brava la vida - perfil biográfico de mons. nelson arellano roa

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LUIS HERNÁNDEZ CONTRERAS

Brava la vidaPerfil Biográfico deMons. Nelson Arellano Roa


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Brava la vidaPerfil biográfico de Mons. Nelson Arellano Roa

©LUIS HERNÁNDEZ CONTRERAS

1ra Edición, agosto de 2007

© De esta edición:Banco Sofitasa, Banco Universal C. A.

Foto de portada:Archivo de la familia Arellano Roa

Corrección de textos:Liropeya Barboza Soto

Diseño y diagramación y cuidado de la edición: José Gregorio Vásquez

Hecho el Depósito de Ley:Depósito Legal: LF200602ME2418

ISBN:

Impresión:Producciones Editoriales C. A.

[email protected]érida, Venezuela

Banco Sofitasa. Banco Universal7ma Avenida, esquina calle 4, edificio Banco Sofitasa,

piso mezzanina, oficina Nº 1, San Cristóbal, estado Táchira

Impreso en Mérida, Venezuela


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MONS. NELSON ARELLANO ROA(1934 - 2003)


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La prima regola della storia è non osare affermare nulla di falso,né tacere qualcosa di vero; perché nello scrivere

non ci siano sospetti di partigianeria o di avversione.

La primera regla de la historia consiste en no atreverse a mentir, la segunda, en no temer decir la verdad; la tercera que el historiador

no despierte la sospecha de adulación, ni de animosidad.

León XIII (citando a Cicerón)Carta Saepenumero considerantes

Roma. 18 de agosto de 1883


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Grave es la responsabilidad del historiador cuando enfoca hechos del pasadoo enjuicia personas, si no lo hace con toda la objetividad y con toda la verdad

del caso, porque puede cometer verdaderas injusticias con personas muertas,que ya no podrán levantarse del sepulcro a exponer sus verdadesy a defender sus actitudes.

Nelson Arellano Roa. Al asumir la presidencia de la Academiade Historia del Táchira. San Cristóbal. 8 de octubre de 1994


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Sin quitarle méritos a ningún otro historiador, ciertamenteque el profesor Luis Hernández Contreras es uno de los mejoresconocedores de la historia regional. Pero no se queda allí, es capazde entrar en el alma de los sucesos y personajes históricos paracontagiarnos de su vivencia. Oírlo es un enriquecimiento, sentir lafuerza de su amistad es un estímulo. Hoy nos regala una vivencia

que nos la presenta desde una triple perspectiva: el amigo, el creyente,el historiador.

El amigo que da a conocer al amigo: nos presenta los rasgosbiográficos del siempre recordado Mons. Nelson Arellano Roa. Paraello se vale de fuentes importantes, sin descuidar la más cierta detodas ellas: su conocimiento personal. Eso es lo que hace titular suescrito que tenemos el honor de presentar, Brava la vida. Era una de

esas expresiones coloquiales propias de Mons. Nelson Arellano. Conella nos quería resumir lo complejo de una existencia: sus grandezas y limitaciones, sus riesgos y esperanzas. Esa fue la personalidad deNelson: Brava su vida de ciudadano y de sacerdote, de hijo y hermano,de amigo y reconciliador.

El creyente que sabe descubrir en el sacerdote el ministrodel Señor y al servidor del pueblo de Dios en los diversos encargosque realizó. Como sacerdote hizo que esa vida brava para muchos

pudiera experimentar la ternura de la misericordia de Dios y lafirmeza del pastor que sabe guiar su rebaño por cañadas aún difíciles

y peligrosas, pero sí hacia metas seguras.

Prólogo


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El historiador que no teme escudriñar sobre el objeto de suinvestigación. Por eso, sabe situar al personaje que estudia en el

mundo y la sociedad donde vive y actúa. Conoce de sus relacionescon el mundo secular y con el mundo eclesiástico. Su amor por laIglesia que no le impide trabajar en pro de la sociedad, es lo que nosdemuestra en su escrito el profesor Luis Hernández Contreras. Poreso, me atrevo a agradecerle en nombre de sus hermanas y sobrinos,en nombre del pueblo tachirense, en particular de sus amigos másallegados, del presbiterio diocesano… También le agradezco, comoObispo de San Cristóbal, por el sentido recuerdo con que rinde

homenaje a quien fuera uno de nuestros sacerdotes. Estaríacumpliendo cincuenta años de vida sacerdotal en este mes de junioque ha pasado ya. Su hermano sacerdote, Mons. Vicente RiveraMora, lo recordaba. Ambos fueron compañeros y hermanos, desdelos lejanos tiempos del Seminario.

No es tarea imposible escribir sobre algún amigo, o sobreuna persona. Puede uno ser traicionado por el subjetivismo. Perolos criterios históricos del profesor Luis Hernández Contreras nosaseguran que su escrito nos introducirá en el alma del amigosacerdote que se fue a la casa del Padre y desde allí nos acompañacon su intercesión en la comunión de los santos.

Nelson, como le gustaba que le dijeran sus amigos y hermanos sacerdotes, fue un pastor del pueblo de Dios. Realizódiversos ministerios, y en los últimos años de su vida se dedicó, enfiel obediencia a la Iglesia, al Diario Católico. El lo modernizó y dejó

preparado el camino para los pasos que se han venido dando. Nodudaba en dar el consejo oportuno a quien lo necesitara y su palabra,siempre jovial y enriquecida por la sabiduría de la oración, consolabaal que lo necesitaba y corregía al que lo urgía. Disponible y generoso,sacerdote y creyente, amigo solidario… ése era Nelson.

La lectura atenta de la obra que nos presenta el profesorLuis Hernández nos ayudará a recordar anécdotas conocidas o vividascon él, o a conocer facetas que no sabíamos. Pero, en todo caso, nos

servirá para adentrarnos en la figura de alguien que no pasódesapercibido en su peregrinar terreno.


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BRAVA LA VIDA. PERFIL BIOGRÁFICO DE MONS. NELSON ARELLANO ROA

Quisiera, pidiendo licencia al autor, destacar tres cualidadesde Nelson, resumidas en una palabra: el amor. Su amor por la familia,

su amor por el sacerdocio, su amor por la Iglesia. Siempre noshablaba de su familia: el recuerdo fiel de sus padres, de quienessiempre hablaba emocionadamente, nos hacía entender la comuniónque existió con sus padres. Daba testimonio de que ellos fueron uninstrumento para su vida de fe y su vocación. Solía repetir que suspadres habían recibido la bendición nupcial de manos del BeatoLuis Variara. Sus hermanos, y en especial sus hermanas, eran elobjeto de su dedicación amorosa. Su cariño hacia ellos lo manifestaba

en todo momento. Era su apoyo; pero también nos decía que élsentía fuerza espiritual en ellos. Sus sobrinos formaban parte de sucorona de alegría. Como él mismo me lo hizo saber, sabía cómoconsentirlos y manifestarles su afecto. Fue el hombre del amor porla familia, que sirve de ejemplo en estos tiempos en los que tanto semenosprecia el valor de la familia.

Su amor por el sacerdocio, del que nunca se arrepintió.Hablaba con emoción de su ministerio: así lo hacía sentir cuandorecordaba anécdotas o experiencias personales. Aún con lossacerdotes más jóvenes sintonizaba, ya que tenía la conciencia deque era su hermano por la misma raíz: el sacerdocio de Jesucristo.El recuerdo agradecido de sus maestros sacerdotes, en especial eltambién recordado Mons. Miguel Antonio Salas, lo acompañaba.Disfrutaba predicando y confesando, su devoción eucarística estabaen el centro de su existencia, y no se diga de la devoción mariana. El

rosario diario era como la sazón de su vida. Me solía decir que nuncahabía dejado de rezar la Liturgia de las Horas y que no lo sentíacomo una obligación.

A la Iglesia le dedicó lo mejor de sí. Su amor por la Iglesia lollevó a trabajar sin esperar recompensa alguna. Su lealtad a sussuperiores estuvo clara en todo momento. Mons. AlejandroFernández Feo fue su amigo y Nelson le acompañó hasta el últimomomento de su muerte. De igual manera hizo con Mons. Marco

Tulio Ramírez Roa. Desde mi llegada al Táchira y hasta el momentode su muerte, fue el gran consejero y fiel compañero de camino.


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Sus amigos le recuerdan, porque supo serlo de verdad.Lealtad, transparencia y solidaridad. Defendió a quienes se sintieron

acosados, corrigió a quienes tenían necesidad… pero siempre estuvoallí como el pastor bueno del Evangelio: para conocer y ser conocido,para guiar con su dedicación sacerdotal.

La lectura atenta de esta obra nos ayudará no sólo a conocermás a Nelson Arellano Roa: sino, en especial, a descubrir al servidorbueno y fiel del Evangelio, al testigo que supo dar a conocer elmisterio de la verdad de Dios, al creyente que supo poner su miradaen el Dios de la vida. Invitamos al amigo lector a introducirse en

este caminar por la vida de alguien que no pasó desapercibido, sinoque fue ciudadano a carta cabal, sacerdote a tiempo completo,creyente sencillo y decidido. Si Brava es la Vida, el conocer los rasgosbiográficos de Mons. Nelson Arellano, nos ayudará a sentir que esla mayor riqueza que Dios nos ha dado, máxime cuando ha sidoconsagrada por las aguas del bautismo. Brava la vida nueva queDios nos da, y de la que Nelson fue un ejemplo para todos.

† Mario Moronta R.Obispo de San Cristóbal

29 de Junio del año 2007, Fiesta de san Pedro y san Pablo


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Presentación

Conocí hace muchos años a monseñor Nelson Arellano Roa,al padre Nelson, como lo llamé afectuosa y respetuosamente. Esarelación data desde La Grita cuando él fuera vicario sustituto en la

Atenas tachirense y párroco en mi natal Seboruco, donde aprendieraa admirar el diario ejercicio piadoso de Medarda Piñero, la buena y santa mujer que vimos infinitas veces buscando el pan para sus

niños, como llamaba a los enfermos que recluía en su humilde casa.Luego en San Cristóbal compartí sus inicios en el mundo castrense

y su llegada como director de Diario Católico. En esa épocadesempeñaba yo la gobernación del Táchira y tuve en él un asiduocooperador, sin adulancias, mucho menos sin recibir nada a cambio.

El padre Nelson fue conmigo a varias visitas de efectuadasen la vastedad de esta tierra. Compartimos la apertura de la carretera

a La Florida, el inicio de la Casa del Periodista en La Concordia y lainauguración de la Quinta Avenida, entre otros hechos. Cuandopresenté mi renuncia me hizo un sentido elogio que le retribuí antetan inmerecidas palabras. Pero él era así, diáfano, sincero y buencrítico, además de sabio orientador en los pasos de los hombres.

Siempre tuvo para mí y para mi familia una deferenciaparticular. Compartimos momentos gratos, íntimos, de unión y degran sentido de la amistad. Mil encuentros se sucedieron a lo largo

de más de cuatro décadas. Recuerdo emocionado haber asistido alas bodas de oro matrimoniales de sus padres, don Aquilino y doñaIsabel, seres nobles de esa ubérrima comarca de Cordero en la que


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naciera en 1934 y a la que dedicara esos afanes interiores del espíritu.En adelante fueron muchas las ocasiones de jornadas emocionantes,

como la inauguración del edificio del decano de la prensa tachirenseen 1973, cuando yo desempeñaba la curul de senador ante elCongreso Nacional. Años después estuvo a mi lado en la lucha dela Zona Industrial de La Fría y en los inicios de la Sociedad Financieradel Táchira en 1977. Siempre atinado, apasionado y extrovertido,sus opiniones fueron de gran valía para mí.

Fue un hombre de increíble acción que le alcanzaba el tiempopara todo. Para cumplir sus deberes de sacerdote, de gerente, de

periodista, de escritor, de caminante, de impulsor de un sin fin deiniciativas en las que volcaba su amor por los demás. Siempre leadmiré esa constancia y esa pasión por el Táchira, ante todo poresta tierra que lo vio crecer como ser de gran dimensión.

Me hizo uno de sus amigos y uno más de su familia. Todosle celebramos sus bodas de plata sacerdotales en esas jornadasincansables del Seminario, del Hotel El Tamá y de su templo deMaría Auxiliadora de sus querencias naturales. En ellas todo el

Táchira le expresó su gran abrazo, la dimensión del cariño y laadmiración. En adelante lo acompañé con sinceridad, con devociónen los comités de despedida y llegada de dos seres que fueron de miafecto, los excelentísimos monseñores Alejandro Fernández Feo y Marco Tulio Ramírez Roa. Fueron sesiones inolvidables porque enellas se pulsaba la fuerza de esta geografía espiritual sin parangón.Luego estuvimos en los preparativos obispales de monseñor

Alejandro Figueroa. Como puedo expresar, los encuentros fueronmuchos, en el Diario Católico, en la Cámara de Comercio, en elSeminario, en el Consejo de Asuntos Económicos de la Diócesis,en la Asociación de Relacionistas Públicos, en sus ascensos militaresen la Plaza Bolívar o en el Cuartel, en la Sociedad Bolivariana y ensu hija predilecta, la Casa Hogar Medarda Piñero, obra con la quesu accionar queda rubricado para siempre en el espacio concedidoa las almas buenas y generosas.

Conocí de sus triunfos y de sus tropiezos, de sus alegrías y de sus penas. En muchas ocasiones fui su inmerecido confidente y me encontré dentro de ese especial mundo de sus amigos. Su violenta


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enfermedad nos sorprendió a todos y esa vitalidad infatigable seextinguió en cosa de días. No había llegado a setenta años y murió

tres días antes de su siempre celebrado nueve de junio, fecha en queen 1957 recibiera su ordenación de las manos siempre recordadasde monseñor Fernández Feo.

Esos fueron días de dolor, de llanto y de gran congoja. Sufrímucho con ello, pero sabía que su alma noble de virtuoso sacerdote,amigo y de valeroso tachirense se encontraría con el Señor a quienentregó justas cuentas de su misión terrenal. La voz se me entrecortócuando en el presbiterio de la Iglesia de Cordero pronuncié la

despedida de sus amigos ante su féretro. Parecía inconcebible perola dura realidad de la vida es así. Todo un río humano lo llevó enhombros hasta el camposanto de su tierra natal. En adelante, unamigo había dejado un vacío en mi espíritu, en mi ánimo.

Consideré que su vasta obra debía ser recordada a través deun libro y no dudé en hacerlo. Llamé a un joven historiador, amigode esta casa, quien ya había mostrado obra hecha con sus trabajosbiográficos. Luis Hernández Contreras puso manos a la obra y durante dos años se encargó de esta encomienda especial, la quehoy entrega en este sesudo producto de investigación, lo queconstituye uno de sus oficios. Fui el primero en leer sus originales y quedé conmovido con su destreza, lo que reconozco públicamente,agradeciéndole en nombre del Táchira este valioso aporte. De igualmanera expreso mi gratitud especial al excelentísimo monseñor Dr.Mario Moronta Rodríguez, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal

quien tuviera a bien aceptar mi invitación para escribir el prólogode este pensamiento tachirense que muestra la vida y obra de eseinsigne hombre que fue Nelson Arellano Roa y que hoy ponemosen manos de todos, para intentar comprender el Táchira de unaépoca y la altivez de uno de sus más ilustres hijos.

Juan Antonio Galeazzi ContrerasPresidente del Banco Sofitasa, Banco Universal

San Cristóbal, julio de 2007


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Introduccción

Escribí este libro por encomienda directa del doctor Juan Antonio Galeazzi Contreras, quien fuera gran amigo de monseñorNelson Arellano Roa. Durante dos años me dediqué a recopilartodo un cúmulo de fichas sobre su vida y obra, tal vez en númerocomo jamás lo había hecho con mis anteriores biografiados. Estas,las que superan las dos mil, me permitieron tener una visión

aproximada de su compleja personalidad, la que fuera vehículo deexpresión de su vasta obra. La lectura de lo que escribió directamentea lo largo de más de tres décadas de conducción de Diario Católico y lo plasmado en sus libros, discursos y ensayos especiales, me permitióconocerlo directamente. En este sentido preferí utilizar el consejodel controversial director de orquesta italiano Arturo Toscanini,quien ante la opinión de un colega suyo sobre la manera deinterpretar la obertura Coriolano de Beethoven, - la que éste decía

haber aprendido de un maestro que recibió instrucciones directasdel compositor, - respondiera que él (Toscanini) la había recibidodirectamente del propio Beethoven a través del texto musical.Intenté, en este sentido, leer, estudiar y asimilar la propia partituraque Arellano Roa escribiera en su múltiple accionar.

Esto me permitió concebir esta obra sin orden cronológico.Por eso el lector aborda en un comienzo la vida de Arellano, desde

el momento en que asumiera la dirección del llamado decano de laprensa tachirense. Este hecho marcó su existencia, la que no hubierasido igual, de haber seguido otro curso, aunque su imponente


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personalidad no pasaba desapercibida, lo que demostró desde sullegada al Seminario de San Cristóbal. Consideré necesario no

emprender el estudio de su tránsito terrenal sin tomar en cuenta alos colaboradores que le ayudaron a edificar ese monumento de lacultura tachirense, al que diera reforma absoluta a fines de 1973.De allí la atención a figuras del periodismo, colaboradores, íntimoscooperadores y allegados. Creo que en este sentido se hace unprimer aporte al análisis del ejercicio de la comunicación escritade esos años.

Aspecto peculiar de reflexión constituye la lectura de sus

necrológicas. En ellas se plasma su recóndito sentimiento. Escribiópara todos, sin distingos, desde ricos hasta pobres, desde sabioshasta ignaros. En algunas de ellas deja entrever sus posicionesparticularísimas sobre gentes y haceres. Es una línea de perenneorientación. Es la partitura en ejecución según sus propiasinstrucciones. Así, se relaciona con el mundo de la política, con suscolegas militares, con sus hermanos sacerdotes, con su levítica familia

y con sus amigos, en pleno ejercicio de entrega absoluta, resuelta,sin medias tintas. Por lo que el desvío de ese sentimiento, en sudiálogo con los demás, le hiciera tomar posiciones que en algunasocasiones pudieran considerarse irreflexivas, pero que él asumíacomo la respuesta a su dar, lo que lo podía mostrar como intolerante,siendo ortodoxo y dogmático en su conducta. El manejo de esospapeles y lo que pude percibir directamente o a través de otros enparticulares momentos, se refleja aquí, en un intento de

interpretación que se señala en cortas frases, tal vez breves, algunas,posiblemente sentenciosas.La acción social se enseña en su desprendimiento por San

Cristóbal, la ciudad que lo vio crecer y morir, en su amor y admiración por Medarda Piñero, la santa que lo inspiró a construircasa de albergue sin igual, sus íntimas querencias con Cordero, supueblo natal al que cantó en gentes y propósitos, por el que enseñarapor primera vez su polémica voz, sus argumentos apasionados. Otras

pasiones terrenales son mostradas, en las que dejara su impronta degran ciudadano, de preocupado vecino, de innegable monitor.


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Quise dejar para el final su vida de sacerdote, su única vocación, su pasión total. Tal vez reflejo al religioso visto por los

demás y no con el tenor de su corazón, lo que otros estudiosos enlas cosas divinas podrán abordar. Su fuerza y convicción, suinspiración definida están allí, en el reflejo de íntimas líneas en lasque él mismo esculpió el sacrificio de toda una entrega. A esto seadosa una sintetizada cronología la que permite mostrar en un soloenvión su dimensión humana.

Al reiterar mi agradecimiento al doctor Galeazzi por laconfianza depositada en mí en la publicación de este trabajo del

que fuera su primer lector, expreso mi gratitud al señor Obispo deSan Cristóbal, Mons. Dr. Mario del Valle Moronta por sus generosaslíneas y su docta palabra siempre orientadora. También manifiestouna particular deferencia y reconocimiento a un grupo particularde personas que cooperaron conmigo a través de conversacionesinformales, precisas entrevistas y opiniones sobre el biografiado, aquien conocieran mucho más que yo, pues mis ratos con monseñor

Arellano fueron breves pero profundos, escasos pero íntimos, cortospero de gran confianza. Así, tuve el honor de imponerle con eldoctor Ricardo Méndez Moreno, gobernador del Táchira en mistiempos de director de Cultura y Bellas Artes, la orden Manuel FelipeRugeles en la noche del bautizo de su libro Reflexiones Sagradas yProfanas. Del resto hablé con él a través de sus escritos, esperandoser un mediano intérprete de su creación literaria, de sus confesionesescritas, de su espíritu que se refleja en su plenitud entre matices,

sonidos, colores e intensidades.Estas personas de las que hice consideración me ayudaroncon amplitud, sin ningún interés. Por razones de método y de estilomuy particular mío en el manejo de estos temas, prefiero no hablarcon muchos, porque las ideas se confunden, lo bueno o malo quese pueda sentir por alguien pudiera tergiversar el objetivo definido.También, y como lo expuse, estas fueron pocas pero profundas,sinceras, críticas, definidas.

En este sentido expreso mi afecto muy especial a las señoritasMarina Rivas Ostos y Zoila Zambrano, eficaces colaboradoras y


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trabajadoras de Diario Católico. Igualmente a monseñor VicenteRivera Mora, su condiscípulo en el Seminario. Al fallecido profesor

Arfilio Velasco Roa, de quien recibí su sentido de la admiraciónpor monseñor Arellano y su sentido de la amistad. Capítuloparticular para apreciar el aporte de los doctores Alberto LópezCárdenas, Edgar Velandia Parra, Henry Matheus Jugo, GonzaloMedina, Pascual Mora García y Francisco Gutiérrez Ruiz. En elámbito familiar mi satisfacción por el aporte manifestado por lashermanas de Monseñor, la señora Miriam Arellano Roa viuda de

Valero y a las señoritas Ana Olivia y Elda Rita Arellano Roa. En

este mismo sentido, mi retribución a sus sobrinos, los doctores RafaelOchoa Arellano y Fernando Méndez Arellano, éste último, porcierto, la última persona a quien monseñor Arellano se dirigiera enel Hospital Militar de San Cristóbal, cuando al decirle – Dios tebendiga, Fernando, concluía con ese gesto paternal toda la fuerzaemocional, cultural y vivencial de casi siete décadas.

Esta es la cuarta biografía que asumo como investigador. Laasumí con la dimensión del compromiso y del reto profesional elque espero satisfacer. Son muchas las apreciaciones, anécdotas,situaciones vividas por el personaje que no se consideraron pormúltiples motivos. Quienes las conocieron notarán su ausencia.Fortalezas y debilidades, grandezas y miserias son propias de loshombres y eso hay que decirlo con altivez, sin mezquindades, lejosde las canalladas y maledicencias que no me caracterizan en mi obrapublicada durante una década, la que someto una vez más al juicio

del lector. Sólo el profundo amor sentido por la tierra tachirense y por lo hecho en ella por nobles seres como Nelson Arellano Roa,quienes no pasaron desapercibidos en su tránsito terrenal, me motivóaceptar este nuevo encargo, el que a través del doctor Galeazzi y delBanco Sofitasa se pone a la vista de todos.

Al finalizar, manifiesto mi especial complacencia por el arduotrabajo realizado por mi correctora, la licenciada Liropeya Barboza,de la misma manera a mi especial amigo, el editor José Gregorio

Vásquez, por su trabajo de diseño e impresión de este nuevo hijo, eloctavo que pongo al servicio de todos. Una vez más expreso sin


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reservas mi admiración por Nelson Arellano Roa y su compromisodefinido con el Táchira, el que le diera matiz particular a su

existencia, y el que le hiciera decir en innumerables oportunidades,en razón del complejo mundo que había abordado, en inflexión venida desde muy adentro, su característica frase con la que matizabaesa tarea: ¡Brava la Vida!

Luis Hernández ContrerasEn San Cristóbal, en la noche del domingo

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El director deDiario Católico


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El Diario Católico

Una voz de la Iglesia Católica en el TáchiraEl primer obispo de la diócesis de San Cristóbal, monseñor

Tomás Antonio Sanmiguel, llegó al Táchira en noviembre de 1923.De inmediato, emprendió una vigorosa campaña de difusión de laPalabra de Cristo. En mayo de 1924 fundó el Diario Católico, el quesería dirigido inicialmente por un sacerdote colombiano, Luis

Alejandro Rodríguez. Las circunstancias permitieron que dos seglarestambién lo condujeran, el periodista Ramón Velásquez Ordóñez y el abogado Pedro Antonio Cárdenas Arellano. Después de 1935, y hasta la fecha, un notable grupo de religiosos lo han administrado.De ellos, tres alcanzaron la dignidad episcopal: los monseñoresDomingo Roa Pérez, José León Rojas Chaparro y Rafael ÁngelGonzález. Entre 1961 y 1967 estuvo bajo las riendas del presbíteroPedro José Pérez Vivas, quien fue nombrado pro vicario de la CuriaDiocesana. Todos, sin excepción, cumplieron los designios deSanmiguel, quien fundó el periódico con la misión de instruir al pueblo,sobre muchos puntos de doctrina, además de orientarlo, informar su criterioy rectificarlo en lo que a la fe o a las buenas costumbres se refiere1. En juliode 1967, el tercer obispo del Táchira, monseñor Alejandro FernándezFeo, sucesor en 1952 de la mitra de monseñor Rafael Arias Blanco,debió tomar una muy cavilada decisión.

El periódico tenía un acendrado prestigio que traspasaba lasfronteras regionales. Con La Religión de Caracas, La Columna deMaracaibo y El Vigilante de Mérida constituía una de las cuatro bases


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de la fuerte mesa de la prensa católica venezolana. Había sidoconducido por prestantes intelectuales, expresaba la cotidianidad

de la vida regional y difundía la palabra y hechos de la IglesiaCatólica. En 1963 fue distinguido con el Premio Nacional dePeriodismo. Por lo tanto, el sustituto de Pérez Vivas debía ser uncandidato de absoluta confianza del obispo, con la fuerza y visiónnecesarias para llevarlo a otros estrados. Un joven sacerdote, oriundode Cordero, y ordenado apenas hacía diez años llenaba talescualidades.

Cambio de riendasNelson Arellano Roa manifestó desde el Seminario su

vocación periodística. Apenas en sus días de misacantano, un mediocatólico caraqueño lo describía como un futuro campeón del periodismoen razón de su ágil y esbelta pluma literaria. Arellano tenía experienciaen este campo, pues había dirigido Ideales, vocero del SeminarioDiocesano y era redactor del Boletín Coromotano, de la popular

parroquia de Coromoto en San Cristóbal. A comienzos de los sesentafue a Roma para participar en un curso en el Centro InternacionalPío XII. Logró plasmar su vitalidad en la labor pastoral ejercida en

varios pueblos tachirenses y en dos parroquias de su capital. Eracapellán del Ejército y ostentaba el grado de teniente y desde hacíacuatro años se desempeñaba como secretario privado del obispoFernández Feo. Sin duda era su único candidato.

A los treinta y tres años de edad recibió tal distinción la que

cambiaría rotundamente su vida. El nombramiento, suscrito el 20de julio de 1967, expresaba una triple orden bien delimitada. Entodo momento, formulaba la disposición, el nuevo director debíatrabajar como un esforzado adalid por el triunfo de la buena causa, por eldecoro de la Iglesia y el prestigio siempre en aumento de nuestro VoceroDiocesano.2 Este programa, denominado así por Arellano Roa, loasumió como un reto, al que se dedicaría gustosamente, alegremente.

Así lo afirmó en el primer editorial fechado el 12 de agosto, un díadespués de su posesión, acto al que asistió el vicario general Mons.Marco Tulio Ramírez Roa, su primo hermano. En esa primera nota


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el novel director reiteró que no me siento un extraño en esta Casa.Siempre he querido a Diario Católico como a algo propio. He compartido

sus alegrías, sus problemas, sus adelantos y dificultades. Frecuentemente hehablado de él desde el púlpito o la radio, en las reuniones y en lasconversaciones particulares.3 Embargado de emoción, recordó a susilustres predecesores y se sintió acompañado, en unión de todo unpasado glorioso en el periodismo católico, y de quienes lo recibíancon expectativa. Agradeció el gesto de su superior y prometió nodefraudar esa confianza entregada sobre sus jóvenes hombros. Loconsideró una magnífica oportunidad para servir a la Iglesia y a la Patria.4

De igual manera expresó en público su adhesión irrestricta ala Sede Apostólica y saludó reverentemente a los arzobispos y obisposde Venezuela, a las diversas autoridades públicas, a la vez que sepuso a la disposición de sus hermanos sacerdotes y de los religiosos

y religiosas de la diócesis. A sus colegas periodistas les comunicóque pondré cuanto esté a mi alcance para mantener y aumentar las cordialesrelaciones que siempre han existido con Diario Católico. Participo a lostrabajadores de esta empresa, a los colaboradores, anunciadores, suscriptoresy al público en general que estaré siempre en posición de servicio.5 Deinmediato recibió las felicitaciones de los obispos de Cumaná,Trujillo y de Calabozo; también un telegrama del gobernador delTáchira, Juan Antonio Galeazzi Contreras, quien lo congratulóefusivamente y le auguró éxitos en la actividad periodística para biendel pueblo tachirense y de la Iglesia Católica.6

Ejerciendo un nuevo estiloEsta voluntad de servicio la exteriorizó de inmediato. Su

oficina siempre fue de puertas abiertas y apoyó con su concursopersonal todas las actividades del gremio periodístico del queformaba parte, ante todo lo que sería la edificación de la llamadaCasa del Periodista, proyecto liderado por la Asociación Venezolanade Periodistas, Seccional Táchira. Escuchó a fines de agosto de 1967,en compañía de las autoridades regionales, las voces de los arquitectosRafael Rojas, Henry Matheus, Gladys Redondo y Rafael Jaimes,quienes expusieron el anteproyecto de la edificación que se


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construiría en el sureste de La Concordia. Su presencia en estosactos le brindó un constante ascenso en la comunidad, la que empezó

a conocerlo en esta faceta social, en la que se movió con sumafacilidad. En este sentido, fue delegado oficial de los medios decomunicación de la diócesis, en una reunión nacional de este géneroefectuada en Caracas en mayo de 1968. Su voz tuvo, desde entonces,resonancia nacional. Tres meses después fue invitado por laSecretaría de Prensa del Congreso Eucarístico Internacionalcelebrado en Bogotá con motivo de la visita a esa capital del papaPaulo VI. Allí representó al Diario Católico junto a sus compañeros,

el periodista Humberto Boscán y el reportero gráfico Azael PerníaGuerrero.

Comprendió la necesidad de mantener una fraterna relaciónde amistad y compañerismo con el personal del periódico. Para elloorganizó, por primera vez en la historia del Diario, un paseo campestreen la Hacienda Paramillo, lugar que después sería sede del Museodel Táchira. El encuentro, efectuado en abril de 1968, sirvió al grupopara conocerse mejor y para expresar, sin distancias, la verdaderasituación de la organización. Planteó allí la obligatoria descentra-lización de funciones en busca de un mejor rendimiento de ella.Directamente y sin rebuscamientos manifestó sus nuevas ideas. Lesconcedió mayor grado de responsabilidad al jefe de redacción y aladministrador, llamándolos sus brazos derecho e izquierdo. En palabrassencillas les pidió la promesa de trabajar con cariño por la empresa, puesal fin y al cabo es la fuente de trabajo de donde todos dependen . A este

acto invitó a su amigo, el gobernador del Estado Juan AntonioGaleazzi Contreras, quien asistió con su esposa Nelly y su secretariode Gobierno Marco A. Ramírez.

Su contagiante personalidad estuvo presente en los escasosmomentos donde la incesante actividad del tipógrafo toma un brevedescanso. En la celebración del día de estos profesionales, ArellanoRoa concurrió con su palabra de sacerdote y con su abrazo de amigo.Ofició durante años, desde 1968, la acostumbrada misa del mes de

octubre, la que era acompañada por entrega de reconocimientos y encuentros deportivos, a los que comúnmente asistía el gobernador


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del Estado, y mantuvo franca relación con el Sindicato de ArtesGráficas. Hizo lo mismo, como ministro de Dios, con el gremio de

periodistas y de reporteros gráficos. Su palabra sagradainvariablemente la extendió al alcance de todos.Siempre tuvo, dentro de su incesante actividad de director y

periodista, en la que recibía diariamente a delegaciones y visitantesindividuales de toda naturaleza, el suficiente tiempo para solicitara los anunciantes y suscriptores, el cumplimiento con susobligaciones, para honrar los compromisos económicos del periódicocon sus empleados, obreros y proveedores. Al expresar la gratitud

por el apoyo en la suscripción, exhortaba y rogaba encarecidamenteservirse cuanto antes ponerse al día, culminando esta clase de notascon la reproducción facsimilar de su notoria firma personal. Tambiénemitió una carta abierta de singular contenido en diciembre de 1969,tal vez la única en ese sentido suscrita por un personaje de su talla,en la que denunció, sin rodeos, una gran verdad.

En ella hacía el llamado a los directores, gerentes y empresarios deperiódicos y emisoras del Táchira a no promover la participación dequienes eran considerados por él pescadores en río revuelto, es decir,un grupo de personajes que lideraban acciones negativas en la región,

valga decir, activadores de violencia, anarquía e inmoralidad. Parael padre Nelson eran enemigos de la soberanía nacional, y detallabaclaramente cómo los medios caían en esa trampa.

Lo triste, lo lamentable, es que nosotros, los que tenemos en

nuestras manos los medios de comunicación social, muchas vecesnos hacemos cómplices de los enemigos de la Patria y de laLibertad. Sin quererlo, sin caer en la cuenta, estamosdesempeñando el triste papel que ellos califican de «tontosútiles». Cuando entrevistamos a esos «líderes», cuando hacemoscierto tipo de información gráfica, cuando ridiculizamos a lasfuerzas encargadas de mantener el orden público (la policía,por ejemplo), cuando estamos dando continua informaciónsobre los desórdenes que ellos programan, en pocas palabras,cuando les estamos dando importancia ante el pueblo, les


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estamos prestando a ellos, a los enemigos de la Patria, a losenemigos nuestros, el mejor de los servicios.7

La conseja, escrita con cariño y profunda preocupación venezolanistafue desoída. En ella, Arellano Roa consideraba que los monitoressociales debían procurar el bienestar del pueblo. Para él, ese biencomún significaba paz, bienestar y seguridad. A pesar del saco roto enque fueron echadas sus ideas, su participación en el gremioperiodístico en el ámbito nacional seguía creciendo. En octubre de1970 fue invitado por el Bloque de Prensa Venezolano presidido

por Luis Teófilo Núñez, director de El Universal a una cena que ésteorganizó en honor a Fedecámaras. Luego, sería el únicorepresentante por el Táchira, a un seminario sobre informaciónpetrolera auspiciado por la Oficina Central de Información y laembajada de los Estados Unidos de Norteamérica en Caracas.

Su incesante actividad, la que abarcó múltiples facetas,consolidó la confianza que en él había depositado la autoridadeclesiástica. Era un sacerdote periodista con la suficiente capacidadpara interpretar esos nuevos tiempos. Arellano Roa siempreconsideró que los medios de comunicación católicos debían estaren manos de sacerdotes. Sobre algunas materias específicas, colocabaen primera plana del Diario, algunas opiniones respetables, que sino eran las suyas, dilucidaban patentemente su sentir. Estosimbolizaba también su propia visión.

Reprodujo en este sentido, en mayo de 1971, el parecer de

Mons. Juan Francisco Hernández, director de La Religión, sobre losmedios católicos de comunicación conducidos por seglares,recomendación que había emitido un reciente congreso en estamateria. Hernández expresó que los seglares podían ocupar talresponsabilidad, siempre y cuando poseyeran suficiente formaciónteológica, que se sometieran al exiguo sueldo que cobra el actualdirector de La Religión y que tuvieran el visto bueno del obispo. Señalóque un medio de comunicación social católico no es un alarde sino

un apostolado sui generis. Un año después el Diario Católico publicó lacarta pastoral emitida por el arzobispo de Madrid, Enrique y


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Tarancón, en la que señaló que es preciso que la Iglesia disponga demedios propios de comunicación, para poder ofrecer la interpretación

auténtica de algunas de sus actividades que podrían ser mal entendidas.8

En una visita a San Cristóbal del ya mencionado Mons.Hernández, efectuada en julio de 1977, se publicaron susdeclaraciones ofrecidas al periodista José Pulido, en las que señalóque lo ideal es que el medio de comunicación católico, además de formar informando, no tenga nada que envidiar en su información general a losdemás medios, aún con informaciones adversas a la Iglesia, pero sabiéndolaspresentar para que el lector no se intoxique.9 Era, obviamente, el

pensamiento de Nelson Arellano Roa, quien describió a Hernándezcomo un periodista a tiempo completo y sacerdote a tiempo completo,enfatizando que ha sabido vivir sacerdotalmente su periodismo yperiodísticamente su sacerdocio. Las mismas frases bien podían aplicarsea su propio autor, quien desde esa posición de director del DiarioCatólico motorizó y tuvo decidida participación, contribuyendo deuna manera u otra, en la renovación estructural de este medio, enla necesaria conversión regional de la Asociación Venezolana dePeriodistas a Colegio Nacional y en la implementación en la localidadde los estudios universitarios de Comunicación Social, a través dela Universidad de Los Andes, núcleo Táchira, hoy conocida comoDr. Pedro Rincón Gutiérrez.

La estructura de Diario Católico Al momento de su designación, Arellano Roa recibió una

organización que permaneció durante buena parte de la historiadel Diario, en la que laboró un personal singular de hombres y mujeres que durante bastantes años de su vida entregaron lo mejorde sus esfuerzos a favor del periodismo católico tachirense. Sinembargo, el vino nuevo precisaba odres nuevos, y por ello ciertosajustes eran necesarios y así fueron requeridos. En el periódico sedesempeñaron nombres vinculados cercanamente al mundo de laprensa, de los talleres gráficos y en consecuencia a la Iglesia local.Formaron un particular grupo de especial parentesco que dio pasoa otra generación.


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En enero de 1968, Arellano Roa nombró a José Velasco Ibáñezcomo administrador, y al vehemente periodista Luis Antonio Cáceres

como jefe de redacción, entretanto, la señorita Evita Escalante, ligadaal periódico desde los tiempos en que su tío, el Pbro. J. MaximilianoEscalante lo dirigió entre 1935 y 1940, permaneció como secretariade administración, y a la vez presidía la Unión de Mujeres Católicas,ente de estrecha relación con la diócesis. Un órgano de estanaturaleza estaba afiliado con importantes instituciones de la prensaescrita como el Bloque Venezolano de Prensa, la UniónLatinoamericana de Prensa Católica y la Unión Católica

Internacional de Prensa. Esa reciprocidad fue utilizadaprovechosamente, a beneficio del Diario, por el nuevo director, enrazón de los cambios que, en todo orden, aplicaría con decisión.

Muy bien conocía Arellano el viejo andamiaje y los curtidosbotalones, entre ellos, Antonio Hernández, jefe del taller detipografía quien comenzó como repartidor en 1946; GustavoCastillo, igualmente en talleres desde 1949; Leoncio Ramírez, jefede talleres de prensa y cajista desde 1951; José Ramón Moros,igualmente cajista desde 1956 y Josafat Somaza, linotipista,operador de teletipo y técnico en reparaciones, incorporado desde1954. A ellos se sumaba el equipo de redactores, personaladministrativo, repartidores y cobradores, los que completabanuna treintena de funcionarios. Quienes aceptaron y se adaptarona las nuevas transformaciones continuaron escribiendo historia,pues el nuevo Diario Católico estaba a la vuelta de la esquina. El

padre Nelson contó para ello con la participación fundamentalde la nueva administradora, la señorita Elida Marina Rivas Ostos,quien ingresó a fines de marzo de 1970, sustituyendo a Roselia deQuintero. Dentro de los forzosos ajustes, el periodista Samuel Darío

Angarita Vivas asumió por breve tiempo la jefatura de redacción;laboró desde muy joven en los talleres del llamado Decano y comenzócomo reportero en los cincuenta. La moderna estructura, por fuera

y por dentro era inevitable, y a su consecución Arellano Roa se

entregó con toda su pasión.


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El nuevo Diario Católico

Necesaria transformaciónNelson Arellano Roa siempre fue un soñador con los pies

bien firmes en la tierra. Fue un renovador, un transformador, unhacedor de buena obra material y espiritual. Su carácter inquieto setrazó una empresa quimérica: la construcción de un edificio para elDiario y la actualización de sus métodos de producción, a través dela implementación del sistema de impresión offset. Empezaría aconsumar la última disposición del nombramiento que su obispole había hecho: trabajar por el prestigio siempre en aumento de nuestrovocero diocesano. ¡Y vaya que lo cumplió!

Su febril actividad fue respaldada por importantes relacionesque ya había hecho pese a su juventud. Con Mons. AlejandroFernández Feo, recibió en noviembre de 1969, al Dr. Werner

Schmidt, presidente de la Acción Episcopal Adveniat de Alemania.Esta organización, fundada por el arzobispo de Colonia, cardenalFrings, en 1961, había realizado substanciales inversiones y aportesen América Latina para el financiamiento de empresas periodísticas

y otras obras de interés social. Representaba una ayuda que loscatólicos de la llamada entonces República Federal de Alemania,ofrecían a sus pares de Latinoamérica. Schmidt visitó los vetustostalleres del Diario y aceptó el compromiso. Ocho meses después

ambos fueron anfitriones del consejero general de la ComisiónEpiscopal Alemana, Mons. Emil Stehle. La Adveniat materializaba


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su promesa, determinándose claramente que la asistencia de estaorganización internacional, no involucraba compromisos.10

Para mediados de 1971 se publicaron por primera vez lasdimensiones del futuro edificio, el que tendría, según la apreciación,un costo de millón y medio de bolívares. La inicial etapa se realizaríaen diez meses y comprendía la fabricación del sótano de 800 metrospara los talleres y una planta baja para las oficinas de redacción y administración. Entretanto, la segunda fase involucraba ellevantamiento de varios pisos, los que serían alquilados para aseguraruna renta productiva para el periódico.

Los trabajos se iniciaron el martes 11 de enero de 1972. La vieja casona, anteriormente despacho de la diócesis fue derrumbadaen varios días. El periódico fue mudado transitoriamente al sitiodonde funcionó la antigua casa episcopal, es decir, en la carreracuatro, entre calles tres y cuatro, y la obra se levantaba contra la

voluntad de algunos munícipes, quienes se opusieron al avance delos planes originales aduciendo razones de interés histórico y patrimonialque imposibilitaban nuevas estructuras en el centro colonial de la ciudad.Por algunos días, Diario Católico se imprimió en los talleres de ElCentinela, valioso y necesario apoyo que ofreció su director Marco

A. Morales.La lucha del padre Nelson Arellano Roa para lograr

semejante cambio fue tenaz y resuelta. Esta actitud fue reseñadapor su entrañable amigo, el profesor Arfilio Velasco Roa, fallecidoen 2006, en el discurso pronunciado, en el homenaje póstumo que

rindiera el Ateneo del Táchira-Salón de Lectura al sacerdote a finesde 2005.

En la construcción del gran edificio de Diario Católico y lacreación de la infraestructura que iba a permitir elfuncionamiento perfecto de un periódico moderno tuvo queenfrentarse a problemas insolubles, con constructores, empresasproveedoras y personal de toda clase. Problemas que a otros

hombres con menos guáramo los hubieran hecho retroceder.Pero él, con una tozudez admirable siguió adelante hasta alcanzarel completo éxito, y entregar a la Diócesis un edificio funcional


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completamente adaptado y equipado para las necesidadespropias de un periódico moderno y la estructura más avanzadade su tiempo, con una rotativa que era lo último de la tecnologíade la impresión por aquellos años.11

Mientras se desarrollaba la construcción de la obra, el DiarioCatólico celebró su 49º aniversario. La nota bien detallaba laintención de transformar las estructuras físicas de la empresa para lograr un diario más dinámico como corresponde a los tiempos actuales, a la vezque enfatizaba que el Decano ha recorrido un largo camino, lleno de

satisfacciones espirituales y materiales, aunque algunas veces también hadebido probar el amargo pan de la incomprensión.12 Líneas que expresabanel sentimiento inocultable de su director.

El doctor Aguiar. El sistema offsetEn la transformación estructural de Diario Católico un personaje

tuvo marcada significación, el doctor César Luis Aguiar, valiosoperiodista uruguayo quien se desempeñaba como secretario general

de la Unión Católica Latinoamericana de Prensa (UCLAP), ente alque está adscrito el periódico tachirense y al que Nelson ArellanoRoa comenzó a vincularse directamente desde mayo de 1969.

La UCLAP recibió a Arellano Roa como miembro activo desdeel 20 de mayo de ese año. El contenido de la misiva, fechada enMontevideo, y enviada a San Cristóbal, exponía que es un honor quese hace a través de él, a todos los esforzados trabajadores de la prensa en la

provincia venezolana. A los dos meses el sacerdote tachirense asistióal IV Congreso Latinoamericano de Prensa Católica realizado enSao Paulo, Brasil, en el que se presentó como tema fundamental lamisión del periodista en el proceso de cambio de América Latina.Estuvo luego en Bogotá en marzo de 1972, invitado por la secretaríageneral de la UCLAP, es decir, por el propio Dr. Aguiar, en la reuniónde directores de periódicos de la zona norte de América Latina,ocasión propicia para estrechar vínculos y alianzas y tratar como

punto principal la aplicación de las orientaciones emergentes de lainstrucción pastoral Communio et Progressio. En julio de ese año, el


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padre Nelson viajó a Buenos Aires, Argentina para participar en el V Congreso Latinoamericano de Prensa Católica y representó a

Venezuela con voz y voto, con autorización expedida por el presidente de laComisión Episcopal de Información y Medios de Comunicación Social dela Conferencia Episcopal Venezolana, Mons. Mariano Parra León,obispo de Cumaná. Indudablemente, su presencia en este mediointernacional se hacía cada vez más relevante.

En Argentina entabló conversaciones directas por el presidentede la UCLAP el profesor Luis Beltrao, con Joan Jarque y Jutglar,secretario general de la Unión Católica Internacional de Prensa y

con numerosos delegados de trece países, a la vez que ratificó sunaciente amistad con el Dr. Aguiar. Ante el tema debatido «Iglesia-Opinión Pública-América Latina», el equipo número uno, presididopor el director de La Religión, Mons. Juan Francisco Hernández, y elque integraba Arellano Roa, llegó a una básica conclusión, la que eltachirense presentó en nota redactada por él mismo para difundirlos alcances de la reunión.

En general constatamos que en la Iglesia Latinoamericana, (conlos matices impuestos por las situaciones diversas y concretas decada zona y región) existe la libertad de expresión (en la Iglesia)dentro de ella, aunque es más bien tolerada que aceptada, nosuficiente y eficazmente estimulada y, en algunos casos,descontrolada, mal administrada o comprendida por quienestienen la responsabilidad máxima en el pueblo de Dios. Estalimitación de la libertad de expresión (dentro de la Iglesia) se

explica, entre otras causas, por las actitudes extravagantes y a vecesescandalosas que adoptan ciertos sacerdotes y laicos – no siemprecompetentes e idóneos- al expresarse ya no en el campo de loopinable sino en temas que rozan con el magisterio de la Iglesia.13

Aquí se patentiza el grado de sinceridad de Arellano, alexponer en público, sin sutilezas ni afectaciones, temas de tamañanaturaleza, afectaran a quien afectaran. Fue parte de su carácter

transparente. Expresó en el artículo su opinión personal delencuentro.


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Regresamos a nuestros lugares de origen convencidos plenamentede la utilidad, de la importancia de las deliberaciones. Los temasexpuestos, los razonamientos profundos y adoptados a la épocaconvulsa en que vive América Latina nos dejaron en nuestroespíritu y en nuestra condición de periodistas católicos la mejorimpresión y nos influyeron ánimo para continuar la lucha conmayor ímpetu y confianza. Los periodistas católicos vibranplenamente y los medios de comunicación social al servicio de laIglesia se van adaptando a las modificaciones y sugerencias, y lomás importante, a la época actual.14

La experiencia le dejó una gran enseñanza y sería útil paraexponer a Aguiar y a otros participantes su idea fundamental dedarle otra dimensión al periódico que dirigía desde 1967. Deluruguayo recibió valiosas orientaciones sobre las innovacionestecnológicas que eran posibles, entre ellas, el sistema offset deimpresión, el que dejaba atrás el viejo procedimiento en plomo,además del diseño del edificio. La UCLAP sería en adelante uno de

sus bastiones para alcanzar ese propósito. Vale señalar que esteorganismo fue creado el 23 de abril de 1959, por 70 periodistascatólicos de 16 países de América Latina que se reunieron en Lima,Perú. Tiene como objetivo fundamental auspiciar, impulsar,coordinar la prensa católica y la actividad de sus periodistas. Es unainstitución de exclusivo servicio profesional, lejos de pretextossindicales, gremiales o gregarios. Organiza cursos, seminarios,congresos y evacua consultas técnicas, a la vez que divulga estudios

y documentos relativos al oficio. Como secretario general fungíaentonces César Luis Aguiar, director del periódico El Bien Públicode Montevideo, donde efectuó una transformación similar a la queanhelaba realizar Arellano Roa.

Mientras se construía la nueva sede, el padre Nelson asistió auna reunión del Consejo Directivo de la UCLAP celebrada enCaracas en octubre de 1972. Invitó a su amigo Aguiar para visitarSan Cristóbal e informarse directamente sobre el terreno de losproyectos del Diario, ante todo en la necesaria asesoría para laadquisición, instalación y operatividad del equipo offset, con el que


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el periódico fundado por el obispo Sanmiguel en 1924, aspiraba aconvertirse en uno de los mejores medios de comunicación de la

provincia venezolana.En efecto, el Dr. Aguiar llegó a la capital tachirense el lunes 9de octubre de ese año. Abogado, periodista y catedráticouniversitario, su experiencia con los medios de comunicación lainició en 1928, seis años antes del nacimiento de Arellano enCordero y dirigía El Bien Público desde 1952, cinco años previos a laordenación del hacendoso sacerdote. Conoció la ciudad, a su obispo

y al equipo que integraba el Decano. Al reportero estrella de entonces,

Alexander Contreras, le soltó en aguda entrevista su visiónpersonalísima del oficio ejercido en medio de la dictadura quegobernaba su país en esa época.

No es suficiente hablar de la libertad de prensa, sino de lalibertad de información. Esa libertad no existe para satisfaccióndel periodista, del Director o de la Empresa, existe para satisfacerel derecho del lector de ser informado y entonces la cuestión es

completa…El periodista habrá de recoger la información de susfuentes y presentarla en forma veraz, sin permitirse mirarla porel prisma de su criterio u opinión que tenga al respecto. Otrotanto habrá de hacer el periódico al publicarla…No he vistofuncionar mejor método que la responsabilidad de los directoresde los diarios, en ambientes de competencias periodísticas.Ninguno es infalible, pero la verdad es que el Director del Diario,por el simple hecho de serlo, desarrolla cierto juicio de valor

fundado en el deseo de asegurar y mantener la popularidad desu diario que le hace ser bastante ecuánime en la apreciación delos que debe, puede, o conviene que se publique.15

Su dilatada capacidad y su versada opinión, representaron lagarantía para que en esos días, el 11 de octubre de 1972, ante lapresencia del obispo Alejandro Fernández Feo, se firmara el contratode adquisición de la moderna maquinaria offset con la empresa

Dinarica, S.A. por un monto de 600 mil bolívares. En el acto, Nelson Arellano hizo alusión a las responsabilidades que asumió el obispoen las transformaciones sustanciales que había emprendido el Diario.


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La primera de ellas se efectuó cuando su director era el Pbro. Rafael Angel González, luego obispo de Barinas, época en que el periódico

pasó del tipo al linotipo, y ésta de los inicios de los setenta, a travésde la cual dejara el sistema de plomo para entrar en el novedosométodo. El mayor equipo lo constituyó una prensa Cottrell V-15-A,cuyas características le permitirían a la empresa imprimir periódicosde la mayor calidad con offset a bobina, a colores y con cuatricomíasde excelente calidad. Técnicamente, la nueva prensa estarácomplementada por un moderno equipo de fotomecánica de la afamadamarca Robertson y por el más moderno sistema de composición de

Compugraphic-Compuwriter .16La implementación del nuevo formato hizo necesaria la

presencia de personal especializado. El Dr. Aguiar envió a dospaisanos suyos de Montevideo para tal efecto: César Olivera y Félix Carreras Carreras. El primero se encargaría de lo atinente a losequipos técnicos, mientras que el segundo implementaría los nuevosesquemas de redacción y tratamiento de la noticia en el futuroformato. Ambos llegaron a comienzos de abril de 1973. Carreras,

de 33 años de edad y 15 en el diarismo, con vasta experienciaadquirida en la transformación de El Bien Público, era un periodistacon gran conocimiento de documentos pontificios y conciliares sobrela comunicación social. Había consolidado su práctica en Argentina,Brasil y era corresponsal de la agencia EFE y de El País de España.

La rotativa Cottrell llegó en la plataforma de una enormegandola el miércoles 19 de junio de 1973. La emoción de Arellanose deja entrever en la gráfica en la que estuvo acompañado porOlivera y el siempre eficiente y acucioso Josafat Somaza, quientambién la instaló. Era la primera de tres unidades y estaba calificadacomo una de las más modernas maquinarias del sistema offsetinstaladas en América Latina. El lanzamiento del nuevo Diario erainminente. El edificio estaba listo y los equipos serían colocados enbreves semanas. Sin embargo, dos acontecimientos dilataron elsuceso. El padre del director, don Aquilino Arellano Belandria,

falleció a fines de ese mes de junio, y el mismo Nelson debió serintervenido quirúrgicamente de emergencia en el Hospital Militarde Caracas, a comienzos de octubre de ese mismo año.


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A pesar de estas circunstancias, Arellano Roa comenzó consu directa palabra a enseñarle al pueblo tachirense el significado

del moderno periódico y su moderna sede. Era la representación desu inagotable espíritu y de su voluntad de trabajo, esa que expresóen su primer editorial, siempre en posición de servicio para el bien de laIglesia y de la Patria. Debajo de la fotografía de la recién culminadainfraestructura formuló este mensaje.

¿Cuánto vale su nombre? No tiene precio... ¿No es así? Su nombretiene el valor que usted se ha ganado, día a día, con honestidad

y sacrificio. Su nombre vale porque usted vale. Y usted cuidacelosamente su buen nombre porque sabe que es el mejor títuloque puede ostentar. Es y será mayor el honor para sus hijos y para su tierra. Nuestro nombre es símbolo de medio siglo delealtad al Táchira, a Venezuela y a la Verdad. Decimos «nuestronombre» porque también es suyo. Usted y cada uno de loshombres tiene el derecho a estar bien informado, a exigir queese derecho sea respetado y a participar en la tarea social de la

comunicación…Diario Católico

es sólo un medio que tenemos –usted y nosotros– para ejercitar esos derechos. Deseamos que seintegre a nuestra misión de impulsar «la comunión» y el progresoen la convivencia humana. Para esa tarea comunitaria estamostrabajando. Este es el nuevo edificio de Diario Católico. Está enla etapa final. Allí se están instalando los más modernos equiposde impresión de la provincia venezolana. La nueva sede estaráal mejor nivel de estética y funcionalidad. Es imprescindiblepara un diario moderno y será orgullo edificio de la ciudad.17

El Dr. Aguiar, en su nueva condición de presidente de laFederación Internacional de Diarios Católicos, volvió al Táchira el22 de septiembre de 1973. El deterioro de la salud de Arellano noestaba, por supuesto, en los planes de ambos. Llegaba como ex secretario ejecutivo de la UCLAP pero acercaba con seguridad suconsejo, su palabra orientadora, en lo que ambos consideraban los

últimos detalles previos al lanzamiento del periódico, hecho quedebió aplazarse para mediados de noviembre de ese año.


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El nuevo edificio de Diario Católico inauguradoel 17 de noviembre de 1973.


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El nuevo Diario Católico abre sus puertasEl sábado 17 de noviembre de 1973 es un día histórico para el

periodismo tachirense. El nuncio apostólico Mons. Antonio delGiudice, decano del cuerpo diplomático, presidió el acto junto alobispo Alejandro Fernández Feo. El programa, al que asistieronciento de amigos del órgano de comunicación se desarrolló tal y como se había previsto. En primer lugar el representante del Papabendijo el edificio y los equipos, para luego pronunciar unas brevespalabras, seguidas por las del mitrado tachirense y las de ArellanoRoa. Luego se develó el retrato del primer director, el Pbro. Luis

Alejandro Rodríguez, lo que hizo el Pbro. Domingo Ramón Vivas,administrador-fundador del periódico y del Pbro. Cnel (a) FranciscoGonzález Vásquez. Posterior a la copa de champagne, se puso enmarcha la nueva rotativa y se bautizó el primer diario impreso porel nuevo sistema, por parte del gobernador del Táchira JorgeFrancisco Rad Rached, el presidente de la Legislatura JesúsMaldonado Vargas y el comandante de la Primera División de

Infantería, Gral. Francisco Eloy Alvarez Torres. De inmediato sehizo entrega a los presentes del novedoso ejemplar. Atrás quedaba la antigua impresión en plomo. La nota del

redactor Alexander Contreras fue la última en ser vertida en el vetusto sistema. Con ella se cerraba para siempre un capítulo de suhistoria.

Con este ejemplar damos por terminada una etapa muy

importante en la vida del Decano de la Prensa Tachirense.Primero fue la impresión a tipo. Así comenzó el periódico enMayo de 1924, cuando lo fundó el meritísimo primer Obispodel Táchira, Mons. Dr. Tomás Antonio Sanmiguel. Era esamanera de impresión la más moderna que existía para entonces.Hacia 1954, el Diario Católico se transforma. Adquiere unoslinotipos y una rotativa Duplex. Para esa época ya era Obispode San Cristóbal Mons. Dr. Alejandro Fernández Feo y el Pbro.

Rafael Angel González su director... Comenzaba así esteperiódico la segunda etapa de su vida, la etapa de impresión enplomo que culmina hoy. Diario Católico renueva totalmente


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sus estructuras a partir de esta noche. Contará con nuevo edificio y con nuevos y modernísimos equipos. Aspira en esa formaprestar un servicio más eficaz al Táchira y a su zona de influencia. Al hacer este anuncio tan importante, damos gracias a Dios y acuantos de una u otra manera contribuyeron para hacer realidadla reestructuración total del Decano.18

Con el postrero plomo vertido también se fueron sus viejosoperarios Gustavo Castillo, Leoncio Ramírez y Patrocinio Ramírez.Otra época, indudablemente comenzaba.

Las palabras del Pbro. Nelson Arellano Roa en ese acto, antecasi un millar de asistentes que abarrotaron las instalaciones,significaban el triunfo de un propósito, a la vez que un significativopremio a la confianza que su obispo le otorgó el día de sunombramiento como onceavo director del Diario. El logro obtenidoembargaba de emoción a la colectividad. El periódicomás viejo pasabaa ser el más nuevo.

Expresó palabras de gratitud para el Arq. Henry Tancredi Celis

y para el constructor el ingeniero Dr. Pedro Emilio García. De igualmanera para la fábrica norteamericana de maquinarias offset, laque envió uno de sus arquitectos, que dio las ideas para una mejordistribución de los talleres en los sótanos. Las frases fueron tambiénespeciales para el Dr. César Luis Aguiar, para César Olivera y elperiodista Félix Carreras; agradeció a todo el personal del Diario,encabezado y representado por la administradora Marina RivasOstos, lo que también hizo con la Adveniat alemana y sus decididosfilántropos.

Inició su intervención con emoción, acentuando que ni por momento vacilamos en tomar el camino de la total reestructuración.Queríamos poner nuestra juventud, nuestro sacerdocio, nuestra mística ynuestro anhelo de trabajo al servicio de una causa muy digna. De inmediatocriticó la actitud del Concejo Municipal de San Cristóbal, el que seopuso a la edificación inicial de un sótano y seis plantas, aduciendo

que eso no se podía hacer en una zona histórica. Este argumento lepermitió concebir, dentro de su emoción, la urbe capitalina del año2000, la del millón de habitantes. Explicó la razón de esas oficinas


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amplias, las que a medida que el periódico logre su expansión total,constituirán una zona rental. Esta visión, sin egoísmos ni

mezquindades, lo condujo a construir la casa parroquial para laCatedral, pequeña, de dos plantas, pero con los servicios necesariosque incluyeron tres habitaciones destinadas para huéspedes.

Finalizó su discurso agradeciendo la responsabilidaddepositada en él por el obispo Fernández Feo. En este sentido, y sobre la pulcritud del manejo de los dineros, no dejó duda algunade su conducta.

En la presencia de Dios considero que no me he hecho indignode esa absoluta confianza, y por eso le he rogado recientementeque contrate un técnico, a fin de que practique una auditoría ala empresa, y pueda informarle al detalle de los recursosarbitrados y de la inversión de los mismos. El Señor Obispo yaestá informado de todos estos detalles, pero será para mí muy satisfactorio el que otra persona, con conocimiento de causa,también le informe al respecto.19

Las circunstancias no permitieron que el Dr. Aguiar estuviesepresente. Fue representado por la secretaria de la UCLAP, Nelly

Ayala, quien formuló parte de la filosofía de la organización a laque pertenecía, y la que emitió como premisa, esta máxima: Undiario católico que no responda a las exigencias de la comunidad y estécircunscrito únicamente al aspecto religioso, tenderá a desaparecer…Un diariodebe tener su dimensión comercial periodística y debe satisfacer las

expectativas de la comunidad en la que actúa, de modo que sea un servicioque llega al mayor número de ciudadanos.20 El avezado monitor y periodista sureño volvió en enero de 1974. El y Arellano partieronen cumplimiento de misiones de la UCLAP para Cartagena,Colombia. El clérigo fue luego a Bogotá en cumplimiento de susfunciones como miembro del Consejo Directivo de este ente, lasque concluyó en Uruguay. Su presencia en la UCLAP era ya notoria

y ascendente. Esto puede demostrarse con una carta que le envió el vicepresidente de la Unión, el periodista salvadoreño Emilio J.Simán, la que fue publicada en razón del fallecimiento de éste,


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acaecido en marzo de ese mismo 1974. En ella se aprecia el respeto y consideración, que en los miembros del organismo, se había ganado

el sacerdote tachirense.

Estoy con los más vivos deseos de trabajar por UCLAP. No sé siestoy equivocado o si hago mal. Acabo de escribirle una carta alDr. Aguiar en que expongo mis críticas. Quiero saber su opiniónal respecto y que me dé sus consejos. Le mando una copiafotostática de dicha carta. Entre todos los miembros del ConsejoDirectivo, usted es el único a quien le mando copia. Porque loque digo allí no reza con Ud. y porque me interesa que meayude, con su experiencia y capacidad. Si en esa carta hay algoindebido o equivocado o falto de caridad o inexacto, sírvamecomo disculpa mi sinceridad, mis vivos deseos de servir y encontrar el camino de ser útil a UCLAP.21

El vínculo con la UCLAP y Diario Católico se hizo cada vezmás evidente, hasta el punto que el periodista Félix Carreras, quienhabía asumido la jefatura de redacción del medio, participó ennombre de éste, en el X Congreso Mundial de Prensa Católicaefectuado en Buenos Aires a fines de noviembre de 1974. Entretanto,el padre Nelson continuaba en el seno de la institución, la que loreeligió por unanimidad y por segundo período consecutivo comomiembro principal, en la VI asamblea efectuada en La Paz, Bolivia,en junio de 1977. La relación iniciada y acrecentada con el Dr. Aguiartenía indudables frutos, los que beneficiaron, en consecuencia, al

periodismo católico tachirense.El lazo entre ambos personajes prosiguió. Aguiar volvió a

San Cristóbal en abril de 1978 en visita especial a las autoridadeseclesiásticas y a su amigo Nelson Arellano Roa. Los años no habíanpasado en vano y estaba visiblemente afectado por el fallecimiento,en julio de 1975, de su esposa Martha Beltrán de Aguiar. En sudeclaración pública tuvo palabras de encomio para el Diario Católico

y su máximo conductor. Su voz era una cierta guía a ser emulada.

Lo expresó así a otro de los brillantes periodistas que allí laboró, Jesús Romero Anselmi.


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La Iglesia Católica extiende su voz a todos, por intermedio desus medios de comunicación entre ellos los diarios católicos,los que vistos como instrumentos que van dirigidos más a losno convencidos que los creyentes, los fieles, los militantes, sucompartimiento más real es el pluralismo. Diario Católico esuna muestra de esa forma de participar y captar. No es un vocerodonde absolutamente prevalece un solo punto de vista. Todosestán aquí para que se observe mejor la verdad. En San Cristóbalcon el reconocimiento de todas las manifestaciones de lasociedad, Diario Católico es un instrumento objetivo abierto ala permanente discusión de los tachirenses y de los venezolanos.22

El doctor Aguiar contribuyó también con el fortalecimientode la Unión Católica Internacional de Prensa, la UCIP, órganocreado en 1927 y reconocido por la Santa Sede. Establecido enFrancia, el viejo luchador siempre estuvo al tanto del movimientoque ayudó a liderar y difundir en Latinoamérica. Dejó atrás su viudez

y contrajo nupcias con la señora Josefa Lyps, con quien compartiósus últimos años, en los que el recuerdo y la evocación estabanpresentes, como el orgullo que siempre manifestaba, de haber tenidoel honor de ser invitado por los papas Juan XXIII y Paulo VI, a lascuatro sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II. A comienzosde enero de 2002, su entrañable amigo Nelson Arellano publicabala nota de su fallecimiento recién acaecido en esa nación europea.

El vínculo establecido por Nelson Arellano Roa con la UCLAPdesde 1969 robusteció, sin duda alguna, su acción como periodista

y como director de un medio de comunicación católico. Aguiar fuesu guía indiscutible en este sentido, y a él le participó, como ya seha dicho, todos los avatares de la concepción del edificio y delestablecimiento del sistema offset. Más tarde el académico uruguayosentiría complacencia por la implementación de los medioscomputarizados. La acción de Arellano en la UCLAP fue progresiva

y pudo dejar ver con orgullo, la posición de un venezolano, de unsacerdote y periodista tachirense, en un organismo de tamaña

dimensión. De igual manera, lo hizo con la UCIP, a cuyo congresointernacional realizado en India en enero de 1986 fue invitado, y


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entabló amistad con su secretario general, Mons. Dr. Bruno Holtz,de origen suizo, quien visitó San Cristóbal el 30 de julio de 1990,

ocasión en la que se llevó las más grandes satisfacciones de la labordesarrollada por este diario de provincia. De nuevo, lo prometidoen la respuesta al nombramiento del obispo Fernández Feo de juliode 1967 era tangible y evidente. Nelson Arellano Roa había cumplidosu palabra. Los resultados estaban a la vista de todos.


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La conformación de un equipo de trabajo

Los periodistasCuando Nelson Arellano Roa cumplió 25 años al frente del

Diario Católico, en julio de 1992, aprovechó la oportunidad pararesaltar la misión básica del mismo, la que alcanzó con el equipohumano que a lo largo de todo ese tiempo estuvo a su lado, y quecomprendió su función social, distinta a la que se puede hacer enotros medios de comunicación. Esta es singular, única. Lo dijo así:

Desde esta caja de resonancia que es la dirección de un periódicode provincia, he auscultado el corazón del Táchira. Y lo propiome ha ocurrido con la Iglesia. Porque un periódico católico,más que una empresa comercial, es un poderoso medio deevangelización. Al llegar a estas Bodas de Plata al frente de DiarioCatólico me encuentro con el corazón hipotecado.23

La conclusión de estas frases significa el haber horadado esesentimiento colectivo del pueblo tachirense, el que difundió einterpretó desde su dual posición de director y ministro de Dios.Para ello, tuvo la magnífica oportunidad de trabajar con un valiosogrupo de profesionales, con el cual compartió múltiples experiencias.Ellos también han quedado impregnados en ese espíritu común, el

que representa las cosas diarias de esta tierra. Con sus estilos,pareceres, conocimientos, apreciaciones y posturas, los periodistasde Diario Católico, conformados entre veteranos de mil batallas y


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noveles bisoños que salían a la calle en búsqueda de la información,han logrado, a la luz de la historia, estructurar un cuerpo de acción

que con sus ideas, vertidas en plomo, en offset o en la virtualidadde la informática, supieron identificar el parecer de miles de hombres y mujeres inmersos en sus propias circunstancias.

Arellano Roa mantuvo siempre un sentimiento especial degratitud para con ellos. Cuando asumió la dirección en 1967, sumano derecha fue Luis Antonio Cáceres, vinculado al periódicodesde muy joven en los talleres como compaginador de periódicoshasta llegar a jefe de redacción, cargo del que se retiró en 1973. Fue

tal vez, uno de los escasos funcionarios que representó al directoren una notable reunión de medios realizada en esa época. Lanostalgia de Cáceres quedó evocada en un reportaje que le hiciera

José Pulido con motivo de sus bodas de plata profesionales, las queel padre Nelson le celebró, entregándole él mismo la placa queexpresaba ese reconocimiento, en junio de 1976. Aún laborandopara otro medio, lo que tenía sin cuidado al sacerdote, la nota de sufallecimiento en marzo de 1986, fue destacada en el Decano con laimportancia que su figura bien merecía.

A lo largo de la historia del Diario se destacó un equipo dediestros trabajadores, el cual podría ser considerado en suoportunidad y en casos particulares como la estrella del momento, porsu acuciosidad, estilo de redacción, simpatía y osadía. Vale destacarla confianza concedida a ellos por el director para el logro de esoscometidos. En este sentido es menester recalcar la presencia de

Alexander Contreras Marciales, redactor en 1970, definido ya comovivaz e inquieto, quien inició una serie de interesantísimos reportajesque describen la ciudad de esos años con sus crecientes cinturonesde miseria, entrevistando a los hacinados pobladores de las barriadasde San Cristóbal, hacedores de mil oficios dentro de su ostracismocultural, o bien mostrando las miserias de la cárcel pública de LaConcordia, o reseñando con propiedad los hechos delictivosplasmados en la última página, lo que no le impedía realizar una

solícita entrevista al arzobispo de Maracaibo, Mons. Domingo RoaPérez sobre cuestiones de fe, además de enseñar, por otro lado, la


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dura vida de los pescadores del llano en el sur tachirense y contagiarsecon las incidencias de la Vuelta al Táchira en Bicicleta, acompañado

por el entonces reportero gráfico Cirilo Depablos Soto. Esta variadaacción le fue reconocida en su oportunidad, desde una significativadistinción otorgada por el Colegio de Bioanalistas en abril de 1970,pasando por el San Cristóbal de Oro, también el haber sidodesignado, en distintas ocasiones, como el mejor periodista de la

Vuelta y obtener los premios estadal y municipal de periodismo en1973 y 1974, tiempos cuando el periódico resurgía con su nuevoedificio y formato, habiendo tenido, como ya se dijo, el honor de

redactar la última nota vertida en el plomo, el que desapareció parasiempre de los talleres que daban paso al offset. Contreras tuvo unconcepto claro de su permanencia en el periódico y definiómarcadamente, en su debido momento, la figura de Nelson ArellanoRoa, lo que expresó en la edición cincuentenaria de Diario Católicoen mayo de 1974.

Tengo que decir que casi me situé entre los que considerabanuna empresa de «locos» lo que él (Arellano Roa) asomó comoproyecto. Acá nadie lo creyó, le cerraron las puertas, le«boicotearon» el proyecto, ¿acaso no le hizo eso el ConcejoMunicipal en la época pasada? Pero él, sólo, con el apoyo delseñor Obispo, rompió las barreras, pasó las angustias y sinsabores y hoy esto, edificio, maquinaria, periódico modernizado, es algoque enorgullece a los tachirenses, claro, no a los frustrados, alos que la envidia les corroe el espíritu. En provincia, luego de

varios años, conociendo los múltiples problemas, decidirse poruna obra de esta magnitud, no lo hacen todos. Por esto, estaCondecoración, a nombre de la República agradecida, reflejarála perseverancia y la constancia de un hombre, que desde quese hizo sacerdote, despreció el triunfo personal para buscar eltriunfo colectivo.24

El catire Boaneg Pernía Ramírez escribió en enero de 1974

un artículo titulado Los mares limpios, demostrando desde uncomienzo su pasión ecologista, la que insufló Arellano Roa, cabal y


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pertinaz defensor de la naturaleza, y enemigo visceral de quienesdepredaron las montañas que circundan San Cristóbal. En agosto

de ese año, se incorporó como redactor de Diario Católico, paradesplegar una incansable labor que lo llevó a distantes puntosgeográficos de Venezuela, Colombia y Centroamérica, impactandocon sus reportajes en los que resaltaban las imágenes de Cruz RamónSánchez el queniqueo, Pedro Pabón Moncada, dirigente gremial y luego político, y el entonces bisoño Lorenzo García Ramírez, denotable trayectoria regional en este campo.

Boaneg Pernía tradujo en sus escritos buena parte del

pensamiento de Arellano Roa, de su preocupación por la fronteranacional, del caos en que se sumía San Cristóbal por la falta deplanificación urbana, entre otros temas. En abril de 1975 Perníahizo vibrar el sentimiento de identidad al mostrar la agonía de losindios cuibas en el llano venezolano, lo que le valió un interesante

y elogioso comentario de diez minutos, visto por muchos en elpopular noticiario El Observador Venezolano, conducido por EladioLárez en Radio Caracas Televisión, donde se denunció la atrocidadde la policía de Elorza. Esto prosiguió con especiales periodísticossobre Amazonas, los yamomamis y maquiritares en San Simón delCocuy y San Juan de Manapiare, los cuibas del Apure y su ríoCapanaparo, amén de reseñas sobre la devastación del Cutufí, ladestrucción de la reserva forestal de San Camilo invadida porconuqueros y latifundistas, el aniquilamiento de la fosa del Uribante,la complejidad de la vida en el Arauca, y la pasmosa realidad de

poblaciones tachirenses como Pregonero el que pregona su desaparición,Seboruco donde la televisión colombiana mantiene informada a lacolectividad, Abejales la residencia del abandono, Queniquea hija delolvido, y Potosí, donde la desesperanza y la soledad se apoderan de todo,además de desenmascarar el suicidio de San Cristóbal, una ciudadatiborrada de cemento. Su capacidad le valió la confianza del directorpara enviarlo a Bogotá en varias ocasiones en compañía de PedroPabón Moncada para entrevistar a parlamentarios y políticos como

Julio César Turbay Ayala quien resultaría electo mandatario deColombia, además de cubrir las incidencias de la cumbre


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presidencial de agosto de 1977, realizada en esa capital. Tambiénpodía escudriñar el espíritu del cura caraqueño Baltazar Porras

Cardozo, quien mostraba efusivo sus investigaciones sobre la historiade la Iglesia venezolana del siglo XX.La competencia de Boaneg Pernía con Diario Católico y con el

buen periodismo ejercido desde la provincia, queda manifiesta enesas páginas, vistas hoy a la luz de la historia. Obvio es decir, queesas denuncias contaban con la aquiescencia de Arellano Roa, quienle retribuyó esa gratitud apoyando en campaña pública, lideradapor el periódico, la solidaridad que su hermana Consuelo Haydeé

Pernía Ramírez, necesitaba en razón de una aguda deficiencia visual,la que le fue tratada en la capital colombiana a fines de 1976. Elperiodista estuvo en el Decano hasta 1979. Sus últimos trabajosfueron de gran valía. Con el reportero gráfico Lorenzo RamírezGarcía fue enviado especial del medio de la diócesis tachirense aNicaragua, en la época cuando la insurgencia sandinista derrocó lalarga dictadura de los Somoza. Sus reportajes eran esperados conavidez. Ambos profesionales también cubrieron el caso de CañoBayonero, sitio por donde se perdía la soberanía nacional a favor deColombia, y al mismo tiempo el muy sonado ecocidio de PaloGrande, páramo tachirense arrasado por la acción insensata de laempresa eléctrica Cadafe. Ese año pasó a formar parte del equipodel diario Pueblo. Una década después, en agosto de 1990, dos mesesluego de haber sido declarado como tal, casi a regañadientes, elgobernador del Estado le hizo entrega del Premio Estadal de

Periodismo Domingo Guzmán Escandón, el que había ganado porprimera vez a los 25 años de edad en 1978, cuando desde la carreracuatro impartía sus más genuinas y apasionadas lecciones de ejerciciode la prensa escrita, en razón de un colectivo que requeríainformación y que, por la amplitud y tolerancia de un sacerdotecatólico, tenían cabida, sin restricción alguna, en una época decrecimiento institucional propia de esos años.

Luego del cincuentenario del Diario llegó a estos parajes del

Táchira un afanoso nativo de Villa de Cura, José Isabel Pulido,quien a lo largo de los años se convertiría en uno de los más


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renombrados literatos venezolanos de las últimas generaciones,desempeñando su oficio en periódicos de gran relevancia nacional

y publicando libros donde ha vertido su vasta imaginación, entrepoemarios, ensayos, entrevistas y novelas como La canción del ciempiés,Los mágicos y Una mazurkita en La Mayor . Había ejercido

brava la vida - perfil biográfico de mons. nelson arellano roa

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