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ISSN-0188-9680

BOLETÍN INFORMATIVO DE LAFACULTAD DE MEDICINA

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ

Vol. 58 Abril - Junio del 2015 Núm. 2

ContenidoMiguel Otero y Arce

por el Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte ..........................................51por el Dr. Rolando Neri Vela .................................................................62

Historia del Examen Profesional .......................................................................65por el Dr. Homero Haro Leyva

Nuestros mentores médicos ...............................................................................74por el Dr. Pedro Alfonso González Ojeda

Historia de la Escuela ..........................................................................................80por el Dr. Alberto Alcocer Andalón

Mérito Académico Universitario 2015 ...........................................................104palabras de la Dra. María Isabel Jasso Ávila

Semana de Medicina .........................................................................................108por el Sr. Luis Fernando Barraza Araiza

Noticias ...............................................................................................................110Carta al Autor ....................................................................................................114Carta al Editor ....................................................................................................116Se publicó hace 25 años ....................................................................................117Se publicó hace 50 años ....................................................................................118

50 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSÍ (MÉXICO)

D I R E C T O R I O

M. en Arq. Manuel Fermín Villar RubioRector de la Universidad

Dr. Alejandro Javier Zermeño GuerraDirector de la Facultad de Medicina

Dr. José Miguel Torre López (1919 - 2004)Fundador y Editor Emérito

Boletín Informativo de la Facultad de Medicina. Abril-junio 2015, V. 58. N. 2. Es una publicación trimestral de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí a través de la Oficina Editorial de la Facultad de Medicina. Venustiano Carranza 2405, Col. Los Filtros, San Luis Potosí, SLP, 78210, México. Editor Responsable: Dr. Edmundo Llamas Alba. Reserva de derecho de uso exclusivo del título No. 04-2006-092011085700-102. Licitud de Contenido No. 7322. Licitud de título No. 6824, otorgados por el Instituto Nacional de Derechos de Autor y la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilus-tradas de la Secretaría de Gobernación. El Boletín se distribuye a través del Servicio Postal Mexicano según contratación No. IM24-0004 del 16 de febrero del 2012, celebrado con la Administración Postal Regional ubicada en Avenida Universidad 526, Col. Centro, CP 78000. Este ejemplar se terminó de imprimir en los Talleres Gráficos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Avenida Topacio esq. con Bulevar Río Españita, Fracc. Villa Dorada, 78399, San Luis Potosí, SLP, con un tiraje de mil cien ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no reflejan necesariamente la postura de la Facultad de Medicina de la UASLP. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del dueño de los derechos y/o de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

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En el Segundo Patio del edificio de la Rectoría de la Universidad, en el centro de la ciudad, el Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte presentó el

27 de abril del 2015 su libro acerca del Dr. Miguel Otero y Arce. Ahí pronunció estas palabras.

Miguel OterO y Arce

por el Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte

L as casualidades, las coinciden-cias, lo extrañamente cíclico,

son cosas que existen; Otero fue uno de los mejores cirujanos del San Luis decimonónico, y aquí me encuentro yo, un cirujano, haciendo su elegía a casi cien años de su partida. Otero fue un notable oftalmólogo, y el Dr. Rolando Neri Vela quien está hoy presente para recordarnos las proezas y contribu-ciones a ese campo de la medicina por parte de nuestro biografiado. Tampoco es casual que el Director de la Facultad de Medicina nuestra, el Dr. Alejandro Javier Zermeño


Guerra, promotor de la obra que nos reúne, pertenezca al gremio de los que cuidan de nuestros ojos. Finalmente, cabe agregar que los autores de los prólogos, uno cirujano, el otro arquitecto, también compar-ten en sus activi-dades profesio-nales algunos de los intereses que fueron caros para don Miguel; y para que el suceso de hoy ocurra en un lugar apropiado a nuestra histo-ria, nos encontramos en el edifi-cio donde Otero impartió cátedra

cuando la Escuela de Medicina acababa de nacer.

¿Qué es lo que hace a las per-sonas trascender? No es la casuali-dad, es el trabajo, la persistencia, la dedicación, el esmero; no aceptar la derrota y bregar ante la corriente contraria del fracaso. Otero era poseedor de estas y otras cualidades que lo convirtieron en un maestro, un guía, un ejemplo a seguir para todos aquellos que colaboraron con él en sus diferentes empresas, lo cual

no lo llenó de soberbia, sino de una humil-dad especial, la de aquellos que compren-den que jamás poseerán toda la verdad por-que esta se aleja

cuando nos aproximamos a ella; la verdad, el conocimiento, son con-ceptos en eterna fuga, como lo son la belleza y la sabiduría. Lo impor-tante no es la meta, sino el camino

¿Qué es lo que hace a las personas trascender? No es la casualidad, es el trabajo, la persistencia, la dedicación, el esmero...

Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte en el evento de presentación de su libro en la Casa de

la Moneda.

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hacia ella; lo valioso no es alcan-zar la cima, sino haber intentado tocarla. Perseguir ideales es típico de los románticos, como lo afirma el Dr. Fernando Martínez Cortés, quien concluye que todos aquellos que hacen suyos los conceptos huma-nistas, los que piensan más en los otros que en sí mismos, se convier-ten en seres productivos, benéficos, porque van derramando el bien por donde pasan; es el caso de muchos médicos, desafortunadamente no de todos. Los buenos médicos son aquellos que se preparan siempre para ayudar al prójimo, se actuali-zan, ven a sus pacientes como seres que sufren, no como números. Se mantienen alertas, están despiertos a la mínima posibilidad de ayudar, no se cansan, actúan en medio de fatigas y desplazan hacia el subcons-ciente sus problemas personales para estar siempre disponibles.

Hace pocos días un estudiante, paciente mío, me preguntaba —a raíz de haber leído parte de este libro de mi autoría, en el que hablo de las

vicisitudes, los entuertos, los vuelcos del idioma que ocupan a los poetas— por qué afirmo que el poeta, para lograr serlo, necesita haber sufrido si ha de alcanzar un nivel artístico elevado; le contesté: lo encontrarás

Dr. Fernando Martínez Cortés, alergólogo michoacano, historiador de la medicina

mexicana.


en el libro. Pero le adelanté algu-nos conceptos: la vida es aleatoria, impredecible, sorpresiva y sorpren-dente; rara vez lineal, casi siempre llena de recovecos. Quien no ha tropezado, tampoco se ha levantado; el sufrimiento nos pone en contacto con lo más íntimo, nos lleva al punto donde es posible dar con la esencia del hombre. Quizá nos indique por qué estamos en este mundo, o para qué fuimos creados. La mayoría de los poetas trascendentales han trabajado con enigmas y, en lugar de quejarse en público de sus avata-res, los han idealizado, con lo cual

han podido rozar la superficie del ser, tanto o más que los filósofos.

Otero era un cirujano prepa-rado, había practicado en el Cacahuatal, como era conocido en su tiempo el Hospital Militar de la Ciudad de México, bajo la mirada severa de un maestro distinguido, el Dr. Francisco Montes de Oca y Saucedo (1837 - 1885). Cuando fue enviado por el ejército a San Luis Potosí construyó un hospi-tal castrense en la actual calle de Cuauhtémoc, con caracterís-ticas arquitectónicas avanzadas para la época; ese hospital, que fue derribado para erigir en su sitio la Facultad de Contaduría y Administración de esta Universidad, fue, entonces, el Hospital Militar más grande del país. Un cirujano completo como él, no se contentaría con dominar técnicas quirúrgicas, sino que trataría de mejorarlas, ser atrevido y diseñar nuevos procedi-mientos y, mejor todavía, publicar sus experiencias. Lo hizo en dife-rentes campos: procedimientos

Momento en que el Dr. Alejandro Javier Zermeño Guerra da la bienvenida a los

interesados en asistir a la presentación del libro Dr. Miguel Otero y Arce.

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ortopédicos, de neurocirugía, de cirugía vascular, por mencionar algunos. Pero tendía a observar el entorno, a descubrir la presencia de la miseria y de la elevada mortali-dad infantil, rampante en ese tiempo. Así fue que al terminar sus obligacio-nes militares se introdujo de lleno en construir un Hospital Infantil, el que estuvo en la Calzada de Guadalupe y fue el primero de nuestra nación;

ahí, pensando en la niñez desprote-gida, practicó la cirugía pediátrica, convirtiéndose en uno de los prime-ros representantes de esta especia-lidad. Además, fundó la cátedra de pediatría en esta Universidad y promovió una escuela gratuita para niños ciegos, adelantándose a todos los pensadores mexicanos. Sus expe-riencias con la cirugía pediátrica fueron publicadas en una revista

La cirugía decimonónica. En 1889 Thomas Eakins (1844-1911) pintó el cuadro de una cirugía didáctica en La Clínica Agnew en Filadelfia, Pennsilvania.


de la especialidad, fundada por él y que fue la primera en Latinoamérica sobre esta temática. ¿Y todo esto qué significa, qué nos dice sobre el hombre en cuestión? Que era un acendrado humanista, un benefac-tor hasta la médula; un cirujano con toda la barba, un médico racio-nal, culto, capaz de hacer uso de

todas sus facultades para el bien de la población, en especial de su sector más vulnerable: los niños.

Mientras tanto, habiendo leído los trabajos de Louis Pasteur (1822 - 1895) sobre la rabia, se abocó a producir una vacuna sin más medios que los propios, consiguiéndolo. Aplicó su vacuna con éxito, siendo

Dr. Rolando Neri Vela es entrevistado durante la ceremonia de presentación del libro Miguel Otero y Arce por el Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte.

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el segundo en México en llevar a cabo tal proeza. Investigó otras enfermedades infecciosas, en espe-cial la influenza, así como la disen-tería y la tifoidea; y aplicó los méto-dos listerianos en todas sus cirugías. Investigó el estado del agua que se consumía en San Luis, colectando muestras de todos los pozos; sus resultados indicaron, en este trabajo que llamó “Geografía médica”, que existía contaminación por coliformes en algunos de los pozos. Recomendó

que se construyera una presa en el curso del río Santiago para proveer de agua saludable a la población; años después, el Ing. Valentín Gama y Cruz (1868 - 1942), que sí tiene calle en San Luis, llevó a cabo el proyecto que se materializó como la Presa de San José. Tuvo seguidores

El químico Louis Pasteur trabajando en su laboratorio de lo que posteriormente sería el

Instituto Pasteur.

El Ing. Valentín Gama y Cruz fue Secretario de Fomento durante el periodo de la Convención

de Aguascalientes. Su fama se debe a sus trabajos en el campo de la geografía de México.


y alumnos que lo respetaban; llegó a pagar de su bolsillo la impresión de algunas de las tesis de sus mucha-chos. La mayor parte de sus traba-jos fueron publicados, de su peculio, en forma de folletos, los que distri-buía gratuitamente. En una ocasión, regaló su carruaje con todo y su tiro de magníficos caballos a un amigo con problemas económicos.

Le interesó la oftalmología, realizó cirugías oculares, y el Dr. Neri Vela lo incluye entre los oftal-mólogos distinguidos de su tiempo. Describió una entidad por primera vez: la tuberculosis conjuntival, cuya etiología demostró con elegantes experimentos en animales.

Fue promotor de la fundación de la Sociedad Médica Potosina y

Howard Taylor Ricketts vino a morir en México víctima del tifo que estudiaba con ahínco. La Universidad de Chicago, en sus páginas electrónicas, guarda esta fotografía de Ricketts en su laboratorio del Distrito

Federal.

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abogó por honorarios justos para conseguir un buen nivel de vida para sus compañeros médicos, conside-rando que la trayectoria habitual del médico era una de sacrificio y debe-ría ser adecuadamente recompen-sada. Soñaba con que se construye-ran hospitales infantiles en todas las ciudades de México.

Y llegó el tifo. La Academia Nacional de Medicina convocó a un concurso internacional para premiar a quien diera con la causa y el posible tratamiento de esta terrible enferme-dad; Otero se abocó de inmediato a trabajar sobre el tifo. A través

de numerosos experimentos consi-guió demostrar que el agente causal estaba en la sangre de los enfermos; desafortunadamente no dio con el transmisor, el piojo, a pesar de que

Stanislaus Josef Mathias von Prowazek, Conde de von Lanow descubrió junto con el brasileño Henrique da Rocha Lima el agente causal del

tifo epidémico que después llevaría su nombre: Rickettsia prowazekii. Los dos médicos,

trabajando en el mismo hospital de Alemania enfermaron de tifo. Henrique da Rocha

sobrevivió y fue él quien le puso el nombre a la bacteria, en honor del difunto colega.

Joseph Lister (1827 - 1912), cirujano británico, creador de la antisepsia en la Glasgow Royal

Infirmary.


lo estudió. La Academia rechazó su informe, así como los de todos los demás participantes. El mismo Howard Taylor Ricketts (1871 - 1910) se mudó a la ciudad de México para estudiar el tifo, muriendo de esta enfermedad al estar en contacto con los enfermos de la sala de tifosos del Hospital General. Ante estas contra-riedades, Otero vendió su hospital al Obispo y se fue a la Capital para continuar trabajando con la fiebre petequial. Tuvo confrontaciones con los académicos que se empecinaban en rechazar todos los trabajos que se presentaban. Finalmente, Otero murió de tifo el ocho de diciembre de 1915 y fue sepultado en el Panteón Francés. Al igual que Ricketts y Stanislaus von Prowazek (1875 - 1915) murió tratando de desentrañar el enigma del tifo. Todos, héroes de la medicina.

Sin embargo, a pesar de haber sido uno de los médicos más distinguidos de su tiempo, de haber sido benefactor de la niñez mexi-cana, de haber sido un héroe de la

investigación bacteriana, no hay una calle, una plaza, un hospital civil Miguel Otero. El Hospital Miguel Otero, el hospital de enseñanza de la Escuela de Medicina hasta 1947, año en que se inauguró el Hospital Central, llevaba su nombre, pero con el derribo del Miguel Otero, su nombre se ha desvanecido de la conciencia de los potosinos. Esta ciudad y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí están en deuda con Miguel Otero y Arce.

Decíamos que el sufrimiento es componente indispensable para el poeta; también lo es para todo aquel que aspire a superarse. Otero sufrió por haber nacido después de la muerte de su padre, nunca conoció a aquel distinguido escritor, jurista y miembro del Congreso, don Mariano Otero (quien sí tiene una calle con su nombre en esta ciudad), uno de los principales opositores a la rendición de México ante la invasión norteamericana que acabó por arrebatarnos más de la mitad de nuestro territorio y padre del

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Juicio de Amparo. Sufrió cuando su primera esposa murió, junto con su hija, durante el parto. También padeció al ver la miseria y la enfer-medad ensañarse con los niños de San Luis. Finalmente, penó al no poder convencer a los académi-cos de la necesidad de apoyo para

la investigación del tifo, problema que consumió sus últimos años. Un humanista, un hombre de bien. Creo que todos deberíamos aspirar a emularlo. Cito aquí a Ricardo de Almeida Jorge (1858 - 1939), médico portugués, contemporáneo de Otero, quien dijo: “Soy un doctor, nada me es indiferente”.

Estampilla postal en honor del padre del juicio de amparo: Mariano Otero. Dr. Miguel Otero y Arce.


el librO del dr. ZAZuetA

por el Dr. Rolando Neri Vela

Agradezco la amable invita-ción que me ha hecho a esta

ceremonia el Director de la Facul-tad de Medicina de la Universi-dad Autónoma de San Luis Potosí, Dr. Alejandro Zermeño. En esta ocasión se presenta el libro del Dr. Eduardo Zazueta Quirarte, Dr. Miguel Otero y Arce; el personaje biografiado, si bien no fue oriundo de este estado, fue potosino por adopción.

San Luis Potosí ha sido de siem-pre un lugar que ha tenido muchí-sima importancia desde el punto de vista de la historia patria, así como en la historia de las ciencias. Dentro de las primacías médicas de que ustedes se enorgullecen está el que en esta ciudad funcionó el primer equipo de rayos X, traído por el entonces mandatario estatal, el general Carlos Díez Gutiérrez López Portillo (1845

- 1898), a instancias del Ing. Javier Espinosa y Cuevas (hermano del también ingeniero José María, quien estaba destinado a ser gobernador del estado); aquí se elaboraron las primeras vacunas contra la rabia, se fundó el primer hospital pediátrico, y recordando al Dr. Fernando Quijano Pitman, autor de Primicias Médicas Potosinas, entre otros libros más,

Carlos Diez Gutiérrez, quien fuera Gobernador del Estado de San Luis Potosí.

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este lugar ha sido un semillero de hechos dentro de la histo-ria de la cardio-logía clínica y quirúrgica.

El trabajo del Dr. Zazueta cuenta con 30 capítulos, que si bien cortos, están llenos de información, pues no contienen lo que llamamos “paja”; están enriquecidos con múltiples citas. Nos refiere vívi-damente quiénes fueron los ascen-dientes de Otero, como es el caso de Mariano Otero, cuyos restos reposan en la Rotonda de los Hombres Ilus-tres de Jalisco.

El autor no se contentó con hacer una simple biografía, pues a partir de un dato en la vida de Otero, nos lleva de la mano para

comentar los descubri-mientos médicos que

se enlazan intermi-nablemente hasta llegar a México. Para los médicos jóvenes, alejados de los epónimos tan usuales en la medicina, les será

benéfica e intere-sante la lectura del

libro, que está escrito en forma amena; así,

Zazueta nos guía por aquellos padeci-mientos frecuentes en tiempos de Otero.

Otero no descuidó la geogra-

fía médica, y disertó acerca del tifo y el paludismo, su etiología y su profi-laxis, ahondando en datos acerca de la altitud de los terrenos y el clima en donde más se presentaban estas entidades nosológicas. En este libro también se trata acerca de la descrip-ción que hace Otero de un caso de

Dr. Gustavo José Pagenstecher, cirujano decimonónico que ejerció en San Luis Potosí.


fractura del cráneo con hundimiento, salvado por la trepanación. Zazueta comenta que no solamente Otero hacía procedimientos neuroquirúr-gicos en San Luis Potosí, y recuerda a Gustavo Pagenstecher, entre otros más.

Trabajo interesante sería el conocer qué guardaba la biblioteca de Otero, pues era una persona sumamente culta, que estaba al día en los adelantos médico-quirúrgi-cos habidos en Europa y en Estados Unidos. También podemos conocer en estas páginas de sus estudios sobre el embalsamamiento.

Zazueta nos refiere la interven-ción quirúrgica de tres aneurismas, publicada en la Gaceta Médica de México en 1901 en la que intervinie-ron Miguel Otero y Arce y Fernando Quijano Pitman. También nos acerca a la Academia Nacional de Medicina, que recientemente festejó sus 150 años de vida. Diversos artículos desfilan a lo largo de esta obra: Clínica y profilaxis a propósito de la fiebre tifoidea en San Luis

Potosí, que apareció en el periódico El Estandarte, que dirigía el insigne historiador Primo Feliciano Veláz-quez Rodríguez (1860 - 1953); otro acerca de la disentería, y alguno más acerca del tifo. También se incluye el elogio del Dr. José Olvera, miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina de México, y finaliza haciendo una disertación sobre el trabajo original de Otero. Además la refutación que hace a la Academia Nacional de Medicina al rechazar sus estudios acerca del tifo, que fueron injustamente desechados, y que la sociedad potosina defendió. Lista también los biógrafos de Otero, y a las personas que han recibido el premio Miguel Otero y Arce.

Quiero felicitar al Dr. Eduardo Raúl Zazueta Quirarte por esta excelente obra, deseando que San Luis Potosí haga más investigacio-nes histórico-médicas de sus perso-nalidades, para que no solo México, sino el mundo entero, conozca lo que se ha hecho y lo que se hace en este terruño. Gracias.

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HistOriA del exAMen PrOfesiOnAl

por el Dr. Homero Haro Leyva

La mañana del jueves 15 de diciembre del año 1881 la Escuela de Medicina del Instituto Científico y Literario vivió un hecho inédito: el Sr. Andrés A. Mora, en el colo-nial edificio del Instituto y ante un jurado compuesto por cinco sinoda-les: cuatro médicos y un farmacéu-tico, fue examinado en forma oral

teórica, y defendió la tesis inaugural para el Examen de Medicina, Ciru-gía y Obstetricia que versó sobre la

“Influencia del tratamiento antisép-tico”. A la mañana siguiente, vier-nes 16, en las salas del Hospital Civil, entonces a un costado del templo de San José, en la primera calle de Negrete, exploró y revisó a cuatro

Esquema que muestra de manera global los cambios que ha experimentado el examen profesional con el correr de los años.


pacientes que le señalaron sus sino-dales, y posteriormente fue interro-gado acerca de lo observado en su práctica.

En su formato inicial, el examen profesional se sustentaba después de cinco años de estudio. Su presentación era individual ante un jurado integrado reglamentaria-mente por cinco sinodales: cuatro médicos y un farmacéutico, debiendo presentar una tesis recepcional. Se aplicaba en dos días hábiles segui-dos: el primer día era interrogado por cada sinodal por un tiempo de entre quince a treinta minutos sobre temas médicos o sobre su disertación. Al siguiente día presentaba, ante su jurado, un examen práctico en el que podía interrogar y explorar a los pacientes indicados en entera liber-tad, para al final ser nuevamente cuestionado sobre sus conclusiones clínicas, diagnósticas y terapéuticas. Podía ser aprobado por mayoría o por unanimidad, incluso se podía aprobar Medicina y reprobar en Cirugía y Gineco-Obstetricia. Esta

práctica se mantuvo hasta el final del siglo XIX.

En 1899 se implantó la ley que agrega el sexto año de la carrera, pero este dio inició en forma irregu-lar en 1900 y se cursó hasta 1907. A principios de 1908 se abandonó el requisito de presentar una tesis final. El 20 de enero de ese año se examinó al Dr. Ismael Vela Vázquez con la tesis “Breves consideraciones sobre el tratamiento de la sífilis adquirida”, que fue la última presentada.

Cincuenta alumnos cursaron la carrera durante el periodo de 1881 a 1908 y presentaron sus tesis, que se conservan en la Biblioteca Central de la Universidad, aunque cuatro de ellas se han perdido. En 1908 el Gobernador del Estado, Ing. José Manuel Espinosa y Cuevas promulgó la ley “sobre instrucción secundaria”, que en el artículo 82 señala que no presentarían examen final aquellos alumnos que hubie-ran cursado estudios profesionales en forma destacada. Otro artículo

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señala que serán tres los sinodales del examen final.

Durante el periodo de vigencia de la Ley (1908 a 1923), se titularon en el Instituto por “haber obtenido por calificación ínfima tres MB” un grupo de 81 alumnos (45 abogados, 27 ingenieros, cuatro farmacéuti-cos, tres parteras y solo dos médi-cos), esta diferencia fue el resultado de la reglamentación del artículo

82 en que se dispuso que se excep-tuara de lo dispuesto en dicho artí-culo a la carrera de medicina, según oficio de fecha del 11 de febrero de 1916 enviado por el Vicerrector y el Secretario del Instituto al Ejecutivo del Estado.

Es de señalar que los alumnos que tuvieron ese mérito no queda-ron registrados en el Libro de Actas de exámenes profesionales. En esos

Incremento en la proporción de estudiantes del sexo femenino a través de los años de matrícula de nuestra Facultad de Medicina.


casos, el único documento proba-torio de la expedición del título es la copia del oficio enviado por la Dirección del Instituto al Goberna-dor del Estado donde se informaba que “había satisfecho lo señalado en la mencionada Ley en su artículo 82 y debía expedirse su título profesio-nal”. En esta condición quedaron los alumnos: Pedro Amerena, el 17 de noviembre de 1911, y María Castro Rojas, primera mujer poto-sina graduada en Medicina, el día dos de enero de 1912.

En el año de 1915, el Gral. Gabriel Gavira Castro (1867 - 1956), Gobernador y Comandante Mili-tar, confiscó el edificio del Hospital para Niños y Ancianos “San Carlos Borromeo” y trasladó el antiguo Hospital Civil de la calle de Negrete, que durante 34 años fue el crisol de los médicos potosinos, a este otro, sobre la calzada de Guadalupe, y al que puso, con toda justicia, el nombre del “Dr. Miguel Otero y Arce”.

El último médico que presentó su examen práctico en el viejo Hospi-tal Civil fue el Dr. Francisco Segura, el día 15 de diciembre de 1914; y el primero en efectuarlo en el Hospital «Dr. Miguel Otero y Arce» fue el Dr. David Cortés el 14 de diciembre de 1915.

A partir del año 1925 se volvió a cursar el sexto año de la carrera de Médico Cirujano. El formato de examen profesional presentado después de cinco o de seis años (de 1925 a 1929), en forma individual, teórico y práctico, ante un jurado de tres sinodales, principió el día 16 de marzo de 1908 con el examen al Dr. José Ireneo Contreras y se mantuvo hasta el día 21 de noviem-bre de 1929, fecha en que se presentó el Dr. Zoltan Frank. En este periodo se graduaron 88 médicos y se inclu-yen las primeras cuatro mujeres que cursaron la carrera de medicina en nuestra Escuela y que representaban, entonces, apenas un 4.54 por ciento del total de los egresados.

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El examen profesional se modi-ficó al agregar dos sinodales, para aumentar a cinco, y por primera vez se inscriben en el libro de actas las fechas del examen teórico y del prác-tico. El Dr. Orencio Soni Alarcón presentó su examen los días 2 y 3 de diciembre de 1929. El examen prác-tico se realizó en el Hospital Civil

“Dr. Miguel Otero” y el teórico en el Edificio Central de la Universi-dad Autónoma de San Luis Potosí, por primera vez con cinco sinodales.

El Consejo Directivo Universi-tario acordó, el día 5 de diciembre de 1936, que la calificación que se otorgara a los sustentantes fuera de

“aprobado o reprobado por unanimi-dad o mayoría”. A partir de 1943 se instaura el Servicio Social al termi-nar la carrera y que deberá durar seis meses. Este hecho modifica el plan de estudios y el Examen Profe-sional se realiza al término de aquel.

El 25 de agosto de 1945, por acuerdo del Consejo Directivo Universitario se indica que solo se puede aprobar el examen profesional

por unanimidad o reprobarlo. El examen profesional en su parte prác-tica se realizó durante treinta y dos años en el Hospital Civil “Dr. Miguel Otero y Arce”; le tocó al Dr. Alfredo Rodríguez Berrones presentar el último el día 12 de abril de 1947. Los siguientes exámenes prácticos se realizaron, a partir del 11 de octubre de 1947, en el Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto” e inició con el realizado al Dr. Antonio Gerling Castillo. Por 22 años se efectuaron en dicho Hospital hasta principios de 1969, siendo el Dr. Salvador Muñoz Muro el último en presentarlo los días 7 y 8 de febrero.

——————————————Exámenes prácticos

realizados de 1881 a 1969

——————————————Hospital Civil (1ª Calle de Negrete) 1881-1914

Hospital Civil “Dr. Miguel Otro” 1914-1947

Hospital Central “Dr. Ignacio Morones Prieto” 1947-1969

——————————————

Debe señalarse que el examen del egresado 350, efectuado los días


14 y 15 de junio de 1951, que corres-pondió al Dr. Francisco Gómez Méndez, fue el último inscrito en los libros de actas de la Secretaría General de la Universidad. Con fecha del 11 de junio de 1951, el Lic. Daniel Berrones, entonces Secreta-rio General, le autoriza a la Escuela de Medicina su propio libro de actas que inicia como libro número 10. La primera acta se refiere al examen del Dr. Guillermo Guerra Gonzá-lez, efectuado los días 18 y 19 de junio del mismo año. En este libro también se inscribieron los exámenes de 17 de los primeros estomatólogos egresados de nuestra Universidad, hasta que a esa Escuela se le otorgan sus propios libros de actas.

El internado de pregrado da inicio el día 10 de diciembre de 1956 como parte del currículum. Al mismo tiempo se modificó el sexto año de la carrera para que los alumnos ya no cursasen asignaturas teóricas. Este cambio se dio gradual-mente, hasta lograrse en 1961.

Con la construcción del edificio propio para la Escuela de Medicina se modificó el lugar donde se presen-taron los exámenes teóricos de la carrera durante 78 años: el Edificio Central de la Universidad. El último se realizó ahí el día 6 de junio de 1958 al Dr. Manuel Nava Gutiérrez de Velasco. Después se cambia de sede al edificio actual de la Escuela, en aquel año aún en construcción, con el examen del Dr. Zenón Agui-lar Cervantes el día 16 de junio de 1958. El edificio, ya terminado, fue inaugurado el dos de diciembre de 1963. El Servicio Social aumentó de seis a doce meses en el año de 1965.

Durante cuarenta años, desde 1929 hasta 1969, el formato del Examen Profesional, después de seis años de carrera (el sexto de inter-nado, desde 1956) con un Servicio Social, primero de seis meses (1943) y luego de un año (1965), se presentaba en forma individual ante un jurado de cinco sinodales. Era teórico y práctico en dos días seguidos, debiendo aprobarse por unanimidad.

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Permitió que se graduaron 625 alum-nos: el número de médicas aumentó a 73, lo que en su época representaba un 12 por ciento.

En julio de 1969 el Consejo Técnico Consultivo de la Escuela de Medicina propuso un cambio al formato del Examen Profesio-nal, que eliminó el examen prác-tico, quedando como requisitos para efectuarlo: seis años curriculares, incluyendo el internado de pregrado, presentarlo al término del Servicio Social y elaborar un informe final al término del servicio que debía ser aprobado por el Departamento de Medicina Preventiva. El examen se presentaba en forma individual, oral y teórico, ante un jurado de cinco

sinodales. El primero en hacerlo así fue el Dr. Adalberto Juárez Casti-llo el día ocho de agosto de 1969. Durante los siete años en que así se realizó se presentaron 329 exáme-nes, 60 de estos fueron de mujeres, lo que muestra un incremento al 18 por ciento del total de graduados, casi dos de cada diez egresados. El día 30 de enero de 1976 se realizó el último al Dr. Víctor Manuel Hernández Soto. En este periodo hubo cambios en el ciclo escolar: hasta 1967 se iniciaba en febrero y para 1970 en septiembre.

Durante el año 1971, a propuesta de la Asociación de Padres y Tutores de la Universidad Autó-noma de San Luis Potosí se dispuso

Periodos Mujeres Hombres Total1881 - 1908 0 50 501909 - 1929 4 80 841930 - 1969 73 552 6251970 - 1974 60 269 3291975 - 1994 433 1026 14591995 - 2015 949 1066 2015

Número de egresados por segmentos cronológicos y por sexo.


eliminar el informe escrito del Servi-cio Social por considerarlo oneroso para los alumnos. El Consejo Direc-tivo Universitario dispuso con fecha del 14 de marzo de l972 que a los graduados de la Escuela de Medi-cina se les otorgara el título de Médico Cirujano en lugar del tradi-cional Médico, Cirujano y Partero, del que se expidieron 866 títulos. El último en recibirlo fue el Dr. Carlos Gil Cabello con el acta No 534 de fecha 29 de febrero de 1972. El primer título de Médico Cirujano se le otorgó al Dr. Miguel Layseca Yarza, graduado el 12 de mayo de 1972.

En febrero de 1972 nuestra Escuela de Medicina empezó a impartir cursos de posgrado con la especialidad de Psiquiatría. Esto habría de llevarnos al cambio de nombre por el de Facultad otorgado el 27 de agosto de 1983.

El Consejo Universitario aprobó el 15 de enero de 1976 otra modificación al formato del Examen Profesional: «se requieren los seis

años curriculares y se presenta al terminar el internado de pregrado, antes de salir al Servicio Social, en forma colectiva y por escrito.» Sin embargo, el título de Médico Ciru-jano se otorgaba hasta terminar el Servicio Social.

Esta modificación del Estatuto ocasionó que la generación de 1970

- 1976, presentara su examen el día 25 de junio de 1976, antes de salir al Servicio Social y que la generación 1969 - 1975 lo presentara, también por escrito hasta el día 24 de agosto de 1976, al regresar del Servicio Social. Para evitar confusiones en relación al número de Acta de Examen Profesional, en el libro de actas aparecen primero los egresados en 1975 y después los de 1976.

El día 22 de julio de 1994 se presentó el último grupo bajo el esquema de examen escrito: la generación 1988 - 1994. En total se graduaron con dicha forma de Examen Profesional 20 generaciones, el número de graduados se elevó considerablemente a 1459 médicos,

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de los que 433 fueron mujeres. La proporción de estas ascendió al 30 por ciento, lo que representa casi tres mujeres de cada diez egresados.

El primer egresado de la gene-ración de 1975 fue el Dr. Antonio Acosta Alonso, y el último de la gene-ración de 1994 fue el Dr. Jaime Raúl Zúñiga Noriega.

El Consejo Técnico Consultivo de la Facultad con fecha del 5 de junio de 1995 modificó nuevamente el formato: «se requieren seis años curriculares y se presenta después del segundo semestre del Servicio Social, en forma individual, oral, ante un jurado formado por tres profesores de la Facultad con dura-ción mínima de dos horas y debe ser aprobado por unanimidad.» Lo

inició la generación 1989 - 1995 con el examen de la Dra. Mónica Acosta Díaz de León sustentado el 19 de enero de 1996.

En 1997 se agregó como requi-sito para acceder al examen profesio-nal, presentar y aprobar el examen general de egreso de licenciatura (EGEL) del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Supe-rior (Ceneval). A partir del año 2000 también se agregó como requisito el haber aprobado los niveles de inglés que lo acrediten con 550 puntos del examen TOEFL.

A casi 100 años de haberse autorizado el sexto año de la carrera, en 2003 se agregó al plan curricular el séptimo: el año de Servicio Social, lo cual permitió cubrir la necesidad

Evolución del título de Médico Cirujano, que se desprendió del sustantivo «partero» en 1972.


de protección institucional para estos alumnos. Después de veinte años de aplicada esta modificación del Examen Profesional para la carrera de Médico Cirujano, iniciada con la generación 1989-1995, hasta la egre-sada el año 2015, se han graduado 2045 alumnos, de los que 948 son mujeres, representando un 45 por ciento del total.

Esta exposición de 135 años de aplicarse el Examen Profesional para obtener el título de médico nos muestra cómo sus cambios están

íntimamente ligados a la historia de nuestra Escuela. Sus pasos desde el Instituto Científico y Literario a la Universidad Autónoma, desde edifi-cios generales a su propio edificio. En lo práctico, desde el viejo Hospi-tal Civil de la calle de Negrete, al Civil “Dr. Miguel Otero” y al Hospi-tal Central. Y de cómo después de treinta años de graduarse solo varo-nes, a casi 105 años de las pioneras, las mujeres han superado añejos atavismos para, en la actualidad, graduarse a la par que los señores.

nuestrOs MentOres MédicOs

por el Dr. Pedro Alfonso González Ojeda

El Dr. Jesús Eduardo Noyola Bernal trajo a la atención de la Dirección el presente artículo publicado en el Pulso Diario de San Luis el 15 de mayo del 2015.

Quince de mayo, a la mitad del mes florido; de las

tardes aquellas en la iglesia de

San Francisco con los hijos que no se dejaban peinar y reclamaban paletas y yukis a todo momento, llevaban las flores a la Virgen con la misma devoción con que se va a las vacunas. Mes en que

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la construcción virtual de puentes permite a los trabajadores y estu-diantes ausentarse de los respec-tivos sitios de trabajo y docencia. Le suceden a la literatura muchos acontecimientos en este mes: el día de la Santa Cruz, se muere Ricardo Garibay (1923 - 1999), escritor y ensayista polémico al que solo le leí La casa que arde de noche, pero no me perdía ninguno de sus inte-resantes programas de televisión. También, pero un día 4 de mayo, nace Carlos Monsiváis Aceves en 1938, al que le lloran todavía sus gatos ronroneros que lo perdieron recientemente (2010).

Mayo me hace recordar al escritor ruso Aleksander Pushkin (1799 - 1837), a Rosario Castellanos Figueroa (1925 - 1979), por supuesto a Juan Rulfo ( Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, 1917 – 1986) que mañana hubiera cumplido noventa y siete años, pero necio, murió joven y habita entre los muer-tos de Comala y entre los escritores de México, tal vez con excepción

de Juan José Arreola Zúñiga (1918 - 2001), con quien dirimió afrentas derivadas de la autoría de algunos cuentos. Hoy por lo visto, han de estar perdonados del pecado de insurrección literaria. Don Alfonso Reyes Ochoa (1889 - 1959) debe haber sido el árbitro de esas desave-nencias pues escogió mayo para nacer el día diecisiete.

Mencionaré a Arthur Conan Doyle (1859 - 1930), a Víctor Hugo (1802 - 1885), a Alfonsina Storni Martignoni (1892 - 1938) que mere-cieron este mes para nacer o morir.

Ricardo Garibay, abogado y escritor hidalguense. Fue conductor del programa de televisión «Calidoscopio» cuando el Canal 13

era propiedad de Imevisión.


Y todos ellos de alguna forma han sido mentores de quien a la letra dedican su pasión y vida. De cada uno de ellos se abreva en el mundo literario. Pero en realidad la inten-ción de hoy es ofrecer un homenaje a los maestros que condujeron nues-tras aspiraciones de ser médicos en una época en la que ser universitario

se relacionaba con el torbellino de Tlatelolco 68; la gente procuraba no acercarse mucho a las universidades pues la violencia represiva del dien-tón de Gustavo Díaz Ordaz Bola-ños (1911 - 1979) nos puso en guar-dia como lógica respuesta. Además había, de por sí, una tradición de rebeldía y vandalismo en algunos grupos de la UASLP allegados al rector; sus porros, por decirlo claro, y que hoy militan en la política o fueron gobernadores, diputados y alguno que otro senador de la repú-blica. O sea: la vida no cambia.

Juan Rulfo, escritor jalisciense, además de escritor fue fotógrafo. Aquí aparece retratado y

retocado por sí mismo.

Carlos Monsiváis, escritor que murió de fibrosis pulmonar y fue Cronista de la Ciudad

de México.

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Decía entonces que los maes-tros han merecido siempre un apar-tado especial en nuestras incur-siones literarias. Comienzo con el doctor Vicente Coronado Cárdenas (1893 - 1969), maestro de Anatomía que hereda la tiránica época del Dr. Abundio Estrada Aranda (1898 - 1959); da a su cátedra un cariz parecido sin el terrorismo obsesivo del doctor Abundio. Me preguntó la clase diariamente y debo agrade-cerle que me enseñara a estudiar y a ser responsable, cosa que en la Prepa no tuve. Le sigue Camilo Apess Mahmud (1930 - 1994), peculiar

profesor de Histología y Embriolo-gía, consecuente con la muchachada, gustaba de ir de fiesta con nosotros. Otro profesor de los primeros años fue el Dr. Miguel Román Barrios Zubiaga (1912 - 2000) con su Meto-dología Estadística, le apodaban desde años atrás “El Nembutal” por la cualidad somnífera del medi-camento. Uno más que ha muerto ya, es el maestro Napoleón Barrera Pratt (1929 - 2012), de quien todos guardamos un recuerdo imperece-dero y cuyas cualidades humanísti-cas han permeado en muchísimas

Juan José Arreola, escritor existencialista jalisciense, autor de historias cortas y promotor

de la lectura en voz alta.

Nuestra embajadora en Israel, Rosario Castellanos, poetisa, murió en Tel Aviv en

1974.


generaciones, aparte de sus sobrados conocimientos de la neurología.

Avanzamos y llega a nues-tras aulas el profesor Edmundo Téllez-Girón Sánchez (1927 - 2011). Clases de primera, laboratorio eficaz, exámenes impasables para los menos dispuestos a la bioquímica, rigorista sin par, suspicaz, simpático, galán con las compañeras. Inolvidable el profesor Téllez. Otro que jamás se perderá en el olvido: Dr. Carlos Garrocho Sandoval (1931 - 2014). Sus clases de Microbiología bien prepa-radas, de un decir fino, elegante en sus exposiciones, buen melómano, taurino, historiador y buen amigo, apretaba pero no ahogaba, pasa-mos todos. Estuvo como profesor de patología clínica el célebre maestro Tomás Velázquez (1921 - 1978). De los mejores anatomopatólogos que ha dado México. Brillante en sus clases, rayaba en conferencias magistrales, organizaba bien sus sesiones en el anfiteatro, respetuoso con el cadá-ver, extremadamente limpio en las autopsias.

Gerardo Antonio Morales Aguilera (1928 - 2014), maestro de fisiología, farmacología y los respec-tivos laboratorios. Catedrático exigente pero de bonhomía extraor-dinaria, buen conductor de vocacio-nes a los que siguieron la investiga-ción. Sus frutos son ahora médicos encumbrados. El llorado maestro Héctor Vázquez León (1928 - 1972), también farmacólogo, estricto en sus exámenes, algo incomprensible en sus clases, pero bien intencionado a la hora de presentar los de título de suficiencia (Aplausos).

Cuando comienza el contacto con el hospital recuerdo al Dr. Baltasar Martínez Rodríguez (1930 - 2012) y su espléndida propedéutica, al Dr. Miguelito Guerra González (1911 - 1972) y sus discernimientos de cómo harían los astronautas para ir al baño, al fin gastroenterólogo. Su hermano, Carlos Guerra, otorrino, que nos enseñó poco pero de calidad, abandonó el barco estudiantil por sutilezas del grupo, en fin. Qué decir del Dr. Rivera Coronado, legista,

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comprometido con su vocación y con la violación y estupro, temas favori-tos, que de haberle puesto atención hubiésemos entendido más de la conducta de los pederastas. Llega el turno al Dr. Salvador Nava Martínez (1914 - 1992), maestro de oftalmolo-gía, sobradamente honesto, inteli-gente, cumplidor con su compromiso

universitario, excelente ser humano, maestro y amigo fuera del aula.

El Dr. Guillermo Guerra González (1922 - 1979), cirujano de película, pulcro, arrogante al caminar, pero de sencillez y amis-tad sinceras. Otro más, mi amigo y profesor Dr. Guillermo Cadena Fernández (1928 - 2009), urólogo didáctico, camarada fuera del aula, con amplio sentido de la responsa-bilidad y conocedor de los mejores chistes del momento, no todos de su especialidad. Lo mismo de don Pedro Bárcena Hiriart (1906 - 1990), al que poco seguimos en el aula por su edad, pero en la práctica privada

Dr. Guillermo Cadena Fernández.

Dr. Pedro Bárcena Hiriart, quien le da nombre a la más moderna clínica del ISSSTE en San

Luis Potosí.


trabajé varias veces en el control cardiológico de sus pacientes en las cirugías urológicas. Maestro de amplio sentido del humor y con un bagaje de vida que aconsejó la mía reiteradamente, pero no entendí. Recuerden, nadie aprende en cabeza ajena. Otros maestros que festeja-mos en su tiempo y que este espacio no permite su recuerdo pero saben sus familiares que los tenemos en la mente y en el ejercicio diario de nuestra amada profesión.

HistOriA de lA escuelA

por el Dr. Alberto Alcocer Andalón

En 1987 el Dr. Alberto Alcocer Andalón accedió a escribir un resumen de su célebre libro para que apareciera en una publicación nacional periódica que pretendía dar a co-nocer las historias de las escuelas de medi-cina del país. La idea no prosperó, pero el resumen del Dr. Alcocer permanece y aquí lo ofrecemos a ustedes.

En la época de la Conquista la medicina azteca, en lo que hoy

es México, había alcanzado un alto nivel de desarrollo; sin embargo, esta ciencia apenas había logrado la categoría de oficio y era transmitida

Dr. Guillermo Guerra González.

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de padres a hijos. La enseñanza de la medicina (ticiotl) giraba sobre una teogonía, era teúrgica y basada en la astrología, por lo cual había varios dioses con poderes sobre la vida y las enfermedades. La principal era Centéotl, venerada por los médicos y cirujanos, los sangradores y los que dan yerbas para abortar.

La calidad científica de la medi-cina azteca era elevada: el conoci-miento de los padecimientos internos y la utilización de yerbas y hongos en su tratamiento era asombroso; baste decir que la farmacopea actual ha incorporado sesenta drogas utiliza-das por el indígena americano. En cuanto a la cirugía su adelanto era notable: el Texoxotla-ticitl trataba fracturas del cráneo, canalizaba abscesos, hacía suturas, quitaba pterigiones, curaba hemorroides y hacía circuncisiones. También reali-zaba cirugía plástica de la nariz. El tezalo arreglaba fracturas y colocaba teas de palo de ocote en el canal medular de los huesos fracturados cuando estos no consolidaban.

El personal médico que acom-pañó a Cortés en su expedición a México era escaso, cuando no nulo; unos suponen que le acompañaban el cirujano Juan Mestre, mientras otros afirman que era el doctor Ojeda. De todas formas este personal médico era insuficiente, y con frecuencia los soldados españoles eran atendi-dos por compañeros improvisados como médicos, aunque los de calidad superior eran atendidos por médicos nativos; el mismo Cortés los prefería. A la caída de Tenochtitlan, y con el señuelo del oro, vinieron otros médi-cos españoles, sin embargo la mayo-ría prefirió acompañar a Cortés en sus nuevas expediciones, por lo que el ayuntamiento tuvo que contratar en 1525 al barbero y cirujano Fran-cisco Soto para que residiera en esta capital.

Las continuas epidemias forza-ron a que los frailes y curande-ros fueran autorizados a ejercer la profesión, permitiendo además a los médicos nativos a trabajar también. De esta manera los franciscanos


establecieron colegios como el de la Santa Cruz de Santiago Tlate-lolco en 1536, y el de San Nicolás en Morelia, fundado por don Vasco de Quiroga; del primero surgió el más antiguo médico mexicano: Martín de la Cruz, autor del primer libro americano de farmacología, tradu-cido al latín por otro indígena, Juan Badiano, conocido por esto como Códice Badiano.

En 1533 abrió sus puertas la Real y Pontificia Universidad de la Nueva España, en donde la ense-ñanza de la medicina dio comienzo el 7 de enero de 1579, siendo el primer profesor el doctor Juan Anto-nio de la Fuente. En 1598 se creó la cátedra “Vísperas de Medicina”, a cargo del doctor Juan Plascencia. En 1619 se incluyó la cátedra de Anatomía y Cirugía, que junto con las dos anteriores y la aprobación en

Artes, daban el título de Bachiller en Medicina, diferente al de barbero.

Hacia 1792 la enseñanza de la medicina se basaba aún en las eras galénica, hipocrática y avicénica; todo intento de mejoría estaba desti-nado al fracaso. Al consumarse la Independencia el pensamiento se abrió a la Ilustración francesa, y en 1822 el Congreso pide al Protomedi-cato reformas acordes con la nueva época. En 1825 se decidió reunir en una misma persona los dos títulos: el de médico y el de cirujano. El 21 de noviembre de 1831 desapareció el Tribunal del Protomedicato, susti-tuyéndolo por la Facultad Médica de México. Dos años más tarde el doctor Valentín Gómez Farías, en su carácter de vicepresidente, dio la orden de suprimir la Universidad de México, creando en su lugar una Dirección General de Instrucción

Una página del Libellus de medicinalibus indorum herbis, o Códice Badiano que permaneció en el Vaticano hasta que Juan Pablo II lo regaló a los mexicanos en su viaje a Mérida en 1990. El códice había sido encomendado por Francisco de Mendoza, hijo del primer Virrey de la Nueva España, y después fue

regalado al Cardenal Barberini. Formó parte de la Biblioteca Vaticana de 1902 a 1990. Hoy en día es custodiado por el INAH en su Biblioteca de Antropología e Historia.

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Pública, con seis establecimientos; el cuarto de ellos era el de Ciencias

Médicas. Con esto nació una nueva era en la enseñanza de la medicina.

La medicina potosina en la Época Colonial

La medicina indígena de las razas que habitaron lo que hoy es el estado de San Luis Potosí, nunca alcanzó el florecimiento de la azteca. No lo alcanzaron los huastecos, raza afín a la maya, y mucho menos los pames o los guachichiles, razas nómadas, feroces y bárbaras, “que andan desnudos in puris naturalibus”, que cuando están enfermos “no utili-zan medicamento alguno, como no sea el de abstenerse de tomar alimen-tos. Sin embargo rara vez están enfermos”, como decía Fray Pedro Nieto.

No hay noticias de si algún facultativo acompañó a Fray Diego de la Magdalena y al capitán Caldera a su labor de pacificación de la Guachichila; lo más proba-ble es que algún fraile se ocupara de las atenciones médicas. Hasta

1590 se llevaron a la Guachichila a 400 familias tlaxcaltecas, población que aumentó notablemente al darse el bramido del descubrimiento del mineral de San Pedro. En 1596 se vio la urgencia de construir un hospital que se logró hasta 1611, obra debida a la filantropía de don Juan de Zavala, personaje a quien algunos confunden con su sobrino Juan de Zavala y Fanárraga.

Antes de este hospital aparece en San Luis Potosí el primer facul-tativo titulado: el cirujano Pablo Torres y Segura, que presta sus servi-cios a la población; seguramente fue el primer autorizado a ejercer con permiso la labor de médico.

Hacia 1643 ya se contaban once facultativos autorizados debi-damente; sin embargo, se dispuso en 1662, por orden del virrey Luis

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Enríquez Guzmán, que solo podían ejercer la medicina y la cirugía aque-llos que presentaran títulos, cartas de

aprobación y nuevo examen ante las autoridades correspondientes en ese lugar.

El siglo XIX

A principios de este siglo la ciudad de San Luis Potosí contaba apenas con dos médicos y tres ciruja-nos para atender a la población. En 1808 no había médico en la ciudad y, recomendado por el doctor García Jove, el puesto le fue concedido a

don Anastasio Bustamante, quien al estallar la guerra de Independen-cia se alistó en las tropas de Calleja y el puesto quedó vacante, para ser ocupado más tarde por don Manuel Altamirano, que cedió su puesto a don Pascual de Aranda.

La viruela

Esta epidemia que asolaba al país se dejó sentir también en San Luis Potosí. Causaba, además de

mortandad, el que las personas quedaran marcadas de por vida. Es por esta época que Jenner descubre

Afortunadamente, en 1979 la viruela se convirtió en la primera enfermedad infecciosa erradicada por el hombre a base de una intensa vacunación mundial.


la vacuna antivariolosa y Balmis la introduce a México. Previo a ello el virrey Iturrigaray había nombrado una “comisión vacunal”, presi-dida por el potosino José Ignacio García Jove Capelón y Espinoza, que también era presidente del

Tribunal del Protomedicato. En 1803 el médico Pedro García infor-maba en San Luis Potosí de estas dificultades y se quejaba de que “los facultativos no habían tenido eficacia en propagar el pus vacuno” (sic).

La primera escuela de Medicina en San Luis Potosí

Se consumó la Independen-cia, concluyó el efímero imperio de Iturbide y se proclamó la Repú-blica. Con todo esto la enseñanza de la medicina sufrió transforma-ciones trascendentales: se acabó el Protomedicato y surgió una nueva corriente de la enseñanza de la medi-cina. Brotaron nuevas escuelas por todo el país: en Oaxaca (1827), en Morelia (1829), en Mérida (1833) y en Puebla (1834).

En 1826, en San Luis Potosí, se publicó la primera Constitución Polí-tica del Estado, cuyos artículos 263 y 264 señalaban que la más sagrada de las obligaciones de la Legislatura Local era velar por la instrucción de

los habitantes del estado. No tocó al primer Gobernador del Estado, Ilde-fonso Díaz de León, iniciar oficial-mente la enseñanza de la medicina en este lugar debido a incidentes políticos que cambiaron las circuns-tancias. El privilegio correspondió a Vicente Romero, principal enemigo político de Díaz de León, quien el 14 de julio de 1827 inició formal-mente la enseñanza con seis cáte-dras: anatomía, botánica, química y otras tres de las que no se conserva registro. No hay datos más cerca-nos acerca de esta primera Escuela de Medicina; sin embargo, estos son suficientes para afirmar que la hubo y que si, como lo asienta el

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historiador Muro, hacia 1821, “no se conseguía un médico que con pron-titud atendiera un enfermo”, para 1827 el cambio era notable. En 1837

el ayuntamiento publicó una lista de 11 facultativos autorizados para ejer-cer su profesión, y un año después a la misma se añadían cuatro más.

La consolidación de la República

En esta época, tan aciaga para el país, de guerras intestinas y acechanzas del exterior, tampoco las epidemias abandonaron el país. Es admirable la forma en que los hombres de la época se preocupaban por la atención de la salud y por la instrucción pública.

En San Luis Potosí el gobierno del centro tuvo que acudir en auxilio económico de las autoridades loca-les. Se pensó incluso, debido a ello, en clausurar el Hospital de San Juan de Dios en 1844. El cuerpo médico potosino iba, aunque lentamente, en aumento. Algunos médicos habían emigrado, otros fallecido, pero a los antiguos se sumaban nuevos. El doctor Joaquín López Hermosa llegó a ocupar interinamente el puesto de

gobernador del Estado en 1856 y cambió de ubicación, por razones de higiene, el Hospital de San Juan de Dios, cerrando con ello un ciclo de atención hospitalaria que duró 245 años.

En el Colegio Guadalupano Josefino varias cosas habían suce-dido para entonces: en 1852 Julián de los Reyes lo puso bajo la depen-dencia del obispado de Michoacán y en 1855 fue transformado en Semi-nario Conciliar; para 1859 Vicente Chico Sein lo toma del clero y esta-blece el Instituto Científico y Litera-rio de San Luis Potosí. Los azares de la Guerra de Tres Años y los embates del imperialismo francés, que llegó a ocupar el edificio como enfermería,


impidieron la reanudación de las clases.

En 1870 es nombrado gober-nador del Estado don Mariano Escobedo (1826 - 1902), quien

realizó una denodada labor por el Instituto y por la carrera de medi-cina. Para reanudar la enseñanza, Escobedo contó con la ayuda de la Sociedad Médica de San Luis Potosí, que estaba deseosa de elevar el nivel de la medicina. La naciente agru-pación médica potosina recogió el fruto de sus trabajos científicos en la revista La Fraternidad, primera revista médica potosina (1874-1875). Entre los casos ahí publicados destacan uno de resección del maxilar inferior, presentado por Esteban Olmedo y Gregorio Barroeta; otro de mielo-meningocele cervical, del último de los autores mencionados; una revisión sobre disentería de Matilde Rojas, trabajo que fue el primero que se publicó en la revista y que su autor no pudo ver impreso por haber falle-cido de la misma enfermedad.

Fundación de la Escuela de Medicina

En 1876 el país sufrió una revuelta más: la de Tuxtepec, acau-dillada por Porfirio Díaz contra

Sebastián Lerdo de Tejada. La no adhesión al Plan de Tuxtepec lanzó al exilio al entonces Gobernador del

El General Mariano Escobedo fue Gobernador de San Luis Potosí y de Nuevo León y

comandante del ejército que acepta la rendición de Maximiliano de Habsburgo.

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Estado Pascual María Hernández, quedando en su lugar el Coman-dante militar Carlos Diez Gutié-rrez. El doctor Ignacio Gama, a la sazón Director del Instituto Cientí-fico y Literario, tenía ya preparado el plan de estudios para la Escuela de Medicina, que presentó y resultó aprobado por el Comandante Diez Gutiérrez.

El 29 de enero de 1877 apareció en el Periódico Oficial el aviso de que se abrían, entre otras, las cátedras del primer año de medicina. El 9 de febrero de 1877 el doctor Gama reci-bió la siguiente circular: «Por esta fecha se dice a la Secretaría y al Sr. Tesorero de Instrucción Secundaria lo que sigue: Atendiendo el Gober-nador y Comandante Militar a una de las necesidades imperiosas para que la instrucción secundaria tenga el desarrollo debido en el estado, se establece la construcción de un edificio para la Escuela de Medi-cina, compra de libros, instrumen-tos, etc. Para lograr fin tan noble es necesario hacer algunos gastos que

por la escasez de fondos en la Teso-rería del Instituto no podrían verifi-carse, siendo por lo mismo urgente proveerle de estos recursos; dispone aquel respetable funcionario que la cantidad que por derechos a heren-cias transversales tengan que entre-gar los albaceas de la testamentaria de Doña Clara Arias de Cortines y que pertenecen al Estado… quede destinado exclusivamente a la cons-trucción de la Escuela de Medicina.»

Con tan buenos augurios la Escuela de Medicina inició sus clases el 15 de febrero de 1877, contando con cuatro alumnos inscritos, y se empezó a adquirir lo necesario para impartir las clases, para lo cual se envió a París al doctor Pedro Garza, Vicedirector del Instituto. Los primeros profesores fueron: León Villaseñor en Anatomía Descrip-tiva; prosector de esa materia: Agus-tín Guzmán, y Francisco Limón, profesor de Farmacia. El sueldo de los docentes fue de 50.00 pesos mensuales.


Los primeros 25 años de escuela

Durante estos años se consolidó el Porfiriato, y la Escuela de Medi-cina potosina tomó cauces definitivos. Entre México y Puebla se formó a la primera médica mexicana: Matilde Petra Montoya Lafragua (1859 - 1938), quien obtuvo su título el 25 de agosto de 1887. Entre los maestros que le ayudaron a concluir su forma-ción en la Ciudad de México estu-vieron los doctores Lavista y Lucio. La recepción de la doctora Montoya abrió las puertas de la universidad para que la mujer siguiera otras carreras distintas a la de obstetricia.

Hacia 1880 se publicó la segunda revista médica científica: Anales de la Sociedad Yatrodélfica, con trabajos de profesores y de alum-nos de la escuela. La escuela iba creciendo poco a poco y consoli-dando su prestigio al grado que se le consideró la tercera en importancia en el país. Llegaron potosinos que habían estudiado fuera del estado y otros del extranjero. Aparecen así:

Miguel Otero, Ismael Salas, Alberto López Hermosa, Ignacio Alvarado, Gustavo José Pagenstecher, Jesús Monjarás, Enrique Jurado, Daniel García, Antonio F. Alonso, Hora-cio Uzeta, José María Quijano, y otros muchos más. Un potosino que, aunque trabajó en México, dio renombre a la medicina fue el doctor José Ramos, oftalmólogo notable que llegó a ser Presidente de la Acade-mia Nacional de Medicina y quien fue el primero en describir y extraer un cisticerco ocular.

Los últimos años del siglo XIX se distinguieron por contener en sí tragos dulces y amargos en la vida de la Escuela de Medicina. Los princi-pales acontecimientos que se dieron fueron: la construcción del Hospi-tal Militar, inaugurado en 1890, la construcción del Hospital Infantil en 1893, la creación de laboratorios para producir vacuna antirrábica, la campaña contra la epidemia de tifo en 1893, la creación de la Junta de

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Salubridad, la reali-zación del segundo C o n g r e s o Médico Mexi-cano en 1894, los proyectos para hacer un nuevo Hospital por el rumbo de Santiago, y para crear una Escuela de Enfermería; la fundación del Sanato-rio Quirúr-gico Gratuito en 1899 y la del Consulto-rio Pediátrico, y finalmente la constitución de la Sociedad Médica. Asimismo se publicaron las siguien-tes revistas médicas: Boletín de la Inspección de Salubridad Pública, Anales del Hospital Infantil de San Luis Potosí, y El progreso médico. En estas revistas se pueden leer las formidables interven-ciones quirúrgicas del cráneo, de las arterias y del abdomen, realizadas

por Miguel Otero, Gustavo Pagenste-

cher, José María Quijano, y otros más; destacan también los estu-dios sobre aneu-rismas de Enri-que Jurado, y los

estudios anatómi-cos y angiográficos

de Daniel García.La Escuela de Medi-

cina enfrentó una huelga de los estudiantes por el escaso erario a pesar del “progreso”

porfiriano, y las condiciones depri-mentes para el ejercicio de la medi-cina en los edificios. Por si fuera poco, el gobernador Carlos Diez Gutiérrez decidió suprimir en 1894 el primero y segundo años de la carrera, lo cual no fue obstáculo ya que los docto-res Ignacio Alvarado, padre e hijo, y Antonio F. López, impartieron la

La primera médica mexicana, Dra. Matilde Petra Montoya Lafragua se graduó en el Distrito Federal en 1887, después

de haber ejercido varios años como partera.


cátedra en su propia casa. De esa forma la Escuela llegó a finalizar el siglo, y a esas alturas se crea el sexto año de la carrera y se modifica el

plan de estudios. En sus primeros 25 años la escuela había producido 32 nuevos médicos, cerrando así sus primeros cinco lustros de existencia.

Creación de la Universidad

En las dos primeras décadas de este siglo se sucedieron aconte-cimientos que cambiaron la ruta de México: en 1910 se dio en San Luis Potosí el primer Congreso Liberal que promulga el ideario de la Revo-lución Mexicana, sobreviene el movi-miento armado, cae Porfirio Díaz, se lucha contra Huerta el usurpa-dor, se promulga la Constitución de 1917, es el asesinato de Carranza y se consolidan los regímenes emanados del Plan de Agua Prieta. En todos estos acontecimientos tomaron parte importante los potosinos del Instituto Científico.

Mientras tanto, los progresos de la medicina potosina continua-ban y se hacían reformas educativas de gran importancia. El profesor de fisiología Antonio F. López inició

la enseñanza de su materia en el laboratorio siguiendo el método de Claude Bernard, propuesto años antes por Ismael Salas. Él mismo usó los rayos X un año después del descubrimiento de Wilhelm Conrad Röntgen (1845 - 1923) y al mismo tiempo que don Tobías Núñez los introdujera a México.

En 1907 se fotografió este grupo de estudiantes con tres de sus profesores sentados: José María Flores, doctor Uzeta, doctor Alonso,

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doctor Quijano e Ismael Vela Vázquez. De pie Flores Cárdenas, Miguel B. Reyes, Adolfo Molina, Remigio Rosendo Alemán, José Ireneo Contreras y Crescenciano Rivera.

En 1912 Horacio Uzeta, Direc-tor del Instituto, propone a la Junta Directiva que los estudiantes hicie-ran prácticas desde el tercer año de la carrera y que si el hospital era insuficiente se usaran para ese fin los sanatorios particulares. Mien-tras tanto el nosocomio seguía en situación deplorable. Solo fue hasta que Otero vendió su Hospital Infan-til cuando se adaptó un local que se llamó “San Carlos Borromeo”. Precisamente ahí, en 1915, el Gober-nador trasladó el Hospital Civil, al que se le impuso con toda justicia el nombre de “Miguel Otero”.

En 1917 se funda otro centro que ha sido de gran importancia para el ejercicio y enseñanza de la medicina: la Escuela Médico Mili-tar, a instancias del doctor Enrique Osornio, precedida por la Escuela

Práctica Médico Militar. Asimismo en 1920 se crea la Escuela de Enfer-mería que auxiliará en lo sucesivo a la Escuela de Medicina.

Así transcurría nuestra vida académica cuando el 10 de enero de 1923 don Rafael Nieto Compeán (1884 - 1926) estableció la Universi-dad Autónoma de San Luis Potosí. En uno de los incisos del Decreto se decía que una de las partes consti-tutivas de la naciente Universidad sería el Hospital Civil “Miguel Otero”. Este decreto no se logró cumplir cabalmente sino hasta 1934 cuando se constituyó definitivamente la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Mientras tanto la insti-tución era llamada indistintamente Instituto o Universidad, aun en los papeles y documentos oficiales.

En 1926, siendo rector León Moctezuma, la institución celebró el Primer Centenario del Colegio del Estado. Esta celebración debió ser el centenario de la instalación del Colegio Guadalupano Josefino, ya que este, en 1853, fue transformado


en Seminario, y apenas hasta 1859 recibió el nombre de Instituto Cien-tífico y Literario.

Los lustros siguientes:1927-1952

Para este tiempo solamente quedaban tres distinguidos profeso-res que habían recibido su título en el siglo XIX: los doctores Francisco

de Asís Castro Vélez, José María Quijano y Manuel Nava Martínez. Ellos eran el trait d’unión entre los pioneros de la Escuela de Medicina de San Luis Potosí y los médicos de principios del siglo XX; juntos habían mantenido la marcha de la institución en tiempos difíciles y habían formado una pléyade de jóvenes médicos: los doctores Juan Herón Sánchez Carrasco, José Méndez Macías, Nicolás Aguilar, José Ireneo Contreras, etc., quienes fueron auxiliados por los recién egre-sados Jesús Nemorio Noyola Zepeda, José Martínez Castro, Vicente Coronado Cárdenas, Gustavo Flores Cuéllar y Gabriel Carranza Azpilcueta, entre otros. Aunque la producción científica fue casi nula, debido a las difíciles circunstancias por las que se atravesaban, el mérito de todos ellos fue conducir atinada-mente la ya cincuentenaria Escuela de Medicina.

Aunque los estudiantes en ese tiempo preferían realizar los dos primeros años de la carrera en la

Dr. Francisco de Asís Castro Vélez.

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ciudad de San Luis Potosí y el resto en la ciudad de México debido a la enseñanza deficiente de la clínica en la primera, sí hubo muchos esfuerzos que agruparon a los médicos potosi-nos en pro de un mejor nivel acadé-mico: así la revista Higieya publicada en 1929 es un ejemplo de ello, y se crea en 1931 la Unión Médica Poto-sina, pie del actual Colegio de la Profesión Médica.

En 1941, el Secretario de Asis-tencia Pública, el Dr. Gustavo Baz Prada (1894 - 1987), envió a un arquitecto para localizar el mejor lugar para iniciar lo más pronto posible la construcción del nuevo nosocomio. Se expropiaron por causa de utilidad pública, en 1942, 25 hectáreas de la Garita de Jalisco. La primera piedra del hospital fue colocada el 4 de abril de 1942, y se concluiría cuatro años más tarde. En sus reuniones el patronato de la Escuela informaba de los importan-tes donativos para terminarlo; más adelante la Universidad nombró primer Director del Hospital al doctor Ignacio Morones Prieto, y al hospital se le denominó: Hospital Central; su inauguración se realizó el 17 de noviembre de 1946, pero no empezó a funcionar de inmediato. En diciembre de ese mismo año el Dr. Morones renunció al puesto y se nombró en su lugar al doctor Jesús Nemorio Noyola Zepeda, quien ocupaba también el puesto de Rector de la Universidad.

Dr. Gabriel Carranza Azpilcueta.


De 1952 a la época

El progreso continuaba lenta-mente. En 1952, entró como Rector el Dr. Manuel Nava Martínez, quien desde el inicio de su gestión promo-vió cambios, tanto en lo físico como en el sistema de enseñanza. Para empezar logró que la Federación Universitaria diera la cantidad nece-saria para construir el laboratorio de Anatomía Patológica en el Hospital

Central, incorporó a los dos prime-ros maestros de tiempo completo que hubo en la Universidad, el plan de estudios sufrió importantes modi-ficaciones, sobre todo en los años superiores, y se volvió a adoptar el sistema numérico para calificaciones.

Aunque la construcción del Hospital Central estaba ya en marcha, la Escuela de Medicina

El Dr. Ignacio Morones Prieto, a la derecha en la fotografía, fue el primer Director de Hospital Central. El Dr. Jesús Nemorio Noyola Zepeda, a la izquierda, fue el segundo Director del Hospital Central al mismo tiempo que era Rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Aquí los vemos fotografíados en

el café Rendez-Vous, en la planta baja del Hotel Panorama.

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no contaba aún con las instalacio-nes necesarias. La Universidad se empeñó en una lucha denodada para conseguir los terrenos, que se tenían planeados para un fraccio-namiento, de parte de un industrial. Los estudiantes y maestros de todas las carreras se unieron para conse-guir el triunfo, y gracias a esta unión y al decidido apoyo del Rector y del Gobernador Ismael Salas, se consi-guió la donación del terreno. El 31 de enero de 1954 fue colocada la

primera piedra en sencilla ceremo-nia, en la cual don Gustavo Flores Cuéllar, entonces Decano y después Director, pronunció un discurso alusivo.

Gustavo Flores Cuéllar duró en su nuevo puesto hasta 1955, fecha en que la Dirección fue ocupada por Ramón Villarreal Pérez, médico dedicado a la investigación y antiguo catedrático de las prácticas de fisiolo-gía. Con Ramón Villarreal al frente se continuaron realizando cambios

Dr. José Miguel Torre López.Dr. Gustavo Flores Cuellar, Decano y Primer Director de la Escuela de Medicina.


en el plan de estudios, incorporando más maestros de tiempo exclusivo y creando el Internado Rotatorio para los alumnos del sexto año. Para el Internado la Universidad pagaría una suma anual al Hospital, y los alumnos cooperarían con su sueldo de practicantes, que a la sazón era de 60.00 pesos mensuales.

Mientras tanto, la construcción del edificio continuaba, y ya en 1958 se impartían algunas clases en el nuevo local. Ramón Villarreal dejó la dirección de esta Escuela en 1959 para ir a ocupar un alto puesto en la Oficina Panamericana Sanitaria, dependiente de la OMS. Su lugar fue ocupado por Pablo Martínez Loyola, nombrado interinamente

por el Consejo Técnico de la Escuela. Estuvo en ese cargo hasta el 31 de marzo de ese año, fecha en que José Miguel Torre López (1919 - 2004) fue electo por el Consejo Directivo Universitario.

A José Miguel Torre López le correspondió terminar la construc-ción del edificio y seguir con las modificaciones en el Plan de Estu-dios, tendientes a dejar sin cátedra el sexto año de la carrera, para realizar el internado. Para esto fue necesa-rio sobrecargar el programa, cuyos cambios fueron: unir en uno solo el curso de anatomía, relacionar más la fisiología y la bioquímica y extender la medicina preventiva a práctica-mente toda la carrera.

Inauguración del nuevo edificio

El edificio de la Escuela de Medicina fue inaugurado solemne-mente por el presidente de la Repú-blica Lic. Adolfo López Mateos, el 2 de diciembre de 1963. Por esas fechas se había implemen-tado el Examen de Admisión, que

seleccionaba para ingresar a la Escuela de Medicina. Los maestros de tiempo exclusivo seguían formán-dose a través de becas de fundacio-nes extranjeras, sustituyendo a los primeros que se iban.

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También, a través de ellas, se recibía cada día más equipo para práctica y enseñanza de la medi-cina. El 30 de junio de 1972 la dirección de la escuela es asumida por José de Jesús Macías Mendoza, aunque desde cuatro años antes ya la estaba desempeñando. Ya en 1970 los cursos iniciaron en el mes de septiembre. También en 1968 los

estudiantes de los últimos años de la carrera contribuyeron para la cons-trucción de un edificio propio para el Internado, edificio que fue inaugu-rado el 16 de septiembre de 1971, y desde entonces lo habitaban Internos y Residentes del Hospital Central.

Para 1976, la Escuela de Medi-cina contaba con 743 alumnos (561 del sexo masculino) y 137 profesores

El Dr. (h. c.) Adolfo López Mateos en su visita inaugural a esta Facultad. Se encuentra flanqueado, a su derecha por el Dr. José Miguel Torre López, Director de la Escuela, y a su izquierda por el Dr. Jesús

Nemorio Noyola Zepeda, Rector de la Universidad.


(en 1972 había 84). De estos 137 profesores, 31 son de nuevo ingreso, designados con el carácter de Instructores que tienen a su cargo la enseñanza en el Instituto Mexi-cano del Seguro Social. En el área de ciencias básicas la mayoría son profesores de tiempo completo y el resto de tiempo especial; en las cien-cias clínicas la gran mayoría de los profesores son de tiempo especial y el resto son profesores de hora-clase o instructores. El edificio cuenta con oficinas, un Auditorio, amplias aulas, laboratorios, un Anfiteatro para disecciones anatómicas, un Biote-rio, un Departamento de Fotografía y una Biblioteca. Otra innovación reciente es que el cadáver será reem-plazado, en gran parte, por mode-los anatómicos para el estudio de la parte práctica de la Anatomía, aunque los cadáveres se seguirán usando en la enseñanza.

En 1977 la Escuela de Medi-cina de San Luis Potosí cumplió su primer centenario. Vive ahora profundos cambios que reafirman

su vida de constante movimiento hacia adelante. Cambiar en lo sustantivo ha sido el signo de esta Escuela; cambio no por estar “in” o por esnobismo. Transcribimos las palabras del maestro Manuel Nava Martínez: “El decir que la Escuela de Medicina viva días de profunda transformación, en ninguna forma lleva implícita la afirmación de que en épocas anteriores nuestra escuela haya vivido largos años anquilo-sada, pues cuando se carecía de los medios materiales para la enseñanza, esta deficiencia fue siempre suplida con éxito por la calidad humana y el desinterés de los maestros que han sabido colocar el nombre de la Escuela en sitio de honor”.

Actualmente la Escuela de Medicina cuenta con 48 investigado-res básicos y clínicos, y con 17 técni-cos académicos encargados de la enseñanza de pregrado y postgrado, prácticas de laboratorio, hospital, e investigación clínica y básica.

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MéritO AcAdéMicO universitAriO 2015

El pasado miércoles 27 de mayo del 2015 a las 18:30 h en el

Auditorio de la Facultad de Medi-cina se llevó a cabo la Ceremonia de Entrega de Reconocimientos al Mérito Académico Universita-rio de los programas académicos de Médico Cirujano y de Ciencias Ambientales y Salud. Dicha solem-nidad fue presidida por el Rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el M. en Arq. Manuel Fermín Villar Rubio, y el Director

de esta Facultad, el Dr. Alejan-dro Javier Zermeño Guerra. Esta formalidad tiene sus raíces en el antiguo Premio AH Robins que desapareció en 1989 y que reco-nocía, entonces, al mejor alumno de cada año y al mejor alumno de toda la generación. Hoy en día es la UASLP la que justiprecia a sus mejores educandos. En esta Cere-monia del 2015 fueron reconocidos los siguientes alumnos:

Primer año de Médico Cirujano

• Eric Uziel Martínez Soto• Sergio Eugenio Galván Torres

• Juan Carlos Mercado Labastida• Édgar Rodolfo Rocha Lara

Segundo año de Médico Cirujano

• Miguel Ángel Martínez Rojas• Miguel Ángel Duque Rodríguez• Daniel Arturo Herbert Anaya

• Germán Ricardo Magaña Ávila• Héctor Benjamín García

González


Tercer año de Médico Cirujano

• Cristian Alejandro Dimas Ramírez

• Isaac Israel Rodríguez Salazar

• Rosa Emma Alonso Zúñiga• Paola Elizabeth Albañil Bolaños• Iván Ledezma Bautista

Cuarto año de Médico Cirujano

• Jovanni Muñiz Ramos • Mercedes Eleri Yanes Lane• Alfonso Labarthe Rangel

Quinto año de Médico Cirujano

• Elisa Ortega Jordá Rodríguez• Idelia Natalie Plata Alcocer• Sarhej Sibell Nava García• Miguel Ángel Zamora López

• Ana Laura Moctezuma Tovar• Sandra Vianney Ramírez

Ojeda• Luis Adolfo Santos Calderón

Sexto año de Médico Cirujano

• Ignacio Alberto Portales Castillo

• María Isabel Jasso Ávila • Rodrigo Villafuerte Fernández

Mejor promedio de la generación (Médico Cirujano)

• María Isabel Jasso Ávila• Rodrigo Villafuerte Fernández

• Ignacio Alberto Portales Castillo

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Primer año de Ciencias Ambientales y Salud

• Rubén Romano Aguilar • Ángel Arturo Cabrera Cano

• Karen Neftalí Méndez González

Segundo año de Ciencias Ambientales y Salud

• Karla Fabiola Rangel Moreno• Xiomara Sarahí Sanjuán Meza

• Brenda Idalia Téllez García

Tercer año de Ciencias Ambientales y Salud

• Yeraldi Guadalupe Guillén Rodríguez

• Jocelyn Gabriela Almendárez Medina

• Guadalupe Vianey Landeros González

Cuarto año de Ciencias Ambientales y Salud

• Mauricio León Arce• Karla Jazmín Reyes Gallegos• Mariana Morales Vázquez

• Luis Alfredo Ortiz Vázquez• Selene Itahí Ruvalcaba Aranda• Eleno Uriel Sanjuán Meza

Mejor promedio de la generación (Ciencias Ambientales y Salud)

• Selene Itahí Ruvalcaba Aranda• Mariana Morales Vázquez

• Eleno Uriel Sanjuán Meza

——— §§§ ———


La Dra. María Isabel Jasso Ávila, mejor alumna de la genera-ción de Médico Cirujano, dirigió unas palabras de agradecimiento:

Me preguntaba cómo empe-zar un discurso que he escu-

chado de grandes oradores. Me preguntaba qué de lo que grandes mentes ya han plasmado año tras año podía externar; me quedan pocas pero al mismo tiempo tantas cosas que decir. Comenzaré con esta frase: «En lugar de ser un hombre exitoso, busca ser un hombre valioso, lo demás llega natu-ralmente». Lo dijo Albert Einstein (1879 - 1955). Si yo le preguntara a cada uno de los estudiantes aquí presentes, ¿qué es el éxito?, segura-mente obtendría varias definiciones. Me permití buscar la definición de la Real Academia Española la cual cito ahora mismo: «1. Resultado feliz de una actuación. 2. Buena aceptación que tiene alguien o algo. 3. Fin o terminación de un negocio o asunto.»

Para mí, es una excelente definición: corta y precisa, pero la realidad es que el éxito no es tan sencillo como dicha definición. Día con día, desde que nacimos, nos enfrentamos al reto de transformar todo lo que se nos presenta a través de nuestros sentidos. Día con día debemos aprender algo nuevo y posteriormente ser puestos a prueba para saber si dicho aprendizaje fue adecuado y significativo. Cada día tenemos metas que superar. Si el éxito fuera sencillo, la vida y el mundo mismo serían unos entes ideales, todos viviríamos sin preocu-paciones; pero sabemos que la reali-dad no es así.

El éxito es un hecho complejo; es propio pero también compartido. No me dejarán mentir si en este momento les pido que se imaginen a ustedes mismos, hace algunos años: recuerden a aquel niño pequeño que va a su primer día de preesco-lar, camina temeroso y tomado de la mano, ¿de quién?, de alguno de nues-tros padres, ¿y quiénes nos obligaron

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a quedarnos ahí por más que llora-mos y suplicamos que no nos dejaran en ese horrible lugar? ¡Claro, ellos! Y aunque en ese momento para noso-tros fueron los seres humanos más

insensibles del universo, nos motiva-ron desde ese primer paso a comen-zar nuestra formación. Cuando en primaria alguna situación no salía como esperábamos ¿a quién

La Dra. María Isabel Jasso Ávila, recién egresada de la Facultad en el momento de pronunciar las palabras que transcribimos. Observa a su derecha el Dr. Francisco Alcocer Gouyonnet, Consejero Maestro de

nuestra Facultad ante el Consejo Directivo Universitario.


recurríamos? ¡Claro!, corríamos para ver si papá o mamá nos podían sacar de aquel apuro, afortunada-mente, y no sé cómo, siempre tenían la respuesta correcta a esa difícil tarea. ¡Gracias papás por ayudarnos a dar nuestro primer paso y ser los propulsores de nuestra vida! Gracias a ustedes comenzamos a volar,

comenzamos a ser independientes, a trazar nuestro camino. Descubri-mos quiénes deseábamos ser y qué era lo que queríamos o no quería-mos en nuestra vida. La decisión de seguir con nuestros estudios y reali-zarlos de manera sobresaliente fue propia. ¿Quién los motivó u obligó a estudiar para ese examen tan difícil, ese primer gran reto en nuestra vida que posteriormente se convertiría en nuestra pasión? Fuimos apoyados por nuestros padres y nuestra familia, pero en realidad el ser que siempre se motivó a seguir, fuiste tú. Conse-guir este primer gran éxito fue lo que hizo que te dieras cuenta que todos los hilos de la vida se van tejiendo para que lograras lo que estabas destinado a ser.

Es en la Facultad de Medicina donde entendiste la gran pasión de la vida, donde descubriste que hacer lo que más te gusta y apasiona de manera entregada era la forma como te encontrabas aprendiendo. La Escuela te dio uno de sus frutos más grandes: el estar aquí sentado.

En el Bronx, en Nueva York, hay una escuela de medicina dependiente de la Universidad

Yeshiva que lleva el nombre de Albert Einstein.

BOL. INF. FAC. MED. V. 58, N. 2, 2015 107

Estamos aquí porque comprendimos ese misterio hermoso de la Escuela de Medicina donde buscando lo mejor para otro ser, nuestro paciente, nos enriquecemos espiritual e intelec-tualmente. Fue aquí donde dejamos de buscar destacar, nos olvidamos de nosotros mismos, y el paciente se volvió nuestra prioridad. No existe mayor regocijo que ser reconocido por algo que disfrutas hacer.

Nadie dijo que este caminar haya sido fácil y, compañeros más pequeños, no lo será. Nunca nadie nos dijo que iba a ser fácil salir de una guardia donde solo dormiste dos minutos para después tener que actuar como si hubieses dormido un día entero. Nunca nadie nos dijo que sería fácil ver marchar a ese paciente que tanto cuidaste porque lo venció su enfermedad, ni tampoco que te provocaría un gran dolor en el corazón; nunca nadie nos dijo que dejar a nuestras familias en eventos importantes por estudiar y estar de guardia iba a ser sencillo; pero a

los que están aquí sentados hoy les puedo decir que valdrá la pena.

Podrán enfrentar miles de difi-cultades, miles de obstáculos, miles de situaciones donde no sabrán qué hacer, pero el secreto está en creer en ustedes, en confiar que son capaces de afrontar cualquier reto. Que no decaigan los ánimos si no se sienten preparados, volteen a su alrededor y vean cuántos compañeros y familia tienen apoyándolos. Demuéstrenle al mundo hasta dónde quieren llegar, no dejen que la vida los limite.

El estar aquí sentados es un regocijo, tanto personal como para sus familias y maestros. Agradez-can infinitamente el tener a una familia que los apoya, que aunque en ocasiones nos encontremos de mal humor, estresados o casi al borde de la derrota, para ellos seguimos siendo radiantes, y ahí siguen de pie, dispuestos a decirnos todas nuestras cualidades y fortalezas aunque noso-tros las hayamos olvidado. Gracias, porque sin ustedes este reconoci-miento no sería una realidad.


No es el fin de una etapa, solo es el final de un capítulo, el libro se sigue escribiendo. Los invito a que reflexionen que si la vida los llenó de inteligencia y cualidades no es más que un reto. Porque debemos encontrar de qué manera podemos cambiar con todas nuestras riquezas personales el entorno que nos rodea. Está estrictamente prohibido dejarse

llevar por la corriente, es nuestro deber buscar la forma de ser dinámi-cos, de participar por un cambio, ser el ejemplo para nuestros compañeros.

Termino con una frase: «El éxito no se mide por la cantidad de exámenes que apruebes, sino por la cantidad de vidas que cambies y salves». Muchas gracias.

seMAnA de MedicinA

por Luis Fernando Barraza Araiza

Se trata de un evento organizado por los alumnos y dirigido hacia ellos mismos. Dentro de él, del 13 al 16 de mayo del 2015, se desarrolló el Congreso Nacional: Medi-cina de Vanguardia. Estas son las palabras inaugurales del alumno Luis Fernando Ba-rraza Araiza:

Buenos días a todos los presen-tes, quiero saludar y agrade-

cer a los miembros del presídium:

al Rector de nuestra Universidad Autónoma de San Luis Potosí el M. en Arq. Manuel Fermín Villar Rubio: ¡bienvenido Rector a esta su casa, donde los alumnos esta-mos conscientes y orgullosos del magnífico trabajo que ha hecho por nosotros!; a nuestro Director el Dr. Alejandro Javier Zermeño

BOL. INF. FAC. MED. V. 58, N. 2, 2015 109

Guerra, quien ha luchado incan-sablemente por elevar el nivel de nuestra Facultad y formar los mejo-res médicos del país; al Dr. Carlos Adrián Jiménez González, Secre-tario General de la Facultad; al Dr. Francisco Alcocer Gouyonnet, Consejero Maestro ante el Consejo Directivo Universitario; a la Dra. Juana Inés Grimaldo Avilés, Secre-taria Académica de la Facultad; y al Consejero Alumno Marcelo Héctor Soto Gaona. ¡Muchas gracias a cada uno de ustedes por el apoyo incondicional a este evento! Quiero también agradecer a las perso-nas que trabajaron un año entero para que todo esto fuera posible: Amador, Érick, Fer, Karen, Lupita, Mariano, Mónica, Nayeli y Sofía. Gracias por haber brindado gran parte de su escaso tiempo libre para hacer realidad este Congreso, y por haber realizado un excelente trabajo en equipo. Fue un placer compartir y trabajar con ustedes. Gracias también, a los doctores de nuestra Facultad de Medicina y

del Hospital Central, quienes nos apoyaron para poder contar con la presencia de ponentes provenientes de los institutos de más alta calidad a nivel nacional e internacional.

Ut Charitas Et Scientia Humani-tati Inserviant, es el lema de nuestra Facultad de Medicina, que traducido dice: Para que la caridad y la ciencia sirvan a la humanidad. No hay nada más hermoso, ni más humano, que trabajar para ayudar al prójimo. A lo largo de este Congreso, escucha-rán acerca de nuevos métodos diag-nósticos, nuevos tratamientos, nuevos retos y nuevas soluciones. Escucha-rán a hombres y mujeres que han dedicado su vida a aliviar el dolor, prevenir el sufrimiento y corregir las injusticias que rodean a la enferme-dad. Escucharán, precisamente, a la caridad y a la ciencia sirviendo a la humanidad.

Es un orgullo formar parte de una profesión, Facultad y Universi-dad comprometidas con la promo-ción de los valores más bellos inherentes al ser humano. Es un


compromiso que se demuestra en las aulas, prácticas y eventos de

esta naturaleza. ¡Bienvenidos a su Congreso. Muchas gracias!

Alumna del Summer Research Program

La Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí recibió a la señorita Bunga Diela, alumna de medi-cina de Yakarta, en Indonesia. La Srta. Bunga Diela participó por cinco semanas en el programa del Verano de la Ciencia Internacional. Durante la mayor parte de su estan-cia fue acompañada por los docto-res Jesús Flavio Martínez Morales y Christian Alberto García Sepúlveda, profesores de esta Facultad.

En esta fotografía del día 17 de junio del 2015 aparecen, el Dr. Alejandro Javier Zermeño Guerra, Director de la Facultad, la estu-diante Bunga Diela, y el Dr. Jesús Flavio Martínez Morales, Jefe

NOTICIAS

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del Departamento de Farmacología y responsable institucional del programa.

Embajadores africanos visitaron la UASLP

La Universidad Autónoma de San Luis Potosí recibió a ocho embaja-dores de África en el marco de la Semana de África en México. El Rector M. en Arq. Manuel Fermín Villar Rubio y el Secretario de Educación del gobierno del estado, M. en Políticas Públicas Vito Lucas Gómez Hernández, acogieron a los diplomáticos en el Edificio Central de la universidad. Además de los Directores de las Escuelas y Facul-tades de la UASLP, participaron Rectores de las otras universidades locales.

Los embajadores que nos visi-taron son los Excelentísimos Seño-res Leovigildo da Costa e Silva, Embajador de Angola en México; Abderrahman Leibek, Embajador del Reino de Marruecos; Sandile Nogxina, Embajador de Sudáfrica; Obou Marcelin Abie, Embajador de Costa de Marfil; Zhiri James

Gana, Embajador de Nigeria; Yasser Mohamed Ahmed Shaban, Embaja-dor de Egipto; Rabah Hadid, Emba-jador de Argelia; y Ahmed Mulay Ali Hamadi, Encargado de Nego-cios de la Embajada de la República Árabe Saharaui Democrática.

El rector dio la bienvenida y expuso que la matrícula de la UASLP es de 28 mil 376 estudian-tes de licenciatura, lo que abarca el 40 por ciento del total de estudiantes de licenciatura en el Estado. Afirmó también que el 77 por ciento de la investigación científica se hace en nuestra Institución.

Expuso que la UASLP tiene 14 Facultades, seis Campus y siete Insti-tutos de Investigación que son aten-didos por 3 036 profesores, de los cuales 1 967 son de asignatura, 830 de tiempo completo, 43 de medio tiempo y 196 técnicos académicos. Explicó que dentro de la plantilla


docente de tiempo completo hay 525 profesores con grado de doctorado, 241 con grado de maestría y 40 con alguna especialidad.

Por su parte el M. en Políticas Públicas Vito Lucas Gómez Hernán-dez destacó que San Luis Potosí cuenta con un sistema educativo sólido que comprende alrededor de 919 mil 765 alumnos de educación

básica, que son atendidos por 49 020 docentes en 10 618 escuelas públicas. Es decir que el estado atiende a uno de cada tres habitantes.

En la reunión se concluyó que San Luis Potosí es destino acadé-mico de estudiantes provenientes de África pues cuenta ya con la presen-cia de ciudadanos de 15 países de este continente, además de ser una

El Director de la Facultad de Medicina y tres de los embajadores de las naciones africanas

acreditados en México.

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entidad que apuesta por la equidad de sexo en la educación universi-taria, expresó el embajador Obou Marcelin Abie, quien destacó la participación de las docentes de la UASLP en la mesa de discusión.

El Decano de los Embajadores Africanos, Sr. Leovigildo da Costa e Silva, reconoció los lazos de coope-ración entre San Luis Potosí y África desde hace años, además del interés

de abrir sus puertas a la comunidad africana en materia de educación y ciencia, que son el camino para un futuro mejor. Señaló que este mundo cada vez más complicado necesita de la intervención de jóve-nes preparados que trabajarán por disminuir las diferencias sociales, entre otros problemas que aquejan al mundo actual.

Con nosotros el Dr. Jalife Sacal

El Dr. José Jalife Sacal vino a esta Facultad los días 27 y 28 de abril a impartir cátedra y un semi-nario de investigación. Este acto, que contó con la asistencia de alum-nos de primero y segundo año de la carrera de Médico Cirujano, se inscribe en la Cátedra de Investiga-ción «Dr. Jesús Adolfo García Sainz» organizada por el Departamento de Farmacología. Los temas desarro-llados por el Dr. Jalife versaron sobre las arritmias cardiacas.

El Dr. Jalife es de origen mexi-cano, médico cirujano egresado de la

Universidad Nacional Autónoma de México en 1979 y que desde hace 43 años radica en los Estados Unidos de América donde realiza investigación

Dr. José Jalife Sacal en el Auditorio de la Facultad de Medicina durante la Cátedra de

Investigación «Dr. Jesús Adolfo García Sainz».


básica. El Dr. Jalife es líder mundial en esta área de investigación, con más de 360 publicaciones internacio-nales en revistas indexadas, más de 25 000 citas a sus trabajos de inves-tigación y varios doctorados honoris causa. La inauguración de la Cátedra

estuvo a cargo de los doctores Jorge Fernando Toro Vázquez, Secreta-rio de Investigación y Posgrado de la UASLP y Carlos Adrián Jiménez González, Secretario General de la Facultad de Medicina.

cArtA Al AutOr

Dr. Homero Haro Leyva, autor de “Los egresados de nuestra Facultad”

Recibo con gran interés y leo del principio al fin el Boletín de nuestra querida Facultad. Gracias al Boletín mantengo los lazos afectivos y académicos con la medicina potosina y el progreso científico y docente de nuestro excelente Hospital Central.

En el número 4 de este año 2014, encontré en la página 211, que tomando en cuenta los datos publicados en las Historias de los doctores Alberto Alcocer Andalón y José Eduardo Noyola Bernal, y considerando además los libros de Actas disponibles, el acta No. 1, correspondió al examen profesional del Dr. Guillermo Guerra González, quien presentó examen los días 18 y 19 de junio de 1951; pero como usted puede comprobar en mi título, mi examen profesional fue el 9 y 10 de mayo de 1951. Fui el primero de mi generación que presentó el examen. ¿Por qué no está en las actas?

Le agradezco mucho compruebe este dato porque me siento excluido de los que hicimos la carrera en San Luis Potosí, y también excluido de los que hicimos prácticas en el Hospital Central. Atentamente.

Dr. Luis Antonio Duque Medellín.Pediatra

BOL. INF. FAC. MED. V. 58, N. 2, 2015 115

En seguida contesta el autor:

Estimado Dr. Luis Antonio Duque Medellín:

Con mucho agrado recibimos su comentario sobre el Boletín de la Facultad. Uno de sus objetivos es mantener esta relación afectiva en la Escuela y con sus egresados, y en su caso de una generación que cumple 65 años, lo que nos honra.

El artículo publicado se refiere a los Libros de Actas que se encuentran en la Facultad que inicia como libro No. 10 y la primera acta correspondió al Dr. Guillermo Guerra González. Las actas de médicos que presentaron su examen profesional antes están inscritos en los libros que se encuentran en el Edificio Central de la Universidad donde también se inscribían actas de otras profesiones.

La observación que hace es pertinente porque queda la impresión en el artículo referido que el primer egresado es el Dr. Guerra. Esa no era la intención del documento, sino solo establecer las actas que marcan los extremos de dichos libros.


De acuerdo a los listados actualizados de egresados, usted, señor doctor Duque Medellín es el egresado No. 343. Gracias.

Dr. Homero Haro LeyvaEncargado del Programa de Seguimiento de Egresados

cArtA Al editOr

Jesús E. Noyola BernalMayo del 2015

Facultad de Medicina de la UASLPOficina EditorialAv. V. Carranza No. 2405San Luis Potosí, SLP

Muy señores míos:

He leído con gran atención el artículo «Nuestra Facultad en 1956» de la pluma del maestro Ramón Villarreal, y me ha llamado la atención que señala que: «El gobierno del estado dirigió la Escuela de Medicina hasta el año de 1944, cuando se creó la actual Universidad de San Luis Potosí», dado que es ampliamente aceptado que la Univer-sidad inició su vida como tal el 10 de enero de 1923, (Decreto 106 del Gobernador Rafael Nieto Compeán). El mencionado decreto, sostiene Alberto Alcocer Andalón en su Historia de la Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí “solo se cumplió parcialmente y no sería sino hasta 1934 cuando definitivamente se constituye la Universidad”.

También me llamó la atención que señala el maestro Villarreal que al término de los estudios los alumnos llevarán a cabo Servicio Médico-Social en algún pueblo o aldea, el término “aldea” prácticamente no se utiliza para señalar las comunidades o pueblos de los diferentes municipios donde se realiza el tradicional y próximamente centenario Servicio Médico-Social.

BOL. INF. FAC. MED. V. 58, N. 2, 2015 117

Quiero terminar esta comunicación manifestando mi admiración y respeto para el Dr. Ramón Villarreal Pérez, a quien tanto le debe nuestra Escuela, ahora Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

Atentamente.

Dr. Jesús Eduardo Noyola Bernal

se Publicó HAce 25 AñOs

• Aparece la primera edición del libro de 295 páginas de José Miguel Torre López titulado De lo escrito y lo leído de la Editorial Universitaria Potosina.

• El Dr. Jerónimo F. Alvarado de la Tejera falleció el 14 de marzo de 1990. Se montó una guardia de honor en los pasillos de nuestra Facultad.

• Para celebrar el día del maestro en nuestra Facultad se impartieron sendas conferencias por los doctores Guillermo José Ruiz Argüelles y Eduardo Zorrilla

Hernández. Al final de las mismas se entregaron dos premios a nuestros mejores maestros. Por Ciencias Básicas lo recibió el Dr. Manuel Rodríguez Martínez; por las Ciencias Clínicas al Dr. José Luis Arenas León.

• Se organizó del 28 de mayo al 2 de junio la «Semana Nacional de la Epilepsia» en nuestra Facultad. Estuvo presidida y organizada por los doctores Ildefonso Rodríguez Leyva y Jerónimo Rodríguez Rodríguez.


se Publicó HAce 50 AñOs

• La planta docente es de 73 profe-sores, de los cuales cuatro ingresaron en el último año.

• Diez alumnos presentaron Examen Profesional en el ciclo escolar recién concluido.

• El Rector Lic. Guillermo Medina de los Santos da su anuencia para invertir en mantenimiento de las instalaciones físicas de los dormitorios del Internado del Hospital Central.

• El Laboratorio de Análisis Clínicos del Hospital Central se pone bajo la tutela del Departamento de Medicina Interna y funge como su primer Director el Dr. Enrique Torre López.

• Ingresa como Profesor Asistente del Departamento de Cirugía el Dr. Héctor García Córdoba.

• Fallece el 16 de junio de 1965 el Dr. José Méndez Macías. Había cumplido 84 años de edad y 54 años como profesor de la Escuela.

Dr. José Méndez Macías.

BOL. INF. FAC. MED. V. 58, N. 2, 2015 119

La historia de la Facultad

El Boletín Informativo de la Facultad de Medicina es una publicación trimestral de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el cual es editado por la propia Facultad e impreso en la Editorial Universitaria Potosina. Sus objetivos primordiales son los de informar y difundir los hechos de interés general que suceden dentro de la institución, o en la vida académica de sus profesores. Publica también textos relacionados con la historia médica potosina y con la enseñanza de la medicina. Su distribución es gratuita. Las suscripciones se reciben en el teléfono (444) 8.26.23.45, ext. 6653. La correspondencia deberá de enviarse a:

Facultad de Medicina de la UASLP Oficina Editorial Av. V. Carranza 2405 San Luis Potosí, SLP 78210 México


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