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Asociación Bíblica Española VERBO DIVINO Nº 83 OTOÑO 2014 BIBLIA Y PASTORAL BIBLIA Y PASTORAL

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AsociaciónBíblica Española V E R B O D I V I N O

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BIBLIA Y PASTORALCoordinador: Javier Velasco-Arias

OTOÑO 2014 • Nº 83

EDITORIAL ...................................... Pág. 2

SECCIÓN MONOGRÁFICABiblia vs. pastoral ..................................... Pág. 5Javier VELASCO-ARIAS

La práctica de la lectio divina .................... Pág. 13Núria CALDUCH-BENAGES

Escuela de Animación Bíblica: un proyecto de animación y renovación en la Palabra ............................................. Pág. 23Quique FERNÁNDEZ MANZANO

El Museo Bíblico Tarraconense: una oportunidad pastoral ........................ Pág. 33Andreu MUÑOZ MELGAR

Hermenéutica bíblica o inculturación del Evangelio ............................................ Pág. 41Jan J. STEFANÓW, svd

SECCIÓN ABIERTAPara todos los públicos ............................ Pág. 51José Luis ALBARES

SECCIÓN DIDÁCTICAGalaxia Éxodo .......................................... Pág. 62José Luis ALBARES

SECCIÓN INFORMATIVABoletín bibliográfico ................................ Pág. 70Noticias .................................................... Pág. 70

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Editorial

La animación bíblica de la pastoral es una realidad cada vez más amplia, en la que están implicados (o deberían estar) todos los estamentos eclesiales, todos los agentes de pastoral, todos los estudiosos de la Biblia, todos los entusiastas

de la Palabra, toda la comunidad eclesial. Por eso, hablar de Biblia y pastoral no es algo extraño a la vida y a la vitalidad eclesial, sino algo consustancial.

En este número de Reseña Bíblica hemos querido acercarnos y dar a conocer, aunque sea de forma somera, esta realidad. La Biblia, cada vez más, tiene carta de ciudadanía en las diversas comunidades parroquiales o de base, movimientos, asociaciones, grupos... Las comunidades van aprendiendo, poco a poco, que el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo, como afirmaba san Jerónimo, patrón de los estudios y de los estudiosos bíblicos. Van descubriendo la grandeza de la Palabra de Dios y se van sintiendo identificados e interpelados por ella. Se van entusiasmando con su lectura, su estudio, su meditación, su plegaria..., conscientes de que es algo «suyo». La Biblia, sus textos, sus narraciones, su vida, nacieron en las comunidades creyentes; las actuales comunidades de fe son herederas de aquellas comunidades primigenias. Son las destinatarias privilegiadas de esta Palabra única.

Esta centralidad de la Biblia nos ha llevado a ofrecer un primer artículo, Biblia vs. pastoral, en el que nos preguntamos sobre el posible conflicto entre exégesis y hermenéutica, entre lectura científica y lectura popular de la Biblia. Llegamos a la conclusión de la necesaria complementariedad de esta doble perspectiva como parte de un único proceso de acercamiento a los textos bíblicos. La figura del estudioso, del exégeta, es necesaria –mejor, imprescindible– para avanzar en el conocimiento de los textos y del contexto en el que nacieron. Pero, al mismo tiempo, son textos vivos, son Palabra de Dios. Palabra de Dios para el pueblo de Dios. Y no tenemos derecho a negar este «alimento», estos textos, a los destinatarios a los que van prioritariamente dirigidos.

Núria Calduch-Benages nos introduce en una de la formas de encuentro con la Palabra, seguramente la más conocida y más utilizada, La práctica de la lectio divina o lectura orante de la Biblia. Aunque tiene toda una historia y la forma clásica es conocida por sus cuatro pasos, lectio, oratio, meditatio, contemplatio (lectura, oración, meditación, contemplación), las variantes con las que actualmente es divulgada

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y practicada son muchísimas. La autora nos propone un recorrido por algunas de ellas.

Algunos de nosotros somos fundadores y participamos de una realidad que es transferible a otros contextos eclesiales. Quique Fernández nos habla de ello en Escuela de Animación Bíblica: un proyecto de animación y renovación en la Palabra. En su aportación, Quique nos narra los orígenes, la historia y el elenco de actividades que la Escuela de Animación Bíblica de Barcelona está realizando, que posibilitan un número importante de grupos bíblicos, una escuela de animadores bíblicos y unas actividades que facilitan que muchos se encuentren y se enamoren de la Palabra de Dios.

Los museos bíblicos son una excelente herramienta para divulgar la Biblia, para evangelizar, para conocer el contexto en el que nacieron los textos bíblicos, para estudiar e investigar. Andreu Muñoz, doctor en Arqueología y director del Museo Bíblico Tarraconense, nos aproxima a esta realidad tan fascinante en su aportación, El Museo Bíblico Tarraconense: una oportunidad pastoral.

Por último, Jan J. Stefanów, con su artículo Hermenéutica bíblica o inculturación del Evangelio, nos introduce en la historia del concepto «animación bíblica de la pastoral», en la historia de su proceso, del papel de la FEBIC (Federación Bíblica Católica) –de la que él es secretario general–, en su desarrollo y concretización; de la aportación de una manera especial de las iglesias de Latinoamérica en hacer posible que esta realidad vaya desarrollándose progresivamente y «cale» en todas las instancias y países, de la mano de la Iglesia católica.

Todos los que hemos participado en este número y todas las personas implicadas en la animación bíblica esperamos que el conocimiento y el amor a la Sagrada Escritura vayan cada vez más en aumento y generalización. Nuestra aportación quiere ser un «granito de arena» en el empeño de la centralidad de la Biblia en la pastoral.

Javier Velasco-Arias

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BIBLIA VS. PASTORAL

Javier Velasco-Arias

No siempre está suficientemente clara la necesidad del encuentro entre la exégesis bíblica y la pastoral eclesial, ni están suficientemente claros los abundantes frutos que se siguen de ello. Las relaciones entre ambas realidades nos han sido presentadas, en algunas ocasiones, como diversas, como enfrentadas. En este artículo analizamos este hipotético enfrentamiento y las razones que justifican la necesidad de superarlo y de llegar a una simbiosis enriquecedora. Es necesaria la exégesis científica, y no es menos necesaria la hermenéutica popular.

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La expresión de origen latino versus (abreviatura: vs.) que encabeza este artículo, inicio de las colaboraciones del presente número, tiene el significado de «frente a», «contra», según indica el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Biblia frente a pastoral, Biblia contra pastoral. ¿Este es el título y la intencionalidad del escrito? ¿Es real esta confrontación?

En más de una ocasión constatamos cierto «divorcio» entre los estudios bíblicos, la exégesis científica, la in-vestigación bíblica y la lectura creyente de la Biblia. Nuestra apuesta es que ambas realidades no deben perder nunca su vinculación, su uni-dad, a pesar de la posible confronta-ción en algunas ocasiones, más ficticia que real. El estudio exegético y la lec-tura creyente son dos caras de la mis-ma moneda: son dos aspectos de un único proceso. La exégesis necesita del lector creyente, de la comunidad que acoge los textos bíblicos que ella anali-za; el pueblo de Dios precisa de un es-tudio serio de la Biblia para no caer en lecturas pueriles o fundamentalistas. Por consiguiente, nos oponemos, por principio, al hipotético enfrentamien-to entre Biblia y pastoral.

No creemos que la vertiente exegética agote todos los aspectos de aproximación a los textos bíblicos ni que asumir la necesidad de la perspectiva pastoral vaya en detrimento del estudio científico de la Biblia. Y, por otro lado, la lectura creyente, comunitaria, litúrgica, en forma de plegaria de la Palabra de Dios, no puede ex-cluir ni ignorar la necesidad de los estudios exegéticos sin caer en un fideísmo peligroso.

1. Cuestión de priorizarEl estudio exegético es un logro, un rumbo, al que

no tenemos derecho a renunciar. El camino recorrido,

sobre todo en los últimos cincuenta años, es inmenso, pero el trayecto que aún queda por andar todavía es mayor. Las críticas histórica, literaria, textual; los mé-todos y acercamientos canónico, desde la narratología, las ciencias sociales, las tradiciones judías de interpre-tación, la antropología cultural, el feminismo, etc., nos han abierto nuevas perspectivas, han ampliado el ho-rizonte de comprensión. Esa tarea ha sido, sigue sien-do, y no debe disminuir su empeño, una prioridad. La labor de nuestra asociación, la Asociación Bíblica Es-pañola, es, en este sentido, ingente; sus miembros tra-

bajamos desde hace años en esta di-rección. Y los frutos conseguidos son constatables.

Pero ¿es suficiente? ¿Es esta la única vía que debemos potenciar? Son unas cuestiones a las que tenemos que dar respuesta.

Volviendo a la expresión versus. Es verdad que, a través del inglés, nos ha llegado a nuestra lengua con una con-notación negativa de lucha, de confron-tación, de rivalidad. Pero el significado original, real, en su origen latino, es algo distinto. Tiene el sentido de «ir hacia», indicando la persona o el objeto hacia

donde se dirige. La deformación consiste en convertir «ir hacia algo» en «ir contra algo».

Me quedo con esta segunda acepción; entre otras cosas, porque es la primigenia, la original. No sirve «Biblia frente a pastoral», sino «Biblia hacia pastoral». Pero esta es ya una conclusión, y no debemos anticiparla, aunque la apuntemos. Apostamos por la relación, nos oponemos a la confrontación.

No obstante, si hablamos de priorizar hemos de aña-dir, sin menoscabo de todo lo afirmado anteriormen-te, que la lectura creyente de la Biblia y la animación bíblica de la pastoral son prioridades que no podemos ni debemos desatender. Ha costado muchos esfuerzos

La exégesis necesita del lector creyente,

de la comunidad que acoge los textos bíblicos que ella analiza; el pueblo de Dios precisa de un estudio serio de la Biblia para no caer

en lecturas pueriles o fundamentalistas.

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y años devolver la Palabra de Dios al pueblo creyente, para no valorarlo en su justo alcance. La Biblia, durante muchos años (siglos), ha sido «secuestrada» a la comu-nidad creyente, como afirma Enzo Bianchi, y, gracias de una manera especial al Concilio Vaticano II, se ha devuelto al pueblo de Dios. No tenemos derecho a desandar este camino. Es algo irrenunciable.

El trayecto que queda por recorrer en el uso, la lec-tura y la estima de la Biblia por parte de los católicos es todavía inmenso. Pero lo conseguido hasta ahora es esperanzador. No podemos permitirnos el lujo de abandonar esta tarea, desde una postura elitista, re-servando el conocimiento de la Biblia a un grupo pri-vilegiado.

Nuestra asociación, que afirma en sus estatutos, con-cretamente en los fines específicos de la misma, «fomen-tar la investigación bíblica» (III, 1), asevera poco des-pués «ser punto de encuentro para todos aquellos que hacen de la Palabra de Dios objeto predominante de su estudio religioso y su actividad apostólica» (III, 4). Y, lógicamente, la animación bíblica de la pastoral es la forma concreta, divulgativa, de la actividad apostólica bíblica.

2. ¿Es la exégesis un fin en sí misma?Alguien argumentará que la pregunta es capciosa, que

la exégesis es, por definición, un medio para conocer, para interpretar, para acercarnos al sentido original de los textos bíblicos y al contexto comunitario y socioló-gico en el que nacieron.

La pregunta va en otra dirección. La exégesis nos per-mite aproximarnos a una lectura literal de los textos bí-blicos. Digo «literal» y no «literalista». La lectura litera-lista es una forma de fundamentalismo, es leer y querer comprender la Biblia sin tener en cuenta los géneros literarios, el contexto sociológico y religioso, la histo-ria, etc. La lectura literal es precisamente la que parte de estos contextos y los supone.

Volvamos a la pregunta: ¿es la exégesis un fin en sí misma? La respuesta creyente ha de ser necesariamen-te: ¡no! La lectura literal de los textos bíblicos, a la que aludíamos antes, nos permite alejarnos de cualquier forma de fundamentalismo, tan pernicioso para todo aquel que se acerque a la lectura de la Biblia.

El documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia, de la Pontificia Comisión Bíblica, ya alertaba contra este tipo de lecturas: «El acercamiento fundamentalis-ta es peligroso, porque seduce a las personas que bus-can respuestas bíblicas a sus problemas vitales. Pue-de engañarlas, ofreciéndoles interpretaciones piadosas pero ilusorias, en lugar de decirles que la Biblia no con-tiene necesariamente una respuesta inmediata a cada uno de sus problemas. El fundamentalismo invita tá-citamente a una forma de suicidio del pensamiento. Ofrece una certeza falsa, porque confunde inconscien-temente las limitaciones humanas del mensaje bíblico con su sustancia divina».

La exégesis ha de buscar siempre acercar los textos bíblicos a la comunidad creyente, alertando contra las lecturas fundamentalistas. Uno de los fines principa-les, por no decir el más importante, es que la labor de los exégetas esté al servicio del pueblo de Dios. No puede permitir que la comunidad creyente no tenga acceso a la originalidad, a la lectura literal, contextual de la Biblia.

Todos los libros de la Biblia, sin excepción, nacieron en el seno de las diversas comunidades creyentes, pri-mero judías y luego cristianas. Su lectura y su uso for-man parte de dichas comunidades creyentes; sin nin-guna duda, les pertenecen. Por tanto, tanto su origen como su finalidad fueron siempre comunitarios, ecle-siales. No podemos perder nunca de vista esta perspec-tiva. La comunidad se reunía –se reúne– alrededor de la Palabra de Dios. En ella encuentra su identidad más profunda.

La exégesis no debe olvidar jamás que su labor está siempre al servicio de la comunidad creyente. Y esto

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no significa, de ninguna forma, menoscabo de su traba-jo exegético irreemplazable, ineludible, indispensable. Por el contrario, su quehacer tiene una respuesta am-plia, un fruto generoso... Solo es posible si llega a la comunidad creyente.

3. La Biblia compartida comunitariamente

La lectura compartida de la Biblia se ha convertido para muchas comunida-des y grupos en el encuentro cotidiano comunitario con la Palabra de Dios. Un encuentro que descubre la riqueza de la Biblia y anima a utilizarla tanto personal como comunitariamente con asiduidad. Es el paso inicial, para mu-chos, para que la Biblia sea su instru-mento de oración privilegiada, de me-ditación, de encuentro con la Palabra de Dios, de escucha...

Las experiencias de lectura com-partida de la Palabra son muchas y variadas: partiendo de una lectu-ra continuada de un libro bíblico, o siguiendo el or-den de los textos de la liturgia dominical o una se-lección de textos que permitan aproximarse a una vi-sión de conjunto... Utilizando el método de la lectio divina o lectura orante de la Biblia, en sus múltiples variantes; compartiendo una lectura actualizadora de los textos, partiendo del contexto original de los mis-mos; utilizando algún manual de lectura comunitaria de un texto; meditando personal y comunitariamente el texto elegido, compartiendo el fruto de dicha me-ditación; leyendo la Palabra de Dios desde las pro-pias experiencias personales y comunitarias; en una lectura-estudio-meditación guiada por un biblista o un animador bíblico; en cursos bíblicos, en charlas o conferencias sobre temas bíblicos... El elenco de posi-

bilidades es inmenso, y las diversas formas no son ex-cluyentes entre sí.

Estas experiencias de lectura compartida de la Biblia son siempre muy positivas y gratificantes. Quique Fer-nández, en este mismo número de Reseña Bíblica, nos habla de forma profusa de ellas. Cuántas personas co-mentan, con alegría y admiración, lo importante que es para sus vidas este encuentro con la Palabra de Dios, el poderla conocer, leer, estudiar, meditar, orar, compar-

tir... Y en cuántas ocasiones se pregun-tan, sobre todo las personas de cierta edad, por qué se les había negado esta posibilidad en su juventud. Y se sien-ten privilegiados por poderlo hacer ac-tualmente. No debemos renunciar a lo conseguido hasta ahora en esta direc-ción: el aproximar la Biblia al pueblo de Dios, el devolvérsela. Y apostamos para que se extienda cada vez más y más. Las asociaciones bíblicas, nuestra Asociación Bíblica Española, también tienen una responsabilidad, y no pe-queña, en hacerlo posible.

4. Biblistas y animadores bíblicosEl trabajo de animación bíblica es ingente. Cada vez

surgen más realidades parroquiales, de movimientos, de grupos diversos, de personas que anhelan conocer más la Biblia, ansiosos por «escuchar» la Palabra de Dios. Como dice el evangelio, «la mies es mucha, pero pocos los obreros; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2).

El número de biblistas o especialistas en temas bí-blicos es limitado. Y tampoco se puede ni debe pedir a todos los biblistas que, aparte de su trabajo de inves-tigación y, en muchos casos, académico, se dediquen a la animación bíblica de la pastoral. No todos podemos estar en todo. No obstante, nadie debe perder de vis-

Cuántas personas comentan, con alegría

y admiración, lo importante que es para sus vidas

el encuentro con la Palabra de Dios, el poderla conocer, leer,

estudiar, meditar, orar, compartir...

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ta esta perspectiva, que forma parte esencial de la labor de cualquier estudioso de la Biblia, de una manera o de otra.

La figura del animador bíblico suple o complementa en muchas ocasiones al biblista, en esta necesidad, en esta tarea: «la mies es mucha». Cada vez se hace más necesario preparar al mayor número posible de personas, sobre todo laicos, mujeres y hombres, pero también re-ligiosos, religiosas, diáconos o presbíteros, para la labor de la animación bíblica de la pastoral.

Los institutos superiores de ciencias religiosas, las facultades de teología, los centros pastorales, etc., pue-den y deben cumplir esta misión, pero también la organización de escuelas de formación de animadores bíblicos es una solución factible y necesaria.

De hecho, sería interesante –no sé si decir necesario– incorporar en los institutos superiores de ciencias reli-giosas prácticas en grupos de animación bíblica, sobre todo para el alumnado que opta por la especialidad bíblica. De esta forma se abriría para los estudiantes una posibilidad pastoral muy sugestiva y necesaria. Y experimentarían la faceta práctica de sus estudios. La animación bíblica de la pastoral abre unas perspectivas inmensas, y no falta nunca «trabajo»: «la mies es mu-cha, pero pocos los obreros».

Respecto a las escuelas de formación de animado-res bíblicos, la experiencia nos enseña que facilita la incorporación de personas diversas, deseosas de cono-cer más la Biblia pero que, por diferentes circunstan-cias, no tienen la posibilidad de participar en unos es-tudios reglados. Aunque también estamos convencidos de que estas escuelas pueden ser un complemento pri-mordial para muchos que han hecho sus estudios teo-lógicos, bíblicos o pastorales, pero no tienen la expe-riencia de participar en grupos de animación bíblica. Junto a los contenidos más estrictamente bíblicos (gé-neros literarios, métodos de interpretación, ambiente cultural, contexto sociológico, rasgos históricos, colec-ciones de libros, etc.), incorporamos elementos peda-

gógicos, técnicas de comunicación, utilización de me-dios, etc., que facilitan la presentación y ambientación del mensaje bíblico. Y, cómo no, esto ha animado a muchos de los participantes en estas escuelas a profun-dizar, a querer formarse más, a apuntarse a un estudio más sistemático y oficial.

La figura de la «escuela de animadores bíblicos» se hace cada vez más necesaria; ya existe en diversos luga-res, pero se ha de ampliar, generalizar. Los animadores bíblicos realizan una tarea insustituible en los grupos bíblicos y posibilitan que cada vez se pueda responder mejor a las solicitudes de formar equipos de animación bíblica u organizarlos en diversos lugares. ¡En cuán-

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tas ocasiones la demanda es mayor que la oferta! Y es que no siempre podemos responder a la demanda conti-nua de parroquias y grupos «hambrientos y sedientos» de la Palabra de Dios. Por consiguiente, el poder for-mar continuamente a un mayor número de personas se convierte en una prioridad y en una necesidad.

Tampoco sería tan descabellado crear la figura pastoral del animador bíblico en todas las dióce-sis (es una idea sobre la que pueden pen-sar y madurar los que tienen la facul-tad de hacerlo posible), dependiente de un secretariado de animación bíbli-ca, que debería existir en cada dióce-sis, como ya sucede en algunas iglesias locales. Trabajo no va a faltar, y más en el momento presente, en que hay auténtica hambre y sed de conocer la Biblia: «Mirad que llegan días, orácu-lo del Señor, en que enviaré hambre al país: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la Palabra del Señor» (Am 8,11). Vivimos en esos días, en ese momento, de los que habla el profeta. Y, lógica-mente, se requiere organizar escuelas de formación de animadores bíblicos. Mientras llega este «sueño», no podemos dejar de trabajar y de organizar dichas escue-las y preparar a la gente por doquier.

5. Animación bíblica de toda la pastoral

Pero ¿es suficiente con crear grupos de animación bíblica en las diversas realidades comunitarias?

El objetivo no es este, sino la animación bíblica de toda la pastoral. No podemos volver a caer en el error del pasado de hablar de pastoral bíblica como una for-ma de pastoral al lado de otras en las que la Biblia no es el fundamento.

La Palabra de Dios ha de fecundar todas las realida-des pastorales, sin excepción. Ella es el cimiento, el nú-cleo, la fuente, la realidad que transversalmente une y surca toda la pastoral de la Iglesia.

Todos los agentes de pastoral han de tener claro, a nivel vivencial, existencial, creyente, que cualquier acción eclesial debe estar necesariamente fundamenta-

da en la Palabra de Dios.La exhortación apostólica postsino-

dal Verbum Domini, de Benedicto XVI, enfatiza esta intuición: «No se trata, pues, de añadir algún encuentro en la parroquia o en la diócesis, sino de lo-grar que las actividades habituales de las comunidades cristianas, de las pa-rroquias, las asociaciones y los movi-mientos se interesen realmente por el encuentro personal con Cristo, que se comunica en su Palabra. Así, pues-to que la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo, la animación bíblica de toda la pastoral ordinaria y

extraordinaria llevará a un mayor conocimiento de la persona de Cristo, revelador del Padre y plenitud de la revelación divina» (n. 73).

Cualquier acción pastoral, todo grupo especializado en diversas formas de pastoral, la labor de cada agen-te pastoral (catequistas, encargados de liturgia, volun-tariado cristiano, equipos de las diferentes formas de pastoral, laicado comprometido, religiosas y religiosos, presbíteros, obispos, etc.), han de estar enraizados, fundamentados, en la Palabra de Dios. No hay verda-deramente pastoral cristiana sin esta premisa.

Ni que decir tiene que la pastoral litúrgica y sacra-mental tiene su origen en la Biblia, en la Palabra de Dios. De ella «bebe» para fundamentarse; en su escu-cha se cimienta; la presenta a la comunidad creyente como el «gran tesoro» de la Iglesia; entra en diálogo, a través de ella, con el Señor e invita a todo el pueblo de

La Palabra de Dios ha de fecundar todas

las realidades pastorales, sin excepción. Ella es el cimiento, el núcleo, la fuente, la realidad que transversalmente une

y surca toda la pastoral de la Iglesia.

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Dios a participar en este diálogo. La Palabra de Dios tiene un papel primordial en todas las acciones litúrgi-cas, papel que no puede quedar nunca desdibujado o presentado como un apéndice, un añadido, un más a más. Es la fuente de la liturgia, sin la cual queda seca, se muere.

Todo ello también vale para el resto de formas de la pastoral. ¿Qué sentido tienen la pastoral de juventud, la pastoral familiar, la pastoral de la salud, la pastoral de prisiones, la catequesis, la pastoral de acogida, la pastoral de emigrantes o cualquiera otra si su funda-mento no emana de la Palabra de Dios, de la Buena Noticia de Jesús?

La respuesta creyente a toda acción pastoral, social o evangelizadora nace de la llamada bíblica, evangélica, a ser discípulos de Jesús de Nazaret, a sentirnos hijos de un Padre que ama a todos los seres humanos por igual, «que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llo-ver sobre justos e injustos» (Mt 5,1).

Cada acción pastoral, mejor, cada agente de pasto-ral, debe reconocerse, debe sentirse interpelado por la Palabra de Dios. Todos los agentes de pastoral tienen que participar de la formación bíblica, de la lectura y el estudio de la Biblia; deben ser unos enamorados de la Palabra de Dios que los anima; deben confrontar periódicamente, habitualmente, de forma personal y comunitaria, eclesial, su labor pastoral con la Palabra del Señor: «Llevando levantada en alto la Palabra de la vida. Esto me servirá de gloria en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano, ni en vano habré tra-bajado» (Flp 2,16).

De hecho, tenemos experiencias muy gratificantes de grupos (en varios casos a nivel diocesano) de pastoral de la salud, de pastoral de catequesis, de pastoral litúr-gica, etc., que han requerido a nuestra Escuela de Ani-mación Bíblica de Barcelona cursos de iniciación a la Biblia desde la perspectiva propia de su carisma. Tan-to la asistencia como los frutos han sido copiosos. En todos los casos hemos insistido en la necesidad de una

continuidad en esa formación bíblica y en la exigencia de que su labor pastoral esté enraizada, fundamenta-da, en la Palabra de Dios.

6. Biblia hacia pastoralComo señalábamos en el inicio del artículo, la exége-

sis bíblica tiene su fundamento último en su servicio a la comunidad eclesial; un servicio intelectual, sin ninguna duda, pero, sobre todo, un servicio comunitario, creyen-te. Esta realidad no es en menoscabo de su tarea cientí-fica y autónoma, ni mucho menos una forma de servi-lismo. Servicio no se identifica con servilismo. Aunque no podemos perder en ningún momento la perspectiva comunitaria, la finalidad original de los estudios bíbli-cos: devolver al pueblo de Dios la Palabra de Dios; ha-

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cérsela comprensible; facilitarle la «escucha», la com-presión de ella; aproximarle a los textos bíblicos, a la cultura en la que nacieron, a los diversos personajes, a las inquietudes comunitarias que los originaron; po-sibilitarles la actualización de dichos textos...

La exégesis bíblica encontrará la razón de su vocación más profunda en constatar la acogida de los textos bíbli-cos por ella estudiados, analizados e incluso, en algunas ocasiones, diseccionados por la comunidad creyente.

Biblia «hacia» pastoral no es una quimera. Es una ne-cesidad, una realidad irrenunciable. La interrelación, la simbiosis entre ambas realidades, Biblia y pastoral, dará frutos abundantísimos. La acción de Dios que descubrimos en su Palabra es a través de gestos y pa-labras, como señala el Concilio Vaticano II: «Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras in-trínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación mani-fiestan y confirman la doctrina y los hechos significa-dos por las palabras, y las palabras, por su parte, pro-claman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas» (constitución dogmática sobre la divina revela-ción Dei Verbum, n. 2).

Permitidme una pequeña licencia al aplicar estas pa-labras a la labor pastoral, mejor, a la animación bíbli-ca de la pastoral: las palabras, más preciso, la Palabra Dios, la encontramos de forma privilegiada en la Bi-blia; los gestos, los hechos, en este caso de la comuni-dad creyente, se manifiestan en las acciones pastorales. No podemos separar la Palabra de Dios de la acción eclesial, de la actividad del pueblo de Dios.

Quedarnos solo con la Biblia, con su estudio, sin la pretensión de incidir en la vida comunitaria, tendrá que ver mucho con la arqueología, con el estudio lite-rario de textos de la antigüedad, con el conocimiento de culturas pasadas... Pero, sin negar su importancia científica y académica, creemos que es insuficiente; al menos, si hablamos de la Palabra de Dios. De forma similar, una pastoral que prioriza los aspectos sociales o incluso piadosos pero que no tiene su fuente de ins-piración y su fundamento en la Biblia, seguro que po-see valores encomiables, pero no podemos decir que es pastoral cristiana.

Biblia «hacia» pastoral, Biblia y pastoral: dos reali-dades «indisolublemente» unidas. Cuando tengamos clara esta asociación necesaria, imprescindible, cuan-do la tengan clara todos los responsables de pasto-ral, todos los biblistas, todos los creyentes..., las cosas cambiarán en nuestra Iglesia. Ya hemos empezado a constatarlo, pero aún, por desgracia, no es algo gene-ralizado.

La situación que prácticamente inauguró el Concilio Vaticano II, del que hace poco celebrábamos los cin-cuenta años de su inicio, es imparable, gracias a Dios. El devolver la Biblia al pueblo de Dios, el reconocer su importancia insustituible, el situarla en el centro de la pastoral y de la teología en general, no tiene marcha atrás. Todos estamos «embarcados» en esta tarea: la Pa-labra de Dios ha de ser cada vez más conocida, más amada, más hecha oración, más meditada, más com-partida, más reconocida como el germen de toda ac-ción pastoral, comunitaria, eclesial.

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