breve historia de nuestra señora de huajicori

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Diseño editorial: Virginia Renteria Flores

Foto de portada: Virgen de Huajicori (colección de Néstor Chávez)

Foto de fondo de portada: Peregrinación (colección de Efraín Rangel)

Parroquia de Huajicori.Todos los derechos reservados.

Huajicori, Nayarit, 2015.ISBN: en proceso

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E F R A Í N R A N G E L G U Z M Á N

ÍNDICEPresentación.............................................................

Introducción.............................................................

1. El Proceso evangelizador..........................................

2. La conquista espiritual en territorios de la Nueva España.........................................................................

3. Fundación de casas religiosas en la provincia de Acaponeta...................................................................

4. Rebelión indígena de 1616-1619 y la fundación del convento de Huajicori en 1621....................................

5. Devoción de la Virgen de Huajicori y ampliación de su culto en la región....................................................

6. Conclusión: Región cultual de Nuestra Señora de Huajicori......................................................................

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PRESENTACIÓN.En el presente texto se describe el recorrido histórico del culto de Nuestra Señora de Huajicori, así como los eventos que influyeron para su propagación en lo local y en lo regio-nal. Para poder explicar desde la perspectiva histórica fue necesario revisar informes y crónicas que describen el pro-ceso de la evangelización en el norte de la Nueva Galicia, principalmente de autores que destacaron en el siglo XVII como fray Antonio Tello, quien redactó la Crónica Miscelá-nea de la Sancta Provincia de Xalisco, libro II y IV; lo mismo que la obra Crónica de la Provincia de Santiago de Jalisco, 1719-1722 que generó fray Nicolás Antonio De Órnelas y Valdivia en el siglo XVIII, principalmente.

Otro de los aspectos que se muestra en esta breve historia de la virgen es el proceso que se siguió en la región para fundarse poblaciones, casas religiosas y el establecimiento de imágenes sagradas. Así también nos da una idea sobre eventos relevantes que contribuyeron para la configura-ción de la región cultual, y para delimitación de la geografía devocional en relación con otros cultos que tienen fuerte arraigo en el noroccidente de México. Los recorridos de campo y las entrevistas realizadas a personas que de una o de otra forma han tenido algún acercamiento con la devo-ción, permitió por un lado, observar el escenario geográfico, ritual, y por otro, identificar los canales de trasmisión de la fe y las diversas formas de apropiación.

La idea de redactar este pequeño libro fue con la intensión de que las personas que visitan el Santuario de la Virgen de Huajicori, en días ordinarios o durante la festividad en

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febrero tuvieran la oportunidad de conseguir un texto de bolsillo que les permitiera conocer de manera resumida información destacada sobre los inicios, el desarrollo y la consolidación de la devoción en Nayarit, Sinaloa y Durango.

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INTRODUCCIÓN.La devoción a la imagen de la Virgen de Huajicori ha desarro-llado una región cultual que se fue construyendo al amparo de procesos históricos. El culto nace en el siglo XVII, pero en el siglo XX se consolida en un espacio regional por efecto de transformaciones económicas, políticas y culturales que se registraron en el país y en Huajicori, Nayarit, donde se vene-ra a la virgen. La guerra cristera, el auge agrícola y la explo-tación minera en el norte de Nayarit y en el sur de Sinaloa, incentivaron la migración hacia esos centros de producción, lo cual redundó en la ampliación de la geografía devocional. Por otra parte, la devoción a la Virgen de Huajicori se bene-fició por el reforzamiento de las relaciones interpersonales y ampliación de las redes de parentesco entre gente de la sierra y de la costa, y de distintos lugares circundantes. Fi-nalmente, la región quedó conformada por poblaciones del norte de Nayarit, del sur de Sinaloa y de algunas partes del altiplano nayarita y del sur de Durango.

El santuario de la Virgen de Huajicori ha sido por muchos años, el lugar de concentración de miles de peregrinos de una amplia región. Por los caminos y carreteras transitan los creyentes hacia Huajicori. Los peregrinos desde el primer momento que emprenden el viaje ya van en acto de peni-tencia que conjuga el sacrificio y la fe. El objetivo de la visita es encontrase con la imagen, la que, con su poder divino, resuelve problemas de variada naturaleza.

La importancia histórica que ha adquirido el culto de la vir-gen en la región, sobre todo desde el siglo XVIII, coloca a la devoción como la más importante en la Prelatura del Nayar

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(demarcación eclesiástica a la que pertenece el día de hoy) y una de las más representativas en el noroccidente de Mé-xico. El área geográfica del culto está delimitada al sur con el de la Virgen de Talpa en la Diócesis de Tepic y al norte con el de la Virgen de Quilá, en la Diócesis de Culiacán. No obstante, desde hace tres siglos la devoción ha trascendido hacia otras áreas geográficas, de tal suerte que, dinamizó la tradición oral al comunicar bondades y milagros, logrando así el ensanchamiento de las fronteras cultuales, hasta lle-gar a la configuración regional en el siglo XX.

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1. EL PROCESO EVANGELIZADOR.En el siglo XVI la conquista y evangelización comenzaron a penetrar Mesoamérica y tierras más recónditas de otras de-marcaciones territoriales del Nuevo Mundo. Las órdenes es-tablecieron sus zonas de dominio, definieron las estrategias evangélicas y los rumbos orientadores. Las primeras incur-siones españolas registradas en el norte de la Nueva España, zona de interés para el presente estudio, fueron realizadas en 1524 por Francisco Cortés de San Buenaventura, sobrino de Hernán Cortés, darían origen a la Nueva Galicia. En su incursión por el occidente y noroccidente de México, fue posible adentrarse hacia el sur y centro de lo que es hoy el estado de Nayarit y, al parecer, esta expedición resultó me-nos sangrienta que la que dirigió posteriormente Nuño de Guzmán en 1530, cuando avanzó con su ejército, del centro de la Nueva España hacia el norte, destruyendo todo lo que encontró a su paso: la conquista de Guzmán, según (Calvo 2008) fue a sangre y fuego, por su carácter sangriento y vio-lento. Sin embargo las armas y la cruz no fueron suficientes para disminuir a los nativos e implantar la nueva religión, porque eran todos de aquella tierra como describió fray An-tonio en el siglo XVII “indios chichimecos, gente más dada al arco y a la flecha que a labrar la tierra” (Tello, II, 1973: 169). Los indios del norte de la Nueva España por sus caracterís-ticas socioculturales, su condición nómada y por el hecho de no haber adoptado el catolicismo, los conquistadores y los religiosos se refirieron a ellos con el mote de bárbaros o chichimecas.

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Después de la severa afectación de los pueblos de indios de Aztatlán, Chametla y de otros señoríos por las huestes de Guzmán y por las intensas epidemias, luego se inició el re-poblamiento para llevar a cabo las tareas de evangelización, fundación de casas religiosas y explotación de recursos na-turales.

Los indígenas de la sierra y todos aquellos que habían lo-grado huir de la costa por el hostigamiento y persecución, fueron concentrados en ruinosos asentamientos prehis-pánicos y en otros de nueva fundación. En esta ocasión se implementaron estrategias que definirían el futuro de los comarcanos y de la región conquistada: se reubican las po-blaciones en lugares accesibles para la mejor incursión de religiosos y encomenderos, se asignaron nuevos nombres a los asentamientos pero se conservaron algunas lenguas nativas (Rangel, 2013).

La reubicación, conservación de lenguas y las incursiones de religiosos y encomenderos, no hubieran sido posible sin el apoyo de los indios aliados del centro de la Nueva Espa-ña, muchos de ellos identificados como tlaxcaltecas nahua hablantes. Afirma (Partida, 2012) apoyándose en (Sauer 1988), que la lengua náhuatl fue la que mayormente utiliza-ron los colonizadores en la conquista y evangelización, que desde principios del siglo XVII la zona comprendida por el norte de Nayarit y sur de Sinaloa, donde se ubica el pueblo llamado Huajicori, epicentro del culto de la Virgen de Huaji-cori, prácticamente se mexicanizó, por lo que no es raro en-contrar indígenas que hablaran español y mexicano gracias a la influencia de españoles e indígenas del centro.

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En otra alusión sobre este tema, informa (Partida 2012) que las lenguas nativas en su mayoría fueron sustituidas y en muchos de los casos eliminadas, quedando rescoldos sólo en algunas toponimias. Los rastros se pueden apreciar en los nombres que llevan asentamientos importantes, en los que no se puede descartar que sufrieron cambios morfo-lógicos en el devenir de los tiempos. La mayor parte de los “nombres asentados y los más abundantes son ajenos a las lenguas que se hablaban en la zona, como el náhuatl y el castellano que gracias a la política lingüística establecida por la Corona española determinó a futuro la situación lin-güística de la región imponiéndolas paulatinamente como lingua franca como sucedió con todos los territorios con-quistados” (Partida 2012: 20).

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2. LA CONQUISTA ESPIRITUAL EN TERRITORIOS DE LA NUEVA ESPAÑA.Por un lado, la castellanización y por otro, la imposición de la nueva fe religiosa, fueron las estrategias que emprendie-ron los evangelizadores en los territorios bajo el domino de la Corona española. La conquista consistió en transformar, en cierta medida, la mentalidad de los subordinados, for-mas de vida, eliminar prácticas de idolatría y enseñarlos a amar a la nueva religión. Las estrategias implementadas lo-graron la propagación de las enseñanzas del cristianismo.

Los estragos de la conquista, dieron origen a una sociedad sumamente dañada y desconcertada por la orfandad forza-da de sus dioses. Los centros de culto prehispánicos fue-ron destruidos, castigado.s e incluso asesinados aquellos indígenas que intentaron restablecerlos y continuar con su creencia ancestral.

La tarea más relevante y dificil en estos momentos de crissis y desconsuelo en que se encontraban los recien conquis-tados, fue la asimilación de la nueva creencia, pero sobre todo, las implicaciones de integrar en su pensamiento las imágenes y figuras del dogma cristiano. De ahí la necesidad de difundir las bondades de “los santos, la Virgen María, su Madre, las imágenes, las reliquias, todos los signos y simbo-los externos que coadyuven a la piedad y devoción” (Enker-lin 1991: 66.). Porque el propósito era la salvación de las al-mas que se encontraban bajo el engaño de los falsos dioses,

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según lo exponían insistentemente los religiosos. Así fue como empezaron a surgir y adquirir importancia imágenes religiosas entre los nativos del continente américano que luego serían las protectoras de pueblos, ciudades, regiones y demarcaciones más amplias. Señala (Lafaye 2002) que la primera imagen cristiana donada a los indios de la Nueva España fue la de Santiago, el cual se les presentó como un temible dios de los combates y del trueno, y después se les inculcó la de la Virgen María, cuya apariencia, por contraste, debío parecer tranquilizadora a los vencidos (303). La de-voción a María fue promovida por los conquistadores que provenían de Extramadura, España. En México, la introduc-ción inicial se debe a Hernán Cortes y a religiosos que lo acompañaron. Afirma (Lafaye 2002: 304) que,

La Virgen María vino a traerles la gracia y la dignidad bajo

la forma de “apariciones” prodigiosas, situadas casi todas

en el último cuarto del siglo XVI y el primero del siglo XVII.

La madre de Cristo pasaba así a significar la salvación del

Nuevo Mundo, tierra elegida por ella para una cristianidad

(sic) renovada al menos sino completamente nueva, ya

que el clima había cambiado respecto a este último

La devoción a María y a los santos se afianza una vez que se promulga la reforma católica en el Concilio de Trento ce-lebrado de 1545-1563. Los jesuitas y los franciscanos abra-zaron la devoción mariana con inclinación a la Inmaculada Concepción en el Nuevo Mundo. De esta imagen se deriva-rían innumerables advocaciones, tal como luego las vamos a encontrar distribuidas a lo largo y ancho del territorio de la Nueva España. En México según (Lafaye 2002) en el Ter-cer Concilio provincial celebrado en 1585, se declara la

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fiesta de la Inmaculada Concepción obligatoria, bajo pena de pecado mortal.

Respecto de cultos a santos, los más socorridos fueron San Francisco, Patriarca de la orden franciscana y Santiago. El se-gundo como ya se indicó fue presentado a los indios como caballero de guerra contra los infieles. Y respecto a la figura de Cristo, arguye (Báez 2000: 181) “la aceptaron fácilmente por razones de su antiguo politeísmo, más que por razones de conversión”.

Los procesos de cristianización surtieron efecto al conside-rar en las nuevas imágenes “atributos del campo funcional de los dioses prehispánicos, no en sentido de síntesis sino de adición, desplazando los antiguos elementos numinozos hacia los nuevos objetos de fe” (Baez 2000: 184). La com-binación de elementos cristianos y paganos siempre estu-vieron presente, los santos y las imágenes marianas fueron relacionadas con deidades patronas como la Madre Tierra. Un ejemplo de sincretismo es la fe Guadalupana, que está íntimamente ligada con los cultos a la Madre Tierra y se le asoció con la diosa Tonantzin-Cihuacóatl y otras deidades, que su significado responde a Nuestra Madre, quien da ori-gen a la vida y a todas las cosas, tal como lo describieron Sahagún, Durán, Torquemada, De la Serna y Clavijero.

La devoción a María, tema que más interesa destacar en este trabajo, señala (Nebel 2002: 105-106) que:

es una herencia de la religiosidad ibérica influida de muy

diversas maneras por las tradiciones autóctonas en las

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diferentes regiones. Ya los primeros conquistadores y co-

lonizadores trajeron consigo imágenes de Nuestra Señora

en forma de medallas, estandartes, banderas, imágenes, y

figuras de santos, y a casi todos los lugares descubiertos o

fundados les pusieron el nombre de Dios, Jesucristo, Ma-

ría o de los misterios de la fe cristiana, e hicieron lo mismo

con todos los mares, golfos, puertos, montes, tierras y rei-

nos a donde llegaban. A innumerables lugares e iglesias se

les dio el nombre de María: Encarnación, Concepción, Ma-

dre de Dios, Asunción, Rosario, Mercedes, Maravillas, So-

corro, Remedios, Dolores, Carmen, Pilar, Guadalupe, etc.

El autor también describe que “las órdenes misioneras fo-mentaron diversos aspectos de la piedad Mariana: los fran-ciscanos, la Inmaculada Concepción; los dominicos la virgen del Rosario; los mercedarios, la Virgen de la Merced; los bet-lemitas, la Virgen de Belén; y los jesuitas, Nuestra Señora de Loreto y la llamada Vírgen de San Lucas” (Nebel 2002,107). Entonces, la Virgen María, como lo afirma (Nájera 2006: 61) “constituía la posibilidad de protección y abrigo, de paz ma-terna en medio de un caos de proporciones dramáticas para los pueblos y naciones indígenas”. La apreciación anterior la comparten otros autores como Báez (2000) y Lafaye (2002). Así fue como se diversificaron las devociones y luego se con-solidaron como patronas de importantes santuarios en la Ciudad de México, Jalisco, Zacatecas, Michoacán, etc.

En 1653 Fray Antonio Tello concluye su Crónica Miscelánea de la Sancta Provicia de Xalisco, en la que daba noticias de los conventos hasta la fecha fundados en la Nueva Galicia, entre ellos se encuentra el de Huajicori, que es de nuestro

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interés en este trabajo. Las bondades, apariciones y mila-gros de las imágenes en la Nueva España que florecieron en el siglo XVI y primera mitad del XVII, fueron recuperados y plasmados por Francisco de Florencia, amanuence del ma-nuscrito de la primera versión del libro Zodiaco Mariano, que fue aumentado y corregido para publicarse en 1775 por Juan Antonio de Oviedo, y que es considerada una de las obras más importantes producidas en la época.

En la Nueva Galicia, desde el siglo XVI comenzaron a culti-varse cultos como el de la Virgen de San Juan de los Lagos, Virgen de Zapopan, Virgen de Talpa, y otros más al norte de zonas chichimecas. En el siglo XVIII, también fray Nicolás de Órnelas y Valdivia, en su Crónica de la Provincia de Santiago de Jalisco, escrita entre 1719-1722, informa de las devocio-nes existentes hasta esa fecha en la Nueva Galicia y describe cultos locales y otros de más amplia devoción, entre ellos se encuentra el de la Virgen de Huajicori, que para en ese mo-mento ya había conformado una área geográfica amplia de suma importancia, asunto que se tratará más delante con mayor detenimiento.

Richard Nebel (2002), afirma que, aparte de las tres imáge-nes de mayor importancia de la Diócesis de Guadalajara: San Juan de los Lagos, Talpa y Zapopan, había muchas otras consideradas milagrosas en el norte de la Nueva España, y una de ellas sería la Virgen de Huajicori. El autor describe que

La Virgen de Zenticpac (Jal)1 en el convento franciscano

fundado en 1569, una pintura entronizada por fray An-

1 Población ubicada hoy en la zona centro del estado de Nayarit, en franja costera del municipio de Santiago Ixcuintla

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tonio de Medina2, salvada de los efectos de picaduras

ponzoñosas y cuando la tocaban los murciélagos, plaga

del lugar, caían muertos como fulminados. También eran

famosas las vírgenes de San Juan Mezquititlán y Huajicori

(Nay), las estatuas milagrosas de la Virgen de la Concep-

ción en Amatitlán (Jal.) y en Ixtlán (Nay.), de la Virgen del

Rosario de Tezotlán y Tecolotlán, como también Nuestra

Señora de los Dolores en San Pedro (Jal.), situado al orien-

te de Guadalajara; igualmente Nuestra Señora del Refugio

en Guadalupe (Zac.), Santa María de las Charcas (S.L.P.)

y Santa Virgen de Canatlán (Dgo.), que se trasladó por sí

misma al sagrario de la catedral de Durango, cuando los

tepehuanes prendieron fuego al convento de los francis-

canos en Canatlán, donde antes se veneraba. Nuestra Se-

ñora del Zape en Guanaceví (Dgo.), que a principios del

siglo XVII convirtió a los tepehuanes que se habían suble-

vado. La Santa Virgen del Roble se apareció hacia 1650 en

Monterrey (N.L.) a una india pobre y le pidió la erección de

un templo, donde hasta la fecha es venerada (113-114).

Prosiguiendo con procesos de evangelización en la zona de interés, se sabe por informes de (Tello, II, 1973), que el primer religioso que llegó a hacerse cargo de la evan-gelización en los señoríos de Aztatlán y Chametla, fue fray Juan de Padilla en 1532. Este era guardián del convento en el pueblo de Zapotlán y se unió a la avanzada de indios

2 Más bien el fraile que tuvo importante participación en la evangeliza-ción de la zona de lo que es hoy el norte de Nayarit y la sierra, fue fray Andrés de Medina, y no fray Antonio de Medina. Esto lo destacan crónicas e informes del siglo XVI y XVII como la Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Xalisco en libros II y IV de fray Antonio Tello, entre otras.

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flecheros y tamemes que Juan Sánchez de Olea había so-licitado en la provincia de Ávalos y Colima, para reforzar el ejercito de Nuño de Guzmán que esperaba en Acaponeta, que había sido mermado por la inundación del Río Acapo-neta que los sorprendió cuando se internaron en las tie-rras de la provincia de Aztatlán. Se dice que fueron 6000 los que llegaron hasta Acaponeta. El mismo (Tello, II, 1973) señala que todas esas tierras estaban pobladas por nacio-nes de totorames, tepehuanes, coras y Sayahuecos, y que fray Juan de Padilla bautizó a todos los que le fue posible antes de emprender la marcha con Guzmán hacia tierras más adentro de la provincia de Chametla y de Culiacán3.

Después prosiguieron otros religiosos con las enseñanzas del evangelio.

3 La provincia de Culiacán, llamada por Nuño de Guzmán, “Provincia de San Miguel de Culiacán” en 1531.

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3. FUNDACIÓN DE CASAS RELIGIOSAS EN LA PROVINCIA DE ACAPONETA. Finalmente, después de varias entradas esporádicas de los religiosos en tierras de lo que es hoy Nayarit y Sinaloa, en 1540 afirma (Tello, II, 1973) que fue fundado el convento de Xalisco4

con advocación a San Juan Bautista, y desde allí fray Bernar-do de Olmos administraba lo que era entonces el septen-trión de la Nueva Galicia. De hecho, la región de Acaponeta se consideró el límite norte de la Audiencia y gobernación de la Nueva Galicia una vez que se estableció la Nueva Viz-caya en 1565 por Francisco de Ibarra al penetrar la Provincia de Chametla, y al descubrir los ricos yacimientos mineros de Concordia y Pánuco. El convento de Xalisco había sido cons-truido baja la aprobación de Cristóbal de Oñate, teniente de gobernador y capitán general de la Nueva Galicia por Fran-cisco Vázquez Coronado. En Oñate fueron encomendados todos los indios del Valle de Matatipac (Tepic), Ahuacatlán, Xala, Compostela, Valle de Banderas, Tzenticpac, Itzcuint-lan, Ayo t u c h p a n , Acaponeta, Quiviquinta con todos sus pueblos y hasta Culiacán. Olmos se encargó de la enseñanza y doctrina de estas poblaciones durante doce años, tiempo que fungió como guardián del convento de Xalisco.

En 1569 se fundó el convento de Zenticpac (señorío llamado por Guzmán Nueva España la Mayor5, hoy Centispac) donde

4 Población ubicada en el centro del Estado de Nayarit, hoy ciudad ale-daña a la de Tepic.5 De hecho Nuño de Guzmán le nombró a los territorios explorados y conquistados por él como “Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España”,

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fray Juan de Badajoz fue primer guardián. Los indios que habitaban los lugares de aquella zona del norte de la Nueva Galicia fueron atendidos entonces desde ese nuevo conven-to: “Itzcuintlan y sus sujetos, todos los de Ayotuchpan, los de Acaponeta, los de Quiviquinta y Chametla, hasta Culia-cán […] (Tello, II, 1973: 75)

La necesidad de administrar las reducciones de indios del norte de la Nueva Galicia, fue apremiante para los religio-sos. Los frailes que habían desempeñando la labor evan-gélica inicial ya no podían atender las nuevas poblaciones que se estaban formando. Los frailes de la Nueva Galicia enviaron varias cartas al Consejo de Indias para que se les proveyera de más religiosos. Al mismo tiempo solicitaron la separación total de esa provincia de la de San Pedro y San Pablo de Michoacán, de la que todavía en la segunda mitad del siglo XVI estaban ligadas por intereses relativamente co-munes. La justificación que dieron, según destaca fray Diego Muñoz en 1950 que,

En estas dos partes de mechuacán y nueba galicia (exis-

ten) diferentes leguas y cada una de estas partes tienen

conventos para poder cada una por si ser probincia pues

tiene cada una de estas dos partes veinte y tres conventos

(1583) a.v. mag. Tenga por bien dividir estas dos partes y

hacerse probincias porque en la parte del nuevo Reino

de galicia ai muchas gentes bárbaras que convertir y ai

más de sicientas leguas hasta las cinco ciudades que se

dicen de cíbola toda tierra de ynfieles y aunq los religiosos

trabajasen lo posible y cada día vienen a pedir doctrina y

pero por ordenes de la Reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V se decidió llamarles “Reino de la Nueva Galicia”.

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bautismo estos yndios ynfieles son tan pocos los religiosos

que no pueden aiudar a todo, […] (71).

Durante el proceso de ajustes, en 1580 se fundó el conven-to de Acaponeta con advocación a la Asunción de María; sería el primer establecimiento de este tipo en el norte de la Nueva Galicia. Su fundador e inicial guardián fue fray An-drés de Medina, quien tenía como ayudante al padre Fran-cisco Clavijo (Tello, II, 1973). El objetivo de esa fundación era catequizar directamente a moradores de las partes ba-jas y altas del río Acaponeta, de las naciones tepehuanas y coras que se encontraban dispersos. Además como afirma (Yáñez 2001) la idea era transformarlos en bancos de mano de obra para las haciendas en tiempos de siembra y de co-secha, donde llegaban por vía del repartimiento .

A partir del nuevo emplazamiento, los religiosos se die-ron a la tarea de congregar a los indios de la zona en los siguientes pueblos: “Tequala (Tecuala), El Caimán (San Francisco del Caimán), Colita (Olitas), Ayacapan, Chima-pa, Ayoacán, Atztatlán (San Felipe Aztatán), Zaulam (Sa-yula), San Joseph, San Francisco, San Nicolás, Ytztapilla, San Diego y San Antonio (San Antonio de Quiviquinta)6”

(Tello, IV, 1946: 119).

El lugar elegido para fundar el convento de Acaponeta, es-taba rodeado por indios “chichimecas”. En referidas oca-siones llegaron noticias a la Audiencia de Guadalajara y al mismo virrey, de que contingentes de serranos chichimecas atacaban constantemente las poblaciones de indios que habían sido reducidos y convertidos a la fe católica. La

6 Los nombres que se encuentran en paréntesis es una indicación mía.

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propagación del evangelio no había podido llevarse a cabo por los franciscanos, ni los encomenderos habían logrado explotar los recursos naturales de la zona. Fue por esa razón que para proteger los intereses de la Corona y, como ya se ha mencionó, para avanzar con la catequización, por órde-nes del virrey se estableció un presidio en Acaponeta.

Dicho presidio estaba conformado por un capitán y veinte soldados como lo indica una cédula real de 1583 que apa-rece en (Tello, II, 1973: 155) que dice: “Fecha en Madrid, a 26 de abrill de 1583 años. Yo, el Rey. Por mandato de su Majestad. Antonio de Erazo”. El presidio de Acaponeta fue, a finales del siglo XVI , el más alejado de la sede de la Nueva

Galicia, que se encontraba a una distancia de ochenta le-guas, equivalente a unos 320 kilómetros. Se esperaba en-tonces según (Calvo 1990: 81) que “con el convento y el presidio de Acaponeta pondrían un cerrojo definitivo sobre la provincia y asegurarán la seguridad a lo largo del eje cos-tero”.

La misión evangelizadora de fray Andrés de Medida fue clave para la consolidación de la provincia de Acaponeta y la concentración de los indígenas en pueblos. Se sabe que el primer periodo que duró el fray como encargado de la guardianía de Acaponeta fue de 1580 a 1584. En el 84 fue enviado a capítulo para acompañar al padre Liñán a Colima donde permaneció dos años, dejando como guardián a fray Miguel de Herrera. En 1586 regresó a Acaponeta a tomar su antiguo puesto. A los pocos años dejó una vez más Acapo-neta para irse a ser cargo del convento de Tzapotitlán, que-dando en su lugar fray Pedro Gutiérrez. El nuevo guardián de Acaponeta, solicitó al virrey una dotación de víveres e

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instrumentos de labranza y demás pedimentos para cubrir las grandes necesidades que se padecían. El virrey Luis de Velazco (hijo), teniendo noticia por todos los que conocían la provincia de la enorme necesidad que existía de pacificar a los indomables chichimecas, envío todo lo que habían so-licitado y autorizó también la fundación de la villa de Acapo-neta y hospital en 1594, en el sitio donde se había instalado el presidio años anteriores. Sin embargo la Villa se estable-ció en forma hasta 1595, una vez que se incorporó nueva-mente fray Andrés de Medina a la doctrina de Acaponeta. Para constatar tal evento, se retoma una parte de la carta enviada por el virrey don Luis de Velasco al doctor Santiago de Vera, presidente de Guadalajara y de la Audiencia Real, la cual se lee literalmente:

[…] Acertado ha sido despachar al cappitán Juan Ochoa

de Aramburu con el socorro de maíz que llevó para reme-

diar la necesidad y hambre de los naturales de la Provincia

de Acaponeta, sin esperar el despacho que había de ir de

acá, sobre ello, que ya Vuestra Majestad le habrá recibido;

y agora envío a Vuestra Majestad la comisión que tenía

mía esa Audiencia para que con particular pueda Vuestra

Majestad acudir a todo lo que convenga a la pacificación

de los indios de aquella Provincia, y nuevas poblaciones

que el capitán Aramburu va haciendo que todo lo remito

/ en conformidad de la comisión: a Vuestra Majestad para

que acuda a ello como más convenga, como quien lo tiene

más cerca y lo provea con su authoridad y prudencia; y no

envío a Vuestra Majestad traslado de las relaciones que el

capitán Juan Ochoa me ha escripto, y porque entiendo las

habrá dado a Vuestra Majestad y particular razón de todo,

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y agora le escribo lo haga de nuevo; téngole por hombre

bien intencionado y de buen zelo, y útil para lo que allí

conviene al servicio de Dios y de su Majestad y bien de los

indios, y que merece ser honrado, favorecido y ayudado

en todo lo que se pudiere; Vuestra Majestad se sirva de

hacerlo assí. Las cosas que me propone conviene se hagan

por ahora son poblar una Villa en Acaponeta con algu-

nos españoles, y que se les den doscientos pesos de ayuda

de costa, y las comodidades de indios ladinos que enseñen

la doctrina a los que se redujeren y se les dé tres pesos de

salario cada mes.

Que hagan un hospital7; que el provincial de la Orden de

San Francisco de Michoacán, envíe allí a fray Andrés de

Medina y a fray Miguel de Herrera, que son dos religiosos

que han estado otras veces en aquella provincia y saben

la lengua, y les tiene los indios afición; y esto yo lo escribo

al padre provincial que se le provea de pólvora y sayal, y

de aquí se llevan dos arrobas de pólvora; y a los oficiales

reales de Chiametla les escribo les envíen doscientas ane-

gas de sal; que se le envíen catorce campanas […] (Tello, II,

1973: 64-65)

Por petición que realizan los indios al provincial fray Cle-mente de la Cruz y a la Real Audiencia de Guadalajara, en 1595 regresa nuevamente fray Andrés de Medina. Los in-dios justificaron tal solicitud, afirmando que los religiosos que han quedado a cargo de su administración “no tenían inclinación e industria para poblarlos y acariciarlos, por lo cual padecían mucho desconsuelo” (Tello, II, 1973: 209).

7 Las negritas que aparecen en la carta son mías.

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Las campañas de congregación de indios no se lograban con la sola autoridad de los misioneros. En repetidas ocasiones requerían del auxilio de los soldados presidiales para some-terlos por la fuerza. Así con una nueva campaña de reduc-ción emprendida con las armas en el año de 1595, logró fun-dar el pueblo de Mamorita (La Morita), junto a Acaponeta, con más de cien indios, y erigió otro con la misma cantidad que puso como nombre San Sebastián de Guaxicori porque colocó ahí al santo Sebastián Mártir: cien indios fueron tam-bién los que fundaron Ontetitlán y el fraile logró hacer bajar a sesenta nativos más a Quiviquinta (Tello, II, 1973).

Surgió así en 1595 el pueblo de San Sebastián de Huajicori, en tanto que convento, es decir, cabecera de doctrina según informes de Tello y otros autores, fue hasta 1621 después de la rebelión indígena de 1616-1619 que se extendía por buena parte de la Nueva Vizcaya y de la Nueva Galicia.

En la guardianía de Acaponeta, el padre Medina, como ya se indicó, fundó una serie de pueblos donde construyó igle-sias durante los nueve años que administró la provincia. A fines del siglo XVI eran más de veintisiete pueblos que había logrado reducir, unos estaban ubicados en la costa y otros tantos en lo alto de las montañas de lo que es hoy el municipio de Huajicori, Acaponeta, Tecuala, Rosamorada, (poblaciones ubicadas donde ahora es el norte de Nayarit), en partes del sur de Sinaloa y algunos pueblos del sur de Durango. La doctrina en Acaponeta había crecido y exten-dido su administración en una vasta región que requería de más religiosos. Cuando visitó la guardianía el provincial fray Juan López, se percato que el padre Medina ya no podía atender a todos los indios congregados, por lo que era ne-cesario crear otra anexa que estuviera situada al pie de la

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sierra para que desde ahí catequizaran los religiosos a los in-dios que habitaban la parte alta de la misma. De Acaponeta mantendría su vigilancia desde el presidio el alcalde mayor y su ejército, para evitar posibles ataques de indios foraji-dos. El padre provincial ordenó que se estudiara el proyecto de fundar otro convento en el pueblo de Quiviquinta, pues-to que ese lugar era el que contaba con mayor número de indígenas después de Acaponeta.

El nuevo convento se fundó en 1600 por fray Andrés de Me-dina con advocación a San Antonio8, en un paraje ubicado en medio de los pueblos de visita y rancherías de Acapone-ta, al pie de la sierra de los tepehuanes y coras, donde con mayor facilidad se podría desempeñar la actividad religiosa entre los gentiles de las partes altas. Pero en 1607 aban-donó fray Andrés de Medina la guardianía para ir a prestar sus servicios a la doctrina y convento de Ixcuintlan (Santia-go Ixcuintla, Nayarit.). Entonces, asumió el cargo de primer guardián de Quiviquinta el padre Miguel de Uranzú quien prosiguió con la evangelización y construcción del convento y morada de los religiosos dejados inconclusos por el padre Medina. Sobre de Miguel de Uranzú Tello describe:

[…] él sólo con sus manos y con ayuda de los muchachos

de la doctrina, sin costa alguna que hiciese a su Majestad,

edificó el convento y vivienda de los religiosos, porque era

muy ingenioso en lo tocante a edificios; y lo mismo hizo

con el convento de Isquintlán, y en el [de] Guaximic […] y

aunque este bendito padre estaba tan ocupado en la da-

ministración y manutenencia de éstos y partido de Qui-

8 Para este tiempo estaba bajo la administración del de Acaponeta.

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viquinta, no por eso dejaba de discurrir por toda aquella

serranía tepehuana y cora […] (Tello, Libro IV, 1947: 279).

Los ánimos de fray Miguel de Uranzú se equipararon con el compromiso apostólico de fray Medina, y pronto en la primera década del siglo XVII, administraba solo en la doc-trina de Quiviquinta doce pueblos de visita. La flotilla de jó-venes catecúmenos y cantores indios que había formado el padre Medina, fueron inicialmente de gran apoyo para fray Uranzú, así como para todos los que estarían a car-go de la Guardianía de Acaponeta y de Quiviquinta, para brindar a la numerosa feligresía los servicios evangélicos necesarios. Los pueblos que pasaron al cuidado espiritual del convento de Quiviquinta fueron: Guaxicori (Huajico-ri), Tlachichilpa (Tachichilpa), Los Picachos (Santa María de Picachos), Totorame (Real de mina), Tzapacuachi, Ti-buren, San Francisco del Caimán, San Francisco de Muca, San Blas (San Blasito), San Juan, Tetitlán y las Milpillas de Don Alonso o Milpillas Grande (San Andrés Milpillas9).

Aquí cabe señalar un dato muy importante de la organiza-ción de las jurisdicciones eclesiásticas de la Nueva Galicia y de San Pedro y San Pablo de Michoacán. La petición que habían realizado las autoridades religiosas de la Nueva Ga-licia al rey, sobre crear una provincia independiente en el occidente de la Nueva España, finalmente se logró. (De la Torre, 2006) indica que, hacia 1606, los definidores del

9 Los nombres que aparecen entre paréntesis son el que llevan actual-mente los pueblos que eran administrados por el convento de Quiviquinta, al-gunos quedaron igual como San Juan y San Francisco del Caimán. En el caso de San Francisco de muca, Tzapacuachi, Tiburen y Tetitlán, no se tienen noticias de su localización, si con el tiempo los asentamientos cambiaron de nombre o desaparecieron.

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Capítulo de la orden celebrado en Toledo, aprobaron la ele-vación de la custodia de Xalisco al rango de provincia. En 1607, se separaron formalmente las provincias de Xalisco y Michoacán mediante capítulo provincial y se eligieron mi-nistros superiores distintos en ambas demarcaciones. Xa-lisco tendría como primer ministro a fray Juan de la Peña, proveniente de la provincia de Santiago de Galicia, España. La nueva provincia se formó con 32 conventos fundados con igual número de doctrinas; 16 pertenecían a la jurisdic-ción de la Nueva España y otros tantos a la Nueva Galicia10.

10 También menciona De la Torre, que las 32 casas entonces integradas a la provincia tenían el estatuto de “casa de voto” o “guardianía”, lo que sig-nificaba que todas tenían posibilidad de enviar un representante a las juntas capitulares.

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6. REBELIÓN INDÍGENA DE 1616-1619 Y LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE HUAJICORI EN 1621.En el siglo XVII, la administración de Acaponeta y Quiviquin-ta habían permanecido en relativa calma. Empero, hacia 1616 hubo un rebelión indígena que convulsionó no solo aquellas tierras de la Nueva Vizcaya, sino a toda la Nueva Galicia e incluso repercutió en la Nueva España. El evento se extendió hasta 1619, los indígenas de la Vizcaya y de la Galicia unieron sus fuerzas y se rebelaron contra el yugo es-pañol. Los alzados arremetieron contra religiosos doctrine-ros, el resto de los españoles y sus aliados indígenas, y des-truyeron pueblos y conventos dejando cuantiosas pérdidas humanas y materiales. Respecto de las causas de la rebe-lión, señala (Castro 1996: 23) que “se encuentran en la na-turaleza misma de la dominación colonial. Desde cualquier punto de vista, los indígenas tenían suficientes motivos para levantarse en armas contra un sistema que los colocaba en el nivel más bajo de la sociedad, los sometía a las infinitas humillaciones de la discriminación y a las cotidianas violen-cias que ello implicaba”.

Cramaussel (2006: 181) sostiene que “el levantamiento co-menzó en la sierra de Durango el 16 de noviembre de 1616 con el ataque a unos arrieros que transitaban por el camino de Topia y prosiguió hasta el 21 de ese mismo mes en la zona de Papasquiaro-Atotonilco-El Zape-Guanaceví”.

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Después de estos primeros brotes, los focos rebeldes se re-gistraron en una zona mucho más amplia “participan en la guerra todos los grupos tepehuanes, desde el valle de San Pablo hasta Guzamota y Acaponeta” (Giudicelli 2006: 173). Los tepehuanes de Durango junto con los tarahumaras, xixi-mes, coras y tepehuanes de Nayarit fueron también prota-gonistas de la sublevación. Los europeos se replegaron en sus presidios y conventos para defender lo que les quedaba.

El destino de pueblos y casas de doctrina en la rebelión fue muy incierto. Por ejemplo, el convento de Quiviquin-ta, a escasos 17 años de haberse construido, fue devastado por los rebeldes junto con el pueblo el 23 de abril de 1617, próximo a la festividad de San Marcos, cuando estaba como guardián el padre fray Antonio Ramos. La misma suerte fue para la villa y convento de Acaponeta, tres días después, fray Francisco de Morga, su guardián, no pudo impedir el

Imagen 1: Iglesia de Nuestra Señora de Huajicori, fotografía tomada por Salva-dor Chávez de Acaponeta, Nayarit en 1940. Fuente: Colección fotográfica de Néstor Chávez Gradilla.

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desastre, las llamas consumieron todo, dejando en ruinas aquello que con tanto esfuerzo habían construido para la administración de la doctrina (Tello, II, 1973).

La rebelión la relacionaron los nativos y religiosos con la del Mixtón que había sucedido en 1540, que también había te-nido mucho poder de convocatoria, en la que se unieron innumerables grupos indígenas para atacar a los españoles y a los indios aliados.

Una vez finalizada la insurrección, parte de los conventos e iglesias destruidas se edificaron de nuevo desde sus primi-tivos cimientos mientras que otros se trasladaron a otros sitios. El convento de Quiviquinta que había sido devastado junto con el pueblo, fue refundado en 1621 en San Sebas-tián de Huajicori, lugar considerado seguro y apto para la supervivencia de los indios cristianos, así como mejor ubi-cado para realizar las tareas evangélicas. Se encontraba a cuatro leguas del convento y presidio de Acaponeta, de donde se podría dar pronto auxilio en caso de registrarse otro nuevo acontecimiento. Además, tal como lo destaca (Tello, II, 1973) fue fray Pedro Gutiérrez quien propuso que se estableciera el nuevo convento en la tierra llana de Huaji-cori a los márgenes del río Acaponeta. Para ello envió a fray Marcos de San Juan al ruinoso lugar donde antes estaba la misión, con el fin de que explorara el sitio, dialogara con los indígenas y convenciera que bajaran a poblar allí. La justifi-cación fue que, Quiviquinta estaba situado en tierra áspera, fragosa y poco segura, mientras que Huajicori, por su ubica-ción sobre la vega del río, se tenía conocimiento que indíge-nas cultivaban variedades de frutas y legumbres, lo mismo que practicaban la pesca, motivo suficiente para establecer la nueva casa religiosa.

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Al poco tiempo de permanecer fray Marcos de San Juan con la misión de reubicar a los indios dispersos, su entereza rin-dió frutos, y pudo reunir más de un millar, a los cuales ca-tequizó e impuso el sacramento del bautismo. En 1623 fue enviado fray Francisco de Fuentes, de quien se tenía buena estima por ser “mancebo virtuoso y de mucha satisfacción, por lo que había sido maestro de novicios de Guadalaxara, de donde salió para aquella conversión, y trabajó mucho, y acabó de reducir y asentar a todos los indios alzados, y fun-dó el convento en la forma que hoy está; y luego de primer capítulo fue elegido como primer guardián de él” (Tello, II, 1973: 373).

En la obra de Atanasio López, titulado Misiones o Doctrinas en Jalisco en el siglo XVII11 contiene documentos inéditos que relatan declaraciones que hicieron religiosos y perso-nas nativas de los pueblos de la zona de la conveniencia de fundar el convento en Huajicori. También se concentran al-gunas documentos referentes a la edificación de iglesia y convento, y cartas que envía fray Francisco de Fuentes a la audiencia de Guadalajara, al virrey y viceversa .

En uno de los escritos se indica que fray Francisco de Fuen-tes solicitó al procurador general de la Provincia de Santiago de Nueva Galicia que se le diera traslado de los documentos concernientes para edificar la iglesia y convento en Huaji-cori. Se prosigue con el trámite, y el 20 de agosto de 1626 fray Pedro Coca, procurador general de la Nueva Galicia pre-sentó al Marqués de Cerralvo, Virrey de la Nueva España, la solicitud que le había hecho fray Francisco de Fuentes. El 26 de septiembre del mismo año, el marqués da respuesta a la

11 Tal información se localiza de la página 3 a la 13.

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petición; giró un documento a Agustín Zavala, teniente de Capitán del reino de la Galicia donde da a conocer su deter-minación. Al mismo tiempo pide que se encargue de hacer llegar el documento a fray Francisco de Fuentes y al capitán Diego Díaz del presidio de Acaponeta.

Los trabajos de edificación de la iglesia de Huajicori es de estilo barroco, la construcción se llevó a cabo en varias eta-pas. Los trabajos iniciaron una vez que el virrey autorizó el proyecto en 1627 y se concluyó en la primera mitad del siglo XIX. Se sabe que concluyó en el mencionado periodo por-que se localiza una inscripción en la torre, que dice: Esta to-rre se concluyó el 20 de enero de 1824 P. Julio García: siendo cura el Prsb. Guadalupe de Mancilla.

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5. DEVOCIÓN DE LA VIRGEN DE HUAJICORI Y AMPLIACIÓN DE SU CULTO EN LA REGIÓN.Hasta aquí es importante recordar que la veneración a San Sebastián se comenzó a practicar desde 1595, primero en la misión de Huaxicori, y luego se entroniza como patrono de la doctrina en 1621. Pero al parecer, según información que proporciona fray Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia en su crónica escrita de 1719-1722, fray Francisco de Fuentes donó una imagen de la Virgen María al pueblo de Huaxicori, en el periodo que administró la doctrina de 1623 hasta que falleció en 1628. Según noticias del cronista, la imagen es muy milagrosa y adquiere el nombre del lugar y será conocida como Virgen de Huaxicori. Cito de mane-ra textual una parte de la información que nos proporciona fray Antonio de Ornelas:

la imagen que hoy se venera por único remedio de cuan-

tos males, trabajos, desdichas y miserias, caben en nues-

tra naturaleza: de toda aquella tierra, real de minas de El

Rosario, Chametla, Provincia de Tzinaloa, Tierra de el Na-

yarit, y toda tierra caliente vienen a visitarla, y lo común

es, que no salga muy consolada, remediada, contenta; es

del mismo tamaño que las dos que están ya en poder de

los señores clérigos: San Juan y Tzapopan: muy parecida

no solo en los milagros, sino en el tamaño, en los rostros

y en ser todas tres franciscanas. (De Ornelas 1962: 147)

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El escrito anterior y otros que datan del siglo XVIII harán hincapié en la existencia del culto y veneración de la Vir-gen de Huajicori, sin embargo, de San Sebastián, el último registro donde se habla de él es un informe de 1627 que dice que fray Francisco de Fuentes solicitó ornamentos al marqués de Cerralvo para acondicionar el nuevo convento de Huajicori, entre éstos, solicitaba cuatro lienzos: uno de San Sebastián, otro de San Francisco, otro de la Inmaculada Concepción y uno más que no se especifica.

El convento de Guaxicore tiene dos calices que eran de

Quiviquinta y dos misales.—Falta dos calices y dos misa-

les, cuatro ornamentos de Sacerdotes y altares de sedas

y lienço.—Quatro pares de candeleros de bronce y un in-

censario de bronce, tres campanillas chicas.—Dos ciriales

de madera y una cruz alta con su manga.—Quatro linços

de dos varas y media en alto, uno de San Sevastian, otro

de mi Padre San Francisco, otro de la limpia Concepción

nuestra Señora.—Tres ternos de Chrismeras de oja de lata

los cofrecitos en que vayan.—Un terno de trompetas con

que solemnicar las fiestas.—Quatro toallas de brea de tres

baras. También es necesario se mande pagar el flete asta

que se entregue al Padre Provincial […] (López, 1960:13)

Es evidente que la Virgen de Huajicori ya era objeto de vene-ración en la segunda mitad del siglo XVII, porque, de cuer-do a información que comparte De Ornelas, a principios del XVIII, el culto ya estaba extendido en lo que es hoy el norte de Nayarit, sur de Sinaloa, y las tierras que eran entonces de dominio del Nayarit12, o sea la sierra de los coras.

12 Conocido también como el Rey Nayarit.

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En dos documentos escritos en la primera mitad de la cen-turia dieciochesca que recuperó (Meyer 1990) en el archi-vo de la Real Audiencia de Guadalajara, y que integró en su libro Nuevas Mutaciones: el siglo XVIII, en el capítu-lo V titulado “Misceláneas Cotidianas”, refiere a la exis-tencia de la imagen y da noticias de la construcción de la iglesia de Huajicori. En reiteradas ocasiones en dichos es-critos se informa a la Audiencia de Guadalajara sobre las fuertes carencias y necesidades que tiene la doctrina13.

Respecto a los avances de la edificación de la iglesia (De la Torre 2006) cita un documento en el que se señala que en 1758 se aprobó por la Provincia de Xalisco la ampliación de la casa religiosa de Huajicori. Esto es una evidencia de que el culto crecía y por tanto requería de más espacios para atender a su feligresía.

El surgimiento de la devoción a la imagen de la virgen en Huajicori se desprende de la devoción de la Inmaculada Concepción, como sucedió en muchos lugares de la Nueva Galicia, pues era la advocación que mayormente se impulsó en dicha Provincia. Para apoyar tal aseveración es necesario traer a escenario el trabajo de Mario Alberto Nájera, Los Santuarios: aspectos de la religiosidad popular en Jalisco, en el que señala que en el caso de la Nueva Galicia,

el culto de Inmaculada Concepción se trasladó de la doc-

trina diseñada para la población indígena, a la población

mestiza y criolla de las ciudades. Al paso del tiempo, se

13 Ver Jean Meyer, Nuevas Mutaciones: el siglo XVIII, México, Univer-sidad de Guadalajara-Centre D’Estudes Mexicaines et Centraméricaines, 1990. Para conocer más sobre la situación de la doctrina en el siglo XVIII, ver inciso “c” del primer subtema del capítulo I, del libro de Efraín Rangel, Imágenes e imagi-narios construcción de la región cultual de Nuestra Señora de Huajicori.

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multiplicó en diversas advocaciones tradicionalmente ve-

neradas en la península: Nuestra Señora de los Ángeles,

Nuestra Señora de la Soledad, Nuestra Señora del Pilar,

Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora de Loreto,

Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de Aran-

zazu, Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de la

Asunción, Nuestra Señora del Patrocinio, Nuestra Señora

de la Candelaria, Nuestra Señora de la Expectación, etcé-

tera (Nájera, 2006: 61-62).

Imagen 2. Mapa diseñado por Efraín Rangel Guzmán, 2007. Ejecución: Margarita Sandoval.

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Nájera (2006) sostiene que todas estas imágenes fueron fomentando devociones y surgieron festividades locales en barrios y poblaciones, desde Guadalajara hasta Zacatecas, Aguascalientes, Charcas, Huaxicori en el Nayar, Texas, Poncitlán, Guachinango, Etzatlán, Mascota, Santa Ana Tictac, en fin, hacia todos los horizontes de la Nueva Galicia (61).

Las imágenes jaliscienses mencionadas, se cree que fue-ron confeccionadas con pasta de caña de maíz, como era común en los siglos XVI y XVII, y uno de los talleres más importantes se localizaba en Pátzcuaro, Michoacán. Rela-cionado con el material utilizado para diseñar la de Huajico-ri, (Orozco 1954) afirma que la Virgen de Huajicori, al igual que imágenes como la Virgen de Zapopan, Virgen de San Juan de los Lagos y Virgen de Talpa, es de pasta de caña de maíz o tatzingueni (en lengua tarasca) y que fray Francis-co de Fuentes la adquirió en Pátzcuaro en el tiempo que fungió como guardián de la doctrina de Huajicori. En una comunicación personal el arqueólogo Francisco Samaniega del centro INAH Nayarit, me compartió un dato, que en el 2000 vigiló los trabajos de restauración que se le hizo a la Virgen de Huajicori, y pudo constar que el material con que está elaborada la imagen es pasta de caña de maíz como lo indicó Orozco en 1954.

En la portada de la iglesia de Huajicori, se aprecian escul-turas de San Sebastián, San Francisco y de la Virgen de la Candelaria, advocación que le corresponde a la Virgen de Huajicori. Respecto a este asunto, (Orozco 1954) señala que es de Nuestra Señora de la Purificación o Candelaria como lo testifican la candela de cera que lleva en la mano derecha como su festividad el 2 de febrero, Festival Litúrgico de la

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Imagen 3: Nuestra Señora de Huajicori, fotografía de autor anónimo. Fue proporcionada por un creyente de la ciudad del Rosario, Sinaloa. Por las características que posee, muy posiblemente fue tomada a principios del siglo XX, quizá pertenece a la colección de Salvador Chávez, fotógrafo de Acaponeta, Nayarit.

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Imagen 4: Nuestra Señora de Huajicori, fotografía tomada por Salvador Chávez de Acaponeta, Nayarit en 1930. Fuente: Colección fotográfica de Néstor Chávez Gradilla.

Purificación de María o de la Candelaria. Agrega que la ima-gen representa a la Virgen de pie con el Niño Jesús hacia el lado izquierdo, y sus características reflejan su antigüedad y su advocación.

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La doctrina de Huajicori, en 1891 cuando se instituyeron las demarcaciones eclesiásticas de las diócesis en el arzobispa-do de Guadalajara, pasó a formar parte de la Diócesis de Tepic, y en 1962 se integró a la Prelatura del Nayar. La última tiene bajo su administración poblaciones principalmente in-dígenas de Jalisco, Zacatecas, Nayarit y Durango.

Huajicori se consolidó como epicentro del culto a la imagen de la Virgen de Huajicori, Virgen de la Candelaria, o también Virgen de los Remedios. El último nombre quizás derive del don divino que tiene para remediar cualquier tipo de males, ya lo destacaba fray Antonio Nicolás de Ornelas en su cró-nica, cuando señala en su crónica que “[…] la imagen que hoy se venera por único remedio de cuantos males, traba-jos, desdichas y miserias, caben en nuestra naturaleza: de toda aquella tierra, real de minas de El Rosario, Chametla, Provincia de Tzinaloa, Tierra de el Nayarit, y toda tierra ca-liente vienen a visitarla, y lo común es, que no salga muy consolada, remediada, contenta […]” (148).

La devoción a la imagen de la Virgen de Huajicori se ha de-sarrollado al amparo de los procesos históricos. Aunque es pertinente observar que, en el siglo XX las transformacio-nes políticas, económicas y culturales que registró el país, en Huajicori ampliaron la geografía devocional fuera de lo local, y al mismo tiempo, se delimitaron fronteras cultuales además de vertiginosos hechos que multiplican la difusión del culto de la Virgen de Huajicori.

Los eventos que contribuyeron en este proceso fueron prin-cipalmente tres: la guerra cristera, el auge agrícola en la costa norte de Nayarit y la explotación minera en Huajicori.

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Estos impactaron de manera trascendente al incentivar la migración hacia los centros de auge agrícola y minero. El área geográfica donde hoy se localiza la región cultual de la Virgen de Huajicori, sobre todo la costa, fungió como zona de refugio de los desplazados durante la rebelión cristera. Los nuevos migrantes procedían de Zacatecas, Jalisco y Du-rango, principalmente.

1). El movimiento cristero en el norte de Nayarit, sur de Si-naloa y sur de Durango fue llamado la “Pillaquiada”, en ho-nor a su líder, Porfirio Mayorquín. La pugna que el Estado mexicano y la Iglesia católica generó que grupos rebeldes de la zona establecieran contacto con Mayorquín y así forma-ron un frente común. La alianza entre Mayorquín y los rebel-des fue llamada los “pillacos” y obtuvo primeros resultados pues el 27 de julio de 1927 derrotaron al ejercito federal acantonado en Acaponeta logrando así el control político y económico de la ciudad. En los años que van de 1927 a 1929, principalmente en el norte de México, los grupos rebeldes se multiplicaron y adquirieron mayor fuerza, por lo que el gobierno con el fin de controlarlos desplegaron numerosos efectivos, más de 12 000 en total para organizar la campaña contra los cristeros.

Para detener el levantamiento, el gobierno organizó a per-sonas que habitaban las montañas en Nayarit, Sinaloa y Du-rango, así como de las planicies y zonas costeras. La estrate-gia era evitar que los rebeldes se abastecieran de alimentos y de efectivos en las rancherías14. Pese al desplazamiento

14 Para conocer más a cerca de la guerra cristera en la región del nor-te de Nayarit, sur de Sinaloa y sur de Durango, ver el artículo de Efraín Rangel Guzmán, “Viva Cristo Rey”. El revoltijo en las montañas y en la costa, huidas, persecusiones y desplazamientos de población en Nayarit, Sinaloa y Durango, en Revista de Historia de la Universidad Juárez del Estado del Estado de Durango,

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forzado, la mayoría pudieron adaptarse a condiciones cli-máticas de las regiones de refugio, se relacionaron social-mente, se emplearon en campos agrícolas y centros mine-ros. Años más tarde obtuvieron tierras ejidales por tanto echaron raíces en esos lugares.

2). Por otro lado, en la primera mitad del siglo XX la agricul-tura en Nayarit registró cambios significativos pues transitó de una fase de producción de autoconsumo pasó a provee-dor de productos agrícolas en otras entidades. El auge agrí-cola en la zona costera de Nayarit, no solo fue impulsado por el incremento productivo en granos y hortalizas, sino también por el cultivo de tabaco. Menciona (Pacheco 1990) que, a fines del siglo XIX y principios del XX en la costa na-yarita se experimentó con el cultivo de tabaco ante la com-petencia de compañías tabacaleras que se disputaban es-pacios agrícolas en Veracruz y ahora enfilaron hacia Nayarit.

En los setentas y ochentas casi en toda la franja costera de Nayarit se sembraba tabaco. El “auge de la costa norte de Nayarit la ha configurado como la Costa de Oro que jugó un papel central durante el proceso histórico de diferenciación regional en torno al establecimiento de actividades econó-micas y asentamientos” (Pacheco 1999: 37) De esta zona se pudo abastecer el mercado interno y el mercado exter-no pues importantes cantidades eran exportadas a Estados Unidos y Europa. La demanda de mano de obra incentivó la migración interna de indígenas y mestizos del estado y de otros vecinos principalmente Durango, Zacatecas y Jalisco.

No. 37, 2009, Pp. 38-74.

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3). A principios del siglo XX Nayarit registró veintisiete mi-nas distribuidas en “La Yesca, Jala, Compostela, Santiago Ixcuintla, Acaponeta, Huajicori, Santa María del Oro y San Pedro Lagunillas, donde se empleaban miles de hombres en los campos mineros” (Meyer 1997: 124).

En Huajicori la extracción de minerales se concentró básica-mente en los distritos de Cucharas, El Tigre, El Indio y Provi-dencia. El distrito de Cucharas, a principios del siglo XX se consideró uno de los más importantes del noroeste, siendo esta zona esencialmente argentífera (Rea 2003: 8). El oro que se extraía del Tigre, se caracterizó por alcanzar hasta

Imagen 5: Mapa diseñado por Efraín Rangel Guzmán., 2007. Ejecución: Margarita Sandoval.

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18 quilates, es decir 75% oro y el resto compuesto por otros minerales como zinc, estaño, etc.

El sector minero, para algunos investigadores no figura como una de las principales actividades que generaron de-rrama económica de suma importancia para el estado de Nayarit en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo la zona de Huajicori, contribuyó a la riqueza del PIB (producto interno bruto) nacional. La minería y la agricultura genera-ron miles de empleos y promovió la migración interna del estado y de otras entidades vecinas ya citadas.

En función de la minería se desarrolló un sistema económi-co que benefició a la población local. Desde el comerciante ambulante y aquellos formalmente establecidos así como arrieros, cocineras, músicos, prostitutas, cortadores de ma-dera y gambusinos. Propietarios se enriquecieron por la alta extracción de minerales, pero sin duda, la riqueza no se con-centró sino que se distribuyó de tal manera que la pobla-ción estuvo en proceso de bienestar económico.

Finalmente, la cercanía de Huajicori con los centros mine-ros permitió que sus trabajadores tuvieran mayor contacto con el poblado. El domingo de cada semana se suspendían labores en las minas, y según la tradición cristiana por tan-to era común observar a cientos de personas que en horas muy tempranas se enfilaban para asistir misa dominical ce-lebrada en el santuario. Los registros señalan que la hora ideal para asistir a misa era a las diez de la mañana. María de Jesús Cortez Mesa (corpus de entrevistas de personas que vivieron esa época) informa que Huajicori se transfor-maba, parecía fiesta, se instalaban comercios, había diver-sión en cantinas y en la plaza (Cortez, 1998, Huajicori, Nay.)

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Durante la fiesta de la Candelaria se suspendían actividades y las personas acudían a la peregrinación que tenía origen en los centros mineros y de rancherías aledañas. De esta manera, la devoción a la virgen fue en aumento en las po-blaciones mineras pues la única atracción que tenía el pue-blo era su fiesta, su virgen y su iglesia de estilo barroco15.

15 Para ampliar más la información sobre el auge agrícola y minero en el norte de Nayarit, ver el trabajo de Efraín Rangel Guzmán, Desarrollo econó-mico regional, los movimientos de población en Nayarit y sur de Sinaloa, en Meza Ramos, Eduardo y pacheco Ladrón de Guevara, Lourdes C. De Aquí, de allá: Migración y desarrollo local, Universidad Autónoma de Nayarit, 2010, Pp. 209-241.

Imagen 6: Interior de la iglesia de Huajicori. Se aprecian condicio-nes muy humildes, incluso deterioro en el edificio por la hume-dad. Se desconoce el autor, fue recopilada en el Archivo de la Dió-cesis de Tepic, podría ser de principios del siglo XX.

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6. CONCLUSIÓN: REGIÓN CULTUAL DE NUESTRA SEÑORA DE HUAJICORIDebido a la trascendencia histórica que ha tenido el culto de la virgen en la región, la devoción es considerada la más importante en la Prelatura del Nayar y del noroccidente de México. El área geográfica del culto se encuentra colinda al sur con el culto de la Virgen de Talpa en la Diócesis de Tepic y al norte con el de la Virgen de Quilá, en la Dióce-sis de Culiacán. Desde hace tres siglos la devoción se abrió paso hacia otras regiones, fue y es atracción de miles de fieles que divulgan sus bondades y milagros, lográndose así el ensanchamiento de fronteras cultuales hasta llegar a la configuración regional en el siglo XX.

En el territorio de la región cultual de la Virgen de Huajicori, ya se habían trazado rutas históricas que unían a comunidades unas con otras para promover el comercio y el tránsito de personas de tal suerte que esos caminos contribuyeron a la expansión del culto en el transcurso de los años.

La guerra cristera, el auge de la minería en Huajicori y el repunte de la agricultura en la costa de Nayarit, la región se dinamiza y se multiplican lazos de comunicación entre la sierra y llanuras costeras. Los procesos que experimen-tó la entidad nayarita en el siglo XX son clave, ya que die-ron origen a ajustes económicos, políticos y sociales. Hoy sabemos que es el periodo en que el culto se expande y se consolida en la región que abarca municipios del norte

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de Nayarit, sur de Sinaloa, y sur de Durango. El culto migra hacia donde los actores sociales se trasladan, florece así por ejemplo, en centros mineros del municipio de Huajicori y El Rosario, Sinaloa, en el puerto de Mazatlán, en campos agrícolas de la zona costera del norte de Nayarit y en otros centros de producción agrícola de Sinaloa. Estos sucesivo auge económico promueven la migración hacia Huajicori y de la zona hacia esos nuevos lugares de trabajo. El contacto humano por efecto produjo redes de parentesco, sociales y comerciales, etc., además de la propagación de la imagen así como sus milagros llegaron a otros sitios e incentivaron peregrinaciones de esos nuevos asentamientos que condu-jeron a los devotos hacia el recinto sagrado de Nuestra Se-ñora de Huajicori.

Hoy se observa que el culto de la Virgen de Huajicori, cada vez amplía su espacio devocional. En su fiesta principal del 2 de febrero, que es el día de la Candelaria se concentran miles de peregrinos de distintos lugares de la región. Y otros tantos que son originarios de allí pero que radican en ciuda-des como Tijuana, Hermosillo, Los Mochis, Guaymas, Mexicali, en Los Ángeles y Pomona, California, principalmente. La fiesta religiosa y profana se funden durante el novenario, el esce-nario es colorido por danzas tradicionales de matachines, peregrinaciones, celebración de misas, pago de mandas, música de banda en el interior de la iglesia, vendimia de co-mida, adornos, colguijes, pulseras, artesanías, baile, juegos pirotécnicos y juegos mecánicos.

La imagen de Nuestra Señora de Huajicori es símbolo que logra articular un sentido de identidad regional sobre zonas interestatales, económicamente diversas, integradas por grupos étnicamente diferenciados, residentes en geografías

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disímiles (costa-sierra) y de fronteras espaciales determina-das por el mismo fenómeno.

Las regiones, según (Lizama 1994: 15) “son escenarios don-de es factible percibir con mayor transparencia la interre-lación entre lo específico local y lo característico global. O bien, puede ser el ámbito que mezcla estas dos dimensio-nes: suficientemente amplio para asimilar los mecanismos de reproducción de los grupos sociales”. Para el caso parti-cular, la región que ocupa el culto de la Virgen de Huajicori, interactúa lo local (Huajicori con sus entretejidos sociales, culturales y modelos creados para el culto a la imagen) con los entretejidos que prevalecen fuera de lo local.

La región que abarca el culto de Nuestra Señora de Huaji-cori se explica por el sistema de relaciones que establecen los actores en el espacio físico y en la medida que son ellos los que modelan sus costumbres y tradiciones; determinan los modos muy particulares de apropiación del símbolo re-ligioso y delimitan la espacialidad y temporalidad de dicho fenómeno. En definitiva, una región no sólo puede ser en-tendida en términos económicos, políticos y culturales sino también en términos religiosos como lo es el culto porque su práctica de relaciones sociales y la movilidad espacial de las peregrinaciones y las fiestas religiosas le atribuyen tam-bién esa distinción.

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Informante:

María de Jesús Cortez Mesa, 77 años, originaria de la Hacienda de Mariquitas, municipio de Acaponeta, Nayarit, vecina en el pueblo de Huajicori, Nay. desde 1970, entrevista aplicada en el pueblo de Huajicori en

1998.

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ANEXO: FECHAS IMPORTANTES.Nuño de Guzmán realizó su avanzada de conquista junto con su ejercito por los señoríos de Aztatlán y Chametla.

Se funda el convento de Acaponeta con la advoca-ción a la Asunción de María.

Se establece un presidio en Acaponeta con un capi-tán y veinte soldados. Se consideró el más alejado de la sede de la Nueva Galicia por encontrarse a una distancia de ochenta leguas, equivalente a 320 kiló-metros.

Fue creada la gobernación de la Nueva Vizcaya por el capitán Francisco de Ibarra.

El pueblo de Acaponeta es elevado a Villa, por auto-rización del virrey de la Nueva España, don Luis de Velazco.

Se funda el pueblo de Guaxicori por fray Andrés de Medina con advocación a San Sebastián, adoptando el nombre de San Sebastían de Guaxicori por el san-to patrono.

1600: Se funda el convento de Quiviquinta con ad-vocación a San Antonio por Fray Andrés de Medina

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al pie de la sierra de los coras y tepehuanes. Este mismo fraile inicio los trabajos de construcción de la iglesia y convento.

Fray Miguel de Uranzú concluyó los trabajos de construcción de iglesia y convento que había inicia-do el padre Andrés de Medina y prosiguió con la la-bor evangélica entre los indios infieles.

Estalló la rebelión impulsada por indígenas incon-formes de buena parte de la Nueva Vizcaya y de la Nueva Galicia en contra de los españoles e indios convertidos.

23 de abril, cerca de la festividad de San Marcos, fue atacado y destruido el pueblo y convento de Quivi-quinta por los indios rebeldes. En dicha ocasión esta-ba como guardián del convento fray Antonio Ramos, quien no pudo hacer nada para detener las llamas, huyó hacia Acaponeta llevándose consigo algunos ornamentos del convento.

En la madrugada del 25 de abril, es atacado el pue-blo y convento de Acaponeta, sufriendo la misma situación que tres días antes Quiviquinta.

Fue frenada la rebelión indígena.

Se refundó el convento que antes estaba situado en Quiviquinta, en el pueblo de Huajicori, elevándolo a cabecera de doctrina y a San Sebastián como patro-no de ésta. Fue aceptada la propuesta de refundar el

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convento en el nuevo sitio, porque les pareció más seguro y apto para la supervivencia de los indios cris-tianos por localizarse cerca del río Acaponeta donde se sabía cultivaban variedad de frutas y legumbres, y por estar a sólo cuatro leguas del convento y pre-sidio de Acaponeta, de donde se podría dar pronto auxilio en caso de registrarse otro evento como el pasado.

Llegó a hacerse cargo como primer guardián del convento de San Sebastián de Guaxicori, fray Fran-cisco de Fuentes. Personaje a quien se le atribuye la gestión de la construcción de la iglesia y convento a personajes como el procurador general de la Nueva Galicia y al Marqués de Cerralvo, Virrey de la Nueva España.

Se sabe que fue durante este periodo que fray Fran-cisco de Fuentes donó al pueblo de Huajicori la ima-gen de Nuestra Señora de Huajicori, aunque no se sabe la fecha exacta. Durante ese periodo, el fraile permaneció como guardián de Guaxicori y promovió las bondades de La Virgen, a tal grado que después de esas fechas ya no se tienen noticias del San Se-bastián, solo de La Virgen.

El 16 de abril de 1627, el virrey Don Rodrigo Pache-co y Osorio ordenó abastecer de todo lo que fue-ra necesario para que se llevara acabo a edificación de la iglesia y convento de Guaxicori. Se sabe que concluyeron los trabajos del edificio en la primera mitad del siglo XIX, porque en la torre se localizó una inscripción que lee de manera literal: “esta torre se

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concluyó el 20 de Enero de 1824 P Julio García; sien-do presbítero Guadalupe Mancilla”. Entonces el edi-ficio tuvo varias etapas de construcción.

Fray Nicolás Ornelas y Valdivia en su crónica de la Provincia de Santiago de Jalisco escrita entre 1719 y 1722, informa de las devociones existentes hasta esa fecha en la Nueva Galicia y describe cultos lo-cales y otros de más amplia devoción, entre ellos se encuentra el de la Virgen de Huajicori, que para en ese momento ya había conformado una área geo-gráfica amplia. Respecto a lo anterior el fray descri-be de manera literal: “la imagen que hoy se venera por único remedio de cuantos males, trabajos, des-dichas y miserias, caben en nuestra naturaleza: de toda aquella tierra, real de minas de El Rosario, Cha-metla, Provincia de Tzinaloa, Tierra de el Nayarit, y toda tierra caliente vienen a visitarla, y lo común es, que no salga muy consolada, remediada, contenta; es del mismo tamaño que las dos que están ya en poder de los señores clérigos: San Juan y Tzapopan: muy parecida no solo en los milagros, sino en el ta-maño, en los rostros y en ser todas tres francisca-nas” (De Ornelas 1962: 147).

En septiembre el convento y la iglesia de Huajicori se incendiaron, se pudieron rescatar La Virgen y el cajón de ornamentos.

La Provincia de Xalisco autorizó recursos para la am-pliación del convento de Huajicori.

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Huajicori entra a formar parte de la diócesis de Tepic.

Pasa a formar parte de la Prelatura del Nayar.

Se celebró la Coronación diocesana de Ntra. Seño-ra de Huajicori, promovida por Fr. Gabriel Mariscal, párroco del lugar. En esta fiesta religiosa hicieron acto de presencia autoridades eclesiásticas y religio-sos de la Arquidiócesis de Guadalajara, Diócesis de Tepic y por su puesto de la Prelatura del Nayar. El evento estuvo armonizado también con la visita de La Virgen de Zapopan “La Generala”, a la cual consi-deran Virgen hermana, al igual que la de Talpa. Ésta arribó al poblado escoltada por la Guardia Regia y Guardaespaldas. En el acto estuvieron presente, el distinguido Excmo, Sr. Fr. Manuel Romero, acom-pañado de tres señores obispos de Tepic, Ciudad Guzmán y Autlan, y miles de fieles que acudieron de distintas jurisdicciones eclesiásticas, así como vi-sitantes extranjeros.

Se realiza la restauración de la Imagen. El arqueó-logo Francisco Samaniega (del centro INAH Nayarit) de acuerdo al análisis que realizaron los expertos sobre el material con que fue elaborada la imagen, que efectiva es de pasta de caña de maíz tal como ya lo afirma el presbítero Luis Enrique Orozco en 1954.

Restauración sobrenatural de la virgen. Días antes del novenario de la Candelaria, el padre fray Fran-cisco Alcántar, párroco de Huajicori, observó que La Virgen presentaba algunas fisuras en la parte supe-

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rior de la cabeza donde se le coloca la corona. Rápi-do corrió la noticia en el pueblo, el párroco notificó al obispo que La Virgen no estaba en condiciones de salir a su peregrinación anual el 2 de febrero y todos se pusieron tristes. Un día antes del inicio de la celebración, el padre la bajó de su nicho para que la vistieran las señoras encargadas, y cual va siendo su sorpresa que al liberarla de la ropa y corona, se pudo observar que las fracturas habían desapare-cido. Ese hecho maravilloso fue considerado un milagro.

Se celebra todos los años en el recinto sagrado de Nuestra Señora de Huajicori, la festividad de la can-delaria, que inicia el 1 y concluye en el 3 de febrero. Para esas fechas se reúnen miles de fieles creyentes para solicitar o agradecer favores concedidos por La Virgen. La celebración se ve armonizada por la participación de innumerables grupos de danzas de matachines de la región, el mariachi y la música de banda que acuden a cantarle las mañanitas.

Nota: Las fechas y datos descritos en este aparta-do fueron retomados del libro de Rangel Guzmán, Efraín, Imágenes e imaginarios: Construcción de la región cultual de Nuestra Señora de Huajicori, Uni-versidad Autónoma de Ciudad Juárez –El Colegio de Michoacán, México, 2012.

2 DEFEBRERO

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Sabemos Madre Nuestra, refugio de pecadores,

que ninguno que haya acudido a ti,implorando tu protección y socorro,

ha sido abandonado.

Te rogamos que intercedas ante tu hijo para que sanemos de la enfermedad del pecado,

de la falta de Fe y de la mediocridad; y de aquellas enfermedades

que aquejan nuestro cuerpo mortal;para que colaboremos contigo y tu Hijo Nuestro Señor Jesús

en ser promotores de la paz y del amor.

Te lo pedimos por el mismo JesucristoNuestro Señor.

Amén.

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Se terminó de imprimir el 27 de enero de 2015

en la Parroquia de Huajicori, Nayarit, México.

Se tiraron 200 ejemplares.

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