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Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

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  • Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • ~=-;~

    13II3LIOTECA NACIONAL .

    ; __ ~_:l/! ____ :::'::: ____ ~1!!( 1 (a . ;r -- l). --- ; Quito-Ecundor ~

    LA ESCUELA DOMSTICA

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • JUAN 'LEN MER~-1\EMBRO CORRESPONDIENTE QUE FU DE LA RI!.AL ACADEMIA HSPAOLA

    La escuela

    domstica

    Artculos publicados en EL. FNIX.

    ~Br~. .. .. . .'!/ .

    (.

    MADRID LillRERA DE FERNANDO F

    5, Puerta del Sol, 15

    1008

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • ~s propiecla.ll.-Deroohoa resol'Va.clo!=:.

    l[,lDR!D, 1!JOS.-lmprenta westenolipia de Ricarclo F, Olmo, 4.

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • LA ESCUELA DOMSTICA

    I

    Si estos articulejos, Lector querido,

    Te dan lo dulce gotas} Lo afnargo _ros} N o te enfurrues1

    Pues lo. amargo aprovecha M{s que lo rlnlce.

    IDEAS PRELIMINARES

    . (11.. AY quienes v~n la c.ivilizac.in en los triun-~~ fos de las ciencias naturales y exactas, en

    . el gran cmulo de conocimientos -prcticos que de ellas emarian, en el mrnento de comodidades para 1~ vida y de plac:res para los sentidos, en aquel exuberante brillo que rodea por todas partes y con r~pidez vertiginosa los pueblos y naciones, en tod aquel ruido, en fin, que los ensotJece y atolondra, atnn de la indiferencia de la fe religiosa del combate contra ella, com-bate que es para algunos precisa condicin de

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • 2 'f. L. Mera . .

    las luces del siglo y de sus agigantados pasos ca-miria de la perfeccin indefinida. El siglo ular~ chal El siglo tritt11jal exclaman contentos y satis fechas los afilosof~do,s idlatras de los moder nos adelantos.

    Pero haytambin quienes, rechazando abso. lut~mente las ideas antireligiosas como opuestas todo orden y toda rganizacin social,coino as'esinas de todo bienestar individual 6 comn, privado 6 pblico, h'lcen consistir Ia ci~iliza~ cin en la armona de las ciencias, de los cono-cimientos tiles, de las comodidades de la vida

    .y hasta de los placeres, con la moral; mas n con la inventada por la filosofa humana que, como huma.na, mezcla frecuentemente errores en sus obras, las prod!tce inseguras y deficien-tes como ella misma, sino con la moral hija 9el Evangelio, pura y santa como verdadera, y como verdadera fecunda en buenas ideas, buenos sen7 timientos y buenas acciones. Los que as pien san y sienten,_ no ven la marcha triuufante del si glo, sino el antagonismo de las luces con la mo-ral, la -ria de muerte defprincipioreligioso con el pri~cipio revolucionario impo, la ceguera de los hombres quienes ste embauca, y el ro-dar y .precipitarse de la sociedad los abismos de la barbarie.

    Son ilusos los primeros? son pesimistas los segundos? quines tienen razn?

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • La escuela _domstica. 3 _.;__~----------,------ ------- ---

    El examen de estas tres, preguntas, para ver de contestarlas satisfactoriamente, da materia para ms de un libro, y yo no tengo la vanidosa pretensin de escrib,irle; sio _quiro dejar correr la phi m a en una serie de breves artculo!.l desti-nados El Filix, tras una de las caUsas del in-al-estar social qtiP. se siente cada da mayor pe-, sarde la tan decantada civilizacin moderna.

    A fin de cumplir mi propsito he menester so-licitar la venia de mis compiltriotas para meter-

    . me en sus hogares, y despus' acompaarles por calles y plazas, templos y paseos, visitas y nego-cios, y ver cmo andan sus familias, llamar juicio los padres de ellas, y si fuese necesario ... Oh, seores! perdonadme; pero juzgo que no fal-tan entre vosotros quines merezcan las speras caricias del rebenque ...

    Y hablo de mis compatriotas, porque para ellos busco el bien. Deseo hacer tina o brilla' local para que aprovechen de ella los ecuatorianos. Los que noterigan los hbitos viciosos; los que se hallen exentos de los defectos que,en ella me propongo vituperar, clarO.se est que pueden decir boca llena: ccEstos artculos no so~ para

    .nosotros.,, Y es verdad: por ventura escribo yo para personas y familias de costumbres intacha-bles? quiero acaso propinar la medicina cora- zones sanos y alinas rObitstas?

    Pero vlgame Dios! es indudable que tene-

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • 4

    m os muchos enfermos: . si. el lector se. propusiese observar /nuestra sociedad,. ya veia que hay ms de cuatro casas que parecen manicomios hospitales.

    En el orden material el mundo contiene mu~ cho buerio; y no he de. ser injusto negando que el orden moral no ha desaparecido de entre los hombr'es; pero desgraciadamente lo malo so-breabunda~ y sus semillas hallan el corazn hu-mano ms fecundo, que no las de la virtud, para las cuales es con 'harta frecuencia ingrato pe-dernal.

    Si es consoladora verdad que la antorcha d~ la fe derrama luz abundante y viva en muchas inteligencias; y que la mano de la virtud cristia-na labra cora~ones para Dios y la humanidad, triste verdad es asimismo que en mucho mayor nmero. de inteligencias imperan densas som-bras arde siniestra Juz de volcn, y que en mi-llones de entras ha arraigado el cancrq de la corrnpcn; es innegable tambi~n que en medio de la libertad y del derecho mal comprendidos 6 profanados cae postrado d deber; se enerva de, muerte la conciencia, se pierden las nociones de la justicia y del honor, huyen y desaparecen las buenas costumbres, y lo que se llama civiliza cin no es otra cosa que. la corteza de oro qne envuelve el carcomido trorl'co de la enferma hu mana sociedad.

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  • La escuela domsticct, 5

    Los que s'e dejan seducir por el brillo de la corteza, ren, cantan, beben y brindan en ruido-sos festines en honra del dichossimo porvenir. Los que 'penetran, siq~ier.a sea una lnea, bajo la cor-teza, y ven las. llagas, y perciben la fetidez, y

    . sienten el anhelar y los irregulares latidos del\ corazn de la desdichada sociedad, se entriste-en.y lloran. ' .

    A stos me inclino, ms propiamente, de .stos soy. No hallo causas para reir y cantar, menos que sea la risa que, aun en medio del dolor, suele provocar la ridiculez de muchos prjimos,_ y el canto de Juvenal que era y esto-dava como un bramido del Cotopaxi; hallo, ~, causas para la atiiccin y el lloro.

    Sabislo que es el matapalo de n,uestras sel-vas? Es planta parsita que, de semilla trada por el viento, nace en la parte superior de un tronco lleno de vida y hermoso; crece; sus dbi-les. ramas descienden. manera de jarcias rotas, tocan en tierra, echan races; y lo que baj fle-xible y pobre mimhre, sube convertido en rbol, e~laza y ahoga el tronco que le sirvi de cuna, .arrimO y fuente de nutricin, y ncumbr su so-. berbia copa sobre los dems rboles. Las rilals doctrinas son los matapalos de. la sociedad, .los pueblos son los rboles que les dan arrimo y sa-via para luego ser sus vctimas y perecer entre ~os frreos lazos de los monstruos. La nica di-

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • 1 L; Mera . . ~ . . -

    ferencia est en que el verdugo. de los rboles, despus de su crimen. es provechoso para mU-chos objetos; pero los verdugos de los pueblos jams han servido ni pueden servir para otra cos'a que para ir ni atando cuanto cae bajo sil infernal influjo.

    La sctnilla del mal que ha prendido en el co-. razn de los pueblos, parsito fecundo, se hai!l clinado la tierra, ha echado races, y~ es rbol, ya da frutos abundantes-;-frutos de maidicin!;

    . La barbarie culide, pues, por el mundo; y es. barbarie, como Jo not.a un clebre orador fran-cs de nUestros das, q11e brota del seno de la.ci-vilizacin divorciada de la moral evanglicat como brota la mala hierba en un jardn aban- donado del jardinero; barbarie ms feroz que la de los Vndalos y Hunos, ms devastadora que la de los Trtaros y Mogoles del sigl~ xm;. barbarie que en lo material tiende no dejar huella ninguna de los triunfos de las Artes, y en , lo moral intelectual ni un solo rayo de !u2;, ni Una leve rf:ga de aire vivificador; barbarie sin ejemplo en la memoria de los siglos.

    Quienes de exagerada~ falsas tilden estas. apr~ciaciones, apresrense borrar de la histo ria contempornea los hechos que las justifican, y que son como los primeros movimientos vita-les del monstruo que amenaza la sociedad;. prueben asimism.o que las causas esencialmente

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  • ' La ~sczeela doinkstica. 7 /

    malas producen buenos efectos, y que un mal ' que ha venido pleno desenvolvimiento, como el mal soCial del siglo x1x, puede contenerse desaparecer sin cai.isa opuesta que le combata y contrarreste nieguen, por ltimo, que n in al es mucho ms terrible mientras ms s,e haya in ter~

    . nado en el conizn. La barbarie de Atila y Gen- . jis-Kan'.puede decirse que roa la carne de los pueblo~; pero 'la barbarie del liberalismo, delcO-rriimismo, del socialismo les pudre las entraas; le:; corrompe el alma:

    Hombres de talento y saber se han dedicado estudiar el deplorable estado de la sociedad en nuestros das, y con frecuencia rios la han presei).tado desnuda de los atavos con que los utopistas gustan de engalanarla. El diagnstico est hecho, la medicina no es desconocida; ms por desgracia, los que conocen la enfermedau son pocos, los que saben c~o y con qu debe

    . eurisela, poqusimos, y en menor nmero to-dava los dot~dos de buena voluntad para apli-car el remedio.

    En efecto, a.unque se cuenta gran nmero de ' Cat6licos, es muy corta la porcin de los que ven

    el abismo abierto los pies de la sociedad; por 'que ti.enen pereza, miedo 6 indiferencia de estu-diar y n1editr; certsima la de quienes, no igrio . randa el mal, tampoco desconocen que ha de . remediarle fa prctica de los principios relgio-

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  • 8 J. L. !llera.

    sos, y exigua; relativamente, la de los que, des~ nudos de respetos humanos, firmes en sus creen~

    -cias, resueltos en sus huenos propsitos; nobles en sus aspiraciones, se entregan esa prctica.

    Y cuando habi de sta, no se entienda que me limito lps actos de pura devocin, al cuin plimiento de aquellos deberes que ms ntima-mente _se relacionan co1;1. el futuro destino del . alma; quiero hahlar de la doctrina catlica apli~ cada la vida poltica y social, )a vida del mundo en todas sus ramificaciones; esa vida que se mueve, se agita y hierve en las grandes ciudades, las aldeas y los cortijos, en los salones y en los almacenes, en los centros de la indus-tria y en los talleres de los menestrales, en las plazas, en los caminos, en todas partes en donde Naturaleza da morada y elementos de desarrollo al_ser racional; esa vida cuyas races estn en el hogar, cuya forma es modelada por las manos de los padres de familias y bajo la influencia de su voz, mirad~s y acciones; esa.vida;.en fin, que partiendo de lo domstico ntimo se derra-ma por todas las vas abiertas al movimiento y actividad humanos.

    Quizs no falte quien observe, especialmente cuando lea algunos artculos posteriores, que las cosas en ellos examinadas poco nada tienen que ver, pues son completamente domsticas, con las graves cuestiones sociales qe entraan

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  • J., a escuela. domstica. 9

    el liberalismo, el cOmunismo y el soci'alismo que he mentado; pero quien haga tal observacin advierta desde ahora que no es mi nimo el ue raciocinar acerca de Hlas, sino sobre la organi-zacin viciada y los def~ctos de muchas fami-lias, de los cuales son responsables sus padres;

    . vicios y defectos que si no traen consigo el m~! social que deploramos, es ii:megable que le pre-paran el camino. Difcilmente hay vicio de fa-milia, por insignificante que parezca, que no sea t'ranscendental y no llegue la larga producir. frutos de perdicin y muerte.

    'La familia es la escuela primaria de la socie-dad; en esa escuela h~cemos desde la cuna estu-

    ' qios buenos 6 malos, segn sean nuestro padres . y la gente de que se nos rodea. Si en la familia

    falta moral, lo que para nosotros equivale fal-ta de religin descuido en esta materia; si no hay buen ejemplo; si no hay cordura ytino de parte de los encargados por Dios del magisterio del hogar, de ese como sacerdocio de la paterni-dad, de la escnela domstica y encarnados eri. sus discpulos saldrn siempre en su mayor parte

    los males que apestan la sociedad .. De la escuela domstica sin regla ni orden,

    irreligiosa, inmoral 6 cuarido menos viciada de indiferencia en materia de fe y costumbres, pro" vierien la demagogia turbulenta y el apostolado de las ideas antisociales; de all el material in-

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  • lo J .. L. Mera;

    fame sibaritismo y la ignorancia queabre ctec dras para ensearse y difundirse; de all el vicio y la prostitucin que a pes tan el m un do; de. a:ll la pereza para todo lo bueno en lo intelectual, y par~ todo lo que constituye el tesoro del alma y el cora:t.n, los afectos puros y nobles y las aus-teras virtudes; de all los matrimonios satnicos, . 'lo~ padres que no saben ser padres, Jos hijos (u e no saben ser hijos, los ciudadanos que ignoran sus deberes 6 que no gustan de cumplirlos, los .sacerdotes que se olvidan de las cosas del cielo y adoran las de la tierra, los empleados ineptos para sus cargos y hbiles slo para el despotis-

    ' mo y el latrocinio', los pueblos, por ltimo, que no aciertan ser virtuosos y libres y, tolerantes: con el desorden, la mahlatl y el criten, inclinan el cuello cualquier yugo, y prostituyndose y envilecindose prepa rail. la marcha del siglo ... no, fe ma, aJ.' Paraso, obra de Dios, sino al des quiciamiento, al desbarajuRte social, al abismo, obra del diablo.

    Cuando veis un pueblo de costumbres co-rrompidas, decadente y miserable, tened seguri-

    .. dad de que en l abundan los malos padres de familias. Cuando vis uri rbol cuyos frutos son raquticos, y cuyas hojas palidecen y caen antes del invierno, no tenis por cierto que est en-fermo el tronco 6 que las races estri podridas?

    Parceme ver que muchas cabezas se indinan

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  • La escuela domstica . II

    en seal de aprobaCin, y que no pocos labios aplaud~n, an a priori, mis razonamientos.-Bien! muy bien! esa es verdad tamaa; esto es incontestable; tiene usted muchsima razn. Tra-ta u.sted de co,rregii .nuestras costumbres; oh

    : qu buena, qu santa obrit! Pero darn. algn fruto positivo mis reflexiones, censuras y ~dvertencas? Dios lo sabe! Los mismos que hoy me dan la razn y quizs aplauden m buen prop6 sito, maana no reco'rdarn jota de lo qtle han ledo, y exclamarn satisfechos y ufanos:-El siglo marcha! la perfectibilidad hzt1!zaua no des-cansa! qu bueno va el munciol ..

    Y con todo, all va algo de lo que yo quisiera y pudiera decir: la materia es tan copiosa como importante. Padres de familias, con vosotros me atrevo hablar. Sois sordos? pues ir ms mi

    . atrevimiento: os gritJ,r. Pero oh, qu lstima! hay entre vosotrosmuchos cuya sordera est en la voluntad. Q11'haremos para uraros de tan funesto m:l? Dios tenga piedad de vosotros y de mr!

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  • Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • 11

    LA FAMILIA CAT'LICA

    "noN Severo Catalina, en La Mz~fer, ha escri~ ' to: Si iln poeta latino dijo: cave de 1tuptiis, mil poetas anteriores, .coetneos y posteriores h?n dicho que el buen matrimonio anticipa en la tierra la felicidad del cielo. .

    . Hay algn exceso de poesa en estas palabras: pero creo que en verdad la mayor dicha que hay en la tierra est en el matrimonio formado y m.antenido por el amor y la virtud, as como no hay desgracia comparable un matrim'onio acompaado de vicios y coronado. por el odio recproco de los cnyuges. En el primero, si.no est la felicidad del cielo, est algn reflejo de ella; en el segundo se percibe el olor de pez1 se , siente el escozor del fuego .infernal, se entrev la cara del diablo.

    Un buen matrimonio agrada Dios, se atrae

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • -J. L . .llera.

    el respeto de-la sociedad, y su ejemplo suele ser veces provechoso para los que no le dejanpa- -sar desadvertido. Es sensible que se trasluzc_a menos la dicha de una familia virtuosa que la desgracia de una en la cual faltan la moral y las bQenas costumbres. El velo domstico se alza-ms fcilmente con el soplo del vicio que con ei hlito de la virtud.

    Quieres, lector mo, ver un hogar en. que la felicidad gusta de vivir como en su casa, halaga-da y seducida por -la _prctica de las virtudes cristianas y por las costumbres que, en conse cuencia, son modelo de sencillez y pureza? te l voy ensear.

    H]eaqui: Es un matrimonio coronado por numerosos

    hijos: la bendicin de Dios ha cado de lleno en l. _

    Los padres ven en sus hijos no tanto los he r~deros de su nombrey bienes de fortuna, sino de su fe y virtudes. Los cran y educan para un doble fin: cristianos, para el cielo; ciudadanos para la patria. El primer fin asegura el segundo: es bien difcil que un verdadero cristiano. sea falso patriota. Por esto se empean tan cuerdos padres en que los deberes religiosos sean des-

    -' empeados de preferencia por sus hijos. En esa fam1lia el catolicismo no es, pues, sim-

    ple teor-a, ni es recordado solamente en unos

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • La escuela domJsticcl, I5

    pocos actos de la v:ida, y slo por pura frmula. All los deberes. de la paternidad, corisidenidos santos en presencia de Dios yhonrosos y prove-.chosos par de ,imprescindibles en la de la so-siedad, son escrupulosamerife cumplidos. ,

    Los padres lee!) el Evangeliq con frecuencia . y meditan en sus santos preceptos y consejos. Gustan aprovech.ar tali1bin ,las lecciones de la sabidura de.los hombres emanada de. aquella fente divina. He odo .al padre recordar estos pensamientos de Portlis: La moral no es den-da especulativa: no consiste nicamente en el

    . arte de pensar hien, sirio en el de obrar bien' ... Las buenas acciones slo se preparan por medio de las costumbres arregladas, y p'racticando la virtl}d se, apren,de amarla.

    Esos excelentes padres madrugan, se asean, oran, arreglan casa y familia, y luego se entre-

    ' gan diligentes y contentos sus ocupaCiones. No hay para ellos hora mal empieada. La ociosidad les es !desconocida, y se admiran de que haya seres racionales desafectos al traqajo; que no slo es fuente de bienes, sino uno de los benefi-cios mismos que la Providencia ha concedido al hombre: el m,ayor infortunio pierde la mitad de su fuerza, cuando su vctima puede opcinerle el remedio de una honrada ocupacin.

    Los hijos tampoco gustan' dejar fermentar la sngre bajo la~ cobijas, ni que la inteligencia

    ' .

    .' Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • J'. L. ,liera.

    el respeto de 'la sociedad, y su ejemplo suele ser veces provechosopara los que no le dejanpa-sar desadvertido. Es sensible que se trasluzc_a menos la dicha de una familia virtuosa que la desgracia de una en la cual faltan la moral y las buenas costumbres. El velo domstico se alza ms fcilmente con el soplo del vicio que con ei hlito de la virtud.

    Quieres, lector mo, ver un hogar en que'la felicidad gusta de vivir como en su casa, halaga da y seducida por la . prctica de las virtudes cristianas y por las costumbres que, en conse-cuencia, son modelo de sencillez y .pureza? te l voy ensear.

    Hle aqu: Es un matrimonio coronado por. numerosos

    hijos: la bendicin de Dios ha cado de lleno en l..

    Los padres ven en sus hijos no tanto los he r~deros de su nombrey bienes de fortuna, sino. de su fe y virtdes. Los cran y educan para un doble .fin: cristianos, para el cielo; ciudadanos para la patria'. El primer fin asegura el segundo: es _bien difcil que un verdadero cristiano sea falso patriota. Por esto se empean tan cuerdos padres en que los deberes religiosos sean des empeados de preferencia por sus hijos.

    En esa fam11ia el catolicismo no es, pues sim plt:; teor-a, ni es recordado solamente en unos

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • La escuela domfstica. 15

    pocos actos de la vida, y s6lo por pura frmula. All los deberes de la paternidad, considerados -santos en presencia de Dios y honrosos y prove d10sos par de ,imprescindibles en la de la so-siedad, son escrupulosamente cumplidos. ,

    Los padres leen el Evangeliq cqn frecuencia y meditan en sus santos preceptos y consejos. Gustan aprovechar tambin )as lecciones de la , :sabidur

  • r6 'f. L. M'era.

    pierda su elasticidad y brillo, ni que se relajen los resortes de la salud del cuerpo ;i fuerza de abusar del sueo y darse al ocio: tempranito estn en pie, se asean, oran ... imitan ' los padres.

    Estosseamancon la ternuradelapasln,como en las vsperas de su enlace, y han resuelto el difcil problema de fijar la luna de miel en su cenit. Cul se consideran mutuamente! cmo se ayudan! q empelio ponen en estudiar la manera de coinplacerse!

    Si alguna vez el esposo, justa 6 injustamente, monta en clera, la amable cordura de la espo-. sa le devuelve la calma; si se entristece, ella es el ngel del c'onsuelo que le levanta y a vigorael nimo.

    Si alguna vez la esposa deja asaltar su corazn por el enojo la afliccin, all estel esposo para curar esos males con la e~trema prudencia y las .

    at1nadas reflexiones. ' Am'bos se corrigen, se aconsejan, se inspiran,

    uno otro, se ensean con amor, disimulan si es preciso disimular; y cuando despus de alguna falta les viene el arrepentimiento, ninguno busca

    .la atenuacin en las acusaciones contra el otro, que suelen prolongar el disgusto y malestar entre

    . esposos mal avenidos. Su amor sus hijos es un tiempo tiernsimo

    y mesurado. Creen con razn que el arrebato de

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  • -1

    La es~uela domstiCtl. --~--------

    este afecto; el ms profundo y poderoso de los que dominan el corazn humano, lleva extre- -

    - mos daosos al mismo objeto amado. El amor paternal, amor pursimo y santo, necesita ser gobernado con tino y prudencia. Ms nios ha perdillo el desatentado amor de padres impru dentes y dbiles, que la tibieza de esta pasin en corazones desnaturalizados. Slo el necio rigor de algunos padres es ms pernicioso que el amor loco: de- otros: Lo~ padres en quienes vengo ocupndome

    ponen escrupuloso cuidado en no decir o hacer en presencia de sus hijos cosa alguna, por insig-nificante que parezca, que pudiera estar fuera delas leyes de la virtud y la urbanidad, las-timar la honra propia ajena, ni que fuera capaz de manchar la inocencia de aquellos pedazqs de sus entraas, de aquellos ngeles que sil amor ha trado la tierra; ni menosque pudiera en. tibiar su fe naciente '_ amenguar su sencilla piedad. Por lo contrario, sus palabras y obras, ajustadas la moral ~vangca, son la leccin constante que dan hijos y domsticos.

    Oh, el bueri ejemplo"! Las enseanzas de pa labra se pintan en el coraz6n, pero las del ejem-plo se graban en l: profnndamente. _

    Los. padres gustan de prificarse en la fuente - sacramental de la penitencia y de recibir en su

    corazn el Divino Pan, y los hijos los imitan, ~

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  • 18 'f, L .. lll era.

    fortificndose desde nios. para los combates contra el mundo.

    Los padres perdonan generosamente al ene-migo y le tienden mano protectora,. si de pro-teccin ha menester, y los hijos guardan eshi leccin para practicarla cuando en el camino de la vida tropiecen con la enemistad y la persecu~ cin que nadie les falta.

    Los padres dan limosna, y se complacen !:JU poner en manos de sus pequeuelos elpan que ha de servir para. la santa imitacin ql.le no se hace esperar. Hay cosa ms encantadora que un nio que, en vez de llev.ar su boca el pedazo de pan que se. le ha dado, corre ponerle en la temblosa mano del mendigo que en n~n:ibre de Dios se le pide desde el umbral?

    Los padres pagan con exactitud al jornalero, tienen horror la usura y. la mala fe en los negocios, y los hijos se habitan desde temprano la honradez y la delicadeza de conciencia que rechaza inexorable todo beneficio qtJe viene con detrimento ajeno, y acaso humedecido pcir las lgrimas de algn infeliz.

    Del labio de los padres jams se escap men-tira ninguna, y los hijos van aprendiendo amar tlmto )a verdad, que :ya se sorprenden de que haya sr racional capaz de ultrajada, ,ni aun cuando se trate de cosa que pudiera abochor:-narle.

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  • La escuela domstica.

    En el aposento de esos buenos padres. se con servan con veneracin las imgenes de Jess y de Mara. Los hijos han querido tambin tenr-los en los suyos, yel amor filial yelbtien gusto les han hecho aadir los retratos del querido pap y de la querida mam, y algn bello y ri-sueo paisaje de los Andes. El padr tena en su biblioteca alguns libros

    cuya lectura pudiera ser nociva sus hijos; mas cuando stos supieroJ1leer, no dej en los plteos ni un solo libro de ambigua moral de doctrina sospechosa.

    Ni padres ni hijos son exigentes, caprichosos, fciles de lengua ni. violentos de manos. Su con-. sideracin y porte con los criados corresponden la idea que, segn la enseanza evanglica, tienen de la humanidad, sean cuales fueren las condiciones en que sus diversos miembros estn colocados. Edcanlos para su estado, sin olvidar que su alma inmortal tiene iguales derechos que la de sus amos la felicidad infinita.

    En esa familia la noche corresponde al da. Quieres, lector, un, cuadro ms ;bello in tete sante quelos que del sencillo y pacfico hogar de los antiguos rcades nos pintan los poetas? Abre con,tiento la puerta de la pieza en que est reunida aquella dichosa familia,,y obstvala con el silencio y respeto que merece .la virtud y la

    . sencillez de las costumbres domsticas.

    Biblioteca Nacional del Ecuador "Eugenio Espejo"

  • El pa.dre dedica una hora examinar los hijos miis creciditos sohre los estudios que han hecho ese da; la madre ensefia y explica los ms chicos algn punto de religin 6 de moral acomodado sus cortos aos y su inteligencia que comienza vivir. Otra hora se dedica una recreacin hone;ta, y los padres toman p~rt en ella junto con los alegres y bulliciosos nios. A veces la mitad de ese recreo consiste en la lec-tura de un cuentecito 6 ep la deClamacin de algunos versos impregnados de dulce poesfa sa tnrados de inofensivo chiste. Sguese la frugal cena, se rezan las oraciones de costumbre, los hijos se postran ante los padres, reciben suben dicin, besan la mano que acaba de drsela y se retiran entregarse al sueo en brazos de la inocencia y la paz.

    En esa familia los nios son verdaderamente aprendices de hombres. Con el Catecismo catlico en la mano, y delante. el huen ejemplo paterno, se preparan ser ciudadanos y patriotas, libres y honrados.

    En esa fami:la las nias aprenden la cienci~ de la mujer fuerte. La maestra es la madre y el texto el Catecismo. Slo este pequeo libro ensea aquella ciencia que hermana en la mujer lo de-licado con lo vigQroso, lo bello con lo bueno, lo amable con lo austero, -y la prepara as para el matrimonio y la laboriosa maternidad, cQi11o

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  • La eswelil domestica. 2[

    para la vida del clallstro, de soledad y oracin; 6 para el celibato en el mundo, menos fastidioso y triste de lo. que se piensa, cuando una atinada

    . educacin ha preparado al alma para avenirse cualesquiera condicin de la vida. . . . . .

    En esa familia los. padres, fiadores para con Dios y la sociedad de la conducta de los hijos, y -para con su propia conciencia d la futura suerte de ellos, llevan vida de inquietud, observacin y vigilancia; sus-odos y ojos nunca se cierran piua las 'cosas que ataen la educacin moral de la familia; su inteligencia y corazn rib duermen; la primera' pide constantemente al segundo el apciyo de sus afectos para hacer ms aceptables y eficaces sus enseanzas; el corazn pide la inteligencia el auxilio de sus luces para guiar los afectos que le agitan. . - Los consejos de esos padres, obra de pruden-cia y sabidura y siempre oportunos, tienen para sus hijos sabor de panal y olor de rosas, y nunca son de[echados; stis reprensiones y castigos, que tienen sello de justicia y llevan tino por gua, jams son estriles, y lo que enderezaron una -vez casi siempre enderezado se queJa .

    . En esa familia; en fin, el desorden no ensea jams su cara de loco, el desaseo no pone sus manos inmundas en personas ni CosaP, el trabajo es fecundo, la economa de hoy previene la ne-cesidad de maana, el honor y la dignidad pre-

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  • 22 . 'f; L. 1M era.

    sidep todos .!os. actos de la vida social, la paz gusta de sentarse junto los padres y de acari~ ciar los hijos, y todos la arhan; el recreo es siempre honesto, la alegra, como hija de la virtud, verdadera, expansiva y d'urable, y hasta el dolor, este husped inexcusable y frecuente del umano corazn, n~ penetra con tanta v-hemencia en esos corazones aleccionados por el Evangelio.

    Mrese lo que es la familia catlica; si bien e boceto que acabo de trazar apenas alcanza dar breve idea del original. Pero qu! si un cuadro de la cultura y felicidad de un matrimonio ben-decido por Dios, porque quienes le componen han sabidci alcanzar esa bendicin, puede .ser superior hasta para un docto pincel, c6mo ha de ser fielmente copiado por chapucero lpiz del desgaire movido?

    Con todo, puede la imaginacin pasar de la copia al original, y puedo preguntar: una fami-lia virtuosa y culta no es cosa encantad()ra? Si lo es por qu no tratamos de que nuestras fami~ lias se parezcan esa familia? Por qu no tra-bajamos lo posible por alcanzar esa felicidad por . . medio del cristianismo prctico?

    Lo posible: ah est el cuento. Oh! es tan difcil que arranquemos de nuestr

    corazn las pasiones vieiosas, de nuestra inteli-gencia las ideas errneas, de nuestras costUI~

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  • La esc11ela domstica. 23

    breslos defectos groseros y ridculos, cuanto me~ nos a:queflos que tienen aparienCia de cultura y que sf:i'han impregnado en nuestra.naturalez

  • (. L. llfer.a. ------.. ----------

    menes de vicios que en ellas van desarrollndo-se mas suelen fijarse en la censura y los conse' jos que se les dirigen. Quzs estos padreslleguen. sac~r ~lgn fruto de mis artculos. En cuanto los que no estn todava en pleno camino dr:: perdicin, tengo ms fundadas esperanzas: si ert ellos hay buena fe, abrirn ambos odos mis palabras.

    Pero tales esperanzas no son por yentura hi-jas de la vanidad? Qu podrn mis palabras? Nada, ciertamente.

    Mas acaso el fundamento de mis esperanzas son las palabras; sino la verdad que ~!las encie-., d:an? Las palabras son el. arco y la cuerda; la

    . verdaq es el dardo que hiere. Errores, vicios, de-.fectos, vosotros s~is el blanco, y no pdris huir de ese dardo.

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  • III

    DENTRO DE CASA.-CARACTERES OPUESTOS

    'Z:\UJEN conoce una familia organizada con W forme los preceptos evanglicos, conoce todas las que se han asentado sobre iguales ba-ses; .Puede haber algunas diferencias, y las hay; en efecto, pero nunca en lo substa1;1cial-: la virtud puede ~estir disti~tos trajes, mas no cambiar de forma; puede ser aqu calmada, all vehemente, acull mesurada; en unos risuea, en otros seria . 6 melanclica; mas su fia es uno solo :_buscar la felicidad encaminndose Dios, y este .fin cons-tituye su esencia.

    No sucede lo mismo con las familias viciadas y perdidas para Dios, para la humanidad y para si mismas. Es sorprendente la variedad de fases que ensean, de donde proviene la dificultad de estudiarlas y retratarlas con bastante exactitud.

    Creo que la razn de tamaa diferencia es har-to clara: el que aspira subir al-cielo no tiene

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  • 'J. L. lllcra.

    sino lin cdigo; al cual sujeta todas sus pasiones ......i.el cdigo, de Ia _yirtutl inmutable como la vet-dad; mas el que no teme precipitarse al abismo, acepta multitud de cdigos-tiene uno en cada pasin, y le obedece ciego y sumiso,

    Hay quienes se entregan un vicio adquie-ren nn defecto sin adve~~irlo, y stos no oponen las veces gran resistencia la correccin; pero hayta~bin quienes(y sonlos ms) b'!lst::an, el vicio y el defecto para en trarlos en casa y hacer-los sus camaradas y comensales, y stos son te-nazmente incorregibles; .. , ':, . Hay padres que miran sus hijos como u~

    bendicin de Dios, y no obstante los pierden, por-queel exceso de amor los llei,J.a de ilusiones y anula el ~ontrapeso de la autoridad. Los 'hay para quienes los hijos sori carga odiosa y un casti go del Cielo; padres blasfemos que contraran 1~ naturaleza }' viven deseando que SIIS rmgelifos Se vaya.n al cielo, no por bien de stos, sino por alivi(J propio. Los hay que aman su prole; mas que-; persuadidos de la necesidad de sobreponer la au-toridad al amor, se convieen en, tiranos de se-res tiernos y delicados, para cuya educacin se necesita combinar con prudencia amor y auto-

    . ridad. Los hay, en fin, dominados por glacial indiferencia, y que dejan crec!'!r los hijos entre-gados sus instintos y pasiones, bu~nas. malas, y salga lo que saliere.

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  • La cscteela domst-ica.

    ~stos caracteres se subdividen; multiplican . modifican y ponen 6 quitan matices los cua-dros domGsticos, produciendo aquella variedad de fases que .ya indiqu.

    Mas ya es tiempo, querido lector, de que ha-gamos algunas visitas domiciliarias;

    -Por qu casa empezamos? - T~ viene e:i:J. gracia que sea la de don Ho

    mobono de la Paz? ~Pero hombre, si no tengo conexiones con l . .:..: No importa, -Y si se enoja? -Que se enoje. Te dir de paso que, en los

    tiempos que alcanzamos, y especialmente tra. tndose de poltica, la nica libertad positiva es la de enojarse y desenojarse, y de cantar alaban~ zas hoy al mismo quien ayer ahogbamos en . un mar de vituperios. Li misma boca y la misma pluma sirven para ambas cosas. No haya, pues; miedo, y h6spite i1tSalutato~

    Estamos en casa de don Horriobono y de su legtima esposa doa Paciente Manso de Paz.

    Qu bueno es don Homobono y qu pasta la de su espo.sa! Este par de medias naranjas se juntaron admirablemente: ni se faltan ni se so-bran; donde la una es algo deprimida, lo es tam-bin la otra; para la protuberancia de. la una ahi est la protuberancia de su cpmpaera. Se quie-ren y se consideran; e] agasajo del marido es pa-

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  • 'f. L. !llera.

    gado con .usura por la mujer; ainbos son diligen-tes eel trabajo; ambos aman mucho sus hijos .. ;

    Los aman mucho, mucho? Aqu me viene una sospecha: si sabrn ser padrescomo saben ser esposos?

    Item; les falta piedad, aquella piedad ilustra-da, que no es otra cosa que el ~ercladero cristia-nismo prctico. Tanto peor; ahora s digo sin miedo de equivocar;me, que don Homobono y doa Paciente, con toda su bondad, no viven cpmo convendra que viviesen, ni van camino recto hacia la felicidad domstica. Su desatina-do porte como padres anula su buen comporta~ miento como esposos1 y la desgracia golpear las puertas de la casa y se ineter dentro, cun-do los' hijos dejen de ser nios:

    A don Homobono le gusta la religin en teo-ra; cuando se trata de la prctica, da un paso atrs, tuerce el hocico, pliega el entrecejo y dice que es enemigo del fanatismo. Oye misa los do-, mingos slo por bien parecer la sociedad en que vive; durante ella no slo no muestra devo-cin ni recogimiento, sino que hace ostensibles . su fastidio y el ningn respeto que le merece el acto divino que asiste. Ha llevado con l~ sus hijosl y la leccin de desacato que les da no cae eri suelo estril: las infantiles miradas no se han detenido en el altar, sino en los adornosdl tem-plo Y. en las caras-de los circunstantes; las tiernas

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  • La es~u.ela domstica. ~9 ..

    rodillas no se han doblado sino un brevsimo instantei los inocentes corazones no han recibido dl paternal corazn ninguna inspiracin devota. D. Homobono, vue!to casa se q\}eja eptre se. ro y burlesco del fr.aile que ha dicho una misa eterna~ Los hijos han odo la queja y repiten: ~Cspita!. qu misota la del fraile! Pap, no volvemos ms. estas misas que. nos deja'n sin r.odillas,,,

    Doa Paciente, fuer- de 'mujer ms que de cristiana, acostumbra rezar maquinalmente tal cual oracin maana y noche; pero la oracin en familia, esa orcin en que todos los coraza nes se juntan para elevarse ~lgunos minutos al cielo, ese roco divino que refresca las almas abrasadas por.el fuego del- mundo, ni por pienso. l'[o,hay ni una hreve a,spiracin hacia Dios, ni una mirada de compasin para el alma, ni un frase de gratitud para la Providencia. Don Ho. mobono, aunque cristiano segn su decir, mira el rezo como una vulgaridad. Esos rosarios! suele decir.; me admira l'a paciencia de nuestros abuelos que los aguantaban.

    Falta .esos padres valor para oponerse la voluntad de sus hijos, y niucho ms para re. prenderlos .Y aun castigarlos cuando conviene: as no hay nios ms mal criados, impertinentes insufribles que esos nios.

    D. Homobono es de aquellos padres que se

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  • ponen en cuatro pies y sufren gus'tosos el taloneo de tres chicos que, jinetes en todo lo largo de la columna vertebral paterna; se imaginan que lo que tienen debajo es real.mente un c.ballo. Cuntase que as se diverta un rey de Francia; mas tengo pu:a m ,que por gran rey que haya sido, tratndose de sus hijos ha de habe~tenido' bastante de Homoboiw. Celebren otros esa muestra de amor paternal, que yo no lo puedo.: vive Cristo que no' me gustan los paps que se dejan cabalgar y espolear por los hijos. Ameselos mucho, pero exjase amor y veneracin de parte de ellos; dnseles diversiones, mzclense los pa-dres en sus inocent~s juegos, pero gurdense de amenguar la' dignidad y la decencia que han de ser espejasen que se miren-sus propios hijos. La dignidad se hermana ~uy bien con la ternura; pero si sta se sobrepone absolutamente aqu-lla; adis autoridad paterna y adis familia!

    Los hijos de don Homobono tienen siempre la, casa alborqtada; no dejan mueble entero, limpio ni en su puesto la ropa que se pusieron ayer hoy est puerca y despedazada; en la mesa echan rodar platos y vasos y hacen ruido in-fernal con los cubiertos, de los cuales se sirven para hacer casitas; arcos y puentes; gritan_ co.-mo unas cabras; se emberrinchan y ponen la cabeza bajo los manteles cuando no se les sirve lo que piden, y no es raro verlos alzar los pies

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  • La escuela domstica . .

    sobre: la mesa mientras tir;;tn el cuerpo atrs, desequilibrando la silleta, cuyo espaldar cruje lastimosamente. en los ltimos momentos de .S\t existencia. Entre tanto don Homobono y doa Paciente, siempre con cara de Pascuas, porque no tienen otra para sus alhajas pimpollos, los ven, los oyen y ... alaban tanta viveza; ,Si no fueran vivos no fuer;m traviesos, repiten con frecuencia. Pero

    Tuvo un hijo no ms tonto y travieso,"

    dice Quevedo en el proceso det hombre que ha de ser canonizado.

    Hay veces, y no raras, en que los ms crec.-, di tos se airan y hay cachetina y araazos; otras,

    por simple antojo, calientan las manos dndolas contt;a las mejillas d los criados, que se las po neri como. ascuas; pero don Homobono, que est presente, echa su pulgarada de macitb, y chitn que chitn: nunca s digna abrir los la bias para dejar escapar siquiera un fro insus tancial Chicos, qu es esoh)

    , . Se les ha permitido completa familiaddad con los pajes de la casa, y nan aprendido' d ellos lenguaje vulgar y viciado, y unas maneras tan zurdas y ruines, que no puedenpresentarse de lante de gente culta, sin que maneras y lenguaje sean fea acusacin contra quienes debieron cui-~lar de ellos y no cuidaron.

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  • 32 1 L . .llera. ------- - -----

    Un db, por casualidad, que no s qu ,atri-buir, los felices cnyuges trabaron este corto dilogo:

    .,--Homobono? ~ Paciencita? --No sabes que pienso una cosa? -Qu piensas, hijita? -Que es menester alguna reprensin para los

    chicos. -Qi1 locura dices? bah! cllate, mujer! Eso de atar corto los nios pas con los go-

    dos. Hoy se los educa rienda suelta. Mira, mi Perico es idntico m! cuando estuve en su edad, y cuando ,;eo Geroncico, me parece que veo mi hcrrriano Emeter1o. Los nios cambian de suyo con el curso de los aos. Nios traviesos fumos mi hermano y yo; ahora, ya nos ves, no es verdad que somos verdaderos hombres? Tra-bajadores, honrados, formales ...

    Hasta maana, don Homobono.

    * * * -Y esta casa de quin es? -De don Severo Cascaragria. _:_Fo! aqu se huele el mal humor de sus due-

    os desde el zagun. Don Severo es el reverso de don Homobono~

    Su esposa .... No s qu decirte, lector; En fin, es

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  • La escuela domstioa.

    su esposa. Me, aseguran que cuando se cas do. Odalisca no era mala mujer; pero el mal humor es contagioso como 10: lepra, y hoy la es posa de don Severo debera llamars~:: Severina, Acibarina 6 Iracundina.

    Sin emb.argo, este matrimonio seconservay. hallta puede decirse. (cosa rarsim::t!) que no lo pasa muy mal, porque en medio del constante nublado del nimo descompuesto, si no amor, hay recproca (1stimacin, y cierto tino para ju gar al tir~.yajloja.

    Pero, y los hijos?; pero, y los criados? Para . ellos nunca hay el afloja, sino siempre tira y ms

    tira. Echa el ojo por ah: ves? por la abertura de

    esa puerta asoman las rQbias cabecitas de un pat de nios. En vez de ser sus caritas redondas y coloradas como manzanas del Paraso, son

    largas y amarillas como huevos d.e pato; ellas manifiestan que esas tiernas inoce~tes almas, no son halagadas por el amor paternal, qtie ca~ recen de la vida y animacin de la niez, que padecen y suspiran con frecuencia. Los padres dicen que el amor los hijo~ no es amor, si np se les va en todo la mano, si no se elimina .en ellos la voluntad y si no se les tiene. frecuente-mente bajo la accin de un 'rigor saludable, En el se!Dblante de la mam han visto los pobreci !los frecuentes sonrisas, pero tan pasajeras y de

    . 3

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  • 34- 'f. L: Mera.

    tan mala garia, que veces casi no las han ad-vertido. En el del pap no las han, visto nunca; ni de sus labios han escuchado jams una pa,Ia-bra cariosa. Lo que ven y oyen cada momen-to son caras de vinagre y roncas por qutaine esas pajas: si juegan, roncas; si se ren, roncas; si piden pan fllera de ciertas horas, roncas, pues s~ri unos glotones; si no madrugan, roncas, pues son unos haraganes. Y qu lenguaje el de esas roncas! No pocas veces stas vienen acompaa-das .de acciones dolorosamente ~fensivas. Ayer lln de los 'chicos tropez, cay y rompi los pantalones en las rodillas. La madre tron, y con el trueno cayeron tres rayos en forma de nalgadas sobre el infeliz.

    En casa de don Severo, como en otras partes, la tarifa. de los ltigos ordena nmeros fijos y consagrados por la costun1 bre: tres, seis, doce. H.as odo, por ventura, que algn maestro, ca-pataz 6 padre acapatazado d cuatro, siete trece latigazos? N o, q Ltc eso sera contra rito.

    Los nios de don Severo buscan escondites para jugar, y como juegan donde nadie los mi-ra, hacen cosas que delante de gente no haran; ren rara vez, y su risa tiene no s que expre- sin desagradable: tal vez proviene de que al rerse pinsan que hacen mal y tratan de repri-mir aquel natural movi~iento del alma que se escapa por labios, ojos .... por todo el semblante;

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  • La escuela dom~stica. 35 .

    han aprendido mentir, porque temen que la verdad les traiga cuando menos una de aquellas consabidas roncas; la hipocresa se les lia con vei:tido en hbito y bajo la frula de sus propios padres y la sombra del miedo como los vene-nsos hongos la de un st!lno, van germi.nan-do en sus pechos vicios y defectos que no muy tarde sern la vergenza de la familia, el escn-dalo del pueblo y la irremediable desgracia de aquellas contrariadas y martirizadas criaturas.

    Mira esos chicos en la mesa: se sientan . ella temblando, echan oblicuas miradas y per-manecen mudos y taciturnos cual si estuviesen eri derredor de un difunto. Mi:'alos cuando el pa dre les hace algunas preguntas acerca de sus lecciones de escuela: antes de contestar se estre-mecen. Mralos cuando la madre los llama s para las oraciones de la iioche: tiemblan tam bin. Todo es temer y temblar para _quienes re-ciben el pan d una errada y necia educacin envuelto en acbar .

    . Y qu diremos de los infelices criados de don S~vero' y doa Iracundina? Para ellos jams las roncas vienen solteras ni viudas, sino con su compaero don ltigo. Ronca y ltigo por sus pecados, ronca y ltigo por los aje110S, ronca y ltigo por la maana, ronca y ltigo por la tar-de.' Suele suceder en ocasiones que el ltigo tres, seis 6 doce veces sacudido, descansa; pero las

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  • .L .. Jifera.

    roncas! Dios me asista! Cua:ndo la seora espo-sa del seor Cascarag ria suelta -la sin hueso para maltratar los odos y el alma de sus criados .... Oh! slo el diabl.o fuer de diablo, y los cria-dos fuer de criados pueden tolerarla. Ni el tambor y pito de fiesta de indios fastidian ms que ese incesante y monotono chorro de pala-bras descompuestas. Doa Severina se pinta sola en lo de inventar apodos denigrantes; no se

    . quedan sin ellos ni cabeza ni pies, ni manos, ni corazn, ni tripas, ni alma, ni inteligencia, nada. El nombre bautismal de un criado es cosa re-pugnante para la buena seora: ha de llamarse con el que ella le ha puesto, y este nombre ha de ser precisamente de aquellos que lastiman el amor propio del infeliz. El despecho sobre-viene; se fuga. Los amos acuden la polica para hacerle aprehender y castigar, 6 prescin-den de ella y obran de propia autoridad. En todo caso tiemn raz6n, y el pillo del criado se lleva su raci6n de ronca y ltigo para las vsperas y la fiesta, como suele decirse.

    Y esta clase de .amos y seores son los que ms se quejan de que hoy en da l servicio do-mstico est perdido! ..

    Y esta clase de padres, anacronismos huma. nos que ya no se puede tolerar en estos tiempos en nada parecidos lqs del feudalismo, no son capaces de advertir que, aun prescindiendo de

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  • La escuela domhtica. 37

    su desatinado y salvaje porte para con sus hijos; en el maltratamiento los criados les dan funes tsima enseanza, Ese hablar sin cordura ni tr-mino contra stos.ei:J. lenguaje inculto y percu: ciente, ese vibrar el ltigo por cualquier simple-~a, ese llamarlos con sobrenombres tan feos como irritantes, son cosas que malean el alma de los nios y enturbian en su corazn la fuente de los nobles y delicados afectos.

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  • IV

    SIGAMOS DENTRO DE CASA.

    OTROS CARACTERES

    ~Eo que usted va pintando padres vulgar-C/' simos, sin educacin, de esos padres que

    no respiran el ambiente de las clases civilizadas, que no comprenden la vida la comprenden al revs, .

    -Ah, lect~r mo! en estas clases ... fm eso de padres de familias ...

    .....:.No hay mucho bueno? -Hay algo bueno, algo regular, mucho ... -Calle! va usted decir una barbaridad . .;_Pero, hijo, si te tomases el trabajo de escu-

    driar un poco nuestra sociedad ... Voy deir-te al odo-cuenta.con que nadie lo escuche ni t lo reveles-salvo error omisin, que podrn corregir su antojo los que sepan!a cuenta me-jor qUe yo, por cada buen padre de familias hay

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  • 'f. L. Mara.

    diez.: B:om~boilos, Severcis, B'raulios,. 6 Pl-cidos, y' pot cada buena madre e; po~ lo ;ne- nos cortadas por el patrn de las Pacientes y Odaliscas. Agrdame ser justo, y en ello hasta tengo mi punto y coma de orgullo: las buenas madres propasan en nmero los buenos pa-dres; ellas debemos en la mayor parte la con-servacin de la moral de nuestras costumbres. Dotadas de admirable juicio y delipadeza de afectos; sinceramente piadosas y celosas de su honra, ellas son las ms de las veces quienes pesar de los vicios 6 de la incuria de los mari-dos, organizan !a familia y lguan por el sen-dero de 1a virtud. Ellas constituyen taml;>in una de las pocas espe.ranzas de salva~in par:a elfuturo que se dej'a entreyer nada halageo . Es frecuente ver un hijo colocado entre el buen ejemplo de la madre y el psimo del padre: tra, le aqul por el buen camino, ste le atrae al pre-cipicio: mas la buena madre tiene en su 'ayuda la ternura aliada con la piedad, cierta m'aa in::tintiva, para apoderarse del corazn del hijo, cierto suave poder para sujetarle y dominarle, y al fin alcanza completo triunfo. El hogar orde-nado y dirigido por una madre cuerda y virtuo-sa es fort.aleza de difcil conquista para el vicio; por.ms que. ste se meta dentro como los ene-migos de Troya en el ~;;eno del famoso. caballo. Alguien lo l;a dicho ya: "Queris salvarla socie~

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  • La escuela domstica. 4I

    dad? multiplicar Is madres virtuosas con ms empeo qe. el que ponis en mejorar directa-mente .la condicin moral de los hombres: de lo primero vendr lo segundo.

    Pero nos olvidbamos que tenemos que visi' tar otras familias.

    Dori Braulio de las Luces lleva un apellido . que ni hecho adrede para lucir en el siglo en:

    que vivimos. Ha olvidado completamente lo pa" sado, y todo su pensam-iento son la cultura mo-' derna, las ideas-modernas, el progreso moderno, y dice que su sue9 celestial es la edcacin de sus hijos la moderna.

    Especie de donHomobono, slo se diferencia en que ste deja sus hijos crecer y formarse todo viento, salgan lo que salieren, eri tanto que don Braulio, homobonammte blando con los su"yos, procura no obstante amoldarlos al bello ideal que se ha formadode la educacin. Lsti-ma que este ideal ~tenga bondad y belleza slo relativas, y acomodadas nicamente al gusto del seor de las Luces!

    Piensa el bueno del hombre quelaeducaciri debe florecer en la cabeza y no en el corazn, y que para la cabeza todo cultivo es excelente; as como para el corazntodo cultivo es nulo 6 indiferente, con tal que no se descuide el prime ro. Juzgo . veces que as como el famoso Mdi co. palos pona el hgado bajo la costilla izquier~

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  • 42 J. L. /lfera.

    da, don Braulio cree que el corazn est en la cabeza_, y que los latidos del pecho son sola-mente_ obra del sistema nervi-oso, tan la moda en das de vivos.

    El seor de las Luces descuida, pues, por com-pleto la educacin in oral y religiosa de sus hijos. Dice que es catlico, porque en materia de reli-gin debe seguirse la de los padres; y aunque su lucida prole quiere dejarle el tesoro de la li-bertad de conciencia, le hace de cuando en cuan~ do la indicacin de que sera conveniente que en esto le imitasen como en otras cosas.

    No est dems el advertir que los cuatro pim~ pollos de la familia Braulia no. son ya ni de calzonarios las nias ni de chupetn los hom,-brecitos: la menor de aqullas est en la edad en que se arrinconan las muecas de trapos, por

    que se ve moverse en la calle algn muequilla de carne y hueso, -los catorce aos; la mayor est en los rosados y felicsimos en que de los mu-ecos animados se forjan novios,-los diecisis. Entre los jovencitos apenas hay la diferencia de dieciocho meses, y el-primero espera ser ciu-dadano del Ecuador (qu~ ganga!) la vuelta de un ao.

    El luminoso pap no ha querido ponerlos en ningn colegio, porque no se daen y obscurezcan con el.contacto de jesutas y monjas, que imbu yen sus discpulos de docttinas ultramontanas

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  • La escuela domstica. 43

    y terroristas. Gusta, eso s, de que se instruyan, y les ha proporcionado maestros y libros; pero si nunca se ha fijado ~n que los primeros sean id-neos pedir d boca,: en cuanto Jos segundos, los ha puesto de todo color, olor y sabor en ma-nos de sus hijos. D, Braulio, no obstante sus ideas acerca del ultramontanismo y terr~rismo, profesa el raro y curioso principio de que todo cuanto est en letra de molde es bueno, que no hay escritor despreciable, y que el pensamiento, por absurdo que sea, merece respeto. Habla con frecuencia de la idea, aunque, decir verdad, no sabe, lo que habla. Tanto le ha gustado el vo-

    . cablo, que le encanta; pues no le ha de encan'-tar, cuando le oye tan repetido por los pmsadol'es moder1:ost Para l todo es idea: la esposa es idea; los hijos, idea; el alazn _en que monta, idea; 'el pan que c;ome, idea. No sera mejor que sella-mase don Braulio Idea? Pero no: d6nde hay apellido nis lindo ni ms propio que el de la~ Lttces? en l hay un milln de ideas, que no es bicoca. -

    _Ya se v, nuestro hombre, modelo de paps - la moderna, no es para: consentir en su familia

    ningn motivo de fanatismo ni obscurantismo; as, p\les, hadesterrado de sus aposentos toda imagen piadosa y las ha _sustitudo con cuadros y estatutas profanas. Sus hijas tienen en el dor-mitorio litografas que represen,tan escenas de

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  • 'f. L. Mera.

    novelas, y junto al devocionario, objetO de puro lujo, se entiende, en su cuarto de estlldio con-servan un rico lbum con retratos de. antiguas cortesanas y de modernas cantatrices y bailari-nas. En .las piezas de lcis hijos abundan los Cuc pidos y las Venus, y en' vez: de los retratos del pap y la mam, los de Voltair y Rousseau, Proudhori, Mazzini, Garibaldi y otros grandes re getteradores de la humanidad, en el sentir de nuestro don Braulio y de todoslos don Braulios.

    Abre en frecuencia: su -saln la tertulia; pero no admite en ella sirio hombres de mundo y. del siglo; beatos y rezadores; ni poi' pienso. Gusta de quesus hijos no pierdan ni una sola' palabra de la conversacin de las itustraciottes det pas que le rodean (tiene tan,buen chocolate y tan excelente caf!). Estas ilustracioms, despus de escanciar gazn~te adentro sendas. tazas de aquellas deliCiosas bebidas con sus bizcochos y bizcochuelos, y transformada cada una en un. Ermeguncio digno de la .musa de Inarco; ene cienden su habano (kbano-idea de don Braulio)~ y entre nubes de huino comienzan discurrir sobre poltica, sobre religin, cuestiones sociales y econmica!!, cuestiones literarias histricas, sobre cuanto hay bajo el sol y sobre el sol. Qu sa;bidura de hombres! dnde han aprendido tantas cosas y tan bien; por Dios santo'? Ensc asela"s por ventura en el circo de gallos, en el

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  • La. escuela domstica. 45

    billar, en la mesa del monte, en los paseos, en los bailes de candil? Est6diaselas durmiendo de las cuatr~ de la maana las doce del da? Cm-praselas en los mostradores 6 las esquinas de plazas calles? Don Bra ulio est encantado y hace algunas seas los hijos para que estn colgados de los labios de los tertulios, para que beban de ese torr~rite de luz que atraviesa de ,un extremo otro del saln ....

    Para que beban ponzoa entre el fango de dos mil y ms necedades!

    Pero don Braulio de las Luces completa la en-seanza destapando su turno su depsito de majaderas de reserva: .vse alcanzado de len-gua, luego que se han ido sus amigos, al hacer elelogio de su inteligencia, juicioy conocimien-tos enciclopdicos. Hombres maravillosos!

    Grandes hombres, fe ma; Pozos de sabidura, Genios de la actual edad, Respeto, pasmo, alegra ... -De los don Braulios? verdad.

    El par de seoritos de las Luces, que ya se creen par de estrellas, y no de las de nfima mag-nitud, que pocas horas antes ojearon acaso un mal autor, que han escuchado los amigos del pap, que han odo los hiperblicos elogios de ste las ilustraciones qu.e se han dignado ir de-rramar esplendorosos rayos sobre la familia esc;>s

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  • J. L. lller.a.

    jovencitos, Jigo, han dado tres _largos pasos ha- 'cia la perdicin de su alma, corazn inteli-gencia.

    Oh, don Braulio, oon Braulio, qu tonto y qu criminal es usted!

    Mas esto no es todo: pues y las hijas? Tier~ nas y preciosas jovehcitas, que nacieron para 'cautivar corazones con el atractivo de la virtud unido al hechizo de la belleza, su padre desvirta-los dones con que Dios las enriqueci: so pretex- . to de educarlas la moderna las rodea de daa do ambiente, las -arrastra y entrega al torbellino del mundo y las asegura un desgraciado porve-nir. Les ha metido en la cabeza cuatro flores intelectuales, no bien escogidas, y les ha hecho

    aprender un par de habilidades Je manos; quie-re que sepan mostrarse mujeres de gran tono, y ha fomentado su inclinacin las extravagancias de la moda y la vanidad del lujo; quiere que sean desenfadadas, listas, pizpiretas, y obliga la mam que las lleve consigo todas sus vi-sitas; cuando stas vengan casa, ah han de estar recibirlas, sirviendo de aclitos la se ora de las Luces; y cuenta con que olviden lo que tanto les han recomendado el pap y la mam: no se han de estar como estatuas ni como si no tuviesen lengua; quiere don Braulio que agraden y Ji viertan y sean seorit.as en quienes c_hisporrotee el buen humor; para el caso qu

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  • La esc11ela domstica .. ~47

    co~as ms aprop'sito que la msi~a. y d canto; y el baile, y la charla picante y la maligna mur-muracin! sin todo esto, qu-tienen que lucir v-lis nlis hasta delante de visitas cubiertas de luto y con los ojos colorados de haber llorado, no hay gente de mundo, no hay seoritas de buen tono; imposible que las haya; quiere, en fin, que no sean'beatas ni llenas de vulg~res preocupacid" nes, y desde chiquititas las ha hecho leer nove-las romnticas y r.eatisf,s, y versos de fbricas byroniancis y esp~rmcenianas y peridicos que tratan de levantar la mlijer la altura. de sus derechos y dt su misin. A:dem_s, no lleva mal que sus hijas se dejen ver frecuentemente en el balcn; que acepten y contesten con despejo y gracia los re quiebros y piropos de los pollos de pluma nue-yecita; qu~ en el templo no se tapen la cabeza, y al salir de l distribuyan sonrisas y guios los que pongan en ellas los ojos; que en el paseo se cuelguen del brazo del amiguito que 'se dign'e acompaarlas, y hasta que no rehusen adelan-tarse de la mam cien pasos con l, y voltear al-guna esquina, si es en la ciudad, dar vueltas escondidas por entre los rboles, si en el campo en algn huerto. Para educar nias, dice don Braulio, n hay como la libertad la yauke: con ella todo se asegura, hasta la moral y el honor.

    Vamos! aqu es menester una correccin al seor de ia:> Luces, pues para educar nias no

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  • 'f. L. -Mera.

    hay como la fibertad la esparta/la: deberamos empearnos en tener un Plataco, donde las doncellas luchasen desnudas con los jvenes. Eh, don Braulio, as se coronara su obra conforme

    .. las avanzadas y luminosas ideas d usted no es verdad?

    Pobres de las nias que tierien padres que comprenden la educacin de la mujer la mane-ra db don Braulio! qu ser de ellas cuando sean mujeres, cuando sean esposas, cuando sean madres, cuando se vean solas, cuando las visite el dolor, cuando se mueran? Qu ser de los in-felices que lleguen hacerlas reinas de su_s afec tos y partcipes de su suerte? Qu ser de las familias con tan fundamentales races enfermas y podridas? Qu ser de la sociedad que cuente con familias educadas la bPauliana?

    -Oh don Branlio, don Braulio, qu tonto y ' qu criminal es usted!

    Pero dejemos al seor de las Luces, y vamos cori otro.

  • La escuela d01ilstica. 49

    en gozar, en rerse, en los paseos, los fandangos y comilonas, en el juego, el galanteo y la mur-muracin, don Plcido se cas juzgando que el matrimonio era tambin diversili, y el hogar sala de baile y los hijos msica. No hay que de-cir si las cuentas le salieron erradas como las de rindente que no gusta de rendidas ... Mas e~to qu importa? veterano en las campaas de gui-tarra y botella, podr niori~ en su pues~o como un bravo de la Guardia, pero rendirse jam,s!

    Tiene unos cuantos hijos, las dos terceras partes menudos inocentes, un mocetonzuelo ya

    . pecador y dos pichonas como dos amores, ten-tacin de ms de catorce pichones, ms pro-piamente gavilanes, que les hacen la rueda seis horas por da los on.linarios y doce los domingos y das de fiesta.

    N un ca .ha pensado en que Dios y la naturale-za le han impuesto el deber: de educar sus hijos y procurar el bienestar de la familia; jams ha meditado en que el ejemplO de su mala conducta puede ser el demonio que, metido en el hogar, acabe con esposa, hijos y domsticos; menos ha abrigado ni por un instante el buen propsito de abandonar el camino trcido que lleva y entrar

    , en el recto de la moral, el buen juicio y el deco ro. Cree que esa vida le conviene, que esa es la mejor vida del mundo, y que para ella naci. Pasa la mayor parte del da buscando noticias

    4

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  • J. L. Jifera.

    de corrillo en corrillo, mintiendo y haciendo mentir acerca de revoluciones y poltica, delei-tndose en la crnica escandalosa,. hincando el maligno diente hasta la raz en la honra del pr-jimo, y forjando con sus compinches planes de juegos y parrandas.

    -Doli Plcido en que para aquello del de-safo?

    -Del desafo de gallos? est arreglado: los jugaremos en el pueblo N. para la Pascua.

    -Magnfico proyecto! -Tendremos cuatro peleas de tapada y cuatro

    de pico. -Soberbio! -A nuestra vuelta, por la noche ... Ya cono:

    cen ustedes el caminito de. la casa del amigo Rufo;

    -Bien y qu tenemos en ella? -Uf! lo que ustedes quieran: tresillo, monte,

    dados ... -Viva don Plcido! usted es el hombre de

    los grandes proyectos. Pero y para cuando de-jamos la ... ?

    ...::_Van ustedes hablarme ... ? -De aquella proyectada parrandita. ~Todo est arreglado. Si yo no me duermo! .

    El domingo las ocho de Ii noche, sin falta. Conque pensaron ustedes que me haba descui-dad~? Bah! eso es no

  • La csmela domstica. sr

    Don Plcido se acuesta las cuatro 6 cinco de la maana; duerme roncando hasta las doce del da dos de la tarde el pesado y porcuno sueo del embrutecimiento, y almuerza cuando su familia merienda. Qu_rica vida!

    Su esposa es una buena mujer; le ha reconve-nido con dulzura mil veces, se ha enojado otras tantas, se ha quejado, ha,derramado ros de l-grimas; todo en vano. Cansada al fin le deja en el despeadero, inclina la abatida cabeza (ca.-na antes que fuese tiempo de estarlo) al peso abrumador de la enemiga suerte.

    Sus hijos, que le ven poco durante el da, y por milagro alguna vez por la noche, saben que bebe, que juega, que mantiene amistades ilci-tas; que se deja arrastrar pcir el cierto de los vi-cios-todo lo saben. Cuando le ven, le ven abo-tagado; sooliento, rojos los 'prpados, torpe el gesto y pesados los. movimientos. Cuando le oyen, le oyen la voz anhelosa y ronca, las pala-. br'as vlgares y mal concertadas, la risa que semeja un. graznido repugnante.

    Este es un hombre? Este es un padre? Qu 'dechado. el que tienen delante sas infelices cria-~uras! .

    iNo he dicho bien cuando he dicho que esta laya de padres no son padres, porque no .son -hombres?

    Son las doce del da. El seor de los Gustos

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  • 52 'f~ L .Mera.

    acaba de' dejar el lecho, y con la cara amoratada, revuelto el cabello, y embozado en la. capa hasta las narices, da un par de idas y venidas por el cuarto.

    -Y mi hijo? pregunta luego. -No est en casa .. -Estar en el colegio. ____;No ha mostrado la cara por aquf, dice la

    mam, desde ayer tarde en que sali contigo.~ _:__ T, t, ya me acuerdo, repone don Plcido,

    y sigue yendo y viniimdo, paso de burro can-sado, lo largo del aposento.

    Se acuerda, en efect~, que la tarde anterior llev consigo su Astolfit9 al circo de gallos; que el alhaja chiquito apost y perdi, peto que obtuvo entusiastas aplausos por lo bieqque at6 la navaja al mal,#ova; Por la noche estuvo el guapo chico junto al pap en la mesa de juego; al retirarse de ella le pidi algunas pesetas para reembolsar las prdidas e~ los gallos y ... no se acuerda ms. Sin duda Astolfito di con algunos amigos y habr pasado divertido. Tiene unos cuantos amiguitos que .. , Ni escogidos por Ba-rrabas! Qu dice de ellos don Plcido? Nada; pues no son sus compinches que ni escogidos por el diablo?

    Que se divierta, pues, Astolfito; que de la me sa de juego pase la tertulia de las mozas ale~ gres, y con ellas, entre cenar el aj de queso, echar

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  • La esc11ela domstica. 53

    copitas y bailar el amor fino, pase cuatro largas. noches.

    Que se divierta, pues, Astolfito; vyase con veinte amigos de su tl'!tcio y pluma y con algu-nas pichonas de buen humor al paseo dispuesto para hoy; all habr carne de vacona, empana-das de viento, tamales exquisitos, frutas en abundancia, chorros de cognac, tempestades de risa, huracanes de insolencias y blasfemias; aur el juicio y la razn, all las leyes del pudor y Ia modestia no tendrn cabida. Para qu hari de llevar ~onsigci tan molestos compaeros esos j-venes, hijos mimados del placer y la voluptuo-sidad?

    Que se divierta, pues, Astolfito; estamos en Carnaval: que juegue, se empuerque, beba ... No ha hecho. siempre, no hace todava cosas iguales don Plcido, y no las har mientras ten-ga embutida el alma en las carnes?

    La pobre mam, para quien no es un enigma la triste futura suerte de la familia, llora y se queja; don Plcido re'yladice:.Vamos, mujer! clmate; t no entiendes de educar muchachos; sabe que mi hijo va crindose todo un hombre. Ya vers, andando los aos, cunto figura en la Repblica y aun fu~ra de ella.

    Son las doce de otro da. El seor de los Gus tos acaba de dejar el lecho, se emboza eri. su capa, acerca un silln .su esposa hijas mayo

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  • 54 .J. L .lf~ra.

    . res que cose11 junto una ventana, y se repantiga en l. Las chicas corta distancia juegan coq. sus muecas. Don Plcido echa dos largos bos-tezos. Quiere hablar y el tercer bostezo se lo impide.7""'Sabes, hija, dice su mujer, que a-a., a-yer tarde (qu mal dorm anoche!) Te deca que ayer: tarde, en un crculo de amigos, me con~ taron unas- co-o-osas (Vamos! estos bostezos no me dejan.) Oh don Plcido, don Plcido! y~ s6 qu' cosas son esas. Bostece, por Dios, bostece eternamente y no las refiera en presencia de sus hijas. Qu ha de contenerse el brbaro! Entre bostezo y bostezo cuenta una historieta' escan" dalosa, en la cual figura el desliz de una joven1 la infamia de un marido, los cel~~ y las impru-de~cias de una esposa ofendida; y la quenta' sin omitir las circunstancias ms repugnantes ni l.o11 pormenores ms ofensivos al pudor, Brbaro! brbaro! qu ha hecho usted? Ha emponzoa,. do el corazn de sus hijas; sus palabras han cado en lo ntinio de esas almas, cuya pureza y candor debera cuidar usted como celestial tesoro. Las grandes lo han escuchado: todo, y. sonren con malicia: acaban de saber cosas que no saban: se ha levantado para ellas ms de la mitad el teln del teatt"o de los escndalos ini; quidades del m.undo .. Las chicas, que no tienen toda su atencin en las muecas, han escuchadq tambin gran parte de la relacin: don Pl~cido,

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  • La ~scuela domstica. 55

    usted les ha dado' las primeras lecciones de pros titucin.

    Este es un hombre? Este es un padre? Son ~as ocho de la noche. Suena msica en

    casa del seor de los Gustos.-Qu hay all? -Qu ha de haber? Tambarria. Es da de San Plcido. Imposible q1:1e e'i:l ste da pase en silen. aio la casa de nuestro hroe, especialmente des de que dos de sus hijas son ya seoritas, y tan bellas y graciosas. Los numerosos . amigos de donPlcido, que se traga esa amistad como un confite, sin embargo de que apenas el uno por ciento de las atenciones son para l y que todas las dems se llevan sus dos hijas, han querido festejarle en su cumpleaos. All estn todos, y e'l buenhumor rebosa y se desborda de sus co-razones como de las copas el hirviente y espu-moso cl;ampague. '

    Viva mil aos el santo! viva! Y qu hace el santo? Bebe y baila,' no obs-

    tante sus cincuenta San Plcidos, Navidades abriles. El hombre est hecho ~n ocano de delicias. Qu hace la madre? Arrastrada por el torbellino, bebe y baila tambin no obstante sus lgrimas de ayer y el haber llegado, gra-cias la edad y hermosura de .sus hijas, ser perfectamente idnea para el cargo de abuela. Qu hacen las lindas jovencitas? Beben y bai.-lan; enlazadas las cinturas por los brazos de los

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  • . L. Mera.

    tunos, galopan y saltan que es una glorhi,. y oyen los incendiarios galanteos, y en cada copa que se echan pechos se tragan juntamente-un

    -bocado de' engao y seduccin, y en cada pi rueta y en cada voluptuoso remolino se les cae del alma un retazo de i nacencia, otro de pudor, otro de dignidad. Qu hacen las_ nias? Mez-cladas en esa tempestad mundana y corrupto" ra,van dejando de ser ngeles para conver-- tirse muy pronto en mujeres vulgares, y esto si salen bien libradas y no dan en cosa peor que la vulgaridad. Qu hace Astolfo? Oh! Astolfi to, adems de que imita al pap, se ocupa en acarrear botellas, en distribuir licor, en no de-jar respiro los msicos y en animar la danza; No falta quien, al observar tan guapo mu~ chacha, diga al pap: --Bola, D. Pl~ido, mire que su hijo va resultando ms. hombre que us-ted: su chico v9-le un Potosi.

    El seor de los Gustos suelta ua retumban~ te carcajada, estrecha 1 a mano al amigo que le ha hecho observacin tan justa como halagea,-y da un par de cariosas palmadtas al hijo que comienza figurar tanto y honrarle. Vaya que el pichn es ya ms que una esperanza!

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  • V

    TODAVA DENTRO DE . CASA.

    MAS CAR.:\,CTERES

    {(felos! terrible mal que. asuela el alma en q~e. & penetra. Se diferencia de la elefancia en que no es contagioso, pero se le asemeja en 'lo incurabJe.

    cVituperad en hora buena al celoso, dice un escritor' francs de nuestros das; pero compa-decedle: es ms desgraciado que culpable.

    Aade el mismo autor que, si se analiza la pasin de los celos, se hallan elementos que honran el alma. que tan fiera dolencia padece. Puede ser verdad. Este monstruo que, en el decir de Shakespeare, se engendra s mismo y de s mismo nace (x), no respira sino junto al nido del amor.

    - (t) ..... Tis monster Bogotupon itself, born en itself.-Ot~elto.

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  • 'f. L. Jllera.

    Recuerdo este par de versos de Sor Ins de la Cruz:

    Hay celos? luego hay amor, Hay amor? luego habr celos.n

    En lo primero tiene razn la sabia ~onja, pero no en lo segundo: no todo amor VIve en consorcio con la locura para dar prole de celos.

    Hay un amor juicioso sin dejar de ser apasio nado y tierno, este amor nci es capaz de canee_. bir sospechas injuriosas la fidelidad y virtud del objeto en quien y por quien vive. Tales sos-_pechas llevaran en s la idea de que amor tan cbal y encumbrado haba puesto los: ojos en un ser cuyo carcter y conducta no J.ebei-an infundirle confianza, lo cual argira contra ese mismo amor: ya no podramos considerarle ni muy juiCioso ni muy cabal.

    Slo el amor insano, y con frecuencia necio, engendra y produce aquel estado del corazn que atormenta, un mismo tiempo, al que lo padece y al objeto por quien padece; estado de sospechas que se multiplican sin cesar, de in-quietud y zozobra que no se calman de da ni de noche, de bilis negra y crespa, de punzadas dolorosas y ocasionado I injusticia y al crimen.

    Ay del hogar y de la familia cuando el amor desjuicido y necio es quien lleva los cnyu-

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  • La escuela domstica. 59

    g,es al pie del altar! Y mucho ms si ese amor,. de parte de uno de ellos,. no haJla en el otro cordura, 'calma, tino que sirv

    Amor loco y tontera Contrajeron matrimonio; Cuando los cas el demonio Su ganga en ello tendra.

    Hubo Un suegro y yerno cual ms celosos. El suegro que sospecha de su mujer y el yerrio de la suya, rmarise una noche y se ponen en acecho cada cual por su lado. Distnguense mu-tuamente la dbil claridad de la luna, pero qo se conocen, E~. suegro juzga que el amante de su vieja es el yerno que viene por ah; ste toma al suegro por el amante de su propia hija; y ciegos de furor y estoque en mano, se acome-ten .. Felizmente, al c;ruzarse las primeras es-

    . tocadas, se ven las caras, se hablan y esta cir~ cunstancia evita que el sainete concluya entra . gedia.

    En materia de celos uno de los cnyuges es comunmente la vctima y el otro el verdugo

    . la vctima, si es inocent~, es siempre digna de l'j.stima el verdugo lo es veces; pero aun cuando tenga justicia no puede evitar la asper. sin de ridiculez que :la malignidad humana le echa encima. '

    Suele acontecer que los celos infundados

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  • 6o. ' 'f. L; Mera.

    obran en ocasiones de manera que llevan la vctima al despecho, y de ste crear motivos que los justifican. ,

    Tambin es comn ver al celoso culpado de la falta que sospecha en su vctima. Esto es aadir ia injusticia la infamia.

    No es raro, por ltimo, hallar quienes se ce-leti mutuamente y sean. ambos, un tiempo, verdugos y vctimas. En este caso, la pasi6n de los celos se encumbra la ltima perfecci6n; los toques que el uno olvida se los da el otro ste corrige los rasgos errados por su compaero, y el monstruo queda cabal y contorneado en to. das sus partes.

    Platn deseaba que los borrachos se viesen en un espejo, esperanzado de que se enmenda-ran con la contemplaci6n de su propia defor-midad. No sera buena la receta para los-bo-rrachos de celos? Quizs, si acaso un celoso pu .. diese ver; pero desgraciadamente no hay celos que no causen optalma, y con mayor frecuen-cia cataratas. . . . . En todo caso, donde imperan los celos, sean 6 no fndados, no hay paz ni hay orden, ni res~ ' peto la moral y la inocencia, ni escudo que resguarde la honra, ni un granillo de incienso que arda en aras de la virtud.

    D. Floripandoy doa Simpliciana representan los _celos mutuos en estado de ignic6n perma

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  • La escuela dowstlca. 61

    nente: son el Sangay de los celos, y sus fumara das obsc:urecen el cielo del hogar, y su lava quema y ensucia cuanto los rodea.

    Para el marido no hay en la mujer -pensa-miento, palabra ni accin inocente cuando la ve supone en presencia de varn animal macho. Para la mujer no hay en el marido pensamiento, palabra ni accin inocente cuando lo ve supone en presmcia de cualquier ser ani-mado perteneciente al gnero femenino~

    .Cuntase que una vez el primero mat un infeliz gato qu roncaba descuidado en las fal-das. de doa Simpliciana, y que sta torci el pescuezo de una gallina, porque D. Flori-pando le pas cariosamente la mano por las plumas.

    Imagina, lector, cmo- anda-r la familia de ese par de perencejos. Ls trifulcas son, cuando muy tardas, semanales, pero las tronadas dia- rias. Sospechas s-acadas luz, recuerdos de fal-tas de afros tiempos, -reconvenciones que son venablos, acusaciones que son caonazos, inju-rias que se pegan al alma como fuego griego, calumnias tainaazas como- Chimborazos ..... todo hay en esa fiesta domstica-_ 'preparada por la locura y la necedad y ejecutada por el enojo y la violencia.

    Cuando por casualidad se establece alguna tregua, las caras de esos benditos ~sposos per-

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  • 62 'f. L. Mera.

    manecen hoscas como la de Judas al colgarse del lazo, aunque no muestran seales de arre-pentimiento, sino de disposicin para volver al combate:: sesga la mirada, plegado el entrecejo, los labios entreabiertos y hmedos con la hidro fbica baba, guardan silencio;-silencio miedoso como el de la nube tempestuosa prxima des-~argar los rayos, granizo y ondas diluvianas que oculta en su seno.

    Pluguiese Dios que esa fiesta infernal no tuviese espectadores! Pero los tiene; y rio son los vecinos, que hubieran bastante de qu reir: son los hijos y domsticos, que hallan mucho malo que aprender. Observmoslos: nios y ni-as, criados y criadas han sometido examen y discusin cuanto han visto y odo. ste recuerda y .repite un sucio dicterio. que lanzado por boca del padre, estall como una bomba en los odos de la madre; aqul comenta la acusacin que sta dirigi al marido; el otro imita el gesto de Iscariote, el ele nis all quiere saber la causa dd silencio amenazador; lo que uno olvid est fresco en la memoria de otro; el nio fulano vi6 tal cosa; la nia zutana ense la mam tal otra; la cr"iada hace una observacin maliciosa, el criado la corrige y aade una circunstancia desvergonzada. Todos ellos han recibido entre el fragor de las contiendas paternales las mismas 6 peores lecciones que los hijos de Don Plcido

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  • La esc11ela domstica ..

    de los Gustos entre risas, chorros de. licor y re-molinos de valses y polleas.

    Pero dejemos los Floripandos y Simplicia-nas, y bosquejemos otros caracter~s conyugales: examinemos nuevas lecciones que, con admira-ble. provecho ... de Satans, se dan en la escuela domstica.

    Grande es el nmero de familias desgraciadas. porque el aliento del mal monil ha soplado so-bre ellas por boca de sus mismos padres; pero, segn creo haberlo indicado ya, aunque el mal es uno solo en el"fndo, hay multitud de peque-as circunstancias que en la forma lo diversifi-can por extremo. Querer no olvidar ninguna .seria cosa extraa la ndole de estos articule-jos, que han de ser siempre cortos, cuando la materia da para abultados tomos, y quizs un Tostado y un Lulio fueran vencidos por ella.

    Conoces don Nemesio? zorra vieja en eso de buscar lo mejor para la vida, nunca empre-de negocio al cual no haya precedido larga me-ditacin. Con todo, en el matrimonio le sali el tiro por la culata. Despus de diez aos de vol-tear en torno de algunas novias, se fij en la famosa doa Terencia, y crey haber hallado en ella un tesoro. Infeliz don Nemesio! Terencita es d~ aqellas mujeres que se asemejan lamo-neda falsa: con poco que se las manosee asoma el cobre; Don N emesio es bastante irascible;

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  • 'f; L. Mera.

    pero de carcter noble y generoso, habra sido excelente marido con una mujer inteligente, cuerda, virtuosa y dulce Je palabras y maneras; Doa Terenci,a no ha sabido aprovechar las bue-nas prendas del esposo, y. s es una maravilla para echar combustible en la hoguera de su mal genio: de genio agrio tambin, delicada, quisqui )losa, amiga de averiguar cuentecillos y mentiras, ha sido, y es y ser, hasta que la muerte se com padezca de don Nemesio, la causa de la discor dia permanente en su casa.

    Don Jocundo, por el contrario, tiene una bo nsima esposa; pero tonto, malo y caprichoso, ha hecho de ella una mrtir. Todo l' es puro enojo y bravatas; grue, grita y p~tea porque la, mujer dijo una palabra ms, porque Jijo una palabra menos, porque tosi, porque estornud; porque pens que pensaba mal, porque pens que pensaba que l pensara.,. Voto quin! no merece este don Jocundo que se le rajen .latigazos esas carnes de lechn? Pero miale, , ahora est enojado como nunca; qu alhaja! tuerce los ojos por no ver la esposa, alza los hombros, se encaja el sombrero hasta las cejas, toma sus maletas y se larga de casa. Jura que no ha de volver ella y que su ruptura con esa mujer tal y cual es eterna irremediable. Pero no ha de ser as: los parientes y amigos de l y de ella han de anular ese juramento, que es el

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  • 'La csc.ueht aomstict~.

    milsimo de los hechos por el buen don Jocundo, y han de remendar por la centsima vez tan lin- do matrimonio. Ya me parece ver la escena digna de don Ramn de la Cruz: una 1comadre conquista la esposa; la infeliz no necesita que. la tomen por fuerza, se enjuga un par de lgri-mas, suspira y accede. El cura zapa y abre una brecha en la fortaleza de don Jocundo, que al fin cae en poder del conquistador; pero qu llu-via de quejas contra la mujer! cuntas protestas de que Glno ha :tenido la culpa! Resignada la mujer, inclina la frente y calla; el mariuo como que quiere y no quiere sonrerse, se le acerca, trtida de hijita, aade alguna frase de mentido cario, y arranca nuevas lgrimas su vctima, en :cuya memoria se a gol pan los recuerdos de los ultrajes d~ ayer. Los oficiosos restauradores de la paz conyugal se retiran; pero esa paz, fe-ble como pompa de jabn, se romper(i de nuevo al menor soplo del enojo de don Jocundo, y don Jocundo am.arrar tambin de nuevo sus maletas y se largar de casa otra vez, jurando no volv~r ms ella ni ver ni oir esa tat y cuat de su es-posa.

    El marido de doa Benedicta no es de lo peor;, mas la tal doa Benedicta posee gracia especial para tornarle psimo, lo menos en el concepto de cuantos escuchan sus quejas. Doa Terencia, aunque harto insufrible po~ su carcter pueril y

    5

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  • 66 'f. L. Mera.

    quisquilloso, no extiende la accin de su lengua resbalosa y movediza fuera de los muros d su casa: dentro de ella tirotea al pobre de don-Ne-mesio, y ste, una yez fuera, descansa; pero doa' Benedicta, que casi siempre delante del marido no es sino rostrituerta y suspiradora, en ausen-cia Ll.e l y fuera de casa es la pregonera de los :vicios y defectos maritales, y de cuanto malo

    . ocurre en el hogar. Recibe y hace visitas slo por tener ocasin de desahogar las mil y ms quejas que guarda apretadas en el pecho; no hay vecina que ignore las feclwras, rea.les . su-puestas, Jel desdichado esposo; no hay comadre en cuyo seno no haya depositado los m~ recn-ditos secretos de la familia, y, por su puesto, no hay secretos menos secretos. en el pu~blo; no conozco amiga !le la quejicosa Benedicta que no le haya enjugado el llanto diez veces, y d-chale cien docenas de frases consoladoras, y animdola sufrir con resignacin la vida de martirio que est sujeta con esposo y con hijos~ El esposo, que no se queja pudiendo hacerlo, pasa por un ogro, y ms de una beata de las que han consolado Stl mujer, le hacen cruces de rebozo y le echan un Santo Dios, Santo fuerte, S:mto inmortal, cual si viesen al demonio.

    Mas, creme, lector car3imo,_ que me voy cansando de esta galera de matrimonios que en illada corresponde los fines que Dios se propn-

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    so al instituir la familia; y temo asimismo que llegues fastidiarte de tanto marido perro, de tanta mujer perrengue, de tanto hogar en que se sazonan frutos para el infortunio yla deshon-ra en la tierra y para los festines del diablo en el infierno.

    Qudese, pues, sin nuestra visita doa Pe-lerina, la gazmoa por excelencia, el escr-pulo encarnado, que halla culpa mortal hasta en la encantadora. sonrisa de su nio de p-chos y en el bostezo de la cltina que la sirve, tormento del marido, penitencia de los hijos, desesperacin del sacerdote que la confiesa y lucha en vano p,or meterla al camino de la ver-dadera virtud.

    No nos vea ~.sus umbrales el avaro don Sil-verino, que no da sus hijos otras lecciones que las de la codicia y la mala fe, para que le reem-placen eh el oficio de sorberse el sudor, las l-grimas y la sangre de los hijos del pueblo, con, la usura, la trampa y el robo. Tengo mied9, por otra parte, que al acercarnos su casa nos lle-guen algunas chispas de los ayes y maldiciones de los prjimos arruinados por l.

    No nos aguarden los padres haraganes, que cansados. de charlar dormitar en los mostrado res y trastiendas de mercaderes taberneros, de fumar cigarrillos en las esquinas, se recogen csa seguir durmiendo fumando en medio

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    de sus hijos, quienes inician en el difcil arte de no hacer nada.

    No tengan ni aun tarjeta de parte nuestra aquellas madres desjuiciadas que mantienen l~s hijas desde sus ms tiernos aos cubiertas de polvo de arroz, albayalde y carmn, forradas en terciopelo y raso y pensando en la moda y el lujo, ms que en cultivar las virtudes de la mu-jer; que las llevan al templo, al teatro y al paseo como llevan la exposicin sus obras los pinto-res y escultores; que las hacen asistir los bailes, sacrificando en agraz el tesoro de su inocencia, fin de que pasen por bonitas y encantadoras.

    Menos nos tengan en su casa esotras madres de cascos preados de novedades, investigadoras diligentes de ajenas vidas, forjadoras de cuente-cilios y chismes, fciles de lengua para no ex-cusar en otras personas defectos que en ellas sobreabundan, enojadizas por causas que sus propias habladuras imprudencias crearon, y que hacen participantes de sus necias historie-tas y torpes escndalos hijas y criadas.

    Y esos maridos exigentes y descontentadizos que atormentan sus mujeres pidindolas ms atenciones y servicios de lo que ellos se merecen y ellas pueden darles? Siempre sultnico el gesto, sesga la mirada, spero el lenguaje, no ven en la esposa la compaera,_ y amiga, 'sino la esclava Jestinada satisfacer todos sus caprichos y su-

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    frir. todas sus impertinencias. L0s hijos, acos tumbrndose ese lenguaje, mirada y gesto, la rebajan en la medida de su afecto y llegan confundirla con la cocinera y la lavandera: las lecciones de los padres han hecho que ls hijos sean insensibles para con el amor ms noble y tierno que abriga el corazn de la mujer, el amor maternal.

    Y esas mujeres que dizque son todo nervios, y que no son ms que puro embuste? Esos ju . guetillos de vidrio en mala hora m~tidos en el oficio de esposas para tormento de los maridos? Ese melindre encarnado, esa queja materializa-da, ese suspiro en forma de mujer, que obliga al esposo tragarse las pldo~as que ella rece-t el mdico, y que no acepta ni aun el clster sin que preceda experimento en la persona del cnyuge para todo? Ese pedacillo de hembra humana con un poco de neblina por alma, que en brazos del marido sube al lecho, y en brazos delmarido baja del lecho, y por mano tlel mari-do lleva el bocado la boca, y la cual el ma-rido sirve ,hasta de voz para hacerse entender? Vlgame Dios! y el bueno del angelito con toda_ su flacura y nervios, muy bien pudiera hablar duro, masticar, andar, acostarse y levantarse, evitando asi duras pruebas de amor conyugal don Sfrelo-todo y enseanzas nada buenas sus hijas. Estas la observan, y como lo que

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    ven es de cada da, y cada hora y cada momento; llegan creer que as como la mam, ni ms ni menos, deben ser todas las esposas. Miren uste-Jes por ah se divierte una de las nias con sus muecas, y practica en chanza cuanto, gracias , la mam; dentro de breves aos practicar seriamente. Una ml.leca, at