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1 Ramón Bailón EL CÍRCULO HERMENÉUTICO EN LA TEOLOGÍA DE JUAN LUIS SEGUNDO (Revista Surcos) Entre condicionamientos, idealismos, errores y libertades. Quizá no se haya dado en el pasado una ocasión como la actual con semejante oferta de acontecimientos. Los hechos se suceden en una tal correntada, que nuestro cauce de percepción, de asimilación y de concientización se siente desbordado. La velocidad y la variedad de todo lo que ocurre junto a nosotros y lejos de nosotros (que ya no es demasiado lejos) provoca cataratas de sentimientos y emociones que obstruyen los finos canales de la razón. En la cuasi tranquila siesta latinoamericana, después de una mañana agitada por revueltas y convulsiones, nos despertamos con la noticia de que otros vecinos de nuestra comarca están pasando por lo mismo que pasamos nosotros, o se nos presentan como nuestro posible futuro. Por analogía podemos decir que estamos en una época de muertes y resurrecciones: mueren seres humanos (que no es broma) y mueren esperanzas y mitos y postulados y diagnósticos e ideologías; a la vez, igual que sucede con el pasado individual, resucita el pasado colectivo de muchos pueblos que ha permanecido invernando bajo la máscara impuesta por otras culturas, dictaduras o imperios. En todos los casos es el enfrentamiento entre pasado y futuro poniendo en la ruleta de la suerte el presente. En todos los casos es el derroche de emociones y sentimientos (materia prima casi exclusiva de las culturas) con poca inversión en lo razonable, a través de cuyos finos canales se procesa el difícil diálogo entre valores y realidad, teoría y praxis. Teoría y praxis están divorciadas, no resulta fácil tender el puente entre el "cómo" y el "por qué" y el "para qué" de las cosas. ¿Por qué nos asombramos de los logros del ser humano y, a la vez, no podemos sacamos de encima tanto sufrimiento que nos rodea? ¿Por qué la realidad es tan insensible a nuestros valores? ¿Por qué es tan difícil articular lo útil, con lo bello y lo conveniente? No demos respuestas rápidas y simples; no hay dioses, origen de lo bueno y demonios causantes del mal. Hoy conocemos los materiales con que está formado el universo, la vida y el ser humano; conocemos las leyes que mueven lo grande y lo chico, los mecanismos interiores y exteriores a nosotros; sabemos cómo funciona la historia y nos damos cuenta de las ventajas y peligros de la vida en sociedad. La aceleración de la historia ha dejado a la poesía muda y a la filosofía en receso. La falta de reflejos para procesar los hechos de nuestros días se manifiestan, entre otras cosas, en la parálisis del arte en general. La transferencia a lo popular del hecho creador no muestra todavía resultados aceptables. Lo popular como lo genético, son sistemas especializados en la conservación y en la repetición, más que en la creación; los acontecimientos de la Europa del Este, que, según algunos, han liberado a esos pueblos de un régimen mentiroso y opresivo, ahora se enfrentan a la tentación de reeditar los enfrentamientos de diferentes culturas, etnias y religiones que tuvieron lugar varios siglos atrás. Para que estas ideas introductorias no se tomen como una invitación al pesimismo, habría que afirmar que, como en la adolescencia, estamos en la cresta de la crisis. Los ideales dependen de nosotros. Queremos sembrar, pero nos enfrentamos a los determinismos de la fertilidad de la tierra, al azar del clima y a lo imprevisible de las plagas; del necesario y correcto uso de nuestra libertad dependerá nuestra madurez en ser capaces de enterrar nuestros valores y tener la sabiduría de que germinen, por lo menos que crezca algo de ellos. ¿Seguiremos organizando procesiones para pedir lluvia o tocando las campanas a Santa Bárbara para que no caiga piedra? Nuestros abuelos no tenían a su disposición los resultados del

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Ramón Bailón

EL CÍRCULO HERMENÉUTICO EN LA TEOLOGÍA DE JUAN LUIS SEGUNDO

(Revista Surcos)

Entre condicionamientos, idealismos, errores y libertades.

Quizá no se haya dado en el pasado una ocasión como la actual con semejante oferta de acontecimientos. Los hechos se suceden en una tal correntada, que nuestro cauce de percepción, de asimilación y de concientización se siente desbordado. La velocidad y la variedad de todo lo que ocurre junto a nosotros y lejos de nosotros (que ya no es demasiado lejos) provoca cataratas de sentimientos y emociones que obstruyen los finos canales de la razón.

En la cuasi tranquila siesta latinoamericana, después de una mañana agitada por revueltas y convulsiones, nos despertamos con la noticia de que otros vecinos de nuestra comarca están pasando por lo mismo que pasamos nosotros, o se nos presentan como nuestro posible futuro. Por analogía podemos decir que estamos en una época de muertes y resurrecciones: mueren seres humanos (que no es broma) y mueren esperanzas y mitos y postulados y diagnósticos e ideologías; a la vez, igual que sucede con el pasado individual, resucita el pasado colectivo de muchos pueblos que ha permanecido invernando bajo la máscara impuesta por otras culturas, dictaduras o imperios. En todos los casos es el enfrentamiento entre pasado y futuro poniendo en la ruleta de la suerte el presente.

En todos los casos es el derroche de emociones y sentimientos (materia prima casi exclusiva de las culturas) con poca inversión en lo razonable, a través de cuyos finos canales se procesa el difícil diálogo entre valores y realidad, teoría y praxis. Teoría y praxis están divorciadas, no resulta fácil tender el puente entre el "cómo" y el "por qué" y el "para qué" de las cosas.

¿Por qué nos asombramos de los logros del ser humano y, a la vez, no podemos sacamos de encima tanto sufrimiento que nos rodea? ¿Por qué la realidad es tan insensible a nuestros valores? ¿Por qué es tan difícil articular lo útil, con lo bello y lo conveniente? No demos respuestas rápidas y simples; no hay dioses, origen de lo bueno y demonios causantes del mal. Hoy conocemos los materiales con que está formado el universo, la vida y el ser humano; conocemos las leyes que mueven lo grande y lo chico, los mecanismos interiores y exteriores a nosotros; sabemos cómo funciona la historia y nos damos cuenta de las ventajas y peligros de la vida en sociedad.

La aceleración de la historia ha dejado a la poesía muda y a la filosofía en receso. La falta de reflejos para procesar los hechos de nuestros días se manifiestan, entre otras cosas, en la parálisis del arte en general. La transferencia a lo popular del hecho creador no muestra todavía resultados aceptables. Lo popular como lo genético, son sistemas especializados en la conservación y en la repetición, más que en la creación; los acontecimientos de la Europa del Este, que, según algunos, han liberado a esos pueblos de un régimen mentiroso y opresivo, ahora se enfrentan a la tentación de reeditar los enfrentamientos de diferentes culturas, etnias y religiones que tuvieron lugar varios siglos atrás.

Para que estas ideas introductorias no se tomen como una invitación al pesimismo, habría que afirmar que, como en la adolescencia, estamos en la cresta de la crisis. Los ideales dependen de nosotros. Queremos sembrar, pero nos enfrentamos a los determinismos de la fertilidad de la tierra, al azar del clima y a lo imprevisible de las plagas; del necesario y correcto uso de nuestra libertad dependerá nuestra madurez en ser capaces de enterrar nuestros valores y tener la sabiduría de que germinen, por lo menos que crezca algo de ellos. ¿Seguiremos organizando procesiones para pedir lluvia o tocando las campanas a Santa Bárbara para que no caiga piedra? Nuestros abuelos no tenían a su disposición los resultados del

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desarrollo de la agronomía, ni de la meteorología. A nosotros nos corresponde el deber de conocerlos y saber usarlos. Estamos mejor equipados, pero con mayor responsabilidad.

Teología y opciones humanas

Las líneas anteriores no han pretendido hacer diagnósticos del momento presente, ni describir el contexto actual. Han recordado hechos de nuestros días y han planteado algunos problemas con el propósito de tomar conciencia sobre la variedad de actitudes que aparecen cuando nos enfrentamos a la realidad.

Esas actitudes y las imágenes que nos formamos de la realidad van a teñir nuestra postura ante la fe y los contenidos de ella.

La fe comienza, normalmente, apoyada en testigos; es la experiencia de otros quien oficia de trasmisora de costumbres o de interés para creer en algo o en alguien. En la medida que esa fe se va haciendo más personal, además de esa apoyatura inicial, se cree "por algo", es decir, hay un interés para creer. Cuando ese interés se hace acto libre lo llamamos opción. La opción desde la que se cree va a marcar a la fe y a la teología, no es otra cosa que la reflexión de la fe.

No es de extrañar desde esta perspectiva, que ante varias opciones frente a lo real, nos encontremos frente a diversas teologías que nacieron todas ellas de una opción común: la opción por los pobres, que constituye el tronco que nuclea a los grandes teólogos de América Latina. Ya Marta habló y lo enmarcó dentro del contexto histórico en el que nace la Teología de la Liberación.

Cuando hoy queramos descubrir algunas de las líneas peculiares de la teología de Segundo, dentro de la Teología de la Liberación, sabemos que estamos hablando de una teología que no es la más popular en América Latina. Ha sido aprovechada más, fuera del continente que aquí, lo han reconocido casi más muchos "ateos" (recuerdo la época de los seminarios) que los propios cristianos, quizás más valorada por los protestantes que por los católicos. Paradojas de la vida.

Que la fidelidad a la revelación de Dios, a Jesús de Nazaret y al hombre de hoy sea la opción que une la vida, la fe y el trabajo teológico de Segundo, no es una mera declaración hecha en un papel. Pocos teólogos como él han estudiado los componentes estructurales de la persona humana, del mundo, de la historia y de la misión del ser humano de cara a la misma y a los intereses de Dios. Pocos como él han sido tan respetuosos con lo que el hombre es y hace (ideología, fe, religión, ciencia), tan serio con la autonomía de que gozan cada una de esas realidades, y a la vez, tan crítico como para que todo ello esté al servicio del hombre.

A una teología que demuestra que la fe sin ideología es puro fideísmo o evasión, fe sin brazos operativos, fe muerta; que sugiere que la ideología sin fe es puro activismo sin sentido orientador; que postula para ambas la necesidad de la ciencia para conocer el único mundo donde vivimos y en el que tenemos que operar; a la teología que no se plantea preguntas ociosas, para lo humano, aunque ellas sean religiosas, a esta teología se la considera intelectual, europea y falta de compromiso.

Lamentablemente, hoy tenemos datos para demostrar lo contrario, o dicho de otra forma: que partiendo de las opciones antes señaladas, como lo hace Segundo y realizando un buen trabajo intelectual, aunque tenga aportes europeos, ha sido y seguirá siendo un excelente compromiso con la realidad de América Latina.

Entre urgencias y compromisos e idealismos se nos está yendo el tiempo y está quedando en el alma de mucha gente y no pocos cristianos, un sabor amargo ante el retroceso, cada vez más oficial de la Iglesia y ante la complejidad que ofrece la realidad para realizar la liberación socioeconómica.

Si analizamos hechos (que son lamentables) de la realidad actual, ellos nos invitan a descubrir la inexactitud de los juicios recientemente señalados sobre la obra teológica de Segundo.

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La liberación de la Teología

El Concilio Vaticano II no fue un meteorito caído del cielo, aunque sí, fue un espaldarazo y una aprobación oficial al trabajo que venían haciendo los más importantes teólogos cristianos. El desarrollo de las ciencias bíblicas realizado por protestantes y católicos, el diálogo con el marxismo, con la filosofía y con las ciencias fueron hechos anteriores y preparatorios del Concilio, que se daban en Europa y que pasaban a América Latina, donde el mandato conciliar encontró interlocutores preparados para cumplirlo.

En América Latina, se sabía, las opciones y compromisos no resultarían un divertimiento. Hablar de "opción por los pobres” era entrar en los debates frente a las ideologías, o mejor dicho, era optar por una ideología; había que comprometerse en política porque ayudar a salir de una situación de injusticia estructural era un problema político. Y eso había que hacerlo, no "además" o "a pesar" de ser cristiano, sino "precisamente" por ser "cristiano". Era entrar a padecer o construir (¿o ambas cosas a la vez?) el círculo infernal de democracia en crisis-cambio-represión.

En la velocidad de ese círculo funesto, y cuando los teólogos latinoamericanos, entre muertos de hambre, muertos de balas y muertos de temor, estaban en plena creación, Segundo publica un libro, que para aquella época resultaba un tanto llamativo; su título es LA LIBERACIÓN DE LA TEOLOGÍA.

Algunos pudieron pensar (y, o lo hicieron y lo siguen haciendo) que el libro plantea cuestiones de erudición o problemas que distraían la atención de la opción central: la lucha contra la pobreza. Quienes pensaban así se equivocaron y si seguimos sin tomar en cuenta este trabajo, nos quedaremos con la sorpresa amarga, ante la visión de las cartas que la historia va dando vuelta en la mesa de nuestro presente.

LA LIBERACIÓN DE LA TEOLOGÍA, si es que la teología nos interesa, es una exigencia a la propia teología para que se tome en serio la revelación de Dios y la articulación de un sentido para la vida; es una exigencia para conocer el deseo de Dios y para poder ofrecer una visión, desde Dios, de la vida y del mundo.

Dicho así parece fácil, pero la teología se encuentra con el problema de que es su propio proceso de conocimiento el que va a encontrar peligros y dificultades que vienen, no solamente del propio trabajo de conocer, sino de las dificultades que ofrecen las realidades que la teología debe comprender: la revelación de Dios y una historia cada vez más compleja. Por tanto, la liberación de la teología no propone un esfuerzo erudito, y sí hace referencia a lo central de la Teología de la Liberación.

Del proceso de conocimiento necesario a toda teología depende, nada menos, que el encuentro con Dios y la búsqueda de eficacia para que el ser humano sea plenamente libre.

Veamos las condiciones que en el pensamiento de Segundo son necesarias para hacer teología:

"Pienso que existen dos condiciones necesarias para lograr un círculo hermenéutico en teología. La primera es que las preguntas que surgen del presente, sean tan ricas, generales y básicas, que nos obliguen a cambiar nuestras concepciones acostumbradas de la vida, de la muerte, del conocimiento, de la sociedad, de la política y del mundo en general. Sólo un cambio tal, o, por lo menos, la sospecha general acerca de nuestras ideas y juicios de valor sobre esas cosas nos permitirán alcanzar el nivel teológico y obligar a la teología a descender a la realidad y a hacerse nuevas y decisivas preguntas.”

"La segunda condición está íntimamente ligada con la primera. Si la teología llega a suponer que es capaz de responder a las nuevas preguntas sin cambiar su acostumbrada interpretación de las Escrituras, por de pronto termina el circulo hermenéutico. Además, si la interpretación de la Escritura no cambia junto con los problemas, estos últimos quedarán sin respuesta o, lo que es peor, recibirán respuestas viejas, inservibles y conservadoras".

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Estas dos condiciones no son otra cosa que la manifestación de la doble opción ya mencionada: la fidelidad a la revelación de Dios y el servicio a lo humano corrigiendo un desvío grande de los cristianos (GS).

Ciertamente que este deseo de descender a la realidad y de hacer un trabajo bíblico para iluminar a esa misma realidad se daba en los mejores teólogos latinoamericanos, pero ya en aquellos tiempos Segundo debió ver algo que lo llevó a levantar una sospecha frente a la propia teología.

Las condiciones recientemente señaladas suponen cuatro puntos que el circulo hermenéutico (o sea de interpretación) debe recorrer "Primero: nuestra manera de experimentar la realidad, que nos lleva a la sospecha ideológica; segundo: la aplicación de la sospecha ideológica a toda la superestructura ideológica en general y a la teología en particular; tercero: una nueva manera de experimentar la realidad teológica que nos lleva a la sospecha exegética, es decir, a la sospecha de que la interpretación bíblica corriente no tiene en cuenta datos importantes, y cuarto: nuestra nueva hermenéutica, esto es, el nuevo modo de interpretar la fuente de nuestra fe, que es la Escritura, con los nuevos elementos a nuestra disposición".

La sospecha Ideológica

Ya hemos indicado que en el pensamiento de Segundo, la ideología es una de las partes estructurales del ser humano; más concretamente, es la que le permite conocer la realidad material en la que vive y saber qué medios debe emplear para acomodarse a ella o cambiarla. No vamos a hacemos problemas con el término en sí, ya que él ha sido usado con diferentes significados. Lo que Segundo entiende por ideología (en sentido general de un sistema general de ideas) eso es parte estructural del hombre, y, por lo mismo, necesario en la medida que el hombre quiera operar frente a la realidad.

Quienes por motivos de una supuesta universalidad, o una presunta apoliticidad de la fe, creen poder ser a-ideológicos, no hacen más que esconder la cabeza bajo el ala o refugiarse en una fe fuera de la historia o, lo que sería peor, mantener una ideología oculta identificada o justificada por la fe. Buena parte de la raíz del divorcio, denunciado por el Concilio, entre la vida y la fe, está, precisamente, en la difícil relación entre fe e ideología. La fe sin ideología es inoperante. La ideología es necesaria, pero, ¡ojo!, para complementar el pensamiento de Segundo, tenemos que agregar que es necesaria como complemento de la fe, es decir, para que ésta pueda mantenerse viva y operante en la realidad.

En ese nexo que se establece entre el ser humano y el mundo, que va del mundo al hombre como oferta de datos y experiencias, y del hombre al mundo como conocimiento, análisis, conciencia y capacidad instrumentalizadora de medios, en ese nexo, la ideología, o mejor, el uso que el hombre hace de ella, puede volverse un peligro, incluso para los fines para los que el hombre la eligió.

Abandonemos por un momento el lenguaje abstracto y pasemos al análisis de ejemplos sacados de nuestra realidad.

Antes, hay que hacer una advertencia. Quien escribe estas líneas, no participa en la borrachera de quienes piensan haberle metido una goleada al marxismo. Nuestros problemas siguen siendo grandes y poco tiene que ver con ellos el marxismo. Cuando realizamos un contraste, entre el pensamiento de Segundo y el de otros teólogos, o queremos analizar con él alguna experiencia de nuestra realidad, lo hacemos con la conciencia de respeto y admiración a todos los que, por diferentes caminos han trabajado y siguen trabajando en el campo intelectual, político, social, cultural, etc. Más que marcar errores (que no tenemos autoridad para hacerlo) queremos señalar el peligro que corren la teología y algunas otras actividades con ella, si no se toma en serio el pensamiento de este teólogo uruguayo.

Vamos a ver qué pasa con el círculo hermenéutico de Segundo en la experiencia de Nicaragua. Tomo el caso de este país hermano por ser uno de los más paradigmáticos para gente que está trabajando en ambientes populares e interesados en teología.

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Nicaragua en el período sandinista es, dentro de variados círculos políticos y cristianos, propuesto como el ejemplo de lo que es un trabajo "junto", "con" y "del" pueblo. No vamos a criticar la experiencia en sí, que sus buenos logros tuvo. Vamos a realizar la crítica ideológica frente a una entrevista que se le hizo a una de las máximas figuras sandinistas. Se trata de Sergio Ramírez Mercado, ex-vicepresidente, y la entrevista la publicó "La República" (9-7-01, pág. 28). Dice Ramírez Mercado, entre otras cosas: "Nosotros, primero, ni siquiera éramos un partido: un grupo de 20 o 30 muchachos clandestinos en Managua, en la montaña en 1962; después pasamos a la fase insurreccional, nos volvimos un movimiento de vanguardia con apoyo masivo... llegamos al poder como un partido armado, y ejercimos el poder como un partido armado. Y de repente nos encontramos con que tenemos que vivir una experiencia desconocida para nosotros, que es la de un partido de oposición en unas reglas de juego democrático que nosotros mismos creamos. Adaptarse a estas nuevas circunstancias es difícil, complejo. No vamos a retomar el poder por las armas; vamos a hacerlo por la vía electoral y por lo tanto, tenemos que reconstruir el consenso que perdimos y que tenemos que reconocer que perdimos".

"Los cambios estructurales más importantes han sido, en lo político, antes que nada la democracia... en lo económico, la reforma agraria.

Llegamos al poder en una época en que las revoluciones eran eternas. A finales de los años 70 en el Tercer Mundo los proyectos de partido único, con un proyecto histórico, mesiánico, capaz de reordenar una situación económica de injusticia y salir adelante con una economía planificada, eran posibles. El sandinismo probó la distancia que hay entre las concepciones intelectuales y la realidad".

"Cuando llegamos al poder había una mezcla de sentimientos de justicia, de corrección de grandes injusticias y desigualdades... Algunas políticas del FSLN comenzaron a dividir a la población, sobre todo en el campo. Cuando el campesino nos demandaba títulos de reforma agraria en propiedad, para poderlos heredar a sus hijos o venderlos, si quería, nosotros le contraponíamos, con la fuerza del poder, colectivos de producción estatal. En este país estamos en el fondo del barril. Ya no queda de donde rascarle. Nuestro desafío es ir a las elecciones del 96 con una mejor situación económica".

Si manejamos los términos usados por Segundo en su teología encontraríamos en las anteriores declaraciones elementos de la fe (antropológica y/o cristiana) de los sandinistas y de los cristianos nicaragüenses, elementos ideológicos y datos de la realidad. Se habla de una democracia y de un país que ha tocado fondo en lo económico (realidades): se cuenta cómo había un deseo generalizado de búsqueda de justicia (valor-fe) y nos informa de los medios empleados para conseguir esa justicia, como el partido único, proyecto histórico, revolución (ideología).

Si la finalidad de la revolución era sacarse de encima las estructuras opresivas e injustas, a pesar de todo lo conseguido, que no fue poco, fue una revolución que se quedó a mitad de camino. Era mucho lo que había que conseguir y fue muy alto el precio que se pagó por lo conseguido. A los medios ideológicos, se les sacó su natural instrumentalidad y se los revistió de mesianismo; y a los actores revolucionarios se los mitificó.

"El pueblo unido jamás será vencido" se cantó mucho en Nicaragua y también aquí. Como método para unir voluntades, para levantar el ánimo y actuar en la militancia puede dar buenos resultados; si de esa instrumentalidad construimos con él una premisa epistemológica autovalidante, es decir, que expresa la verdad por el hecho de que la canto, y pongo en mi canto mi deseo, sin sospechar de ella, la realidad nos puede jugar una mala pasada; aunque hablando con propiedad, no es la realidad, ni la consigna cantada quienes juegan mal, sino el conocimiento que se tenga sobre ambas cosas que son distintas.

Mitificar es interpretar fuera de la ciencia, y la vacuna para que nuestro conocimiento no se distraiga cuando quiere conocer la realidad en la crítica ideológica.

El círculo hermenéutico de Segundo se cortó en el primer punto. La crítica como método comenzó y terminó en la crítica al capitalismo, y no se mantuvo como método frente a toda ideología.

Creo que todos nos estremecimos un poco de admiración en plena etapa revolucionaria. No sabíamos cómo hacer desde aquí para que el éxito coronara los esfuerzos y la sangre empleados. Desde

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afuera, la revolución, con toda su carga de dramatismo, parecía haber unido en una relación de noviazgo al pueblo y a la dirección sandinista; pero la realidad, una vez más, saltó por encima de los muros de nuestros romances. Hoy nos llama la atención la sinceridad de Ramírez Mercado y la sobriedad y respeto con que el actual partido sandinista de oposición se enfrenta al juego democrático frente a lo que en ningún momento de la entrevista denomina con el término "pueblo". En las declaraciones no aparece la crítica ideológica, aunque se ve claramente un cambio en el compromiso político. El simple cambio de opciones políticas no es necesariamente consecuencia de haber modificado la postura del modo de comprender las realidades materiales. En este caso se ve que el motivo de un cambio en las políticas fue la contundencia de lo mostrado por la realidad. Sin embargo, la forma que presenta en la entrevista al hablar de los campesinos no como pueblo, sino como gente que "demandaba títulos de reforma agraria en propiedad para poder heredarlos a los hijos o venderlos..." indica una rectificación del camino en el que se mitificaron y sacralizaron realidades que son materiales y humanas.

Si Sergio Ramírez reconoce que el "sandinismo probó la distancia que hay entre las concepciones intelectuales y la realidad" y ese reconocimiento se hace conciencia generalizada y método de interpretación, se comprenderá que esa distancia es, precisamente, la que debe ser llenada por la ideología sometida a la sospecha sistemática, como método.

Cuando el hombre no usa la ideología, o la usa mal, siempre quedará una distancia entre los valores deseados y la realidad. La crítica que analiza, proyecta analogías y verifica en lo real, es la condición para mantener a la ideología en su función instrumental.

La sospecha teológica

Dice Segundo, que el segundo punto del circulo hermenéutico debe consistir en que la crítica llegue a "toda la superestructura ideológica en general y a la teología en particular" (o.c. pág. 13)

Porque la teología participa de esa superestructura general, junto con la ideología, participa con ésta de las dos características señaladas recientemente: la teología es, a la vez, necesaria y peligrosa. Sin ella no podemos conocer la Revelación de Dios; pero ocurre, a veces, como señala el Vaticano II, que las formas por las que se ha intentado comprender y expresar la fe “han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios" (GS 10). Le puede pasar a la teología lo mismo que le ocurre a la ideología: desviarse o atentar contra los fines para los que ella ha sido creada. Para que la teología no cometa ese grave error ha de ser criticada.

Si nos preguntamos acerca de la práctica de este segundo punto del círculo hermenéutico por parte de la Teología de la Liberación, tendríamos que afirmar que en los primeros tiempos sí la llevó a cabo, pero, al igual que la ideología, lo hizo en un único acto, algo parecido a la realización en un momento y para siempre.

Más adelante completaremos el análisis con el tercer punto del círculo, al que está íntimamente unido.

Si bien los resultados de la práctica ideológica son más visibles y materiales que los de la teología, ambas participan de características similares y corren la misma suerte, aunque esta última afirmación no es un determinismo absoluto, pero en el caso de América Latina entre buena parte de la Teología de la Liberación y la ideología marxista, así ha ocurrido.

No olvidemos el punto de partida de la Teología de la Liberación: "la opción por los pobres", como lucha contra la pobreza, como paso a condiciones más humanas, como exigencia de libertad. En este continente, a diferencia de otros con mayor nivel de industrialización, la ideología que criticó al capitalismo dejó de ser crítica en la medida que abandonó el método científico por la creencia "mesiánica" (en palabras de Sergio Ramírez). El partido con apoyo de los campesinos, o del pueblo, pasa a considerarse el poder salvador. Creo que en el momento que la ideología recoge los elementos y prácticas de la ideología, sin

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criticarlos, es cuando comienza a mostrarse la segunda línea de la Teología de la Liberación. La teología toma del marxismo la crítica al capitalismo (paso primero del circulo hermenéutico) trasladando el protagonismo del proletariado a lo que se empezó a denominar "el pueblo" y "los pobres".

En este punto hay que señalar que nadie que apoya la liberación puede estar en contra de que el pueblo y los pobres lleguen a ser sujetos en la liberación. Decimos que la instrumentación ideológica, política o educadora de este deseo liberador se hizo con una elevada cuota de superficialidad, de idealismo y de mesianismo, aspecto que en la realidad denota la falta de una sospecha ideológica y teológica.

Si recordamos el desarrollo histórico que hizo Marta, pensamos que fue en ese momento, que la opción primera como "opción por los pobres", ante la falta de sospecha teológica, fue cambiando a "opción con los pobres", hasta llegar a ser "opción de los pobres”. Cuando hoy se afirma que "los pobres nos evangelizan", no se hace otra cosa sino llevar la llamada "opción de los pobres" del campo político al religioso. Estas últimas frases pertenecen a lo que Marta llama la segunda Teología de la Liberación, que es la más popular.

Sospecha exegética

En las últimas frases del párrafo anterior se resume lo más central de la pastoral y casi lo central de la fe de la segunda línea de la Teología de la Liberación, mientras que todavía no hemos terminado de explicar el círculo hermenéutico de Segundo. Ante esta constatación, algunos pueden pensar que el círculo es demasiado largo e inútil; otros pueden juzgar diferente y afirmar que esa segunda teología se ha quedado a mitad de camino. De todas formas, cualquiera de las conclusiones deben reunir más datos para ser serias.

No olvidemos que toda la Teología de la Liberación, ideología mediante, cambia la opción desde la que se hace la teología y recupera datos bíblicos de la tradición escrita que estaban olvidados y en los que aparece de forma clarísima que la voluntad de Dios, desde la liberación del pueblo judío de la opresión Egipcia hasta el mismo Jesús de Nazaret pasa por la liberación política de los hombres. El rescate de estos datos indica que existió un momento en el que se trabajó la crítica exegética. Fue entonces cuando se desarrolló en profundidad la teología del "éxodo”, la parte de denuncia comprendida en el profetismo y se comienzan a ensayar nuevas cristologías basadas en las ideas centrales de Jesús liberador y su anuncio del Reino en favor de los pobres.

En ese preciso momento apareció el libro titulado LA LIBERACIÓN DE LA TEOLOGÍA. En esa obra advierte Segundo que el trabajo teológico ha de cuidar más el mismo método de hacer teología que los contenidos teológicos. De esa forma se exige la sospecha exegética porque "la interpretación bíblica corriente no tiene en cuenta datos importantes" (tercer punto) "para poder llegar a un nuevo modo de interpretar la fuente de nuestra fe, que es la escritura" (Cuarto punto del círculo. O. c. pág. 14).

El libro que terminamos de citar fue publicado en 1974. En 1982 Segundo publica su cristología y desde ella vuelve a señalar: "Se busca un poder supuestamente "cualitativo" -en virtud de su carácter igualmente cuantitativo-... que detenga el proceso de corrupción de los proyectos humanos en el plano político".

"Desde un tiempo a esta parte esa utopía paralizante e irreal ha invadido, por ejemplo a la Teología de la Liberación... que se resiste a la lectura profunda de Pablo. En este caso ese poder cualitativo y cuantitativo a la vez es el "pueblo", o más precisamente, "los pobres".”

"A nuestro juicio, éste, y no el ateísmo o el secularismo, es el verdadero peligro de premisas marxistas o análogas, no evaluadas por los datos trascendentes cristianos. No se trata, ni mucho menos, de atacar esa tendencia porque caiga en la lucha de clases o porque eleve -con otro nombre- el proletariado a sujeto y agente privilegiado de la historia. Se trata, sí, de una escatología simplificada y errónea que, así

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como conduce a falsas esperanzas, produce igualmente, a más largo plazo, la escalada de la desesperación". (EL HOMBRE DE HOY ANTE JESÚS DE NAZARET pág. 895)

Han pasado diez años desde que se escribieron estas cosas. Ellas no solamente son teología, sino que también se parecen a un libreto hecho para una representación dramática que hoy estamos presenciando en unos cuantos puntos de nuestro mundo. Las falsas esperanzas y desesperación de las que habla Segundo hace diez años como posibles consecuencias de un círculo hermenéutico no realizado, o hecho a medias, son hoy noticias diarias en los noticieros y vivencias íntimas y actuales de las comunidades latinoamericanas.

No solamente "el sandinismo probó la distancia que hay entre las concepciones intelectuales y la realidad", aunque habría que pedirle más rigor en la expresión a Ramírez Mercado, porque la distancia entre nuestras ideas y la realidad se agranda no porque nuestras concepciones sean intelectuales, sino precisamente, porque no lo son; cuando se busca un poder fuera de la realidad y se lo apoya desde la ideología o desde la teología, esa actitud humana se parece más a una creencia en las hadas que a un compromiso de mantener una postura intelectual y científica

No voy a reseñar la cristología de Pablo desarrollada por Segundo en el libro últimamente citado o en su versión abreviada LA HISTORIA PERDIDA Y RECUPERADA DE JESÚS DE NAZARET. A cuantos estén inquietos por la problemática que nos acucia, esta obra puede resultarles imprescindible para comprender, desde San Pablo, qué pasa con los proyectos del hombre cuando quiere llevarlos a la realidad. Es un material para cristianos y también para psicólogos, sociólogos, políticos, educadores, etc.

Sí, quiero comentar esa resistencia que notaba Segundo hace 10 años en buena parte de la Teología de la Liberación, de trabajar la teología de San Pablo. Creo que hay que distinguir entre hacer teología en serio, aunque sea con datos básicos y centrales cuando no hay tiempo para otra cosa, y hacerla mal, incorrecta, o apresuradamente. Desde la perspectiva general del Vaticano II y, en particular, desde la Teología de la Liberación, todo trabajo teológico que no sea respuesta a la problemática humana, directa o indirectamente, o que no permita comprender todo el proceso a través del cual Dios se ha revelado y lo sigue haciendo, es un trabajo mal realizado.

Cuando se va a la Escritura desde una postura ideológica y teológica superficial e idealista -aunque en ello vaya todo el calor de nuestro corazón- hay un riesgo grande de mutilar la revelación y de tomarla para que ella fundamente los proyectos o los deseos humanos.

Creo que de ese uso fundamentalista de la Escritura para apoyar posturas ideológicas no criticadas por la teología, nace la resistencia a comprender a S. Pablo. Habría innumerables ejemplos sacados del uso popular que se le ha dado al método ver-juzgar-actuar en el que el "juzgar" o "iluminar desde la palabra de Dios" como se dice, no es otra cosa que elegir, de entre una colección de escritos y textos lo que conviene para el momento.

La palabra de Dios se reduce a la lectura de la letra muerta, y no se descubre lo más importante: la Revelación viva, escondida detrás de ella. (EL DOGMA QUE LIBERA)

Recordemos lo que exigía Segundo en el círculo hermenéutico: la sospecha frente al método corriente de interpretar la Escritura para conseguir "una nueva hermenéutica" que evite dejar sin respuestas a los nuevos problemas humanos "o, lo que sería peor, darle respuestas viejas, inservibles o conservadoras" (o.c. pág. 13).

Pero el riesgo de dar respuestas inservibles y conservadoras, si no se cambia el método corriente de interpretar las Escrituras no está solamente en el uso popular que se ha hecho del método ver-juzgar-actuar o en lo que se ha dado en llamar "la lectura popular de la Biblia". Creo que Segundo en el texto que citamos anteriormente, se refería expresamente a un peligro instalado en la Teología de la Liberación. Hablaba de la resistencia de ésta a entrar en Pablo, y de uno de los resultados de esa resistencia como era la de tener una "escatología simplificada y errónea".

Alertados ante consecuencias tan serias tendríamos que animarnos a constatar si Segundo tiene razón y lo deberíamos hacer frente a teologías importantes y serias.

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Creo que no es necesario advertir que no queremos hacer contraste entre teólogos, y menos entre personas. Si pensamos que las diferentes líneas teológicas de la liberación son complementarias, sentimos también un profundo respeto y reconocimiento por los teólogos y por los carismas personales que cada uno vive. Confrontamos diferentes líneas teológicas porque entre ellas se juega buena parte de la eficacia de la opción central, está también en juego el conocimiento de la realidad, la comprensión de la Revelación y, como consecuencia, el estado de ánimo de la gente. No podemos seguir sin dar respuestas, pero tampoco podemos arriesgarnos a dar malas respuestas.

Vamos a tomar como ejemplo de Boff (sin discusión uno de los teólogos de primera línea en América Latina), el libro titulado EL ROSTRO MATERNO DE DIOS. Yo, que no soy teólogo no voy a juzgar la teología de este libro. Me interesa el libro por el tema que plantea y nos referimos a él para hacer el contraste con lo que terminamos de leer en Segundo para ver, en la práctica, como se da esa resistencia a San Pablo.

El tema o problema humano que quiere ser iluminado desde este libro es el "feminismo". Sin duda ninguna tema actual y serio. Del buen o mal manejo que hagamos todos de él, dependerán determinadas consecuencias, imprevisibles todavía hoy, para el mediano y largo plazo. Que la mujer por ser mujer, no puede estar oprimida es ya un deseo valioso de nuestro tiempo que aún no se ha conquistado; es por tanto un problema donde entra lo ideológico y lo teológico.

Nosotros con Boff, mediante la crítica ideológica pusimos al descubierto el machismo. Esa pasión por lo femenino ha sido fruto de la crítica ideológica -primer punto del círculo hermenéutico- y el libro de Boff pretende hacer descender a la teología hasta esa problemática humana y, mediante la interpretación bíblica quiere iluminar y orientar lo femenino. Pasemos al segundo y al tercer punto del círculo hermenéutico y veamos qué teología y qué parte de la Escritura toma Boff para iluminar este problema.

Por ser un gran teólogo, Boff sabe que la teología es una tarea seria: "Por eso es importante discernir siempre en el acontecimiento revelador lo que es un dato histórico pasajero y lo que es comunicación permanente de Dios. Aunque la historia y la revelación se presentan siempre mezcladas entre sí, es conveniente mantener este discernimiento para que no atribuyamos a Dios lo que es solamente del hombre, ni adjudiquemos al hombre lo que es únicamente de Dios. Nadie puede sentirse dispensado de este esfuerzo de lucidez, ni el magisterio, ni los teólogos, ni el creyente que quiera dar las razones de su fe y su esperanza"(o. c. pág. 79).

Creo yo que ese esfuerzo de lucidez que Boff le pide al magisterio, a los teólogos y a los cristianos es, precisamente, lo que se consigue mediante la práctica del círculo hermenéutico de Segundo. Quien haya estudiado el libro de Boff que nos sirve de contraste, se dará cuenta de que el esfuerzo de lucidez, mediante la crítica, aparece en varios momentos en los que se enfrenta a la resistencia que le van a presentar el fenómeno teológico y humano en los que, en definitiva Boff se apoya para construir su pensamiento con la intención de iluminar el feminismo. Boff le pide a la teología un esfuerzo de lucidez para distinguir lo que viene de Dios de lo que procede de las tradiciones humanas y, a la vez, para construir la teología de lo femenino se apoyará en la mariología católica y en las devociones populares. ¿Logrará mantener la coherencia para encontrar en lo popular lo que es revelación permanente de Dios? Esta lucha entre dos fuerzas la reconoce el propio Boff cuando afirma que "La tarea que nos proponemos es atrevida y está llena de escollos teóricos y prácticos" (o. c. pág. 14) y cuando reconoce que "estamos tocando cuestiones que se esfuman dentro de la imaginación religiosa… Por consiguiente, más vale que calle la razón y hable con todo derecho la fantasía" (o. c. pág. 203).

Ante esta última frase tendríamos que preguntarnos: ¿Podría la fantasía comprender que es necesario mantener el esfuerzo de lucidez?

Hay que señalar que la teología de este libro, que toma elementos de la mariología y de las devociones populares, trabaja a partir de ellas, pero no sin antes hacerlas pasar por una severa crítica, con lo que estaríamos en presencia del cumplimiento del segundo y del tercer punto del círculo hermenéutico. Los escollos con los que se encuentra Boff no van a estar tanto en la iluminación del feminismo cuanto en las fuentes de las que se quieren tomar datos para iluminarlo realmente.

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Veamos la crítica. En lo que se refiere a las devociones, Boff sabe que "lo que vemos en el símbolo es a una hermosa doncella, coronada de joyas y de oro, vestida de seda y brocado, con las manos delicadas, la piel cultivada, el rostro transfigurado. Lo que la grandilocuencia simbólica tiene que exaltar es lo grande de esa opacidad sin ocultarlo. En caso contarte mistificaríamos a María y seríamos víctimas de una confusión de dos dimensiones: la histórica y la simbólica" (o. c. pág. 291).

Ante semejante peligro el mismo autor advierte que "los fieles que se postran ante su estatua (la de María) tienen que poder ver más allá del símbolo para llegar a la historia de esa mujer singular de nuestro mundo que participó de la vida de toda mujer. Esperó a su marido a la puerta de casa, le preparó la comida, y, de cuando en cuando, su plato preferido, le lavó y cosió la ropa, le atendió en sus fatigas y enfermedades; tuvo que cocinar ... tuvo que limpiar, barrer, arreglar, coser ..." (o. c. pág. 291 -292) Si dejamos de lado la oportunidad o eficacia de esta recomendación pastoral y nos ubicamos del lado de los intereses humanos escondidos en los problemas -en este caso el feminismo- advertimos que la historia de María ofrecida por esta teología, no pasa de ser una respuesta inútil, si no contradictoria, ya que las mediaciones ideológico-culturales que debió usar María para vivir su fe y que, realmente serían las que aparecen en el texto que terminamos de leer, son precisamente hoy las que muchas mujeres experimentan como mecanismos de opresión mantenidos por el hombre y la sociedad contra ellas. Hoy la mujer no se siente tan feliz en las tareas de barrer, limpiar, cocinar y coser.

La crítica de las devociones, aunque surtiera el efecto que el autor pide, no lograría iluminar al feminismo. En el caso que analizamos ni hemos podido captar los elementos humanos nuevos ni hemos logrado un nuevo modo de interpretar la Escritura. El círculo ha sido interrumpido.

Pasemos ahora a la critica que hace Boff a la mariología: "En una época en que el cristianismo manejaba especialmente las categorías teológicas de pecado, castigo, perdón, redención de Cristo por la sangre y la crucifixión, infierno y cielo, dejando aparecer una imagen eminentemente judicial de Dios y de Cristo, es cuando aparece, en compensación, la Virgen María como aquella que representa la misericordia. La iconografía de los siglos XV- XVIII podía llegar a los excesos de pintar a Jesús como un hombre encolerizado, armado de rayos para fulminar a los pecadores, y a María como la mujer que se interpone para proteger bajo su manto al pecador. A veces se escribía la siguiente leyenda: "Jesús quiere condenar, María quiere salvar"” (o. c. pág. 290).

Después de leer esta crítica teológica no pensaríamos otra cosa sino que Boff recurriría a la cristología para dar respuesta al problema humano que tenemos entre manos. Pues no. Su crítica en este caso, no decide y el autor opta por el trabajo de reconstruir la mariología para iluminar desde ella al feminismo. La hipótesis central que elabora Boff y desde la que desarrollará toda la mariología es ésta: "La Virgen María, Madre de Dios y de los hombres, realiza de forma absoluta y escatológica lo femenino, porque el Espíritu Santo ha hecho de ella su templo, su santuario y su tabernáculo, de manera tan real y verdadera que debe ser considerada como unida hipostáticamente a la tercera persona de la santísima Trinidad" (o. c. pág. 115).

No vamos a dejar de reconocer que el desarrollo de este enunciado teológico constituye una excelente mariología, pero a nuestro modesto entender, tampoco desde ella se ilumina al feminismo, por dos razones fundamentales. Las realizaciones humanas, incluido el feminismo, son relativas, contingentes e históricas. Lo femenino como tal, si es que alguien lo puede encerrar en fronteras definidas, es más que cualquier otra cosa, el resultado evolutivo de la interacción genético-cultural e histórica, frente a la cual deben actuar los valores. El "ser" y el "deber ser" femeninos varían cada vez que cambian las circunstancias, cada vez que aparecen crisis que provocan la búsqueda de sentido y realización de esa realidad sexual y humana. El modelo de Boff sirve para el mundo de lo absoluto y para un futuro después de este tiempo, pero no para un problema que está condicionado por las circunstancias relativas e históricas.

La segunda razón por la que la mariología aporta poco al feminismo está en la naturaleza del privilegio obrado por el Espíritu Santo en María y por las consecuencias de este privilegio. Boff ha escrito un excelente libro sobre la Virgen, pero es inútil todo su esfuerzo en pretender sacar de la mariología sentido y orientación para el feminismo, sin caer en contradicciones, sin pasar de la "lucidez" de la teología a la

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"teología cordis". El contenido de la teología marial se resume en que María fue inmaculada desde el momento de su concepción, fue virgen antes-en-y-después del parto, asunta al cielo en cuerpo y alma en el momento de la muerte y es, además medianera de todas las gracias. El feminismo, tanto ateo como cristiano, está ocupado en otros contenidos y en otras problemáticas diferentes a la que plantea la mariología.

Si es correcta la apreciación que hago, tendríamos que hacemos ahora esta pregunta: ¿por qué Boff insiste en iluminar el feminismo con elementos que él mismo ha criticado tan seriamente, aún con el riesgo de dejar sin respuesta el problema humano? La contestación nos la puede dar él mismo: "el teólogo se ve obligado a entrar en el continente de la cultura popular y a valorar las formulaciones hechas por el pueblo, la narración de su vida y su fe." (Eclesiogénesis, pág. 142) Por eso, y a pesar de su misma critica toma como base de argumentación la mariología, porque "el pueblo sencillo, en su fe inocente y desarticulada del discurso de la ortodoxia oficial, rindió siempre adoración a María... ella se presenta como última instancia de consuelo, de gracia y de salvación. La fe no necesita conocer todas sus mediaciones ni darse cuenta de todas sus implicancias teóricas para mantenerse en su verdad y en su acierto. El pueblo de Dios ha intuido siempre la presencia personal del Espíritu en María. El atribuirle todos los títulos de grandeza que ha forjado la piedad, estaba realmente entrando en comunión con el Espíritu Santo espiritualizado en María". (o.c pg. 126)

Cerramos aquí el contraste entre teologías y volvemos al círculo hermenéutico y a la advertencia que hacía Segundo hace 10 años y que transcribimos más arriba. En el último párrafo de Boff aparecen los elementos y los peligros que señalaba Segundo: hay un poder "cualitativo y cuantitativo idealizado" que se convierte en "utopía paralizante" en tanto que mantiene cautiva a la teología no permitiéndole cambiar el modo de interpretar la Escritura. Porque el pueblo pide "consuelo, gracia y salvación" -según Boff- y no otra cosa, es que aparece la resistencia a entrar en San Pablo. El modo de interpretar la Escritura ha quedado cautivo en los intereses del pueblo y será éste y no una nueva comprensión de la revelación de Dios quien dé respuesta a los problemas humanos. El círculo hermenéutico se ha detenido.

No vamos a desarrollar las ideas centrales de Segundo, a partir de la cristología de Pablo. No hay que hablar del feminismo de forma expresa, para apoyar la liberación femenina y el resto de las liberaciones humanas. Señalemos, sí, que sólo San Pablo hizo una afirmación tan humana y política como ésta: "no hay hombre o mujer" como para que se entendiera que la diferencia sexual no se podía usar para la opresión, porque en Cristo hemos sido hechos hijos y hermanos. Él nos ha llamado a la responsabilidad de construir el mundo y nos ha hecho libres. Pero Pablo nos previene contra expectativas superficiales y falsas. El camino a la libertad depende solamente de nosotros y nuestros proyectos se van a realizar en un mundo no maniqueo y sí mezclado.

En la realidad y en nosotros opera de forma oculta, pero eficaz, un mecanismo que pretende quedarse con buena parte de lo que queremos hacer, aunque lo que rescatemos del poder de la ley del menor esfuerzo y de la muerte diaria -léase si se quiere la búsqueda del poder, las marcas de la moda, el culto del cuerpo, los cosméticos- va a formar parte de la nueva tierra de los hombres y del nuevo cielo de Dios. A las mujeres y hombres del feminismo, estos y otros datos de Pablo, les servirán seguramente, para descubrir que el interés de Dios se juega en la libertad del ser humano, pero Pablo los enfrentará al problema serio de construir un mundo que Dios ha entregado a la responsabilidad humana; al ser humano le corresponde analizar lo que construye de humano en sus compromisos, tomar conciencia de lo que se gana y se pierde en cada opción, y apostar qué valores de los conquistados construyen ya el cielo definitivo.

Termino este párrafo repitiendo una condición del círculo hermenéutico: "si nuestro modo corriente de interpretar la Escritura no cambia con los problemas, éstos quedarán sin respuesta o, lo que es peor, recibirán respuestas viejas inútiles y conservadoras". (LA LIBERACIÓN DE LA TEOLOGÍA, pág. 21).

La crítica exegética es necesaria para poder iluminar, desde la Escritura, los problemas humanos.

La teología de Segundo y la realidad

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Por lo que conocemos hasta hoy, vivimos todos dentro de un único ecosistema, no como espectadores, sino formando parte del mismo sistema; pero además somos, a diferencia de los otros seres, el actor con más capacidad de modificar el sistema. El desarrollo del estudio de la evolución nos ha colocado ante un contexto diferente que cambia profundamente nuestra praxis y también nuestro conocimiento, elementos que, a su vez forman otro micro sistema. De éste hemos pretendido hablar, ya que él es uno de los soportes para hacer teología.

En ese sentido decía el Vaticano II: "los más recientes estudios y los nuevos hallazgos de las ciencias... suscitan problemas nuevos que traen consigo consecuencias prácticas e incluso reclaman nuevas investigaciones teológicas" (GS 62). No podemos contemplar nuestra realidad latinoamericana ni hacer teología a espaldas de lo que sabemos sobre la realidad en que vivimos. Frente a esa realidad humana y de cara a la teología en general y a la Teología de la Liberación en particular, hemos querido señalar algunas características de la teología de Segundo sabiendo que no es la más popular en América Latina. No nos gusta esa impopularidad aunque no nos desespera. Ya dijo Octavio Paz que "muchos vivieron la pobreza y la vida errante en España y sólo don Miguel de Cervantes escribió El Quijote".

En nuestra selva del sur azotada por vendavales que entran por los cuatro puntos cardinales, no todas las buenas intenciones sembradas han dado los frutos deseados. Hemos cortado la selva para calentarnos y el sol nos ha calcinado. Hicimos canoas para surcar los ríos y los cauces se han secado. Despejamos el suelo para sembrar alimentos y la tierra se hizo roca.

A la postre siempre las experiencias sirven para educar, aunque ésta es una educación que pierde años y se edifica sobre el desencanto de muchos. Un día escuché decir a Mario Benedetti que los que cambian de ideología por el imperio de los hechos son unos oportunistas; si algún día pudiere agregarle una coma al pensamiento de Benedetti, yo diría que son unos fatalistas.

Interpretar la actualidad y preparar el futuro es propio y exclusivo del pensamiento humano y en la amazonia de la teología latinoamericana, hay un olmo que da peras.

En toda la obra de Segundo está la vida del hombre y del mundo hecha problema, búsqueda y pregunta.

Ha sido trabajada a partir de la sospecha frente a los mecanismos religiosos, culturales, ideológicos que pueden ocultar los problemas, bloquear las búsquedas o presentar respuestas falsas o apresuradas. A partir de esta plataforma vital, y sólo a partir de ella es que esta teología quiere encontrarse con la revelación de Dios mediante la sospecha realizada a la propia teología y a la exégesis de la Escritura.

De esta forma construyó Segundo toda su obra, excepto su último libro publicado que hace el recorrido inverso. En esta obra parte de la tradición precristiana y cristiana para descubrir cómo el dogma nació de la vida y a ella debe volver para que permanezca vivo, y para mostrar como el círculo hermenéutico, crítica mediante, funciona de la misma manera aunque comience por el final. Los datos descubiertos son idénticos, la revelación de Dios se hace experiencia histórica, porque lo que Dios revela no busca tanto ser verdad, cuanto hacerse vida.

A través del círculo hermenéutico Segundo ofrece un aprendizaje en segundo grado, es decir, acompaña un proceso a través del cual se aprende a mirar la vida y se aprende a encontrarse con el Dios que se está revelando. (EL DOGMA QUE LIBERA).

Creo que estas características son las que permiten que el olmo dé peras. Por eso la teología de Segundo es, a la vez. Teología de la Liberación y liberación de la teología, y, de esa forma, le aplicamos a ella la segunda parte de la idea de Octavio Paz en "Las peras de olmo": es arte "porque transmuta la fatalidad humana e histórica en un acto libre. Esta operación se llama creación".

Por todo ello la teología de Segundo es un compromiso con la realidad.