabajo de los grupos en el "Informe de Trabajo del Primer Seminario-Taller sobre historia polti ca, social y de la cultura en Colombia durante el siglo XX, y Cultura Poltica de las Izquierdas 1960-1992, realizado en la Ceja (Antioquia) los das 14 y 15 de febrero de 1992, por la Asociacin de Trabajo

    Interdisciplinario, A.T.I., como parte del Programa de Formacin Ciudadana "Educacin para el reencuentro del EPL con la sociedad".

    6 Entrevista con Jess Martnez, Medelln, 26 de julio de 1991. 7 Ibidem.

    8 Entrevista con Javier Reynaldo fosada, Medelln, 29 de julio de 1991. 9 Ibidem.

    10 Ver el artculo 'Chile, ecos de las recientes elecciones. Comunistas fueron la sorpresa", Voz, Edicin 1698, semana del 9 al 15 de julio de 1992, p. 13.

    11 Ver Walker Ignacio, op. ct., captulo 5. 12Ibidem. 13 Idem.

    14 Comentando una versin previa de esta ponencia con el historiador chileno Hugo Fazio, coincidamos en esta dea sobre el papel de los intelectuales en las izquierdas chilenas y colombiana.

    15 Ver a este respecto el punto II del texto "Acuerdo Final Gobierno Nacional-Ejrcito Popular de Liberacin", del 15 de febrero de 1991 (mimeo), denominado "Promocin" (del proceso de paz-F.L), y espe cficamente el numeral 1 sobre "publicidad" que en sus aportes f y b establece el apoyo a la edicin de un libro sobre la historia del EPL en el proceso de paz, as como la transmisin televisiva de unos programas acerca de la organizacin desmovilizada.

    16 Ver Lpez F., "Evaluacin del trabajo realizado por la Asociacin de Trabajo Interdisciplinario A.T.I. en el primer Seminario-Taller de Reinsercin organizado por la Oficina Nacional de Reinsercin de la Presidencia de la Repblica, en el mes de noviembre de 1991 en El Ocaso (Cundnamarca)",(mmeo), Bogot.

    17 Castro, J. "Apartes de las memorias del Ministro de Gobierno, Jaime Castro, al congreso 1986", en Lara P., Siembra vientos y recogers tempestades, Sexta Edicin, Planeta Colombiana Editorial, S.A., Bogot, 1991. P.284.

    18 Ver el excelente relato comparativo del comandante del M-19 Libardo Parra Vargas ("Osear") acerca de las formas de relaciona- miento poltico-discursivo con la poblacin manejadas por la izquier da y los partidos tradicionales, en Beccassino A., M-19 El Heavy Metal Latino Americano, Santodomingo Fondo Editorial, Bogot, 1989, p. 167.

    19 Ver el aparte dedicado a Medios de Comunicacin y Violencia en Snchez G., (coordinador), op. cit.

    20 Pizarra Carlos, entrevista realizada por ngel Beccassino, 13 de julio de 1989, en Beccassino, ngel, Op. Ci. p. 108.

    21 Vase Beccassino, op. cit,.

    22 Sobre esto ver por ejemplo Zambrano F., "El miedo al Pueblo", Anlisis No.2, CINEP, Bogot, 1989.

    23 Vase Reyes A., Lo que no se ha negociado en los acuerdos de paz, op. cit..

    24 Vase Lpez F., Anlisis N56, op. cit. 25 Vase Leal F., "Surgimiento, auge y crisis de la doctrina de seguridad nacional en Amrica Latina y Colombia", Anlisis Poltico NB15, 1992.

    29