bachelard. rupturas en el seno de la epistemología

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BACHELARD: RUPTURAS EN EL SENO DE LA EPISTEMOLOGÍA Natalia Gil El presente trabajo tiene por fin estudiar las principales concepciones del pensamiento epistemológico de Bachelard mostrando, al mismo tiempo, la radical ruptura que a través de ellas se opera con respecto a la epistemología tradicional. Junto a esto, tratamos de explicar, hacia el final, el vínculo existente entre las dos vertientes del trabajo bachelardiano acerca de la ciencia y acerca de la estética. Justamente la novedad del pensamiento del insólito filósofo borgoñón radica en ese puente, aparentemente extraño, que se teje entre los problemas de la ciencia y los problemas de la estética. Y es que aquí, subyace una ontología de corte nietzscheano. Así postulamos que cierta línea de la “epistemología” 1 1 Las comillas en “epistemología” quieren sugerir la idea de que en sentido estricto no podemos hablar de una tradición epistemológica que englobe a todas estas figuras, ya que, por ejemplo, Foucault rechazaría de tajo tal categorización. Con “epistemología” en este contexto queremos hacer referencia a una cierta manera de pensar la ciencia desde una dimensión creativa a la vez que histórica y que podría incluso acercar a Deleuze. Es claro, por otra parte, que tales autores no pueden agruparse en torno a lo que normalmente denominamos como escuela. Bachelard tuvo ciertamente una preocupación espistemológica ocupándose con especial atención de elaborar una filosofía acorde a las prácticas de la física y de la química de su tiempo. Mientras Canguilem fue un historiador de la ciencia y Foucault rechazaría cualquier acepción que lo vinculase, tal como señala Dominique Lecourt ? , al carácter del “epistemólogo”. De hecho podríamos postular de Bachelard a Foucault un arco de desplazamientos que van de la ciencia al saber y de la epistemología a la arqueología. Sin embargo, hay aquí un aire de familia que sin dudas puede atribuirse como venimos sosteniendo a la influencia de Nietzsche. 1

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El presente trabajo tiene por fin estudiar las principales concepciones del pensamiento epistemológico de Bachelard mostrando, al mismo tiempo, la radical ruptura que a través de ellas se opera con respecto a la epistemología tradicional. Junto a esto, tratamos de explicar, hacia el final, el vínculo existente entre las dos vertientes del trabajo bachelardiano acerca de la ciencia y acerca de la estética. Justamente la novedad del pensamiento del insólito filósofo borgoñón radica en ese puente, aparentemente extraño, que se teje entre los problemas de la ciencia y los problemas de la estética. Y es que aquí, subyace una ontología de corte nietzscheano. Así postulamos que cierta línea de la “epistemología” francesa -que puede contar en su constelación a Bachelard, Canguilhem y Foucault- se enfrenta a la tradición predominantemente anglosajona haciendo pie en Nietzsche.

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Page 1: Bachelard. Rupturas en El Seno de La Epistemología

BACHELARD: RUPTURAS EN EL SENO DE LA EPISTEMOLOGÍA

Natalia Gil

El presente trabajo tiene por fin estudiar las principales

concepciones del pensamiento epistemológico de Bachelard

mostrando, al mismo tiempo, la radical ruptura que a través de ellas

se opera con respecto a la epistemología tradicional. Junto a esto,

tratamos de explicar, hacia el final, el vínculo existente entre las dos

vertientes del trabajo bachelardiano acerca de la ciencia y acerca de

la estética. Justamente la novedad del pensamiento del insólito

filósofo borgoñón radica en ese puente, aparentemente extraño, que

se teje entre los problemas de la ciencia y los problemas de la

estética. Y es que aquí, subyace una ontología de corte nietzscheano.

Así postulamos que cierta línea de la “epistemología”1 francesa -que

puede contar en su constelación a Bachelard, Canguilhem y Foucault-

se enfrenta a la tradición predominantemente anglosajona haciendo

pie en Nietzsche.

A) LA GAYA CIENCIA Y LA “EPISTEMOLOGÍA” FRANCESA

1 Las comillas en “epistemología” quieren sugerir la idea de que en sentido estricto no podemos hablar de una tradición epistemológica que englobe a todas estas figuras, ya que, por ejemplo, Foucault rechazaría de tajo tal categorización. Con “epistemología” en este contexto queremos hacer referencia a una cierta manera de pensar la ciencia desde una dimensión creativa a la vez que histórica y que podría incluso acercar a Deleuze. Es claro, por otra parte, que tales autores no pueden agruparse en torno a lo que normalmente denominamos como escuela. Bachelard tuvo ciertamente una preocupación espistemológica ocupándose con especial atención de elaborar una filosofía acorde a las prácticas de la física y de la química de su tiempo. Mientras Canguilem fue un historiador de la ciencia y Foucault rechazaría cualquier acepción que lo vinculase, tal como señala Dominique Lecourt?, al carácter del “epistemólogo”. De hecho podríamos postular de Bachelard a Foucault un arco de desplazamientos que van de la ciencia al saber y de la epistemología a la arqueología. Sin embargo, hay aquí un aire de familia que sin dudas puede atribuirse como venimos sosteniendo a la influencia de Nietzsche.

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…ver la ciencia con la óptica del artista y el arte, con la de la vida. Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, Chile: Edaf, 2008, p. 45.

…una revolución psíquica acaba, sin duda, de producirse en este siglo; la razón humana acaba de levar anclas, el viaje espiritual ha comenzado y el conocimiento ha abandonado las orillas de lo real inmediato. Cultivar el gusto del puerto, de la seguridad, del sistema, ¿no es entonces un anacronismo? ¿Debemos continuar juzgando todas las cosas por el origen, por la fuente, por la base, por la causa, por la razón, en resumen, por los antecedentes? …la razón felizmente incompleta, ya no puede dormirse en la tradición, ya no puede contar con la memoria para recitar sus tautologías. Sin cesar, necesita probar y probarse. Está en lucha con los otros, pero principalmente con ella misma. Esta vez tiene alguna garantía de ser incisiva y joven. Bachelard El compromiso racionalista, Buenos Aires: siglo XXI, 2005 p. 13.

Sin dudas, la irrupción bachelardeana resulta ser el eco de la

gran incisión nietzscheana. Postular una ciencia alegre y joven fue el

grito nietzscheano, crear para ella una epistemología a su altura fue

el eco que resonó en el pensamiento de Gaston Bachelard. Nietzsche

ha renacido en el pensamiento francés que supo capturar su gesto

emancipatorio en el seno del saber: Gastón Bachelard, Georges

Caguilhem, Michel Foucault, Gilles Deleuze, participan de este gesto

que acerca la ciencia a la perspectiva del arte sin confundir los

ámbitos.

En el Ensayo de autocrítica, escrito para la tercera edición de El

nacimiento de la tragedia, Nietzsche escribe la célebre frase inscripta

en el epígrafe: “ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte con la

óptica de la vida”. Pero, ¿cómo precisar esta tarea propuesta por el

filósofo-profeta? La primera parte de la frase -ver la ciencia con la

óptica del artista- nos insta a comprender el trasfondo del

perspectivismo nietzscheano: no hay hechos brutos, sólo

interpretaciones. Interpretaciones que nada nos dirán de lo que hay

detrás de los fenómenos, porque no hay un detrás, sólo hay

apariencias, sólo hay máscaras. La ciencia en su concepción

decimonónica es una máscara, pero una máscara de rasgos rígidos

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que quiere pasar por verdadera. Es la máscara que lleva el hombre

racional del que habla Nietzsche hacia el final de Sobre verdad y

mentira en sentido extramoral que quiere “afrontar las necesidades

más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad”2. Se

trata entonces de una forma más de interpretación, pero una forma

sobre la que el martillo neitzscheano cae sin piedad:

Que sólo sea correcta una interpretación del mundo [...] una interpretación tal que permite contar, calcular, pesar, ver y palpar, y nada más, eso es una torpeza y una ingenuidad, suponiendo que no sea una enfermedad mental ni un idiotismo [...] Una interpretación “científica” del mundo, como vosotros la entendéis, podría ser por consiguiente, inclusive, una de las más estúpidas, esto es, la más pobre de todas las interpretaciones posibles del mundo3.

La interpretación decimonónica de la ciencia se encontrará

fuertemente vinculada al extremo apolíneo, que niega la exuberancia

de la vida en su rigidez lógico-formal. La gaya ciencia se postula

como la ciencia que, desprendida de un racionalismo dogmático

positivista, lindará con el arte -último reducto del espíritu dionisiaco

que asume para sí el trasfondo creativo de la vida. Es aquí donde

encuentra sentido la segunda parte de la frase citada –ver el arte bajo

la óptica de la vida. Y es que la vida del hombre sólo se mantiene y

reproduce por la capacidad creativa pues esta responde a la

necesidad imperiosa de la adaptación y la supervivencia. El arte

entonces es afirmación de la vida, vida que se manifiesta como

voluntad de poder en cada contexto histórico específico. La ciencia ha

olvidado ese trasfondo creativo e histórico que la constituye y que

reclama ser atendido. Creo que Bachelard asume la tarea de elaborar

una epistemología que se apropia del desafío: “la ciencia es la

estética de la inteligencia”4 dirá. Ha sido Nietzsche el que ha

realizado la crítica más radical que se pueda hacer al pensamiento

2 Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos, 1998, edición digital.3 Nietzsche, F., La Gaya ciencia, Madrid: Edaf, 2002, 373.4 Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004, p. 13.

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positivista. Este anti-positivismo marca desde un principio la

epistemología bachelardiana.

B) UNA EPISTEMOLOGÍA HISTÓRICA

Frente a los postulados de una razón científica homogénea y a-

histórica que se asienta sobre la base de unas categorías a priori

subyacentes en el yo trascendental, Bachelard insiste sobre las

condiciones de posibilidad histórica de una racionalidad (no

sustantiva) científica e histórica que se asume fragmentaria (regional)

y sólo a posteriori integral. Aún más, dicha historicidad es pensada

desde Bachelard no desde la óptica del continuum, sino que incorpora

en ella la presencia de rupturas y discontinuidades que constituirán

en el plano de la historia de la ciencia lo que este pensador ha

denominado “corte epistemológico”, idea esta luego retomada por

Foucault en su etapa arqueológica5. En Epistemología aparecen

elaborados los conceptos fundamentales del racionalismo aplicado, el

primero de ellos es el de la “epistemología histórica”, allí se precisa lo

que veníamos diciendo:

El espíritu tiene una estructura variable a partir del momento en que el conocimiento tiene una historia. En efecto, la historia humana puede, con sus pasiones, sus prejuicios, con todo lo que revela impulsos inmediatos, ser un eterno recomienzo. Pero hay pensamientos que no vuelven a empezar: son los pensamientos que han sido rectificados, ampliados, completados6.

Pero hay que comprender en su especificidad lo que implica la

historicidad en este ámbito epistemológico. La crítica al

trascendentalismo que empezamos a presentar puede verse de forma

muy aguda en la afirmación que sostiene que es la razón la que

obedece a la ciencia y no la ciencia a la razón: “la ciencia instruye la

razón”7. El espíritu científico es, como se explicita en la cita, una

rectificación del saber, una rectificación histórica del saber. Es el

5 Contrastar con la idea de discontinuidad presente, por ejemplo, en la Introducción a La arqueología del Saber de Foucault.6 Bachelard, G., Epistemología, Barcelona: Anagrama, 1974, p. 141.7 Ibíd., p. 142.

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devenir histórico de la práctica científica, con sus errores y faltas, la

que va conformando la racionalidad científica. Las condiciones de

posibilidad de dicha racionalidad no son trascendentales, sino

históricas. En esto también Bachelard anticipa a Foucault y el a priori

histórico de Las palabras y las cosas.

Otro elemento de gran interés que ha aparecido en lo que

venimos exponiendo es la presencia del error y la falta como motor

indispensable del progreso científico. Una visión tradicional de la

historia de la ciencia nos muestra una progresión del conocimiento

que sólo hace pie en los aciertos ordenados en una especie de

continuidad teleológica que, supuestamente, da cuenta del

despliegue de una razón que, lejos de la historia, no hace más que

desarrollarse sin más. El olvido, el error, la falla, son simplemente

ignorados en esta historia de la ciencia positivista. Bachelard no sólo

sospecha de una razón trascendental, también desconfía de que los

hechos simplemente estén dados, para ubicarse en una compleja

“posición central”. Tanto la racionalidad como el objeto se

construyen mutuamente en la práctica científica que se

despliega en la rectificación histórica. El error aparece en esta

conciencia de la falta que se vislumbra en el plano de la historia: “se

conoce contra un conocimiento anterior. […]. Acceder a la ciencia

significa rejuvenecer espiritualmente, aceptar una mutación brusca

que debe contradecir el pasado”8. El conocimiento no gira en

torno a la verdad sino en torno a la rectificación del error. En

este mismo sentido afirma, también, que el pensamiento científico es

un pensamiento comprometido puesto que constantemente pone en

juego su propia constitución9. Más aún, si las formas tradicionales de

8 Ibíd., p. 188.9Georges Canguilhem en la Obertura a El compromiso racionalista afirma: “Ante de Bachelard muchos racionalistas se creyeron comprometidos, aun cuando –a falta de una moda ideológica todavía inexistente- no se proclamaban como tales. Pero casi siempre se trataba de un compromiso de la razón contra la religión o contra el orden establecido de un poder tradicionalista, más bien que de un compromiso de la racionalidad de la razón contra su propia tradición. Esa especie de compromiso acompañaba a una razón impávida, segura de reencontrarse y reconocerse en la continuidad progresiva de la ciencia que la había instruido”. Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 7.

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ver la ciencia habían puesto su confianza en la rectitud del método,

Bachelard sostiene:

Parece que por una paradoja insigne, el espíritu científico viva la extraña esperanza de que el propio método fracase totalmente. Ya que un fracaso es el hecho nuevo, la idea nueva, el la traviesa función matemática que se sale del corsé de las derivadas conservándose honestamente continua. Se burla de los viejos maestros, sonríe de la ingenuidad de los viejos libros10.

Error, olvido, fracaso, rectificación, son los elementos

constitutivos de una historia que lejos de marchar en orden continuo

y progresivo se encuentra marcada por la ruptura y la irrupción. Una

epistemología que conciba una historicidad así planteada no girará en

torno a la pregunta por las condiciones de posibilidad de un

conocimiento empírico que sea a la vez universal y necesario, sino

alrededor de la pregunta por las condiciones de posibilidad de los

cortes epistemológicos emplazados en la historia.

C) EPISTEMOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS: OBSTÁCULOS

EPISTEMOLÓGICOS.

Bachelard ha planteado, frente a la razón trascendental

kantiana, al positivismo decimonónico y a todo el espectro que roza

en sus límites con el idealismo por un lado, y con el realismo por otro,

una perspectiva intensamente reparadora de ese desgarrador

dualismo que trazó la historia del pensamiento occidental. El

racionalismo integral hecha por tierra no sólo las pretensiones de

una razón sustantiva (ya sea que se dé en su fórmula hegeliana como

“espíritu absoluto” o en su variante kantiana como facultad de un “yo

trascendental”) afirmando la racionalidad como cualidad que sólo se

desarrolla por las prácticas históricas de la ciencia, sino que reconoce

en ese acto su falta de homogeneidad tanto en el planteo de la

fragmentariedad de los racionalismos regionales como en la

conciencia de su discontinuidad manifiesta en los cortes

epistemológicos. Y aún más, este racionalismo tiene un inconciente

10 Bachelard, G. Epistemología, op. cit., p. 155-156.

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y necesita para progresar de un psicoanálisis, ya que su avance sólo

se justifica, no en la progresión de una conciencia preclara, sino en la

superación de los llamados “obstáculos epistemológicos” definidos

como adhesiones afectivas inconscientes que obstruyen el avance de

la ciencia.

Un obstáculo epistemológico se incrusta en el conocimiento incuestionado. Costumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden a la larga, entorpecer la investigación11.

Un racionalismo comprometido tendrá por estandarte la

lucha en contra del conformismo dejándose llevar por el instinto

formativo (aquél que es capaz de cuestionar las ideas precedentes) y

no por el instinto conservador (cuando el espíritu prefiere lo que

confirma su saber12). Una ciencia que jovial avanza supera sus propios

obstáculos (lo impensado en el pensamiento) cuestionándose a sí

misma. El conocimiento así no es nunca autoconciente y total, es

perspectivo: “el conocimiento de lo real es una luz que proyecta

siempre sombras en alguna parte. Jamás es inmediata y plena”13. Por

eso siempre, para Bachelard, el conocimiento no será sino

“approchée”. Se trata entonces de iluminar lo que históricamente

permaneció en la sombra y esto se hace construyendo conocimiento.

Pero no debe entenderse la noción de obstáculo epistemológico

equiparándola con la idea de error y superación del error. Los

obstáculos epistemológicos están constituidos prioritariamente por

una serie de concepciones acerca del saber que imposibilitan

comprender el carácter constructivo e histórico del conocimiento. Se

trata de una serie de errores iniciales que precisan de un psicoanálisis

para pasar de un saber estático y cerrado a un saber dinámico y

abierto.

11 Ibíd., p. 189.12 La belleza de las palabras de Bachelard merecen la cita al respecto: “En nosotros el siglo XVIII continúa su vida sorda; y puede ¡ay! Reaparecer. No vemos en ello, como Meyerson, una prueba de la permanencia y de la fijeza de la razón humana, sino una prueba de la somnolencia del saber, una prueba de esta avaricia del hombre culto rumiando sin cesar las mismas conquistas, la misma cultura y volviéndose, como todos los avaros, víctima del oro acariciado”. Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004, p. 10.13 Ibíd., p. 15.

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Cualquier cultura científica debe comenzar (…) por una cierta catarsis intelectual y afectiva. Queda entonces la tarea más difícil: poner la cultura científica en estado de movilización permanente, sustituir el saber cerrado y estático por un conocimiento abierto y dinámico, dialectizar todas las variables experimentales, dar finalmente a la razón motivos para que evolucione14.

De hecho, la superación del primer obstáculo supone la apertura

epistemológica que está buscando Bachelard. Es aquí donde este

pensador insiste en la discontinuidad dada entre el conocimiento

científico y la experiencia primera. El elemento de ruptura entre estas

dos instancias es, dice Bachelard, la crítica. Ésta resulta ser un

elemento constitutivo del espíritu científico, mientras que la

experiencia primera es aquella que se encuentra situada antes de la

crítica, sustraída a ella. Se trata del la aceptación a-crítica del dato,

de la confianza en la inmediatez de los sentidos, de lo que nuestro

pensador llama con sarcasmo “ojos embobados”. La ciencia no tiene

por tarea la precisión en la descripción de la Naturaleza y la búsqueda

de sus leyes causales. En esto Bachelard es radical:

…el espíritu científico debe formarse contra la Naturaleza, contra lo que es, en nosotros y fuera de nosotros, el impulso y la instrucción de la naturaleza, contra el entusiasmo natural, contra el hecho vistoso y diverso. El espíritu científico debe formarse reformándose. (…) Comprendemos la naturaleza cuando nos resistimos a ella15.

Es el conocimiento del período pre-científico el que confía en los

datos inmediatos de la observación. El período científico se

caracteriza por una ruptura con el conocimiento primero. Pero,

muchas veces ocurre que el obstáculo se polariza, y en un intento por

escapar de esta primera ingenuidad se cae en un idealismo no menos

ingenuo que la actitud realista. Así, en una especie de ironía

metafísica, se pasa a tratar de observar lo real a partir de las teorías.

Vamos entonces “de los ojos embobados a los ojos cerrados”16.

14 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 192.15 Ibíd., p. 193.16 Bachelard, G., La formación del espíritu científico, op. cit., p. 23.

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El segundo obstáculo epistemológico señalado por Bachelard es

el del realismo. Bachelard hecha por tierra la idea de substancia,

derribando en este acto todo el edificio de la epistemología

tradicional. No hay substancia, lo real se construye en un

procedimiento medianero entre lo objetivo y lo subjetivo. Dicha idea,

tan popular en la historia de la filosofía, responde para Bachelard a un

apego afectivo ingenuo. “…la certeza del realista procede de una

alegría de avaro”17: el realista posee la riqueza de lo real. Ahondando

en las consecuencias de esta negación del substancialismo, debemos

decir que si no hay substancia, tampoco hay representación. Por lo

tanto, la idea del conocimiento como adecuación y la de la verdad

como correspondencia quedan abolidas. Lo real se construye a medio

camino entre lo que las viejas epistemologías postulan en la

dicotomía sujeto-objeto. Ni objetivismo, ni subjetivismo: construcción

histórica intersubjetiva (es decir, social). Esta dimensión de lo social

será analizada en el apartado siguiente cuando analicemos el

materialismo técnico.

Luego, Bachelard analiza otros obstáculos –el animista y el de la

líbido- sin embargo, consideramos que estos dos primeros no tan sólo

son, quizás, los más importantes y los encargados de romper con la

epistemología tradicional, sino que, además, nos abren paso a una de

las nociones más importantes de su pensamiento que da cuenta de lo

que él denomina “posición central”: racionalismo aplicado –

materialismo técnico.

D) EL SUPER RACIONALISMO Y LA POSICIÓN CENTRAL.

…es necesario llevar a la razón no sólo a dudar de su obra, sino también a dividirse sistemáticamente en cada una de sus actividades. En resumen, es necesario devolver a la razón humana su función turbulenta y agresiva. Se contribuirá así a fundar un superracionalismo que multiplicará las ocasiones del pensar. Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 9.

17 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 198,

9

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El superracionalismo, vocablo inventado para marcar una

fuerte distinción con las ideas tradicionales vinculadas a la

racionalidad, tendrá por tarea devolver a la razón su vitalidad. Se

trata de llenar de contenido lo que los lógicos y formalistas han

vaciado. Se trata de rejuvenecer la razón esclerosada. Abandonar lo a

priori y acoger lo a posteriori para singularizar las racionalidades y

sólo desde allí articularlas en un racionalismo integral que ya no

podrá simplemente realizar una operación sintética de los contrarios.

La libertad de esta forma de asumir la racionalidad no podrá

establecer un sistema metafísico coherente y cerrado sobre sí mismo

de una vez y para siempre. Se trata de un racionalismo siempre

renovado por la experiencia, experiencia que a su vez debe ser

siempre transformada por un conocimiento liberado de la inmediatez

sensible. “Si en una experiencia uno no juega su razón, esta

experiencia no vale la pena ser intentada”18. Bachelard se coloca así

al centro del espectro filosófico que va desde el extremo realista al

extremo idealista concibiendo a la vez un racionalismo aplicado

junto a un materialismo técnico. Estamos ante la dialéctica entre

razón y experiencia, en la que ambas se enriquecen mutuamente.

Hemos tenido ocasión ya, en los subtítulos anteriores, de

abordar la noción de racionalidad que encontramos en el filósofo

borgoñón. Queremos ahora detenernos brevemente en lo que implica

su materialismo técnico. En Epistemología encontramos un capítulo

entero dedicado a este asunto. En primer lugar, debemos decir que el

materialismo técnico se asienta sobre una serie de resortes que

podrían englobarse en lo que el autor en estudio denomina “ciudad

científica”. Esta idea nos remite inmediatamente a pensar en la

ciencia como una construcción social. Allí Bachelard analiza cuáles

son las prácticas constitutivas de esta construcción mencionando: La

Escuela, la Ciudad teórica y la Ciudad técnica y las especializaciones.

La Escuela señala el estatuto ineluctablemente intersubjetivo

(social) de la ciencia. “El trabajador aislado debe confesar que ‘sólo

18 Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 12.

10

Page 11: Bachelard. Rupturas en El Seno de La Epistemología

no lo hubiera encontrado’”19. El progreso de la ciencia radica

verdaderamente en una historia de la enseñanza, de ahí que su

carácter social no pueda ser eludido.

Analizando la ciudad teórica y la ciudad práctica, Bachelard

muestra como cada vez más el investigador teórico no trabaja en

solitario: cada vez más los trabajos teóricos son firmados por varios

autores. Así también la ciudad práctica, la ciudad-fábrica, requiere de

una multiplicidad de técnicos y científicos, además de edificios

especializados, para realizar sus pruebas y crear fenómenos. De allí

viene la idea tan sugestiva de fenomenotécnica. Ambas ciudades se

comprenden y cooperan, la existencia de la una depende de la de la

otra. Juntas funcionan como una fábrica de fenómenos. “Objetividad

racional, objetividad técnica, objetividad social son ya tres caracteres

fuertemente ligados”20.

Frente a los prejuicios sobre la especialización, persistentes a lo

largo de toda la historia de la ciencia, juzgada como mutilación del

pensamiento, Bachelard sostiene una muy interesante posición. La

especialización es la garantía de la “aplicación” en la ciencia. Sin ella,

el conocimiento científico se convierte en ineficaz. Para terminar

afirma Bachelard:

En resumen, la especialización nos parece que reúne la condición que Nietzsche da a al esencia del trabajo científico. En ella se expresa “la fe en la solidaridad y la duración del trabajo científico, de tal modo que cada uno pueda trabajar en su lugar, por muy humilde que sea, con la confianza de no trabajar en vano” “Sólo existe una gran parálisis: trabajar en vano, luchar en vano21.

Así pensada, la ciudad científica, termina por dar cuenta de la

importancia social de la ciencia tanto a nivel de su constitución como

a nivel de su repercusión. La dimensión social de la ciencia dada en

el materialismo técnico cobra verdadero estatuto cuando Bachelard

19 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 168.20 Ibíd., p. 17121 Ibíd., p. 176.

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resignifica el determinismo en la ciencia postulando que este no pude

ser sino siempre y en todos los casos, determinismo humano:

El determinismo es entonces una noción que ratifica la influencia humana sobre la naturaleza. El gran factor determinante es el factor humano, el factor humano de la ciencia humana22.

E) BACHELARD: ENTRE LA EPISTEMOLOGÍA Y LA ESTÉTICA.

Tuve avidez por conocer las construcciones conceptuales, cada vez más numerosas, y como también amaba las bellezas de la imaginación poética, sólo he conocido el trabajo tranquilo después de haber separado totalmente mi vida de trabajo en dos partes casi independientes, una bajo el signo del concepto, otra bajo el signo de la imagen. Sin dudas, dos mitades de un filósofo no forman jamás un metafísico. Pero mi dilatado oficio me obligaba a escribir libros de enseñanza y libros de placer. Bachelard, G. citado por Puelles Romero, L., La estética de Gastón Bachelard: una filosofía de la imaginación creadora, Madrid: Editorial Verbum, 2002, p.23.

Es llamativa esta doble vertiente del pensamiento bachelardiano,

a primera vista desconcierta, y sólo puede ser comprendida llevando

a fondo los planteos epistemológicos. A propósito, Canguilhem afirma,

captando el hecho radical de esta epistemología de posición central,

lo siguiente:

No hay realidad antes de la ciencia y fuera de ella. La ciencia no capta ni captura lo real, sino que indica la dirección y la organización intelectuales, según las cuales “se puede tener la seguridad de que nos acercamos a lo real”. Así como no son catálogos de sensaciones, los conceptos científicos tampoco son réplicas mentales de esencias23.

En la epistemología bachelardiana subyace así una ontología.

Una ontología descentrada de la substancia y apoyada en una

poiética. Lo real no sólo se construye “aproximativamente” a cada

paso del conocimiento, sino que esto además se produce en un

movimiento de constante reinvención histórica. Es justamente en éste

22 Ibíd., p.182.23 Canguilhem, G., Sur une épistémologíe concordataire en Bourdieu, P., El oficio del sociólogo, México: Siglo XXI, 2008, p. 125.

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punto capital donde la ciencia es mirada con la óptica del arte. Es en

este punto en el que puede comprenderse el interés de Bachelard por

la estética y este extraño vínculo que tiende con la ciencia sin que los

ámbitos se confundan. Se trata, claro, de un vínculo de extrema

importancia ya que se encuentra estrechamente ligado a una

concepción ontológica muy particular que nuevamente nos remite a

Nietzsche.

De esta manera, queremos cerrar el presente trabajo a la luz de

aquella primera cita de Nietzsche con que lo inaugurábamos. Se trata

de ver la ciencia desde la óptica del arte (dimensión constructivista) y

el arte desde la de la vida (dimensión social). Ciertamente es mucho

lo que ha sido enriquecida la epistemología mirada desde este sesgo.

La ciencia así vista ha logrado liberarse tanto del corsé realista como

del autoritarismo idealista de la razón única. Muchos pensadores han

visitado la obra de Bachelard en búsqueda de esta corriente de aire

jovial que bruscamente se ha introducido en la vieja epistemología

tan pobre como endurecida. Desde su sucesor Canguilhem, pasando

por Foucault, Bourdieu y hasta Deleuze, las lecturas sobre este

filósofo atípico no han cesado de multiplicarse, aunque, quizá, no lo

necesario.

BIBLIOGRAFÍA

Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005.

Bachelard, G., Epistemología, Barcelona: Anagrama, 1974.

Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004.

Canguilhem, G., Sur une épistémologíe concordataire en Bourdieu, P., El oficio del sociólogo, México: Siglo XXI, 2008.

Foucault, M., La arqueología del saber, México: Siglo XXI, 1999.

Foucault, M., Las palabras y las cosas, Buenos Aires: Planeta Agosti, 1984.

Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, Chile: Edaf, 2008.

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Page 14: Bachelard. Rupturas en El Seno de La Epistemología

Nietzsche, F., La Gaya ciencia, Madrid: Edad, 2002.

Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos, 1998.

Puelles Romero, L., La estética de Gastón Bachelard: una filosofía de la imaginación creadora, Madrid: Editorial Verbum, 2002.

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