bruner, jerome - actos de significado

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  • PREFACIO

    Los libros son como cimas de montaas que sobresalen del mar. Aun-que parezcan islas independientes, son en realidad estribaciones de unageografa subyacente que es, al mismo tiempo, local y parte de un patrnuniversal. De esta manera, aunque es inevitable que los libros sean reflejode un tiempo y un lugar determinados, forman parte de una geografa inte-lectual ms general. Este libro no es una excepcin.

    Lo he escrito en un momento en que la psicologa, la ciencia de lamente, como William James la llam en una ocasin, ha llegado a frag-mentarse como nunca antes en su historia, Ha perdido su centro y corre elriesgo de perder la cohesin necesaria para asegurar que se produzca eseintercambio interno que podra justificar la divisin del trabajo entre suspartes. Y las partes, cada una con su propia identidad organizativa, su pro-pio aparato terico y, a menudo, sus propias revistas, se han convertido enespecialidades cuyos productos son cada vez menos exportables. Demasia-do a menudo, las partes se encierran en su propia retrica y se afslan en supropia parroquia de autoridades. Se corre el riesgo de que, con este auto-encierro, cada parte (y el agregado que constituye la totalidad de la psico-loga. cada vez ms parecido a una especie de centn o jarapa) se encuen-tre cada vez ms lejos de otras investigaciones dedicadas a la comprensinde la mente y la condicin humana: investigaciones pertenecientes al cam-po de las humanidades y otras ciencias sociales.

    Puede que existan buenas razones para lo que ha ocurrido; quiz inclu-so sea reflejo de un cambio de paradigma en las ciencias humanas. Ellado biolgico de la psicologa ha abandonado su viejo cuartel generalpara unir sus fuerzas con las neurociencias. Las ciencias cognitivas, denuevo cuo, han absorbido a muchos de aquellos que antes trabajaban en

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  • 12 Actos de significado

    las villas de la percepcin, la memoria o el pensamiento, que ahora se con-ciben como variedades de procesamiento de informacin. Estos nuevosalineamientos pueden ser para bien; podran aportar un vigor terico nue-vo e inesperado a la tarea de comprender al ser humano.

    Pero, a pesar de las particiones y la fragmentacin que parecen estarproducindose, no creo ni que la psicologa est llegando a su fin ni queest eternamente condenada a vivir en provincias segregadas. Ya que lapsicologa como empresa es muy anterior a su conversin oficial en unconjunto de divisiones autnomas. Sus grandes temas e interrogantes anestn vivos. La fundacin, en 1879, del laboratorio de psicologa experi-mental de Wundt en Leipzig no elimin estos interrogantes. Se limit arevestirlos de ropajes nuevos: el nuevo estilo positivista, tan caro a loscorazones de nuestros precursores de finales del siglo XIX. El propioWundt, en sus ltimos aos, reconoci hasta qu punto el nuevo estilo delaboratorio poda ser restrictivo y, al proponer su psicologa cultural,nos exhort a abrazar un enfoque ms histrico e interpretativo para enten-der los productos culturales del hombre.

    Los psiclogos actuales obtenemos todava un generoso sustento denuestro distante pasado preposirivista: Chomsky reconoce su deuda conDescartes, Piaget no puede concebirse sin Kant; ni Vygotsky, sin Hegel oMarx; y lo que un da fuera formidable bastin de la psicologa, la teoradel aprendizaje, se construy sobre los cimientos que haba puesto JohnLocke. Y, si los seguidores de Freud hubieran conseguido liberarse delmodelo de la bioenergtica, que era el aspecto ms superficial de su teo-ra, la estatura terica del psiconanlisis habra seguido creciendo. Larevolucin cognitiva, ms reciente, habra resultado inconcebible enausencia del clima filosfico de su tiempo, sobre el que se sustentaba. Y,ciertamente, si echamos un vistazo ms all de las fronteras de la psicolo-ga oficial a nuestras disciplinas hermanas de las ciencias sociales, nossorprender el renovado y vivo inters actual por cuestiones clsicas plan-teadas durante el siglo que sigui a la fundacin del laboratorio de Leipzigpor hombres como Peirce y Nietzsche, Austin y Wittgenstein, Jakobson yde Saussure, Husserl y Cassirer, Foucault y Searle.

    No tiene nada de extrao, por consiguiente, que se haya producido unareaccin contra el estrechamiento y el encerramiento en s misma queaflige" a la psicologa. La comunidad intelectual ms amplia tiende cadavez ms a hacer caso omiso de nuestras revistas, que a los legos en lamateria les parece que contienen principalmente estudios de poca monta e

    Prefacio 13

    intelectualmente desubicados, cada uno de los cuales no es ms que unarespuesta 4 un puado de pequeos estudios similares. En el interior de lapsicologa, hay inquietud y preocupacin por el estado en que se encuentranuestra disciplina, y se ha producido ya el comienzo de la bsqueda denuevos medios para refonnularla. A despecho de la tica predominante,favorable a la realizacin de estudios pequeos y primorosos, y de 10que Gordon Allport denomin en una ocasin la metodolatrta, las gran-des cuestiones psicolgicas se estn volviendo a formular; cuestiones queataen a la naturaleza de la mente y sus procesos, cuestiones sobre cmoconstruimos nuestros significados y nuestras realidades, cuestiones sobrela formacin de la mente por la historia y la cultura.

    y estas cuestiones, que a menudo se investigan con ms vigor fuera dela psicologa oficial, se estn reformulando con la sutileza y el rigornecesarios para producir respuestas ricas y fecundas. Actualmente, sabe-mos mucho mejor cmo enfocar las grandes comparaciones cuya resolu-cin siempre ha constituido un reto para la psicologa. La comparacin delhombre y.sus precursores en la evolucin, el hombre como nio inmaduroy el hombre en plena madurez, el hombre en estado de buena salud y elhombre afectado por la enfermedad mental o la alienacin, la. naturalezahumana expresada en diferentes culturas, y, por supuesto, tambin lacomparacin entre el hombre de carne y hueso y las mquinas construidaspara imitarlo. Todas y cada una de estas cuestiones han avanzado cuandonos hemos decidido a formular preguntas sobre temas tan tab como lamente, los estados intencionales, el significado, la construccin de la reali-dad, las reglas mentales, las formas culturales, y cosas por el estilo. Nocabe duda de que la navaja de Occam, al advertimos que no multiplicse-mos las entidades conceptuales ms de lo necesario, no pretenda deste-rrar de las ciencias de lo mental a la mente misma. Ni los principios induc-tivos de John Stuart Mili queran sofocar todas las formas de curiosidadintelectual salvo aquellas que pudieran ser reducidas mediante experimen-tos controlados.

    Este libro est escrito en contra del trasfondo en que se encuentrasituada la psicologa actuel, con sus confusiones, sus dislocaciones y susnuevas simplificaciones. Le he puesto el ttulo de Actos de significadopara subrayar su tema principal: la naturaleza de la construccin del signi-ficado, su conformacin cultural, y el papel esencial que desempea en laaccin humana. El hecho de que escriba un libro como ste justo en estemomento no es un capricho autobiogrfico, aunque el lector no tardar en

  • 14 Actos de significado

    darse cuenta de que proyecta mi propia historia como psiclogo, ya pro-longada. Pero toda voz individual, como nos ha enseado Bajtin, est abs-trada de un dilogo. He tenido la inmensa fortuna de participar prolonga-damente en los dilogos que han formado y reformado la psicologa. Loque vaya decir en los captulos que vienen a continuacin refleja mi puntode vista acerca de en dnde se encuentra situado el dilogo en la actuali-dad.

    Este libro no pretende ser un estudio exhaustivo de todos y cada unode los aspectos del proceso de construccin del significado. Esa sera, detodos modos, una empresa imposible. Ms bien, es un intento de mostrarcmo debe ser una psicologa que se ocupe esencialmente del significado,cmo esta se convierte inevitablemente en una psicologa cultural, y cmodebe aventurarse ms all de los objetivos convencionales de la cienciapositivista, con sus ideales de reduccionismo, explicacin causal y predic-cin, No es necesario tratar estos tres ideales como si fuesen la SantsimaTrinidad. Porque, cuando nos ocupamos del significado y de la cultura,inevitablemente nos movemos en direccin a otro ideal. Reducir el signifi-cado o la cultura a una base material, decir que dependen. pongamospor caso, del hemisferio izquierdo, es trivializar ambos fenmenos al ser-vicio de un concretismo mal entendido. Aferrarnos a la explicacin en fun-cin de las causas nos impide intentar comprender cmo interpretan susmundos los seres humanos y cmo interpretamos nosotros sus actos deinterpretacin. Y, si damos por supuesto que el objeto de la psicologa(como el de cualquier empresa intelectual) es lograr la comprensin, porqu nos resulta siempre necesario comprender con antelacin a los fen-menos que hay que observar (que es a lo que se reduce la prediccin)?No son preferibles las interpretaciones plausibles a las explicaciones cau-sales, sobre todo cuando para lograr una explicacin causal nos vemosobligados a artificializar lo que estudiamos hasta tal punto que casi nopodemos reconocerlo como representativo de la vida humana?

    El estudio de la mente humana es tan difcil, se encuentra tan inmersoen el dilema de ser a la vez el objeto y el sujeto de su propio estudio. queno puede limitar sus indagaciones a las formas de pensamiento que sedesarrollaron a partir de la fsica de ayer. La tarea es tan apremiantementeimportante que merece toda la rica variedad de inteligencia y perspicaciaque seamos capaces de aportar a la comprensin de lo que el hombrepen-sa de su inundo, de sus congneres y de s mismo. Este es el espritu con elque hemos de avanzar.

    AGRADECIMIENTOS

    Apenas puedo empezar a enumerar a todas las personas e institucionesque han dado forma a.este libro. Porque, en muchos aspectos, representanno slo mis pensamientos ms actuales sino tambin, por as decir, unretorno de lo reprimido. Algunas influencias, por consiguiente, Seencuentran en el pasado lejano, como las del Department of Social Rela-tions de Harvard donde, a lo largo de una dcada que comenz a mediadosde los aos 50, me nutr de la compaa de personas como Clyde Kluck-hohn y Gordon Allport, Talcott Parsons y Henry Murray. Era un departa-mento que tena un propsito, y todos los meses nos reunamos en un

    se~nario para intentar desvelar ese propsito: cmo conciliar los puntosde vls~a sobre el Hombre como individuo particular con los puntos de vista

    d~l ffil~mo como expre~in de la cultura y como organismo biolgico. Lasdiscusiones que sostemamos aquellos mircoles por la tarde estn refleja-das de algn modo en las pginas que vienen a continuacin.

    y despus vino la Soc Sci 8, Concepciones del Hombre, en la queGeorge Miller y yo intentamos convencer a una generacin de estudiantesde Harvard y Radcliffe de que, para conocer al Hombre, hay que verlo enel contexto del reino animal a partir del cual evolucion, en el contexto de

    l~ cultura y el lenguaje que proporcionan el mundo simblico en el queVive, y a la luz de los procesos de crecimiento que coordinan estas dosfuerzas tan poderosas. Por aquel entonces habamos llegado al convenci-miento de que la psicologa no poda enfrentarse a la tarea por s sola. Esonos llev a desarrollar nuestra propia versin de una ciencia humana inter-disciplinaria de Educacin General. y durante la mayor parte de la dcadade los 60, de septiembre a mayo, nos las arreglamos para ir un paso pordelante de nuestros estudiantes.

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  • 18 Actos de significado

    y en medio de todo esto se fund el Centro de Estudios Cognitivos,sobre el cual tendr ocasin de hablar mucho ms en el primer captulo. Silo menciono aqu es slo para reconocer mi deuda a otra comunidad quecontribuy a convencerme (a estas alturas no precisamente en contra de mivoluntad) de que las fronteras que separaban campos tales como la psico-loga, la antropologa, la lingstica y la filosofa eran cuestin de conve-niencia administrativa y no de sustancia intelectual.

    y tambin estn esos contertulios vitalicios que constituyen nuestroOtro Generalizado: George Miller, David Krech, Alexander Luria, Barbellnhelder, Clifford Geertz, Albert Guerard, Roman Jakobson, Morton Whi-te, Elting Morison, David Olson. Y la lista no est completa, porque hedejado fuera a mis antiguos estudiantes: los ms recientes, de Nueva York;los primeros, de Harvard; y, en medio, los de Oxford.

    Varios amigos leyeron los primeros borradores de este libro y mehicieron sugerencias muy tiles: Michael Cale, Howard Gardner, RobertLifton, Daniel Robinson y Donald Spence. Les agradezco mucho su ayu-da.

    Tengo una deuda muy especial con mis anfitriones de Jerusaln que,en diciembre de 1989, me hicieron la vida tan extraordinariamente agrada-ble cuando pronunci las conferencias que llevan el nombre de Jerusa-lem-Harvard Lecrures en la Hebrew University; mi deuda se refiere espe-cialmente al presidente, Amnon Pazi, el rector Yoram Ben-Porath, elprofesor Shmuel Eisenstadt y Ms. Liat Mayberg. Las conferencias quepronunci en Jerusaln dieron lugar al primer borrador de este libro.Pocas veces he hablado a una audiencia tan sumamente implicada y tanbien informada como la que se reuna aquellas tardes de diciembre enMonte Scopus. Sus comentarios y preguntas marcaron el comienzo de unafructfera revisin. Tambin quiero agradecer sinceramente la subvencinde la Fundacin Spencer con la que se financi el trabajo en que se basaeste libro.

    Por fin puedo expresar mi agradecimiento a mi editor, Arthur Rosen-thal, que, a lo largo de los aos, ha censurado cualquier intento de mencio-nar su nombre en los prefacios por parte ma y de otros autores agradeci-dos. Hemos conseguido, por fin, eludir la censura de su lpiz por el hechode que est a punto de abandonar la direccin de Harvard Universiry Presspara pasar a dirigir otros asuntos en otra parte. Arthur Rosenthal, comoeditor, constituye una recompensa al trabajo tenaz, una forma de vida. Y,por si esto fuera poco, tambin estn las otras figuras en que se encarna la

    Agradecimientos 17

    editorial: Angela van der Lippe, siempre animando con su caractersticahabilidad, y Camille Smith

    l, correctora de manuscritos llena de paciencia e

    imaginacin.He dedicado este libro a Carol Pleisher Feldman, mi esposa y colega.

    Es algo que no puede sorprender a nadie.

  • Captulo 1EL ESTUDIO APROPIADODEL HOMBRE

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    Quiero comenzar adoptando como punto de partida la RevolucinCognitiva. El objetivo de esta revolucin era recuperar la mente en lasciencias humanas despus de un prolongado y fro invierno de objetivis-rno. Pero lo que voy a contar a continuacin no es la tpica historia delprogreso que avanza siempre hacia adelante'. porque, al menos en mi opi-nin, actualmente esa revolucin se ha desviado hacia problemas que sonmarginales en relacin con el impulso que originalmente la desencaden.De hecho, se ha tecnicalizado de tal manera que incluso ha socavado aquelimpulso original. ~sto no quiere decir que haya fracasado: ni muchomenos, puesto que la ciencia cognitiva se encuentra sin duda entre lasacciones ms cotizadas de la bolsa acadmica. Ms bien, puede que sehaya visto desviada por el xito, un xito cuyo virtuosismo tcnico le hacostado caro. Algunos crticos sostienen incluso, quiz injustamente, quela nueva ciencia cognitiva; la criatura nacida de aquella revolucin, haconseguido sus xitos tcnicos al precio de deshumanizar el concepto mis-mo de mente que haba intentado reinstaurar en la psicologa, y que, deesta forma, ha alejado a buena parte de la psicologa de las otras cienciashumanas y de-lashurnandades.?

    En breve me extender ms sobre estas cuestiones. Pero, antes deseguir adelante, quiero explicar cul es el plan de este captulo y de losque vienen a continuacin. Una vez echada una mirada retrospectiva a larevolucin, quiero pasar directamente a hacer una exploracin preliminarde una nueva revolucin cognitiva, que se basa en un enfoque ms inter-pretativo del conocimiento cuyo centro de inters es la construccin de

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  • 20 Actos de significado

    significados. Este enfoque ha proliferado durante los ltimos aos en laantropologa, la lingstica, la filosofa, la teora literaria, la psicologa, yda la impresin de que en cualquier parte a la que miremos hoy en da.3Tengo la sospecha de que este vigoroso crecimiento es un esfuerzo porrecuperar el impulso original de la primera revolucin cognitiva. En cap-tulos posteriores, intentar desarrollar este esquema preliminar con algu-nos ejemplos concretos de investigaciones situadas en las fronteras entre lapsicologa y sus vecinos de las humanidades y las ciencias sociales, inves-tigaciones que recuperan aquello a lo que me he referido como el impulsooriginario de la revolucin cognitiva.

    Pero, para empezar, vaya contarles sobre qu creamos yo y mis ami-gos que trataba la revolucin all a finales de los aos 50. Creamos que setrataba de un decidido esfuerzo por instaurar el significado como el con-cepto fundamental de la psicologa; no los estmulos y las respuestas, ni laconducta abierta~ente observable, ni los impulsos biolgicos y su trans-formacin, sino el significado. N o era una revol ucin contra el conductis-mo, animada por el propsito de transformarlo en una versin ms adecua-da que permitiese proseguir con la psicologa aadindole un poco dementalismo. Edward Tolman ya 10 haba hecho, con escasos resultados."Era una revolucin mucho ms profunda que todo eso."Su meta era descu-brir y describir formalmente los significados que los seres humanos crea-ban a partir de sus encuentros con el mundo, para luego proponer hiptesisacerca de los procesos de construccin de significado en que se basaban.Se centraba en las actividades simblicas empleadas por los seres huma-nos para construir y dar sentido no slo al mundo, sino tambin a ellosmismos' Su meta era instar a la psicologa a unir fuerzas con sus discipli-nas hermanas de las humanidades y las ciencias sociales, de carcter inter-pretativo. Ciertamente, bajosla superficie de la ciencia cognitiva, de orien-tacin ms computacional, esto es precisamente 10 que ha ocurrido; alprincipio, con lentitud, y ahora cada vez con ms mpetu. Y as, hoy en daencontramos florecientes centros de psicologa cultural, antropologa cog-nitiva e interpretativa, lingstica cognitiva y, sobre todo, una prsperaindustria de mbito mundial que se ocupa, como nunca haba sucedidodesde los tiempos de Kant, de la filosofa de la mente y del lenguaje. Pro-bablemente sea un signo de Jos tiempos el que las dos personas encargadasde pronunciar las Jerusalem-Harvard Lectures del ao ~cadmico 1989-90fusemos representantes precisamente de esta tradicin: el profesorGeertz, en el mbito de la antropologa; y yo mismo, en el de la psicologa.

    El estudio apropado del hombre 21

    La revolucin cognitiva, tal y como se coacibi originalmente, vena aexigir prcticamente qU\( la psicologa uniera fuerzas con la antropologa yla lingstica, la filosofa y la historia-incluso con la disciplina del Dere-cho. No es sorprendente y, desde luego no fue una casualidad, el que enaquellos primeros aos el comit asesor del Centro de Estudios Cognitivosde Harvard estuviera compuesto por un filsofo, W. V. Quine, un historia-dor del pensamiento, H. Stuart Hughes, y un lingista, Roman Jakobson.O que entre los miembros del Centro hubiera casi tantos filsofos, antro-plogos y lingistas como psiclogos propiamente dichos (entre. otros,exponentes del nuevo constructivismo como Nelson Goodman). Y por loque se refiere al Derecho, tengo que decir que varios miembros distingui-dos de esa facultad acudan ocasionalmente a nuestros coloquios. Uno deellos, Paul Freund, reconoci que acuda por que le pareca que en el Cen-tro estbamos interesados en cmo afectan las reglas (reglas como las dela gramtica, ms que leyes cientficas) a la accin humana, y, en resumi-das cuentas, ese es tanibin el objeto de la jurisprudencia.'

    Creo que a estas alturas debera haber quedado totalmente claro que loque pretendamos no era reformar el conductismo sino sustituirlo. Comodijo algunos aos despus mi colega George Miller: Colgamos en lapuerta nuestro nuevo credo y esperamos a ver qu pasaba. Todo fue muybien; tan bien, en realidad, que puede que en ltima instancia hayamossido vctimas de nuestro propio xito."

    Podra escribirse un ensayo absorbente sobre la historia intelectual delltimo cuarto de siglo intentando averiguar qu sucedi con el impulsooriginario de la revolucin cognitiva, cmo lleg a fraccionarse y tecnica-lizarse. Quiz sea mejor que la redaccin de la historia completa quedepara los historiadores del pensamiento. Basta con que ahora nos fijemos enalgunos indicadores del camino, los suficientes para que podamos hacer-nos una idea de cul era el terreno intelectual sobre el que nos movamostodos nosotros. Por ejemplo, algo que sucedi muy temprano fue el cam-bio de nfasis del significado H a la informacin, de la construccindel significado al procesamiento de la informacin. Estos dos temas sonprofundamente diferentes. El factor clave de este cambio fue la adopcinde la computacin como metfora dominante y de la computabilidad comocriterio imprescindible de un buen modelo terico. La informacin es indi-ferente con respecto al significado. Desde el punto de vista computacional,la informacin comprende un mensaje que ya ha sido previamente codifi-cado en el sistema. El significado se asigna a los mensajes con antelacin.

  • 22 Actos de signHicadO

    No es el resultado del proceso de computacin ni tiene nada que ver conesta ltima salvo en el sentido arbitrario de asignacin.

    El procesamiento de la informacin inscribe los mensajes en una direc-cin determinada de la memoria o los toma de ella siguiendo las instruc-ciones de una unidad de control central, o los mantiene temporalmente enun almacn amortiguador, manipulndolos de formas prescritas: enumera,ordena, combina o compara la informacin previamente codificada. El sis-tema que hace todas estas eosas permanece ciego respecto al hecho de silo que se almacena son sonetos de Shakespeare o cifras de una tabla denmeros aleatorios. Segn la teora clsica de la informacin, un mensajees informativo si reduce el nmero de elecciones alternativas. Esto implicala existencia de un cdigo de elecciones posibles establecidas. Las catego-ras de la posibilidad y los ejemplos concretos que comprenden se proce-san de acuerdo con la sintaxis del sistema, es decir, de acuerdo con susposibles movimientos. De acuerdo con esta disposicin, la informacinslo puede tener algo que ver con el significado en el sentido de un diccio-nario: el de acceder a la informacin lxica almacenada siguiendo un siste-ma codificado de direcciones. Hay otras operaciones que guardan algnparecido con el significado, tales como permutar un conjunto de entradascon el fin de contrastar los resultados con un criterio determinado, comosucede en el caso de los anagramas o en el juego del Scrabble. Pero el pro-cesamiento de informacin no puede enfrentarse a nada que vaya ms allde las entradas precisas y arbitrarias que pueden entrar en relaciones espe-cficas estrictamente gobernadas por un programa de operaciones elemen-tales. Un sistema como este no puede hacer nada frente a la vaguedad, lapolisemia o las conexiones metafricas y connotativas. Cuando parece quelo hace, es como un mono en el Museo Britnico, dando can la solucindel problema mediante la aplicacin de un~goritmo demoledor o embar-cndose en la aventura de aplicar un heurstico arriesgado. El procesa-miento de informacin tiene necesidad de planificacin previa y reglasprecisas." Excluye preguntas de formacin tan anmala como estas:Cmo est organizado el' mundo en la mente de un fundamentalista isl-mico? o En qu se diferencian el concepto del yo de la Grecia homri-ca y el del mundo postndustrial?. Y favorece, en cambio, preguntas deeste tipo: Cul es la mejor estrategia para proporcionar informacin decontrol a Un operador con el fin de asegurar que mi vehculo se mantengaen una rbita predeterminada?. Ms adelante, tendremos ms cosas que-decir sobre el significado y los procesos que lo crean. Estos procesos estn'

    El estudio apropiado del hombr9 23

    sorprendentemente alejados de 10 que normalmente recibe el nombre deprocesamiento de informacin.

    Dado que en el mundo postindustrial se estaba produciendo una Revo-luci~ Informativa, no es sorprendente que se produjese esa acentuacin.~a pscologfa y las cie~cias sociales en general siempre han sido muy sen-sibles. mucha~ veces hipersensibles, a las necesidades de la sociedad quelas acoge. Y SIempre ha SIdo una especie de reflejo intelectual de la psico-loga acadmica el redefinir al hombre y su mente a la luz de las nuevasnecesidades so~iales. y no es sorprendente que, dadas estas condiciones,se haya producido un cambio de inters correlativo, que ha llevado de la~e?te y el sig~ificado a los ordenadores y la informacin. Porque, a prin-cipros de los anos 50, los ordenadores y la teora computacional se habanconvertido en la metfora matriz del procesamiento de la informacinDado un nmero de categoras de significado lo bastante bien formadasdentro de un dominio determinado como para ser la base de un cdigo deoperacin, un ordenador adecuadamente programado habra de ser capazde hacer verdaderos prodigios de procesamiento de informacin con unconjunto mnimo de operaciones; y este es el reino de los cielos tecnolgi-co. Muy pronto, la computacin se convirti en el modelo de la mente, yen el lugar q.u~ ocupaba el concepto de significado se instal el conceptode computabl~ldad .. Los procesos cognitivos se equipararon con los progra-mas que podae ejecutarse en un dispositivo computacional, y nuestros

    e~fuerzos por esemprender, pongamos por caso, la memoria o la forma-c~n de conceptos, eran fructferos en la medida en que ramos capaces desrmular de forma realista la memorizacin o la conceptualizacin humanascon un programa de ordenadorf Esta lnea de pensamiento se vio enorme-mente auxiliada ~or la revo~ucionaria idea de Turing de que cualquier pro-g~~a computa~lOnal, con independencia de lo complejo que fuera. podaImitarse mediante una Mquina Universal de Turing, mucho ms senci-lla, y que efectuara sus clculos con un conjunto finito de operacionesbas.tante primitivas. Si adoptamos la costumbre de pensar que esos com-pleJ~s programas son mentes virtuales (por tornar prestada la frase deDaniel Dennet), no tenemos ya ms que dar un pequeo pero crucial pasopara acabar cr~yendo que las mentes reales y sus procesos, al igual quelas mentes VIrtuales y los suyos, podran explicarse de la mismamanera?

    ~ste n~evo reduccionismo proporcion un programa sorprendentemen-te hbertano para la ciencia cognitiva que estaba naciendo. Su grado de

  • 24 Aetos de significado

    permisividad era tan elevado que incluso los antiguos tericos del aprendi-zaje E-R y los investigadores asociacionistas de la memoria pudieron vol-ver al redil de la revolucin cognitiva, en la medida en que envolvieronsus viejos conceptos con el ropaje proporcionado por los nuevos trminosdel procesamiento de la informacin. No haba ninguna necesidad de tra-pichear con los procesos mentales o con el significado. El lugar de losestmulos y las respuestas estaba ocupado ahora por la entrada (input) y lasalida (output), en tanto que el refuerzo se vea lavado de su tinte afectivoconvirtindose en un elemento de control que retroalimentaba al sistema,hacindole llegar informacin sobre el resultado de las operaciones efec-tuadas. En la medida en que hubiese un programa computable, habamente.

    Al principio, esta especie de retrucano de la mente no pareci provo-car el tradicional pnico antimentalista entre unos conductistas aparente-mente conversos. A su debido tiempo, sin embargo, comenzaron a resur-'gir nuevas versiones de antiguas controversias ya clsicas y familiares,especialmente en relacin con las discusiones sobre la denominadaarquitectura del conocimiento: el problema de si esta debe ser concebi-da como un conjunto de estructuras de reglas jerrquicamente organiza-das, como las de la gramtica, mediante las cuales se acepta, se rechaza ose combina la entrada de informacin, o si, ms bien, debera concebirsecomo una red conexionista organizada de abajo a arriba cuyo control seencuentra completamente distribuido, como en los modelos PDP (Proce-samiento Distribuido en Paralelo), modelos muy parecidos a la antiguadoctrina asociacionista pero a la que se habra sustrado la sntesis creati-va de Herbart. La primera opcin simulaba la tradicin psicolgica racio-nalista-mentalista o de arriba a abajo, yendo y viniendo (on toda facilidadentre las mentes reales y las virtuales; la segunda ela una nueva ver-sin de aquellas posturas de las que Gordon Allport se mofaba en suscharlas tachndolas de empirismo baldo. El computacionalismo de laCosta Este de Estados Unidos trabajaba con trminos mentalistas. comoreglas, gramticas y cosas por el estilo. Los de la Costa Oeste noqueran tener nada que ver con este mentalismo simulado. El campo debatalla no tard mucho en empezar a presentar un aire cada vez ms tradi-cional y familiar, aunque los vehculos que lo recoman eran mucho msveloces y gozaban de un nmero de caballos de potencia formalista,mucho mayor. Pero el hecho de si sus maniobras tenan algo que ver con'la mente o slo con la teora de la computacin sigui siendo una cuestin

    El estudio apropiado del hombre 25

    que ambas partes consideraban infinitamente posponible. A quienes seatrevan a formular la pregunta se les aseguraba que el tiempo dira si,como reza el dicho anglosajn, con-la oreja de un cerdo se"poda o nohacer un bolso de seda. lO

    Era inevitable que, siendo la computacion la metfora de la nuevaciencia cognitiva y la computabilidad el criterio necesario, aunque no sufi-ciente, de la funcionalidad de una teora en la nueva ciencia, se produjeseun resurgimiento del antiguo malestar respecto al mentalismo. Con lamente equiparada a un programa, cul sera el status de los estados roen.tales (estados mentales a la vieja usanza, identificables no por sus caracte-rsticas programticas en un sistema computacional, sino por su vitola sub-jetiva)? En estos sistemas no haba sitio para la mente (emente en elsentld de estados intencionales como creer, desear, pretender, captar unsignificado). No tard mucho en alzarse la voz que peda la erradicacinde estos estados intencionales dentro de la nueva ciencia. Y probablemen-te no hay ningn libro publicado, ni siquiera en el apogeo de los primerostiempos del conductismo, que pueda igualar el celo antimentalista de FromFolk Psychology to Cognitive Science [De la psicologa popular a la cien-cia cognitivaJ de Stephen Srch.!! Ciertamente no faltaron esfuerzos diplo-mticos para hacer las paces entre los viejos y quisquillosos cognitivistasde corte mentalista y los flamantes antimentalistas. Pero todos estos inten-tos se reducan, o a seguir la corriente a los mentalistas o a intentar engatu-sarlos. Por ejemplo, Dennett propuso que lo que haba que hacer era sim-plemente actuar como si la gente tuviera estados intencionales que leshicieran comportarse de determinadas maneras; ms adelante, descubrira-mos que no necesitamos esas nociones tan imprecisas.U Paul Churchland' .admiti a regaadientes que, aunque era un problema interesante el porqu la gente se aferra a ese mentalismo errneo y simple, la cuestin esque esto era algo que haba que explicar, y no algo que haba que dar porsupuesto. Quiz, como deca Churchland, la psicologa popular parecedescribir cmo suceden realmente las cosas, pero cmo podran una creen-cia un deseo o una actitud ser causa de alto en el mundo fsico, es decir.en el mundo de la compuractonf!' La mente, en sentido subjetivo, era o unepi fenmeno que surga del sistema computacional bajo determinadascondiciones, en cuyo caso no poda ser causa de nada, o no era ms queuna manera en que la gente hablaba sobre la conducta despus. de haberocurrido (es decir, otra salida del sistema), en cuyo caso era una conductams, que simplemente necesitaba un grado mayor de anlisis lingstico.

  • 26 Actos d!t significado

    y, por supuesto, no voy a dejar de hacer mencin del natvismo de Jq:ryFodor: la mente tambin podra ser un subproducto de procesos innatosincorporados en el sistema, en cuyo caso sera un efecto ms que una cau-sa.!"

    El renovado ataque a los estados mentales y la intencionalidad venaacompaado.de un ataque parecido al concepto de agentvidad. Los cient-ficos cognitivos, en general, no tienen nada que objetar a la idea de que laconducta est dirigida, incluso dirigida a metas. Si la direccionalidad estgobernada por los resultados de computar la utilidad de resultados altema-tivos, sta resulta perfectamente admisible y, de hecho, constituye inclusola pieza maestra de la seora de la eleccin racional. Pero la ciencia cog-nitiva, en su nueva modalidad, a pesar de la hospitalidad que exhibe haciala conducta dirigida a metas, se muestra an cautelosa respecto al concep-

    .ro de agentividad. Porque la agentvidad supone la conducta de laaccin bajo el dominio de estados intencionales. De manera que, actual-mente..la accin basada en creencias, deseos o compromisos morales -amenos que sea puramente estipulativa en el sentido de Dennett- es consi-derada por los cientficos cognitivos bienpensantes como algo que hay queevitar a toda costa. Es algo as como el libre albedro para los determinis-tas.t5 No faltaron arrojados guerrilleros que se rebelaron contra el nuevoantiintencionalismo, como los filsofos John Searle y Charles Taylor, o elpsiclogo Kenneth Gergen, o el antroplogo Clifford Geertz, pero sus pun-tos de vista fueron marginados por el grupo mayoritario de cientficos ads-critos al computacionalismo.!''

    Me doy perfecta cuenta de que posiblemente estoy dando una imagenexagerada de 10 que sucedi con la revolucin cognitiva cuando se viosubordinada al ideal de la computabilidad en el edificio de la ciencii cog-nitiva. He notado que, cuando un cientfico cognitivo ortodoxo utiliza laexpresin Inteligencia Artificial (aunque sea slo una vez), casi siempreaade en maysculas las iniciales IA entre parntesis: (IA)>>. Me pareceque este acto de abreviacin puede indicar dos cosas. La forma abreviadapodra ser la reduccin que prescribe la ley de Zipf segn la cual el tama-o de una palabra o una expresin es inversamente proporcional a su fre-cuenca -c-como en el caso de televisin que acaba por abreviarse enTV--, lo cual indicara que la abreviatura (IA)>> es una forma de cele-brar una ubicuidad y difusin de mercado similares en ambos productos.Lo que proclaman con orgullo las iniciales lA es que son aplicables atodos los artefactos mentalodes, incluso a la mente misma, si considera-

    El estudio apropiado del hombre 27

    mos que esta no es ms que otro artefacto,yriartefacto que responde a lasleyes de la computacin. 'Pero, por otra yarte, la abreviatura puede ser unsigno de vergenza: ya sea porque hay un aura de obscenidad en el hechode artificializar algo tan natural como la inteligencia (en Irlanda, dicho seade paso, lA es la pudorosa abreviatura de Inseminacin Artificial), o por-que lA es una forma de abreviar una expresin que, en versin ntegr~,podra parecer un oxmoron (la viveza de la inteligencia unida a la langu-dez de la artificialidad). El orgullo de la ley de Zipf y la vergenza delocultamiento son, ambos, merecidos. No cabe ninguna duda de que laciencia cognitiva ha contribuido a nuestra comprensin de cmo se hacecircular la infonnacin y cmo se procesa. Como tampoco le puede caberduda alguna a nadie que se lo piense detenidamente de que en su mayorparte ha dejado sin explicar precisamente los problemas fundamentalesque inspiraron originalmente la revolucin cognitiva, e incluso ha llegadoa oscurecerlos un poco. Por eso, vamos a volver a la cuestin de c~opuede construirse una ciencia de lo mental en tomo al concepto de signifi-cado y los procesos mediante los cuales se crean y se negocian los signifi-cados dentro de una comunidad

    11

    Comencemos por el concepto mismo de cultura, especialmente supapel constitutivo. Lo que era obvio desde el primer momento era quizdemasiado obvio para ser apreciado en su totalidad, al menos por nosotros,los psiclogos, que tenemos el hbito y la tradicin de pensar desde-.pun~sde vista ms bien individualistas.rLos sistemas simblicos que los indivi-duos utilizaban al construir el significado eran sistemas que estaban ya ensu sitio. que estaban ya all, profundamente arraigados en el lenguaje yla cultura. Constituan un tipo muy especial de juego de herramientascomunal, cuyos utensilios, una vez utilizados, hacan del usuario un reflejode la comunidad. Los psiclogos nos concentrbamos en estudiar cmoadquiran los individuos estos sistemas, cmo los hacan suyos, ms omenos igual que podramos preguntamos cmo adquiran los organismosen general sus adaptaciones especializadas al entorno natural. Incluso nossentamos interesados (una vez ms, de forma individualista) por la dispo-sicin innata y especfica del hombre para el lenguaje.' Pero con pocasexcepciones, entre las que hay que destacar a Vygotsky, no prestamos

  • 28 Actos de significado

    atencin al impacto que la utilizacin del lenguaje tena sobre la naturale-za del hombre como especie.!"

    Tardamos mucho en damos cuenta plenamente de lo que la aparicinde la cultura significaba para la adaptacin y el funcionamiento del serhumano. No se trataba slo del aumento de tamao y potencia de nuestrocerebro, ni de la bipedestacin y la liberacin de las manos. Estos no eranms que pasos morfolgicos de la evolucin que no habran tenido dema-siada importancia si no fuera por la aparicin simultnea de sistemas sim-blicos compartidos, de formas tradicionales de vivir y trabajar juntos; enuna palabra, de la cultura bumanajSl Rubicn de la evolucion humana secruz cuando la cultura se convirti en el factor principal a la hora de con-formar las mentes de quienes vivan bajo su frula. Como producto de lahistoria ms que de la naturaleza, la cultura se haba convertido en el mun-do al que tenamos que adaptamos y en el juego de herramientas que nospermita hacerlo. Una vez cruzada la lnea divisoria, ya no poda hablarsede una mente natural que se limitaba a adquirir el lenguaje como unaccesorio. Ni poda hablarse de la cultura como afinadora o moduladora delas necesidades biolgicas. Como diceClifford Geertz, sin el papel consti-tutivo de la cultura somos monstruosidades imposibles... animales incom-pletos, sin terminar, que nos completamos o terminamos a travs de la cul-tura.18

    Estas conclusiones son actualmente banales en la antropologa, pero noen la psicologa! Hay tres buenas razones para mencionarlas ahora, al prin-cipio mismo de nuestra exposicin. La primera es una cuestin metodol-gica de hondo calado: el argumento constitutivo., La participacin delhombre en la cultura y la realizacin de sus potencialidades mentales atravs de la cultura hacen que sea imposible construir la psicologa huma-na basndonos slo en el indivduo.Xomo mi colega de hace tantos aos,Clyde Kluckhohn, deca con insistencia, los seres humanos no terminan ensu propia piel; son expresin de la cultura. Considerar el mundo como unflujo indiferente de informacin que es procesada por individuos, cada unoactuando a su manera, supone perder de vista cmo se forman los indivi-duos y cmo funcionan. O, por citar de nuevo a Geertz, no existe una

    ;naturaleza humana independiente de la culturae.J?

    La segunda razn es consecuencia de lo que acabamos de decir, y nomenos convincente/Dado que la psicologa se encuentra tan inmersa enla cultura, debe estar organizada en torno a esos procesos de construc-cin y utilizacin del significado que conectan al hombre con la cultura.

    El estudio apropiado del hombre 29

    Esto no nos conduce a un mayor~rado bjetividad en la psicologa;es exactamente todo lo contrario. En virtud de nuestra participacin en facultura, el significado se hace pblico y compartido. Nuestra forma devida, adaptada culturalmente, depende de significados y concepros com-partidos, y depende tambin de formas de discurso compartidas que sir-ven para negociar las diferencias de significado e interpretacin. Comointentar describir en el captulo tercero, el nio no entra en la vida de sugrupo mediante la ejercitacin privada y autista de procesos primarios,sino como participante en un proceso pblico ms amplio en el que senegocian significados pblicos. y, en este proceso, 'los significados no lesirven de nada a menos que consiga compartirlos con los dems: Inclusofenmenos aparentemente tan privados como los secretos (que tam-bin son en s mismos una categora cultural mente definida), una vezrevelados, resultan ser pblicamente interpretables e incluso banales;exactamente igual de estructurados que cuestiones admitidas abiertamen-te. Existen incluso procedimientos normalizados para presentar excu-sas por nuestra excepcionalidad, cuando los significados que pretendennuestros actos resultan oscuros, formas tpicas de hacer pblico el signi-ficado relegitimando de esta forma lo que pretendemos." Por ambiguo opolismico que sea nuestro discurso, seguimos siendo capaces de llevarnuestros significados al dominio pblico y negociarlos en l. Es decir,vivimos pblicamente mediante significados pblicos y mediante proce-dimientos de interpretacin y negociacin compartidos. La interpreta-cin, por densa que llegue a ser, debe ser pblicamente accesible, o lacultura caer en la desorganizacin y sus miembros individuales conella.

    L~ tercera razn por la que la cultura ha de ser un concepto fundamen-tal de la psicologa radica en el poder de lo que voy a denominar Folk psy-chology (epsicooga popular.) La psicologa popular, a la que est dedi-cada el segundo captulo de este libro, es la explicacin que da la culturade qu es lo que hace que los seres humanos funcionen. Consta de una teo-ra de la mente, la propia y la de los dems, una teora de la motivacin, ytodo lo dems. Debera llamarla etnopsicologa por el paralelismo ter-minolgico con expresiones como etnobotmca, etnofarmacologfa yesas otras disciplinas indgenas que terminan por ser desplazadas por elconocimiento cientfico. Pero la psicologa popular, aunque cambie, nuncase ve sustituida por paradigmas cientficos. Y ello se debe a que la psicolo-ga popular se ocupa de la naturaleza, causas y consecuencias de aquellos,

    ,

  • 30 Actos de significado

    estados intencionales -c-creencias. deseos, intenciones, compromisos-edespreciados por el grueso de la psicologa cientfica en su esfuerzo porexplicar la accin del hombre desde un punto de vista que est fuera de lasubjetividad humana, lo que Thomas Nagel denominaba, en feliz expre-sin, el punto de vista de ninguna parte.21 De manera que la psicologapopular sigue dominando las transacciones de la vida cotidiana. Y aunqueexperimente cambios, se resiste a ser domesticada y pasar al mbito de laobjetividad. Porque se encuentra enraizada en un lenguaje y una estructuraconceptual compartida que estn impregnados de estados conceptuales: decreeencias, deseos y compromisos. "Y, como es reflejo de la cultura, parti-cipa tanto en la manera que la cultura tiene de valorar las cosas como ensu manera de conocerlas. De hecho, tiene que hacerlo as, porque las insti-tuciones culturales orientadas normativamente ~Ias ley-es, las institucio-nes educativas, las estructuras familiares-e- sirven para inculcar la psicolo-ga popular. Ciertamente, la psicologa popular, a su vez, sirve parajustificar esa inculcacin. Pero esta es una historia de la que nos ocupare-.mas ms adelante.

    La psicologa popular no es inmutable. Vara al tiempo que cambianlas respuestas que la cultura da al mundo y a las personas que se encuen-tran en l. Merece la pena plantearse la pregunta de cmo los puntos devista de hroes intelectuales como Darwin, Marx y Freud se van transfor-mando gradualmente y terminan por ser absorbidos por la psicologapopular, y digo esto para dejar claro que (como veremos en el ltimo cap-tulo) ta psicologa cultural resulta a menudo indistinguible de la historiacultural.

    La furia antimentalista contra la psicologa popular sencillamenteyerra el blanco. La idea de desprendernos de ella, como quien suelta las-tre en aras de liberarnos de los estados mentales en nuestras explicaciones,cotidianas de la conducta humana equivale a tirar a la basura los fenme-nos mismos que la psicologa necesita explicar. Nos e~perimentamos anosotros mismos y a los dems mediante categoras de la: psicologa popu-lar. Es a travs de la psicologa popular como Ia g~nt: se anticipa y juzgamutuamente, extrae conclusiones sobre si su vida merece o no la pena,etc. etc. Su poder sobre el funcionamiento mental del hombre y la vidahumana radica en que proporcicea el medio mismo mediante el cual lacultura conforma a los seres humanos de acuerdo con sus requerimientos.Al fin y al cabo, la psicologa cientfica forma parte de ese mismo procesocultural, y su postura hacia la psicologa popular tiene consecuencias para

    la cultura en que existe, cuestin esta de la que vamos a ocuparnos a con.tinuacin.

    III

    Pero estoy yendo demasiado lejos y demasiado rpido, y estoy pasan-do atropelladamente sobre los reparos que suelen hacer que los cientficosde la conducta eludan una psicologa centrada en el significado, orientadaculruralmente. Sospecho que se trata de los mismos reparos que facilitaronel que la Revolucin Cognitiva eludiese algunas de sus metas originales.Estos reparos se refieren fundamentalmente a dos cuestiones, que son,ambas, cuestiones fundamentales de la psicologa cientfica. El primerotiene que ver con la restriccin y depuracin de los estados subjetivos, notanto como datos de la psicologa, ya que el operacionalismo nos permiteaceptarlos, por ejemplo, como respuestas discriminativas, sino comoconceptos explicativos. Y, ciertamente, lo que acabo de decir acerca delpapel mediador del significado y de la cultura y su encarnacin en la psi-cologa popular parece cometer el pecado de elevar la subjetividad a unstatus explicativo. Los psiclogos nacimos en el positivismo y no nos gus-tan fas nociones relativas a estados intencionales, tales como la creencia,el deseo o las intenciones, como explicaciones. El otro reparo se refiere alrelativismo y el papel de los universales. Una psicologa basada en la cul-tura suena corno si inevitablemente tuviera que atascarse en el cenagal delrelativismo precisando una teora psicolgica distinta para cada cultura queestudiemos. Voy a ocuparme de cada uno de estos dos reparos por tumo.

    En mi opinin, buena parte de la desconfianza que provoca el subjeti-vismo de nuestros conceptos explicativos tiene gue ver con la supuestadiscrepancia que existe entre lo que las personas dicen y lo que hacen deverdad. Una psicologa sensible a la cultura (especialmente si otorga unpapel fundamental a la psicologa popular como factor mediador) est 'ydebe estar basada no slo en lo que hace Il gente, sino tambin en lo quedicen que hacen, y en lo que dicen que los llev a hacer lo que hicieron,Tambin se oCUJ>a de lo que la gente dice que han hecho los otros y porqu. Y, porencima de todo, se ocupa de cmo dice la gente que es su mun-do. Desde el rechazo de la introspeccin canto mtodo fundamental de lapsicologa, hemos aprendido a considerar que esos relatos verbales noson de fiar; incluso que, de alguna extraa manera filosfica, no son ver-

  • 32 Actos de significadO

    dad. Nuestra preocupacin por los criterios verificaci?nistas del significa-do como ha sealado Richard Rorty, nos ha convertido en devotos d~ la

    pr~iccin como criterio de la buena ciencia, inclu~da la bu~na 'pSICO-loga.22 Por consiguiente, juzgamos lo que la gente dice s,obre SIID1Sm~,ysobre su mundo, o sobre los dems y sus mundos respectivos, en funcincasi exclusivamente de si predice o proporciona una explicacin verifica-ble de lo que hace, ha hecho o har, Si no es as, entonces, con ferocidadfilosfica humeana, tratamos 10 que se ha dicho como nada ms queeITOr e iluson.s O quiz lo consideramos como un mero sntoma que,adecuadamente interpretado, nos llevar a la verdadera causa de la con-ducta cuya prediccin era nuestro legtitr,1O objetiv? . .

    Incluso Freud con su devocin ocasional a la Idea de realidad psqui-ca, aliment esta actitud mental, ya que, como tan agudamente dice PaulRicoeur Freud se adhera a veces a un modelo fisicalista del siglo XIXque frunca el ceo ante explicaciones que diesen cabida ~ estados inten-'cionales.P Por consiguiente, forma parte de nuestra herenca de modernoshombres y mujeres postfreudianos el oponer una mueca de desdn a 10 quedice la gente. Eso no es ms que contenido manifiesto. Las causas realespuede que ni siquiera sean accesibles a nuestra conciencia corriente. Losabemos todo sobre la defensa del yo y la racionalizacin. Y, en cuanto anuestro Yo, sabemos que es un sntoma de compromiso que ~uaja a partirde la interaccin entre la inhibicin y la ansiedad, una formacin que; paraser conocida, ha de ser excavada arqueolgicamente con las herramientasdel psicoanlisis.

    O, en trminos ms contemporneos, como muestran Lee Ross yRichard Nisbett en sus minuciosos estudios, es obvio que la gente no escapaz de describir correctamente ni la base de sus elecciones ni los ses~osque afectan a la distribucin de esas eleccion~s.~ Y si fu~sen necesanaspruebas an ms contundentes de esta generalizacin, podran ~ncontr~seen el trabajo de Amos Tversky y Daniel Kahneman que, por Cierto, Citancomo antecedente de su trabajo un conocido-libro de Bruner, Goodnow yAustin.25

    La acusacin de que lo que la gente dice no es necesariamente lo quehace lleva consigo una curiosa implicacin. Esta es que lo que la gentehace es ms importante, ms real, que lo que dice, o ~ue e~to ltimoslo es importante por lo que pueda revelarnos sobre lo pnmero. Es comosi el psiclogo quisiera lavarse totalmente las manos res~cto a los estadosmentales y su organizacin, como si afirmsemos que, al fin y al cabo,

    El estu.dio apropiado del hombre 33

    decir es algo que versa slo sobre lo que uno piensa, siente, cree o expe-rimenta. Es curioso que haya tan pocos estudios que vayan en la direccinopuesta: ver cmo lo Que uno hace Jevela lo que piensa, siente o cree.Todo ello a pesar del hecho de que.erirestra psicologa popular es tan atrae-tivamente rica en categoras tales como hipocresa, insinceridad, yotras por el estilo.

    Esta acentuacin sesgada de la psicologa cientfica ciertamente nodeja de ser curiosa a la luz de nuestras formas cotidianas de enfrentarnos ala relacin entre decir y hacer. Para empezar, cuando alguien acta de unamanera ofensiva, lo primero que hacemos para enfrentarnos a esta situa-cin es averiguar si lo que parece que ha hecho es lo que pretenda hacerrealmente; es decir, intentamos enterarnos de si su estado mental (tal ycomo se pone de manifiesto por lo que nos dice) est o no de acuerdo consus obras (tal y como se ponen de manifiesto en lo que ha hecho). Y siJ~persona nos dice que lo ha hecho sin querer, la exoneramos de culpa. Encambio, si el acto ofensivo fue a propsito, podemos intentar razonar conella, es decir, hablarle para que 'deje de comportarse de esa manera. Oquiz esa persona puede intentar persuadirnos de que no hay razn paraque nos disgustemos por su accin presentndonos excusas, que es unaforma verbal de explicar que su conducta est exenta de culpa y, por consi-guiente, de legitimarla. Cuando una persona insiste en mostrarse ofensivahacia un nmero suficientemente grande de gente, puede que alguienintente incluso convencerla para que vaya a un psiquiatra, que, medianteuna terapia oral, intentar enderezar su conducta.

    No cabe duda de que el significado que los participantes en una inte-raccin cotidiana atribuyen a la mayor parte de los actos depende de loque se dicen mutuamente antes, durante o despus de actuar; o de lo queson capaces de presuponer acerca de lo que el otro habra dicho en uncontexto determinado} Todo esto es obvio, no slo en el nivel del dilogoinformal sino tambin en el nivel de un dilogo formal privilegiado como,por ejemplo, los dilogos codificados del sistema legal. Las leyes contrac-tuales versan enteramente sobre la relacin entre lo que se hace y lo que sedijo. Lo mismo sucede, en un nivel menos formal, con las conductas dematrimonio, parentesco, amistad y compaerismo.

    El fenmeno se da en las dos direcciones, El significado de la palabrase encuentra poderosamente determinado por el tren de accin en que ocu-rre (ejsonrfa al h\blar!), exactamente igual que el significado de la accinslo puede interpretarse en funcin de lo que los actores dicen quepreten-

  • 34 Actos de significado

    den lCdecir lo siento al empujar accidentalmente a alguien). Al fin y alcabo, se acaba de cumplir un cuarto de siglo desde la publicacin de lateora de los actos de habla de John Austin.26 La nica respuesta posible aaquellos que quieren concentrarse en si lo que la gente dice sirve o no parapretlecir lo que va a hacer es que separar ambas cosas de esa manera eshacer mala filosofa, mala antropologa, mala psicologa y un derecho qui-mricor 'Decir y hacer constituyen una unidad funcionalmente inseparable-en una psicologa orientada culturalmentel Cuando, en el siguiente captu-lo, entremos a discutir algunas de las mximas operativas de la psicolo-ga popular, esta reflexin resultar crucial.

    rLa psicologa orientada culturalmente ni desprecia lo que la gente dicesobre sus estados mentales, ni trata lo que dicen slo como si fueran indi-cios predictivos de su conducta visible, El supuesto fundamental de estetipo de psicologa es, ms bien, que la relacin entre lo que se hace y loque se dice es, en el proceder nonnal de la vida, interpretable.Esta psico-loga adopta la postura de que existe una congruencia pblicamente inter-pretable entre decir, hacer y las circunstancias.en que ocurren lo que s~dice y lo que se hace. Es decir, existen setacones cannicas establecidaspor mutuo acuerdo entre el significado de lo que decimos y lo que hace-mos en determinadas circunstancias, y esas relaciones gobiernan cmoconducimos nuestras vidas unos con otros. Existen, adems, procedimien-tos de negociacin para desandar el camino cuando esas relaciones can-nicas son violadas. Esto es lo que hace que la interpretacin y el significa-do sean fundamentales en la psicologa cultural, o en cualquier psicologao ciencia de lo mental, si a eso vamos.

    'La psicologa cultural, casi por definicin, no se puede preocupar de laconducta sino de la accin, que es su equivalente intencional; y, msconcretamente, se preocupa de la accin situada (situada en un escenariocultural y en 19s estados intencionales mutuamente interactuantes de losparticipantes):' Lo que no.signiflca que la psicologa cultural tenga queprescindir definitivamente de los experimentos de laboratorio o de la bs-queda de los universales hunianos, cuestin de la que nos vamos a ocupara continuacin.

    El estudio apropiado del hombm 3&

    IV

    He propugnado que la psicologa deje de intentar liberarse del signifi-cado en su sistema de explicacin. Las personas y las culturas que son suobjeto de estudio estn gobernadas por significados y valores compartidos.La gente consagra su vida a su bsqueda y realizacin, muere por ellos.' Seha dicho que la psicologa debe liberarse de la cultura si aspira a descu-brir algn da un conjunto de universales humanos trascendentales, .auncuando esos universales estn acotados por precisiones relativas a varia-ciones transculturalee-P? Voy a sugerir una manera de concebir los uni->versales humanos que es coherente con la psicologa cultural y que, sinembargo, elude tanto las indeterminaciones del relativismo como las tri-vialidades de la psicologa transculruralzLa psicologa cultural no puedereducirse a una psicologa transcultural que proporcione unos cuantosparmetros que permitan explicar la aparicin de variaciones locales en lasleyes universales de la conducta. Ni, como vamos a ver ahora mismo, noscondena a la elasticidad acomodaticia del relativismo.

    La solucin del problema de los universales radica en denunciar unafalacia, ampliamente difundida.y bastante anticuada, heredada del sigloXIX por las ciencias humanas, que hace referencia a la relacin entre bio-loga y cultura. De acuerdo con esta idea, la cultura vendra a ser una espe-cie de capa superpuesta sobre la naturaleza humana, que estara deter-minada biolgicamente. Se daba por supuesto que las causas de laconducta humana radicaban en ese sustrato biolgico. En cambio, lo queyo me propongo sostener es que las verdaderas causas de la accin huma-na son la cultura y la bsqueda del significado dentro de la cultura, El sus-trato biolgico, los denominados universales de la naturaleza humana,no es una causa de la accin sino, como mucho, una restriccin o una con-dicin de ella. De la misma manera que el motor no es la causa por laque vamos en coche al supermercado para hacer la compra del fin desemana, nuestro sistema reproductor biolgico no es la causa que, casiinfaliblemente, hace que nos casemos con alguien de nuestra propia clasesocial, nuestro mismo grupo tnico, etc. Admitiendo, por supuesto, que sinel motor no podramos desplazarnos en coche hasta el supermercado yque, quiz, tampoco habra matrimonios en ausencia de un sistema repro-ductor.

    Pero la palabra restriccin es una manera demasiado negativa deabordar la cuestin. Las limitaciones de origen biolgico que operan

  • 38 Actos de significado

    sobre el funcionamiento humano son tambin retos a la invencin cultu-Tal. Las herramientas de cualquier cultura pueden describirse como unconjunto de prtesis mediante las cuales los seres humanos pueden supe-rar, e incluso redefinir, los lmites naturales del funcionamiento huma-no. Las herramientas humanas son precisamente de este gnero, tanto lastangibles como las inmateriales. Por ejemplo, existe una limitacin biol-gica que afecta a la memoria inmediata, el famoso nmero siete ms omenos dos de George Miller. 28 Pero los seres humanos hemos construi-do dispositivos simblicos para superar esta limitacin: sistemas de codi-ficacin como los nmeros octales, procedimientos mnemotcnicos o tru-cos lingsticos. Recurdese que la idea ms importante que defendaMiller en aquel artculo que marc un hito era que, reconvirtiendo lainformacin mediante esos sistemas de codificacin, como seres huma-nos dotados de cultura, estbamos capacitados para enfrentarnos a sieteporciones variables [chunks] de informacin en lugar de a siete unida-des mnimas [bits]. Nuestro conocimiento, por consiguiente, se convier-te en conocimiento aculturado, que no puede definirse como no seamediante un sistema de notacin basado culturalmente. Mientras tanto,hemos conseguido soltar las amarras originales establecidas por la deno-minada biologa de la memoria. La biologa pone lmites, pero no por-srempre jams.

    O fijmonos en los denominados motivos humanos naturales. Seradel gnero tonto negar que a la gente le entra hambre o se excita sexual-mente, o que hay un sustrato biolgico sobre el que se asientan esos esta-dos. Pero el compromiso de los judos devotos de ayunar durante el YomKippur, o el de los musulmanes creyentes de respetar el Ramadn, escapatotalmente a cualquier disertacin sobre la fisiologa del hambre. Y el tabdel incesto posee un poder y una capacidad prescriptiva que no se encuen-tran en las gonadotropnas. Ni el compromiso cultural de consumir ciertascomidas o comer en determinadas ocasiones puede reducirse a un procesode conversin de impulsos biolgicos en preferencias psicolgicas.Nuestros deseos y las acciones que realizamos en su nombre estn media-dos por medios simblicos. Como dice Charles Taylor .en su ltimo yesplndido libro, Sources of the Self, un compromiso no es simplementeuna preferencia. Es una creencia, una ontologa, como dice l, de acuer-do con la cual run determinado modo de vida merece nuestro apoyo, auncuando nos resulte difcil vivir de acuerdo con l. Nuestras vidas, comoveremos en el Captulo 4, se entregan a encontrar la mayor realizacin

    El estudio apropiado del hombre :n

    posible dentro de esas formas de vida, llegando a sufrir por ello si es nece-sano.

    Obviamente, tambin hay limitaciones que afectan al compromiso conuna forma de vida que son ms biolgicas que culturales. El agotamientofsico, el hambre, la enfermedad y el dolor pueden quebrar nuestras cone-xiones o truncar su crecimiento, Elaine Scarry seala en su emocionantelibro The body in pain que el poder del dolor (como en los casos de tortu-ra) reside en que destruye nuestra conexin con el mundo personal y cultu-ral, borrando el contexto significativo que da sentido a nuestras esperanzasy anhelos.P El dolor reduce la conciencia humana hasta el punto de que,como bien saben los torturadores, el hombre se convierte prcticamente enuna bestia. Y aun as, el dolor no siempre triunfa, tan poderosos son losvnculos que nos unen a esos significados que dan sentido a la vida. Laespantosa bestializacin del holocausto con sus campos de la muerte esta-ba planificada para. deshumanizar tanto como para matar, yeso fue 10 quela convirti en el momento ms tenebroso de la historia humana. Los hom-bres se haban matado antes, aunque nunca a esa escala y con tal nivel deburocratizacin. Pero nunca se haba producido un esfuerzo concertadocomparable con el fin de deshumanizar mediante el sufrimiento, el dolor yla humillacin intolerable.

    Es un mrito que hay que atribuir a Wilhelm Dilthey y su Geisteswis-senschaft, su ciencia del hombre basada en la cultura, el que reconociese elpoder de la cultura para formar y guiar a una especie nueva, en perpetuocambio.'' Yo deseo alinearme con sus aspiraciones.~ que quiero demos-trar en este libro es que son la cultura y la bsqueda del significado las queconstituyen la mano moldeadora, en tanto que la biologa es la que impone'limitaciones, pero que, como hemos visto, la cultura tiene incluso el poderde ablandar esas limitaciones.

    Pero, para que esto no parezca el prefacio a una nueva forma de opti-mismo sobre el gnero humano y su futuro, me voy a permitir decir algoms antes de pasar a ocuparme, como he prometido, de la cuestin delrelativismo. A pesar de toda la creatividad de su inventiva, la culturahumana no es necesariamente benigna ni se caracteriza por su extremamaleabilidad en respuesta a los problemas. Todava escostumbre, a lamanera de las antiguas tradiciones, echar laculpa de los fracasos de la cul-tura humana a la naturaleza humana, ya sea en forma de instintos, depecado original o de cualquier otra cosa. Hasta Freud, a pesar de su pene-trante olfato para la insensatez humana, cay a menudo en esta trampa,

    EdmundoNota adhesivaBuscar libro de Wilhelm Dilthey

  • 38 Actos de significado

    sobre todo en su doctrina del instinto. Pero no cabe la menor duda de quese trata de una forma conveniente y autocompasiva de disculparse. Pode-mos realmente invocar nuestra herencia biolgica para justificar, ponga-mos por caso, la agresiva burocratizacin de la vida que se produce ennuestros das, con la consiguiente erosin de nuestro sentido de la identi-dad y la compasin? Invocar a diablos biolgicos o a Pedro Botero eseludir nuestra responsabilidad por algo que hemos creado nosotros mis-mos.A pesar de nuestro poder para construir culturas simblicas y estable-cer las fuerzas institucionales necesarias para su ejecucin, no parece queseamos muy expertos en enderezar el rumbo de nuestras creaciones hacialas metas que manifestamos desear. Haramos mejor en cuestionar nuestracapacidad de construccin y reconstruccin de formas comunales de vidaque invocar las deficiencias del genoma humano. Lo cual no quiere decirque las formas comunales de vida sean fciles de cambiar, aun en ausenciade limitaciones biolgicas; se trata slo de dirigir nuestra atencin al lugaradecuado, no sobre nuestras limitaciones biolgicas sino sobre nuestrainventiva cultural.

    v

    y esto nos lleva inevitablemente al problema del relativismo. Porquequ queremos decir cuando afirmamos que no estamos demasiado capa-citados o no somos demasiado ingeniosos en la construccin de nues-leos mundos sociales? Quin hace ese juicio y de acuerdo con qu nor-mas? Si la cultura da forma a la mente, y si las mentes hacen esos juiciosde valor, no nos vemos abocados a quedar encerrados en un relativismosin escapatoria posible? Sera mejor que examinsemos lo que esto puedesignificar. Lo que debe preocuparnos en primer lugar es el lado epistemo-lgico del relativismo ms que el evaluativo. Lo que conocemos esabsoluto o es siempre relativo a alguna perspectiva, a algn punto devista? Existe una realidad aborigen o, como deca Nelson Goodman, larealidad es una construccin'P! La mayora de los intelectuales optarahoy en da por alguna postura medianamente perspectivista. Pero muypocos estn en condiciones de abandonar completamente la nocin de queexiste una realidad aborigen singular. Carol Feldman ha llegado a sugerirun posible universal humano cuya tesis principal es que dotamos a las con-clusiones de nuestros clculos cognitivos de un estatus ontolgico espe-

    B estudio apropiado del hombre 39

    cial, externo a nosotros mismos.V Nuestros pensamientos estn, como sidijramos, aqu dentro. Nuestras conclusiones estn all afuera. CarelFeldman denomina a este error tan humano dumping' ntico, y nunca leha costado demasiado trabajo encontrar ejemplos de este universal. Sinembargo, en la mayor parte de Ia.,s interacciones humanas, la realidad esel resultado de prolongados e intl1ncados procesos de construccin y nego-ciacin profundamente implantados en la cultura.

    Son las consecuencias de practicar este constructivismo y de recono-cer que lo hacemos tan espantosas como se las hace aparecer? De verdadnos lleva esta prctica a un relativismo del tipo todo vale(Lll tesis bsi-ca del constructivismo es simplemente que el conocimiento es correctoo incorrecto dependiendo de la perspectiva que hayamos decididolomar. Los aciertos y los errores de este tipo

  • 40 Actos de significado

    turas internas isomrficas con las relaciones entre las cosas del mundo.Pero tan pronto como vamos ms all de oraciones tan sencillas como elgato est en la alfombra y empezamos a enfrentarnos a universales,hiptesis o teoras, esos emparejamientos resultan confusos y ad hoc,Esos ejercicios de emparejamiento son de muy poca .ayuda a la hora dedeterminar si nuestra idea actual del mundo es, ms o menos, la quedeberamos tener, y por qu. Llevar estos ejercicios a un extremo supo-ne, como bien advierte Rorty, querer que la verdad tenga una esencia,estar en lo cierto en algn sentido absoluto. Pero decir algo til acerca dela verdad, aade, es explorar la prctica en lugar de la teora... la accinen )ugar de la contemplacin. Afirmaciones abstractas como La Histo-ria es la crnica de la lucha de clases no han de juzgarse limitndonos aformular preguntas como Capta esa frase adecuadamente la cuestin?.Sera mejor formular cuestiones pragmticas, perspectivistas: Qusupondra creer esa frase? o A qu me estara comprometiendo si lacreyese?. Y esta actitud est muy alejada del tipo de esencialismo kan-tiano que busca principios que establezcan la esencia definidora delconocimiento o la representacin o la racionalidadsH

    Me vaya permitir ilustrar estas ideas con un pequeo estudio de caso.Queremos saber ms sobre la vala intelectual. Y decidimos, sin pensarlodos veces, utilizar el rendimiento escolar para evaluar esta capacidad ypredecir su desarrollo. Al fin y al cabo, en lo que a la vala intelectualse refiere, el rendimiento escolar es de importancia capital. Entonces, des-de la perspectiva que hemos elegido, resulta que en Norteamrica losnegros tienen menos vala que los blancos, que, a su vez, tienen un pocomenos que los asiticos. Qu tipo de resultado es ese?, preguntara uncrtico de orientacin pragmtica. Si en la discusin subsiguiente prevale-ciese la buena voluntad, se producira un proceso de lo que slo podemos)lamar destruccin y reconstruccin sucesivas. Qu significa el rendi-miento escolar y cmo se relaciona con otras fonnas de rendimiento? Y,en cuanto a la vala intelectual, qu significa ese concepto? Es singu-lar o plural? Y no podra su misma definicin depender de algn proceso.sutil mediante el cual una cultura seleccione determinados rasgos para:honrarlos, recompensarlos y cultivarlos. como ha propuesto HowardGardner?35 O, desde un punto de vista poltico, no se habr amaado elrendimiento escolar mediante una seleccin del currculum encaminada alegitimar la descendencia de los que tienen y marginar a los que no tie-nen? Muy pronto, la cuestin de qu es la vala intelectual se ver sus-

    - El estudio apropiado del hombre 41

    ttuida por cuestiones relativas a cmo deseamos usar el concepto a la luzde distintas circunstancias: polticas, sociales, econmicas e incluso cient-ficas.

    Esta es una discusin tpicamente constructivista y un mtodo tpica-mente pragmtico de resolverla. Es esto relativismo? Se trata de esatemida forma de relativismo segUn la cual una creencia es tan buena comocualquier otra? Hay realmente alguien que sostenga un punto de vista as,o el relativismo es ms bien algo que invocan los filsofos esencialistaspara apuntalar su fe en la verdad lisa y llana (ese compaero de juegosimaginario que tiene perpetuamente asignado el papel de aguafiestas en eljuego de la razn pura)? Creo que Rorty tiene razn al decir que el relati-vismo no es el obstculo al que se enfrentan el constructivismo y el prag-matismo. Es indudable que formular las preguntas del pragmatista _cmo afecta este punto de vista a mi punto de vista sobre el mundo o amis compromisos con l?- no puede llevar a la postura del todo vale.A lo que puede llevar es a un desembalaje de presuposiciones, tanto mejorpara explorar nuestros propios compromisos.

    En su hondo y reflexivo libro The Predicament 01 Culture, JamesClifford seala que las culturas, si alguna vez fueron homogneas, handejado de serlo, y que el estudio de la antropologa se ha convertido for-zosamente en un instrumento para manejar la dversidad.X Podra inclu-so suceder que los argumentos basados en esencias y realidades abor-genes, al cubrir la tradicin con el manto de la realidad, sean mediosde crear estancamiento y alienacin cultural. Pero qu puededecirse dela acusacin de que el constructivismo debilita o socava los compromi-sos?

    Si.el conocimiento depende de la perspectiva, qu pasa con la cues-tin del valor, con la eleccin de perspectiva que uno hace? No es msque una cuestin de preferencia? Son los valores nicamente preferen-cias? Si no, cmo elegimos entre valores distintos? En tomo a esta cues-tin, .existen dos puntos de vista psicolgicos seductoramente errneos:uno de ellos se basa en un aparato aparentemente racionalista; el otro esromnticamente irracional. Este ltimo sostiene que los valores estn enfuncin de reacciones viscerales, conflictos psquicos desplazados, el tem-peramento y cosas por el estilo. En la fu.edida en que los irracionalistastoman en cuenta la cultura, lo hacen como una fuente de aprovisionamien-to, una especie de restaurante autoservicio de valores entre los que uno eli-ge en funcin de sus impulsos o conflictos individuales. Los valores no se

  • 42 Actos de significado

    ven en funcin de cmo relacionan al individuo con la cultura; su estabili-dad se explica recurriendo a fijadores tales como los programas de refor-zamiento, la rigidez neurtica, etc."

    Los racionalistas adoptan un punto de vista muy diferente, que derivafundamentalmente de la teora econmica y cuyo ejemplo ms caractersti-co es, quiz, la teora de la eleccin racional.38 De acuerdo con la teora dela eleccin racional, nuestros valores se ponen de manifiesto en nuestraselecciones, situacin por situacin, y guiados por modelos racionales,como la teora de la utilidad, las reglas de optimizacin, la minimizacindel dolor, o 10 que sea. Estas elecciones (en condiciones apropiadas) reve-lan notables regularidades, que recuerdan mucho el tipo de funciones quepueden observarse en los experimentos de condicionamiento operante conpalomas. Pero, para un psiclogo, la bibliografa sobre la eleccin racio-nal es interesante principalmente por sus vvidas anomalas, por sus vio-laciones de las reglas de la utilidad. (La utilidad es el resultado de multi-plicar el valor de una eleccin determinada por su probabilidad subjetivade ser ejecutada provechosamente, y ha constituido la piedra angular delas teoras econmicas formales desde Adam Smith.) Veamos las anomal-as. Richard Hermstein, por ejemplo, describe una que tiene el divertidonombre de mejor por docenas, y que consiste en que se ha demostradoque la gente prefiere comprar abonos para la temporada de msica aunquesepan que 10 ms probable es que slo vayan a la mitad de los concier-tos.39 La manera de afrontar esta anomala es asignar al esnobismo o alcompromiso o a la pereza un valor en la situacin de eleccin. Elvalor asignado es aquel que hace que el resultado se ajuste a la teora de lautilidad. Esto, por supuesto, deja al descubierto cul es su juego. Si acepta-mos la teora de la utilidad (o alguna de sus variantes), no hacemos msque asignar valores a las elecciones de tal manera que la conducta de elec-cin se ajuste a sus postulados. La teora de la eleccin racional tiene pocoo nada que decir sobre cmo se forman los valores: si se trata de reaccio-nes viscerales, si estn histricamente determinados, o qu.

    Tanto el enfoque irracionalista de los valores como el racionalista pier-den de vista algo que es crucial: el compromiso con formas de vidadeterminadas es inherente a los valores, y las formas de vida, en su com-pleja interaccin, constituyen una cultura. Ni nos sacamos de la manga losvalores en cada situacin de eleccin que se nos plantea, ni estos son pro-ducto de individuos aislados dotados de impulsos frreos y neurosis apre-miantes. Ms bien, los valores son comunales y consecuentes desde el

    e estudio apropiado del hombre 43

    punto de vista de nuestras relaciones con una comunidad. cultural detenni-nada. Cumplen funciones en inters nuestro en el seno de esa comunidad.Los valores que subyacen a una forma de vida determinada, como sealaCharles Taylor; se encuentran tan slo ligeramenre abiertos a la reflexinradical.4o Se incorporan a nuestra propia identidad y, al mismo tiempo,nos sitan en una cultura. En 13; medida en que una cultura no es, en el sen-tido de Sapir, espuria, loscdwpromisos de valor de sus miembros pro-porcionan, o bien la base para llevar satisfactoriamente una forma de.zda0, por lo menos, una base para la negociacin.41

    Pero el pluralismo de la vida moderna -podra objetarse- y los rpi-dos cambios que impone crean conflictos que afectan A los compromisos,conflictos que afectan a los valores y, por consiguiente, cceictos que tie-nen que ver con la validez de distintos postulados relativos a nuestroconocimiento de los valores. Sencillamente no sabemos cmo predecir elfuturo del compromiso en estas circunstancias. Pero resulta un pocochistoso suponer que, en las actuales condiciones mundiales, .iD:sistir conobstinacin en la nocin de valor absoluto vaya a hacer que las incerti-dumbres desaparezcan. Lo nico que cabe esperar es un pluralismo viablerespaldado por la voluntad de negociar nuestras diferencias en "it manerade ver el mundo.

    Lo cual me lleva directamente a una ltima cuestin general de la que-me tengo que ocupar, que constituye otra razn por la que creo que unapsicologa cultural como la que propongo no necesita preocuparse porfespectro del relativismo. Esta cuestin tiene que ver con la receptivided'yel liberalismo, ya sea en la poltica, la ciencia, la literatura, la fdosoffa olas artes. La receptividad de la que hablo es la voluntad de construir elconocimiento y los valores desde mltiples perspectivas sin perder el com-promiso con los propios valores. Esta receptividad es la piedra angular delo que llamamos una cultura democrtica. Hemos aprendido, a base desufrimiento, que ni la cultura democrtica ocurre por prescripcin divina,ni debe darse por supuesto que va a durar para sempre.x'omo todas lasculturas, descansa sobre valores que generan formas caractersticas de vi~con sus correspondientes concepciones de la realidad.. Aunque valora lossoplos de aire fresco que puede aportar la sorpresa, no siempre est a salvode las conmociones que la receptividad a veces inflige. Su misma recepti-vidad genera sus propios enemigos, porque no cabe duda de que hay unalimitacin biolgica que afecta a nuestro apetito de novedad.. En mi opi-nin, el constructivismo de la psicologa cultural es una expresin profun...

    EdmundoNota adhesivaReceptividad y liberalismo (democracia)

  • 44 Actos de significado

    da de la cultura democrrica.? Exige que nos hagamos conscientes decmo desarrollamos nuestro conocimiento y todo lo conscientes que poda-mos de los valores que nos llevan a adoptar nuestras perspectivas. Exigeque nos hagamos responsables de cmo conocemos y por qu. Pero nopretende que haya una sola forma de construir el significado, o una solafonna correcta. Se basa en valores que, en mi opinin, son los que mejorse adecuan para hacer frente a los cambios y fracturas que se han converti-do en un rasgo tan caracterstico de la vida moderna.

    VI

    Para terminar, me vaya permitir volver a la postura de animadversinde la psicologa cientfica positivista hacia la psicologa popular. Lapsicologa cientfica reitera, con razn, que tiene derecho a atacar, discutire incluso reemplazar los postulados de la psicologa popular. Insiste en suderecho a negar la eficacia causal de los estados mentales y de la culturamisma. Llega incluso al extremo de asignar conceptos tales como lalibertad y la dignidad al reino de la ilusin, aunque sean conceptosesenciales del sistema de creencias de una cultura democrtica. En estaposicin extrema, se dice a veces de la psicologa que es anticultural,antihistrica, y que su reduccionismo es antiintelectual. Quiz. Pero tam-bin es verdad que esa especie de celo de ateo del pueblo exhibido pormuchos positivistas extremos ha alentado discusiones sobre la naturalezadel hombre, y que su insistencia sobre los procedimientos de investigacinobjetivos u operacionales ha tenido un saludable efecto astringentesobre nuestras especulaciones. Pero, sin embargo, sigue existiendo unapreocupacin un poco puntillosa.

    Todava recuerdo la primera conferencia de las William James Lectu-res que Wolfgang Kohler pronunci en Harvard bajo el ttulo de The Place01Values in a World ofFacts.43 Kohler narra una conversacin imaginariacon un amigo que se queja del carcter de nada ms que de que adolecela psicologa: de que represente la naturaleza humana como nada ms queuna concatenacin de reflejos condicionados, vnculos asociativos oimpulsos animales transformados. Y ese amigo imaginario se preguntaentonces, preocupado, qu suceder cuando el cartero y el primer ministrotambin lleguen a pensar de ese modo. A m tambin me preocupa. saber

    El estudio apropiado del hombre 45

    qu sucede cuando el modelo empieza a pensar que es como aparece en suretrato. Recordemos la respuesta que .dio Picasso a los amigos de Gertrude5tein cuando le dijeron que pensaba que el retrato que le haba hecho no sele pareca mucho. Decidle que espere, respondi el pintor, ya se pare-cer. Pero la otra posibilidad, desde luego, es que el modelo acabe porapartarse de esa clase de pintor. 44 En palabras de Adrienne Rich, cuandoalguien que tiene la autoridad de ~n profesor, pongamos por caso, describeel mundo y t no ests en l, hay" un momento de desequilibrio psquico,como si te mirases a un espejo y no vieses nada.45

    En una sociedad democrtica, los intelectuales constituyen una comu-nidad de crticos culturales. Pero los psiclogos, desgraciadamente, pocasveces se han visto a s mismos de esa manera, en gran medida por lo atra-pados que estn en esa autoimagen generada por la ciencia positivista. Des-de este punto de vista, la psicologa se ocupa slo de verdades objetivas yrehuye la crtica cultural. Pero hasta la psicologa cientfica se movermejor cuando reconozca que sus verdades, como todas las verdades acercade la condicin humana, son relativas al punto de vista que adopte respectoa esa condicin. Y conseguir una posicin ms eficaz hacia la cultura engeneral cuando llegue a reconocer que la psicologa popular de la gentecorriente no es simplemente un conjunto de ilusiones tranquilizadoras, sinolas creencias e hiptesis de trabajo de la cultura acerca de qu es 10 quehace posible y satisfactorio el que la gente viva junta, aun a costa de gran-des sacrificios personales. Este es el punto de partida de la psicologa y elpunto en que es inseparable de la antropologa y las otras ciencias de lacultura. La psicologa popular necesita ser explicada, no descalificada. >

  • Captulo 2LA PSICOLOGIA POPULAR COMOINSTRUMENTO DE LA CULTURA

    1

    En el primer captulo he contado la historia de cmo la revolucincognitiva se vio desviada de su impulso originario por la metfora delordenador, y he defendido la ida de que es necesario renovar y reanimarla revolucin original revolucin inspirada por la conviccin de que elconcepto fundamental de la psicologa humana es el de significado y Josprocesos y transacciones que se dan en la construccin de los significa-rlos..

    Esta conviccin se basa en dos argumentos relacionados entre s. Elprimero es que. para comprender af hombre, es preciso comprender cmosus experiencias y sus actos 'estn moldeados por Sus estados ntenciona-les; y el segundo es que la fauna de esos estados intencionales slo puedeplasmarse mediante la participacin en los sistemas simblicos de la cul-tura. En efecto, la forma misma de nuestras vidas --ese borrador prelimi-nar de nuestra autobiografa, sujeto a cambios incesantes, que llevamosen la cabeza- nos resulta comprensible a nosotros mismos y a los demsslo en virtud de esos sistemas culturales de interpretacin. Pero la cultu-ra es tambin constitutiva de la mente. En virtud de su actualizacin en lacultura, el significado adopta una forma que es pblica y comunitaria enlugar de privada y autista, Slo al reemplazar este modelo transaccionalde la mente por otro aislado e individualista, han sido capaces los filso-fos angloamericanos de hacer que las Mentes de los Dems parezcan tanopacas e impenetrables. Al entrar en la vida, es como si saliramos a unescenario ]Jara participar en una obra de teatro que se encuentra en plenarepresentacin. una obra cuya trama algo abierta determina qu papeles

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  • 48 Actos de significado

    podemos interpretar y en direccin a qu desenlaces podemos encaminar-nos. Otros personajes que hay en el escenario tienen ya una idea acercade sobre qu va la obra, una idea lo suficientemente elaborada como paraque la negociacin con el recin llegado sea posible.

    La idea que propongo invierte la relacin tradicional entre la biologay la cultura con respecto a la naturaleza humana. La herencia biolgicadel hombre se caracteriza, como he dicho antes, porque no dirige o mol-dea la accin o la experiencia del hombre, porque no acta como causauniversal. En lugar de ello, lo que hace es imponer lmites sobre laaccin, lmites cuyos efectos son modificables. Las culturas se caracteri-zan porque crean prtesis que nos permiten trascender nuestras limita-ciones biolgicas en bruto: por ejemplo, los lmites de nuestra capaci-dad de memoria o los lmites de nuestra capacidad de audicin. El puntode vista inverso que yo propongo es que es la cultura, y no la biologa, laque moldea la vida y la mente humanas, la que confiere significado a laaccin situando sus estados intencionales subyacentes en un sistema inter-pretativo, Y esto lo consigue imponiendo patrones inherentes a los siste-mas simblicos de la cultura: sus modalidades de lenguaje y discurso, lasformas de explicacin lgica y narrativa. y los patrones de vida comunita-ria mutuamente interdependientes. En efecto. los neurocientficos y losantrpologos fsicos dedican cada vez ms atencin a la idea de que lasnecesidades y las oportunidades culturales desempearon un papel crticoa la hora de seleccionar las caractersticas neuronales de la evolucinhumana; esta tesis ha sido adoptada muy recientemente por Gerald Edel-man, desde el punto de vista neoroanatmico; por Yemon Reynolds,basndose en datos procedentes de la antropologa fsica; y por RogerLewin y Nicholas Humphrey a partir de datos relativos a la evolucin delos primates. I

    Este es el esqueleto desnudo de los argumentos a favor de lo que hedenominactopsicologa cultural, que constituye un esfuerzo no slo porrecuperar el impulso originario de la Revolucin Cognitiva, sino tambinel del programa que Dilthey denomin hace un siglo Geisteswissenschaf-ten, las ciencias de la vida mentaL2 En este captulo vamos a ocupamosesencialmente de un rasgo crucial de la psicologa cultural. Le he puesto elnombre de psicologa popular o psicologa intuitiva (FolkPsychology), o quiz sera preferible decir ciencias sociales populares ointuitivas o, incluso, sencillamente el sentido comn En todas las cul-turas hay una psicologa popular, que es uno de sus instrumentos constitu-

    La psicologa popular como instrumento de la cultura 49

    tivos ms poderosos y que consiste en un conjunto de descripciones ms omenos normativas y ms o menos conexas sobre cmo funcionan losseres humanos, cmo son nuestra propia mente y las mentes de los dems.cmo cabe esperar que sea la accin situada, qu formas de vida son posi-bles, cmo se compromete uno a estas ltimas, etc., etc. El aprendizaje dela psicologa popular que caracteriza a nuestra cultura se produce muypronto; la aprendemos al tiempo que aprendemos a usar el lenguaje queadquirimos y a realizar las transacciones interpersonales que requiere lavida comunitaria.

    Vaya exponer el esqueleto del razonamiento que desarrollar a conti-nuacin. Lo primero que quiero hacer es explicar qu es lo que entiendopor psicologa popular como sistema mediante el cual la gente organi-za su experiencia, conocimiento y transacciones relativos al mundosocial. Tendr que detenerme un poco en la historia de esta idea paradejar ms claro cul es su papel en la psicologa cultural. A continuacin,pasar a ocuparme de algunos de los componentes cruciales de la psico-loga popular, lo cual me llevar finalmente a ocuparme de la cuestin dequ clase de sistema cognitivo es la psicologa popular. Como su princi-pio de organizacin es narrativo en vez de conceptual, me ocupar de lanaturaleza de la narracin y cmo se construye en tomo a expectativasestablecidas o cannicas, y el manejo mental de las desviaciones respectoa dichas expectativas. Pertrechados con estas armas, echaremos un vista-zo ms detenido a cmo organiza la narracin nuestra experiencia, utili-zando como ejemplo la memoria humana. Y, finalmente, explicar el pro-ceso de construccin del significado a la luz de todo lo dicho hastaahora.

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    Acuada como trmino burlesco por los nuevos cientficos cognitivosa causa de la hospitalidad que dispensaba a estados intencionales talescomo las creencias, los deseos y.los significados, la expresin psicologapopular (Folk psychology) no podra ser ms apropiada para la utilizacinque yo quiero hacer de ella.3 Voy a empezar por esbozar brevemente lahistoria intelectual de esta expresin, ya que eso nos ayudar a poner lasCosas en un contexto ms amplio.

    Su uso actual comenz con un elaborado renacimiento del inters por

    EdmundoNota adhesivaBuscar obras de Dilthey

  • 50 Actos de significado

    la mente salvaje, especialmente por la estructura de los sistemas ind-genas de clasificacin.- C. O. Frake public su clebre estudio sobre elsistema de clasificacin de las enfermedades de la piel que poseen lossubanun de Mindanao, al que siguieron detallados estudios realizadospor otros investigadores sobre etnobotnica, etnonavegacin, y temassemejantes. El estudio sobre la etnonavegacin pormenorizaba cmo losnativos de las Islas Marshall eran capaces de ir y venir del Atoln dePulluwat atravesando con sus canoas de botalones el mar abierto median-te el uso de las estrellas, signos de la superficie marina, plantas flotantes,troncos de rbol y singulares formas de adivinacin. Este trabajo se ocu-paba de la navegacin de los Pulluwat tal como ellos la vean y la com-prendan."

    Pero, aun antes de que el prefijo ezeo se aadiese a estas empresas, losantroplogos se haban interesado por la organizacin subyacente de laexperiencia en los pueblos no alfabetizados; por qu algunos pueblos,como los talansi, estudiados por Meyes Portes en los aos treinta, no ten-an ninguna definicin de crisis ligada al tiempo. Las cosas sucedan cuan-do estaban listas. Y haba incluso estudios anteriores -por ejemplo, losde Margaret Mead- en los que se planteaban cuestiones tales como algu-nos estadios de desarrollo vital, como la adolescencia, se definan de for-ma tan diferente por los nativos de Samoa.>

    Como, por regla general, los antroplogos (salvo unas pocas excepcio-nes llamativas) no se haban visto nunca demasiado castigados por el idealde una ciencia objetiva y positivista, no tardaron mucho en verse enfrenta-dos a la cuestin de si las formas de conciencia y experiencia de otras cul-turas no' diferiran de tal manera y ha.sta tal punto que se produjese un pro-blema esencial de traduccin. Era posible transmitir la experiencia de unpiloto puluwat a lenguaje y el pensamiento de un antroplogo occidental;o, al contrario, la del antroplogo occidental a la de los Nuer del Nilo,cuya religin fue estudiada por Edward Evans-Pritchard? (Cuando Evans-Pritchard terminaba de entrevistar a sus informantes acerca de sus creen-ci