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    acontecimiento N 21 - 2001

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    El sigloCuestiones de mtodo*

    Alain Badiou

    Qu es un siglo? Pienso en el prefacio escrito por Jean Genet para su pieza Los Negros.Plantea all, bajo un modo irnico, la pregunta: qu es un negro? Y agrega: Y en primerlugar, de qu color es?. Tambin yo tengo ganas de preguntar: un siglo, cuntos aostiene? Cien aos? Esta vez, es la cuestin de Bossuet la que se impone : Qu son cienaos, mil aos, puesto que un solo instante los borra? Nos preguntaremos entonces cules el instante de excepcin que borra al siglo XX? La cada del muro de Berln? Lasecuencia del genoma? El lanzamiento de la moneda europea?

    An suponiendo que llegramos a construir el siglo, a constituirlo como objeto para elpensamiento, se tratara de un objeto filosfico, expuesto a ese querer singular que es el

    querer especulativo? El siglo no es, en primer trmino, una unidad histrica?

    Dejmonos tentar por esta seora del momento, la Historia, supuesto soporte masivo detoda poltica. Podra razonablemente decir, por ejemplo: el siglo comienza con la guerra de14-18, guerra que incluye la Revolucin de octubre 1917, y se termina con el derrumbe dela URSS y el fin de la guerra fra. Es el pequeo siglo (setenta y cinco aos), muy unificado.El siglo sovitico, en suma. Lo construimos con la ayuda de parmetros histricos ypolticos por entero reconocibles y clsicos: la guerra y la revolucin. Guerra y revolucinquedan aqu especificadas por mundial. El siglo se articula en torno a dos guerrasmundiales, por un lado, y por el otro alrededor del origen, el despliegue y el derrumbe delemprendimiento llamado comunista, a nivel planetario.

    Otros, por cierto, igualmente obsesionados por la Historia o por lo que dan en llamar lamemoria, cuentan el siglo de una manera por completo distinta. Y puedo entenderlos sindificultad. El siglo es, esta vez, el lugar de acontecimientos tan apocalpticos, tanespantosos, que la nica categora apropiada para pronunciar su unidad es la de crimen.Crmenes del comunismo de Stalin y crmenes nazis. En el corazn del siglo est entonces elCrimen que da la medida de los crmenes, la exterminacin de los judos de Europa. El sigloes un siglo maldito. Para pensarlo, los parmetros mayores son los campos de exterminio,las cmaras de gas, las masacres, la tortura, el crimen de Estado organizado. El nmerointerviene como calificacin intrnseca, en tanto que categora del crimen, a partir delmomento en que, ligada al Estado, designa la masacre masiva. El balance del siglo planteainmediatamente la pregunta acerca del recuento de los muertos. Por qu esta voluntad derecontar? Ocurre que el juicio tico slo encuentra aqu su real en el exceso aplastante del

    crimen, en la cuenta millonaria de las vctimas. El recuento es el punto donde la dimensinindustrial de la muerte cruza la necesidad del juicio. El recuento es el real que lesuponemos al imperativo moral. La conjuncin de ese real y del crimen a nivel del Estadolleva un nombre: este siglo es el siglo totalitario.

    Notemos que es ms pequeo aun que el siglo comunista. Comienza en 1917 con Lenin(algunos, pero entonces resultara demasiado largo, lo haran comenzar gustosos en 1793,con Robespierre ), alcanza su punto culminante en 1937 por el lado de Stalin, en 1942-45por el lado de Hitler y queda por lo que es esencial consumado en 1976, con la muerte deMao-Ts-Tung. Dura entonces unos sesenta aos, al menos si se ignoran algunossobrevivientes exticos, tales como Fidel Castro o algunos resurgimientos diablicos yexcntricos, como el islamismo fantico.

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    A pesar de ello, sigue siendo posible para quien franquea framente ese pequeo siglo y sufuror mortfero -o para quien lo transforma en memoria o en conmemoracin contrita-,pensar histricamente nuestra poca a partir de su resultado. Finalmente, el s. XX sera eldel triunfo del capitalismo y del mercado mundial. La feliz correlacin del Mercado sinrestriccin y de la Democracia sin orillas, en la medida en que entierre las patologas de lavoluntad desencadenada, habr por fin instaurado el sentido del siglo como pacificacin osabidura de la mediocridad. El siglo dira la victoria de la economa, en todos los sentidosdel trmino: el Capital, como economa de las pasiones irrazonables del pensamiento. Es elsiglo liberal. Ese siglo donde el parlamentarismo y su soporte abren la va real de las ideasminsculas es el ms corto de todos. Comenzando en la mejor de las hiptesis despus delos aos setenta (ltimos aos de exaltacin revolucionaria), dura treinta aos. Siglo feliz, sedice. Siglo rabadilla.

    Cmo meditar filosficamente todo esto? Qu pronunciar, en acuerdo con el concepto,acerca del entrecruzamiento del siglo totalitario, del siglo sovitico y del siglo liberal? Elegirun tipo de unidad objetiva o histrica (la epopeya comunista o el mal radical o lademocracia triunfante...) no puede servirnos de inmediato, ya que la cuestin para nosotros,los filsofos, no es qu ocurri en el siglo, sino qu se pens en l. Qu fue pensado por loshombres de ese siglo, que no sea un simple despliegue de un pensamiento anterior? Cules

    son los pensamientos no transmitidos? Qu fue pensado de aquello que hasta entoncespermaneca impensado y aun impensable?

    El mtodo ser el siguiente: extraer de la produccin del siglo algunos documentos, algunosrasgos que indiquen cmo el siglo se tom como objeto de su propio pensamiento. Y msexactamente, cmo el siglo pens su pensamiento, cmo identific la singularidad pensantede su relacin con la historicidad de su pensamiento.

    Para aclarar este aspecto metodolgico, permtanme plantear la siguiente pregunta, hoy enda provocante y hasta prohibida: cul era el pensamiento de los nazis? Qu pensaban losnazis? Hay una manera de remitir siempre masivamente a lo que los nazis hicieron (sepropusieron exterminar los judos de Europa en las cmaras de gas), que cierra

    absolutamente todo acceso a lo que pensaban o imaginaban pensar cuando lo hacan.Ahora bien, no pensar aquello que los nazis pensaban, prohibe al mismo tiempo pensar enlo que hacan y, en consecuencia, prohibe toda poltica real de interdiccin del retorno deese hacer. En tanto el pensamiento nazi no haya sido pensado, permanece entre nosotros,impensado, y por consiguiente, indestructible.

    Cuando se dice, a la ligera, que lo que hicieron los nazis (la exterminacin) es del orden delo impensable, de lo intratable, se olvida un punto capital, como es que los nazis lopensaron y lo trataron, con el mayor de los cuidados, con la determinacin ms firme.

    Decir que el nazismo no es un pensamiento, o de un modo ms general, que la barbarie nopiensa, implica de hecho una declaracin de inocencia disimulada. Es una de las formas delpensamiento nico actual, que es en realidad la promocin de una poltica nica. La

    poltica es un pensamiento, la barbarie no es un pensamiento, entonces ninguna poltica esbrbara. Este silogismo slo apunta a disimular la barbarie, sin embargo evidente, delcapital-parlamentarismo que nos determina hoy. Para salir de esta simulacin es precisosostener, en y por el testimonio del siglo, que el nazismo como tal es una poltica, es unpensamiento.

    Se me dir entonces: usted no quiere ver que ante todo el nazismo y el stalinismo poraadidura son figuras del Mal. Sostengo que, por el contrario, identificndolos comopensamientos o como polticas, soy yo quien me doy finalmente los medios para juzgarlos yustedes quienes, hipostasiando el juicio, terminan protegiendo su repeticin.

    De hecho, la ecuacin moral que identifica el impensable nazi (o stalinista) con el Mal, es

    una teologa dbil. Puesto que heredamos una larga historia teolgica que identifica el Mal yel no-ser. Si, en efecto, el Mal es, si hay una positividad ontolgica del Mal, de all sedesprende que Dios es su creador y, por consiguiente, el responsable. Para exculpar a Dios,

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    es preciso denegar todo ser al Mal. Aquellos que afirman que el nazismo no es unpensamiento o que no es una poltica (contrariamente a la democracia que ellos dicenrepresentar), slo quieren exculpar el pensamiento o la poltica. Es decir, disimular elparentesco secreto y profundo entre el real poltico del nazismo y eso que ellos pretendenconstituye la inocencia democrtica.

    Una de las verdades del siglo es que las democracias aliadas en guerra contra Hitler casi no

    se preocupaban por la exterminacin. Estratgicamente, estaban en guerra contra elexpansionismo alemn, pero en absoluto contra el rgimen nazi. Tcticamente (ritmo de lasofensivas, lugares bombardeados, operaciones de comando, etc.), ninguna de sus decisionestena como finalidad impedir, ni siquiera limitar, el exterminio. Y esto era as pese a queestuvieron muy pronto al tanto de su comienzo. Otro tanto ocurre en nuestros das, cuandonuestras democracias por entero humanitarias cuando se trata de los bombardeos a Serbiao Irak, prcticamente no se preocupan de la exterminacin de millones de africanos porcausa de una enfermedad, el SIDA, cuyo control se conoce y que es controlada en Europa oen los Estados Unidos. Pero por razones de economa y de propiedad, razones de derechocomercial y de prioridad de los financiamientos, razones imperiales, razones por completopensables y pensadas, no se darn medicamentos a los moribundos africanos. Slo a losblancos demcratas. En ambos casos, el verdadero problema del siglo es el acoplamiento de

    las democracias y aquello que, aprs-coup, ellas designan como su Otro, la barbarie de lacual son inocentes. Y lo que es necesario deshacer es este procedimiento discursivo dehacerse inocente. Slo as pueden construirse, sobre ese punto, algunas verdades.

    La lgica de esas verdades supone que se determine su sujeto, esto es, la operacin efectivaque est en juego en la denegacin de ste o aqul fragmento de real. A propsito del siglo,esto es lo que nosotros intentaremos hacer.

    Mi proyecto es el de mantenernos tan cerca como sea posible de las subjetividades del siglo.No de cualquier subjetividad, sino de aqulla que se refiere precisamente al siglo como tal.El objetivo es el de intentar ver si el sintagma siglo XX, ms all de la simple numeracinemprica, resulta pertinente para el pensamiento. Utilizamos un mtodo en interioridad

    mxima. No se trata de juzgar el siglo como un dato objetivo, sino de preguntarse cmo fuesubjetivado, de captar el siglo a partir de su convocacin inmanente, como categora delpropio siglo. Los documentos privilegiados sern, para nosotros, los textos (o los cuadros, olas secuencias ...) que recurren al sentido del siglo para los actores del siglo mismo. O quehacen del trmino siglo, en tanto ese siglo est en curso, y aun recin abierto, uno de sustrminos claves.

    Procediendo de este modo quiz lleguemos a reemplazar los juicios por la resolucin dealgunos problemas. La inflacin moral contempornea hace que el siglo resulte juzgadodesde todos los ngulos y condenado. No tengo la intencin de rehabilitarlo, slo depensarlo y, por consiguiente, de disponer respecto de l su ser-pensable. Lo que debesuscitar el inters no es en primer trmino el valor del siglo respecto de un Tribunal de los

    derechos del hombre, tan mediocre intelectualmente como el TPI montado por losamericanos lo es jurdica y polticamente. Intentemos en todo caso aislar y abordar algunosenigmas.

    Para terminar esta leccin, indico uno de ellos, de un alcance muy grande.

    El S.XX comienza con un envin excepcional. Consideremos como su prlogo las dosgrandes dcadas que van de 1890 a 1914. En todos los registros del pensamiento, esos aosrepresentan un perodo de invencin excepcional, un perodo de creatividad polimorfa queslo puede compararse al Renacimiento en Florencia o al siglo de Pericles. Es un tiempoprodigioso de creacin y de ruptura. Consideren slo algunas referencias: en 1898, muereMallarm despus de haber publicado el texto que constituye el manifiesto de la escrituracontempornea, Una tirada de dados jams... En 1905, Einstein inventa la relatividad

    restringida, a menos que Poincar no lo haya precedido, y la teora cuntica de la luz. En1900, Freud publica La interpretacin de los sueos, aportando a la revolucin

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    psicoanaltica su primera obra maestra sistemtica. Siempre en Viena, durante ese perodo,en 1908, Schoenberg funda la posibilidad de una msica atonal. En 1902, Lenin cre lapoltica moderna, creacin depositada en Qu hacer? Es tambin de ese principio de sigloque datan las inmensas novelas de James o de Conrad y es en ese momento que se escribelo esencial de En busca del tiempo perdido, de Proust, en tanto madura el Ulises de Joyce.Iniciada por Frege, con Russell, Hilbert, el joven Wittgenstein y algunos otros, la lgicamatematizada y su escolta, la filosofa del lenguaje, se despliegan tanto en el continentecomo en el Reino Unido. Pero llegados a 1912, Picasso y Braque trastornan la lgicapictrica. Husserl, en su obstinacin solitaria, despliega la descripcin fenomenolgica.Paralelamente, genios poderosos como los de Poincar o Hilbert refundan, siguiendo laperspectiva de Riemann, Dedekind y Cantor, todo el estilo de las matemticas. Poco antesde la guerra del 14, en el pequeo Portugal, Fernando Pessoa fija para la poesa tareashercleas. Hasta el cine, apenas inventado, encuentra con Mlis, Griffith, Chaplin, susprimeros genios. No podramos poner un trmino a la enumeracin de los prodigios de estebreve perodo.

    Ahora bien, inmediatamente despus, es algo como una larga tragedia la que viene ainstaurarse, cuyo color ser fijado por la guerra de 1914-1918, la tragedia de la utilizacinsin consideracin alguna del material humano. Hay por cierto un espritu de los aos

    treinta. Est lejos de ser estril, como lo veremos. Pero es tan masivo y violento como el delcomienzo del siglo era inventivo y sutil. Hay un enigma en lo que hace al sentido de estasucesin.

    O bien un problema. Preguntmonos lo siguiente: los terribles aos treinta, o cuarenta, yaun cincuenta, con las guerras mundiales, las guerras coloniales, las construccionespolticas opacas, las masacres masivas, los emprendimientos gigantescos y precarios, lasvictorias cuyo costo es tan elevado que se dijera constituyen derrotas, todo esto est enrelacin, o en no-relacin, con el envin en apariencia tan luminoso, tan creador, tancivilizado, constituido por los primeros aos del siglo? Entre esos dos pedazos del tiempo, seubica la guerra de 1914. Cul es, desde esta perspectiva, su significacin? De qu es elresultado o qu es lo que simboliza?

    Digamos que no tenemos chance alguna de resolver ese problema si no recordamos que elperodo bendito es tambin el del apogeo de las conquistas coloniales, del dominio europeosobre la tierra entera, o casi. Y que de este modo, en otro sitio, lejos, pero tambin muycerca de las almas y en cada familia, la servidumbre y la masacre ya estn presentes. Desdeantes de la guerra del 14, est el frica librada a eso que algunos escasos testigos o artistasnombrarn como un salvajismo conquistador y bien pensante. Yo mismo miro con espantoeste diccionario Larousse de 1932, heredado de mis padres, donde en el registro de lajerarqua de las razas, tratado como una evidencia para todos, se dibuja el crneo del negroentre el del gorila y el del europeo.

    Transcurridos dos o tres siglos de deportacin de carne humana a los fines de la esclavitud,

    la conquista termina haciendo del frica el reverso horroroso del esplendor europeo,capitalista y democrtico. Y esto contina siendo as actualmente. En el hondo furor de losaos treinta, en la indiferencia a la muerte, algo que viene por cierto de la gran guerra y lastrincheras, pero que viene tambin, como un retorno infernal, de las colonias, del modosegn el cual se consideran all las diferencias de la humanidad.

    Admitamos que nuestro siglo sea aqul en el que, como lo deca Malraux, la poltica setransform en tragedia. En los comienzos del siglo, en el impulso dorado de la bellepoque, qu era lo que preparaba esta visin de las cosas? En el fondo, a partir de unmomento dado, la idea de cambiar al hombre, de crear un hombre nuevo, atorment alsiglo. Es cierto que esta idea circula entre los fascismos y los comunismos, que las estatuasson un poco las mismas, aqulla del proletario erguido en el umbral del mundo

    emancipado, pero tambin la del ario ejemplar, la de Sigfrido fulminando los dragones de ladecadencia. Crear un hombre nuevo implica siempre exigir que el hombre antiguo seadestruido. La discusin violenta, irreconciliada, concierne qu se entiende por el hombre

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    antiguo. Pero en todos los casos, el proyecto es tan radical que no se considera, en surealizacin, la singularidad de las vidas humanas. No hay en ellas sino un material. Un pocoa la manera en que, arrancados de su armona tonal o figurativa, los sonidos y las formaseran, para los artistas del arte moderno, materiales cuya destinacin es preciso reformular.

    O bien como los signos formales que, destituidos de toda idealizacin objetiva, lasmatemticas proyectaban hacia una culminacin mecanicista. El proyecto del hombre

    nuevo es en este sentido un proyecto de ruptura y de fundacin que sostiene, en el orden dela historia y del Estado, la misma tonalidad subjetiva que las rupturas cientficas, artsticas,sexuales, de principios de siglo. Es entonces posible sostener que el siglo ha sido fiel a suprlogo. Ferozmente fiel.

    Resulta curioso, hoy, que esas categoras estn muertas, que ya nadie se preocupe por crearpolticamente un hombre nuevo, que por el contrario se pida por todas partes laconservacin del hombre antiguo -y por aadidura, la de todos los animales en peligro, eincluso la del viejo maz-; y que es justamente hoy cuando se est a punto de cambiarrealmente al hombre, a modificar la especie. Toda la diferencia reside en que la gentica esprofundamente apoltica. Hasta dira que es estpida, o al menos no supone unpensamiento. No va ms all de una tcnica. Resulta entonces coherente que la condena del

    proyecto poltico prometeico (el hombre nuevo de la sociedad emancipada) coincida con laposibilidad tcnica, y en ltima instancia financiera, de cambiar la especificidad del hombre,ya que ese cambio no corresponde a proyecto alguno. Nos enteramos por los diarios que esposible, que podremos tener cinco patas o ser inmortales. Y esto ocurrir justamente porqueno es un proyecto. Suceder en la lnea del automatismo de las cosas.

    Vivimos, en suma, el desquite de aquello que resulta ms ciego y objetivo en la apropiacineconmica de la tcnica respecto del ncleo ms subjetivo y voluntario de la poltica. Y aunms, en un cierto sentido, el desquite del problema cientfico respecto del proyecto poltico.Ya que esto se presenta as: la ciencia -all reside su grandeza- tiene problemas, no tieneproyecto. Cambiar al hombre en lo que tiene de ms profundo fue un proyectorevolucionario, sin duda un mal proyecto, y se transform en un problema cientfico o quiz

    tan slo tcnico. En todo caso un problema que tiene soluciones. Sabemos hacerlo o losabremos.

    Evidentemente es posible plantear la cuestin: qu hacer con el hecho de que sabemoshacerlo? Pero para responderla, es necesario un proyecto. Un proyecto poltico, grandioso,pico, violento. Cranme, no son las hipcritas comisiones de tica las que van a respondera la cuestin: Qu hacer de este hecho: la ciencia sabe hacer un hombre nuevo?. Y en lamedida en que no hay proyecto -o en tanto no lo haya-, la nica respuesta es bien conocida.Es la ganancia la que dir qu hacer.

    Pero en fin, hasta su conclusin el siglo habr sido por cierto el del advenimiento de otrahumanidad, de un cambio decisivo en cuanto a qu es el hombre. Y es en ese sentido quehabr permanecido fiel a las extraordinarias rupturas mentales de sus primeros aos. Pero

    se habr pasado, poco a poco, del orden del proyecto al de los automatismos de la ganancia.El proyecto habr matado mucho. El automatismo tambin y continuar hacindolo, perosin que nadie pueda nombrar un responsable. Convengamos, para explicarlo, que el siglofue la ocasin de vastos crmenes. Agreguemos que no se termin, sino que a los criminalescon nombre propio les suceden criminales tan annimos como lo son las sociedadesmercantiles.

    Traduccin del original francs: Nilda Prados