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Britania ENGLAND UNMADEME Vicente Molina Foix Y o iba a Inglaterra a aprender la lengua y a quitarme el pelo de la dehesa donde entonces pastaban los universitarios es- pañoles. Era 1971 -no la mejor época iniciática para un licenciado en filosoa pura con una novena parte de novimo- y Londres ya había dejado de ser la ciudad de los milagros que convirtieron en seres libertarios a las mejo- res cabezas de mi generación. Pero yo no pude ir antes, París la tenía repetida, y el inglés, se empezaba a decir en círculos generalmente bien inrmados, era imprescindible. Llegué en verano, y por primera vez viví una aventura antinatural: era julio, era agosto, y no hacía calor, a la calle se iba abrigado, y por la no- che había que dormir con una o dos mantas; to- da una experiencia para un joven oriundo de Alicante. Esas primeras semanas, inmerso en despejar los desaos de la naturaleza invertida, eron muy distraídas. No hacía nada, o casi nada, pues bastante tenía con ir mirando todo en el incóg- 34 nito principesco del paseante desocupado (que tanto recomienda Baudelaire), desbrozando ade- más la jungla del inglés. A los tres meses termi- nó el verano, lo cual sólo pude notarlo porque se eron de golpe, con sus abrigos loden, los es- pañoles de temporada; yo no había alcanzado ninguno de mis dos objetivos primordiales. De- cidí pasar allí el invierno, en un clima verídica- mente invernal. Aprendería inglés en serio y en- contraría en esa tierra nórdica mi norte, como los diletantes del Romanticismo anglosajón lo encontraban viajando rumbo al sur. No voy aquí a contar mis éxitos en esos dos proyectos, que sería algo largo y quién sabe si instructivo. Como ambas cosas se me resistían y yo soy muy voluntarioso, lo más sencillo que puedo decir es que viví en Inglaterra ocho años de estaciones indirentes. En ese tiempo hice de todo, pero tampoco voy a relatar los detalles. Yo iba a Inglaterra como un tonto; lo que vi des- hizo mi tontuna. England unmade me. Inglaterra es la tierra de promisión de los sal- vajes. Entre los paraísos, imaginarios o reales, que conozco, es el único que no cede sus utos a la ligera; comer del árbol del bien y del mal no es lo más propio en Inglaterra: allí se da el árbol de la ciencia. Nueva York o Roma o Berlín o París son ciudades de la pasión; sitios donde re- sulta cil el goso aturdimiento de las revela- ciones prondas; ciudades con el don de la ebriedad. Londres, capital de mis días ingleses, es urbe de ley seca.

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Page 1: Britania - CVC. Centro Virtual Cervantes · deshaciéndome de una carga que, junto a mi es peso acento, me acompañaba en mis primeros tiempos del país. Ese equipaje era mi barbarie

Britania

ENGLAND

UNMADEME

Vicente Molina Foix

Y o iba a Inglaterra a aprender la lengua ya quitarme el pelo de la dehesa dondeentonces pastaban los universitarios es­pañoles. Era 1971 -no la mejor época

iniciática para un licenciado en filosofía pura con una novena parte de novísimo- y Londres ya había dejado de ser la ciudad de los milagros que convirtieron en seres libertarios a las mejo­res cabezas de mi generación. Pero yo no pude ir antes, París la tenía repetida, y el inglés, se empezaba a decir en círculos generalmente bien informados, era imprescindible.

Llegué en verano, y por primera vez viví una aventura antinatural: era julio, era agosto, y no hacía calor, a la calle se iba abrigado, y por la no­che había que dormir con una o dos mantas; to­da una experiencia para un joven oriundo de Alicante.

Esas primeras semanas, inmerso en despejar los desafíos de la naturaleza invertida, fueron muy distraídas. No hacía nada, o casi nada, pues bastante tenía con ir mirando todo en el incóg-

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nito principesco del paseante desocupado ( que tanto recomienda Baudelaire ), desbrozando ade­más la jungla del inglés. A los tres meses termi­nó el verano, lo cual sólo pude notarlo porque se fueron de golpe, con sus abrigos loden, los es­pañoles de temporada; yo no había alcanzado ninguno de mis dos objetivos primordiales. De­cidí pasar allí el invierno, en un clima verídica­mente invernal. Aprendería inglés en serio y en­contraría en esa tierra nórdica mi norte, como los diletantes del Romanticismo anglosajón lo encontraban viajando rumbo al sur.

No voy aquí a contar mis éxitos en esos dos proyectos, que sería algo largo y quién sabe si instructivo. Como ambas cosas se me resistían y yo soy muy voluntarioso, lo más sencillo que puedo decir es que viví en Inglaterra ocho años de estaciones indiferentes. En ese tiempo hice de todo, pero tampoco voy a relatar los detalles. Yo iba a Inglaterra como un tonto; lo que vi des­hizo mi tontuna. England unmade me.

Inglaterra es la tierra de promisión de los sal­vajes. Entre los paraísos, imaginarios o reales, que conozco, es el único que no cede sus frutos a la ligera; comer del árbol del bien y del mal no es lo más propio en Inglaterra: allí se da el árbol de la ciencia. Nueva York o Roma o Berlín o París son ciudades de la pasión; sitios donde re­sulta fácil el fogoso aturdimiento de las revela­ciones profundas; ciudades con el don de la ebriedad. Londres, capital de mis días ingleses, es urbe de ley seca.

Page 2: Britania - CVC. Centro Virtual Cervantes · deshaciéndome de una carga que, junto a mi es peso acento, me acompañaba en mis primeros tiempos del país. Ese equipaje era mi barbarie

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Ni la anagnórisis sagrada ni el encuentro amo­roso imprevisto que el surrealista buscaba en los subterráneos de la gran ciudad son frecuentes en Londres. Londres es la ciudad e Inglaterra el

país de la edificación. Y cuando digo que yo allíme deshice lo digo como un tropo. Me hice,deshaciéndome de una carga que, junto a mi es­

peso acento, me acompañaba en mis primerostiempos del país.

Ese equipaje era mi barbarie. El genio británi­co, en palabras de un buen poeta inglés de estemomento, brilla en lo específico, lo humorístico

y lo insincero. De esos tres caracteres yo cono­cía uno antes de viajar, aunque el humor mío yde los míos, hecho un tanto de crueldad mani­fiesta y de gestos, pronto me gustó menos queantes, y aprendí a apreciar la filigrana verbal y elburlón tongue-in-cheek. Pero el talento para lo inconfundible y el arte de decir bien lo que se

piensa mal fueron las novedades absolutas. Me cautivaron. Y con los años llegué a pensar que ni la primera de esas dos cualidades es tan ro­tundamente positiva ni la segunda tan inmortal como afirman las almas sinceras de este mundo.

En el acto de vestir mi primitivismo con el abrigo de esas dos capas protectoras de la cruda verdad hubo fases. Llevaba ya tres años en el

país y aún tuve que oír una noche de tempestad amorosa, en medio del fragor de los gritos amor­tiguados de la persona amada: «The only pro­blem is that you are too wild». Un único proble­ma: mi salvajismo. Tomé en cuenta la frase de

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esa noche de ruptura sentimental y la quise apli­car a las temperaturas del carácter meridional,en mi caso agravado por una dependencia racial

y geográfica del africano. Si algo sé y algo puedo decir que no pertenez­

ca a las emanaciones más untuosas del yo es

que volví de Inglaterra atemperado. lAfinado? Probablemente no. Para estudiar cualquier ma­teria, para estudiarse a uno mismo en las largasveladas que siguen a las oscurecidas y al. cierre

prematuro de los locales públicos, Inglaterra esel lugar, no diré que ameno. Para envolver los desórdenes del corazón en una prosa exenta de

prisa, dotada del efecto retardado de las armasmortíferas, el inglés es la lengua más franca.

El bárbaro de playa que uno fue decidió, al re­

greso, navegar por la literatura -el más vastoocéano de la insinceridad- la mar de insincero. Sublimando la verdad sospechosa de los impul­sos primarios con la mentira de la dicción ses­

gada. Soy consciente de que esta breve noticia auto­

biográfica puede negar los logros que en los otros dos campos del temperamento inglés, elhumor y lo específico, el pequeño salvaje quisoapropiarse en aquel viaje suyo a la tierra de loshombres civilizados. Tal vez sea lo mío irreme­diable: cada vez que hablo de Inglaterra no medeshago en lágrimas ni tampoco en elogios. Pe­ro he de reconocerlo, en un muy específi- eco gesto de sinceridad: para el resto de mis días yo seré yo y mi Gran Bretaña .