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BREVE APUNTE HISTÓRICOSOBRE LAS CASAS COLGADASPedro Miguel Ibáñez Martínez

El Museo de Arte Abstracto Español ocupa buena parte del conglomeradoarquitectónico que, conocido por todos como “las Casas Colgadas”, se haconvertido en el emblema urbano por excelencia de Cuenca. Su promotor,Fernando Zóbel, quiso unir su colección artística personal, de la más rabiosacontemporaneidad, con un compuesto edificado de espectacular ubicaciónpaisajística, alguna de cuyas secciones cuenta con más de medio milenio deantigüedad. El fruto obtenido, símbolo de modernidad de una época, traspasó lasfronteras como un verdadero hito expositivo del arte contemporáneo. En todoeste proceso, la ligazón entre lo añejo y lo novísimo, entre el ámbito espacial y laspiezas expuestas, devino tan estrecha que no podrían entenderse el uno sin lasotras. Por eso, cuando otros textos han tratado del inspirado montaje museístico(con decisiva participación de Gustavo Torner) y del significado de la colección,parece oportuno exponer unos breves apuntes documentales acerca delrecorrido temporal de estas casas y de algunas imágenes que las representan, asícomo sobre la calidad de los vestigios conservados.

Lo primero que cabe subrayar es que las actuales Casas Colgadas no constituyenun inmueble homogéneo, sino el producto final de una complicada evolución quelas ha metamorfoseado, de arquitectura privada más o menos popular, en iconode consumo de masas y –con su excepcional contenido artístico- en mito demodernidad. La historia gráfica de estos edificios comienza en 1565, cuando elmaestro flamenco Van den Wyngaerde los incluye –con toda la cornisa de SanMartín- en su espléndida panorámica de Cuenca desde el este1. El cotejo de lavista wyngaerdiana con las más antiguas fotografías que existen del lugar, fechadasen el último tercio del siglo XIX2, muestra que el conjunto permaneció casi

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Foto pág. 217: Las Casas Colgadas, ca. 1950.Foto Francesc Català RocaFoto pág. 218: Tramo de escaleraen la primera planta del museo.Foto Jaume Blassi.

1 Ibáñez Martínez, P. M.,“La vista de Cuenca desde el este (1565), de Van den Wyngaerde”. Goya, 276 (2000),

pp. 150-151.

2 Como las tomadas por Ricardo Zomeño en torno a 1895.

intacto durante varias centurias (aunque, desafortunadamente, bien poco quedade aquella maravilla arquitectónica que mostraba las mejores substanciaspaisajísticas de la vieja Cuenca).

Las que ahora denominamos Casas Colgadas son las únicas que mantienen en la actualidadel recuerdo de la cornisa edificada de San Martín. Van den Wyngaerde las representa concuatro fachadas perfectamente diferenciadas.Sin embargo, la documentación de la primeramitad del siglo XX referente al proceso de demolición y posterior reconstrucción de dosde ellas (la otra simplemente se restauró, con algunos cambios al exterior) alude a tres yno a cuatro casas.Aún con un origen independiente, tampoco debe extrañar que, en unmomento determinado, las dos edificaciones de la derecha (hoy unidas en la casa delmesón con sus galerías superpuestas) quedasen englobadas en una misma propiedad. Laidea alcanza su lógica si comprobamos la estrechez extrema de la parcela hacia el interiorde la ciudad, donde se abren las puertas de entrada de todas estas viviendas.

Las noticias documentales relativas a las Casas Colgadas retroceden al menos hasta elsiglo XV.A través de ellas conocemos los nombres de las familias que las habitaban amediados del Quinientos. Pertenecientes a los Ramírez, en 1481 las adquirió el

Breve apunte histórico sobre las Casas Colgadas

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Anton de Van den Wyngaerde, Vista deCuenca desde el este, 1565: detalle de lasCasas Colgadas

Panorámica de la Hoz del Huécar. Dibujode Van den Wyngaerde, 1565

bachiller y canónigo Gonzalo González de Cañamares, que dejó su huella en la únicacasa auténtica hoy conservada. El 10 de abril de 1481, el canónigo compró por 28.000maravedíes la casa del mesón (y de la sala “blanca” del museo) a Catalina Ramírez, quela había heredado de su difunto hermano don Gil Ramírez de Villaescusa, arcediano ycanónigo de la catedral de Cuenca. En la vecindad del postiguillo de Santa Maríaconstan los siguientes aledaños: por una parte, la puerta de los Hidalgos y la casa deldeán de Burgos (actual cocina del mesón); por otra, la vivienda que antes poseyóAlfonso el Romo de Santoyo (yerno de Catalina Ramírez), y que en 1481 pertenecíaasimismo al bachiller Cañamares; por delante la calle real, y por las espaldas las peñasdel Huécar. La fórmula de la venta conviene de maravilla a este tipo de construccionesencaramadas en lo alto de las rocas: “las quales dichas casas... vos vendo dende elcentro de la tierra fasta los çielos”3.

El bachiller y canónigo que compró la manzana en el último cuarto del siglo XVhabitó realmente otra sección de la misma, y así mismo hicieron sus

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3 Archivo Histórico Provincial de Cuenca (en adelante,A. H. P. C.), Clero-Cat. 2/5, s. f.

descendientes4. La morada continuó en manos de la familia durante muchos años,pero ya a mediados del siglo XVI el propietario y morador de la casa del mesón eradon Juan Pérez de Teruel y no los Cañamares.A principios del siglo XVII figura comopropietario Luis Antonio de Chinchilla, sobrino de Juan Pérez de Teruel, y más tardedoña Escolástica de Chinchilla5. En el mismo siglo XVII vivió en ella Andrés deAlarcón, cura de San Miguel, y en 1683 la habitaba Pedro Manrique de Lara. Quedasiempre claro que los moradores alcanzaban una determinada significación social,buena prueba de su condición de casas “principales”, reforzada por las inmejorablesvistas sobre la hoz del Huécar6. En el citado año, un reconocimiento de censo de donManuel Girón de Zúñiga y Loaisa las describe en la calle de San Martín como “unascasas de morada... como se va a la puente de San Pablo... que hazen una plazetilla”7.Esa placetilla es la que parece recoger el plano de Mateo López. Si bien situada máshacia el sur, la recordaría de alguna manera la rinconada definida por la ampliacióndel Museo de Arte Abstracto que se llevó a cabo en 1978.

En lo que se refiere a las otras casas, recordemos que el inmueble comprado en1481 por González de Cañamares (el del mesón) lindaba por la parte opuesta alpostigo de Santa María con otra propiedad del mismo clérigo. Si establecemoscomo hipótesis que las cuatro fachadas a la hoz retratadas por Antonio de lasViñas correspondían en realidad a tres casas, y que las dos de la derecha definíanel hoy local del mesón y de la sala “blanca” del museo, la casa intermedia –tambiéndel museo– sería la aludida como aledaña en el documento de 1481. Por tanto, lamorada que hoy muestra los escudos del personaje completaría el conjunto,quedando para la historia como su residencia auténtica.

Un ya popularísimo proceso inquisitorial contra Pedro de Orellana8, a mediados delQuinientos, prueba cómo los Cañamares siguieron habitando una sección del


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4 A. H. P. C., Clero-Cat. 2/4, f. 24 r.; y 16/15, f. 19 v.

5 En cierta disputa económica producida en 1668, don Andrés de Montemayor, detentador de una

capellanía fundada por González de Cañamares, ubica de nuevo la casa del Mesón en su entorno. Forma

esquina en la calle que baja al convento de Santo Pablo, y la puerta de entrada se encuentra a la vuelta

de dicha esquina, la primera a la mano izquierda. (A. H. P. C., Clero-Cat. 2/5, s. f.).

6 Un poco más abajo, en la misma cornisa de San Martín, volaban también sobre las peñas las casas

principales de la importante familia de los Fernández del Peso.

7 A. H. P. C., Clero-Cat., 2/8, s. f.

8 Numerosos autores han evocado con mayor o menor amplitud este proceso, con cita de la casa familiar;

el estudio más reciente y completo sobre el mismo en Jiménez Monteserín, M., Literatura y cautiverio. El

maestro fray Pedro de Orellana en la Inquisición de Cuenca. Diputación Provincial de Cuenca, 2004.

compuesto arquitectónico de las Colgadas durante muchos años. Entre los nombresdivulgados en la documentación consta el canónigo González de Cañamares el Mozo,sobrino del anterior, que el 27 de agosto de 1518 recibió la posesión de la canonjíade su homónimo tío por renuncia de éste. El fallecimiento de Cañamares el Viejo seprodujo en 1528. Sucesor en la canonjía de la catedral de Cuenca, el Mozo recibióasimismo en herencia la casa familiar.

Son bien conocidas las circunstancias en que desaparecieron casi todas las casasoriginales de la cornisa de San Martín. Por ello, nos limitaremos a recordar losdatos imprescindibles9. El núcleo de las Colgadas fue el que más resistió a lapiqueta; las otras edificaciones fueron demolidas durante los primeros años delsiglo XX, y por algo tan mezquino como aprovechar el alma de madera que lesdaba vida. En 1928 se derribó la casa del mesón y el arquitecto FernandoAlcántara proyectó otra nueva, caracterizada por llamativas galerías de madera.Años después le tocaría el turno a la del centro aunque, para cuando el tanesperado y diverso proyecto museístico llegó a cristalizar por fin en el Museo deArte Abstracto (inaugurado en 1966), al menos la morada de González deCañamares había conseguido sobrevivir.

La denominación de Casas Colgadas para este grupo edificado es muy tardía, yparece que se consolida a partir de la tercera década del siglo XX. En ese momento,como ya se ha dicho, quedaban aisladas por la desaparición de los restantes edificiosde la cornisa. No creemos que la fama y la diferenciación más o menos monumentalde las Colgadas tuvieran que ver con su aislamiento físico o con su cambio defisonomía, y que por eso mismo no fueron citadas ni representadas por los autoresantiguos.Aunque formaran parte de un conjunto de arquitectura popular, su mayoraltura respecto de las restantes, el emplazamiento angulado y la cercanía al itinerariodel puente de San Pablo reclamarían de modo singular el interés de las gentes. Llamaasimismo la atención comprobar cómo las primeras representaciones asocian casasy puente en una misma imagen.

El puente de piedra fue representado por los artistas como emblema urbano deCuenca durante casi medio milenio. Pero a partir de mediados del siglo XVIII asomana su lado las Casas Colgadas. El medallón en relieve del trascoro de la catedral deCuenca contiene una de las más antiguas interpretaciones. Unos años después (1774),Antonio Ponz incluye un bosquejo desmañado –creemos que de su propia mano– dela casa del mesón tras el puente de San Pablo en una de las ilustraciones de la primera

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9 Sobre este proceso destructivo, véase Muñoz, J. L., Las Casas Colgadas de Cuenca. Cuenca, 1979, pp. 31-72.

edición de su Viaje de España10. Gran interés posee un grabado de 1878 publicado enPicturesque Europe (London, Cassel&Company). Lleva como título Bridge of San Pablo,Cuenca, pero el centro de atención recae sobre las Casas Colgadas. La del mesónmuestra tres pisos volados sobre largas tornapuntas, de los que el primero quedacerrado y los otros dos abiertos con galerías de madera exentas. Salvando todas lasdistancias, nunca como aquí se ha acercado tanto el perfil de la primitiva vivienda a lasbalconadas de Alcántara. En 1886, el artista Tomás Campuzano dedica un dibujo a lainauguración de las escuelas de Aguirre11. Las Casas Colgadas adquieren en la pieza elmáximo protagonismo, con el característico encuadre desde el puente de San Pablo sinque éste resulte ya visible. En estas representaciones, como anticipándose al funestodinamitado de la obra de ingeniería en 1895, las Casas Colgadas toman el relevo y setransfiguran ya en verdadero símbolo contemporáneo de Cuenca.

De todo el grupo de las Colgadas, la casa que ofrece mayor autenticidad e interéshistórico-artístico es la de González de Cañamares. A pesar de los cambiosexperimentados, mantiene numerosos elementos originarios. Su construccióncorresponde a las dos últimas décadas del siglo XV, con algún añadido del siguiente. Elnombre del propietario, mencionado ya en las páginas anteriores, es bien conocidodesde hace muchos años por los escudos existentes en una de sus estancias: elbachiller Gonzalo González de Cañamares el Viejo, canónigo de la catedral de Cuencay promotor del colegio de Monte Olivete en Salamanca. Fundó asimismo la capilla delSocorro (o de Santa María y Todos los Santos) de la catedral12, donde aparecen lasmismas armas: cuatro cuarteles con banda diagonal, concha de Santiago, flor de lis y tresespigas. Este mismo escudo aparece sobre la puerta de la estancia que hemosidentificado como la capilla doméstica del canónigo González de Cañamares en su casacolgada, y también se repite cuatro veces en el techo policromado de aquélla.

La mayor parte de los elementos artísticos del edificio remiten a los años de máximaactividad eclesiástica conquense del canónigo. Estilísticamente concuerdan con elgótico isabelino, al que se agregan limitados e incipientes aportes renacentistas de


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10 Ponz,A., Viaje de España. Madrid, 1774. (Edic.Aguilar, Madrid, 1947, p. 270). Atribuimos el dibujo al mismo

Ponz.

11 Ilustración a toda página en la Ilustración Española y Americana del 22 de diciembre de 1886.

12 Se han divulgado mucho las fundaciones de los clérigos en la catedral, pero menos las producidas en las

iglesias parroquiales de Cuenca. Pensemos, por citar un ejemplo, en la capilla de San Marcos, fundada

por don Miguel Enríquez, capellán de la catedral, en la parroquial de San Pedro. Los Enríquez debieron

de favorecer también a la cofradía de la Epifanía, colindante con su casona de la calle de San Pedro,

dándole una salida a dicha calle. Ello debe de explicar que el maestro cantero Simón Navio realizara en

1588-1589 la austera portada de piedra de dicha cofradía, que aún se conserva.

Puente de San Pablo y Las Casas Colgadasen De Picturesque Europe, 1978

Las Casas Colgadas, 1886. Dibujo deTomás Campuzano

carácter decorativo. Reafirman nuestra hipótesis –en armonía con los datosdocumentales que lo presentan como propietario del grupo de las Colgadas desde1481– de que don Gonzalo construyó la hoy casa del Museo de Arte Abstractodesde los mismos años ochenta del siglo XV.

Aunque intuimos la posibilidad de que alguna vez pudiera haber estado unida a laedificación aledaña por el norte (actual entrada al Museo de Arte Abstracto), la casade González de Cañamares ofrece gran unidad constructiva. Puede ser etiquetadacomo gótica por los elementos estilísticos que contiene, imbricados con loscaracteres de la arquitectura popular conquense, bien perceptibles tanto en ciertosaspectos estructurales como en los saledizos de la fachada originaria a la hoz delHuécar. La casa sufrió una intensa restauración a partir de 1959, en que el arquitectomunicipal Francisco León Meler emite un informe sobre el estado de conservacióngeneral. En cualquier caso, pueden reconocerse todavía la mayor parte de losespacios originales, aunque la fachada hacia la hoz fue innecesariamentedesnaturalizada cuando nada hubiera costado mantener su porte tradicional. Resultainteresante anotar las sucesivas transformaciones experimentadas por este inmuebledesde su primera documentación en 1565 por Van den Wyngaerde.

En la panorámica del maestro flamenco y con vista por completo frontal, las cuatroplantas parecen enrasadas a partir de un saledizo básico. La inferior, que sería sótano en

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Detalle del escudo del canónigo GonzaloGonzález de Cañamares sobre la puertade una estancia del museo.Foto Santiago Torralba

relación con la calle del lado de la ciudad, cabalga precisamente sobre ese voladizo debase.Así se mantendría durante siglos, al menos hasta el grabado de Picturesque Europey el dibujo de Campuzano de 1886. Unos años después ya había desaparecido, comomuestra una añeja fotografía tomada por Ricardo Zomeño hacia 1895. La planta baja anivel de calle es la única que, tras la restauración, mantuvo un aspecto similar al de lavista wyngaerdiana, incluyendo la galería abierta característica de la arquitectura popularconquense. En este caso, se recuperó de modo inconsciente una traza similar a la de1565,porque tanto el dibujo de Campuzano como las fotografías de hacia 1900 enseñanun simple balcón (como el que hoy da luz a la tienda del museo).

Abriendo un breve paréntesis sobre la casa aledaña que hemos denominado delmedio, la vista de 1565 parece coincidir con las fotografías antiguas en la espectaculargalería volada en nivel superior al de la planta baja de Cañamares. Otras fotosposteriores, de mediados del siglo XX, resultan bien reveladoras de los sucesivostanteos restauradores que afectaron a las Colgadas en el tercio central de dichacenturia, un asunto pendiente de estudio detallado.Apuntaremos, en cualquier caso,que antes de demoler dicha casa intermedia se agregó una larga galería abierta en lamisma cota de la planta baja de la vivienda del canónigo, cerrando la original, situadaarriba. La reconstrucción completa de este edificio en el definitivo proyectomuseístico añade un lamento último a la destrucción de la cornisa de San Martín.Implicó además el cambio de nivel de las plantas, antes acordes con las de la moradaCañamares y ahora intercaladas en la cota de éstas.

Volviendo al inmueble que más nos interesa, en el nivel de la calle se encuentralógicamente el zaguán de entrada, desde donde arranca la escalera gótica, uno de loscomponentes arquitectónicos más interesantes del edificio. Los caracteres concuerdanen todo con la época de los Reyes Católicos. Lo prueba ya el techo estucado que cubreuna parte del zaguán, con bandas vegetales entre estrechas fajas de lacería de raigambremudéjar. El mismo material modela las tracerías flamígeras de la celosía baja de laescalera de acceso a la planta noble, y la propia balaustrada. Estas celosías han sidovinculadas con el taller que ejecutó los antepechos originales del triforio de la catedralde Cuenca13. En cualquier caso, corresponden a la misma época14.


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13 Algunos de estos antepechos llevan el escudo del obispo Alonso de Burgos (1480-1485). (Luz Lamarca,

R. de, La catedral de Cuenca del siglo XIII. Cuenca, 1978, p. 88).

14 Que estos elementos decorativos de yeso proliferaron en las escaleras de las casas conquenses de

aquellos siglos lo prueban, por ejemplo, los existentes en el portal del número 20 de la calle de San Juan.

(Aunque los pilarcillos abalaustrados del friso inferior y las cabezas de querubines, que conviven con las

flameantes formas flamígeras, son bien indicativos de una fecha de realización varias décadas más tardía

que la escalera de las Casas Colgadas).

Celosía de tracerías flamígeras en elarranque de la escalera que conduce a laprimera planta. Foto Santiago Torralba

La disposición de la primera planta que muestra el dibujo de Van den Wyngaerde esprácticamente la misma que perduró hasta el segundo tercio del siglo XX: un voladizoligeramente saliente sobre el de la planta baja, dividido por un vano mayor a la izquierday otro menos ancho a la derecha. Al desarrollar la propuesta museística definitiva, seoptó por no reconstruir el voladizo, quedando muy remetida la fachada de este nivel. Laescalera conduce en su primer tramo a esta planta noble donde, como era usual, sedesplegaban las estancias de vivienda y recepción. Remata en un pilar de secciónexagonal sobre el que apoya un arco escarzano. El motivo ornamental de medias bolasconstituye otro rasgo probatorio de la época. Desde la antecámara, dos puertasconducen a sendos ámbitos singulares de la morada. La de la derecha abre paso a la salaprincipal de la vivienda, el “palacio” de los documentos antiguos, marco de la vida social.Contiene un gran mural gótico de hacia 1500 mal conservado, con una escena debanquete acorde con la funcionalidad de este salón de gala para el dueño.

La puerta de la izquierda desvela otro de los rincones domésticos más evocadoresde la vieja Cuenca. Se trata de una pieza cuadrangular de 3,25 x 3,18 metros, techadacon el más bello artesonado civil conservado en la ciudad. Debajo del cordónlongitudinal que delimita la techumbre de casetones octogonales, se despliega un

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Artesonado de casetones en madera poli-cromada en una estancia del museo. FotoSantiago Torralba

friso pintado con sirenas que sujetan por parejas los escudos del linaje y jarrones conmáscaras laterales, todo ello de gran finura artística. Otra faja inferior, éstaincompleta, recoge con letra gótica parte del salmo 117 de David. La decoraciónmural de las paredes de esta estancia se encuentra hoy casi perdida. A tenor de lodicho, ninguna duda cabe al identificar esta estancia con la capilla privada del canónigoGonzález de Cañamares. Otro elemento de interés radica en la parte interior de lapuerta, con vano adintelado entre pilastras y arriba el escudo del fundador. Distintasnoticias de archivo confirman que, en las casas de los clérigos conquenses, laproximidad del oratorio a la sala principal era algo corriente15.

No es mucho lo que cabe decir de la segunda –y última– planta de la casa deGonzález de Cañamares, a la que conduce un nuevo tramo, ahora en caracol, de laescalera gótica. El vaciamiento a que fue sometida, para acondicionarla como espaciomuseístico, la ha dejado irreconocible en buena parte. En la panorámica de Van denWyngaerde, la fachada a la hoz de este suelo aparece en la vertical de los tresinferiores. Ahora se encuentra remetida en el mismo plano que las rocas de base,aunque así se veía ya en la documentación gráfica del siglo XIX.


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Mural gótico con escena de banquete enuna estancia del museo.Foto Santiago Torralba

15 Para éste y otros aspectos de la casa, véase Ibáñez Martínez, P. M.,“Arquitectura gótica civil en la ciudad

de Cuenca”. Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, 90 (2003), pp. 107-109.

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