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BREVE CRÓNICA DEL AÑO BISIESTO 1308 FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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BREVE CRÓNICA DEL AÑO BISIESTO 1308

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en ofrecer

la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar. Lo ha hecho

valiéndose de cuantas fuentes que ha tenido a mano o por medio de la red in-

formática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le documentaron a tra-

vés de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa como editor en el caso de

algún texto conseguido por las vías mencionadas. Y para no causar ningún per-

juicio, ni propio ni ajeno, queda prohibida la reproducción total o parcial de este

libro, así como su tratamiento o transmisión informática, no debiendo utilizarse

ni manipularse su contenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se

reproduzcan indebidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia,

etc.

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A MODO DE PRÓLOGO O PÓRTICO

EL PUENTE VALENTRÉ

En Francia, el conocido puente Valentré, construido en tiempos bajomedievales, se

levanta sobre el río Lot, a occidente de la localidad de Cahors, en la región de Occitania.

Se nos ofrecen del mismo sus tres torres fortificadas y sus seis arcos precedidos de picos

agudos, un ejemplo excepcional de arquitectura defensiva fluvial, simbólicamente histó-

rico en esos lugares.

Este puente figuró ya en la lista decimonónica de los monumentos históricos franceses

y desde 1998 se considera un bien a destacar de entre los que se incluyen en los Cami-

nos hacia Santiago de Compostela en Francia, estando inscrito en el Patrimonio de la

Humanidad de la Unesco.

Fue construido este puente, de extraña belleza, en tiempos medievales de guerras entre

franceses e ingleses. Se decidió que se levantara por iniciativa de las autoridades del lu-

gar en 1306, y la primera piedra fue colocada el 17 de junio de 1308, año bisiesto. Tuvo

desde un principio función de fortaleza en cuanto objetivo, destinándose a defender la

ciudad contra los ataques provenientes del sur. No obstante, Cahors jamás fue atacada,

ni por los ingleses ni por los franceses.

En forma de lomo de asno o arco escarpado, tiene 138 metros de longitud, 6 grandes

arcos góticos de 16,50 metros, perfectamente conservados, con unos avances almenados

y en forma de pico; está dominado por tres torres almenadas de planta cuadrada y unos

matacanes dominan el agua desde una altura de 40 metros. Dos barbacanas protegían su

acceso, pero la del lado de la ciudad ha desaparecido.

La construcción debía llevar a la creación de un segundo eje comercial este-oeste,

pues el existente hasta entonces estaba orientado de norte a sur. Esto supuso una impor-

tante modificación que iba a repercutir en toda la ciudad. El puente estaba protegido es-

piritualmente por una capilla dedicada a la Virgen en el castillete o fortaleza occidental.

La construcción se prolongó mucho en el tiempo. Fue acabado (acabose) en 1378.

El puente Valentré tiene su leyenda. El hecho de que se eternizase su construcción,

prolongándose durante muchos años, dio lugar a una leyenda, la misma que los habi-

tantes de Cahors se complacen siempre en contar. Dicha leyenda dice que, exasperado

por la lentitud de las obras, el maestro de éstas firmó un pacto con Satán, el diablo. El

demonio habría de poner todo su conocimiento al servicio de la construcción, y en caso

de acertar y ejecutarse prontamente y bien la edificación, el maestro le entregaría su al-

ma a cambio. Entonces, el puente se elevó rápidamente, las obras se acabaron, llegando

a su término lo acordado del contrato. Para salvar su alma, ya que el maestro se retractó

de su obligación para tener que ir al infierno, dicho maestro de obras le pidió al diablo

que fuera con una criba o cedazo a traer agua de la Fuente de los Cartujos (que se en-

cuentra al otro lado del río, en la parte exterior de la ciudad) para calmar la sed de sus

obreros. Evidentemente Satán –o aquel determinado demonio, bastante tonto según

parece, siendo esto extraño– volvió sin la requerida agua, perdiendo así su acordada

apuesta. Pero rabioso y dispuesto a vengarse, el diablo volvía cada noche al puente para

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quitar la última piedra de la torre central, la que hoy en día se llama Torre del Diablo,

teniendo que colocar dicha piedra los albañiles día tras día.

En 1879, se hizo una restauración del puente, y el arquitecto Paul Gout (1852-1923)

mandó colocar en el hueco vacío una piedra esculpida con la efigie del demonio, una

piedra “que no volvió a desaparecer”, pues el demonio se había quedado definitiva-

mente pegado en el sitio con las garras prisioneras del cemento.

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AÑO 1308

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REINO DE INGLATERRA

CORONACIÓN REAL EN LA ABADÍA LONDINENSE

DE WESTMINSTER

El rey Eduardo II de Inglaterra, legítimo desde el 8 de julio de 1307, a la muerte de su

padre Eduardo I, como bien podemos recordar, se casó con Isabel de Francia, a 25 de

enero de este año 1308, con digna ceremonia y realce en Boulogne. Al mes de la boda

fue la ceremonia de coronación como reyes en la abadía londinense de Westminster.

Adelantamos o completamos a continuación cuanto se pueda destacar el respecto, ofre-

ciéndonos los datos más pertinentes.

Veamos en primer lugar y hasta el momento qué pueda decirse (brevemente) acerca

de Eduardo II,1 con 24 años de edad. Fue el cuarto de los hijos varones y supervivientes

de Eduardo I y de Leonor de Castilla, su primera esposa. Se convirtió en heredero del

trono inglés en el año 1300, cuando murió su hermano mayor que él, Alfonso, conde de

Chester. Como sabemos, estuvo en compañía de su padre en las campañas inglesas que

tuvieron y siguen teniendo como objetivo pacificar y controlar debidamente el reino de

Escocia. En 1306 fue nombrado e investido caballero con gran ceremonial en la abadía

de Westminster.2 La boda de Eduardo II con Isabel de Francia, hija del poderoso Felipe

IV, en estos comienzos del año 1308, supone un esfuerzo político de gran alcance in-

tentando resolver las permanentes tensiones entre ingleses y franceses, como bien sabe-

mos y vamos constatando ya de años bien prolongados.

El ahora rey Eduardo II de Inglaterra tiene una relación controvertida y de extrema

proximidad con Piers Gaveston, muy unido a su casa desde el año 1300. Es incierta la

relación de Eduardo y su favorito Gaveston, una relación de amigos muy cercanos o de

hermanos juramentados, aparentemente más que fraternalmente amorosa.3 El caso fue

1 De quien ya veremos el desenvolverse de su reinado. Sabemos que fue preparado y educado sin faltarle

de nada, siendo formado por dominicos, preparado en la equitación y en las habilidades militares. Le gus-

taban los perros, particularmente los galgos. Tenía un irónico sentido del humor y apreciaba la música.

Solía ser generoso. Físicamente era alto y musculoso, realmente apuesto y aficionado a deportes. Se

expresaba muy bien como orador. Ya sabemos los planes de boda que hubo cuando Eduardo era muy

pequeño con la más pequeña aún Margarita I de Escocia (muerta en 1290).

2 Sobre ese ceremonial, véase epílogo al final de este trabajo cronístico, donde evocamos o nos recorda-

mos una vez más sobre el particular.

3 Piers Gaveston era gascón de nacimiento, hacia 1284, muriendo en 1312. Fueron sus padres Arnaud y

Claramonde, destacado guerrero él al servicio de Eduardo I. En dos ocasiones fue utilizado el padre de

Piers como rehén por el rey de Francia, siendo en la segunda vez cuando logró escapar huyendo a In-

glaterra con su hijo. Ambos entraron al servicio de la hacienda real, donde el buen hacer de Gaveston hizo

que el rey le destacara como ejemplo para su propio hijo, el entonces príncipe Eduardo, convertido así en

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que hubo arrogancia y hasta ejercicio del poder con desfachatez por parte de Piers Ga-

veston, lo que provocó mucho descontento entre los barones y en la familia real fran-

compañero del mismo. Pasó que el príncipe se fue prendando y deslumbrando cada vez más de Gaveston,

viéndole inteligente y docto, de excelente valía militar, ingenioso, educado, con don de gentes, El prín-

cipe Eduardo le fue concediendo muchos regalos y honores.

Gaveston era también amigo íntimo de Roger Mortimer de Wigmore, conde de March, de quien ha-

bremos de tratar bastante en adelante. Gaveston fue nombrado custodio de sus muchas y grandes pro-

piedades tras morir el padre de Roger, lo que constituía un gran honor para Gaveston, ya que una herencia

de esas dimensiones normalmente era encomendada a un miembro de la nobleza, lo que indicaría la con-

sideración que el rey y el príncipe tenían por Gaveston.

Aunque Eduardo I estimó mucho a Gaveston, desaprobaba la relación que se había establecido entre el

mismo y el príncipe, al considerar que la diferencia de rango era demasiado grande. Y cuando, en plena

campaña de Escocia en 1306, Gaveston y otros 21 caballeros, incluido Roger Mortimer, abandonaron las

filas inglesas para presentarse a un torneo en Francia, el monarca inglés estuvo muy furioso, tanto que

incautó las propiedades de todos los desertores en exceso divertidos; el monarca ordenó su arresto y los

declaró traidores. Gaveston y sus compañeros se dirigieron al príncipe Eduardo, suplicando su mediación

ante su padre, lo que hizo el príncipe, con la ayuda de su madrastra la reina Margarita, logrando así el

perdón real.

La mayoría de esos caballeros tuvo el perdón total en enero de 1307 y se volvió cada cual a sus tierras.

Gaveston, sin embargo, había caído en desgracia ante el rey Eduardo I, habiendo descubierto este mo-

narca que él y su hijo el príncipe se habían jurado mutuamente ser compañeros de armas, protegerse el

uno al otro y compartir sus posesiones. Esto era para el rey el no va más, pues no sólo era inapropiado

para un futuro monarca estar vinculado por juramento a un plebeyo, incapaz de protegerse de futuros

complots, sino que el juramento implicaba la amenaza de compartir el propio gobierno de Inglaterra. Su

repulsa hacia Gaveston chocaba con la amistad creciente que éste iba teniendo con el príncipe, que le

correspondía en todo…

Manteniendo el príncipe su juramento con Gaveston, decidió ennoblecerle, concediéndole el condado

de Ponthieu, que era propiedad suya. Envió a presencia del rey al tesorero real, William Langton, noti-

ficándole la decisión. Langton, postrado ante el rey, le anunció: “Mi señor Rey, he sido enviado en nom-

bre de mi señor el príncipe, vuestro hijo, aunque vive Dios, contra mi voluntad, para pedir en su nombre

la licencia de elevar al caballero Piers Gaveston al rango de Conde de Ponthieu”.

Tremendamente cabreado, se dirigió el rey a Langton en estos términos: “¿Quién eres tú para atreverte

a pedir tales cosas? ¡Como que vive Dios, si no fuera por el temor a Dios y porque dijiste al comienzo

que desempeñabas este trabajo contra tu voluntad, no escaparías de mis manos!”. El rey llamó al

príncipe a su presencia, exigiendo saber por qué había enviado a Langton. El príncipe replicó que deseaba

el permiso del rey para conceder Ponthieu a Gaveston.

Parece ser que, cuando el rey escuchó aquello, se arrebató en furia y exclamó: “¡Maldito hijo de puta!

¿Quieres regalar tierras ahora? ¿Tú que nunca has ganado ninguna?”. Añadiendo algunas cosas más en

tono de muchos improperios, el rey agarró al príncipe por los pelos y hasta le arrancó mechones, pa-

teándolo por el suelo hasta que no pudo más.

El rey acabó desterrando a Gaveston, pero concediéndole pensión vitalicia, intencionalmente para un

destierro vitalicio. El príncipe Eduardo y Gaveston hubieron de romper sus relaciones y jurarse que nunca

más volverían a verse sin que el rey lo autorizara. Gaveston partió entonces hacia Francia, transportando

montones de regalos del príncipe, Pasó luego que, en cuanto murió el rey Eduardo I (julio de 1307),

Eduardo II llamó enseguida a su querido hermano y le concedió el condado de Cornualles (que estaba

destinado a Tomás de Brotherton, otro de los hijos de Eduardo I, hermanastro de Eduardo II). Y ya iremos

viendo más el desenvolverse de los hechos que vayan ocurriendo.

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cesa, de modo que el favorito hubo de ser exiliado por forzada iniciativa del rey.4 Ya

iremos viendo el sucederse de los acontecimientos.

Retomando ahora los hechos desde 1307, recordemos que el rey Eduardo I había mo-

vilizado un ejército en campaña contra los escoceses, campaña a la que pensaba unirse

el príncipe Eduardo en verano, siendo ya tarde el hacerlo, pues su padre fue enfermando

y debilitándose hasta morir, a 7 de julio de aquel año 1307 en Burgh by Sands.5 El prín-

cipe Eduardo se puso en camino desde Londres inmediatamente después de recibir la

noticia del óbito, acabando aquello en su proclamación como rey, a 20 de julio. Con-

tinuó hacia el norte en Escocia y el 4 de agosto recibió el homenaje de sus seguidores

escoceses en Dumfries, antes de abandonar la campaña y regresar al sur. No tardó

Eduardo en acordarse del exiliado Piers Gaveston, nombrándole conde de Cornualles,

antes de que se arreglase el matrimonio de éste con la acaudalada Margarita de Clare.6

Eduardo también arrestó a su antiguo adversario, el obispo Langton, y lo separó de su

puesto como tesorero. El cuerpo difunto de Eduardo I estuvo, debidamente tratado, en la

abadía de Waltham durante varios meses antes de ser llevado a Westminster, donde su

hijo, sin propasarse en gastos y afectos, erigió una simple tumba de mármol para su pa-

dre.

Para casarse con Isabel de Francia, hija única de Felipe IV y de la navarra Juana I, a

principios de este año 1308, Eduardo II cruzó el canal de la Mancha y pasó a Francia,

dejando a Gaveston como su custos regni a cargo del reino inglés en su ausencia. Esta

disposición era extrañamente inusual e involucraba poderes sin precedentes que fueron

delegados a Gaveston, poderes respaldados por un gran sello muy significativo y graba-

do especialmente para él. Todo apunta a que casándose Eduardo II con Isabel de Francia

produjera sus efectos, por ejemplo fortaleciéndose su posición en Gascuña y siendo todo

favorable a la obtención de los fondos económicos que tanto necesita. Sin embargo, las

muy laboriosas negociaciones no fueron del todo optimistas, acabando finalmente que

resultaron desafiantes para ambas partes, pues Eduardo II de Inglaterra y Felipe IV de

4 Como iremos viendo, cuando regresó Piers Gaveston de su exilio, los barones ingleses presionarán a

Eduardo II para que aceptase amplias reformas, las que serán las Ordenanzas de 1311. Los renovados y

empoderados barones ingleses decidirán desterrar a Gaveston, provocando que Eduardo II revoque las

reformas y lleve de nuevo a Inglaterra a su favorito. Ya veremos luego que influenciados por el poderoso

conde de Láncaster, Tomás de Brotherton (a quien ya citábamos antes), un grupo de barones detendrá a

Gaveston, siendo decapitado en 1312, produciéndose con esa ejecución una prolongada confrontación ar-

mada. Las tropas inglesas retrocedieron en Escocia, donde Eduardo II fue derrotado decisivamente por

Roberto I de Bruce en la batalla de Bannockburn (1314). Siguió luego una hambruna generalizada y

arreciaron incrementadas las críticas al reinado de Eduardo II.

5 Una localidad situada en el condado inglés de Cumbria, al noroeste de Inglaterra y fronteriza con Es-

cocia.

6 El 7 de noviembre de 1307, se casó con Piers Gaveston, teniendo ella entonces 14 años de edad y él 23.

Aquel arreglo matrimonial se hizo “para fortalecer a Piers y rodearlo de amigos”. Lord Gaveston ce-

lebró el matrimonio con un fastuoso torneo en el castillo de Wallingdord, resultando que aquel enlace, de

una rica heredera de la alta nobleza y un plebeyo extranjero, no fue del gusto de la nobleza inglesa, siendo

visto así con mucha impopularidad al respecto.

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Francia no compartían precisamente una gran amistad, resultando además que Felipe IV

(ya mismo suegro de Eduardo) mantuvo una rígida o inamovible posición sobre el ta-

maño y cuantía de la dote de Isabel y referente a los detalles sobre la administración de

las tierras de Eduardo en territorios considerados más de Francia que de Inglaterra.7 Co-

mo parte del acuerdo, el rey inglés rindió homenaje a Felipe IV por el ducado de Aqui-

tania y aceptó una comisión para finalizar la implementación del tratado o acuerdo de

París firmado a 20 de mayo de 1303, tratado que fijó el territorio gascón como inglés y

se fue conviniendo la boda de Eduardo e Isabel, boda avenida también según el tratado

de Montreuil (Paso de Calais) en 1299.

En Boulogne, como regalo de bodas, Eduardo entregó a Isabel un valioso salterio,

muy artístico, y Felipe IV le hizo muchos y muy caros presentes, también una reliquia

de la Vera Cruz. La comitiva de la boda regresó pronto a Inglaterra, donde Eduardo II

había ordenado que el palacio de Westminster fuera pródigamente restaurado para pro-

seguir allí las fiestas y fastos de la boda y la digna coronación real de la pareja. Se dis-

pusieron para el convite ricas mesas de mármol y cuarenta hornos. De una fuente ma-

naba delicioso vino y pimiento.8 El 25 de enero había sido la boda y el 25 de febrero fue

la coronación, que ofició el obispo Henry Woodlock de Winchester. Como parte de la

ceremonia, Eduardo juró defender las leyes y costumbres legítimas propias de la comu-

nidad del reino.9 Al final se estropeó el acto, porque una multitud de gente entusiasmada

se precipitó en el palacio, derribando con locura una pared y forzando al rey a tener que

salir corriendo, hasta irse despavorido por una puerta trasera del recinto.

Isabel era una chiquilla con 14 años de edad al casarse y ya hubo de afrontar –según

corren las noticias– las rarezas de su esposo, sobre todo por el retorno de su querido

Piers de Gaveston y también porque tenía otras amantes. Los barones, especialmente los

más opuestos al rey, fueron muy críticos en aquella situación, pues parecía que había

dos reyes reinando a la vez. Gaveston llevaba todos los ceremoniales y tomaba las gran-

des decisiones, lo mismo que las actuaciones. Vestía y mantenía porte de total magnifi-

cencia. En la boda y en la coronación destacó mucho más que la novia y consorte.

El Parlamento decidió reunirse pronto tras la coronación, mostrando muy caldeado

ambiente. El rey mostraba ansiedad por discutir una posible y según él necesaria re-

forma gubernamental, pero los barones no estaban dispuestos a iniciar ningún debate al

respecto mientras no quedara resuelto el problema de Gaveston, lo incidental de este

personaje. Pareciera que habría de llegarse a las armas, pero la situación se solucionó

mediante la intervención del moderado Henry de Lacy, conde de Lincoln, quien con-

venció a los barones de que se retiraran y cejaran en cuanto a pretensiones belicosas. En

abril se celebró de nuevo asamblea del Parlamento, resultando que los barones reanuda-

ron sus críticas contra Gaveston. Contando con el apoyo de la reina Isabel y del reino de

Francia, exigieron su exilio. Eduardo se resistió, pero finalmente no tuvo más remedio

7 Entiéndase que se está fraguando ya, al menos en ciernes, la guerra de los cien años o entre 1337-1453.

8 Una rica bebida medieval especiada.

9 Sin que se sepa a ciencia cierta qué era esto y por qué su juramento.

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que acceder. Hubo de acordar el envío de Gaveston a Aquitania, amenazado de exco-

munión por parte del arzobispo de Canterbury, Robert Winchelsey, si se le ocurría re-

gresar. Pero en un último momento cambió de parecer el rey Eduardo y mandó a Ga-

vestón a Dublín, con nombramiento de lord teniente de Irlanda.

Eduardo pidió una nueva campaña militar para atacar en Escocia, pero esta idea fue

abandonada silenciosamente y, en su lugar, el rey inglés y los barones se reunieron en

agosto de 1308 para discutir la reforma gubernamental. Como por detrás o en trastienda

el rey se dispuso a la apertura de negociaciones para convencer tanto al Papa Clemente

V como al soberano francés Felipe IV para que Gaveston pudiera regresar a Inglaterra,

ofreciendo a cambio la supresión de los templarios en Inglaterra10

y sacar de su prisión

al obispo Langton. El rey fue gestionando estos y otros asuntos.11

Como vamos viendo o considerando, la biografía del monarca inglés va emparejada

con la de Isabel de Francia, la cual fue celebrada por su belleza, de linda muchachita, al

llegar a Francia y desenvolverse en la Corte real. Su hermosura le venía de familia, sien-

do rubia y de grandes ojos. Con todo, según se estima en el nuevo entorno de Inglate-

rra, diríase que al rey Eduardo le atrae más su favorito Piers Gaveston, el muy amiga-

ble hermano adoptivo, inclinándose por su compañía y prefiriendo su conversación.12

Isabel viene siendo, desde un principio, una relegada tanto en público como en privado,

si comparamos el proceder del monarca y el favorito, así como la desenvoltura de éste,

un plebeyo. Ya se ve que en la vida hay gente llegada a más y gente venida a menos.

Una mujer de estos tiempos es casi siempre alguien venida a menos, pero tengamos en

cuenta el carácter apasionado de Isabel, aún muy jovencita.13

10

Recordemos este asunto del pasado año 1307.

11

Asuntos que se suceden ya en 1309 y en adelante, como iremos viendo.

12

¿Había entre Eduardo II y Piers Gaveston una relación homoerótica? Pudiera ser, pero no cabe afir-

marse con total rotundidad, ni siquiera teniendo en cuenta que no fue la única relación por el estilo del

monarca, como iremos viendo. De todos modos, Isabel tuvo varios embarazos propiciados por el fecundo

Eduardo.

13

Como iremos viendo, Isabel sabrá imponerse como venida a más.

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TOLEDO (REINO DE CASTILLA)

MURIÓ JOFRÉ DE LOAYSA

A 23 de enero de este año 1308 murió Jofré de Loaysa,14

arcediano de Toledo, cro-

nista y notario real de Castilla, de quien ahora ofrecemos un resumen biográfico. Tam-

bién honramos su memoria destacando que fue ayo15

de la reina Violante de Aragón,16

esposa del rey Alfonso X.17

Como historiador es autor de una Crónica de Castilla que

trata de los años 1248 a 1305 y está redactada en lengua castellana.18

Fueron los padres de Jofré de Loaysa su homónimo Jofré de Loaysa y Jacometa, lle-

gados desde Valencia a Valladolid en 1246 como parte del séquito que acompañó a Vio-

lante de Aragón para su boda en ese año con Alfonso X.

El padre era oriundo de Valencia, cortesano al servicio del rey Jaime I de Aragón y

participante19

en la conquista del lugar (año 1238). Como era segundón, Jofré fue desti-

14

O Jofré de Loaisa, toledano de nacimiento, sin que pueda recogerse la fecha cierta o exacta en que na-

ció. Tuvo dos hermanos y dos hermanas, siendo muy destacado cortesano el mayor y también relevantes

los demás.

15

Servicio cortesano o de casa real, incluso también de casas nobles y familias ricas o destacadamente

pudientes para la educación y custodia de niños o menores a modo de tutor.

Por cuanto respecta a Castilla, el oficio se documenta bastante bien en las Siete Partidas a tenor de estas

palabras que recogen la costumbre: “Siendo niños los hijos de los reyes es menester que los guarden el

padre y la madre... Pero después que fuesen mozos conviene que les pongan ayos que los guarden y los

eduquen en su comer, en su beber, en su folgar y en su continente, de manera que lo hagan bien y

apuestamente”. Previamente, en período de lactancia, los pequeños estaban al cuidado de amas de cría o

nodrizas. Yendo ya a mayores, se estilaba el preceptor, incluso de enseñanzas especializadas (latín, mú-

sica, equitación, esgrima, etc.). También era muy frecuente que los niños de familias principales pasaran

la mayor parte de su infancia en algún pueblo o finca campestre propiedad de sus padres, que mantenían

su residencia principal en la Corte, tanto fija como itinerante. En dicho entorno rural recibían los niños la

primera educación y el contacto afectivo.

Como bien sabemos o podemos evocar, en la antigua Roma existía el oficio de pedagogo, oficio no

tanto referido a un enseñante o docente sino a un esclavo que cuidaba de los niños, los entretenía educa-

tivamente y los conducía a las escuelas.

16

Muerta en 1301.

17

Muerto en 1284.

18

Al final de esta noticia damos más cuenta al respecto.

19

Seguramente.

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nado y educado desde pequeño para el oficio eclesiástico, ocupándose en menesteres

varios al respecto, en grado de maestro (o maestre). En 1272 pudo ser abad en Santan-

der, un beneficio correspondiente al obispado de Burgos, pero no vivía allí, siendo sus-

tituido y representado por el capiscol o chantre20

Pedro Fernández como vicario suyo.

No tardó el rey Alfonso X en emplear a Jofré como diplomático. A finales de 1276 se

dirigió a Londres en misión de colaboración y asuntos entre las monarquías de Castilla

y de Inglaterra, teniendo en cuenta que la reina consorte de los ingleses, Leonor de

Castilla,21

era hermana del rey castellano. Las gestiones resultaron muy fructíferas.

En 1279, el clérigo y diplomático Jofré de Loaysa fue nombrado notario real y custo-

dio o consejero principal del infante Sancho, quien luego sería el rey Sancho IV.22

En

ese mismo año marchó de nuevo a Londres, informando allí en esa ocasión acerca de los

planes políticos de Castilla y Aragón, con las respectivas conveniencias y descripción

de intereses mutuos.

En premio a sus servicios, a Jofré le propuso el rey castellano, en 1280, ser arcediano

de Toledo, aunque tardaría luego en serlo, pues la Santa Sede ya había dispuesto para el

cargo disponible al clérigo portugués Gil Martínez, deán catedralicio en Lisboa y sobri-

no del Papa Juan XXI (1276-1277), chocando esto con que el arzobispo electo de To-

ledo, Gonzalo García Gudiel, había ya nombrado a Jofré. La cosa suscitó un largo pleito

canónico entre las sedes toledana y romana, un pleito que se prolongó durante aproxi-

madamente quince años. Finalmente se alcanzaron las soluciones, interviniendo en las

mismas el mismo Jofré y García Gudiel, muy conocidos y cercanos por compartir car-

gos notariales y la cancillería real de Castilla. Todo fue de mucho beneficio o ventaja

para la archidiócesis toledana, tanto en lo pastoral como en las finanzas, también en lo

litúrgico y espiritual. Jofré defendió y mantuvo el rito mozárabe y la enseñanza del mis-

mo en el clero.

Un acuerdo económico con Gil Martínez a cambio de su renuncia había puesto ya fin

a la disputa, pero exigía tanta compensación que el pleito duró aún más de diez años. La

titularidad se falló a favor del maestre Jofré de Loaysa, pero el acuerdo económico sólo

terminó cuando el Papa Nicolás IV (1288-1292) encargó al cardenal diácono de San

Adriano, Napoleón Orsini,23

un arbitraje aceptado por ambas partes, por los dos candi-

datos, pagándosele a Gil Martínez 800 libras tornesas en tres plazos a lo largo de un año

(esta sentencia se dictó entre los años 1290 y 1292). En febrero de 1293 el arzobispo

20

Una dignidad eclesiástica (ya obsoleta o en desuso) que se dio en algunos cabildos de colegiatas, De-

signaba al maestro cantor o del coro también en las catedrales. Algunos monasterios también contaban

con este cargo en el desempeño de organizar las procesiones de clérigos, entonar los responsos en fu-

nerales, servir como bibliotecario o archivero, etc. Usaba la debida indumentaria. Quien estaba por debajo

del chantre era el sochantre, un auxiliar encargado de enseñar el canto a niños y a capellanes.

21

Muerta en 1290.

22

Muerto en 1295.

23

Muerto en 1342.

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~ 13 ~

García Gudiel encargó a Jofré defender la primacía de la archidiócesis toledana frente a

la compostelana, cuando era arzobispo de ésta Rodrigo González de León (1286-1304).

Aún pudo el arcediano redactar la Crónica de los Reyes de Castilla de 1248 a 1305,

con la intención de continuar la del arzobispo toledano Rodrigo Ximénez de Rada:24

De

rebús Hispaniae.25

El 29 de noviembre de 1307, en Toledo, redactó Jofré de Loaysa su testamento, mu-

riendo luego a los dos meses de aquello, en el día 23 de enero de este año 1308.26

24

Muerto en 1247.

25

Jofré de Loaysa redactó su Crónica en castellano o romance de la época, sin que se conserve el origi-

nal, aunque sí una versión latina de Armando de Cremona, racionero en la catedral de Toledo y canónigo

en la de Córdoba, una versión hecha a petición del propio autor, el cual es de suponer que colaborase

también en el taller de traducción o escuela de traductores del rey Alfonso X. Los puntos fuertes de la re-

ferida Crónica cuentan la gravísima rebelión nobiliaria a la que Alfonso X tuvo que hacer frente entre los

años 1271 y 1274, así como la regencia de María de Molina durante la infancia del rey Fernando IV.

26

Su sepultura se halla en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas en Burgos.

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~ 14 ~

Territorios suizos De los Habsburgo

MUERTE VIOLENTA DEL REY ALBERTO I DE ALEMANIA

A 1 de mayo de este año 1308 murió Alberto I de Habsburgo, asesinado por su sobri-

no el duque Juan de Suabia.27

Este hecho violento ocurrió al cruzar en barca el río

Reuss, que transcurre por Suiza.28

Lo contamos ahora brevemente ofreciendo un resu-

mido apunte biográfico.

Alberto I de Habsburgo, nacido en Rheinfelden,29

habría de cumplir pronto 53 años de

edad. Resultó muerto cerca de Brugg,30

a manos del mencionado Juan de Suabia. Ha

sido rey de Alemania (Rex Romanorum, sin llegar a ostentar el título de emperador res-

pecto al Sacro Imperio Romano Germánico), además de duque de Austria y Estiria. Era

hijo primogénito de Rodolfo I de Habsburgo (muerto en 1291) y de Gertrudis de Ho-

henberg (muerta en 1281). Siendo hermana suya Clemencia de Habsburgo (muerta en

1295), era tío del rey Carlos I Roberto de Hungría.31

A 20 de diciembre de 1274, con 19 años de edad, se casó en Viena con la noble y aris-

tócrata Isabel de Tirol (de 12 años de edad).32

Tuvieron once hijos: Ana,33

Inés,34

Ro-

dolfo,35

Isabel,36

Federico,37

Leopoldo,38

Catalina,39

Alberto,40

Enrique,41

Meinhars,42

Otón43

y Judith.44

27

Pasando a la historia como parricida. Muere probablemente en 1313.

28

Precisamente en ese lugar, llamándose Königsfelden (Campo del rey), fundándose en 1309, se levan-

tará un monasterio de franciscanos y clarisas, dando vida a la aldea de Windisch, en el cantón suizo de

Argovia. Es un lugar digno de ser visitado.

29

En el norte de Suiza.

30

En Suiza, no lejos de Rheinfelden.

31

Que muere en 1342.

32

Hija del conde Meinhard II de Gorizia-Tirol (muerto en 1295) y de Isabel de Baviera (muerta en

1273).

33

Nacida en 1280 y muerta en 1327. Casada en primeras nupcias con Hermann de Brandeburgo y en se-

gundas nupcias con Enrique de Breslau.

34

Nacida en 1281 y muerta en 1364. Casada con el rey Andrés III de Hungría, muerto en 1301.

35

Nacido en 1282 y muerto en 1307, como Rodolfo III de Habsburgo y Rodolfo I de Bohemia.

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Disputándose el título de rey de Alemania, se opuso a Adolfo de Nassau, que murió

derrotado por él en la batalla de Göllheim (año 1298). Así sucedió Alberto a su rival,

pasando sus apuros. Fracasó en su pretendido proyecto de convertir la corona imperial

en hereditaria, pero reforzó los territorios patrimoniales de los Habsburgo. Recordemos

que en 1307 alcanzaron su emancipación los cantones suizos, conocidos como Confede-

ración Helvética, de cuyo progresivo proceso de formación ya nos hicimos eco en su

momento.

Alberto I de Habsburgo

36

Nacida en 1285 y muerta en 1352. Casada con el duque Federico IV de Lorena, muerto en 1328.

37

Nacido en 1289 y muerto en 1330. Será Federico de Austria y Estiria el Hermoso. También será Rey

de Romanos.

38

Nacido en 1290 y muerto en 1326. Será Leopoldo I de Austria y Estiria.

39

Nacida en 1295 y muerta en 1323. Casada con Carlos de Calabria, muerto en 1328.

40

Nacido en 1298 y muerto en 1358. Será Alberto II de Austria.

41

Nacido en 1299 y muerto en 1327. Fue conocido como Enrique el Amistoso.

42

Nacido en 1300 y muerto no mucho después.

43

Nacido en 1301 y muerto en 1339. Conocido como Otón el Alegre, fue duque de Austria y Estiria.

44

Nacida en 1302 y muerta en 1329.

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REINO MERINÍ DE MARRUECOS

MURIÓ EL SULTÁN ABU THABIT AMIR, SIGUIENDOLE

EN LA SUCESIÓN SU HERMANO ABU AL-RABI SULAYMAN

Abu Thabit Amir, sultán de los marroquíes meriníes, enfermó y murió en Tetuán, a 28

de julio de este año 1308, mientras sitiaba el lugar en guerra de competición al preten-

derlo también Othman ibn Idris de Ceuta. Al sultán difunto (a sus 24 años de edad) le

sigue en la sucesión su hermano Abu al-Rabi Sulayman (con 19 años de edad), el cual

solventó la contienda al aceptar el acuerdo de paz que propuso el sultán Muhammad III

de Granada, estando también abierto a las propuestas que le llegan desde la Corona de

Aragón.

Constatemos una vez más (sin que nos extendamos aquí demasiado al respecto) la

gran pugna o tensión de contiendas muy competitivas en las tierras norteafricanas, y

pugna de control por el estrecho de Gibraltar desde dichas tierras y también desde las

peninsulares, tal como ocurre en estos tiempos,45

muy primordialmente además entre

nazaríes y meriníes.

45

Siglos XIII y XIV.

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MONTEFALCO (REGIÓN ITALIANA DE UMBRÍA)

MURIÓ LA ABADESA CLARA DE LA CRUZ

En el convento de monjas agustinas de Montefalco (región italiana de Umbría, no le-

jos de Asís), murió la abadesa Clara de la Cruz, a 17 de agosto de este año 1308, el año

40 de su edad, habiendo sido terciaria franciscana en sus tiempos infantiles y juveni-

les.46

De ella pueden contarse muy espirituales maravillas, como enseguida vamos a

considerar.

Proveniente de piadosa familia, tuvo muy cercana a ella la vivencia que Juana, una

hermana suya, tuvo como ermitaña, siguiendo el espíritu o carisma agustiniano. Aquella

experiencia ermitaña, aumentando en torno a Juana algunas componentes más, derivó

en vida monástica, concretamente en Montefalco, siendo Juana la abadesa.

A partir de 1291, en noviembre, habiendo muerto Juana, ocupó Clara el cargo de aba-

desa. El año 1294 se registra como decisivo en la vida espiritual de Clara. Era el mo-

mento celebrativo de la Epifanía del Señor, cuando Clara hizo una confesión general

ante su comunidad. Aquella fuerte vivencia la llevó a experimentar un éxtasis místico

que se prolongó ininterrumpidamente durante varias semanas. Inmóvil e imposibilitada

de mantenerse comiendo, las religiosas no paraban de proporcionarle agua azucarada.

Clara contó más tarde que durante ese tiempo tuvo una visión en la que Dios la juzgaba.

Dijo también que en la visión se le representó el Señor Jesús con indumentaria mendi-

cante, de viajero pobre. Arrodillada ante Jesús, tratando de detenerlo, le preguntó: “Mi

Señor, ¿a dónde vas?”, y Jesús le respondió: “He buscado en todo el mundo un lugar

fuerte donde plantar esta Cruz firmemente y no lo he encontrado”. Clara miró entonces

aquella Cruz, dándole a entender al Señor que ella deseaba y podía ayudarle. Jesús en-

tonces le contestó: “Clara, he encontrado el lugar para mi Cruz aquí. He encontrado

finalmente alguien a quien pueda confiar mi Cruz”. Entonces Jesús implantó su Cruz

incrustándola interiormente en el corazón de Clara. El intenso dolor sentido en todo su

ser cuando recibía la Cruz de Cristo permaneció en Clara para siempre. El resto de sus

años los pasó entre penas y dolores, sufriendo mucho, pero sirviendo permanentemente

y con total alegría a sus hermanas, siendo muy amada por todas y así también por toda

46

Se trata de Santa Juana de la Cruz o de Montefalco, celebrada en el santoral católico el 17 de agosto.

El proceso de canonización se inició en 1328, pero no fue hasta el 13 de abril de 1737 cuando el Papa

Clemente XII (1730-1740) la beatificó. El 8 de diciembre de 1881, celebrándose la Inmaculada Concep-

ción de María, la canonizó el Papa León XIII (1878-1903).

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~ 19 ~

la población que fervorosa acudía a la iglesia y al convento de estas monjas. Murió san-

tamente.47

47

De inmediato tras su muerte, le fue extraído el corazón del interior de su cuerpo, siendo inspeccionado

y reportándose que allí estaba representada la Pasión de Cristo: un crucifijo, tres clavos, la corona de es-

pinas y un látigo, todo ello hecho por los mismos tejidos cardíacos. Habiendo llegado la noticia al obis-

pado de Spoleto, el vicario general, inquisidor e indignado, marchó a Montefalco, sospechando que las

religiosas del convento habían insertado allí esos representativos símbolos. El crucifijo encontrado en el

corazón de Santa Clara de Montefalco es del tamaño de un pulgar; la cabeza de Cristo está inclinada hacia

el lado derecho; su cuerpo es blanco con excepción de “la pequeña abertura en el costado derecho que

tenía un rojo intenso”. El látigo y la corona de espinas estuvieron aparentemente formados por fibras

nerviosas y los tres clavos lo estuvieron por una tela de fibras oscuras. Una comisión de físicos (médicos),

juristas y teólogos se reunieron para efectuar una investigación al respecto, resultando de la misma que

todo lo contado era auténtico. El clérigo inquisidor no pudo castigar a nadie, pues nadie protagonizó

fraude o truco alguno. Sin embargo, dudas acerca de la veracidad de los hallazgos persistieron cuando el

proceso de canonización, pasando incluso que querían canonizarla como franciscana y no como agustina.

El cuerpo de esta Santa permanece incorrupto, sin embargo la piel de sus manos se fue oscureciendo

con el tiempo. El corazón fue dispuesto para la veneración en la iglesia de Santa Clara en Montefalco,

donde su cuerpo, vestido con el hábito agustino, reposa bajo el altar mayor.

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DOMINIOS DE TONNERRE EN LA BORGOÑA FRANCESA

MURIÓ MARGARITA DE BORGOÑA

A 4 de septiembre murió en el condado francés de Tonnerre, Margarita de Borgoña,

con 58 años de edad.48

Fue condesa del lugar (por herencia recibida en 1262) y estuvo

casada con Carlos I de Anjou, compartiendo con él todos sus títulos desde su boda en

noviembre de 1268, siendo reina consorte de Sicilia, Nápoles y Albania, además de

serlo también de Jerusalén, después de que Carlos comprara ese título en Roma, ven-

diéndoselo la princesa María de Antioquía, en 1277. Como bien sabemos y podemos re-

cordar, Carlos y Margarita perdieron el reino de Sicilia en 1282, quedando más reduci-

dos como reyes de Nápoles.

Después de que Carlos muriera en 1285, Margarita se retiró a sus tierras en Tonnerre,

residiendo en el castillo con Margarita de Acre49

y con Catalina de Courtenay.50

Allí se

desenvolvieron las tres mujeres muy dedicadas a vida piadosa, de oración y obras de ca-

ridad, habiendo fundado su Hospicio de Fontenilles, manteniéndose con los fondos ne-

cesarios. Este Hospicio es el lugar de enterramiento de Margarita. Muerta sin descen-

dencia (aunque fue madre de una hija, también llamada Margarita, que murió siendo ni-

ña), su herencia pasa a unos sobrinos.

48

Hija de Odón de Borgoña y Matilde de Dampierre.

49

Viuda de Bohemundo VII de Trípoli, muerto en 1287.

50

Muerta en 1307, emperatriz titular de Constantinopla.

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DUCADO DE ATENAS

MURIÓ EL DUQUE GUIDO II DE LA ROCHE,

TAMBIÉN SEÑOR DE ARGOS Y NAUPLIA

Con 28 años de edad, a 5 de octubre de este año 1308, murió el duque ateniense

Guido II de la Roche, que lo fue desde 1287,51

siendo también señor de Argos y Nau-

plia, al sur de Grecia. Cuando era menor de edad sucedió a su difunto padre, Guillermo,

siendo el ducado de Atenas más destacado que el principado de Acaya, superándole en

riqueza, poder e importancia.

El jovencísimo Guido estuvo bajo la tutela y regencia de su madre, Helena Comnena

Ducaina,52

quien hubo de someterse a la princesa de Acaya Isabel de Villehardouin en

diciembre de 1289. Resultó luego que Helena se casó, en 1291, con Hugo de Brienne,

convirtiéndose éste en duque consorte.53

Guido alcanzó la mayoría de edad en 1296 e

hizo cortés y diplomático homenaje a Isabel y a Florent de Henao, su esposo.54

En 1299,

Guido se había comprometido con Matilde,55

hija de Isabel y Florent. Carlos de Va-

lois56

se opuso a que se casaran, porque no se le había solicitado el correspondiente

permiso; pero el Papa Bonifacio VIII (1294-1303) intervino al respecto y la boda pudo

celebrarse.

Cuando Guido le rindió homenaje al segundo esposo de Isabel, Felipe de Saboya,57

en

1301, llevó a sus tropas con él y entró en Tesalia para defender a su primo Juan II Du-

cas58

contra la invasión del déspota de Epiro, Tomás I Comneno Ducas,59

y su madre,

51

Último de su familia en serlo.

52

Muerta casi a finales del siglo XIII.

53

Muriendo Hugo de Brienne en 1296.

54

Florent de Henao murió en 1297.

55

Matilde de Henao, que muere en 1331.

56

Poderoso conde de Anjou, que muere en 1325.

57

Felipe I de Piamonte, que muere en 1334.

58

Juan II de Tesalia, que muere en 1318.

59

Que muere en 1318.

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Ana Cantacucena.60

Acompañado por Nicolás III de Saint Omer, señor de Tebas,61

Gui-

do rechazó a los epirotas y luego invadió el territorio griego hasta Tesalónica, donde

fueron convencidos de dar marcha atrás y retirarse por parte de la emperatriz Irene de

Montferrato.62

En 1307, Guido fue bailío de Acaya por su nuevo príncipe, el angevino Felipe I de

Tarento. Gobernó bien, pero escasamente durante un año, ya que murió joven aún, en

esta fecha de 1308, habiendo sido, en resumen, muy respetado siempre, querido y reco-

nocido por su caballerosidad, valorado por su buena educación, de muy buenos moda-

les.

Junto a sus antepasados, recibió sepultura en el monasterio de Dafni, próximo a la ciu-

dad de Atenas. Al no dejar descendientes o herederos directos, el ducado de Atenas que-

da disputado entre varios pretendientes durante un tiempo, hasta que el parlamento ate-

niense eligió a Gualterio V de Brienne.63

Parte de mosaico bizantino en el monasterio griego de Dafni

60

Que muere también en 1318.

61

Que muere en 1314, siendo muy poderoso en Grecia.

62

Muerta en 1317. Fue esposa del emperador bizantino Andrónico II Paleólogo, muerto en 1332.

63

Muere en 1311.

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CIUDAD ALEMANA DE COLONIA

MURIÓ EL CÉLEBRE TEÓLOGO FRANCISCANO JUAN DUNS SCOTO

Tengamos muy señaladamente en consideración al célebre teólogo franciscano Juan

Duns Scoto, haciéndonos eco de su muerte, en Colonia (Alemania), a 8 de noviembre de

este año 1308, contando 42 años de edad. Había nacido en Duns (Escocia). Ingresó jo-

ven (con 13 años de edad) en la Orden franciscana, en Dumfries (Escocia) y se formó,

con gran provecho de sus estudios, en Cambridge, Oxford y París, ejerciendo destacada

docencia en las universidades de Oxford y París.64

Se dio por completa su formación e

1288. Fue muy ejemplar y espiritual como fraile, en su vida y en sus enseñanzas.65

La

fecha de su ordenación sacerdotal es la del 17 de marzo de 1291.

Utilizó magistralmente en su docencia el texto de Sententiae, de Pedro Lombardo,66

obra que aún destaca realmente como importante manual de teología dogmatica en esta

época. Compuso sus apuntes al respecto y propició mucha base teológica, en tono muy

franciscano sobre la humanidad de Cristo.67

Su vida tiene no pocas vicisitudes, dado el

acontecer histórico de estos tiempos. En junio de 1301 fue enviado a París como maes-

tro. En 1303 se vio obligado a salir de Francia debido a las tensiones y conflictos entre

el Papa Bonifacio VIII y el rey Felipe IV, como bien sabemos y podemos recordar.

Duns Scoto se negó a estampar su firma en cuanto a la puntual imposición del rey sobre

el Papa. En 1305 regresó a París y en 1306, con un buen equipo de colaboradores, se

puso a producir Ordinatio, una edición oficial y elaborada de su comentario a las Sen-

tencias. Volvió a ser exiliado de París en 1307, recalando en Colonia (Alemania), ense-

ñando aquí en la casa de estudios de los franciscanos. Dejó sin acabar su Ordinatio en

este año 1308, cuando murió.

64

Por la sutileza escolástica de sus análisis es conocido como Doctor Sutil.

65

Siempre fue considerable su santidad, siendo final y oficialmente beatificado el 20 de marzo de 1993

por el Papa San Juan Pablo II (1978-2005). Se conmemora el 8 de noviembre.

La vida de Duns Scoto está reflejada, con su nombre, en la película del cineasta Fernando Muraca

(2010), Es interesante de ver.

66

Muerto en 1160.

67

Y sobre la que en su momento, muy posteriormente, sería la proclamación del dogma de la Inmaculada

Concepción de María, en 1854.

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BURGOS (REINO DE CASTILLA)

CORTES TRATANDO SOBRE LA DIFÍCIL SITUACIÓN ECONÓMICA

ENTRE OTROS ASUNTOS

Se reunieron Cortes en Burgos cuando fue propicio el tiempo climatológico de este

año 1308,68

casi en consonancia con lo que había que hacer, dar calor a la economía, in-

tentar equilibrar gastos e ingresos de la Hacienda Real en León y Castilla, siendo el dé-

ficit registrado de cuatro millones y medio de maravedís; se tomó la medida de rebajar

las soldadas de los nobles y se eliminaron algunas exenciones. Les fue prohibido a los

oficiales propiamente del reino castellano actuar en el leonés y viceversa, si bien las

Cortes procedieron en común. Hubo también la aceptación de que se aplicase la pena de

muerte a quien mate o produzca serios males a alguien en el lugar donde se encuentre el

rey y hasta cinco leguas del mismo.69

Así pues, Fernando IV intentó conseguir en estas

Cortes, entre otras cosas, la reorganización de la Casa Real, la restauración del orden en

todo su territorio, lograr el mencionado equilibrio entre los gastos e ingresos de la ha-

cienda, castigar crímenes y delitos, entre todo cuanto a continuación se expone o ya va-

mos exponiendo.

Quede resaltado que en este año 1308 la nobleza leonesa y castellana pudo imponerse

sobre el rey Fernando IV, viéndose éste obligado a suscribir con los nobles el que habrá

de conocerse como Pacto de Grijota,70

el mismo que le obligó a destituir a sus princi-

pales consejeros y oficiales, y a reemplazarlos por aquéllos que los nobles dispusieron.71

Había quejas de cómo Fernando IV viene administrando mal la hacienda real, produ-

68

Más o menos entre mediados de mayo y mediados de julio.

69

Las Cortes de Valladolid en 1312 ratificarán esto y habrá su aplicación en concreto, cuando muera el

rey Fernando IV. Lo veremos en su momento.

70

Una localidad hacia el sur de la provincia de Palencia y cercana a la capital.

71

Fernán Remón o Romero, que era canciller del infante Juan de Castilla el de Tarifa, tío de Fernando

IV, pasó a ser el canciller del rey, y así también Fernán Ruiz de Saldaña y Rodrigo Álvarez de las As-

turias fueron nombrados respectivamente adelantados mayores de Castilla y Galicia. Y hubo luego más

determinadas decisiones al respecto de otros nobles y cargos o títulos.

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~ 26 ~

ciéndose mucho descontento popular, registrándose que el rey se viene aconsejando más

bien, o malamente desaconsejándose, por malos hombres.72

Registremos como crónica que las Cortes de Burgos en 1308 vinieron a ser una asam-

blea plena a la que el rey convocó a los ricoshombres, maestres de las Órdenes mili-

tares, prelados y hombres buenos de las villas y ciudades de los reinos leonés y caste-

llano, junto con las Extremaduras. Estuvieron en dichas Cortes de Burgos la reina María

de Molina, la consorte Constanza de Portugal, el infante Juan (tío del rey y adelantado

mayor de la frontera en Andalucía), el infante Pedro (hermano del rey), don Juan Ma-

nuel (adelantado mayor del reino de Murcia), Diego López V de Haro (señor de Viz-

caya y mayordomo mayor del rey), Gonzalo Díaz Palomeque (arzobispo de Toledo) y

los obispos de León,73

Zamora,74

Mondoñedo75

y Osma, 76

además del de Burgos, Pedro

Rodríguez Quijada,77

que hizo o tributó destacada aportación. Asistieron también Juan

Osórez, maestre de la Orden de Santiago, entre otros destacados participantes.

Las disposiciones generales que se adoptaron en estas Cortes fueron las que se expo-

nen a continuación:

Fernando IV confirmó los diferentes ordenamientos de las Cortes de Valladolid de

1307, y dispuso que fueran cumplidos por la cancillería real, por sus oficiales, y en

todos sus reinos. Y también ordenó que los oficiales reales debieran cumplir dichos

ordenamientos y no emitir cartas que atentasen contra los mismos, ya que en caso

de que lo hicieran serían despojados de sus cargos y castigados del modo que el rey

creyera más conveniente.

Al final del ordenamiento de estas Cortes, el rey dispuso que castigaría con seve-

ridad a los que incumplieran lo acordado en ellas, y que les impondría una multa de

mil maravedís de la moneda nueva, y por ello ordenó a sus alcaldes, merinos, jura-

dos, justicias, jueces, aportellados y alguaciles que hicieran cumplir lo dispuesto en

ellas, que prendieran a los infractores hasta que hubiesen pagado los mil maravedís

de multa, que los mantuvieran encerrados hasta que él los castigara, y que reparasen

todos los daños o perjuicios que hubieran sufrido los habitantes de las villas y de-

más lugares del reino.

72

Se sabe históricamente que cuanto querían y reivindicaban los nobles era participar más en las tareas

de gobierno conjuntamente con el rey, no tanto ir en contra del mismo o dejar de ser medievalmente mo-

nárquicos.

73

Gonzalo de Hinojosa (1301-1313), benedictino y luego también promovido a Burgos, muerto en 1327.

74

Gonzalo Rodríguez Osorio (1303-1310).

75

Rodrigo Vázquez (1298-1318).

76

Juan Pérez (1296-1329).

77

Entre los años 1300-1313.

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~ 27 ~

El rey reorganizó, aconsejado por los hombres buenos que asistieron a estas Cor-

tes, su Casa y todo lo concerniente a sus consejeros, oficiales y alcaldes.

También ordenó el rey que todos los heredamientos que había entregado indebida-

mente a algunos concejos o a diversas personas serían restituidos a sus legítimos

propietarios.

Nadie podría penetrar en las casas de los infantes, prelados, ricoshombres, hidal-

gos, en las de las de las Órdenes militares, o en la de otros individuos, salvo en caso

de que la Justicia hubiese de actuar en dichos lugares. Además, el rey dispuso que si

alguien hurta en una casa o la derriba, también habrá de ser demolida la del culpa-

ble, y que este último debería construir una nueva en sustitución de la destruida que

quedaría sujeta al fuero correspondiente, y en caso de que no la construyese sería

desterrado del reino y no podría volver a menos que edificase la casa o que el pro-

pietario de la derribada estuviera conforme. Y el rey también ordenó que los indi-

viduos que hubieran acompañado al que derribó la casa fueran ejecutados, aun en el

caso de que no tuvieran señor.

También dispuso Fernando IV que deberían ser derribadas todas las fortalezas edi-

ficadas en las iglesias o cementerios desde que comenzó a reinar su padre, Sancho

IV, aunque de esta orden quedaron excluidas las fortalezas que hubieran sido cons-

truidas por los concejos con licencia de los prelados correspondientes.

El rey ordenó que los adelantados y merinos debieran destruir las fortalezas edi-

ficadas sin la autorización del monarca o de los propietarios del terreno, en las tie-

rras de realengo o de abadengo. Y también ordenó que las que hubieran sido cons-

truidas en esas condiciones en el reino de Toledo o en las Extremaduras debieran ser

derribadas por los aportellados de cada lugar, y si fuera necesario deberían ser ayu-

dados por los concejos. No obstante, el rey dispuso que en caso de que los que hu-

bieran construido fortalezas en suelo ajeno protestaran contra esta medida, sus ale-

gaciones deberían ser oídas antes de proceder al derribo de las mismas.

Los adelantados, merinos, jueces, alcaldes y el resto de oficiales deberían dar bue-

nos fiadores, por orden del rey. Y cuando hubiera finalizado el período de un año en

que los alcaldes, jueces y el resto de oficiales ejercían sus cargos, dichos fiadores

deberían permanecer treinta días más, para reparar los agravios y querellas que hu-

bieran surgido durante ese año. Y el rey también dispuso que los adelantados de-

bieran entregarle fiadores, y que debieran permanecer junto a él por un plazo de

tiempo indeterminado para poder resolver las querellas que se presentaran.

Las personas ociosas que no tuvieran señor habrán de ser expulsadas de la Corte,

y si regresaran a ella serían azotadas por el alguacil del rey.

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El rey prohibió al adelantado y a los merinos del reino de Castilla que ejercieran

sus funciones en el reino de León o en las Extremaduras, y viceversa. Y también or-

denó que no debieran reclamar el pago de homicillos o caloñas fuera de su territo-

rio.

Fernando IV ordenó que quienes maten o hirieran a alguna persona en las villas o

en los lugares donde él estuviera fueran condenados a muerte, y que nadie pueda

aducir que lo había hecho por desafío, por ser enemigo de la víctima, o por otras

razones, ya que serán condenados a muerte.

También ordenó el rey que todo aquel que asesine o hiriera a los hombres bue-

nos que acudieran a la Corte fuera ejecutado, y que nadie deba hacerlo aunque pre-

textara tener algún derecho para ello.

El rey también dispuso que nadie, a excepción del alguacil del rey y de sus hom-

bres, pudiera caminar por la Corte portando armas que estuviesen prohibidas, como

espadas, lanzas, cuchillos costaneros, lorigas, lorigones, o cualquier otra arma pro-

hibida. Y el rey también ordenó que a los que quebrantasen esta orden por primera

vez les serían confiscadas dichas armas, y que los reincidentes fueran encerrados en

prisión y castigados con arreglo al derecho.

Nadie habrá de utilizar ballestas durante una pelea en la Corte, y los que lo hi-

cieran habrán de ser condenados a muerte. Y el rey decretó que todo aquel que vio-

lara esta orden sería perseguido por su alguacil, y también por los adelantados, me-

rinos y aportellados del reino, quienes deberían ejecutarlos donde quiera que los ha-

llaran.

Fernando IV decretó que los hijosdalgo de ganancia, es decir, los que fueran hijos

naturales de sus padres, no deberían poseer behetrías, ni recaudar tributos o comer

en ellas, excepto en aquellos lugares que sus padres les hubieran dejado en herencia.

El rey dispuso que todas las cartas de perdón que había otorgado fueran invali-

dadas si aquéllos a los que las concedió volvían a cometer crímenes, violencias o

maldades, y que dichos individuos recibieran el castigo que estipulasen las leyes.

También dispuso el rey que los ricoshombres, infanzones, caballeros u otros indi-

viduos no debieran comer, tanto en las tierras de realengo como de abadengo, contra

la voluntad de los señores de los lugares, y que esta medida debiera aplicarse en los

reinos de León, Toledo y en las Extremaduras. Y además, el rey ordenó que dichos

individuos estuvieran obligados a pagar todo lo que hubieran consumido, y que en

caso de que no lo hicieran deberían informarle para que pudiera castigarles valién-

dose de los propios bienes de los culpables o de las tierras que hubieran recibido del

propio monarca. Y en caso de que los culpables no hubieran recibido tierras del rey

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o no poseyeran bienes con los que poder satisfacer la deuda, serían desterrados del

reino.

Disposiciones relativas a la cancillería real:

El rey reorganizó, aconsejado por los hombres buenos que asistieron a estas Cor-

tes, su cancillería, y todo lo concerniente a sus escribanos.

Fernando IV ordenó que no deberían poner su nombre en los privilegios o en las

cartas que otorgara, y que si por descuido u olvido fuese puesto, los encargados de

los sellos del rey no deberían sellarlos. Y además, el rey ordenó que los que le soli-

citaran que sellara los documentos deberían prendar aquello que demandasen en los

privilegios o cartas.

El rey declaró que revisaría los ordenamientos por los que se habían regido la can-

cillería real durante los reinados de Alfonso X y Sancho IV, abuelo y padre respec-

tivamente de Fernando IV, y que cuando los hubiera examinado dispondría cuál de

ellos era el más conveniente para regular el funcionamiento de la cancillería.

Disposiciones tributarias:

Cuando el rey fue informado de a cuánto ascendían las rentas foreras de sus rei-

nos, y de que eran insuficientes para pagar las soldadas de los infantes, ricos-

hombres, infanzones y caballeros, las redujo por consejo de los propios nobles a fin

de que “la tierra lo pudiesse conplir”.

Al tener el rey conocimiento de que las martiniegas y otras rentas reales habían

disminuido a causa de las villas y derechos sobre determinadas rentas que el propio

monarca había entregado a algunas personas, revocó su concesión y dispuso que las

aldeas y heredamientos volvieran a pertenecer a sus respectivas villas, a excepción

de las propiedades y señoríos que Fernando IV había entregado a su primo Alfonso

de la Cerda, nieto de Alfonso X. Y además, el rey revocó la concesión de algunos

pechos y derechos que había entregado a algunas personas en tanto durasen sus vi-

das, aunque no revocó los que hubieran sido vendidos o cambiados por dichas per-

sonas.

Con el fin de aliviar la presión fiscal que soportaban sus súbditos, y debido a que

las rentas de los reinos se encontraban muy mermadas, el rey revocó todas las car-

tas de merced que había otorgado a los concejos y a algunas personas sobre los por-

tazgos y otros pechos foreros.

El rey confirmó la revocación hecha por su padre, Sancho IV, de varios portazgos,

y se comprometió a no crear otros nuevos.

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También revocó el rey, y ordenó que no tuvieran validez, todas las cartas que ha-

bía entregado a algunos de sus monteros y monederos, y dispuso que éstos deberían

pagar los pechos que les correspondieran y también los de los concejos de donde

fueran vecinos.

Fernando IV ordenó que los bueyes, las vacas y las bestias de labor no podrían ser

prendadas en concepto de yantares por los adelantados o merinos, ni tampoco en

concepto de impuestos por los infantes, ricoshombres, prelados, infanzones, caba-

lleros u otros individuos.

El rey confirmó el ordenamiento aprobado en Burgos en mayo de 1304, por el

que, a cambio de una ayuda equivalente a una moneda forera, había eximido a sus

súbditos del pago de pechos. No obstante, el rey también dispuso que solamente

tendrían validez los privilegios y cartas que realmente hubieran sido otorgados por

el monarca, y que no la tendrían aquellos documentos en los que no figuraran las

vistas correspondientes o los nombres de los oficiales del rey que debieron emitir-

los.

Los procuradores se quejaron al rey de que los encargados de recaudar los pechos

reales en el reino de Toledo y en las Extremaduras prendaban un sexmo por otro y

una aldea por otra, y el rey ordenó que en futuro no debiera hacerse así.

Disposiciones relativas a judíos y musulmanes:

Respecto al pago de las deudas que los cristianos tuvieran contraídas con los pres-

tamistas judíos, el rey ratificó lo dispuesto en el ordenamiento de las anteriores

Cortes de Valladolid, y decretó que todos los judíos que no quisieran cumplir ese

ordenamiento no debieran aprovecharse de la merced que él les concedió en aque-

llas Cortes, y como dicho ordenamiento había sido incumplido hasta entonces, Fer-

nando IV dispuso que castigaría a todos aquéllos que atentasen contra él.

El rey también ordenó que las bestias de labor, las vacas o los bueyes no podrían

ser prendados por las deudas que los cristianos tuvieran con los judíos o musul-

manes, ni tampoco por las que estos últimos tuvieran con aquéllos.

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REINO DE NAVARRA

VEJADOS LOS JUDÍOS DE ESTELLA

Bien sabemos y relatamos en nuestras resumidas crónicas que el reino de Navarra es

como parte del reino de Francia. Una noticia de este año 1308, proveniente de la ciudad

navarra de Estella, es la de cómo allí sufrieron vejaciones los judíos que la habitan, ve-

jaciones infligidas por haberlas ordenado el senescal del lugar.

Recordemos y resaltemos lo sucedido, mostrándonos cercanos y solidarios con esta

población. Evoquemos que Estella (la antigua gascona Lizarra) se encuentra entre Pam-

plona y Logroño, surgida allá por el año 1090, cuando reinaba Sancho Ramírez (muerto

en 1094). Fue una ciudad románica que contó con notoria presencia judía sobre todo a

partir del siglo XI, alcanzando el máximo esplendor de su judería durante el siglo XIII,

con gran peso cultural, social y económico.

Estella es lugar de animación y tránsito, atravesada por el peregrinar jacobeo, acumu-

lando historia y arte. Ha sido penoso lo que aquí notificamos sobre las vejaciones últi-

mamente sufridas por los prósperos judíos, injustamente presionados por las autoridades

locales. Ya iremos viendo y considerando el desenvolverse de los hechos que se suce-

dan o acaezcan.

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ALCALÁ DE HENARES (REINO DE CASTILLA)

ACUERDO O TRATADO ENTRE CASTELLANOS Y ARAGONESES

Hubo acuerdo y tratado rubricado en Alcalá de Henares (reino de Castilla) entre cas-

tellanos y aragoneses, a 19 de diciembre de este año 1308. El encuentro fue propiciado

y se tuvo entre el rey Fernando IV, de León y Castilla, y los embajadores aragoneses

Bernardo de Sarriá y Gonzalo García representando al rey Jaime II de Aragón.

La firma de este acuerdo tuvo sus antecedentes, los mismos que ahora explicamos o

exponemos brevemente. A comienzos de 1306, Fernando IV había solicitado entrevis-

tarse con Jaime II, y desde ese momento los embajadores de ambos reyes intentaron fi-

jar una fecha para el encuentro de los dos soberanos, encuentro que hubo de ser apla-

zado varias veces debido a los conflictos internos existentes en ambos reinos. Las cláu-

sulas del tratado de Alcalá de Henares tuvieron su origen o antecedentes en los encuen-

tros mantenidos por los reyes de Castilla y Aragón en el monasterio cisterciense de San-

ta María de Huerta78

y en Monreal de Ariza79

(diciembre de este año 1308). Los temas

discutidos en ambos encuentros fueron los del relanzamiento de la paralizada Recon-

quista80

(deseada en su prosecución por ambos monarcas), el matrimonio de la infanta

Leonor de Castilla (primogénita y heredera de Fernando IV, nacida en 1307) con el in-

fante Jaime de Aragón (hijo y heredero de Jaime II, nacido en 1296) y finalmente sa-

tisfacer los compromisos contraídos por Fernando IV, y aún pendientes, con su pariente

Alfonso de la Cerda.

Luego vino –como queda dicho– el encuentro y firma en Alcalá de Henares, quedando

los asuntos bastante en suspenso. De todos modos se notificaron haciéndolos llegar al

Papa Clemente V, con sede en Aviñón. Habrá que ir viendo o considerando todos estos

temas o los más destacados pormenores de los mismos en adelante.

78

Provincia de Soria.

79

Al suroeste en la actual provincia de Zaragoza.

80

En relación al reino de Granada.

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EPÍLOGO

DE CÓMO SE LLEGABA A SER INVESTIDO Y ARMADO CABALLERO

EN LOS TIEMPOS MEDIEVALES

En los remotos tiempos medievales, tenía consideración de caballero todo guerrero

que pudiera permitirse tener un caballo, pero con el paso o transcurrir de aquellos siglos

fueron evolucionando o cambiando las circunstancias al respecto de dicha condición, de

modo que la caballería fue convirtiéndose en una distinguida clase social, en algo de

gran relevancia en todos los sentidos.

Téngase bien claro que el caballero no nace, sino que se hace. Para ser nombrado y

armado caballero, el hijo de otro caballero o el digno candidato a dicha investidura tenía

que pasar muy prolongados años preparándose como guerrero, para el arte de la lid o de

la guerra. Lo primero que tendría que hacer, siendo un niño de entre 7 a 10 años de

edad, era servir como paje en un castillo que poseyera algún noble distinguido.

Allí, con otros compañeros, se instruía en el arte de cabalgar, en el manejo de la es-

pada y en otros varios menesteres, aprendiendo y dedicándose a vestir a su señor, a

cuidar de él, como de su caballo y de sus armas.

Hacia los 14 años de edad, pasaba de ser paje a ser escudero de un caballero en par-

ticular, redoblándose su entrenamiento y responsabilidad. Se entrenaba en más tareas.

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Más o menos hacia los 20 o 21 años de edad, el escudero ya podía ser armado caba-

llero, lo que se efectuaba mediante un cuidado ceremonial, el mismo que también fue

evolucionando con el tiempo.

En los tiempos altomedievales, la ceremonia era breve y significativamente estreme-

cedora, consistiendo en que el nuevo investido recibiera un golpe brusco o manotazo en

el cuello, a lo que seguía una amonestación al buen comportamiento, cualificado de va-

liente, leal, prudente y hábil.

Ya en el siglo XI, por influjo eclesiástico, la caballería se fue revistiendo de una ma-

yor condición cristiana. El acto de armar caballero se fue transformando en un rito for-

mal y religioso, exigiéndose el juramento de cómo el caballero se comprometía a luchar

en defensa de la fe, con la consecuencia moral que ello conlleva.

El ceremonial dependía también de las más variadas circunstancias relacionadas con

el rango social o la riqueza de los participantes. Pero todo fue como cristalizando en una

formalidad feudal muy pareja o semejante por toda Europa, con ligeras variantes según

contextos.

Lo más frecuente era comenzar con un baño purificador, más en este sentido que por

mera higiene, representando el emerger del espíritu que revestía al nuevo caballero

emergente del agua, como un niño recién bautizado, limpio de pecado y entrando en

conversión. Así se había catequizado al que había de ser armado caballero.

Tras el baño ritual, era atendida la muy significativa vestimenta, siendo ésta una túni-

ca blanca (pureza) y una capa púrpura (sangre), calzando unas prendas marrones, de co-

lor terroso que recuerda cómo todos regresamos al suelo del que fuimos creados por

Dios y del que habremos de resucitar tras lo efímero de la vida que supone el morir.

A solas y llevando puesta la túnica blanca, sin sentarse para nada, venía luego velar

las armas con las que el nuevo caballero habría de ser armado, tras haber pasado la no-

che en vigilia de oración y en el debido recinto sagrado de una capilla. De ahí vienen di-

chos como el de pasar la noche en vela o pasar la noche en blanco.

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Al amanecer de aquella noche especial, y antes de ser nombrado caballero, el todavía

escudero y aspirante al honor caballeresco, se confesaba y recibía la bendición de un

sacerdote (párroco, abad, castrense, obispo, etc.) y era equipado con un cinturón blanco

(resaltándose otra vez la pureza) y unas espuelas áureas o doradas, significando la es-

pecial entrada al servicio de Dios, señal de que el caballero estaría siempre pronto y rá-

pido para obedecer y secundar los planes o la voluntad de Dios. La veloz rapidez del

caballo habría de reflejarse en lo mismo por parte del caballero. Y la espada que tendría

que ceñir, de dos filos, habría de representar la justicia y la lealtad.

Así, el nombrado caballero habría de prestar juramento ante un oficiante, el cual in-

quiría al aspirante para que se pronunciara como debía, como tratándose de una espe-

cífica ordenación. Al responder o contestar a todo afirmativa y positivamente, seguía el

juramento sobre la fe, los principios morales, las actitudes de caballero y la fidelidad al

correspondiente señor a cuyo servicio se entraba, tras lo cual venía el espaldarazo (que

había evolucionado desde aquella antigua pescozada o manotazo ya en desuso y que con

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el tiempo se había ido suavizando).81

Generalmente había mucho arte y elocuencia en lo

que se pronunciaba durante el espaldarazo, aunque a veces predominaban fórmulas bre-

ves y sencillas.

El espaldarazo, de Edmund Blair Leighton (1853-1922), pintor británico

81

Recuérdese el rito correspondiente que se mantiene en el sacramento de la Confirmación. Ese golpe,

tal como antaño se daba, resaltaba el objetivo de tener en cuenta para siempre, como bien grabado, el

compromiso iniciático del nuevo militante como caballero.

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No olvidemos que no siempre había ocasión para las solemnidades y los festejos (ban-

quete o convite), sino que eran frecuentes las improvisaciones, sin demasiada gente, por

ejemplo en momentos previos a una batalla o justamente tras la misma.

Y no olvidemos que, cuando un joven era armado caballero, el señor de su padre le

entregaba su propia espada. Lo más normal en los tiempos medievales era que todos tu-

vieran un señor al que prestar servicios, un señor para el cual se era vasallo, teniéndose

una relación a modo de padre e hijo o de hijo y padre.

No olvidemos también que un caballero es un guerrero cristiano que, a la vez que

mata al infiel o al hereje, reza por su salvación eterna, de un modo especial o particular

encomendándolo a la maternal ternura misericordiosa de la Virgen María.

Ser caballero o ejercer como tal era costoso, pues cada caballero tendría que disponer

al menos de tres caballos: el de la batalla, el de caminar y el de transportar el equipaje.

Los sirvientes habrían de ser por lo menos cuatro: uno para el cuidado de los caballos,

otro para el mantenimiento y limpieza de las armas, un ayudante personal o escudero,

quien le vistiera y le armara la armadura, quien pudiera levantarle si caía al suelo acci-

dentalmente o por derribo, quien custodiara a quienes eran hechos prisioneros, etc.

Estos caballeros, tan cubiertos de metal, eran como fortalezas móviles; montados a ca-

ballo era difícil darles muerte o ni tan siquiera o herirlos, pero si tenían la desgracia de

caer o ser derribados eran bastante vulnerables, quedaban a merced del enemigo que po-

día matarlo apuñalándolo por las axilas u otros resquicios.

Al menos hasta el siglo XIV era ésta la estrategia en las batallas: la caballería pesada

se lanzaba en tropel contra el enemigo empuñando sus lanzas firmemente sujetas bajo la

axila derecha, apoyada en el ristre (una parte del peto); una vez rota la fila del enemigo,

solían abandonar la lanza y luchaban con la espada o con la maza. Pero las técnicas fue-

ron avanzando y desarrollándose, sobre todo con la llegada de los arqueros, protegidos

por la infantería, logrando derrotar en muchos casos a la caballería pesada.

Justo es decir también que, además de las batallas y las guerras, los caballeros se di-

vertían organizando torneos y se entregaban a ensoñaciones y enamoramientos típicos

del llamado amor cortés, declarándose un caballero, sobre todo joven y soltero, vasallo

de una dama, por lo general una señora, tal vez casada, de buena posición y digna de ser

destinataria de proezas a modo de ofrendas. Había, por así decir, mucho romanticismo

al respecto. Y todo este tema es mucho de literatura y de películas.

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ÍNDICE

A modo de prólogo o pórtico

El puente Valentré …………………………………………………………… pág. 3

Reino de Inglaterra

Coronación real en la abadía londinense de Westmister …………………… pág. 6

Toledo (reino de Castilla)

Murió Jofré de Loaysa ………………………………………………………. pág. 11

Territorios suizos de los Habsburgo

Muerte violenta del rey Alberto I de Alemania …………………………….. pág. 14

Reino meriní de Marruecos

Murió el sultán Abu Thabit Amir, siguiéndole en la sucesión su hermano

Abu al-Rabi Sulayman ………………………………………………………. pág. 17

Montefalco (región italiana de Umbría)

Murió la abadesa Clara de la Cruz …………………………………………. pág. 18

Dominios de Tonnerre en la Borgoña francesa

Murió Margarita de Borgoña ……………………………………………….. pág. 20

Ducado de Atenas

Murió el duque Guido II de la Roche, también señor de Argos y Nauplia ... pág. 21

Ciudad alemana de Colonia

Murió el célebre teólogo franciscano Juan Duns Scoto ……………………. pág. 23

Burgos (reino de Castilla)

Cortes tratando sobre la difícil situación económica entre otros asuntos …. pág. 25

Reino de Navarra

Vejados los judíos de Estella ……………………………………………….. pág. 31

Alcalá de Henares (reino de Castilla)

Acuerdo o tratado entre castellanos y aragoneses ………………………….. pág. 32

Epílogo

De cómo se llegaba a ser investido y armado caballero en los tiempos

medievales …………………………………………………………………… pág. 33