bermÚdez

24
Bermúdez Navarro solía tenderse de espaldas en el pasto con los brazos abiertos en cruz y los pies apuntando al oeste. Cuando el sol bailaba como un huevo frito sobre las copas de los árboles, levantaba un poco la cabeza y estiraba las manos hacia el horizonte para sostenerlo con las palmas. A una altura inalcanzable, el astro se le escurría por entre los dedos y abandonaba el cielo dejándole un punto rojo en cada retina. Entonces cerraba los párpados hasta que las luces se apagaban por completo. Después caminaba, cabizbajo, con las manos me- tidas en los bolsillos, la vista clavada en las puntas de los pies y los pensamientos esfumándose en el aire. Bermúdez lo seguía a tranco lento, midiendo los pasos para no adelantarse. A veces se quejaba y disminuía la marcha, pero nunca le permitió alejarse más de cinco o seis metros. Usted se acuerda, ¿o no? Por Baquedano a Victoria y desde ahí hasta Simpson; luego hacia el cerro, hasta perderse. Una vez se los llevaron presos por estar pastando en plena Plaza de Armas, ¿se acuerda? El loco Navarro también se puso a comer pasto cuando vio que venían los carabineros con 143

Upload: jaime-casas

Post on 24-Sep-2015

218 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • Bermdez Navarro sola tenderse de espaldas en el pasto con los brazos abiertos en cruz y los pies apuntando al oeste. Cuando el sol bailaba como un huevo frito sobre las copas de los rboles, levantaba un poco la cabeza y estiraba las manos hacia el horizonte para sostenerlo con las palmas. A una altura inalcanzable, el astro se le escurra por entre los dedos y abandonaba el cielo dejndole un punto rojo en cada retina. Entonces cerraba los prpados hasta que las luces se apagaban por completo. Despus caminaba, cabizbajo, con las manos me-tidas en los bolsillos, la vista clavada en las puntas de los pies y los pensamientos esfumndose en el aire. Bermdez lo segua a tranco lento, midiendo los pasos para no adelantarse. A veces se quejaba y disminua la marcha, pero nunca le permiti alejarse ms de cinco o seis metros. Usted se acuerda, o no? Por Baquedano a Victoria y desde ah hasta Simpson; luego hacia el cerro, hasta perderse. Una vez se los llevaron presos por estar pastando en plena Plaza de Armas, se acuerda? El loco Navarro tambin se puso a comer pasto cuando vio que venan los carabineros con

    143

  • cara de combate. Poco falt para que Bermdez asumiera el alegato. Con las orejas pegadas a la nuca, los pelos de la tusa erizados como alfileres y la cola deshilachada espantando tbanos imaginarios, pareca dispuesto a impedir el arresto a cualquier precio. Pobre flete! Pobre loco Navarro, ms bien dicho, porque fue l quien tuvo que relinchar mostrando los incisivos amarillentos cuando el sargento le exigi que fuera consecuente: si se coma el csped de la plaza para acompaar a su caballo, debera tambin hablar como l. Y lo hizo pararse de manos y relinchar cabeceando, mientras el personal de la comisara se morda las orejas a carcajadas. Despus se fueron, uno adelante y el otro detrs; Navarro con la nariz orgullosa sealando las nubes y Bermdez con el hocico rozando las piedras. S, s. Alguna vez Bermdez llev montura. Todo el mundo le pudo ver las peladuras a la altura de los capachos. Debi golpear fuerte el suelo con los fierros y no como despus, tratando de no romper huevos con las pezuas partidas. Y dicen tambin que Navarro fue distinto, ms conversador, ms condescendiente, antes que el caballo le pelara los cables. No saba? Cree que es cierto que Navarro se volvi loco? No, no, no, no. El caballo apareci despus que muri doa Rosa Navarro. La mam, pues. Hace menos de un ao. Esa misma, la que trabaj hace mucho tiempo como cocinera del Zepelin. No, no! Navarro no se trajo a Bermdez de la Argentina. A ver, usted no entiende la cosa. Fjese.

    144

  • Claro es que se muri de cncer al pulmn en Sar-miento, en Argentina, y Navarro viaj para despedirse. Dicen que la vieja lo esper porque no quera morirse sin entregarle el certificado. La cosa es que cuando lleg el hijo ya no le salan palabras a la seora. Muri a las pocas horas y la duea de la pensin Charito le dio todas las explicaciones. Por el certificado del caballo. Hace un montn de aos, cuando doa Rosa recin lleg al Zepeln, y era una joven hermosa y no la vieja panzona en que se convirti, tuvo amores con Bermdez. Amores de cama no ms. Claro, no con el caballo, naturalmente, sino con el que le dio el certificado a cambio. Bermdez, de los Bermdez que llegaron de La Unin, en aquellos tiempos. Navarro? No, no. Doa Rosa era Navarro, como le dije. Pagarle con un caballo fue una bribonada, no cree? Por suerte la Rosa le exigi un papel. Ahora, vaya a saber usted si el caballo es el mismo que le qued debiendo, pero el caso es que, antes de morir, la madre le puso el papel en las manos al hijo. Entonces la duea de la pensin Charito solt la lengua y arm esta historia del caballo y la deuda. Se dice que Navarro no llor y enterr a su viejita all mismo. No. No fue por falta de plata que no se la trajo de vuelta a Coyhaique. Es cierto que siempre trabaj para los mandados, como cargador o mozo, pero es mentira que la dej por pobre. Lo que pas fue que doa Rosa abandon a Chile enojada con su pas y prometi no volver nunca ms. El hombre respet esa decisin.

    145

  • Navarro no ley el papel hasta que la mam estuvo algunos metros bajo tierra. Se fue caminando por la pampa con una botella de grapa para l solo. Se escondi entre los coirones, mir el certificado y solt sus sentimientos borrachos. Regres de noche a la pensin, trastabillando como un conejo herido, con la piel blanca y los ojos rojos. - Dgame, seora- le pregunt a la duea de la pensin- Mi

    mam quera al Bermdez ese? - Y bueno, estee, yo la conoc ac a la Rosa... - Lo quera o no. - Y cmo voy a saberlo yo? - Le habr hablado a usted... - Muy poco y menos del Bermdez. No cobr ella el flete,

    vio? - En una de esas el Bermdez no quiso entregarle el caballo. - Yo creo, joven dijo la seora, ponindose muy seria- que lo

    guard para usted. - Entonces hubo un sentimiento- afirm Navarro. - Tiene razn, pero no sabemos cul. Y no dijo nada ms. Navarro volvi por el paso de Coyhaique alto. Cuando cruz la frontera, el sol de la pampa, que lo haba cocido vivo todo el da, le pareci ms fro perdindose en las crestas de los cerros. Estir la mano izquierda y lo golpe suavemente para ayudarlo a que se fuera, como quien estuviera metiendo una carta en un buzn.

    146

  • Fue a comienzos de primavera, cuando las nieves terminan de derretirse y las hembras estn echando panza. Navarro salt la tranquera y camin cien metros hasta la casa de Bermdez bien cuidado por cinco perros que no dejaron de ladrarle durante todo el trayecto. Un mocetn de veinte aos con ojos verdosos y pelo castaa claro rizado le sali al paso. Despus de mirarlo con cuidado y comprobar que no era nadie importante, le pregunt: - Qu hay? - T eres Bermdez? - Usted... - No. Yo soy Navarro. - Yo soy Usted y no T! Navarro se rasc una oreja. - Quiero hablar con algn Bermdez que tenga sobre los

    cincuenta aos. - Ah s? Y para qu?

    147

  • - Vengo a cobrarle una deuda- dijo, decidido y con una voz tan ronca que pareci un susurro.

    El mocetn frunci el ceo, lade la cabeza para mirarlo de costado, se cruz de brazos y dijo: - Si es plata dgame cunto y yo mismo le pago. - Es una deuda personal. Quiero hablar con l- insisti

    Navarro. - Como sea se tendr que arreglar conmigo, porque no quiero

    que moleste al Pap- respondi el mocetn, separando las patas con gran ruido de tacos.

    Alguna canita al aire le estaba costando al viejo un ajuste de cuentas? Todava se tiraba cuetes el patriarca a los sesenta y cinco. Tendra que ser un lo de faldas porque de platas ni hablar. Si quisiera podra comprarse una familia completa de Navarros, hasta con primos y allegados. La voz del Bermdez original reson a sus espaldas y lo sac de tales preocupaciones. - Parece que el hombre me busca a m. Entonces ya me

    encontr. Ahora dir qu le debo, pues. Adems de poseer esta tierra infinita con tantas vacas como rboles, Bermdez quera mostrar que era tambin dueo de s mismo y esta actitud le son a Navarro como un desafo. Lo mir con cuidado, con un silencio matrero que contestaba el envido y haca sobrar al mocetn en este mano a mano que no aceptaba terceras partes. No haba sido una santa su madre y cualquiera podra decirle con razn que era un hijo de puta en el exacto sentido de la palabra. Comprendi que no se haba preparado suficientemente para este momento y se clav las uas en las

    148

  • palmas para espantar las imgenes de doa Rosa suspirando en los brazos del vejete. Habra llegado a amar a este Bermdez? Tal vez fuera el causante de algn insomnio o de una palidez por falta de alimentacin. Le habra exigido hacer todo aquello que su legtima patroncita le negaba permanentemente? Para eso estaba pagando, pues, y cuando el rico paga, obtiene. Entonces record el certificado doblado en cuatro en el bolsillo de su camisa, justo sobre su corazn, y recuper la compostura. Quin paga el amor con un caballo? O, mejor dicho a quin se le ocurre pedir un caballo a cambio del amor? y, ms encima, no cobrarlo jams? El viejo despidi al mocetn con un movimiento de cabeza y clav los ojos en el rostro del hijo atormentado. - Dijo que yo le deba algo. - Si. - Y qu ser, si me permite saberlo? - Me llamo Navarro... - Vaya al grano, hombre, qu jugarreta es sta? - ...y mi madre se llamaba Rosa. - Qu interesante! Vino a hablarme de su familia? Ya est

    bueno! Diga qu quiere o lo hago pasar por debajo de la tranquera que salt hace un rato.

    Navarro se acord de una pelcula de pistoleros que vio siendo ms joven y supo cmo actuar. Levant las cejas y las dos manos con las palmas vueltas hacia el viejo. Con el ndice y el pulgar de la siniestra tom la solapa del vestn, la abri y dej a la vista el bolsillo de la camisa. Con la diestra avanz lentamente hasta el certificado y lo sac, sostenindolo con las falangetas del ndice y el cordial.

    149

  • Bermdez se cruz de brazos, sonri como si estuviera frente a un aprendiz de mago y esper el desenlace. El cobrador despleg el papel, puso un dedo sobre las lneas y dijo: - Aqu est su nombre y su firma...soy el hijo de la seora

    Rosa y usted como recordar le dio este certificado donde dice que tiene un caballo que es suyo...ella se muri en Sarmiento hasta donde fui a enterrarla porque no quiso que fuera ac y me dio el certificado como una herencia y me deja el caballo que usted le qued debiendo para m.

    Y como se le termin el aire en los pulmones tuvo que hacer una pausa que se transform en un silencio pesado con los pmulos rojos y la frente mojada. A Bermdez se le vinieron los aos como bofetadas. Se le hincharon los lbulos de las orejas, se le agrandaron los ojos y le qued chico el cuello de la camisa. - El hijo de la Rosa...- balbuce, en cuanto pudo controlar la

    respiracin. Pobre vieja!, pens Navarro. Tendra vergenza de cobrar su caballo? Miedo? No le pareci gran cosa el Bermdez con las orejas coloradas y la jeta botando palabras tontas. Pobre hijo de puta!, pens Bermdez. Cmo andara de afligida la Rosa que le entreg el certificado para que viniera a tratar de sacar algo. No pudo ocultar el orgullo que le produca saber que la Rosa haba guardado tantos aos aquel papelucho, pero tampoco el malestar de tener al frente a su hijo reclamando un caballo de cuento.

    150

  • - Y qu me dice?- pregunt Navarro, con cara de hombre serio.

    - Me parece mentira- respondi el viejo, sonriendo. Navarro se puso las manos en la cintura y arrug la frente con todas sus fuerzas. - No quiere reconocer su firma! - No, no. Clmese. No se trata de eso. Es que estoy

    sorprendido, nada ms. Pngase en mi lugar. - Cmo se le ocurre esa insolencia! - Disculpe, hombre. No me mal interprete. Es que usted se

    apareci as, de golpe, despus de tantos aos. Comprenda. - Entienda usted. Yo vine a cobrar y no a conversar. El hijo cobrando por la madre. Nada de raro sera que reclamara por los intereses. - Est bien- dijo Bermdez, con toda su voz - Cunta plata

    pretende cobrar? - Usted le qued debiendo plata a mi mam? - No, pero t tienes ese certificado y me acuerdo muy bien

    cmo fue. - Cmo fue?- pregunt Navarro, con los dientes apretados. - La Rosa no quera plata. Entonces haba tenido un sentimiento la vieja. Los pulmones se le inflaron y los prpados bajaron justo un milmetro para que Bermdez alcanzara a percibir el orgullo. - Soy su hijo. Entrgueme el caballo. - Pero, para qu te va a servir un caballo? Me imagino que no

    tienes tierras y si lo quieres vender te lo compro yo mismo. - Es a m a quien le va a servir ahora y no a usted.

    Entrguemelo de una vez o diga que se lo quiere dejar.

    151

  • - Qu te has credo, muerto de hambre!- grit Bermdez, avanzando amenazador.

    Navarro se meti rpidamente el certificado en el bolsillo y puso una pierna delante de la otra, como los boxeadores, un poco agachado y con los puos apretados. Se detuvo el viejo, sorprendido. No poda creerlo. El hijo de la Rosa tena los tornillos sueltos. Y tambin tena la razn. Era dueo de su caballo. All l. - No pretenders que te d un caballo nuevo... - Usted me dice cul es mi animal entre todos los que tiene y

    yo ver qu hago con l. Aqu no dice si es nuevo o viejo- respondi Navarro, retomando en certificado y abandonando su posicin de combate.

    - Bueno, siempre estuvo el caballo a disposicin de la Rosa. No s por qu no vino a buscarlo. Ahora est bastante viejo, pero, como dijiste, es cosa tuya.

    - Me va a entregar un caballo que no sirve para nada... - Y no te voy a cobrar por todo el pasto que se comi durante

    estos aos. Qu pasa? Te cambi la cara. - Pensaba en mi madre... - Que no quiso la plata y bla, bla, bla. Bueno, voy a mandar a

    buscar el bicho. Si lo quieres te lo llevas, pero de cualquier forma no quiero volver a verte por aqu.

    - Falta algo- dijo Navarro, cuando Bermdez ya se haba dado media vuelta.

    - Qu pasa ahora? - Quiero un papel con su firma donde diga que me entrega mi

    caballo.

    152

  • - Qu tipo jodido, por la puta madre!- rezong el viejo, reanudando la marcha, y grit, unos pasos ms all: - te mando el papel de inmediato!

    Que le costaba pagar al rico, le costaba, pens Navarro, y esper sin moverse a que le trajeran su pertenencia.

    153

  • La mandbula de Navarro cay como un peso

    muerto y el cogote se le estir cuatro centmetros cuando vio aparecer al animal. Un pen lo traa de tiro con un lazo de camo que se le corra por el pescuezo y se le perda debajo de las quijadas, como ahorcndolo. En el extremo opuesto, una cola tiesa y enredada le castigaba las patas a cada paso que daba. Las manos le temblaban y los huesos amenazaban con perforar la piel cada vez que se mova. Pero no fueron las costillas sobresalientes ni el arco de su lomo quebrado por los aos lo que ms lo impresion. Fue su cara. No caba duda alguna. Era un caballo malquerido y olvidado. Y sus ojos, con las cejas oblicuas y los globos escondidos en las cuencas, eran los testigos fieles de aquel abandono miserable. El mismo pen que tironeaba al pobre animal le entreg el papel firmado:

    154

  • Certifico que hago entrega a ............. Navarro de un caballo medio lagarteado, entrado en aos, sin herrar, con una cicatriz en la parte derecha del cogote y mi marca en el anca izquierda. Segismundo Bermdez. - Aqu tiene, amigo- dijo el pen. Navarro no contest ni mir el papel. Cerr la boca, enderez el cogote y camin en torno al caballo mientras la cabeza le estallaba en imgenes. Pobre vieja su madre! Despus de haberlo abandonado le dejaba en herencia este montn de huesos envueltos en cuero. Habra pensado de verdad que con el certificado podra encontrar trabajo en el fundo de Bermdez? O algunos pesos mugrientos entregados con una sonrisita y palmadas comprensivas en el hombro? Pobre caballo! Pareca rescatado de un campo de concentracin. Haba empezado a botar el pelo largo del invierno y tena el cuero adornado con manchones ms claros, como si estuviera tioso. Con ese color indefinido, mirndolo de repente, ms pareca un dinosaurio batar que un caballar. Por lo menos haba servido para conocer el viejo amorcillo de su mam. - Y esa cicatriz? - Es la B de Bermdez- respondi el pen, bostezando. - No, esa no. La del pescuezo. - Quin sabe! - Es fea. No es un rasmilloncito. Parece un sablazo. Cmo no

    va a saber! - Esccheme, amigazo. Si quiere vaya a preguntarle al patrn.

    Lo que es yo, me volvera agachadito y sin este jumento a la rastra.

    - Sabe usted lo bueno que tiene ser un hijo de puta?

    155

  • - No. No se me ocurre- contest el pen, extraado por la inslita pregunta.

    - Mientras ms trabajo tiene la madre, ms difcil saber quin es el padre.

    - Lo encuentra muy bueno? - Crec orejano y todava sigo mostrenco. No tengo a quin

    agacharle la cabeza. Buenas tardes. Cruz la tranquera llevando al caballo de tiro con el sol a sus espaldas. Las sombras largas de la tarde proyectaban hacia delante una figura fantasmal de seis patas con cuerpo de equino y cabeza de hombre. Despus de caminar ocho kilmetros sin mirar hacia atrs, Navarro se detuvo, gir sobre sus talones y se enfrent a la bestia. El animal lo mir de soslayo, esper unos segundos y luego se puso a pastar. El heredero se sent con la espalda apoyada en un tronco y suspir profundo. Le haban enseado que el perro es el animal ms fiel al hombre y el caballo el ms til. Sin embargo, pensaba ahora que no haba sobre la tierra, con la sola excepcin del humano, seres ms humillados que los perros y los caballos. Y entre todos los miembros de estas especies, el peor era este bi-cho que tena al frente. Tena hasta cara de mendigo el infeliz. El sol resbal por la grupa batar, el caballo dio un paso cansino y lo dej sobre los rboles, en el horizonte. Navarro extendi una mano para hacerse sombra en la cara, pero sinti que el sol no lo molestaba y que su luz haba perdido fuerza, como su caballo. Entonces crey que podra atraparlo con slo estirar las palmas. Esa fue la primera vez que el astro, con aspecto de huevo frito, se le escurri por los dedos.

    156

  • Como pato correntino, Navarro buscaba el movimiento despreciando las aguas mansas. Empez a trabajar a los ocho aos trotando calles como mandadero o recolectando frutillas silvestres y calafates. Caz liebres con huachis para vender las pieles y ahum los salmones que l mismo pescaba con anzuelo en el ro Simpson. Jams cruz las puertas de la iglesia, pero se arrodill ante medio pueblo con su lustrn mientras escobillaba los cueros hasta dejar los empeines convertidos en espejos. Fue ayudante de matarife, pinche de co-cina, mozo de cantina, picador de lea y asistente de gsfiter. Trabaj en una carpintera como barnizador con muequilla por su habilidad para sacar lustre. Fue cargador, pintor de brocha gorda y caminero. Incluso de msico ofici cuando rasgu la guitarra y cant en el cabaret hasta que lo echaron por desa-finado. Todo aquello fue antes de mudarse al campo para trabajar como pen. Orde vacas, trenz lazos, esquil ovejas, aporc papas, escobill caballos, subi y baj cerros, abri y

    157

  • cerr la tierra, plant y cort rboles, anduvo de arriero y casi se muere ese da que lo tumb un bagual. Regres al pueblo ms pobre que antes, pero con una idea clavada como estaca en el corazn: tratara de morirse rodeado de gente y no entre medio de los cerros como un gato monts. A los veintitrs aos no haba trabajo mal pagado que Navarro no hubiera cumplido. Volvi a ser hombre de mil oficios y se emple en la casa de un comerciante que necesitaba un mozo para todo servicio. Dos aos le dur el empleo. Y no fue porque le molestara demasiado ser el comodn del naipe: cort lea, hizo la huerta, carg y descarg mercaderas, lav platos, compuso caeras, hizo camas y hasta prepar mamaderas. Abandon al comerciante y su familia porque el sueldo no creca con tantas tareas y el patrn quiso administrarle la plata para que no la malgastara, y porque le exigieron que se quedara puertas adentro. La idea de vivir como pjaro con un ala cortada le result insoportable y escogi aquel mundo infinito de nadie donde haba aprendido todo lo que saba: la calle. Al morirse la madre pagaba arriendo por una pieza en el fondo de un patio y trabajaba en lo que se presentaba. Volvi a los salmones, las frutillas y los calafates en el verano. A la lea en toda poca, a los mandados, a la construccin cuando haba, a las caeras, a lo que fuera. Como cuando era nio. Al entrar en Coyhaique eran ya las diez de la noche y haca fro. Haba caminado ms de quince kilmetros con su herencia a tirones y estaba cansado. Le dolan las plantas de los pies y tambin la cintura de tanto girar hacia atrs para

    158

  • animar al anciano que estiraba el hocico y arrastraba las cuatro patas. En cruzar el pueblo hasta la pieza tard ms de una hora. Al acercarse, trataba de prolongar el resto de camino dando pasos cada vez ms cortos. No quera pensar, no quera ni siquiera imaginar qu hara con su caballo. Con habrselo quitado a Bermdez estaba casi satisfecho. Los cascos resonaban a su espaldas como el eco de sus cavilaciones. Abri el portn de tablas sin hacer ruido y tir del lazo para meter a Bermdez en el sitio. El caballo lo sigui, resignado, por un caminito que bordeaba la casa y en el cual no hubieran podido moverse dos animales juntos de tan estrecho que era. Doce metros ms adelante llegaron hasta la puerta de la pieza. Suficiente por hoy, pens Navarro. Le dio dos palmaditas al pescuezo del animal y se meti en su habitacin. Ni siquiera se quit la ropa. Se tendi tal como estaba, apag la luz y cerr los ojos tratando de dormirse lo antes posible. Pero toda la historia vivida desde el viaje a Sarmiento desfil por su memoria en perfecto orden y termin por abrirle los ojos a las doce y media de la noche. Trat de cerrar los prpados otra vez para intentar dormirse, pero logr tan slo dar algunos dbiles pestaeos. Finalmente se levant y camin hacia la puerta. Esper medio minuto para tratar de convencerse de todo lo que estaba ocurriendo, la abri y supo que las cosas ya nunca ms seran como antes. El caballo estaba exactamente como lo haba dejado: el cogote estirado, la cabeza a la altura de las rodillas, los ojos lnguidos y el lazo colgando hacia el suelo, como si se hubiera salvado de la horca.

    159

  • Qu ms poda hacer? A duras penas Navarro durmi algunas horas con la puerta abierta y medio caballo metido en su pieza. A las siete en punto de la maana se dio una vuelta remolona bajo las sbanas, esper quieto cinco segundos con las orejas paradas y peg un brinco que lo dej sentado al borde de la cama. El manantial inagotable del caballo bajaba en cascada hacia el suelo salpicando orines para todos lados y levantando una tibia espuma amarillenta que se le meti a Navarro hasta la boca del estmago. Cuando Bermdez vio saltar a su dueo con una mano tapndose la boca y la otra agitndose en el aire como un rebenque, cort el chorro y dio tres pasos hacia atrs, precavido. La cola del animal dio de lleno en la cara de doa Eduvina y el grito se escuch a dos cuadras: - Cuidado, carajo! El caballo se asust y se meti a la pieza empujando a Navarro con la cabezota hasta tenderlo en la cama. Despus se dio vuelta, botando un velador de cajn y una lamparilla que se hizo aicos, y se qued mirando a la vieja gritona con expresin de asombro. Doa Eduvina no quiso escuchar explicaciones. Esto no lo podra soportar una persona normal y menos ella que vena perdonando por todo un ao los atrasos en los pagos, las mujeres escondidas y los porrazos de Navarro cuando llegaba medio escabechado por dentro con tanto vino que haba tomado. - Vuelvo a ver esta porquera y le echo sus pellejos a la calle-

    sentenci.

    160

  • En ese momento, como en ningn otro, sinti el heredero el peso real del orgullo que le haba inflado los pulmones ante el viejo Bermdez y que ahora le haca sentir las piernas como palos de fsforos. El caballo, muy lejos de tales emociones, aprovech el momento de calma para terminar su desage interrumpido. Despus levant un poco la cabeza y se qued mirando al humano, como quien espera instrucciones concretas. La mayora de las posibilidades de dar a esta historia un cauce diferente se estrellaron contra el amor propio. Devolverlo? Rediscutir el cobro y pedir humildemente quedarse con el dinero correspondiente? Ni siquiera consider estas ideas como opciones a evaluar. Su caballo no era una historia vendible como todas las bestias que llevaban quemaduras en las ancas. Era suyo y de nadie ms. Era ms suyo que cualquier animal de cualquier hacendado. La diferencia no estaba en los bichos, sino en los propietarios. Era tan suyo que casi no le perteneca, porque con sus cosas uno hace lo que quiere y con este caballo tena otro tipo de lazos ms fuertes que unos metros de camo colgando del pescuezo. Navarro mir la calle y se imagin sus pilchas desparramadas por todas partes y a doa Eduvina blandiendo una escoba y escupiendo insultos con su lengua viperina que no descansaba ni en sueos. Pobre jamelgo! Ni siquiera saba cmo se llamaba. Cosas del destino no ms ser la herencia de un hijo de puta indigente en un mundo absolutamente cercado.

    161

  • - Te llamas Bermdez- le dijo, de pronto- Andas con el carn de identidad marcado con fuego. De ahora en adelante Bermdez es la herencia de Navarro.

    El hombre camin siete cuadras con el lacito de camo en la mano y se detuvo frente a una panadera. Dej al caballo pastando y entr al negocio en busca de una hallulla y una rebanada de mortadela para el desayuno. Al salir escuch a sus espaldas el grito del panadero: - Saca ese bicho del csped! Eh! Scalo de ah que se come

    mi pasto!! Hombre y caballo abandonaron el lugar rpidamente antes que algn uslero represivo les cayera sobre las cabezas. Despus de haber huido caminando aprisa por dos cuadras Navarro se dio cuenta de que no llevaba el lacito en la mano y que Bermdez lo segua a un par de metros de distancia, como un perrito.

    162

  • Es cierto. Nadie en su sano juicio hubiera actuado como lo hizo Navarro. La primera noche despus del incidente con la seora Eduvina dej a Bermdez amarrado al poste de la luz, en la vereda. Pero no pudo dormir. Apenas cerr los ojos se le vino una imagen a la cabeza que se convirti en pesadilla: le robaban su caballo y se lo vendan a Berrocal para que hiciera charqui con l. A la una de la maana se envolvi en una frazada y sali a la calle para vigilarlo. El animal se ech al suelo, de costado, y Navarro termin durmiendo apegado a su panza en posicin fetal. Al tercer da de amanecer acurrucado a Bermdez, tom una determinacin lgica. Parlament con doa Eduvina, le vendi su cama, un pisito tapizado con cuero de chivo y el espejo. Meti el resto de sus pertenencias en un morral de lona y se despidi de la casera. Al salir, le sac el lazo de camo al caballo y se ech a caminar calle abajo, decidido. Bermdez lo sigui con el cogote ms estirado que nunca.

    163

  • Despus de eso desaparecieron. Es posible que se hayan escondido en algn sitio del pueblo, pero nadie cree eso. Es ms probable que se hayan enmontaado en algn cerro, por el caadn del ro Claro, por el lago Atravesado o por Maihuales. Quin sabe. Algunos dicen que los vieron pasar por Chile Chico, por Cochrane y hasta por Puyuhuapi. Esto ya es demasiado. La gente habla por boca de ganso. Hasta dijeron que haban visto a Navarro montado sobre Bermdez, a todo galope. Adelant a un vehculo que iba para Balmaceda, salt el cerco de alambres y se perdi en direccin a Valle Simpson. La gente jura con los dedos cruzados sobre la boca que el caballo casi no pisaba el suelo. Pero esas cosas no se pueden creer, sobre todo cuando se dicen despus. Tal vez lo que pas fue que estuvieron siempre en las calles y nadie los recuerda. Lo concreto es que aparecieron a principios de Abril. Bermdez caminaba con las patas arqueadas y, a veces, pareca que las ancas le pesaban demasiado y que se derrumbara en cualquier momento. Unos metros ms adelante iba Navarro, con una barba negra hasta el pecho, un sombrero con el ala quebrada que le tapaba la frente hasta las cejas y una manta de lana virgen tiesa de pimpinelas como la cola de su caballo. Conservaba el morral, pero haba cambiado los zapatos por un par de tamangos amarrados con tientos que le cubran los pantalones hasta media pierna. Al principio era comn verlo por la calle Prat, Moraleda o 21 de Mayo. Poda uno encontrarse con l a cualquier hora. Y no molestaba a nadie. Incluso estuvo una vez

    164

  • en la calle Condell mirando a una lechuza que caus la admiracin de todos. No. Navarro nunca sali en televisin. Fue la lechuza con su cabeza de gato la que sali en las noticias. Por qu desaparecieron otra vez? No desaparecieron. Se los llevaron presos por estar pastando en la plaza, como le dije. Y ms de alguno reclam porque el caballo le coma el csped de la vereda y dejaba las bostas en cualquier parte. Finalmente se las cantaron claras a Navarro: si quera mendigar, lo que ya era bastante feo, que lo hiciera sin este caballo que no caba en ningn sitio del centro de la ciudad. Habra que investigar para saber dnde estuvo Navarro con su flete durante aquellos meses de primavera y verano y los das que le quedaban al mes de abril. No pudieron volverse invisibles, no? El problema es que la imaginacin no tiene lmites y cada uno cuenta lo que se le viene a la cabeza. S. Los encontraron muertos al lado del monumento al ovejero. Ese que regalaron de Punta Arenas y que va a ninguna parte con un caballo pilchero, un perro y un pio de ovejas. Ya sabe usted que a Navarro le gustaba tenderse por las tardes, cuando el sol bailaba como huevo frito, y estirar una mano para agarrarlo. Esa tarde no haba ni una nube en el cielo. Bermdez se ech de costado en el suelo, como siempre, y Navarro se recost contra su panza con los brazos abiertos en cruz y las patas apuntando hacia el oeste. Ya estaba escarchando a esa hora. El hombre habr estirado el brazo generoso que alguna vez llev un lacito de camo y habr sentido en la

    165

  • espalda el corazn que lata desde el interior de su animal. Con los ojos enrojecidos de fro habr mirado al sol sobre la palma de su mano. Habr sonredo cuando se le vino el ltimo calorcito al ver que el astro no se le escurra por entre los dedos y se quedaba tan quieto como l y su caballo. Quin va a pensar que muri como un indigente limosnero con una mano estirada para recibir alguna moneda?

    166