balthasar, las ausencias de jesús

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  • HANS URS VON BALTHASAR

    LAS AUSENCIAS DE JESS

    El tema, siempre un poco abstracto, de la trascendencia y la inmanencia de Dios, se vuelve cercano y concreto cuando se lo estudia en la figura y en la existencia de Jess, Dios-con-nosotros, totalmente con nosotros, ms que nosotros mismos. Pero Dios con toda su grandeza inasequible y diferente. El artculo que sigue es, en su brevedad, una muestra ms de las muchsimas cosas que quiz todava no hemos ledo en los evangelios.

    Die Abwesenheiten Jesu, Geist und Leben, 44 (1971) 329-335

    La presencia y ausencia de Dios en el mundo constituyen un misterio insondable para el hombre. Parece que slo pudiramos hablar de l con proposiciones dialcticas y contradictorias. Pues cuando se piensa la idea "Dios" con todo lo que exige su contenido, resulta que Dios por una parte es "todo" (Sir 43,27) ya que nada puede existir fuera de l ni puede aadir nada a su ser; y, por otra parte, "est por encima de todas sus obras" (Sir 43,28), ya que ninguna de ellas es Dios; todas ellas son relativas y un abismo infinito las separa del Absoluto. En la medida en que Dios tiene que estar en todas las cosas para que ellas puedan existir, en esa misma medida es tambin completamente distinto de ellas: cuanto ms inmanente, ms trascendente. Lo difcil es que esta dialctica no se quede en frmula vaca sino que se viva en la experiencia religiosa.

    El Hijo y la trascendencia

    El Hijo hecho hombre ha manifestado al Padre, a quien nadie ha visto (Jn 1, 18). La Palabra hecha carne ha vestido lo inefable con categoras humanas, pero siempre de manera que a travs de todos los elementos comprensibles se trasluce el Dios incomprensible. Jess no nos habra revelado al Padre si slo nos hubiera acercado su inmanencia y no tambin, adems y al mismo tiempo, su trascendencia. Y esta simultnea revelacin ocurre en la totalidad de la vida de Jess de la misma manera que Dios est, al mismo tiempo, en nosotros y por encima de nosotros, a la vez lejano y cercano, asible e inasible.

    Ahora bien, tampoco es Dios el equilibrio entre inmanencia y trascendencia, sino que es su total inmanencia la que nos refiere su trascendencia todava mayor. Slo a partir de sta, de su ser Dios en s mismo, es como se hace inmanente a la creatura, como se inclina en gracia y fidelidad y alianza eterna a esa casi-nada que somos nosotros. Y esto se hace visible en la manera como el permanente ser-con-nosotros de Jess se realiza a travs de ausencias y sustracciones cada vez ms acentuadas. Casi como si su venida al mundo no fuera ms que una ocasin para su desaparecer: "Ahora dejo el mundo y me voy al Padre" (Jn 16,28). Pero este "ir al Padre" es la autntica forma de su retorno al mundo o de su permanencia en l. "Habis odo que os he dicho: me voy y volver a vosotros. Si me amarais os alegrarais de que me fuera al Padre" (14,28). Y esto por dos razones. En primer lugar, "porque el Padre es ms que yo" (ibid ) al retirarse Jess junto al Dios ms grande, adquiere su verdadera figura, la que se vislumbr en la transfiguracin y se hizo definitiva en la resurreccin.

    La otra razn est en la frase: "Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendr a vosotros el Parclito" (16,7 ). Es decir, que la presencia

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    ltima de Dios, el Espritu del Padre y del Hijo, slo puede hacerse realidad mediante la renuncia a la presencia sensible del Hijo. Jess espera que en esta renuncia el amor a l y a su consumacin sea ms fuerte que la pena; sin el dolor de esta renuncia no puede llegarse a la alegra espiritual. Por eso el reproche: "Pero ahora me voy al que me ha enviado y ninguno de vosotros me pregunta: dnde vas? Sino que vuestros corazones se han llenado de tristeza por haberos dicho esto" (16,5s). La promesa de su retorno se repite varias veces expresamente (14,3.21.23.28; 16,16). Pero ser en adelante una presencia pneumtica -como lo es la eucarista- y por tanto una presencia que presupone su ausencia.

    Jess, presencia de Dios

    Pero Jess no estuvo sobre la tierra solamente bajo el signo de la despedida. Sera negar el realismo de su carne terrena. La vida de Jess est llena de una cercana inmediata y palpable, sobre todo con los "publicanos y pecadores" con los que suele sentarse a la mesa, con los enfermos que toca y cura, con los nios que abraza. Todo el pueblo, y especialmente los discpulos, estn hechos a esta presencia drstica de modo que experimentan la despedida y la ausencia como un acto muy explcito, tanto de su parte como de parte de Jess. El anuncio de su partida se malentiende: "A dnde se ir ste que no le podamos encontrar?, se ir a los que viven dispersos entre los griegos...?" (Jn 7,35). O bien: "Es que se va a suicidar, pues dice: Adonde yo voy, vosotros no podis venir?" (8,22). Tampoco los apstoles pueden comprenderlo. O afirman ingenuamente que estn dispuestos a morir con l (es una manera de no consentir en la separacin), como Toms (Jn 11, 16) y Pedro (Mc 14,31) ; o hablan de defenderlo y no permitir que lo maten (Mc 8,32); o le preguntan a dnde va para ir con l (Jn 13,36; 14,5 ), o quieren saber inmediatamente cul es su destino (14,8). Pero la respuesta por ahora reza: "Hijos mos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaris, y lo mismo que les dije a los judos os digo tambin ahora a vosotros: adonde yo voy no podis venir" (Jn 13,33). Y las apariciones del resucitado no corrigen esta afirmacin; la distancia entre el cielo y la tierra sigue existiendo, se acenta explcitamente en la dificultad que tienen los discpulos para reconocer a Jess (Lc 24,16; Mc 16,12; Jn 20,11; 21,5), cuya figura slo por un instante adquiere los rasgos familiares para desaparecer precisamente en el momento en que ha sido reconocido (Lc 24,31; Jn 20,17). La presentacin especialmente "local" que hace Lucas de la ascensin, en el fondo slo viene a subrayar el carcter definitivo de esta distancia interna que se da en las apariciones del resucitado. La experiencia de la presencia de Jess es slo el punto de partida y el impulso inicial de la Iglesia creyente que emprende su camino a travs del tiempo, camino externamente solitario e imprevisiblemente largo. Valga de resumen la ltima frase del primer final de Juan: "Dichosos los que aun no viendo creen" (Jn 20,29).

    Las ausencias en la vida del Jess terreno

    Pero, adems, esta relacin definitiva que se da en la fe tiene que ir ejercitndose constantemente a travs de la vida terrena de Jess, llena de despedidas, separaciones y retiradas, externas e internas. No slo se intenta oficialmente suprimir de antemano la existencia indeseada de Jess (Mt 2,16), sino que cuando llega a anunciarse abiertamente su presencia, l es esencialmente el desconocido: "En medio de vosotros est uno a quien no conocis" (Jn 1,26). Por una parte es aquel que no "puede fiarse" de

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    quienes lo rodean (2,24), y por otra parte aquel que, cuando se manifiesta, "no es recibido" y por lo mismo tampoco es "conocido" (1,11.10). Este elemento extrao en mitad de su presencia le hace aparecer ausente incluso cuando est presente: en la fiesta est "no manifiestamente, sino de incgnito. Los judos, durante la fiesta, andaban buscndole y decan: dnde estar se?" (Jn 7, 10s).

    Porque no se le espera como l quiere darse, la comunicacin fracasa. La presencia que parece imposible se esconde en el misterio y aparece como ausencia. Tampoco la fe de los discpulos es suficiente para reconocerlo cuando se les acerca sobre las aguas: gritan de espanto, pues "creyeron que era un fantasma" (Mc 6,49). Y esto hasta el final: "Tanto tiempo estoy con vosotros y no me conoces, Felipe?". (Jn 14,9). La distancia que nace de la incredulidad, de la poca fe o del miedo (Jn 21,12), es el preludio de la pasin, en la que Jess ms que abandonar a los suyos es abandonado por ellos (Jn 16, 32; Mt 26,56). Ya antes de la pasin el rechazo interno de que es objeto Jess puede ser la razn de que se mantenga como ausente. As, en Nazaret, donde quisieron despearlo: "pero l, pasando por medio de ellos, se march" (Lc 4,30). As en los ltimos das, cuando "no andaba ya en pblico entre los judos" (Jn 11,54).

    Marcos pone muy pronto estos movimientos de apartamiento; los discpulos corren en busca del desaparecido, que est en oracin, y le anuncian: "Todos te buscan". "Vayamos a otra parte", es la respuesta... (Mc 1,35ss ), pues l es esencialmente el que est de camino, el que se sustrae: "Conviene que hoy y maana y pasado siga adelante" (Lc 13,33). La misma retirada se hace necesaria cuando los judos, malentendiendo su milagro de los panes, quieren hacerlo rey: "huy de nuevo al monte, l solo" (Jn 6,15).

    Carcter salvfico de las ausencias de Jess

    Su presencia, ignorada y desaprovechada, es, precisamente as, el tiempo de salvacin ofrecido por Dios, pero un tiempo breve. "Todava por un poco de tiempo est la luz entre vosotros. Caminad mientras tenis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas... Dicho esto, se march Jess y se ocult a su vista" (Jn 12,35s). En Jn 16, 16ss ("Dentro de un poco ya no me veris... ") tenemos toda una clave para comprender todo el carcter de la existencia terrena de Jess y de su pasin: por una parte, nos revela la economa de la gracia, que por un momento torna visible lo invisible; y, por otra, la contraeconoma del pecado, que no quiere ver lo que se le manifiesta y lo relega a la invisibilidad y a la ausencia.

    Cuando es el mismo Jess el que dispone sus ausencias, ambos puntos de vista se mezclan inextricablemente, ya que de hecho ambos pertenecen a la motivacin de su ausencia. Estas ausencias son especialmente claras cuando Jess elige a determinados discpulos para hacerlos testigos de determinadas manifestaciones de su presencia. As Pedro, Juan y Santiago son los nicos que entran en casa de Jairo y los nicos que suben al monte de la transfiguracin, y -correspondientemente- los nicos que pueden permanecer cerca de Jess en el monte de los olivos. Hay, pues, en la Iglesia individuos singulares, elegidos, agraciados, que experimentan las presencias de Jess donde otros -la mayor parte, por disposicin suya- slo lo perciben como ausente. En el huerto se sealan exactamente los diversos puestos y sus distancias. El traidor se afana en infinita lejana; a ocho discpulos se les indica: "Sentaos aqu, mientras yo hago oracin" (Mc 14,32); los tres elegidos son llevados ms adelante y luego dejados: "Quedaos aqu y

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    velad" (14,34). l mismo se adelanta todava "un poco", "como un tiro de piedra" (Lc 22,41). Una "jerarqua de las ausencias". Sigue habiendo este aspecto en la Iglesia: nadie puede pretender experimentar una determinada cercana del Seor; pero ya es mucho que uno persevere en la cercana que el Seor le ha ofrecido, que vigile y ore en vez de dormir y de sumergirse culpablemente en la ausencia.

    Los misteriosos acontecimientos de Jess con las mujeres que aparecen en el escenario de su vida nos introducen todava ms en el misterio de la ausencia salvfica. La vida de Mara, su madre, est toda ella bajo el signo de la espada (Lc 2,35), que es esencialmente tambin una espada que separa. La separacin aparece con dureza en Can: "Qu tengo yo contigo, mujer?" (Jn 2,4) ; se hace ms honda en la escena de la visita rechazada: Quin es mi madre y mis hermanos?" (Mc 3, 31) ; y culmina en la cruz, donde el hijo se sustrae a la madre y coloca en su lugar a otro hijo: "Mujer, ah tienes a tu hijo" (Jn 19,26), con lo cual introduce a Mara en el mismo abandono de Dios que l experimenta de parte del Padre. Y es que la cercana de la participacin en el destino y en la misin de Jess se mide por la cercana de la participacin en su experiencia soteriolgica central: una experiencia de ausencia.

    Esto mismo, si bien ms desarrollado, aparece en la narracin del abandono de Mara y Marta en la muerte de su hermano: arriba, en Betania, las hermanas; abajo, en el Jordn, Jess. Un mensaje urgente a pesar del cual Jess se demora conscientemente: "Jess amaba a Marta y a su hermana y a Lzaro. Cuando oy que estaba enfermo, permaneci todava dos das en el lugar en que estaba... " (Jn 11,5ss). Cuando llega, Lzaro ha muerto; pero no es eso lo peor, sino el que hubiera dejado a las hermanas sin noticias suyas, en la noche oscura de la ausencia de Dios. "Seor, si hubieras estado aqu", le dicen una tras otra las dos hermanas. Dos veces se nos informa que Jess "se "turb" y llor (11,33.35.38). Difcilmente por la muerte fsica de Lzaro, pues en otras ocasiones equivalentes no ocurre nada parecido, sino ms bien por la tragedia interna de tener que anticipar y repartir eucarsticamente, precisamente a aquellos que ama especialmente, el abandono de Dios que l padecer en la cruz. Es superfluo decir que aqu se trata de destinos completamente personales, impartidos graciosamente ("msticos", si se quiere), y no de una experiencia epocal, difusa y vaga, de que "Dios ha muerto". Tal experiencia es mucho ms compleja e impura que esta otra experiencia, claramente delimitada, de los que aman y que slo a partir de la presencia vivida de Jess pueden sufrir verdaderamente su faceta negativa: la ausencia.

    Slo queda en esta lnea la experiencia de la tercera Mara, la antigua pecadora de Magdala que la maana de Pascua busca llorando a su seor muerto y desaparecido en la tumba vaca. Ni el ngel ni la misma presencia de Jess (en figura extraa) pueden consolar el vaco de su bsqueda (Jn 20,15). Su experiencia de abandono es tan profunda porque ha estado al pie de la cruz y ha visto lo que en realidad le ha costado a su amado el expulsar de ella los siete demonios. A partir de esa experiencia ya no vive para s, y su "exceso" de amor es definitivo; la experiencia de Pascua -"Mara!", "Rabbuni!"- no har ms que transformarlo. "No me cojas": la repentina presencia del viviente no es para que ella lo retenga, sino para que lo deje ir; no se le concede ms experiencia sensible que la suficiente para que el Seor, que se retira de ella para ir al Padre, la pueda poner en camino hacia los hermanos. La ausencia vaca, mediante la chispa de la presencia experimentada, empieza a ser ausencia llena.

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    Conclusin

    La forma de existencia de Jess es el aparecer en la desaparicin, el darse en la inasequibilidad: precisamente as es no slo la imagen y semejanza de Dios, sino su palabra definitivamente hecha carne, la palabra de ese Dios "que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningn ser humano ni le puede ver" (1 Tim 6,16), y cuya gracia, sin embargo, "se ha manifestado salvadora a todos los hombres" (Tt 2, 11). Por eso, el Seor nunca se sustrae al que le busca sin antes haberle concedido la bendicin y la gracia de su presencia. Y el camino de los doce, como el de las Maras, el del seguimiento ms ntimo, es un constante ejercicio de renuncia a una posesin y contacto inmediatos. Por eso se puede decir que el consejo de "dejarlo todo" (si es que no se trata de un mandato) es el camino del seguimiento en un sentido misterioso muy intensivo: tambin el cristiano, junto con Jess, es un ausente para el mundo, con el fin de hacrsele presente a partir de Dios, de manera ms intensiva pero ms impalpable. La misin cristiana al mundo presupone un estar muerto para el mundo, no slo por seguir el camino terreno de Jess, sino para que la dialctica inasible de la inmanencia cada vez mayor de Dios en su trascendencia cada vez mayor, adquiera en el cristiano una perenne representacin.

    Tradujo y condens: RAFAEL PUENTE