barthes - sobre la lectura
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Paidos Comunicacion/28
I. M. L Knapp - La comzmi<·acw 11 rzo verbal: el cucrpo y el entomo 2. M. L De Fleur y S. J. Bali-Rokeach - Teorias de la comunicacion de masas 3. E. H. Gombrich, J. Hochberg y M. Black - Arte, percepcion y realidad 4. R. Williams - Cultura. Sociologla de la comwziczzciou y del arte 5. T. A. van Dijk - La cienci<z del texto. Un eufoque interdisdplimzrio 6. J. Lyons - l .enguaje, significado y contexto 7. A. J. Greimas- La semi6tica del lexto: eiercicios prdcticos 8. K. K. Reardon - La persuasion en /a comunicaci6n. Teoria y coutexto 9. A. Mattelart y H . Sch.mucle r - Amt!rica Latina en Ia encrw.:ijadzz ulematic:a
10. P. Pavis - Diccionario del teatro 11. L. Vilchcs - Lzz lectura de Ill imugen 12. A. Korublit - Semiotica de las relacior:es {amiliares 13. G. Durandin - La mentira en Ia propagat~da polltica y en Ill publicidild 14. Ch. Morris - Frmdamentos de Ia teoria de los signos 15. R. Pierantoni - El ojo y Ia idect 16. G. Peleuze - La imagen-movimieuto. £studios sabre cine 17. J . Aumont y otros - E sletica del cine 18. D. McQuail - l ntroducci6r1 a Ia teo.-ia de Ia comwzicaciou de masas 19. V. Mosco - Fantasias electrdnicas 20. Ph. Dubois - £1 acto jotogntfico 21. R. llarthcs - Lo obvio y lo obti!SO 22. G. Kanizsa - Gramatica de Ia visio11 23. P .-O. Costa - La crisis lie Ia le/evisiJn P•iblica 24. 0 . Ducrot- El decir y lo diclw 25. L. Vilcbes - Teoria de /a imagen periodistica 26. G. Deleuze - La imagerr-tiempo. Estudios sobre cir~e Z 27. Grupo J-1 - Retorica general 28. R. Bartbes - El sus11rro del lerrguaje
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Rola11d Ilartl1es
El susurro del lengtt1,je Mas alia de la palabra y de la escritu.ra
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~ Ediciones Paid6s Barcelona- Buenos Aires- Mexico
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Titulo original: Le lnuissement de La langue Publicado en frances por ~tlitions du Seuil, Paris
Traduccion de C. Ferm\nctez Medrano
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Cubierta de Mar.io Eskenazi
l ! edici6tt, 1987
Todos los derechos reservados. Ningunn p~rtc de estc libro pllede ~er repro<lt~cid~. transmit.i.da o almaccn~da. ~ea por pr{'ce.dinlientos nH-:c3nico~, 6pticos o quimkos, in~ cl11idas las fotompias, sin permiso del pr<Jpiet~rio de los dr.rechos.
© 1984 Editions du Seui.l, Pads © de todas las ediciones eu castellano,
Ediciones Paidos Iberica, S. A.; Mariano Cubi, 92; 08021 Barc.:elona; y Editorial Paid6s, SAICF; Defensa, 599; Buenos Aires.
ISBN: 84-7509-451-1 Deposito legal: B-33.970/ 1987
Impreso en Limpergraf, S. A.; c/ del Rio, 17; Ripollet (Barcelona)
Impreso en Espafi.a · Printed in Spain
In dice
I. DE LA CIENCIA A LA LITERATURA
De Ia ciencia a Ia literatura Escribir, ( un verbo intransitivo? Escribir ]a lectura Sabre la Iectura
En a11exo
Reflexiones sobre un manual La libertad de trazar
JI. DE LA OBRA AL TEXIO
La muerte del autor De Ia obra al texto La mitologia hoy Digresiones El susurro de Ia lengua
En (ll1exo
Los jovenes investigadores .
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Sobre la lectura
En primer lugar, querria darles las gracias por haberrne acogido entre ustedes. Muchas son las casas que nos unen, empezando por esa pregunta comun que cada uno de nosotros par su cuenta esta planteando: c:Que es leer? c:C6mo leer? c:Para que leer? Sin embargo hay algo que nos separa, y que no tengo intenci6n de ocultar: hace mucho tiempo que he dejado toda practica pedag6gica: la escuela, el instituto, el colegio actual me son totalmente desconocidos; y mi propia practica como ensefiante -que ha significado mucho en mi vida- en la Ecole des Hautes E tudes es muy marginal, muy an6mica, incluso dentro de la ensefianza posescolar. Ahara bien, ya que se trata de un congreso, me parece preferible que cada cual deje oir su propia voz, la voz de su practica; asi pues, no pienso esforzarme en alcanzar una compe· tencia pedag6gica que no es la mia, o en :fingirla: permanecere en los limites de una lectura particular ((como toda lectura?), la lectura del individuo que soy, que creo ser.
Respecto a la lectura me encuentro en un gran desconcierto doctrinal: no tengo una doctrina sabre la lectura: mientras que, ante mis ojos, se esta esbozando poco a poco una doctrina de la escritura. Este desconcierto a veces llega basta la duda: ni siquiera se si es n ecesario t ener una doctrina sabre la lectura; no se si la lectura no sera, consti tutivamente, un campo plural de practicas disper sas, de efectos irreductibles, y si, en consecuencia,
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DE LA CIENCI.4. A LA LITERATURA 40
la Iectura de la lectura, la metalectura, no ·seria en si misma mas que un destello de ideas, de temores, de deseos, de goces, de opresiones, de las que convendria h,ablar, sobre la marcha, a imagen de la pluralidad de talleres qt.Ief;cdnst,ituye este congieso. ·
No tengo la intenci6n de reducir mi desconcierto (apartb de que tamp oco tengo los medias pai-a ench, sino tan solo de sifuarlo , de comprender el desbordamientd cpyo ob}eto es claramente
la .n~ci6n de lectura, par~. mi. i (P9~ /ctonqe ,empezar? ~uf~_o, qmza por lo que ha perm1t1do pone:rs~ en marcha a la lm&UIS-tica moderna : por la noci6n de perti4b~cia . · ' '
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! \; 1. Pertinencia i.
La pertinencia, en lingiiistica, es _lo\ al p1eno~ ha sido- el punta de vista elegido para observar, intetrogar\ analizar un con junto tan heter6clito, tan clispar ata'do s9mo ellehguaje:\ hasta que no se decidi6 a observar el lenguaje desde el punto de vista del sentido, y s61o desde el, no dej6 Saussure cle t;mtear, atolondrado, y no pudo fundar una nueva 1ingiiistica; Ia decision de no considerar los soniclos mas que desde la pertinencia del sentido es lo que permitio a Troubetzkoy y a Jakobson desarrollar Ia fonologia; la aceptaci6n, despreciando otras muchas consideraciones posibles, de que no se debian ver en centenares de cuentos populares otra cosa que situaciones y papeles estables, recurrentes, o sea, formas, es lo que pennitio a Propp fundar el Analisis estructural del relato. ,
De Ja misma manera, si puclieramos. decidir una pertinencia desde la que interrogar a la lectura, podriamos esperar desarrollar poco a poco una lingiiistica 0 una semiologia, 0 sencillamente (para no cargarnos de deudas) un Ana1isis de la lectura, de anagnosis: una Anagnoso1ogia: (par que no?
Desdichadamente, la lectura a1m no ha encontrado su Propp o su Saussure; esa deseada pertinencia, imagen del alivio del sabio, no ha sido hallada, al menos de momenta: o las viejas pertinencias no le sirven a la lectura, o, par lo menos, esta las desborda.
1. En el dominio de la lectura, no hay pertinencia de objetos: el verba leer, que aparentemente es mucho mas transitivo que el verba hablar, pueG.e saturarse, catalizarse, con millares de com-
S OBRE LA LECTURA
p lementos de objeto: se leen textos, imagenes, ciudades, rostros, gestos, escenas, etc. Son tan variados estos objetos que no me es posible unificarlos bajo n inguna categoria sustancial, ni siquiera formal; lo 1mico que se puede encontrar en ellos es una unidad inten cional: el objeto que uno; lee se fundamenta tan solo en la intenci6n de leer: simpJeiJ?.¢I1te es alga para leer, un legendum, que proviene de un~ fe~prne~6togi~· y no de una s~miologia .
2. En el clornmw de la 1e9tura ---:Y esto es mas grave- no · se da t am poco la pertinencia (jfd los niveles, no hay la posibilidad de describir niveles de leqtur~. ya que no es posible cerrar la lista de estos niveles . Si es' .;_,.erdad que' hay un origen en la lectura grafica: el aprendizaje del~s letras, de las palabras escritas; pero, por una parte, ha'y lectuhs sin ~prendizaj e (las imagenes) - al menos sin aprendizaje ~ec4ico, ya / que no cultural- y, por otra parte, una vez adquirida e~ta tecJ1ne, ya no sabemos d6nde detener la profundidad y la ciispersi6n de la lectura: i en la captaci6n de un sentido?, (de !que cl~se, ese sentido?, (denotado?, ( connotado? Estos son art~factos ~ue yo llamaria eticos, ya que el sentido denotado pasa par ser el sentido verdadero, y a fundar una ley ((cuantos hombres habran muerto por un sentido? ), mientras que la connotaci6n (esta es su ventaja moral) permite instaurar un derecho al sentido m1Iltiple y liberar asi la lectura: pero, (basta d6nde? Basta el infinito : no hay limite estructural que pueda cancelar la lectura: se pueden hacer retroceder basta el infinito los limites de lo legible, decidir que todo es, en definitiva, legible (por ilegible que parezca), pero t ambien en sentido inverso, se puede clecidir que en el fonda de todo texto, por legible que haya sido en su concepcion, hay, queda todavia, un resto de ilegibilidad. El saber-leer puede controlarse, verificarse, en su estadio inaugural, pero muy pronto se convierte en alga sin fondo, sin reglas, sin grados y sin termino.
Podemos pensar que la responsabilidad por no encontrar una pertinencia en la que fundam entar un Amilisis coherente de la lectura es nuestra, que se debe a nuestra carencia de genialidad. Pero tambien podemos pensar que la in-pertinencia es, en cierto modo, algo congenito a la lectura: como si algo, por derecho propio, enturbiara el analisis de los objetos y los n iveles de lectura, y condujera asi al fracaso, no tan solo a t oda busqueda de una pertinencia para el Analisis cle la lectura, sino tambien, quizas, al mismisimo concepto de pertinencia (ya que la misma aven-
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DE LA CIENCIA A LA LITERATUR~
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tura parece es tar a punta de sucederle a la lingi.iistica y a la narratologia). Me parece que puedo darle a ese algo un nombre (de una manera trivial, ~or lo demas ): el Desfo. E s precisamente porque toda lectur a e~a penetrada de Dese.o (o de Asco) por Io que la Anagnosologia .'es 'tan dif.icil, quizas /hasta imposible; en
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todo caso, es por;;ello p,br lo que tiene la oportunidad de, realizar-se donde menos )a ys17eramos, o al menos,[ nunca exact{lmente alii donde la espb·aba:rpos : en virtud de unil. tradicion ~recien-
•1· ; ; , I • · te- la esperamo~ poi" tfl lado de Ia estructur)'t; e mdudablemente tenemos razon, en P~tt~ : toda lectura se da en el interior de una estructura (por mUltiple y abierta que esta sea) y no en el espacio presuntamente libre de una presunta espontaneidad: no ha:x leetura «natural», <<shlv~je»: la lectura no desborda Ja estrudura; esta sometida a ellai ti~ne necesidad . de ella, la respeta; pero t'ambien la pervier te.I'La lectura seria el gesto del cuerpo (pues, por supuesto, se l~e con el cuerpo), que, con un solo movimiento, establece su arden y :tambien lo p~rvierte: seria un suplerr:iento
· interior de perversion. · i
2. Rechazo
Hablando con propiedad, no puede decirse que yo me este interrogando sabre los avatares del deseo de lectura; en especial, no puedo contestar a esta irritante pregunta: .:por que los franceses de hoy en dia no tienen deseo de leer? .:Par que el cincuenta por ciento de ellos, seg1m parece, no leen nada? Lo que si puede entretenernos por un momenta es la huella de deseo -o de nodeseo- que queda en el interior de una lectura, suponiendo que ya haya sido asumida la voluntad de leer. Y antes que n'ada, los rechazos de la lectura. Se me ocurren dos de ellos.
El primero es el resultado de todos los constrefiimientos, so. ciales o interiorizados gracias a mil intermediarios, que convierten a Ia lectura en un deber, en el que el rnismo acto de leer esta determinado por una ley: el acto de leer, o, .si se puede llamar asi, el acto de haber leido, la m arca casi ritual de una iniciacion. No estoy por tanto hablando de las lecturas «instrumentales», las que son necesarias para la adquisici6n de un saber, de una tecnica, y en las que el gesto de leer desaparece bajo el acto de aprender: hablo de las lecturas <<libres,, que, sin embargo, es
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43 SOBRE LA LECTu~~
necesario haber hecho: hay que haber leido (La Princesa de Cleves, et Anti-Edipo) . .:De donde procede esa ley? De diversas autoridades, cada una de las cuales esta basada en valores, ideolodas: para el militante de vanguardia hay que haber leido a B;tairie, a Artaud. Durante largo tiempo, cuando la lectura era estrictamente eliti:Sta, habia deberes universales de lectura; supong~/que iel derrumbamiento de los valor es humanistas ha puesto fin tJhles deberes de lectura : han sido susti tuidos por deberes par tichlares, Iigados al <<papel» que el individuo se reconozca en la SOCiedad af:~Ual ; la ley de la lectura ya nO proviene de toda una eternid~d 'de cultura, sino de una autoridad, rara, o al menos enigm~t'ica, que .se situa en la frontera entre la Historia y la Moda. Lo/que quiero decir es que hay leyes de grupo, microleyes, de las que debemos tener el derecho de liberarnos. E s mas: Ia libertad die lectur a, por alto que sea el precio que se deba pagar par ella, h tam bien la libertad de no leer. i Quien sa be si ciertas casas no ise tr ansforman, quien sabe si algunas casas importantes no llegan a suceder (en el trabajo, en la historia del sujeto hist6rico~ no solamente como resultado de las lecturas, sino tambien como resultado de los olvidos de lectura: como resultado de las que podrian llamarse las despreocupaciones de la lectura? Es mas : en la lectu ra, el Deseo no puede apartarse, mal que les pese a las instituciones, de su propia negatividad pulsional.
Un segundo rechazo podria ser el de la Biblioteca. Por supuesto que no trato de contestar la institucion bibliotecaria ni de desinteresarme de su necesario desarrollo; solo trato, sencillamente, de reconocer la marca de r echazo que hay en ese rasgo fundamental e inevitable de la Bibiioteca publica ( o simplemente colectiva): su facticidad. La facticidad no es en si misma una via para el rechazo (no hay nada par ticularmente liberador en la Natur aleza) ; si la facticidad de la Biblioteca hace fracasar al Deseo de leer es por dos razones.
1. La Biblioteca, por su propio estatuto, y sea cual fuere su dimension, es infinita, en la medida en que (por bien concebida que este) siempre se situa mas aca 0 mas alla de nuestra demanda : el libro deseado tiene tendencia a no estar nunca en ella, y, sin embargo, se nos propane otro en su lugar: la Biblioteca es el espacio de los sustitutos del deseo; frente a la aventura de leer, ella representa lo real, en la medida en que llama al orden al Deseo: demasiado grande y demasiado pequefia siempre, es fun-
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damentalmente inadecuada al Deseo: para extraer placer, satisfacci6n, goce, de una Biblioteca, el individuo tiene que renunciar ala efusi6n de su Imaginario; tiene que pasar por su Edipo, por ese Edipo por el que no solamente hay que pasar a los cuatro an.os, sino en cada momenta de la vida en que se experimenta el deseo . En este caso, la ley, la castraci6n, es la misma profusion de libros que hay en ella., ,
2. La Biblioteca es un espacio que se visita pero no se habita. En nuestra lengua, de la que, no obstante, se afirma que esta , bien hecha, deberia haber dos palabras diferentes: una para el libro de Biblioteca, otra para el libro-cle-casa (pongamosle guiones : se trata de un sintagma aut6nomo que tiene como referente un objeto especifico); una palabra para el libro «prestado» , -a menudo a traves de un mediador burocratico o magistral-, . la otra para el libro agarrado, atrapado, atraido, elegido, como si . se tratara de un fetiche; una palabra para el libro-objeto de una duda (hay que devolverlo), otra para ellibro-objeto de un deseo , o de una necesidad inmediata (sin mediaci6n). El espacio domestico (y no publico) retira del libro toda su funci6n de «aparentar>> social, cultural, institucional (salvo en el caso de los cosycorners cargados de libr os-desperdicio). Bien es verdad que el libro-de-casa no es un fragmento de deseo totalmente puro: en general, ha pasado por una mediaci6n que no se distingue por particularmente limpia: el diner o; ha habido que comprarlo, y por tanto no comprar los demas; pero las casas son como son, el mismo dinero en si mismo es un desahogo, cosa que no es la Instituci6n: comprar puede ser liberador, tamar prestaclo seguro que no lo es : en la utopia de Fourier, los libros no valen casi nada, pero, sin embargo, han de pasar por la mediaci6n de algunos centimos: estan envueltos en un cierto Dispenclio, '·Y es por eso por lo que el Deseo funciona : porque hay algo que se desbloquea.
3. Deseo
c: Que es lo que hay de Des eo en la lectura? El Deseo no puede nombrarse, ni siquiera (al reves que la Necesidad) puede decirse. No obstante, es indudab1e que hay un erotismo de la lectura (en la lectura, el deseo se encuentra junto a su objeto, lo cual es
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I 1 :·:
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una definicion del erotismo ). Sobre este erotismo de la lectura quiza no hay un ap6logo mas puro que aquel episodio de En busca del tiempo perdido, en que Proust nos muestra al joven Narrador encerrandos~ en los retretes de C~mbray para leer (para no ver sufrir a su a1)~ela, a quien, en brOJlna, le han contado que su marido va ~ beber conac ... ): «Me subih a llorar a lo.
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mas alto de I l -: i l : ·
la casa, junto q.l tejado, a una habitacioncita que e!:\tp.ba al lado de_la sala q~.: ;'~sfu?1. io, q~e olia a lirio: y\·que estab~ ar?1mad'a, ademas, por ~1 fe,:rfume ae un grosellen~ que crec1a afuera, entre las piedras' 'd~l !tnhro, y que introducia hma rama de flares por la entreabierta ~d~tima. Este cuarto, que estaba destinado a un uso mas especial! y yulgar, y desde el cual se dominaba durante el dia claro basta ~1 tdn!e,6n de Roussainville-le-Pin, me sirvi6 d~ refugio mucho tiernpo' sin . dud a por· ser el unico don de podia enc~rrarme con llave para aquellas de mis ocupaciones que exigian' una soledad invio~abl~ : ia lectura, \ el 'ensuefio, el llanto y la vpluptuo-.d d 1 ·'' : \ I s1 a ». li , ~
Asi pues!, la lectuta desea;te aparece marcada por ctds rasgos que la fundamentan. Al encerrarse para leer, al hacer de la lectur a un estado absolutamente apartado, clandestino, en el que r esulta abolido el mundo entero, el lector -el leyente- se identifica con otros dos seres humanos -muy pr6ximos entre si, a decir verdad- cuyo estado r equiere igualmente una violenta separaci6n: el enamorado y el mistico; de Teresa de Avila se sabe que haCia de la lectura un sustituto de la oraci6n mental; y el enamorado, como sabemos, lleva la marca de un apartamiento de la realidad, se desinteresa del mundo exterior. Todo esto acaba de confirmar que el sujeto-lector es un sujeto enteramente exiliado bajo el registro del Imaginario; toda su economia del placer consiste en cui dar su relaci6n dual con el libro ( es decir, con la Imagen), encernindose solo con el, pegado a el, con la nariz meticla clentro del libra, me atreveria a decir, como el nino se pega a la madre y el Enamorado se queda suspendido del rostra amado. El retrete perfumado de lirios es la clausura misma del Espejo, el lugar en que se produce la coalescencia paradisfaca del
sujeto y la Imagen ( el libro) . El segundo rasgo que entra en la constituci6n de la lectura
deseante -y eso es lo que nos dice de manera explicita el episo-
1. Paris. Gallimard, «Bib!. de la Pieiade>>, I, 12.
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DE LA CIENCIA A LA LITERATURA 46
dio del retrete- es este: en la lectura, todas las conmociones del cuerpo estan presentes, tnezcladas, enredadas : la fascinaci6n, la vacaci6n, el dolor, la voluptuosidad; la lectura produce un cuerpo alterado, pero no troceado (si no fuera asi la lectura no dependeria del Imaginarfo) . No obstante, hay algo mas enigmatico que se trasluce en la lectu~a, en la interpretacion del episodio
I ! I .. ' . . proustiano: la lectura - Ip, yd~i.:lptuosidad de leer- parecei te:J?.er alguna relaci6n con la a:iilili'dad; una misma metonimia p.· arece
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encadenar la lectura, el · excremento y -como ya vimos- el di:riero. I i. i i'
il ) ' y ahora -sin salir del :gabinete* de lectura- , la siguiente
pregunta: ( es que existen,' aca·so, diferentes placeres de la lectura?, c:es posible una tipologia/ de ;estos placeres? Me parece a ~i que, en todo caso y por lo mbnos, hay tres tipos de placer de !la lectura o, para ser mas precibo, tres vias por las que la Imag~n de lectura puede aprisionar ~1 sujeto leyente. En el primer tipo, el lector tiene una relaci6n fetichista con el texto lei do: extrae placer de \Jas palabras, de ciehas combinaciones de palabras; en el texto se dibujan playas e islas en cuya fascinaci6n se abisma, se pierde, el sujeto-lector: este seria un tipo de lectura meta£6-rica o poetica; para degustar este placer, ( es necesario un largo cultivo de la lengua? No esta tan claro: basta el niiio pequeiio, durante la etapa del balbuceo, conoce el erotismo del lenguaje, practica oral y sonora que se presenta a la pulsion. En el segundo tipo, que se situa en el extreme opuesto, el lector se siente como arrastrado hacia adelante a lo largo del libro por una fuerza que, d e manera mas o menos disfrazada, pertenece siempre al orden del suspenso: ellibro se va anulando poco a poco,·y es en este desgaste impaciente y apresurado en donde reside el"placer; por supuesto, se trata principalmente del placer metoni:r;nico de toda narraci6n, y no olvidemos que el propio saber o la idea pueden estar narrados, sometidos a un movimiento con suspenso; y como este placer esta visiblemente ligado a la vigilancia de lo que ocurre y al desvelamiento de lo que se esconde, podemos suponer que tiene alguna relaci6n con el acto de escuchar la escena originaria; queremos sorprender, desfallecemos en Ia espera: pura imagen del goce, en la m edida en que este no es del orden de la satisfacci6n. En sentido contrario, habria que hacerse
* Hay un j u ego de p alabras con cabinet, que antes ha significado «retrete». [T.]
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preguntas tambien sobre los bloqueos, los ascos de lectura: (por que no continuamos con un determinado libro?, (por que Bouvard, cuando decide interesarse por la Filosofia de la Historia no ·eS capaz de «acabar el celebre Discours de Bossuet»? 2 (De quien es la culpa?, (de Bouvard o de B ossuet? c:Existen unos mecanismos de atracci6n universales ?, ( existe uria 16gica erotica de la Narraci6n? EI Analisis estructural del relata tendria que plantearse el p!roblema del Placer: me parece que hoy dia tiene los medios para ella. Por ultimo, hay una tercera aventura de la lectura (llamo aventura a la manera en que el placer se acerca al 1ector): esta es, si asi puede llamarsela, la de la Escritura; la lectura es buena conductora del Deseo de escribir (hoy ya tenemos 1a seguridad de que existe un placer de la escritura, aunque alli1 nos resulte muy enigmatico); no es en absoluto que queramos esClibir forzosamente como el autor cuya lect.ura nos complace; lo que deseamos es tan solo el deseo de escribir que el escritor na tenido, es mas : deseamos el deseo que el autor ha 'tenido del lector, mientras escribia, deseamos ese dmame que reside en toda escritura. Esto es lo que tan claramente ha expresado el .escritor Roger Laporte: «Una lectura pura que no este llamando .a otra escritura tiene para mi alga de incomprensible ... La lectura de Proust, de Blanchot, de Kafka, de Artaud no me ha dado ganas de escribir sabre esos autores (ni siquiera, aiiado yo, como e llos), sino de escribir.>> Desde esta perspectiva, la lectura resulta ser verdaderamente una producci6n: ya no de imagenes interiores, de proyecciones, de fantasmas, sino, literalmente, de tra.bajo: el producto (consumido) se convierte en producci6n, en promesa, en deseo de producci6n, y la cadena de los deseos comienz3 a desen cadenarse, hasta que cada lectura vale p or la es.crjtura que engendra, y asi basta el infinito. Este placer de la producci6n ces elitista, esta reservado tan solo para los escritores virtuales? T odo, en nuestra sociedad," sociedad de con sumo, y no de producci6n, sciciedad del leer, del ver y del oir, y no so·Ciedad del escribir, del mirar y del escuchar, todo esta preparado para bloquear la r espuesta: los aficionados a la escritura son .seres dispersos, clandestinos , aplastados por mil presiones.
Se plantea ahiun problema de civilizaci6n: pero, por lo que a mi r especta, mi convicci6n profunda y constante es que ja-
· 2. Paris. Gallimard, «Bib I. de la Ph!iade», pag. 819.
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DE LA CIENCIA A LA LITERATURA 48
mas sera posible liberar la lectura si, de un solo golpe, no liberamos tambien la escritu.ra.
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. UJ eto ,; 1, ! ;: . :: . :
Mucha, y mucho antes de la a~abciob. del Ana.lisis estructural, se ha discutido acerca de los difeten~e. sf·. pun. tos de vista que ruede tamar un autor para relatar!i1
1m1 historia (o, simplem9nte, para enunciar un texto). Una m~r;.er~ ~e incorporar al lect~r a una teoria del Analisis de la Narra~ion, o, en un sentido mas I f . .
amplio, a una Poetica, seria cons~de)rcir que el tambien ocupa un punta de vista (o varios sudesi~amente) : dicho en otras palabras, t ratar al lector como J ~ln. personaje; hacer de el 1,mo de los personajes (ni siqui~ra \torzosamente Lmo de los privilegiados) de la ficcion y I o . ctel'' Texto. La tragedia griega ya hizo una demostraci6n: el l~cto:r es ese persd,naj~ que esta en la escena (aunque sea de manera clandestina) y que es el Un.ico en oir lo que no oyen todos y cada uno ; de los interlocutores del dialogo; su escucha es dob le (y por tanto virtualmente multiple). Dicho en otras palabras, el lugar especifico del lector es el paragrama, tal y como se convirtio en la obsesion de Saussure (c acaso no sentia como se estaba volviendo loco, el, el sabio, por ser, el solo, el u nico y plena lector?): una «autentica» lectura, una lectur a que asumiera su afirmaci6n , seria una lectura loca, y no por inventariar sentidos improbables ( «contrasentidoS>> ), n o por ser << delirante», sino por preservar la multiplicidad simultanea de los sentidos, de los pw1tos de vista, de las•,estructuras, como un amplio espacio que se extendiera fuera de las leyes que proscriben la contradicci6n (el «Texto» seria la propia postulaci6n de este espacio ).
Imaginarnos un lector total -es decir, totalment e m ultiple, paragramatico- tiene quiza la u tilidad de permitirnos entrever lo que se podria llamar la Paradoja del lector : comunmente se admite que leer es decodificar: letras, palabras, sentidos, estructuras, y eso es incontestable; pero acumulando decodificaciones, ya que la lectura es, por derecho, infinita, retirando el frena que es el sen tido, poniendo la lectura en rueda libre (que es su vocaci6n estructural), el lector resulta atrapado en una inversion dialectica: finalmente, ya no d ecodifica, sino que sobre-codifica;
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49 SOBRE LA LECTURA
ya no descifra, sino que produce, amontona lenguajes, se deja atravesar por ellos infinita e incansablemente: el es esa travesia.
Ahora bien, esa es exactamente la situaci6n del individuo humano, al menos tal cpmo la epistemologia psicoanalit ica intenta comprenderla : un individuo que ya no es el sujeto pensapte de la :filosofia idealista / sino/ mN;1 bien alguien privado de tod~ unidad, per dido en el doble ~~~conocimiento de su inconsciente y q~ su ideologia, y sostepienaose' tan solo gr9-cias a una gran pa'vada de . '' . - :•/
lenguajes . Con e~to quiero fiecir que el lector es el individuo en su totalid;:cd, que!el campo 1de lectura es el de la absoluta subjet ividad (en el sen'tido Ida terialista que esta vie j a palabra idealista puede tamar d~ ahara/ en adelante) : toda lectura procede de un sujeto, y no esta separada de ese sujeto mas que por m~diaciones escasas y tenue~ , e~ aprendizaje de las letras, unos cuahtos protoc.olos ret6ricos, masj alla de los cuales, de inmediato, e~ sujeto se vuelve a encontrar[consigo mismo en su estructura pr6pia, individual: va sea deseante, va perversa, o p aranoica o imas6na-
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ria, 0 neur6tica; y, pOT I SUpUeStO, tambien en SU estructura \ hist6rica: alienado por la ideologia, por las rutinas de · los codigos.
Sirva esto para indicar que no es razonable esperar una Ciencia de la lectura, una Semiologia de la lectura, a menos que podam os concebir que llegue un dia en que sea posible -contradicci6n en los terminos- una Ciencia de la Inagotabilidad, del Desplazamiento infinito : la lectura es precisamente esa energia, esa accion que capturara en ese text o, en ese libra, exactamente aquello «que no se deja abarcar por las categorias de la Poetica» ;3 la lectura, en suma, seria la hemorragia permanente por h que la estructura -paciente y u tilmente descrita por el Analisis estructural- se escurriria, se abriria, se perderia, conforme en este as- ,..' pecto a todo sistema 16gico, que nada puede, en defini tiva, cerrar; y dejaria intacto lo que es necesario Hamar el movimiento del individuo y la historia: la lectura seria precisamente el lugar en el que la estructura se trastorna.
Escrito para la Writing Conference de Luchon, 1975. Publicado en Le Fraru;ais aujourd'hui, 1976.
3. Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Dictionnaire encyclopedique des sciences du langage, Paris, E d. du Seuil , col. «Points», 1972, pag. 107.