barbarie natural fotos del desierto y discusión del archivo nacional en la campaña argentina

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  • 7/21/2019 Barbarie Natural Fotos Del Desierto y Discusin Del Archivo Nacional en La Campaa Argentina

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    TITLE:Barbarie natural: fotos del desierto y discusin del archivo nacional en la campaaargentina (1878-1882)

    AUTHOR:Carina GonzlezAFFILIATION:University o FloridaABSTRACT: Tis essay explores the ideological construction of the argentine desert within the so

    called War of the Border (1879-1882). Troughout the analysis of written documents that de-fine the discursive appropriation of this territory and with a series of images provided by two

    photographical albums from the nineteen century, we examine the role of technology in the con-struction of a national archive. As the instrumental arm of the progress, technology consolidatesthe united imaginary of what is desirable for the Nation but, at the same time, it marks a disrup-tion that makes evident the artificial structure of its cohesion. Te examined texts include writtendocuments from different fields like sciences, politics, and literature that support the ideology of80s generation (La conquista de las quince mil leguas by Estanislao Zeballos, Relatos de fronterabyAlfred Ebelot and the autobiographical stories of Lucio V. Mansilla) as well as photographs takenby Antonio Pozzo in the Te Conquest of the Desert lead by Roca in 1879 and the images takenby Pedro Morelli in 1882 as part of the scientific expedition of Encina and Moreno.

    KEYWORDS:Conquest o desert, Roca, National Archives, war photography, nineteenth century,80s Generation

    RESUMEN:Este ensayo explora la construccin ideolgica del desierto argentino en el contexto dela guerra de fronteras (1879-1882). A partir del cruce de documentos escritos que se apro-pian del espacio discursivo del desierto para dominarlo y medirlo, y a travs de una serie deimgenes provenientes de dos lbumes fotogrficos del siglo XIX, se examina la funcin dela tcnica en la construccin del archivo nacional. Como el brazo instrumental del progreso,la tcnica consolida la unidad del imaginario deseado para la Nacin pero, al mismo tiempo,seala los desajustes que conspiran contra la propia cohesin del proyecto. Los textos analiza-dos proceden del campo cientfico, literario y tcnico que sentaron las bases ideolgicas de lageneracin del 80: La conquista de las quince mil leguasde Estanislao Zeballos, los Relatos dela fronterade Alfred Ebelot y las digresiones autobiogrficas de Lucio V. Mansilla, adems de

    las fotografas tomadas por Antonio Pozzo en la campaa de Roca (1879) y por Pedro Morellien la expedicin de los agrimensores de la compaa Encina-Moreno (1882).

    PALABRASCLAVE:campaa al desierto, Roca, Archivo Nacional, otograas de guerra, siglo XIX,Generacin del 80

    DATERECEIVED:09/28/2011DATEPUBLISHED:05/30/2012BIOGRAPHY:Carina Gonzlez is Assistant Proessor at the University o Florida. She earned

    her Ph.D. at the University o Maryland where she specialized in twenty century LatinAmerican Literature and Literary Teory. Her most recent articles and reviews appeared inacademic journals such as Hispamrica, Variaciones Borgesy Revista de crtica literaria lati-noamericana. She has extensively worked on migration writings, exile and Southern Conewriters such as Wilcock, Levrero and Copi. Her current research ocused on eccentric nar-ratives that stand in contraposition to the idea o community.

    ISSN: 1548-5633

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    Barbarie natural: fotos del desierto

    y discusin del archivo nacional en lacampaa argentina (1878-1882)

    Carina Gonzlez, University of Florida

    Domingo Faustino Sarmiento, deen-sor del liberalismo que alimenta el perodoposterior a la Revolucin de Mayo, institucio-

    naliza el aparto epistemolgico que intentaexplicar las contradicciones de la incipienterepblica Argentina. A partir del axioma ci-vilizacin y barbarie acuado por el estrate-ga criollo, el espacio nacional parece quedaratrapado en esta rmula en donde los dosextremos se contaminan generando unaamalgama dicil de sortear para los recinormados gobiernos. En sus varias ormas deaparicin, la barbarie ocupa la naturaleza, eldesierto y los grupos indgenas a los cuales

    se les niega cualquier estatuto poltico. Estastres entidades atraviesan una zona territorialque constituye el campo de batalla ideolgicoy espacial sobre el que se construye la Nacin.Con esta poltica de ocupacin, el poder so-berano avanza sobre el desierto para unificarel territorio y eliminar su auera, extendiendola lnea de ronteras y reduciendo al indgenacon la intencin de adosar la pampa entera ycolmar su lmite hacia el oeste. De esta mane-

    ra, la civilizacin avanza sobre la barbarie enla delimitacin de la alteridad radical y racialdel indgena inaugurando una dinmica dedominacin que evoluciona hasta el extermi-nio. Ya no se trata de la visin romntica endonde el Otro es percibido desde la seduccindel exotismo sino de un avance civilizatoriosobre la rontera argentina que ubica al indiouera de la racionalidad ciudadana deseadapara la nacin.

    En este sentido la construccin simb-

    lica del desierto atraviesa dierentes instan-cias de legitimacin que se colocan al serviciodel proyecto civilizador orientado por una

    modernizacin autoritaria que oper, sobretodo, en las normas del Estado liberal quealcanza a plasmarse durante la generacin

    del 80, con la presidencia de Julio ArgentinoRoca.1La transormacin del desierto en unterritorio nacional implica una estrategiade significacin anclada en la manipulacinpoltica que el Estado, en conjuncin con losprincipios del capitalismo regido por el ordende una modernidad que es en estas tierrastodava proyecto, ejerce sobre la opinin y laconstruccin de un sujeto ciudadano.

    El desierto se transorma, entonces, enun arteacto discursivo de imgenes y de tex-

    tos que se entrelazan para crear el vaco, unarepresentacin terica que justifica la con-quista y la apropiacin de tierras ignorando laexistencia del desierto pre-civilizado de losnmades. El vaco, esa virginidad preparadapara el encuentro del conquistador, es unaconstruccin artificial que la nacin se esme-ra en orecer para incorporar este territorioal flujo del mercado. Como seala acertada-mente Fermn Rodrguez en Un desierto para

    la Nacinno hay espacios vacos: ue la conti-nua superacin de la rontera lo queconvirti un espacio en vaco, abiertoa la conquista y a la representacinpor ficciones territoriales que, saltan-do por encima del lmite entre las pa-labras y las cosas, hicieron lo que susenunciados decan. (14)

    Apelando a la ausencia poltica del indio, el

    Estado-Nacin se proyecta sobre el territorioejecutando las rdenes del progreso y demos-trando que la presencia indmita del salvaje

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    no es suficiente para contrastar el espacioterico amparado en el cruce de los discursoscientficos, polticos y econmicos. De estamanera, la civilizacin avanza sobre el ondode la nada, sobre un espacio que, primero sevaca de indios a travs de la conquista, yluego se estudia a travs de la agrimensurapara poblar de inmigrantes.

    En este proceso undacional, en el queel desierto es smbolo de una carencia, la tec-nologa juega un papel decisivo no slo en lainmediata aplicacin de la campaa militarsino en el posterior relevamiento del terreno

    ahora s recuperado para la nacin. En pri-mera instancia, el vaciamiento del desierto, selleva a cabo instrumentalizando lo que DavidVias claramente design como la trinidadsagrada, una divinidad moderna que imponeal hombre un nuevo Dios tecnolgicoel Re-mington, el errocarril y el telgraoy quedirige la estrategia de guerra. En una segundaincursin y una vez conseguida la victoria mi-litar, la campaa mostrar su costado cient-fico a la hora de asegurar la utilidad del terri-torio en base a los servicios que puede prestaral progreso. El recorrido exploratorio quesustituye a las escaramuzas de guerra est en-carnado en la mirada cientfica que mide y re-conoce un desierto apropiado para la nacin.Cerrando la serie tecnolgica que acompaael objetivo poltico, esa garanta civilizatoriaque busca validar el principio capitalista de laproduccin (produccin econmica y aprove-chamiento del suelo pero tambin produccin

    de sentidos), es acompaada por la certeza depresenciar un acto de fundacin que merecey necesita de un archivo que lo perdure. Ahla tecnologa vuelve a mostrar su eficacia enlas formas de reproduccin y documentacinque, de la mano de las fotografas, nos otorganuna imagen para el desierto.

    Para organizar las consecuencias sim-blicas de esta incursin artificial superpues-ta a la naturaleza brbara del desierto, es ne-cesario detenerse en los periodos histricos

    que registraron las estrategias de conquistay las ormas tecnolgicas que tuvieron a car-go su documentacin. Dos momentos y dos

    lbumes otogrficos certifican el proceso.Antonio Pozzo, otgrao independiente sos-tiene, mediante su incursin proesional, lamirada testimonial de la campaa de Roca en1879. Ms adelante, en 1882, Pedro Morelli,acompaa a los agrimensores de la compaaEncina Moreno en el viaje de relevamientooficial que pretende documentar el mismo re-corrido, ahora s, recuperado como territorionacional. Estos lbumes avalan la unificacinsimblica del desierto que pasa de ser natu-raleza vaca e indmita a encarnar un espa-cio productivo de civilizacin. Paralelamente,

    un conjunto de documentos escritos reseanla campaa a partir del testimonio, discursosoficiales y tambin ficciones que tienen al de-sierto como objeto de representacin. La lla-nura, ese territorio vaco que se nombra en eldesierto es, en estos textos, un signo esquivoque negocia sus propias formas de sentido enlas relaciones de poder que se establecen entrelos sujetos que escriben y la autoridad polti-ca. La representacin del territorio que correa travs de estas dos lneas, una que se escribeen letras de molde y otra que se imprime en laiconografa de la imagen, enmarcan el paisajedisipando la inmensidad, cercando a la barba-rie e imponiendo sus lmites. No se conformancon narrar el desierto sino que se derramansobre sus confines en la bsqueda de una na-turaleza exuberante que pueda ser productiva.De esta manera, llevar la lnea de fronterashasta el Ro Negro implica, ganarle al desierto,transformando la naturaleza salvaje en paisaje

    productivo, sustituyendo la escasez de agua,de cultivos y de fuerza de trabajo por una tie-rra prometida; la pampa hmeda, la fertilidady los campos de futuras siembras.

    Sin embargo, tanto la empresa visualcomo los textos que la acompaan, no logranocultar la presencia de un desierto que persis-te en otro plano, una

    cartograa latente hecha de movi-

    mientos turbulentos y migraciones delnea, [que] trabaja las representacio-nes, abriendo en el discurso espacia-lizaciones nebulosas y distribuciones

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    nmadas que rechazan cualquier cla-sificacin o taxonoma. (Rodrguez17)

    Esta cartograa superpuesta es la que se re-gistra subrepticiamente en el uera de cam-po de las otos o en las digresiones textualesque siembran la duda con respecto al pro-yecto civilizador. Involuntariamente, estasrepresentaciones plasman la contradiccinpermanente que socava la imagen homog-nea del paraso productivo abandonado a labarbarie. A pesar de las consignas que se repi-ten, espacios donde la humanidad est ausen-te, confines inexplorados, naturaleza infinita,las otos y los intersticios textuales, resaltanuna brecha que supone la ineficacia del apro-vechamiento. A contracorriente de su volun-tad, apoyar la mirada civilizadora del Estadoliberal, la tcnica introduce en el archivo elgermen de la duda mostrando una naturalezaque se resiste a la asimilacin.

    Para entender esta doble cartografa,habra que comenzar por diferenciar la tarea

    escrupulosa del Estado que, de la mano delejrcito, impone lmites y clasificaciones, porsobre las lneas de fuga nmades; el fluidoconstante por donde el desierto se escapa. Si-guiendo la lnea establecida por Juan Manuelde Rosas, quien inaugura la veta criolla de laguerra agresiva contra el indio en su campa-a de 1833, el Estado Liberal representadopor Roca inicia la guerra ofensiva aplazadapor Adolfo Alsina y su plan de ocupacin

    gradual.2

    En 1878, el joven comandante dela frontera Sud de Crdoba concibe un plande operaciones en el que justifica la erradi-cacin del indio a partir de un plan de lim-pieza que adquiere la forma de la lucha decuartel. As,

    desconociendo a los pueblos de lapampa como nacin y privndolosde su estatuto poltico, Roca preparael campo de enunciados que, aco-

    plados a las novedades tcnicas quemodernizan el ejrcito, hicieron dela conquista una simple y llana batidapolicial. (Rodrguez 384)

    Junto al estratega militar, Estanislao Zeballosredacta en 1878 La conquista de 15000 leguas,especie de panfleto poltico escrito apresura-damente como arma de convencimiento paraproveer los argumentos necesarios y con-seguir los ondos que financian la empresamilitar de Roca. Esta nueva concepcin dela guerra, impone una necesaria lucha contrala barbarie y articula la conquista del desier-to como espacio que debe ser conquistadoy redimido. Junto al exterminio masivo delos pueblos indgenas, el Estado avanza enla conquista de un terreno que no es an el

    apropiado para la nacin porque no ha sidorevelado. Lisa como un mar, la pampa semueve; cartografiarla es tan dicil como que-rer describir el principio de incertidumbreque a niveles invisibles agita una ola (Ro-drguez 372). Esta empresa de exploracin,aparentemente imposible es puesta en prc-tica para consolidar la presencia de la nacinsobre el territorio. Con este objetivo, trans-ormar el desierto en material asimilable a lacivilizacin, la razn instrumental del Estadoencomienda a los agrimensores y explorado-res europeos la tarea de reconocimiento. Yadesde el plan deensivo de Alsina, el ingenierorancs Alred Ebelot contratado por el mi-nistro de guerra para disear la zanja de con-tencin que pretenda controlar la rontera,interviene ahora para elaborar la imagen car-togrfica de la Pampa.3De alguna manera, lacampaa militar no avanza sola, la conquis-ta del desierto no termina con el triuno de

    las tropas sino con la reconstruccin de unanaturaleza asegurada por la mirada cientficacapaz de realizar el diagnstico y de ver msall del presente brbaro que parece resistirsea la apropiacin. As, apoyada en su materia-lidad instrumental, la tecnologa acompaacada ase de las excursiones al desierto.

    Alfredo Ebelot abre su relato sobre lacampaa al Ro Negro con una singular me-tfora alimenticia: Se dice que el apetito

    viene comiendo.4 Esta gula insaciable ex-plica la urgencia por reafirmar los avancesobtenidos en la guerra contra el indgena y,por extensin, la victoria sobre la conquista

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    Sin embargo, lo que importa no es leer la con-ciencia oficial de estos documentos que afloraen el tono heroico de su retrica y en el des-pojamiento sobrio de la ciencia sino explorarel lugar de sus contradicciones y desajustes,buscar la lgica que lo anarquiza.

    Por otro lado, este cuerpo de materiaescrita se articula con otra serie que ubicalas tecnologas de impresin en el auera dela imagen. En esta instancia, las otograastomadas por Antonio Pozzo en la misma ex-pedicin al Ro Negro (1879), y por PedroMorelli en el viaje de medicin al territorio

    nacional del Neuqun y el Limay (1882), con-tinan la ase de numeracin y nominacindel desierto iniciada por el impulso cartogr-fico de Sarmiento, pero adems sealan lascontradicciones que marcan una batalla dis-cursiva sobre la naturaleza, es decir, la luchasimblica por la apropiacin de un sentidopara el desierto y su conquista.

    Fortn Salado (Pozzo)9

    Se sabe que la relacin entre la palabra y la ima-gen no es nica ni transparente. Esta ambige-dad comparte con el archivo los riesgos de unadesarticulacin constante y pone en evidencia

    la fragilidad de su orden. La fotografa comotcnica recin nacida a la utilidad histricase erige como soporte visual del archivo, do-cumento que apuntala y refuerza su poder deconsignacin. Sin embargo, en la articulacininvoluntaria del sujeto y la cmara, en el uso delencuadre y la perspectiva, se anuncia la pul-sin de muerte, esa misma energa que trabajacontra sus propios objetivos y que evidencia lainestabilidad de la constelacin total.

    Para entender cmo acta la pulsin demuerte, (o la presencia de esa cartograa ob-turada por el discurso oficial), hay que regre-sar al desierto y sus apropiaciones. En el caso

    que nos ocupa, la cohesin del archivo de laguerra de ronteras se arma en torno al ima-ginario de lo que signific ese espacio para laNacin. Por ello, la retrica oficial discutirlos elementos que lo orman imponiendo unamirada hegemnica que ubica cada elementoen su justo lugar: el desierto ser sublimadoen la naturaleza, definida a partir de la vaste-dad y la utilidad del territorio, pero ademsestar animado a travs de los sujetos que loatraviesan, el indio barbarizado en la formacorporal del maln, las tropas desorientadasen su mestizaje cultural y la zaga cientfica que

    le otorga la economa del reconocimiento. Elltimo dispositivo est encarnado en la guerramisma justificada como la solucin decisivaal problema del indio y entendida como unamaquinaria que se articula a partir de la inno-

    vacin tecnolgica: la implementacin con-junta del telgrafo, el tren y el fusil Reming-ton. As lo destaca Zeballos en la exposicinde las estrategias que deben seguir las tropaspara llevar a cabo la guerra ofensiva.

    El poder militar de los brbaros est to-talmente destruido, porque el reming-ton le ha enseado que un batalln de larepblica puede pasear la pampa entera,dejando el campo sembrado de cadve-res de los que osaran acometerlo. (325)

    Esta poltica de exterminio unciona al ampa-ro de la tcnica ya que las tropas adquieren unpoder mayor de intervencin capaz de neu-tralizar la movilidad del enemigo superando

    ampliamente las estrategias de los nmades.

    Carhu, Mayora. (Pozzo)

    La singularizacin de estos elementos dentrodel archivo no es inocente ya que, como cor-pus oficial, tiende a ormar una sincrona que

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    articula la unidad de toda configuracin. Unade ellas, como ya ha sido sealado, es la crea-cin de un vaco que contrasta con la vastedaddel desierto y lo hace apropiable. Esta fuerzacentrpeta supone el reconocimiento de ras-gos comunes que constatan la alianza. Junto al

    vaco del desierto, los textos escritos y visualesse esfuerzan por sostener la homologacin delcampo semntico de la barbarie, en la cual elindgena y el desierto confabulan contra el es-pritu de la ciencia. Sin embargo, las diferenciasexisten como amputaciones, son las partes queel archivo archiva en el campo flotante de la re-

    presin y que regresan, de forma involuntaria,de la mano de la reproduccin tecnolgica.Pero antes de perseguir las marcas de

    estas desviaciones (que slo pueden percibir-se a contraluz de la amalgama de semejanzasque las oculta) se deben reconocer los acuer-dos instituidos para homogeneizar el desierto.En primer lugar, es importante identificar lasgeopolticas de la naturaleza (Nouzeilles) quedesde la conquista siguen dirigidas por unamirada imperial. A partir de la consolidacindel Estado americano, el ejrcito impone sugeografa poltica y avanza sobre el desiertopara conquistar y conocer. Ideolgicamente,la naturaleza se percibe dentro de los postu-lados de las ciencias modernas basados en larazn cientfica y el clculo comercial. Se tratade territorializar el desierto para imprimirleuna voluntad poltica que le entregue a la ac-cin redentora del hombre, quince mil leguasde tierra en una de las regiones ms frtiles y

    encantadoras del planeta (Zeballos 22, nfa-sis nuestro). La intencin de la cita es borrar eldesierto y proyectar sobre su escasez la nuevarealidad de la pampa hmeda. De esta manera,la ciencia corrige la perspectiva del desierto,cambia la versin de un territorio inhspitopor la descripcin de un suelo prodigioso aptopara la colonizacin. Sin embargo, esta ardien-te promesa encuentra dificultades a la hora deposar ante la cmara que intenta atrapar la fe-cundidad anunciada. Qu es lo que se percibedesde el obturador mecnico de la mquina?Cmo entra el espacio infinito del desierto enel marco limitado del encuadre?

    Desde la perspectiva otogrfica, las to-mas de Pozzo ponderan el espacio a partir dela inmensidad. El campamento, los ortines,las tropas se enlistan en la lnea del horizonte,en contrapunto con los pastizales y arbustos;pero la extensin del desierto, la amplitud deluera de campo, ocupa casi toda la escena.

    Lartola- campamento. (Pozzo)

    odas las imgenes son vistas panormicas endonde predomina la distancia y el ensancha-miento. La direccin principal de la miradaapunta al horizonte lejano en donde el sujeto sepierde como parte del paisaje de la carencia. Estageografa sin atributos, como la denomina Pao-la Corts-Rocca en su estudio sobre las mqui-nas fotogrficas del siglo XIX, afianza el vaco,subrayando el espacio infinito donde toda me-dida es intil. Pero an la falta tiene una maneraescondida de imprimirse en el papel a travs delas simetras y las repeticiones que Pozzo desta-ca en cada una de las tomas. Incapaz de percibirlas seas que identifican el espacio, aquellas quelo distinguen de otros territorios, el fotgraforepara nicamente en la mecnica de la repeti-cin que todo lo iguala. Homologada con el in-

    finito, la pampa, es un desierto sin marcas, unespacio carente de singularidad, al cual se le hanextrado todas sus diferencias. En oposicin alnmade que hace del desierto su hbitat recono-ciendo sus pliegues, la tecnologa lo neutralizaobturando las divergencias. La identidad otor-gada por el indio o el baqueano se asienta en unespacio poblado de referencias particulares; porel contrario, la cmara oscura aplana la mirada yuniformiza el espacio creando un vaco que es,desde ese momento, ocupable.11

    En las otograas, la contemplacin deesa pampa infinita traduce un sentimiento dehostilidad. La tcnica de impresin atrapa el

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    instante, eterniza el tiempo y trata de conser-var aquello que, desde lo sublime, subyuga elalma. Pero la repeticin de los ngulos, de laperspectiva y la distribucin persistente de loselementos en cada toma (la composicin tc-nica de la imagen) demoniza el espacio conce-dido a la civilizacin. Se trata de aquello que,desde el psicoanlisis, aparece perfilado en lacompulsin de la repeticin, una serie que ins-cribe el hecho doloroso o patolgico en la ne-cesidad de reproducirlo, repitiendo todos sussntomas. Por eso, el vaco de la primera foto,la espacializacin de una pampa inmensa que

    puede calmar la mirada se transforma en unespacio siniestro, donde lo reprimido regresapara negar el espacio productivo que se intentaretratar. No se trata nicamente de la prdi-da del aura de una foto nica imposibilitadapor la mecnica de la reproduccin sino dela angustia desesperante de un vaco repetidoen todo el lbum. Por eso, es el lbum (y nola foto) el verdadero documento que registrala expedicin. De esta manera, el desierto dePozzo esconde la semilla de una naturalezahostil que todava se resiste a ser conquistada.Estas tomas crean un vaco ocupable comomercanca pero su repeticin desmiente ines-peradamente las virtudes de la tierra producti-

    va y generan una agorafobia poltica que niegalas intenciones benficas del aliado de Alsina.12La razn tecnolgica traiciona la intencin ci-

    vilizadora ya que este vaco abrumador parececorroborar que la Pampa era inhabitable yque slo los indios podan vivir en ella (Ebe-

    lot 218). Esta misma grieta por donde se es-capa la productividad de la tierra es percibidapor la mirada cientfica de Ebelot que desacre-dita el objetivo econmico de la expedicin ensu relevamiento topogrfico:

    Del valle del ro es suficiente decir queson tierras de aluvin y se sabe lo queesto significa. Las mesetas que lo bor-dean, compuestas de depsitos ms an-tiguos, presentan un aspecto poco atrac-

    tivo. Pertenecen a terreno patagnico, esdecir, que la arena domina, y como laslluvias son raras, la impresin de aridezy de sequa es sobrecogedora. (255)

    En esta cita, la evaluacin econmica mani-fiesta un desencanto similar al reproducidoen las otograas.

    Fuerte Argentino-Campamento Nueva Roma.

    (Pozzo)

    Desde otra narrativa desligada del co-nocimiento cientfico, la secuencia que mues-tra a la naturaleza todava indmita persisteen las digresiones anecdticas de Mansilla.En sus aventuras tierra adentro, la pampaes un enigma que el hombre civilizado debeaprender a descirar. Repitiendo la perspecti-va de las otos de Pozzo el coronel describe elterritorio a partir de sus estras:

    En la Pampa no hay ms camino.

    Apartarse de ellos un palmo, salirse dela senda, es muchas veces un peligroreal porque no es difcil que ah mis-mo, al lado de la rastrillada, haya unguadal en el que se entierren caballo y

    jinetes enteros [...]. La Pampa est lle-na de estos obstculos. (Ranqueles 22)

    al vez por eludir los lugares comunes de esteimaginario, Mansilla no abunda en descripcio-nes del terreno sino que prefiere condensar la

    imagen de la naturaleza en los elementos queescapan del paisaje, como si tuviera necesidadde narrar siempre el fuera de campo. Su ver-sin del desierto como enemigo de la civiliza-cin se traduce en gestos que se aprenden de labarbarie. Se trata de relatar cmo la naturalezasalvaje impone su voluntad al hombre. As, elelegante coronel no tiene reparos en cambiarel traje europeo por el chirip, y transformasus modales adquiriendo habilidades que se-

    ran reprobadas en las reuniones de etiqueta.En uno de sus relatos recuerda que, para co-mer sin que las moscas los batieran, las tropasdeban copiar estrategias de los brbaros:

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    Una de ellas consista en ponernos decuclillas, en levantar el poncho por laboca, de modo que formara con la ca-

    beza, cayendo a los lados hasta el suelo,una especie de paraguas,depara-mos-casy hecho as el vaco y la oscuridad,sirviendo de resquicio, para que entraraun poco de luz, la abertura de esta tantil prenda americana (que no es msque la manta andaluza, que se tomapor dos puntas, revista y corregida) estsemi-resuelto el problema [...] (82)

    El contagio interno que altera la dicotoma ci-

    vilizacin/barbarie se entiende como juego demmicas y amoldamientos que define tambinlas apropiaciones entre Amrica y Europa.

    Regresando a la iconografa que el desier-to despliega como imagen fotogrfica, la crea-cin del vaco en las fotos de Pozzo se reacomo-dan a la mirada ms mercantil de Morelli.13

    Lago Non-Pehun (Encina y Moreno)

    Despus de vaciar el terreno, esa natura-leza carente de singularidades es iluminada porel aura natural. El desierto se derrama sobrela margen de los ros, la tierra se transforma enun paisaje hmedo que mejora su representa-cin esttica para tambin adquirir un valor deuso en el mercado. De esta manera, el desiertose vuelve paisaje al ahondar la mirada en lasfuentes naturales que permiten su aprovecha-miento. A partir del objetivo econmico, estageografa sin atributos, desperdiciada bajo eldominio indgena, deviene un espacio posible

    y redituable. Entonces, las fotografas multipli-can el valor del espacio, como paisaje estticoy como geografa productiva (Corts-Rocca135) afirmando la lgica del intercambio que

    vincula la iconografa del paisaje al dinero. Encierta medida, las tomas de Morelli aumentanel valor de la tierra, muestran una mercancaque tiene un valor de uso, (el paisaje puede serconsumido y adquirido en el materialismo dela foto), pero adems promueve la transaccinmercantil que tiene que ver con la propiedadde ese espacio que se promete a la inmigra-cin.14 El mismo itinerario seguido por Pozzo

    y el ejrcito expedicionario reluce ahora debrillo, la sequa desaparece y todo cambia deaspecto cuando se llega a los Andes. La desola-cin del desierto se aliviana a travs del relievemontaoso, y la inhospitalidad de la pampa seatempera en la cuenca de los ros. Sin embar-go, la deificacin de la naturaleza andina noalcanza a ocultar la tendencia entrpica que lalleva hacia su propia destruccin. El descubri-miento catico de una naturaleza desbordadareasegura la permanencia de la barbarie (esta

    vez representada en una naturaleza virgen queexpulsa al hombre del paisaje) que se repetiren la ptica persistente que organiza la totali-dad completa del lbum. En las tomas de unanaturaleza hiperblica, el sujeto aparece em-pequeecido, como cautivo ya no de la barba-rie indgena sino de su hbitat.

    Cascada del Fortn. Paso de los Andes. (Encina y

    Moreno)

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    La siguiente dimensin del archivose corporiza en la imagen del indio. DesdeSarmiento, el desierto ue un mal a conjurarmediante la parcelacin de su extensin perotambin mediante la neutralizacin del ene-migo. As el indio nunca ue parte del imagi-nario nacional de la independencia. El indioque entra en el archivo ya no es el de los ma-lones amenazantes que tema Alsina, los que:

    [...] viven del robo y hacen la guerraal cristiano con crueldad y odio im-placables, como si satisficieran unavenganza horrible jurada por susprogenitores ante la injusticia conque ueron tratados. Sus invasiones anuestras tierras dejan huellas teidasde sangre y marcadas por el incendioy el saqueo; y en sus mismos toldoshacen surir horribles e indescripti-bles torturas a los desgraciados prisio-neros o cautivos. (Zeballos 296)

    Por el contrario, el cuerpo indmito del sal-vaje es vencido por la razn cientfica que lo

    acorrala bajo su sistema de clasificaciones.La ciencia parece aliarse en la ejecucin dela masacre, hacindose cmplice de la obraterrible que cumplamos, la supresin de unaraza (Ebelot 237). La accin redentora delejrcito no slo aplaca la exuberancia de lanaturaleza sino que somete la turbulencia delcuerpo colectivo de las tribus. Paralelas al im-pulso militar, las prcticas cientficas amor-tajan al indio, la persecucin de la raza y la

    conquista de sus tierras por parte del ejrcitotiene su correlato en el cientfico que lleva loscrneos de los indios a museos y laboratorios(Rodrguez 403). Mientras la guerra acabacon el cuerpo material del indgena, la ciencialo ausculta a travs de la renologa certifican-do la barbarie y autorizando su reclusin.

    Desde la hibridez discursiva y movidopor el desacuerdo poltico que lo descalificapor su relacin con Rosas, Mansilla descri-be al indio civilizado en su excursin a los

    ranqueles, donde descubre los placeres deldesierto y la cortesa del cacique Mariano Ro-sas. Sin embargo, su empata con el salvaje,

    motivo de asombro y camaradera, acaba encuanto atraviesa otras geograas de la Pam-pa.15En el cerro Maracay, en un viaje querealiza como explotador de minas en el Cha-co, el coronel reflexiona sobre los indios pu-silnimes y degenerados (Mansilla, Entre-nos212), quienes le merecen inmediatamenteuna apreciacin renolgica. La visin de unachoza de los tembecu lo remonta al pasadoy recuerda el bosquejo natural de una cabezatoba paralizada

    momentos antes de ser ella separada

    del tronco que la sustentara, cuandoaun palpitaba la carne y resonaba enmi odo la voz valiente y sonora que,dominando entre el estruendo de lasarmas y el ardor de la pelea, retempla-ba el espritu de los indios. (Ibid)

    El crneo representa el indio glorioso del pa-sado pero su lugar en el presente est marca-do por el archivo. Ahora, es una produccinpara la ciencia y como objeto que le pertene-ce es seleccionado para integrar la historia deldesierto. Su existencia objetivada se exponeen la Sociedad Cientfica y termina en el Mu-seo Antropolgico de Paula Moreno a dondeingresa como parte de la explosin naturalis-ta que Mansilla alienta:

    Esa cabeza oba! Cun dierente esde la cabeza de un tembecu; y cmose comprende mirndola, estudin-dola, y comparndola, que los valien-tes conquistadores no pudieran jamssojuzgar a nacin tan aguerrida! (214)[...] Estoy seguro que tiene pronun-ciadas, en proporciones diormes, elvalor y la combatividad [...] Lo repito:en ella deben estar bien acentuadoslos caracteres tpicos del hombre ame-ricano prehistrico. (219)

    El indio es una especie en extincin peroadems ha quedado atrapado en el tiempo,lo que se pondera es su prehistoria. El acceso

    al archivo est garantizado a travs del ingre-so al museo como conmemoracin histri-ca del triunfo del progreso. Esta afirmacin

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    confirma la ideologa liberal que prefiere re-conocer al Otro en el lugar de su reclusin. As,el museo traza la genealoga del Estado que seconstituye como tal en el poder de asesinar(Rodrguez 403). Pero esta violencia ejercidapor el poder soberano no slo se ensaa en elcuerpo del indgena como enemigo individualsino que se derrama sobre la poblacin desar-ticulando su cohesin comunitaria.16

    Cacique Pincn (Pozzo)

    En el archivo otogrfico, la presenciadel indgena es tambin perturbadora. Pozzoanticipa algunas tomas que lo tienen comoprotagonista antes de arriesgarse a testimo-niar los eectos directos de la guerra. Comoresultado de antiguas expediciones, cada vezeran ms las tribus reducidas y con recuen-

    cia los indios cautivos eran exhibidos en laplaza pblica. As consigue Pozzo el retratodel temible cacique Pincn. El indio ahora so-metido, camino al presidio en la isla MartnGarca, accede a la cmara oscura, posandocomo protagonista de una batalla perdida.Lanza en mano y mirada altiva. Esta imagenensalza las virtudes del enemigo como acen-tuacin del poder que lo ha sometido. La poseartificial del cacique no ilustra la crueldad delprisionero ni deja entrever los sntomas de la

    barbarie. Es, por el contrario, la oto de unsoberano ltimo, la muerte de un hroe y elarchivo que cierra su causa.

    Los indios de Linares- En el Chichinal (Pozzo)

    El lbum otogrfico de la expedicinque Pozzo patenta y hace circular contiene 53otograas. Si se excluye la reproduccin de la

    doctrina religiosa que el reverendo Espinozaimparte a los indios aliados, slo una de lasotograas captura la imagen de la tribu. staes la de los indios de Linares que aparecenperdidos en el horizonte, otra vez, desde laperspectiva panormica que acenta el pro-tagonismo de la pampa. Desde esa distancia,la tribu sometida esconde sus particularida-des. Los indios orman en hilera, visten comogauchos, sostienen sus lanzas desiguales y po-san rente a los despojos de su campamento.

    No se reconocen jerarquas ni se distinguenlos rostros. La composicin enatiza lo rudi-mentario de la vida en el desierto, la precarie-dad de recursos y el mismo abandono en elque deben ormar las filas del ejrcito. La dis-tancia de la cmara borra las desigualdades y,contra su voluntad, acerca los extremos de lacivilizacin y la barbarie. No hay tanta die-rencia entre estos indios y las tropas, al igualque en las tomas de la naturaleza, el archivo

    manifiesta la incongruencia de la dicotomaque lo ampara y ordena.

    Cacique Villamain (Encina y Moreno)

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    Ms adelante, la expedicin de Enci-na Moreno le devuelve al indgena ciertadignidad al presentarlo dentro las prcticaspropias a su entorno comunitario (Vezub).La estructura de la alineacin muestra unaamilia que respeta las jerarquas del patriar-cado. Las miradas se encuentran, los rostrosse naturalizan y la prosperidad asoma en lascercanas de la choza y en las muchas mujeresque simbolizan el bienestar del cacique. Vi-llamain posa en el centro vistiendo uniormede oficial. Esta prctica comn alentada por elejrcito aspira a crear un sistema de lealtades

    y de alianzas que les permite a los caciquesconservar su autoridad dentro de su mismacolectividad. cnicamente, la otograa si-gue el modelo del retrato burgus, el sujetoest en el centro de la perspectiva rodeadode los elementos que lo definen; el cielo, lasmontaas, los pastizales, las chozas, la lanza,muestran la identidad del indgena los ele-mentos de la toma proyectan su sentido so-bre el retratado (Corts-Rocca 141) comosntoma de que estos atributos, indmitos y

    salvajes estn a punto de desaparecer, domes-ticados por la cmara. La proyeccin de hbi-tos (el indgena con traje de oficial) apunta aborrar las dierencias entre indios y blancos,Villamain travestido ha iniciado el camino dela integracin que se cierra con el bautismoy la desintegracin de la poligamia. El pasa-do y el presente se unen en una misma tomaque intenta atrapar justamente ese periodo detransicin en el que el salvaje se incorpora a

    la vida nacional. Como todo proceso de cam-bio, esta adaptacin convoca a la prdida y ellbum cierra con la oto significativa de uncementerio indgena.

    Chenque de Matrinanc (Encina y Moreno)

    En los dos lbumes se constata la ausencia delindio estigmatizado del archivo, este millarde jinetes salvajes, haciendo caracolear suscaballos como para una antasa, sus largascaas guarnecidas de un hierro oxidado blan-diendo al viento golpes de lanza [...] (Ebelot46). En su lugar aparecen los restos de unaagrupacin que se mimetiza con la miradadel conquistador. La escasez de imgenes delindio se compensa en la sobreexposicin detomas de la naturaleza como si la verdaderabatalla se jugara en el plano de la ocupacindel territorio y el enemigo uera, en realidad,

    el desierto.Por ltimo, el principal elemento del ar-

    chivo tambin se omite ya que la guerra estausente en ambas textualidades. En las otosde Pozzo no hay tomas que registren las con-tiendas, pero esta alta no se debe a un recha-zo simblico de la violencia sino a la inexis-tencia de la lucha. La guerra contra el indio yahaba sido ganada con la cabeza en el museo,Pincn en la isla y las tribus aliadas integran-do las tropas. La oto documental persigue unobjetivo inexistente, reproducir la inmediatezde la batalla, y debe conormarse con la cons-tatacin de los hechos. Este llegar tarde estmarcado tambin en la narracin testimonial:En el camino no vimos otros indios que loshechos prisioneros por los destacamentosencargados de batir el interior de la mesetaque bordebamos (253). El indio desapare-ce del relato de Ebelot y la expedicin militarse transorma en un paseo por la Pampa. La

    rase irnica de Sarmiento traduce el verda-dero objetivo de la campaa como resultadode la fiebre electoral que llevar a Roca a lapresidencia de la Nacin. Es sabido que su co-lumna realiza el trayecto hacia Choele-choelsin haber usado sus armas y que el general seadelanta al resto de la tropa para llegar a re-cibir los aplausos en la misa inaugural del 25de Mayo. En el archivo otogrfico, Roca es elgran hombre del siglo XIX, fiel representante

    de la generacin del 80, voluntad inapelablecapaz de hacer realidad la consigna del pro-greso, paz y administracin.

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    Grupo de jees- Roca, Winter, Villegas y Garca.

    (Pozzo)

    Esta imposicin de autoridad articula tam-bin una relacin entre la percepcin de lacampaa y su efecto poltico. Si el archivocomprende tanto el domicilio, el lugar don-de se acumulan sus documentos, como laautoridad que le da existencia poltica, noes menos cierto que esta ltima instancia sedesperdiga en las variadas facetas que cons-tituyen la ley. A partir de la arqueologa deeste concepto propuesta por Foucault, es ne-cesario analizar las condiciones de produc-cin y de aparicin de las formas discursivas.No slo quin dice sino qu es lo que puededecirse y qu es lo que se oculta detrs deese conglomerado en un determinado mo-mento histrico. Desde esta perspectiva, elarchivo de la guerra de fronteras debe serconsiderado dentro de las polticas liberalesque ordenan el Estado Nacin. Quin dicees la autoridad, Roca en su carta a Zeballos;pero tambin es el poder de subjetivacin,

    quin construye meticulosamente un espa-cio de autorizacin propio. En este sentido,cada uno de los autores mencionados comoproductores de textos hallan una forma de

    justificarse. Zeballos, se legitima como his-toriador de las ciencias y es autorizado porel rgimen que le encarga la tarea de redac-cin.17 Ebelot es reclutado como ingenieroy su narracin se afirma en el testimonio,como prolongacin de un diario de viajesque complementa la accin cientfica. Lahabilitacin de la fotogrfica viene directa-mente conectada al poder de consignacinde las nuevas tecnologas. Pozzo subraya la

    primaca de la foto y se mantiene en un fue-ra de lugar. Como sujeto, intenta marcar ladistancia que lo difiere del objeto, borrarsedel archivo. Sin embargo, la subjetivacinse descubre en las elecciones que requiere latcnica: la perspectiva, el ngulo, la compo-sicin y los elementos que conforman su

    vista de la campaa. El sello de creacin sereproduce tcnicamente en cada toma. Invo-luntariamente, la presencia del sujeto detrsde la cmara se vuelve visible, como en estasombra vertical que interrumpe la forma-cin de los acorazados.

    Pun, Coraceros en el cuartel (Pozzo)

    En el caso de la expedicin de Encina More-no, el sujeto adquiere mayor visibilidad. Porel contrario, una vez que el archivo de la gue-rra incorpora la mirada cientfica como unainstancia que consolida su propia legitimi-dad, los sujetos que representan las nuevastecnologas ingresan al corpus del archivocomo un elemento ms. En la foto del lbumde Encina, se anan la voluntad poltica, enla mano del soldado, el futuro del enemigo

    en la figura del indio aliado, y la razn cien-tfica que coloca al ingeniero como parte dela escena.

    Bosque de sauces (Encina y Moreno)

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    Un caso ms complejo, es el del dan-dy americano. Mansilla se ubica en el planofluctuante de una autoridad que necesita le-gitimarse constantemente. Representa a lageneracin del 80 en todas las aspiracionesdelineadas para la victoria del progreso perose queda al margen de los ministerios y delos cargos pblicos. Pertenece a la elite de losque gobiernan pero su filiacin con Rosaslo excluye del crculo celoso de la repblica.Sabe que no alcanza con leer a escondidas elContrato Socialy por ello destaca con persis-tencia su sistema de afiliaciones. La tcnica

    que resulta de esa restitucin es la del lbumfamiliar, que ha sido ampliado para asegu-rar el lugar de privilegio dentro de una ge-nealoga que ha nacido bastarda. Esta marcapuede ser saneada a travs del sistema dededicatorias y menciones directas que Man-silla construye para colocar su narrativa enel centro de la elite que gobierna (Vias). Deesta manera se convierte en un caso difcilde dominar, tiene la confianza de las ideas,su archivo personal de amistades polticas,pero se lo mira con recelo perseguido toda-

    va por el fantasma rosista. Mansilla es muyconsciente de estas fluctuaciones del archivoy por eso disea meticulosamente su lugarde enunciacin, apelando al guio personaly a la posicin marginal de una modestia fal-samente retirada; se desplaza de la Historiaal relato, del acontecimiento a la ancdotaarticulando un modo diferente de contar la

    verdad:

    Los abismos entre el mundo real yel imaginario no son tan profundos.La visin puede convertirse en unaamable o en una espantosa realidad.Las ideas son precursoras de los he-chos. Hay ms posibilidad de que loque yo pienso sea, que seguridad deque un acontecimiento cualquierase repita. Las viejas escuelas filos-ficas discurran al revs. El pasadono prueba nada; puede servir deejemplo; de enseanza, no. (Entre-nos32)

    Esta afirmacin habilita la intervencindel sujeto en la construccin del objeto ycoloca en la escritura y sus relaciones deproduccin, las marcas del desorden queel archivo ignora. Pero adems, la escri-tura introduce el dominio de la tcnicaen los procesos de significacin. Mansillaensaya otra forma de narrar que esquivala documentacin directa para alojarseen los intersticios de la trama. Lo que im-porta no es el acontecimiento sino aque-llo que se le escapa, un borde que festo-nea la memoria histrica sealando las

    divergencias.Esta intencin que crea el pasado al

    escribirlo caracteriza tambin la estructu-ra del archivo. En este sentido, la instanciatecnolgica juega un papel crucial ya que,no slo afecta a los objetos convocadosmodificando sus soportes materiales y susmtodos de archivacin sino tambin a laintensin memorstica del archivo. La rela-cin con el pasado cobra especial atencincomo forma de combatir la amnesia. El ar-chivo niega la memoria espontnea capazde traer el acontecimiento y trabaja cons-cientemente con la memoria hyponmica,aquella que refuerza el acontecimiento apartir de su reiteracin.18La tcnica, enton-ces, es el medio de reproduccin que faci-lita la confirmacin del objeto como partedel archivo. Las fotografas no solo tradu-cen la naturaleza de lo real sino que pue-den copiarlo y repetirlo, su potencial radica

    en la capacidad de crear un archivo veraz,fidedigno a fuerza de multiplicarlo. Pozzoapoya incondicionalmente la campaa deRoca, sus fotografas siguen a la conquistaoficial: los indios son salvajes, los genera-les hroes, el desierto la tierra prometida alprogreso. Sin embargo, es en la repeticindonde debe leerse la transfiguracin del ar-chivo. No es la foto singular sino el lbumlo que importa, la perspectiva panormicarepitindose una y otra vez, duplicndoseregresivamente en las vistas de Encino yMoreno, reproduciendo la desproporcin

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    infinita del desierto. Despus de todo, porqu la cmara de Morelli trabaja con lamisma perspectiva que la de Pozzo? Qugua a la razn instrumental para retratarlos mismos lugares? Cmo se sostiene elvaco traducido en ocupacin? Conocien-do las imgenes previas, tres aos despusde la cruzada que recuper el territoriopara la civilizacin, los agrimensores en-cargados de su reconocimiento geogrficosiguen estaqueados en la mirada de unanaturaleza que se les resiste. La homolo-ga de las tomas es pasmosa como si hu-

    bieran sido tomadas en la misma expedi-cin, una en sucesin de la otra, como siel plazo de tres aos no hubiera ocurrido.La perspectiva prolonga la visin previade la conquista manteniendo el eco de laredundancia infinita, en las zonas de de-tencin, como son el cruce de los ros enel desierto:

    Pozzo (Confluencias del Limay y el Neuqun)

    Encina y Moreno

    o en las inmediaciones que sortean la llanurainconmensurable. La desolacin del mangru-llo que se eleva como atalaya rstica en unintento allido por abarcarlo todo.

    Fortn General Lavalle (Pozzo)

    Mangrullo de Codihu (Encina)

    Incluso cuando no se trata del mismo puntogeogrfico, el antasma de la repeticin delatauna imposicin que parece venir de la mismanaturaleza del objeto representado.

    Nido del guila-El Chichinal (Pozzo)

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    Margen izquierda del Neuqun (Encina)

    stas vistas de los lbumes capturan una natu-raleza desbordada, todava hostil hacia los ven-cedores. A pesar de promocionar la victoria, latcnica desmiente el contenido de ese triunfo,registrando, con una insistencia metdica, lamemoria de aquello que se les escapa.

    Choele-Choel-Doctrina del Rev Sr. Espinoza

    Bautismo de los indios de Reuque Cur.

    Carmen de Patagones (Pozzo)

    Calle en Carmen de Patagones (Encina-Moreno)

    Ms all de las imgenes, las estrategiasdiscursivas apelan tambin a la redundanciade aquello que, como un bajo continuo, persi-gue la igualdad escondida en la naturaleza desu orma. En Mansilla, las tcnicas narrativasemulan algunos aspectos de las tecnologas

    de repeticin. No se trata de contar la His-toria, de aislar el acontecimiento, sino de re-mitirse a la ancdota que est todo el tiempodierida a travs de las digresiones. El objetode la escritura se presenta ms de una vez,haciendo aparicin como prembulo de cadarelato al punto de existir en esa multiplicidadantes de ser narrado. El truco tecnolgico quelo alimenta es esta reiteracin. Mansilla sabeque la escritura acompaa al pensamiento

    ugaz y antstico y que vuelve inteligible eldesorden de lo real. Pero decide ubicar lo im-portante en el intersticio de lo narrado. Por

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    eso, puede esquivar el orden de la historia y re-picar en las divagaciones que van tejiendo loselementos extraos al archivo. De esta manera,entre la ancdota y su digresin encontramosreflexiones que lo enrarecen. Un ejemplo sobrela cuestin del indgena habilita la desacredita-cin de la campaa. Admitiendo la elasticidadde la palabra civilizacin, examina las costum-bres brbaras de Espaa, entrenada en la luchacontra los moros, y extiende sus desmanes ha-cia la poltica criolla, afirmando que si ustedesme apuran mucho les dir que no fueron tanbrbaros con los indios como nosotros (Un

    hombre comido por las moscas,no pg.).Finalmente, las tecnologas de repro-

    duccin no aspiran a capturar la verdad delacontecimiento sino a sealar la artificialidadcon la que ste se construye. anto en las otosdocumentales que comienzan a desarrollarsea finales del siglo XIX como en el mbito delcomercio privado (muchas veces enocadoen plasmar la ltima visin de las otos de losmuertos), las impresiones se registran comoparte de una invencin tecnolgica que re-presenta la realidad a travs de una mqui-na. Incluidas en el archivo, no son la ormamxima de su autoridad sino que marcan suarbitrariedad. Constatan, a travs de la repe-ticin, la artificialidad del corpus. Por eso, elmejor ejemplo es la oto de Mansilla, retiradoen su mansin europea, contemplndose a smismo multiplicado en un retrato que expo-ne al mismo tiempo el truco sin tapujos; quemuestra, como una revelacin, las ficciones

    del archivo.

    Retrato Mltiple de Mansilla.19(Witcomb)

    Notas1Durante las tres dcadas de gobierno que

    van de 1880 a 1916, una elite organizada bajo elPartido Autonomista Nacional, se constituy enel ncleo poltico de la generacin del 80. Bajo ellema orden y progreso orient el instrumentaltecnolgico de la nacin hacia la modernizacin,implementada principalmente por el errocarril,la transormacin del espacio urbano, no slo porel desarrollo de las vas de urbanizacin sino porla llegada de la inmigracin europea que alcanzasu mayor ndice hacia 1890 y la prctica impunedel raude electoral. Los textos abordados en esteensayo ueron producido por sujetos relaciona-

    dos a este ncleo ideolgico: Roca ue su principalmotor poltico, Estanislao Zeballos (uno de los in-telectuales orgnicos ms comprometidos con losideales de esta generacin) aporta la certificacinpositivista que apuntala las rdenes del rgimen,Alred Ebelot la supervisin extranjera contrata-da por el gobierno y Lucio V. Mansilla, uno de susambiguos colaboradores ya que, si bien pertenecepor clase e ideologa a esta generacin, su ascen-dencia rosista lo mantiene al margen de los cargospblicos ms importantes, colabora con sus repre-sentaciones ficcionales desde la mezcla del testi-

    monio, lo biogrfico y la ancdota personal.2Como ministro de guerra, Adolo Alsina pro-

    pone un metdico plan que consista en avanzarprogresivamente la lnea de rontera hacia el su-doeste deendiendo el territorio ganado a partirdel emplazamiento de ortines y poblaciones. Esteavance deensivo se completaba con al construc-cin de una zanja de cuatrocientos kilmetros delongitud que reorzara la lnea de rontera: la un-cin del oso no consista en impedir el acceso delos malones sino en obstaculizar su salida evitandoque llevaran su botn de animales y cautivos.

    3Un antecedente que permite registrar la me-dicin del territorio nacional es el proyecto car-togrfico del ingeniero Pompeyo Moneta, quienrealiza los primeros mapas nacionales a pedidode Sarmiento, y cuya labor de reconocimiento esindispensable para el trazado de los errocarrilesargentinos. Por lo tanto, ya desde el comienzo dela Repblica se seala la importancia de contenery delimitar una unidad territorial, que el archivootogrfico viene a consolidar despus.

    4Alred Ebelot ue uno de los tres agrimensores

    que, junto al polaco Jordn Wisoski y al alemnFrancisco Host, ormaron el grupo cientfico deextranjeros que las tropas llamaban los gringosadivinos. La participacin de Ebelot en la con-

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    quista del desierto qued asentada adems en susescritos europeos, artculos publicados en la Re-vieu de deux mondesy en los relatos recogidos en

    Relatos de frontera.5Esta intervencin no es una participacin

    aislada ya que se incorpora a la serie que contie-ne las exploraciones de los naturalistas GermnBurmeister, Francisco Perito Moreno, FlorentinoAmeghino, y Eduardo Ladislao Holmberg y quese completa con el viaje de agrimensura eectuadopor los ingenieros Encina y Moreno una vez finali-zada la campaa, en 1882.

    6El archivo nacional de la generacin del 80apunta a consolidar la repblica clausurando parasiempre el problema del indio, el caudillismo y labarbarie rosista, a la vez que recupera la consignaideolgica del 37, apuntalada ahora por la nece-sidad de ingresar vertiginosamente a la lnea delprogreso. Mediante la recuperacin de una memo-ria histrica que ensalza los hroes de la indepen-dencia, Bartolom Mitre escribe los documentosde ese archivo que se unda sobre la exclusin de labarbarie. El archivo de la guerra de rontera cues-tiona la homogeneidad de este archivo nacionalinstalndose dentro mismo del proyecto civili-zador pero inoculndole su propia debilidad. De

    esta manera, la pulsin de muerte es inherente alarchivo y los mismos documentos que lo integrandesbaratan su hegemona.

    7Como se explicar ms adelante, est pulsinde muerte aparece en la compulsin a la repeticin,una prctica que la otograa replica en la reitera-cin de los componentes tcnicos de cada una delas tomas pero tambin en la serializacin del l-bum en su conjunto. Del mismo modo, la narrativainsiste en la tcnica de la repeticin para ensalzarel acontecimiento sin percibir que es aquello regis-trado como trauma lo que regresa a la conciencia.

    8En solo un mes Zeballos recopila las ideaspreviamente divulgadas en sus artculos de Laprensa (1875) y escribe La conquista de las quincemil leguas, texto que Roca presenta ante el con-greso para apoyar la implementacin de la guerraoensiva. Al mismo tiempo, Roca expone su planmilitar en los artculos publicados en el diario LaRepblica(1876), en donde utiliza la retrica posi-tivista para avalar la campaa: es por un eecto deuna ley de la naturaleza que el indio sucumbe antela invasin del hombre civilizado. Es la lucha porla existencia en el mismo medio, la raza ms dbiltiene que sucumbir ante la mejor dotada, la espe-cie que no trabaja delante de la que trabaja (cit.en Rodrguez 384). Poco tiempo antes, en 1870,

    Mansilla haba publicado sus reflexiones sobre losranqueles en La tribunacomo parte de la polticadeensiva de pactos y tratados, lo que contribuye a

    ubicar a la prensa como uno de los lugares princi-pales en donde se debate el problema del indio.

    9odas las otos del lbum de Antonio Pozzoy de los lbumes de Encina y Moreno ueron ex-trada del archivo del Museo Roca. http://www.museoroca.gov.ar/mupozli.htm.

    10El estatuto instrumental y/o artstico de la fo-tografa escapa a las intenciones de este ensayo peros es relevante situar la intervencin de Pozzo den-tro de las primeras fotos de guerra que documentanlas luchas armadas del siglo XIX: Roger Fenton enla guerra de Crimea, Mathew Brady en la guerra deSecesin norteamericana o Esteban Garca, de lacasa Bates, quien realiza las tomas de la guerra dela riple Alianza en 1866. Para mayor informacinsobre los regmenes visuales que alentaron las tc-nicas fotogrficas del siglo XIX en Argentina vese:Corts-Rocca, Paola, El tiempo de la mquina: re-tratos, paisajes y otras imgenes de la nacin.

    11El mismo vaciamiento de identidad se repro-duce en la nominacin cientfica. Ya haba seala-do Zeballos la riqueza de los nombres indgenaspara designar los accidentes del terreno mientras

    que los agrimensores recurren a la numeracinpara dierenciar, por ejemplo, los ros llamndolosprimero, segundo o tercero. ambin Ebelot apun-ta esta alta de imaginacin que se resiste a buscarnuevos vocablos para nombrar la singularidad deun territorio que se les aparece bajo la uniormi-dad de la repeticin.

    12Antonio Pozzo es el otgrao oficial de lacampaa pero debe sustentar econmicamentetodos los gastos de sus viajes. La decisin de acom-paar a Rocca es una afirmacin de la devocinparticular que Pozzo vuelca en el proyecto polti-

    co que encarna la generacin del 80. ambin esnecesario destacar que elige el nombre de Alsinapara nominar su estudio otogrfico.

    13Si bien la expedicin de Encina Moreno si-gue el mismo itinerario de Pozzo, los ingenierosavanzan hasta la rontera chilena acompaandoel operativo militar del general Excelso Villegas ysu sucesor Lorenzo Vinter. En esta oportunidadno solo registran el territorio recorrido antes porRoca sino su prolongacin que consolida las orti-ficaciones construidas al pie de los Andes.

    14Para la relacin ente paisaje y valor vase,Mitchell, Landscape and Power.

    15Es necesario destacar que, cuando Mansilla seinterna hacia el territorio de los ranqueles cumple

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    una uncin oficial como comandante de ronte-ras: establecer un pacto con los indgenas. Perotambin tuvo un acercamiento previo al mundo

    indgena cuando interviene en la guerra de la ri-ple Alianza (1864-1870) como capitn del batallnde inantera. Mientras que siete aos ms tarde,en 1877 ya siendo diputado nacional, obtiene ac-ciones de una empresa comercial annima desti-nada a la explotacin aurera en el Paraguay. Lavisin de los ranqueles civilizados de 1870 cam-bia totalmente de sentido una vez que la economamercantil de la mirada se desva hacia los tembe-ca del norte, en 1877.

    16El indgena, despojado de su humanidad, seconvierte en un residuo eliminable sin lugar en elorden econmico y social. Pero adems, el podersoberano se asegura el control del cuerpo mltiplede los nmades desarticulando su unidad. Des-pus de la conquista, los prisioneros son reparti-dos entre las amilias de criollos,

    Una vez conquistada la pampa, su so-lucin al problema de los indios erasegregarlos en racciones aisladas, enterritorios alejados de las estancias yall en esa suerte de extraterritoriali-dad donde la vida queda al borde del

    exterminio quitarles a los pampas elcaballo y la lanza y obligarlos a culti-var la tierra [...] (Rodrguez 399)

    17Estanislao Zeballos es miembro de la SociedadCientfica Argentina y escribe, adems de La con-quistay Viaje al pas de los araucanos, una crnicaCallvucur y la dinsata de las piedrasdonde tam-bin aborda el tema de la guerra contra los malones.

    18Como seala Derrida:El archivo es hipomnmico: si no hayarchivo sin consignacin en algnlugar exterior que asegure la posibi-

    lidad de la memorizacin, de la re-peticin, de la reproduccin o de lare-impresin, entonces, acordmonostambin de que la repeticin misma,la lgica de la repeticin, e inclusola compulsin a la repeticin siguesiendo, segn Freud, indisociable dela pulsin de muerte. Por tanto, de ladestruccin. Consecuencia: en aque-llo mismo que permite y condicionala archivacin, nunca encontraremosnada ms que lo que expone a la des-truccin, y en verdad amenaza con ladestruccin, introduciendo a priori el

    olvido y lo archivoltico en el corazndel monumento. En el corazn mis-mo de la memoria. El archivo trabaja

    siempre a priori contra s mismo. (19)19Foto realizada por Alejandro Witcomb. Ar-

    chivo General de la Nacin, 1903.

    Obras citadasCorts-Rocca, Paola. El tiempo de la mquina: re-

    tratos, paisajes y otras imgenes de la nacin.Buenos Aires: Colihue, 2011. Impreso.

    Derrida, Jacques. Mal de archivo: una impre-sin freudiana. rad. Paco Vidarte. Madrid:rotta, 1997. Impreso.

    Ebelot, Alredo. Frontera Sur: recuerdos y relatosde la campaa al desierto (1875-1879). rad.Nina Y Ecala Dimentstein. Buenos Aires:Kraf, 1968. Impreso.

    Encina Moreno.lbum. Museo Roca. Instituto deInvestigaciones Histricas. Secretara de cul-tura. Presidencia de la nacin. n.d. Red. 5 eb.2010.