bensaid - actualidad del marxismo (trad. tomás callegari)

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  • podra haber sido (o ha sido) un buen econo-mista, o un buen filsofo, pero sin embargo unpoltico mediocre. Considero que esto es falso.Por el contrario, Marx fue un pensador de lapoltica, pero no como se la ensea en las deno -minadas ciencias polticas, no como una tec-nologa institucional (por otra parte, en el siglo XIX, no haba prcticamente regmenesparlamentarios en Europa aparte de GranBretaa ni partidos polticos del tipo moder-no que nosotros conocemos). Marx piensa a lapoltica como acontecimiento (las guerras ylas revoluciones) y como invencin de formas.Es lo que yo llamo una poltica del oprimido:la poltica de aquellos que son excluidos de laesfera estatal a la que el pensamiento burgusreduce la poltica profesional. Si bien esta otraconcepcin de la poltica sigue siendo muy im-portante hoy en da, no menos lo son los pun-tos ciegos de Marx, que pueden conducir a uncortocircuito entre el momento de excepcin(la dictadura del proletariado) y la perspec-tiva de una rpida desaparicin del estado (ydel derecho). Me parece que este cortocircui-to est presente en Lenin (particularmente enEl estado y la revolucin), lo cual no es de granayuda para pensar los aspectos instituciona-les y jurdicos de la transicin. Ahora bien, to-das las experiencias del siglo XX nos obligana pensar de fondo la diferencia entre partidos,movimientos sociales e instituciones estata-les.

    En cuanto a la actualidad de la herencia,ello est muy claro. La actualidad de Marx esla de El capital y la de la crtica de la econo-ma poltica, la actualidad de la comprensinde la lgica ntima e impersonal del capitalcomo social killer 2/. Es asimismo la de la glo-balizacin mercantil. Marx ha tenido ante susojos la globalizacin victoriana: el desarrollode los medios de transporte y de comunicacin

    cnica el desarrollo de una clase obrera cadavez ms numerosa y concentrada, cada vezmejor organizada y cada vez ms consciente.Un siglo de experiencias ha mostrado la im-portancia de las divisiones y las diferenciacio-nes en las capas del proletariado. La unidadde las clases explotadas no es una naturalezadada, sino algo por lo que se lucha y que seconstruye.

    Luego, creo que tenemos que retomar un serio examen de las nociones de dictadura delproletariado y de la extincin del estado. Esuna cuestin complicada, porque las palabrasno tienen el mismo sentido hoy que el que podran haber tenido en la pluma de Marx. Ensu momento, en el lxico de la Ilustracin, ladictadura se contrapona a la tirana. Evoca-ba una venerable institucin romana: un po-der de excepcin delegado por un tiempo limi-tado, y no un poder arbitrario ilimitado. Esevidente que tras las dictaduras militares yburocrticas del siglo XX, la palabra ya no con-serva su inocencia. Para Marx, sin embargo,designaba algo enteramente nuevo: un poderde excep cin por primera vez mayoritario, delcual la Comuna de Pars represent segnsus propias palabras la forma finalmentedescubierta. Es entonces de esta experienciade la Comu na (y de todas las formas de demo-cracia desde abajo) que deberamos hablarhoy. La nocin de dictadura del proletariadono defina entonces, para Marx, un rgimeninstitucional especfico. Tena mas bien unsignifi cado estratgico: el de destacar la rup-tura de continuidad entre un antiguo orden so-cial y jurdico y uno nuevo. Entre dos dere-chos opuestos, es la fuerza la que decide 1/,escribi en El capi tal. Desde este punto de vis-ta, la dictadura del proletariado sera la formaproletaria del estado de excepcin.

    Finalmente, solemos escuchar que Marx

    Daniel Bensad

    Respuestas a preguntas de los compaerosrusos de Vpered

    Actualidad del marxismo

    Respuestas de Daniel Bensaid a laspreguntas de jvenes militantes de laorganizacin poltica marxista Vpered, tras su congreso llevado a cabo en Mosc de noviembre del 2006.

    Vpered: Qu partes de la herencia marxistapertenecen claramente al pasado, y cules teparece que conservan hoy en da la vigenciade siempre?Daniel Bensaid: Me gustara comenzar pormatizar o precisar la idea misma de herencia.No hay una herencia, sino muchas: un marxis-mo ortodoxo (de Estado o de Partido) y mar-xismos heterodoxos; un marxismo cientificis-ta (o positivista) y un marxismo crtico (odialctico); o mejor an, lo que el filsofo ErnstBloch llam las corrientes fras y las corrien-tes clidas del marxismo. No se trata de sim-ples diferencias de lecturas o interpretaciones,sino ms bien de discursos tericos que susten-tan en ocasiones polticas antagnicas. Comoa menudo insista Jacques Der rida, una heren-cia no es un bien que puede ser transmitido oconservado. Es lo que con ella hacen los here-deros, as como lo que harn.

    Entonces, qu est obsoleto en la teoramarxista?

    Para empezar, dira, un cierto tipo de opti-mismo sociolgico: la idea de que el desarro-llo del capitalismo entraa de manera casi me-

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    1/ No es cita textual, aunque mantiene el sentido. Cfr. Karl Marx, Elcapital, Libro 1, Tomo 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 282.2/ En ingls en el original: asesino social.

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  • suerte de soberbia prometeica y acordarnosde que tal como Marx observ en los Manus-critos de Pars de 1844 mientras que el hom-bre es un ser humano natural, es ante todoun ser natural, por tanto dependiente de sunicho ecolgico. As como la crtica marxistapuede hoy en da nutrirse de la elaboracinen otros campos de investigacin (tales comolos de Georgescu-Rtgen), en los ltimos aoshemos visto tambin desarrollarse una impor-tante ecologa social inspirada en la crticamarxista (Bellamy-Foster en EE.UU., Jean-Marie Harribey o Michael Husson en Francia,y muchos otros).

    Despus, parece importante considerar lasconsecuencias estratgicas de los cambios encurso en las condiciones espaciales y tempora-les de la poltica. Existe una abundante litera-tura terica acerca de la cuestin del tiempo,tanto a propsito de los ritmos econmicos (ci-clos, rotacin del capital, indicadores sociales,etc.) como de la discordancia de los tiempos so-ciales (o de lo que ya Marx llam contratiem-po y Bloch no-contemporaneidad), entre untiempo poltico, un tiempo jurdico y un tiem-po esttico (a los cuales hoy habra que agregarun tiempo largo de la ecologa). Por otro lado,al margen de la obra pionera de Henri Lefeb-vre, la produccin social de espacios socialesha suscitado una muy menor atencin terica.Sin embargo, la globalizacin produce hoy enda una reorganizacin de las escalas espacia-les, una redistribucin de los lugares de poder,de nuevos modos de desarrollo desigual y com-binado. David Harvey ha mostrado que hay enMarx pistas inte resantes en este sentido, y hadesarrollado su relevancia respecto de las for-mas contemporneas de la dominacin impe-rialista que, lejos de desembocar en un espa-cio liso y homogneo del Imperio (como losugiriera Toni Negri), perpetan y utilizan el

    cios pblicos de calidad, el desarrollo de la gra-tuidad de ciertos bienes y servicios, la reivin-dicacin de un patrimonio comn de la huma -nidad (en materia de energa, acceso a latierra, al agua, al aire y al saber), expresan laexigencia de nuevas relaciones sociales.

    Vpered: Cules son los principales problemastericos que los marxistas tendran que resol-ver hoy?Daniel Bensaid: Hablar de problemas quetienen que ser elaborados ms que resueltos.Porque la solucin no es puramente terica,sino tambin prctica. Si existe, ser el resul-tado de la imaginacin y la experiencia de mi-llones de millones de personas. Por otro lado,hay cuestiones que deben ser re-abiertas y ela-boradas a la luz de un siglo de experienciasque ni Marx ni Engels ni ninguno de los pa-dres fundadores podan imaginar.

    En primer lugar, la cuestin ecolgica. Cier-tamente hay en Marx una crtica a la concep-cin abstracta de un progreso unidireccional(en las primeras pginas de los Grundisse), yla idea de que cualquier progreso alcanzadodentro del marco de las relaciones sociales capitalistas tiene su costado de devastacin yretroceso (a propsito de la agricultura en Elcapital). Pero ni l, ni Engels, ni Lenin, niTrotsky, han verdaderamente incorporadonocio nes de umbrales y lmites. La lgica desus polmicas contra las corrientes malthu-sianas reaccionarias los condujo a apostar ala abundancia para resolver las dificultades.Ahora bien, el desarrollo del conocimientocientfico nos ha hecho tomar conciencia delos riesgos de la irreversibilidad y de las dife-rencias de escala. Nadie puede saber hoy silos daos inflingidos sobre el ecosistema, labiodiversidad y el equilibrio climtico sernreparables. Hace falta entonces corregir una

    (los ferrocarriles y el telgrafo), de la urba -nizacin y de la especulacin financiera, de laguerra moderna y de la industria de la ma-sacre. Nosotros vivimos una poca bastantesimilar, con una revolucin tecnolgica (Inter-net y la astronutica, la especulacin y los escndalos, la guerra global, etc.) Pero, alldonde la mayora de los periodistas se conten-tan con describir la superficie de las cosas, lacrtica marxiana nos ayuda a comprender lalgica, la de la reproduccin a gran escala yla acumulacin acelerada del capital. Nos ayu-da sobre todo a ir a las races de la crisis de ci-vilizacin: una crisis general de la medida,una crisis de funcionamiento del mundo, debi -da al hecho de que la ley del valor que redu-ce toda riqueza a la acumulacin de mercan-cas, y mide a los hombres y las cosas entrminos de tiempo de trabajo abstracto sevuelve cada vez ms miserable (la palabra esde Marx en los Grundisse). De manera tal quela racionalizacin parcial del trabajo y la tc-nica se traduce en una creciente irracionali-dad global. La crisis social (la productividadgenera exclusin y pobreza, no tiempo libre) yla crisis ecolgica (es imposible administrarlos recur sos naturales a una escala de siglosy milenios con el criterio de los arbitrajesinstantneos de la Bolsa o de NASDAQ) loilustran de manera flagrante.

    Detrs de esta crisis histrica que ame-naza el futuro del planeta y de la humanidaden tanto especie estn los lmites inheren-tes a las relaciones de propiedad capitalistas.Aunque la socializacin del trabajo est msdesarrollada que nunca, la privatizacin delmundo (no slo de las industrias, sino tambinde los servicios, del espacio, de la vida y delconocimiento) se ha convertido en un freno aldesarrollo y a la satisfaccin de las nece -sidades. En contraste, la demanda de servi-

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  • burocrtico sera un resultado exclusivo de lassociedades culturalmente atrasadas, o el pro-ducto de formas organizativas (tales como laorganizacin en partidos polticos). De he-cho, cuanto ms se desarrollan las sociedades,mayores son las formas burocrticas variasque producen: burocracias de estado, burocra-cias administrativas y burocracias del saber yde la acreditacin. Las organizaciones socia-les (sindicatos, organizaciones no guberna-mentales) estn no menos burocratizadas quelos partidos. Por el contrario, los partidos (ll-meseles partidos, movimientos u agrupacio-nes, poco importa) pueden ser un medio de resistencia colectiva a la corrupcin financie-ra y a la cooptacin meditica (dado que la burocracia meditica es tambin una nuevaforma de burocratizacin). Se ha vuelto cru-cial, por ende, pensar los medios para despro-fesionalizar el poder y la poltica, para limi-tar la acumulacin de cargos electivos, paraeliminar los privilegios materiales y morales,para garan tizar la rotacin de las responsabi-lidades. No hay aqu armas o antdotos infa -libles. Se trata de medidas para el control yla limitacin de tendencias burocrticas, perolas solu ciones genuinas a largo plazo depen-den de una transformacin radical de la divi-sin del trabajo y de una drstica reduccindel tiempo de trabajo involuntario.

    Para elaborar estas cuestiones, existen im-portantes recursos a menudo desconocidosu olvidados en Marx y en la tradicin mar-xista. Pero tambin hay importantes herra-mientas conceptuales provenientes de otrascor rientes de pensamiento, sea en la econo-ma, la sociologa, la ecologa crticas, los es-tudios de gnero, los estudios post-colonialeso el psicoanlisis. No avanzaremos sin dialo-gar con Freud, Foucault, Bourdieu y muchosotros.

    ebriedad que sigui a la cada del Muro deBerln y el colapso de la Unin Sovitica, lagran promesa liberal pronto perdi su credi-bilidad. Cada da se revelan en toda su ampli-tud los estragos sociales y ecolgicos de la com-petencia de mercado sin distorsiones. Elestado permanente de guerra y excepcin noson ms que el reverso lgico de esta crisis his-trica. El nacimiento de los movimientos al-termundistas expresa una constatacin delfracaso: el mundo no est a la venta, el mun-do no es una mercanca A menos de 15 aosdel pretendido triunfo definitivo del capitalis-mo (el famoso fin de la historia de Fukuya-ma), la idea de que este mundo de capitalis-mo realmente existente es inhumano einaceptable est ahora ampliamente extendi-da. Por otra parte, existe una fuerte incerti-dumbre acerca de las maneras de transfor-marlo sin reproducir los fracasos y lascaricaturas de socia lismo del siglo XX. Hacefalta, entonces, sin renunciar a la centralidadde la lucha de clases en las contradiccionesdel sistema, pensar la pluralidad de estas con-tradicciones, de estos movimientos, de estosactores, pensar sus alianzas, pensar la com-plementariedad de lo social y lo poltico aun-que sin confundirlos, retomar la problemti-ca de la hegemona y el frente nico abiertapor los debates de la Tercera Internacional ylos Cuadernos de la carcel de Gramsci, profun-dizar en las relaciones entre ciudadana pol-tica y ciudadana social Vasto programa,que no puede avanzar sino con el aporte denuevas experiencias de lucha y organizacin.

    Seguramente y esto est ya implcito enel punto precedente , implica dimensionaren toda su extensin el fenmeno de la buro-cracia en las sociedades modernas, y sus pro-fundas races en la divisin social del trabajo.Una idea superficial es creer que el fenmeno

    desarrollo desigual en provecho de la acumu-lacin del capital.

    Un tercer gran tema sera el del trabajo ysu metamorfosis, tanto desde el punto de vis-ta de las tcnicas de gestin de la fuerza detrabajo en los procedimientos de control me-cnico, as como en la recomposicin de la rela -cin entre trabajo intelectual y trabajo ma-nual. Las experiencias del siglo XX, en efecto,han mostrado que la transformacin formalde las relaciones de propiedad no bastaba paraponer fin a la alienacin en y por el trabajo.Algunos han deducido de esto que la solucinconsistira en el fin del trabajo, o en la salida(o fuga?) fuera de la esfera de la necesidad.Hay en Marx una doble comprensin del con-cepto de trabajo: en sentido amplio, una com-prensin antropolgica, que designa la rela-cin de transformacin (o el metabolismo)entre la naturaleza y la especie humana; yuna comprensin especfica o restringida, queconcibe por trabajo el trabajo involuntario, yespecficamente la forma del trabajo asala -riado en una formacin social capitalista. Enrela cin a este significado restringido, pode-mos y debemos fijar el objetivo en liberar altrabajo y en ser liberados del trabajo, en so-cializar los ingresos para desembocar en ladesaparicin de la forma-salario. Pero no po-demos, sin embargo, eliminar el trabajo (aunsi le damos otro nombre) en el sentido gene-ral de actividad de apropiacin y transforma-cin de un medio natural dado. Se trata portanto de imaginar las formas bajo las cualesesta actividad podra volverse creativa, dadoque es altamente dudoso que pueda existiruna vida libre y plena si el trabajo en s mis-mo permanece alienado.

    Una cuarta cuestin mayor sera la de la (olas) estrategia(s) para cambiar el mundo. Enefecto, tras un breve momento de euforia o

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  • pregunta. Me contentar, por tanto, con algu-nos comentarios generales. Por ms que, en elsiglo XIX, los alemanes, los italianos, y msan los rusos necesitaban, para alcanzar suemancipacin nacional y social, de la crticadialctica, la ideologa conservadora francesa,despus de junio de 1848 y de la Comuna, hizotodo lo que pudo para deshacerse de ella. Elmaterialismo subterrneo del encuentro 4/,admirablemente evocado por Althusser en susltimos escritos, estaba derrotado en Franciaincluso antes de la llegada de Marx. Y el mar-xismo inhallable de Guesde y Lafargue esta-ba desde su origen teido de positivismo. Lesera difcil pasar de una lgica clasificatoria delas definiciones a una lgica dinmica (dialc-tica) de las determinaciones, del tipo que Marxpuso magistralmente en juego en El capital.En sus formas ms rgidas, el estructuralismoen boga en los aos 60 efectivamente prolon-g este rechazo, tomando estructuras petrifi -cadas como objeto de estudio, sin acontecimien-tos ni subjetividad, y sistemas tanto msvaciados de historia cuanto ms dolorosa depensar se volvi la historia real del siglo.

    El marxismo ortodoxo, erigido en razn deEstado en los aos 30 por parte de la burocra-cia estalinista triunfante, ha tomado prove-cho de este estado de cosas para imponer lainfluencia de su diamat 5/, dogmatizado y ca-nonizado. Este fue el segundo sacrificio de ladialctica, una suerte de Thermidor en el cam-po de la teora, cuyas premisas fueron eviden-tes desde la condena al psicoanlisis y al su-rrealismo en el siniestro Congreso de Jrkov,y cuya doctrina estableci el inmortal panfle-to de Stalin Materialismo histrico y materia-lismo dialctico. La dialctica devino enton-ces una meta-lgica formal, una sofistera deestado buena para todo, y especialmente paraquebrar a los hombres. La dialctica de la con-

    Kautsky, Pannekoek, Jaurs, Rosa Luxem - burgo, Lenin, Trotsky, Bujarin, Gramsci Todosellos han sido intelectuales orgnicos del mo-vimiento socialista, militantes que unan teo-ra y prctica. Ahora bien, la reaccin estalinis-ta a escala internacional y las derrotas delmovimiento obrero han tenido como resultadoun divorcio perdurable entre teora y prctica.Esta es la cuestin que est en el centro del bre-ve libro de Perry Anderson sobre el marxismooccidental, publicado en los aos 70. Para pre-servar su libertad de pensamiento y actividadterica, los intelectuales salvo por unas po-cas honrosas excepciones han mantenido ensu mayora una distancia prudente respectodel compromiso militante, y cuando esco gieronel camino de tal compromiso, muchas veces tu-vieron que sacrificar su conciencia y su traba-jo terico. La historia de la relacin entre losintelectuales franceses y el movimiento comu -nista es la historia de esta tragedia: la de PaulNizan, Henri Lefebvre, los surrealistas, PierreNaville, Aragon y muchos compaeros deruta. En los aos 60, para liberar a la inves -tigacin terica del tutelaje y la ortodoxia par-tidarios, Althusser lleg a teorizar una estrictadivisin del trabajo entre teora y prctica.

    Hoy podemos esperar emerger de este per-odo oscuro. El movimiento altermundista esuna oportunidad para una nueva conjuncinde movimientos sociales revitalizados y unainvestigacin terica viva, sin complejos nicensuras. Es sin dudas una nueva oportuni-dad a no desaprovechar.

    Vpered: Pods hablarnos acerca de tu posi-cin sobre la cuestin del lugar de la dialcti-ca en la teora marxista?Daniel Bensaid: La cuestin es demasiado vas-ta, y ha hecho correr demasiada tinta ya, paraabordarla en una breve respuesta a una breve

    Vpered: En tu opinin, quines han sido lospensadores marxistas ms destacables de lasdcadas recientes y cul es la importancia desu contribucin al desarrollo del marxismo?Daniel Bensaid: El ejercicio de establecer unalista de honor o un top ten de los estudios mar-xistas sera bastante estril. Por un lado, gra-cias a la socializacin del trabajo intelectual ya la elevacin general del nivel cultural, ya noexiste propiamente la figura de los matrespenseurs 3/ o gigantes intelectuales (como lofueron Sartre, Lukcs) Y esto es algo msbien positivo, un signo de la democratizacinde la vida intelectual y el debate terico. Estovuelve difcil y arbitrario enumerar las gran-des figuras de la actualidad. Por otro lado, hayun conjunto mucho ms extenso de trabajos einvestigaciones inspirados en Marx y los mar-xismos, en los campos y disciplinas ms varia-dos, desde la lingstica hasta la economa, pasando por la psicologa, la historia, la geogra -fa Uno debera enumerar decenas de nom-bres, en muchos casos precisando el rea decompetencia del autor, puesto que el sueo delintelectual total probablemente se ha vueltouna ilusin, pero el intelectual colectivo haganado en el proceso.

    Hay otra razn que vuelve ms difcil toda-va una respuesta detallada a su pregunta. Bas-ta con enumerar algunos grandes nombres dela historia del movimiento socialista y comu -nista para dar cuenta de ello: Marx, Engels,

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    3/ Matres en francs, presenta un juego de palabras, dado su doblesignificado de maestro y amo.4/ El autor se refiere al concepto que el ltimo Althusser trata, antela inminente crisis del marxismo, en textos como La corriente sub-terrnea del materialismo, donde recupera el valor de la contingen-cia y el lugar de la coyuntura en cierta tradicin materialista queva desde Epicuro hasta Maquiavello y Rousseau, y redefine la rela-cin entre historia y poltica, donde el acontecimiento poltico sesobre pone al aplastamiento del proceso histrico.5/ Diamat es la expresin abreviada de la interpretacin del mate -rialismo dialctico canonizada por el estalinismo.

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  • discontinuo, socialmente producido, y de con-ceptualizar una temporalidad poltica espec-fica, de la no-contemporaneidad y del contra-tiempo, en lugar de pensar indolentemente lahistoria segn las categoras cronolgicas li-neales de post y pre (post-capitalismo, post-comunismo, etc.)

    Una necesidad acuciante de pensar el pro-greso efectivo desde el punto de vista del des-arrollo (o del trans-crecimiento 7/, en la termi-nologa de Trotsky), y no de la acumulacin odel crecimiento sin desarrollo que ya Lefeb-vre criticaba acertadamente.

    Finalmente, el deshielo de la guerra fra y lainterferencia compleja de mltiples conflictosobliga a salirse de la lgica binaria de los cam-pos bajo hegemona estatal de una madre patria (incluso aquella del socialismo real men-te inexistente), y de reintroducir el tercero excluido para orientarse estratgicamente enconflictos como los de los Balcanes o el Golfo.

    Si esta actualidad del pensamiento dialc-tico se confirma, deberamos esperar y ale-grarnos por ella la publicacin, ms tempra-no que tarde, despus del Libro negro delcomunismo y el Libro negro del psicoanlisis,de un Libro negro de la dialctica. Significa-ra que la contradiccin antagnica no ha sidoneutralizada, ni disuelta en una oposicin node contradiccin, sino de correlacin. Signifi-cara tambin la puesta en jaque del fetichis-mo del hecho consumado, de la exclusin delo posible en provecho de una realidad empo-brecida. Y que la filosofa del no, el trabajode lo negativo, el punto de vista de la tota li-dad, los saltos imprevisibles celebrados porLenin en sus notas marginales a la Cienciade la lgica de Hegel, no han sido definitiva-mente sometidos.

    Puesto que por medio de la dialctica, es larevolucin el verdadero blanco. El Lukcs de

    bian, y que el trabajo de lo negativo recobravigor contra la comunicacin publicitaria quenos conmina a pensar positivo a cualquiercosto, contra las retricas del consenso y la reconciliacin general. Habra buenas y fuer-tes razones para creerlo: una urgente necesi-dad de pensamiento crtico y dialctico, tra-da por el espritu de la poca.

    Una razn histrica, para empezar. Tras lastragedias del siglo pasado, ya no podemos nadar en las tranquilas aguas del progresounidireccional e ignorar la formidable dialc-tica benjaminiana de progreso y catstrofe.Con ms razn, ante la incierta transforma-cin del mundo que se perfila desde hace unaveintena de aos. Y esta necesidad de la dia-lctica tambin se expresa en la necesidad deuna ecologa crtica capaz de intervenir en dosfrentes: contra las bienaventuranzas de lamundializacin mercantil, pero tambin con-tra las tentaciones oscurantistas de la ecolo-ga profunda. 6/

    La renovacin de las categoras dialcticasa la luz de controversias cientficas en torno alcaos determinista, la teora de sistemas, lascausalidades holsticas o complejas, las lgi-cas de lo viviente y del orden emergente (acondicin de proceder con precaucin de undominio al otro), ponen a la orden del da undilogo renovado entre diferentes campos deinvestigacin y una renovada puesta a pruebade las lgicas dialcticas.

    Una necesidad acuciante de pensar la mun-dializacin y la globalizacin desde el puntode vista de la totalidad (de una totalizacinabierta), para comprender las nuevas figurasdel imperialismo tardo e intervenir poltica-mente en el ms desigual y peor combinadodesarrollo que jams existiera en el planeta.

    Una necesidad acuciante de pensar el siglodesde el punto de vista de un espacio/tiempo

    ciencia crtica (aquella de Lukcs y Korsch)retrocede entonces ante el imperativo de laRazn de Estado.

    Esta reaccin al interior de la teora se com-bina con otro proceso, especialmente en Fran-cia. Bajo el pretexto de defensa legtima encierta medida y justa hasta cierto punto delracionalismo y la Ilustracin frente las mito-logas oscurantistas, una suerte de FrentePopu lar en la filosofa ha complementado elFrente Popular de la poltica, sellando unaalianza anti-fascista bajo la hegemona de laburguesa. Esta apologa de la razn no-dia-lctica fue asimismo la victoria pstuma delsanto Mtodo cartesiano sobre el dialcticoPascal. El propio Lukcs, que hasta su texto recientemente descubierto de 1926 Una defensa de Historia y conciencia de clase, sehaba enfrentado al tribunal de sus detracto-res, reivindicando sus ideas sobre la esponta-neidad y la conciencia, ha escrito entonces un libro que no es de sus mejores La des-truccin de la razn (indito hasta despus dela guerra). La victoria de la contrarrevolucinburocrtica exigi una lgica binaria (el queno est conmigo) del tercero excluido: nin-guna lucha posible, siquiera asimtrica, en dosfrentes. Est lgica de intimidacin y culpa -bilizacin hizo un enorme dao poltico (entiempos de las intervenciones en Hungra, enChecoslovaquia, en Polonia, y ms reciente-mente otra vez en Afganistan).

    Puede que estemos asistiendo a un renaci-miento del pensamiento dialctico. Sera unbuen signo. Un signo de que los vientos cam-

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    6/ Deep ecology en el original: corriente ecologista holstica y espiri -tualista que promueve la integracin plenamente armnica entre elser humano y la naturaleza.7/ El trmino lo usa Trotsky en La Revolucin Permanente, para referirse a la la estrategia trazada por Lenin en sus Tesis de abril detransformacin de la revolucin democrtico-burguesa en revolucinsocialista en Rusia.

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  • idea de socilogos como Bourdieu, segn lacual las relaciones sociales no son solamentecaptadas en su estado natural, sino construi-das mediante representaciones, aun as es necesario que esas representaciones tenganun fundamento real. La representacin de losocial en trminos de clases posee argumen-tos slidos, tanto tericos como prcticos. Espor otra parte asombroso que se interroguefrecuentemente sobre la existencia del prole-tariado, pero jams sobre la de la burguesao la patronal: en efecto, basta estudiar la dis-tribucin de las ganancias y las rentas paraverificar su existencia!

    Enfatizar la actualidad de la lucha de cla-ses implica una apuesta evidente: es la deconstruir la solidaridad ms all de las dife-rencias de raza, nacin, religin, etc. Quienesno quieren yams or hablar de lucha de cla-ses tendrn a cambio las luchas de las tribusy las etnias, las guerras religiosas, los conflic-tos comunitarios. Y sera un extraordinario retroceso, que desgraciadamente est ya encurso en el mundo actual. La internacionaliza-cin de la lucha de clases es en verdad el fun-damento material (y no puramente moral) delinternacionalismo en tanto respuesta de losoprimidos a la mundializacin mercantil.

    Vpered: Qu puntos de encuentro ves hoy enda entre la teora marxista y los movimientossociales de masas?Daniel Bensaid: Yo creo que en su ncleo duro(la crtica de la economa poltica y de la acu-mulacin del capital), la teora marxista siguesiendo el instrumento ms productivo paraabordar la mundializacin liberal y sus conse-cuencias. Su actualidad, ya le lo he dicho, esla de El capital mismo. Adems, la mayora delos movimientos sociales estn inspirados enella, lo quieran o no. El historiador Fernand

    funde, pues, un debilitamiento de la organiza-cin y de la conciencia de clase (como conse-cuencia de derrotas polticas y sociales) conun irreversible declive de la lucha de clases.Dicho eso, es necesario prestar la mayor aten-cin a los obstculos que existen en adelantepara esa organizacin y esa conciencia: priva-tizacin e individualizacin de la vida social,flexibilidad del trabajo, individualizacin delos tiempos de trabajo y de las formas de remu -neracin, presin de la desocupacin y de laprecariedad, desconcentracin industrial ycambios en la organizacin de la produccin

    La relacin capital-trabajo, sin embargo,persiste como central en las sociedades con-temporneas. Por otro lado, yo no utilizara eltrmino conflicto principal, puesto que tien-de a reducir las otras contradicciones a un lugar secundario. Hay ms bien una seriede contradicciones que no responden a la mis-ma temporalidad (a la misma escala histri-ca), pero que estn estrechamente imbricadas(o sobredeterminadas, para retomar el lxi-co de Althusser, por la lgica dominante delcapital): las relaciones de gnero (o sexo), lasrelaciones entre naturaleza y sociedad huma-na, las relaciones entre lo individual y lo colec -tivo. El verdadero problema es articular estascontradicciones.

    Por qu los sindicatos, los movimientos feministas, las agrupaciones ecologistas, losmovimientos culturales, convergen tan espon-tneamente en los foros sociales? Porque elgran unificador de esas diversas contradiccio-nes es el capital mismo, y la mercantilizacingeneralizada que impregna la totalidad de lasrelaciones sociales. Pero esta convergenciadebe hacerse con respeto de la especificidadde los diferentes movimientos.

    Por otra parte, hay una dimensin de luchaideolgica en esta cuestin. Si aceptamos la

    Historia y conciencia de clase y El pensamien-to de Lenin lo haba comprendido bien. Se ha-llaba, es cierto, en el ojo de la tormenta, du-rante aos de crisis, que son lgicamente aosde intensidad dialctica.

    Vpered: En los aos 90, se extendi amplia-mente la opinin de que la contradiccin en-tre el trabajo y el capital no era ya el conflictoprincipal de las sociedades contemporneasEsts de acuerdo con esta idea?Daniel Bensaid: Hay muchas maneras deabordar esta cuestin. La opinin extendidaa menudo parta del argumento de una evolu-cin sociolgica y de la constatacin, en los pa-ses desarrollados, de un retroceso relativo delproletariado industrial en la poblacin activa.Este retroceso es real (en Francia se pasa de33 a 25%), pero se trata an de un cuarto dela poblacin activa; y a nivel internacional hahabido ms bien un desarrollo global del pro-letariado urbano.

    La impresin de una decadencia, o aun deuna desaparicin del proletariado, suele basar-se en una definicin restrictiva, incluso obre-rista, de las clases sociales a partir de catego-ras sociolgicas clasificatorias. Para Marx, sinembargo, no se trata de una sociologa posi -tivista de las clases, sino de una relacin so-cial dinmica, las clases no existen sino en susluchas. Si se considera la relacin de propie-dad de los medios de produccin, la forma yel nivel de ingreso salarial del empleo, el lu-gar en la divisin social del trabajo, la granmayora de los asalariados del denominadosector terciario (entre ellos, cada vez ms mu-jeres) son proletarios en el sentido inicial queMarx daba a la palabra: en 1848, el proleta-riado parisino tematizado en La lucha de cla-ses en Francia no era tan industrial, sino msbien ligado al artesanado. A menudo se con-

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  • Aqu se trata de un problema de estrategiay proyecto poltico, encarnados por fuerzas determinadas. O bien peleamos seriamentepor una alternativa tal, o bien nos conforma-mos con hacer presin sobre las fuerzas social-liberales existentes, con rebalancear a las iz-quierdas cada vez menos de izquierda, yentonces acumularemos desmoralizacin trasdesmoralizacin. Para construir una alterna-tiva verdadera y la tarea ser larga, porquela pendiente a remontar es hostil se preci-sa de paciencia, convicciones, firmeza sin sec-tarismos, de lo contrario seremos destruidospor aventuras sin futuro, bajo pretexto de rea -lismo, y por la acumulacin de decepciones.

    Respecto a la reconstruccin de un movi-miento internacional, sta es una cuestinan ms vasta. Algunos comparan el movi-miento altermundista actual, sus foros socia-les mundiales o continentales, con los comien-zos de la Primera Internacional: un encuentroamplio de sindicatos, movimientos sociales ycorrientes polticas. Hay, en efecto, algo de eso.Y la globalizacin capitalista es su aspectopositivo da impulso a una convergencia in-ternacional de movimientos (como las exposi-ciones universales del siglo XIX haban dadola oportunidad para reuniones que terminar-an en la Primera Internacional). Pero hay unadiferencia: es, nuevamente, que el siglo XX hapasado; que las divisiones y las corrientes pol -ticas surgidas de esa experiencia no desapa-recern de la noche a la maana. No se pue-de volver a poner los contadores en cero. Poresto es que las convergencias y encuentroscomo los foros son positivos y necesarios. Na-die puede predecir hoy en da qu saldr deah. Depender de las luchas y las experien-cias polticas actualmente en curso, como enAmrica Latina o el Medio Oriente. Esta eta-pa inicial de reconstruccin est lejos de ha-

    un siglo de terribles tragedias y derrotas. Encierta medida, se tiene a veces la impresinde estar recomenzando desde foja cero. Unpartido como el Partido de los Trabajadoresen Brasil (PT), nacido en los comienzos de losaos 80, en la poca de la cada de la dictadu-ra militar, y producto de la rpida industria-lizacin de los aos 70, poda asemejarse a lagran socialdemocracia alemana antes de laguerra de 1914: tena un mismo carcter demasas y un pluralismo ideolgico comparable.Pero nosotros estamos en los albores del sigloXXI, y el XX ha pasado, no lo disimularemos.As, el PT ha atravesado en menos de un cuar-to de siglo un proceso de burocratizacin ace-lerada, y se ha visto atrapado en el juego delas contradicciones contemporneas, de las re-laciones de poder, del lugar de Amrica Lati-na en la reorganizacin de la dominacin im-perialista, etc.

    En un primer momento, para las luchas deresistencia y de oposicin, los movimientos sociales parecen ms eficaces y ms concretosque las organizaciones partidarias. Su apari-cin marca el comienzo de un nuevo ciclo de ex-periencias sin las cuales nada sera posi ble.Pero, as como Marx reproch a sus contem-porneos una ilusin poltica, consistente enla creencia ende que la conquista de liberta-des civiles y democrticas eran la verdad lti-ma de la emancipacin humana, nosotros po-demos constatar en nuestros das una ilusinsocial, segn la cul la resistencia social alliberalismo sera, en ausencia de una alterna-tiva poltica, nuestro horizonte infranqueable.Es la versin de izquierda del fin de la his-toria. La crisis del capitalismo es sin embar-go tal, las amenazas que hace pesar sobre elfuturo de la humanidad y del planeta son ta-les, que una alternativa a la altura de las cir-cunstancias resulta urgente.

    Braudel seal ya hasta qu punto las catego-ras crticas del marxismo han impregnadonuestra comprensin del mundo contempor-neo, incluso entre sus detractores. Y el fil sofoJacques Derrida resumi su actualidad en1993 (en una fecha poco favorable a la teoramarxista!) con la frmula: No hay futuro sinMarx. Con, contra, ms all pero no sin! Elmarxismo no es la verdad ltima para la com-prensin de las sociedades contemporneas,pero contina siendo un pasaje obli gado paraeso. La paradoja es que los idelogos liberalesque pretenden tratar a Marx como a un perromuerto, pasado de moda, obso leto, caduco, notienen para oponerle ms que el retorno a loseconomistas clsicos, o a la filo sofa poltica delsiglo XVII, o a Tocqueville. Marx perteneci,desde luego, a su tiempo. Comparti ciertasilusiones, sobre la ciencia y el progreso. Pero,en cuanto a la naturaleza del objeto cuya cr-tica ha abordado a saber, la acumulacin delcapital, y su lgica , desbordaba su tiempo yanticipaba el nuestro. En esto es que siguesiendo un contemporneo nuestro, mucho msjoven y estimulante que todas esas pseudo-in-novaciones que se vuelven obsoletas al da si-guiente de su aparicin.

    Vpered: Cmo percibs los movimientos socia -listas amplios contemporneos y el hecho deque, a diferencia de los partidos polticos, pare -cen en mejores condiciones para desarrollarluchas contra el capitalismo? Qu penssacerca del futuro de los partidos como tales, ycomo elementos para la construccin de unaorganizacin internacional?Daniel Bensaid: Debemos pasar en limpio ququeremos decir por movimientos socialistasamplios. Probablemente estemos en loscomien zos de una reconstruccin terica yprctica de movimientos emancipatorios, tras

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  • pliamente restablecidos. Ello se observa en losprogramas, en las modalidades de examen oen la gestin presupuestaria de las universi-dades. Pero quedan algunas cosas. Por ejem-plo, yo soy totalmente libre de decidir mis pro-gramas de enseanza cada ao. Este ao,nuevamente di (no lo haba dado despus deuna quincena de aos) un curso sobre las lec-turas de El capital, otro sobre la guerra glo-bal y el estado de excepcin permanente, otrosobre las filosofas de la mundializacin y elderecho internacional El problema es quela generacin marxista de los aos 60 (esuna simplificacin, porque siempre se ha tra-tado de una minora significativa) est en vasde salir de escena, y que las nuevas genera-ciones se forman en el pensamiento crtico atravs de Foucault, Bourdieu o Deleuze, locual est bien, slo que la transmisin del legado marxista se rarifica.

    Es evidente que las relativas libertades uni-versitarias dependen directamente de las relaciones de fuerzas sociales existentes msall de los muros de la escuela o de la univer-sidad. En cuanto estas relaciones se degradan,en cuanto el movimiento social sufre derrotas,se sienten las consecuencias en el orden uni-versitario. Pero ste es un combate a dar, den-tro y fuera de la universidad, puesto que tam-bin est la posibilidad de desarrollar canalesno oficiales de educacin popular y organizada.

    29 de diciembre del 2006Publicado en SolidaritS n 100Traducido del francs por Toms Callegari

    y que siempre se recomienza por el medio 8/,entonces deberamos poder estar abiertos a lanovedad sin perder el hilo de las expe rienciasadquiridas.

    Vpered: Puede existir una filosofa marxistadentro del marco de la universidad burguesa?Pods contarnos sobre tu experiencia al res-pecto? Cmo puede la burguesa tolerar unapresencia marxista dentro del marco de unode sus aparatos ideolgicos, como es la univer-sidad?Daniel Bensaid: Es una cuestin de relacio-nes de fuerzas en la sociedad. El campo esco-lar y universitario no es un campo cerrado, se-parado de las contradicciones sociales. Estees, por otra parte, el peligro de la frmula delos aparatos ideolgicos del estado: dar laimpresin de que se trata de simples engra-najes estticos de la dominacin burguesa. Enrealidad la escuela (y la universidad) cumplenuna doble funcin, de reproduccin del ordensocial dominante, claro, pero tambin de trans-misin y de elaboracin de saberes. La institu-cin est pues atravesada por relaciones defuerzas. Antes y despus del 68 en Francia, hahabido una influencia significativa (aunqueno hay que exagerar una imagen de edad deoro) del marxismo en la universidad france-sa. Ha habido espacios importantes de liber-tad de enseanza y de experimentacin peda-ggica. Esas conquistas parciales no sonirreversibles. Est claro que con la contra-ofensiva liberal de los aos 80, la normalidadacadmica y el orden pedaggico han sido am-

    ber culminado. Hay posibilidades de extensinen Asia y frica. Pero la condicin y la prue-ba de madurez del movimiento estar en sucapacidad para mantener una unidad de ac-cin, para incluso ampliarla, sin limitar o cen-surar los debates polticos necesarios. Es cla-ro que una primera fase de resistencia loque llamo momento utpico por analoga conel movimiento socialista naciente de las dca-das de 1830 y 1840 est consumada.

    La frmula de cambiar el mundo sin tomarel poder ha envejecido pronto, despus de ha-ber encontrado un cierto eco (notablementeen Amrica Latina, pero no slo). Se trata hoyen da de tomar el poder para cambiar el mun-do. En Amrica Latina, cuesta imaginar unforo social que evite las cuestiones de orienta-cin poltica y se abstenga de trazar un balance comparativo de las experiencias bra-silea, venezolana, boliviana y cubana! Ycuesta imaginar un foro europeo que no dis-cutiera sobre una alternativa europea a laUnin Europea liberal e imperialista.

    Desde esta perspectiva, es perfectamentecompatible y complementario contribuir a estos amplios espacios de convergencia, ymantener una memoria y un proyecto desdeuna corriente poltica con su propia historiay sus propias estructuras organizativas. Es in-cluso una condicin para la claridad y el res-peto hacia los movimientos unitarios. Las corrientes que no asumen pblicamente supropia identidad poltica son las ms manipu-ladoras. Si es cierto que, como insista un fil-sofo francs, no existe en poltica la tabla rasa,

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    8/ El autor se refiere a Gilles Deleuze, quien se opone a la vana bs-queda del origen absoluto. Ver Dilogos, captulo segundo.

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