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En el campo de la etnohistoria en México, es sin duda la figura de Gonzalo Aguirre Beltrán una de las que se destaca como pionero en esta disciplina. Desde inicia sus estudios en el Archivo General de la Nación sobre los pobladores de origen africano que se encuentran en México, y constata la información de los archivos con la realidad de los pueblos de origen africano que se encuentran en las costas de México. Su labor va más allá del trabajo exclusivo del archivo, como él mismo señala: “El análisis histórico complementado por el trabajo de campo antropológico da su figura al estudio etnohistórico, método de investigación que ilumina el examen de los problemas del pasado y presente.” 1 N O SIEMPRE es posible demostrar con suficiente evidencia el origen de rasgos y complejos cul- turales que hoy son parte consustancial de los patrones de comportamiento habituales en los mexica- nos o en una porción de ellos. Es sabido que en nuestro país concurrieron, desde los años del descubrimiento y conquista de la Tierra Firme, dos grupos de población bien identificados por participar en sistemas de vida que diferían considerablemente entre sí: los españoles y los indios. Con cierta razón, ambos grupos fueron objetiva- dos en categorías sociales únicas. Con la designación de españoles se comprendían, por supuesto, a los que en la actualidad componen las variadas nacionalidades del Estado español: castellanos, vascos, ca- talanes, gallegos, etcétera; pero también eran portugueses de la propia Península Ibérica, nórdicos de los Países Ba- jos, alemanes del Báltico, italianos y griegos del Mediterrá- neo. No obstante que hablaban lenguas que no permitían el entendimiento común y que en su modo de ser expre- saban las peculiaridades que les daba una identidad nacio- nal, todos quedaban incluidos en el ámbito de la cultura occidental, compartían un estilo de vida general y repre- sentaban una etapa de civilización urbana muy semejante. Las divergencias en la categoría social india eran cla- ramente mayores. En ella se incluían, tanto las bandas recolectoras cazadoras de los semidesiertos del norte del país, cuanto los pueblos agrícolas del centro y sur, entre los cuales algunos, como los nahuas del valle de México, Bailes de negros Gonzalo Aguirre Beltrán 1 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Obra antropológica, vol. XVI, El negro esclavo en Nueva España, la formación colonial, la medicina popular y otros ensayos, México, Universidad Veracruzana, Instituto Nacional Indigenista, Gobierno del estado de Veracruz, Centro de Investigacio- nes y Estudios Superiores en Antropología Social y Fondo de Cultu- ra Económica, . Página : Corralero, afromixteca de la Costa, Vittorio D’Onofri, ; página : Collantes, afromixteca de la Costa, Vittorio D’Onofri,

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Page 1: Bailes de negros - DialnetBailes de negros Gonzalo Aguirre Beltrán 1 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Obra antropológica, vol. XVI,El negro esclavo en Nueva España, la formación colonial,

En el campo de la etnohistoria en México, es

sin duda la figura de Gonzalo Aguirre Beltrán

una de las que se destaca como pionero en

esta disciplina. Desde inicia sus estudios

en el Archivo General de la Nación sobre los

pobladores de origen africano que se encuentran

en México, y constata la información de

los archivos con la realidad de los pueblos

de origen africano que se encuentran en las

costas de México. Su labor va más allá del

trabajo exclusivo del archivo, como él mismo

señala: “El análisis histórico complementado

por el trabajo de campo antropológico da

su figura al estudio etnohistórico, método

de investigación que ilumina el examen de

los problemas del pasado y presente.”1

N O SIEMPRE es posible demostrar con suficienteevidencia el origen de rasgos y complejos cul-turales que hoy son parte consustancial de los

patrones de comportamiento habituales en los mexica-nos o en una porción de ellos. Es sabido que en nuestropaís concurrieron, desde los años del descubrimiento yconquista de la Tierra Firme, dos grupos de poblaciónbien identificados por participar en sistemas de vida quediferían considerablemente entre sí: los españoles y losindios. Con cierta razón, ambos grupos fueron objetiva-dos en categorías sociales únicas.

Con la designación de españoles se comprendían, porsupuesto, a los que en la actualidad componen las variadasnacionalidades del Estado español: castellanos, vascos, ca-talanes, gallegos, etcétera; pero también eran portuguesesde la propia Península Ibérica, nórdicos de los Países Ba-jos, alemanes del Báltico, italianos y griegos del Mediterrá-neo. No obstante que hablaban lenguas que no permitíanel entendimiento común y que en su modo de ser expre-saban las peculiaridades que les daba una identidad nacio-nal, todos quedaban incluidos en el ámbito de la culturaoccidental, compartían un estilo de vida general y repre-sentaban una etapa de civilización urbana muy semejante.

Las divergencias en la categoría social india eran cla-ramente mayores. En ella se incluían, tanto las bandasrecolectoras cazadoras de los semidesiertos del norte delpaís, cuanto los pueblos agrícolas del centro y sur, entrelos cuales algunos, como los nahuas del valle de México,

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Bailes de negros

Gonzalo Aguirre Beltrán

1 Aguirre Beltrán, Gonzalo, Obra antropológica, vol. XVI, El negroesclavo en Nueva España, la formación colonial, la medicina populary otros ensayos, México, Universidad Veracruzana, Instituto NacionalIndigenista, Gobierno del estado de Veracruz, Centro de Investigacio-nes y Estudios Superiores en Antropología Social y Fondo de Cultu-ra Económica, .Pági

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Desacatos

los mayas del procurrente yucateco, los zapotecas y mix-tecas de Oaxaca, los totonacas de Veracruz, habían al-canzado elevados niveles de eficiencia en muy diversosaspectos de su civilización. La dispersión idiomática, quehabía producido más de un centenar de lenguas y uncrecido guarismo de dialectos, y las formas de obtener lassubsistencias ya mencionadas, separaban a los compo-nentes de esta categoría social; pero todos eran america-nos, es decir, gente sentida como radicalmente distintapor sus conquistadores, especialmente en lo que concier-ne a civilidad y policía.

A pesar de la clara participación que desde un princi-pio puso aparte a las dos categorías que nos ocupan, losetnólogos que en el presente estudian a las comunidadesque descienden directamente de los grupos étnicos ame-ricanos, encuentran a menudo difícil la determinaciónde los rasgos nativos y extranjeros. En muchas de esas co-munidades, si hemos de creer a los antropólogos difusio-nistas, con excepción del habla y unas pocas cosas más,todos los rasgos culturales son de procedencia occiden-tal. Según ello, la contribución que los indios actualespueden dar a la formación de la cultura nacional es des-preciable. Otros especialistas en ciencias sociales y enhumanidades, que se ocupan de investigar a grupos depoblación nacional, tienen dificultades parecidas cuan-do siguen el rastro a un elemento cultural cualquiera pa-ra descubrir su forma prístina. Desde luego, hay rasgoscuya calificación como americanos u occidentales es ob-via: objetos, técnicas, alimentos, vestidos, viviendas. Peroen otros apartados de la cultura, como los ubicados enlos dominios del arte, la religión y la medicina, las cosasson diametralmente opuestas. No hay seguridad algunapara definir la procedencia cultural. Por ejemplo, la creen-cia en el susto, tan importante en la medicina popular,bien puede proceder del pensamiento mágico cristianosobre el espíritu o del concepto nahua del tonalli.

La dicotomía arriba establecida, con todo y las dificul-tades graves que a veces confronta, sólo exige la elecciónentre los componentes de dos grandes sistemas culturales,el occidental y el americano. Un objeto o una idea sólopueden ser españoles o indios, con ello la pesquisa que-da restringida dentro de una jurisdicción relativamentereducida; la Península Ibérica, en un caso, la superficie

patria, en el otro. A decir verdad, esta limitación no tieneen cuenta la participación en la población colonial degente distinta a la mencionada. Se sabe que México re-cibió inmigración negra que vino de África y el Asia quefue introducida por el puerto de Acapulco; pero jamásse da beligerancia a esta gente, es juicio común que pasósin dejar huella.

El número de asiáticos forzosamente inmigrados aNueva España parece haber sido corto y su influencia re-ducida al hinterland del puerto de entrada; pero en lo queconcierne al negro las cosas son indudablemente distin-tas. Los estudios llevados a cabo sobre el número de losque migraron al país, la proporción en cuanto a edad ysexo de los esclavos, la procedencia tribal de los mismos,su distribución geográfica en la extensión del territorio co-lonial. Los años en que se introdujo, el trato que se les dioy otros pormenores más, han permitido un conocimientosuficiente de este grupo racial para afirmar, sin temor adudas, su importancia.

3 Collantes, afromexteca de la Costa, Vittorio D’Onofri,

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Aunque estos estudios representan tan sólo un puntode partida para investigaciones posteriores, que les afineny den profundidad que requieren, el mundo académicode México se encuentra poco interesado en esta línea depesquisa. La importancia que entre nosotros tiene el in-dio y lo indio nos lleva a ignorar cualquier otra contribu-ción a la cultura nacional, a más de la occidental, y estoreza particularmente con el negro. Durante el siglo pa-sado y principios del presente nuestros pensadores lle-garon a travesear con ideas racistas en las que excluyenal indio pero no al negro. Se rehusa la contribución cul-tural africana o simplemente no se reconoce.

Lo que antecede coloca al afromexicanista en una posi-ción muy particular. Si trata de calificar como africa-no un rasgo o un complejo cultural, presente en nuestroestilo de vida, se encuentra obligado a ofrecer una evi-dencia incontrovertible que muy a menudo es imposibleencontrar; los paralelismos entre costumbres africanas yamericanas le inducen a error, y el proceso de acultu-ración que operó y sigue operando incansable borra losperfiles acusados de los elementos originales hasta vol-verlos irreconocibles. Todo lo anterior viene a cuento por-que el presente trabajo pretende señalar una influenciaafricana en los bailes populares de México con base en ladocumentación colonial.

En otro lugar hemos narrado con toda minuciosidadlos lugares tan diversos de donde fueron arrancados losnegros por los tratantes de esclavos (Aguirre Beltrán,); así pues, baste decir aquí que la mayoría procedió,según las épocas, de las áreas culturales de la Costa deGuinea y del Congo, según lo formula Herskovits (:-). La limitación geográfica cultural del territorioafricano en que tuvieron su origen la mayor suma de ne-gros significa sólo similitud de formas de vida, pero enmodo alguno de comunidades de habla. Los idiomasbantús y los que permitían la comunicación entre los ver-daderos negros eran muchos; tantos que el castellano seconvirtió en la lengua franca de la esclavonía.

La diversidad de origen junto con las condiciones de laesclavitud, esencialmente destructoras de la cultura, pro-piciaron la integración de los africanos en la cultura delas minas, los obrajes, las plantaciones y el servicio do-méstico. La ecología de las urbes y la de las explotaciones

capitalistas ubicadas en el Altiplano eran distintas a lasafricanas, sólo en las costas tropicales del Golfo y el Pací-fico los negros encontraban algo semejante a su patria;pero ni aún en este último caso pudo grupo tribal algunorecrear el estilo de vida que había dejado atrás. La destruc-ción de la cultura original y la adopción de la cultura ena-jenada del conquistador fue el destino general del negro.

Por supuesto, el negro resistió hasta donde le alcanza-ron las fuerzas la demolición de todo aquello que dabasignificado a su vida y en no pocas ocasiones se sublevócontra el amo español o simplemente huyó a los refugiosque le depararon las selvas, los desiertos o las montañas.Ni aun en este caso llegó a reconstruir su sistema cultu-ral. Los cimarrones vivían en palenques sujetos a un or-den social cuya cohesión les permitía rechazar con éxitolos ataques de los colonos esclavistas; pero este orden erauna reinterpretación de formas occidentales o americanas.La economía se basaba en la producción del maíz con-forme a la técnica indígena, y la organización política seconfiguraba de acuerdo con las normas que los españo-les dieron a la república de indios.

No obstante todo lo dicho, tanto los negros horroscuanto los esclavos, supieron conservar ciertas expresio-nes, que actuaron a manera de cemento para mantener-los unidos: las expresiones estéticas. Los domingos y fiestasde guardar eran para los negros, abrumados por el diariotrabajo, el tiempo libre en que la sociedad esclavócratase veía compelida a permitirles tañer, cantar, bailar y em-briagarse. Al través de estas expresiones la música, elcanto y la danza africanas tendían a perdurar. La excita-ción dionisiaca que caracteriza muchos de los bailes afri-canos causó profundo recelo y gran temor en los amos(AGN, Reales Cédulas en Duplicados, . ). A veces qui-sieron prohibir las reuniones tumultuosas; pero, ante laimposibilidad de lograrlo, se conformaron con regular-las (AGN, Reales Cédulas en Duplicados, . ).

El escándalo que provocaron los bailes de negros no selimitó a los amos. Se extendió a los gobernantes encar-gados del poder civil y a los eclesiásticos que dominabanlas conciencias, al comprobar la intromisión de los es-clavos en los bailes, y celebraciones de los indios. Loscomisarios y familiares del Santo Oficio de la Inquisición,en las denuncias que elevaron a sus superiores dejaron

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constancia de esta penetración y de la de opuesto sentido.Los negros, informan, bailan con los indios el nonteleche,representación de un sacrificio humano, los patoles enlas ceremonias de imposición del nombre y los areitosdestinados a los dioses indios (AGN, Inquisición, . ;. ; . ).

La mutua influencia de una cultura sobre otra tuvo lu-gar especialmente entre la negra y la blanca. El contactomás frecuente del negro fue sin duda el que tuvo con elamo blanco. Por parte de éste hubo un esfuerzo decididopor cristianizar y ladinizar al bozal con el fin de integrar-lo a la economía colonial como proletario. El esclavo, asu vez, hizo ostensibles esfuerzos por vestir sus bailes conla indumentaria occidental y la representación del cultoy los santos católicos. Hace trescientos años, concursos denegros ejecutaban por las calles de las ciudades mexica-nas, bailes en cortejo que bien pueden ser el antecedentede los candombés sudamericanos.

En efecto, de mediados del siglo XVII, cuando alcanzósu ápex la inmigración negra a Nueva España, data unadenuncia al Santo Oficio en la que se afirma: “fueronpor las calles públicas los negros y mulatos, con toallas alhombro turibulando las imágenes en esta ciudad; abusointroducido de pocos años a esta parte en la ciudad de losÁngeles” (AGN, Inquisición, . ). El denunciante te-mía la difusión de la práctica a los indios que eran más quelos negros en la jurisdicción de Puebla. En Guadalajaratambién se ejecutaban estos bailes en que negros y mu-latos se agrupaban en naciones, conforme al testimoniode un clérigo. “Entre los negros y mulatos de esta tierrase han erigido comunidades, aunque para los Señores dela ciudad es una lícita diversión, para otros y para mí nolo es” (AGN, Inquisición, . ).

Los negros, ciertamente, se habían vuelto cristianos,pero, a su vez habían infiltrado en las ceremonias reli-giosas un carácter festivo y secular que asustó a los sa-cerdotes celosos de mantener prístina la doctrina y laliturgia tradicionales (AGN, Inquisición, . ; . ).El de diciembre de el Santo Oficio prohibió los na-cimientos, conventículos, juntas y oratorios “concurso degente, bailes y chocolates”(AGN, Inquisición, . ). Losespañoles, negros y mulatos de la ciudad de Puebla encontravención al edicto siguieron bailando los oratorios.

En fue recordada la interdicción, sin éxito, en Oaxa-ca; en , con resultados semejantes en Guatemala. Elaño de , se formó un expediente en Oaxaca contranegros, mulatos y españoles “sobre las deshonestidadesy abusos introducidos con motivo de los coloquios quehacen en las navidades” (AGN, Inquisición, . ).

Un siglo antes, el comisario del Santo Oficio en Cuer-navaca había excomulgado “a todos cuantos habían asis-tido en San Antonio Zacatepec a la fiesta y bailes que lagente libre y esclava del Real del dicho Ingenio habíanhecho a la Virgen y Mártir Santa Catalina” (AGN, Inqui-sición. . ). Pena tan severa para los devotos católicosdel mundo colonial era de suponerse tuviera un efecto de-terminante en la yugulación de los bailes de negros, mastodo indica que no fue así. En realidad durante el sigloXVII hubo un estira y afloja entre prohibición y licencia,entre cantos y bailes permitidos y condenados, entre ope-raciones española deliberada y negra espontánea, es decir,se produjo una interacción que vino finalmente a origi-nar el baile y el canto mestizos, pero mestizos principal-mente de español y negro.

Esta emergencia tiene lugar a fines del siglo XVIII,precisamente cuando insurgen en los pensadores de laépoca ideas de patria y nacionalidad. Los bailes, siempreacompañados por el canto, se difunden por toda la colo-nia pero en lo particular por los centros de desarrollocapitalista: la ciudad de México, Puebla, Guanajuato, Mo-relia, Guadalajara, Pachuca y el puerto de Veracruz. Losgiros de la danza son generalmente calificados de licencio-sos, y la letra de las canciones de irreverentes, como enefecto lo eran. Parece como si el racionalismo de la Ilus-tración hubiese usado el canal de la copla para dar rien-da suelta a su anticlericalismo.

En el archivo de la Inquisición numerosos expedien-tes, de fines del XVIII, informan con amplitud respecto ala aparición sucesiva e inacabable de bailes y cantares.Algunos de ellos los transcribiremos in extenso. En ,

el comisario del Santo Oficio en Veracruz, decía:

Con fecha de de septiembre me ordena Vuestra Señoríarelacione sobre el baile que llaman el chuchumbé; las cir-cunstancias con que se bailan y informado por dos sujetos,me dicen que las coplas que remití se cantan mientras losotros bailan, o ya sea entre hombres y mujeres, o sea bailando

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varias mujeres con cuatro hombres, y que el baile es conademanes, meneos, sarandeos, contrarios todos a la hones-tidad y mal ejemplo, de los que lo ven como asistentes, pormezclarse manoseos, de tramo en tramo abrazos y dar ba-rriga con barriga, bien que también me informan que éstese baila en casas ordinarias de mulatos y gente de color que-brado, no en gente seria, ni entre hombres circunspectos y sísoldados, marineros y brosa (AGN, Inquisición, . ).

En la ciudad de México tuvo gran aceptación, por , unson llamado saranguandinga, que se bailaba y cantaba enlas tepacherías de la capital, desde el puente de Santo Do-mingo hasta el de Amaya y la Pila Seca. Se decía que loscantares eran muy deshonestos y que se bailaba con tantadesenvoltura que “sirve de grande provocación para exci-tar la lujuria” (AGN, Inquisición, . ). En caus-aba furor en Guanajuato el Son de los panaderos, en que:

Van saliendo cuantos concurren el fandango, pero acom-pañados siempre hombre y mujer y quedándose en elpuesto que les toca, bailan y cantan, formando al fin por-terías de monjas, baratillos, fandangos y todo comercio ycomunicación de hombres y mujeres hasta que no queda

grande ni chico, y cuanta mezcla hay, sea lo que fuere, queno salga a hacer algo. Se dio principio por un demonio,que ya se fue, en forma de mujer, que vino de Valladolid ydejó esta mala semilla sembrada (AGN, Inquisición, . ).

Por el mismo año de , en Veracruz se bailaba el sonllamado maturranga y otros más, según una delación queen parte dice:

…por divertirme el día veinte de enero de este año entréa un baile que se tenía en el callejón que llaman de la Cam-pana, en una casa cuyo dueño no conoce, y que está pocomás adelante de la entrada del dicho callejón, y en una pa-reja de hombre y mujer, que con otra igual había salido abailar el son que llaman el pan de manteca observé entreellos movimientos muy lascivos, torpes, provocativos […]pidió tocaran la cosecha que el dicho Tomás salió a bailarcon una mujer y empezaron a bailar con gran deshonesti-dad […] pero que hay otro baile llamado sacamandú el cualsiempre que lo ha visto bailar le ha parecido muy desho-nesto, que dicen que lo trajo un negro de la Habana, queestuvo forzado en el castillo de San Juan de Ulúa (AGN,Inquisición, . )

Santa María Jicaltepec, afromixteca de la Costa, Vittorio D’Onofri,

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Por , los mulatos de las minas de Pachuca cantabany bailaban el pan de jarabe y sones como el viaje del arrie-ro y el pan girado (AGN, Inquisición, . ; . ). Lascoplas que acompañan a todos estos sones fueron reco-gidas por los comisarios del Santo Oficio. Las que acom-pañan al chuchumbé describen la corrupción de clérigos,mílites y funcionarios de época y hacen mofa de ello. Encierta forma la crítica que hacen es muy semejante a lade los cantadores de nuestros días y aun los bailes hanpersistido en algunos lugares sin gran modificación. Elvívido relato que el comisario del Santo Oficio en Vera-cruz hizo del son llamado el torito bien podría retratar elque se baila hoy día: dice:

Tenemos la desgracia de oír entre la gente plebeya de estaciudad y los pueblos comarcanos otro son llamado el tori-to, deducido del antiquísimo tango, que no he visto bailar,pero repetidas veces he oído detestar entre las personas quepresenciándolo no han podido sacrificar en obsequio de ladiversión los remordimientos de su conciencia, ni los sen-timientos de la religión. Báilase el detestable torito entre unhombre y una mujer, ésta regularmente es la que sigue elademán de torear, como el hombre el de embestir, la mujerprovoca y el hombre se desordena: el hombre todo se vuelveembestir a la toreadora y la mujer toda se desconcierta o sevuelve banderillas para irritar al toro; en los movimientos detorear y en los de embestir uno y otra mutuamente se com-baten, y ambos torean y embisten a los espectadores, quesiendo por lo común personas tan libertinas y disolutas co-mo los espectáculos, fomentan con gritos y dichos la desen-voltura y la liviandad de los perniciosos bailadores. Este baile,Ilustrísimo Señor, no es de aquellos que se ven de tarde entarde, es bastante frecuente y creo que no hay concurrenciade arpa y guitarra, especialmente en las casas de campo, enlas pequeñas de la ciudad y los pueblos de Medellin, Jamapay Antigua Veracruz en que no se vea bailar, unas veces conmás, otras con menos desenvoltura; pero casi siempre condemasiada disolución (AGN, Inquisición, . ).

Los documentos, citados en su parte significativa, pro-ceden todos del Archivo General de la Nación, donde es-tán a la disposición del público lector; pero no son losúnicos. En los libros de cabildos en los archivos de las ca-tedrales de las diócesis principales hay materiales sobrebailes de negros que esperan clasificación e interpretación.El presente trabajo intenta mostrar los antecedentesafricanos de la música, el baile y el canto populares en

México, pero no lo considera una investigación exhaustivasino, todo lo contrario, el punto de partida para poste-riores estudios en profundidad.

Por otra parte, sólo toma en cuenta la fase histórica dela pesquisa. Investigaciones sobre la música, el baile y elcanto actuales en la costa del Golfo han sido emprendi-das por el Instituto de Antropología de la UniversidadVeracruzana. La complementariedad de ambos enfoques,el histórico y el actual, es la sustancia de los estudios etno-históricos. La productividad de la aproximación dual estáfuera de toda duda; al realizarse con rigor científico de-mostrará, con claridad y mayores razones que las que aquíse ofrecen, un aspecto cardinal de la contribución negraal acervo cultural mexicano.

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Corralero, afromixteca de la Costa, Vittorio D’Onofri,