biopoder y postfeminismo la cirugia estetica en la prensa de masa

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Recibido: 15-03-2013 Aprobado con modificaciones: 29-05-2013 Aprobado finalmente: 11-06-2013 Biopoder y postfeminismo: la cirugía estética en la prensa de masas Biopower and postfeminism: cosmetic surgery in the mass media María Isabel Menéndez Menéndez Universidad de Burgos [email protected] RESUMEN El postfeminismo, según autoras como MacRobbie, Projansky o Ferris y Young, es una nueva forma de reacción (backlash) que se transmite a través de la cultura popular. Se apropia de los logros del feminismo occidental para, en un ejercicio de profundo rechazo sobre el propio feminismo, e imbricado con el sistema capitalista neoliberal, proponer prácticas de fe - minidad normativa como discurso emancipador. Aplicado a cuestiones corporales y estéticas, las posiciones críticas advierten que dichas prácticas son un ejemplo de biopolítica que per- sigue la creación de cuerpos dóciles, especialmente los femeninos, mediante nuevas tecnologías como las biomédicas. El artículo ofrece una refexión teórica sobre ambos para- Revista Teknokultura, (2013), Vol. 10 Núm. 3: 615-642 http://teknokultura.net ISSN: 1549 2230 615

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  • Recibido: 15-03-2013Aprobado con modificaciones: 29-05-2013Aprobado finalmente: 11-06-2013

    Biopoder y postfeminismo:la ciruga esttica en la prensa de masas

    Biopower and postfeminism:cosmetic surgery in the mass media

    Mara Isabel Menndez MenndezUniversidad de [email protected]

    RESUMEN

    El postfeminismo, segn autoras como MacRobbie, Projansky o Ferris y Young, es unanueva forma de reaccin (backlash) que se transmite a travs de la cultura popular. Se apropiade los logros del feminismo occidental para, en un ejercicio de profundo rechazo sobre elpropio feminismo, e imbricado con el sistema capitalista neoliberal, proponer prcticas de fe -minidad normativa como discurso emancipador. Aplicado a cuestiones corporales y estticas,las posiciones crticas advierten que dichas prcticas son un ejemplo de biopoltica que per-sigue la creacin de cuerpos dciles, especialmente los femeninos, mediante nuevastecnologas como las biomdicas. El artculo ofrece una refexin terica sobre ambos para -

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  • Mara Isabel Menndez Menndez Biopoder y postfeminismo:la ciruga esttica en la prensa de masas

    digmas, postfeminismo y biopoder, aplicados a la representacin de la ciruga esttica en laprensa de masas dirigida a las mujeres y concluye crticamente: la ciruga esttica, ofrecida enla prensa como una nueva forma de hacerse a una misma se ha convertido en otro disposi -tivo de control, incluso entre quienes utilizan esos mecanismos como un elemento deresistencia.

    PALABRAS CLAVE

    Biopoder, postfeminismo, ciruga esttica, prensa de masas, agencia.

    ABSTRACT

    Postfeminism, according to authors like MacRobbie, Projansky, or Ferris and Young, is anew form of backlash transmitted through popular culture. It appropriates the achievements ofwestern feminism to propose practices of normative femininity as liberating, in an exercise ofprofound rejection of feminism that is deeply embedded in the neoliberal capitalist system.Applying this line of thought to bodily and aesthetic issues, critics warn about these practicesbecoming an instance of biopolitics that pursues the construction of docile bodies particularlyfemale docile bodies through new technologies like biomedicine. This article ofers a theoret-ical refection about the two paradigms postfeminism and biopower, applying them to therepresentation of cosmetic surgery in the female press, and it concludes in a critical note: cos -metic surgery, presented by womens magazines as a new way of constructing oneself, hasbecome yet another mechanism of control, even among those who intend to use it as an ele -ment of resistance.

    KEYWORDS

    Biopower, postfeminism, cosmetic surgery, mass media, agency.

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  • Biopoder y postfeminismo:la ciruga esttica en la prensa de masas

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    SUMARIO

    IntroduccinEl postfeminismo en la sociedad de masasLa transformacin del cuerpo como proyecto individualEl panptico y la ciruga esttica como tecnologa del yoEl modelo biopoltico de opresin femeninaDiscusin: la biopoltica en los medios de masasEntre la agencia y la resistenciaConsideraciones fnalesBibliografa

    SUMMARY

    IntroductionPostfeminism in mass cultureBody modifcation as an individual projectThe panopticon and cosmetic surgery as a technology of the selfThe biopolitical model of female oppressionDiscussion: Biopolitics in the mass mediaBetween agency and resistanceFinal considerationsBibliography

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    Mara Isabel Menndez Menndez

    Introduccin

    El denominado Lipstick Feminism es un ejemplo de postfeminismo en la prensa de masas y serefere a quienes eligen las armas de mujer como recurso lcito para luchar contra el patriar -cado. Este neofeminismo intentara superar las tensiones con la feminidad normativa quehaban vivido las activistas de los aos setenta, cuando la preocupacin por la esttica se habaconsiderado como producto de la opresin patriarcal. Sin embargo, son posiciones no exentasde contradicciones pues es evidente la tensin entre la independencia (econmica, profesional,afectiva) y la dependencia de la imagen y la esttica corporal respecto a la identidad, un bi-nomio que ha sido defnido por algunas autoras como una nueva forma de violencia.

    Asumiendo esta problemtica como punto de partida, en el presente texto se propone unametodologa para el anlisis en la prensa de masas, ms concretamente aquella que se dirige alas mujeres. A partir de lo que he denominado modelo biopoltico de opresin femenina, de en-foque foucaultiano, veremos cmo los medios construyen un mensaje acrtico sobre el uso deprcticas corporales cada vez ms agresivas. Estas aparecen en la prensa no slo como solu-ciones milagrosas sino tambin como experiencias puramente estticas, al alcance de todas ysin riesgos para la salud. Es un mensaje que se enmarca en enfoques postfeministas, es decir,posiciones que aceptando formalmente el legado del feminismo, consideran que ste ya no esnecesario en un momento en que se han alcanzado sus reivindicaciones. Asimismo, se trata deun enfoque que cuestiona algunos de los principios clave del movimiento sesentayochista.

    El artculo se divide en dos partes. En la primera, se exponen los fundamentos tericos quepermiten sostener el trabajo posterior: el postfeminismo en la sociedad de masas, la transfor-macin del cuerpo entendida como un proyecto individual y, por ltimo, la ciruga estticacomo ejemplo de tecnologa del yo. Tras estos tres epgrafes, el artculo ofrece el apartadode aplicacin terico-prctica, comenzando por una sucinta explicacin del modelo que se uti -liza como tcnica de anlisis, aplicado de manera ilustrativa a representaciones de la cirugaesttica en la prensa femenina. A continuacin, el texto se adentra en el debate: la biopolticaen los medios de masas, entre la agencia y la resistencia, para ofrecer despus una breve expo-sicin de conclusiones. La cuestin que se discute es que el discurso meditico sobre cuerpo ybelleza, defendido desde posiciones supuestamente feministas, ayuda a consolidar la histrica

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    subordinacin de las mujeres, ahora a travs de la esttica corporal, ello sin negar las cues -tiones de resistencia y agencia que tambin existen en el uso de estas prcticas.

    El postfeminismo en la sociedad de masas

    Segn Projansky (Projansky, 2001: 77), el primer uso a nivel popular del trmino postfemi -nismo (a veces denominado neofeminismo) se debe a Susan Bolotin en un artculo que publicen The New York Times, en 1982, con el ttulo Voices from the Post-Feminist Generation, enel que escribi: Encontraris muy pocas personas felices, entusiastas y relajadas que sean ar-dientes defensoras del feminismo. Los feministas son en realidad almas torturadas (Bolotin,1982: 29). As llegaba a la opinin pblica una etiqueta que defna el feminismo como algoque impeda alcanzar la felicidad.

    La enunciacin que aqu seguimos se apoya en las aportaciones de algunas autoras (Ferrissy Young, 2008; Projansky, 2001; McRobbie, 2009) que consideran que, incluso aceptando lagran heterogeneidad de las posiciones, a veces contradictorias, que se esconden tras ese vo-cablo, se trata de un nuevo enfoque que, difundido a travs de la cultura popular, sugiere quelas mujeres ya han alcanzado todo lo necesario para vivir plenamente por lo que no es neces -ario seguir luchando por sus derechos (pues, supuestamente, ya disfrutan de ellos). Asimismo,propone que el propio feminismo habra obligado a las mujeres a renuncias que ahora debencuestionar, en concreto la maternidad o la feminidad normativa.

    Divulgado a travs de los medios de comunicacin de masas (lo que hace imprescindible elestudio de sus discursos), constituye una nueva forma de anti-feminismo mediante la culturaconsumista y su relacin con el orden capitalista, fomentando narrativas en las que la femi-neidad se celebra a partir de la obtencin de bienes materiales. As, son muchas las autorasque sostienen que el postfeminismo es una nueva forma de backlash (reaccin) segn la ya cl-sica defnicin de Faludi (1991). La propia Faludi menciona que en la actualidad elpostfeminismo se ha convertido en backlash y el backlash se ha convertido en postfeminismo,a partir de la respuesta meditica conservadora tras el 11-S pero tambin a partir de la obra dealgunas autoras muy crticas con el feminismo hegemnico de la segunda ola (en Genz yBrabon, 2009: 55).

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    Antes de continuar, hay que sealar el trmino postfeminismo no tiene una sola lectura (elprincipal problema es que carece, de momento, de una defnicin cannica). As, existen otrostextos (Genz y Brabon, 2009; Brooks, 1997) que defnen el postfeminismo desde la esfera aca -dmica y no desde la meditica. Se tratara de una ruptura epistemolgica, una evolucin delpensamiento feminista enlazada con el estructuralismo, los Cultural Studies o la Teora Queerentre otras, que se desarrolla a partir de los aos noventa del siglo XX y que se interesa porlos debates generados dentro y fuera del feminismo. Estas posiciones critican cierta reifcacindel feminismo de segunda ola y, sobre todo, las defniciones categoriales de mujer/femenino enrelacin al binarismo de gnero. Reclaman, adems, la necesidad de tener en cuenta la diver-sidad, ausente del feminismo sesentayochista. En resumen, se tratara de una posicin crticacon respecto al feminismo anterior, sobre todo respecto a su afrmacin de que la opresin pa -triarcal e imperialista era experimentada mundialmente.1

    Volviendo, entonces, al postfeminismo citado ms arriba, para McRobbie, es una orienta-cin que no disimula un profundo rechazo hacia el feminismo, incluso cuando muchos de suslogros son vistos como normales en las sociedades occidentales. Segn esta autora, lo que en-cubre son nuevas formas de sometimiento que operan al mismo tiempo que se difunde unaimagen negativa sobre el feminismo, con el objetivo de su rechazo por parte de las propias mu -jeres. Defende ante todo la eleccin personal como constitutiva de lo poltico, reemplazandola agenda que haba sido esencial para el feminismo de segunda ola, para quien la accin pol -tica antipatriarcal era la clave.2 Es, entonces, una (re)defnicin de lo personal es polticoque relaja o abandona la crtica a la cultura patriarcal y a los medios de comunicacin comoaltavoces de dicho patriarcado. Es decir, la eleccin personal se considera autnoma e inde -pendiente de la estructura social y los condicionantes ya establecidos por el patriarcado.Incluso es posible celebrar algunos mandatos sociales genricos que, para el feminismo de se-gunda ola haban resultado opresivos.3 As, si las elecciones son personales, todas sonlegtimas, ya sean decisiones en relacin con la familia, el empleo o el canon esttico. Invita a

    1 Esta posicin terica postfeminista, que en algunos textos se defne como feminismo(s) de tercera ola, no es laque se aborda en este artculo.

    2 El feminismo de segunda ola se caracteriz por el nfasis en la accin poltica, a partir de una agenda basada enla adquisicin de la igualdad de las mujeres y la crtica a las estructuras patriarcales. Se trataba de una agenda colecti-va que situaba a las mujeres como sujetos que deban disfrutar de su derecho a elegir, incluyendo en esa eleccin elabandono de la feminidad normativa impuesta por el patriarcado, una feminidad cuestionada no slo por considerarlaun mecanismo de opresin sino tambin porque era alimentada por el consumismo.

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    gozar del consumismo y entra en contradiccin con el discurso feminista, al que consideraagresivo y amargado. No obstante, no niega su importancia sino que considera que ya no esnecesario. Es decir, declara obsoleto el feminismo pero se celebran sus resultados en un esce-nario neoliberal: gracias al feminismo las mujeres tienen estudios y acceden al mundo laboral,pueden convertirse no en sujetos con derechos sino en sujetos que pueden consumir.

    En este sentido, el denominado Lipstick Feminism, coincidente con el advenimiento delneo-conservadurismo de la primera dcada del nuevo siglo, ser una posicin enarbolada pormujeres que eligen las armas de mujer como recurso lcito para luchar contra el patriarcadoa partir de los aos ochenta. Es en este contexto que se reivindican como progresistas algunastecnologas, como la ciruga esttica. Reivindicaciones llevadas a la primera lnea con el re -ciente (y muy publicitado) texto de Catherine Hakim (2012) o con los apoyos a algunas fgurasfemeninas, tal es el caso de la candidata norteamericana Sarah Palin, con quien el pintalabiosse habra convertido en una suerte de grito de guerra. Todo ello podra ilustrarse con la met -fora de la quema de sostenes al wonderbra (Larraburu, s.f.: 1).

    El postfeminismo del que hablamos intentara superar las tensiones con la feminidad nor-mativa que haban vivido las activistas de los aos setenta, cuando la preocupacin por laimagen, la moda o los atributos femeninos se haba considerado como producto de la opresinpatriarcal, pero se enfrentan a nuevas y mltiples contradicciones. La problematizacin se de -riva de la tensin entre la independencia (econmica, profesional, afectiva) y la dependenciade la imagen y la esttica corporal, un binomio que parece difcil de sobrellevar y que ha sidodefnido por autoras como Mara Antonia Garca de Len (2012) como violencia esttica pa-triarcal.

    Se trata de un enfoque especialmente visible en la prensa de masas, de ah que este artculose interese por poner en relacin esta posicin con la forma en que se aborda la ciruga estticaen los reportajes de medios dirigidos a pblicos femeninos. Para este anlisis se rescatan al -gunos resultados de una investigacin ms amplia, que pretenda analizar la agenda temticade la denominada prensa femenina. Para ello, se dise un trabajo de campo a realizar en losfondos hemerogrfcos de la Biblioteca Nacional de Madrid con el que rescatar los principalesttulos publicados entre los aos 1976 y 2006 e investigar la corporeidad y el canon esttico

    3 En este sentido, el posfeminismo del que vengo hablando est ms prximo a los feminismos culturales y de ladiferencia y su reivindicacin de lo femenino.

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    Mara Isabel Menndez Menndez

    presente en sus pginas.4 En total se analizaron en profundidad ocho ttulos y casi un centenarde ejemplares. El concepto de prensa femenina es especialmente complejo e imposible deabordar aqu por razones de espacio. En estas pginas se asume como punto de partida la def-nicin que puede encontrarse en Menndez (2009) y que elige, como defnicin ms precisa, lade revistas dirigidas a mujeres.5

    La transformacin del cuerpo como proyecto individual

    Hoy hablamos de la civilizacin del cuerpo porque la corporeidad es uno de los rasgos de lacultura contempornea: vivir es asumir la condicin carnal de un organismo y vivir conmayor plenitud implica experimentar intensamente su corporeidad (Magalln, 2004: 293). Ytambin hablamos del cuerpo omnipresente, un cuerpo que se ha convertido en nuestrotiempo en el icono cultural por excelencia, predominante e incluso socialmente discriminante acausa de acuciantes exigencias formales, no siempre razonables ni ticas (Pera, 2006: 23). Setrata de un cuerpo que ya no es inmutable: la bsqueda continua, incluso patolgica, de ciertaperfeccin corporal, ha abierto el camino a los cuerpos modelados muscularmente, a loscuerpos retocados, reformados o restaurados (Pera, 2006: 25). Ello ha conducido a la culturade la modifcacin del cuerpo que se asume como un proyecto individual en que cada cual dueo de su propio cuerpo puede trasgredir la norma hasta sus ltimas consecuencias (Pera,2006: 35).

    4 Las categoras de anlisis se articularon en funcin de los objetivos generales de la investigacin (explorar la re-lacin entre los mensajes emitidos y los valores sociales que entran en relacin respecto al cuerpo, la belleza y laapariencia) y a partir del marco terico de inters: la Mstica de la Feminidad (Friedan, 1963), el Complejo de Ceni-cienta (Dowling, 1981), los Cautiverios de las Mujeres (Lagarde, 2001) y el Mito de la Belleza (Wolf, 1991).Metodolgicamente se dise un modelo de enfoque foucaltiano (Menndez, 2010: 331) que se retoma, someramen -te, en este artculo en el que se recuperan frases literales y titulares de reportajes de esa muestra.

    5 Revistas dirigidas a mujeres seran publicaciones seriadas especializadas, de periodicidad variable y superior auna semana; distribuidas bajo distintas frmulas de difusin (de pago, gratuitas o mixtas); cuyo pblico objetivo esexplcita o implcitamente de sexo femenino, ya sea adulto o juvenil (circunstancia verifcable a travs de sus editoria -les, la temtica, sus inserciones publicitarias y los estilos de comunicacin); cuya audiencia est mayoritariamenteintegrada por mujeres (entre el 60 y el 75 por ciento como mnimo) y que, en funcin de sus caractersticas formales,pueden formar parte o no de las publicaciones de alta gama. En cuanto a los contenidos, son ttulos que abordan, bajodiferentes tipologas y con objetivos distintos, los aspectos relacionados con la socializacin diferencial femenina y elespacio reproductivo y, slo en algunos casos, la discriminacin de gnero y/o la emancipacin de las mujeres (Me -nndez, 2009: 294). Respecto a la compleja cuestin de la tipologa de esta prensa, vase Menndez, 2013).

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    El cuerpo es un borrador que corregir. En este nuevo modelo, la anatoma no parece ser undestino sino un accesorio ms: el individuo contemporneo est invitado a construir su cuerpo,modifcar su apariencia, ocultar su envejecimiento, conservar su forma, mantener su potencialsalud (Le Breton, 1999: 26). Tambin es un cuerpo capturado por el mercado, para garantizarla mistifcacin de un cambio total, provocar la ilusin de una completa transformacin quesupuestamente estara al alcance de cualquiera. Esta concepcin de cuerpo lbil implica en-tender el cuerpo como una posibilidad y no como un problema; tener una perspectivapluridimensional; recuperar la posibilidad de desarrollar el proyecto corporal, es decir, rompercon la idea de los cuerpos seriados y aceptar la posibilidad de la iniciativa del individuo; pro -yectar el cuerpo en un escenario de fronteras cambiantes; pasar de la cosifcacin a lasubjetivizacin y repensar las ontologas corporales que construyen la realidad a partir de cate-goras de cuerpos ortodoxos/heterodoxos (Planella, 2006: 49).

    Al respecto, y en las ciencias sociales, han resultado fundamentales las ideas de MichelFoucault. Para el flsofo, el cuerpo es el objeto sobre el que fuctan las relaciones de poder;un cuerpo tan profundamente investido y moldeado por el poder que segrega una visin delmundo y de lo social (Corbin et al., 2005: 21). La era del biopoder se concreta en prcticaspolticas y observaciones econmicas; tcnicas todas ellas para obtener la sujecin de loscuerpos y el control de las poblaciones. El papel ms importante para el desarrollo de este bio-poder es, segn Foucault, el que tiene el capitalismo (Foucault, 2006: 148; Foucault, 2012:75).

    Foucault refexion sobre la creacin de cuerpos excluidos en el que los mtodos de cas -tigo o tratamiento intentaban crear un cuerpo disciplinado. Las disciplinas son los mtodosque permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujecinconstante de sus fuerzas y les imponen una relacin de docilidad-utilidad" (Foucault, 2005:141). El cuerpo, entonces, est directamente inmerso en un campo poltico: las relacionesoperan sobre l dominndolo, sometindolo a disciplinas o rituales. Por consiguiente, este tipode poder es ms una estrategia que una propiedad: se ejerce ms que se posee (Foucault,2005: 33). El cuerpo poltico es el conjunto de los elementos materiales y de las tcnicas quesirven de armas, de relevos, de vas de comunicacin y de puntos de apoyo a las relaciones depoder y de saber que cercan los cuerpos humanos y los dominan haciendo de ellos unos ob-jetos de saber (Foucault, 2005: 35).

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    Mara Isabel Menndez Menndez

    En relacin con lo anterior, defnir el cuerpo femenino como poltico implica admitir quesobre el cuerpo femenino, histricamente, se ha ejercido una violencia simblica que, entreotros elementos, excluye la vejez, la fealdad y la gordura, adems de establecer un sistema devalores que considera ms recomendable la belleza que la inteligencia (Cruzado, 2004: 45). Esuna historia que responde al principio de cosifcacin, un cuerpo representado que se hacreado a la medida de la ideologa patriarcal, desde donde se han dictado las normas sobre supresencia y/o ausencia, adems de las posibilidades u obligaciones de cambio. Desde el mundoantiguo hasta la actualidad, el cuerpo femenino ha sido el principal espacio de opresin, mu-chas veces mediante argumentos que han exagerado las diferencias y que, incluso, haninventado particularidades inexistentes, como la costilla adicional (Greer, 2004: 45).

    Se trata de un cuerpo poltico manipulado primero por las ideologas y las religiones y msrecientemente por la medicina, para por un lado responder a la cultura sexualizada de laimagen y representacin, y por otro, mantener algunas industrias forecientes, como la repro-duccin asistida, a partir de prcticas cientfcas y mdicas que la propia mujer desconoce(Greer, 2000: 119); protocolos que consideran el cuerpo femenino nicamente como un ins-trumento de reproduccin (Pera, 2006: 82) y que apenas han escuchado la voz de las propiasmujeres. Como explica Bordo, la histeria primero y la anorexia despus, entre otros desr-denes, han sido una respuesta inconsciente de las mujeres, una forma de rebelin ante lasconstrucciones ideolgicas de la feminidad que, sin embargo, han sido ledas por la medicinacomo problemas intrnsecos al sexo dbil (Bordo, 1993: 170).

    Es decir, a lo largo de la historia, la cultura ha ido construyendo un entramado ideolgicoen torno a los procesos biolgicos naturales de las mujeres, hasta lograr la consideracin detab sobre todo aquello con su sexo y su cuerpo, lo que permite seguir manteniendo la inferio-ridad natural de las mujeres (Berbel y Pi-Sunyer, 2001: 57-60). La sensacin de impureza ysuciedad, incluso de repugnancia, que se logra imbuir en los cuerpos de las mujeres es, obvia -mente, incompatible con un desarrollo armnico y una relacin positiva con el propioorganismo, por lo que no es ms que una forma de sometimiento y de violencia.

    La violencia, el cuerpo y las mujeres son tres trminos interrelacionados en un sistemaideolgico que reproduce esas relaciones de poder que subordinan todo lo femenino y jerar -quizan los cuerpos en funcin del sexo. As, la biologa femenina ha sido conceptualizadacomo ms cuerpo: cuerpo omnipresente, pero sin embargo constreido dentro de los lmites

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    adjudicados que implican su lectura como un cuerpo vaco (Moreno, 2004: 94). Es decir, to-dava se ve a las mujeres como centradas en su cuerpo, mientras que se considera que loshombres lo trascienden (Entwistle, 2002: 56).

    En este marco, las prcticas estticas pueden objetivarse como un medio para mantener ladominacin en una poca que asiste a la hipersignifcacin del cuerpo de las mujeres, junto ala fragmentacin de la identidad femenina. El aspecto fsico, sobre todo en las mujeres, de-viene en una forma de discriminacin que se suma al sexo o la raza: la mayor perversin es elfracaso personal y social que experimentan las personas rechazadas por un fsico que no res -ponde al ideal esttico dominante (Venegas, 2004: 234).

    El panptico y la ciruga esttica como tecnologa del yo

    El anlisis de los discursos de cultura popular es un campo frtil para comprobar la vigenciade las ideas sobre la biopoltica aplicadas al cuerpo de las mujeres. La educacin recibida haceque las mujeres sean receptivas a cierta cultura de la mujer adulta (Wolf, 1991: 79). Ello ex -plica que, mientras se produca el gran cambio social fruto del acceso de las mujeres alempleo, los artculos de la prensa dirigan la atencin de las mujeres hacia la necesidad demantener su coefciente de femineidad (Wolf, 1991: 81).

    Desde algunos textos, que (re)interpretan a Foucault desde el feminismo, se propone quelas mujeres estn simblicamente atrapadas en el Panptico mediante sus cuerpos, sometidos acontrol y la vigilancia exhaustiva, ejercida por ellas mismas y por las personas que las rodean,interiorizando la obediencia al mandato patriarcal (Rodrguez, 2004: 326).6 En este modelo seconcreta el principio de que el poder debe ser visible e inverifcable; un poder automtico ydesindividualizado. Por consiguiente, no importa quien ejerce el poder (Foucault, 2005: 204).El Panptico es altamente efcaz porque crea una sujecin real en lo que es una relacin fc -ticia.

    El esquema panptico es hoy una representacin simblica de la forma en que la sociedadejerce vigilancia sobre el cuerpo de las mujeres, que conscientes de que son observadas en

    6 El Panptico es un centro penitenciario ideal diseado por el flsofo utilitarista Jeremy Bentham en 1790, quetuvo una amplia repercusin terica y prctica durante el siglo XIX en Europa (Garca, 2000: 294). Foucault, en surevisin, lo consider como el mejor empleo de la tecnologa de observacin.

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    Mara Isabel Menndez Menndez

    todo momento reproducen esa relacin de poder en su propio cuerpo, dcil y sometido alcanon esttico, siendo la propia mujer la primera y ms exigente vigilante. Es un control globaldel cuerpo: de la comida, de los movimientos y gestos, del cuerpo vestido y del cuerpo des-nudo un control con efecto multiplicador: vuelve ms fuertes a las propias fuerzas sociales.Se puede hablar, por consiguiente, de una sociedad disciplinaria cuando se ponen en relacinconceptos como cuerpo femenino, corporeidad y medios de comunicacin de masas. El panop -tismo garantiza que se reproduzca esta situacin: dominados por sus efectos de poder queprolongamos nosotros mismos, ya que somos uno de sus engranajes (Foucault, 2005: 220).Estas prcticas pretenden hacernos conscientes de nosotros mismos, autodisciplinarnos (En-twistle, 2002: 155). Es decir, en lugar de controlar por la fuerza, tal y como explic Foucault,el control se produce mediante la supervisin y el estmulo: El peor agente de deshonra es lapresin psicolgica y la coercin moral que se ejerce sobre las mujeres corrientes para lograrque se plieguen de buen grado a su ms conformista integracin social (Gil, 2000: 91).

    La obsesiva preocupacin por el aspecto hace infelices a las mujeres de hoy, al tiempo quealimenta industrias con cifras de negocio multimillonarias: muchas mujeres han emprendidouna carrera hacia la (re)construccin esttica con el objetivo de alcanzar la fantasa nrdica(McPhail, 2002: 4) y, en el caso de las que no son blancas, a la bsqueda de la mitologablanca usando la expresin de Derrida (Derrida, 1989: 253). Una obsesin que persigue, porejemplo, a miles de africanas que diariamente se untan productos abrasivos con el objetivo deser menos negras, lo que les permitir ascender en el escalafn social y que revela la incomo -didad del sujeto colonizado con su cuerpo, con su negritud entendida como defecto (Silva,2004: 160). Al mismo tiempo que las mujeres occidentales parecan haber ganado terreno enla esfera pblica, han ido retrocediendo, para ocupar un espacio real y fsico cada vez menor:Se nos ha educado en una cultura en la que las medidas del cuerpo tienen una importanciaextrema, en la que la delgadez es sinnimo de salud, de seduccin, de moralidad y de sexua-lidad. En la que, de hecho, el valor esencial de una mujer depende de su capacidad deadelgazar (Rice, 2007: 99).

    El culto al cuerpo del siglo XXI est fusionado con la fobia corporal, un odio hacia elcuerpo orgnico que recuerda la antigua demonizacin de la carne en los primeros tiempos dela Iglesia: querer un cuerpo perfecto signifca querer escapar del que se tiene (Abcassis yBongrand, 2007: 178). El cuerpo menospreciado se convierte, para el propio cuerpo, en elenemigo, en el smbolo del mal que ha de ser continuamente vigilado (Pera, 2006: 157). En

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    este sentido, la ciruga esttica es un tema controvertido, en un momento en que sus prcticasse han convertido en un fenmeno popular. Kathy Davis (2007), explica que la ciruga cosm-tica se basa en defniciones de normalidad fsica: en una sociedad sexista, racista y clasista,ciertos grupos de poblacin son defnidos como feos o repugnantes a partir de lo que Youngdenomina medida esttica de los cuerpos, de forma que esos individuos son defnidos como losotros, los que no son como el individuo normativo (Young, 2000). En consecuencia, estarnbajo la presin de parecerse a aquel para ser considerados normales. Esta es la explicacin noslo a la ciruga esttica a la que se someten a las mujeres, sino tambin la creciente obsesinpor la ciruga tnica, una de las especialidades que ms crecimiento est experimentandodentro de la ciruga plstica. La ciruga se convierte en una opcin legtima del deseo de pa-recer normal (Davis, 2007: 21).

    Cristobal Pera explica cmo los cuerpos humanos se evalan a s mismos y a otros a partirde modelos cannicos que son el paradigma de lo normal. Y advierte que lo normal, y tambinlo patolgico, son circunstanciales (defnidos por los poderes). El problema es que ciertosgrupos sociales se han impuesto como prioridad la bsqueda de una identidad corporal clara-mente defnida sobre la pretensin de conseguir una perfectibilidad corporal cannica segnla cultura predominante. Esta actitud ha conducido a la cultura de la modifcacin delcuerpo, asumida como un proyecto individual (Pera, 2006: 35). Con la democratizacin deestos procedimientos se ha llegado a cierta despolitizacin de las tcnicas quirrgicas de embe-llecimiento: la ciruga aparece como una tecnologa neutral, que nicamente obedece a laspreferencias individuales de las personas, por lo que se impone un equvoco mensaje deigualdad que argumenta que todas las personas pueden someterse a la ciruga y que todos losindividuos lo hacen por una motivacin individual legtima, esto es, verse mejor.

    Davis encuentra varios problemas a esta despolitizacin. En primer lugar, la aparicin deun falso discurso de la igualdad que trivializa los procedimientos y convierte la ciruga en unmedio de construccin del proyecto de identidad. Por otro lado, ese discurso de igualdad invisi-biliza las desigualdades estructurales, basadas en el gnero, la etnicidad, la edad o lanacionalidad: evita el cuestionamiento sobre el hecho de que el modelo blanco occidental seala norma a la que todos/as aspiran, como si las prcticas de los/as dems tuvieran el mismovalor poltico. Asimismo, la supuesta igualdad en el acceso a estas prcticas niega el hecho deque las personas no pueden cambiar de cuerpo como s pueden hacerlo de ropa. Mediante eluso de estos recursos neutralizadores se disminuye la tradicin de sufrimiento de las mujeres a

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    travs del discurso de la belleza. Por ejemplo cuando se afrma que en la actualidad tambinlos hombres usan estas tcnicas, ignorando la diferencia de experiencia entre el sujeto fe-menino y el masculino en cuanto a la corporeidad (Davis, 2007: 22).

    Con todo, es complicado sostener los discursos deterministas que niegan la capacidad deaquellas que eligen la ciruga para mejorar su cuerpo pues estas tcnicas son ambivalentes: laciruga puede ser un acto de eleccin, una solucin y un problema, que a la vez empodera ydesempodera (Davis, 2007: 29). Es un tema complejo porque la ciruga esttica, por defni-cin, es un sistema inserto en el discurso de la belleza femenina que juega a disciplinar ydenigrar los cuerpos de las mujeres y, adems, la ciruga cosmtica se ha convertido en unmedio de eliminar marcadores de diferencia los tnicos por ejemplo. Desde el punto de vistaindividual, el deseo de someterse a ciruga esttica obedece a cierta negociacin de la iden -tidad en la que las personas, aunque sea sometindose a la tirana del discurso social, gozan decierto margen de eleccin. Se trata, empero, de una accin voluntaria pero sometida a las rela-ciones de poder que, muchas veces ocultas, limitan las posibilidades reales de eleccin. Porello, la ciruga esttica tiene ms de una lectura. El propio feminismo, mantiene Pera, lo en -tiende tanto como el resultado de la opresin masculina como un instrumento de liberacinfemenina mediante el que conseguir ms poder (Pera, 2006: 52).

    El modelo biopoltico de opresin femenina

    El cuerpo femenino como un texto a interpretar exige enfoques multidisciplinares para su an-lisis pues consiste en un repertorio de imgenes visuales, construidas socialmente. Estaramosante un nuevo concepto esttico, impregnado de cuatro valores fundamentales: la belleza es unvalor sexual, porque lo bello produce placer; es un valor social, porque permite ascenso y po-sicionamiento; es un valor intelectual, pues lo bello es razonado; y, por ltimo, es un valoreconmico, ya que se supone que se ha dispuesto de los recursos materiales para alcanzarla(Rafalli, 1999: 25). As, las mujeres impuras del siglo XXI no son las deshonestas desde elpunto de vista de la sexualidad, sino las que no conservan la legitimidad de la imagen esttica.Es decir, las feas, las poco arregladas, las obesas.

    Las soluciones parecen reducidas, segn Gil Calvo (2000): negar el cuerpo mediante elcontrol de las fronteras corporales y afrmar la mente, creando una imagen independiente de

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    su soporte corporal. En primer lugar, suprimir todo lo que pueda degradar la imagen deseada(por ejemplo, el imperativo de adelgazar) y, en segundo lugar, encubrir la realidad orgnica conpantallas de distraccin (por ejemplo, el uso de maquillaje). El canon de belleza se concreta envarias cuestiones fcilmente identifcables: una mujer de aspecto eternamente joven y muy del -gada. Es, adems, caucsica, de piel blanca. En la cultura de consumo el cuerpo se dominamediante un conjunto de tcnicas disciplinarias enfocadas a manipularlo para la seduccin. Lafnalidad es conseguir un cuerpo bello a travs de la ritualizacin eterna de dietas y otrasformas de trabajo corporal (Foucault, 1990). Este complejo y severo sistema de disciplinas eslo que culmina en el cuerpo dcil, doblegado ante la presin social.

    He denominado modelo biopoltico de la opresin femenina (grfco 1) al modelo tericopara analizar la disciplina en los medios de masas. Es un modelo que permite analizar la repre -sentacin de la corporeidad de las mujeres, a partir del estudio de dos dimensiones principales:la identidad y el canon de belleza. La identidad es un concepto ampliamente abordado en lasciencias sociales: un sentimiento de mismidad y continuidad que experimenta un individuo encuanto tal (Erickson, 1977: 586), es decir, la percepcin que un individuo tiene sobre smismo. Es un concepto subjetivo que las personas elaboran a partir de s mismas (autorrefe-xin) pero tambin a partir de su pertenencia a un grupo. Ello les permite reconocerse comoalguien que pertenece a ese grupo pero, al mismo tiempo, como ajeno al resto. Todo ello cul -mina en la identidad social o colectiva. Por eso, la identidad es un factor directamenterelacionado con la distancia social, al ser inversamente proporcional a sta: mayor autoestimaproduce menor distancia social. Es decir, sentimiento de aceptacin. En este complejo sistema,la corporeidad es un factor que, no por poco visibilizado, es menos importante: toda relacincon el mundo se realiza a travs de la corporeidad. La cognicin es corporizada o no es; setrata de la primera fuente de conocimiento y comunicacin. De ah que el cuerpo sea lafuente de nuestra identidad (Entwistle, 2002:155) pues es precisamente l quien porta el pres -tigio social.

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    GRFICO 1. Modelo biopoltico de opresin femenina

    En cuanto al canon de belleza, y de acuerdo con Gil Calvo (2000), est compuesto de tres ele-mentos: atractivo fsico, medida corporal y distancia social. De las dos primeras depende laltima ya que la distancia social es lo que permite valorar el grado de aceptacin de una per-sona en un grupo. La bsqueda de la hermosura necesita, entonces, de la utilizacin derecursos permanentes y simultneos: para alcanzar el atractivo fsico, se usar la cosmtica, lamoda y, si no es sufciente, la ciruga esttica. Para encajar en las medidas corporales, la dieta,la gimnasia y, en ltima instancia, tambin la ciruga. En cuanto a la distancia social, la res-puesta positiva o negativa a la evaluacin de los elementos anteriores se convierte en la medidadel xito. A todo ello se aade otro mecanismo de evaluacin de lo considerado femenino: elautocontrol de las propias mujeres. Es evidente que el autocontrol es una dimensin intrnsecaa los individuos, pero se impone a travs de otras cuestiones extrnsecas pues la cultura proveelos artefactos simblicos capaces de imponerlo. Es esta una forma de asumir la corporeidadcomo un proyecto corporal, una tecnologa del yo, por usar la terminologa de Foucault. Este

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    proyecto no est exento de restricciones pues la forma de realizar la identidad personal est endirecta relacin con el lugar que se ocupa en el mundo.

    La aplicacin del modelo anterior a los medios de masas revela que los cuerpos de las mu -jeres han sido convertidos en espacios de imperfeccin, ya sea mediante la invencin oexageracin de problemas psicolgicos (sndromes y alternaciones de origen hormonal), ya seasustituyendo ese cuerpo normal por otro enfermo o deforme. Con la ayuda de otros discursos,como la medicina, se ha elaborado una falsa nocin de belleza que se identifca con salud yque incluye cuestiones asumidas como inevitables, tal es el caso del hambre o el dolor. Se ha(re)defnido el cuerpo femenino y lo que antes eran cuestiones normales de carcter anat -mico, ahora son problemas patolgicos.

    En las revistas, la aparicin de reportajes sobre ciruga esttica es creciente. 7 Si bien de-bera ser preocupante ese exceso de informacin, lo es mucho ms el tono con el que abordanlas informaciones. La transformacin quirrgica aparece como el milagro que todas las mu-jeres buscan y se redactan las piezas, frecuentemente, con cierta frivolidad, identifcando elpaso por el quirfano con una tcnica cosmtica, casi como untarse una crema o ingerir algunavitamina.

    Otra posibilidad es proponer la modifcacin como una simple moda, como una forma di -vertida de cambiar de aspecto, tal y como se puede hacer con la indumentaria. Los propiostitulares no dejan dudas: Operacin belleza. Cunto y cmo atreverse al cambio. Con estetipo de enunciados se inician los reportajes dedicados a descubrir los secretos de la ciruga,prescribiendo cundo usarla e informando, de forma desmitifcadora, de su coste. Otro pro-blema es el que aparece en las imgenes. Las ilustraciones utilizan cuerpos que no necesitanningn cambio, proyectando un cuerpo ideal en el que se normalizan elementos tcnicos comoel lpiz del cirujano.

    Aunque en algunas unidades se incluyen advertencias (por ejemplo, que si la paciente tieneun problema psicolgico es probable que no lo resuelva con la operacin, o que las interven-ciones a veces tienen inconvenientes) las afrmaciones que desmitifcan las tcnicas son muchoms numerosas. Y se ven reforzadas por voces expertas (casi siempre cirujanos, la mayora va-rones) que recomiendan aplicarse estos procedimientos cuanto ms joven mejor. La insistencia

    7 Los ejemplos que se mencionan en este epgrafe pertenecen a distintos reportajes de las revistasElle, Cosmopolitan y Ragazza del ao 2006.

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    en abordar la solucin quirrgica como una tcnica cosmtica es abundante y se refuerza contitulares que prometen que todo es posible, que es sufciente con desearlo y poder pagarlo.Belleza a la carta es un ejemplo de esta idea. Slo hay que saber elegir el men.

    El tono frvolo y pseudocientfco de muchas informaciones construye una imagen de la ci -ruga esttica deshumanizada y desencarnada, de forma que desaparece la realidad: lasintervenciones quirrgicas con sus riesgos, sus efectos secundarios, sus secuelas. Tampoco re-vela lo invasivo de los procedimientos y mucho menos los problemas de otra ndole, como launiformizacin del canon esttico o el culto de la obsesin por la propia imagen. Asimismo, esprcticamente imposible encontrar reportajes sobre los problemas que han podido sufrir laspacientes de alguna clnica, ya sea por engao o por complicaciones posteriores. Dichos pro-blemas, muchas veces graves, apenas se recogen en la prensa y, si aparecen, lo hacen demanera muy superfcial.

    En general, la ciruga esttica en las pginas de la prensa de masas es una celebracin de lointrascendente. Por ejemplo, mediante el recurso al nfasis hiperblico (Larga vida al re-toque) junto al uso de elementos paralingsticos y trminos del lenguaje popular(arreglillos) que permiten la identifcacin y desmitifcacin. Por otra parte, la cantidad demujeres que se someten a estas prcticas parece ser sufciente motivo para alinearse con su uso(Ms de 5.000 mujeres se hacen cada da en Espaa un arreglillo). En sntesis, se trata deun mensaje informativo cuyo aspecto formal est prximo al discurso publicitario, un meca-nismo de saber/poder propio de la sociedad contempornea.

    Es curioso tambin que, cuando la prensa decide abordar (superfcialmente) la obsesinpor la belleza de algunas pacientes, casi siempre desde un enfoque que asegura que estas prc-ticas pueden suponer adiccin (que es otra forma de mitifcarlas), se deposita toda laresponsabilidad en las usuarias. Es decir, en esos casos de mujeres obsesionadas con las opera-ciones (Las fanticas de la ciruga esttica) ellas son las irresponsables o incluso neurticas.La prdida de lmites entre la realidad y la divinidad nunca es refexiva: las revistas no ex -plican por qu algunas pacientes no pueden parar o siguen necesitando el bistur mgico paraser felices.

    Si estas informaciones, a priori, deberan ser positivas, ya que pueden advertir a las lec-toras de algunos riesgos como la dependencia psicolgica o la obsesin por la imagen, al elegirel enfoque frvolo y no contextualizar los testimonios, se construye un relato de mujeres ines -

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    tables, algo desequilibradas, incapaces de manejar su propia identidad. Se invisibiliza el factorambiental y social imbricado en la construccin de la autoestima, mientras se elabora un sujetofemenino culpable y sin agencia.8

    Discusin: la biopoltica en los medios de masasEntre la agencia y la resistencia

    Entwistle mantiene que, para comprender el cuerpo en la cultura es necesario entender cmoel cuerpo textual es decir, el cuerpo expresado en los discursos producidos por los textos,como la prensa o las revistas se relaciona con la experiencia de la corporeidad: el cuerpo quese manifesta en la vida cotidiana a travs de diferentes prcticas (Entwistle, 2002: 287). Larepresentacin de la imagen femenina hoy se encuentra bajo una presin dialctica: por unlado, el tributo debido a la historia de las mujeres y la conservacin de todos los elementos dela experiencia femenina y, por otro, la propia iniciativa de los sujetos femeninos que ahora in-tentan expresar su propia identidad personal. Aparecen, entonces, tensiones entre ciertanormatividad social sobre los cuerpos femeninos, al servicio del mercado, y las cuestiones deempoderamiento y autonoma (Guerra, 2012: 137).

    Llegamos entonces a una ltima cuestin que tiene que ver con la agencia. La mayora detextos crticos coinciden en identifcar a los medios de comunicacin de masas como uno delos principales emisores del discurso sobre el mito de la belleza. Es una mediatizacin corporalque no se produjo sbitamente sino que fue incorporndose al tiempo que se apropiaba deotros espacios: el cuerpo meditico es un cuerpo fltrado, en el sentido de que ha sido cribadoa partir de otros discursos anteriores. El cuerpo, encarnado en el de las estrellas y astros delcine o del deporte, es un nuevo dispositivo que no podra entenderse sin la intervencin delaparato meditico (Traversa, 1997: 252).

    8 El anglicismo agencia, del trmino ingls agency, empleado en la literatura especializada en gnero se refere ala accin de los individuos sobre s mismos, la capacidad de decisin de los sujetos y en particular de las mujerespara decidir sobre sus cuerpos y sus vidas (Davis, 2007: 17) y es uno de los nudos conceptuales de los estudios cultu -rales. El problema terico que aparece cuando se mantiene la agencia de las mujeres respecto a opcionesproblemticas como la ciruga o el acatamiento del canon corporal se encuentra en la frontera de trminos como elec -cin, libertad o voluntad pues la accin individual se sita siempre en relaciones de poder, desde las que se defnen lasrestricciones y por tanto las verdaderas posibilidades de eleccin.

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    El concepto de imagen corporal elstica hace referencia a cmo los medios de masas con-tribuyen a la representacin de un cuerpo ideal que luego las mujeres internalizan, alcompararlo con su propia fgura. Lo preocupante es que las modelos que ocupan las pginas delas revistas no son reales: van maquilladas, se trabaja la iluminacin y el ordenador retocacualquier defecto. El resultado es inhumano y proponerlo como modelo equivale a condenar ala desesperacin a aquellas que lo contemplan (Abcassis y Bongrand, 2007: 187). Las mo-delos se sitan en las antpodas de las mujeres de carne y hueso. Son un ser ideal e inmaterial,cuyo rostro no dejar entrever el ms mnimo rastro de emocin o contrariedad (Agustn, 1998:19). Se perfla una mujer invisible en los medios de masas: la madurez no parece tener ningnvalor y el cuerpo de las mujeres sigue siendo el rehn de las fantasas ajenas (Obligado,2000: 132). Sin embargo, entre 2.000 y 5.000 veces a la semana recibimos imgenes decuerpos manipulados digitalmente, cuerpos que no existen en la vida real (Orbach, 2010: 89).

    Volviendo al concepto de agencia, la crtica feminista reconoce que las revistas para mu -jeres y por consiguiente su representacin de la feminidad convencional producen placer ensus lectoras, lo que revela la complejidad en el consumo de estos discursos as como la imposi-bilidad de apelar a la superioridad moral. Es decir, el nfasis en la ideologa presupone ciertoestado de pureza o de conocimiento, un espacio que el feminismo consider que deba ocuparen otra poca pero que hoy entra en conficto: rechazar a tantos millones de mujeres comovctimas de la ideologa y, por consiguiente, situarlas en el lado opuesto del feminismo, era unaactitud simplista y a la vez degradante para con esas mujeres normales y corrientes (McRo-bbie, 1998: 266).

    Nos situamos entonces una encrucijada terica similar a la planteada por Kathy Davis res -pecto a la ciruga esttica. Reconociendo que se trata de una estrategia que consolida lacosifcacin de las mujeres y que adems es peligrosa, no comparte la defnicin de ineptasculturales que proponen algunos autores/as ms deterministas y considera que quienes eligen laciruga son actores/actrices competentes, con cierto conocimiento social, lo que incluye los dis-cursos y la prcticas dominantes sobre la belleza femenina. Es decir, quienes eligen modifcarsu cuerpo, pueden hacerlo como un acto voluntario que les permite empoderarse (Davis, 2007:29).

    As, por mucho que se considere que las pginas de las revistas para mujeres son una con -memoracin de la feminidad hegemnica, las revisiones tericas (tambin las postfeministas)

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    siguen planteando retos intelectuales. Explica McRobbie que, como respuesta a lo anterior, al-gunas revisiones apelaron a cierta feminidad esencial, que algunas autoras han consideradocomo una forma de resistencia: las mujeres corrientes podan tener recursos y respuestas cua -sifeministas desde los espacios tradicionales de la feminidad. Son respuestas, sin embargo,problemticas, pues el supuesto esencialismo de la (re)valorizacin de los placeres de la femi-nidad, se basara en presupuestos heterosexuales, acrticos con la pluralidad de la experienciafemenina (McRobbie, 1998: 268).

    No obstante, la propia McRobbie reconoce la herencia de Foucault, quien nos ha ense -ado a desconfar de las nuevas libertades y advierte del peligro de que los nuevos placeres yposibilidades sean formas que el poder utiliza para fjar nuevos lmites. Las revistas puedenproponer algunas lo hacen cierta tensin o incluso un espacio de resistencia pero, en elfondo, siguen articulando su compromiso con la tradicin, tanto en la reproduccin de lasnormas de belleza femenina como en la invocacin de una supuesta cultura femenina, uni-versal, consagrada a la moda y al cuerpo (McRobbie, 1998: 273). Las mujeres de las revistaspueden cambiar e incluso ser distintas pero siempre seguirn siendo mujeres (McRobbie, 1998:282).

    En defnitiva, aceptando la existencia de mensajes de resistencia, incluso de la incorpora-cin de (parte) del discurso feminista, y teniendo en cuenta la difcultad para explicar el placerque produce consumir estos ttulos, lo que no se modifca es la norma general que las revistasmodernas han incorporado como su lema principal: la afcin por consumir, la suposicin deque ser mujer implica un estado natural de feminidad y que el fracaso se puede combatir conla mejora personal.

    Desde enfoques postfeministas, por el contrario, se asegura que la esttica no es una tiranasino un elemento de empoderamiento. Utilizar la belleza como principio vital para mejorar enel empleo, para conseguir el amor, para ser ms feliz sera entonces una forma de resistenciay una manera de experimentar la propia identidad. En este sentido, Gilles Lipovetsky (1999)sugera hace tiempo que el cdigo de delgadez (en las mujeres) es ms un signo de igualacinde las condiciones que un vector de opresin pues, para este autor, la pasin contemporneapor la fgura esbelta es una traduccin, en el plano esttico, del deseo de emancipacin.

    Esta segunda lectura la que defenden posiciones postfeministas como el Lipstick Femi-nism es arriesgada por varias razones. La primera de ellas, porque la obsesin corporal de la

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    mayora de las mujeres no es sinnimo de libertad sino que se ha convertido en una autnticapesadilla que no slo produce ansiedad sino que, en muchas ocasiones, se traduce en patolo-gas (Ventura, 2000: 36). Pero, por otro lado, y tal como advirti Pierre Bourdieu, las mujeresaceptan, cuando supuestamente quieren liberarse, la lgica dominante del varn. Usando laspalabras de Audre Lorde, una activista feminista, negra y lesbiana: las herramientas del amonunca desmontan la casa del amo. Quiz nos permitan obtener alguna victoria pasajera si-guiendo sus reglas del juego, pero nunca nos valdrn para efectuar un autntico cambio(Lorde, 2003: 118).

    Es decir, se hace difcil alcanzar la liberacin cuando se utilizan las mismas herramientasque favorecen la opresin. Por el contrario, puede ser cmodo aceptar el discurso hegemnicocomo una forma de disminuir la angustia. Quiz es necesario diferenciar entre los trminos vo-luntad y libertad. Hay que aceptar la eleccin voluntaria del canon esttico, por parte demuchas mujeres, como forma de empoderamiento, de resistencia o simplemente de acata-miento, pero es difcil interpretar esas prcticas como libres y emancipadoras. Voluntario s,pero libre? Una asignatura pendiente es apropiarse del propio cuerpo antes de poder recono -cerse como una mujer completa ante el espejo (Berbel y Pi-Sunyer, 2001: 260).

    Consideraciones finales

    Los postfeminismos mediticos reclaman el empoderamiento mediante la apropiacin de tc-nicas de control que, supuestamente, los individuos subvierten y (re)signifcan. Sin embargo, laangustia que parecen sufrir tantas mujeres y los recursos destinados a conseguir un ideal pordefnicin inalcanzable, hacen muy difcil aceptar que el mensaje esttico, la idea de hacerse auna misma a travs del uso de tecnologas corporales, sea efectivamente un mensaje liberadorpues, entre otras cosas, se vislumbra el inters del mercado por sostener y aumentar un ne -gocio que no deja de crecer. Como mnimo, y recogiendo la herencia foucaultiana, deberamosdesconfar de esas nuevas libertades.

    El modelo de anlisis que proponen estas lneas permite visibilizar los instrumentos quecontrolan el cuerpo femenino mediante nuevos paradigmas desde los que aplicar disciplinascorporales de control. La ciruga esttica, en la prensa dirigida a mujeres, aparece como unasolucin siempre positiva y casi milagrosa de la que nicamente se ofrece el antes y el des-

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    pus. El mensaje ha invisibilizado el durante del proceso (dolor, sangre, agujas) y tambin lasconsecuencias no siempre tan ideales. Adems, se trata de un modelo esttico tan uniformeque podra denominarse como nueva forma de colonizacin.

    La sociedad del siglo XXI ha elaborado una mujer defectuosa bajo una apariencia de li-bertad y autonoma. En la prensa femenina, que siempre construye un discurso mitifcado, noexisten realidades corporales porque el cuerpo que representa ha sido desencarnado. La narra-tiva de la belleza abruma y pone en peligro los ingentes esfuerzos que las mujeres hanemprendido para librarse de los mecanismos de control social que las mantuvieron oprimidasdurante siglos.

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