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HISTORIA ARGENTINA

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Diego Valenzuela y Mercedes Sanguineti

BelgranoLa revolución de las ideas

Sudamericana

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CubiertaPortadaPrimera Parte. El contexto

1. A modo de presentación2. La Buenos Aires colonial3. De la revolucuón a la independencia

Segunda Parte. Manuel Belgrano, un hombre en acción4. Padre rico (y contrabandista)5. Un joven privilegiado6. Funcionario del Rey7. Invasiones Inglesas8. El primer economista9. La educación como motor10. Formando hombres de ideas11. Boom de la prensa12. Belgrano periodista13. Del vasallo a revolucionario14. El primer carlotista15. La bandera de la patria16. Derrotas y éxitos de un militar improvisado17. Diplomático y monárquico18. El legado de Belgrano

BibliografíaAnexo documental

A. “Medios generales de fomentar la agricultura animar la industria y proteger elcomercio en un país agricultor”, 1796 - FragmentosB. Correo de comercio, número 1, 3 de marzo de 1810C. “Causas de la destrucción de la conservación y engradecimiento de lasnaciones”D. “La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública”E. “Educación”F. Oficio de Manuel Belgrano a la asamblea donando premios establecidos porvictorias de Salta y Tucumán. 31 de marzo de 1813G. Intervención de Belgrano en la sesión secreta del Congreso de Tucumán, del6 de julio de 1816. Fuente: Actas secretas del Congreso de Tucumán. M.S. delArchivo de la Sala de Representantes de B.A.H. Discursos en honor de la bandera, Domingo F. Sarmiento 24 de septiembrede 1873

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AgradecimientosPliego de imágenesCréditosAcerca de Random House Mondadori ARGENTINA

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Primera Parte

EL CONTEXTO

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CAPÍTULO 1

A MODO DE INTRODUCCIÓN

“El estudio de lo pasado enseña cómo debemanejarse el hombre en lo presente y porvenir.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

Manuel Belgrano nació en 1770, cuando aún faltaban cuarenta años para la llamada Revolución deMayo de 1810, y su muerte iba a producirse diez años después del suceso que divide la colonia de lavida independiente del país. Fue, como pocos, exponente destacado de ese proceso de cambio derégimen que dio origen a la Nación argentina.

Educado en tiempos monárquicos y bajo los preceptos católicos, las oportunidades de progreso queaprovechó por su capacidad fueron resultado del negocio monopólico colonial que tuvo a su padrecomo gran protagonista. A su vez, fue una voz ilustrada en busca de traer nuevas ideas al Río de laPlata y de derribar las prácticas monopólicas y el contrabando.

Es que Belgrano fue un rebelde. Un hombre que se animó a pensar diferente y a tomar riesgos. Serebeló a la actividad de su padre, a los preceptos económicos de la colonia, a los cánones sociales desu época, y hasta a su destino de intelectual, cuando asumió responsabilidades militares para las queno había sido formado.

Uno de sus biógrafos, Luis Roque Gondra, da en el clavo cuando critica una concepción históricaque pone a Belgrano casi exclusivamente en el cuadro de la historia militar, “y deja en la penumbra,reducido casi a un adorno insignificante de su personalidad, la obra de sus escritos”. Es decir, elBelgrano de las ideas.

Ése es nuestro Belgrano: el hombre de ideas y de acción. El periodista y el intelectual. Eleconomista y el funcionario transgresor. El propagandista de los nuevos vientos, y el revolucionario.

La vida de Manuel Belgrano transcurrió entre la Buenos Aires virreinal de las reformas borbónicasy la Buenos Aires pos revolucionaria. Su propia integración en el orden político, primero como vasallode la Corona, más tarde como uno de los grandes impulsores de la revolución, da cuenta de unatransición vacilante entre el viejo orden y la patria independiente. Sin ir más lejos, en 1808, Belgranopresagiaba que el lazo colonial del Río de la Plata duraría un siglo más.

La complejidad del proceso revolucionario, y los diferentes posicionamientos del propio Belgrano,hacen necesario contextualizar la vida del prócer, tarea a la que nos abocaremos en la primera parte deeste libro. En ella recuperaremos el clima de la época en que se desenvuelve su vida —la BuenosAires colonial y el tránsito hacia la Independencia—; en la segunda parte, ingresaremos de lleno en eldevenir histórico de un hombre que decidió ser protagonista de lo nuevo cuando lo viejo se agotaba ymuchos se negaban a aceptarlo.

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CAPÍTULO 2

LA BUENOS AIRES COLONIAL

“La corte de España vacilaba en los mediosde sacar lo más que pudiese de sus colonias.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

En la segunda mitad del siglo XVIII, la Corona española puso en marcha una serie de reformasorientadas a fortalecerse como imperio y a lograr un mejor control sobre sus colonias. Las llamadas“reformas borbónicas”, que reflejaban las ideas del despotismo ilustrado, estaban destinadas en teoríaa darle rostro de imperio a la monarquía y a defenderla de las potencias rivales. El esquemaprivilegiaba la maximización de ganancias para la metrópoli a partir de la explotación de los recursosde las colonias y centralizaba el poder de la Corona reforzando la figura del monarca.

Para lograr sus objetivos, los borbones buscaron apoyar el nuevo Estado en una burocracia decarrera —separada de la nobleza—, un ejército bien remunerado para la defensa, y una armada máseficaz para proteger la comunicación entre las colonias y la metrópoli.

Recobrar el control tanto económico como político (perdido entre 1690 y 1720) de sus posesionesdel otro lado del Atlántico, fue uno de las grandes objetivos de los borbones. Uno de los cambiosadministrativos realizados en tal sentido fue el reemplazo del Consejo de Indias (órgano colectivo)por el Ministerio de Indias, a cargo de una sola persona. Por otro lado, las intendencias (que teníanbajo su control la justicia, la administración general, la hacienda y la guerra) reemplazaron a lasgobernaciones y de a poco fueron tomando atributos de los cabildos. A la hora de designarfuncionarios, la Corona priorizó a los españoles peninsulares por sobre los criollos; el fin era cortar larelación histórica de las elites locales con la administración colonial para limitar su poder en ascenso.

Los territorios españoles más al sur de América hasta entonces no habían sido de gran interés dadoque no poseían metales preciosos. Pero la vocación expansionista de Inglaterra (la dueña delAtlántico) y Portugal puso en alerta a la Corona, que reorientó sus esfuerzos con la creación en 1776del Virreinato del Río de la Plata. Éste abarcó los actuales territorios de Argentina, Paraguay, Uruguayy Bolivia, que antes pertenecían al Virreinato de Perú —gran perdedor en las reformas—.

Buenos Aires, capital del nuevo Virreinato, se convirtió en una corte virreinal y sede de nuevasinstituciones. Aparte de la Intendencia, en 1783 se creó una Audiencia (institución jurídica semejantea una corte de apelación), que tomó a su cargo parte de las tareas de los Tribunales de Charcas (hoySucre). El Reglamento de Comercio Libre de 1788 habilitó el puerto al comercio, aunque solamentecon algunas colonias y puertos españoles. Esto determinó un aumento de la actividad económica y lacreación de un dispositivo administrativo, la Real Aduana. En 1794, finalmente, los pedidos decomerciantes porteños de separarse de la regulación comercial de Lima surtieron efecto y se organizóel Consulado de Buenos Aires, órgano de representación del gremio mercantil. Desde esa instituciónse entendería en materia de disputas comerciales y, fundamentalmente, se propondrían medidas parapromover la economía de la colonia rioplatense.

El período de mayores reformas fue el que abarcó el reinado de Carlos III (1759-1788) con José deGálvez como Ministro de Indias. El impulso decayó en el reinado de Carlos IV (1789-1808),

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especialmente por la sucesión de guerras que abrió la Revolución Francesa en 1789, distrayendorecursos del imperio español.

Una ciudad en expansión

Hacia 1750, Buenos Aires tenía menos de 20 mil habitantes; en 1777, la población llegaba a 23 mil (en1770, un censo del Virrey Vértiz cuenta 22.077 habitantes). Para comienzos del siglo XIX, lapoblación ascendía a 40 mil. El aumento fue consecuencia del crecimiento económico de la actualciudad/provincia de Buenos Aires, impulsado especialmente por la actividad comercial y pastoril.

La prosperidad económica dio impulso a una elite de comerciantes, especialmente españoles, queconfiguraron un grupo empresarial pujante, entre ellos, Manuel de Anchorena, Martín de Álzaga,Gaspar de Santa Coloma y Juan Larrea. Según el historiador Tulio Halperin Donghi, éstos alcanzaronsu riqueza “aplicando un arte de comerciar muy poco renovado y enemigo de toda audacia”; su rolfundamental era ser intermediarios entre la península y el interior —cada vez más amplio— deBuenos Aires. Al describirlos, el historiador habla de “comercio de consignación”: eran representantesde comerciantes peninsulares en la colonia y a su vez tenían corresponsales en las ciudades delInterior —desde Santa Fe hasta Perú—, y comisionistas itinerantes, que viajaban con una flota decarretas vendiendo los productos. Si bien exportaban cueros, la mayoría de sus ganancias provenían dela importación de productos europeos que intercambiaban por metálico; y de mantener altos márgenesde ganancia sobre poco volumen comerciado. A fines del siglo XVIII, de los 5.000.000 de pesos deexportaciones, sólo un millón eran cueros; el resto, era plata.

Por detrás de los pujantes comerciantes, surgieron jóvenes profesionales, atentos a las causascomerciales, que luego serían líderes revolucionarios. Gracias a la fortuna de sus padres, muchos deellos accedieron a la educación superior, ya sea en instituciones locales o universidades del exterior.Tal fue el caso de Manuel Belgrano, Juan Hipólito Vieytes y Mariano Moreno, entre otros.

La expansión económica abierta por las reformas borbónicas no tuvo, sin embargo, mayor impactoen la organización social de la ciudad. A fines del siglo XVIII, la sociedad rioplatense seguía divididaen castas, como lo había estado desde la conquista española.

Los españoles, descendientes de la sangre pura de los conquistadores, ya sea nacidos en la penínsulao en el Plata, ocupaban la cima de la pirámide y estaban exentos del tributo. Este grupo, que seconsideraba a sí mismo como noble o gente decente, no era una pequeña minoría. Un tercio de lapoblación del Interior del Virreinato eran españoles, y esa proporción era aún mayor en Buenos Aires.La pureza de sangre era dudosa en la mayoría de los casos, pero la categoría de “español” servía paradiferenciarse de otras castas, que se veían limitadas para ascender socialmente. Pero el pertenecer algrupo de españoles no siempre significaba contar con una fortuna; dentro de este conjunto, se dabauna división entre aquellos que apenas tenían para subsistir y el sector económicamente dominante.

Los indios, descendientes de los pobladores originarios, tampoco pagaban impuestos; eran minoríaen las ciudades, vivían en su mayoría en el interior del Virreinato. El tributo, en cambio, recaía en losmestizos, divididos en diferentes categorías de acuerdo con el origen, y al grado de mestizaje entresangre española, india y negra. Las limitaciones jurídicas de acuerdo con su origen eran para estasclases más estrictas. Los africanos, por su parte, estaban separados del resto por el régimen deesclavitud.

A diferencia del Interior, en Buenos Aires existía un amplio sector medio integrado por artesanosque no dependían de los comerciantes para vender sus productos, sino que podían establecer uncontacto directo con sus clientes.

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El estilo de vida del Virreinato tampoco sufrió grandes transformaciones tras las reformasborbónicas. Según Halperin Donghi, las formas de socialización siguieron siendo “sustancialmentebarrocas”: las rígidas etiquetas y formas reflejaban, y a su vez reforzaban, las jerarquías sociales. LaIglesia, por su parte, jugó un papel fundamental en el ordenamiento de la vida social hasta larevolución.

En Recuerdos del Buenos Aires Virreinal , Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868) le cuenta aSantiago de Estrada las costumbres de aquella época pre revolucionaria que le tocó vivir de niña. Allíescribe: “Tres cadenas sujetaron este gran continente a su Metrópoli: el Terror, la Ignorancia (falta deeducación) y la Religión Católica”. En sus páginas, Mariquita describe una vida de escasez aun en lascasas de ricos, que muchas veces tenían que pedir vajilla prestada por el poco volumen de productosimportados por los comerciantes y la lentitud del transporte de los mismos. Describe allí las fiestasreligiosas y cómo las siete parroquias, los dos conventos de monjas y los cuatro de religiosos quehabía entonces en Buenos Aires condicionaban la vida de los habitantes de la ciudad. Cuenta, porejemplo, que “las elecciones de los jefes de los conventos era cosa notable y en las que tomaba partela sociedad” y que muchas veces se daban fuertes rivalidades entre las comunidades parroquiales. Auna pelea entre dos parroquias atribuye, por ejemplo, que no haya habido muelle en Buenos Airesantes de la revolución.

Iluminismo y religión

Si bien el catolicismo calaba hondo en la vida de los habitantes de Buenos Aires, esto no impidió queentre sus intelectuales se difundieran las ideas del llamado Iluminismo. El concepto de “Ilustracióncatólica” que ha trabajado José Carlos Chiaramonte resulta esencial para comprender el clima de laépoca colonial previa a Mayo de 1810, en la que se inscribe el nombre de Manuel Belgrano. ¿Se podíaser impulsor de la Ilustración y a la vez sostener el catolicismo? En teoría no, dado que se trata deconceptos y creencias excluyentes uno de otro. Pero veamos que, en el período colonial tardío, ambascorrientes pudieron combinarse para crear un caldo de cultivo que contribuyó al pulso revolucionario.

¿Cómo era posible? Es que dentro de la vida cultural hispánica, tanto en la península como en lascolonias, había espíritus renovadores abiertos a las nuevas ideas de la Ilustración, pero que nopretendían desterrar al catolicismo. Se trataba, más bien, de tendencias reformistas que buscaban noperder el tren del progreso pero sin aspirar a abandonar el patrón culturalreligioso tradicional. En elSuplemento al Correo de Comercio de Buenos Aires , publicado el 23 de junio de 1810, leemospalabras que muy probablemente debamos adjudicar a Belgrano:

Debemos aprovecharnos de los esfuerzos de los sabios europeos para propagar losconocimientos (…) con sólo imitar en este punto, y seguir sus huellas, habremos conseguidolos frutos; no tratemos de inventar…

Tomar lo que venía de Europa y adaptarlo a la realidad local, de eso se trataba. El 30 de junio de1810, un mes después de la Revolución de Mayo, en un artículo titulado “Educación”, el Correo deComercio sentaba una declaración de principios sobre las influencias ideológicas y filosóficas de esosgrupos que venían bregando (en las tertulias, en escritos, y en la prensa colonial) por una mayorapertura a las nuevas ideas. Es casi seguro que esas palabras hayan sido escritas también por Belgrano.

Es que el desarrollo de una cultura ilustrada en el Río de la Plata se produjo en las últimas décadasde la Colonia y dentro del orden colonial español, y se hizo mucho más visible (por el rol de la prensa)

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entre 1800 y 1810. Belgrano fue protagonista central de esta tendencia.Como afirma Chiaramonte, el choque de la ciencia y la filosofía modernas con los fundamentos

religiosos de la cultura española generaba, a todas luces, una aparente contradicción. La Ilustración sebasaba “en no admitir barrera alguna a la razón, guiada por el afán de saber”. El catolicismo, encambio, implicaba que el “conocimiento no podía proponerse traspasar los límites que le fijaba unconjunto de verdades, un saber no racional, el dogma proveniente de la divinidad”. Catolicismo eradogma, lo contrario del Siglo de las Luces. Parecía imposible fusionar dos visiones del mundobásicamente antagónicas.

En cambio, en las colonias, los “españoles americanos” (nacidos y criados en estas tierras) creíanfactible superar el atraso español de la mano de una apertura a las luces del siglo. Esto, claro, sindesafiar el orden político y menos la vigencia de la fe religiosa.

Pero no eran unos locos sueltos en el Río de la Plata. Con el tiempo, el mismo Estado español habíaempezado a proteger las corrientes de ideas favorables a limitar la autoridad papal, y a favorecer ladifusión de autores que enfrentaban conceptualmente a esa autoridad (más acentuado desde el reinadoborbónico de Carlos III). Ese clima peninsular de apertura (que implicaba mayor libertad deconciencia) se fue transmitiendo —viajes y prensa mediante— a la discusión cultural de las colonias.

Sin embargo, los límites eran estrechos porque los opositores a la tendencia ilustradora eran fuertesen la Iglesia, empezando por la Compañía de Jesús (jesuitas) y su herramienta de control, laInquisición. Su misión era defender la ortodoxia católica y combatir a los enemigos del papado, entreellos los jansenistas (seguidores del pensamiento de San Agustín). Fue justamente Carlos III quien, en1761, desterró de Madrid al inquisidor general Quintano porque publicó sin su autorización unacondena papal a un libro de un sacerdote francés antijesuita llamado Mésenguy. En 1767, la Orden delos jesuitas fue expulsada de los territorios de la monarquía española, sin que esto significara ladecadencia de la Iglesia; otras órdenes, como la de los dominicos, cooptaron para sí el espacio dejadopor los jesuitas.

En resumen, la política reformista de los primeros borbones movilizó la vida cultural e intelectual,abrió paso al estudio de ciencias, y se tradujo en una mayor libertad de expresión.

En ese marco de mayores libertades es que —dentro de la tradición católica— empezó a leerse aNewton, Voltaire, Rousseau, Quesnay, Jovellanos o Genovesi, muchos de los cuales influyeronfuertemente en Belgrano y sus allegados. Así, el concepto de “Ilustración católica” pasó de sercontradictorio a ser, a lo sumo, paradójico: bajo este paraguas se comenzó a gestar en España y en elRío de la Plata una mayor libertad de conciencia y, junto a ella, una visión crítica del Estado, de lasociedad estamental y de la economía.

Estos españoles americanos ilustrados o, mejor, criollos ilustrados, no estaban aún pensando en laIndependencia: “Los materiales muestran, a nuestro juicio, la imagen de una vida colonial asentadaaún en el sentimiento de pertenencia a la Nación española por parte de los criollos, pese a los motivosque provocaban irritación y rivalidad con los peninsulares”, nos dice Chiaramonte.

La voz “patria” que aparece en la época no remite a un sentimiento patriota independentista onacional, sino como un signo de pertenencia a la Patria española (al lugar donde se había nacido perodentro de la Nación española). “Ciudadanos de toda la España americana”, los llama el Correo deComercio de Belgrano. En este sentido es que debe leerse (aunque no nos resulte agradable) lasinvocaciones al “patriotismo argentino” que aparecen en el Telégrafo Mercantil y también la voz“argentina”, que entonces denotaba la pertenencia al ámbito porteño o del Río de la Plata (podía serargentino un español afincado en Buenos Aires).

Estos grupos, en principio, estaban lejos de visiones rupturistas, más bien eran partidarios deracionalizar el catolicismo, para hacerlo compatible con los avances de la ciencia y la filosofía. Veíanun retraso en el poder español e intentaban mejorar la vida en las Colonias. El mundo seguía siendo

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obra del Creador, de un ser supremo, pero luego debían estudiarse las leyes objetivas (a través de laciencia) por las que ese mundo se movía. En fin, la apertura a conocimientos científicos no impugnabanecesariamente los dogmas religiosos. Como escribe Chiaramonte: “El pensamiento católicoheterodoxo intentaba conciliar las exigencias de la fe, los intereses de la monarquía y las innovacionesde la Ilustración”.

Intereses en juego

Las políticas de centralización aplicadas por los Borbones produjeron desconfianzas entre los gruposcriollos más poderosos, que venían ganando injerencia en los asuntos públicos. “El nuevo trato que loshabitantes americanos recibieron por parte de la Corona fue percibido como humillante, al comprobarque perdían antiguos privilegios”, apunta la historiadora Marcela Ternavasio.

Al apoyarse en los españoles peninsulares para el diseño de la nueva administración, la Corona pusoen riesgo los intereses de las elites criollas. Más aún, los nuevos funcionarios muchas veces actuaroncomo favorecedores de comerciantes peninsulares que lograron enriquecerse rápidamente, generandotambién recelo entre sus pares criollos.

No sólo eso, la reforma también afectó intereses eclesiásticos al poner sobre la mesa la visión deque el poder monárquico emanaba directamente desde Dios, sin intermediarios. Es decir, el Rey erauna suerte de representante o vicario de Dios sin subordinación al papado, lo que convertía a los curasen una forma de funcionarios del Estado.

Políticamente, la Corona avanzó sobre conquistas ya conseguidas en América durante el reinado delos Habsburgo, como el gobierno de los municipios, a partir de considerar al poder único, absoluto eilimitado. De este modo, se cristalizaba una tendencia a ignorar el supuesto derecho de los pueblos acierto margen de autogobierno.

Si bien este avance sobre las libertades y privilegios de los criollos causó descontento y generó uncaldo de cultivo, éste no explica, por sí solo, el avance de las ideas de autonomía, y mucho menos larevolución.

El intento de centralizar el poder de las reformas borbónicas no llegó a buen puerto, en parte por elagitado panorama internacional. La Revolución de Independencia norteamericana en 1776 y laRevolución Francesa de 1789 movieron las fichas: la guerra entre las colonias inglesas y Gran Bretañapuso a España contra Inglaterra, la cual decidió bloquear sus puertos. En 1805, España perdió casi todasu flota al ser derrotada en Trafalgar por Inglaterra.

La Corona ya no pudo garantizar el aprovisionamiento de las Colonias y debió ser flexible con losgrupos comerciales criollos. De esta manera, los empresarios rioplatenses pudieron exportarmercancías locales, importar otras, y traficar esclavos. Todos estos cambios, idas y venidas, sinembargo, no cambiaron el sentimiento de pertenencia a la monarquía española de los americanos.Escribe Ternavasio: “La obediencia al monarca y la lealtad a España se mantuvieron incólumesdurante esos años, más allá de descontentos y tensiones”. La muestra más evidente de esa lealtad fuela actitud de los habitantes de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas.

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CAPÍTULO 3

DE LA REVOLUCIÓN A LA INDEPENDENCIA

“Pasa un año, y he aquí sin que nosotroshubiésemos trabajado para ser independientes,

Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesosde 1808 en España y en Bayona.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

Puede decirse que el rol fundacional que se le dio a la Revolución de 1810 es una construcción queesconde la necesidad de la generación del ’37 de encontrar —para el relato histórico— un punto departida; se trataba de darle un sentido profundo al nacimiento de la Nación argentina, en términos deuna identidad colectiva. El historiador Jorge Myers —entre otros— ha aclarado que los hechos de1810 no fueron estrictamente el origen de la Nación; no se trató de una revolución pensadapreviamente, y menos de un movimiento que se propusiera como meta la Independencia.

Por el mismo sendero que los románticos se deslizó la corriente historiográfica iniciada por Mitreen 1857, con la publicación de la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. En ella, Mitreobserva los años anteriores a 1810 con la deliberada intención de buscar en ellos el germen de laRevolución de Mayo, y encuentra en ellos la pre existencia de una “Nación argentina”. Más aún, segúnsu visión, la revolución era un punto de llegada hacia el que los “hombres de Mayo” habían caminadofirmemente, aunque no fueran conscientes de ello. Para Mitre, la revolución estaba destinada a ocurrir.

Esta visión histórica, que prevaleció por más de cien años y se cristalizó en el sistema educativoargentino, no deja ver las vacilaciones, las dudas, la incertidumbre que caracterizaron al procesoiniciado en 1806, con la primera Invasión Inglesa, y que culminó con una revolución que respondíamás a los desafíos planteados por el contexto internacional que a la voluntad certera de una clasedirigente de romper las cadenas coloniales. Es por ello que, para entender la revolución, y el rol deBelgrano dentro de ella, debemos mirar en paralelo los acontecimientos europeos y lo que pasaba en elRío de la Plata.

Guerra y comercio

En Revolución y guerra, Halperin Donghi escribe: “En 1806, entonces, el orden español presenta, trasde una fachada todavía imponente, grietas cuya profundidad no es fácil de medir. Ese paulatinodebilitamiento no justifica su brusco fin; puede decirse de él como de la unidad imperial romana queno murió de su propia muerte, que fue asesinado”.

Para comprender, aunque sea en parte, esas grietas que ya amenazaban al sistema colonial españolpara cuando vinieron de “visita” los ingleses, debemos situarnos en la Europa que dejó la RevoluciónFrancesa. Entre 1792 y la Revolución de 1810, España se vio envuelta en sucesivos conflictos bélicos.Dos guerras con Inglaterra y dos con Francia exigieron a las finanzas españolas y pusieron en jaque elcomercio con las colonias. La derrota más fuerte que sufrió España —aliada entonces con Francia—

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fue la de la batalla de Trafalgar, en 1805, cuando su armada quedó devastada, y el Atlántico terminóbajo el dominio británico. Un año más tarde, las tropas inglesas invadieron la ciudad de Buenos Aires,apoderándose de ella con sorpresiva facilidad.

En ese contexto, guerra naval —especialmente con la dueña de los mares, Inglaterra— ycontracción del comercio iban de la mano. A raíz de la derrota en Trafalgar, las exportaciones desde elRío de la Plata hacia España pasaron de un promedio de tres millones de pesos por año, a 570 mil en1805; el comercio de cueros se desplomó y las exportaciones de lana y sebo sufrieron una fuerte caída.El historiador Pedro Navarro Floria afirma: “Tras el dramático 1805, el sistema comercial colonial yano dio señales de vida”. En 1806, casi no se registraron entradas de recursos a las arcas de laDepositaria de Indias y en 1807, éstas fueron nulas. Entre 1806 y 1808, directamente no hay registrosde arribo de mercaderías rioplatenses a España.

Incapaz de suplir a las colonias con provisiones ni de recibir sus productos, la Corona se vioobligada a flexibilizar las restricciones al comercio que regían sobre éstas. Los comerciantes deBuenos Aires fueron así ganando independencia de la administración colonial: ya no necesitaban tantode los favores de los funcionarios para expandirse económicamente. Aquellos que sí dependían delvínculo con España miraron con malos ojos la independencia económica que los criollos ibanganando.

Los cambios económicos fueron erosionando el lazo colonial con España, pero sólo lentamente. Laruptura total todavía no asomaba como alternativa. Pero a este panorama económico, se le sumó unafuerte crisis política que a partir de 1806 se tornaría vertiginosa y aceleraría el derrumbe.

No se puede entender 1810 sin examinar las Invasiones Inglesas, algo que haremos en perspectivamás adelante. Pero el intento de los británicos de apoderarse de Buenos Aires despertó entre loscriollos y españoles americanos una conciencia alrededor de la necesidad de avanzar en unaorganización local, aunque todavía sin plantearse la ruptura con la metrópolis.

La facilidad con la que se apoderaron de la ciudad sorprendió a los mismos ingleses. El VirreySobremonte no tardó en huir a Córdoba llevando consigo las arcas del Estado. Días más tarde, las tuvoque entregar a los generales ingleses que, luego de quedarse con una parte, remitieron a Inglaterra eltesoro como trofeo de guerra. En sus Memorias, Mariquita Sánchez cuenta: “Todas las personasencargadas por el Virrey esa noche de defender la ciudad estaban tan sorprendidas de la situación y dela imposibilidad de salvar el país que esto no se puede explicar bastante”. En busca de esasexplicaciones se lanzaron las corporaciones, echándose culpas mutuamente, mientras jurabanfidelidad al Rey de Inglaterra y se acomodaban a la nueva situación.

La crisis de autoridad provocada por la primera invasión se agravó con la segunda: militares yvecinos se agolparon frente al Cabildo para reclamar a la Junta de Guerra la deposición del VirreySobremonte (que una vez más había abandonado la ciudad a su suerte sin oponer resistencia). El cargode Virrey fue entonces ocupado por Liniers.

El orden institucional que quedó planteado fue, sin embargo, precario. Por otro lado, el equilibrio depoder había sido transformado por el surgimiento de las milicias urbanas, que se habían convertido enun nuevo actor político. Aunque sus oficiales eran miembros de la elite, los testimonios de la épocadan cuenta de que el bajo pueblo había ganado protagonismo en las calles de Buenos Aires. Eldominio sobre esas fuerzas pronto enfrentó al Cabildo con el Virrey.

El orden colonial entró además en una crisis de legitimidad. Los únicos que habían defendido conlealtad a la Corona habían sido los habitantes de Buenos Aires; desde España no habían cumplido consu objetivo de dotar a la colonia de tropas que pudieran resguardarla. Ante ese abandono, lasautoridades coloniales aumentaron su margen de autonomía frente a la metrópoli. Pero lo que se pusoen duda en un primer momento no fue la legitimidad del lazo colonial sino la efectividad de lasreformas borbónicas.

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Crisis política

El inestable equilibrio en el que quedó sumido el Río de la Plata no pudo sobrevivir a la crisis sinprecedente que se abrió en la península ibérica en 1808 con las invasiones napoleónicas.

A fines de 1807, las tropas francesas —con el apoyo de España— habían tomado Portugal, puntoestratégico para arrebatarle a Gran Bretaña el dominio de los mares. La corte portuguesa, encabezadapor la infanta Carlota Joaquina de Borbón y su esposo, decidió huir a Río de Janeiro, donde se instalóa comienzos de 1808, con el respaldo de las naves británicas. La cercanía de los dos enemigos deEspaña generaron una fuerte incertidumbre en la política del Río de la Plata.

Meses más tarde, Francia se volvió contra su antigua aliada y avanzó sobre España, queinternamente estaba debilitada por el desprestigio del reinado de Carlos IV y su ministro, ManuelGodoy. Un motín obligó a Carlos a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Dos meses después,Napoleón reunió en Bayona a la familia real. Allí, Fernando devolvió la Corona a su padre; éste a suvez abdicó a favor de Napoleón, que a su vez le pasó el mando a su hermano José Bonaparte; FernandoVII quedó preso allí. Las abdicaciones de Bayona socavaron las bases mismas del sistema colonial.

En la península, los españoles —ahora aliados con Gran Bretaña— lucharon para liberarse de laocupación francesa al tiempo que se inició un movimiento juntista para suplir la acefalía y gobernaren nombre del Rey cautivo. En septiembre de 1808, se formó la Junta Central Gubernativa del Reino,en Sevilla. Más tarde, con el avance de las tropas napoleónicas, ésta sería reemplazada por el Consejode Regencia de Cádiz. En el Río de la Plata, la incertidumbre caló más hondo.

En las colonias todo fue confusión. Dada la distancia y la lentitud de los viajes, las noticias quedaban cuenta de los sucesos en España demoraban, llegaban por diferentes emisarios y de manerasuperpuesta, aumentando la incertidumbre. Finalmente, entre agosto y septiembre, luego de marchas ycontramarchas, se juró fidelidad a Fernando VII (en Buenos Aires, Liniers lo hizo el 21 de agosto).

Respuestas posibles

Con la crisis de la monarquía, las únicas entidades legítimas y soberanas eran los cabildos. Según lasteorías políticas de la época, que se fundaban sobre todo en el derecho natural y en el contractualismo,el Virrey no podía suplantar al Rey ausente. Sin Rey activo, no había Virrey legítimo. MarcelaTernavasio apunta que con la crisis de la monarquía en España “los habitantes de cada jurisdiccióncomenzaron a demandar distintos márgenes de autogobierno”, aunque en todas las colonias se expresóuna profunda fidelidad al monarca cautivo. Las bases institucionales sobre las que se intentó construirun orden legítimo que reemplazara al Rey fueron las coloniales.

En concreto, las posibilidades que se abrían para paliar la acefalía eran cuatro: aceptar el dominiode José Bonaparte, jurar obediencia a las autoridades provisionales creadas en España, establecerjuntas locales que gobernaran en nombre del Rey, o buscar en la monarquía portuguesa alguien quereemplace el lugar vacante de Fernando VII. De esta última fue partidario —sin éxito— ManuelBelgrano.

Ante la crisis de legitimidad, Montevideo aprovechó para ganar autonomía con respecto a BuenosAires: el gobernador Francisco Javier de Elío desconoció al Virrey Liniers y encabezó la formación deuna junta interina “para custodiar los derechos del Rey prisionero”. Al replicar la respuesta política dela península, se alejaba de Buenos Aires.

El Virrey Liniers había sido recientemente confirmado en su cargo cuando se disparó la crisis enEspaña. Luego del frente común que permitió la resistencia a las Invasiones Inglesas, el Virrey y el

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Cabildo habían comenzado a distanciarse; sobre todo, por el control sobre las milicias urbanas. ConFrancia como nueva enemiga, el Cabildo sacó a relucir los orígenes galos de Liniers, para socavar suautoridad.

El 1º de enero de 1809, el Cabildo, liderado por Martín de Álzaga, y apoyado por un centenar devecinos que se reunieron en la Plaza Mayor, el Cabildo le pidió su renuncia al Virrey Liniers parapoder constituir una junta, siguiendo la movida política de Elío. Pero en Buenos Aires, los batallonesde Patricios y Montañeses de Saavedra se presentaron en la plaza, apuntaron sus cañones contra elCabildo y frustraron el alzamiento. Los vencedores reafirmaron sus vínculos con la legalidadmonárquica el 8 de enero al jurar fidelidad a la Junta Central de Sevilla, única depositaria de lasoberanía del Rey cautivo.

Aquel intento de golpe contra Liniers es prueba definitiva de la ausencia de ideas revolucionariasclaras. Mariano Moreno, futuro secretario de la Primera Junta, apoyó el alzamiento de un comercianteespañol monopolista. A ellos se opuso Saavedra, el futuro presidente de la Primera Junta de Gobierno.Es que no había “revolucionarios” en los momentos previos a la revolución. Ante la acefalía de laCorona, irrumpieron ideas de autonomía pero sin un ideario anti español. En un primer momento lamayoría de los actores políticos que más tarde encabezarían la revolución eran simplementereformistas que aspiraban a un status de mayor autonomía dentro de la Corona española. No había,contra lo que se creyó mucho tiempo, un movimiento independentista preconcebido, con sentimientosnacionales y patrióticos, sino una acción obligada por el vacío del poder.

Esas tendencias de autonomía alarmaron a la Junta Central que, para frenarlas, decidió reemplazar aLiniers por un nuevo Virrey “de mucho carácter que tenga genio, energía y probidad para arreglartodos los ramos de la administración que con el velo de las circunstancias se halla en un desordenclásico”, tal como lo puso el delegado de la junta en el Río de la Plata, Manuel José de Goyeneche. Elnombramiento recayó en Baltasar Hidalgo de Cisneros. Su entrada en el Río de la Plata no fue fácil;antes de asumir tuvo que acatar ciertos condicionamientos de las milicias. Éstas le exigieron que noinnovara en el “método de gobierno” de Liniers y que no tocara su estructura. El nuevo Virrey fuereconocido en agosto de 1809, seis meses después de haber sido nombrado.

En el plano económico, el proceso de apertura hacia nuevos mercados desembocó en 1809 en elReglamento de Comercio Libre , que el Virrey Cisneros tuvo que firmar ya que —por una sublevaciónen el Alto Perú— la plata había dejado de llegar a Buenos Aires. Las nuevas medidas económicasopusieron a los comerciantes monopolistas españoles con aquellos que defendían el comercio libre.

La “crisis de fidelidad” en muchos súbditos del Rey estaba teñida de los dilemas del escenariointernacional, pero también del devenir económico y de la falta de respuestas de la Metrópoli. NavarroFloria habla de una “tendencia creciente a la desilusión, a la autonomía, a la impaciencia, aldescreimiento en la monarquía providente, a la corrupción dentro y fuera del sistema motivada por unaparato administrativo que exigía cada vez más a cambio de cada vez menos”. Es decir, los lazos defidelidad se vieron en riesgo por la incapacidad estatal monárquica, por la menguada actividadeconómica, y por la presión fiscal insoportable para con los grupos mercantiles más influyentes enBuenos Aires.

Encrucijada revolucionaria

Mientras Cisneros intentaba apagar los diferentes focos de conflicto a lo largo y ancho del Virreinatodel Río de la Plata, la situación en la península empeoraba. A comienzos de 1810, las tropasnapoleónicas habían avanzado hacia el sur, lo que obligó a la Junta a trasladarse de Sevilla a Cádiz,

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donde se autodisolvió nombrando en su reemplazo un Consejo de Regencia de sólo cinco miembros,para hacer más efectiva la toma de decisiones.

Las noticias llegaron al Río de la Plata el 18 de mayo, dando comienzo a la semana revolucionaria.La sensación de que la península se perdería, impulsó a algunos personajes de la elite a reunirse parapensar los pasos a seguir. Las sedes de las reuniones fueron las casas de Nicolás Rodríguez Peña eHipólito Vieytes; algunos de los que asistieron fueron Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan JoséPaso y Antonio Luis Beruti. El jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, se mantenía enconstante comunicación con ellos. Apoyados por las milicias, le arrancaron al Virrey la convocatoria aun Cabildo Abierto, realizado el 22 de mayo de 1810.

Aunque los invitados habían sido cuatrocientos, asistieron poco más de doscientas cincuentapersonas. Entre ellos había funcionarios, magistrados, sacerdotes, oficiales del ejército y milicias, yvecinos distinguidos de la ciudad. La decisión —aunque no unánime— fue deponer al Virrey Cisnerosya que la Junta de Sevilla que lo había designado ya no existía. Se encomendó el gobierno al Cabildo,que debía formar cuanto antes una junta para resguardar los derechos de Fernando VII. La crisis eraaguda, pero todavía se seguía respetando el lazo colonial.

La concepción del poder fundada en el derecho divino de los reyes debía ser reemplazada en teoríapor la soberanía popular, pero no era sencillo. Fue un momento de enorme incertidumbre, no sólo porla titularidad de la soberanía, sino también porque no existían claras alternativas a la monarquía comoforma de gobierno. La Revolución Francesa había terminado en la guillotina, y no había podidogarantizar la libertad política bajo una Constitución y sin excesos provenientes de la soberaníapopular.

El intento del Cabildo de incorporar en la Junta a Cisneros fracasó. El 25 de mayo, la Plaza de laVictoria (había cambiado su nombre en honor a la lucha contra los ingleses) fue nuevamente escenariode la agitación popular. El regimiento de Patricios lideró un movimiento que impuso los nombres delos nueve miembros de la Junta: Cornelio Saavedra la presidiría conservando para sí el supremomando militar; Mariano Moreno y Juan José Paso serían sus secretarios; Manuel Belgrano, Juan JoséCastelli, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea serían los vocales.

La Argentina no estaba en la cabeza de nadie por aquel entonces, pero había un grupo de dirigentesque, ante los factores externos que desencadenaron una crisis de legitimidad, decidieron hacersecargo; la constitución de la Primera Junta, el primer gobierno patrio o autónomo, formado por criolloso españoles americanos, fue un mojón clave de ese proceso. Sus integrantes y otros dirigentes de laépoca tomaron las riendas de un proceso político que terminaría en la formación de lo que pasarían aser las Provincias Unidas y más tarde la Argentina.

Junta y después

La Primera Junta que parió Mayo de 1810 fue un órgano colegiado de gobierno, con nueve miembrosen igualdad de condiciones, que debían tomar decisiones por consenso. Esto debía garantizar elcontrol mutuo, cerrando paso a la tentación del despotismo que podía significar una autoridadunipersonal. Buenos Aires pasó de ser así capital virreinal a eje de un proceso de autonomía yrevolución. Lo primero que hizo la Junta en relación al resto del Virreinato fue solicitar a los cabildosde las diferentes ciudades que enviaran diputados para conformar el nuevo gobierno, y enviar unacampaña militar para garantizar la fidelidad de los territorios independientes. Las miliciastransformadas en ejércitos encontraron su primera resistencia en Córdoba, donde residía Liniers.Buenos Aires estaba bloqueada por los españoles, y el ex Virrey era una figura muy popular en aquella

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ciudad por haber sido el héroe de la reconquista. Por orden de la Junta, éste, el gobernador cordobés yotros tres personajes que se negaron a obedecer fueron fusilados cerca de Cabeza de Tigre (hoylocalidad de Marcos Juárez).

Pero no todos los miembros de la Primera Junta coincidieron en el rumbo que debía tomar larevolución. La Junta no “funcionó en armonía y concordia”, como escribió en sus memorias donCornelio Saavedra. La corriente más radical fue encabezada por Moreno, para quien la soberanía delRey caído debía volver a los pueblos del Río de la Plata. El secretario de la Junta quería ir más rápidoque algunos de sus colegas, empezando por su mayor rival interno: Saavedra.

La división se cristalizó cuando un oficial jocoso osó “coronar” a Saavedra como el hombre fuertede la Junta durante un brindis organizado luego del triunfo obtenido en Suipacha. Como respuesta,Moreno impulsó el decreto de “supresión de honores”, que se aprobó el 8 de diciembre. Se establecióentonces que todos los miembros de la Junta fueran considerados iguales en atribuciones y honores, loque derivó en la quita del comando militar a Saavedra para pasárselo a la Junta en pleno.

Cuando en diciembre de 1810 llegaron a Buenos Aires los diputados enviados por los cabildos delInterior, el conflicto entre Moreno y Saavedra se profundizó. Habían pasado siete meses de larevolución, pero todavía no había consenso en qué tipo de gobierno debía conformarse. Moreno queríaque los diputados conformaran un Congreso que sancionara una constitución y estableciera una nuevaforma de gobierno, rechazando la soberanía del monarca y abriendo el camino a la emancipacióndefinitiva; Saavedra, respaldado por los nueve recién llegados, quería en cambio conformar una juntaampliada que asumiera el depósito de la soberanía del monarca, dando continuidad a la autonomíalograda en mayo de 1810, pero dentro del orden jurídico español.

La puja se resolvió a favor de Saavedra al crearse la Junta Grande: el depósito de la soberanía delmonarca quedó en manos de una junta que representaba a la capital y a las ciudades que habíanaceptado esta alternativa. Desplazado, Moreno reclamó asumir una misión diplomática a Brasil eInglaterra, que nunca pudo concretar ya que murió en altamar; su cuerpo —como era costumbre en laépoca— fue arrojado al mar.

En una situación de guerra e incertidumbre como la que atravesaba el Río de la Plata, la JuntaGrande demostró ser poco eficiente en la toma de decisiones. Como respuesta, Buenos Aires impusola conformación del Triunvirato. En el marco de una tremenda agitación, el 19 de septiembre de 1811,se llevaron a cabo las elecciones en las que resultaron electos los dos diputados de Buenos Aires,Feliciano Chiclana y Juan José Paso —que habían sido elegidos en un Cabildo Abierto días antes—, yel más votado de los apoderados del pueblo, Manuel de Sarratea. La Junta, descolocada, planteó ladivisión de poderes: el Triunvirato ocuparía el Ejecutivo; ella se reservaba las atribuciones delLegislativo, lo que duró poco tiempo ya que en noviembre el Triunvirato disolvió la Junta. Fue laautoridad central más concentrada desde mayo de 1810, pero aún gobernaba en nombre del Reycautivo.

Hacia la Independencia

En 1812, con Fernando VII todavía preso, España dictó la Constitución de Cádiz que confirmó al Reya cargo del poder ejecutivo y designó para ejercer el poder a un Consejo de Regencia. Se abrió así unpanorama entre regiones leales (que aceptaron esa norma) e insurgentes, entre las que estaba el Río dela Plata. Las cortes se negaron a negociar con América un régimen de autogobierno, lo que disparó eldilema: se era parte de la Nación española o se era rebelde de ella.

La Sociedad Patriótica morenista, con Bernardo de Monteagudo como referente, y la Logia Lautaro,

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con José de San Martín y Carlos María de Alvear, coincidieron en criticar la moderada actitud delTriunvirato. Ni la represión de la conspiración realista que terminó con la vida de su líder, Martín deÁlzaga, pudo contrarrestar esas acusaciones. El 8 de octubre de 1812, bajo el influjo de la Logia, elejército depuso al gobierno y constituyó el Segundo Triunvirato, para retomar la línea impulsada porla Sociedad Patriótica.

Para salir de esta encerrona, se convocó a la Asamblea General Constituyente, en enero de 1813. Elprimer Congreso Constituyente reunido en el Río de la Plata adoptó una retórica revolucionaria yrepresentó en parte el triunfo de la línea esbozada por Moreno. Se declaró independiente de “todaautoridad eclesiástica existente fuera del territorio” y excluyó de su juramento la fidelidad al ReyFernando VII. Dispuso también la libertad de prensa, la libertad de vientres, la extinción del tributo yel trabajo forzado (mita), y la supresión de los títulos de nobleza. No decidió sobre la independencia nisobre la forma de gobierno, pero consideró a los diputados representantes de los pueblos y por ende dela Nación, y entregó estabilidad al Triunvirato al quitarle el carácter de gobierno “provisorio”.

La Asamblea del Año 13 dio varios pasos adelante pero no consiguió declarar la Independencia. Porotra parte, la organización que adoptó —Triunvirato y, a partir de 1814, Directorio Supremo— le diopreeminencia a Buenos Aires en detrimento del resto de las provincias, lo que despertó el recelo deéstas, especialmente en la Banda Oriental y en el Litoral donde emergió como líder José GervasioArtigas.

Los problemas resurgieron cuando en 1814 fue restaurado el Rey Fernando VII en el trono deEspaña, que se sumó al avance de los realistas en buena parte de América hispana. En abril de 1815, lacaída del Director Supremo Alvear terminó con la primera experiencia constituyente. Se instauró parareemplazarlo un gobierno provisorio, con Ignacio Álvarez Thomas como director y una Junta deObservación de cinco miembros.

Para 1816, ya no había más margen para seguir con la incertidumbre: con la restauración de lamonarquía española o se volvía a la sumisión a la metrópoli o se declaraba la Independencia. Por otrolado, San Martín, con su Ejército en Mendoza, reclamó modificar el status jurídico de la Nación parapoder hacer la guerra por la Independencia: sin esa declaración, de acuerdo con la norma del derechode la época, toda acción bélica estaba destinada a ser calificada de bandidaje. Siendo un paísindependiente, la idea de San Martín se encuadraba bajo las normas del derecho de gentes y la acciónquedaba protegida. El gobierno, con poco sustento político, convocó a un Congreso Constituyente que,reunido en Tucumán, declaró la Independencia el 9 de julio de 1816. De ese congreso no participaronni la Banda Oriental ni las provincias del Litoral —que adhirieron a Artigas y su lucha contra elcentralismo de Buenos Aires—.

El tema central luego de 1816 pasó a ser cómo se organizaba políticamente ese nuevo espaciopolítico independiente: ¿a quiénes incluiría?, ¿bajo qué sistema de gobierno? En la época, la forma degobierno que tenía mayor consenso era la monarquía (soberanía de un Rey), que le ganaba a larepública (soberanía popular), la cual era excepción o tenía antecedentes muy lejanos. El único casoque se salía de la normalidad de la época eran los emergentes Estados Unidos.

En los sectores de la elite primaba la idea de copiar la fórmula monárquica para construir unrégimen con una cierta estabilidad. La monarquía era lo que había existido en los tres siglosanteriores, era lo bueno conocido, era la salida conservadora y cauta porque arrastraba categorías yjerarquías sociales ya aceptadas en la población. Por eso no debe llamar la atención que hubierapróceres con ideas monárquicas cuando la monarquía era el sistema más difundido y aceptado. Unospropusieron importar un Rey de Francia, otros sugirieron un Rey que surgiera de los pueblosoriginarios —para lograr consenso en las ciudades del Interior—.

Hubo voces, sin embargo, que pugnaron por otros sistemas de gobierno que permitieran unarepresentación un poco más amplia de los sectores de la población por la vía de la elecciones, lo que

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sería un sistema republicano. El mayor exponente de esta propuesta era el artiguismo, que planteabaun sistema republicano bastante radical.

La situación europea condicionaba. Después de la derrota de Napoleón, había venido laRestauración, donde las ideas monárquicas volvieron a prevalecer. La actitud de los pro monárquicosera pragmática: si se creaba una monarquía, se suponía que el país tendría más posibilidades de serreconocido por los poderes europeos. Como ha apuntado Hilda Sabato, “la opción por la Repúblicacomo fundamento del poder significa una ruptura radical, cuando Europa renovaba la apuesta por lamonarquía”.

Belgrano se mantuvo fiel a sus ideas y a lo que observó en su viaje a Europa: su militancia fue afavor de una salida monárquica, pero la realidad es que el país fue republicano por necesidad y porfalta de consenso alrededor de una opción monárquica.

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Segunda Parte

MANUEL BELGRANO,UN HOMBRE DE ACCIÓN

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CAPÍTULO 4

PADRE RICO (Y CONTRABANDISTA)

“Nunca estoy más contento que cuandohago una cosa que contemplo merecerá la aprobación

de mis padres a quienes deseo guardeel Todopoderoso muchos años.”

Carta de Manuel desde España a su padre,10 de febrero de 1790

Es imposible escindir la suerte de Manuel Belgrano en el Estado y en la política de la fortuna de supadre y protector, Domingo Belgrano Peri (Pérez en su versión hispanizada). El abultado patrimonioque adquirió don Domingo a lo largo de su vida habla de las condiciones en que se formó quien luegosería referente de la Revolución de Mayo y de las luchas por la Independencia.

El propio Manuel cuenta en su Autobiografía cuáles fueron los medios que le permitieron educarsey alcanzar su posición:

La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le tocó el tiempo del monopolio,adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquellaépoca.

Gran paradoja de la historia argentina: la educación del prócer fue posible gracias al comerciomonopólico y, en parte, al contrabando. Pero fundamentalmente fue posible gracias a la periciacomercial de aquel inmigrante italiano que pertenecía a una familia de cierta importancia pero quehabía llegado a América con una mano atrás y otra adelante.

A fines del siglo XVIII, Domingo Belgrano era uno de los hombres más ricos de Buenos Aires yposiblemente de todo el Virreinato del Río de la Plata. El historiador Jorge Gelman, en un artículotitulado “De mercachifle a gran comerciante. Los caminos del ascenso en el Río de la Plata”, haestudiado en profundidad la evolución de su fortuna y pudo determinar que la suya, al morir, era lasegunda más importante de la ciudad.

Su patrimonio neto al morir en 1795 llegaba a los 370.686 pesos y 5 5/8 reales, cifra que loposicionaba apenas detrás del más rico (Segurola, con 395.077 pesos) y por delante del tercero,Tellechea, que supo tener 308.399 pesos. Esto confirma que —en palabras de Gelman— “un modestoinmigrante como (Domingo) Belgrano llegó a convertirse luego de 40 años de actividad en este granpersonaje de fines del período colonial”.

¿Cómo lo logró?

Oriundo de Oneglia, Italia, Domingo Belgrano viajó a Cádiz en 1750 en busca de oportunidades en elcomercio. Más tarde, luego de haber obtenido la licencia real, pasó a Buenos Aires, donde obtuvo la

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carta de naturaleza de Indias, documento que lo habilitó para iniciarse en la actividad comercial. En1757, se casó con María Josefa Casero, joven oriunda de Santiago del Estero y perteneciente a unafamilia “no muy rica”, según Gelman. De hecho, la única herencia que recibió de sus suegros fue partede una casa que éstos tenían en Buenos Aires, lo que probablemente ayudó a que la pareja seestableciera pero no justifica su crecimiento económico posterior.

Los años en los que Domingo Belgrano ejerció el comercio fueron convulsionados políticamente:guerras en el Viejo Continente perjudicaron el intercambio con España; en 1776 se creó el Virreinatodel Río de la Plata y en 1778 se aprobó el Reglamento de Comercio Libre que lo único que liberó fueel comercio entre colonias (Buenos Aires fue uno de los nuevos puertos autorizados). En medio de lostumultos políticos, y en gran parte favorecido por ellos, el padre de Belgrano logró un aceleradoascenso económico y, por ende, social.

Para establecer cómo Domingo Belgrano aumentó su fortuna, Gelman ha estudiado documentos dela época, especialmente actas notariales de las décadas de 1760 a 1790. De los mismos surge que elprimer año importante de su carrera comercial fue 1766, cuatro años antes del nacimiento de Manuel.En números, siguiendo los datos que proporciona Gelman, se observa claramente su evoluciónpositiva: en 1764-66 realizó operaciones por 47.896 pesos; en 1776-78, por 97.891, y en 1784-86 llegónada menos que a 314.891. Un crecimiento notable que se disparó con los cambios político-comerciales que estableció la Corona borbónica en el período 1776-78.

Ayuda de su yerno

Con María Josefa Casero tuvieron dieciséis hijos. Domingo repartió a sus hijos varones entre lasarmas, la Iglesia y la administración pública. A dos de ellos, Miguel y Manuel, los mandó a estudiar aEspaña. En el período crítico de la creación del Virreinato (1776) casó a una de sus hijas, MaríaFlorencia, con Julián Gregorio Espinoza, importante comerciante y hacendado de la Banda Oriental; ya otra hija, con uno de los administradores de las Misiones.

Al momento de casarse con María Florencia Belgrano, Espinoza tenía un capital de 212.042 pesos y4 7/8 reales. Por el monto de sus riquezas, la variedad de sus actividades, y porque murió unos pocosaños después, Gelman deduce que, cuando se casó, este rico comerciante era mucho mayor que lahermana de Manuel.

“La alianza familiar con Espinoza va a ser importante en la carrera posterior de Belgrano”, razonaGelman. Sin ir más lejos, el mismo año del casamiento, Espinoza le dio a su suegro un préstamo por18.331 pesos en “efectos de castilla y ferretería” en condiciones altamente favorables: a pagar en dosaños con cueros. Para cuando venció el crédito, Domingo Belgrano había comenzado a haceroperaciones directas con España. Es decir que el yerno, en vez de ser ayudado por su suegro, habríasido clave en el desarrollo profesional de éste.

Así, aquel modesto inmigrante inició una “fulgurante carrera hasta convertirse en uno de los másimportantes comerciantes de la ciudad”, leemos en el libro de Raúl Fradkin y Juan Carlos Garavaglia.Llegó a Buenos Aires antes de las reformas borbónicas, pero su fortuna se multiplicó especialmentecon la creación del Virreinato, en 1776, que hizo crecer la actividad comercial a lo largo de la ruta queunía Buenos Aires con Potosí. Desde entonces, casi todos los productos que se consumían en el Norte,ingresaban por el puerto de la nueva capital. Este cambio impulsó el enriquecimiento de losmonopolistas de Buenos Aires.

El padre de Manuel no se especializó en un solo rubro, sino en todo lo que pudiera comerciarse.Desde oro y plata a esclavos, pasando por los llamados “frutos del país”. Su radio de operaciones iba

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de Cádiz a La Coruña, de Francia a Inglaterra. En América, tenía negocios con Brasil, Lima, Santiago,Córdoba, Corrientes, las Misiones, Asunción y Potosí.

A Brasil llevaba plata y traía esclavos, a los que vendía en Buenos Aires y en Lima. A esta últimacapital y a Potosí llevaba y traía un poco de todo: cuero, lana, ponchos, harina, yerba, tabaco, madera,oro y plata. Lo mismo hacía con las ciudades del Viejo Continente: España, Francia e Inglaterra. Conel Litoral y Paraguay comerciaba los llamados “efectos de la tierra”, entre ellos yerba, cuero, tabaco ymadera. Como comerciante, se dedicó también a la venta minorista con una tienda de venta al público.

En su derrotero comercial creó varias “compañías” para desarrollar sus negocios. Se trataba de unafigura contractual de origen medieval, que constituía un acuerdo entre partes para realizar unaoperación bien delimitada. Creó dos “compañías” con otras personas para que atendieran una pulperíaen una estancia en la Banda Oriental y una tienda en Buenos Aires; otras siete “compañías” paravender efectos de Castilla en el interior del Virreinato y una “compañía” para comprar esclavos enBrasil y venderlos en Lima. Belgrano Peri solía aportar el capital y sus socios, el trabajo personal, y engeneral los negocios se dividían por mitades. A través de este sistema de “compañías”, don Domingologró “ampliar su red de actividades sin tener que aportar ningún trabajo personal y garantizándose unmáximo de beneficios”, apunta Gelman. Todas estas actividades las seguía a través de gente deconfianza, como Francisco de la Peña Fernández o uno de sus hijos, José Gregorio Belgrano, a cargode una de sus tiendas en Potosí.

Pero su actividad económica no se limitaba al comercio. Con sus ganancias, Domingo Belgranoinvirtió en inmuebles, chacras y estancias. En Buenos Aires, poseía más de veinte casas y terrenos,que alquilaba para sacar renta. Adquirió y administró dos chacras de cultivos y árboles en lascercanías de la ciudad de Buenos Aires: una en la costa de San Isidro y otra en la barranca del río LasConchas. Y en las dos chacras que tenía en Arrecifes y en la Banda Oriental se dedicó a la cría deganado. Fue dueño además de hornos de ladrillos y prestamista, incluso de funcionarios (lo queseguramente le garantizaba la continuidad de sus actividades ilegales).

Contrabando

Desde el siglo XVI, regía en las colonias hispanoamericanas un estricto sistema de comercio basadoen el monopolio, que apuntaba a garantizar que los metales preciosos circularan hacia España. Elmetal se concentraba en los puertos de Veracruz (México) y Lima (Perú), únicas plazas autorizadaspara ejercer el comercio con la metrópoli. Pero este estricto control sobre el comercio, por el cualEspaña controlaba la cantidad de barcos, la frecuencia de los viajes y los puertos, pronto derivó en lapráctica del contrabando. Buenos Aires fue una de las ciudades que optó por el comercio ilegal.

A fines del siglo XVI y durante buena parte del siglo XVII, para evitar que la ciudad de BuenosAires se despoblara y frenar el avance de las potencias enemigas, la Corona decidió permitir ciertasprácticas de comercio a los habitantes y hasta toleró algunas violaciones a las normas, pero estaapertura se dio a cuentagotas. El contrabando llegó a ser la actividad más productiva de la ciudad y laforma de sostener un grado razonable de desarrollo.

Los historiadores consideran al contrabando como algo parecido a una válvula de escape a lascontradicciones del sistema monopólico. Un documento de 1760 afirma que el contrabando “se hacesin reparo y a la vista publica”, y asegura que “los encargados de los registros avalan o participan delcomercio ilegal”. La alternativa legal que tenían los habitantes del Río de la Plata era trasladarse hastael mercado de Potosí; la distancia era extremadamente larga y los precios allí eran los más caros deHispanoamérica.

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En cambio, por el contrabando, todo tipo de mercaderías llegaban a las casas de aquella aldea queera Buenos Aires, que no sólo consumía productos de primera necesidad, sino también artículos delujo. El contrabando hizo que las costumbres se refinaran.

Los barcos, colmados de productos ilegales, solían llegar al puerto de Buenos Aires denunciandoalguna avería. Las autoridades decomisaban el cargamento, que terminaba “bajo custodia” en casas devecinos de la ciudad. La mercadería se subastaba y era adquirida por comerciantes cercanos al capitándel barco. Luego, todo —esclavos y mercadería— era rematado en la Plaza del Cabildo; entonces, selegalizaba el ingreso. Todo estaba arreglado.

Los negros de África eran el producto más comerciado, en lo que constituyó un negocio muylucrativo. En el Riachuelo, por ejemplo, había quintas donde se desembarcaba a los esclavos a la luzdel día. El comercio legal de esclavos se hacía a través de compañías que los traían a Buenos Airespara venderlos a 300 pesos. Pero los esclavos ilegales que habían sido comprados, por ejemplo, en laisla de Santo Tomás, por un costo de 80/100 pesos “según el tamaño”, se vendían en Buenos Aires aunos 180/200 pesos (previa inversión de alimentación, gastos de traslado y deducida una tasa demortalidad). Luego se revendían en Chile, Tucumán o Perú a 400 o 500 pesos. Era un negocioredondo.

Según lo describe Gondra en su libro Las ideas económicas de Manuel Belgrano, don Domingo“pertenecía a esa holgada clase de mercaderes cuya moral privada era tan rígida en el hogar comoflexible en los negocios”. Y agrega que su observancia de las buenas costumbres “no conocía másexcepción que la de defraudar al fisco practicando a todo riesgo el contrabando”.

Quizás como consecuencia de todo lo anterior, el padre de Belgrano tuvo una notable inserción en elaparato político colonial. En 1772, se integró a los cuerpos militares como capitán en las milicias decaballería. Luego accedió a cargos de relevancia, honoríficos y pagos: fue regidor del Cabildo, elprimer contador de la Real Aduana de Buenos Aires y hasta tesorero de la Hermandad de la SantaClaridad.

En la visión de Gelman, fue un comerciante más parecido a los grandes de México que a los máshumildes del Río de la Plata: diversificó al máximo sus actividades, comerció con todas las regiones yproductos posibles, y supo articular el comercio con la propiedad, las inversiones y el negociofinanciero.

También aprovechó muy bien los cambios en los patrones de comercio, se relacionó con Francia eInglaterra, no dudó en emprender el comercio ilegal, y supo aprovechar la interrupción del comerciocon España durante las guerras europeas (por ejemplo, para dedicarse al tráfico de esclavos desdeBrasil).

Su habilidad para los negocios, la alianza con Espinoza, la creación del Virreinato y la liberación,aunque parcial, del comercio explican la fortuna conseguida y sus conexiones en el sistema colonial;todo ello a su vez justifica que pudiera dar a sus hijos lo mejor de la época. Sólo atravesó un malmomento cuando en 1788 fue apresado, y embargaron sus bienes, por ser sospechoso de estarvinculado a la quiebra y el fraude cometidos por un amigo suyo. Pero el caso fue clarificado pocotiempo después. Domingo Belgrano Peri murió en 1795, cuando su hijo se consolidaba comofuncionario del Rey y referente de la Ilustración católica en Buenos Aires.

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CAPÍTULO 5

UN JOVEN PRIVILEGIADO

“Confieso que mi aplicación no la contrajetanto a la carrera que había ido a emprender,

como al estudio de los idiomas vivos,de la economía política y al derecho público.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, hijode María Josefa González Casero (santiagueña) y Domingo Belgrano Peri, un italiano nacido enOneglia (pequeño puerto de la costa del golfo de Génova, en la Liguria italiana), que llegó a BuenosAires hacia 1759. Dueño de una fortuna en expansión, Domingo logró ocupar un lugar relevante en lasinstituciones y en la sociedad colonial rioplatense. Fue contador de Aduana, Regidor del Cabildo ySíndico de la ciudad en dos oportunidades.

Octavo de dieciséis hermanos (de los que sobrevivieron doce), Manuel Belgrano primero asistió a larudimentaria Escuela de Dios, que funcionaba en el convento de los Dominicos, orden con la que sufamilia sostenía un vínculo estrecho. En 1784, a los 14 años, ingresó en el Real Colegio de San Carlos,donde a lo largo de dos años y medio cursó Metafísica, Física y Filosofía. Su profesor fue José LuisChorroarín, protagonista también de las jornadas de Mayo de 1810.

El colegio de San Carlos, cuna del pensamiento ilustrado de muchos referentes de la generación deMayo, fue fundado por el Virrey Vértiz y Salcedo en 1783 sobre la base de lo que había sido elColegio de San Ignacio, conducido por los jesuitas hasta su expulsión en el año 1767. Más tarde seconvirtió en el Colegio de Ciencias Morales, antecesor del actual Colegio Nacional de Buenos Aires.Estaba ubicado en la misma manzana donde hoy se ubica éste, junto a la Iglesia de San Ignacio, enAlsina y Bolívar.

En su Autobiografía, Belgrano describe cómo evolucionó su educación, gracias a la bonanza de sufamilia y a la riqueza de su padre:

Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina, filosofía y algo deteología en el mismo Buenos Aires. Sucesivamente me mandó a España a seguir la carrerade leyes, y allí estudié en Salamanca; me gradué en Valladolid, continué en Madrid y merecibí de abogado en la Cancillería de Valladolid.

Con 16 años, viajó a estudiar a la España de Carlos III, Carlos IV y de Francisco de Goya, donde seanotó para la carrera de Leyes en junio de 1787 en la Universidad de Salamanca. Primera hermosaparadoja: el considerado “primer economista argentino” en realidad fue abogado. Su padre Domingoobtuvo la autorización virreinal para enviar a dos de sus hijos para que “se instruyan en el comercio,se matriculen en él y regresen con mercadería a estos reinos”, según reproduce De Marco, pero lavocación del joven Manuel iría por un camino muy diferente. La historia de los estudios españoles deBelgrano es singular e incluye una travesura.

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Una avivada

Belgrano llegó a España en 1786; desembarcó en La Coruña en octubre y rápidamente partió aSalamanca. El 20 de noviembre se presentó en la universidad para inscribirse, acreditando tres años deestudios en el Real Colegio de San Carlos. Pero el certificado que llevaba consigo no especificaba lasmaterias que había cursado, por lo que no se lo reconocieron. Para sortear la dificultad, tuvo quecomenzar a cursar como oyente y rendir un examen de Filosofía Moral. Al mismo tiempo, solicitó aBuenos Aires un nuevo certificado, que luego no le hizo falta. El 18 de junio de 1787 pudo finalmenterendir el examen y regularizar su situación. En un documento fechado ese día consta la inscripción de“Don Manuel Belgrano Pérez, natural de la Ciudad de Buenos Ayres, Reino del Perú”.

Cuando Belgrano llegó a España, funcionaban allí 16 universidades; Salamanca era la másprestigiosa y, con 1.859 alumnos, también la más concurrida. Según cuenta Elías Díaz Molano, el pasodel prócer argentino por allí coincidió con el fin de la universidad según la pensara Carlos III —comoparte de sus reformas— y el inicio de una etapa más restrictiva, fruto del miedo de Carlos IV a lainfluencia de las ideas de la Revolución Francesa. Los estatutos y planes que rigieron en las diferentesuniversidades españolas a partir de 1772 fueron diseñados por Pedro Rodríguez de Campomanes, alfrente del Consejo de Castilla, cuyas ideas serían tomadas y discutidas por Belgrano como veremosmás adelante. Según el nuevo plan, para alcanzar el título de Bachiller en Leyes, se debían aprobarcuatro años; para la licenciatura, se exigían siete años y para el doctorado, ocho.

Los primeros historiadores que fueron a buscar sus rastros a Salamanca se encontraron con unasorpresa: el nombre de Belgrano no aparecía entre los graduados ya que cursó allí solamente dos años.Sí hay en la histórica universidad dos placas que lo rememoran: una a la entrada de un aula y otra alingreso del claustro, debajo del antiguo edificio.

La noticia saltó en 1949, cuando se descubrió que Belgrano se había graduado en realidad enValladolid. Pero más confusión agregó el hecho de haber encontrado en su registro de inscripción enValladolid certificados de estudios de la universidad de Oviedo. Según los mismos, Belgrano ingresó adicha universidad en 1782, con sólo doce años, y terminó de cursar en 1788, lo cual no es posibleporque llegó a España en 1786. En otro documento hallado en su legajo de Valladolid, Belgranosolicita se le reconozcan esos estudios en Oviedo y pide fecha de examen de Bachiller en Leyes, quese le concedió para el 28 de enero de 1789, con cuya aprobación obtuvo el título. Al inscribirse enValladolid, no mostró ningún registro de su paso por Salamanca.

Primera confirmación: Belgrano se formó en Salamanca pero se graduó en Valladolid, y pudoinscribirse allí con un certificado falso de la Universidad de Oviedo. Se trataba sin duda de unprocedimiento bastante común en la época al que recurrieron personalidades importantes, comoGaspar Melchor de Jovellanos (pensador de la Ilustración española, que influyó también en Belgrano).

A la hora de explicar las motivaciones de Belgrano para conseguir su título usando un documentofalsificado, y mediando un cambio de universidad, los historiadores discrepan. Una hipótesis paraexplicar esto es que Valladolid pedía dos cursos para graduarse y Salamanca cuatro, y el joven Manuelestaba apurado por graduarse para dedicarse a lo que le gustaba, que era la economía. Por eso pudohaber terminado los dos cursos de Salamanca e irse a Valladolid a obtener el título.

Los historiadores también argumentan que en Salamanca se demoraron varios meses en reconocerlesus cursos en Buenos Aires, lo que lo mantuvo desanimado ante la imposibilidad de matricularse. Esen ese contexto que Belgrano consigue (o falsifica) un comprobante de estudios en Oviedo y lopresenta en Valladolid, para tener una alternativa a sus estudios en Buenos Aires. En otra palabras, setrataría de una “mentira piadosa” que encubre su voluntad de terminar sus estudios cuanto antes.

Si su cursada en tierras americanas no iba a servirle para matricularse, entonces inventaría una entierras españolas. Belgrano nunca estudió en Oviedo, sino que habría sido un recurso para inscribirse

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mientras no le aprobaban su cursada de Buenos Aires. Una vez que esto se destrabó, siguió adelante,pero los documentos presentados quedaron para la posteridad. No podía imaginar aquel joven de 16años que mucho tiempo después irían los historiadores a hurgar en los archivos de la universidadespañola.

El historiador Miguel Ángel De Marco vincula la travesura de Manuel Belgrano con el juicio que laCorona abrió contra su padre en 1788. Don Domingo fue a prisión, y sus bienes fueron confiscados,sospechado de estar vinculado en la quiebra de su íntimo amigo y administrador de la Aduana,Francisco Ximénez de Mesa. Esta explicación tiene sentido si se considera que inmediatamentedespués de obtener el título en Valladolid, Belgrano se instaló en Madrid, en casa de su hermanaMaría Josefa, casada con José Calderón de la Barca. Allí se abocó a aclarar el caso de su padre paraque se le restituyera la libertad, los bienes y se lo reivindicara públicamente. En cartas a sus padrescuenta que contrató como defensor al Dr. José Ignacio de Salas, según él, “el más célebre abogado deMadrid”; habla de sus intentos por acelerar el proceso judicial enredado en la burocracia de la Justiciaespañola, y reconoce que sus posibilidades de colaborar eran escasas; “mi poca experiencia y mi pocahabilidad no lo permiten”, escribe. Finalmente, don Domingo quedó en libertad en 1790.

Los historiadores también sostienen que detrás de la decisión de Belgrano de acortar sus estudiosestaba su espíritu libre, inquieto, que hacía que las clases le produjeran tedio y se inclinara poraprender de otras maneras: viajando, leyendo y asistiendo a cursos por fuera de la carrera de Leyes.

El hijo contradice a la madre

En Salamanca, concurrió al curso de Economía Política que se dictaba en la Academia de DerechoEspañol y Práctica Forense, que presidió Ramón de Salas y Cortés. Aparte de las reunionesdominicales de la Academia, en casa de Salas y Cortés se realizaban tertulias en las que se comentabael contenido de libros nuevos. Es probable, según Díaz Molano, que Belgrano haya participadotambién de las mismas.

En Madrid, frecuentó salones en los que se intercambiaban opiniones y lecturas sobre diversostemas y participó de las sesiones de la Sociedad de Santa Bárbara, también abocada al estudio de laEconomía Política. En su Autobiografía, cristaliza su preferencia por esta área de estudio frente a lasLeyes: “Confieso que mi aplicación no la contraje tanto en la carrera que había ido a emprender, comoal estudio de los idiomas vivos, de la economía política y el derecho público”.

Su oposición a la vida universitaria, especialmente a las carreras de Leyes, la deja ver también enuna carta a sus padres fechada el 10 de febrero de 1790, en Madrid. En ella, desestima el pedido de sumadre de volver a la universidad de Leyes para completar el doctorado, lo que le hubiera otorgado,según ella, oportunidades laborales y prestigio social. En la misiva destaca el amor y el respeto a sumadre tanto como la defensa de sus convicciones. No acepta “gastar tiempo en sutilezas de losromanos”, y prefiere abocarse a “estudiar cosa más útiles”. En sus palabras: “Del todo desistograduarme de Doctor. Lo contemplo una cosa muy inútil y un gasto superfluo, a más de que si he deser abogado me basta el grado que tengo y la práctica que hasta hoy voy adquiriendo”.

En esa carta, muestra además interés práctico por la economía al comentarle a su padre en quéhabría podido invertir su dinero, si la Corona no se lo hubiera incautado: “En estos tiempos se puedeganar dinero con el trigo, con las carnes saladas y otros ramos de industria, como es ver si se puedeplantar arroz en ese país”.

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Libros prohibidos

En aquella carta ya revela su pasión por la lectura: “He comprado el Balcárcel y el Oráculo de losFilósofos, los que leeré después que acabe con el inmortal Montesquieu Esprit des lois (Del Espíritude las Leyes), que actualmente tengo entre manos”. Formarse era para Belgrano una pasión y unanecesidad, empezando por comprender a la Ilustración francesa: Montesquieu y Rousseau, entre otros.

En la época no se podía leer lo que se quisiera. La Inquisición, guardiana de la religiosidad católica,era la que decidía qué lecturas estaban permitidas. En 1790, ya en Madrid, Belgrano le escribió unacarta al Papa Pío VI pidiéndole permiso para leer obras incluidas en el Index: “Para tranquilidad de suconciencia y aumento de la erudición, a V.S. suplico le conceda permiso para leer y retener librosprohibidos en la regla más amplia”. En septiembre de 1790, éste le fue concedido, exceptuando loslibos astrológicos, supersticiosos y obscenos.

Al igual que Moreno en Chuquisaca, Belgrano pidió autorización para leer algunos de estos textoscon la excusa de que pretendía conocerlos para luego rebatirlos mejor. La realidad era diametralmenteopuesta: terminaban siendo alimento para jóvenes con ansias de reformas. Según cuenta AntonioMestre Sanchis en su artículo “Religión y cultura en el siglo XVIII”, solamente unas 600 personastenían licencia para leer libros prohibidos en España allá por 1776/1790.

Impacto europeo

Intrigado por conocer Europa más allá de Madrid, Belgrano viajó por Italia, parte de Francia y lasregiones españolas de Castilla, León y Galicia. Antes de partir, se dedicó a aprender francés e italiano.“Tuvo oportunidad, así, de enterarse de la situación deprimente en que vivía el pueblo de la península,confirmando sus observaciones con la lectura de autores como (Francisco) Cabarrús y Jovellanos, quehabían escrito sobre el mismo asunto”, escribe Díaz Molano.

Un hecho significativo coincidió con sus estudios en España y lo marcó para siempre. Durante superiplo europeo, “la Revolución de 1789 encendió su espíritu juvenil (…) las ideas de igualdad ylibertad se apoderaron de su alma”, dice Gondra. Belgrano mismo lo cuenta en su Autobiografía:

Como en la época de 1789 me hallaba en España y la Revolución de Francia hiciese lavariación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, seapoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos enlos que se oponían a que el hombre no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturalezale habían concedido.

En definitiva, el joven Manuel tuvo lo que pocos: se educó en Europa gracias a los beneficiosobtenidos por su padre, un comerciante acaudalado que le financió educación, roce social y viajes.Este acceso a la mejor educación, y el tiempo para dedicarse a lo que le interesaba (aprender idiomasy economía, por fuera de la carrera de leyes) trazó una personalidad que en el Río de la Plata luego sedestacaría. Según Gondra, Belgrano tenía el perfil de un “indiano rico” por su simpatía, modalesdistinguidos y abundantes recursos económicos. Haciendo gala del mismo accedió a los salones másimportantes y cultivó relaciones en una sociedad, según De Marco, de “costumbres bastantelicenciosas”. Fue en ese medio que se contagió de sífilis, la enfermedad que lo acompañó toda su viday que le trajo grandes sufrimientos.

Luego de realizar las pasantías correspondientes, el 31 de enero de 1793 Belgrano se presentó en la

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Cancillería de Valladolid, donde rindió y aprobó su examen de abogado. Tenía solamente 23 años. Conel título en mano, ayudado por su cuñado se dedicó a conseguir un puesto en “alguna Secretaría deEmbajada, y según mi aplicación y el talento que tenga, puedo llegar a ocupar algún cargo de enviadoo ministro plenipotenciario”.

Anoticiado de que se gestionaba en Buenos Aires la creación de un Consulado de Comercio, enfebrero de 1793 se interesó para que el Rey lo designara como asesor del mismo. Tenía para exhibir sutítulo de bachiller y el de leyes: un joven educado, de buena familia, era una buena apuesta para elcargo. Dos meses después, le llegó una noticia que superaba sus expectativas: había sido nombradosecretario. La real cédula se publicó en Madrid en enero de 1794 y en febrero Belgrano emprendió suregreso. Llegó a Buenos Aires en mayo de ese año, convertido en abogado e impregnado de un debateintelectual que no existía en el Río de la Plata. “Buen mozo, pudiente, mundano, galante, versado enciencias económicas, política y filosofía”, apunta Héctor José Iñigo Cabrera, en “Belgrano y suépoca”.

Un joven distinguido

Cuando retornó a su “patria” (la américa española), Buenos Aires contaba con unos 40.000 habitantes;era una ciudad que estaba en plena expansión económica, impulsada por el comercio.

Bartolomé Mitre describe al Belgrano recién llegado: “Joven, rico y de buena presencia, todas laspuertas se abrían a su paso. El prestigio de un viaje al Viejo Mundo, su instrucción variada, susconocimientos de la música, su título de abogado, las consideraciones que había merecido en lametrópoli, y sus maneras afables y cultas, contribuyeron a darle un lugar distinguido en la sociedad ya ponerle en relación con los jóvenes más inteligentes de la época”.

Por su parte, Vicente Gesualdo, en su artículo “Sastres, modistas y tiendas”, ubica a Belgrano entrelos jóvenes distinguidos que se hacían notar en el reducido grupo ilustrado y burgués de Buenos Aires:“Hijo de un genovés, Belgrano era rubio de ojos azules, aspecto pulcro, vestía muy bien”. Hablabaitaliano a la perfección, además de francés e inglés y un poco menos el alemán. Gesualdo relata que alregresar de Europa sus amigos lo tildaban “doctor Buñuelos” por estar su cabeza llena de nuevasideas.

Ese joven privilegiado que fue un súbdito fiel y un católico ferviente, ilustrado defensor de ideasmodernas, mutó en revolucionario ante los cambios europeos y la crisis de la Corona española. Yaveremos cómo y por qué.

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CAPÍTULO 6

FUNCIONARIO DEL REY

“El comerciante no conoce más patria, ni más Rey,ni más religión, que su interés propio.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

La creación del Virreinato en 1776 potenció las posibilidades económicas de la región, alcanzandogran centralidad y protagonismo en la generación de riquezas. En ese contexto es que, en 1794, se creóel Consulado de Comercio de Buenos Aires para completar un esquema de gestión que nacía delVirrey y se complementaba con el Cabildo, la Audiencia y unas escasas milicias urbanas.

El comercio de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX estaba en pocas manos. A decir de PedroNavarro Floria, quien investigó la historia del Consulado, el de los comerciantes era un grupo de“grandes clanes” entre los que se destacaban los Azcuénaga, los Basabilbaso y los Lezica. Estosúltimos representaron un recambio generacional dada la llegada de inmigrantes en la segunda partedel siglo XVIII, y eran más proclives a las ideas del catolicismo ilustrado.

Los vínculos sociales y familiares eran evidentes: entre 1794 y 1806 se cuentan cinco funcionariosprovenientes de la familia Balbastro, otros cinco de los Lezica y dos de los Basabilbaso. Estos gruposfamiliares (de origen peninsular norteño, preferentemente vascos) eran símbolo de riqueza, prestigiosocial y poder.

El gremio mercantil mandaba aun cuando los hacendados no gozaban de influencia social. Elcomercio era su actividad económica pero también lo que les daba un lugar (status) en la sociedad.Los parentescos por vía femenina eran una vía de ascenso: la movilidad social de los inmigrantesmuchas veces implicaba sellar un trato comercial casándose con la hija de un funcionario de la Coronao de una antigua familia de comerciantes.

Los Consulados surgieron en España y en América como parte de las reformas de Carlos III y comorespuesta a las demandas de las burguesías mercantiles españolas europeas y españolas americanas.Esta institución fue en parte una corporación gremial o profesional (orientada a garantizar laresolución de conflictos a los grandes comerciantes), pero también una dependencia estatal para laadministración mercantil y una herramienta para el fomento de la economía y el comercio. Fueron,además, “el camino de esos grupos mercantiles e ilustrados dominantes para el acceso al poder y parala difusión de las ideas y de las nuevas pautas culturales de su tiempo”, según Navarro Floria. A travésde su accionar en los Consulados, los grupos dominantes del sistema colonial expresaron grados deautonomía y hasta de infidelidad respecto de la metrópoli, especialmente en tiempos de crisismonárquica.

Junto a los Consulados de comercio se creaban otras instituciones como las Compañías comercialesy las sociedades económicas de amigos del país. Éstas últimas reunían a comerciantes, artesanos,campesinos acomodados, nobles y personajes locales distinguidos, con un propósito cultural y deasociación para maximizar su influencia. En este sentido, fueron grandes difusoras de las nuevas ideasde los pensadores ingleses, franceses e italianos.

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El Real Consulado de Buenos Aires

Buenos Aires era un puerto comercial en ascenso, gracias al comercio legal y al contrabando, ya antesde la creación del Virreinato. Esto generó una corriente de opinión entre los comerciantes a favor deorganizarse corporativamente. El pedido inicial a favor de un Consulado para Buenos Aires (ya existíauno en México y otro en Lima) fue del 7 de julio de 1785, por iniciativa de una junta de comerciantesrepresentados por Manuel Rodríguez de la Vega, Bernardo Sancho Larrea y Martín Sarratea.Argumentaban que el Reglamento de Comercio Libre de 1778 permitía su creación donde hubierapuertos habilitados para el comercio. La ventaja, según el pedido, era “tener jueces particulares deentre sí mismos” para administrar el tráfico mercantil. Aquella petición fue respaldada por una juntade quince miembros, entre quienes figuraba el padre de Belgrano, Domingo Belgrano Peri (junto alandaluz Antonio Obligado, los únicos dos que no eran vascos).

Aunque no prosperó, fue un antecedente relevante que se retomaría en 1790 cuando el VirreyArredondo y la Audiencia reiniciaron el trámite. El 30 de enero de 1794, Carlos IV decretó enAranjuez la fundación del Consulado de Buenos Aires, alineado con los intereses de la Corona.

Entre las funciones que debía cumplir se destacaban la protección y fomento del comercio, elprogreso de la agricultura, la mejora en el cultivo, la introducción de las máquinas y herramientas másventajosas y el estudio de dichos ramos de la economía. Como funciones específicas, se le confiaba eltrazado de caminos, la manutención del puerto de Montevideo y la construcción de un muelle enBuenos Aires.

En el Archivo General de Indias están los documentos que muestran la formación de la primeraJunta del Consulado, y adjunta una lista de 150 comerciantes que cayó en manos del ex Virrey Loretopara su revisión (anotó los cargos que podrían ocupar cada uno, ventajas y desventajas). La llegada deBelgrano a la Secretaría del Consulado, a pesar de ser criollo, refleja —no sólo los contactos de supadre— sino la influencia que ya podía tener el mérito en la carrera de una persona. En carta a supadre del 10 de febrero de 1790, desde Madrid, Manuel escribe:

Hemos salido de los tiempos de Gálvez y nos hallamos en otra situación, se premia ahora elmérito y no se consigue [un cargo] con dinero tan descubiertamente como en aquellostiempos.

¿De que se ocupó realmente el Consulado? Navarro Floria marca el papel gremial y gubernativo quecumplió, especialmente desde su creación hasta las Invasiones Inglesas. Sus áreas de trabajo fueron loeconómico, lo cultural y lo socialinstitucional.

En la primera función se dedicó a buscar soluciones a la quiebra del comercio atlántico español y adefender los intereses económicos locales, en parte con la regulación y la obra pública. En el segundoterreno cumplió una tarea de difusión de las nuevas ideas y de creación de herramientas para laformación: las escuelas de Náutica y Dibujo fundamentalmente entre 1799 y 1807, que fracasaron porfalta de apoyo de la Corona. No fuera cosa que su continuidad llevara a las colonias a competir deigual a igual con España, rompiendo el vínculo de dependencia. En lo político, el Consulado no tuvopoder real pero fue un espacio formativo para quienes luego se destacaron en la milicia y en losgrupos revolucionarios.

Un secretario quijotesco

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Al enterarse de la creación del Consulado de Buenos Aires, según Miguel Ángel De Marco, Belgranosolicitó por carta ser nombrado asesor del Consulado y los consejeros de Carlos IV lo propusieroncomo secretario. En su Autobiografía, sin embargo, dice que fue nombrado “sin que hiciese la mínimagestión para ello”. Puede sospecharse que en ese texto biográfico intentara instalar como verdad undesinterés con el cargo que habría buscado conseguir activamente.

La noticia de su designación llegó a manos de Belgrano por carta del ministro de HaciendaGardoqui, contacto cultivado durante su estadía en Madrid. Lo curioso es que su nombramiento se diocasi dos meses antes de la creación formal del Consulado. Más aún, desde la corte le pidieron quesugiriera nombres para otros cargos similares en América, prueba del alto perfil que supo cultivar enEspaña.

“Joven, ilustrado y, sobre todo, bien provisto de dinero, no tardará en adquirir muy buenasrelaciones”, dice Gondra sobre sus años de estudio en la corte de Madrid. El nombramiento lodevolvió a Buenos Aires, a la que llegó el 15 de mayo de 1794 para ponerse a trabajar sin perder eltiempo en la instauración del Consulado. El 2 de junio éste celebró su primera sesión.

Belgrano fue el alma mater (secretario perpetuo) del Consulado de Buenos Aires. Con 24 añosinició su trayectoria pública al frente de un órgano que de algún modo cumplía las tareas de ministeriode Economía del Virrey, pero que en los hechos no tenía la injerencia en los asuntos públicos queBelgrano necesitaba para introducir sus reformas.

Como secretario tenía la obligación de escribir cada año una memoria con los objetivos de lainstitución. En ellas, Belgrano buscó representar (sin el eco que esperaba) a los intereses inquietos ydinámicos de la burguesía mercantil, eje de la actividad económica de aquel tiempo. Leyó su primeraMemoria en 1795 y las demás conocidas hasta ahora en 1797, 1798, 1802 y 1809. Según Gondra, sutrabajo era, en mayor medida, monótono: “Escriba o escudero de mercaderes”, redactaba las actas dela entidad “sin apartarse un punto de la monotonía notarial”.

Desde el Consulado, Belgrano también pudo conocer —desde adentro— cómo se desenvolvía elsistema económico español, y cómo un grupo privilegiado dominaba los recursos que no se ponían alservicio del desarrollo local. Sus Memorias del Consulado son documentos explícitos de su pasión pormodificar el estado de cosas, tanto en lo social, como en lo cultural, económico y político. Sinabandonar su tarea rutinaria, emprendía su cruzada a favor de mejorar ciertas prácticas y proponíaescuelas y premios para el progreso de la educación y la agricultura.

De entrada, la designación de los integrantes del Consulado lo decepcionó: todos eran comerciantestradicionales reactivos al cambio del statu quo, lo contrario de lo que él hubiera esperado. Sus ideas setoparon con ese obstáculo que eran los partidarios del monopolio. En su Autobiografía describe conagudeza la conformación del cuerpo y los incentivos de sus miembros:

Bastante fue mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey de la Junta, quehabía de tratar agricultura, industria y comercio, y propender a la felicidad de las provinciasque componían el Virreinato de Buenos Aires; todos eran comerciantes españolesexceptuando uno que otro, nada sabían más que de su comercio monopolista, a saber,comprar por cuatro para vender por ocho (…) individuos para quienes no había más razón nimás justicia, ni más utilidad, ni más necesidad que su interés mercantil: cualquier cosa quechocase con él encontraba un veto.

El poder lo tenían esos comerciantes, y en un rol socialmente secundario estaban los “letradoscoloniales” como Belgrano o Juan José Castelli, quienes participaban desde su formación y prestigioprofesional pero con la limitación de su condición criolla y de no encontrar eco para sus proyectosentre aquellos que detentaban el poder económico.

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“La corte de España vacilaba en los medios de sacar lo más que pudiese de las colonias, así es quehemos visto disposiciones liberales e iliberales a un tiempo, indicantes del temor que tenía deperderlas”, escribe Belgrano. En el marco de esa política dubitativa y conservadora de la metrópoli,sus compañeros comerciantes no tenían instrucciones ni incentivos para cambiar. Frente a ellos, en lassesiones de la Junta de Gobierno, Belgrano sostenía que “el comerciante debe tener libertad paracomprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más baratopara poder reportar utilidad”.

Aunque significara luchar contra molinos de viento y lo inundara la decepción, siguió adelante consu trabajo: “Mi ánimo se abatió y conocí que nada se haría a favor de las provincias por unos hombresque por sus intereses particulares posponían el del común”. ¿Cómo continuó? Escribiendo, tratando dehacer pensar, publicando:

Ya que por las obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir sobre tan útiles materias,me propuse, al menos, echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, yaporque algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a su cultivo, ya porque el ordenmismo de las cosas las hiciese germinar.

Según Halperin Donghi, Belgrano decidió permanecer como secretario porque veía muy lejana laposibilidad de una ruptura con el régimen monárquico y porque entendía que aquellos comerciantes aquienes tenía de adversarios dominaban, aún más que el aparato político central, la economía local.“La mayoría que se oponía a sus reformas era demasiado representativa de los grupos que dominabanel comercio de Buenos Aires”, afirma el historiador. Belgrano pretendía desde su lugar, a través de lapolítica, controlar el devenir de la economía, impulsada por los intereses comerciales de unos pocos.

El choque de ideas con aquellos comerciantes era notable. En el diagnóstico de Belgrano, paraexplicar el atraso en el Río de la Plata, se daban la mano el monopolio, el contrabando, elmercantilismo, y el nulo acceso a oportunidades educativas. Según Rafael Gagliano, “Belgranoencarna nuestra primera utopía educativa de un país libre en una tierra trabajada por propietarioslibres”. Pero el escenario no estaba aún maduro para llevar adelante esos cambios.

Belgrano no estuvo solo en esta cruzada. Además de los amigos locales, mantuvo una fluidacorrespondencia con Manuel de Salas (síndico del Real Consulado de Santiago de Chile), con quiencompartía intereses. Ambos veían en la tierra, el trabajo y la población las fuentes de la riqueza,prosperidad y felicidad del pueblo. En sus respectivas ciudades, ambos promovieron el fomento de laagricultura y el estudio de las ciencias exactas, topándose con los mismos obstáculos, sin desalentarse.

La fuerza de los monopolistas de Buenos Aires era tan fuerte que lograron, a través de los miembrosque los representaban en el Consulado, frenar dos disposiciones de la Corona que flexibilizaban lospermisos para comerciar. La primera de ellas era un permiso para comerciar con colonias extranjerasque la metrópoli adoptó en 1795 ya que, envuelta en una guerra con Francia, no podía suplir a suscolonias de los bienes necesarios. Ese mismo año, España sancionó el libre comercio en la Américabajo bandera neutral. Pero el monopolio volvió a imponerse, no sin antes dar a conocer escritossumamente críticos de los defensores del librecambio.

Educar para el comercio

La actitud de la Junta del Consulado fue en cambio positiva frente a otras propuestas de Belgranoligadas a la educación, la agricultura, y el fomento del comercio interior. Los obstáculos en estas áreas

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llegaron en cambio por parte de la Corona.En 1799, el Consulado inauguró la Escuela de Dibujo con orientación técnica (geometría,

arquitectura, perspectiva y toda clase de dibujo), y una Academia de Náutica habilitada para laenseñanza de las matemáticas, que reflejaban el interés de Belgrano en fomentar la navegación y elcomercio marítimo. Las mismas funcionaron en el mismo edificio del Consulado, lo que le permitía aBelgrano seguir de cerca su evolución.

La Escuela de Dibujo fue propuesta por Juan Antonio Gaspar Hernández, profesor de escultura,arquitectura y adornista, que se ofreció a enseñar geometría, arquitectura y perspectiva. La escuelaabrió sus puertas el 29 de mayo de 1799 con más de cincuenta alumnos, que pronto llegaron a sersesenta y cuatro. A los siete meses de iniciada, algunos de ellos recibieron los primeros premios queBelgrano consiguió aprobar en el Consulado como incentivo. Pero la escuela tuvo corta vida: en partepor la falta de entusiasmo y en parte por la falta de apoyo de la Corona, cerró sus puertas en 1802.

La Academia de Náutica, también fundada en 1799, logró sobrevivir un poco más. En sus ocho añosde funcionamiento, bajo la dirección de Pedro Cerviño, alcanzó a formar varios marinos que actuaronen los primeros tiempos de la patria libre. El requisito para entrar era saber leer y escribir, y constabade cuatro años de estudios: tres teóricos, con matemática, aritmética, geografía, geometría, álgebra, yuno dedicado a la práctica de navegación.

Su intención era aprovechar mejor la “industria de los mares”, la navegación, con el impacto queésta tenía en el comercio. En el reglamento, Belgrano definió que el objetivo de la misma seríafomentar el estudio de la náutica para proporcionarle a los jóvenes “una carrera honrosa y lucrativa” yestableció que no se educaría mediante castigos, sino que se otorgarían premios como incentivo.También estableció un cupo de ocho alumnos que debían ser huérfanos, cuatro de los cuales debían serindios.

Tuvo esta escuela un promedio de quince alumnos por año, pero con el tiempo se fue ganandoenemigos entre los comerciantes monopolistas, a quienes Cerviño acusaba de solamente saber“comprar en Cádiz lo más barato posible y vender en América lo más caro posible”. En los certámenesde 1806, el director osó decir que, para ser un buen navegante, era crucial entender de astronomía,disciplina opuesta a la Iglesia. Finalmente, la Corte la calificó como un “mero lujo”, reprobó que elConsulado hubiera destinado fondos para ello y ordenó su cierre, que se efectivizó en 1807.

La obra del muelle de Buenos Aires fue otro de los proyectos que, aunque contaba con apoyo delConsulado, quedó trunco por oposición de la Corona. En cambio sí prosperaron la reducción de losimpuestos al comercio interior y la apertura de nuevas vías para el mismo por vía fluvial y terrestre.

Semillas pre revolucionarias

El Consulado de Buenos Aires, así como el de Caracas, aparecen como ejemplo del despotismoilustrado, dando impulso al conocimiento, al planeamiento económico, a la reunión de interesescomerciales y a la promoción del debate y la formación de opinión. Estas tareas, más o menosdirectamente, le dieron al Consulado un carácter pre revolucionario, como muestra la presencia en él yen la Primera Junta de Gobierno de Manuel Belgrano.

Fue, asimismo, un campo en el que se libró la batalla de las ideas por el control y el rumbo de lafuente de recursos estatales: la economía y el comercio. El tironeo entre los monopolistas y loslibrecambistas se cristalizó en diversos escritos y discursos, en los que ambos “partidos” —como losllama Mitre— expusieron sus armas discursivas más filosas. Algunos ejemplos bastan para dar cuentade la dimensión y profundidad del debate entre aquellos que buscaban la prolongación de sus

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privilegios, y los que perseguían un nuevo orden que beneficiara a las mayorías.El partido del librecambio, minoritario, estaba encabezado por Belgrano, pero contó con otros

adeptos. Uno de ellos fue Cerviño, cercano e importante colaborador de Belgrano, responsable de quemuchas de sus empresas prosperaran. Cuando se inauguró la Academia de Náutica, en noviembre de1799, como director de la misma, dio un discurso sumamente crítico hacia el monopolio, en el queproponía que “nuestras embarcaciones irán a los puertos del Norte (y) los españoles harán sus comprasen las mismas fábricas”, porque en ellas las mercaderías se vendían a menor precio. Martín de Álzaga,en representación de los monopolistas, respondió que de permitirse eso, “se aflojarían y extenuaríanhasta el extremo en breve tiempo los mencionados vínculos, con perjuicio irreparable de lamonarquía”. Según Mitre, su enojo hizo que ordenara que se quemara el papel en el que Cerviño habíaescrito su discurso, el cual incluía este desafío a los sectores tradicionalmente privilegiados: “Elinterés quiere mantener las máximas antiguas (…) la verdad no está vinculada a la edad ni a losempleos, el derecho a analizar pertenece a todos”.

Otra polémica entre ambos bandos se desató en torno al comercio de cueros. Belgrano se dirigió alministro del Rey Gardoqui con una fuerte argumentación en la que expuso su vocación de romper conla hegemonía del sector comerciante como motor del crecimiento. Pretendía dar lugar en el Consuladoa los hacendados. De hecho, en su tercera Memoria propone que el cuerpo se compusiera en losucesivo “de hacendados y comerciantes en igual número, instruidos en sus respectivos ramos”. Lainiciativa no prosperó.

En enero de 1796, el Consulado fue convocado por el Virrey a una junta general para tratar lacreación de un depósito de trigo, idea que Belgrano promovía siguiendo a los fisiócratas. El secretariohizo suyos los reclamos y se sumó a la campaña por la libre exportación de granos con la Memoriaque leyó ese año. Buscó que, con ese fin, se formara una compañía ballenera con sede en Maldonado,pero los comerciantes (y la falta de tradición pescadora en el Río de la Plata) le dieron la espalda.

Según Navarro Floria, este ejercicio reformador contribuyó a configurar una “mentalidadrevolucionaria rioplatense”. No parece casual que en 1810 hayan cobrado protagonismo loscomerciantes, como el militar Saavedra o los catalanes Matheu y Larrea (recientemente llegados ymuy prósperos), junto a intelectuales cercanos al mundo comercial como Belgrano y Juan JoséCastelli.

A pesar de las resistencias y limitaciones para concretar sus proyectos, Belgrano continuó siendosecretario hasta el 14 de abril de 1810, un mes antes del inicio de los hechos revolucionarios. Durantelos dieciséis años que estuvo al frente del Consulado buscó crear condiciones para el desarrollo local,aunque en general no consiguió apoyo para sus causas. Intentó desde adentro reformar la gestiónmonárquica, pero los funcionarios españoles estaban “errados a mi entender en los medios deconservar las colonias”. Cuando su enfermedad lo obligó a tomarse licencia, preocupado por lo quepudiera ocurrir dentro del Consulado durante la misma, logró que la corte nombrara para reemplazarloa Castelli, “sujeto muy versado en la economía política, en quien concurren apreciablescircunstancias, que le han adquirido la estimación de todo el pueblo”, según escribió en el oficio a lacorte.

Entre 1795 y 1809, escribió quince memorias, de las cuales sólo se conocen cinco: “Mediosgenerales de fomentar la Agricultura, animar la industria y proteger el comercio de un país agricultor”(1796), “Utilidades que resultarán a esta Provincia y a la Península del cultivo del lino y del cáñamo”(1797), “El origen de la felicidad de estas provincias es la reunión de los comerciantes y de loshacendados a la par del premio y la ilustración general” (1798), “Establecimiento de fábricas decurtiembre en el Virreinato” (1802), e “Importancia del estudio de las Matemáticas” (1805).

¿A quiénes estuvieron dedicadas? Formalmente a funcionarios, y comerciantes vinculados con elConsulado, a quienes llama “Señores” o se dirige a ellos como “VV.SS. — vuestras señorías”. Sin

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embargo, “todo apunta a un nosotros más amplio, un sujeto social ilustrado y afín al cambio de la vidamoderna”, como apunta Gagliano.

Rebotó una y otra vez, pero insistió. Junto a Castelli y a Cerviño puso en tela de juicio la economíacolonial y los intereses creados, y se permitió diagnosticar las causas del atraso y las posiblessoluciones. No sólo eso, avanzó en llevar estas intenciones a la opinión pública a través de la prensa ylas memorias. Más adelante, como miembro de la Junta trabajó para hacer realidad aquellas ideasgestadas en tiempos de la colonia, como crear una fuerza armada local o establecer bases para laenseñanza en el país. Sus deseos e intenciones comenzarían a hacerse realidad en un tiempoturbulento.

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CAPÍTULO 7

INVASIONES INGLESAS

“Me era muy doloroso ver a mi patria bajootra dominación y sobre todo en tal estado

de degradación, que hubiese sido subyugada.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

El interés británico por ampliar sus negocios y mercados a las colonias hispanoamericanas siempreestuvo latente: asegurarse bases militares estratégicas para garantizar su expansión comercial era unade sus prioridades. Esta intención se volvió necesidad al perder sus colonias de América del Norte yluego del bloqueo continental europeo, impuesto por Napoleón en 1803, que cortó el comercio de GranBretaña con gran parte de Europa. Además, la guerra de Independencia norteamericana había dejado aGran Bretaña resentida con Francia y España, con quienes estaba en guerra, ya que éstas se habíaninmiscuido en el conflicto colaborando con los independentistas.

Desde comienzos del siglo XIX, circularon en Londres planes para enviar a Sudamérica unaexpedición con el doble objetivo de abrir el comercio y forzar la emancipación de esos territorios deEspaña. Cuenta el historiador Klaus Gallo que en 1803 el almirante escocés Home Popham presentóun memo secreto al secretario de Guerra en el que proponía una expedición con dos objetivos: BuenosAires y Caracas. Su idea era, sobre todo, comercial.

Audaz Popham

La tentación era enorme dada la escasa vinculación con la metrópoli y la débil custodia militar quetenía el Río de la Plata. Las tropas regulares —que debían recluirse en la metrópoli— eran tan escasasque se habían ido conformando milicias locales; pero éstas eran ineficientes y tenían poca experienciaen el manejo de armas. Hacia 1805, Buenos Aires, Montevideo y Santa Fe contaban con unos 2.200veteranos, al tiempo que entre Buenos Aires y Montevideo disponían en total de 5.400 milicianos, lamayoría de ellos destinados a la campaña y a la defensa de la frontera indígena. Ante el inminenteataque de Gran Bretaña (España le había declarado la guerra en 1804), el Virrey Sobremonte convocóa una junta de guerra para idear un plan de defensa y solicitó a la metrópoli que enviara refuerzosmilitares. El plan no fue siquiera ensayado y desde la Península se negaron al envío de tropas.

La descripción que hace Mariquita Sánchez de Thompson sobre las tropas que defendieron la ciudaden la primera Invasión Inglesa termina de pintar el panorama de la ingenua Buenos Aires:

Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella; unos sombreritoschiquitos encima de un pañuelo atado en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos,otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y más feo.Las armas sucias. Al verlas aquel día tremendo, dije a una persona de mi intimidad: si no seasustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza.

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No sólo la vulnerabilidad de la ciudad tentaba a los ingleses. Además, estimaban que existiría unarecepción positiva en muchos comerciantes que esperaban poder multiplicar su actividad. Gallosostiene que la conclusión de los británicos era contundente: “Nada beneficiaría tanto a los interesescomerciales ingleses como transformar esas colonias en Estados independientes”. Además, queríanganarle de mano a los franceses.

Popham llevaba seis años estudiando la posibilidad de una expedición a Sudamérica. El 28 demarzo de 1806 recibió a un comerciante norteamericano llamado Thomas Waine quien le acercóinformación sobre la indefensión en que se hallaba el Río de la Plata. El 9 de abril escribió alAlmirantazgo informando que se proponía navegar a la costa sudamericana en busca de harina. El 14de abril puso en marcha su idea: separó 1.600 hombres de un grupo de cerca de 7.000 soldados quehabía ocupado la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza (actualmente Sudáfrica) y, sinautorización real, organizó una expedición al Río de la Plata.

El audaz almirante puso al mando de la expedición al brigadier William Carr Beresford, sin plan niinstrucciones oficiales. Tuvo sí la complicidad del comandante militar de cabo de Buena Esperanza,sir David Baird, quien le dio permiso de embarcarse como comandante naval y le proporcionó tropas.Buenos Aires ofrecía poca resistencia, un clima saludable, muchos alimentos y la posibilidad de hacernegocios.

Además, esperaban en Buenos Aires un ambiente de cierta complicidad; una parte de la poblaciónpodía hasta ser amigable con los británicos. El historiador Carlos Roberts identificó hacia 1803 dosmovimientos con vocación independentista en el Río de la Plata: uno pro francés liderado porSantiago de Liniers, marino francés al servicio de la Corona española, al que adhería el criollo —depadre francés— Juan Martín de Pueyrredón; y el otro encabezado por el abogado criollo Juan JoséCastelli, simpatizante de Gran Bretaña y con el que tenían afinidad Belgrano, Vieytes y RodríguezPeña. Se suponía que había un terreno fértil para la excursión inglesa, por lo menos en parte de lapoblación dirigente de la ciudad.

Desembarco exitoso

Sin plan establecido, la aventura tomó rumbo hacia Buenos Aires, cuando primero pensabandesembarcar en Montevideo. En la tarde del 26 de junio de 1806, los ingleses desembarcaron en lascostas de Quilmes y al día siguiente tomaron por asalto a una sorprendida Buenos Aires, mientras elVirrey Sobremonte huía a Córdoba. Finalmente, el 27 de junio se izó en Buenos Aires la banderainglesa y los locales firmaron la capitulación. Mientras muchos se miraban con recelo buscando alculpable, el Cabildo, altos funcionarios y jefes eclesiásticos se acomodaron a la nueva situación yjuraron fidelidad al Rey de Inglaterra. Primera conclusión que sintieron en carne propia los españolesamericanos o criollos: existía una crisis de autoridad dada la incapacidad de las fuerzas militaresespañolas para defender sus posesiones al sur de América. La actitud huidiza del Virrey no ayudó ennada: su autoridad quedó herida de muerte.

El Rey británico Jorge III primero pensó en sancionar a Popham por la desobediencia pero, enteradode la sencilla toma de posesión de Buenos Aires, decidió reconocer la conquista y terminó avalándola.El Cabildo prefirió la rendición a un combate que pudiera destruir la ciudad. Beresford asumió comogobernador y mantuvo a las instituciones existentes: el Cabildo, la Iglesia y la Audiencia. Estaconquista debía servir para impedir que los franceses tomaran estos territorios o, al menos, paraobtener un tratado de paz con Francia.

Muchas familias asumieron el nuevo orden como permanente y prefirieron quedarse y hasta dar

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fiestas a los ingleses. Un oficial británico relata en una carta de agosto de 1806:

Aquí no me consideran un enemigo, las amabilidades de que soy objeto en todas partes, ysobre todo las que me dispensan las nobles familias de Lastra, Terrada, Sarratea y Goyena,son muy grandes para intentar explicarlas con palabras.

Sarratea, agente de la compañía de Filipinas (su hermana Melchora era famosa por las tertulias queorganizaba), ofreció un banquete en honor a Beresford el 1º de julio, al que asistió Liniers. Lossoldados ingleses eran invitados de honor a los salones de las familias poderosas y se lucían ante lasbellas damas. En palabras de Mariquita Sánchez de Thompson: “La oficialidad que vino en esaexpedición era muy fina; así empezaron a visitar en las casas y a conocer la fuerza de la costumbre ola moda y reírse, unos y otros, del contraste”.

Belgrano y las invasiones

“Hacía diez años que era yo capitán de milicias urbanas, más por capricho que por afición a lamilicia”, relata Belgrano, y sigue en su Autobiografía:

El marqués de Sobremonte (…) me llamó para que formase una compañía de jóvenes delcomercio, de caballería, y que al efecto me daría oficiales veteranos para la instrucción: losbusqué, no los encontré, porque era mucho el odio que había a la milicia en Buenos Aires(…) Se tocó la alarma general y conducido del honor volé a la fortaleza, punto de reunión:allí no había orden ni concierto en cosa alguna, como debía suceder en grupos de hombresignorantes de toda disciplina y sin subordinación alguna.

Belgrano relata así la sorpresa, el desconcierto, con que tomó a Buenos Aires la incursión británica.El historiador Ezequiel Abásolo describió los cuatros estados de ánimo que dominaron el espíritu delos habitantes de la ciudad durante las invasiones: sorpresa, indignación, angustia y euforia (por laposterior recuperación).

Belgrano había sido designado capitán de milicias urbanas de infantería en 1797 por el Virrey PedroMelo de Portugal; en 1806, el Virrey Sobremonte lo había puesto en servicio activo. Desde ese lugarpresenció los erráticos movimientos militares para una fugaz y fracasada defensa de la ciudad. En suAutobiografía no ahorra palabras para relatar su vergüenza:

Confieso que me indigné, y que nunca sentí más haber ignorado, como ya dijeanteriormente, hasta los rudimentos de la milicia; todavía fue mayor mi incomodidadcuando vi entrar las tropas enemigas y su despreciable número para una población como lade Buenos Aires: me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación y sobre todo ental estado de degradación, que hubiese sido subyugada. Por una empresa aventurera, cual erala del bravo y honrado Beresford, cuyo valor admiro y admiraré siempre en esta peligrosaempresa.

Cuando las tropas británicas entraron en la ciudad, Belgrano se reunió con los miembros delConsulado para decirles que debía trasladarse con el Archivo y el sello del organismo adonde sehallara el Virrey. Pero los miembros del Consulado se opusieron y, como ya había hecho el Cabildo,prestaron obediencia al nuevo monarca. En su Autobiografía, Manuel cuenta cómo los integrantes del

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Consulado cambiaron de camiseta por interés, y suelta la famosa frase “el comerciante no conoce máspatria, ni más Rey, ni más religión que su interés propio” para describir la decisión de éstos:

Les expuse que de ningún modo convenía a la fidelidad de nuestros juramentos que lacorporación reconociese otro monarca (…) los demás individuos del Consulado, quellegaron a extender estas gestiones se reunieron y no pararon hasta desbaratar mis justasideas y prestar el juramento de reconocimiento a la dominación británica, sin otraconsideración que la de sus intereses.

El general Beresford, que asumió como gobernador, proclamó la libertad de culto, religión ycomercio (sólo con Inglaterra). Pretendía que Belgrano —que se había excusado por estar enfermo—se presentara a jurar fidelidad cuando sanara. En cambio, Manuel marchó a Mercedes, Uruguay, aunos campos familiares. “Me liberté de cometer, según mi modo de pensar, este atentado, y procurésalir de Buenos Aires casi como fugado”, relató Belgrano.

Acomodándose, las corporaciones sobrevivieron a la conquista y no fueron reprochadas por ellomás tarde. Hay una lista de cincuenta y ocho personalidades que adhirieron al nuevo monarca. SegúnHalperin, esta autonomía de las instituciones coloniales para decidir sobre su propia fidelidad reflejael poder que éstas adquirieron desde junio de1806 y que ya no perderían a manos de la Corona. “Laconquista británica, en medio de las adversidades que trajo, enseñó por lo menos a magistrados yfuncionarios un nuevo tipo de relación con la autoridad suprema en la que ésta solicita una adhesiónque antes ni siquiera se había discutido”, escribe.

La Reconquista

Los ingleses (apostados en el Fuerte y en el teatro llamado la Ranchería, y alojada su tropa en la plazadel Retiro, hoy San Martín) comenzaron a ponerse ansiosos porque perdían soldados de a poco porataques a sus centinelas, los curas hacían desertar a los invasores católicos y, peor aun, veíanorganizarse a algunos criollos que, contrario a lo que había ordenado el Cabildo, retenían las armas ensus casas. Para colmo, los refuerzos que había solicitado Beresford no llegaban.

Los criollos ilustrados, por su parte, reclamaban saber si eran libres o una colonia británica, ypronto descubrieron que los ingleses no eran tantos como habían pensando originalmente. Y se habíanpercatado de que los ingleses no tenían planes de emancipar las colonias americanas en alianza conellos. Mientras que el Virrey Sobremonte seguía refugiado en Córdoba planeando con parsimoniacómo recuperar la ciudad, Santiago de Liniers se erigió en el hombre fuerte de la resistencia y llevó acabo la reconquista. La acción de Sobremonte “a ojos de los criollos fue una combinación de cobardíay traición”, sostiene Gallo, lo que fue generando una animosidad doble contra los ingleses y contra lasautoridades españolas.

En ese contexto, el oficial de marina de origen francés organizó en Montevideo un cuerpo de milsoldados puesto a su disposición por el gobernador Pascual Ruiz Huidobro, cruzó el río y el 4 deagosto de 1806 desembarcó en las Conchas (Tigre); a él se sumaron las tropas de Pueyrredón y MartínRodríguez, y cientos de vecinos. Ante la negativa de Beresford de capitular, Liniers desató el fuego.

La lucha fue cruenta en las calles y contó con el apoyo popular desde las azoteas de las casas:además de los 4.000 hombres que llegó a juntar Liniers, ancianos, mujeres, niños y miembros de laservidumbre oponían resistencia desde las casas empuñando todo tipo de armas. Dejando a un lado lastensiones que habían generado las reformas borbónicas, españoles y criollos participaron activamente

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de la reconquista, apunta Ternavasio. Luego de tres días de lucha, el 12 de agosto los ingleses serindieron: se estima que los británicos tuvieron unas 150 bajas contra 60 de las milicias locales.Beresford fue hecho prisionero y Popham, que estaba a salvo a bordo de su barco, navegó rumbo aInglaterra y evitó que lo colgaran. Belgrano, que al enterarse se dispuso a viajar para sumarse a lareconquista, nunca llegó a hacerlo por la velocidad con la que se sucedieron los hechos.

Dos días después de la capitulación de los ingleses, el Cabildo tuvo que convocar a una junta deguerra presionado por las flamantes milicias locales que se negaban a devolverle la autoridad alVirrey Sobremonte. El Cabildo Abierto del 14 de agosto optó por una solución salomónica: sindestituir al Virrey, le otorgó el poder militar al héroe de la Reconquista, Santiago de Liniers. En estenuevo escenario, quienes salieron fortalecidos fueron tanto el Cabildo (terminó decidiendo el nuevomapa político) como Liniers.

Belgrano y las milicias

Previendo futuros ataques, Liniers emprendió una reorganización de las milicias para lo que contó conel apoyo del Cabildo. Se trataba de dar formación a una nueva fuerza social que, habiendo emergidocomo consecuencia de la militarización espontánea de la reconquista, cambió —según Halperin— elescenario político de Buenos Aires. Sin distinción de clases, Liniers organizó a los soldados deacuerdo con su lugar de origen, tanto en España como en el Río de la Plata. Cada cuerpo contaba consu uniforme y su propia bandera. También los proveyó de armas, que pagó en gran parte con donativosde los vecinos. En una ciudad de poco más de cuarenta mil habitantes, se conformaron escuadrones decriollos que sumaban alrededor de cinco mil hombres, mientras que los de españoles sumadosalcanzaban los tres mil hombres. Todos ellos eran comandados por 1.200 oficiales.

Una medida revolucionaria adoptada por Liniers fue darle poder a los cuerpos para nombrar a suspropios oficiales por elección directa; aunque, como cuenta Halperin, en la práctica esto no fue tan así.Preocupados por la movilidad social que la elección de los jefes podía significar para figurasdesconocidas, los miembros más influyentes se las ingeniaron para que la mayoría de los oficialesfueran comerciantes, o funcionarios con cargos altos y medios. El propio Belgrano, que había vueltodespués de la capitulación de los ingleses, da cuenta de esta dinámica al relatar su participación comoelector en el cuerpo de Patricios, que reunía a los vecinos de Buenos Aires:

Desde entonces, empecé a ver las tramas de los hombres de nada, para elevarse sobre elverdadero mérito; y de no haber tomado por mí mismo la recepción de los votos, acaso salendos hombres oscuros, más por sus vicios que por otra cosa, a ponerse a la cabeza del cuerpo(…) Recayó al fin la elección en dos hombres que eran de algún viso [Cornelio Saavedra yEsteban Romero].

En una elección posterior, en la que se eligieron “los capitanes en los respectivos cuarteles por lascompañías que se formaron”, Belgrano fue nombrado sargento mayor del regimiento de Patricios, queera el más numeroso y que, gracias a la instrucción que supo darle su primer jefe Cornelio Saavedra,alcanzó el mayor prestigio. Para ese entonces, Belgrano había caído en la cuenta de que “no era lomismo vestir el uniforme de tal (como lo había hecho en 1806) que serlo”. En su Autobiografía dacuenta de su nueva posición:

Entrado a este cargo, para mí enteramente nuevo, por mi deseo de desempeñarlo segúncorrespondía, tomé con otro anhelo el estudio de la milicia y traté de adquirir algunos

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conocimientos de esta carrera, para mí desconocida en sus pormenores.

Como sargento, Belgrano se dedicó a aprender y a enseñar a la tropa, pero se topó con diversasdificultades; se generaron en torno a su figura rivalidades que perjudicaban, según él, los“adelantamientos y lustres del cuerpo”. Las pujas entre los soldados por el sueldo, y el “estadomiserable de educación” de éstos lo convencieron para abandonar su cargo “en un cuerpo que yopreveía que jamás tendría orden y que no sería más que un grupo de voluntarios”. En febrero de 1807,volvió a su cargo de secretario del Consulado y quedó a disposición de Liniers para el caso de unainvasión.

Escribe Mitre en Historia de Belgrano sobre los rasgos de su personalidad que empezaban adespuntar:

Desde esta época, empezó a manifestar en sus relaciones con los demás hombres ciertatendencia suspicaz, y a desenvolverse en él algunas pasiones rencorosas, que revelan lasprimeras agitaciones de la vida pública en el áspero roce de los individuos, y que imprimíanal alma sus movimientos.

Regreso inglés

Una escuadra al mando del general Auchmuty había sido enviada con refuerzos para Beresford: sinsaber que éste ya se había rendido, llegó a Montevideo el 29 de octubre de 1806. Auchmuty decidiótomar la isla Gorriti y la localidad de Maldonado, que carecían de defensas, y esperar que llegaranmás tropas de Inglaterra. A comienzos de febrero, los ingleses tomaron Montevideo, y se prepararonpara volver a Buenos Aires. En marzo de 1807, el general envió una carta a Inglaterra que contieneuna interesante descripción del grupo de criollos:

El segundo partido consiste de nativos del país, con algunos españoles entre ellos. Laopresión de la madre patria les ha infundido el mayor deseo de liberarse del yugo español(…) quieren seguir los pasos de los norteamericanos y volverse un estado independiente. Sipudiéramos prometerles independencia, se rebelarían al instante.

Los refuerzos británicos llegaron finalmente el 10 de mayo de 1807 bajo el mando del general JohnWhitelocke: el objetivo era la reconquista de una ciudad en la que la autoridad virreinal carecía depopularidad y en la que las armas eran controladas por un francés, al que creyeron fácil de persuadirde las ventajas de terminar con el dominio español. A las fuerzas de Whitelocke se sumaron las delcoronel Robert Crauford, que llegó a Montevideo a principios de julio tras haberse descartado sumisión, que era la toma de Chile. Las instrucciones ordenaban tomar tanto territorio como pudieran yno incluía en ningún punto la liberación o independencia de los dominios españoles.

El 28 de junio, los ingleses desembarcan en Buenos Aires, en la Ensenada de Barragán, con unos8.000 hombres. Belgrano se hallaba en sus antiguas tareas de secretario, cuando fue convocado porLiniers para ejercer como ayudante de campo del cuartel maestre general. El plan original deWhitelocke era entrar en los suburbios de la ciudad y desde allí bombardearla hasta la rendición.

Tras una derrota en Miserere, Liniers se retiró a Chacarita mientras en la ciudad se colocabancañones, se cavaban trincheras y vecinos se apostaban en los techos comandados por Martín deÁlzaga, alcalde del Cabildo y rico comerciante español que no vio con agrado la libertad de comerciodecretada por los ingleses. El 3 de julio, Liniers entró en la ciudad y volvió a hacerse cargo de la

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defensa de Buenos Aires.Whitelocke fue persuadido por su segundo, el general Levenson-Gower, y cambió de táctica. El

gran error inglés fue no bombardear la ciudad desde afuera, para no generar mayor animosidad entrelos habitantes. Justamente, para no empeorar los ánimos porteños, ingresaron “con los riflesdescargados, para no tentarse de disparar, seguidos por la artillería”, cuenta Gallo. Tras algunas horasde intenso combate, Whitelocke decidió capitular el 6 de julio, contra la opinión de muchos de suscolaboradores. Belgrano —según cuenta— no pudo hacer mucho durante los días de combate ya quehabía sido “cortado” del grueso de su fuerza.

Según De Marco, los británicos contaron 2.000 entre heridos y muertos, la cuarta parte de los queentraron en combate. Los defensores contaron sus pérdidas en 302 muertos y 514 heridos. Ternavasiohabla de una “encarnizada lucha que dejó alrededor de dos millares de bajas en cada uno de losbandos”.

Vencidos los ingleses, se abrió un nuevo proceso político en contra del Virrey Sobremonte, que unavez más había abandonado la ciudad a su suerte. Vecinos y comandantes se reunieron en la plaza paraexigir la deposición definitiva del Virrey. El Cabildo y la Audiencia tuvieron que organizar una JuntaGrande, que decidió suspender en sus funciones a Sobremonte y tomarlo prisionero provisoriamente.Como meses antes la Corona había cambiado las disposiciones sobre quién cubriría interinamente lavacante del Virrey, el cargo no recayó en el presidente de la Audiencia sino en Santiago de Liniers, elentonces jefe militar de mayor jerarquía.

Lecciones

Como señala Halperin, la militarización de Buenos Aires, consecuencia de las Invasiones Inglesas,significó un cambio profundo en el equilibrio social de la ciudad. Sobre las “improvisadas fuerzasmilitares se asienta cada vez más el poder que gobierna al Virreinato. Esas fuerzas son locales por sureclutamiento y financiación y, además, en su mayoría americanas”, escribe en Revolución y guerra.Los cuerpos militares que más peso tuvieron a partir de entonces, según Noemí Goldman, fueron elregimiento de Patricios y los Húsares —un cuerpo de elite comandado por Pueyrredón—. Las miliciasurbanas nacieron entonces como un nuevo actor político y constituyeron una base de poder local parala elite de comerciantes y burócratas.

Dentro de esas milicias, los criollos se alzaron como una mayoría. A ello contribuyó el pago delsalario. Lo que fue inicialmente una medida de emergencia se convirtió de a poco en un factorpermanente: de hecho, los milicianos empezaron a recibir una remuneración mensual y lamilitarización se convirtió en un medio de vida no menor (un soldado del regimiento de Pardos yMorenos cobraba entre 12 y 14 pesos mensuales contra 8 pesos en un empleo promedio). SegúnHalperin Donghi, la movilización militar puede haber abarcado a no menos del 30 por ciento de losvarones adultos en la ciudad. Esta superioridad numérica en las milicias —apunta Goldman— lesotorgó a los criollos status. La tendencia fue bien recibida por los criollos pero rechazada en generalpor los comerciantes peninsulares, y significó un cambio en el balance de poder en Buenos Aires. Eraésta la contracara de la percepción de que la metrópolis había virtualmente abandonado a su suerte alas Colonias.

Este movimiento ascendente también benefició a la elite criolla, que se fortificó. Reflejo de ello fueque cuando en 1808 el Cabildo renovó sus autoridades, la mitad de los cargos quedó en manos decriollos y la otra mitad, en manos de españoles (el Cabildo saliente estaba conformado en su totalidadpor peninsulares). Esta elite urbana más tarde sería protagonista de los hechos de la Independencia.

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Entre ellos, se mezclaba Belgrano.Por último, el Cabildo fue la institución que salió mejor parada de la experiencia de las Invasiones

Inglesas. El poder de este cuerpo venía siendo erosionado por la Corona a partir de las reformasborbónicas; las invasiones le otorgaron la posibilidad de recuperarlo. Después de la Reconquista,alineado con Liniers, el Cabildo se puso al frente del proceso que terminó por quitarle el poder militara Sobremonte. En el tiempo que separó las dos invasiones, fue el Cabildo el brazo ejecutor con el queLiniers contó para llevar adelante la profesionalización de las milicias. En la segunda invasión, elCabildo encontró una oportunidad de brillar todavía más. Frente a la derrota parcial de las miliciascomandadas por Liniers en Miserere, fue el Cabildo, con Martín de Álzaga a la cabeza, el que tomó laposta para organizar las tropas en la ciudad, lo que fue clave para que Liniers pudiera finalmentevencer a los ingleses. Consolidado en prestigio y poder, el Cabildo encaminó el proceso que terminócon la definitiva destitución de Sobremonte y el nombramiento de Liniers como Virrey del Río de laPlata.

Las invasiones dejaron para el Río de la Plata una gran enseñanza porque significaron la primeramanifestación político-militar autónoma, con la formación de un ejército criollo, con los Patricios a lacabeza. Un nuevo actor político ganaba la escena: las milicias urbanas, convertidas en un crecientefactor de poder y mediador en los conflictos de la ciudad. Institucionalmente, el Cabildo y Linierscompartieron en un primer momento la adhesión de esa fuerza nueva; más tarde, la pelea por surepresentación los enfrentaría. El ascenso también alcanzó a la elite criolla, que ganó poder en elescenario político.

Aunque determinante en el camino hacia la revolución, este nuevo orden social sigue sin alcanzarpara explicar la semana de Mayo. Hacia 1807, la legitimidad de las instituciones coloniales seguíadependiendo de la Corona. Recién cuando se desate la crisis política en la metrópoli, estos cambiosiniciados en el Río de la Plata a raíz de las Invasiones Inglesas tomarían un nuevo impulso quedesembocaría en los sucesos revolucionarios de 1810.

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CAPÍTULO 8

EL PRIMER ECONOMISTA

“Todo depende y resulta del cultivo de las tierras; sin él (…)la industria no tiene cómo ejercitarse, no pueden

proporcionar materias para que el comercio se ejecute.”

Manuel Belgrano, Memoria de 1796

Mientras en el Río de la Plata se vivía un nuevo empuje y una creciente actividad económicaderivados del status concedido en 1776 como Virreinato (lo que lo liberaba de la tutela del Perú),Belgrano viajó a Europa en busca de conocimientos.

Entonces, economía y leyes no eran campos autónomos: la abogacía se emancipó primero yevolucionó como facultad dentro de las universidades, pero la economía fue durante buen tiempo uncapítulo dentro del derecho. Cuando el joven Manuel llegó a España, no había ninguna universidadque enseñara economía, la disciplina que abrazaría más adelante.

Entre los 16 y los 23 años estudió y ejerció el derecho en España, pero un episodio lo conmocionó yle marcó un rumbo definitivo: “Un hecho fortuito, la Revolución Francesa, le hizo interesarse eneconomía y restar atención a los estudios de derecho”, según el historiador de la economía ManuelFernández López.

En Salamanca, Belgrano se acercó a la economía política mediante una academia extracurricularfundada en 1787 por el profesor Ramón Salas y Cortés, en la que trabajaban las ideas económicas deAntonio Genovesi (1712-1769), referente del Iluminismo italiano. El Reino venía de establecer elfomento de la economía política a través de la Sociedad Aragonesa de Amigos del País (1784) y de latraducción del libro Lecciones de Comercio, de Genovesi.

Joven inquieto, Belgrano participó en tertulias en España donde se debatían las ideas de BenitoJerónimo Feijóo, Pedro Rodríguez de Campomanes y Gaspar Melchor Jovellanos, los pensadores másrelevantes del siglo XVIII español. “En todos ellos y en Belgrano el pueblo constituirá el objetocentral de la política pero como sujeto pasivo, receptor de las reformas económicas y educativas”, nosdice el historiador Rafael Gagliano.

“Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España confuror, y creo que a esto debí que me colocaran en la secretaría del Consulado de Buenos Aires”,recuerda Belgrano en su Autobiografía. El ilustrado ministro Gardoqui, quien había vivido en losEstados Unidos, apostó por él para conducir el cuerpo comercial de Buenos Aires. Comenzó así aejercer como economista.

Como “un liberal ecléctico de personalidad polifacética”, tal como lo describe Gagliano, Belgranofue un joven abierto a estudiar el pensamiento moderno de su época, aunque nunca abandonó suenfoque católico de la vida y de la política. Tradición y modernidad se cruzaron en él. Más aún, supensamiento fue un puente entre las ideas de los siglos XVIII y XIX.

Según quedó demostrado por Mitre, Belgrano fue el iniciador de los estudios económicos en el Ríode la Plata. Su pensamiento económico lo podemos rastrear sobre todo en las Memorias que escribiócomo secretario del Consulado y en sus artículos del Correo de Comercio , entre 1810 y 1811. Sin

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embargo, para entender mejor las ideas allí plasmadas, es necesario ver qué pensadores de los queconoció en Europa calaron hondo en él, y cómo tomó y adaptó —no sin fluctuar— sus ideas a larealidad americana.

Influencias

Al estudiar los escritos económicos de Belgrano, se hallan plasmados en ellos ideas de diversascorrientes de pensamiento económico europeo. Entre sus lecturas, explicitadas en citas y reflexionesestudiadas por historiadores, aparecen Adam Smith, Jovellanos, Campomanes, Quesnay, Galiani,Genovesi y Gaetano Filangieri. A simple vista se podría pensar que todos estos pensadores iban encontra del catolicismo que fervientemente practicaba Belgrano. Al contrario, su afición a la religióncatólica no fue anti modernista. Belgrano demostró que se podía ser un criollo ilustrado y católico,súbdito leal pero a la vez ávido por conocer nuevas ideas.

Belgrano fue seguidor de los economistas italianos Genovesi y Ferdinando Galiani. Lecciones deeconomía civil, de Genovesi, fue expresión de la independencia política de Nápoles bajo Carlo Terzo,tras el dominio austríaco; en el texto se establecen los puentes entre política y economía. No es casual:Genovesi proponía un proyecto económico para un reino soberano. También de éste tomó Belgranoiniciativas a favor de la educación pública. Las huellas de este napolitano pueden encontrarse tanto enlas Memorias y artículos de Belgrano, como en la Representación de los Hacendados, de Moreno, o enlas páginas del Semanario de Vieytes.

En 1758, François Quesnay (1694-1774), médico devenido en economista, publicó su TableauEconomique, el primer trabajo que analiza la economía como un sistema de relaciones y el que marcael inicio de la primera escuela de economistas que recibió el nombre de “Fisiócrata”. La palabra“fisiocracia” significa “reino de la naturaleza”. Para los fisiócratas, la producción rural es el centro dela producción y la fuente de la circulación de la riqueza. Como síntesis de esta idea, Quesnay acuñó ellema “pauvres paysans, pauvre royaume; pauvre royaume, pauvre roi” (campesinos pobres, reinopobre; reino pobre, Rey pobre), que se parece mucho a lo que Belgrano escribió más tarde en elConsulado. Cautivado por sus ideas, cuando aún estaba en Madrid, Belgrano tradujo del francés lasMáximas Generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor, que se publicó en 1794. El“pensador” de Luis XV fue también autor de otros textos sobre el comercio, los artesanos y laagricultura, y de la fórmula “libertad de producción y circulación”, que también aparece claramente enlos escritos de Belgrano.

El siglo XVIII estuvo gobernado por monarcas, con monopolios y un férreo control estatal. En laColonia, eso se traducía en generación de riqueza a través del comercio para pocos, y en contrabando.Lo moderno, frente a ello, eran las ideas que proponían los fisiócratas: la tierra como el primer factorde producción. En línea con esta corriente, en su Memoria de 1796, Belgrano define la agriculturacomo “la madre fecunda que proporciona todas las materias que dan movimiento a las artes y alcomercio” y también la llama “el verdadero destino del hombre”.

Un pensador que también admiraba a Quesnay, y en quien se fijó Manuel Belgrano, fue AdamSmith (1723-1790), el economista escocés que en 1776 publicó su Investigación sobre la naturaleza ycausa de la Riqueza de las Naciones, obra fundadora del liberalismo clásico. Según esta corriente, lahumanidad está compuesta por individuos que persiguen su propio interés en competencia con el delos demás; esa competencia, sin la intervención del Estado, da lugar a un orden “natural” y al aumentode la “riqueza de las naciones”; es decir, al bienestar y la felicidad de los hombres.

Uniendo ambas corrientes, la promoción de la producción agrícola debía estar acompañada por el

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libre comercio, según Belgrano. En esa misma Memoria de 1796, enlaza ambos conceptos al defenderla capacidad de los labradores de vender al precio que más les conviniera, sin ser manipulados por loscomerciantes de las ciudades:

La pronta y fácil venta se podrá verificar siempre que las extracciones de sus frutos seanlibres. No por tener precio cómodo en las ciudades los frutos se ha de sujetar al labrador aque venda a cierto precio, acaso puesto por un hombre sin inteligencia ni conocimiento delos gastos, cuidados y trabajos a que está sujeto el cultivo (…) tampoco se le debe impedirque vaya a vender donde le tenga más cuenta, pues el labrador debe lograr a toda franquezaen sus ventas y extracciones, que proporcionándole las utilidades que se ha propuesto loanimarán al trabajo.

Otra forma de síntesis lo constituye la dedicatoria de su traducción de las Máximas de Quesnay alVirrey Pedro de Melo de Portugal y Villena (1795-1797), quien fue el primero en enfrentarse con loscomerciantes monopolistas al proponer la construcción de un depósito de cereal para préstamos a losmás humildes. Paradójicamente, Melo —fallecido en 1797— fue quien, al nombrarlo capitán de lasmilicias urbanas, lo alejó a Belgrano del epicentro de las ideas y del gobierno; desde entonces, su vidaestuvo dedicada a las armas.

Los pensadores españoles que influyeron en Belgrano fueron sobre todo dos economistas yfinancistas: Campomanes y Jovellanos, inscriptos en un mercantilismo moderado y másproteccionista. Las ideas de éstos estaban en boga en la época de Belgrano en España. Eran autoresque se discutían en las tertulias a las que asistía el joven Manuel. Entre 1775 y 1777, Campomanespublicó sus célebres discursos sobre la Educación Popular, cuya influencia es notable en las ideas deBelgrano. Según Campomanes, la riqueza de los pueblos estaba en la inteligencia y la clave de laindustria, en la educación. La influencia de Jovellanos, en cambio, se puede ver en las ideas deBelgrano sobre la tierra. Como él, Belgrano concebía a la propiedad de la tierra como un derechonatural del hombre; por ello promovió su explotación y se opuso al latifundio. Estas ideas, que sepueden ver sobre todo en su primera y tercera Memoria, lo relacionan con el autor de la famosa yfrustrada Ley Agraria, que intentó defender el derecho a la propiedad de la tierra por parte de loslabradores españoles y la supresión de los privilegios.

Con todas estas influencias, Belgrano fue formando un pensamiento moderno y sin dudas ecléctico.Para encuadrar sus ideas de economía política, Gondra propone una combinación del individualismofisiocrático y smithiano con el realismo de los italianos Galiani y Genovesi, aunque siempre enfocadoen la realidad concreta americana. Según Chiaramonte, el mayor impacto en su pensamiento viene delas ideas económicas de la Ilustración y en especial del neomercantilismo italiano.

El interés mueve al hombre

El primer texto de economía publicado en el Río de la Plata puede decirse que fue un pequeño librotitulado Comercio, que reunió escritos de Vieytes, Belgrano y otros, que habían sido publicados en losperiódicos que fundaron o en los que colaboraron. “Sin dudar se infiere que [el autor de Comercio] fueBelgrano, por referirse en primera persona a conocidas iniciativas suyas en el Consulado”, nos diceFernández López.

Los capítulos del libro están organizados imitando las Lecciones de Genovesi, con agregados deBelgrano tomados de otras corrientes o autores, como los fisiócratas y Galiani. En la introducción

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define al comercio como “una comunicación que se hacen los hombres entre sí”. Según FernándezLópez, “esta obra de Belgrano fue una contribución en dos frentes: aportó al medio porteño un nutridovocabulario de un lenguaje técnico de la ciencia económica, y dio contenido doctrinario al nuevoproyecto nacional que se gestaba en el Plata”.

Belgrano creía que el interés era el único móvil del corazón del hombre, y que bien manejado éstepodía ser de gran utilidad. Consideraba que el trabajo era la forma de inserción en la sociedad, y que“una vida ocupada preserva de todos los vicios y males”.

Siguiendo las corrientes antes descriptas, estimaba que las leyes debían orientarse a remover losobstáculos que impedían la libre acción del hombre siguiendo su interés. Así sustentó su enérgicadefensa de una total libertad para comprar y vender. El precio no lo manejaba el Estado, “ninguna cosatiene un valor real, sólo tiene el que nosotros le queremos dar, y éste se liga a la necesidad, a losmedios para satisfacer esta inclinación, a los deseos de lograrla, y a su escasez y abundancia”, escribióel 25 de agosto de 1810, en el Correo de Comercio.

Primero el agro

En su visión, la prosperidad estaba destinada a ser precaria si no se fundaba en la agricultura, a la queconsideraba “manantial de los verdaderos bienes”. El cambio de eje es fundamental: esto supone quela riqueza no devenía del comercio (como sucedía en la colonia rioplatense), sino que nacía del trabajode la tierra. El agrarismo de Belgrano es un signo de época. Representaba además el desafío a laeconomía cerrada y dependiente de los metales preciosos.

En sus escritos exaltó el valor de la agricultura como madre e impulso vital del proceso económicode producir agregando valor a los bienes del suelo, para luego comerciarlos soberanamente. Laagricultura producía sobrantes que las artes (industrias) y el comercio transformaban y multiplicaban(el comercio es “el cambio de lo sobrante por lo necesario”). “Las tres clases deben estar hermanadasy proceder a la par, porque la una sin la otra no es posible que logren más que algunos adelantosefímeros”, dice sobre el rol de labradores, comerciantes e “industriosos”, como se usaba decir en laépoca.

La ignorancia del labrador era para Belgrano un obstáculo al desarrollo, por eso puso tanto énfasisen su formación. La producción agrícola debía darse en parcelas de propiedad legítima y con acceso aconocimientos y a las modernas técnicas de producción. Siguiendo a Smith y Jovellanos, combatió alos gremios y defendió el principio del interés individual, sin otra limitación que los exámenes deaptitud y el estímulo que significaban los premios.

Belgrano describe la dependencia mutua entre agricultura y comercio: “Uno sin otro no puedenflorecer”. Un país bien dotado de tierra y con habitantes industriosos, que saben cultivar la tierra, secompleta con el comercio: “Este país sin comercio será un país miserable y desgraciado”. Como laagricultura, el comercio debía ser libre; el Estado se reservaría el rol de promotor desde la educación yla construcción de caminos, canales, puentes y muelles. Pero, como se lee en una serie de artículos delCorreo de Comercio escritos entre septiembre y octubre de 1810, también sostuvo que haycircunstancias extraordinarias en las que el Estado “alimenta a sus obreros o les provee trabajo”, perosiempre intentando “reprimir la ociosidad”.

Aunque sin una gran influencia en las políticas concretas, Manuel hizo campaña a favor de lalibertad de comercio de granos, fomentó la introducción y siembra del lino y del cáñamo, y el avanceen el hilado de lino (todo para dotar al cultivo de utilidad industrial).

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Un ecléctico

Belgrano fue, sin dudas, uno de los pioneros en traer a estas tierras las ideas del liberalismo mástradicional, derivadas de la fisiocracia y de Adam Smith, pero no se convirtió en un liberal puro. Supensamiento fue variando, al punto de aparecer por momentos contradictorio. Belgrano desarrolló unpensamiento ecléctico, en el que mezcló la fisiocracia liberal con la escuela italiana (másproteccionista). En una de sus Memorias del Consulado escribe:

Constituyéndonos labradores y que la Península sea la industriosa; pero no por esto se creaque debemos abandonar aquellas artes y fábricas que se hallan ya establecidas en los paísesque están bajo nuestro conocimiento, antes bien es forzoso dispensarle toda la protecciónposible, y que igualmente se las auxilie en todo y se les proporcione cuantosadelantamientos puedan tener para animarlas.

La misión de sus escritos no era la revolución, pero sí un cambio de paradigma: estaban destinados,en palabras de Chiaramonte, a “cumplir una acción propagandística de un liberalismo económicomoderado, tendiente a lograr mejores condiciones para la circulación mercantil sin lesionar losordenamientos del fisco hispano”. Tenían una función pedagógica respecto del conocimiento racional,pero sin contradecir los dogmas.

Su rechazo al monopolio, como sistema económico, y al contrabando como práctica aceptada fuetotal. Incluso al punto de herir de muerte la trayectoria de su propia familia. En sus escritos habla delos empresarios empapados de codicia, que se vuelcan al contrabando acelerando la destrucción delEstado. Propone multas, proscripciones y hasta escraches contra los contrabandistas y dice: “Jamáshan podido existir los Estados luego de que la corrupción ha llegado”.

A favor del trabajo

Puede decirse que Belgrano fue el primer estadista-educador de la sociedad criolla. Uno de sus ejesfue agregar valor local a los productos propios y educar al pueblo en oficios útiles; por eso apostó porla fundación de escuelas y academias (Dibujo y Náutica, 1799, y Matemáticas, 1810). En la Memoriade 1798 asevera: “He clamado siempre por la escuela y el premio, como medios para la prosperidaddel Estado”. Su fórmula constaba de escuelas públicas y escuelas en ciencias exactas comoherramientas para “el paso a cualquiera de las profesiones útiles a la sociedad” (del libro Comercioadjudicado a Belgrano).

Tremenda audacia para la época, Belgrano postulaba la centralidad del trabajo manual e intelectualcomo eje de la vida comunitaria. Hasta entonces, cabe aclarar, las clases pudientes veían al trabajocomo algo negativo, que hacían los esclavos negros y los indios. Este cambio de régimen implicabauna revolución social, y era resultado de sus ideas ilustradas adaptadas al Río de la Plata. A su vez, eralo que estaba detrás de sus numerosas propuestas vinculadas con la educación.

Con sus ideas, nos dice Gagliano, Belgrano “deja atrás las prácticas laborales de la sociedadestamental hacia la individualización del hombre de trabajo por medio del conocimiento sistemáticoaplicado a técnicas agrarias, fabriles, artesanales, artísticas y comerciales”. Era un cambio conceptual,lo opuesto del mercantilismo que suponía “comprar por cuatro para vender por ocho”, y lo opuesto ala creación de riqueza concentrada a partir de la explotación de metales preciosos.

En sus propuestas se destaca la articulación entre ciencias naturales y economía política. No le tenía

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miedo a enfrentar saberes y prácticas del siglo con creencias tradicionales. Una muy destacada era suafición por los premios como una forma de incentivo al progreso y al fomento; es lo que hoyllamamos meritocracia. Aunque reconocía que el honor animaba a las artes, creía que no alcanzaba sino había algo real y físico que fuera para la persona un beneficio tangible. Sin dudar, hablaba deentregar medallas o directamente dinero en efectivo.

Por eso propuso “premiar a cuantos en sus exámenes dieran muestras de su adelantamiento”, y darmedallas “a aquellas personas literatas que con más desempeño hubiesen expuesto sus pensamientosútiles sobre el asunto que se les propusiese, para lo cual se deberían nombrar jueces queimparcialmente determinen quién sería digno del premio en primero, segundo y tercer lugar”. En suMemoria de 1796, en la que da recomendaciones sobre el hilado de algodón a los niños insiste en quese “le señale un premio al que mejor lo ejecutase, para por este medio obligarlos más a su aplicación”.

El trabajo manual pasó a ser motor del desarrollo, luego de que por siglos había sido asociado a losregímenes de dominio esclavo o servidumbre. Al defender al hombre de trabajo, Belgrano confrontósin medias tintas con la tradición de nobles y clérigos, que consideraban incompatible con su dignidadel desempeño de trabajos manuales o artesanales.

El trabajo potenciado por la técnica y la ciencia derrotó al privilegio y a la pertenencia social porcuestiones de sangre o linaje. En el fondo, derrotó al monopolio como cultura. Porque en su opinión elsistema colonial se basaba en cristalizar una economía de privilegios en la que no había lugarproductivo para muchos habitantes. En su Memoria de 1796 también se lee:

Yo espero que por aclamación se adopte el pensamiento para evitar los grandes monopolios(…) por aquellos hombres que desprendidos de todo amor hacia sus semejantes sólo aspirana su interés particular y nada les importa el que la clase más útil del Estado, o como dicenlos economistas, la clase productiva de la sociedad, viva en la miseria y desnudez.

Hablaba, claro, de los labradores.Es notoria la intención de las Memorias en cuanto a convertir al propietario moderno en un

orgulloso ciudadano debido al trabajo generado por su propio conocimiento y con sus manos. Es untema de dignidad personal al que apuntaba Belgrano como motor de la creación de riqueza. Claro, estoque hoy parece una obviedad conllevaba en su tiempo enormes transformaciones sociales yeconómicas.

Mercado interno

Es cierto que como secretario se dedicó a argumentar a favor del libre comercio, pero eso no significómenospreciar el desarrollo de capacidades internas de producción. El Consulado apoyó el proyecto deun tal Casimiro Necochea para crear una industria naviera en Paraguay y la propuesta de traer aBuenos Aires maestros curtidores norteamericanos, idea desarrollada por Belgrano en su Memoria de1802 que la Corona rechazó alegando que había suficientes manufacturas en España. En el expedientela consideró “contraria a los intereses de la Metrópoli” y pidió al Consulado “que se aplicara a cosasmás útiles”. Nada que fuera contra la política colonialista prosperaba.

En una discusión sobre la falta de moneda por la crisis fiscal originada en la Defensa de BuenosAires frente a las Invasiones Inglesas, Belgrano intercedió afirmando: “Si subsiste el comercio con losextranjeros, se llevarán el numerario, como ha sucedido siempre”. Pragmático, en los finales delgobierno de Liniers le propuso el Virrey abrir el comercio a los ingleses en las costas del Río de la

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Plata para debilitar a Montevideo, atraer a las provincias de Perú y generar ingresos de aduana.Tiempo después, en septiembre de 1809, la crisis financiera llevó a que el Cabildo y el Consulado sepronunciaran a favor de esta idea. Por los conceptos y autores citados se estima, además, que Belgranoestuvo detrás de Moreno en la construcción del texto conocido como Representación de losHacendados, escrito en defensa de los comerciantes ingleses.

Los anteriores esbozos de proteccionismo de la producción local (salvo ante acuciantes problemasfinancieros) se verían acrecentados en las ideas y en la acción de Belgrano luego de 1810. El Correode Comercio en septiembre de 1810 sostiene: “La importación de mercaderías que impiden elconsumo de las del país, o que perjudican al progreso de sus manufacturas, y de su cultivo, lleva trasde sí necesariamente la ruina de la Nación”.

Belgrano se asumía pragmático, entre las ideas liberales y favorables al libre cambio, la creencia enlas ventajas de un comercio activo (el combate al monopolio), y una evidente defensa de la produccióny del mercado interno. Iñigo Cabrera lo resume en tres columnas para el desarrollo: agriculturaenfitéutica (enfiteusis: cesión de la tierra a cambio de un canon anual), comercio abierto y positivo, eindustria protegida y expansiva. “Todas las Naciones cultas se esmeran en que sus materias primas nosalgan de sus estados a manufacturarse”, apunta Belgrano.

En suma, buscó antes de la revolución producir una mejor coordinación entre la colonia y laPenínsula, sin desafiar la pertenencia a la Corona, pero tratando de conseguir una mayor autonomíapara la economía interna junto a un creciente desarrollo de la producción y mano de obra local.

Sin dudarlo, el proyecto político que surgió entre 1808 y 1810 produjo en él un cambio depercepciones. En la etapa de estudiante y en el Consulado se lo observa partidario leal de unlibrecambismo extremo. En 1798, propiciaba “que se dé entera libertad al comercio, pues la políticamás segura, exacta y provechosa a la Nación y al Estado consiste en la plena libertad deconcurrencia”.

“Su viraje en septiembre de 1810 hacia actitudes más proteccionistas no puede interpretarse sinocomo efecto del nuevo proyecto político que nace con la Revolución de Mayo”, nos dice FernándezLópez. Belgrano propuso entonces que la exportación de los sobrantes era “la ganancia más clara quepuede hacer una Nación”, instaurando la vocación exportadora. No sólo eso, adujo que las mayoresventajas de la exportación venían de manufacturar antes las producciones sobrantes de la tierra.Consideró que la importación de materias primas para manufacturar en el país (en lugar de traerlas yamanufacturadas) ahorraba dinero y generaba empleos, y que la importación de mercaderías extranjerasde puro lujo a cambio de dinero era “una verdadera pérdida para el Estado”.

Un innovador

Belgrano se formó y vivió en un tiempo de cambios profundos. Estudió en el período en que unamonarquía ilustrada encabezó una política de apertura en el Reino para revitalizarse, pero sinmodificar el esquema según el cual las colonias eran simples proveedoras de materias primas para elcomercio y la industria de la Metrópoli. Transitó los tiempos de la Revolución Francesa, y leyó a losprimeros grandes autores económicos. Luego confrontó experiencias y conocimientos con la realidadamericana.

En el seno de su propia familia vivió las contradicciones de la época: con un padre comerciantemonopolista, supo ser luego cabeza de la avanzada por el libre comercio. De hecho, la traumáticahistoria personal lo marcó: su padre Domingo (protector e impulsor de sus estudios europeos) fueobjetado como contador de la Aduana y acusado de complicidad en la quiebra de Francisco Ximénez

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de la Mesa. El Virrey Loreto ordenó su prisión y el secuestro de sus bienes.Desde España, Belgrano hijo siguió de cerca un proceso que pasó a los tribunales españoles, hasta

que el Tribunal de Indias, en 1790, acordó su libertad y cuatro años más tarde lo absolvió de culpa ycargo. Pero para entonces la salud y la fortuna de Domingo Belgrano se habían desmoronado, lo quepuso a Manuel en la necesidad de seguir adelante por sí mismo, viviendo en base a sus logrosprofesionales. Su padre murió en 1795, lo que le dio más margen para proponer lo que creyera másconveniente, aunque esto fuera contradictorio con la que había sido la actividad de su padre.

Fue nuestro primer demógrafo y nuestro primer economista. Su sociedad ideal estaba compuesta nopor estamentos (con fueros y privilegios) sino por personas autónomas con capacidad de producir ydecidir. La manera de obtener esa autonomía era el acceso al conocimiento, a la educación, elaprendizaje aplicado. “Para ser felices, a los hombres es forzoso ponerlos en la precisión del trabajopor el cual se precave la holgazanería y ociosidad que es el origen de la disolución de costumbres”,afirma en sus Escritos Económicos.

La educación pública adquirió el rol (hoy evidente, entonces no tanto) de origen de todo progresosocial, integrando trabajo con razón como resultado del proceso de conocimiento. Propuso por primeravez la solución de la enfiteusis, que luego retomaría Rivadavia, para resolver el problema y poblar laszonas desocupadas.

Las ideas que Belgrano cultivó y que supo adaptar al territorio del Río de la Plata, abarcandodistintos aspectos de la vida social, política y económica, lo llevaron a Mitre a definirlo como“educacionista, literato, jurisconsulto, filántropo y economista social durante la época colonial, sunombre está asociado a todos los grandes pensamientos que se iniciaron a fines del siglo XVIII yprincipio del XIX para mejorar la condición política, moral y material del pueblo argentino”.

En 1813, la economía política fue parte del debate en la Asamblea Constituyente. En 1814, enviarona Belgrano, junto a Rivadavia, a Europa a buscar caminos al reconocimiento internacional. Ambosestaban comprometidos con la economía política. Tiempo después, Rivadavia fue designado ministrode Gobierno y una de las primeras medidas que tomó fue fundar la Universidad de Buenos Aires el 19de agosto de 1821, y poco después (1822), la primera cátedra en que se enseñó economía política. Paraentonces, Belgrano ya había fallecido. Y en la pobreza.

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CAPÍTULO 9

LA EDUCACIÓN COMO MOTOR

“Que las luces se difundan entre todos,que todos se instruyan y adquieran ideas.”

Manuel Belgrano, Memoria de 1798

El Belgrano estadista se evidencia, entre otras luchas, en la que emprendió a favor de la educación,una audacia absoluta en aquella sociedad estamental. Esa ferviente defensa tanto de la educaciónbásica como de la especializada y técnica, orientada al trabajo y a la producción, quedó más bien en elplano de las ideas porque poco pudo implementar sus pensamientos en la práctica. Aun así, logró dejarhuellas que marcaron el camino hacia una educación que forjara el progreso social de los habitantesdel Río de la Plata.

“Sin que se ilustren los habitantes de un país, o lo que es lo mismo, sin enseñanza, nada podríamosadelantar. Si al contrario nos penetra esta dulce filosofía de la humanidad; si nos reunimos,premiamos e ilustramos cada uno según podamos, no dudemos ver entre nosotros los hermosos días deSaturno”, escribió Belgrano en su Memoria de 1798.

La educación en la colonia

Para entender la dimensión revolucionaria de las ideas de Belgrano, es necesario recordar el estado desituación de la educación en el Río de la Plata en tiempos coloniales. Como lo muestra AdrianaPuiggrós, durante el dominio español se instalaron en América dos tipos de instituciones educativas.Por un lado, las elementales que, casi siempre en manos de órdenes religiosas o del clero secular, seabocaron sobre todo a la enseñanza de la religión católica y su culto. Por otro lado, en el nivelsuperior, se fundaron unas pocas universidades que transmitían los saberes cultos a las minoríaspudientes, futuros dirigentes políticos y religiosos. Los planes en éstas eran escolásticos: se enseñabasobre todo Teología y Derecho.

La educación en los oficios fue una excepción. Quienes educaron para el trabajo fueron los jesuitas,que en las misiones formaban artesanos y agricultores. Pero éstos fueron expulsados por el Rey CarlosIII en 1767, lo que provocó una fuerte escasez de educadores en todo el Virreinato.

Las reformas borbónicas de ese reinado generaron cambios en la educación y promovieron laapertura de distintos tipos de establecimientos. Puiggrós distingue hacia fines del siglo XVIII seistipos de instituciones educativas en el Río de la Plata: las escuelas pías (gratuitas, elementales,dependientes de las parroquias, donde se educaban indígenas y mestizos); las escuelas de losconventos (enseñanza más avanzada que preparaba para la universidad); escuelas de losayuntamientos (para los pobres de los pueblos y las ciudades); escuelas del Rey (antiguas escuelas delos jesuitas que, luego de su expulsión, fueron costeadas por los cabildos y los padres); escuelasparticulares (maestros que enseñaban en sus casas autorizados por los cabildos, a ellas concurríanhijos de comerciantes y de la clase alta), y universidades (de San Marcos, en Lima; de Chuquisaca, en

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México, y de Córdoba).Fuera de los conventos, no existía en Buenos Aires establecimientos para la educación media o

superior en el siglo XVII, por eso los jóvenes que deseaban adquirir conocimientos y hacer una carrerauniversitaria debían irse a Chuquisaca o a Charcas, pero esto no era sencillo: la pensión era cara y lostraslados muy riesgosos.

Mariquita Sánchez cuenta cómo se educaban los niños en la Buenos Aires virreinal:

La ignorancia era perfectamente sostenida. No había maestros para nada, no había librossino de devoción e insignificantes (…) La [escuela] más formal donde iba todo lo másnotable era una vieja casa (…) La dirigía doña Francisca López, concurrían varones ymujeres (…) en dos salas, cada uno llevaba de su casa una silla de paja muy ordinaria (…);éste era todo el amueblamiento; el tintero, un pocillo, una mesa muy tosca donde escribíanlos varones primero y después las niñas (…) El solo libro era el Catecismo (…) todo lo quese enseñaba era leer y escribir y las cuatro primeras reglas de la aritmética, y a las mujeres,coser y marcar.

Las pocas instituciones que educaban se caracterizaban por el oscurantismo y la rigidez, y porcontar con profesores mediocres y una enseñanza más bien rutinaria, como muestra Raúl Aragón en sul i b r o Belgrano y la educación. La moderna filosofía, la química o las modernas cienciasexperimentales eran vistas como fronterizas con la herejía. La Inquisición vigilaba la vidauniversitaria, los profesores eran observados en lo que leían, y se quitaba de las bibliotecas los librosdudosos. Era un tiempo de abusos y corrupción, tanto que en 1807 el Rey Carlos IV suprimió onceuniversidades por sospechas y bajo nivel.

Un hombre muy cercano a Belgrano, Hipólito Vieytes, describe con claridad el estado de laeducación (en lo institucional y familiar) en una nota escrita el 4 de septiembre de 1805 en suSemanario de Agricultura: “Al niño se le abate y castiga en las escuelas, se le desprecia en las calles yse le oprime y engaña en el seno de su casa paternal”. El problema era múltiple: escasez deinstituciones, tipo de pedagogía utilizada y ausencia de contención familiar y social de los niños.

En este escenario educacional primitivo, fuertemente vinculado a la religión católica y con altasdosis de represión, Belgrano se alzó con sus ideas para promover la educación como la base delprogreso económico, social y cultural.

Educar, primero

Belgrano trajo al Río de la Plata las propuestas de educación popular y para el trabajo de lospensadores españoles Campomanes, Jovellanos y Feijóo. Como vimos, el primero defendía que lariqueza de los pueblos residía en la inteligencia, y que el fomento de la industria se lograba a través dela educación. Los dos últimos se habían abocado a la educación popular, y a la formación de lostrabajadores. También se ve en sus ideas la influencia de los fisiócratas Quesnay y Gournay. Todo loaprendido en Europa lo volcó en un programa de educación que defendió a lo largo de su vida y que noabandonó siquiera durante las campañas militares.

Bartolomé Mitre define la Memoria que escribió Belgrano en 1796 como “un vasto programa deeducación pública”. La misma se titula Medios generales de fomentar la agricultura, animar laindustria, proteger el comercio en un país agricultor ; la palabra “educación” o “instrucción” noaparece en el título, pero está presente a lo largo del texto. Es que para Belgrano, el fin último de la

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educación era el trabajo, que a su vez era la “emancipación de los pobres”, quienes no tenían más quesu fuerza personal para generar riqueza.

En esa Memoria, Belgrano relata su frustración y dolor al observar en la misma ciudad “unainfinidad de hombres ociosos en donde no se ve otra cosa que la miseria y la desnudez”. Describe“miserables ranchos”, y “criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que laociosidad”, a la que llama el “origen de todos los males de la sociedad”. Como respuesta a ello,propone darles “auxilio desde la infancia proporcionándoles una regular educación que es el principiode donde resultan ya los bienes y los males de la sociedad”. Para ello era necesario fundar “escuelasgratuitas adonde pudiesen los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por suinstrucción, allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles el amor al trabajo, pues en unpueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria”. Al aprendizaje de las primerasletras, le seguiría la instrucción en diferentes oficios.

Más adelante se pregunta: “¿Cómo deberían ser las escuelas?”, y se responde: “Gratuidad, calidad,cantidad”. Propone promoverlas en “todas las ciudades, villas y lugares” en los que tenga jurisdicciónel Consulado. En esa misma Memoria, Belgrano propone la creación de cinco escuelas: deAgricultura; de Dibujo (al que considera “el alma de todas las artes”); de Hilado de lana; de Comercio,y de Náutica. El proyecto de estas escuelas expresa la intención de poner al alcance de cualquiera losconocimientos modernos, temas habitualmente presentes en la prensa pre revolucionaria. Sólo seconcretarían, por un período limitado bajo la protección del Consulado, las de Dibujo y de Náutica.

Llama la atención la importancia que le dio en su plan educativo a la enseñanza del dibujo: pordicha escuela debían pasar todos aquellos que quisieran desarrollar un oficio mecánico. Es que en suconcepción se trataba de vincular a artistas con artesanos y con todo aquel que necesitara dibujar paraponer en marcha un proceso laboral o industrial (desde un carpintero hasta una costurera).

Para todas las ramas, y todos los niveles, propone el sistema de premios para fomentar ladedicación de niños, jóvenes y adultos en las diferentes tareas. “Jamás me cansaré de recomendar laescuela y el premio; nada se puede conseguir sin éstos”, escribe. Es crucial el rol que le adjudica alpremio como estímulo para el logro de resultados en los estudios, e incluso al incentivo másdeterminante que es el de quedarse afuera por malos resultados: en la Escuela de Náutica eraexpulsado quien no aprobaba dos exámenes, y debía repetir el curso quien no superaba un examen.

El plan de enseñanza desarrollado por Belgrano estaba basado en la acción coordinada de padres,párrocos, maestros y funcionarios reales. Propuso crear instituciones, como escuelas, colegios yacademias, y sacar la educación del ámbito de lo privado; éstas serían financiadas con fondosoficiales, familiares y de “sociedades” o “fundaciones”. En la base de su proyecto estaba su creenciade que sólo la persona educada conoce sus intereses y puede participar activamente en la vidacomunitaria, tanto como agente económico cuanto como ciudadano.

En definitiva, la educación no pasaba sólo por lo intelectual, sino especialmente por lo artesanal,técnico e industrial. “El trabajo industrioso forja una capacidad integrada más allá de la destreza”,explica Gagliano, y agrega: “Toda la obra de Belgrano tiene afán pedagógico”. Se trataba de formar alpueblo en su condición de sujeto económico, y para eso previamente había que hacer circular ideas yllegar a la gente por fuera del núcleo de privilegio. De esta manera, Belgrano trazaba una línea entreeducación, trabajo, producción, ciudadanía y Nación.

La educación de la mujer

En su “primer trabajo económico en Buenos Aires” —como llama Mitre a esa Memoria de 1796—

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Belgrano va todavía más allá al incluir a las mujeres en el proceso educativo y productivo.“Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrinacristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles el amor al trabajo parasepararlas de la ociosidad, tan perjudicial o más en las mujeres que en los hombres”, escribe.

La formación de las mujeres no quedó circunscripto a esa primera Memoria, sino que reapareceríaen diversos escritos a lo largo de su vida. Sin ir más lejos, Mitre afirma que su segunda presentaciónanual en el Consulado, cuyo título remite al cultivo del lino y el cáñamo, es en realidad “un estudiosocial sobre la condición desgraciada de la mujer y medios para mejorarla”.

Desde los periódicos en los que escribió, Belgrano también legitimó el ingreso de la mujer almundo de la educación y la cultura. Desde las páginas del Correo de Comercio , como en el TelégrafoMercantil y en el Semanario de Agricultura se reivindicaba la ilustración de la mujer contra laconcepción vigente que ordenaba la supremacía del poder de decisión de los padres por sobre losmatrimonios de los hijos, y el trato patriarcal del jefe de familia respecto de esposa e hijas. Se poníaénfasis en la educación básica para niñas como elemento de promoción de ciudadanía y buenascostumbres.

“El bello sexo no tiene más escuela pública en esta Capital que la que se llama San Miguel (fundadapor la familia de Belgrano), y corresponde el colegio de huérfanas”, leemos en el Correo el 21 de juliode 1810. El periódico denuncia que las demás existentes subsisten “a merced de lo que pagan las niñasa las maestras que se dedican a enseñar, sin que nadie averigüe quiénes son y qué es lo que saben”.Argumenta que son más necesarias escuelas básicas para niñas que una Universidad en la capital, quesólo “habría aumentado el número de doctores”, en lo que supone una defensa de la educación básica(incluyendo a las niñas) por sobre la universitaria.

Educación y revolución

El diagnóstico belgraniano sobre la educación en el quiebre de Colonia a país independiente eslapidario. El 17 de marzo de 1810, el Correo de Comercio publica un artículo clave, titulado“Educación”, en el que Belgrano baja línea sobre sus objetivos: alfabetizar a la población y formar alhombre moral. En él le adjudica a la falta de educación “los horrores que observamos casi sin salir delpoblado” y describe que la enseñanza “se halla en un estado tan miserable, que aun las mismascapitales se resienten de su falta” y que “el cuadro es horroroso”. A tal punto que comparaprovocadoramente: “Casi se podrá asegurar que los Pampas viven mejor”.

Otro número de ese mismo mes propone una receta para atender a la “necesidad urgente” deestablecimientos de educación: la propuesta es que los cabildos organizaran escuelas de primerasletras y las dotaran de recursos, con un sueldo de 200 pesos para el docente, la obligatoriedad de laeducación y el mandato a los jueces de intervenir para hacer efectivo que los padres manden a sushijos a clases. La educación debía ser gratis, salvo para “los padres pudientes”.

En un artículo del 23 de junio de 1810 propone más reformas y lanza una fuerte pregunta retórica:“¿Hasta cuándo se van a seguir vendiendo doctrinas falsas por verdaderas, y palabras porconocimientos?”. En páginas del Correo de Comercio la educación fue un tema tan recurrente, queBelgrano sintió la necesidad de pedir disculpas. “Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con quehablemos tanto de escuelas”, escribe el 21 de julio de 1810, semanas después de la revolución. Un paísnuevo, argumenta, necesita “echar los fundamentos de la prosperidad perpetua” a través de laeducación básica.

En el tiempo inmediato a la revolución, volvió a insistir en la formación de los jóvenes en los

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oficios y hasta propuso la creación de gremios para controlar que aquellos que los ejercían contarancon los conocimientos necesarios. Para ello, también pasó una receta: que los artistas y artesanostomaran a los jóvenes de aprendices. En relación con esto, volvió a poner sobre la mesa la necesidadde establecer instituciones que enseñaran el Comercio y las Matemáticas; de éstas dice: “Con suauxilio se fundan ciudades fuertes, opulentas, magníficas, domicilios de las ciencias y las artes”.

Como vocal de la Primera Junta, promovió la creación de la Academia de Matemáticas, a la queinstaló en el mismo local donde funcionaron las escuelas extinguidas de Dibujo y Náutica. Su misiónprimordial era instruir a militares y cadetes, ante la “falta de jefes militares técnicamentecapacitados”. Su director fue el coronel Felipe de Sentenach, más tarde fusilado por conspirador juntoa Martín de Álzaga.

En ese tiempo, Mariano Moreno, quien compartía el interés de Belgrano por la instrucción pública,fundó la primera Biblioteca Pública, a la que Belgrano donó 86 obras en 149 volúmenes de su propiabiblioteca.

Educar aun en la guerra

Durante sus campañas militares, también pudo dejar ver su vocación como educador. Cuandomarchaba con sus tropas a Paraguay, en septiembre de 1810, al llegar a Santa Fe se dedicó ainspeccionar la escuela de la ciudad. Como miembro de la Junta de Gobierno, reclamó al Cabildo porla poca asistencia de los niños, y le recomendó que se amonestase a los padres por no enviarlos. “Lapatria necesita de ciudadanos instruidos”, escribe.

Un mes más tarde, en la expedición al Norte, al fundar los pueblos de Curuzú Cuatiá y Mandisoví,estableció que las ganancias de la venta de los terrenos se destinaran a costear la educación de losniños; los padres de los alumnos pudientes ayudarían en la misión pagándole a la maestra cuatroreales por cada hijo que se educara. En la zona de Misiones, observa a la población indígena e insta a“tratarlos como iguales, como seres humanos”, y a restituir “a los naturales sus derechos de libertad,propiedad y seguridad”.

Ese afán educador también lo volcó hacia sus soldados. Más allá de sus claroscuros como estratega,Belgrano supo formar a su ejército. Cuenta Mitre: “Belgrano fue no sólo un general de circunstancias,sino el fundador de una escuela militar, que ha dado a la patria guerreros ilustres, dotados de grandesvirtudes cívicas y que se han hecho distinguir por su capacidad para organizar”.

Histórica donación

Los triunfos en las batallas de Salta y Tucumán le depararon un premio de 40.000 pesos que le otorgóla Asamblea Constituyente y que Belgrano decidió donar para construir cuatro escuelas en laslocalidades de Tarija (donde se encontraba), Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, bajo unreglamento que presentó dos meses más tarde, en mayo de 1813.

“He creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria,destinar los expresados 40.000 pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras.”Por medio de esa carta, Belgrano comunicó a la Asamblea Constituyente del año 1813 su decisión.Escrita en Jujuy; en ella determina que el monto debía dividirse en 10 mil pesos para cada una de lasescuelas, entre otras cuestiones sobre organización escolar y objetivos de la donación.

En su escrito ordena que con el rédito anual de esa plata “se le paguen cuatrocientos pesos de sueldo

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al Maestro, y los cientos restantes se destinen para papel, pluma, tinta, libros y catecismo para losniños de padres pobres que no tengan cómo costearlo”. Y agrega: “Si hubiere algún ahorro, seempleará el sobrante en premios, con que se estimule el adelantamiento de los jóvenes”. Otra vez lospremios como estímulo al esfuerzo personal.

Colocó a las escuelas bajo la protección de los ayuntamientos, que estarían a cargo de laadministración y del nombramiento por concurso de los preceptores; y se reservó para sí el cargo desuperintendente. También estableció que “se fijarán a la Puerta de la Escuela las Armas de la SoberanaAsamblea Gral. Constituyente”, lo que —según Puiggrós— representa “un ritual de enormesignificación, porque distinguía la escuela del naciente Estado argentino de las parroquiales y de lasviejas escuelas del Rey”.

En el documento, también especifica las materias que debían enseñarse, el tiempo de los exámenes,el orden que debía prevalecer en las escuelas, la disciplina y las prácticas religiosas. Contrariamente alo que había establecido para las escuelas del Consulado, en el estatuto de las del Norte, Belgranohabilitó a los maestros a dar hasta seis azotes al joven que cometiese faltas muy graves, previniendoque se aplicaran al joven apartado de sus compañeros.

El artículo 18 del reglamento es especial, ya que destaca la centralidad del maestro en lo educativoy como referente civil más importante de la comunidad:

El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y maneras, inspirar a susalumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientosde honor, amor a la verdad y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despegodel interés, desprecio de todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demásnecesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público alprivado, y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero.

Para Puiggrós, “este documento marca una transición entre la modalidad educativa colonial, con susvalores y rituales, y una educación independiente y progresista. Al leer el texto se tiene la impresiónde que Belgrano hizo tachaduras sobre los viejos reglamentos escolares tradicionales y comenzó adiseñar sobre ellos una nueva idea pedagógica”. Y agrega: “Resulta evidente que la culturaindependiente sólo podía construirse como producto de la conjunción de trozos de la vieja culturacolonial con los aportes modernos”.

La historia de las cuatro escuelas del Norte esconde un lado oscuro: las mismas nunca se hicieron,no al menos en el siglo XIX. Llama la atención la desidia que siguió a la muerte de Belgrano en 1820en cuanto a la concreción de su deseo personal; más aún si se tiene en cuenta que no era poco dinero elque había donado (equivalía a 80 kilos de oro).

Entre la burocracia y las crisis económicas, el mandato de Belgrano se fue demorando. La escuelade Santiago se levantó en 1822 pero sólo se mantuvo abierta cuatro años, y las de Tarija y Tucumándebieron esperar hasta bien entrado el siglo XX.

La de Jujuy tuvo un derrotero difícil: inaugurada en abril de 1825, duró tres años hasta que fuecerrada en medio de las convulsiones de la guerra civil. En 2004, finalmente, se abrió en aquellaciudad la escuela número 452 Legado Belgraniano, cuya piedra fundamental fue plantada por el propioGeneral el 31 de marzo de 1813. Situada en un barrio humilde llamado Campo Verde, a treskilómetros del casco de San Salvador de Jujuy, la obra tardó 191 años en hacerse realidad.

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CAPÍTULO 10

FORMANDO HOMBRES DE IDEAS

“Tuve la suerte de encontrar hombres amantesal bien público que me manifestaron sus útiles ideas.”

Manuel Belgrano, Autobiografía

Belgrano fue parte de un grupo de jóvenes inquietos, siempre alertas a las nuevas tendenciasfilosóficas del mundo que llegaban a Buenos Aires de múltiples maneras. Los que viajaban traían lasnuevas ideas, lo mismo que los libros y los periódicos que —con restricciones— circulaban en laaldea colonial. Pero además, hubo referentes intelectuales que se permitieron la audacia de pensardiferente, y de hacerlo saber.

El caso del presbítero Juan Baltasar Maziel (1727-1788) es singularmente importante para estudiara Belgrano y a su generación. Maziel no sólo hacía su tarea sacerdotal (fue quien bautizó a Belgrano)sino que además “asumía una función propagandística de las nuevas ideas, en un estilo de docenciailustrada, de difusión de las luces”, según Chiaramonte. Su biógrafo Juan Probst lo llamó, quizásexageradamente, “maestro de la generación de Mayo”.

En la casa de Maziel se reunía gente diversa para la tertulia, al punto de haberse hecho famosa: unacuerdo del Cabildo del 7 de marzo de 1775 afirma que se había convertido en “una academia depersonas doctas que asisten a proponer sus dudas y dificultades”. Sin suponer una ruptura con el climacultural y religioso de la época, Maziel buscaba reproducir aquí el tipo de debate intelectual que sedaba en España.

Las resistencias a esta actitud de Maziel crecieron hasta que hubo de abrirse un expediente por unescrito sobre la cátedra de Filosofía, que terminó en una violenta actuación del Virrey contra Mazielen enero de 1786, cuando lo desterró. Como consecuencia del mal trance, éste murió presuntamentepor el disgusto. Se lo acusaba por su “abusiva literatura” y su exagerada apertura a las nuevas ideas.

¿Quién fue Maziel? Educado por la Compañía de Jesús, luego se convirtió en un ferviente opositor aella. Estudió en Córdoba, en el Colegio de Monserrat, entre 1741 y 1749. Egresó como maestro enartes y doctor en Teología, pero luego se abrió con pasión al pensamiento moderno. En palabras deMitre, Maziel fue “célebre por sus escritos y sus desgracias, y poseedor de la más rica biblioteca delos conocimientos humanos que hasta entonces se haya conocido en el Río de la Plata”.

El vínculo de Maziel con Belgrano se produjo, más allá del bautismo, a través del colegio de SanCarlos, erigido por Vértiz sobre las ruinas de las instituciones jesuitas. Al ser expulsados éstos, elVirrey había pedido consejo para redirigir las instituciones educativas, y fundar nuevas. Maziel fue elencargado de redactar el documento de la Iglesia para tal fin; y, una vez fundado el colegio, fue quiendiseñó los programas educativos, tomando como modelo el plan de estudios del Colegio de Monserrat,que funcionaba en Córdoba.

Al referirse al curso de Filosofía, Maziel indicó que los profesores “no tendrán obligación de seguirsistema alguno determinado, especialmente en la física, en que se podrán apartar de Aristóteles yenseñar, o por los principios de Cartesio, o de Gansedo, o de Newton, o alguno de los otrossistemáticos; o arreglando todo sistema para la explicación de los efectos naturales, seguir sólo a la

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luz de la experiencia por las observaciones y los experimentos en que tan útilmente trabajan lasacademias modernas”. Y sostuvo también que todas las cosas que no dependían de la razón eranopinables. Estas ideas representaban una profunda ruptura si se tiene en cuenta que ese mismo año enla Universidad de Salamanca se estaba rechazando a Newton, Gansedo y Cartesio, y reafirmando laenseñanza aristotélica. Sin embargo, al pensar la instrucción teológica, Maziel no innovó: los estudiosdebían regirse por las doctrinas de San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Esto da cuenta de sucondición de “canónigo ecléctico”, como lo llaman algunos historiadores recientes.

Esta intervención en la política educativa del Virreinato le valió que Vértiz lo nombrara cancelariode los estudios públicos (hombre que tenía la autoridad pontificia para otorgar los grados en lasinstituciones educativas). Muchos de los revolucionarios de Mayo estudiaron en ese colegio diseñadopor Maziel, mientras él dirigió —como representante de la Iglesia— la instrucción pública en elVirreinato. Entre ellos, se cuentan Juan Hipólito Vieytes, Mariano Moreno, Cornelio Saavedra y JuanJosé Castelli.

En tiempos de Manuel Belgrano, en las clases de Lógica (que formaba parte del curso de Filosofía)se criticaba el principio de autoridad, y se defendía el derecho a separarse de la Iglesia en cuestionesde ciencia, aunque no en las teológicas y morales. Años más tarde, desde las páginas del Correo deComercio, órgano de prensa de Belgrano, se criticó duramente a la enseñanza de la Lógica tradicionaly se defendió la “lógica moderna”. Los ejemplos que se leen en el Correo, como muestraChiaramonte, coinciden exactamente con los contenidos de los cursos de Lógica del Colegio de SanCarlos.

Nuevos aires

Los cambios de siglos traen la sensación de cambio de época, aunque nada ocurre de golpe. Sinembargo, entre 1800 y 1810 parecen haberse hecho más palpables la influencia de la Ilustración y losvientos de cambio. ¿Dónde? Especialmente en una prensa renovada y vigorosa, para los cánones de laépoca.

“Precedida y preparada por Manuel Belgrano desde la secretaría del Consulado, esta etapa secaracteriza por la aparición del periodismo como fenómeno estable, por varias iniciativaseducacionales con fines utilitarios y por la elaboración de algunos documentos político-económicos derelevancia”, nos dice Chiaramonte.

El trasfondo era la convulsión que generaron hechos como la Revolución Norteamericana (Belgranotradujo el discurso de salida de la presidencia de George Washington) o la Revolución Francesa de1789 (Belgrano la observó desde la cercana España). Éstos influyeron en esta generación y se volcaronen reflexiones en la prensa, generando un círculo de experiencias compartidas. El Discurso dedespedida de Washington llegó a manos de Belgrano, en inglés, en 1805. Durante sus campañasmilitares, Belgrano aprovechaba las pausas de combate para traducirlo al español. Pero el destino lejugó una mala pasada y la traducción terminó quemada con todas sus cosas tras el combate de Tacuarí.Tantas eran sus ansias de divulgar ese mensaje, que retomó desde cero la tarea en Tucumán.Finalmente lo pudo publicar en 1815.

Los viajes de estudios de jóvenes de familias acomodadas fueron otro de los mecanismos detransmisión de las nuevas ideas, ya que los puso en contacto con el clima transgresor de la Ilustracióneuropea. Belgrano estuvo en España entre 1786 y 1893; Manuel José de Lavardén (1754-1809), otro delos referentes de los hombres de Mayo, vivió también allí aproximadamente entre 1770 y 1778. En suAutobiografía, Belgrano reconoce que su formación no deviene de la carrera formal que fue a estudiar,

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sino especialmente del contacto con “hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útilesideas” durante su periplo por las ciudades europeas. El viaje de Belgrano coincidió con los añosfinales del reinado de Carlos III e iniciales de Carlos IV, época de reformas y apertura a nuevas ideas.

Tertulias y sociedades literarias

Los lugares de la sociabilidad cultural de la época por los que circularon estos personajes y estas ideasno fueron otros que el periodismo, los libros, las bibliotecas, las tertulias y todo tipo de sociedadesartísticas, que fueron en realidad un pretexto para la relación social. Las reformas económicas ysociales propuestas por Belgrano y los jóvenes ilustrados circulaban por la prensa y en las sociedadeseconómicas.

La nueva sociabilidad apareció de la mano “de la voluntad de ruptura del vínculo colonial, conclubes, sociedades patrióticas, logias o simplemente tertulias que se constituyen con un finestrictamente político: el triunfo de la insurrección y la instauración de un nuevo orden político-institucional”, según apunta Pilar González Bernardo. Esa nueva sociabilidad contuvo a varias hojasde prensa que abrieron espacios para el pensamiento moderno mezclado con la cultura local.

En el Telégrafo se aprecia con claridad la acción del grupo renovador. Lavardén se relacionó con elpresbítero Maziel (construyeron una relación de discípulo-maestro) y fue el impulsor de la creación deuna Sociedad siguiendo el ejemplo de las Sociedades de Amigos del País que surgieron en España conlas ideas ilustradas. El Telégrafo fue para él un vehículo de difusión de ideas.

Con estudios jurídicos y literarios en Chuquisaca y en España, Lavardén fue difusor militante de unnuevo pensamiento al tiempo que se hizo notar por su literatura. La famosa Oda al Paraná fuecensurada porque uno de los personajes hacía propaganda de Rousseau. Todo esto estableció, enpalabras de Chiaramonte, “una realidad cultural laica en el Río de la Plata”.

Los nombres se repiten. Siguiendo el ejemplo de las sociedades económicas españolas, Cabello yMesa (el fundador del Telégrafo) impulsó la creación de la Sociedad Argentina, patriótico-literaria yeconómica, el 26 de octubre de 1800. En la nómina de directivos figuraban Castelli como censor,Belgrano como secretario (ya lo era en el Consulado), y Lavardén como secretario sustituto.

Los estatutos propuestos por Cabello y Mesa marcaron el perfil de los aspirantes a miembros de laasociación: reglamentaron la religión católica como obligatoria; el carácter filantrópico de laempresa; la “limpieza de sangre, vida y costumbres”; los fines de perfeccionamiento económico,científico y educativo, y el “servicio en general al gobierno ilustrado”. Su lema, virtute et ingenio, erapoco aristocrático. Las autoridades de la Sociedad Argentina serían aquellas al mando de lo másrepresentativo del comercio y la burocracia virreinal: el contador del tribunal de cuentas, el relator dela audiencia, el secretario del Consulado (Belgrano) y su suplente.

Junto a periódicos y tertulias, aparecieron los cafés literarios y políticos como ámbito de discusiónintelectual. Ya en esta época, inicios del siglo XIX, se sabía de la existencia del luego famoso Café deMarco, búnker del morenismo en la etapa independiente: en un contrapunto publicado en el Telégrafoen julio de 1801, se lee: “¿Qué dicen de ese Papel / allá en el café de Marcos?”.

Este proceso denota una creciente cultura laica en el Río de la Plata, dentro del marco de la coloniay del catolicismo, y a la vez un retroceso de la centralidad de los clérigos en la actividad culturalporteña. Esta sociabilidad y en especial la irrupción del periodismo como vehículo de las nuevas ideasanuncian el avance de la Ilustración pero no en ruptura con la Iglesia.

La Revolución de Mayo y la Independencia habrían de acelerar ese proceso, sobre todo con lamultiplicación de las páginas impresas. Según Halperin, más de un testigo ha dado cuenta de que “la

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palabra escrita es en Buenos Aires un medio de difusión ideológica no reservado a una minoríaestrecha”. El historiador agrega: “La revolución multiplica las imprentas, que no están precisamenteociosas; es difícil encontrar en 1816 un muchacho de diez años que no sepa leer”.

Lo mismo sucedió con las asociaciones ilustradas. En España no sobrevivieron a la crisis de 1808,pero en América se multiplicaron al punto de convertirse en centro de propaganda de las ideas deautonomía y luego revolución. Un ejemplo notable fue la Logia Lautaro, exponente del períodoposterior a mayo de 1810.

También en la época previa y durante la revolución, las tertulias cobraron un rol fundamental en ladifusión de ideas y en la planificación de las acciones. El grupo de criollos que luego lideraría larevolución comenzó a reunirse a partir de las Invasiones Inglesas. Uno de los lugares elegidos fue laquinta paterna de Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, que ocupaba dos manzanas en Buenos Aires,entre las actuales Charcas, Callao, Viamonte y Ayacucho. El otro lugar emblemático fue la llamada“jabonería de Vieytes”, que en realidad producía sebo y jabón y era propiedad de Nicolás RodríguezPeña. El administrador era Juan Hipólito Vieytes y estaba ubicada en el barrio de Monserrat, en laactual calle México, entre Tacuarí y Bernardo de Irigoyen.

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CAPÍTULO 11

BOOM DE LA PRENSA

“Así mi Sociedad ahora ha logrado / de un nuevo sol,las nuevas influencias / en el Xefe que Carlos nos ha dado /

pues los destellos de sus excelencias / elevaránal más sublime grado / las Virtudes, las Artes, y las Ciencias.”

“Soneto”, Telégrafo Mercantil, N° 1, 3 de junio de 1801

El siglo XVIII es conocido como el Siglo de las Luces, por la difusión de nuevos conocimientos eideas. La España borbónica no estuvo al margen del movimiento renovador, dentro de lo que seconoció como despotismo ilustrado, pero sin abandonar el lema que aplicaban los ministros ilustradosde Carlos III: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. En ese contexto, la prensa fue vista como unaherramienta de promoción de las luces, y como un signo de modernidad. En el reinado de Carlos III,justamente, se produjo una explosión de publicaciones como El Pensador, El censor, El espíritu de losmejores diarios o el Correo de Madrid.

Sucede que para los monarcas españoles la referencia era el modelo francés, como mostró BeatrizRubial: esto suponía la centralización y la racionalización administrativa y, además, la introducciónde las nuevas ideas científicas y técnicas. Claro, con los límites que imponía el dogma religioso. Eneste contexto, las memorias y los periódicos eran eslabones centrales de un proceso nuevo dediscusión pública.

Para que todo lo anterior fuera posible, la tecnología crucial era la imprenta, que en el Río de laPlata dio sus primeros pasos en la reducción jesuítica de Loreto, en Paraguay. A comienzos del sigloXVIII, el sacerdote vienés Juan Bautista Neumann construyó ahí la primera imprenta, en la que seeditó el Martilogio Romano, en 1700. Le siguió la que compraron los jesuitas en 1758 para el ColegioConvictorio de Monserrat, en Córdoba.

Cuando la Compañía de Jesús fue expulsada, en 1767, la imprenta quedó olvidada varios años hastaque en 1780 fue llevada a Buenos Aires por decisión del modernista Virrey Vértiz. Se pagaron por ella1.000 pesos y su destino fue la casa de los Niños Expósitos, en la manzana de las actuales calles Perú,Alsina y Moreno. En 1781, quedó establecida la famosa Imprenta de los Niños Expósitos, convertidoséstos para la posteridad en los primeros tipógrafos de Buenos Aires. El impulso a la imprenta en lacapital del Virreinato y la instalación de la primera Casa de Comedias (La Ranchería) lo convirtierona Vértiz en el primer Virrey que apostó por las nuevas formas de comunicación.

Primeras publicaciones

En estas y otras imprentas posteriores de la etapa colonial sólo se imprimían folletos y librosreligiosos, dado que el régimen colonial se oponía a la introducción de libros que pudieran fomentar ladesobediencia. La hoja de prensa más antigua que se conoce es una manuscrita que se titula Gazeta deBuenos Ayres del martes 19 de junio de 1764, previa a la instalación de la imprenta mencionada.

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Se conservan de este periódico de ocho páginas sólo tres ejemplares, y los temas tratados sonnetamente de antiguo régimen: la salud del gobernador, los pagos a oficiales, la captura de unaembarcación, el contrabando portugués y la preocupación por las epidemias. Hay un segundo númerodel 24 de julio, y otro del 23 de octubre de 1779, que seguramente circulaban de mano en mano. Comoeran manuscritos, no existía control de edición, lo que despertaba sospechas en el poder real. Unaorden de las autoridades virreinales del 23 de octubre de 1779 sostiene: “Se hace saber a los vecinosque deben abstenerse de componer, escribir, trasladar, distribuir semejantes papeles sediciosos einjuriosos, y de permitir su lectura e su presencia”.

Ya en la etapa de la imprenta de los Niños Expósitos, apareció un periódico de ocho páginastitulado Noticias recibidas de Europa por el correo de España y por la vía del Janeyro. Buenos Aires8 enero de 1781. Se lee en él sobre la salud del Rey y su familia, y se informa sobre la marcha de laguerra entre España e Inglaterra. En esa misma línea, hubo una impresión del 1º de mayo de 1781, dediez páginas, titulada Extracto de las noticias recibidas de Europa por la vía del Portugal que estátotalmente dedicada a la guerra con los ingleses. Ya entonces se temía una invasión al Río de la Plata:“No es de presumir ese intento contra un país defendido por un regimiento completo de tropasregladas y por 5 o 6 mil hombres de milicias”. Veinticinco años más tarde, ese presagio se chocaríacon la realidad de una Invasión Inglesa exitosa.

Pionero

El Telégrafo Mercantil funcionó entre 1801 y 1802 bajo las órdenes de Cabello y Mesa, coronel yabogado de Extremadura; fue autorizado por el Virrey Vértiz en una resolución de noviembre de 1800,en la que además de darle vía libre designó a los dos censores encargados de leer y brindarconformidad a la publicación de cada número. El control de la prensa era lo normal entonces: elVirrey debía autorizar la publicación y el contenido de cada número debía pasar por los censores; engeneral, para facilitar las cosas, los autores se autocensuraban.

Antes de lanzar el primer periódico en el Río de la Plata, Cabello y Mesa ya había editado en Limael Diario de Lima, Curioso, Erudito, Económico y Comercial (1790-1792), y había colaborado con elMercurio peruano de Historia y Literatura y con Noticias públicas que da a luz la SociedadAcadémica de Amantes de Lima, entre 1791 y 1795, cuando era miembro de una sociedad económicalimeña. En 1798, intentó formar una Real Sociedad Universal bajo protección virreinal en BuenosAires. El proyecto no avanzó, en parte, porque Belgrano argumentó que se superponía con lasactividades de fomento que hacía el Consulado. En cambio, en octubre de 1800 sí obtuvo laautorización exclusiva y sin competencia por parte del Virrey Avilés para sacar un periódico.

El dictamen del regente de la Real Audiencia ante el pedido de autorización de Cabello y Mesa esinteresante porque recomienda al Virrey la edición del periódico con argumentos propios de laIlustración: dice que es “siempre útil y agradable el conocer los objetos de que estamos rodeados (…)los datos de nuestro Comercio, el estado de nuestra Minería, Agricultura y pesca”, objetos que “debenser interesantes a todo buen Patriota sin profanar el recomendable nombre de Filósofo”.

La sugerencia final del dictamen escrito por el censor merece leerse, para entender cómofuncionaba el control de la prensa en la época:

Con las precauciones correspondientes de guardar moderación, evitar toda sátira, no abusarde los conceptos, meditar bien sus discursos para combinar la Religión, Política, Instrucción,y principios (…) sujetándolo a una censura fina, y meditada, que deberá sufrir antes de

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imprimirse.

El periódico se presenta como un “entretenimiento mental”, y tiene por fin “ilustrar al país en todaslas ciencias, ramas de la literatura y artes útiles y proponer al gobierno las ideas y los proyectos quepudieran ser de utilidad al Rey, a los vasallos y a la Patria”. Interesante es notar el espíritu hispanista,cómo adhiere sin fisuras al régimen y cómo se utiliza en él la palabra “patria” para referir a la Naciónespañola.

En el Telégrafo aparecieron la Oda al Paraná de Lavardén, las fábulas de Azcuénaga, y variostextos de Medrano. Vale la pena detenerse un instante más en Lavardén, uno más de los ilustradosrenovadores dentro del esquema colonial: poeta y autor del primer drama teatral argentino, fuetambién un ganadero progresista. Se le adjudica la primera obra económica escrita en el país (“Nuevoaspecto del comercio del Río de la Plata”), y la primera obra teatral de temática americana: Siripo, de1789, representada en la famosa Ranchería (primer teatro de la ciudad). Su tema escandalizó a lasociedad de entonces: el cacique Siripo se enamora de la mujer de un español que vivía en el fuerteSancti Spiritu, desencadenando un final trágico (muerte de ella en la hoguera y de él a flechazos).

Manuel José de Lavardén fue colaborador de Cabello y Mesa en su novedosa empresa periodística,y aquel primer día de abril de 1801 plasmó en sus páginas la Oda al majestuoso Río Paraná que loconsagró como el primer poeta del Plata. Veamos cómo fue presentado en aquella oportunidad a loslectores: “A quien no se puede negar ni su claro talento, ni su buen gusto, ni su escogida erudición, suurbanidad, su decoro, y en fin las prendas más dignas de un literato y más acreedoras a la estimación yaprecio público” (Telégrafo Mercantil, 1º de abril de 1801). En aquellas páginas se lee:

Augusto Paraná / Sagrado Río / primogénito ilustre del Océano / que en el carro de Nácarrefulgente / tirado de caimanes, recamados / de verde, y oro, vas de clima en clima / deregión en región vertiendo franco / suave frescor y pródiga abundancia.

El periódico de Cabello y Mesa —sin dudas, alentado por Belgrano— en un primer momento saliódos veces por semana (miércoles y sábados) con ocho páginas; a partir de noviembre de 1801, saliósolamente los domingos, con dieciséis páginas. Llegó a tener 236 suscriptores, nueve de ellospertenecían al Real Tribunal del Consulado. Escribieron en él Belgrano y su primo Castelli, ademásdel Deán Gregorio Funes y José Chorroarín. Su extinción se dio en octubre de 1802, a raíz de lapublicación de algunos artículos polémicos. En uno de ellos se lee: “No existe bajo el sol un lugar mása propósito que este Río de la Plata para fomentar la haraganería de los extranjeros, por abundancia delos alimentos y la superabundancia de mujeres solteras y amigas de la ociosidad y el lujo”.

El Telégrafo fue, además, la primera muestra de voluntad asociativa en tiempos coloniales. Comohemos visto en el capítulo anterior, incluso un grupo de hombres ligados a ese periódico dieron formaal primer ejemplo de asociación moderna de Buenos Aires, con el proyecto de creación de unaSociedad Patriótico-Literaria y Económica.

El segundo

El Virrey del Pino retiró de circulación al Telégrafo y abrió la puerta a una nueva publicación: a finesde 1802 apareció el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio de Juan Hipólito Vieytes. Selanzó el 1º de septiembre de ese año con la intención de que se difundiera en el Virreinato del Río dela Plata, la capitanía de Chile, Charcas y el Virreinato del Perú (con la ayuda del Virrey, ibarecomendado a intendentes y autoridades de las diferentes ciudades). El Semanario sufrió una

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interrupción durante la primera Invasión Inglesa y reapareció luego de la Reconquista, paradesaparecer definitivamente en febrero de 1807.

Vieytes, su director, escribió en el prospecto de su hoja de prensa: “Órgano por donde se transmitanal Pueblo las útiles ideas de los compatriotas ilustrados, no son mis hombros sólo suficientes parasostener el peso de este colosal edificio”. Belgrano, una vez más, estaba al lado del promotor delperiódico.

En su primera etapa, se editó entre septiembre de 1802 y el 25 de junio de 1806, hasta que lointerrumpió las Invasiones Inglesas en el número 197, constituyendo una larga temporada para loprecario de la época. El mismo Vieytes se quejó de que los ingresos alcanzaban a lo sumo para pagarel papel, y culpó a las autoridades de no difundirlo suficientemente entre la población. Llegó al puntode escribir un artículo titulado “Motivos por que se hace dificultosa la subsistencia de este periódico”.

Luego de la Reconquista de Buenos Aires, Liniers le escribió a Vieytes una carta solicitando lareaparición del periódico, al que veía necesario para cohesionar al pueblo, frente a la amenaza de unanueva invasión:

Los periódicos de usted no respiran sino el más puro patriotismo, amor a las artes y másacendradas ideas morales, y en este momento los miro más necesarios que nunca, cuandoacababa [sic] su Reconquista tememos vernos de nuevo atacados y necesitamos que losmoradores de esta ciudad y sus dependencias se inflamen de un nuevo celo para rechazar losesfuerzos de los enemigos empeñados en nuestra ruina.

El Semanario volvió entonces a circular hasta el 11 de febrero de 1807, día de su último número.Impreso en la antes mencionada Real Imprenta de los Niños Expósitos, fueron en total 218 números,dos suplementos y un número extraordinario. En general, supo tener ocho páginas y una periodicidadsemanal. Defensor de los ideas modernas, no dejó de tocar temas útiles a la sociedad; por ejemplo, fueferviente defensor de la introducción de la vacuna contra la viruela.

En el Semanario se publicaron artículos de otros periódicos, especialmente españoles y franceses, yde unos pocos y destacados autores locales, entre ellos Pedro Cerviño (colaborador de Belgrano en elConsulado, publicaba con el seudónimo Cipriano Orden Betoño) y Manuel de Lavardén (se hacíallamar Fray Juan Anselmo de Velarde). “El resto de los artículos debe ser atribuido al puño y letra deVieytes, especialmente por la uniformidad del estilo”, nos dice Ricardo Rojas. Él también publicó conseudónimo: para sus lectores era Julián Topio.

Con el fin original de proponer la prosperidad económica, a través de la agricultura, la industria y elcomercio, el periódico terminó tocando temas de interés general. “Corresponde ubicar a nuestroSemanario como un retoño criollo nacido al calor de la Ilustración” y como parte de un vastomovimiento científico, cultural y social que hizo florecer en América un nuevo periodismo, agregaFélix Wainberg. Tras las Invasiones Inglesas, el Semanario se dedicó a reforzar el sentimientopatriótico frente al invasor y a enaltecer el apoyo de los indígenas a la lucha contra los ingleses.

Sin una formación académica, es posible rastrear las influencias de Vieytes en sus escritos en laprensa, en sus cartas y en otros textos. En ellos resume las tendencias que quiere acercar a estos pagos:Uztáriz, Zabala, Campillo, Jovellanos, Foronda —entre los nacionales, o sea, españoles— y Galiani,Quesnay, Mirabeau, Crumpe, Franklin, y sobre todo Smith, entre los extranjeros. En el número 211 delSemanario, lo llama a este último “sublime economista”. La visión de Vieytes resalta la importanciadel interés personal como motor de la conducta humana, el trabajo productivo, la división del trabajoy el comercio como los modos de multiplicar la riqueza de los países.

Vieytes salió de Buenos Aires en junio de 1810 y volvió en octubre para reemplazar nada menosque a Moreno en la Secretaría de Gobierno y Guerra, cargo que ocupó hasta abril de 1811. Las tareas y

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los destinos se entrecruzaban. Más que un pensador original, fue un difusor de las ideas que circulabanen Europa; aun así, en opinión de Weinberg, fue “el economista que enlazó ideológicamente a laIlustración española con el amanecer de la conciencia revolucionaria criolla”.

Ya era evidente antes de la revolución que el orden social vigente era inestable y había muchos“ilustrados” decididos a debatir las nuevas ideas. Un lugar clave para este debate fue la prensa:“Probablemente lo más notable del período sea la existencia de publicaciones difusoras delpensamiento ilustrado”, dice Chiaramonte. Se refiere al Telégrafo, al Semanario y, por supuesto, alCorreo de Comercio fundado por Belgrano, de quien nos ocuparemos en capítulo aparte.

Delicado equilibrio

No era sencillo opinar en la prensa de principios del XIX. La autocensura era un mecanismo queoperaba desde el editor para facilitar la publicación y no tener que estar siempre dando explicaciones.Los artículos abundaban de párrafos a favor de la religión, en lo que parece una herramienta dedefensa frente a las miradas ajenas. Es decir, salir a hacer propaganda de la Ilustración era posiblebajo el paraguas de un enfoque católico aun exagerado. Fue, en este sentido, notable la autocensurapracticada por el propio Moreno sobre la obra de Rousseau, que veremos más adelante.

“La ruptura política con España introduce, junto con el problema de la representación, la figura dela opinión pública como fuente de legitimación”, señala Pilar González Bernaldo de Quirós. Antes, ymás aún después de la revolución, la prensa se convirtió en terreno simbólico central para la luchapolítica y en herramienta de construcción de esa opinión pública.

No es casual que los discursos o memorias de Belgrano se publicaran en el Telégrafo y en elSemanario, lo que además muestra que los personajes que los editaban coincidían en objetivos yestaban vinculados. Hasta podría decirse que Belgrano fue fuente de inspiración para Vieytes, yviceversa. Mitre, enalteciendo al protagonista de su obra, llega a afirmar que las ideas publicadas en elSemanario “eran un desarrollo de las ideas popularizadas por Belgrano en sus Memorias económicas”.

En marzo de 1802, Belgrano, en ocasión de los exámenes y entrega de premios, dio un discurso enla Academia de Náutica elogioso hacia su colaborador Pedro Cerviño, que se publicó en el Telégrafoel 21 de marzo de 1802. Otro similar, pero del 28 de enero de 1806, apareció en un númeroextraordinario del Semanario. Permanentemente buscaba Belgrano oportunidades para dar difusión asus ideas, dentro de los límites que le planteaba la sociabilidad de la colonia.

Para Mitre, Belgrano fue referente de jóvenes como Castelli, Vieytes y Moreno. Desde mediados dela década de 1790 hasta 1810 estos nombres aparecen unidos a una misma obra intelectual y depropaganda.

Generación de periodistas

La generación contemporánea de Belgrano presenta algunos personajes destacados, como MarianoMoreno, Juan Hipólito Vieytes, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo, todos hombres de ideasque circularon por la prensa y se convirtieron en sus pioneros. Para difundir las ideas ilustradas, y losconceptos que llevarían luego a la autonomía respecto de la metrópolis española, estos dirigentesdebieron transitar entre los escritorios de funcionarios, la prensa, las tertulias y el campo de batalla.

Para la conmemoración histórica ha quedado que Moreno fue el primer periodista, porque la fechade fundación de la Gaceta de Buenos Aires (7 de junio) se usó para instaurar el día del periodista. Sin

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embargo, puede decirse que el primero fue el español Cabello y Mesa, quien el 1º de abril de 1801lanzó el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata , primerperiódico impreso de Buenos Aires.

Incluso antes que Moreno, como referentes de la prensa (por haber fundado periódicos), deberíananotarse a Vieytes y a Belgrano, hacedores del Semanario de Agricultura, Comercio e Industria y delCorreo de Comercio respectivamente. Cabello había fundado once años antes en Lima el primerperiódico de América del Sur. Por haber nacido aquí, puede considerarse que Vieytes fue el primerperiodista de lo que luego sería la Argentina. Pero el rol de Belgrano fue central, ayudando a los dosprimeros y luego conduciendo su propio periódico.

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CAPÍTULO 12

BELGRANO PERIODISTA

“[La libertad de prensa] es necesaria para la Instrucciónpública, para el mejor gobierno de la Nación,

y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiraníade cualquier gobierno que se establezca.”

Manuel Belgrano, “Necesidad de la libertad de prensa”,Correo de Comercio, 11 de agosto de 1810

El paso de Belgrano por Europa fue sin dudas formativo en cuanto a su faceta de periodista. Desdemediados del siglo XVII, la prensa era un espacio de divulgación de novedades en el ViejoContinente; en 1665, surgió el Journal des Savants, expresión de la vocación de los letrados dedifundir las nuevas ideas, por iniciativa de Colbert, ministro de Luis XIV y jansenista. En 1758, nacióel primer periódico español, bajo la dinastía borbónica, de origen francés: fue el Diario de Madrid, elprimero en habla hispana.

El hecho de haber estado en Europa en momentos de la Revolución Francesa seguramente lo marcó,al observar el dramático desarrollo que tuvo la prensa desde entonces: en este tiempo se publicabansólo en París 350 diarios y unos 1.400 en todo el territorio francés.

Belgrano frecuentó este desarrollo del diarismo y estaba en España cuando Carlos IV prohibió lasalida de nuevos periódicos —salvo el Diario de Madrid— en febrero de 1791, debido a los temoresque despertaban los ecos de la Revolución Francesa.

En 1794, Belgrano regresó a Buenos Aires tras ocho largos años en España con esa experiencia acuestas, valorando el rol de la prensa. En esa etapa, se suscribió a publicaciones europeas, como elAlmanak Mercantil, el Correo Mercantil de Madrid y el Semanario de Agricultura español. Es decir,se mantuvo cerca de las novedades que difundía la prensa del mundo.

Por aquel tiempo, Belgrano se convirtió en el primer cronista de viajeros al entrevistar a numerosospersonajes que le transmitieron sus conocimientos del inmenso y deshabitado país. Escribió relatos ytranscribió entrevistas, entre ellas una que le hizo a un cacique indígena, cuando estaba al frente delConsulado.

Una experiencia singular fue el Correo Mercantil de España y sus Indias (creado en 1792), del cualfue colaborador, porque se constituyó en la primera publicación que sumaba noticias provenientes delas colonias americanas, que eran enviadas a España y volvían impresas en forma de periódico, con uneje en temas de economía y comercio.

El Virreinato tenía entonces unos 450.000 habitantes pero sólo 15.000 sabían leer y escribir. En eseentonces, el ministro Diego Gardoqui (el mismo que influyó en su nombramiento al frente delConsulado) le pidió por Real Orden el envío mensual de noticias sobre el estado de la agricultura, lasartes y el comercio, para el citado Correo Mercantil de España y sus Indias . La tarea de Belgrano erala de editor de la información que le mandaban sus representantes en las provincias del Interior: elsecretario seleccionaba, y elaboraba periodísticamente el material, según explica César Díaz en sutrabajo “Intelectuales y periodismo”. En sus palabras, Belgrano lideraba una “red de corresponsales

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distribuidos en el extenso territorio virreinal” facilitada por el eficiente sistema de postas y correosdel Virreinato. Por supuesto que su trabajo en el Consulado era el de funcionario, pero a la vez sedesempeñó como periodista, porque en aquella década de 1790 se dedicó a operar como redactor ycorresponsal acercando novedades para un periódico español.

Luego transitó la intensa etapa de apoyo activo al Telégrafo Mercantil y al Semanario deAgricultura, tanto en lo periodístico como en lo institucional. Díaz cuenta que el editor del Telégrafo,Cabello y Mesa, supeditaba la aparición del periódico a contar con una suficiente cantidad desuscriptores, que Belgrano garantizó al tomar veintiún ejemplares desde el Real Consulado. Con estadecisión, dio viabilidad concreta a aquel primer proyecto periodístico del Plata. Más aún, puso adisposición del editor el archivo del Real Consulado y su propia pluma, que se intuye en muchos desus artículos aunque no lleven firma.

Lo notable es que, además de influir en su nacimiento y sostenibilidad, Belgrano también lo hizo enel final del Telégrafo y en la creación de su reemplazo. Se conoce que el rumbo trazado por Cabello yMesa disgustó a las autoridades, y al propio Belgrano, quien desde el Consulado le retiró su apoyo.“Viendo mucho tiempo ha que no hace más que separarse de la verdadera intención de este Cuerpo, havenido esta Junta en levantar la suscripción”, determinó el Consulado. César Díaz argumenta que elTelégrafo “fue cerrado por el poder político a instancias del religioso, al separarse de su carizpedagógico e incursionar en aspectos más irritantes para las autoridades”.

Sin perder tiempo, Belgrano se lanzó a apoyar la creación de Semanario de Agricultura, queapareció en septiembre de 1802 y convivió un tiempo con el Telégrafo. El mismo Vieytes, su creador,lo reconoce al admitir que el apoyo del Consulado “ha sido acaso el más poderoso estímulo que me hahecho atropellar por aquel montón de dificultades”. En palabras de Díaz, Belgrano fue “orientador,impulsor y un conspicuo redactor” del Semanario de Vieytes.

Correo de Comercio

Se sabe que en julio de 1809 Belgrano alcanzó al Virrey Liniers un escrito sobre el libre comercio conlos ingleses que no ha podido encontrarse. Sin embargo, muchas de esas ideas seguramente fueron lasque luego volcó en las páginas del Correo de Comercio entre 1810 y 1811. La prensa fue unaherramienta al servicio de sus ideas de reforma.

Llegado Cisneros al poder en 1809, cuenta Belgrano que sus amigos buscaban relacionarse con él:“Las cosas en España empeoraban y mis amigos buscaban de entrar en relación de amistad conCisneros”, quien a su juicio sólo buscaba mantenerse en el poder (“su prurito era tener con quéconservarse”). En ese contexto le arrimaron la idea de armar un periódico. “Nos dispensó todaprotección e hice el prospecto del Diario de Comercio que se publicaba en 1810 antes de nuestrarevolución”, cuenta Belgrano en su Autobiografía. Según afirma Díaz en su estudio sobre losintelectuales y el periodismo, Cisneros eligió a Belgrano para esta empresa “por la espectabilidad quegozaba entre sus conciudadanos”.

El Prospecto es del 24 de enero de 1810 y en él Belgrano confiesa no cobrar nada por su trabajo. Setrata de un documento que circuló por todo el Virreinato, acompañado de un “Superior Permiso”firmado por Cisneros, incitando a las diversas corporaciones a ayudar: reales audiencias, prelados,cabildos, gobernadores intendentes, militares, y al Real Consulado, se los convocaba a suscribirsepues el órgano “merecía toda la protección y fomento que podía dispensarse”, según se lee en elprospecto. No sólo eso, en este documento Belgrano ya deja sentada su posición sobre el rol de losperiódicos:

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No entraremos a manifestar la necesidad y utilidad de los periódicos, porque éstos sonpuntos demasiado ventilados y en que no hay persona que tenga sentido común que no estéde acuerdo, de resultas de lo que la experiencia ha demostrado en todas las naciones que hansabido aprovecharse del feliz descubrimiento de la Imprenta para semejante objeto.

El Virrey se inspiró en el Diario de Comercio de Sevilla para proyectar el nuevo periódico, y vio enBelgrano la persona adecuada para llevarlo adelante. “El sordo Cisneros, como se llamaba con notoriairreverencia, aprobó y aun aplaudió la publicación del periódico sin darse por entendido acerca de suverdadero carácter”, afirma Gondra. Es decir, que con su prédica iba a abrir mentes en contra delpoder español.

Al autorizar la publicación, el último Virrey sostuvo su deseo de “que se empleen los medios másconvenientes de llenar los fines que se han propuesto los editores en la propagación de las luces yconocimientos útiles”. En el decreto del 24 de enero de 1810, que dio luz verde a la publicación, seasocia la felicidad del pueblo con su “ilustración y educación”. Esto era novedoso porque todavía eracomún entre los sectores tradicionales mirar con temor a “la instrucción del vulgo”.

Puede decirse que el Correo de Comercio fue la cuarta publicación formal de Buenos Aires. Unavez desaparecido el Semanario de Vieytes no había habido por casi tres años un periódico derelevancia, fuera de extractos o gacetas de comentario circunstancial. Sí se había editado, entreoctubre de 1809 y enero de 1810, una publicación oficial titulada Gaceta del Gobierno de BuenosAires.

La publicación, según Gondra “vivamente deseada por el Virrey Cisneros”, fue interpretada poralgunos historiadores como un pretexto de Belgrano para difundir ideas y generar reuniones a favor dela emancipación. Es el caso de Mitre, quien sostuvo: “A la sombra de una sociedad literaria meditóBelgrano establecer un club político para llevar adelante los planes de los patriotas (…) quedólegitimado para reunirse y organizarse sin despertar sospechas”. En cambio, el otro gran historiadordel siglo XIX diverge de la opinión de Mitre; Vicente Fidel López observa el Correo de Comercio máscomo una continuidad de la impronta colonial, aunque con ansias de reformismo: Belgrano “entró delleno en sugestiones de Cisneros y se comprometió a fundar bajo sus auspicios un periódico”. Lapolémica no oscurece el hecho de que en sus páginas se respiró un aire fresco.

Semanario económico

Lo que se destacaba en la literatura ilustrada de la época previa a 1810 eran los escritos económicos.Los periódicos siguieron la línea de las Memorias y Representaciones de personajes como Belgrano oMoreno, que eran escritos de economía política que —sin atentar contra la religión y sin entrardemasiado en terrenos filosóficos— lograron revelar el atraso intelectual en las Colonias. Siguiendoesa línea, se puede decir que el Correo fue básicamente un semanario económico. Su foco fue traer alRío de la Plata las nuevas doctrinas que se debatían en Europa, pero pensadas desde la realidad local.Fue, a su vez, un desafío inteligentemente cauto a las políticas económicas españolas en el Plata, delas que Belgrano se venía quejando en voz baja en el Consulado. En el primer número ya critica a lasteorías mercantilistas en boga. Escribe Mitre:

El Correo (…) teniendo por principal objeto fomentar los intereses materiales y popularizarlos sanos principios de economía política, no podía menos que formar contraste con el atrasodel país, con el sistema despótico de la España y con sus leyes restrictivas de industria y de

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comercio.

Los colaboradores de Belgrano en el Correo fueron (además de Vieytes) el naturalista TadeoHaenke (descripciones geográficas), el licenciado Justo García y Valdés (temas de medicina), Pregode Oliver, Pedro Cerviño y Vicente López y Planes. Éste, autor del himno, firma con sus inicialesvarias poesías en el Correo, una de ellas es la Oda titulada “Delicias del labrador”.

La irrupción del periódico data del 3 de marzo de 1810: va precedido de ese prospecto redactado porBelgrano, y llevaba una dedicatoria a labradores, artistas y comerciantes, lo que constituye toda unadeclaración de principios. Además, el primer número incluía un artículo titulado “Comercio” queparece un resumen del capítulo I, sección I, libro IV de la Riqueza de las Naciones (Gondra hastaidentifica que proviene de la traducción de Ortiz).

En el séptimo número del 14 de abril de 1810 hay una novedad: una carta de lectores a los editores.Nada común en la época. Era de un labrador, y por el tono, estilo y contenido, todo indica que fue unrecurso que usaron los mismos editores para generar debate. Se le adjudica su autoría al propioBelgrano.

El periódico tuvo poca o nula jerarquización de temas, las notas estaban mezcladas y predominabala opinión. La información era escasa y remitía casi exclusivamente a precios y movimientos denavíos. La tipografía era uniforme, dada la escasez de tipos, y se destacaba el artículo de fondo. Lostemas eran variados, pero primaban las notas de economía, comercio, educación, medicina, rural,geografía, etnografía y, por supuesto, política. De edición semanal, el Correo salió hasta el 23 defebrero de 1811, completando 52 números y 35 suplementos. El control de la redacción estuvo enmanos de Belgrano y Vieytes.

Dos son los artículos que destacan mayoritariamente los historiadores, porque en ellos Belgranomuestra sus atributos de intelectual, político, periodista y escritor. En la edición del 19 de mayo (apocos días del Cabildo Abierto del 22 y de la Revolución del 25 de mayo de 1810), las ideas quesupuestamente se discutían puertas adentro, asoman en el artículo del Correo “Causas de ladestrucción o de la conservación y engrandecimiento de las naciones”. Éste puede verse como unavelada propaganda a las ideas económicas de quienes querían un gobierno autónomo. Dice Belgrano:“Salió uno de mis papeles en vísperas de nuestra revolución, que así contentó a los de nuestro partidocomo a Cisneros”.

En él se habla de la “desunión” como una de las causas principales de la destrucción de los Estados:“Basta ella para originar guerras, dar entrada al enemigo y arruinar al imperio más floreciente (…) launión es de un valor inestimable en una nación para su general y particular felicidad”. A partir de esteartículo del 19 de mayo, en las páginas del Comercio hay una permanente apelación a la unidadnacional. “Se percibe un sesgo marcadamente político, de prosa directa y persuasiva”, dice Díaz, enaquellas circunstancias cruciales para el cercano desenlace.

El segundo artículo crucial es sobre un tema fundamental de la etapa por venir: en el número del 11de agosto de 1810, cuatro de las cinco páginas están dedicadas a un texto titulado “La libertad deprensa es la principal base de la ilustración pública”. Según leemos allí, la libertad de prensa esnecesaria para evitar la tiranía, para moderar la arbitrariedad y los abusos, para garantizar la libertadcivil, las instituciones públicas y para mejorar el gobierno de la Nación. En su visión, la prensa teníados funciones: educativa y política. Y su libertad, tres excepciones (entendibles para la época): eldogma religioso, las injurias y la obscenidad.

La visión de Belgrano empuja al gobierno revolucionario a defender que las ideas puedan serexpresadas libremente en la prensa, como garantía contra los gobernantes despóticos: “Los quemandan y mandaren, no sólo se preocuparán mandar bien, sino que aspirarán a la perfección en loposible, sabiendo que cualquiera tiene facultad de hablar y escribir”. Hay algunos pasajes de enorme

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contundencia: “La libertad de la prensa no es otra cosa que una facultad de escribir y publicar lo quecada uno piensa y puede decir con la lengua. Es tan justa dicha facultad, como lo es la de pensar yhablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería el tener atados los entendimientos, las lenguas, lasmanos o los pies a todos los ciudadanos”.

Es llamativa la ausencia en el Correo de comentarios sobre los hechos revolucionarios en losnúmeros del 19 y del 26 de mayo. Esos días, el periódico de Belgrano habla de temas que a la luz delos hechos políticos parecen irrelevantes: describe las montañas habitadas por los indios yuracarees enla provincia de Cochabamba, da cuenta de personas mordidas por perros, habla de los peligros de lahidrofobia, destaca precios de frutas e informa sobre la entrada de buques al puerto.

¿Precaución o simplemente que la publicación no se encargaba justamente de dar noticias? ¿Es quese trataba de un órgano educativo-técnico ajeno al escenario político local? ¿O es que no estaba claro,como querríamos pensar, un rumbo revolucionario, más allá de las críticas cautas al sistema queesbozaba el periódico de Belgrano? Más allá de su discurso político, lo que sí fue revolucionario es elsentido de las ideas económicas que impulsó. Por otra parte, hay fuentes que sugieren que larevolución tampoco fue algo totalmente evidente para la mayoría de la población. Sin ir más lejos,Gervasio de Posadas, quien en 1814 fue Director Supremo de las Provincias Unidas, reconoció que “notuve de ella la menor idea, ni noticia previa, ni asistí al Cabildo del 22”.

“Habiendo salido unos días al campo en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a BuenosAires diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria”, escribe Belgrano en su Autobiografía.A partir del 25 de mayo, en que asumió tareas en la Junta, habría abandonado las tareas de direccióndel periódico. Desde entonces, sus páginas adquirieron un carácter más “doctrinario y comercial”.Según Paul Groussac, a Belgrano se le pueden adjudicar sólo los artículos anteriores al 25 de mayo. Loque ciertamente puede afirmarse es que no tuvo más relación con el Correo desde septiembre de 1810,cuando salió en campaña militar al Paraguay.

Belgrano escribió su Autobiografía a mediados de 1814. Allí afirma que en el Correo “salieron mispapeles, que no eran otra cosa más que una acusación contra el gobierno español”. En ese sentido, elperiódico puede ser visto como continuador de su obra de divulgación económica en el Consulado ycomo eslabón del camino hacia la Revolución de Mayo.

Prensa revolucionaria

La Gaceta de Buenos Aires tuvo también, para la época, una larga vida: salió a la luz el 7 de junio de1810 y sobrevivió hasta el 21 de septiembre de 1821. Sus primeros números fueron impresos en lo delos Niños Expósitos; luego, se utilizó una imprenta particular. “El pueblo tiene derecho a saber laconducta de sus Representantes”, dice la Orden de la Junta del 2 de junio de 1810 por medio de la cualfue creada la Gaceta. El decreto lleva la firma de Moreno, pero fue discutido en la Junta, lo queimplica que Belgrano no estuvo al margen de la decisión de fundar el primer periódico de la vidaindependiente. La Junta en pleno puso como responsable del diario al presbítero Alberti, quien en loshechos cedió el mando a Moreno.

Así se fundó un medio periodístico llamado a ser vehículo de publicidad de los actos de gobierno, altiempo que se colocó a la opinión pública como instancia de control y tribunal supremo. Dirigido yredactado por Moreno, fue el órgano de propaganda a favor de la revolución, la tribuna de opinión y,en definitiva, el periódico oficial. No fue, de modo alguno, un periódico independiente; no podríahaberlo sido en tiempos de prensa política-revolucionaria.

Hay un debate sobre cuánto de lo que publicó la Gaceta fue escrito por Moreno. Hay quienes dicen

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que todo; otros, que mucho; y hay algunos que sostienen que poco. Testimonios de época, no obstante,lo relacionan a él directamente con el emprendimiento: “Al poco tiempo fui encargado de la Gacetadel gobierno —escribió Pedro José Agrelo, su sucesor— que había llevado antes el doctor Moreno”.

“Los pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzoso si no se da una absoluta franquicia ylibertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades de nuestra santareligión y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto”, leemos en laGaceta número 3, del 21 de junio. Detrás de esta aparente contradicción (¿se debe dar “absoluta”libertad pero sin criticar al gobierno y a la religión católica?) se esconden los desafíos de la época: elintento de instaurar nuevas libertades y a la vez consolidar un rumbo revolucionario.

Ese rumbo no implicaba desafiar la “santa religión”. Ejemplo de ello fue lo que ocurrió con laedición del Contrato Social de Rousseau: la Junta accedió a publicarlo en la Gaceta de Buenos Airessólo cuando se hubo eliminado de la publicación original las críticas a la religión.

Como otros jóvenes ilustrados universitarios, Moreno leía a los filósofos y políticos europeos queestaban revolucionando el mundo de las ideas; él era partidario de la impronta republicana de laRevolución Francesa. Entre ellos, admiraba a Jean Jacques Rousseau, y por eso se mandaron aimprimir doscientos ejemplares del Contrato Social para utilizarlo como libro de texto en las escuelasprimarias.

Cuando Moreno integró la Junta, “consideró conveniente publicar una versión del Contrato Social,en el que encontraban elementos valiosos para fundamentar la revolución”, como apunta Scenna. Porla Real Imprenta de los Niños Expósitos apareció una traducción, adjudicada a Moreno, del texto deRousseau, con la leyenda “se ha reimpreso en Buenos-Ayres para instrucción de los jóvenesamericanos”. Como nunca dejó Moreno de ser un devoto y un militante de su religión, accedió asuprimir todo lo que Rousseau había escrito sobre este tema por considerar que en esta materia elautor “deliraba”.

La Revolución de Mayo abrió una etapa en la que aparecieron medidas destinadas a instaurar elderecho individual, a conocer y evaluar los actos públicos, y a proteger un espacio de mayor libertad.El 20 de abril de 1811, se dictó el primer reglamento sobre libertad de imprenta, ratificado por eldecreto del 26 de octubre de 1811. La nueva legislación iba en la línea del derecho a la opiniónconsagrado en la Revolución Francesa. Establecía “ese precioso derecho de la naturaleza que habíausurpado un envejecido abuso de poder” y sostenía la libertad de publicar ideas sin censura previa(antes era lo habitual), con el límite en la ofensa a derechos particulares, la religión católica y atentarcontra la tranquilidad pública o la constitución del Estado.

Es decir, el gobierno revolucionario abrió la libertad pero a su vez la restringió a estrechos límites.En nombre del orden público, el Estado en formación buscó consolidar derechos individuales y crearcanales para comunicar las luces, pero a la vez controló esos nuevos espacios. Adicionalmente, sesancionó un decreto de seguridad individual (23 de noviembre de 1811) para garantizar la protecciónde la vida, el honor, la libertad y el derecho a la propiedad.

Como hemos visto, Belgrano fue parte central de este largo proceso de autonomía de las mentes,plasmado en la prensa de comienzos del siglo XIX y confirmado en la Revolución de 1810. Fue tal suvocación de periodista, que aun en su etapa militar recurrió a las herramientas periodísticas paralograr sus objetivos. Cuando cumplió tareas como general, en el frente de batalla, decidió crear unperiódico llamado Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú (1818), el cual difundía entre lossoldados y las poblaciones que atravesaba para consolidar sus acciones y a la vez forjar la lectura ensu tropa.

Estos periódicos, nacidos en la etapa colonial, son testimonio elocuente del cambio social que sevivía en Buenos Aires por su rol como órganos de comunicación de estos ilustrados con un públicomás amplio. Era nuevo que un grupo intentara crear un público lector para difundir las nuevas ideas.

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Dato singular: los renovadores no fueron exclusivamente los americanos: entre los ilustradosrenovadores había criollos y también peninsulares. Belgrano, Vieytes o Lavardén, entre los primeros;Cabello y Mesa, Félix de Azara o Pedro Cerviño, entre los segundos.

Esta vida periodística y cultural fue consecuencia de acciones como la del Colegio de San Carlos, loque nos invita a conectar a aquella Ilustración católica con la que luego sería la generación de Mayo:imposible no relacionar la difusión del pensamiento moderno del siglo XVIII con las aulas delColegio por las que pasaron Belgrano, Moreno, Saavedra, Castelli, Vieytes y Rivadavia.

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CAPÍTULO 13

DE VASALLO A REVOLUCIONARIO

“Le hice ver cuál era nuestro estado, que ciertamentenosotros queríamos el Amo viejo, o ninguno;

pero que nos faltaba mucho para aspirar a la empresa.”

Manuel Belgrano, Autobiografía,sobre la conversación que tuvo con Crawford

en 1807, después de las Invasiones Inglesas

Es interesante comprender el devenir personal de un hombre que pasa, en cuestión de pocos años, deser un ilustrado servidor del Rey a un renombrado revolucionario y defensor en el campo de batalla dela Independencia. Manuel Belgrano comienza así la Memoria que leyó el 14 de junio de 1798, en laque explica funciones y tareas del Consulado:

Nuestro augusto soberano que siempre vela por el bien de sus vasallos, y cuyo paternal amorsólo aspira a la prosperidad de sus dominios, para que reine la abundancia entre todas lasclases del Estado, ha venido a disponer por su real orden del 31 de marzo que este cuerpo secomponga en delante de hacendados y comerciantes en igual número, instruidos en susrespectivos ramos.

El tono es el de un fiel abogado dedicado a complacer a su monarca. Un vasallo que, sin fisuras, sededica a intentar mejorar las condiciones económicas del reino en su versión colonia americana. LaMemoria cayó tan bien al Virrey, que la hizo imprimir “para que llegasen a conocimiento de todos tanútiles ideas”. Esto a sólo doce años de la Revolución de Mayo.

Ferviente católico

Es preciso recordar un poco qué significaba la religión en tiempos de la Colonia. Primero, faltar a unaobligación religiosa podía implicar un castigo del Cabildo porque la religión no pertenecía al ámbitoprivado de la persona (no era un acto de libre elección), sino que constituía el soporte de la condiciónde súbdito del Rey.

Se era súbdito por ser católico, estando ambas condiciones unidas conceptualmente. Estosignificaba que personas de otras religiones estuvieran fuera del Reino que habitaban. Un cura depueblo estaba habilitado para obligar a un súbdito a acudir a misa si no lo hacía y hasta a denunciarlopor no hacerlo. Esto podía llevar al insubordinado a la cárcel, a la frontera, o a un trabajo forzado parael Reino.

En el mes de la revolución, el Correo de Comercio insiste con la necesidad de construir escuelaspara formar ciudadanos en las buenas costumbres. Y marca que la escuela propone los buenosejemplos “iluminados con la antorcha sagrada de nuestra Santa Religión”. En ese mismo artículo, el

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autor (Belgrano casi seguramente) se refiere a los ciudadanos “por nacimiento o elección, de toda laEspaña Americana”.

Entre 1793 y 1806, Belgrano fue sumamente leal a su Rey. A lo sumo se atrevió a plantear críticasconstructivas dentro del esquema colonial con el fin de mejorar el bienestar del Río de la Plata dentrode la monarquía española. Lo hizo así, por ejemplo, ante la designación de comerciantes españolesacérrimos defensores del monopolio para constituir el Consulado. Años más tarde, sostenía su lealtad:cuando en el Correo de Comercio Belgrano remite a “nuestra nación” habla de la Nación española,incluso a pocos meses de la Revolución de Mayo. La zona de pertenencia era clara: Río de la Plata-América-imperio español.

De su lealtad también da cuenta el encuentro que tuvo con el general inglés Crawford en 1807,después de la segunda Invasión Inglesa. Ante la posibilidad de una alianza con Inglaterra en pos de laIndependencia, Belgrano reconoció que faltaba mucho para aspirar a la empresa independentista.

1810: antes y después

La ruptura revolucionaria no fue un cambio abrupto en mayo de 1810; hay un proceso detrás, del queBelgrano fue parte, tanto en Europa como en el Río de la Plata. En Europa, el dilema entre Rey-súbditos-antiguo régimen y revolución-pueblo terminó explotando con la Revolución de 1789. Franciainventó la cultura y la ideología democráticas, y potenció un universo de luchas por el poder que sedesarrollaría en el mundo de las ideas y de las palabras.

La ideología democrática nació, en realidad, dentro de la monarquía administrativa. En la sociedaddel siglo XVIII, los portavoces de las nuevas ideas eran los filósofos y los literatos, expresión de lasociedad y quienes ocupaban el lugar de lo que más tarde sería la dirigencia política. Convivían, así, elpoder formal y directo del Rey con el poder indirecto (pero cada vez más palpable) de la opinión deliteratos, filósofos (y economistas).

La sociabilidad fue cambiando y se puso en cuestionamiento la monarquía absoluta, una sociedadpolítica con el poder concentrado en unos pocos. Aparecieron espacios institucionales para estosgrupos en cafés, salones, sociedades de ideas, la prensa, donde se debatieron temas públicos conhorizontalidad. Este proceso se dio fuera de los circuitos de poder tradicionales, y operó un cambio afavor de otro poder: el del conocimiento y la opinión.

Estas tendencias convivieron pacíficamente hasta principios de 1789. El Rey siguió en el centro,pero avanzó un despertar de la palabra y del pensamiento, con el “pueblo” como protagonistasimbólico. Se cuestionaba la legitimidad del poder del Rey: ¿quién representa al pueblo? El antiguorégimen era, por otra parte, una sociedad de intereses, de clase sociales, de privilegios legitimados. LaRevolución Francesa trajo a escena una sociedad de individuos iguales en la que la política dirimía losconflictos. Esta convulsión intelectual y política presenció Belgrano estando en España; luego la volcóen su accionar en Buenos Aires, en principio, con ánimo de reforma más que de revolución.

“Los individuos adquieren autonomía frente al Estado a medida que avanzan espacios públicos onuevas instituciones que permiten canalizar la crítica”, nos dice Habermas en su tradicional Historia ycrítica de la opinión pública. El público incluía a personas procedentes de la sociedad aristocrática ode la intelectualidad burguesa, que fueron formando una opinión pública volcada a la crítica literaria,económica y luego política. Las Memorias de Belgrano, su acción en la prensa, su participación ensociedades de ideas, se inscriben en esa lógica.

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El origen de la revolución

El proceso revolucionario abierto en mayo de 1810 ha sido el centro de largos debateshistoriográficos. Las interpretaciones de esos sucesos han ido cambiando, como explicamos en laprimera parte. La versión de un quiebre producido por la emergencia de una burguesía ilustrada yrevolucionaria opuesta a lo hispano y monárquico perdió fuerza, y los criterios más actuales tienden asostener que la revolución fue más bien la consecuencia de la crisis de la monarquía española por losefectos del avance napoleónico.

¿Fueron los movimientos de la Independencia resultado de las corrientes intelectuales de laIlustración? El “equívoco” —en palabras de Chiaramonte— proviene del “falso supuesto de concebira la Independencia de las colonias hispanoamericanas como fruto de una deliberada preparacióndoctrinaria”. La interpretación tradicional supone que la revolución sigue a un proceso de maduraciónsocial que se da en el seno de un grupo ilustrado rioplatense.

En medio de las incertidumbres europeas, “los españoles americanos (criollos) afrontaron elproblema de organizar nuevos países, nuevos estados y nuevas naciones, con los restos del derrumbeibérico”, agrega el historiador, dando peso a los factores exógenos en la conformación de un gruporevolucionario. El propio Belgrano así lo presenta en su Autobiografía:

Pasa un año y he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes,Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. Seavivan entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanosempiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos.

Chiaramonte nos dice que “la Independencia fue para la mayoría de los criollos una abruptaderivación del colapso ibérico en Europa”. Es decir, los conflictos europeos son el origen de unproceso que lleva a la revolución y a la independencia.

Transformación

Aunque la mayor parte de su vida fue un fiel vasallo del Rey español, Belgrano tuvo siempre en alto laidentidad americana y, con los hechos previos a 1810, fue constituyendo su personalidad de líderrevolucionario y ciudadano criollo de un país en construcción. Fueron las Invasiones Inglesas (1806-1807) y la crisis desatada por el avance de Napoleón sobre España (1808) las que vinieron a ofrecer unnuevo contexto para el ilustrado Manuel.

“Lo peculiar del caso rioplatense —nos cuenta Ternavasio— era la superposición de dos crisis deautoridad: a la crisis local desencadenada por las Invasiones Inglesas se sumaba ahora la que sedesataba en la Península por el trono vacante.” Es en ese contexto de incertidumbre que Belgranocobró protagonismo como independentista, a veces como líder y otras, como parte de un cuerpoliderado por otros.

Las abdicaciones de Bayona en mayo de 1808, que derivaron en la toma de posesión por parte deJosé Bonaparte y el cautiverio de Fernando VII, cambiaron el escenario político del Río de la Plata porcompleto. Ante la desaparición del primer eslabón de poder de la Corona, la infanta Carlota Joaquina,que había huido tras la invasión napoleónica a Brasil, reclamó los derechos sobre los territoriosamericanos. Contaba para ello con fundamentos otorgados por su linaje: era hija de Carlos IV yhermana del Rey Fernando VII. El Virrey Liniers, que acababa de jurar fidelidad al Rey preso, y los

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peninsulares rechazaron la propuesta; en cambio, los criollos, liderados por Belgrano, la pusieron a lacabeza de un proyecto de coronación en el Plata, gracias al cual estas tierras lograrían la autonomíaque estaban empezando a soñar. A pesar de la insistencia de Belgrano, que mantuvo correspondenciacon la Infanta entre 1808 y 1809, el proyecto —como veremos más adelante— fracasó.

La voz “independencia” que aparece entonces se usaba respecto de Francia, para frenar ladominación napoleónica y en defensa del derecho del Rey español. Referido a las colonias, a lo sumoimplicaba autonomía o autogobierno, en términos de igualdad de derechos entre los pueblos españolesy americanos, pero sin cuestionar la fidelidad al Rey preso.

Con el objetivo de concertar el plan carlotista, los patriotas organizaron una reunión en la fábricade jabón de Vieytes. De ella participaron, además de éste y Belgrano, Castelli, Paso, Pueyrredón yRodríguez Peña. Según Mitre, se trató del “primer núcleo del gran partido de la independencia”. Esasreuniones secretas se repetirían desde entonces también en la casa de Rodríguez Peña y en la quinta deOrma. Podríamos citar a Francisco Xavier Guerra para decir que empezó así “la larga y complejahistoria de la construcción del ciudadano en América Latina”. Porque con la crisis de la monarquíaespañola, estos personajes se hicieron visibles con prácticas de comunicación y sociabilidadmodernas. La ausencia del Rey llamó a organizar nuevos gobiernos, en sociedades que seguían siendode antiguo régimen (poder que conduce desde arriba y el sentido de pertenencia dado por un grupomás que por el sentirse un individuo libre). El ciudadano era, en realidad, lo que entonces se conocíacomo “un vecino decente”.

Para llenar la vacancia real se crearon Juntas en España con el objetivo de conservar la soberanía“en depósito” y preservar los derechos del Rey. Se enviaron emisarios a América para lograr quefueran reconocidas como representantes del monarca. Los españoles americanos estabandesconcertados, al no haber claridad sobre la autoridad. Montevideo se reveló contra Liniers,formando en aquella ciudad una Junta. Como hemos visto, el intento juntista en Buenos Aires lideradopor Álzaga en enero de 1809 fracasó. Sin embargo, la suerte del Virrey Liniers estaba echada: ante lainestabilidad en el Río de la Plata, y cuestionado por los españoles, la Junta Central de Sevilla lodepuso a favor de Cisneros, primer Virrey cuyo nombramiento no fue realizado por el monarca.

Cuando llegó Cisneros a reemplazar a Liniers (julio de 1809), Belgrano le sugirió a éste que noentregara el mando “por no ser autoridad legítima la que lo despojaba”. Buscaba, “un paso deinobediencia al ilegítimo gobierno de España (la Junta Central de Sevilla)”, según nos cuenta en suAutobiografía. Los criollos negociaban la aceptación del nuevo mando por parte de las miliciasmientras se multiplicaban las publicaciones periódicas (anónimos, pasquines) con rumores acerca deplanes revolucionarios. Belgrano, al no lograr que Liniers siguiera el plan de resistencia, reflotó elplan carlotista, haciéndolo partícipe a Saavedra, que había ganado protagonismo en los sucesos deenero de 1809. Los hechos se aceleraban.

Camino a la Junta

Belgrano se sentía en peligro en Buenos Aires. Aparte de su oposición a la llegada de Cisneros, habíatrascendido su plan carlotista y Juan Martín de Pueyrredón había tenido que huir —ayudado por él—para no ser arrestado por desleal. Mientras los jefes militares y los grupos políticos —peninsulares ycriollos— se acercaban al nuevo Virrey, Manuel pidió una licencia, cruzó el río y se refugió en suretiro oriental de Mercedes. Allí se dedicó a sus “trabajos literarios y hallar consuelo a la aflicción quepadecía mi espíritu con la esclavitud en que estábamos”. Tenía entonces 39 años, su enfermedadavanzaba, y a las dolencias físicas se le sumaba el agobio moral que sufría por el derrotero de los

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acontecimientos.En septiembre de 1809, Mariano Moreno publicó su célebre Representación de los Hacendados,

para convencer a Cisneros de establecer el libre comercio. Belgrano había intentado en el pasado lomismo con Liniers. Ahorcado financieramente, Cisneros se atrevió a hacer lo que Liniers no habíapodido. La sanción del libre comercio, aunque con restricciones, alejó al nuevo Virrey de losespañoles, que lo consideraron un traidor de sus intereses. Esto produjo el acercamiento hacia el grupocriollo. Al verse fuera de peligro, Belgrano regresó al Río de la Plata y se puso al frente del proyectoperiodístico de Cisneros, el Correo de Comercio de Buenos Aires.

El 4 de abril de 1810, Belgrano renunció a su cargo en el Consulado, mientras seguía dirigiendo elperiódico. Con la excusa de su labor periodística, consiguió el visto bueno del Virrey para reunirse conotros criollos que, como él, estaban esperando el momento para lograr la autonomía de la caóticaEspaña. A principios de mayo, Belgrano volvió a buscar el descanso en el campo. Una vez más, fueronlos sucesos en la península los que marcaron el ritmo, trayéndolo de vuelta a Buenos Aires:

Habiendo salido por algunos días al campo en el mes de mayo, me mandaron llamar misamigos a Buenos Aires, diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirirla libertad e independencia deseada, volé a presentarme y hacer cuanto estuviese a misalcances.

Esto se produjo, cuenta Belgrano en su Autobiografía, cuando el 13 de mayo de 1810 llegó aMontevideo la fragata inglesa París con noticias europeas: la Junta Central había sido disuelta porquelos franceses ocupaban Andalucía.

La pérdida total de España a manos de las fuerzas francesas era un hecho. El Virrey Cisneros —quequedaba sin fuente de legitimidad, al disolverse la Junta Central— intentó ocultar la información paraque no se propagara la noticia del avance francés. Pero sus esfuerzos fueron inútiles. El 18 de mayo, elmismo Cisneros hizo pública la desaparición de la Junta y, por ende, reconoció su falta de legitimidad.

“Los pasos a seguir se discutieron en distintas reuniones en las casas de Nicolás Rodríguez Peña eHipólito Vieytes, a las que asistieron personajes inquietos por la situación, entre ellos Castelli,Belgrano, Beruti y Paso”, dice Ternavasio. La casa de la familia Rodríguez Peña y la jabonería deVieytes fueron escenarios clave para la deliberación acerca del rumbo a seguir.

En contacto con Saavedra, el grupo se dirigió a diferentes miembros del Cabildo para proponerles laorganización de un Cabildo Abierto. Belgrano y Saavedra se entrevistaron con Juan José Lezica, que letransmitió el diagnóstico de situación al Virrey. Según informó Cisneros, el pueblo “estaba resuelto areunirse por sí solo para tratar sobre la incertidumbre de la suerte de las Américas, si el Ayuntamientono lo verificaba”. Aunque intentó evitarlo, la presión ejercida por los jefes de las milicias, y la visitaque le hicieron Castelli y Rodríguez, terminaron por convencerlo de aceptar la demanda. A cuatroaños de las Invasiones Inglesas, y dos desde la prisión del Rey, no había más margen. Saavedra locuenta así en su Autobiografía:

No queremos seguir la suerte de España, ni ser dominados por los franceses; hemos resueltoreasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que dio autoridad paramandarnos ya no existe; por consiguiente, tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente conlas fuerzas de mi mando para sostenerse.

Hubo reuniones convocadas a las apuradas; un clima de agitación se adueñó del centro de BuenosAires. Se impuso el principio de reversión de la soberanía en los pueblos ante la caída del Rey (unavez que caduca el poder del monarca, éste vuelve al pueblo). Se trató de “una soberanía de ejercicio,

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no en propiedad del pueblo”, explica Noemí Goldman. Era como guardar la soberanía en manos delpueblo hasta que se resolviera la situación del Rey.

El Cabildo Abierto se llevó a cabo el 22 de mayo, con unos doscientos cincuenta de loscuatrocientos vecinos invitados —la parte “principal y más sana del vecindario”—. La mayoría eran,según Halperin, “innovadores”. Belgrano fue uno de los presentes, aunque no protagonista. Quieneshablaron en representación del partido independentista, invocando la reasunción de soberanía porparte de los pueblos ante el quiebre de la legitimidad en España, fueron Castelli y Juan José Paso. “Elpueblo es el que confiere la autoridad o mando”, argumentó el primero. A la hora de votar, Belgranolo hizo a favor de la deposición del Virrey y de la opción más moderada liderada por Saavedra, de quefuera el Cabildo el encargado de organizar el nuevo gobierno (Castelli lideraba un grupo a favor de lavotación popular). Dato de color, 69 de 250 votaron a favor de la continuidad de Cisneros. Belgranoexplicó luego que “una porción de hombres estaban preparados para la señal de un pañuelo blanco:atacar a los que quisieran violentarnos”.

Es necesario mirar de cerca los días que siguieron al Cabildo Abierto, ya que en ellos cobróprotagonismo Belgrano. Mitre cuenta que el día 23, ante la demora del Cabildo de hacer pública ladecisión del 22 y “para prevenir un estallido popular, Belgrano y Saavedra se constituyeron endiputados del pueblo”, entraron en la sala donde sesionaba el Cabildo y presionaron a sus miembrospara que hicieran pública la resolución del día anterior.

Revolución

El día 24, el Cabildo se volvió a reunir para nombrar la Junta, e intentó constituir una presidida por elVirrey, con cuatro vocales. Para contentar a los criollos, se nombraron vocales a Saavedra y Castelli.Los otros dos —el clérigo Solá y el español Incháurregui— habían defendido una posición intermediael 22: que el Cabildo se hiciera cargo del gobierno. Al aceptar el cargo, Saavedra le dio a la fórmuladel Cabildo un fuerte sustento. Las nuevas autoridades llegaron a jurar, y la Junta fue presentada alpueblo, que no la vio con buenos ojos. Lo que más hizo ruido en los cuarteles fue que el Virrey, alpresidir la Junta, se convertía en el comandante de armas. La falta de apoyo llevaron a Saavedra y aCastelli a renunciar.

Los miembros del partido criollo se volvieron a reunir en la casa de Rodríguez Peña. Dosalternativas se barajaban: salir con las armas o presionar al Virrey para que renunciara. La pregunta deuno de los presentes sobre qué hacer si Cisneros no renunciaba hizo salir de sí a Belgrano. Segúncuenta Tomás Guido —citado por Mitre—, el general, que vestía su uniforme y estaba reclinado en unsillón de la sala contigua, se puso de pie rápidamente, “y con el rostro encendido por la sangregenerosa”, lanzó una mirada arrogante y agarrando su espada, dijo: “Juro a la patria y a miscompañeros, que si a las tres de la tarde del día de mañana, el Virrey no ha renunciado, lo arrojaremospor las ventanas de la Fortaleza abajo”. El joven Vedia, le respondió: “Eso corre de nuestra cuenta”, ylo imitó en el gesto de llevar su mano a la cruz de su espada. Atrás lo siguieron el resto de losmilitares presentes.

Los Patricios, a punto de tomar la calle con las armas, fueron calmados por Moreno, MatíasIrigoyen y Feliciano Chiclana —misión que se les encomendó en la reunión en lo de Rodríguez Peña—. La junta revolucionaria, por su parte, escribió al Cabildo pidiéndole que eligiera “sujetos quepuedan merecer la confianza del pueblo”. Saavedra y Castelli se presentaron en el fuerte y learrancaron a Cisneros su renuncia. Durante la noche, French, definido por Mitre como “el agentepopular de Belgrano”, y Beruti, “el de Rodríguez Peña”, condujeron a los sectores del pueblo a la

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plaza. Las tropas permanecían acuarteladas. Así amaneció la ciudad el 25 de mayo.El Cabildo sesionó con la Plaza de la Victoria ocupada por vecinos y miembros de las milicias.

Grupos emanados del regimiento de Patricios elevaron una lista de nombres. Ante las deliberacionesdel Cabildo, las personas en la plaza golpeaban las puertas y gritaban: “¡El pueblo quiere saber de quése trata!”. Finalmente, se leyó desde el balcón lo resuelto y juró la Junta, presidida por Saavedra, querecibió así finalmente el supremo poder militar, y con Manuel Belgrano como uno de sus vocales.

La Junta asumió de manera “provisional” las tareas del Virrey: Gobierno, Hacienda y Guerra. Mitredice que “empezó a funcionar revolucionariamente, invocando el nombre y la autoridad del Rey de lasEspañas, Don Fernando VII”. Halperin habla de un quiebre del viejo orden, de un nuevo foco de poderque hereda y a la vez enfrenta al poder caído, que va —a partir del 25 de mayo— a alzar la carta detriunfo de las jornadas de mayo para afirmar su legitimidad.

“Apareció una junta de la que yo era vocal, sin saber cómo ni por dónde (…) era precisocorresponder a la confianza del pueblo, y todo me contraje al desempeño de esta obligación”, resumecon simpleza en su Autobiografía Belgrano aquellas horas cruciales en las que se formó parte delprimer gobierno patrio. Y no abandona un sistema de pensamiento fuertemente impregnado de unprofundo catolicismo, al punto de ver en la revolución una “obra de Dios”: “Él es quien la ha de llevarhasta su fin, manifestándonos que toda nuestra gratitud la debemos a convertir a S.D.M. (Su DivinaMajestad, Dios) y de ningún modo a hombre alguno”.

Los integrantes de la Junta provenían todos de la elite de la ciudad, aunque no todos eran porteñosde origen. De hecho, Saavedra era altoperuano y Larrea y Matheu, comerciantes peninsulares. En elconjunto, tenían un peso significativo “los hombres que habían ganado predicamento en los últimosaños a través de los cuerpos milicianos, del foro y el periodismo”, afirma el historiador Raúl Fradkin.La mayoría de ellos, por otra parte, eran versados en Economía. Belgrano con sus Memorias, Morenocon su Representación de los Hacendados, Saavedra con su dictamen sobre gremios que eliminó losmonopolios del Río de la Plata, y Castelli habían dado muestras de su vocación de cambio en cuanto alsistema colonial. Esto sugiere que la Junta fue expresión del período de movilización que arrancó enlas invasiones y se potenció desde 1808; enmarcado en un terreno influido por las nuevas ideaseuropeas de la Ilustración, el Librecambio y la Fisiocracia.

La Junta tuvo el enorme desafío de intentar gobernar un territorio amplio, sin participación de lasprovincias, en un ambiente de gran incertidumbre, sin recursos, ni moneda, ni impuestos; sin ejército,ni escuelas, ni caminos.

Como hemos visto, en la Junta convivieron durante esos meses cruciales posteriores a mayo dostendencias: la moderada de Saavedra —apoyado por las milicias— y la radical de Moreno —consostén entre los letrados—. El eje de la discusión fue la incorporación de los diputados electos por elresto de las ciudades a la Junta, impulsada por los saavedristas y resistida por los morenistas. Estoplanteó una incipiente diferenciación entre la sociabilidad político-militar y la sociabilidad intelectualen la que se movían los jóvenes que discutían en cafés, reuniones y prensa. Según De Marco, “elnuevo gobierno contaba en la figura de Belgrano con una especie de nexo entre grupos que prontochocarían finalmente”. Por momentos se alineaba con las ideas conservadoras de Saavedra, y enalgunos casos apoyaba a Moreno.

Contra lo que luego se conoció sobre las divisiones internas en la Junta, en su Autobiografía de1814, Belgrano trató de ser contemporizador, lo que es lógico dada la cercanía con los hechos de surelato. Llamó a “hacer justicia a don Cornelio Saavedra”, y describió “la unión que había entre todoslos que la componíamos [a la Junta]”, para afirmar luego que las diferencias de opiniones “seconcluían amistosamente y quedaba sepultada cualquier discordia entre todos”. Sin embargo, en suMemoria sobre la expedición al Paraguay, escrita también en 1814, al explicar por qué aceptó lamisión, dice: “Admití (…) también porque entreveía una semilla de desunión entre los vocales

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mismos, que yo no podía atajar”.En su Historia de Belgrano, Mitre lamenta que dentro de la Junta, Moreno, que “subordinó la

revolución a su genio”, haya eclipsado a Belgrano. De éste escribe: “No era un hombre de gobiernopara épocas revolucionarias. Exento de ambición, manso por naturaleza y modesto por carácter,carecía de las calidades férreas que se requieren para dominar en los consejos o para imprimir en lapolítica el sello de sus ideas”. Sin embargo, agrega, ambos compartían la fe en la educación públicacomo motor del desarrollo.

Juan José Castelli, el “orador de la revolución”, fue —como su primo Belgrano— un exponente decómo operó el contexto en un grupo de ilustrados que pasaron de vasallos a revolucionarios.Wasserman explica el “vertiginoso proceso de transformación frente al cual ninguno se pudomantener inmune ni salir indemne”. Como Belgrano, Castelli fue abogado, hijo de una familiaacomodada, hombre de carácter y personalidad. El orden social de Buenos Aires permitía para estasfamilias y sus hijos oportunidades de ascenso.

También Castelli se movió entre lo tradicional y lo moderno, promovió el carlotismo y luego abogópor una junta de gobierno autónoma. Al formar parte de ella como vocal, según De Marco, siguió enmuchas decisiones a Belgrano —que muchas veces intercedía para moderar su carácter incendiario—.

La primera reacción contra la Junta vino de Córdoba, donde el gobernador Gutiérrez de la Conchareunió a sus allegados y a Santiago de Liniers, el recién llegado ex Virrey. Éstos resolvierondesconocer a la Primera Junta y seguir a las órdenes del Consejo de Regencia. Ante la cercanía delejército patriota, los jefes de la conspiración trataron de darse a la fuga al Alto Perú, para unirse a losespañoles, pero fueron capturados. El 28 de julio, llegó la orden de fusilamiento, que incluía la firmade Belgrano: el jefe de la expedición dudó en cumplirla, y Moreno (secretario de Gobierno y Guerra)remitió la orden a Castelli. El 26 de agosto, fueron ejecutados los jefes en Cabeza de Tigre, unescarmiento ejemplar que marcó el destino de la revolución. Sólo fue perdonado el obispo Orellana.Entre los fusilados estuvo Liniers, héroe de la reconquista de Buenos Aires tras las InvasionesInglesas. El destino de la revolución estaba ahora en manos de los ejércitos.

El 4 de septiembre de 1810, Belgrano fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas destinadas aproteger los pueblos de la Banda Oriental y al mando de una expedición al Paraguay, para conseguir laobediencia de aquella provincia. En Buenos Aires, dejaría al primer gobierno patrio dirimiendo susdiferencias, intentando conducir una nave en un mar incierto y sin un derrotero claro. A ellosrespondería como militar, en la medida de sus capacidades, para seguir llevando adelante larevolución, ya no en el plano de las ideas sino mediante las armas.

Respecto de los españoles, el clima se iría modificando velozmente. “El tono inicialmentecontemporizador con los españoles europeos fue abandonado por las apelaciones al americanismo”,afirma Fradkin. Esto al poco tiempo de que se repartieran en mayo de 1810 retratos del Rey en laPlaza.

El proceso revolucionario tuvo, entre 1810 y 1820 —cuando muere Belgrano— dos etapas biendefinidas: la primera hasta 1814 marcada por los intentos frustrados de Moreno y sus seguidores deconstruir un nuevo orden, y la segunda entre 1814 y 1820 en el que se desarrolló un intentoconservador y de centralización del poder en el Directorio. Seis gobiernos “revolucionarios” sesucedieron en esta etapa, mientras Belgrano pasaba de líder de ideas a jefe militar.

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CAPÍTULO 14

EL PRIMER CARLOTISTA

“Creo yo posible que no haya uno, ni ninguno que nose persuada que lo único que puede hacernos felices esreconocer a la infanta D. Carlota Joaquina de Borbón,

por Regenta de estos Dominios.”

Manuel Belgrano, Diálogo entre un castellanoy un español americano, 1808

En 1807, el cuestionado ministro español Manuel Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau conNapoleón: España le abría las puertas a las tropas francesas para que éstas avanzaran sobre Portugal,punto clave en la guerra contra Inglaterra. Los franceses entraron a Lisboa pero no encontraron a quiendetener: el Rey Juan VI y su esposa, Carlota Joaquina Borbón de Braganza, habían huido —junto atoda la corte— a sus dominios americanos, para instalarse con protección británica en Río de Janeiro.La presencia de la Corte portuguesa en esa ciudad, que pasó de ser capital virreinal a cabecera de unimperio, despertó sospechas en el Río de la Plata de que los portugueses, aliados a los ingleses,volverían a invadir la capital virreinal.

En España, las tropas napoleónicas se instalaron en puntos estratégicos del norte, lo que inquietó ala población y profundizó las divisiones dentro de la corte de Carlos IV. En marzo de 1808, estalló elconflicto, conocido como el “Motín de Aranjuez”, que terminó con la renuncia de Carlos IV y laasunción de Fernando VII —enfrentado con Godoy, a quien se responsabilizaba de la crisis—. Ladebilidad de la monarquía borbónica fue bien aprovechada por Napoleón: pudo coronar a su hermanoJosé Bonaparte en Bayona, después de hacer abdicar a Carlos IV y a Fernando VII, que quedó presoallí.

Apenas instalada la corte portuguesa en Río de Janeiro, cuando algunas zonas de España todavíaresistían el avance de Napoleón, el ministro del Brasil, D. Rodrigo de Sousa Coutinhio, le escribió demanera reservada al Cabildo de Buenos Aires ofreciéndole tomar la colonia bajo su protección, ytender un puente con Gran Bretaña. En la carta, fechada el 13 de marzo de 1808, el ministro da porhecho “la completa sujeción de la monarquía española a la Francia”, y amenaza con una alianza conlos ingleses para invadir el Río de la Plata en caso de que los capitulares se opusieran al trato que lesofrecía. Liderado por Álzaga, y en común acuerdo con Liniers, el Cabildo de Buenos Aires rechazóenérgicamente la propuesta, afirmando su fidelidad al Rey Fernando VII.

La Corona española vacante despertó la sed de poder de la infanta Carlota Joaquina, hija de CarlosIV y hermana de Fernando VII de Borbón. La esposa del Rey portugués decidió reclamar derechossobre los territorios americanos en función de su linaje, argumentando que el Rey español estabacautivo, y que no existían descendientes masculinos en condiciones de asumir el trono; de acuerdo conuna ley de 1713, tenía derecho a hacerlo. El 19 de agosto de 1808, Carlota dirigió a todos los centrosadministrativos de la monarquía en la América española un Manifiesto en el que expresaba susintenciones de constituir una Regencia del trono vacante en calidad de depositaria y defensora de losderechos de Fernando VII. Argumentaba la imposibilidad de sus hermanos varones de acceder al trono

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por estar también presos en Bayona.El almirante Sir Sidney Smith, inglés nacido en 1764 y con una extensa carrera naval, ayudó al

traslado de la corte de Juan VI, se puso al frente de las tropas anglo-portuguesas para una eventualinvasión sobre el Río de la Plata, y apoyó los planes de la propia Carlota para crear una Regencia en elRío de la Plata. Smith utilizó una carta que le había enviado el ministro de relaciones exterioresinglés, el Vizconde de Castlereagh, para sostener el plan. En ella se decía que si Francia aplastaba alos españoles, se podía tomar en consideración una acción en el Río de la Plata. Con este supuestoaval, Smith dirigió una carta a Liniers exponiendo las ventajas de aceptar a Carlota y liberarse de losespañoles.

Por otro lado, la Corte de Brasil envió a Joaquín Xavier Curado al mando de una comisión con elaparente fin de negociar un acuerdo de comercio; pero Liniers descubrió que se trataba de unespionaje de guerra y ordenó su retiro. Entonces respondió públicamente a la Infanta rechazando susintenciones y reafirmando la fidelidad a Fernando VII.

Activismo pro Carlota

En el mismo mes de septiembre de 1808 en el que Liniers y Carlota intercambiaban cartas, un grupode criollos comenzó a trabajar para concretar el nombramiento de Carlota como Regenta de losterritorios del Virreinato del Río de la Plata. Se proponía a la Infanta como garante de los derechos deFernando VII, en la que representaba —desde la mirada americana— una opción a la alternativa másradical, y de menos consenso, que era la separación lisa y llana de España. El movimiento se conociócomo carlotismo, y tuvo a Manuel Belgrano como a uno de sus más fervientes defensores.

Sin existencia formal, se los empezó a mencionar como “el partido de la independencia” pero sinánimo de elogiarlo sino con fines de desprestigio, según relata la historiadora Noemí Goldman. En elcarlotismo se anotaron, además de Belgrano, nada menos que Antonio Beruti, Juan José Castelli,Hipólito Vieytes, y los hermanos Saturnino y Nicolás Rodríguez Peña, entre otros. Las reuniones, decarácter secreto, se hicieron en la quinta de los Rodríguez Peña y la jabonería de Vieytes.

Belgrano fue uno de los agentes más activos del carlotismo, a tal punto que —a través deintermediarios— entre los últimos meses de 1808 y los primeros de 1809 mantuvo unacorrespondencia con la Infanta. De su acción política de esos tiempos, escribe en su Autobiografía:

No viendo yo un asomo de cómo se pensara en constituirnos, y sí a los americanos prestandouna obediencia injusta a unos hombres que por ningún derecho debían mandarlos [Napoleóny los franceses], traté de buscar los auspicios de la infanta Carlota y de formar un partido asu favor.

En sus propias palabras, aparece la expresión “partido” para denotar ese movimiento que llegó atener ramificaciones en el interior del Virreinato.

Con el fin de propagar el ideario carlotista, Belgrano escribió en aquella época un Diálogo entre uncastellano y un español americano, en el que reflexiona sobre la situación de las colonias en el caso deser completamente sojuzgada la metrópoli por parte de Francia. En dicho diálogo, ante el inminenteavance francés sobre la península, el castellano y el español americano analizan las diferentes salidaspolíticas que se les presentaban en el Virreinato: jurar fidelidad a Napoleón, constituirse en unaRepública, dejar el gobierno en manos de su actual jefe —el Virrey— hasta que vuelva Fernando VII,o nombrar a Carlota como Regenta.

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Según avanza la conversación, el americano (¿Belgrano?) va desmenuzando las opciones. Segúnéste, jurar fidelidad a Napoleón significaría faltar al juramento a Fernando VII y caer en el riesgo deque se desate una guerra. Para constituirse en una Républica —sigue— “nos faltan las basesprincipales en que ha de cimentarse (…) cuales son los conocimientos, y las riquezas reales yverdaderas”; augura en ese caso la división entre españoles y americanos y una guerra civil“sanguinaria y cruel”, con el peligro de poder ser subyugados por “quien tiene legítimos derechos a laRepresentación de la Soberanía, o por quien vendría con el título de patrocinarnos (los ingleses)”.Luego descarta la opción de que el Virrey continúe gobernando ya que éste carecería de legitimidad y,por ende, de autoridad para hacerlo.

Finalmente, el americano afirma: “Creo yo posible que no haya uno, ni ninguno que no se persuadaque lo único que puede hacernos felices es reconocer a la infanta D. Carlota Joaquina de Borbón, porRegenta de estos Dominios”. Ante la pregunta del castellano sobre cómo lo haría, el americanoresponde:

Debemos hacer subsistentes los Derechos de la Casa reinante y, por consiguiente, noexistiendo otro Representante de ella libre, sino la Sra. Infanta, a quien le toca el Derecho,debemos poner en ella los ojos, para que sea la representante de la Soberanía, entretantodure el cautiverio de Fernando VII.

Para finalizar, aplaca los miedos del castellano de que —de constituirse el plan— se convertirían enportugueses, o serían invadidos por los ingleses, que no vendrían “a batallar en América, en contra deaquellos que protege en Europa (los españoles)”. Entonces, el castellano y el americano concuerdan enque la Infanta es la mejor vía para mantener el orden hasta la liberación del Rey.

El 20 de septiembre de 1808, Castelli, Beruti, Vieytes, Rodríguez Peña y Belgrano sacaron unamemoria informativa en apoyo al manifiesto de Carlota; hacían saber que prevalecían sus derechossucesorios y que las pretensiones de la Junta de Sevilla de atribuirse la representación de todo el reinoeran ilegítimas. Sin vueltas, le pedían a ella y a su primo Pedro que fueran a gobernar el Río de laPlata. Todo esto, claro, sin cuestionar la autoridad del Rey cautivo y considerando que los súbditosamericanos tenían el mismo derecho que los españoles a defenderse del dominio francés, y aadministrar y defender su territorio hasta tanto se resolviera la crisis en España.

Saturnino Rodríguez Peña fue un actor crucial de este proceso. Se encontraba entonces en Río deJaneiro, adonde había tenido que huir por ayudar a los ingleses Beresford y al coronel Pack a fugarseen 1807, tras la fallida invasión. Partidario de una independencia absoluta amparada por Inglaterra, encontacto con el almirante Smith, Saturnino actuó como agente del proyecto carlotista frente a la corteportuguesa.

En una carta fechada el 4 de octubre de 1808 en Río de Janeiro, les dice a sus amigos: “Debemosdecidirnos a la mayor brevedad, a admitir algún gobierno, o establecernos bajo un sistema libre,honroso y respetable, al mismo tiempo que heroico, útil y ventajosísimo a sus habitantes”. Luegohabla de la Infanta como una persona con “una educación ilustrada” y los “sentimientos másheroicos”. Los invita a no dudar de sus virtudes y la llama “la heroína que necesitamos, y la queseguramente nos conducirá al más alto grado de felicidad”. Les propone luego que se dirijan a ellapidiéndole que se traslade al Río de la Plata para nombrarla Regenta “en los términos que seancompatibles con la dignidad de la una y libertad de los otros, convocando Cortes”. Y les sugiere queacuerden “las condiciones y circunstancias que tengan o puedan tener relación con la independencia dela Patria, y con la dinastía que se establezca”; finalmente, les dice que “sin duda alguna, debemoscontar con la protección y auxilio de la Inglaterra”.

Es posible que la posición radical de Saturnino R. Peña haya causado disidencias dentro del “partido

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de la independencia”, pero había un común acuerdo de sus miembros de trabajar para alcanzar por másautonomía para las provincias del Virreinato, y sobre todo de contraponerse a un Cabildo manejadomayoritariamente por peninsulares. De hecho, en una de sus cartas a la Infanta, refiriéndose al grupoliderado por Álzaga, Belgrano distingue al carlotismo de los que alentaban un “proyecto deindependencia demócrata”.

Sin apoyo

La alternativa carlotista al trono vacante no fue bien vista en la metrópoli dado que el vínculo de laInfanta con el príncipe regente de Portugal daba a entender que los beneficiarios de la movida seríanPortugal e Inglaterra. Otro obstáculo lo presentó Lord Strangford, el otro inglés influyente en Brasilademás de Smith. No convencido de estos planes, se apuró a persuadir al príncipe portugués demandar una carta al Rey inglés Jorge III en contra de la estrategia de su compatriota, queindirectamente llevaría a la independencia del Río de la Plata.

En noviembre de 1808, la propia Infanta boicoteó el proyecto impulsado por los criollos,desencantada con los ideales independentistas que éstos perseguían. Por ello, decide cambiar debando. En una carta dirigida a Liniers, denuncia a Saturnino Peña como autor de una conspiracióncontra la seguridad del Estado y a su antiguo emisario, James Paroissien. Liniers responde pidiendo lacaptura de Peña, pero Carlota diluye la concreción de la misma excusándose en motivos menores. Apesar de este giro de la Infanta, Belgrano volvería a insistir en su plan de nombrarla Regenta.

Cuando Baltasar Hidalgo de Cisneros reemplazó a Liniers como Virrey, Belgrano y sus amigosreactivaron el plan carlotista para establecer una Regencia en la cual la Infanta pudiera “recoger laautoridad real y no permitir que se ejerza sin su anuencia en todas las ramas del gobierno con respectoa este Continente y aun a la Península”. En la visión de Belgrano, la Junta Central usurpaba el poder ylos derechos genuinos de la autoridad real, situación que Carlota podía salvar. En esta etapa, se sabeque Cornelio Saavedra y Juan José Paso también vieron la idea con simpatía.

El 19 de julio de 1809, luego de una reunión secreta en su casa para tratar la resistencia a Cisneros,Pueyrredón cayó preso en el cuartel de Patricios. Protegido por Saavedra, logró fugarse a Río deJaneiro, con la ayuda de Belgrano, quien lo explica de este modo: “Lo visité en el lugar en que sehabía ocultado y le proporcioné un bergantín para su viaje a Janeiro, que sin cargamento ni papeles delgobierno de Buenos Aires salió, y se le entregó la correspondencia de la infanta Carlota,comisionándole para que hiciera presente nuestro estado y situación, y cuánto convenía se trasladase aBuenos Aires”.

Pero Carlota no lo recibió. Por otro lado, fracasada la gestión de Paroissien, espía y médico quevino a Buenos Aires a explorar la viabilidad de una tercera Invasión Inglesa y que terminó preso enMontevideo, Carlota mandó a otro emisario, llamado James Burke que fue arrestado y expulsado. Paraentonces, el movimiento ya estaba bastante desacreditado.

La carta que le envió a Carlota con Pueyrredón “fue el último paso que dio Belgrano en tan erradocamino”, escribe Mitre en su biografía, páginas después de señalar en él y sus amigos “la gloria de serlos primeros patriotas que abrigaron el osado pensamiento de fundar una nación independiente ylibre”. A diferencia de Mitre, la historiografía reciente no ve en el plan carlotista un intentoindependentista. “Este pequeño grupo no parece creer en la posibilidad de una declaración deIndependencia (…) no se sienten aún con demasiadas fuerzas para constituir un nuevo poder de baselocal”, dice Noemí Goldman. Además, temían las represalias conjuntas de España, Portugal eInglaterra, en ese momento aliadas.

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Para Halperin, ante la caída de España los criollos no optaron por la separación de España “por queno se juzgan con fuerzas para dirigir esa audaz empresa y apoderarse así del gobierno local”. Y paraentender por qué se inclinaron por la Infanta, da cuenta de las alternativas con las que contaban. Unaopción era adherir a la Junta de Sevilla, que “prefiere en lo concerniente a las Indias conservar antesque innovar” y que estaba fuertemente vinculada con los agentes del antiguo régimen, porque a travésde ellos creía posible defender su “frágil autoridad”. Otra posibilidad era perseguir la separación, yasea mediante la creación de una república o por la creación de una junta, sujeta o no a la sevillana.Esta opción, como dijimos, era más de lo que los criollos se creían capaces de hacer.

En el juicio que se le siguió a Saturnino Rodríguez Peña en marzo de 1810, su defensor, Juan JoséCastelli, argumentó que los papeles usados como prueba no contenían “una independencia criminal,cual sería la constitución democrática o aristocrática de la América española de su gobierno legítimo,sino una constante adhesión a él”. En sus palabras, se trataba de una oposición “a depender de la nuevadinastía francesa”.

Ya con Cisneros como Virrey los planes de Carlota se diluyeron; aun así, Belgrano fue uno de losque resistió el nuevo Virrey. Es que los súbditos americanos del reino español se negaban a aceptar lasnuevas autoridades peninsulares si no se les reconocía una participación en la elección de la figura queiba a reemplazar al Rey.

Los carlotistas, en resumen, aprovecharon la coyuntura europea para lograr una “independencia deFrancia” y una preservación de la dinastía Borbón en la persona de la Infanta, pero con mayoresgrados de injerencia de los criollos y con la ayuda de Inglaterra. Ésa fue la visión de Belgrano, pero nollegó a buen puerto.

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CAPÍTULO 15

LA BANDERA DE LA PATRIA

“Las banderas de nuestros enemigos sonlas que hasta ahora hemos usado.”

Manuel Belgrano, carta al Triunvirato,26 de febrero de 1812

Los símbolos que fueron usados desde antes de la Revolución de Mayo en estas tierras apelan al rojo,al celeste y al blanco, asociados sobre todo a la Corona y a España. Al revés de la idea másgeneralizada, durante la semana de Mayo de 1810 las insignias y colores que se usaron expresabanadhesión a la monarquía borbónica.

Aunque Cornelio Saavedra relató diecinueve años después de los sucesos que “la plaza estaba todallena de gente que se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca”, no hayfuentes primarias que corroboren la difusión de lo que luego sería la escarapela.

Sí se conoce por textos escritos esos días del uso de “retratos de Fernando VII” y de cintas blancasque más bien representaban “señal de unión entre españoles europeos y americanos”, afirma PatriciaPasquali. Los colores aún no representaban los ánimos favorables a un cambio de régimen, pero eso notardaría en suceder.

Mutación

Aunque en principio intentaban facilitar la unión de los pueblos y enfrentar los intentos contrarevolucionarios, en pocos meses los colores pasaron de representar lealtad al Rey a ilustrar el idearioemancipador. Así, los colores no tardaron en convertirse en signo de unión entre los revolucionarios:se le adjudica a Juan Bautista Alberdi el haber sido el primero en detectar el uso del color blanco enbanderas como distintivo del país naciente (escribió una obra teatral titulada La Revolución de Mayo,publicada en la Revista del Plata en 1839).

El celeste y el blanco eran los colores borbónicos, pero además los de la Virgen de la InmaculadaConcepción, patrona del Consulado de Buenos Aires, del cual Manuel Belgrano había sido secretario.Estos colores ya habían aparecido durante las Invasiones Inglesas entre los Patricios de Saavedra,como muestra de fidelidad al Rey de España de parte de los “españoles americanos”. Pero muyrápidamente comenzarían a invocarse como muestra de la nueva actitud independiente: por ejemplo,cuando se creó una bandera para llevar a la expedición al Alto Perú en julio de 1810: “Los soldadosllevaban en sus sombreros una cucarda española amarilla y encarnada, y en las bocas de los fusilescintas blancas y celestes”, señala Ignacio Núñez (1792-1846), en Noticias Históricas. El historiador,contemporáneo de la revolución, afirma que esto se dio durante la revista general de tropas, realizadaen la actual Floresta, y con la presencia de los miembros de la Junta, entre ellos Belgrano.

Su expansión fue rápida, incluso para significar las diferentes visiones entre las facciones de laJunta: el celeste y el blanco fueron los colores a los que apelaron los miembros del grupo morenista,

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tanto en la milicia como en las reuniones que hacían en el café de Marco, como forma de disentir conSaavedra, y luego con la Junta Grande. No está claro de dónde tomaron los seguidores de Moreno eluso de los colores, pero el hecho de que fueran admiradores de la Revolución Francesa y nonecesariamente defensores del catolicismo parece indicar que no se inspiraron en que hayan sido loscolores borbónicos o del manto de la Inmaculada Concepción.

Aparece la bandera

“Los colores celeste y blanco fueron surgiendo cuando el peligro comenzó a cernirse sobre la suerterevolucionaria”, apunta Pasquali. Focos de reacción en el Interior (en Córdoba el más notorio) hacíanver a Buenos Aires como el eje del progreso revolucionario. Por eso los morenistas veían condesconfianza a los saavedristas en alianza con los delegados de las provincias (Junta Grande), ydefendían la idea de expandir la revolución avanzando con autoridad sobre los pueblos renuentes delInterior.

El 23 de septiembre de 1811, la Junta Grande había sido reemplazada por el Primer Triunvirato, porla grave situación militar que vivía la causa revolucionaria: vencida en el Alto Perú, en el desastre dela batalla de Huaqui, el flanco norte había quedado abierto; al mismo tiempo, crecía la amenaza desdeMontevideo, por el Virrey Elío.

A fines de enero de 1812, el Triunvirato (dominado por su secretario Bernardino Rivadavia) decidiófortificar la zona de Rosario por el peligro realista desde la Banda Oriental. Se le ordenó a Belgranotrasladarse a las barrancas de Rosario con el regimiento Número 5 de Infantería, para cerrar paso a losrealistas por el río Paraná. Cuando el coronel Belgrano llegó el 10 de febrero, se encontró con fuerzasdel regimiento español de Dragones más un piquete de artillería.

Al ver la necesidad de un distintivo para diferenciarse de los enemigos, le escribió al gobierno el 13de febrero de 1812:

Parece que es llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela nacional quedebemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones quepuedan sernos de perjuicio; y como por otra parte observo que hay cuerpos en el ejército quela llevan diferentes, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras si es posibledeben alejarse, como V.E. sabe, me tomo la libertad de exigir de V.E. la declaración queantes expuse.

Cinco días después, el 18 de febrero, el Triunvirato creó oficialmente la escarapela celeste y blanca:“Se haya, reconozca y use la escarapela nacional de las provincias unidas del Río de la Plata,declarándose por tal la de los colores blanco y azul celeste y quedando abolida la roja con queantiguamente se distinguían”. No sugiere esta declaración todavía la independencia nacional, sino laintención de diferenciarse de la España napoleónica y del Consejo de Regencia. Planteaban laautonomía política, pero todavía sin forma de gobierno. Para Belgrano, sin embargo, el uso de laescarapela significaba “confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos desostener la Independencia de América”, según escribe en el informe al gobierno dando cuenta de quese había comenzado a usar la escarapela, lo que había causado “mayor regocijo”.

Belgrano estaba en Rosario para frenar los ataques españoles desde Montevideo y consideraba quela escarapela no era suficiente signo de identificación. El 26 de febrero se volvió a dirigir al gobierno,en tono de queja por ser que “las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos

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usado”. Propone, en cambio: “Abajo, señor excelentísimo esas señales exteriores, que para nada noshan servido y con que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud”.

Dando por descontada la venia del Triunvirato, que había aprobado su proyecto de escarapela, enocasión de la inauguración de las baterías a las que había bautizado con dos nombres simbólicos, de la“Libertad” e “Independencia”, y con el objetivo de “entusiasmar a las tropas”, presentó una banderabasada en los mismos colores de la escarapela. Sucedió en la tarde del 27 de febrero de 1812; el jovenCosme Maciel fue el encargado de izarla. Belgrano recorrió la línea a caballo y levantando la espada,lanzó a sus tropas estas palabras:

Soldados de la Patria: En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacionalque ha designado nuestro excelentísimo gobierno. Juremos vencer a los enemigos interioresy exteriores, y la América del Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fede que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!

En esa ocasión no se produjo la jura de la bandera por los soldados, sino que éstos juraron vencer alos adversarios de la revolución. Belgrano comunicó al gobierno lo sucedido y mencionó que “siendopreciso enarbolar bandera, y no teniéndola la mandé hacer celeste y blanca conforme con los coloresde la escarapela nacional”. Y cierra, “espero que sea de la aprobación de V.E.”.

Pero al Triunvirato le pareció una audacia excesiva y lo reprendió el 3 de marzo, en nota que nollegó a sus manos porque ya había marchado a hacerse cargo del Ejército del Norte. Le exigían“ocultarla disimuladamente” y seguir enarbolando “la que hasta ahora se usa en esta fortaleza”, que noera otra que la roja-amarilla-roja; en definitiva le reclaman que respete la autoridad, porque su actitudiba en contra de la estrategia diplomática del gobierno (se buscaba el apoyo o la neutralidad de GranBretaña, por entonces aliada de España en lucha con Napoleón). El monarca estaba ausente, y en loshechos aún se gobernaba en su nombre. Pero la bandera “argentina” ya había nacido mientras sepeleaba por dar nacimiento a un país autónomo.

Dado que no supo de la reprimenda, Belgrano volvió a enarbolar su bandera en su paso por Jujuy,justamente en un festejo de las fiestas mayas (25 de mayo de 1812), con el objetivo de levantar losánimos del pueblo. Aquel día, por la mañana, tomó la bandera y la desplegó en el balcón del Cabildoen reemplazo del estandarte real que se solía enarbolar. En la misa del Tedeum, la hizo bendecir por elcanónigo Gorriti y volvió a colgarla en el Cabildo. Por la tarde, la tomó y arengó con ella a la tropa:“Soldados, el 25 de mayo será para siempre un día memorable en los anales de nuestra historia, yustedes tendrán un motivo más para recordarlo, cuando en él, por primera vez, ven en mi mano laBandera Nacional, que ya los distingue de las demás naciones del globo”.

El gobierno de Buenos Aires volvió a censurarlo, creyendo que lo había desobedecido. En nota del29 de mayo, Belgrano le cuenta los pormenores de la ceremonia al gobierno de Buenos Aires, lo quedio lugar a una segunda y aún más contundente reprimenda. Lo que escribe para responderle algobierno merece leerse:

Vengo a estos puntos, ignoro, como he dicho, aquella determinación, los encuentro fríos,indiferentes, y tal vez enemigos; tengo la ocasión del 25 de mayo y dispongo de la banderapara acalorarlos y entusiasmarlos; ¿y habré por esto cometido un delito? (…) La bandera lahe recogido y la desharé para que no haya ni memoria de ella (…) si acaso me preguntan porella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército.

Sobre los colores y la forma de aquella primera bandera exhibida en Rosario hay diferentesversiones. Pero es interesante notar lo siguiente: Belgrano se hizo retratar durante su viaje a Londres

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en 1815 en dos oportunidades; es crucial el cuadro que se atribuye a François Casimir Carbonnier enel que se lo ve a Belgrano sentado en un sillón estilo europeo, casi a cuerpo entero, vestido de frac,llevando pantalones amarillos y botas. A la derecha del cuadro hay una imagen de una batalla; unjinete lleva una bandera bicolor, la franja superior blanca y la inferior celeste, ambas horizontales.Podría ser éste un documento histórico para sostener que ésa fue la bandera de Belgrano, porque posófrente al pintor y podemos suponer que le hizo sugerencias sobre las imágenes a reflejar en su obra,incluida la bandera.

Lo anterior confirma que Belgrano no fue —como transmite el relato escolar— quien diseñó labandera nacional, dado que tomó colores pre existentes. Su gran aporte fue el gesto de soberanía, elarrebato emancipador que lo impulsó tanto en Rosario como en Jujuy cuando el destino de larevolución era poco claro.

En Buenos Aires

La bandera celeste y blanca flameó por primera vez en Buenos Aires el 23 de agosto de 1812. Fuedesplegada en la iglesia de San Nicolás, que estaba donde hoy se encuentra el Obelisco. Aquel día serealizó una fiesta y un Tedeum para celebrar que se había detenido la conspiración españolaencabezada por uno de los héroes de la defensa contra los ingleses, el español Martín de Álzaga. JuanManuel Beruti era el alcalde del barrio y uno de los organizadores de los festejos. Siempre se creyóque la habían izado, pero en realidad la iglesia no tenía mástil.

Meses más tarde, finalmente fue izada en el Fuerte, tras el triunfo de las tropas de Belgrano en labatalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, que sorprendió al propio gobierno. Belgrano habíadesobedecido las indicaciones de éste de retroceder con su ejército a Córdoba, y había decididoenfrentar a los realistas. El triunfo en Tucumán hizo que el gobierno cambiara su actitud e hicieraflamear la divisa en el Fuerte el mismo día que se conoció la noticia, el 5 de octubre de 1812. Enrealidad, se pusieron ambas banderas, pero en lo alto se colocó la celeste y blanca. Tal como el propioBelgrano lo había sugerido, hizo falta una honorable victoria para que el gobierno la hiciera flamearpara toda la ciudad.

El general José María Paz, que formó parte del Ejército del Norte, cuenta en sus memorias cómoBelgrano hizo jurar la bandera a sus tropas antes de la batalla de Salta, el 13 de febrero de 1813. El ríoPasaje sobre el cual se dio la ceremonia pasó a llamarse río Juramento (actualmente también se loconoce como río Salado del Norte). En su relato, el General Paz aclara que aquél no fue un gestoindependentista:

Formado el ejército en parada, y pasada una ligera revista, hizo el general una brevealocución, presentándonos la bandera, y concluyó con la forma de la ordenanza, cuando sejuran las banderas de los regimientos. Entonces, sacando su espada, y colocándolahorizontalmente, de modo que hiciera cruz con el asta de la bandera, que tenía uno de susayudantes, empezó a desfilar el ejército para besar individualmente la expresada cruz delasta bandera con la espada que él tenía personalmente (…) Éste dio el nombre de ríoJuramento al río Pasaje, y bajo esta denominación lo hizo conocer en todas partes, porque,efectivamente, hubo juramento, pero no juramento de la independencia, sino de la banderaque nos representaba.

Cuando Belgrano le pasó la posta del golpeado Ejército del Norte a San Martín, tras las derrotas de

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Vilcapugio y Ayohuma, le legó también su bandera. En una proclama a los pueblos del Alto Perú,fechada en Tucumán el 25 de febrero de 1814, escribe: “He depositado en sus manos [se refiere a SanMartín] la bandera del Ejército que en medio de tantos peligros he conservado, y no dudéis que latremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacándoos de entre las garras de la tiranía ydando días de gloria y de paz a la amada Patria”.

La bandera celeste y blanca se enarboló de manera definitiva en el Fuerte el 17 de abril de 1815;pero tuvo que pasar más de un año para que ese gesto de emancipación simbólica cobre legalidad, conla declaración de Independencia de 1816 por el Congreso de Tucumán (donde se la adoptó comoestandarte oficial del país independiente). Al retomar el mando del Ejército del Norte en 1816, tras sumisión diplomática europea, Belgrano reemplazó la bandera de dos franjas por la de tres, celeste-blanca-celeste, y depositó la anterior en la Iglesia de la Merced de Tucumán. Su obra había sidoconsumada al calor de la batalla y de los ideales de emancipación.

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CAPÍTULO 16

DERROTAS Y ÉXITOS DE UN MILITAR IMPROVISADO

“La vida es nada si la libertad se pierde;mire usted que está expuesta, y que necesita

toda clase de sacrificios para no perecer.”

Manuel Belgrano, carta a Gaspar Rodríguezde Francia, 19 de enero de 1812

Si bien se lo recuerda más por anécdotas como la audacia de mostrar una bandera autónoma en elmarco de su sacrificada tarea como militar, este aspecto de su vida no fue su carrera de fondo. Lovivió como una imposición de los tiempos y como un acto de patriotismo. Sin dudas quería para sí unavida pública más ligada al pensamiento, la ciencia y las acciones cívicas. Sin embargo, asumió concompromiso, y en terrenos absolutamente desconocidos por él, su rol militar.

“Usted sabe que no conozco el País, que no conozco a sus habitantes ni menos sus costumbres ycarácter, como lo manifesté desde que se me destinó a este pesado cargo, y puedo asegurar a usted queme veo no pocas veces perplejo para tomar una resolución aún en los movimientos militares”, escribióen carta a Rivadavia el 4 de julio de 1812. Lo mismo dio a entender en su Autobiografía, donde relatalos hechos vividos durante las Invasiones Inglesas: “Se formaron las compañías y yo fui agregado auna de ellas, avergonzado de ignorar hasta los rudimentos más triviales de la milicia, y pendiente de loque dijera un oficial veterano”.

Incursionó en la tarea militar durante aquellas luchas urbanas. Consciente de su ignorancia, entre laReconquista y la Defensa de Buenos Aires, se dedicó a aprender: “Tomé un maestro que me diesealguna noción de las evoluciones más precisas y me enseñara por principios el manejo del arma, todofue obra de pocos días”. Y recapitula con sinceridad: “No era lo mismo vestir el uniforme militar, queserlo”.

Poco tiempo después, los sucesos de 1810 lo colocaron en una encrucijada: encarar el posiblementeno querido destino militar que la revolución le reclamaba. Exitosa la revolución en Buenos Aires, laPrimera Junta puso la mira en los distintos territorios del Virreinato decidida a liderar el movimientoque —aunque bajo el nombre de Fernando VII— enfilaba hacia la independencia de España. Para ellotomó dos medidas: pidió a los cabildos que hicieran llegar sus representantes a Buenos Aires y envióuna expedición militar para aplacar los focos contra revolucionarios y reafirmar la postura criolla allídonde era necesario.

Expandir la revolución con las armas

Cuatro días después de la revolución, la Primera Junta dictó una proclama anunciando la formacióndel Ejército Revolucionario, que supuso la profesionalización de las milicias urbanas. En ella, laPrimera Junta afirma que “para justa gloria del país, es necesario reconocer un soldado en cadahabitante, el orden público y seguridad del Estado exigen (…) una fuerza reglada correspondiente a la

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dignidad de las provincias”. Las milicias, ahora convertidas en tropas, debían ser formadas en el artede la guerra y disciplinadas. “La militarización de la vida cotidiana de la ciudad avanzó de nuevoaceleradamente”, afirma Halperin.

Los focos de conflicto fueron Córdoba, la Banda Oriental, Paraguay y el Alto Perú. El fusilamientode los rebeldes de Córdoba en julio de 1810 —entre ellos, Liniers— terminó con ese intento contrarevolucionario y sirvió de ejemplo para la mayoría de las provincias. “En muchos casos —afirmaTernavasio— la llegada de la expedición militar fue la que terminó por volcar la balanza a favor delapoyo de las ciudades a la Primera Junta.”

Como vocal de la Junta, Belgrano siguió escribiendo en el Correo de Comercio al tiempo que donósu sueldo de 3.000 pesos para ayudar a costear la expedición al Alto Perú. Pero el 4 de septiembre fuepuesto al frente de la expedición militar al Paraguay, donde un Cabildo Abierto celebrado el 24 dejulio había reconocido al Consejo de Regencia y enfrentado a la Junta de Buenos Aires. Tenía entonces40 años y sufría fuertes dolores físicos.

Al Paraguay

El ejército que debía comandar en la expedición estaba formado por tropas sin instrucción y malequipadas; el territorio por el que tenía que llegar a su meta era desconocido, no contaba con estudiostopográficos ni baqueanos a la altura de las circunstancias. Esto lo llevó a afirmar en su Memoriasobre la expedición al Paraguay, que el plan que le asignaron “sólo pudo caber en cabezas acaloradasque no veían sino su objeto y para las que nada era difícil porque no reflexionaban ni teníanconocimientos”. Según cuenta, los soldados que tenía a cargo “eran todos bisoños” al punto que lamayoría volteaban las caras al disparar; las carabinas, por su parte, no estaban en mejor estado: “A lostres o cuatro tiros quedan inútiles”.

Ante semejante panorama, Belgrano puso en práctica una de sus grandes virtudes como jefe militar:formar y disciplinar a las tropas. Sobre este aspecto afirma Mitre: “Impregnado de las reglasdisciplinarias de la antigua milicia romana, se propuso tomarla como modelo, y formar a su ejemplosoldados dignos de un pueblo libre; y llegó a conseguirlo empleando alternativamente la persuasión yel castigo y, sobre todo, vigilando constantemente sobre el cumplimiento de sus órdenes”.

Tales condiciones sumadas a errores tácticos y la superioridad numérica del enemigo (2.000paraguayos contra 400 patriotas) hicieron de la expedición un fracaso. En marzo de 1811, Belgranotuvo que firmar el armisticio accediendo a retirar las tropas del territorio paraguayo; la provinciaentonces proclamó su autonomía de Buenos Aires, un punto de no retorno.

Durante la batalla, Belgrano dejó ver lo que mostraría a lo largo de todas sus campañas como jefemilitar: su carácter decidido, su espíritu de sacrificio y su patriotismo. Estando las tropas patriotas endesventajas, un representante del gobierno paraguayo se acercó a intimarlo para que se rindiera, a loque Belgrano respondió: “Las armas del Rey no se rinden en nuestras manos: dígale usted a su jefeque avance a quitarlas cuando guste”. En otro momento en el que el alcance de las carabinas patriotasera tan limitado que no llegaba ni a rasguñar al enemigo, Belgrano les ordenó a sus tropas “el avancehasta ponerse dentro del tiro de fusil del enemigo”.

Inmediatamente después de la derrota en Paraguay, la Junta Grande —dominada por Saavedra— loenvió con sus tropas a la Banda Oriental a combatir a los realistas. Allí, se había nombrado Virrey alrebelde gobernador Elío. En abril de 1811, Belgrano estableció su cuartel general en Mercedes, dondereunió a 3.000 soldados y se dispuso a formarlos. Sobre ellos, le escribió al gobierno: “Aquelloshombres parecen salteadores y no soldados, con sus chiripás y camisas rotas”, al tiempo que le pedía

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uniformes para vestirlos. Pero pronto fue llamado por el gobierno a Buenos Aires, para defenderse delproceso abierto por la derrota en Paraguay.

La situación política en aquélla había cambiado. En las jornadas del 5 y 6 de abril los saavedristashabían logrado limpiar a la Junta de los miembros del club morenista. Belgrano, amigo del fallecidoMoreno, dudó en obedecer la orden de la Junta, pero finalmente delegó el mando a José Rondeau, yvolvió a Buenos Aires. En su respuesta a la Junta del 2 de mayo de 1811 escribe: “Mis intencionesjamás fueron exponer a la patria al más mínimo vaivén, sino trabajar para que con la unión logreconcluir con sus enemigos y establecer su sabio gobierno”. En su defensa también salieron los vecinosde Mercedes y los oficiales del ejército, que escribieron a la Junta quejándose por la medida. Elproceso finalmente terminó en la nada ya que nadie se presentó a declarar en contra del general.

Paradójicamente, cuando el juicio todavía estaba abierto, la Junta lo puso a Belgrano al frente deuna misión diplomática al Norte. Para poder aceptarla, Belgrano solicitó que se limpiara su nombre yasí lo hizo la Junta al declarar que había servido “con un valor, celo y constancia dignos dereconocimiento de la patria”. Acompañado por Vicente Anastasio Echeverría, Belgrano volvió alParaguay. Allí el gobierno había quedado en manos del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, uno delos miembros de la Junta Grande, que había propuesto a Buenos Aires establecer una confederación deprovincias. Con instrucciones poco precisas, los enviados de Buenos Aires sucumbieron ante lacapacidad de negociación de Francia y el 12 de octubre de 1811 terminaron firmando un tratado por elque se liberaron los impuestos a las mercaderías paraguayas en el Río de la Plata, se fijaron los límitesde Paraguay y se acordó un acuerdo de mutua protección entre Asunción y Buenos Aires. En palabrasde Mitre, “toda la perseverancia, la habilidad y las ventajas estuvieron de parte del astuto diplomáticoparaguayo”.

Entretanto, el Ejército Revolucionario sufría otra derrota en el Alto Perú, en manos de los realistas.La derrota de junio de 1811 en Huaqui hizo que Saavedra se alejara del gobierno para auxiliar alejército. Sus opositores aprovecharon la ocasión, llamaron a un Cabildo Abierto y en septiembre de1811 reemplazaron la Junta Grande por el Triunvirato, compuesto por Chiclana, Paso y Sarratea, conVicente López y Planes, José Pérez y Rivadavia como secretarios.

El máximo Patricio

De vuelta en Buenos Aires, Belgrano fue nombrado coronel del regimiento Número 1 de Patricios, ladivisión más importante del ejército, hasta entonces comandado por Saavedra. Al aceptar el cargo,Belgrano donó la mitad de su sueldo, dispuesto a recibir la ración de un soldado. Meses después, enseptiembre de 1811, tuvo que hacer frente a una rebelión del regimiento, conocida como el Motín delas Trenzas, narrado por Rondeau en su Autobiografía:

Se sublevó todo el regimiento de Patricios porque su jefe el general Belgrano habíaordenado se les cortase a todos los individuos la trenza del cabello, pues era el único detodos los regimientos y batallones que aún la conservaban.

Según otras fuentes, el corte de trenzas había aparecido como una amenaza de un oficial en caso dedesobediencia. Sea como fuere, el amotinamiento de los Patricios fue reprimido luego de quinceminutos de enfrentamiento; éstos pasaron de ser el primer regimiento, a ser el quinto, y se establecióque el nombre de Patricios se le daría a todos los que formaban parte del Ejército de la Patria. En1909, fruto de excavaciones para la construcción, se encontraron restos de trenzas a las que se

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relacionó con este motín.Antes de dirigirse nuevamente al Norte, donde sería artífice de dos grandes victorias y dos grandes

derrotas, Belgrano pasó por Rosario para formar allí baterías (conjuntos de piezas de artilleríadispuestas para hacer fuego) de manera de proteger el Litoral de un posible ataque realista por elParaná. Luego de un mes, en febrero de 1812, y con la ayuda de los vecinos de Rosario, quedaronestablecidas las baterías Libertad e Independencia. Como hemos visto anteriormente, fue en eseescenario que Belgrano hizo flamear por primera vez la bandera patria.

Dos victorias y dos derrotas

Tucumán y Salta fueron sus siguientes escenarios de acción como jefe del Ejército Auxiliador del AltoPerú. Llegó a la primera en marzo de 1812, para recibir de manos de Juan Martín de Pueyrredón elmando de un ejército de 1.500 hombres que no tenían ni disciplina, ni instrucción, ni armas quedisparar y estaban desanimados. Cuenta Mitre que Belgrano sólo contaba con 580 fusiles útiles y 215bayonetas para la infantería, y 21 carabinas y 34 pistolas para la caballería; la artillería se reducía aseis cañones. Como en otras oportunidades, Belgrano se dispuso a instruir y disciplinar las tropas, y aanimar a los oficiales. Sobre éstos escribió: “Atribuyo la deserción y el desaliento de la tropa más a laclase de oficiales que a los mismos soldados, pues éstos, como cuerpos inertes, se mueven al impulsode aquellas palancas”. Por otro lado, a diferencia de lo que había visto en su primera expedición alParaguay, Belgrano se encontró con una población desanimada y descreída en la causa revolucionaria.

Ante el avance de las tropas realistas, en agosto de 1812 Belgrano ordenó la retirada de toda lapoblación y el ejército de Jujuy a Tucumán. Como le había ocurrido a él en Paraguay, quería que losenemigos no encontraran nada a su paso por dicha ciudad, por lo que ordenó que se vaciara de todaprovisión y ser viviente. El que se opusiera, sería fusilado y sus pertenencias, quemadas.

Cuenta José María Paz sobre esta estrategia adoptada por Belgrano: “El mérito del general durantetoda la retirada es eminente. Por más críticas que fuesen nuestras circunstancias, jamás se dejósobrecoger de ese terror que suele dominar las almas vulgares, y por grande que fuese suresponsabilidad la arrostró con una constancia heroica”.

Fue entonces que Belgrano desobedeció las órdenes del Triunvirato de seguir replegándose con sustropas hasta Córdoba. Perseguido en su retroceso por las tropas realistas, llegó a Tucumán en unasituación crítica, que hizo que Rivadavia le sugiriera seguir retrocediendo. En una carta fechada el 19de septiembre, Belgrano le responde: “En estas circunstancias (…) no he hallado más que situarme eneste punto, y tratar de hacer una defensa honrosa, de la que acaso podamos lograr un resultado feliz, ysi no es así, al menos, nos habremos perdido en regla, y no por el desastre oscuro de una retirada”.Cargando la responsabilidad en su espalda, con la ayuda del pueblo tucumano, Belgrano venció a lastropas realistas tomando como motín la mayoría de su artillería, que le sirvieron al Ejército del Norteen gran parte de su campaña.

Caído el Primer Triunvirato, fue tarea del que lo reemplazó felicitar a las tropas por la victoria enTucumán; el Segundo cuerpo ejecutivo además nombró Capitán General del Ejército a Belgrano. Unavez más, éste renunció a parte del salario que correspondía a su rango, aunque aceptó los honores y lasresponsabilidades de éste.

Con apoyo de Buenos Aires, las tropas —reorganizadas después de la batalla de Tucumán—alcanzaron el número de 3.000. Con ese ejército numeroso pero poco formado y carente de armas,Belgrano avanzó sobre Salta para sorprender a los realistas, al mando de Tristán —a quien Belgranohabía conocido en Salamanca—. La campaña fue un éxito, aunque la capitulación que le concedió a

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Tristán fue juzgada como leve: los españoles retrocederían hasta Tupiza, entregarían sus armas y losoficiales y jefes del ejército jurarían en nombre del Rey no volver a tomar las armas contra lasProvincias del Río de la Plata; los prisioneros patriotas y realistas serían liberados. Ante las críticaspor su trato a los vencidos, en carta a su amigo Chiclana, Belgrano se defendió:

Siempre se divierten los que están lejos de las balas, y no ven la sangre de sus hermanos, nioyen los clamores de los infelices heridos; también son esos los más a propósito paracriticar las determinaciones de los jefes; por fortuna, dan conmigo que me río de todo, y quehago lo que me dicta la razón, la justicia y la prudencia, y no busco glorias sino la unión delos americanos y la prosperidad de la Patria.

Al éxito en Tucumán y Salta le siguieron dos desastrosas batallas que terminaron por alejar aBelgrano de las armas por un tiempo. Después de la victoria de Salta, el ejército tomó como cedePotosí, donde Belgrano volvió a reorganizar las tropas en un poblado no muy amigable con la causarevolucionaria. Llegó a juntar allí más de 3.000 hombres, muchos de ellos indígenas, a los que nopudo proveer ni de mulas ni de artillería suficiente. Con ese ejército, en septiembre de 1813, fue enbusca de los realistas, que lo doblegaron en Vilcapugio: cuando volvió a juntar sus tropas en Macha, a15 kilómetros de Ayohuma, sólo pudo contar a mil hombres. Según Mitre, ésta fue la batalla “másreñida, la más trágica de los anales argentinos”.

Sin rendirse, y contrario al consejo de la junta de guerra que lo asesoraba, Belgrano volvió a darpelea a los realistas en Ayohuma después de reunir más de 3.000 hombres, y reorganizar su ejército.La única ventaja sobre el ejército realista que tenía era su caballería —no tanto por numerosa sino porser de mejor calidad—. La acción en el campo de batalla le dio la razón a aquellos que opinaban quelas condiciones no estaban dadas para una victoria. A la inferioridad de medios, se le sumó la decisiónde no atacar a los realistas mientras éstos se acomodaban en el campo de batalla, y a la poca capacidadofensiva de su ejército. Vencido, Belgrano tuvo que replegarse hasta Tucumán.

La situación para la causa revolucionaria se presentaba entonces crítica: se había perdido el AltoPerú, el Noroeste estaba bajo la amenaza de una nueva invasión, y el ejército mantenía un frenteabierto en la Banda Oriental para recuperar Montevideo; internamente, las provincias del Litoralmiraban cada vez con más recelo la política centralista de Buenos Aires y con mejores ojos a JoséGervasio Artigas.

A pedido del propio Belgrano, en diciembre de 1813 el gobierno reemplazó a éste por San Martíncomo jefe del Ejército del Norte. Los que más tarde serían elevados al trono de fundadores de laNación, se habían conocido por carta cuando, después de la batalla de Salta, San Martín le habíaescrito a Belgrano felicitándolo. Desde entonces, siempre por correspondencia, se habían mantenidoen contacto. En la primera carta que le escribió a San Martín, Belgrano reconoce que su amigo —adiferencia de él— cuenta con una carrera y formación militar: “No ha sido ésta mi carrera y ahoratengo que estudiar para medio desempeñarme y cada día veo más y más las dificultades de cumplircon esta terrible obligación”. Asimismo, le pide consejos para poder “ser útil a la patria, que es todomi conato, retribuyéndole la paz y tranquilidad que tanto necesitamos”.

Una vez dictado el cambio de mando por parte del gobierno, Belgrano le mandó una serie de cartasa San Martín pidiéndole que apresurara su marcha. El 25 de diciembre de 1813, le escribe: “Micorazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que se acerca, porque estoy firmementepersuadido de que con usted se salvará la patria y podrá el ejército tomar un diferente aspecto”.Finalmente, el 29 de enero del siguiente año, San Martín y Belgrano se encontraron en Algarrobos,cerca de Yatasto. Con modestia, Belgrano traspasó el mando y se puso a las órdenes de San Martín, encalidad de jefe de los Patricios. Y cuando Belgrano fue llamado a Buenos Aires para defenderse por

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las derrotas sufridas, San Martín intentó, sin éxito, retenerlo. En carta al gobierno explica que, ante suignorancia del territorio, las costumbres, y las gentes del lugar, “sólo este individuo puede suplir sufalta, instruyéndome y dándome las noticias necesarias de que carezco”.

Finalmente, Belgrano se despidió —momentáneamente— de su ejército, después de confiarle labandera por él creada. Camino a Buenos Aires, le volvió a escribir a San Martín recomendándole que,además de con las armas, lleve adelante la revolución a través de la opinión “afianzándose siempre enlas virtudes naturales, cristianas y religiosas (…) por ese medio conseguirá usted tener al ejército biensubordinado”. Sorprende la importancia que le daba al culto católico, como fuente de orden ydisciplina del ejército que —agrega— “se compone de hombres educados en la religión católica queprofesamos y sus máximas no pueden ser más a propósito para el orden”. Su catolicismo también lohacía presente cuando encomendaba las campañas a Nuestra Señora de la Merced.

Últimas campañas

Después de ser absuelto en su causa por las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano fue enviadoa Europa en misión diplomática junto con Bernardino Rivadavia. Volvió del Viejo Continente aprincipios de 1816, en un momento de ebullición por la incertidumbre política ante el regreso deFernando VII al trono, la derrota del Ejército del Norte en Sipe Sipe (noviembre de 1815), el desafíopor parte del Litoral dominado por Artigas y la antesala de lo que sería el Congreso que terminaría conla sanción de la Independencia.

En su vuelta a la vida castrense, Belgrano fue destinado a Santa Fe, que había proclamado suautonomía, como jefe del Ejército de Observación de Mar y Tierra. Tenía como objetivo apartar a lossantafecinos del plan de Artigas, pero pronto se dio cuenta de que para ello no era viable una campañamilitar; hacía falta, en cambio, persuadirlos dialogando. Su misión en el Litoral terminó cuando fuetraicionado por su segundo, Eustoquio Díaz Vélez (que había luchado bajos sus órdenes en Tucumán,Salta, Vilcapugio y Ayohuma). Éste, en vez de conseguir la rendición de los santafecinos, firmó unpacto con el gobernador Mariano Vera por el que destituía a Belgrano y forjaba una alianza con lastropas orientales en contra del Director Álvarez Thomas. Belgrano fue arrestado hasta su vuelta aBuenos Aires y la rebelión empujó el derrumbe de Álvarez Thomas.

Nombrado Director Supremo por el Congreso de Tucumán, Pueyrredón volvió a poner a Belgranoen el frente de batalla como jefe del Ejército del Norte. Tenía entonces 46 años y una salud cada vezmás golpeada. Aun así, aceptó el cargo y recibió el mando de las tropas —disminuidas eindisciplinadas— de manos de José Rondeau. Se apelaba, una vez más, a su capacidad para ordenar ydisciplinar al ejército, además de que su autoridad como general seguía siendo respetada por aquellossoldados. Uno de los defensores de su nombramiento había sido San Martín, que desde Cuyo habíaescrito a su amigo Tomás Godoy Cruz —representante de Mendoza en el Congreso—:

En caso de nombrar quien deba reemplazar a Rondeau yo me decido por Belgrano; éste es elmás metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural.No tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créameusted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur.

El resto de los congresales también apoyaron el nombramiento y, aprovechando su paso porTucumán, lo invitaron a Belgrano a informarlos de lo que había visto en Europa.

El 7 de agosto, después de haber sido declarada la Independencia, Belgrano se hizo cargo del

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Ejército, condujo las tropas hasta Tucumán, y se instaló con ellas en una ciudadela, que habíaconstruido San Martín. Mientras las organizaba y construía cuarteles, le devolvía al ejército sudisciplina. Según José María Paz, a veces Belgrano se extralimitaba al exigirle a sus oficiales “unaespecie de disciplina monástica” y al imponer duros castigos ante transgresiones menores.

En aquellos años, sus acciones militares estuvieron enfocadas a reprimir rebeliones internas, y a darapoyo a las tropas de Güemes en Salta, que con su guerra de gauchos actuaba como un muro decontención de los realistas. El primer motín que exitosamente reprimió fue en Córdoba, liderado porJuan Pablo Bulnes, partidario de Artigas. La segunda insurrección fue en Santiago del Estero, donde elcomandante Juan Francisco Borges había derrocado al gobernador con la connivencia de un capitándel Ejército del Norte. Al mando de La Madrid, las tropas aplacaron el movimiento y apresaron aBorges, que fue fusilado por orden de Belgrano.

Desde Tucumán, Belgrano intentó apoyar la campaña de Güemes, a quien llamaba su “compañero yamigo querido” y con quien mantenía una fluida correspondencia. Le envió tropas al mando de LaMadrid, víveres para sus tropas y armamento. Pero los esfuerzos económicos de la causarevolucionaria estaban puestos en la campaña andina de San Martín, por lo que los recursos con losque Belgrano contaba también eran limitados. En comunicación con el jefe del Ejército de los Andes,se alegró profundamente por sus victorias en Chacabuco y Maipú.

A diferencia del libertador de Chile, Belgrano obedeció las órdenes del Directorio a cargo dePueyrredón de luchar contra la anarquía interna de las Provincias Unidas, aunque eso significabaabandonar la lucha en la frontera con los realistas. El foco de rebelión se encontraba en el Litoral:Artigas, Estanislao López (gobernador de Santa Fe y ex soldado de Belgrano), y Francisco Ramírez(en Entre Ríos) le hacían fuerza a Buenos Aires y sus ambiciones centralistas.

Las luchas se habían agudizado y, desde diciembre de 1817, Buenos Aires venía perdiendo frente alos rebeldes en Santa Fe por falta de tropas y la deficiente conducción de Pueyrredón. A ese escenariomandó Belgrano parte de su ejército. Sus tropas, formadas con la disciplina castrense, se encontraronallí con milicias conformadas por paisanos, en su mayoría a caballo, con una fuerte adhesión a sulíder. Luego de marchas y contramarchas, López y Belgrano firmaron un armisticio: López sequedaría en Santa Fe y Belgrano retrocedería a Córdoba.

Durante la retirada a Córdoba, Belgrano —fuertemente golpeado físicamente por las variasenfermedades de que padecía— decidió traspasar el mando del ejército y partir a Tucumán pararecuperarse. Allí, fue víctima de un alzamiento contra el gobernador Feliciano de la Mota Botello.Mientras guardaba cama por su enfermedad, se presentaron en su casa los rebeldes y, aunque no lepudieron poner los grillos gracias a la intervención de su médico Redhead que le hizo ver a losrebeldes los edemas que tenía en las piernas, lo mantuvieron prisionero con un centinela. Al díasiguiente, Bernabé Aráoz se hizo cargo del gobierno y ordenó ponerlo en libertad.

Con su delicada salud resquebrajada, emprendió el regreso a su ciudad. El escenario político sehabía complicado: en enero de 1820, el coronel mayor Bustos se había levantado en Arequito y habíadesactivado el Ejército del Norte, lo que aceleró la caída del Director Supremo José Rondeau, y el 1ºde febrero las tropas del Directorio eran vencidas por Estanislao López y Francisco Ramírez en loscampos de Cepeda. Después de firmado el Tratado de Pilar, Buenos Aires quedó sumida en el caos y lainestabilidad. Ésa fue la ciudad que despidió el general Belgrano al fallecer el 20 de junio de 1820.

“El más metódico”

Una constante a lo largo de los años de lucha revolucionaria fueron las dolencias físicas que sufrió

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Belgrano, consecuencia de su enfermedad. Tercianas (fuertes fiebres que se repiten), vómitos consangre, afecciones en el pulmón, reuma, dolores en la pierna que lo obligaban a pedir ayuda paramontar, entre otras dolencias. Sin embargo, no lograron alejarlo de los frentes de batalla.

El historiador Iñigo Cabrera rescata los “aciertos” de las campañas militares de Belgrano: lareorganización del ejército del Norte con poco apoyo oficial, la creación del cuerpo de cazadores(tropa de choque comandada por Dorrego), la organización hospitalaria y del tribunal militar, ladisciplina impuesta a mandos y tropas, hasta la desobediencia de retirada a Córdoba y la decisión deconvertir a Tucumán en punto estratégico de resistencia. Es que muchas veces se lo ha presentadocomo alguien con buenas intenciones pero sin conocimientos ni logros militares. Sin ir más lejos, élmismo reconoce en sus Memorias sobre la batalla de Tucumán que le faltaba la visión táctica queotros habían adquirido en estudios castrenses, o que tenían por don natural.

La realidad es que se sobrepuso a sus limitaciones, a su falta de preparación militar y a lapermanente falta de elementos y recursos para sus campañas. Sabía que no podía hacer milagros, perolos hizo. Sus aptitudes militares fueron improvisadas y su tarea, una imposición de la realidadpolítica. En carta a Rodríguez de Francia, en enero de 1812, escribe: “No me atrevo a decir que amomás que ninguno la tranquilidad, pero conociendo que si la Patria no la disfruta, mal la puedo yodisfrutar”. No era su voluntad la que lo guiaba, sino un deber que estaba por encima de todo.

Sus admirables victorias de Tucumán y Salta aliviaron la situación militar de la revolución,permitiendo a San Martín y a Alvear organizar cuerpos profesionales. José María Paz, que acompañó aBelgrano en la mayoría de sus campañas, afirma que “hasta que él tomo el mando del ejército, larevolución no estaba hecha en esas mismas provincias que eran teatro de la guerra (…) [su accionar]produjo inmensos resultados” y agrega que “su rectitud, puede decirse que no sólo dio nervio a larevolución, no sólo la generalizó, sino que le dio crédito y la ennobleció”.

A lo largo de sus Memorias, Paz va revelando el carácter del general. De él dice que siempre fue elúltimo en retirarse de los campos de batalla, “dando ejemplo, y haciendo menos graves nuestraspérdidas”; que la disciplina que aplicaba era hasta excesiva y que aunque no tenía “grandesconocimientos militares” lo guiaban un “juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puroy desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valormoral que jamás se ha desmentido”. También destaca “su pureza en el manejo de los caudalespúblicos”, y lo describe como “sencillo en sus costumbres, sumamente llano en sus vestidos, parco ensu mesa, moderadísimo en todos sus gastos”.

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CAPÍTULO 17

DIPLOMÁTICO Y MONÁRQUICO

“Así como el espíritu de las naciones,en años anteriores, era republicanizarlo todo,

en el día se trata de monarquizarlo todo.”

Manuel Belgrano en la sesiónsecreta del Congreso de Tucumán,

según las actas secretas

Belgrano dejó el mando del Ejército del Norte en manos de San Martín y regresó a Buenos Aires afines de 1813, donde quedó detenido en una quinta a la espera de ser juzgado por sus derrotas militaresen Vilcapugio y Ayohuma. Enfermo, escribió sus memorias y recibió el sobreseimiento que tantoesperaba.

La situación política era inestable; en 1814, se pasó del Triunvirato al Directorio unipersonal.Vencido Napoleón en Leipzig, llegó la restauración de Fernando VII y la Asamblea temió por el futurode la causa revolucionaria. El director Gervasio de Posadas decidió entonces el envío de una misión aEuropa para sondear el clima ante las monarquías inglesa, española y portuguesa: la revolución estabaamenazada, resonaban el conflicto con Artigas por la Banda Oriental y las derrotas militares.

Las dificultades dieron paso a un intento de establecer negociaciones en Europa. Se buscó unacercamiento con España y el apoyo de Inglaterra, países unidos por la amenaza francesa. Sin vueltas,se salió a buscar apoyo y, puntualmente, a un monarca que pudiera hacerse cargo del Río de la Platarespetando la autonomía y las libertades alcanzadas. Mientras, se discutía cuál era el mejor sistemapolítico para el hipotético país: si monarquía o república.

Intrigas y espías

La misión enviada en 1814 para sondear alianzas en el Viejo Continente no fue la primera; de hecho,respondió a una larga relación de los criollos con la Corona inglesa, que —interrumpida por lasInvasiones Inglesas— retomó su impulso cuando, en 1807, la Corona portuguesa huyó de Napoleón yse instaló en Río de Janeiro con la ayuda de los británicos. “Por primera vez Inglaterra tenía directaparticipación y representación en el continente sudamericano”, dice el historiador Klaus Gallo,experto en las relaciones con Inglaterra. Lord Strangford, ideólogo de esa movida, fue nombradorepresentante inglés ante la corte portuguesa en Río de Janeiro, puesto que ejerció durante nueve años.Su importancia fue clave a la luz de los movimientos independentistas que se empezaron a gestar enCaracas y Buenos Aires cuando Francia ocupó España. Estos procesos de autonomía no declararon deentrada la Independencia de la metrópolis española, sino que se manifestaron leales a Fernando VII.Pero, como afirma Gallo, “los revolucionarios no tardarían en buscar el reconocimiento y la ayuda deInglaterra”.

La posición inglesa era singular: aliada de España, recibió enviados de los movimientos

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revolucionarios de sus colonias en busca de ayuda y reconocimiento. Los sudamericanos, sin romperformalmente con España, creían que Gran Bretaña era la única Nación que podía ayudarlos.

En simultáneo con la ocupación francesa de España, gobernaba Inglaterra el Duque de Portland,reemplazante del llamado Gobierno de los Talentos, considerado responsable de las invasiones al Ríode la Plata. Su ministro de Exterior era George Canning. En este gobierno, se cocinaba la idea de unanueva expedición al Plata pero ya no para invadir sino para ayudar a la emancipación de las coloniascon el objetivo de lograr réditos comerciales e impedir el avance francés en la región. Los inglesesllegaron incluso a discutir las formas de gobierno: el general Charles Dumouriez, asesor del VizcondeCastlereagh que en ese entonces era jefe de la oficina de Guerra, proponía una monarquíaconstitucional a cargo del exiliado Duque de Orleáns convertido en Rey del Plata. Les sonaba unamejor alternativa que la amenazante salida democrática.

Castlereagh se interesó mucho en las colonias hispanoamericanas, al punto que envió a su propioagente a Buenos Aires. En misión secreta llegó el capitán James Burke, con el mandato de averiguar elprofundo sentimiento de los rioplatenses y predisponerlos contra Francia. La decisión estratégica eraevitar que los franceses extendieran sus dominios a Hispanoamérica, una de las pocas plazascomerciales interesantes que le quedaban a los ingleses frente al bloqueo de Napoleón.

El gobierno del duque de Portland terminó a fines de 1809 y fue reemplazado por el de SpencerPerceval, que redujo el conocimiento e interés por las colonias españolas sudamericanas. Sininstrucciones concretas, el poder de Lord Strangford aumentó: todas las comunicaciones entre el Ríode la Plata y Gran Bretaña pasaron por él.

Misiones diplomáticas

La Revolución de Mayo despertó la simpatía británica, tanto por la libertad de comercio cuanto por elmantenimiento de la “lealtad” con Fernando VII. La Junta comunicó la situación a Lord Strangford yse decidió a buscar la amistad (y la protección) de Gran Bretaña.

En Río, se encontraban dos personajes ingleses que habían colaborado con la mudanza de la corteportuguesa pero que disentían sobre las relaciones con el Río de la Plata: Lord Strangford y elalmirante Sidney Smith, quienes paradójicamente eran primos hermanos. Smith era favorable a unaregencia en el Plata de la hermana de Fernando VII, Carlota Joaquina, de quien se había hecho muycercano. Su planteo apuntaba a garantizar de este modo las ventajas comerciales británicas en el Plata.Strangford estuvo en contra de cualquier acción tan determinada hasta no recibir instruccionesprecisas; el plan carlotista implicaba la separación del Plata de España. Smith perdió esta batalla y fuereemplazado.

Más allá de la supuesta simpatía con el movimiento revolucionario, Lord Strangford dio a entenderque no podía dar un paso hacia una protección concreta dado que no tenía ordenes directas. En esecontexto, la Junta decidió mandar un delegado a Londres para buscar el reconocimiento y pedir armaspara defender el territorio. El enviado fue Matías Irigoyen, un oficial de la Armada, que llegó aaquella ciudad en agosto de 1810. La respuesta, tanto al delegado de Buenos Aires como al de Caracas,fue que Gran Bretaña no daría armas ni reconocería la independencia de estos territorios. En resumen,una cosa era dar apoyo contra Francia y otra, armas o un aval político contra España.

Hubo otras misiones posteriores, también sin éxito. De hecho, a fines de 1810 Moreno se peleó conSaavedra y renunció para partir en misión diplomática justamente a Inglaterra y con el mismomandato. Acompañado por su hermano Manuel y su amigo Tomás Guido, fue elegido por su talento ypor haber sido un ferviente defensor de los intereses comerciales ingleses en el Río de la Plata. Los

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comerciantes de ese origen escribieron entusiastas cartas recomendando su misión, según cuentaGallo. No podemos saber si hubiera logrado sus objetivos, porque murió camino a Europa, en altamar,en marzo de 1811. Manuel Moreno y Guido siguieron adelante, pero sin representación oficial y sinresultados concretos.

En septiembre de 1811, la Junta fue reemplazada por un Triunvirato en busca de mayorejecutividad, compuesto por Sarratea, cercano a Strangford, Chiclana y Paso. Luego vino otro, conPaso, Álvarez Jonte y Rodríguez Peña. Ya habían avanzado las ideas de independencia, y habíandesembarcado San Martín y Alvear, dos militares que habían servido en España en las guerras contraFrancia. En 1813, se convocó a una Asamblea Constituyente que dio el paso de apartar la lealtad aFernando VII. Ante los temores de que los españoles enviaran una fuerza militar a recuperar susterritorios, el Triunvirato envió entonces a Sarratea a Río de Janeiro, España y Gran Bretaña. En enerode 1814, el Directorio sucedió al Triunvirato, concentrando aún más el poder. Gervasio de Posadas, tíode Alvear, fue el primer elegido para el cargo.

La misión de Belgrano y Rivadavia

La falta de apoyos directos a la emancipación, el intento de Artigas de unir las provincias del litoral auna liga opuesta al Directorio, más la derrota final de los ejércitos franceses en España, que llevó a larestauración de Fernando VII y a renovar el miedo a una expedición armada, pusieron al gobiernocentral en la posición de pedir más que nunca ayuda a Gran Bretaña. El creciente estado deinseguridad llevaba a que se pensara como salida en una monarquía constitucional con apoyos enEuropa.

Las dos personas convocadas para tan crucial gestión fueron Rivadavia y Belgrano. Manuel fueelegido, en principio, por dos razones: sus simpatías hacia Gran Bretaña y su apoyo a una forma degobierno monárquica. Partieron de Buenos Aires el 28 de diciembre de 1814 y pasaron primero porRío de Janeiro, donde tomaron contacto justamente con Lord Strangford. Allí se los contactó conrepresentantes españoles para que pudieron ingresar a España sin temores.

Estuvieron en Río hasta marzo de 1815. Mientras tanto, en Buenos Aires Alvear reemplazaba aPosadas en el Directorio, y las provincias del Interior veían con dudas la gestión diplomática enEuropa. Belgrano y Rivadavia no lograron ser recibidos en Río de Janeiro por el Regente o por suesposa Carlota. Según cuenta el encargado de negocios de España en el Brasil, la princesa, ante elpedido de una reunión, dijo refiriéndose a los revolucionarios: “A estas gentes se les tratase con laseveridad que se merecen y se les castigase con el último suplicio, que, ciertamente, lo tienen algunosmerecido”. Parecía no acordarse de la alianza que en su momento había estudiado con los carlotistasrioplatenses. Lord Strangford, por su parte, les manifestó su apoyo a los principios de la misión peroles aclaró que no podía anticipar que su país lo fuera a seguir en su actitud.

Las instrucciones que llevaron eran concretas: felicitar a Fernando VII en nombre de las provinciaspor su restitución en el trono, declararle amor y fidelidad, pero a la vez oponerse a las cortes y a losanteriores gobiernos considerados ilegales. Todo esto en lo formal, pero había, además, instruccionessecretas para la misión diplomática.

El objetivo de fondo era lograr condiciones para la independencia política o a lo sumo para lalibertad civil de las provincias. Junto a ello, tantear el terreno para conseguir un príncipe de la CasaReal de España o una forma de administración autónoma con dependencia de la Corona. Se lesordenaba que pusieran atención en las cortes exteriores, buscando una protección respetable enInglaterra, Francia, Rusia, Alemania, etc. Se les ordenaba que, antes de entrar en tratos con Fernando

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VII, estudiaran la posibilidad de “conseguir que la Nación inglesa quiera mandar un príncipe de suCasa Real o de alguna de sus aliadas”.

Poco después de que Belgrano y Rivadavia llegaran a Londres, Alvear mandó a otro enviado, susecretario Manuel García, a ver a Strangford, con instrucciones diferentes: conseguir que lasprovincias del Río de la Plata se anexaran a Gran Bretaña, aceptando las leyes inglesas. “Estasprovincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjopoderoso”, escribió en una carta Alvear. La asombrosa propuesta incluía la oferta de aceptar el envíode tropas inglesas a Buenos Aires para garantizar el cambio de régimen.

En Londres, Belgrano y Rivadavia se encontraron con Sarratea, quien les informó que no era elmejor momento para iniciar conversaciones con el gobierno inglés, que no contemplaba “niremotamente la independencia de las colonias hispanoamericanas”, según Gallo. No lograron ver aCastlereagh ni a ningún otro funcionario. La rebelión contra Alvear en junio de 1815 tampoco ayudó,porque generó una sensación de inestabilidad en la reputación del gobierno en el Plata.

Como alternativa, intentaron negociar con Carlos IV, quien se hallaba exiliado en Roma con suesposa María Luisa. Le quisieron llevar el proyecto de coronar al infante Francisco de Paula en el Ríode la Plata, donde se pensaba crear un reino independiente que incluiría a Chile y a parte del exVirreinato.

La propuesta tenía incluso escudo y reglas pensadas, justamente, por Belgrano. Se llamaría “ReinoUnido del Río de la Plata, Perú y Chile”, y tendría un escudo azul y plata, con un sol y dos brazos consus manos sosteniendo tres flores representativas de la familia real, todo apoyado sobre un tigre y unavicuña. La Corona sería hereditaria y las facultades del Rey amplias; entre ellas, podría mandar lasfuerzas de mar y tierra, declarar la guerra, firmar tratados y nombrar a los miembros de laadministración y la nobleza. El reino tendría tres grados de nobles: duque, marqués y conde.

Belgrano estaba, según López Rosas, “entusiasmado con la idea de coronar a un príncipe Borbón”.Y cuando conoció que el proyecto sería rechazado, pensó en raptar al Infante en Londres y llevarlo aBuenos Aires. La derrota de Napoleón en Waterloo dejaría sin efecto las negociaciones y,paradójicamente, alejaría de nuestro destino la posibilidad de constituir una monarquía como la queimaginaba la misión diplomática y sus mandantes. Belgrano aprovechó su estadía, sin embargo, paraestudiar las tendencias políticas del momento en una Europa muy convulsionada.

El 15 de noviembre de 1815, Belgrano y Rivadavia se separaron, para no verse nunca más. A finesde enero de 1816, Belgrano llegó de vuelta y Rivadavia continuó su misión en Europa. El 3 de febrero,Manuel elevó un informe sobre la negociación diplomática. Contó los pormenores de la situacióneuropea y explicó que el reconocimiento, si venía, lo haría de la mano de un sistema monárquico. “Enel plano internacional, el clima conservador impuesto en Europa después de la derrota napoleónicahacía difícil pensar en un reconocimiento por parte de las principales potencias de una forma degobierno republicana”, afirma la historiadora Ternavasio.

Rivadavia haría otro intento ante Fernando VII sin suerte; dice López Rosas que fue “tan desastrosocomo el primero”. Suplicó al monarca “como padre de los pueblos se digne darles a entender lostérminos en que han de reglar su gobierno”. El Rey no sólo no lo recibió sino que además ordenóecharlo del país el 8 de julio de 1816.

Un monarca inca

Los acontecimientos europeos y la imposibilidad de avanzar con los ingleses dejaron pocos caminosabiertos. Para salir hacia adelante, se convocó a los diputados de las provincias para el Congreso de

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Tucumán, que aspiraba a declarar la Independencia, dictar Constitución y, por ende, determinar unaforma de gobierno.

Las sesiones se inauguraron el 24 de marzo de 1816 y Belgrano, como jefe del Ejército del Norte,llegó a la ciudad en junio. En sesión secreta del 6 de julio, los diputados del Congreso escucharon lavisión de Belgrano sobre los acontecimientos europeos y su repercusión en el Plata. Belgrano pintó aun poder español débil debido a los embates franceses pero aún amenazante para la causa local ysugirió fortalecer a las fuerzas militares locales. También expresó que la “declinación en el desorden yanarquía” de las Provincias había vuelto impopular la causa rioplatense entre las potencias europeas.Allí, según expuso, se había dado un vuelco en cuanto a la forma de gobierno preferida: si antes setrataba de “republicanizarlo todo”, ahora se inclinaban por “monarquizarlo todo”. Finalmente, expusosu propuesta de una monarquía inca:

Conforme a estos principios, en mi concepto, la forma de gobierno más conveniente paraestas provincias sería la de una monarquía temperada, llamando a la dinastía de los Incas,por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa, tan inicuamente despojada deltrono; a cuya sola noticia estallará un entusiasmo general de los habitantes del Interior.

Belgrano concluyó su discurso, exhortando a los diputados a declarar la Independencia en nombrede los pueblos y volvió a insistir en la adopción de la forma monárquica de gobierno.

Tres días después de su visita, los diputados complacieron a Belgrano y declararon la Independenciade las Provincias Unidas del Río de la Plata; no le hicieron caso, sin embargo, en la instauración deuna monarquía, aunque el diputado Uriarte propuso ante el Congreso enseñar quechua en las escuelas,por considerar que con el tiempo sería el idioma nacional.

Su paso por el Congreso de Tucumán, lo sintetiza Belgrano en una emotiva carta que le envió aRivadavia el 8 de octubre de 1816:

Al día siguiente de mi arribo a ésta, el Congreso me llamó a una sesión secreta, y me hizovarias preguntas. Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situacióninfeliz del país. Les hablé de monarquía constitucional, con la representación soberana de lacasa de los Incas: todos adoptaron la idea.

El general, que había estado en el frente de batalla expandiendo la revolución, se encontró llorandola situación infeliz de su país en la reunión que concluiría en la Declaración de la Independencia.

A diferencia de lo que le cuenta a Rivadavia, su plan fue rechazado por la mayoría, en algunos casosentre burlas y risas. San Martín, en cambio, no lo descartó. “Ya digo a Laprida lo admirable que meparece el plan de un inca a la cabeza, las ventajas son geométricas”, dice San Martín en carta a GodoyCruz del 22 de julio de 1816. Según Mitre, esta afirmación esconde cierta ironía por parte del amigode Belgrano; el historiador la nota en la palabra “geométricas”.

La realidad es que ninguno de los proyectos de monarquía constitucional presentados pudoimplementarse en el Río de la Plata, ni el del Rey inca ni otros que buscaron —y no consiguieron—tentar a algún príncipe europeo dispuesto a coronarse Rey. Y eso que la dirigencia tenía un sesgoconservador al tratar de seguir con la monarquía (el lema de los diputados en Congreso de Tucumánera “fin de la revolución, principio del orden”), pero hubo vastos sectores de la opinión pública que noparecían dispuestos a aceptar una forma monárquica de gobierno.

El 27 de julio, al jurarse la Independencia en la milicia de Tucumán, Belgrano publicó una proclamaen la que recomendó su plan incaico. Buscaba provocar una reacción en los pueblos indígenas a favorde la revolución:

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He sido testigo de las sesiones en que la misma soberanía ha discutido acerca de la forma degobierno con que se ha de regir la Nación, y he oído discutir sabiamente a favor de lamonarquía constitucional, reconociendo la legitimidad de la representación soberana en lacasa de los Incas, y situando el asiento del trono en el Cuzco, tanto que me parece serealizará este pensamiento tan racional, tan noble y tan justo, con que aseguramos la losa delsepulcro de los tiranos.

El Redactor del Congreso nacional llamó a todos a participar del debate sobre la forma de gobierno.El debate se observa en la prensa periódica. En sus números 55 y 56, El Censor, defensor de las ideastendientes a consagrar una monarquía constitucional, publicó la proclama y un artículo escrito porBelgrano. Firmado “J.G.”, y escrito antes que la proclama, en él se lee:

¿Habrá gobierno en el mundo que se nos oponga cuando fijemos el monárquicoconstitucional, y pongamos en el trono a un sucesor legítimo de los Incas? Nuestra justiciahallará apoyo, si es que no quieren caer en la contradicción como Fernando, y se deciden porla legitimidad para la Europa y la ilegitimidad para América.

La Crónica Argentina, en cambio, encaró la defensa de los ideales republicanos, interpretando elproyecto de monarquía inca como un recurso de continuidad de los españoles a través de americanosde antiguo régimen, reactivos al cambio. “Los que dicen que otra clase de constitución no convienecon nuestras costumbres nos hacen la injuria más horrenda, porque vienen a decir en sustancia: lospueblos del Río de la Plata son viciosos, corrompidos, inmorales. Sus moradores jamás serán buenosciudadanos”, se lee en ese diario el 9 de noviembre de 1816.

La discusión era entre monárquicos y republicanos. La mayoría de los revolucionarios del proceso1808-1810 habían sido monárquicos, y ésta no era una contradicción. La Junta fue un gobierno deemergencia, no definió el sistema institucional ni de gobierno, pero en tiempos de revolución, con lasoberanía volviendo al “pueblo”, todo indicaba que el país sería republicano. Pero no.

Querer la independencia (o la autonomía en un principio) no era incompatible con ser monárquico.Sólo que se aspiraba a autonomía con monarquía. Fue el caso de tantos referentes de la época, comoBelgrano o Bernardo de Monteagudo, uno de los miembros más brillantes del grupo político quelideró Mariano Moreno. Así lo explica Fabián Herrero:

Republicano o monárquico, su republicanismo inicial parece haber respondido a la rupturacon la Corona española. Poco tiempo después, como la hicieron otros integrantes de la eliteporteña, se suma a los que impulsaban una monarquía constitucional. Entre otros, puedenmencionarse los nombres de conocidos líderes como José de San Martín, BernardoO’Higgins, Juan Martín de Pueyrredón y Manuel Belgrano.

El monarquismo de muchos dirigentes como Belgrano era consecuencia del temor que significabaun cambio abrupto por la situación europea, de la supuesta dificultad para lograr un reconocimiento siel país mutaba republicano, y del miedo a la intervención de la Santa Alianza. A la fuerza, o por faltade apoyo externo, el país terminó caminando hacia el republicanismo.

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CAPÍTULO 18

EL LEGADO DE BELGRANO

“Su apellido puede extinguirse segúnla sucesión de generaciones, pero

dos millones de habitantes desde ahoralo aclaman Padre de la Patria.”

D. F. Sarmiento, Homenaje a Belgrano,24 de septiembre de 1974

Perseverancia, vocación de servicio y un enorme sacrificio marcaron el derrotero de su vida. Aquejadopor varias enfermedades, siguió al frente del ejército a pesar de sufrir vómitos de sangre y otrasmanifestaciones de deterioro en su salud. En esos momentos aciagos, escribe a su médico:

La conservación del ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de muerte, peroaquí hay una capilla adonde entierran a los soldados, y también se me puede enterrar a mí.

En mayo de 1816, le encomendaron el Ejército Auxiliar del Perú, acantonado en Tucumán, con elgrado de brigadier general y capitán general. Cerca de esa ciudad levantó una ciudadela defensiva yvivió durante tres años. Allí conoció a María Dolores Helguero, de quien se enamoró y con quienmantuvo una relación secreta de la que en mayo de 1819 nació una hija, Manuela Mónica del Corazónde Jesús. Antes había nacido Pedro Rosas y Belgrano, que de adulto se reveló como hijo del general.Éste se crio bajo la protección de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra; aparentemente fuehijo de la hermana de ésta.

Belgrano fue el primero en jurar la constitución unitaria de 1819, impulsado por la ansiedad de verorganizado al país. “Esta constitución y la forma de gobierno adoptada por ella no es en mi opinión laque conviene al país, pero habiéndola sancionado el soberano congreso constituyente, seré el primeroen obedecerla y hacerla obedecer.”

El 29 de agosto de 1819, pidió al director Rondeau, desde Córdoba, una licencia por enfermedad quele fue concedida, y se dirigió nuevamente a Tucumán en busca de un mejor clima. Allí fue donde, acomienzos de octubre de 1819, Belgrano cayó postrado por su enfermedad. Lo asistía su médico yamigo José Redhead.

Su débil salud lo indujo a regresar a Buenos Aires, lo que fue posible gracias a los aportes de suamigo José Celedonio Balbín. Un paso obligado por Córdoba, por falta de recursos, lo detuvo por unosmeses. Tanto en Tucumán como en Córdoba le negaron subsidios, según explica Gondra. Llegó a suciudad con la ayuda económica de amigos el 1º de abril de 1820.

Paradojas del destino, la última etapa de su vida lo encontró dependiendo de la colaboración deallegados. Fue hijo de un acaudalado comerciante, vivió, viajó y se formó como un joven privilegiado,pero su conducta lo alejó de las comodidades económicas. Como vocal de la Junta destinó la mitad desu sueldo a financiar la expedición a Córdoba; fue premiado por batallas ganadas y donó el dinero paraestablecer escuelas; como coronel del regimiento de Patricios, renunció a la mitad de su remuneracióny se excusó de no donarlo todo con estas palabras: “Siéndome imposible no poder hacer demostración

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mayor, pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquél”. Por propia decisión, elCabildo recibió de él la tarja de oro y plata que le obsequiaron en Potosí, y la recién creada bibliotecanacional, buena parte de su colección de libros. Sus últimos tiempos fueron de privaciones, inquietudpor las deudas contraídas, y permanentes enfermedades.

Tras regresar del norte, Belgrano se estableció en una quinta de San Isidro, donde su agonía sealargó por tres meses. “Pensaba en la eternidad adonde voy, y en la tierra querida que dejo. Espero quelos buenos ciudadanos trabajarán por remediar sus desgracias”, dijo ante los íntimos antes de partir,según la Gaceta de Buenos Aires. Era el 20 de junio de 1820. Su hermano Domingo Estanislaodescribió el final con todo rigor: “Murió en la extrema pobreza”.

Así se fue Belgrano, en medio de un clima de precariedad y falta de reconocimiento que loengrandece. Aciertos o desaciertos tácticos en las batallas que tuvo que conducir quedaron en unsegundo plano ante su entereza, abnegación, y la entrega total a sus ideales.

Formado para el país de las letras y las ideas, se le impuso ser militar en tiempos de guerras deIndependencia. Y se hizo cargo, a sabiendas de sus limitaciones. Precursor de los estudios económicosa favor del progreso local, pionero en la defensa de la escuela popular y de la enseñanza gratuita,sensible ante las injusticias sociales, defensor de la educación de la mujer y de la formación técnicaorientada al trabajo, y pionero del periodismo, la primera historiografía lo ubica en el podio de losdestacados.

Los instalaron como prócer la Historia de Belgrano de Mitre, la Historia de la República Argentinade Vicente Fidel López, y las disertaciones de Sarmiento y Vélez Sarsfield. Lecturas todas válidaspero, claro, impregnadas de los desafíos y humores de la época en que fueron desarrolladas.

Homenaje sarmientino

La estatua ecuestre de Belgrano que hoy custodia la Casa Rosada desde la Plaza de Mayo fueinaugurada por Domingo Faustino Sarmiento el 24 de septiembre de 1873, en el final de su mandato.En la ocasión se conmemoró la batalla de Tucumán, y Sarmiento ordenó reunir en la plaza alegisladores, jueces, diplomáticos, autoridades de la iglesia, comisiones de las escuelas y tropasmilitares. El discurso presidencial fue transmitido a todas las provincias por telégrafo.

Bartolomé Mitre era de la partida como miembro de la comisión encargada de la construcción de laestatua. Sarmiento decidió también que el maestro de ceremonias fuera el director de correos,Gervasio Posadas, y que en las casas de la ciudad se izara la bandera nacional “como muestra deregocijo público”. Aquel 24 de septiembre fue feriado nacional.

Lo significativo del acontecimiento fue el tono y el contenido de aquel mensaje de Sarmiento, en elque erige a Belgrano “Padre de la Patria”:

Hay una inmortalidad humana que se adquiere por el genio, la abnegación o el sacrificio;pudiendo extenderse a un pueblo, a toda la tierra, a un siglo… Belgrano, cuya efigiecontemplamos, participa para nosotros de esas cualidades que hacen al hombre vivir másallá de su época. Hace cincuenta años que desapareció de la escena, y no ha muerto sinembargo. Apenas se conserva el recuerdo de la casa en que nació aquí (…) Su apellido puedeextinguirse según la sucesión de generaciones, pero dos millones de habitantes desde ahoralo aclaman Padre de la Patria.

La pintura que hace de Belgrano cincuenta y tres años después de su muerte es entre política y

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poética, como buen escritor que fue, pero también lo usa como metáfora para encauzar debates queestaba viviendo su gobierno y el país en aquel entonces, entre ellos, el de la inmigración.

Lo define como “un hombre de la época crepuscular en que nació, General sin las dotes del geniomilitar, hombre de Estado. Sus virtudes fueron la resignación y la esperanza, la honradez del propósitoy el trabajo desinteresado”. Destaca que cuando lo premiaron con dinero por sus triunfos militares enTucumán y Salta decidió donarlo para la construcción de escuelas primarias, “las primeras que encuatro ciudades que hoy son capitales de provincia veían abrirse para la educación de sus hijos”.

Entre otras referencias a la vida de Belgrano, menciona sus “desvelos por levantar al pueblo de supostración intelectual, sin lo cual no hay libertad duradera”, la fundación de la primera escuela deeducación científica que existió en Buenos Aires, “su profundo sentimiento religioso que difundesobre el soldado”, y resume contundente: “Su muerte oscura, su carrera tan gloriosa, tan olvidada”.

“Belgrano llevó al tórrido Paraguay la enseña de la nueva Patria. La historia castiga a losretardatarios de la primera hora”, afirma Sarmiento para inscribirlo como figura clave dentro de losprimeros movimientos del patriotismo americano. Al declararlo “General Porta-Estandarte de laRepública Argentina”, en referencia al signo como nación que nos dejó, Sarmiento fusiona signo ypersona; bandera y Belgrano.

Reflexión final

Manuel Belgrano vivió sólo cinco décadas: cuatro de ellas dedicadas a la formación, al estudio, y a ladivulgación de las nuevas ideas, y la última especialmente a la lucha, y al compromiso político ymilitar. La bandera nacional instalada en el campo de batalla sin autorización oficial, las gloriasmilitares mezcladas con los sinsabores de las derrotas, el épico éxodo jujeño o el breve pero intensoaporte en la Primera Junta y a los debates por la Independencia, dialogan con el Belgrano que intentailuminar nuestro libro: el hombre de ideas, el intelectual decidido a transformar mentalidades.

Su figura se inscribe en lo que Norberto Bobbio llamó “la clase moderna de los intelectuales”posteriores al boom de la imprenta, que escriben panfletos, libros, diarios, manifiestos, y desde ahíayudan a construir una cada vez más extensa opinión pública, y con ella un universo de mayorconocimiento y mayores libertades. Ésta es una de sus grandes contribuciones, en el terreno delpensamiento, más allá de las batallas y de la creación de la bandera. Apelando a una palabra actual,fue un “comunicador” de las nuevas ideas.

Tanto Belgrano como Moreno o Castelli, ni hablar Lavardén o el Deán Funes, valoraban larepercusión que sus ideas escritas iban a tener en los demás. Hombres de letras y de ideas, muchoshabían vivenciado en Europa el significado de la prensa y el poder de lo asociativo en el devenir de losasuntos públicos. Fueron, sin dudas, los nuevos mediadores entre lo público y lo privado, entre loantiguo y lo moderno, entre la sociedad y el Estado, en un tiempo de fuertes transformaciones. Elmonarca seguía siendo custodio del orden natural, única fuente de poder y de legitimidad; losilustrados como Belgrano debían aportar la comprensión de ese orden natural, pero a la vez lodesafiaban. Ni hablar luego, con los ideales de emancipación en curso.

El historiador Vicente Fidel López detecta una primera diferencia entre intelectuales y enriquecidosen aquel final de la colonia. En su visión, los ilustrados fueron una clase dotada de talentos naturales,que se formó en la oscuridad de los rudimentarios estudios de la época, construyeron afinidades eintereses que se transformaron en un movimiento social, e hicieron sentir su influencia en las altasesferas de la sociedad por propio derecho y para separarse de los simplemente ricos. Belgrano fueambas cosas, un intelectual y un joven rico, pero optó por abrazarse a lo primero con pasión, al punto

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que murió en la completa pobreza. Optó por influir en el curso de los acontecimientos en base a ideasy acción, y no por “pertenecer” a una clase dominante de los americanos con acceso a recursos y alpoder español.

Para Mitre, “Belgrano es, en su género, un tipo único en la revolución sud-americana, ya se leconsidere como hombre de letras, ya como hombre político o de guerra, y su vida es un modelo dignode presentarse a la estimación de un pueblo republicano (…) Educacionista, literato, jurisconsulto,filántropo y economista social durante la época colonial, su nombre está asociado a todos los grandespensamientos que se iniciaron a fines del siglo XVIII y principio del XIX para mejorar la condiciónpolítica, moral y material del pueblo argentino”.

Belgrano estuvo a la vanguardia en la difusión de las nuevas ideas a través de escritos y prensa,como vocero de las innovaciones que se producían en Europa pero siempre adaptadas a la culturaamericana. No se contentó con copiar. Y a pesar de su ferviente catolicismo, no se detuvo frente a loscambios de la época: “Nada tendríamos que temer de la novedad de las ideas que nuestrascircunstancias irremediablemente nos han traído, y nos deben traer en lo sucesivo”.

Viajes de estudio, acceso a la prensa europea, formación de asociaciones, publicación de memoriasy de periódicos, representaron escenas de la misma obra. Detrás del escritor y del periodista aparece elrevolucionario que no reniega de sus creencias pero que abre la puerta a lo nuevo, con convicción ydeterminación. Un proceso (y una vida) que dan sentido al pensamiento del historiador romano Tácitoque los periodistas de la Junta plasmaron en la portada de su órgano de prensa, la Gaceta de BuenosAires: “Tiempos de felicidad aquellos en que se puede sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”.

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ANEXO DOCUMENTAL

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A) “MEDIOS GENERALES DE FOMENTAR LA AGRICULTURA, ANIMARLA INDUSTRIA Y PROTEGER EL COMERCIO EN UN PAÍS

AGRICULTOR”, 1796 - FRAGMENTOS

“Memoria que leyó el licenciado don Manuel Belgrano, abogado de los Reales Consejos y secretariopor Su Majestad del Real Consulado de esta capital, en la sesión que celebró su Junta de Gobierno el15 de julio del presente año de 1796.”

«Criar debe el pueblo con muy gran fomentación los frutos de la tierralabrándola e enderesándola, para aberlos de ella… E por ende todos se deben

trabajar que la tierra onde moran, sea bien labrada.» (Ley 4ª, p. 2, tít. 20.)«Ca por seso deben los omes conocer la tierra e saber para qué será más

provechosa é labrarla, é deriscarla, por maestría; ca la non debendespreciar, diciendo que non es buena, ca si es non fuere para unas cosas,

serlo ha para otra…» (Ley 6ª, ibíd.)

Señores:Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio son los tres importantes objetos

que deben ocupar la atención y cuidado de VV.SS.Nadie duda de que un Estado que posea con la mayor perfección el verdadero cultivo de su terreno,

en el que las artes se hallan en manos de hombres industriosos con principios, y en el que el comerciose haga con frutos y géneros suyos, es el verdadero país de la felicidad pues en él se encontrará laverdadera riqueza, será bien poblado y tendrá los medios de subsistencia y aun otros que la servirán depura comodidad.

Atendiendo, pues, a estos principios y deseando nuestro augusto soberano que todos sus dominioslogren de la mayor abundancia, y que sus vasallos vivan felices, aun en los países más distantes, tuvola bondad de erigir este Consulado para que atendiendo a las ramas de agricultura, industria ycomercio, como que son las tres fuentes universales de la riqueza, hiciese la felicidad de estos países.

Cuando no hubiese otro premio a las fatigas que VV.SS. deben tener para la consecución de unosfines tan dignos en la humanidad, esta misma debía mover sus corazones, como a los de una materiade cuya importancia y buenos efectos resultan todos los fines de la sociedad.

Qué más digno objeto de la atención del hombre que la felicidad de sus semejantes; que ésta seadquiere en un país cuando se atiende a sus circunstancias y se examinan bien los medios de hacerloprosperar, poniendo en ejecución las ideas más bien especuladas, nadie duda. En esta inteligencia mehe propuesto para el cumplimiento de mi obligación hacer todos los años una memoria alusiva alinstituto de esta junta, describiendo en ella cada año, una provincia de las que están sujetas a sujurisdicción, y que bien a mi pesar no he podido principiar éste, por no hallarme aún en condicionessuficientes. Por ellas se instruirán VV.SS. del estado en que se halla la agricultura y de qué fomentopueda ser susceptible, como también del modo que las artes se encuentran y cuál es el comercio quehacen estas provincias; qué relaciones tienen unas con las otras y de qué modo se las puede hacerprosperar, que es el fin de todas nuestras miras, siguiendo así las sabias providencias de Su Majestad.

Hoy, pues, me contentaré con exponer a VV.SS. las ideas generales que he adquirido sobre tan útilesmaterias, y con más particularidad trataré de proponer medios generales para el adelantamiento de la

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agricultura, como que es la madre fecunda que proporciona todas las materias primas que danmovimiento a las artes y al comercio, aunque no dejaré de exponer algunas para el adelantamiento deestas dos últimas ramas.

La agricultura es el verdadero destino del hombre. En el principio de todos los pueblos del mundocada individuo cultivaba una porción de tierra, y aquéllos han sido poderosos, sanos, ricos, sabios yfelices, mientras conservaron la noble simplicidad de costumbres que procede de una vida siempreocupada, que en verdad preserva de todos los vicios y males. La República Romana jamás fue másfeliz y más respetada, como en el tiempo de Cincinato; lo mismo ha sucedido a todos los demáspueblos, y así que en todos ha tenido la mayor estimación, como que es sin contradicción el primerarte, el más útil, más extensivo y más esencial de todas las artes. Tenemos a los egipcios que honrabana Osiris como inventor de la agricultura; los griegos a Ceres y Triptolemo, su hijo; los habitantes delLacio a Saturno o Jano, su Rey, que pusieron entre sus dioses en reconocimiento de los favores que leshabía dispensado. La agricultura fue casi el único empleo de los patriarcas más respetables de loshombres por la simplicidad de sus costumbres, la bondad de su alma y la elevación de suspensamientos.

En todos los pueblos antiguos ha sido la delicia de los grandes hombres y aun la misma naturalezaparece que se ha complacido y complace en que los hombres se destinen a la agricultura, y si no ¿porquién se renuevan las estaciones? ¿Por quién sucede el frío al calor para que repose la tierra y sereconcentren las sales que la alimentan? Las lluvias, los vientos, los rocíos, en una palabra, este ordenadmirable e inmutable que Dios ha prescripto a la naturaleza no tiene otro objeto que la renovaciónsucesiva de las producciones necesarias a nuestra existencia.

Todo depende y resulta del cultivo de las tierras; sin él no hay materias primeras para las artes, porconsiguiente, la industria no tiene cómo ejercitarse, no pueden proporcionar materias para que elcomercio se ejecute. Cualquier otra riqueza que exista en un Estado agricultor será una riquezaprecaria, y que dependiendo de otros, esté según el arbitrio de ellos mismos. Es, pues, forzoso atenderprimeramente a la agricultura como que es el manantial de los verdaderos bienes, de las riquezas quetienen un precio real, y que son independientes de la opinión darle todo el fomento de que seasusceptible y hacerlo que prospere en todas las provincias que sean capaces de algunas de sus ramas,pues toda prosperidad que no esté fundada en la agricultura es precaria; toda riqueza que no tiene suorigen en el suelo es incierta; todo pueblo que renuncie a los beneficios de la agricultura y queofuscado con los lisonjeros beneficios de las artes y del comercio, no pone cuidado en los que lepueden proporcionar las producciones de su terreno, se puede comparar, dice un sabio político, a aquelavariento que por una mayor ganancia contingente pospone imponer su dinero en los fondos de unrico, por darlo a un hijo de familia que lo gastará en el momento y no volverá capital ni intereses.

Se ha escrito sobre los medios de fomentar la agricultura y hacer que prospere, por antiguos ymodernos; y en ningún siglo más que en el nuestro, se han puesto en Europa tantas academias ysociedades, cuyo celo y trabajo merecen la estimación de los verdaderos amigos del bien común, y sehan adoptado los premios para recompensar el trabajo de los sabios que se han destinado al estudiomás útil de la humanidad.

Todos los soberanos se han empeñado en sostener estos establecimientos, y se han esmerado enatender los campos; su paternal reconocimiento de que éstos son la madre fecunda y la verdaderanodriza de sus vasallos ha dirigido todas sus miras y cuidados a la agricultura, como que es la únicafuente absoluta e independiente de las riquezas. Nosotros mismos estamos palpando la prueba de estaverdad. Pocas son las ciudades y villas de nuestra península que no tengan una sociedad económica,cuyo instituto es mirar por la agricultura y artes, premiando a cuantos se destinan con aplicación acualquiera de estas ramas y aun los que estamos tan distantes logramos de la beneficencia de nuestroaugusto soberano. Sus miras en el establecimiento de esta Junta de Gobierno no han sido otras que las

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de que haya un cuerpo que atienda con el mayor desvelo el fomento de la agricultura, que anime laindustria y proteja el comercio en todo el distrito de este Virreinato, cuyas vastas provincias en que lanaturaleza parece que ha echado todo el resto de su fertilidad deben ser cultivadas, como que soncapaces de suministrar una subsistencia cómoda a sus habitantes y medios de que florezca lametrópoli. Ahora, pues, ¿de qué medios nos valdremos para llevar estas sabias y benéficas intencioneshasta el fin?

He dicho al principio de mi discurso que no conozco el país, y por tanto, que me contentaría conexponer algunas ideas generales principalmente sobre la agricultura; así por ahora no puedo hacerpresente a VV.SS. los medios más oportunos y adecuados a los países que deben atender, pero sí diréaquellos que son comunes a todos los estados agricultores, y que no se puede prescindir en cualquierparaje que sea a pesar de circunstancias, clima, costumbres, etc., pues la tierra siempre es precisoconocerla, para adecuar el cultivo de que es susceptible.

Una de las causas a que atribuyo el poco producto de las tierras y, por consiguiente, el ningúnadelantamiento del labrador, es porque no se mira la agricultura como un arte que tenga necesidad deestudio, de reflexiones, o de regla. Cada uno obra según su gusto y práctica, sin que ninguno piense enexaminar seriamente lo que conviene, ni hacer experiencia y unir los preceptos a ellas. No pensaronasí los antiguos. Juzgaban que tres cosas eran necesarias para acertar en la agricultura; primera,querer: es necesario amarla, aficionarse y gustar de ella, tomar esta ocupación con deseo y hacerla a suplacer; segunda, poder: es preciso hallarse en estado de hacer gastos necesarios para las mejoras, parala labor y para lo que puede mejorar una tierra que es lo que falta a la mayor parte de los labradores;tercera, saber: es preciso haber estudiado a fondo todo lo que tiene relación con el cultivo de lastierras, sin que las dos primeras partes no sólo se hagan inútiles, sino que causan grandes pérdidas alpadre de familia que tiene el dolor de ver que el producto de sus tierras no corresponde de ningúnmodo a los gastos que ha adelantado y la esperanza que habrá concebido, pues aquellos se hicieron sindiscernimiento ni conocimiento de causa.

Tenemos muchos libros que contienen descubrimientos y experiencias que los antiguos y modernoshan hecho en la agricultura, pero estos libros no han llegado jamás al conocimiento del labrador yotras gentes del campo. Muy pocos se han aprovechado. ¿Acaso las gentes del campo saben conperfección, como es necesario, las cosas más ordinarias y comunes? Por ejemplo, el modo más fácilde plantar un árbol fructífero o silvestre, de injertarlo y podarlo, no se conoce casi por ninguno en elcampo.

Si se conociese por todos, la cantidad de frutos aumentaría considerablemente, siendo una parteconsiderable de las riquezas del Estado. Ahora, pues, si la riqueza de todos los hombres tiene su origenen la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos másricos, es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitanse manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras, y que el defecto de la ignoranciatan fácil de corregir no impida el adelantamiento de la riqueza.

¿Y de qué modo manifestar estos misterios y corregir la ignorancia? Estableciendo una Escuela deAgricultura, donde a los jóvenes labradores se les hiciese conocer los principios generales de lavegetación y desenvoltura de las siembras, donde se les enseñase a distinguir cada especie de tierrapor sus producciones naturales, y el cultivo conveniente a cada una, los diferentes arados que hay y lasrazones de preferencia de algunos según la calidad del terreno; el número de labores, su profundidadsegún la naturaleza del terreno; los abonos y el tiempo y razón para aplicarlos; el modo de formarsangrías en los terrenos pantanosos; la calidad y cantidad de simientes que convengan a esta o aquellatierra, el modo y la necesidad de prepararlas para darlas en la tierra; el verdadero tiempo de sembrar,el cuidado que se debe poner en las tierras sembradas; el modo de hacer y recoger una cosecha; losmedios de conservar sin riesgos y sin gastos los granos; las causas y el origen de todos los insectos y

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sabandijas, y los medios de preservar los campos y graneros de ellas; los medios de hacer losdesmontes; los de mejorar los prados; los de aniquilar en la tierra los ratones y otros animalesperjudiciales, tales como la hormiga, etc., y por último, donde pudiera recibir lecciones prácticas deeste arte tan excelente. Premiando a cuantos en sus exámenes dieran pruebas de su adelantamiento,franqueándoles instrumentos para el cultivo y animándolos por cuantos medios fuesen posibles,haciéndoles los adelantamientos primitivos para que comprasen un terreno proporcionado en quepudiesen establecer su granja y las semillas que necesitasen para sus primeras siembras, sin otraobligación que volver igual cantidad que la que se había expedido para su establecimiento en eltérmino que se considerase fuese suficiente para que sin causarles extorsión ni incomodidad lopudiesen ejecutar. Adoptando los recursos que han tomado las sociedades patrióticas, dando premiosya a aquellos que han presentado memorias sobre varios asuntos pertenecientes a su instituto, que hanpropuesto al público; ya a los mismos labradores que han dado tanto número de árboles arraigados,que han hecho un nuevo cultivo, etcétera.

(…)Una corta cantidad que se destine a este fin todos los años hará ver los progresos de estas ideas; se

debería expender parte de ella en medallas que teniendo las armas del Consulado por el anverso,tuviese en el reverso un lema que diese idea del trabajo que se había premiado, y sólo se darían aaquellas personas literatas que con más desempeño hubiesen expuesto sus pensamientos útiles sobre elasunto que se les propusiese; para lo cual se deberían nombrar jueces que imparcialmentedeterminasen quién sería digno del premio en primero, segundo y tercer lugar, a fin de adjudicarse deeste modo los premios con la mayor justicia, pues aunque los tres deben llevar premio, éstos nonecesariamente deben ser iguales, y se podría diferenciar con la calidad, o peso de la medalla, o bienadjudicando a cada uno su lema.

A los labradores bastaría que hiciesen constar con certificados de su cura párroco, si habían hechoun nuevo cultivo o habían injertado, podado, etc., de este o de aquel modo que se les hubiesepropuesto, para que se les adjudicase el premio que debería ser en instrumentos de agricultura, o bienen dinero efectivo.

El interés es el único móvil del corazón del hombre y bien manejado puede proporcionar infinitasutilidades. Si en los premios se le agrega al labrador una pronta y fácil venta de sus frutos con lasventajas que se ha propuesto, desde luego su aplicación es más constante en todas aquellas ramas quese la proporcionan.

La pronta y fácil venta se podrá verificar siempre que las extracciones de sus frutos sean libres. Nopor tener a precio cómodo en las ciudades los frutos, se ha de sujetar al labrador a que venda a uncierto precio, acaso puesto por un hombre sin inteligencia ni conocimiento en los gastos, cuidados ytrabajos a que está sujeto el cultivo; y verdaderamente es un dolor que se imponga la ley a la primeramano en una ocasión que al cabo de cinco, seis o más años se le presenta de tener una ventaja; algunadisculpa merecería si se hiciese con las segundas manos; pero aun esto es injusto mientras no hayamonopolio. Ni tampoco se le debe impedir que vaya a vender donde le tenga más cuenta, pues ellabrador debe lograr a toda franqueza en sus ventas y extracciones, que proporcionándole lasutilidades que se ha propuesto lo animarán al trabajo; entonces el cultivo se aumentará, etc., así estaJunta cuando esté instruida de los obstáculos que impiden los adelantamientos de los labradores, etc.,deberá hacerlos presente a Su Majestad para que se quiten.

(…)En mucho círculos de Alemania, los curas párrocos tienen la obligación de hacer sus experiencias

por estos principios en la tierra, para lo que se les dan semillas por el gobierno, es de advertir que nopuede obtener ningún curato, que no tenga algunos principios de química, física, etc., para que conentero conocimiento se dedique a hacer las experiencias en la agricultura, y las enseñe a sus feligreses,

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a fin de que viendo sus utilidades se apliquen a ellas, pues comúnmente el hombre sigue la senda queha encontrado, e infinitos no hicieran una cosa o no ver sus grandes utilidades, porque sus padres no lahicieron. De este modo se ha conseguido un aumento considerable en la agricultura que lesproporciona la felicidad; y no dudo que igualmente la proporcionaría a este país, si los párrocos seaplicasen a hacer los plantíos por sí, para los cuales se los auxiliaría por esta Junta, y enseñasen a susfeligreses algún nuevo método de labranza que adoptasen, mostrándoles las utilidades que resultarán,e inspirándoles por este medio amor al trabajo, que ciertamente recompensarían sus cuidados,gratificándoles con medios para gozar de la vida con más comodidad. No se crea que es ajeno delministerio eclesiástico el instruir y el comunicar luces sobre el cultivo de las tierras, artes, comercio,etc., pues el mejor medio de socorrer la mendicidad y miseria es prevenirla y atenderla en su origen, ynunca se puede prevenir si no se proporcionan los medios de que el mendigo busque su subsistencia;además de que en una provincia de las que están sujetas a nuestro conocimiento, el Paraguay, aunquelos curas párrocos no tienen obligación de hacer por sí las experiencias en la tierra, no obstante, una desus funciones es la de visitar en persona las plantaciones de los indios para excitarlos al trabajo y alaprovechamiento de las tierras, atendiendo continuamente a que no las abandonen, así es unaprovincia abundantísima en frutos, y en donde se cultiva muy bien.

(…)Si a estos medios se agrega el establecimiento de un fondo con destino a socorrer al labrador ya al

tiempo de las siembras, como al de la recolección de frutos, ¿quién podrá negar que es uno de losprincipales fomentos que se pueden proporcionar a la agricultura y podrá alguno dudar de las ventajasque resultarán de él, sin más que el labrador beneficiado vuelva en grano al corriente de la plaza lacantidad que se le franquee? No, ciertamente, yo espero que por aclamación se adopte el pensamientopara evitar los grandes monopolios que en esta parte tengo noticias se ejecutan en esta capital, poraquellos hombres que desprendidos de todo amor hacia sus semejantes sólo aspiran a su interésparticular, y nada les importa el que la clase más útil del Estado, o como dicen los economistas, laclase productiva de la sociedad, viva en la miseria y desnudez que es consiguiente a estosprocedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan. En estecaso se podrían prescribir las reglas más adecuadas y convenientes al buen éxito que tancontinuamente se ha experimentado, conocidos del labrador, y en los países donde se ha adoptadosemejante proyecto.

Bien veo que éstas parecerán ideas aéreas a muchos de aquellos que no han detenido su reflexiónpara meditar, y que sólo aspirando a lograr las utilidades por sí, no han pensado dejar a sus sucesoresmedios de que encuentren su bienestar.

Ciertamente no nos cansaríamos en proponerlos si nuestros antepasados hubieran mirado pornosotros, y lo que es más si los que aún existen se hubieran aplicado por mera diversión, al menos aalgunas ramas de la agricultura. Pero no, señores, sólo se ha cultivado superficialmente una pequeñaparte del terreno que rodea nuestras habitaciones, y sin atender a que los frutos de la tierra son laprincipal riqueza, sólo se ha pensado que el dinero era la verdadera; así es que a la plata y oro se hanpospuesto infinitos otros medios más útiles a la humanidad en un país todo agricultor, como es el quehabitamos.

No vivamos en la persuasión de que jamás será esto otra cosa, y de que la abundancia es el castigoque el Todopoderoso ha dado a este país, así como a otros la escasez, pues el hombre por su naturalezaaspira a lo mejor, por consiguiente desea tener más comodidades, y no se contenta sólo con comer.Claramente palparemos estas verdades, luego se proporcionen a nuestros compatriotas medios de quesalgan de la miseria en que viven, y sólo cuando con ellos los veamos en la holgazanería, que juzgoimposible, podremos persuadirnos a una máxima tan ajena del corazón del hombre. La holgazaneríade nuestros compatriotas se ha decantado y decanta, como la de los españoles, sin saber que las causas

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que la motivan están en los mismos que se duelen de ellas, y si no ¿qué establecimiento se ha puestoen este país para fomentarlos por estos hombres decantadores de la holgazanería?

Hasta poco tiempo ha no se ha exportado otro fruto de este país que el cuero, y acaso ha faltadogente para esta faena, ¿se ha despreciado por ninguno este trabajo? Además, cuando se han puesto losestablecimientos de carnes, tasajo, sebo, etc., la gente de este país ¿se ha negado a ofrecer sus brazos?Las obras públicas, las casas, etc., ¿quién las hace? ¡Ah!, señores, es preciso confesar que el mal haestado y está en nosotros mismos, y que los pudientes no han hecho más que el comercio de Europa,retornando los cueros sin atender a otras ramas ni mirar que la tierra bien o mal empleada, el cultivode las tierras bien o mal dirigido deciden de la riqueza o indigencia no sólo de los labradores, sinotambién en general de todas las clases de un Estado en que el comercio y el bien más real dependenesencialmente de las producciones de la tierra. Ya es preciso que despertemos de este letargo, quediscurramos y meditemos en el arte más soberano del mundo, en la agricultura. Ella ha de ser la quenos ha de proporcionar todas nuestras comodidades, la población se aumentará, las riquezas serepartirán y la patria será feliz; haciendo igualmente la suya la metrópoli, a quien en recompensa de laseguridad que nos franquee deberemos presentarle todas nuestras materias primas para que nos las démanufacturadas, y prontas a nuestro servicio. Constituyéndonos labradores y que la Providencia sea laindustriosa; pero no por éstos se crea que debemos abandonar aquellas artes y fábricas que se hallanya establecidas en los países que están bajo nuestro conocimiento, antes bien es forzoso dispensarlestoda la protección posible, y que igualmente se las auxilie en todo y se les proporcione cuantosadelantamientos puedan tener, para animarlas y ponerlas en estado más floreciente.

¿Cómo, pues, la pondremos en este estado? Con unos buenos principios y el premio, pues aunque escierto que el honor anima a las artes, no obstante debe ser precisamente alguna cosa de real, porque lasideas morales en el hombre cuando no tienen algo de físico llegan a hacerse cantidades negativas. Losbuenos principios los adquirirá el artista en una Escuela de Dibujo que sin duda es el alma de las artes,algunos creen inútil este conocimiento, pero es tan necesario, que todo menestral lo necesita paraperfeccionarse en su oficio; el carpintero, cantero, bordador, sastre, herrero y hasta los zapateros nopodrán cortar unos zapatos con el ajuste y perfección debida sin saber dibujar. Aun se extienden a másque los artistas los beneficios que resultan de una Escuela de Dibujo: sin este conocimiento losfilósofos principiantes no entenderán los planisferios de las esferas celeste y terrestre, de las armilaresque se ponen para el movimiento de la tierra, y más planetas en sus respectivos sistemas, y porconsiguiente los diseños de las máquinas eléctricas y neumáticas y otros muchos que se ponen ya ensus libros, al teólogo a quien le es indispensable algún estudio de geografía, le facilitará el manejo delmapa y del compás, al ministro y abogado el de los planos icnográficos y agrimensores de las casas yterrenos y sembrados que presentan los litigantes en los pleitos, el médico entenderá con más facilidadlas partes del cuerpo humano, que se ve y estudia en las láminas y libros de anatomía; en una palabra,debe ser este conocimiento tan general, que aun las mujeres lo debían tener para el mejor desempeñode sus labores: así se explica el sabio escritor Páramo, y yo, no teniendo qué añadir, digo que esforzoso que esta Junta cuya obligación es atender por todos los medios posibles a la felicidad de estospaíses lo establezca (igualmente que una arquitectura, pues en los países cultos no solamente es útil,sino de primera necesidad) en todas las ciudades principales del Virreinato, y con más prontitud enesta capital para cuyo caso tendré el honor de presentar unas constituciones, y método de enseñarprincipalmente a aquellos que se destinan a los oficios menestrales, pues no deberían ser maestros enningún oficio ínterin no lo hubiesen hecho sus exámenes sin tener que exigir ningún derecho conaprobación del director y maestro de la escuela, que es indispensable se hagan venir de la metrópoli;los premios que se propusiesen a los escolares deberían igualmente aplicarse por éstos al másbenemérito.

(…)

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He visto con dolor sin salir de esta capital una infinidad de hombres ociosos en quienes no se veotra cosa que la miseria y la desnudez; una infinidad de familias que sólo deben su subsistencia a laferacidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza que encierra, esto es la abundancia; yapenas se encuentra alguna familia que esté destinada a un oficio útil, que ejerza un arte o que seemplee de modo que tenga más comodidades en su vida. Esos miserables ranchos donde ve uno lamultitud de criaturas que llegan a la edad de pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidaddeben ser atendidos hasta el último punto.

La lana es bien abundante en este país, el algodón del Paraguay, Chaco, etc., otras infinitas materiasprimas que tenemos y podemos tener con nuestra industria pueden proporcionar mil medios desubsistencia a estas infelices gentes que, acostumbradas a vivir en la ociosidad, como llevo expuesto,desde niños, les es muy penoso el trabajo en la edad adulta y o resultan unos salteadores o unosmendigos; estados seguramente deplorables que podrían cortarse si se les diese auxilio desde lainfancia proporcionándoles una regular educación que es el principio de donde resultan ya los bienes ylos males de la sociedad. Unos de los principales medios que se deben adoptar a este fin son lasescuelas gratuitas adonde pudiesen los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna porsu instrucción, allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en unpueblo donde no reine este, decae el comercio y toma su lugar la miseria, las artes que producen laabundancia, que las multiplica después en recompensa, perecen, y todo en una palabra desaparececuando se abandona la industria porque se cree que no es de utilidad alguna. Para hacer felices a loshombres es forzoso ponerlos en la precisión del trabajo con el cual se precave la holgazanería yociosidad que es el origen de la disolución de costumbres. A muy poco costo podría esta Junta tomarmedidas para llevar a efecto estas ideas. Después que ya los niños salieran de aprender los rudimentosde las primeras letras, podrían ser admitidos por aquellos maestros menestrales que mejorsobresaliesen en su arte, quienes tendrían la obligación de mandarlos a la Escuela de Dibujo velandosu conducta, consignándoles una cierta cantidad, por su cuidado en la enseñanza y además señalandocierto premio al que en determinado tiempo diese a sus discípulos en esto, aquello, etcétera.Semejante premio los estimularía a tener muchos aprendices, y por el contrario atenidos a aquelsalario desmayarían en la enseñanza o lo recatarían.

Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñe la doctrinacristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles el amor al trabajo parasepararlas de la ociosidad, tan perjudicial o más en las mujeres que en los hombres, entonces lasjóvenes aplicadas usando de sus habilidades en sus casas o puestas a servicio no vagarían ociosas,ayudarían a sus padres, o los descargarían del cuidado de su sustento, lejos de ser onerosas en suscasas la multitud de hijos haría felices a las familias; con el trabajo de sus manos se irían formandopeculio para encontrar pretendiente a su consorcio: criadas en esta forma serían madres de una familiaútil y aplicada, ocupadas en trabajos que les serían lucrosos tendrían retiro, rubor y honestidad.Debería confiarse el cuidado de las escuelas gratuitas a aquellos hombres y mujeres que por oposiciónhubiesen mostrado su habilidad, y cuya conducta fuese de público y notorio irreprensible, además deque dos de los señores conciliarios que se comisionasen por esta Junta deberían ser los inspectorespara velar sobre las operaciones de los maestros y maestras.

Estas escuelas deberían ponerse con distinción de barrios y deberían promoverse en todas lasciudades, villas y lugares que están sujetos a nuestra jurisdicción, comisionando para ello a losdiputados y pidiendo auxilio al excelentísimo señor Virrey a fin de que comunicase sus órdenes paraque todos los gobernadores y demás jefes cooperasen a estos establecimientos tan útiles.

(…)A la verdad, podemos decir que nos hallamos a los principios de la sociedad, y que tenemos arbitrio

para plantificar cuantos medios sean posibles a su felicidad sin costarnos mucho trabajo separar a las

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gentes que habitan con nosotros, de antiguos caminos, en las artes, y la industria, pues apenas hayquien los conozca por el nombre.

El Rey, nuestro señor, ha conocido muy bien este estado de casi toda América y fundados estosConsulados se ha propuesto al mismo tiempo de que haya un tribunal de justicia, haya igualmente uncuerpo que dispense toda la protección posible a las gentes infelices, que anime la industria, cuandohaya fomentado la agricultura, que da las materias para aquélla, y que igualmente proteja el comercio,como que resulta de aquellos antecedentes que jamás florecerían sin éste, pues su dependencia esmutua.

Estamos, pues, señores, en estado de proteger al comercio; soy muy amante de que todas lasciencias se sepan por principios y nadie pueda tener conocimiento de aquéllas sin estar instruidos enéstos. La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte; sus principios sonmás dignos y la extensión que comprenden es mucho más de lo que puede suceder a aquellos que sinconocimientos han emprendido sus negociaciones, cuyos productos habiéndolos deslumbrado, los hanpersuadido de que están inteligenciados en ellos. Pero no es esto de lo que debo tratar y así pasaré aproponer los medios de protegerlo. Sea el primero una escuela titulada de comercio, donde los jóvenesvayan a instruirse en la aritmética, en el modo de llevar las cuentas y razón, y tener los libros; en elcálculo y regla de cambio; en las reglas de la navegación mercantil, de los seguros, etc.; en el modo deestablecer la correspondencia mercantil y mantenerla, en las leyes y costumbres usadas entrenegociantes, etc., donde al menos se les enseñen los principios generales de la geografía y lasproducciones de que abundan o escasean los países, a fin de que con estos principios puedan hacer susespeculaciones con el mayor acierto posible y que si se dedican al comercio les proporcionen ventajasy adelantamiento que los empeñen al trabajo.

Otro medio de proteger al comercio es establecer una compañía de seguros tanto para el comerciomarítimo como para el terrestre; sus utilidades son bien conocidas, tanto a los aseguradores como alos que aseguran, y deberían empeñarse en semejante compañía al principio todos aquellos hombrespudientes de esta capital, y demás ciudades del Virreinato a fin de que desde sus principios tuviesengrandes fondos, dispensándoles este cuerpo toda la protección posible.

Será excusado repita aquí se atienda a los caminos, muelles, limpieza del puerto de Montevideo,etc., cuando ya Su Majestad lo encarga en su real cédula de erección, bien persuadido de que son unosde los principales medios para que florezca el comercio; pero sí digo a VV.SS. que es forzoso seponga igualmente como medio de la protección del comercio una Escuela de Náutica sin cuyosprincipios nadie pudiese ser patrón de lancha en este río, y además hubiese jóvenes de quien echarmano para las embarcaciones que vienen de España, caso de encontrarse sin piloto o pilotín. Lautilidad y ventaja que proporcionará este establecimiento aun para los que no quieran seguir la carrerade la navegación no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver más claramente que llamandola atención de VV.SS. a los progresos que han hecho los jóvenes en las innumerables escuelas que deestos principios tiene… (El manuscrito se interrumpe aquí.)

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B) CORREO DE COMERCIO, NÚMERO 1,3 DE MARZO DE 1810

PROSPECTO DEL PERIÓDICO QUE SE INTENTA PUBLICARCON EL TÍTULO DE CORREO DE COMERCIO

El ruido de las armas, cuyos gloriosos resultados admira el mundo, alejó de nosotros un Periódicoutilísimo con que los conocimientos lograban extenderse en la materia más importante a la felicidadde estas Provincias: tal fue el Semanario de agricultura, cuyo Editor se conservará siempre en nuestramemoria, particularmente en la de los que hemos visto a algunos de nuestros labradores haber puestoen práctica sus saludables lecciones y consejos, y de que no pocas ventajas han resultado.

Habiendo cesado aquél, se empeñaron algunos Patricios en la prosecución de la empresa, y nopudiendo continuarse por motivos poderosos proyectaron un nuevo papel, prestándose a trabajar,gratuitamente, para llenarlo, avergonzados de que la gran Capital de la América Meridional, digna hoyde todas las atenciones del mundo civilizado, no tuviese un Periódico en que auténticamente se diesecuenta de los hechos que la harán eternamente memorable, e igualmente sirviese de ilustración enunos países donde la escasez de libros no proporciona el adelantamiento de las ideas a beneficio delparticular y general de sus habitadores.

Pero sus esfuerzos salieron vanos, y hemos permanecido desde principios del mil ochocientos sietesin dar este lustre a la gran Capital, y a merced de la indiscreción, tal vez, en la elección de papeles, delos cuales, acaso la mayor parte, ningún provecho han traído a la causa pública, y por supuesto ni unosolo destinado para fomentar la agricultura, industria y comercio de estas Provincias de la EspañaAmericana capaces por sí solas de sostener a las de la España Europea, atendidas como hoy lo estánpor la infatigable constancia de nuestro digno Jefe el Excmo. Sr. D. Baltasar Hidalgo de Cisneros quesabe entender las respectivas relaciones de unas y otras.

Todavía quedaríamos con los mismos deseos si los Empresarios que han tomado la Imprenta no senos hubieran ofrecido por su parte a contribuir al pensamiento de publicar un Periódico, y si nuestroilustrado y digno Jefe no se empeñase con el mayor anhelo en dar este adorno a la Capital, y enextender la ilustración por este medio hasta las clases mas ínfimas que con ansia corren a buscar lospapeles que se dan a luz.

No entraremos a manifestar la necesidad y utilidad de los Periódicos, porque éstos son puntosdemasiado ventilados, y en que no hay persona que tenga sentido común, que no esté de acuerdo, deresultas de lo que la experiencia ha demostrado en todas las Naciones que han sabido aprovecharse delfeliz descubrimiento de la Imprenta para semejante objeto.

Así pues, nos contentaremos con decir que nuestro intento es dar a luz todas las semanas un papeltitulado Correo de Comercio , en el cual se colocaran las materias con el mejor orden posible en todoramo de las Ciencias y Artes conocidas: pero a más de que se trata de instruir al Comerciante que nadadebe ignorar, se tiene también por objeto ilustrar al Labrador y al industrioso, respecto a que las tresclases deben estar hermanadas, y proceder a la par, porque una sin otra no es posible que logren másque unos adelantamientos efímeros, y que de suyo se derrocan.

Esto mismo dará lugar a que los genios de este continente también contribuyan con sus tareasadecuadas a sus conocimientos, a la ilustración general, sin sujetarse a una u otra materia; pues quetodas tendrán el asunto que les corresponda, no saliendo de los límites que nuestras sabias leyes

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previenen, y que hemos de tener por norma constante en todas nuestras operaciones, o en su defectolas disposiciones y providencias de nuestro Gobierno ilustrado.

No dudamos tener una buena acogida en esta empresa, y de que nuestros conciudadanos, siguiendoel ejemplo de nuestro Excmo. Virrey, se empeñarán en sostenerla con sus talentos y facultades paraelevarla al grado de perfección de que es susceptible, y que haga honor a la Nación Española, que apesar de todas contradicciones siempre ha sabido hacer conocer sus virtudes e ilustración.

PUBLICACIÓN

Se dará de este Periódico un pliego en el Sábado de cada semana, y se subscribirá a él en laImprenta de Niños Expósitos; siendo su precio el de un peso al mes para los de esta Capital, diezreales para los Pueblos comprendidos en esta Administración principal de Correos, y doce realespara los del Perú y Chile; no admitiéndose suscripción para esta Ciudad por menos de tres meses, yde seis para las de fuera; debiéndose anticipar su importe, y recibiéndolo en sus casas los de estaciudad; y fuera, francos de todo porte.

CON SUPERIOR PERMISO

En Buenos Ayres: Imprenta de Niños Expósitos.Año de 1810.

“Mereciendo a este Superior Gobierno cuanta protección, auxilio, y fomento pueda dispensarse, losobjetos del Papel periódico anunciado en el Prospecto impreso con mi especial permiso, y deseandoque se empleen los medios más convenientes de llenar los fines que se han propuesto los Editores enla propagación de las luces, y conocimientos útiles: circúlese el Prospecto con oficio insertorio [sic]del presente Decreto a los Tribunales de las Reales Audiencias, Prelados Diocesanos, y ProvincialesRegulares, Cabildos Eclesiásticos, y Seculares, Gobernadores Intendentes, y Militares del Virreinato,y al Real Consulado de esta Capital en su Junta de Gobierno para que impuestos de las miras de estaSuperioridad en felicitar por ese medio las Provincias de su dependencia, unan respectivamente suzelo [sic] propendiendo en cuanto lo permitan las oportunidades, a los efectos y miras del Gobierno,entendidos de que en hacerlo así como se espera, darán la más relevante prueba de su adhesión a lafelicidad general que jamás puede obtenerse sin la ilustración y educación de los pueblos. Para lo cual,pasándose a la Imprenta con la minuta del oficio para la circulación por los impresos necesarios,resérvese en Secretaría, este original para constancia, no obstante la que ha de haber en la introduccióna la publicación del Periódico.”

En su conformidad lo traslado a V. para los fines que expresa.Dios guarde a V. muchos años. Buenos-Ayres y Enero 24 de 1810.Baltasar Hidalgo de Cisneros.

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C) “CAUSAS DE LA DESTRUCCIÓN O DE LA CONSERVACIÓNY ENGRANDECIMIENTO DE LAS NACIONES”

CORREO DE COMERCIO, 19 DE MAYO DE 1810

Procurando indagar en la historia de los Pueblos las causas de la extinción de su existencia política,habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano lashemos buscado en la falta de Religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridadde los Gobernantes, en la corrupción de costumbres, y demás.

Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir, que cada unode aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentesque han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión.

Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puedesufrir la sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar las guerrasciviles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente.

Tantos ejemplos podemos presentar a nuestros Lectores de esto, cuantos han sido los Pueblos dequienes nos da noticia la Historia antigua y moderna: no hay más que abrir sus hojas, y en ellas se veráconsignada la verdad de nuestra proposición.

Nos dilataríamos demasiado si nos pusiésemos a referir las naciones que han existido en la Asia,África, Europa, y este Continente, y describiésemos los hechos que acreditan que la desunión ha traídoconsigo su anonadamiento, después de haberlas hecho el juguete del primero que se aprovechó de eseestado, y haberlas reducido al de la estupidez más vergonzosa.

La historia misma de nuestra Nación, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de unaprueba de que la desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos, y que nosdarán muchos motivos para llorarlos, mientras existamos, aun logrando salir victoriosos de la luchagloriosa en que se halla nuestra España europea.

Todos saben la consonancia que hay entre el cuerpo político, con el cuerpo físico: uno y otro tienesu principio, medio y fin; y así como éste se acelera en el segundo, cuando pierde la unión de laspartes que lo componen, del mismo modo sucede en el primero, cuando por la división de opiniones,por el choque de intereses, por el mal orden, y otras concausas resulta la desunión.

Pero si todavía hay alguno que lo dudare, examine la historia de su propia familia, que no es másque en punto menor la copia de la gran familia que se llama una Nación; y estamos ciertos queencontrará muchas razones para convenir con nosotros, que la desunión de sus individuos le habráhecho experimentar mil perjuicios, y tal vez descender de la prosperidad a la desgracia más espantosa.

Por el contrario, la unión ha sostenido a las naciones contra los ataques más bien meditados delpoder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento; hallando por su medio cuantos recursoshan necesitado, en todas las circunstancias, o para sobrellevar los infortunios, o para aprovecharse delas ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado.

Ella es la única, capaz de sacar a las naciones del estado de opresión en que las ponen sus enemigos;de volverlas a su esplendor, y de contenerlas en las orillas del precipicio: infinitos ejemplares nospresenta la Historia en comprobación de esto; y así es que los políticos sabios de todas las Naciones,siempre han aconsejado a las suyas, que sea perpetua la unión; y que exista del mismo modo el afectofraternal entre todos los ciudadanos.

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La unión es la muralla política contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores einteriores; porque conocen que arruinándola, está arruinada la Nación; venciendo por lo general elpartido de la injusticia, y de la sin razón a quien, comúnmente, lo diremos más bien, siempre se agregael que aspira a subyugarla.

Por lo tanto, es la joya más preciosa que tienen las naciones. Infelices aquellas que dejanarrebatársela, o que permitan, siquiera, que se les descomponga; su ruina es inevitable, y lo peor esque se hace imposible recuperarla, o si se consigue, es padeciendo las convulsiones más violentas, ylos males más penosos.

De lo dicho deducimos, que la desunión es el aniquilamiento de las naciones; y que al opuesto, launión cuando no las engrandezca, al menos las conservará en medio de las asechanzas, insidias, yataques por poderosos que sean.

Cicerón decía al Senado en su oración acerca de las respuestas de los Augures, que en otro tiempoRoma por su firmeza y valor podía sobrellevar los descuidos del Senado, y aun las injurias de losciudadanos, pero que ya le era imposible, porque todo se había trastornado; ni se respetaba laautoridad, ni se pagaban los derechos, ni se sostenía la justicia, y en vano se buscaría un ciudadanoque se opusiese al torrente que amenazaba la salud de la Patria.

Pero añade que en medio de tantos males sólo la unión puede conservarla: quare hunc statum, quinunc est, qualiscumque est, nulla alia re, nisi concordia, retimere possumus.

Véase aquí una lección, producto de los grandes conocimientos, y de la propia experiencia de unpolítico tan sabio, dada a su misma Nación, y en ella de todas las demás que habían de sucederle.

La unión es un valor inestimable en una Nación para su general y particular felicidad; todos susindividuos deben amarla de corazón, y pensar y hablar de ella como de la égida de su seguridad:cualesquiera que así lo ejecuten, no importa que le falten grandes recursos; con la unión hallará losmedios de suplir sus escaseces; con la unión se sostendrá; con la unión será respetable; con ella al finse engrandecerá.

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D) “LA LIBERTAD DE PRENSA ES LA PRINCIPAL BASEDE LA ILUSTRACIÓN PÚBLICA”

CORREO DE COMERCIO, 11 DE AGOSTO DE 1810

La libertad de la prensa no es otra cosa que una facultad de escribir y publicar lo que cada ciudadanopiensa y puede decir con la lengua.

Es tan justa dicha facultad, como lo es la de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como losería el tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies a todos los ciudadanos.

Es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la Nación, y para su libertadcivil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca; de lo cual son buenaspruebas, que ningún tirano puede haber donde ella esté establecida, y que ningún tirano ha dejado dequitarla con todo cuidado a sus súbditos, porque son incompatibles entre sí.

Para la instrucción pública, porque con ella se extienden y comunican las luces de los hombresestudiosos y sabios a los que no lo son, los cuales con más facilidad y menos trabajo aprenden lo queotros han inventado, han pensado o han leído. Con ella se disipan los errores que en la primeraeducación, o en alguna mala escuela, o en los perversos libros que en España, por desgracia, hancuidado tanto, se pueden haber tomado, se controvierten las cuestiones más importantes a la sociedad,todos pueden juzgar de las razones, y se aclara la verdad; se uniforman el modo de pensar de laNación, y las inclinaciones de sus individuos; y así se establece una voluntad general que hace unafuerza equivalente a la de muchos ejércitos. Y, finalmente, y omitiendo otras muchas ventajas quepudieran añadirse, con la libertad, se estimula el amor propio de los hombres capaces de escribir y suaplicación. Si hay muchos que escriban, habrá más que lean, y más que hablen y se ocupen de lo quese escribe y se lee. Todos se van instruyendo y aficionando a las ciencias y a las artes, según susinclinaciones, y después de algún tiempo de libertad, saldrán a la luz talentos superiores que hastaahora estarán enmohecidos por la falta de hábito y costumbre de discurrir, de hablar con libertad, deleer y de escribir, por el abatimiento en que los han tenido la falta de los libros excelentes, y eldespotismo que ha tenido oprimidos hasta los pensamientos.

Para el mejor gobierno, porque los que mandan y mandaren, no sólo procurarán mandar bien, sinoque aspirarán a la perfección en lo posible, sabiendo que cualquiera tiene la facultad de hablar y deescribir, si prefieren el bien público al suyo a otro particular, y si gobernaren bien, no tienen que temerque uno u otro ignorante hable o escriba mal, de lo que sea bueno, pues prescindiendo de que elgobierno puede y debe tener las mejores plumas para que ilustren y defiendan las buenas providencias,saldrán cien hombres sensatos, y confundirán al atrevido ignorante, y le quitarán las tentaciones de serescritor.

Es necesaria, finalmente, para la libertad civil de la Nación, porque con ella no hay que temer, queel poder arbitrario haga progresos, ni que echen raíces los abusos, de que es buena prueba laexperiencia que tenemos en Inglaterra. Con ella se dan a conocer los hombres de más talentos para elmando, se pone al soberano en precisión de que los elija, y a ellos de que cumplan con susobligaciones, porque si no se habla, se escribe y se les desacredita, y por medio de la opinión públicatienen que hacer lo mejor. Es bien claro y demostrado por la experiencia, que todos los hombresqueremos parecer buenos, aunque seamos muy malos, justos aunque hagamos injusticias, hábilesaunque seamos ignorantes; pero con la libertad de escribir tendremos que dejar las apariencias, y

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procurar tener las realidades. Sólo pueden oponerse a la libertad de la prensa los que gusten mandardespóticamente, y aunque se conozca no se les puede decir; o los que sean tontos, que no conociendolos males del gobierno, no sufren los tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar porfalta de autoridad; o los muy tímidos que se asustan con el coco de la libertad, porque es una cosanueva, que hasta ahora no han visto en fuerza, y no están fijos y seguros en los principios que la debanhacer tan amable y tan útil.

¿Qué es lo que temen? ¿Qué se abuse de la libertad? ¿Qué se escriba contra la religión y se arruine?Pero en prohibiendo que se escriba contra el dogma, con una pena fuerte e irremisible, estará salvandoeste inconveniente para los que, por un celo más perjudicial que útil a la misma religión, recelan de lalibertad. ¿Temen que se impriman personalidades, sátiras mordaces, indecencias u obscenidades?Prohíbase rigurosamente, dejando en cuanto a lo primero a cada uno la acción de injurias que les danlas leyes, así como a nadie se le quita ni ata la lengua porque con ella puede injuriar, ni las manosporque con ellas puede matar, ni aun la facultad de llevar cuchillos, tijeras, navajas, espadas, etc.,porque sean instrumentos que sirven para hacer daño, sino que se castiga al que abusa de la lengua ode las manos, o de los instrumentos que se le conceden para usos útiles, o necesarios. La pluma y laprensa no son más dañosos por sí que la espada y las manos. Permítase pues, a las primeras la mismalibertad que a las segundas, que es llevarlas por donde se quiera, mientras que no mata o hacen otrodaño. Pero quitarnos la utilidad de la pluma y de la prensa porque de ellas se puede abusar es unacontradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad, y es querer mantener a la Nación en laignorancia, origen de todos los males que sufrimos. Y el arma en que el tirano confía más parasojuzgar toda la Europa.

El dogma, las personalidades, o sátiras mordaces, y lo que fuere opuesto a la decencia, o lo que es lomismo, las obscenidades, son las tres solas excepciones que puede admitir la libertad de prensa entrenosotros. Que las penas sean claras y terminantes, sin dejar arbitrariedad a los jueces: que los autores,los impresores y los vendedores estén sujetos a ellas; y que los impresores hayan de llevar un registroen que conste el nombre y apellido, y el pueblo de la residencia del autor, y el que contravenga, nopodrá evadir el castigo. Pero sin esta libertad no pensemos haber conseguido ningún bien después detanta sangre vertida, y de tantos trabajos. ¿Qué podrá prometer una nueva Constitución, sin su mayor ymás fuerte apoyo? ¿Quién la conservará en su fuerza sin la opinión pública, ilustrada con esa santa,justa y natural libertad? No perdamos por miedo lo que debemos ganar perdiéndole una vez, no sucedaque cuando queramos oír las voces de la naturaleza y de la justicia no sea ya tiempo.

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E) “EDUCACIÓN”

CORREO DE COMERCIO, 21 Y 28 DE JULIO DE 1810

Hemos dicho que uno de los objetos de la política es formar las buenas costumbres en el Estado; y enefecto son esencialísimas para la felicidad moral y física de una nación: en vano la buscaremos, siaquellas no existen, y a más de existir, si no son generales y uniformes desde el primer representantede la soberanía, hasta el último ciudadano.

Pero ¿cómo formar las buenas costumbres, y generalizarlas con uniformidad? ¡Qué prontohallaríamos la contestación si la enseñanza de ambos sexos estuviera en el pie debido! Mas pordesgracia el sexo que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemoscondenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia: el otro, adormecido, deja correr el torrentede la edad y abandona a las circunstancias un cargo tan importante.

Todos estamos convencidos de estas verdades: ellas nos son sumamente dolorosas a pesar de lomucho que suple a esta terrible falta el talento privilegiado que distingue a nuestro bello sexo, y quetanto más es acreedor a la admiración cuanto más privado se halla de medios de ilustrarse.

La naturaleza nos anuncia una mujer: muy pronto va a ser madre, y presentarnos conciudadanos enquienes debe inspirar las primeras ideas, ¿y qué ha de enseñarles, si a ella nada le han enseñado?¿Cómo ha de desarrollar las virtudes morales y sociales, las cuales son las costumbres que estánsituadas en el fondo de los corazones de sus hijos?

¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, labeneficencia, el espíritu, y que estas cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de queproceden?

Ruboricémonos, pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar untan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y uniformes.

Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que les hablemos tanto de escuelas; pero que seconvenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidadperpetua, y que aquéllos para ser sólidos y permanentes es preciso que se compongan de las virtudesmorales y sociales, que sólo pueden imprimirse bien presentando a la juventud buenos ejemplos,iluminados con la antorcha sagrada de nuestra santa religión.

El bello sexo no tiene más escuela pública en esta capital que la que se llama de San Miguel, ycorresponde al colegio de huérfanas, de que es maestra una de ellas; todas las demás que hay subsistena merced de lo que pagan las niñas a las maestras que se dedican a enseñar, sin que nadie averigüequiénes son, y qué es lo que saben.

Si por desgracia una sola de estas hay que sea de malas costumbres, ¿es dable hacer el cálculo delos males que pueden resultar a la sociedad? Porque desengañémonos, el ejemplo… sí, el ejemplo esel maestro más sabio para la formación de las buenas costumbres.

Nada valen las teorías, en vano las maestras explicarán y harán comprender a sus discípulas lo quees justicia, verdad, buena fe, etc., y todas las virtudes, si en la práctica las desmienten, ésta arrollarátodo lo bueno, y será la conducta en los días ulteriores de la depravación: ¡Desgraciada sociedad,desgraciada nación, desgraciado gobierno!

Séanos lícito aventurar la proposición de que es más necesaria la atención de todas las autoridades,de todos los magistrados, y todos los ciudadanos para los establecimientos de enseñanza para niñas,

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que para fundar una universidad en esta capital, porque tanto se ha trabajado y tanto se ha instado antenuestro gobierno en muchas y diferentes épocas.

Con la universidad, habría aprendido algo de verdad nuestra juventud en medio de la jergaescolástica, y se habría aumentado el número de nuestros doctores, pero ¿equivale esto a lo queimporta la enseñanza de las que mañana han de ser madres? ¿Las buenas costumbres podrían de aquelmodo generalizarse y uniformarse? Es indudable que no, y para prueba, no hay más que trasladarse adonde hay universidades, y no hay quien enseñe al bello sexo.

La amiga de la suscriptora incógnita, cuya carta dimos en el nº 9, propone medios que, ejecutados,no tiene duda de que se haría mucho para propagar la enseñanza y desterrar la ociosidad, y ojalá quehubiere quien moviese a las hermandades, a que se refiere, para que se ampararan de aquellas ideas, ylas hicieran suyas.

Pero tenemos ya fondos destinados a esta empresa, pues se nos asegura que hay mandas de algunosciudadanos beneméritos para establecer escuelas para niñas, y que después de haber fallecido aquéllostiempo ha, aún no se han puesto en ejecución.

No dudamos de que los encargados habrán tenido sus inconvenientes para darles existencia; porquede otro modo, ¿cómo es creíble que haya hombres tan insensibles a los males que padece la patria poresta falta? No, no es posible que exista entre nosotros quien pueda pensar con tanta malignidad; ni queaquellos a quienes corresponde velar sobre esto lo miren con indiferencia.

Sin embargo, este asunto llama la atención pública, y sería muy conveniente satisfacer los deseosdel pueblo dándole una noticia del estado de una disposición que tanto le interesa y que puede, sinduda, llevada a efecto bajo la alta protección del gobierno, ser el vivero de las buenas madres, buenashijas de familia, buenas maestras para las escuelas propuestas por la señora ya citada.

En consecuencia, se habría dado un paso sólido para abrir el camino a las buenas costumbres, ygeneralizarlas de un modo uniforme, tal vez incitando a otros muchos ciudadanos honrados que amanla patria, con la presencia de este objeto, a recordarlo en aquellos momentos en que el alma se dedicaa pensar en el bien de los prójimos, y en que muchas veces toma sendas extraviadas para la felicidadgeneral, por carecer de ejemplares que la llamen, si es posible decirlo así, físicamente.

Ciudadanos, por nacimiento o elección, de toda la España americana, fijad vuestra vista, yconsiderad la terrible falta en que estamos de buenas costumbres, muy pronto os arrebatará vuestroespíritu generoso a remediarlas: discurrid, proponed arbitrios a nuestro gobierno, que como seanasequibles, los adoptará inmediatamente, puesto que estas ideas son suyas, y no se separan un instantesolo de su atención, como del interés universal.

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F) OFICIO DE MANUEL BELGRANO A LA ASAMBLEADONANDO PREMIOS ESTABLECIDOS

POR VICTORIAS DE SALTA Y TUCUMÁN.31 DE MARZO DE 1813

El honor con que V.E. me favorece al comunicarme los decretos de la Soberana Asamblea, me empeñasobremanera a mayores esfuerzos y sacrificios por la libertad de la patria. Pero cuando considero queestos servicios, en tanto deben merecer el aprecio de la Nación, en cuanto sean efecto de una virtud yfruto de mis cortos conocimientos dedicados al desempeño de mis deberes; y que, ni la virtud, ni lostalentos, tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos; cuando reflexiono que nadahay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza desus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas; que éstas sonun escollo de la virtud que no llega a despreciarlas; y que, adjudicadas en premio, no sólo son capacesde excitar la avaricia de los demás, haciendo que por general objeto de sus acciones subrogue elbienestar particular al interés público, sino que también parecen dirigidas a lisonjear una pasión,seguramente abominable en el agraciado; no puede dejar de representar a V.E. que, sin que se entiendaque miro en menos la honrosa consideración que por mis cortos servicios se ha dignado dispensarmela Asamblea, cuyos soberanos decretos respeto y venero, he creído propio de mi honor y de los deseosque me inflaman por la prosperidad de mi patria, destinar los expresados 40.000 pesos, para ladotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras, en que se enseñe a leer y escribir, laaritmética, la doctrina cristiana, los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombreen sociedad, hacia ésta y hacia el Gobierno que le rige, en cuatro ciudades a saber: Tarija, ésta [Jujuy],Tucumán y Santiago del Estero, bajo el reglamento que presentaré a V.E. y pienso dirigir a losrespectivos Cabildos.

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G) INTERVENCIÓN DE BELGRANO EN LA SESIÓNSECRETA DEL CONGRESO DE TUCUMÁN,

DEL 6 DE JULIO DE 1816.FUENTE: ACTAS SECRETAS DEL

CONGRESO DE TUCUMÁN.M.S. DEL ARCHIVO DE LA SALA DE

REPRESENTANTES DE B.A.

“Aunque la revolución de América en su origen mereció un alto concepto de los poderes de Europa,por la marcha majestuosa con que se inició, su declinación en el desorden y anarquía, continuada portan dilatado tiempo, ha servido de obstáculo a la protección, que sin ella se habría logrado; así es queen el día debemos contarnos reducidos a nuestras propias fuerzas. Además, ha acaecido una mutacióncompleta de ideas en la Europa, en lo relativo a la forma de gobierno. Así como el espíritu general delas naciones, en años anteriores, era republicanizarlo todo, en el día se trata de monarquizarlo todo. LaNación inglesa, con el grandor y majestad a que se ha elevado, más que por sus armas y riquezas, porla excelencia de su organización monárquico-constitucional, ha estimulado a los demás seguir suejemplo. La Francia ha adoptado. El Rey de Prusia por sí mismo, y estando en el pleno goce de supoder despótico, ha hecho una revolución en su reino, sujetándose a bases constitucionales idénticas alas de la Nación inglesa; habiendo practicado otro tanto las demás naciones. Conforme a estosprincipios, en mi concepto, la forma de gobierno más conveniente para estas provincias sería la de unamonarquía temperada, llamando a la dinastía de los Incas, por la justicia que en sí envuelve larestitución de esta casa, tan inicuamente despojada del trono; a cuya sola noticia estallará unentusiasmo general de los habitantes del Interior.”

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H) DISCURSO EN HONOR DE LA BANDERA,DOMINGO F. SARMIENTO,24 DE SEPTIEMBRE DE 1873

CONCIUDADANOS:

Llenamos uno de los más nobles deberes de la vida social, rindiendo homenaje a la memoria de losaltos hechos que inmortalizan el nombre de uno de nuestros antepasados. Un montículo de tierra sobrelos restos mortales de un héroe, fue el primer monumento humano. Las Pirá mides eternas del Egiptoconservan aún el plan de esta arquitectura primitiva, y es hoy idea aceptada que, alrededor de unatumba, se despertó en el hombre, aún salvaje, el sentimiento religioso que nos liga al Ser Supremo, yempezaron a bosquejarse la familia, el orden social y las leyes.

Cuando el sentimiento artístico, innato como el religioso en nuestra alma, se hubo expresado en lasformas plásticas de la belleza, la estatua suplantó al Mausoleo; y nosotros mismos, los últimosvenidos a participar de las bendiciones de la civilización, repetimos lo que la Grecia y Roma ha cíanpara perpetuar la memoria de sus héroes, de sus padres y de sus grandes ciudadanos. Ante la imagende uno de nuestros hombres públicos, repetimos este acto instintivo de nuestra especie, y volviendo alo pasado, trayendo hacia nuestra época, y legando a la posteridad el recuerdo en hombres y hechos denuestro origen, como pueblo que tiene hoy su puesto conquistado y aceptado entre las naciones delmundo.

Aunque nuestra alma sea inmortal, la vida, en los estrechos límites que la naturaleza ha asigna do alhombre, es pasajera. Pero la especie humana se perpetúa hace mil siglos, dejando tras sí, entre elhumo de las generaciones que se disipan en el espacio, una corriente de chispas que brillan unmomento, y pueden, según su intensidad y duración, convertirse en luminares, en llama viva, en rayosperpetuos de luz, que pasen de una a otra generación, y se irradien de un pueblo a otro, de un siglo aotro siglo, hasta asociarse a todos los progresos futuros de la sociedad y ser parte del alma humana.

¿Quién se profesa republicano, y no siente en su espíritu rebullirse el alma de Washington, la últimay más acabada personificación de las virtudes públicas; la mayor de todas, hacer triunfar el derechosin apropiarse los despojos de la victoria, trazando el camino por donde habrán de avanzar los demáspueblos hacia la conquista de la libertad?

Hay, pues, una inmortalidad humana que se adquiere por el genio, la abnegación o el sacrificio;pudiendo extenderse, según la perfección e influencia de aquellas virtudes, a un pueblo, a toda latierra, a un siglo, a todos los que le sucedan mientras exista la raza humana. Belgrano, cuya efigiecontemplamos, participa para nosotros, y en la medida concedida a cada uno, de esas cualidades quehacen al hombre vivir más allá de su época. Hace cincuenta años que desapareció de la escena, y no hamuerto sin embargo. Apenas se conserva el recuerdo de la casa en que nació aquí, y todas las ciudadesy pueblos argentinos lo reclaman como suyo. Su apellido puede extinguirse según la sucesión de lasgeneraciones; pero dos millones de habitantes desde ahora lo aclaman Padre de la Patria.

No es la biografía del General Belgrano la que intentaría trazar, para dar más vida al bronce, que laque le ha comunicado el artista. Belgrano era muy hombre de la época crepuscular en que apareció.General sin las dotes del genio militar, hombre de estado, sin fisonomía acentuada. Sus virtudesfueron la resignación y la esperanza, la honradez del propósito y el trabajo desinteresado.

Su nombre, empero, sin descollar demasiado, se liga a las más grandes fases de nuestraIndependencia, y por más de un camino, si queremos volver hacia el pasado, la candorosa figura deBelgrano ha de salirnos al paso.

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Cuando el Gobierno agradecido, quiso premiar lo, por la memorable victoria ganada en Tucumán eneste día, disminuyendo su pobreza fundó con el premio cuatro Escuelas Primarias, las primeras quecuatro ciudades, que son hoy capitales de Provincia, veían abrirse para la educación de sus hijos.Acaso algún Senador hoy asistió a alguna de ellas en su niñez.

Estos desvelos por levantar al pueblo de su postración intelectual, sin lo cual no hay libertadduradera; su empeño de establecer la moral relajada en escuelas y ejércitos; su profundo sentimientoreligioso que difundía sobre el soldado, para santificar la causa de la Independencia, poniéndola bajola protección de la Virgen de Mercedes que conserva aún el bastón del mando, depositado por él al piede su imagen en Tucumán; su eclipse de la escena, cuando en los tiempos de discordia y de guerracivil, como dice Tácito, “el poder pertenece a los más perversos”; su muerte oscura; su carrera tangloriosa, tan olvidada, todo esto lo caracteriza como a Rivadavia, como al General Paz y a otros; y esésa la base firme en que se asienta la estatua que hoy levantamos en su honor.

Los primeros movimientos del patriotismo americano, se sienten en el alma de Belgrano. Funda laprimera Escuela de Educación Científica que existió en Buenos Aires, pues Charcas y Córdoba eranhasta entonces el centro de la civilización colonial.

Como el malogrado Montgomery que llevó en vano al frígido Canadá la noticia de que sushermanos estaban en armas para conquistar la libertad, Belgrano llevó al tórrido Paraguay la en señade la nueva Patria. La historia castiga a los retardatarios de la primera hora. El Canadá es todavíadominio de la Corona, como el Paraguay menos feliz, por haberse tapado los oídos al llamado de sushermanos, entonces, cayó en las redes sombrías del tirano Francia, en las garras del tigre López, ytodavía no ha visto el último día de sus tribulaciones.

Como Franklin, Belgrano fue a buscar acomodo con la dinastía real, para poner término al conflicto,y como Franklin volvió desesperando de la prudencia y de la previsión humana a activar el Acta denuestra Independencia.

En nombre del pueblo argentino abandono a la contemplación de los presentes, la Estatua Ecuestredel General D. Manuel Belgrano, y lego a las generaciones futuras en el duro bronce de que estáformada, el recuerdo de su imagen y de sus virtudes.

¡Que la bandera que sostiene su brazo flamee por siempre sobre nuestras murallas y fortalezas, a loalto de los mástiles de nuestras naves, y a la cabeza de nuestras legiones; que el honor sea su aliento,la gloria su aureola, la justicia su empresa!

Todos los Capitanes pueden ser representados como en esta estatua, tremolando la enseña quearrastra las huestes a la victoria.

En el caso presente, el artista ha conmemorado un hecho casi único en la historia, y es la invenciónde la Bandera con que una nueva Nación surgió de la nada colonial, conduciéndola el mismo inventor,como Porta Estandarte. Nuestro signo, como nación reconocida por todos los pueblos de la tierra ahoray por siempre, es esa Bandera, ya sea que nuestras huestes trepasen los Andes con San Martín, ya seaque surcaran ambos Océanos con Brown, ya sea en fin que en los tiempos tranquilos que ella presagió,se cobije a su sombra la inmigración de nuevos arribantes, trayendo las Bellas Artes, la Industria y elComercio.

Tal día como hoy, el General Belgrano en los campos de Tucumán, con esa Bandera en la mano,opuso un muro de pechos generosos a las tropas españolas; que desde entonces retrocedieron y novolvieron a pisar el suelo de nuestra Patria, siendo nuestra gloriosa tarea, de allí en adelante, buscarlasdonde quiera conservasen un palmo de tierra en la América del Sur, hasta que por el glorioso caminode que Chacabuco y Maipú fue ron sólo escalones, nos dimos la mano en Junín y Ayacucho con elresto de la América, independiente ya de todo poder extraño.

Y sea dicho en honor y gloria de esta Bandera. Muchas repúblicas la reconocen como salvadora,como auxiliar, como guía en la difícil tarea de emanciparse. Algunas se fecundaron a su sombra; otras

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brotaron de los jirones en que la lid la desgarró. Ningún territorio fue, sin embargo, añadido a sudominio; ningún pueblo absorbido en sus anchos pliegues; ninguna retribución exigida por los grandessacrificios que nos impuso.

En la vasta extensión de un continente entero, no siempre son claros y legibles los términos queDios y la naturaleza imponen a la actividad de las grandes familias humanas que pueblan la tierra.¿Cuál es la extensión de la que cubre hoy y protege nuestra Bandera?

La República Argentina ha sido trazada por la regla y el compás del Creador del Universo. Eseanchuroso Río que nos da nombre, es el alma y el cerebro de todas las regiones que sus aguas bañan.Puerta de esta América que abre hacia el ancho mar que toca al umbral de todas las naciones, por ahísubirán ríos arriba con la alta marea del desarrollo, las oleadas de hombres, de ideas, de civilizaciónque acabarán por transformar el desierto en Nación, en pueblo. Aquí, en estas playas, han decambiarse los productos de tan vasta olla, de tantos climas, por los que hallan en todo el globopreparado siglos de cultura, y la lenta acumulación de la riqueza. Aquí ha de hacerse la transmutaciónde las ideas; aquí se amalgamarán las de todos los pueblos; aquí se hará su adaptación definitiva, paraaplicarse a las nuevas condiciones de la existencia de pueblos nuevos, sobre tierra nueva.

No hablo del porvenir. Es ya, este sueño de nuestros padres, un hecho presente. He ahí, en esasmillares de naves, nuestros misioneros hasta el seno de la América. Ved ahí en la masa de este puebloel ejecutor de la gran de obra, acudiendo de todas partes a alistarse en nuestras filas, y por el trabajo,la industria, el capital, las virtudes cívicas, hacerse miembro de la congregación humana que lleva porenseña en la procesión de los siglos hacia el engrandecimiento pacífico, la Bandera bi-celeste yblanca.

Esta Bandera cumplió ya la promesa que el signo ideográfico de nuestras armas expresa. LasNaciones, hijas de la guerra, levantaron por insignias, para anunciarse a los otros pueblos, lobos yáguilas carniceras, leones, grifos y leopardos. Pe ro en las de nuestro escudo, ni hipogrifos fabulosos,ni unicornios, ni aves de dos cabezas, ni leones ala dos, pretenden amedrentar al extranjero. El Sol dela civilización que alboreaba para fecundar la vida nueva; la libertad con el gorro frigio sostenido pormanos fraternales, como objeto y fin de nuestra vida; una oliva para los hombres de buena voluntad;un laurel para las nobles virtudes; he aquí cuanto ofrecieron nuestros padres, y lo que hemos venidocumpliendo nosotros, como república, y harán extensivo a todas estas regiones como Nación, nuestroshijos.

Hasta la exclusión del sangriento rojo, del blasón de todos los pueblos, hasta el color celeste que notiene escritura propia en la heráldica, se avienen con la idea dominante en este emblema.

Las fajas celestes y blancas son el símbolo de la soberanía de los reyes españoles sobre losdominios, no de España, sino de la Corona, que se extendían a Flandes, a Nápoles, a las Indias; y deesa banda real hicieron nuestros padres divisa y escarapela, el 25 de Mayo, para mostrar que del pechode un Rey cautivo, tomábamos nuestra propia Soberanía como pueblo, que no dependió del Consejo deCastilla, ni de ahí en adelante, del disuelto Consejo de Indias.

El General Belgrano fue el primero en hacer flotar a los vientos la Banda Real, para coronar nos connuestras propias manos, Soberanos de esta tierra, e inscribirnos en el gran libro de las naciones quellenan un destino en la historia de nuestra raza. Por este acto elevamos una estatua en el centro de laplaza de la Revolución de Mayo al General Porta Estandarte de la República Argentina.

Y si la barbarie indígena, o las pasiones per versas intentaron alguna vez desviarnos de aquel blancoque los colores y el escudo de nuestra Bandera señalaban a todas las generaciones que vinieran en pos,reconociéndose argentinas a su sombra, los bárbaros, los tiranos y los traidores inventaron pabellonesnuevos, oscureciendo lo celeste para que las sombras infernales reinasen y enrojeciendo sus cuartelespara que la violencia y la sangre fuesen la ley de la tierra. En Caseros ésta era la Bandera queenarbolaba el Tirano contra el proscrito pabellón que volvía para aplastar la sierpe, con sus hijos

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dispersos por toda la América. En Caseros por la unión de los partidos, reaparecieron esas dos manosentrelazadas, como siempre lo estarán en defensa de la Patria. Al día siguiente de Caseros vuestrasmadres y hermanas; ¡Oh pueblo de Buenos Aires!, tiñeron de celeste telas, para victorear a loslibertadores; porque, sea dicho para recuerdo del odio de los tiranos a nuestra Bandera, en 1852, nohabía en una gran ciudad civilizada, emporio de un gran comercio, una vara de tela celeste paraimprovisar un pabellón; y una generación entera existía, que no conoció los colores de la Bandera desu Patria. Ese pendón negro con sus gorros sangrientos es, por fortuna nuestra, el que en los Inválidosde París, recuerda la ruptura de la cadena con que Rosas intentó amarrar la libre navegación de losríos.

La Bandera blanca y celeste, ¡Dios sea loado! no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningúnvencedor de la tierra.

La petipieza de la horrible tragedia que concluyó en Caseros se está representando ahora en la otramargen del paterno Río; y no sería extraño que oyéramos desde aquí los cañonazos con que acaso enestos momentos, nuestro pabellón somete los últimos restos de la barbarie, y de los caudillos. He aquíel Pendón de la rebelión, que sólo pide al parecer empapar en sangre el de la República. Habíalodejado olvidado el General Urquiza al tomar la Bandera Nacional por suya, a fin de hacer servir lavictoria para fundar la Magna Carta de nuestras libertades. Un asesino lo recogió del suelo y parasimbolizar la barbarie y el crimen lo opone, rebelado, a la Bandera Nacional. La traición a la Patriaestá detrás de ese sangriento trapo.

Al abandonarlo a la execración de los presentes y de los venideros, no temáis que hierasentimientos, ni aun preocupaciones nobles del pueblo, ni de las masas entrerrianas. Allí, en aquellaescogida fracción de nuestro territorio, el sentimiento nacional se agita más vivo, si cabe, que en partealguna de él.

La vil trama del rebelde vencido, sorprendió a las poblaciones, merced de las tinieblas de la noche,y amanecieron bajo el imperio de la rebelión, que muchos aceptaron por las funestas di visiones departido, que a tantos extravían.

Cerremos los ojos sobre ese cuadro y contemplemos el presente, que él vindica el nombreentrerriano del baldón que han querido arrojarle los traidores.

Batallones de infantería entrerriana guarneciendo las ciudades; los ejércitos nacionalesconsiderablemente aumentados por regimientos numerosos de caballería de la misma Provincia; elguardia nacional Miguel Ocampo, arrancando de la mano de un traidor la enseña de la rebelión yempapándola en su propia sangre, realizando con ese hecho acción igualmente heroica que ellegendario Falucho, muriendo al pie de esta misma Bandera en las fortalezas del Callao, libradas portraición al enemigo; la Banda Oriental llena de emigrados, los bosques pululando de prófugos, lasislas pobladas de escapados, ¿dónde está el pueblo rebelde entrerriano, en que quiere apoyar se latraición? Sí: hay traidores es cierto; hay algunos miles de oprimidos, hay niños y ancianos arrastradospor la leva, retenidos por el terror del degüello, generales y aventureros extranjeros: he ahí el ejércitoy el poder de la rebelión.

Quiero que el último paisano que en este momento sufre los rigores de la estación y las fatigas de laguerra por vivir siempre a la sombra de esta Bandera, sepa que el Gobierno de su Patria tiene encuenta su humilde, pero valioso sacrificio, porque da lo único que posee, que es la vida, pues ni unnombre tiene el pueblo anónimo que en la guerra se llama soldado. Sepan los valientes y fielesentrerrianos que están combatiendo, que con ello ponen el capitel al edificio de nuestra nacionalidad,y cierran para siempre el abismo de las segregaciones del territorio que recibimos en herencia de losfundadores de la Bandera Nacional.

Al terminar la historia, la misión y los obstáculos con que ha luchado esta Bandera, necesito añadirque aún le falta recibir como hijos suyos, millares de los que aquí están presentes y que la acatan y

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saludan como huéspedes.En los Estados Unidos, nuestros predecesores y compañeros de peregrinación en este Nuevo Mundo,

no hay extranjeros, sino los viajeros que visitan sus playas. Hay dos millones de alemanes ciudadanos,y otros tantos irlandeses, ingleses y de todo origen, hasta venidos del Celeste Imperio. Aquí laamalgamación marcha con más lentitud. Acaso el fuego sagrado de la Libertad no es tan vivo todavía,para fundir las nacionalidades y hacer correr el duro bronce del pueblo regenerado, en que lahumanidad va a presentar un nuevo tipo americano.

No importa. La Providencia sigue aquí otro sendero, tal vez. Debemos a la España la sangre quecorre en nuestras venas, y cuando la desgracia aflige a sus hijos, podemos pagarla de sus héroes, losSolís, los Ayala, los Irala, los Garay, que se sacrificaron por fundar estos pueblos. Habrá patria ytierra, libertad y trabajo para los españoles, cuan do en masa vengan a pedírnosla como una deuda. Ypara los Italianos, cuya historia es la de los pueblos de nuestra lengua, cuya arquitectura es elornamento de nuestros edificios, cuyas bellas artes con intérpretes como Ristori, Tamberlick, Mansoniy tantos otros, que nos han visitado embelleciendo la existencia, habrá siempre una carta deciudadanía para ellos y sus descendientes; y nuestros ríos y nuestras ciudades y nuestros campos, parateatro de sus variadas industrias.

Y los hijos de la Francia, que tanto ha sufrido por la redención de la inteligencia, que tantos erroresha cometido, rescatándolos y rescatándose por la gloria o el patriotismo, tendrán bajo esta bandera,ancho lugar en nuestros gustos, en nuestra cultura y en nuestras ideas.

Y la poderosa Albión, la enérgica raza inglesa, cuya misión parece ser someter el mundo bárbaro deAsia, África y de los nuevos continentes e islas al influjo del comercio, e improvisar naciones quetrasplantan el Habeas Corpus, la libertad sin tumulto, la máquina y la industria, bienvenida fuesiempre, y bien empleados serán sus capitales en las grandes empresas que completan nuestraexistencia como nación civilizada.

Y a todas las nacionalidades de la tierra, cuyos hijos tocan estas playas en busca de un lugar parahacerse un domicilio y una patria, ofrézcoles en nombre del pueblo que esta Bandera representa, laprotección que ella da gratuitamente, recordándoles sólo que el hombre es familia, tribu, nación condeberes para con los demás, y que los sentimientos más generosos, el heroísmo, la gloria, el amor dela patria, se amortiguan no ejercitándolos; y que la elevación del alma humana desciende y desaparececon la satisfacción exclusiva de las necesidades materiales.

Conciudadanos:Una nación está destinada a prevalecer, cuando obedece en su propio seno a las inmutables leyes del

desenvolvimiento humano.Sin el espíritu de conquista, Roma vive en nosotros con sus códigos, como Grecia con sus artes

plásticas, su lengua y sus instituciones republicanas, completadas por el sistema representativo. Acasoes Providencial que debamos existencia y nombre a Colón y a Américo Vespucio; y si Garibaldi ha detener su parte en la reconstrucción de la Italia romanizada, su lugar en la historia lo conquistará,mezclando aquí su sangre a la nuestra, para endurecer los cimientos de nuestra constitución, libre,republicana, representativa.

Hagamos fervientes votos porque, si a la consumación de los siglos, el Supremo Hacedor llamase alas naciones de la tierra para pedirles cuenta del uso que hicieron de los dones que les deparó, y dellibre albedrío y la inteligencia con que dotó a sus criaturas, nuestra Bandera, blanca y celeste, puedaser todavía discernida entre el polvo de los pueblos en marcha, acaudillando cien millones deargentinos, hijos de nuestros hijos hasta la última generación, y deponiéndola sin mancha ante el soliodel Altísimo, puedan mostrar todos los que la siguieren que en civilización, moral y culturaintelectual, aspiraron sus padres a evidenciar, que en efecto fue creado el hombre a imagen ysemejanza de Dios.

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D. F. SARMIENTO

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AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer a nuestras familias y amigos, por su aliento, su paciencia y su comprensión.A todos los historiadores que nos facilitaron material y nos dieron buenos consejos; en general, a

aquellos que proponen nuevas formas de entender los tiempos de la Colonia, la Revolución de Mayo yel período de la Independencia; y muy especialmente a quienes enriquecieron nuestra mirada sobreBelgrano.

Por último, gracias al Museo Histórico Nacional, al Museo Histórico de Buenos Aires CornelioSaavedra, al Museo Nacional de Bellas Artes, al Museo Municipal de Artes Plásticas Dámaso Arce, alComplejo Museográfico Enrique Udaondo, al Departamento Fotográfico del Archivo General de laNación Argentina y a la Academia Nacional de la Historia, por las imágenes que ilustran este libro.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Miniatura de Belgrano, por José Alejandro Boichard, París, 1815.

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MUSEO MUNICIPAL DE ARTES PLÁSTICAS “DÁMASO ARCE” (OLAVARRÍA)

Retrato del General Belgrano, atribuido a Franç ois Casimir Carbonnier, Londres, 1815.Detalle que muestra la bandera como se la habría descripto Belgrano a Carbonnier de dos franjas, una celeste y

otra blanca.

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MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES

Retrato del General Belgrano, atribuido a François Casimir Carbonnier, Londres, 1815.

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MUSEO HISTÓRICO DE BUENOS AIRES “CORNELIO SAAVEDRA”

El General Belgrano. Grabado en cobre por el correntino Núñez de Ibarra, 1819, primer artista nacional enretratar a Belgrano, a quien se cree que conocía.

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Don Manuel Belgrano, litografía de Andrea Bacle, 1829. Dice abajo “Don Manuel Belgrano - General en Jefede los ejércitos auxiliadores del Norte y del Alto Perú. Jamás admitió otra recompensa que el honor de haber

servido bien a su patria y murió pobre, después de haber contribuido a salvarla por medio de victorias inmortales,dejando un gran ejemplo a Buenos Ayres”.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Retrato del General Manuel Belgrano, litografía de Narciso Desmadryl, 1857. Apareció en la Galería deargentinos ilustres, adornando la primera biografía de Belgrano de Bartolomé Mitre.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Retrato del General Manuel Belgrano, dibujo a lápiz punta de plomo de Mauricio Rugendas, 1845.

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

General Manuel Belgrano, reproducción del aguafuerte de A. Danse, 1901.

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COMPLEJO MUSEOGRÁFICO PROVINCIAL “ENRIQUE UDAONDO”

Carruaje utilizado por Belgrano en las campañas del Norte.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Tarja obsequiada por las damas de la villa de Potosí a Belgrano en 1813 y donada por éste al Cabildo deBuenos Aires.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Vista de Buenos Aires (desde el sur). Reproducción fotográfica de un dibujo a la aguada, realizado durante laExpedición Malaspina, de 1794.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Prospetto di Buenos Ayres, grabado de Migliavacca publicado en Florencia en 1828.

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Edificio donde funcionó el Real Consulado de Buenos Aires.

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Escudo del Real Consulado de Buenos Aires.

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MUSEO HISTÓRICO DE BUENOS AIRES “CORNELIO SAAVEDRA”

Ataque por los ingleses a Buenos Aires, litografía coloreada de Urrabieta, 1807.

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MUSEO HISTÓRICO DE BUENOS AIRES “CORNELIO SAAVEDRA”

Reconquista de Buenos Aires, grabado en cobre, anónimo, circa 1806-1807.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810, óleo de Pedro Subercaseaux.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810, de Juan Manuel Blanes. Momento en el que Castelli hace uso de lapalabra.

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MUSEO HISTÓRICO NACIONAL

La noche del 20 de mayo de 1810 en casa de don Nicolás Rodríguez Peña, de Guillermo Da Re.

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COMPLEJO MUSEOGRÁFICO PROVINCIAL “ENRIQUE UDAONDO”

Juramento de la bandera por el ejército de Belgrano el 13 de febrero de 1813, acuarela de PrilidianoPueyrredón.

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Certificado de Estudios de la Universidad de Oviedo con fecha de 1788. Belgrano nunca cursó en dichauniversidad; este documento le permitió rendir los exámenes de Derecho con solo dos años de estudio.

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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Nota dirigida por Belgrano al “Excelentísimo Gobierno Superior de las Provincias del Río de la Plata” en la quele informa a éste haber enarbolado la bandera sin su consentimiento.

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Detalle de la nota de Belgrano: “Siendo preciso enarbolar Bandera, y no teniéndola la mandé hacer blanca yceleste conforme a los colores de la escarapela nacional: espero sea de la aprobación de Ud.”.

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ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

Copia facsimilar del número 1 (3 de marzo de 1810) del Correo de Comercio, periódico fundado por Belgranopor instrucción del virrey Cisneros.

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Valenzuela, DiegoBelgrano / Diego Valenzuela y Mercedes Sanguineti. - 1a ed. - Buenos Aires : Sudamericana, 2013(Biografías y testimonios)EBook.

ISBN 978-950-07-4469-0

1. Biografía de Políticos. I. Sanguineti, Mercedes. II. Título.CDD 923

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