bases existenciales de la psicoterapia

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BASES EXISTENCIALES DE LA PSICOTERAPIA En este país se han realizado varios intentos de sistematizar la teoría psicoanalítica y psicoterápica en términos de fuerzas, dinamismos y energías. El enfoque existencial es justamente lo opuesto a tales esfuerzos. Sostiene, como lo expresé en el capítulo I, que nuestra ciencia debe corresponder a las características distintivas de lo que tratamos de estudiar, el ser humano, en este caso. No negamos los mecanismos ni las fuerzas, pues ello sería insensato. Pero sí afirmamos que los mismos sólo cobran sentido en el contexto del ser existente, viviente, y, si se nos permite una palabra técnica, sólo en el contexto ontológico. Propongo, entonces, que nos atengamos al único dato real que se nos brinda en la situación terapéutica, a saber, la persona existente que se sienta en un consultorio acompañada de su terapeuta. Permítasenos preguntar, ¿cuáles son las características esenciales que constituyen a este paciente como una persona existente, que constituyen su individualidad como individualidad? Desearía proponer seis características —que denominaré principios— descubiertas a lo largo de mi labor como psicoterapeuta, y que, con idéntica propiedad, pueden denominarse características ontológicas. Si bien constituyen el resultado del estudio y de la experiencia con muchos casos, las ilustraré con episodios extraídos del caso de la señora Hutchens.

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Asidero en el cual se basa el existencialismo

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92ROLLO MAY

BASES EXISTENCIALES DE LA PSICOTERAPIA

En este pas se han realizado varios intentos de sistematizar la teora psicoanaltica y psicoterpica en trminos de fuerzas, dinamismos y energas. El enfoque existencial es justamente lo opuesto a tales esfuerzos. Sostiene, como lo expres en el captulo I, que nuestra ciencia debe corresponder a las caractersticas distintivas de lo que tratamos de estudiar, el ser humano, en este caso. No negamos los mecanismos ni las fuerzas, pues ello sera insensato. Pero s afirmamos que los mismos slo cobran sentido en el contexto del ser existente, viviente, y, si se nos permite una palabra tcnica, slo en el contexto ontolgico.

Propongo, entonces, que nos atengamos al nico dato real que se nos brinda en la situacin teraputica, a saber, la persona existente que se sienta en un consultorio acompaada de su terapeuta. Permtasenos preguntar, cules son las caractersticas esenciales que constituyen a este paciente como una persona existente, que constituyen su individualidad como individualidad? Deseara proponer seis caractersticas que denominar principios descubiertas a lo largo de mi labor como psicoterapeuta, y que, con idntica propiedad, pueden denominarse caractersticas ontolgicas. Si bien constituyen el resultado del estudio y de la experiencia con muchos casos, las ilustrar con episodios extrados del caso de la seora Hutchens.

Ante todo, la seora Hutchens, como toda persona viviente, se halla centrada en s misma, y un ataque a dicho centro viene a ser un ataque a su propia existencia. Nosotros, seres humanos, compartimos esta caracterstica con todos los seres vivos: resulta evidente por s misma en los animales y en las plantas. Nunca dej de admirarme de qu modo, al cortar la copa de un pino en nuestra granja de New Hampshire, el rbol" -un nuevo centro. Pero nuestro principio es particularmente pertinente a los seres humanos y proporciona una base para la comprensin de la enfermedad y la salud, para la neurosis y la salud mental. La neurosis no debe considerarse como una desviacin de nuestras teoras particulares acerca de lo que debera ser una persona. Acaso la neurosis no es, precisamente, el mtodo que usa el individuo a fin de preservar su propio centro, su propia existencia? Sus sntomas son formas de estrechar la amplitud de su mundo (revelado tan grficamente por la incapacidad de la seora Hutchens de permitirse hablar) a fin de que el centrismo de su existencia resulte protegido de la amenaza; una forma de bloquear aspectos del ambiente a fin de quedar disponible para los restantes.

La seora Hutchens haba acudido a otro terapeuta que la atenda seis veces al mes antes de verme. se le explic, en un esfuerzo evidentemente precipitado a fin de apoyarla, que era demasiado formal, demasiado controlada. Ella reaccion con gran preocupacin, y en seguida dej el tratamiento. Ahora bien, si tcnicamente el terapeuta no tena ninguna falla, existencialmente se haba equivocado por completo. Lo que no percibi, a mi juicio, fue que esta formalidad misma, este control excesivo, lejos de ser algo de que la seora Hutchens quera desprenderse, formaban parte de su desesperado intento de preservar el centro precario de que dispona. Como si dijera: "Si me abriese, si me comunicase, perdera el reducido espacio vital que poseo". Observamos aqu, casualmente, cuan in-adecuada resulta la definicin de la neurosis como un fracaso en la adaptacin. Precisamente la neurosis es una adaptacin; y ah precisamente radica su mal. Es una adaptacin necesaria mediante la cual se preserva el centro; es una manera de aceptar no-ser, si se me permite tal expresin, a fin de que pueda preservarse algn ser, aunque restringido. Y en la mayora de los casos es beneficioso el que se desbarate tal adaptacin.

Es eso lo nico que podemos suponer sobre la seora Hutchens, o sobre cualquier paciente, al entrar en el consultorio: ella, como todo ser vivo, requiere un centro, y ste se ha roto. A costa de considerable inquietud, tom medidas, esto es, pidi ayuda. De modo que nuestro segundo principio es: toda persona existente posee la caracterstica de la autoafirmacin, de la necesidad de preservar su centro. El nombre particular con que designamos esta autoafirmacin en los seres humanos es "coraje". El nfasis de Paul Tillich en el "coraje de ser" es en este respecto muy importante, convincente y frtil para la psicoterapia. Tillich insiste en que el ser nunca se da automtica-mente en el hombre tal como ocurre en las plantas y los animales, sino que depende del coraje del individuo, a falta del cual se pierde el ser. Esto hace que, por s mismo, el coraje sea un corolario ontolgica- mente necesario. A este respecto, como terapeuta concedo una gran importancia a expresiones de los pacientes que se refieren a la voluntad, las decisiones, c la eleccin. Nunca paso por alto observaciones del paciente, por ms insignificantes que sean, como, por ejemplo, "a lo mejor puedo", "quiz podr intentarlo", sin asegurarme de que l sabe que lo he escuchado. Decir que la voluntad es el resultado del deseo es una verdad a medias; antes bien, sostengo que el deseo jams puede surgir en su verdadera fuerza excepto por obra de la voluntad.

Mientras la seora Hutchens habla con voz ronca, me observa con una expresin mezclada de temor y esperanza. Es obvio que no slo existe una relacin aqu, sino que ya ha existido en la sala de espera y desde el momento en que ella pens venir. Est luchando con la posibilidad de participar conmigo. Por consiguiente, nuestro tercer principio es: todas las personas existentes tienen la necesidad y la posibilidad de salir de su centro a fin fie participar en otros seres. Lo cual siempre implica un riesgo; si el organismo va demasiado lejos, pierde su propio centro, su identidad; fenmeno fcil de ver en el mundo biolgico. Si el neurtico experimenta tal temor de perder su propio centro conflictivo, que rehsa salir de s mismo, conserva su rigidez y vive entre reacciones limitadas y en un espacio restringido del mundo, su crecimiento y desarrollo resultan bloqueados. Es sta la pauta de las represiones e inhibiciones neurticas, formas corrientes de las neurosis en, la poca de Freud. Pero bien puede darse que en nuestra poca de conformismo y de hombres dirigidos desde afuera, la pauta neurtica ms comn adopte la forma opuesta, a saber, la dispersin de la propia personalidad en la participacin e identificacin con otras hasta que el propio ser se vaca.

Nuestro cuarto principio es: el aspecto subjetivo del tener un centro es la percatacin (awareness). Tal percatacin se halla presente en otras formas de vida distintas de la humana; sin lugar a dudas, se la observa en los animales. Howard Liddell ha sealado cmo la foca en su hbitat natural levanta la cabeza cada diez segundos hasta durante el sueo, a fin de espiar el horizonte y no ser tomada de sorpresa por un cazador esquimal. Esta percatacin de las amenazas al ser en los animales, Liddell la llama vigilancia, y la identifica como la rplica primitiva y simple, en los animales, de lo que en los seres humanos se convierte en ansiedad.

Nuestros cuatro primeros principios caractersticos son compartidos tanto por las personas como por los dems seres vivientes; son niveles biolgicos en los que participan los seres humanos. El quinto principio se refiere, en cambio, a una caracterstica distintivamente humana: la autoconciencia. La forma, peculiarmente humana, de percatacin, es la autoconciencia. No deberan identificarse percatacin y conciencia. Asociamos la primera tal como lo indica Liddell, con la vigilancia. Adems, el vocablo ingls amare procede del anglosajn gewaer, nxter, que significa conocimiento de los peligros y amenazas exteriores. Sus parientes son precaverse (beware) y cauto (taarj). Sin duda, la percatacin es el proceso que se da en la reaccin neurtica de un individuo frente a una amenaza, por ejemplo, en la experiencia de la seora Hutchens, durante las primeras horas yo tambin constituyo una amenaza para ella.

Sin embargo, la conciencia no es simplemente mi percatacin de las amenazas del mundo, sino mi capacidad de saber que soy el ser amenazado, mi experiencia de m mismo como sujeto que posee un mundo. La conciencia para utilizar los trminos de Kurt Goldstein es la capacidad del hombre de trascender la inmediata situacin concreta, de vivir en trminos de lo posible, subyacente en la capacidad humana de emplear abstracciones y universales, de poseer lenguaje y smbolos. Dicha capacidad para la conciencia subyace en la amplia escala de posibilidades con que cuenta el hombre en la relacin con su mundo, y constituye las bases de la libertad psicolgica. As, la libertad humana tiene su base ontolgica y, segn mi parecer, debe presuponrsela en toda psicoterapia.

En su libro The Phenomenon of Man, el paleontlogo Pierre Teilhard de Chardin describe brillantemente cmo la percatacin existe incluyendo la forma de tropismo; en todas las formas de la vida en evolucin, desde la ameba hasta el hombre. Pero en el hombre aparece una nueva funcin, a saber, la conciencia de s mismo. Teilhard de Chardin se propone demostrar algo que siempre he credo: que cuando aparece una nueva funcin cambia la total estructura previa del organismo. Se modifica la Gestalt en su totalidad; por lo cual slo puede comprenderse el organismo en trminos de la nueva funcin. O sea que constituye slo una verdad a medias la afirmacin de que el organismo ha de comprenderse en trminos de los elementos ms simples, inferiores al mismo en la escala de la evolucin; es igualmente cierto que toda nueva funcin forma una nueva complejidad que condiciona la totalidad de los elementos ms simples del citado organismo. Por lo tanto, lo simple slo puede comprenderse en trminos de lo ms complejo.

Eso es lo que la autoconciencia hace en el hombre. La totalidad de las funciones biolgicas ms simples debe comprenderse ahora en trminos de esa nueva funcin. Por supuesto, nadie negara las viejas funciones, o cualquier cosa que en biologa el hombre comparta con organismos menos complejos. Tmese, por ejemplo, la sexualidad, que evidentemente compartimos con todos los mamferos. Pero dada la conciencia de s mismo, el sexo se vuelve una nueva Gestalt, como lo demuestra constantemente la terapia. As, los impulsos sexuales se hallan siempre condicionados por la persona de la pareja; lo que pensamos del otro hombre o mujer, en la realidad, en la fantasa o hasta en la fantasa reprimida, jams puede pasarse por alto. El hecho de que la persona subjetiva con quien nos vinculamos sexualmente importa poco en la sexualidad neurtica, ya sea en estructuras compulsivas del sexo o en la prostitucin, slo prueba con mayor firmeza nuestro punto de vista, pues ello requiere precisamente el bloqueo, la represin, o la distorsin de la conciencia de s mismo. De modo que cuando nos referimos a la sexualidad en funcin de objetos sexuales como lo hace Kinsey podemos hacer acopio de estadsticas interesantes y tiles, pero simplemente no hablamos de sexualidad humana.

Nada de lo que digo aqu debera considerarse anti biolgico; por el contrario, creo,que slo desde este punto podremos comprender la biologa humana sin tergiversarla. Como lo dice adecuadamente Kierke- gaard, "La ley natural es tan vlida como siempre". nicamente me opongo a la aceptacin irreflexiva de los elementos inferiores al mismo en la escala de la evolucin. Esta aceptacin nos ha llevado a pasar por alto la autoevidente verdad de que lo que hace que un caballo sea un caballo no son los elementos que comparte con el perro, sino lo que constituye definida- mente el "caballo". Ahora bien, en las neurosis nos ocupamos de aquellas caractersticas y funciones distintivamente humanas. Son stas las que se han desviado en los pacientes perturbados. La condicin para estas funciones es la autoconciencia, que pone de relieve lo que Freud descubri correctamente, a saber, que la estructura neurtica se caracteriza por la represin y el bloqueo? de la conciencia.

Por consiguiente, la tarea del terapeuta no consiste solo en ayudar al paciente a percatarse, sino, de manera an ms significativa, en ayudarlo a transformar esa percolacin en conciencia. Su percatarse es saber que algo lo amenaza desde afuera en su mundo, condicin que tanto en los paranoicos como en sus equivalentes neurticos puede estar correlacionada con una buena cantidad de conducta de "actuacin" (acting-out behavior). Pero la autoconciencia sita esa percatacin en un nivel completamente distinto; mediante la misma el paciente percibe que es l quien es amenazado, que l es el ser que est en este mundo amenazante, que l es el sujeto que posee un mundo. Y esto le da la posibilidad de "in-visin" (in-sight), de "visin interior", de percibir el mundo y sus problemas en relacin consigo mismo. Y de este modo le brinda la posibilidad de hacer algo respecto de ellos.

Volvamos ahora a nuestra paciente demasiado callada. Transcurridas unas veinticinco horas de terapia, la seora Hutchens tuvo el sueo siguiente: Buscaba a un nio de pecho cuarto por cuarto en una casa sin terminar en 'un aerdromo. Pens que la criatura perteneca a otra persona, pero que sta dejara que la llevase. Le pareci que haba puesto a la criatura en un bolsillo de su bata (o la bata de su madre), y fue presa de ansiedad al pensar que poda haberse asfixiado. Para su alegra, la encontr an con Vida. Entonces tuvo una extraa ocurrencia: "La matar?"

La casa se hallaba en el aerdromo donde ella, cuando tena unos veinte aos, haba aprendido a volar sola, un acto muy importante de autoafirmacin e independencia frente a sus padres. La criatura era asociada con su hijo menor, a quien identificaba corrientemente consigo misma. Permtaseme omitir la amplia evidencia asociativa que nos convenci, tanto a ella como a m, de que la criatura la representaba, y especficamente, representaba la conciencia de s misma. El sueo constituye una expresin de la aparicin y el crecimiento de su autoconciencia, que ella no est an segura de poseer, y a la cual considera que mata en el sueo.

Unos seis aos antes de su tratamiento la seora Hutchens haba abandonado el credo religioso de sus padres, con el cual, por intermedio de ellos, haba mantenido una relacin muy autoritaria. Luego se adhiri a una iglesia de acuerdo con sus propias convicciones. Pero nunca se atrevi a decirlo a sus padres. En cambio, cuando stos la visitaban y concurran a su propia iglesia, ella los acompaaba en estado de gran tensin a fin de que uno de sus hijos no divulgase el secreto. Despus de unas treinta y cinco sesiones, cuando pensaba escribir a sus padres para informarles acerca de su cambio de credo, por un perodo de dos semanas tuvo momentos de desmayos parciales en mi consultorio. Se volva repentinamente dbil, con el rostro blanco, se senta vaca "como si tuviera agua en su interior", y deba reposar algunos instantes en el lecho, Retrospectivamente, denomin esos momentos "un aferrarse al olvido.

A continuacin escribi a sus padres, informndoles de una vez por todas de su cambio de fe y manifestndoles que de nada servira que tratasen de dominarla. En la sesin siguiente pregunt, presa de considerable ansiedad, si yo pensaba que se volvera psictica. Le contest que, si bien cualquiera de nosotros podra pasar alguna vez por semejante episodio, no vea ms razones para que fuera ella en vez de los dems; y le pregunt si su temor de volverse psictica no era ms bien una ansiedad que surga de la oposicin a sus padres, como si ser autnticamente ella misma le pareciera equivalente a volverse loca. Varias veces he notado, es digno de sealarse, que los pacientes experimentan esa ansiedad de ser ellos mismos como equivalentes a la psicosis. Esto no debe sorprender, pues la conciencia de los propios deseos y su afirmacin implica aceptar la propia originalidad y unicidad, y ello significa que uno debe estar preparado no slo para alejarse de aquellas figuras parentales con quienes ha tenido una relacin de dependencia, sino tambin en ese momento, para estar solo en la totalidad del universo psquico.

Vemos los profundos conflictos de la emergencia de la autoconciencia en tres formas vividas, en la seora Hutchens, cuyo sntoma principal, bastante interesante, era la negacin de la capacidad especficamente humana basada en la conciencia, el habla. Tales conflictos se develan en: (1) la tentacin de matar al nio; (2) el aferrarse al olvido mediante el desmayo, como si dijese: "Bastara con no ser consciente para escapar a este terrible problema de hablar con mis padres"; y (3) la ansiedad psictica.

Llegamos ahora a la sexta y ltima caracterstica de la persona existente: la ansiedad. La ansiedad es el estado del ser humano en la lucha contra lo que .podra destruir su ser. Es, de acuerdo con la expresin de Tillich, el estado de un ser en conflicto con el no-ser, conflicto que Freud ilustr mitolgicamente en su poderoso e importante smbolo del instinto de muerte. Una parte de esta lucha se librar siempre contra algo exterior a la propia personalidad; pero mucho ms importante y significativo para la psicoterapia es la parte interior de la batalla, segn hemos visto en la seora Huchens: a saber, el conflicto dentro de la persona cuando se enfrenta con la eleccin de si se opondr a su propio ser, a sus propias potencialidades, y cunto tiempo lo har.

En consecuencia, tomamos muy en serio esa tentacin de matar a la criatura, o matar su propia conciencia, tal como lo expres la seora Hutchens. No la diluimos llamndola "neurtica" y un mero resultado de la enfermedad, ni nos deshacemos de la misma asegurndole a ella: "De acuerdo, pero usted no tiene necesidad de hacerlo". Si obrramos as, contribuiramos a su adaptacin al precio de ceder una parte de su existencia, esto es, su oportunidad de una independencia ms completa. El enfrentarse consigo mismo implicado en la aceptacin de la autoconciencia es cualquier cosa menos simple: comprende la identificacin de algunos elementos, la aceptacin del odio del pasado, el de su madre contra ella y el de ella contra su madre; la aceptacin de sus motivaciones actuales de odio y destruccin; un corte a travs de las racionalizaciones e ilusiones acerca de su conducta y motivaciones, y la aceptacin de la responsabilidad y soledad que esto implica: el abandono de la omnipotencia infantil, y la aceptacin del hecho de que si bien jams puede tener una certeza absoluta respecto de sus elecciones, como quiera que sea debe elegir, pero todos estos puntos especficos, bastante fciles de entender por s mismos, deben verse a la luz del hecho segn el cual la conciencia misma siempre implica la posibilidad de volverse contra una mismo, de negarse a uno mismo. La naturaleza trgica de la existencia humana est en el hecho de que la conciencia misma entraa la posibilidad y la tentacin de matarse a s misma a cada instante. Dostoiewsky y los dems precursores existencialistas no se entregaban a hiprboles poticas, o expresaban los efectos de haber bebido demasiada vodka la noche anterior, cuando escriban sobre la carga agobiante de la libertad.

Confo en que el hecho de que la psicoterapia existencial destaque estos aspectos trgicos de la vida, no d para nada la impresin de que la misma es pesimista. Todo lo contrario. Enfrentar la tragedia autntica es una experiencia psicolgica elevada y catrtica, como Aristteles y otros nos recuerdan a travs de la historia. La tragedia se halla inseparablemente vinculada con la dignidad y la grandeza del hombre, y acompaa tal como la ilustran los dramas de Edipo, Orestes, etc. el instante de la gran "in-visin" del ser humano.

A mi criterio, el anlisis de las caractersticas del ser existente esas caracterstica* ontolgicas que trat de destacar puede ofrecernos una base estructural para nuestra psicoterapia. Puede, asimismo, darnos una base para una ciencia del hombre que no fragmente y destruya su humanidad al estudiarlo.