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    N

    Del 5 al 7 de septiembre de 2008 se realiz el VI Simposio Internacional de Arqueologa PUCP, bajo el

    ttulo El Periodo Formativo: enfoques y evidencias recientes. Cincuenta aos de la Misin ArqueolgicaJaponesa en el Per. Como indica el subttulo, se trat de un homenaje particular, pero de manera coin-cidente, ese ao hubo una razn adicional para celebrar: los 25 aos de la Especialidad de Arqueologa deesta casa de estudios.

    Debido a esta coincidencia, quiz hubiera sido oportuno concentrarse en la presentacin de las inves-tigaciones de nuestra Especialidad durante este cuarto de siglo, a modo de un simposio, pero ya se habanprogramado otras actividades que incluan planes de publicacin. Adems, de haberlo hecho, no hubieraconcordado bien con el adjetivo internacional de los simposios ni con las temticas especficas que los ca-racterizan. En todo caso, se hace preciso presentar los motivos de la decisin de limitar el homenaje al pri-mer acontecimiento, lo que evidencia los vnculos entre la Misin Arqueolgica Japonesa y la Especialidadde Arqueologa de la Pontificia Universidad Catlica del Per. Para ello, se debe indagar, brevemente, en lahistoria de los contactos y las investigaciones de ambas partes. En una publicacin reciente, Yoshio Onuki,nico sobreviviente de los 50 aos japoneses en el Per, present su versin de la historia de la Misin(Onuki 2010). De parte de la PUCP, cuento con una vinculacin directa con la arqueologa peruana desde1971, a partir de mis experiencias en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Seminario de

    Arqueologa del Instituto Riva-Agero.La primera expedicin de la University of okyo al Per lleg en 1958 bajo la direccin de Eiichiro

    Ishida. En el mismo ao, Josefina Ramos de Cox inici sus investigaciones en ablada de Lurn (Crdenas1999), las que se prolongaron por ms de tres dcadas. Los trabajos en el sitio fueron reanudados por laEspecialidad de Arqueologa entre 1991 y 1999. Desde 1961 hasta 1974, ao en el que falleci, JosefinaRamos de Cox fue Directora del Seminario de Arqueologa del Instituto Riva-Agero. Este Seminario

    ocup su sede actual en 1971, el mismo ao en que me incorpor a l con el fin de obtener material parami tesis de doctorado en Alemania. Inici mis trabajos en ablada de Lurn, pero, de forma paralela, entren contacto con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y decid dirigir mis estudios hacia lasocupaciones tempranas (periodos Arcaico emprano y Arcaico Medio) en las punas de Junn (1973-1975;Kaulicke 1980), bajo la direccin de Ramiro Matos Mendieta. Adems, me encargu de otro proyecto enPacopampa y Pandanche (Periodo Formativo) bajo la direccin de Pablo Macera (1973-1974) (Kaulicke2005 [1975]). Los trabajos en este ltimo sitio evocaron el inters de Kazuo erada y Yoshio Onuki, con losque inici contacto en 1975. Dado que mantuve relacin con el Seminario de Arqueologa, pude conversarreiteradamente con Josefina Ramos de Cox respecto de la posibilidad de profesionalizar e internacionalizarla investigacin arqueolgica en la PUCP. Antes de su sensible fallecimiento, ella haba logrado establecercontacto con entidades cientficas y personas influyentes de Alemania. Estos contactos posibilitaron el

    financiamiento del proyecto Obtencin de una cronologa de los recursos marinos en el antiguo Per(1975-1977) (Crdenas 1979), as como la donacin de un laboratorio para anlisis radiocarbnicos en elrea del fundo Pando. Adems, pudo iniciar los trmites para la creacin de la Especialidad de Arqueologa,una propuesta aceptada por el Consejo Universitario en 1975.

    anto con las investigaciones en ablada de Lurn como con el proyecto mencionado se recuperaronmuchos datos sobre sitios tempranos; sin embargo, hubo otro proyecto de carcter ms trascendental, elde Cerro Sechn, que se realiz en el lapso 1980-1985, financiado por la Fundacin Volkswagen (Lerneret al.1992, 1995). Los resultados de este proyecto fueron importantes y siguen siendo relevantes en lasdiscusiones sobre los orgenes de la guerra y otros temas relacionados. Fue debido a este proyecto quese intensificaron los preparativos para la creacin de la Especialidad. La Pontificia Universidad Catlicadel Per me invit a formarla, lo que se logr con el apoyo de la Embajada de Alemania y el Deutscher

    Akademischer Austausch Dienst (DAAD). Llegu a la PUCP en 1982 y el flamante programa inici susactividades al ao siguiente; desde entonces asum el cargo de coordinador de la Especialidad (1983-1989),y luego, tambin el de la maestra (1986-1989). Asimismo, tuve bajo mi responsabilidad la direccin

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    del Proyecto Arqueolgico Alto Piura, el primero que tuvo a su cargo la Especialidad (1987-1990; vaseKaulicke 1991). Uno de los componentes de mayor importancia del proyecto lo constituy la serie de in-vestigaciones sobre el Periodo Formativo en dicha zona (Guffroy 1994; Kaulicke 1998b). En 1982, reiniciel contacto con los investigadores japoneses, en particular con Yoshio Onuki, quien estaba trabajando enCajamarca Huacaloma y, luego, Kuntur Wasi. Con el tiempo, las relaciones se estrecharon e involu-

    craron la participacin de estudiantes de la PUCP en las excavaciones en curso en el pas, la asistencia deegresados de la University of okyo a cursos de la arqueologa en nuestra casa de estudios y la incorporacinde algunos de ellos como investigadores asociados. En la actualidad, un egresado de esta casa de estudiosse encuentra en Osaka con el fin de obtener su doctorado bajo la asesora de Yuji Seki. En lo personal, hesido invitado reiteradamente a okyo y Osaka para participar en eventos relacionados con la arqueologadel Per, as como para conocer la arqueologa del Japn.

    Los estudios sobre el Periodo Formativo ocupan un lugar importante en la enseanza e investigacinde la Especialidad. Entre las ltimas tesis de licenciatura relacionadas con el tema se cuenta la realizada porHugo Ikehara, que fue aceptada en 2007 (Ikehara 2007; vase Ikehara y Shibata 2008). l particip en elproyecto del magster Koichiro Shibata (vase su aporte en este nmero) y, a la fecha, se encuentra en laUniversity of Pittsburgh, Estados Unidos, con el fin de obtener su doctorado, para lo que ejecuta estudios

    propios en el valle de Nepea (vase este nmero). Este ao, otra tesis referida a esta etapa fue sustentadapor David Oshige, y en ella se analiz la relevancia del sitio de Qaluyu, en Pukara, Puno.

    En 1996 organic el I Simposio Internacional PUCP, que tuvo como ttulo Perspectivas regionalesdel Periodo Formativo en el Per. Participaron profesores y estudiantes de la Especialidad, entre otros,Mercedes Crdenas y Rafael Vega-Centeno, colegas norteamericanos, como om Dillehay, John Ricky Richard Burger, as como tambin los profesores japoneses Yoshio Onuki, Yuji Seki y Kinya Inokuchi.Muchas de las contribuciones fueron publicadas en el segundo nmero del Boletn de Arqueologa(Kaulicke[ed.] 1998). De hecho, Onuki y Seki ya haban aportado con artculos para el primer nmero (Onuki1997; Seki 1997). Con la convocatoria al simposio se trat de alcanzar definiciones ms precisas basadasen enfoques menos macroscpicos al escoger espacios definibles tanto por criterios geogrficos como por ladistribucin y naturaleza de los sitios que podran formar unidades contemporneas. Al buscar esta uninentre espacio natural y espacio cultural, evidentemente una unin estrecha e interdependiente, se buscatambin los principios de su ordenamiento, su centro y su periferia (Kaulicke 1998a: 10-11). Con los 17aportes sobre el tema se logr avances importantes, pero se percibi, tambin, algunas imprecisiones, ascomo el uso de terminologas heterogneas y una escasez general de datos bsicos.

    Con todo lo expuesto, queda claro que hay muchos vnculos temticos, personales e institucionalesentre el Japn y la PUCP, una lista en la que se puede aadir al Proyecto Arqueolgico Sicn, dirigidopor Izumi Shimada (vase Kaulicke 2009), as como los nexos con Shozo Masuda y Hidefuji Someda enlo que respecta a la etnohistoria, entre otros. Existan, por lo tanto, muchas razones para reunirse con losinvestigadores japoneses y organizar otro evento sobre un tema que nos une, pero no se trataba de volversobre lo que se hizo hace 12 aos atrs sino de darle un enfoque concentrado en el aspecto cronolgico. En

    la introduccin a este nmero se especificarn los propsitos.El VI Simposio Internacional de Arqueologa super con creces al primero. Hubo 20 ponencias, lamitad de ellas presentaciones de proyectos japoneses, en su gran mayora recientes y con abundancia dematerial indito, pero tambin se cont con la participacin de arquelogos del Per (Alva, Pimentel, Eleray Garca), de Canad (Chicoine y Nesbitt), de Alemania (Fuchs, Bischof y el suscrito) y de los EstadosUnidos (Rick), quienes tambin contribuyeron con datos sumamente relevantes y novedosos. Ya que elvolumen de todo este conjunto sobrepas en gran medida el que suele tener un nmero del Boletn, sedecidi compilar el material en ediciones consecutivas e invitar a otros colegas a participar. Algunos de losque ya haban sido invitados al simposio ofrecieron un segundo artculo, de modo que ahora cuentan condos contribuciones en lugar de una. De esta manera, se incluy a Julio Abanto, David Beresford-Jones,

    Allison Davis, om Dillehay, Markus Reindel y Johny Isla, as como Dwight Wallace, Mercedes Delgado

    y Jeffrey Splitstoser. Con el material reunido se concibi el plan de publicar dos nmeros sobre el tema delPeriodo Formativo en el Per. Dado el hecho de que se haba producido un retraso en la aparicin anual,la doctora Pepi Patrn, Vicerrectora de Investigacin de la PUCP y Presidenta del Directorio del Fondo

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    Editorial, ofreci la posibilidad de apoyo en la edicin de dichos nmeros (12 y 13) de manera simultnea,con el fin de que todas las contribuciones sean publicadas en el ao en curso.

    Resta agradecer a los que han contribuido al xito del simposio y a la publicacin de los aportes presen-tados. En primer lugar, debo expresar mi profunda gratitud a Yoshio Onuki, quien me permiti conocera fondo todo lo concerniente a los proyectos arqueolgicos realizados por la Misin Japonesa por medio

    de muchas conversaciones, visitas a sitios y participacin conjunta en mltiples eventos acadmicos en elPer y en el Japn. Gracias a l conoc, tambin, la arqueologa japonesa mediante varias estadas en esepas durante los ltimos 14 aos y es un honor para m contar con l como coeditor de esta obra. Por otrolado, tambin apoy con un prlogo y un aporte econmico importante a una publicacin dedicada alas cronologas del Periodo Formativo, cuya parte esencial es una sinopsis de los 50 aos de investigacinde los estudiosos japoneses sobre este tema (Kaulicke 2010). Acogi con entusiasmo la idea de realizar elevento y lo apoy en forma sostenida. Asimismo, agradezco a los profesores Yuji Seki, quien se encargde la coordinacin con sus compatriotas, y Yasutake Kato, quien consigui el apoyo econmico de laSaitama University. Extiendo mi reconocimiento a todos los investigadores japoneses que han contribuidocon muchos datos inditos a la consolidacin de una comprensin mucho ms detallada y precisa delFormativo norteo, una zona que hasta hace 40 aos era casi desconocida. Otros aportes muy importantesy novedosos para la misma rea fueron entregados por Ignacio Alva Meneses, om Dillehay, Jason Nesbitt,David Chicoine y Hugo Ikehara.

    De parte de la PUCP, debo mencionar de manera especial al doctor Enrique Gonzlez Carr, Directorde Actividades Culturales, quien consigui el auspicio y un aporte econmico del Rectorado, en la per-sona del ingeniero Luis Guzmn Barrn. El Vicerrector, y ahora Rector de la universidad, doctor MarcialRubio, tuvo la gentileza de participar en la inauguracin del evento. La entonces Jefa del Departamento deHumanidades, la doctora Pepi Patrn, nos ayud de diversas maneras, tanto en lo concerniente a la organi-zacin del encuentro como en la publicacin de la revista, como ya lo haba hecho en ocasiones anteriores(vanse notas editoriales de los nmeros 9 a 11). Ella, en particular, merece un reconocimiento especialpor su manifiesto inters en la promocin de la investigacin en la PUCP, lo que incluye los simposios y la

    publicacin del Boletn. Como en muchas ocasiones anteriores, la doctora Patricia Harman y su equipo seocuparon del desenvolvimiento eficiente del encuentro. Mi hijo Klaus dise el motivo central del afichey otros materiales de propaganda. Asimismo, cont con el apoyo del doctor Miguel Giusti, actual Jefe delDepartamento de Humanidades, quien se encarg de velar por el buen desenvolvimiento de los trabajosde edicin de la entrega presente. En relacin con las labores de edicin debo, como siempre, un agradeci-miento muy especial al seor Rafael Valdez, esta vez apoyado por la seorita Pamela Cueto. Asimismo, ellicenciado Hugo Ikehara dise el motivo de la cartula. La magster Patricia Arvalo, Directora Generaldel Fondo Editorial, y su equipo se encargaron de los trabajos finales y de la impresin. Por ltimo, quisieraagradecer al seor Holger Stenzel, Agregado Cultural de la Embajada de Alemania y a la seora MidoriUchida, Agregada Cultural de la Embajada del Japn, por sus gentiles palabras en la inauguracin delsimposio.

    PEER KAULICKE

    REFERENCIAS

    Burger, R. L. y K. Makowski (eds.)2009 Arqueologa del Periodo Formativo en la cuenca baja de Lurn, Coleccin Valle de Pachacamac 1, Pontificia

    Universidad Catlica del Per, Lima.

    Crdenas, M.1979 A Chronology of the Use of Marine Resources in Ancient Per, Seminario de Arqueologa, Instituto Riva-Agero,

    Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

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    1999 ablada de Lurn: excavaciones 1958-1989. Vol. I, Patrones funerarios, Instituto Riva-Agero/Direccin Acadmicade Investigacin, Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

    Guffroy, J. (dir.)1994 Cerro aaique: un tablissement monumental de la priode formative, en limite de dsert (Haut Piura, Prou) ,

    Collection tudes et Tses, ORSOM ditions, Paris.

    Ikehara, H.2007 Festines del Periodo Formativo Medio y ardo en Cerro Blanco de Nepea, tesis de licenciatura, Especialidad de

    Arqueologa, Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

    Ikehara, H. y K. Shibata2008 Festines e integracin social en el Periodo Formativo: nuevas evidencias de Cerro Blanco, valle bajo de Nepea,

    en: P. Kaulicke y . D. Dillehay (eds.), Encuentros: identidad, poder y manejo de espacios pblicos, Boletn deArqueologa PUCP 9 (2005), 123-159, Lima.

    Kaulicke, P.1980 Beitrge zur Kenntnis der lithischen Perioden in der Puna Junns, Per, tesis de doctorado, Philosophische

    Fakultt, Rheinische Friedrich-Wilhelms-Universitt, Bonn.

    1991 El Periodo Intermedio emprano en el alto Piura: avances del Proyecto Arqueolgico Alto Piura (1987-1990),Bulletin de lInstitut Franais dtudes Andines20 (2), 381-422, Lima.

    1998a Perspectivas regionales del Periodo Formativo en el Per: una introduccin, en: P. Kaulicke (ed.), Perspectivasregionales del Periodo Formativo en el Per, Boletn de Arqueologa PUCP2, 9-13, Lima.

    1998b El Periodo Formativo de Piura, en: P. Kaulicke (ed.), Perspectivas regionales del Periodo Formativo en el Per,Boletn de Arqueologa PUCP2, 19-36, Lima.

    2005 Pandanche. Un caso del Formativo en los Andes de Cajamarca,Arqueologa y Sociedad16, 141-180, Lima.[1975]

    2009 Te Sicn Archaeological Project and the Archaeology Specialty of the Catholic University of Per, en: I. Shimada,K. Shinoda y M. Ono (eds.), Precursor of the Inca Empire:Te Golden Capital of Sicn (en japons con resmenesen ingls), 389-391, okyo Broadcasting System elevision, okyo.

    2010 Las cronologas del Formativo. 50 aos de investigaciones japonesas en perspectiva, Pontificia Universidad Catlica delPer, Lima.

    Kaulicke, P. (ed.)1998 Perspectivas regionales del Periodo Formativo en el Per, Boletn de ArqueologaPUCP2, Lima.

    Lerner, S., M. Crdenas y P. Kaulicke (eds.)1992 Arqueologa de Cerro Sechn. omo I, Arquitectura, Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

    1995 Arqueologa de Cerro Sechn. omo II, Escultura, Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

    Onuki, Y.1997 Ocho tumbas especiales de Kuntur Wasi, en: P. Kaulicke (ed.), La muerte en el antiguo Per: contextos y concep-

    tos funerarios, Boletn de Arqueologa PUCP1, 79-114, Lima.

    2010 Prlogo, en: P. Kaulicke, Las cronologas del Formativo. 50 aos de investigaciones japonesas en perspectiva, 13-90,Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima.

    Seki, Y.1997 Excavaciones en el sitio La Bomba, valle medio de Jequetepeque, dpto. Cajamarca, en: P. Kaulicke (ed.), La

    muerte en el antiguo Per: contextos y conceptos funerarios, Boletn de Arqueologa PUCP1, 115-136, Lima.

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    ESPACIO Y IEMPO EN EL PERIODO FORMAIVO

    ISSN 1029-2004

    9BOLEN DE ARQUEOLOGA PUCP / N. 12 / 2008, 9-23 / ISSN 1029-2004

    E P F:

    Peter Kaulickea

    Resumen

    En esta introduccin se presentan los principios de la cronologa relativa y absoluta, ya que estos forman la base para el conjuntode trabajos reunidos en este y el siguiente nmero del Boletn, con el propsito de sealar malentendidos y usos poco precisados

    heredados de antao. Se enfatiza la necesidad de exponer los datos empricos en la construccin de las cronologas y secuencias parainsertarlas en un sistema de periodizacin general. Parte de esta discusin es, tambin, la terminologa, que debera destacarsepor su coherencia en vez de que se cuente con opciones ms o menos libres de expresiones con significados diversos. Por ltimo, sepresentan los trabajos incluidos en los dos nmeros dedicados el tema El Periodo Formativo: enfoques y evidencias recientes.

    Palabras clave: Periodo Formativo, cronologa relativa, cronologa absoluta, terminologa

    Abstract

    SPACE AND TIME DURING THE FORMATIVE PERIOD: AN INTRODUCTION

    Te basic principles of relative and absolute chronology are presented in this introduction as they form the foundation uponwhich the collection of papers, published in the present and subsequent issue of the Bulletin, base their chronological and culturalschemes. Te goal here is to compare and contrast these principles with common misunderstandings and misuses. Te need forempirical data for the construction of chronological sequences is stressed in order to place them within a single periodificationscheme. Another topic of concern is a coherent terminology rather than the use of different terms with different meanings. Lastly,the papers in these two issues are focused on Te Formative Period: Recent Approaches and Evidence.

    Keywords: Formative Period, relative chronology, absolute chronology, terminology

    1. Introduccin

    A partir de 1919, en los albores de la arqueologa cientfica nacional del Per, Julio C. ello (1880-1947),el primer arquelogo nacional, inici la conversin del sitio de Chavn de Huntar, en la sierra de Ancash,en la pieza clave de su visin del origen de la civilizacin en los Andes (vase Kaulicke 2010: cap. I). En elcurso de cerca de un siglo, esta visin fue consolidndose como un paradigma. Burger (2008: 682) observque este complejo no solo se considera un centro importante, sino un smbolo de la identidad nacional;por ello, en su reciente trabajo dice (Burger 2008: 700): El surgimiento de la esfera de interaccin chavndurante el Horizonte emprano, con sus facetas complejas y mltiples, debe investigarse a fondo an.No obstante, queda claro que este fenmeno estaba ntimamente ligado a la historia del sitio Chavn deHuntar y produjo un grado de integracin cultural en los Andes centrales sin precedentes. En este sen-tido, Chavn constituye, en un sentido amplio, la cultura matriz imaginada por ello hace casi un siglo(traduccin del autor). Con ello, es evidente la politizacin longeva y arraigada de un sitio, a expensas de

    a Pontificia Universidad Catlica del Per, Departamento de Humanidades. Direccin postal: av. Universitaria 1801, Lima 32, Per. Correo electrnico: [email protected]

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    todos los dems, motivada por el nacionalismo y el indigenismo. Esta centralidad de alcance panperuanoo aun pansudamericano, en el sentido de Carrin Cachot (1948: lm. XXVI) no se basa en un con-

    junto de evidencias arqueolgicas que puedan sustentar tales pretensiones sera difcil imaginar la exis-tencia de semejantes pruebas, sino en la necesidad de un glorioso origen nico como raz convenientedel nacionalismo moderno.

    Como es bien sabido, las bsquedas de orgenes suelen esconder motivaciones polticas. Aun envsperas de su reemplazo como smbolo de origen de la civilizacin por el complejo Caral que se ubicaen la costa (y no en la sierra oriental, que era el lugar de origen preferido de ello) y a dos milenios dedistancia en el tiempo del complejo monumental de Chavn, su carcter enigmtico sigue siendo, enalguna medida, insustituible. Su atraccin reside en su carcter, en apariencia, aislado, con rasgos modli-cos cuyo significado resulta, en el fondo, incomprendido. Es, por tanto, la visin romntica de una especiede Shangri-la, una isla misteriosa ubicada en un megaespacio dominado por su irradiacin (para usar untrmino favorito de ello). Si bien queda claro que dicho complejo carece de evidencias fehacientes quepuedan sustentar el inicio de la arquitectura monumental y del arte asociado, as como la presencia de elitesde cualquier tipo (salvo por argumentos indirectos) o de poblaciones importantes debido a la escasez ex-trema o ausencia definitiva de los contextos respectivos, destaca el enigmtico culto del felino, plasmado en

    obras de un estilo inconfundible que fundamenta el papel poltico-ideolgico del sitio. Sin embargo, essintomtico que no exista un catlogo completo de las piezas lticas decoradas de Chavn de Huntar laque, se supone, es la expresin ms pura del estilo; por lo tanto, su cronologa depende de la secuenciaarquitectnica que ha sido revisada, en forma fundamental, durante los ltimos aos.

    Al profundizar en la discusin arqueolgica, existe otro fenmeno ligado en forma directa al sitio: lacermica. A partir de la tesis doctoral de Richard Burger (Burger 1984; vase la versin en castellano enBurger 1998) se toma como evidencia de horizonte en su concepto, horizonte Chavn, definido porl mismo como muy tardo (400 a 200 a.C.)a la cermica janabarriu. Esta ms que el arte ltico,que resulta difcil de comparar por la escasez o ausencia de material fuera del sitio ha llevado a otrotipo de simplificacin, pues se supone que es oriunda del emblemtico conjunto, y la presencia de piezassemejantes en otros complejos a modo de un chavinoide en el sentido de como Chavn fuera de

    Chavn comprueba vnculos directos. La cermica janabarriu aparece de modo abrupto en Chavn:segn los resultados de anlisis ms recientes, unos cuatro siglos antes de 400 a.C. (vase discusin enKaulicke 2010), probablemente alrededor de 800 a.C. Un cuadro cronolgico reciente (Conklin y Quilter[eds.] 2008: fig. I.2) demuestra, de modo fehaciente, el estado poco consolidado de la cronologa del sitio,que cubre el total del Periodo Formativo, si bien subsisten discrepancias importantes entre seis propuestascronolgicas diferentes.

    Ya que todos los argumentos relacionados con el fenmeno Chavn o el problema Chavn se basanen la historia de este sitio, el esclarecimiento de su cronologa es un requisito bsico que an no se ha cum-plido con suficiente precisin para poder descartar las dudas acerca de su consolidacin. Pero no es solosu historia lo que an tiene que esclarecerse: son tambin sus conexiones con las historias de otros sitios,relacionados o no con Chavn. Al emplear el trmino historia se quiere enfatizar la definicin de even-

    tos, en el sentido de contextos de corta duracin en secuencias razonadas. Dicho trmino se opone al deproceso, el que carece de una definicin clara de tiempo y espacio, y su perspectiva es retrospectiva desdeun punto final interpretado como resultado de una secuencia indefinida de interrelaciones intuidas. Deacuerdo con esta posicin, el tenor general de los aportes de los nmeros 12 y 13 del Boletnes la discusinacerca de la cronologa. Este enfoque podra resultar casi anacrnico para los arquelogos de corte, msbien, terico y, evidentemente, para los que defienden la hegemona de Chavn por lo que es precisoaclarar los principios de la cronologa, sus problemas y sus alcances.

    2. Las cronologas del Periodo Formativo

    Este subttulo es el ttulo de un libro publicado recientemente (Kaulicke 2010), en el que se discute al

    detalle estos temas a partir de la perspectiva de los trabajos realizados por la Misin Japonesa desde hacems de 50 aos. En primer lugar, es ineludible tratar por separado dos enfoques cronolgicos: el relativo yel absoluto o numrico. Esta diferenciacin no debera ser necesaria, ya que es el modus operandi bsico de

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    la arqueologa, pero los que prefieren enfoques ms tericos se contentan con una seriacin de fechados ra-diocarbnicos con el fin de establecer parmetros generales de espacios temporales que bastan para definirprocesos. Por lo tanto, estos fechados adquieren una vida propia como evidencias arqueolgicas directas.

    Adems de ello, no se les toma como aproximaciones probables a un fechado por averiguar, sino comouna especie de fechas calendricas de valor independiente (a menudo sin la indicacin clara del carcter de

    la muestra y de su asociacin). Se convierte, en ese sentido, en una especie de tiempo neutral, objetivo yno cultural. Para resolver estos malentendidos y evitar argumentaciones circulares, es preciso esclarecer losprincipios de cada una de ellas para luego interrelacionarlas.

    2.1. La cronologa relativa

    En ausencia de sistemas calendricos que puedan correlacionarse con el actual, el tiempo se ordena deacuerdo con materializaciones en la superficie terrestre. Estas materializaciones, tanto no modificadas onaturales como modificadas o culturales, suelen compartir espacios. En casos de acumulaciones super-puestas de sedimentos, que se parecen a procesos observables en el presente, se establecen secuencias quepueden corresponder a acumulaciones anuales, como las varvas glaciares, las capas con contenido polnicos

    en pantanos, los sedimentos en el fondo de los ocanos, entre otros. Las comparaciones entre las caracters-ticas de estos sedimentos posibilitan la deteccin de cambios paleoclimticos o paleoambientales. Se tratade principios geomorfolgicos que permiten establecer estratigrafas. En la geologa se emplea, tambin, labioestratigrafa por medio del estudio de fsiles estratificados que se ordenan en biozonas que funcionande la siguiente manera: a) mediante la definicin del intervalo entre la primera y la ltima aparicin deuna sola especie (total range biozone), b) por la ubicacin de la especie precedida y reemplazada por otrasde la misma lnea filtica (consecutive range biozone), c) por la determinacin de la biozona caracterizadapor una sola especie como espacio entre la extincin de otra y la aparicin de una tercera (partial rangebiozone), d) por medio de la biozona caracterizada por una cantidad de especies diferentes que puedeno no estar relacionadas, en la que la aparicin y desaparicin de todas establece lo que se llama intervaloestratigrfico (assemblage biozone) y e) mediante la medicin de la abundancia de una especie que puede

    variar en el tiempo, si bien un intervalo con una proporcin alta de dicha especie puede servir para definiruna biozona (acme biozone) (Nichols 1999: 248, fig. 19.3). Estas biozonas pueden convertirse en unidadescronoestratigrficas cuando la formacin de una especie y su dispersin ocurren rpidamente, lo que seentiende como horizonte isocrnico. Puede ocurrir tambin que su extincin se d durante un periodogeolgicamente corto, lo que, asimismo, puede corresponder a un horizonte isocrnico. En otros casos, loslmites entre biozonas deben considerarse diacrnicos (Nichols 1999: 249-250).

    Si se aplican estos principios a las modificaciones sealadas al inicio, aquellas de tipo cultural suelenconformar superficies utilizadas de sedimentos. Mientras que las primeras se acumulan paulatinamente enritmos anuales, los llamados pisos de ocupacin se forman en intervalos mucho ms cortos; en el caso delas superposiciones, se caracterizan por interrupciones difciles de precisar en sus duraciones respectivas.En otras palabras, las ocupaciones en abrigos rocosos o estaciones al aire libre son breves, pero los espacios

    temporales carecen de una definicin fina debido a un grado mucho mayor de ausencia de ocupaciones.En estos casos, las comparaciones se hacen entre inventarios o conjuntos de artefactos lticos hallados enpisos, sin limitarse a las herramientas de tipo diagnstico (por ejemplo, las puntas bifaciales). Pese a laexistencia de este tipo de sitios durante el Periodo Formativo, sobre todo en las zonas altoandinas, no sehan obtenido las secuencias respectivas. Situaciones parecidas existen en conchales, como Ancn, Guaapey otros, o en salinas como San Blas, pero no fueron excavados ni analizados de acuerdo con los conceptospresentados, pese a tratarse de sitios preferidos por los arquelogos norteamericanos en la dcada de loscuarenta del siglo pasado (vase Kaulicke 2010: cap. I).

    La presencia de arquitectura, que es lo que caracteriza a la mayora de los sitios de este periodo, exigeprocedimientos analticos diferentes, ya que el componente de formacin de las capas sin intervencindel hombre se reduce de manera significativa a situaciones preocupacionales, posocupacionales y, even-

    tualmente, a interrupciones prolongadas entre ocupaciones. Por ese motivo, son de valor reducido paraevaluaciones cronolgicas y, por ello, sorprende que ello usara estos criterios para definir el inicio y el finde la presencia de elementos chavn en la costa. El problema no solo surge por la inexistencia de rasgos

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    culturales comparables, sino tambin por una situacin incompleta, en el sentido de la ausencia de criteriospara determinar las condiciones anteriores al inicio de las evidencias culturales relativas al primer momentoy a los posteriores al abandono definitivo del sitio. De este modo, la creacin de una especie de subestratogeneralizado de Chavn, con el fin de comprobar su anterioridad a las expresiones no chavn, y la hip-tesis que propone catstrofes generalizadas para caracterizar su final carecen de fundamentos cronolgicos

    aceptables. Este problema de ello ha mantenido su vigencia hasta el da de hoy.En la literatura abundan especulaciones acerca de un megaevento de El Nio alrededor de 500 a.C.como deus ex machinapara el colapso del sistema religioso de Chavn, en particular por la desaparicinde la caracterstica arquitectura monumental (vase Burger 1988: 141-142). Adems de la inexistenciade evidencias geomorfolgicas consolidadas, es preciso considerar algunos principios relacionados con elmegaevento y la ocupacin humana contempornea. Esta ltima se mantuvo en el lugar despus de dichoepisodio o lo abandon solo para que volviera a ser ocupado tiempo despus por las mismas sociedadesu otras. Para estudiar este momento, es preciso que se reconozca el proceso de formacin de la alteracingeomorfolgica, as como el carcter estratigrfico en relacin con las evidencias ocupacionales anterioresy posteriores a su formacin. De estas precondiciones depende la conservacin de evidencias aluvinicasmediante superposicin antes de su desaparicin por erosin posterior y la identificacin funcional y, so-

    bre todo, cronolgica de los restos culturales relacionados (Kaulicke 1993: 284; para casos del Formativovase Kaulicke 1993: 285-286). A ello se agrega, por cierto, la necesidad de fechar todo ello con muestrasde contextos confiables para fechados radiocarbnicos. Aunque se podra llegar a resultados consolidadosen una serie de sitios, es poco probable que se llegue a comprobar un abandono concertado debido alembate de este fenmeno climtico, en el sentido de ello u otros estudiosos.

    Los principios de la cronologa relativa para el Periodo Formativo son mucho ms pertinentes en rela-cin con la arquitectura, de la que se tiene mayor informacin acerca de sus expresiones monumentales.Gracias a los estudios pormenorizados de los arquelogos japoneses en Kotosh (Matsuzawa 1972), se pudoobservar en detalle el proceso de la formacin de este complejo (vase, tambin, Bonnier 1997), as comosu superposicin y enterramiento. Estos procesos son recurrentes incluso antes de Kotosh, caracterizantodo el Periodo Formativo y subsisten despus del mismo. Con ello se crean situaciones aptas para el esta-

    blecimiento de secuencias y, por lo tanto, de cronologas relativas. Adems, dichos procesos son fundamen-tales para entender los principios de la memoria de sus constructores, ocupantes o clientes que no terminancon el enterramiento final, sino que, a menudo, continan presentes en forma de contextos funerarios quereutilizan la arquitectura naturalizada (Kaulicke e.p. a). Como consecuencia de esto, existen eventos defi-nibles, entre ellos, la preparacin del terreno, las quemas rituales, la preparacin de pisos, el levantamientode muros y la preparacin de interiores y exteriores, adems de la ocupacin, modificacin durante la ocu-pacin, relleno, enterramiento y, por ltimo, la repeticin de toda la secuencia. Muchos de estos eventosestn indicados por quemas, ofrendas, entre otros, e implican actividades de poca duracin. Otros debenreflejar duraciones ms largas, las que tambin se pueden definir por las renovaciones de pisos, de revoquesy capas de quema de fogones. En conjunto, permiten estimar las duraciones en espacios temporales parcia-les que deben tomarse en cuenta cuando se interpretan los fechados de carbono-14 correspondientes. Con

    ello, queda claro que se cubren vestigios, pero se mantienen a la vista otros, como lo que Fuchs llama fasesde uso posterior (Fuchs 1997). De esta manera, las fachadas de los edificios con decoracin no se entierranpor un tiempo prolongado como, por ejemplo, en el caso de Cerro Sechn (Fuchs 1997); el acceso a laGalera del Lanzn parece haber estado abierto durante buena parte del Formativo y las diversas muestrasde arte rupestre, como en el espectacular yacimiento de Alto de las Guitarras (vase Kaulicke et al. 2000),estn visibles hasta la actualidad, lo que, evidentemente, facilitaba el mantenimiento de la memoria visualdel pasado. Es claro que estas observaciones son relevantes para sus definiciones estilsticas, sus cambios ysus tendencias de retencin de elementos constituyentes.

    El establecimiento de cronologas relativas requiere de la presencia de contextos asociados con recipien-tes cermicos, o de otro soporte, y distintos tipos de objetos en forma de ofrendas o contextos funerariosque se insertan en los pisos, o que se encuentran debajo de ellos o de escalinatas, entre otros, adems de la

    reutilizacin de espacios para usos funerarios y la presencia de material de descarte (basural) sobre pisoso superficies definibles, como los restos de banquetes. De menor valor es el material cultural contenido encapas de relleno, ya que solo indica su anterioridad temporal a la parte funcional posterior de plataformas

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    u otro tipo de arquitectura. Esta tiene muchas facetas, que no se limitan a la de carcter ceremonial, sinotambin a la domstica, poco conocida por la escasez de investigaciones respectivas. ambin existe arqui-tectura funeraria y modificaciones de espacios relacionados con petroglifos o pintura rupestre, igualmentepoco estudiados hasta la actualidad.

    De esta manera, se obtiene secuencias de diferentes duraciones que tienen que correlacionarse. Para

    ello, es preciso definir el espacio. Evidentemente, es poco recomendable partir de la idea de megaestilosque cubran megaespacios (como el horizonte Chavn); es preferible determinar espacios que correspondena grupos humanos interactuantes, que comparten ideas de espacio como mundos (lo que es objeto deestudio de la arqueologa del paisaje; vase Kaulicke 1997). Estos mundos no son entidades inamovi-bles, sino que se redefinen en forma fsica y conceptual en el espacio temporal. Estas redefiniciones debencorresponder al ritmo de las generaciones, es decir, la fluctuacin de los grupos debido a muertes y naci-mientos. Estos ritmos, probablemente, estn reflejados en la arquitectura aun en la domstica enel sentido de que se le concedera una especie de corporalidad que inclua un nacimiento, una muerte yuna regeneracin. Estos aspectos, por razones obvias, se aplican a las reas funerarias (cementerios), lasque pueden alternar con asentamientos en forma de superposiciones. Este enfoque debe ser fundamentalpara la definicin de los centros, los que no solo se incorporan en los llamados centros ceremoniales, sino

    que puede tratarse de centros de origen, tales como los cerros prominentes, usados como emplazamientode contextos funerarios que cubren tiempos considerables (por ejemplo, Cerro Corbacho, en el valle deZaa; Cerro Guadalupe, en el valle de Jequetepeque; San Isidro, en el valle de Nepea; vase Kaulickee.p. b). Asimismo, los geoglifos y los petroglifos, y las rocas sin modificaciones pueden haber constituidocentros, de manera que todas estas configuraciones forman redes en las que participan tanto los vivoscomo los muertos, el espacio terrestre y sus caractersticas consideradas relevantes, el mar, las islas, los lagos,los ros y la esfera celeste. Si bien estas reflexiones se apartan de lo estrictamente cronolgico, son factoresesenciales que demuestran que el espacio y el tiempo son fenmenos ntimamente interconectados demanera tal que forman una unidad.

    En estas redes se producen y/o circulan bienes, entre los que la cermica ocupa un lugar preferencial, yaque suele predominar en cantidad y contextos diversos. Por ello, no sorprende que forme una parte esen-

    cial en la construccin de cronologas. Lamentablemente, hay poca informacin sobre la forma o lugar deextraccin de la materia prima respectiva y, sobre todo, de la existencia de hornos y talleres de produccinpara el Periodo Formativo (vase excepcin en Shimada et al. 1994); por lo tanto, no es fcil establecer larelacin con otras reas utilizadas y/o ocupadas. En la literatura se suele diferenciar entre cermica utilitaria(domstica u ordinaria) y no utilitaria. A la primera no se le tiene en especial consideracin, pues se pre-sume que no muestra cambios significativos, a diferencia de la cermica fina. Los adjetivos sugieren, ade-ms, funciones no especificadas y no definidas por medio de los anlisis respectivos; esto, probablemente,es un error que afecta la evaluacin global del uso de esta cermica tanto en contextos domsticos comono domsticos. Podra sealar hbitos especiales en forma de cocinas diferenciadas, ya que la comida y labebida son componentes importantes en la autodefinicin cultural. Algo parecido vale para la cermica enforma de husos como parte de la produccin de tejidos. La cermica fina, en cambio, pese a su presencia

    en porcentajes menores, se convierte en indicador de cambios y, de ah, en vehculo principal para la cons-truccin de secuencias gracias a su ostentacin de caractersticas estilsticas.Sin embargo, el estilo tampoco es un concepto definido de manera clara, lo que se presta para simpli-

    ficaciones o estereotipos. El estilo Chavn es un buen ejemplo del uso generoso de este trmino (vasearriba). Sin nimo de discutir acerca de su problemtica (vase Kaulicke 2010), cabe sealar que buena partede la asombrosa cantidad de recipientes encontrados en la Galera de las Ofrendas en Chavn (Lumbreras1993) muestra una serie de grupos cermicos claramente diferenciados entre s, los que parecen vincularsecon este megaestilo. Muchos, quiz la gran mayora, no fueron producidos en el sitio, sino que se depo-sitaron, al parecer, en calidad de ofrendas. Otros, en caso que fueran elaborados en Chavn, tienen lascaractersticas de emulaciones bien logradas de formas costeas (presencia de ceramistas costeos?). Estehecho implica que, durante el tiempo en el que estaba en funcionamiento la galera, existan talleres distan-

    tes, tanto en la costa norte y la central como en otros lugares de la sierra, que producan cermica de altacalidad para usos ms all del consumo propio y que estos formaban parte de redes de interaccin. Seralgico, por lo tanto, concentrarse en la bsqueda de sus contactos locales o regionales antes de discutir su

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    presencia en Chavn. Esto no solo por razones de definir estas redes, sino, en primer lugar, para establecersu ubicacin cronolgica en relacin con las secuencias de otros sitios por ejemplo, Ancn, Garagay,entre otros, las que no estn aclaradas del todo (vase crticas en ellenbach 1998).

    La definicin de los mecanismos variados que hicieron operar tales interacciones tiene como precon-dicin el control del tiempo en el sentido de contemporaneidad (sincrona) y, por ende, de la direcciona-

    lidad. Si el estilo Dragoniano de Lumbreras (1993: 138-167) corresponde a un evento en Chavn, deberaestar presente en la costa central antes del acaecimiento de este evento e, incluso, podra seguir vigentedespus del mismo. Asimismo, es preciso establecer cundo y dnde apareci este estilo en los lugaresfuera de Chavn, as como la zona nuclear de su produccin y de su uso inmediato. La definicin del usodepende de las caractersticas de los contextos en los que se encuentra; estos pueden variar en trminos deevidencias de banquetes ritualizados, contextos funerarios u otros, pero la informacin respectiva es, por logeneral, pobre. En cuanto al estilo, este tambin puede ocurrir en otros soportes (murales de arquitecturamonumental, arte rupestre, entre otros), por lo que requieren de una definicin social dentro de los par-metros de los grupos que lo utilizan y se identifican por medio de l. A partir de eso, habra que tratar dedefinir las motivaciones para las interacciones con otros grupos distantes en forma directa e indirecta.

    Visto de esta manera, resulta difcil definir la retribucin de Chavn en forma materializada ya que,

    para ello, habra que aclarar qu era lo se produca en el sitio, qu se destinaba para el intercambio y dndey en qu cantidad apareca en contextos fuera de Chavn. Si se trataba de la cermica llamada janabarriudebera haber existido, ya en el tiempo de la formacin del conjunto de la Galera de las Ofrendas debidoa los fechados radiocarbnicos (vase aporte de Rick et al. en el nmero siguiente); pero no aparece ah, ytampoco en los contextos mencionados de la costa central o de la costa norte, sino ms tarde. Si bien estacermica parece ser frecuente en Chavn gracias a las excavaciones recientes (vase Rick et al., siguientenmero, y Kaulicke 2010), la informacin disponible hasta la fecha no permite caracterizarla en trminosde convertir a Chavn en un centro alfarero con una produccin internacional capaz de abastecer todael rea del horizonte Chavn. Ya que aparece sin antecedentes y sin mayores cambios internos, parece quedebi haberse originado en otro lugar, el que queda por ubicar, y en donde hubo de aparecer antes que enChavn.

    Estas reflexiones probablemente bastan para sealar las dificultades de definir reas por medio de ma-terializaciones especficas cuyo ncleo consiste en secuencias largas (o no tan largas) de unos pocos sitiosque dificultan su correlacin consolidada. En estos casos lo han demostrado las mltiples excavacionesde la Misin Japonesa (vase Kaulicke 2010) los componentes relacionados de manera directa con lasevidencias en Chavn no son tan frecuentes como se debera esperar ante la presencia de un horizonte y, encaso de su presencia como en el caso de Kotosh esta queda limitada a un tiempo relativamente corto.Debido a ello, es preciso llegar a una sistematizacin ms rgida en cuanto a la cronologa y la corologa, enel sentido de una periodizacin vlida para el rea en cuestin. Esta sistematizacin fue iniciada con buenxito en la dcada de los sesenta por John H. Rowe y sus discpulos, pero despus de medio siglo de-bera verse como un trabajo pionero que requiere ajustes importantes, sobre todo en relacin con su defi-nicin de Horizonte emprano y de Periodo Inicial, este ltimo poco definido por l y reinterpretado con

    criterios condicionados por Burger para el horizonte Chavn. Otra periodizacin fue propuesta por el autorde este artculo en 1994 (Kaulicke 1994) y modificada en fecha reciente (vase Kaulicke 2010). Esta se basaen las cronologas cruzadas de Kotosh, Huacaloma, Kuntur Wasi y diversos complejos excavados por los

    japoneses y otros investigadores y se subdivide en Formativo emprano, Medio, ardo y Final. Pese al usodel trmino formativo, esta periodizacin se basa como es normal en la cronologa relativa combi-nada con la corologa. Debido a la documentacin deficiente de muchos sitios un problema crnico dela arqueologa del Per no es posible an llegar a definiciones ms finas en el sentido de subdivisionesnecesarias, pero las contribuciones en los dos nmeros del Boletnque se presentan en esta oportunidadmuestran que la situacin est cambiando en dicha direccin.

    2.2. La cronologa absoluta

    De lo expuesto hasta aqu se puede inferir que la cronologa absoluta o numrica depende de la relativa, porlo que las seriaciones de fechados radiocarbnicos descontextualizados carecen de sentido, ya que queda

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    poco claro lo que estn datando. Los resultados de estas pruebas, por lo tanto, no pueden desvirtuar losresultados obtenidos de los anlisis que subyacen al procedimiento de la cronologa relativa, sino que losdeben convertir en precisiones ms all de las posibilidades ofrecidas por los procedimientos arqueolgi-cos. Es as que no se debe fechar fases o periodos, o aun procesos, sino eventos (como contextos). De estamanera, debe contarse con las siguientes condiciones: a) una asociacin segura entre la muestra y el evento

    por fechar(por ejemplo, material de construccin para la elaboracin de un objeto, como el poste de unavivienda) y b) una probabilidad alta de que exista una relacin funcional entre el material orgnico de lamuestra y el evento u objeto por fechar (como el carbn vegetal de una urna, un atad carbonizado enun contexto funerario o el material quemado de un fogn, entre otros). En principio, se puede considerarvlido el que cada muestra sea ms antigua que el tiempo preciso en que fue enterrada, que puede ser m-nimo (semillas, huesos de animales pequeos, ramas, partes exteriores de rboles), de varias dcadas (com-bustin de rboles con edades entre 10 y 50 aos), de varios siglos (carbn de especies de larga vida o dereutilizacin de la madera) o de carcter indeterminado (desconocimiento del tipo de la muestra, como enel caso de la ceniza). Estas condiciones se omiten en las descripciones de los fechados con cierta frecuencia,lo que introduce errores adicionales a las posibles contaminaciones u otros efectos que pudieran influir enla muestra (vase Pazdur y Pazdur 1994; Kaulicke 2010: 369).

    Adems, debe tenerse en consideracin la naturaleza estadstica de los procesos involucrados en el fe-chado, que se basan en principios de probabilidad, lo que requiere la aplicacin de modelos estadsticos, enparticular de la bayesiana. En este enfoque se realizan inferencias basadas en distribuciones de probabilidada posterioride acuerdo con un teorema de Bayes que combina probabilidades a priori para los parmetros.odas las formas de inseguridad se expresan en trminos de probabilidad y lo que se sabe antes de recogernuevos datos la informacin a priori es esencial para su comprensin. Los resultados de un anlisisbayesiano se resumen como highest posterior density region(HPD), el intervalo ms corto que se puedeconstruir para un porcentaje particular fijo (95%) de una densidad posterior (Buck y Millard 2004: vii-viii). Estas bases estadsticas para el clculo de la probabilidad de muestras arqueolgicas se dejan ampliar ala evaluacin de fases y secuencias, lo que requiere informacin sobre el inicio y/o el final de una fase o deun periodo (boundary). Esto implica la informacin a priori de la cronologa relativa que se deja expresar enuna frmula que incluye tambin otros factores, como secuencia relativa, eliminacin de traslapes, partessin informacin, entre otros, a modo de simulaciones. Inclusive con esta precisin quedan por resolverproblemas cronolgicos como la escasez o la ausencia de algunas fases o escasez de comparaciones entresitios (vase Unkel 2005; Unkel y Kromer 2009). Por ltimo, queda por subrayar la presencia de mesetascomo la llamada Meseta de Hallstatt, que cae entre 800 y 400 a.C. Este es, precisamente, el tiempo en elque abundan los ejemplos del estilo Chavn, en el sentido que Burger le da al horizonte Chavn. La nicamanera de poder reducir este problema y llegar a secuencias dentro de este lapso es mediante los boundariesmencionados. Un buen ejemplo de ello es el caso de Kuntur Wasi (vase Inokuchi, este nmero, y discu-sin en Rick et al., nmero siguiente).

    De este modo, la ilusin de tener en las cronologas absolutas una especie de reemplazo de las relati-

    vas, a modo de sustitutos de fechas con precisin calendrica (promedios de las desviaciones estndar enaos especficos), es una herencia de dcadas pasadas que result en una seguridad falsa de un manejo deltiempo por medio de la datacin radiocarbnica. Las discusiones acerca de secuencias establecidas pormedio de muestras aseguradas requieren de informacin pormenorizada procedente de los procedimientosusuales de la cronologa relativa y la ayuda de expertos en el procesamiento estadstico.

    La combinacin de las cronologas relativa y absoluta, por lo tanto, es una precondicin ineludiblepara cada interpretacin del lapso en cuestin. En primer lugar, es preciso definir las extensiones de losterritorios ordenados, en apariencia, por los centros ceremoniales. Es obvio que esta definicin dependede un conocimiento lo ms completo posible de los sitios que corresponden al Periodo Formativo. Este co-nocimiento se obtiene por medio de prospecciones, las que, sin embargo, no han sido realizadas de formasistemtica en la mayor parte del rea total cubierta por evidencias de esta etapa. Debido a ello, existen

    muchas zonas casi desconocidas (otro problema de la definicin de horizonte). La asignacin de los sitiosubicados a un Formativo genrico, lo que a menudo es la nica indicacin disponible, no ayuda mucho enla obtencin de informacin suficiente que permita calcular densidades de ocupacin o jerarquas basadas

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    en la extensin de los sitios ni la relacin entre centro y periferia, ya que estas requieren criterios mnimosde sincrona, sobre todo si se toma en cuenta una duracin total aproximada de un milenio y medio. Laszonas caracterizadas por la ausencia de sitios no necesariamente se explican en el desconocimiento o la in-capacidad para detectarlas, sino que pueden responder a la presencia de fronteras naturales, como bosquesde diferentes tipos, que pueden haber cubierto reas mucho ms extensas que en pocas posteriores.

    Los criterios sealados son an ms oportunos para la definicin de horizontes o zonas de interaccin,en el sentido de modalidades de contactos entre zonas definidas como nucleares. La expansin de un cultoprevisto para el caso de Chavn, no se explica a partir de la hiptesis de Chavn como orculo y centrode peregrinaje, aun si acepta que este fenmeno requiere de una serie de precisiones, como, por ejemplo,de qu manera se materializ este culto en Chavn, quines se ocuparon de su mantenimiento y quinesfueron sus seguidores. En caso de haber ocurrido esta expansin, quines se encargaron de ella y culesfueron las reacciones de los que se enfrentaron con estos propsitos? Es probable que estas preguntas resul-ten insuficientes si se considera una gama mucho ms amplia de interacciones que incluye colonizaciones,migraciones, excursiones militares, intercambio a diferentes escalas y en diferentes intensidades, ademsdel lucro entre elites y otros muchos argumentos. El poder analizar estas posibilidades depende de un co-nocimiento pormenorizado de las evidencias arqueolgicas en su totalidad, incluida la poco considerada

    cermica domstica y otros aspectos materializados asociados a ella. odo esto sugiere un amplio espectrode posibilidades por investigar en las que una supuesta sincrona generalizada es una opcin poco probable.Es necesario admitir que se trata de fenmenos muy variados en una dinmica local, regional e interregio-nal a manera de historias particulares de sociedades en un tiempo prolongado. Las contingencias histricasabogan por la diversidad en vez de una unificacin, la que tiene visos de una construccin artificial. Sevolver a estos puntos en las conclusiones.

    2.3. La terminologa

    En el curso de este trabajo se ha discutido trminos como horizonte y formativo. En efecto, existeuna cierta discrepancia en los significados que se le da a cada uno de ellos. El trmino formativo es delarga data y el ms usado en la mayora de los pases de Amrica Central y del Sur. El trmino horizontetambin tiene una trayectoria prolongada, pero fue usado en forma sistemtica por John H. Rowe (1918-2004) a partir de la dcada de los sesenta. Este esquema se remonta, en sus inicios, a Max Uhle (1856-1944), quien lo emple para la poca inca (segn Rowe, Horizonte ardo) y para la cultura iwanaku(Wari; segn Rowe, Horizonte Medio), separadas por un Periodo Intermedio ardo y antecedidas por unPeriodo Intermedio emprano. Sin embargo, Uhle no previ un Horizonte emprano. Este Horizonteemprano est subdividido en 10 fases y varios estilos, como el de Ocucaje en el valle de Ica (Menzel et al.1964), y est basado en la seriacin de cermica. Se inicia con la influencia de Chavn en Ica, la que llegen diferentes olas (Ocucaje 1 a 4) y desapareci, gradualmente, para convertirse en la tradicin Paracas-Nasca (Menzel 1977: Chronological able). Por el mismo tiempo, Lumbreras us el trmino formativo

    (y arcaico) remontndose a ello, pero, en forma ms concreta, a Willey y Phillips (1958). Lumbreras,influenciado tambin por Vere Gordon Childe (1892-1951), trat de encontrar un compromiso entre elesquema de Rowe y los propuestos por los otros investigadores, en el sentido de entender al Formativocomo un proceso evolutivo basado en criterios socioeconmicos. Gracias a su popularizacin, de la quese encarg el propio Lumbreras, este esquema adquiere vida propia y se entiende como una especie deoposicin al cronologismo de Rowe y una cierta aversin a los principios puramente cronolgicos. Enconsecuencia, su esquema es interpretativo, pero aplica, en grandes rasgos, la cronologa de Rowe. La su-puesta oposicin parece ser ms un disfraz poltico que una divergencia metodolgica real.

    Para Uhle y Rowe, el Horizonte ardo es un tiempo histrico que cuenta con fuentes escritas y conla presencia, si bien final, de representantes de culturas con escritura. La definicin del Horizonte Medioes algo ms difcil, pero se restringe a pocos siglos con un centro claramente dominante, Huari, cerca de

    la ciudad de Ayacucho, y a menudo se le aplica interpretaciones basadas en modelos del Estado incaico.El Horizonte emprano, con Chavn de Huntar convertido en una especie de Cuzco o Huari, tiene unaduracin ms prolongada que la de los periodos intermedios (vase Menzel 1977: Chronological able). A

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    diferencia de las capitales mencionadas, Chavn de Huntar no es la sede principal de un imperio (cf.Carrin Cachot 1948), sino que es percibido como un centro netamente religioso (vase arriba). Este sitio,adems, constituye la nica justificacin de un horizonte, por lo que Burger se decidi a llamarlo horizonteChavn en vez de Horizonte emprano. El estilo Chavn tambin se define directamente de las piezaslticas decoradas del sitio. Este tipo de centralidad convierte todo lo anterior en precursor, todo lo contem-

    porneo en copia, emulacin o exportacin de Chavn y todo lo posterior en herencia. Es esta centralidadla que dificulta la elaboracin sistemtica de columnas cronolgicas independientes que cubran toda elrea bajo su supuesta influencia. Se trata, entonces, de un problema de carcter metodolgico y no de tipointerpretativo. Por estas razones es que se prefiere aplicar el trmino formativo, sin las connotaciones quele dio Lumbreras, para cubrir el tiempo que corresponde no solo al Horizonte emprano, sino tambin alPeriodo Inicial de Rowe. Este Periodo Inicial est definido al igual que el Horizonte emprano porla cermica, que se inicia con esta etapa y que no recibi un tratamiento exhaustivo por parte de Rowe.Como se mencion arriba, otra propuesta alternativa fue planteada por el autor en 1994 y actualizada en2010.

    Este Periodo Inicial fue, posteriormente, reinterpretado en un sentido algo distinto del de Rowe, entreotros, por Burger, quien postula sobre la base de su lectura de fechados radiocarbnicos una dura-

    cin muy larga, que se inicia alrededor de 2000 a.C. y termina en 600 a.C. (vase Burger 1992: 230-231[Chronological Chart]), seguido por un Horizonte emprano de relativamente corta duracin (menos de lamitad del Periodo Inicial), mientras que Menzel (1977: 88-89 [Chronological able]) calcula el Horizonteemprano como un lapso poco ms largo que el Periodo Inicial. Si se toma la cermica como indicador,las estimaciones que se acercan a 2000 a.C. carecen de contextos claros, por lo que los fechados corres-pondientes exceden a los ms tempranos documentados, que oscilan alrededor de 1600/1700 a.C. En elesquema propuesto por el autor de este artculo, corresponde al inicio del Periodo Formativo emprano ytermina alrededor de 1200 a.C., cuando se perciben cambios drsticos en la cermica al aparecer recipien-tes con decoracin figurativa y nuevas formas y tcnicas.

    Es conveniente, entonces, mantener la cermica como indicador de cambios cronolgicos. Sin em-bargo, este principio no se respeta en una serie de interpretaciones ms recientes, casi todas influenciadaspor el muy publicitado sitio de Caral. Este gran complejo, fechado entre, aproximadamente, 3000 y 2000a.C., corresponde a la parte tarda del Periodo Arcaico (Arcaico ardo y Final), pero, debido a su grado decomplejidad, la presencia de arquitectura monumental y otras evidencias, ha surgido la inclinacin a incor-porarlo en el Periodo Formativo. Si bien estas intenciones se justifican en un sentido de proceso evolutivo(vase Lumbreras 2006), el tema resulta algo ms complicado desde un punto de vista cronolgico. Nose puede tomar la arquitectura monumental como base de una cronologa general aunque s funcionaen secuencias locales y, como es evidente, tampoco lo puede ser la presencia o ausencia de plantas ode animales domsticos. Si se trata de sitios sin cermica en el sentido de precermicos, debera tomarsecomo lo hizo Rowe el conjunto de artefactos lticos como base, motivo por el que l prefiri utilizarla expresin periodos lticos. Es as que una expresin como Formativo Precermico (vase Goldhausen

    et al. 2008) suena a una mezcla entre los esquemas de Lumbreras y Rowe, y parece deberse a una analogacon el PPN (Pre-Pottery Neolithic) del Levante, cuya aplicacin en este caso parece algo dudosa, sobretodo debido al rechazo del trmino neoltico en lugar de formativo en el mbito americano (Kaulicke2009). Aun desde un aspecto ms evolucionista, cabe preguntarse en qu reside el aporte del Arcaico. Sinnimo de discutir este aspecto en detalle sin tomar en cuenta los aspectos polticos de tales interpreta-ciones resulta evidente que el Arcaico desempe un papel fundamental en el sentido del desarrollo detecnologas eficientes para lidiar con una biodiversidad enorme que llev a la domesticacin de plantas yde animales, y a una serie completa de implicancias para la redefinicin de los espacios y las interrelacioneshumanas. Por lo tanto, la aparicin de la arquitectura monumental y otras evidencias materializadas deuna mayor complejidad social deberan verse como resultado de alcances previos en vez de otro origenmisterioso salido ex nihilo.

    De acuerdo con estas observaciones y reflexiones, las intenciones de Rowe, en la dcada de los sesenta,de sistematizar y de simplificar la terminologa debido a criterios de la cronologa relativa volvieron a com-plicarse posteriormente a medida que este ltimo enfoque fue relativizndose frente a otros y, por lo tanto,

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    complicndose de nuevo. El uso del trmino formativo basado en la cronologa relativa (combinada conla absoluta) es la solucin ms sencilla, por lo que la invencin o introduccin de nuevos trminos pareceser innecesaria, como tambin lo es su extensin hacia miles de aos de anterioridad.

    3. Los aportes en el encuentro El Periodo Formativo: enfoques y evidencias recientes

    En los nmeros 12 y 13 del Boletnse ha reunido 27 contribuciones al margen de la introduccin yde las conclusiones de un total de 56 autores, las que se resumen de la siguiente manera: la primeraparte se dedica al norte del Per, desde Lambayeque (Alva) y Jan (Yamamoto) hasta el valle de Nepea(Shibata, Chicoine, Chicoine/Ikehara, e Ikehara). Se perciben dos zonas que cuentan con conjuntos im-presionantes de datos: el valle de Jequetepeque y zonas aledaas (Kuntur Wasi) (Sakai y Martnez, Dillehay,surumi, Inokuchi y Onuki), y el mencionado valle de Nepea. En el caso de Jequetepeque/Kuntur

    Wasi, la cobertura cronolgica del Formativo es bastante completa (desde el Formativo emprano hasta elFormativo Final); en el caso de Nepea, prevalece la informacin sobre el Formativo Final, con referenciasal Formativo Medio y ardo. Gracias a las investigaciones en Kuntur Wasi (Inokuchi) se tiene ahora unacolumna bastante completa con una secuencia detallada de la arquitectura y de la cermica asociada, com-

    plementada por un nmero significativo de fechados radiocarbnicos. Esta secuencia se deja cruzar con losdatos del complejo de Pacopampa (Seki et al.) y sitios ubicados a menor altitud, como los del valle medio(surumi) y bajo del Jequetepeque (Sakai y Martnez, Dillehay), adems del valle adyacente, al norte, Zaa(Dillehay, vase Dillehay 1998; para el valle de Jequetepeque, vase tambin Dillehay et al.2009). odaesta zona cuenta ahora con una extraordinaria riqueza de datos que permite la formulacin de hiptesissustentadas, gracias tambin a las 50 reas funerarias (cementerios, vase Alva 1986; Seki 1997), geogli-fos y petroglifos (Alva y Meneses 1982; Pimentel 1986; surumi [comunicacin personal], trabaja acercadel tema en la actualidad), entre otros. A ello se agrega una informacin bastante rica de sitios del Arcaico(Arcaico emprano [Paijanense], Arcaico Medio a ardo, Dillehay [ed.] e.p.), pero, lamentablemente, nohay evidencias claras del Periodo Arcaico Final.

    Datos del Periodo Arcaico Finalaparecen y comienzan a esclarecerse, de modo impresionante, con los

    sitios de Cerro Ventarrn y El Arenal en Lambayeque (vase aporte de Alva Meneses), y apuntan haciauna tradicin arquitectnica algo diferente de las del sur; por otro lado, el complejo Collud-Zarpn es unejemplo extraordinario del Formativo Medio con semejanzas marcadas con Cupisnique. Estas tambin seobservan en Ingatambo (Yamamoto) y en las columnas de Congona (Watanabe). En Ingatambo parecehaber, asimismo, evidencias an poco claras del Arcaico Final. Otro centro muy importante es el complejode Caballo Muerto, objeto del trabajo de Nesbitt et al. (igualmente asignable a Cupisnique [FormativoMedio]). Uzawa completa el panorama con un estudio sobre los cambios en la fauna utilizada en Kuntur

    Wasi y Pacopampa.El valle de Nepea es otro foco de este nmero. Mientras que Shibata emprende una discusin crono-

    lgica ms ambiciosa, Chicoine, Chicoine/Ikehara e Ikehara se concentran en el Formativo Final y, proba-blemente, parte del Formativo ardo. Los resultados de sus trabajos son novedosos y bastante relevantes

    para esta malentendida parte del Formativo. En su conjunto, estos aportes representan un avance signi-ficativo respecto de un valle poco conocido y que posee, ahora, una cronologa prolongada que abarca elPeriodo Arcaico Final (Punkur, vase Vega Centeno 1995; MAAUNMSM 2005; Samaniego 2007). Cabemencionar que, en el simposio que dio origen a estos dos nmeros, se present una ponencia sobre San

    Juanito, un impresionante complejo del Periodo Arcaico Final ubicado en el valle del Santa, que muestrabastantes similitudes con Punkur.

    El nmero 13 se inicia con dos trabajos acerca de la cuenca adyacente hacia el sur, el valle de Casma. Elprimero, el de Bischof consiste de una discusin exhaustiva de las evidencias de los periodos Arcaico Finaly del Formativo emprano, en tanto que el de Fuchs et al. presenta nuevos datos de su proyecto en SechnBajo, con resultados espectaculares. Rick se encarga de los problemas cronolgicos del emblemtico sitiode Chavn a raz de sus ltimos trabajos, apoyado por una lista larga de fechados radiocarbnicos, mientras

    que Matsumoto ofrece una interpretacin nueva del sitio de Sajarapatac basada en excavaciones recientes.Si se compara este conjunto compacto con los trabajos sobre la costa y la sierra norte presentados en el

    nmero 2 del Boletn(Kaulicke [ed.] 1998), se advierte que, por un lado, hay zonas que lo complementan,

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    como las tratadas por Kaulicke (Piura, cf. Kaulicke 1998) y Olivera (1998) sobre la zona de Bagua, ascomo Seki (1998), sobre el valle de Cajamarca, y Prez, sobre la sierra de la Libertad (Prez 1998). Otros,por ejemplo, Dillehay (1998), Pozorski y Pozorski (1998), Morales (1998), Inokuchi (1998) y Rick et al.(1998), abordan aspectos o sitios retomados y actualizados en este nmero. Esta edicin del Boletndestacapor su cobertura, bastante completa, de zonas limitadas, poco o no consideradas como las de Jequetepeque

    y Nepea. En general, se abren perspectivas para anlisis comparativos que no eran posibles hasta ahora,lo que constituye un avance hacia la consolidacin de una cronologa independiente de la del sitio deChavn.

    La costa central, debe decirse, no est ampliamente representada. Con excepcin del artculo deAbanto, los dems trabajos previstos no pudieron incluirse por razones de fuerza mayor. Es evidente queesta ausencia es una laguna que est por llenar (vase Burger y Salazar-Burger 2008; Makowski y Burger2009). Sin embargo, un segundo paquete de aportes muy relevante es el que corresponde a la costa sury la sierra de Ayacucho (vase Ochatoma 1998), que contrasta con una ausencia completa en el nmerode 1998. Garca (Paracas), Splitstoser et al.(Cerrillos, valle alto de Ica) y Beresford-Jones et al.(valle bajode Ica), Reindel e Isla (Pernil Alto, cerca de Palpa), Kaulicke et al. (Coyungo, valle bajo del Ro Grande),y Matsumoto y Cavero (Campanayuq Rumi, Ayacucho) presentan un conjunto que enfoca el Formativo

    ardo, pero incluye evidencias ms tempranas del rea con lo que, por primera vez, se posibilita la discu-sin de la cronologa de Rowe (vase arriba) y las relaciones con el norte sobre la base de datos diversifi-cados y bien fechados. Este nmero se completa con el aporte de Davis y Delgado, con el que se retomala discusin de Zapata (1998), aunque no se pretende haber agotado el tema del Periodo Formativo delCuzco con estas dos contribuciones.

    Con estos dos nmeros del Boletny el libro reciente de Kaulicke (2010) se quiere homenajear a laMisin Japonesa, en sus ms de 50 aos de labor cientfica en el Per dedicada al estudio del PeriodoFormativo. Con sus contribuciones a estos dos nmeros, los propios investigadores japoneses han demos-trado que no han escatimado esfuerzos para esclarecer la cronologa de este periodo, en especial en cuantoal problema Chavn. Los aportes para estas dos ediciones deberan verse, por lo tanto, como un esfuerzocompartido entre colegas de varias nacionalidades, incluidos los peruanos, varios de ellos muy jvenes,

    quienes tanto como autores o coautores (27 de 56) han participado con mucho entusiasmo. Es de esperarque, en el futuro, estos jvenes y otros se liberen de la carga de las teoras de antao y se acerquen a pers-pectivas ms realistas de una etapa que es clave para la comprensin del pasado del Per antiguo.

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    BOLEN DE ARQUEOLOGA PUCP / N. 12 / 2008, 25-51 / ISSN 1029-2004

    I:

    P

    Atsushi Yamamotoa

    Resumen

    El presente artculo expone los resultados obtenidos durante la prospeccin arqueolgica en el valle de Huancabamba y las excava-ciones que se realizaron en el sitio arqueolgico de Ingatambo, ubicado en dicho valle del norte del Per, cercano a la frontera conEcuador. Si bien los trabajos arqueolgicos en esa regin son escasos, los antecedentes de estudio de zonas cercanas y las condicionestopogrficas permiten que el presente anlisis considere a esta zona y en especial al sitio arqueolgico de Ingatambo como unrea muy importante para esclarecer la relacin entre las diferentes regiones del norte del Per y el sur del Ecuador. Por tal motivo,por medio de una sntesis de los datos proporcionados por la presente investigacin y los antecedentes en territorios aledaos, se se-alarn los puntos de contacto mediante la secuencia arquitectnica y la cronologa establecida con el fin de contribuir a entenderla dinmica de tal interaccin.

    Palabras clave: interrelacin, rutas interregionales, arquitectura ceremonial, Ingatambo, Jan, zona fronteriza

    Abstract

    INGATAMBO: A STRATEGIC SITE OF INTERREGIONAL CONTACT IN NORTHERN PER

    Tis paper presents the results of archaeological research in the Huancabamba Valley and excavations at the site of Ingatamboin the same valley, northern Per. Although archaeological work in this extreme northern region of Per, near the Ecuadorianborder, are very infrequent, the area and its topographic setting, and especially the site of Ingatambo, are important for clarifyingthe cultural interrelationships between northern Per and southern Ecuador. For such a reason, synthesizing data, provided byour project and the studies of the surrounding areas, this article presents a description of the cultural contact in this region throughanalysis of architectural sequences and the established chronology for the purpose of contributing to a better understanding of thedynamics of these interrelationships.

    Keywords: interrelation, interregional routes, ceremonial architecture, Ingatambo, Jan, frontier zone

    1. Introduccin

    El complejo arqueolgico de Ingatambo se encuentra en una meseta natural ubicada en la margen surdel ro Huancabamba, al pie del cerro Ninabamba, en el distrito de Pomahuaca, provincia de Jan, de-partamento de Cajamarca, en el extremo norte de los Andes del Per (Fig. 1). Su ubicacin geogrfica es055746,5 latitud sur y 791330,3 longitud oeste, con las coordenadas geogrficas 696473 y 9340578,zona 17, a una altura de 1066 metros sobre el nivel del mar. El sitio consiste de un gran conjunto arquitec-tnico, compuesto por plataformas y plazas, y cubre, aproximadamente, 17,50 hectreas.

    a Saitama University, Faculty of Liberal Arts. Direccin postal: Simookubo 255, Sakura-ku, Saitama, Saitama, Japn. Correo electrnico: [email protected]

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    ASUSHI YAMAMOO

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    Fig. 1. Mapa de la ubicacin del valle de Huancabamba y del sitio arqueolgico Ingatambo, as como de otros sitios men-cionados en el texto. 1. Real Alto; 2. Cerro Narro; 3. Challuabamba; 4. Catamayo; 5. Santa Ana-La Florida; 6. Cerroaaique; 7. Ingatambo; 8. omependa; 9. Bagua; 10. Pacopampa; 11. Morro de Eten; 12. Kuntur Wasi; 13. Huacaloma(elaboracin del dibujo:Proyecto Arqueolgico Ingatambo).

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    El rea de estudio se caracteriza por poseer terrenos planos en la parte baja del ro, el que colinda connumerosas montaas y tiene abundantes afluentes tributarios y quebradas. De clima clido y hmedo, estaregin es muy propicia para el crecimiento de la vegetacin, en especial para el cultivo de plantas tropicales.Existen numerosas variedades de animales terrestres y acuticos. El valle presenta tres regiones naturalesideales para la agricultura y la domesticacin, como son las regiones yunga, quechua y selva alta. El ro

    Huancabamba nace en el departamento de Piura y recorre la provincia de Jan; en esta zona cambia denombre se le conoce como Chamaya para, finalmente, desembocar en el ro Maran. A lo largo desu recorrido, varios pequeos ros confluyen en l, por lo que el valle constituye una zona natural estrat-gica para el contacto entre la costa y la sierra, as como entre diferentes regiones serranas.

    Al considerar esta compleja ecologa surgen diversas interrogantes. Una de ellas se refiere a la determi-nacin de qu cambios causaron el traslado al interior de los procesos sociales y el contacto entre distintascomunidades en diversas zonas ecolgicas. En el caso de los estudios andinos, esta interrelacin se ha en-focado como un tema central (Murra 1975; Burger 1992; Morales 1992; Goldstein 2000; Bandy 2005).Gracias a la obtencin de nuevos datos, el presente artculo ofrece una hiptesis acerca de la dinmicade la interrelacin no solo entre las diversas regiones ecolgicas del norte del Per, sino tambin con elEcuador.

    2. Antecedentes

    Si bien los trabajos de investigacin en esta rea son escasos, existen algunos estudios previos que permitencontar con una visin parcial. Entre ellos se cuenta el de Ravines (1983), quien registr diversos sitiosarqueolgicos, incluido Ingatambo. Malaver (2001) realiz un plano del sitio, as como dibujos de la cer-mica vinculada al Periodo Formativo hallada en el lugar. Estos fragmentos se encuentran en el museo delpueblo de Pomahuaca, construido gracias al esfuerzo de un profesor de enseanza escolar interesado en laarqueologa. Es importante subrayar que Ingatambo, como su nombre lo indica, presenta una extensa ocu-pacin desde el Periodo Formativo hasta el periodo inca. En este lugar existe un camino inca que atraviesatanto el sitio como el valle, segn lo seal el Proyecto Qhapaq an (Espinosa Reyes 2002). Estos datos

    ofrecen evidencias de la interrelacin entre esta rea y las zonas cercanas, como Huancabamba y Chota.Existen varios estudios realizados en el rea circundante. En el caso de Chota, hay abundantes e im-portantes trabajos (Rosas y Shady 1970, 19