breve historia de la misa romana

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Breve Historia de la Misa Romana 1 Michael Davies “Porque desde la salida del sol hasta el ocaso es grande mi Nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura, pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé de los ejércitos”. Malaquías 1:11 Contenidos Nota del autor La liturgia católica primitiva El desarrollo gradual de las ceremonias El fin de la persecución El Rito Galicano El origen del Rito Romano y sus libros litúrgicos El Canon de la Misa data del siglo IV La reforma de san Gregorio Magno Agregados orientales y galicanos al Rito Romano Una sagrada herencia desde el siglo VI El Protestantismo rompió con la tradición litúrgica El desarrollo de las Misas Rezadas Los usos medievales y la importancia de la imprenta 1

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Breve Historia de la Misa Romana1

Michael Davies

 

 “Porque desde la salida del sol hasta el ocaso es grande mi Nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi Nombre incienso y ofrenda pura, pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahvé de los ejércitos”.

Malaquías 1:11

  

Contenidos

 Nota del autorLa liturgia católica primitivaEl desarrollo gradual de las ceremoniasEl fin de la persecuciónEl Rito GalicanoEl origen del Rito Romano y sus libros litúrgicosEl Canon de la Misa data del siglo IVLa reforma de san Gregorio MagnoAgregados orientales y galicanos al Rito RomanoUna sagrada herencia desde el siglo VIEl Protestantismo rompió con la tradición litúrgicaEl desarrollo de las Misas RezadasLos usos medievales y la importancia de la imprentaLa reforma del Papa san Pio VNo es una Misa NuevaLa antigüedad y belleza del Misal RomanoRevisiones posteriores al año 1570Nuestra antigua herencia litúrgicaAcotaciones finales

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“Nuestra Misa se remonta, sin haber sufrido cambios esenciales, a la época de su primer desarrollo entre las más antiguas liturgias. Resulta significativo que esta liturgia se retrotrae a los días de cuando Cesar gobernaba el mundo y pensaba que podía acabar con la fe de Cristo, cuando nuestros padres se reunían y cantaban himnos a Cristo como a Dios. El resultado de nuestra investigación nos lleva a sostener que a pesar de los problemas irresueltos, a pesar de algunos cambios posteriores, no hay en toda la Cristiandad otro rito tan venerable como el nuestro”.

P. Adrián Fortescue, “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” [1912], p. 213

 “En líneas generales el texto de la Misa que tenemos es el de los tiempos de san Gregorio (+ 604) en su orden y disposición, tal como la sagrada tradición lo ha legado y nadie ha osado tocar con excepción de algunos detalles poco relevantes”

P. Adrián Fortescue, “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” [1912], p. 173

  

Nota del autor  Este pequeño texto es en gran parte una compilación hecha a partir del clásico libro del Padre Adrián Fortescue: “Un estudio sobre la Liturgia Romana”2 (London - Longmans, 1912). Aunque algunos pasajes notables están especificados en las notas al final de este trabajo, mi deuda con este gran sacerdote e intelectual va en la actualidad mucho más allá de esto. Tengo la esperanza de hacer llegar a los lectores de hoy algo de los frutos de este libro del Padre Fortescue. Espero también poder en un futuro cercano publicar una compilación más extensa de los escritos del Padre Fortescue sobre la Misa.

La primer fuente histórica de la Misa es obviamente el relato de la Ultima Cena en el Nuevo Testamento. Lo que hace que existan las liturgias Cristianas es porque Nuestro Señor nos mandó hacer lo que El había hecho, en memoria Suya. No hay diferencias en las liturgias Eucarísticas al respecto, en tanto que El mandó hacer “esto”, a saber lo que efectivamente hizo. El esquema definitivo de la celebración de la Eucaristía se ha desarrollado dentro de las décadas posteriores a la muerte de Nuestro Señor, un

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esquema que bien siguió continuándose hacia fines del siglo I y que todavía se lo puede apreciar claramente en la Misa Romana de 1570.   La liturgia católica primitiva  El más antiguo y pormenorizado relato de la Eucaristía se encuentra en la Primer Epístola a los Corintios de san Pablo el cual por supuesto es anterior a los Evangelios y fue escrito en Efeso entre los años 52 y 55 después de Cristo. Los especialistas están de acuerdo en que la fórmula de Consagración utilizada por san Pablo en 1 Corintios, capítulo 11, cita literalmente una fórmula que ya estaba en uso en la liturgia Apostólica. En el texto de san Pablo se lee:

“Porque yo he recibido del Señor lo que también he transmitido a vosotros: que el Señor Jesús la misma noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo, el (entregado) por vosotros. Esto haced en memoria mía. Y de la misma manera (tomó) el cáliz, después de cenar, y dijo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre; esto haced cuantas veces bebáis, para memoria de Mi. Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que El venga. De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor”( 1 Cor. 11: 23-27).3

El pasaje es rico en doctrina. Identifica la Eucaristía con la Pasión. Un nuevo y permanente pacto o alianza se incluye entre Dios y el hombre en la Sangre de Jesús. Su sacrificio fue místicamente anticipado en la Ultima Cena. Los apóstoles, e implícitamente sus sucesores, tienen el mandato de celebrar la Eucaristía en Su memoria; y esta rememoración es de tal eficacia que se trata de una inagotable proclamación de Su muerte redentora, actualizándola en el presente hasta el día en que El venga pleno de gloria en Su Segunda venida. La Eucaristía es el memorial de la Pasión, anamnesis en griego, y conmemora la Pasión renovándola de manera incruenta sobre el altar. Finalmente, se pide la pureza de alma para tomar parte tan sacro como es el ofrecimiento y la recepción del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor.

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Relacionando el texto de San Pablo con los propios de los cuatro Evangelios sinópticos tenemos lo esencial de la liturgia Eucarística en cada uno de los ritos antiguos. Nuestro Señor tomó el pan, dio las gracias, lo bendijo y lo partió, y lo dio a Sus Apóstoles para que lo coman; después tomó la copa de vino, de nuevo dio las gracias (Lucas y Pablo no mencionan esta segunda acción de gracias), dijo las palabras de la Institución (o Consagración) sobre el vino, y se los dio para que lo beban. Así es como tenemos los cinco elementos esenciales de la Eucaristía Cristiana: 1) Pan y vino son traídos al altar; 2) El celebrante agradece; 3) Toma el pan, lo bendice y dice las palabras de la Consagración; 4) El celebrante hace lo mismo con el vino; 5) El Pan consagrado, que se convierte ahora en Cuerpo de Cristo, es partido y dado al pueblo en la Comunión con todo lo contenido en el Cáliz, que es la preciosa Sangre. La comprensión de la liturgia mejora considerablemente en el siglo II, y merece una especial referencia el testimonio de un romano pagano, Plinio el joven (Plinius Caecilius. aprox. 62-113) en ese tiempo gobernador de Bithynia (en el actual noroeste de Turquía). Por los años 111-113 escribió a su jefe, el emperador Trajano, sobre como tratar a los cristianos. Le cuenta sobre unos cristianos que habían apostatado bajo tortura, y escribe sobre estos con satisfacción: “Todos han venerado tu imagen y las estatuas de los dioses y han maldecido a Cristo”. Luego relata lo que los apostatas le revelaron sobre el culto Cristiano:

“Afirman que eso es la totalidad de sus faltas o errores, que estaban acostumbrados a reunirse en cierto día (stato die) para encontrarse al comienzo del día (ante lucem), y alternar (secum invicem) un himno cantado a Cristo como a un dios, a quien se ligan mediante un juramento (sacramento) a no cometer ningún crimen, y no solo a no robar sino a no cometer ningún tipo de robo (con o sin violencia), ni tampoco el adulterio, ni a faltar a la palabra ni a rehusar a abandonar todo su dinero. Después, es su costumbre retirarse y volver a encontrarse todos para comer aunque se trate de una comida ordinaria y humilde. Me dicen (mis informantes apostatas) que las han suspendido después de mi edicto que prohíbe las asambleas privadas (hetaerias) como usted lo ha ordenado”.4

 

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El status dies se refiere ciertamente al Domingo. Hay de acuerdo a Plinio, dos reuniones, una al comienzo del día, en la cual (los cristianos) cantan los himnos, y otra más tarde, cuando comen, el Ágape o Eucaristía. En cuanto al juramento de no hacer nada malo probablemente sea una confusión de Plinio. Debe haber tenido por seguro que en esos encuentros secretos debían tener que ver con alguna clase de juramento de conspiración; ya que la única obligación involucrada en estas reuniones que podrían haberle contado los informantes es la de no hacer el mal. La carta de Plinio no agrega más a nuestro conocimiento de la liturgia primitiva, pero es una cita valiosa por las imágenes que da, pues se trata de una de las primeras menciones hechas sobre el Cristianismo por un pagano, de las reuniones de los Cristianos antes del alba en donde se menciona que cantan sus himnos “a Cristo como a un dios”.

Los primeros Cristianos se reunían para el culto Divino en la casa de uno de sus miembros y en aquella que tuviera un comedor grande, el coenaculum, como refiere la Vulgata. Lo cual se debió a que como parte de una minoría perseguida, los cristianos no podían levantar templos públicos. Nuestro conocimiento sobre los detalles de la liturgia aumenta con los primeros Padres y con los logros de los siglos por correr. SE da un desarrollo gradual y natural. Las oraciones y las fórmulas, y eventualmente las acciones ceremoniales, se desarrollan dentro de determinadas formas. Se suceden diversos arreglos de partes subsidiarias y una gran insistencia sobre algunos elementos en diferentes lugares que producirán diferentes liturgias, pero todo vuelve hacia atrás eventualmente hacia el modelo bíblico. La Misa Romana es una forma litúrgica que podemos encontramos desde el primer momento, no en las leyes de algún papa medieval, sino en las Epístolas, en los Hechos de los Apóstoles, y en los Evangelios.

El desarrollo gradual de las ceremonias

Aunque hubo una considerable uniformidad litúrgica en los dos primeros siglos no hubo una uniformidad absoluta. Los libros Litúrgicos fueron ciertamente utilizados hacia

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mediados del siglo IV, y posiblemente antes de fines del siglo III, pero los textos más antiguos datan del siglos VII, y la notación musical no sería usada en occidente hasta el siglo IX cuando se codificaron las melodías del canto Gregoriano. El único libro conocido que con seguridad era el utilizado hasta el siglo IV era la Biblia de donde se tomaban las lecturas. Los Salmos y el Padre nuestro eran conocidos con el corazón, por lo demás las plegarias eran improvisadas. Había poco que se pudiera describir como ceremonial en el sentido que hoy en día le damos al término. Las cosas eran realizadas de acuerdo a algún propósito práctico. Las lecturas eran leídas en voz alta desde un lugar conveniente para que puedan escucharse, y el pan y el vino eran llevados al altar en el momento apropiado. Todo evidentemente era llevado a cabo con la más grande y posible reverencia, y gradual y naturalmente emergían los signos de respeto convirtiéndose en costumbres admitidas, en otras palabras las acciones litúrgicas devenían en su ritualización.

El Lavabo o lavado de las manos es un ejemplo evidente. En todos los ritos el celebrante se limpia las manos antes de tomar las ofrendas, lo que es una obvia precaución y un signo de respeto. Santo Tomas de Aquino remarca: “No estamos acostumbrados a tomar algo preciado sino es con las manos limpias, por lo que pareciera indecente que uno pudiera acercarse a tan gran sacramento con las manos sucias”.5 El lavado de las manos casi inevitablemente viene a comprenderse como un símbolo de la purificación del alma, como es el caso de todos los rituales de lavados en cualquier religión. Originalmente no había ninguna oración en particular ordenada para el lavado de las manos, pero fue natural que los sacerdotes dijeran plegarias tales como para purificarse en ese momento, y que eventualmente esas plegarias encontraron luego su lugar en los libros litúrgicos. ¿Qué plegaria podría ser más apropiada que el Salmo 25, Lavabo inter innocentes manus meas? Todo nuevo ritual crece naturalmente desde estas acciones puramente prácticas, tal como las vestimentas fueron desarrollándose a partir de la ropa ordinaria. La única acción ritual que encontramos en los dos primeros siglos son ciertas posturas, la acción de arrodillarse o estar de pie

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para rezar una oración, y tales ceremonias, como el beso de la paz, todas ellas fueron heredadas de los Judíos. 6

Es fácil entender como el orden, el esquema general del servicio, se convertiría en algo permanente casi inconcientemente. Las personas que hacen lo mismo continuamente, lo terminan haciendo naturalmente de la misma manera. No existía ninguna razón para cambiar; revertir el orden repentinamente perturbaría y fastidiaría a la gente. Los primeros Cristianos, por ejemplo, sabían cual era el momento de las lecturas, cuando se recibía la Comunión, cuando pararse para decir una plegaria. El hecho que los catecúmenos estuvieran presentes en una parte del servicio, y que no pudieran ver el resto, destaca la importancia de un orden uniforme. Pero las plegarias también, aunque no tenían todavía una forma estable, naturalmente tenderían hacia la uniformidad, al menos en líneas generales. En esto también el hábito y la costumbre pronto fijarían su orden. El pueblo sabía cuando era el momento de la oración por el emperador, la acción de gracias, las peticiones. La forma dialogada de las plegarias, de la que tenemos muchos muestras en el primer período, también implican uniformidad, al menos en la idea general de las plegarias. El pueblo respondía, “Amen”, “Señor ten piedad de nosotros”, “Gracias sean dadas a Dios”, y así sucesivamente en ciertos puntos, porque más o menos sabían lo que el celebrante dirían en cada momento. En un diálogo dramático cada lado debe estar preparado ante la respuesta del otro. De tal modo que la composición de las plegarias permanecieran constantes. En muchos casos se usan las mismas palabras, a veces las fórmulas enteras, algunas bastantes largas son recurrentes. Esto puede entenderse fácilmente.

En primer lugar existían muchas fórmulas propias del Antiguo y el Nuevo Testamento, que eran típicas de los servicios Judíos, las que también fueron utilizadas como fórmulas litúrgicas por los Cristianos. Un ejemplo de estas fórmulas son: “Amen”, “Aleluya”, “Señor ten piedad de nosotros”, “Gracias sean dadas a Dios”, “Por los siglos de los siglos”, “Bendito seas Tu, Oh Dios nuestro”. Además se advertirá que las oraciones improvisadas siempre tenderán

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a caer en fórmulas estereotipadas. Un hombre que reza por lo mismo pronto comenzará a repetir las mismas palabras. Esto también puede notarse en las predicaciones. El hecho de que todo el lenguaje Cristiano estuviera saturado con formas bíblicas significa que difícilmente fuera posible para el obispo utilizar diferentes palabras y formas cada vez que predicara, aún solo intentándolo. ¿Y porque lo haría? Así las mismas expresiones se repiten una y otra vez en las plegarias públicas. Una fórmula constantemente escuchada pronto podría ser considerada la más adecuada, especialmente si en algunos casos (los salmos y el Padre nuestro) la liturgia ya tenía ejemplos de formas constantes. Un obispo joven que le tocaba celebrar no podía hacer mejor que continuar el uso de las mismas palabras (tanto como se las acuerde) de su venerable predecesor cuyas plegarias, el pueblo, y quizás él mismo como diácono, hayan tantas veces seguido y respondido con reverencia y devoción.7

El fin de la persecución

Los factores históricos juegan un rol crucial en la manera en que la liturgia era celebrada. Durante los tiempos de la persecución la brevedad y la simplicidad serían sus principales características y obvias razones. La tolerancia hacia el Cristianismo bajo Constantino I, y su adopción como la religión del Imperio bajo Teodosio I (379-95) tuvieron un fuerte efecto en el desarrollo del ritual. Las congregaciones aumentaron de tamaño, y las donaciones para la construcción de las iglesias y su mobiliario resultaron en el enriquecimiento de los vasos sagrados y las vestimentas. Las donaciones fueron porque querían que estos fueran lo más ricos y lo hermoso más hermosos posibles. En paralelo el desarrollo natural de los ritos litúrgicos devinieron más elaborados, con procesiones solemnes, profundizándose también la naturaleza imponente del rito. Esta elaboración de la liturgia fue más rápida en Oriente que en Occidente durante el siglo IV, pero el cambio universal de estilo fue iniciado en todo el mundo Cristiano, el cambio de un ritual ilegal y privado hacia otro público y apoyado por el estado.

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Desde el siglo IV en adelante tenemos información muy detallada en materia litúrgica. Los Padres de la Iglesia, como San Cirilo de Jerusalem (m. 386), San Atanasio (m.373), San Basilio (m. 379), y San Juan Crisóstomo (m. 407) proporcionaron descripciones muy estudiadas de los ritos que celebraron. Desgraciadamente sabemos menos sobre la historia antigua del rito Romano que de cualquier otro. La libertad de la Iglesia bajo Constantino, y en líneas generales, el primer concilio de Nicea en 325, conforman el momento decisivo para el estudio litúrgico.

Desde el siglo IV empiezan a aparecer compilaciones de textos litúrgicos, el primer Euchologión y los Sacramentarios fueron redactados para su uso en la iglesia. El Euchologion es un libro litúrgico de las Iglesias de Oriente que contiene los ritos Eucarísticos, las secciones constantes del Oficio Divino, los ritos para la administración de los Sacramentos y Sacramentales, de igual modo en el Rito Romano combinando las partes esenciales de la Misa, el Pontifical y el Rituale. En este tiempo, el rito antiguo y fluido fue cristalizado en diferentes liturgias en diferentes lugares. Estas diferentes liturgias tenían en común una misma descendencia y seguían el mismo esquema general. Pueden así verse claramente cuatro tipos de fuentes de ritos en las cuales pueden rastrearse las huellas de las más antiguas liturgias. Tres de estas fuentes son los ritos propios de las antiguas ciudades patriarcales, Roma, Alejandría y Antioquia. La regla general respecto a la costumbre litúrgica es que el rito sigue al patriarcado. La cuarta fuente es el rito Galicano, que fue una excepción a la regla, aunque celebrado dentro del Patriarcado de Roma, no se deriva del rito celebrado en Roma. Como este estudio está interesado solo en la evolución del Rito Romano las liturgias de Alejandría y Antioquia o serán analizadas, pero tendrá, como efectivamente la tuvo, una considerable influencia sobre el desarrollo del Rito Romano final.

El Rito Galicano  

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El hecho que hasta el siglo VIII occidente no aplicara el principio general de que el rito sigue al patriarcado es tan anómalo como único. Que el Obispo de Roma fuera el Patriarca de todo occidente no es un hecho que alguien discuta, y aún así las Iglesias de Occidente no siguieron su rito. Hasta el siglo VIII, solo se trataba del rito local de la ciudad de Roma. No se lo usaba en el norte de Italia, y aún más, las diócesis del sur de la península tenían sus propios usos litúrgicos. Es bastante común clasificar a todos estos ritos Occidentales (Latinos pero no Romanos) bajo la misma denominación de Galicanos. Esta clasificación se justifica en relación a que todos difieren del rito Romano y en cambio entre ellos guardan una estrecha vinculación. Sabemos más del rito Galicano, en sentido estricto, tal como fue usado en la Galia. Se encuentran algunas variantes en España, Bretaña, Italia y en otros países. El punto de vista general acepta que la familia Galicana de liturgias se originó en Oriente, posiblemente en Antioquia, y que después de ser adoptado en Milán durante el siglo IV se difundió en todo Occidente. Milán fue en ese tiempo la Sede Metropolitana del norte de Italia y la segunda en importancia en todo Occidente.

Alrededor del siglo VIII el rito local de Roma gradualmente comenzó a extenderse a lo largo de Occidente, desplazando a las liturgias Galicanas aunque siendo modificado por aquellas en el proceso. Hay dos lugares en Europa Occidental en donde las antiguas liturgias Galicanas todavía son utilizadas. Uno, es Toledo en España, el rito Mozárabe. La palabra “Mozárabe” hace referencia a los Mozárabes, los Cristianos Arabes, y estrictamente hablando, solo podría aplicarse a aquellas partes de España que cayeron bajo el dominio Moro después del año 711. En su forma presente es el último vestigio del antiguo rito Español. Desde el siglo XI el rito Mozárabe fue más y más orientándose al de Roma, y pareció que desaparecería completamente. En 1500 el Cardenal Ximenes, Cardenal Arzobispo de Toledo que muriera en 1517, revisó sus libros litúrgicos, y fundó capítulos en Toledo, Salamanca y en Valladolid para preservar su uso, pero solo en la capilla del Corpus Christi en la catedral de Toledo, fundada por el Cardenal, que todavía se celebra hoy en día y con elementos Romanos, en

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particular la forma Romana de las palabras de la institución. El Cardenal Ximenes tenía un Misal Mozárabe impreso en 1500, y un Breviario en 1502.

La ciudad de Milán también tenía su propio rito, comúnmente llamado “Ambrosiano”, pero no hay ninguna evidencia para probar que San Ambrosio hiciera más que componer las palabras de media docena de himnos de este rito, que está aún más Romanizado que el de Toledo, y que incluye al Canon Romano. El pueblo de Milán se levantó en armas en varias ocasiones para resistir los intentos contra la imposición del Rito Romano. Pero el rito Ambrosiano fue considerablemente modificado después de 1970 a fin de encuadrarlo con la Misa Nueva del Papa Pablo VI.

El origen del Rito Romano y sus libros litúrgicos

A mediados del siglo IV existían ciertamente algunos libros litúrgicos, sin embargo nadie puede decir que no se haya escrito algo antes. La primer parte de la liturgia en escribirse parecen ser los Dipticos. La palabra “Diptico” viene del Griego y significa “doble pliego”. Un Diptico consistía en dos tablillas (cubiertas con cera en el comienzo) unidas como un libro. En una estaban escritos los nombres de los vivos por quienes se iban a decir las plegarias, en la otra los nombres de los muertos. Estos nombres eran después leídos por el diácono en el lugar indicado en la liturgia. Su uso en Oriente se continúa por mucho en la edad media. Luego las lecturas fueron puestas en un libro. La antigua costumbre de leer de la Biblia cambió cuando el obispo optó por un plan más ordenado de lecturas para cada liturgia. Las notas marginales en la Biblia que se hacían muestran esta práctica. Más tarde se compone un “Indice” con las primeras y las últimas palabras del párrafo a leerse. Además de la Biblia eran leídos otros libros (vidas de santos y las homilías en el Divino Oficio); un Indice completo con la guía de lecturas es el “Compañero de citas de los libros”, llega a ser el liber comitis, o, comicus. Finalmente, para salvar cualquier problema, la totalidad de los textos son copiados en el orden que son requeridos, así se arriba al (litúrgico) Libro

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del Evangelio (evangelarium), al Libro de las Epístolas (espistolarium), y finalmente al Leccionario completo (lectionarium). Por otra parte resulta muy creíble que San Jerónimo (324-420) haya sido comisionado por el papa para seleccionar las Epístolas y los Evangelios utilizados para cada Domingo del año litúrgico, que ha sido utilizado desde entonces en el Misal Romano tradicional.8 Entretanto también se empezaron a copiar las plegarias dichas por el celebrante y el diácono.

Aquí debemos advertir una diferencia importante entre las composiciones más antiguas y la que ahora tenemos en Occidente. Nuestros libros actuales están conformados de acuerdo al servicio en que se utilizan, así el Misal contiene todo lo que requiere para la Misa, el Breviario contiene todo el Oficio Divino, y así sucesivamente. El sistema más antiguo, que todavía sigue vigente en todas las iglesias de Oriente no se orienta hacia el servicio sino a la persona que utiliza el libro. Un libro tendrá todo lo que el obispo o el sacerdote dice en cualquier servicio, el diácono tiene su libro, el coro el suyo, y así el resto. El libro del obispo, del cual también hace uso el sacerdote, es el Sacramentario (Sacramentarium o liber sacramentorum], este comprende solo la parte propia del celebrante de la liturgia Eucarística, plegarias tales como el Canon, Colectas, y los Prefacios, pero no las Epístolas y los Evangelios, o las partes cantadas como el Gradual. También abarca la parte correspondiente al obispo en muchos otros servicios, ordenaciones, bautismos, bendiciones y exorcismos, en definitiva todas las funciones sacerdotales. El diácono tenía su libro propio, el diakonikon; pero como su función en Roma estaba reducida a cantar el Evangelio este libro fue limitado a las liturgias Orientales. Y luego, más tarde, el coro tuvo a su alcance los salmos y los responsos compuestos todos juntos en el liber antiphonarius, o gradualis, el liber responsalis, psalterium; más tarde el hymnarium, liber sequentialis, responsalis, y el psalterium; más tarde el hymnarium, liber sequentialis, y así sucesivamente, de los cuales en la temprana edad media hubo una gran variedad.9

El Canon de la Misa data del siglo IV

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Hacia finales del siglo IV san Ambrosio de Milán, en una colección de instrucciones para los recién bautizados titulada “De Sacramentis”, cita la parte central del Canon que es sustancialmente idéntica, aunque algo más corta, que las respectivas plegarias del Canon Romano. Esto prueba más allá de toda duda que el núcleo de nuestro Canon, desde “Quam oblationem” (la oración anterior a la Consagración), incluyendo la plegaria sacrificial después de la consagración, existía hacia fines del siglo IV.

Los Sacramentarios Romanos más antiguos son las primeras fuentes completas del Rito Romano. Estos eran escritos en Latín que gradualmente fue reemplazando al Griego como la lengua de la liturgia Romana. Los especialistas difieren en cuanto al tiempo preciso en que se haya completado esta transición, el cual va desde la segunda mitad del siglo III hasta finales del siglo IV. Ambas lenguas debieron haber sido utilizadas de forma paralela durante un largo período de transición.10 El genio de la lengua Latina ciertamente afectó el ethos (el rasgo distintivo) del Rito Romano. El Latín es naturalmente conciso y austero cuando se lo compara con la abundancia retórico del Griego. Era una tendencia natural del Latín recortar las frases redundantes, y esta austeridad y laconismo son el sello propio de la Misa Romana.11 De los Sacramentarios, tres sobresalen como los más antiguos, los más completos, y los más importantes en todo aspecto. Estos son los llamados Sacramentarios Leoninos, Gelasianos y Gregorianos, denominados respectivamente de acuerdo a los papas San León (440-61), Gelasio (492-6), y San Gregorio Magno (590-604). Los nombres implican una autoría que no puede ser total aún para el caso de San Gregorio. No hay ninguna evidencia que el Papa Gelasio haya contribuido en nada al Sacramentario que se le atribuye; San León puede quizás haber compuesto algunas oraciones en el Sacramentario Leonino, pero eso tampoco es del todo cierto, aunque el Sacramentario Gregoriano en cambio casi con seguridad puede afirmarse que contiene algún material compuesto por San Gregorio. Al Sacramentario Leonino, (Sacramentarium Leonianum) el más antiguo de los tres, puede accederse en un manuscrito

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del siglo VII preservado en la Biblioteca de Verona. El Sacramentario fue precedido por lo que se conoció como el Libelli Missarum, se trataba de pequeños libros que contenían formularios para las partes de la Misa para una Iglesia en particular en una diócesis o localidad, las lecturas, o las partes cantadas, pero no el Canon que era fijo. Estos libros eran algo intermedio entre las improvisaciones en la celebración y los formularios que fijó el Sacramentario. En la actualidad no constan que haya sobrevivido ninguno sin embargo la certeza de su existencia es bien conocida a través de las referencias literarias, y por sobre todo por el Sacramentario Leonino que consiste en una colección de Libelli. Desafortunadamente la colección no está completa, y carece tanto del Orden y del Canon de la Misa, pero tiene varios propios de las Misas que todavía pueden encontrarse en el Misal Romano.

El Sacramentario Gelasiano es el Libro de Misa Romano más antiguo en el sentido propio del término. Es por mucho más completo que el Leonino, tiene las fiestas compuestas de acuerdo al Año Eclesiástico. También contiene el Canon y varias Misas votivas. El manuscrito más antiguo data del siglo VIII que también comprende algún material Galicano.  La reforma de San Gregorio Magno  San Gregorio Magno se convirtió en Papa en 590 y reinó hasta el 604. Sus logros durante esos catorce años casi desafían la credibilidad. Destacándose entre las muchas reformas que llevó a cabo la de la liturgia. Su pontificado marca una época en la historia de la Misa Romana, la cual, en sus aspectos más importantes dejó en el estado que todavía tiene. Recolectó los Sacramentarios de Gelasio en un libro, dejando afuera bastante y cambiando muy poco. A lo que ahora nos referimos como el “Sacramentario Gregoriano” no puede ser atribuido al mismo Papa, al margen de otra evidencia: contiene la Misa de su fiesta, pero ciertamente está basado en su reforma litúrgica e incluye material compuesto por él.

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La clave de la reforma de San Gregorio fue su fidelidad a las tradiciones heredadas (la raíz de latina de la palabra “traditio” significa “entregar” o “dejar en herencia”). Su reforma consistió principalmente en una simplificación y en una composición más ordenada del rito existente, en la reducción de las plegarias variables para cada Misa al número de tres (Colecta, Secreta, y Postcomunión), y una reducción de las variaciones que tenían lugar en esa época dentro del Canon, prefacios y formas adicionales para los Comunicantes y el Hanc Igitur. Estos ajustes todavía pueden encontrarse en algunas ocasiones tales como en Navidad y en Pascua. Su obra principal fue ciertamente la composición definitiva del Canon Romano. El Leccionario también tuvo su forma definitiva aunque todavía tuvo que esperar algunos cambios posteriores de cierta consideración. El Orden de la Misa tal como se lo encuentra en el Misal de 1570 de San Pio V (1566-1572), al margen de algunos agregados y simplificaciones, se corresponde con el orden fijado por San Gregorio. Y es también a este gran Papa que debemos, en gran medida, la codificación de ese canto incomparable que lleva su nombre.

Agregados orientales y galicanos al Rito Romano

La Misa Romana tal como fue reformada por San Gregorio gradualmente se difundió y predominó no solo en Italia, sino también más allá de los Alpes. El prestigio de la Iglesia de Roma, la sobria naturaleza de su liturgia, el hecho de que en Roma estaban las tumbas del Príncipe de los Apóstoles y muchos otros mártires, todo esto se combinaba para otorgar a la liturgia de Roma un ethos distintivo de autenticidad y autoridad. A esto se suma, la ausencia de un gran primado en Europa, salvo el de Toledo en España, y que los problemas de la época favorecieron su rápida expansión. Pero durante esta expansión la liturgia Romana absorbió características locales, esto es Galicanas, tradiciones que se derivaban de un periodo más antiguo y afines a los usos de Oriente. Algunas de estas características Galicanas encontraron eventualmente incorporadas en la misma Misa Romana.

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El Sacramentario que lleva el nombre de San Gregorio es el término utilizado para una familia de Sacramentarios que emergieron después de su pontificado. El más importante de los Sacramentarios Gregorianos es el referido como “El Adrianum”, el cual fue enviado por el Papa Adriano I (722-795) a Carlomagno a pedido del Emperador en 785 o 786. Carlomagno que quería una liturgia estandarizada para su imperio había solicitado un Libro de la Misa de acuerdo a los usos de Roma. En esta empresa fue ayudado por Alcuino, un monje Inglés, que reparó las deficiencias del Sacramentario Romano agregando material de los sacramentarios Gelasianos en uso en la Galia, sacramentarios que contenían material Galicano. La mezcla de ritos que hizo Alcuino en su Sacramentario llegó a Roma, incluyéndose parte de su material en el propio Sacramentario Romano. Y es por este Sacramentario Romano Galicanizado que eventualmente se compilaría la versión final del Misal Romana. Por el siglo XI, y hacia fines del siglo XII, este rito Romano Galicanizado había suplantado a todos los ritos puramente Galicanos en occidente con excepción del sobreviviente rito Mozárabe en Toledo y de la versión Romanizada del rito Ambrosiano en Milán. Y la regla de que el rito sigue al patriarcado finalmente es la que prevaleció en Occidente como en Oriente.  Los agregados al rito Romano, algunos de los cuales se originaron en Jerusalem y en Oriente como en los ritos Galicanos, o mediante los ritos Galicanos, componen sus partes más elaboradas, decorativas y simbólicas. El rito Romano puro era excesivamente simple, austero y llano; 1 Título original: “A Short History of the Roman Mass”. Autor: Michael Davies. Fuente: www.romancatholicism.org. Autorizada su traducción por el Dr. Felix Dufourc (P) Presidente de:“Una Voce Argentina”. (Traducción: Gustavo Nózica).2 La fuente principal de este libro ha sido la obra clásica del Padre Adrián Fortescue, “The Mass: A Study of the Roman Liturgy” [London: Longmans, 1912] (“La Misa: Un Estudio sobre la Liturgia Romana”), breviter: TM en las notas.3 Versión de la Santa Biblia traducida por Mons. Dr. Juan Straubinger, Fundación Santa Ana, La Plata, 2001.4 TM, p. 16.5 Summa Theologica, Part III, Q. 83, Art. 5, ad I.6 TM, p. 50.7 TM, ps. 50 a52.8 TM, ps. 255 y 261.9 TM, ps. 115 a 117.10 TM, p. 126.11 TM, p. 127.

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nada era realizado sino con alguna razón práctica y de utilidad. Sus oraciones eran cortas y dignas, pero casi siempre muy austeras cuando se las comparaba con la retórica exuberante de Oriente. En nuestro Misal tenemos muchas fuentes no-Romanas en lo relativo al ritual para la Semana Santa, como son las decorativas y simbólicas procesiones y bendiciones de la Candelaria y el Domingo de Ramos. El Doctor Fortescue escribió al respecto:  

“Si alguien aventurara alguna crítica a estos agregados desde un punto de vista estético, sería que son excesivamente alegres. El antiguo rito Romano, a pesar de su divinidad y simpleza arcaica, tenía la desventaja de ser árido. Los ritos Orientales y Galicanos son muy floridos para nuestro gusto y demasiado largos. Los pocos elementos no-Romanos en nuestra Misa no afectan en nada a su dignidad y en cambio le otorgan una gran variedad y emoción logrando hacerla más hermosa”.12

Una sagrada herencia desde el siglo VI Hemos arribado a la temprana edad media. De esta época en adelante no hay mucho para contar respecto a los cambios en el orden mismo de la Misa, la cual, con su remoto origen ya se había convertido en una herencia sagrada e inviolable. Era una creencia popular pensar que había permanecido inmodificada desde los Apóstoles, o que había sido escrita por el mismo San Pedro. El Dr. Fortescue considera que el reinado de San Gregorio Magno marca una época en la historia de la Misa, dejando una liturgia que en su esencia es tal como la que tenemos hoy en día. Así escribe:

“Hay, además, una tradición constante de que San Gregorio fue el último en tocar la parte esencial de la Misa, a saber, el Canon. Benedicto XIV (1740-1758) dijo: “Ningún papa ha agregado o cambiado el Canon desde S. Gregorio”.13

 Aún cuando todo es totalmente exacto no es demasiado importante, e incluso si algún agregado menor avanzó lentamente después, quizás unos “Amén”, pero el punto es que existía en la Iglesia de Roma la tradición de más de un

12 TM, p. 184.13 TM, p. 172.

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milenio de que el Canon no podía ser modificado. De acuerdo con el Cardenal Gasquet: 

“El hecho, de que haya permanecido inalterado durante trece siglos, es la mejor evidencia de la veneración que fue objeto y de los escrúpulos tenidos para tocar tan sagrada herencia que se nos ha legado desde la más remota antigüedad”.14

 Aunque el rito de la Misa continuó desarrollándose después del tiempo de San Gregorio, el Doctor Fortescue explica que:

“Todas las modificaciones posteriores se acomodaban a la antigua composición, y las partes más importantes no fueron tocadas. En líneas generales desde los tiempos de San Gregorio es el texto de la Misa que tenemos, su orden y composición, como una tradición sagrada que nadie se ha aventurado a tocar a excepción de algunos detalles sin importancia”. 15

 Entre los agregados tardíos: 

“Las plegarias dichas a los pies del altar son en su forma actual la parte más reciente de todo. Su desarrollo data de las preparaciones privadas y no fueron formalmente registradas en su estado presente antes del Misal de Pio V (1570)”.16

 Sin embargo fueron, ampliamente utilizadas antes de la Reforma y se las encuentra en la primer edición del Misal Romano [1474]. 

“El Gloria fue introducido gradualmente, al principio solo para ser cantado en las fiestas en las Misas de obispos. Probablemente sea un aporte Galicano. El Credo llegó a Roma en el siglo XI. Las plegarias del Ofertorio y el Lavabo fueron introducidos más allá de los Alpes difícilmente antes del siglo XIV. El Placeat, la Bendición y el Ultimo Evangelio fueron introducidos gradualmente en la Edad Media”.17

 Estas plegarias regularmente tenían un uso litúrgico anterior muy difundido antes de su incorporación oficial en

14 F. Gasquet & H. Bishop, “Edward VI and the Book of Common Prayer”  (London: John Hodges, 1890), p. 197.15 TM, p. 173. 16 TM, pp. 183-184. 17 TM, p. 184.

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el rito Romano. El Suscipe sancte Pater puede ser rastreado en el libro de oraciones de Carlos el Calvo [875877].18  Las plegarias que se introdujeron a la Misa Romana después del tiempo de San Gregorio Magno fueron las primeras que abolió la Reforma Protestante. Las plegarias dichas al pie del altar, el Judica me, con sus referencias al sacerdote llegándose al altar de Dios, y el Confiteor que pide la intersección de Nuestra Señora y los santos, eran particularmente inaceptables. Las plegarias del Ofertorio, con su específica terminología sacrificial, y el Placeat tibi que viene después de la Comunión, eran totalmente incompatibles con la teología Protestante.

El hecho que estas plegarias fueran incompatibles con la herejía Protestante apenas sorprende como una de las razones que provocaran su aceptación por la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, es la excepcional claridad de su contenido doctrinario. Esta tendencia del rito de expresar aún con más claridad su contenido está perfectamente de acuerdo con el principio lex orando, lex credendi. Este principio ha sido explicado de modo muy claro por Dom Fernand Carbol en la introducción de su Misal Diario:  

“Un papa en el siglo V, en el curso de una famosa controversia, pronunció las siguientes palabras que deben ser tenidas, desde entonces, como un axioma de teología: Legem credendi lex statuat supplicandi (que sea la ley del que reza la que establezca la ley de la fe), en otras palabras, la liturgia de la Iglesia es una guía segura para su enseñanza.Por sobre todo la Iglesia aprecia mucho la integridad de su fe de la que es guardiana: no podría por lo tanto permitir que sus plegarias oficiales y el culto estuvieran en contradicción con su doctrina. Así, es como siempre ha estado sobre las fórmulas de su liturgia con el mayor de los cuidados, corrigiendo o rechazando aquello que parecía de algún modo teñido de error.Los libros litúrgicos son por consiguiente una expresión auténtica de la fe Católica, y son, de hecho, una fuente de la cual los teólogos pueden, con total seguridad, extraer sus argumentos en defensa de la fe. La liturgia mantiene un lugar importante entre el loci theologici (las fuentes teológicas), y en este respecto su mayor representante es el Misal, el cual no es por supuesto un manual de Teología Dogmática, sino que está vinculado con el culto a Dios y no con cuestiones debatibles. No obstante es una

18 TM, p. 305.

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verdad que en el Misal tenemos una magnífica síntesis de la doctrina Cristiana, de la Santa Eucaristía, el Sacrificio, de las plegarias del culto Cristiano, de la Encarnación y de la Redención, de hecho, en el Misal todos los dogmas de la Fe encuentran su expresión”.

En la muy autorizada exposición de la doctrina Católica editada por Canon George Smith se lee:

“A lo largo de la historia del desarrollo de la liturgia sacramental, la tendencia ha sido siempre hacia el crecimiento, el agregado y el acrecentamiento, en el esfuerzo de obtener un mayor y más perfecto, más claro y significativo simbolismo”. 19

El Protestantismo rompió con la tradición litúrgica La buena e invariable práctica de la Iglesia en Occidente sufrió una ruptura por primera vez por los Reformadores Protestantes del siglo XVI. Ellos rompieron con la tradición de la Iglesia precisamente al iniciar una drástica reforma a los ritos litúrgicos, y este habría sido también el caso aún si las liturgias hubieran sido reformadas de modo ortodoxo. La naturaleza de su herejía fue puesta en claro no tanto por lo que contenían sus ritos sino por lo que omitían de los libros tradicionales.

En 1898 los obispos católicos de la Provincia de Westminster denunciaron en tono mordaz la revolución iniciada por los Reformadores Ingleses, una revolución que radicalmente se volvió incompatible con el principio enunciado por Canon Smith (y citado más arriba). Los Anglicanos sostienen que sus servicios tienen como objetivo la simpleza y el retorno a los usos primitivos y a un lenguaje más vigoroso. Los Obispos Católicos negaron el derecho de las iglesias nacionales o locales a inventar sus propios ritos.

“No deben (las iglesias nacionales/locales) omitir ni reformar nada en aquellas formas que la tradición inmemorial nos ha legado. Pues tales inmemoriales usos, ya sea o no que en el curso de los siglos se hayan incorporado agregados superfluos, ciertamente, en la apreciación de aquellos que creen en lo Divinamente

19G. Smith, Editor, “The Teaching of the Catholic Church” (London: Bums & Oates, 1956), p. 1056.

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guardado por la Iglesia visible, deben al menos haber conservado lo que sea necesario, de tal modo que adhiriéndose rígidamente al rito que hemos heredado podámonos siempre sentirnos seguros; mientras que si omitamos o cambiemos algo, puede que estemos abandonando justamente ese elemento que es esencial. Y este buen método es el que ha seguido siempre la Iglesia Católica (…) Ya que en los primeros tiempos se les permitió a las iglesias agregar nuevas plegarias y ceremonias reconocidas (…) Pero que se les haya permitido sustraer plegarias y ceremonias previamente en uso, y aún, rediseñar los ritos existentes del modo más drástico, es una proposición de la cual no sabemos que exista ningún antecedente histórico, y que nos resulta absolutamente inaudito. Así pues, Cranmer tomando una decisión sin precedentes, actuó en nuestra opinión, con la más inconcebible temeridad.”20

El desarrollo de las Misas Rezadas  La evolución de lo que llamamos “Misa Rezada” es la más importante de las modificaciones a la que se refiere el Padre Fortescue. La simpleza de la Misa Rezada podría dar la impresión que se trataría de la forma primitiva. Pero nada más alejado de la verdad. Es, de hecho, una forma breve tardía. Todo lo que se ha escrito en relación a la Misa Romana se relaciona casi siempre con la Misa Solemne. Al principio de este trabajo hablábamos de la liturgia celebrada con diáconos y asistentes y de la presencia del pueblo que canta su parte. Hasta la Edad Media, la Misa no era dicha sino más de una vez en el mismo día. El obispo o el clérigo de más rango, y el resto del clero o recibía la Comunión o concelebraba. Esa es todavía la práctica en las Iglesias Orientales, en donde no hay un equivalente a la Misa Rezada y en donde se mantiene la costumbre de un solo altar en cada iglesia. En la temprana Edad Media en Occidente, cada sacerdote ofrecía su propia Misa todos los días, una práctica que tuvo un gran efecto, no solo sobre la liturgia, sino sobre la arquitectura de la Iglesia e incluso del Derecho Canónico.

El cambio surgió por razones teológicas. Dado que cada Misa tiene un valor enorme ante Dios en tanto sacrificio propiciatorio, luego dos Misas valen el doble que una sola. 20 El Cardenal Arzobispo y los Obispos de la Provincia de Westminster: “A Vindication of the Bull “Apostolicae Curae” (London: Longmans, 1898), p. 42.

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La costumbre de ofrecer cada Misa empezó con su aplicación a una especial intención y la aceptación del estipendio por decirla. Este fue en particular el caso de las Misas de Réquiem. Los fieles Católicos harían constar en sus testamentos la voluntad de que se celebraran Misas por sus almas y harían donaciones también para las fundaciones monásticas a tal fin. En la tardía Edad Media, se establecieron capillas para con el especial propósito de que se ofrecieran requiems para una personal en particular, y fue una práctica habitual de todos los gremios medievales que se dijeran Misas por sus miembros fallecidos. Alrededor del siglo IX la multiplicación de las Misas progresó tanto que muchos sacerdotes decían varias Misas al día. (En el siglo XIII se tomaron acciones tendientes a frenar la excesiva multiplicación de Misas, y unos cuantos sínodos le prohibieron a los sacerdotes celebrar más de una vez al día, excepto para los días Domingos, y de fiesta, y en casos de necesidad).  La multiplicación de las Misas motivó la construcción de muchos altares en la misma iglesia y en los monasterios en donde había muchos sacerdotes para celebrar al mismo tiempo en diferentes altares. En el siglo IX todo monasterio más o menos grande fue solicitado para que ofrecieran cientos o incluso miles de Misas cada año. Todos estos factores contribuyeron al servicio breve que llamamos Misa Rezada, y fue la Misa Rezada la que motivó la compilación del Misal tal como lo conocemos hoy en día. En el primer período, tal como hemos visto, los libros eran compuestos para personas específicas (según su función en la Misa). El libro del sacerdote era el Sacramentario, que contenía su parte de la Misa y otros servicios. No necesitaba tener las lecturas o antífonas en su libro ya que no las recitaba. Pero al tratarse de una celebración privada el sacerdote debe decir estas partes él mismo, en sustitución de los ministros y el coro. Se tuvieron entonces que compilar libros que comprendieran estas partes también, y el proceso comenzó tan temprano como en el siglo VI en los Sacramentarios que iniciaban el

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comienzo de este desarrollo. En el siglo IX las Misas Comunes de los Santos eran a veces dispuestas con una Epístola, Evangelio y la parte del coro. El siglo X fue testigo de los primeros intentos de compilación conocido como el “Misal Perfecto”, Missale plenarium, que suministraba el texto entero de la Misa.

La posibilidad de un Misal realmente abarcativo tubo un estimulo particular en la necesidad de Roma, bajo el pontificado de Inocencio III, de un libro que pudiera ser utilizado por los miembros de la curia Romana, quienes tenían que viajar mucho en atención a sus deberes. Este fue compilado bajo el nombre de Missale Secundum Consuetudinem Romanae Curiae, y se difundió en todas partes con el triunfo final del Rito Romano. Circunstancia que en cierto grado fue causada por la adopción que hicieran de el los recién fundados frailes Franciscanos, quienes lo llevaron consigo a donde iban durante la rápida expansión de la Orden. y, por supuesto, eventualmente también al Nuevo Mundo. Desde el siglo XIII en adelante no se escucha más sobre los Sacramentarios.  La Misa Rezada afectó luego en algo a la Misa Solemne. Originalmente el celebrante decía o cantaba su parte y escuchaba, como cualquiera, las otras partes -las Lecturas, Gradual, y así sucesivamente.

Más tarde, habiéndose convertido una costumbre para el sacerdote decir estas otras partes en las Misas Rezadas -en las cuales tenía que tomar el lugar de los ministros y del mismo coro- comenzó a decirlas también en la Misa Solemne.  Así llegamos a nuestra actual disposición en donde el celebrante también dice en voz baja en el altar lo que sea que cantaban los ministros y el coro.21

Los usos medievales y la importancia de la imprenta

21 TM, pp. 185-190.

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Aunque se haya hecho referencia al éxito del Rito Romano, no fue sin embargo celebrado de manera completamente uniforme. Había una proliferación de variaciones locales o “usos” tales como el Rito de Sarum en Inglaterra, muy utilizados durante la Edad Media. Y las variaciones no existían solo entre los países sino entre las diócesis. Un análisis de los Misales medievales muestra que prácticamente cada catedral tenía alguna práctica litúrgica propia, así como muchas órdenes religiosas, como los Dominicos, Carmelitas, y los Cartujos. Se trataban de meras variaciones del Rito Romano que no deben confundirse con las liturgias Mozárabe y Ambrosiana, que si conforman ritos diferentes. El Padre Fortescue explica que:  

“En todo lo que fuera de importancia, Sarum (y todos los ritos medievales) eran simplemente Romanos, el rito que todavía utilizamos. No solo, todo el orden y la disposición son las mismas, todas las plegarias importantes también eran las mismas. Los elementos esenciales, el Canon, era palabra por palabra el mismo que el nuestro. Ningún obispo medieval se atrevió a tocar la sagrada plegaria Eucarística”. 22

 El único desarrollo importante en la historia del Misal Romano entre los pontificados de Inocencio III en el siglo XIII y la publicación del Misal de San Pio V en 1570 fue la introducción del Misal impreso. La propagación de la imprenta marcó una etapa decisiva en la estandarización litúrgica, ya sea del Misal Romano o de usos tales como el de Sarum. El último Misal de Sarum en ser impreso en Inglaterra fue publicado en 1557, el penúltimo año del reinado de Maria Tudor. La primer edición impresa del Misal Romano fue publicada en Milán en 1474 y todavía puede consultársela en la Biblioteca Ambrosiana. Es conocido como Missale Romanum Mediolani. En cuanto al Ordinario, Canon, Propio del tiempo y el resto de las partes, es idéntico al Misal publicado por San Pio V en 1570. Con anterioridad a la imprenta en la Europa del siglo XV, cada Misal, Biblia, Pontifical, Gradual, Antifonario, o Libro

22 TM, pp. 204-205.

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de las Horas era laboriosamente y a veces bellamente escritos a mano, por lo común por monjes. Cada monasterio tenía su scriptorium. Los manuscritos iluminados por estos monjes anónimos constituyeron a veces obras maestras de la historia del arte. La destrucción de incontables ejemplos de este tipo, tesoros invaluables e irremplazables por los Reformadores Protestantes constituye un crimen tanto contra la civilización como la religión aunque el caso sea menos conocido no por eso menos atroz que la destrucción vandálica de iglesias, monasterios y catedrales, en los cuales se celebraba esa liturgia tan exquisitamente presentada en aquellos manuscritos. La devastación desatada por la Reforma sobre la herencia cultural de Inglaterra y Gales fue claramente sintetizada por el Profesor Scarisbrick en su libro “The Reformation and the English People”: “Entre 1536 y 1553 tuvo lugar en Inglaterra la destrucción y el pillaje de objetos bellísimos, sagrados e irremplazables a una escala que probablemente nunca haya habido antes o desde entonces (…) Al final, miles de altares desaparecieron, innumerables vitraux, estatuas y pinturas ya no están, numerosas bibliotecas y sitiales del coro fueron diseminados. Miles de cálices, copones, cruces, fueron vendidos o “desfigurados” (partidos en pedazos, presumiblemente para transportarlos con mayor facilidad) y fundidos, y un exorbitante número de vestimentas preciosas fueron robadas o incautadas”. 23

  La reforma del Papa San Pio V

El Misal de San Pio V fue compilado y publicado en 1570 en obediencia a los Padres del Concilio de Trento. Este es el Misal que es utilizado hoy en día cuando se celebra la Misa Tradicional de Rito Romano, comúnmente llamada Misa Tridentina, mucho más celebrada que la Misa del Papa Pablo VI que se encuentra en su Misal de 1970. Fue un deseo claramente manifestado por el Papa Juan Pablo II que la Misa Tradicional fuera accesible en cualquier lugar en donde exista un deseo genuino de escucharla por parte de los fieles”.24

23 J.J. Scarisbrick, “The Reformation and the English People” (Oxford: Basil Blackwell, 1984), pp. 85 & 87.

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 El P. Fortescue explica las intenciones de los Padres del Concilio de Trento: 

“Los Reformadores Protestantes destruyeron la antigua liturgia. Fue de principio a fin la expresión de un rechazo a las ideas de la Presencia Real, el Sacrificio Eucarístico, y así sucesivamente. Sustituyéndola con nuevos servicios de comunión que manifestaran sus principios, pero, por supuesto, rompiendo por completo con cualquier tipo de evolución litúrgica. El Concilio de Trento (1545-1563) en oposición a estos nuevos servicios, quiso que la Misa Romana fuera celebrada uniformemente en todas partes. Los usos medievales hace tiempo que habían sido abandonados. Habían devenido muy ornamentados y exuberantes, y su variedad causaba confusión”. 25

 La prioridad del Concilio de Trento era la de codificar la enseñanza Católica sobre la Eucaristía. Y lo hizo en gran medida y con detalle, mediante claros e inspirados términos. Se pronunció el anatema sobre cualquiera que la rechazar, y los Padres insistieron que lo que habían aprendido en relación a la Eucaristía debía permanecer inmodificado hasta el Fin de los Tiempos:  

“Y así este Concilio enseña la verdadera y genuina doctrina relativa a este venerable y divino sacramento de la Eucaristía, la doctrina que la Iglesia Católica siempre ha sostenido y que sostendrá hasta el fin del mundo, tal como Ella la aprendió del mismo Cristo Nuestro Señor, de sus Apóstoles, y del Espíritu Santo, Quien continuamente le acerca toda la verdad, el Concilio prohíbe a todos los fieles de aquí en adelante a predicar o enseñar algo sobre la Santa Eucaristía que sea diferente a lo que se ha explicado y definido en el presente decreto”. 26

 En su sesión dieciocho, el Concilio designa a una comisión para examinar el Misal, para revisar y restaurarlo “conforme a la costumbre y el rito de los Santos Padres”. El P. Fortescue considera que los miembros de la Comisión designada para revisar el Misal “lograron acabadamente su tarea”:  

24 Carta enviada por el Cardenal Agustín Mayer, O.S.B., Presidente de la Comisión Ecclesia Dei, a los Obispos de los Estados Unidos el 20 de marzo de 1991.25 TM, pp. 205-206.26 H. Denzinger, Enchiridion Symbolorum (Editio 31), 873a.

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“El objetivo que tenían no era el de componer un nuevo Misal, sino restaurar el existente, uno “conforme a la costumbre y el rito de los Santos Padres” utilizando para este fin los mejores manuscritos y otros documentos”.27

 Y hace una mención particular sobre la continuidad litúrgica que caracterizaría al nuevo Misal. El Misal promulgado por San Pio V no es simplemente un decreto personal del Soberano Pontífice, sino una obra del Concilio de Trento, aunque el mismo concluyera el 4 de diciembre de 1563, antes que la comisión terminara su labor. El Papa Pio IV murió antes de que el trabajo estuviera concluido por lo que fue su sucesor, San Pio V, quien promulgó el Misal resultante del Concilio, con la Bula “Quo Primum Tempore” el 14 de julio de 1570. Porque el Misal es obra del Concilio de Trento, su título oficial es “Missale Romanum ex decreto sacrosancti Concilii Tridentini restitutum”, esto es, “El Misal Romano restaurado de acuerdo a los decretos del Santo Concilio de Trento”. Este fue el primer paso en el año 1570, en la historia de la Iglesia que un papa conciliar utilizó la legislación para especificar e imponer un rito completo de la Misa.

No es una Misa Nueva  Es innecesario insistir sobre el hecho que San Pio V no promulgó un nuevo Orden de la Misa (Novus Ordo Missae). La idea de componer un nuevo orden de la Misa era y es totalmente ajena al espíritu Católico, tanto en Oriente como en Occidente. La tradición Católica ha sido legada para ser conservada y mirar cualquier novedad con gran sospecha. El Cardenal Gasquet observó que:  

“Todo Católico debe sentir un amor personal por aquellos ritos sagrados cuando vienen a su encuentro con toda la autoridad de los siglos. Cualquier manipulación ruda de tales formas debe causar un profundo dolor a aquellos que saben y las utilizan. Pues estas (formas antiguas) vienen de Dios a través de Cristo y a través de la Iglesia. Ciertamente no poseían la atracción cuando todavía no estaban santificadas por la piedad de tantas generaciones que oraron con las mismas palabras y encontraron en ellas apoyo en la alegría y consuelo en el dolor”. 28

27 TM, p. 206.

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 La esencia de la reforma de San Pio fue como la de San Gregorio Magno en relación a la tradición, no hubo ninguna “manipulación ruda” de lo que se había heredado. En una carta que publicara “The Tablet”, el 24 de julio de 1971, el Padre David Knowles, quien fuera uno de los intelectuales Católicos Británicos más destacados hasta su muerte en 1974, remarcó que:

“El Misal de 1570 fue realmente el resultado de las instrucciones dadas por Trento, pero fue de hecho, en cuanto al Ordinario, Canon, Propio del tiempo y las demás partes (de la Misa) una réplica del Misal Romano de 1474, que repitió en todo lo esencial la práctica de la Iglesia Romana de la época de Inocencio III, la cual deriva de San Gregorio y sus sucesores en el siglo VII. En definitiva, el Misal de 1570 fue en todo lo esencial, el uso que dominaba la liturgia Europea medieval incluido Inglaterra y todos sus ritos”.

 En 1912 el Padre Fortescue pudo escribir con satisfacción: 

“El Misal de Pio V es el único que todavía se usa. Las revisiones tardías son de escasa importancia. No dudo que en cada reforma uno pueda encontrar algo que hubiera preferido que no se cambiara. Así y todo, una crítica razonable y justa admitiría que la restauración de Pio V fue en su totalidad eminentemente satisfactoria. El estándar de la comisión era la antigüedad. Abolieron características ornamentales tardías y simplificaron aunque sin destruir todos aquellos elementos que agregaran belleza poética a la severidad de la Misa Romana. Sacaron una gran cantidad de secuencias que aparecían continuamente en la Misa, pero conservaron las que indudablemente eran las cinco mejores, redujeron procesiones y muy elaborados ceremoniales, aunque conservaron las ceremonias realmente significativas, velas, cenizas, ramos, y los bellos ritos de la Semana Santa. Ciertamente, nosotros, en Occidente podemos estar muy contentos de tener el rito Romano en la forma del Misal de Pio V.”29

La antigüedad y belleza del Misal Romano La antigüedad de la Misa Romana es un punto que hay que destacar. Existe, dice el Padre Fortescue, un “prejuicio que supone que todo lo Oriental goza de mayor antigüedad”. Y 28 Gasquet & Bishop, op. cit., p. 183.29 TM, p. 208.

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ese es un error, pues no existe una liturgia Oriental con un uso históricamente continuado que se remonte tan lejos hacia atrás como la Misa Romana.30, lo que es particularmente verdadero en relación al Canon Romano tradicional. Dom Cabrol O.S.B., el “Padre” del Movimiento Litúrgico Moderno, apunta:  

“El Canon de nuestro Rito Romano, que en líneas generales fuera redactado en el siglo IV, es el ejemplo más antiguo y venerable de todas las plegarias Eucarísticas en uso hoy en día”.31

 El P. Louis Bouyer, uno de los líderes del Movimiento Litúrgico en la etapa previa Vaticano II también remarcó el hecho de que el Canon Romano es más antiguo que cualquier otra plegaria Eucarística: 

“El Canon Romano, tal como está hoy en día, se remonta a San Gregorio Magno. Ni en Oriente ni en Occidente existe alguna plegaria Eucarística que permanezca en uso actualmente que pueda jactarse de semejante antigüedad. Así pues ¿de arrojarlo por la borda la Iglesia Romana no estaría negando todo lo que afirma, aún más allá de decirse la verdadera Iglesia Católica a los ojos no solo de los Ortodoxos sino también de los Anglicanos e incluso de los Protestantes que todavía tienen algún grado de sentido de la tradición?”32

 No hay ninguna exageración en destacar la importancia del Misal Romano tradicional. El Dr. Antón Baumstark (1872-1948) posiblemente el liturgista más grande del siglo, manifestó esto mismo cuando escribió que todo creyente toma parte en esta liturgia.  

“Se siente (el creyente) estar vinculado con aquellos que antes que él, desde los más remotos días de la Cristiandad, ofrecieron plegarias y sacrificios con aquellos que en el futuro también ofrecerán las mismas plegarias y el mismo sacrificio, mucho después que desaparezca el último vestigio de su cuerpo mortal desaparezca entre las cenizas”.33

 Aquellos que reflexionen sobre la naturaleza del misterio de la Misa se asombraran como es que alguien se atreve a

30 TM, p. 213n. 31 Introducción a la edición de Cabrol al Misal Romano. 32 Citado en “The Ottaviani Intervention: Short Critical Study of the New Order of Mass” [1969], P. Anthony Cekada, trans. (Rockford, Illinois: TAN, 1992), p. 57, n.1. 33 Citado en “A Shorter History of the Western Liturgy” de T. Klauser, (Oxford, 1952), p. 18.

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celebrarla, como un sacerdote se atreve a pronunciar las palabras de la Consagración que renueva el sacrificio del Calvario, incluso como el hombre más santo se atreve a pisar el lugar en donde este sacrificio es ofrecido. Terribilis est locus iste: hic domus Dei est, et porta coeli; et vocabitur aula Dei. (“Terrible es este lugar: ésta es la casa de Dios y la puerta del cielo y se debe llamar el palacio de Dios”) 34.

Es natural que la Iglesia, la cuidadora de estos santos misterios, los vista con los más solemnes y bellos ritos y ceremonias posibles. Del mismo modo es natural que el libro que contiene estos ritos se apropie de algo de la asombrosa veneración evocada por los propios misterios sagrados. Esta veneración por el Misal tradicional está bien expresada por Dom Cabrol:  

“El Misal que se relaciona directamente con la Misa y la Santa Eucaristía, que es el principal de los Sacramentos, tiene el derecho a nuestra veneración, junto con el Pontifical y el Ritual, porque estos tres formaron en la Iglesia primitiva un solo volumen, así como hemos visto al hablar del Sacramentario. La Iglesia misma parece enseñarnos por sus acciones la reverencia en que se debe tener al Misal. En la celebración de la Misa Solemne es traído (el Misal) por el diácono en procesión solemne para leer el Evangelio del día, lo inciensa como signo de respeto, y es besado por el sacerdote en tanto contiene la misma palabra de Dios. En la Edad Media toda clase de arte era volcado sobre el. Era adornado con delicadas miniaturas, con la más hermosa escritura, y las letras se cubrían con marfil o incluso con plata y oro, incrustándoseles joyas como a preciosos relicarios. Gradualmente en el curso de los siglos el Misal ha sido especialmente guardado por la Iglesia a fin de que no se deslizara en su interior ningún error. Es una síntesis de la auténtica enseñanza de la Iglesia, revela el verdadero significado del misterio que se alcanza en la Misa y de las oraciones que usa la Iglesia”

Dom Cabrol también elogia la incomparable belleza del Misal desde el punto de vista literario y estético. Destaca que no se trata de una cuestión de mero “amor al arte”:  

“Sabemos que la verdad no puede existir sin la belleza (…) la belleza de la plegaria consiste en la verdadera y sincera manifestación de un sentimiento profundo. La Iglesia nunca ha

34 Del Común para la Dedicación de una Iglesia en el Misal Romano.

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desdeñado esta belleza de forma que sigue como consecuencia de la verdad; las grandes catedrales en donde en tiempos pasados se prodigaba todas las maravillas del arte son un testimonio de esto mismo”.

 El valor histórico del Misal como un vínculo vivo con las más antiguas y constitutivas raíces de la civilización Cristiana en Europa es otro punto sobre el que pone atención Dom Cabrol. Su antigüedad no es una mera cuestión arqueológica, si ese fuera el caso no nos extenderíamos mucho más sobre el tema porque la importancia es otra, la antigüedad prueba la perpetuidad de la Iglesia y la continuidad de sus enseñanzas. Tenemos vida por nuestra tradición, pero la Iglesia Occidental nunca ha confundido la fidelidad a la tradición con la afición a las antigüedades; vive y crece con el tiempo, siempre avanzando hacia su objetivo; la liturgia del Misal con sus cambios y desarrollos a lo largo de los siglos es una prueba de esto; pero prueba también que la Iglesia no niega su pasado; posee un tesoro de donde obtiene lo nuevo y lo antiguo; y este es el secreto de su adaptabilidad, reconocida incluso hasta por sus enemigos. Aunque adopte ciertas reformas, nunca olvida su historia pasada y guarda cuidadosamente sus reliquias antiguas.  A continuación una explicación de este creciente respeto por la liturgia y del gran renacer litúrgico que se ve en estos días. Aquello que podríamos llamar “arcaísmos” del Misal son la expresión de fe de nuestros padres, la cual es nuestro deber custodiar y pasar a la posteridad.  En su libro, “Esta es la Misa”, Henri Daniel-Rops escribe:

 “El Catecismo del Concilio de Trento declaro que ninguna parte del Misal debe ser considerada vana y superflua; ya que ni la menor de sus frases puede pensarse como carentes de importancia o insignificantes. La brevedad de sus formularios, las frases que no tomas más que de unos pocos segundos en pronunciarse, forman las partes que integran el todo que expresan los dones de Dios, el sacrificio de Cristo y la gracia que se nos regala. Toda esta concepción tiene en vista un tipo de sinfonía espiritual en la cual todos los temas son tocados como siendo expresados, desarrollados, y unificados bajo la guía de un propósito”.35

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La belleza, el valor, y la perfección de la liturgia Romana de la Misa, son universalmente reconocidos y admirados, que el P. Faber describe como “la cosa más hermosa de este lado del cielo”, y continua:  

“Viene de lo más íntimo de la Iglesia, y nos pone fuera de la tierra y fuera de nosotros mismos, nos envuelve en una nube de mística dulzura y ante una sublimidad mayor que la liturgia angélica, y nos purifica casi sin nuestra la necesidad de nuestra intervención, cautivándonos con celestial encanto, a modo tal que nuestros sentidos parecen encontrar una visión, sonido, fragancia, gusto y tacto más allá de lo que la tierra pueda dar”. 36

Revisiones posteriores al año 1570  Han habido revisiones posteriores a la reforma de San Pio V, pero hasta que tuvieran lugar los cambios seguidos al Vaticano II no hubo nunca alguno de significancia. En algunos casos lo que ahora se cita como “reformas” tenían que ver principalmente con la restauración del Misal a la forma codificada por San Pio V, cuando , debido en gran medida a los descuidos de los imprenteros, comenzaban a aparecer errores. Esto es particularmente cierto en relación a las “reformas” de los Papas Clemente VIII, publicadas en el Breve Cum sanctissimum del 7 de julio de 1604, y de Urbano VIII en el Breve Si quid est del 2 de septiembre de 1634. Las “reformas” de estos dos Papas han sido utilizadas como precedentes para la reforma del Papa Pablo VI, pero solo es necesario echar un vistazo a los Breves de estos papas, para ver que absurda resulta semejante comparación.37

San Pio X hizo una revisión no del texto sino de la música. El Gradual Vaticano de 1906 contiene nuevas, o más bien formas restauradas, de los cantos destinados al celebrante, en consecuencia impresos luego en el Misal. En 1955 el Papa Pio XII una revisión de las rúbricas, especialmente

35H. Daniel Rops, “This Is the Mass” (New York: Hawthorn Books, 1958), p. 34. 36 Citado en: N. Gihr, “The Holy Sacrifice of the Mass” (St. Louis: B. Herder, 1908), p. 337.37 El texto completo de estos breves puede encontrase con la bula Quo Primum en mi libro “Pope Paul’s New Mass” (Angelus Press, 2818 Tracy Avenue, Kansas City, Missouri 64019, 1980). (N. del T. existe una traducción en castellano de este libro con el título de “La Misa Nueva del Papa Pablo” los breves a los que hace referencia Davies se encuentran en uno de los apéndices).

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concernientes al calendario. En 1951 restauró la Vigilia Pascual que va de la mañana a la noche del Sábado Santo, y, el 16 de noviembre de 1955, aprobó el Decreto Maxima redemptionis, de reforma de las ceremonias de la Semana Santa. Estas reformas fueron bienvenidas y muy elogiadas por algunos tradicionalistas, que implacablemente se opusieron al Papa Pablo VI. El Papa Juan XXIII también hizo una extensa reforma de las rúbricas que fue promulgada el 25 de julio de 1960 y tuvo efecto desde el 1 de enero de 1961. Una vez más se trataba principalmente de una materia relativa al calendario. En ninguna de estas reformas se hizo algún cambio significativo sobre el Ordinario de la Misa. Por lo tanto es poco erudito, e incluso deshonesto intentar refutar las críticas tradicionalistas a la Nueva Misa citando los cambios hechos en el Misal por los papas mencionados.

Sin embargo, la tradición intacta entre Oriente y Occidente por más de 1600 años, por la que la liturgia Eucarística nunca debería sujetarse a reformas radicales, -aunque si pueda desarrollarse a través del agregado de nuevas plegarias y ceremonias- fue quebrada en 1970 cuando se publicó el nuevo Misal del Papa Pablo VI, habiéndose publicado en 1969 el Nuevo Orden de la Misa.   Nuestra antigua herencia litúrgica En relación a la Misa Tradicional de Rito Romano, la Misa “Tridentina”, el Padre Fortescue concluye:

“Desde el Concilio de Trento la historia de la Misa no tiene nada que ver con la composición o aprobación de una nueva misa. El esquema y todas las partes fundamentales siguen siendo los mismos. Nadie ha pensado en tocar la venerable liturgia de la Misa Romana, excepto agregarle nuevos propios”.38

 Su evaluación final de la Misa de San Pio V merece una detenida reflexión: 

“Hay muchos días en que decimos la Misa como fue dicha siglos atrás en los años de los libros Gelasiano y Leonino. Y cuando

38 TM, p. 211.

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sucede esto, la nuevas misas solo se ven afectadas en el Propio. Nuestro Canon no ha sido tocado como todo el esquema de la Misa. Nuestro Misal es todavía el de Pio V, y deberíamos estar muy agradecidos que su Comisión39 fuera tan escrupulosa en mantener y restaurar la antigua tradición Romana. Esencialmente el Misal de Pio V es el Sacramentario Gregoriano; que a su vez viene del libro Gelasiano, que depende de la colección Leonina. Encontraremos las plegarias de nuestro Canon en el tratado De Sacramentis, y alusiones a en el siglo IV. Por lo que nuestra Misa se remonta, sin ningún cambio esencial, a la época del primer desarrollo de la más antigua de todas las liturgias. Todavía se huele la fragancia de esa liturgia, de los días en que Cesar gobernaba el mundo y pensaba que podía exterminar la fe de Cristo, cuando nuestros padres se reunían antes del amanecer y cantaban un himno a Cristo como Dios. El resultado final de nuestra investigación es que, a pesar de problemas irresueltos, a pesar de cambios posteriores no hay en la Cristiandad otro rito tan venerable como el nuestro”.40

 Mons. Klaus Gamber, uno de los más grandes liturgistas de este siglo, formula en su libro “La Reforma de la Liturgia Romana”, una pregunta muy pertinente relativa a la motivación que siguió al Vaticano II, pero que de ningún modo fuera ordenada por el Concilio:

“¿Todo esto fue hecho por un interés pastoral de las almas de los fieles, o en realidad representa más bien una ruptura radical con el rito tradicional para impedir posteriormente el uso de los textos de la liturgia tradicional, y así hacer imposible la celebración de la “Misa Tridentina” (…) porque ella no refleja el espíritu nuevo que se mueve en la Iglesia?”41

Gracias a Dios, la Misa Tridentina no es simplemente “la cosa más hermosa de este lado del cielo” sino la Misa que no morirá. Precisamente como los fieles de Milán rechazaron que se reemplazara la Misa Ambrosiana por la Misa Romana, así los feligreses del Rito Romano nos rehusamos a abandonar la Misa que tiene la fragancia de liturgia “de los días en que Cesar gobernaba el mundo y pensaba que podía exterminar la fe de Cristo, cuando nuestros padres se reunían antes del amanecer y cantaban

39N. del T. Se trata de la comisión designada por el Concilio de Trento en su sesión XVIII a fin de examinar el Misal; ver más arriba en el título “La reforma de san Pio V”.40 TM, p. 213. 41 K. Gamber, “The Reform of the Roman Liturgy” (Roman Catholic Books, P.O. Box 255, Harrison, New York 10528, 1993), p. 100.

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un himno a Cristo como Dios”. Su uso se renueva en todo el mundo con cada día que pasa, y cada año más sacerdotes jóvenes son ordenados y resuelven celebrar la Misa de acuerdo solo con el Misal de San Pio que por cierto será la Misa de nuestros niños tal como fue la Misa de nuestros Padres. 

Oración Colecta de la Fiesta de San Pio V  Oh Dios, que para desbaratar a los enemigos de tu Iglesia, y para restaurar el culto divino, te dignaste elegir Sumo Pontífice a S. Pio: haz que seamos defendidos por su protección, y que de tal modo perseveremos en tu servicio, que vencidas las asechanzas de todos los enemigos, gocemos de perpetua paz”.

 

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