bachelard. rupturas en el seno de la epistemología
DESCRIPTION
El presente trabajo tiene por fin estudiar las principales concepciones del pensamiento epistemológico de Bachelard mostrando, al mismo tiempo, la radical ruptura que a través de ellas se opera con respecto a la epistemología tradicional. Junto a esto, tratamos de explicar, hacia el final, el vínculo existente entre las dos vertientes del trabajo bachelardiano acerca de la ciencia y acerca de la estética. Justamente la novedad del pensamiento del insólito filósofo borgoñón radica en ese puente, aparentemente extraño, que se teje entre los problemas de la ciencia y los problemas de la estética. Y es que aquí, subyace una ontología de corte nietzscheano. Así postulamos que cierta línea de la “epistemología” francesa -que puede contar en su constelación a Bachelard, Canguilhem y Foucault- se enfrenta a la tradición predominantemente anglosajona haciendo pie en Nietzsche.TRANSCRIPT
BACHELARD: RUPTURAS EN EL SENO DE LA EPISTEMOLOGÍA
Natalia Gil
El presente trabajo tiene por fin estudiar las principales
concepciones del pensamiento epistemológico de Bachelard
mostrando, al mismo tiempo, la radical ruptura que a través de ellas
se opera con respecto a la epistemología tradicional. Junto a esto,
tratamos de explicar, hacia el final, el vínculo existente entre las dos
vertientes del trabajo bachelardiano acerca de la ciencia y acerca de
la estética. Justamente la novedad del pensamiento del insólito
filósofo borgoñón radica en ese puente, aparentemente extraño, que
se teje entre los problemas de la ciencia y los problemas de la
estética. Y es que aquí, subyace una ontología de corte nietzscheano.
Así postulamos que cierta línea de la “epistemología”1 francesa -que
puede contar en su constelación a Bachelard, Canguilhem y Foucault-
se enfrenta a la tradición predominantemente anglosajona haciendo
pie en Nietzsche.
A) LA GAYA CIENCIA Y LA “EPISTEMOLOGÍA” FRANCESA
1 Las comillas en “epistemología” quieren sugerir la idea de que en sentido estricto no podemos hablar de una tradición epistemológica que englobe a todas estas figuras, ya que, por ejemplo, Foucault rechazaría de tajo tal categorización. Con “epistemología” en este contexto queremos hacer referencia a una cierta manera de pensar la ciencia desde una dimensión creativa a la vez que histórica y que podría incluso acercar a Deleuze. Es claro, por otra parte, que tales autores no pueden agruparse en torno a lo que normalmente denominamos como escuela. Bachelard tuvo ciertamente una preocupación espistemológica ocupándose con especial atención de elaborar una filosofía acorde a las prácticas de la física y de la química de su tiempo. Mientras Canguilem fue un historiador de la ciencia y Foucault rechazaría cualquier acepción que lo vinculase, tal como señala Dominique Lecourt?, al carácter del “epistemólogo”. De hecho podríamos postular de Bachelard a Foucault un arco de desplazamientos que van de la ciencia al saber y de la epistemología a la arqueología. Sin embargo, hay aquí un aire de familia que sin dudas puede atribuirse como venimos sosteniendo a la influencia de Nietzsche.
1
…ver la ciencia con la óptica del artista y el arte, con la de la vida. Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, Chile: Edaf, 2008, p. 45.
…una revolución psíquica acaba, sin duda, de producirse en este siglo; la razón humana acaba de levar anclas, el viaje espiritual ha comenzado y el conocimiento ha abandonado las orillas de lo real inmediato. Cultivar el gusto del puerto, de la seguridad, del sistema, ¿no es entonces un anacronismo? ¿Debemos continuar juzgando todas las cosas por el origen, por la fuente, por la base, por la causa, por la razón, en resumen, por los antecedentes? …la razón felizmente incompleta, ya no puede dormirse en la tradición, ya no puede contar con la memoria para recitar sus tautologías. Sin cesar, necesita probar y probarse. Está en lucha con los otros, pero principalmente con ella misma. Esta vez tiene alguna garantía de ser incisiva y joven. Bachelard El compromiso racionalista, Buenos Aires: siglo XXI, 2005 p. 13.
Sin dudas, la irrupción bachelardeana resulta ser el eco de la
gran incisión nietzscheana. Postular una ciencia alegre y joven fue el
grito nietzscheano, crear para ella una epistemología a su altura fue
el eco que resonó en el pensamiento de Gaston Bachelard. Nietzsche
ha renacido en el pensamiento francés que supo capturar su gesto
emancipatorio en el seno del saber: Gastón Bachelard, Georges
Caguilhem, Michel Foucault, Gilles Deleuze, participan de este gesto
que acerca la ciencia a la perspectiva del arte sin confundir los
ámbitos.
En el Ensayo de autocrítica, escrito para la tercera edición de El
nacimiento de la tragedia, Nietzsche escribe la célebre frase inscripta
en el epígrafe: “ver la ciencia con la óptica del artista, y el arte con la
óptica de la vida”. Pero, ¿cómo precisar esta tarea propuesta por el
filósofo-profeta? La primera parte de la frase -ver la ciencia con la
óptica del artista- nos insta a comprender el trasfondo del
perspectivismo nietzscheano: no hay hechos brutos, sólo
interpretaciones. Interpretaciones que nada nos dirán de lo que hay
detrás de los fenómenos, porque no hay un detrás, sólo hay
apariencias, sólo hay máscaras. La ciencia en su concepción
decimonónica es una máscara, pero una máscara de rasgos rígidos
2
que quiere pasar por verdadera. Es la máscara que lleva el hombre
racional del que habla Nietzsche hacia el final de Sobre verdad y
mentira en sentido extramoral que quiere “afrontar las necesidades
más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad”2. Se
trata entonces de una forma más de interpretación, pero una forma
sobre la que el martillo neitzscheano cae sin piedad:
Que sólo sea correcta una interpretación del mundo [...] una interpretación tal que permite contar, calcular, pesar, ver y palpar, y nada más, eso es una torpeza y una ingenuidad, suponiendo que no sea una enfermedad mental ni un idiotismo [...] Una interpretación “científica” del mundo, como vosotros la entendéis, podría ser por consiguiente, inclusive, una de las más estúpidas, esto es, la más pobre de todas las interpretaciones posibles del mundo3.
La interpretación decimonónica de la ciencia se encontrará
fuertemente vinculada al extremo apolíneo, que niega la exuberancia
de la vida en su rigidez lógico-formal. La gaya ciencia se postula
como la ciencia que, desprendida de un racionalismo dogmático
positivista, lindará con el arte -último reducto del espíritu dionisiaco
que asume para sí el trasfondo creativo de la vida. Es aquí donde
encuentra sentido la segunda parte de la frase citada –ver el arte bajo
la óptica de la vida. Y es que la vida del hombre sólo se mantiene y
reproduce por la capacidad creativa pues esta responde a la
necesidad imperiosa de la adaptación y la supervivencia. El arte
entonces es afirmación de la vida, vida que se manifiesta como
voluntad de poder en cada contexto histórico específico. La ciencia ha
olvidado ese trasfondo creativo e histórico que la constituye y que
reclama ser atendido. Creo que Bachelard asume la tarea de elaborar
una epistemología que se apropia del desafío: “la ciencia es la
estética de la inteligencia”4 dirá. Ha sido Nietzsche el que ha
realizado la crítica más radical que se pueda hacer al pensamiento
2 Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos, 1998, edición digital.3 Nietzsche, F., La Gaya ciencia, Madrid: Edaf, 2002, 373.4 Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004, p. 13.
3
positivista. Este anti-positivismo marca desde un principio la
epistemología bachelardiana.
B) UNA EPISTEMOLOGÍA HISTÓRICA
Frente a los postulados de una razón científica homogénea y a-
histórica que se asienta sobre la base de unas categorías a priori
subyacentes en el yo trascendental, Bachelard insiste sobre las
condiciones de posibilidad histórica de una racionalidad (no
sustantiva) científica e histórica que se asume fragmentaria (regional)
y sólo a posteriori integral. Aún más, dicha historicidad es pensada
desde Bachelard no desde la óptica del continuum, sino que incorpora
en ella la presencia de rupturas y discontinuidades que constituirán
en el plano de la historia de la ciencia lo que este pensador ha
denominado “corte epistemológico”, idea esta luego retomada por
Foucault en su etapa arqueológica5. En Epistemología aparecen
elaborados los conceptos fundamentales del racionalismo aplicado, el
primero de ellos es el de la “epistemología histórica”, allí se precisa lo
que veníamos diciendo:
El espíritu tiene una estructura variable a partir del momento en que el conocimiento tiene una historia. En efecto, la historia humana puede, con sus pasiones, sus prejuicios, con todo lo que revela impulsos inmediatos, ser un eterno recomienzo. Pero hay pensamientos que no vuelven a empezar: son los pensamientos que han sido rectificados, ampliados, completados6.
Pero hay que comprender en su especificidad lo que implica la
historicidad en este ámbito epistemológico. La crítica al
trascendentalismo que empezamos a presentar puede verse de forma
muy aguda en la afirmación que sostiene que es la razón la que
obedece a la ciencia y no la ciencia a la razón: “la ciencia instruye la
razón”7. El espíritu científico es, como se explicita en la cita, una
rectificación del saber, una rectificación histórica del saber. Es el
5 Contrastar con la idea de discontinuidad presente, por ejemplo, en la Introducción a La arqueología del Saber de Foucault.6 Bachelard, G., Epistemología, Barcelona: Anagrama, 1974, p. 141.7 Ibíd., p. 142.
4
devenir histórico de la práctica científica, con sus errores y faltas, la
que va conformando la racionalidad científica. Las condiciones de
posibilidad de dicha racionalidad no son trascendentales, sino
históricas. En esto también Bachelard anticipa a Foucault y el a priori
histórico de Las palabras y las cosas.
Otro elemento de gran interés que ha aparecido en lo que
venimos exponiendo es la presencia del error y la falta como motor
indispensable del progreso científico. Una visión tradicional de la
historia de la ciencia nos muestra una progresión del conocimiento
que sólo hace pie en los aciertos ordenados en una especie de
continuidad teleológica que, supuestamente, da cuenta del
despliegue de una razón que, lejos de la historia, no hace más que
desarrollarse sin más. El olvido, el error, la falla, son simplemente
ignorados en esta historia de la ciencia positivista. Bachelard no sólo
sospecha de una razón trascendental, también desconfía de que los
hechos simplemente estén dados, para ubicarse en una compleja
“posición central”. Tanto la racionalidad como el objeto se
construyen mutuamente en la práctica científica que se
despliega en la rectificación histórica. El error aparece en esta
conciencia de la falta que se vislumbra en el plano de la historia: “se
conoce contra un conocimiento anterior. […]. Acceder a la ciencia
significa rejuvenecer espiritualmente, aceptar una mutación brusca
que debe contradecir el pasado”8. El conocimiento no gira en
torno a la verdad sino en torno a la rectificación del error. En
este mismo sentido afirma, también, que el pensamiento científico es
un pensamiento comprometido puesto que constantemente pone en
juego su propia constitución9. Más aún, si las formas tradicionales de
8 Ibíd., p. 188.9Georges Canguilhem en la Obertura a El compromiso racionalista afirma: “Ante de Bachelard muchos racionalistas se creyeron comprometidos, aun cuando –a falta de una moda ideológica todavía inexistente- no se proclamaban como tales. Pero casi siempre se trataba de un compromiso de la razón contra la religión o contra el orden establecido de un poder tradicionalista, más bien que de un compromiso de la racionalidad de la razón contra su propia tradición. Esa especie de compromiso acompañaba a una razón impávida, segura de reencontrarse y reconocerse en la continuidad progresiva de la ciencia que la había instruido”. Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 7.
5
ver la ciencia habían puesto su confianza en la rectitud del método,
Bachelard sostiene:
Parece que por una paradoja insigne, el espíritu científico viva la extraña esperanza de que el propio método fracase totalmente. Ya que un fracaso es el hecho nuevo, la idea nueva, el la traviesa función matemática que se sale del corsé de las derivadas conservándose honestamente continua. Se burla de los viejos maestros, sonríe de la ingenuidad de los viejos libros10.
Error, olvido, fracaso, rectificación, son los elementos
constitutivos de una historia que lejos de marchar en orden continuo
y progresivo se encuentra marcada por la ruptura y la irrupción. Una
epistemología que conciba una historicidad así planteada no girará en
torno a la pregunta por las condiciones de posibilidad de un
conocimiento empírico que sea a la vez universal y necesario, sino
alrededor de la pregunta por las condiciones de posibilidad de los
cortes epistemológicos emplazados en la historia.
C) EPISTEMOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS: OBSTÁCULOS
EPISTEMOLÓGICOS.
Bachelard ha planteado, frente a la razón trascendental
kantiana, al positivismo decimonónico y a todo el espectro que roza
en sus límites con el idealismo por un lado, y con el realismo por otro,
una perspectiva intensamente reparadora de ese desgarrador
dualismo que trazó la historia del pensamiento occidental. El
racionalismo integral hecha por tierra no sólo las pretensiones de
una razón sustantiva (ya sea que se dé en su fórmula hegeliana como
“espíritu absoluto” o en su variante kantiana como facultad de un “yo
trascendental”) afirmando la racionalidad como cualidad que sólo se
desarrolla por las prácticas históricas de la ciencia, sino que reconoce
en ese acto su falta de homogeneidad tanto en el planteo de la
fragmentariedad de los racionalismos regionales como en la
conciencia de su discontinuidad manifiesta en los cortes
epistemológicos. Y aún más, este racionalismo tiene un inconciente
10 Bachelard, G. Epistemología, op. cit., p. 155-156.
6
y necesita para progresar de un psicoanálisis, ya que su avance sólo
se justifica, no en la progresión de una conciencia preclara, sino en la
superación de los llamados “obstáculos epistemológicos” definidos
como adhesiones afectivas inconscientes que obstruyen el avance de
la ciencia.
Un obstáculo epistemológico se incrusta en el conocimiento incuestionado. Costumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden a la larga, entorpecer la investigación11.
Un racionalismo comprometido tendrá por estandarte la
lucha en contra del conformismo dejándose llevar por el instinto
formativo (aquél que es capaz de cuestionar las ideas precedentes) y
no por el instinto conservador (cuando el espíritu prefiere lo que
confirma su saber12). Una ciencia que jovial avanza supera sus propios
obstáculos (lo impensado en el pensamiento) cuestionándose a sí
misma. El conocimiento así no es nunca autoconciente y total, es
perspectivo: “el conocimiento de lo real es una luz que proyecta
siempre sombras en alguna parte. Jamás es inmediata y plena”13. Por
eso siempre, para Bachelard, el conocimiento no será sino
“approchée”. Se trata entonces de iluminar lo que históricamente
permaneció en la sombra y esto se hace construyendo conocimiento.
Pero no debe entenderse la noción de obstáculo epistemológico
equiparándola con la idea de error y superación del error. Los
obstáculos epistemológicos están constituidos prioritariamente por
una serie de concepciones acerca del saber que imposibilitan
comprender el carácter constructivo e histórico del conocimiento. Se
trata de una serie de errores iniciales que precisan de un psicoanálisis
para pasar de un saber estático y cerrado a un saber dinámico y
abierto.
11 Ibíd., p. 189.12 La belleza de las palabras de Bachelard merecen la cita al respecto: “En nosotros el siglo XVIII continúa su vida sorda; y puede ¡ay! Reaparecer. No vemos en ello, como Meyerson, una prueba de la permanencia y de la fijeza de la razón humana, sino una prueba de la somnolencia del saber, una prueba de esta avaricia del hombre culto rumiando sin cesar las mismas conquistas, la misma cultura y volviéndose, como todos los avaros, víctima del oro acariciado”. Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004, p. 10.13 Ibíd., p. 15.
7
Cualquier cultura científica debe comenzar (…) por una cierta catarsis intelectual y afectiva. Queda entonces la tarea más difícil: poner la cultura científica en estado de movilización permanente, sustituir el saber cerrado y estático por un conocimiento abierto y dinámico, dialectizar todas las variables experimentales, dar finalmente a la razón motivos para que evolucione14.
De hecho, la superación del primer obstáculo supone la apertura
epistemológica que está buscando Bachelard. Es aquí donde este
pensador insiste en la discontinuidad dada entre el conocimiento
científico y la experiencia primera. El elemento de ruptura entre estas
dos instancias es, dice Bachelard, la crítica. Ésta resulta ser un
elemento constitutivo del espíritu científico, mientras que la
experiencia primera es aquella que se encuentra situada antes de la
crítica, sustraída a ella. Se trata del la aceptación a-crítica del dato,
de la confianza en la inmediatez de los sentidos, de lo que nuestro
pensador llama con sarcasmo “ojos embobados”. La ciencia no tiene
por tarea la precisión en la descripción de la Naturaleza y la búsqueda
de sus leyes causales. En esto Bachelard es radical:
…el espíritu científico debe formarse contra la Naturaleza, contra lo que es, en nosotros y fuera de nosotros, el impulso y la instrucción de la naturaleza, contra el entusiasmo natural, contra el hecho vistoso y diverso. El espíritu científico debe formarse reformándose. (…) Comprendemos la naturaleza cuando nos resistimos a ella15.
Es el conocimiento del período pre-científico el que confía en los
datos inmediatos de la observación. El período científico se
caracteriza por una ruptura con el conocimiento primero. Pero,
muchas veces ocurre que el obstáculo se polariza, y en un intento por
escapar de esta primera ingenuidad se cae en un idealismo no menos
ingenuo que la actitud realista. Así, en una especie de ironía
metafísica, se pasa a tratar de observar lo real a partir de las teorías.
Vamos entonces “de los ojos embobados a los ojos cerrados”16.
14 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 192.15 Ibíd., p. 193.16 Bachelard, G., La formación del espíritu científico, op. cit., p. 23.
8
El segundo obstáculo epistemológico señalado por Bachelard es
el del realismo. Bachelard hecha por tierra la idea de substancia,
derribando en este acto todo el edificio de la epistemología
tradicional. No hay substancia, lo real se construye en un
procedimiento medianero entre lo objetivo y lo subjetivo. Dicha idea,
tan popular en la historia de la filosofía, responde para Bachelard a un
apego afectivo ingenuo. “…la certeza del realista procede de una
alegría de avaro”17: el realista posee la riqueza de lo real. Ahondando
en las consecuencias de esta negación del substancialismo, debemos
decir que si no hay substancia, tampoco hay representación. Por lo
tanto, la idea del conocimiento como adecuación y la de la verdad
como correspondencia quedan abolidas. Lo real se construye a medio
camino entre lo que las viejas epistemologías postulan en la
dicotomía sujeto-objeto. Ni objetivismo, ni subjetivismo: construcción
histórica intersubjetiva (es decir, social). Esta dimensión de lo social
será analizada en el apartado siguiente cuando analicemos el
materialismo técnico.
Luego, Bachelard analiza otros obstáculos –el animista y el de la
líbido- sin embargo, consideramos que estos dos primeros no tan sólo
son, quizás, los más importantes y los encargados de romper con la
epistemología tradicional, sino que, además, nos abren paso a una de
las nociones más importantes de su pensamiento que da cuenta de lo
que él denomina “posición central”: racionalismo aplicado –
materialismo técnico.
D) EL SUPER RACIONALISMO Y LA POSICIÓN CENTRAL.
…es necesario llevar a la razón no sólo a dudar de su obra, sino también a dividirse sistemáticamente en cada una de sus actividades. En resumen, es necesario devolver a la razón humana su función turbulenta y agresiva. Se contribuirá así a fundar un superracionalismo que multiplicará las ocasiones del pensar. Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 9.
17 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 198,
9
El superracionalismo, vocablo inventado para marcar una
fuerte distinción con las ideas tradicionales vinculadas a la
racionalidad, tendrá por tarea devolver a la razón su vitalidad. Se
trata de llenar de contenido lo que los lógicos y formalistas han
vaciado. Se trata de rejuvenecer la razón esclerosada. Abandonar lo a
priori y acoger lo a posteriori para singularizar las racionalidades y
sólo desde allí articularlas en un racionalismo integral que ya no
podrá simplemente realizar una operación sintética de los contrarios.
La libertad de esta forma de asumir la racionalidad no podrá
establecer un sistema metafísico coherente y cerrado sobre sí mismo
de una vez y para siempre. Se trata de un racionalismo siempre
renovado por la experiencia, experiencia que a su vez debe ser
siempre transformada por un conocimiento liberado de la inmediatez
sensible. “Si en una experiencia uno no juega su razón, esta
experiencia no vale la pena ser intentada”18. Bachelard se coloca así
al centro del espectro filosófico que va desde el extremo realista al
extremo idealista concibiendo a la vez un racionalismo aplicado
junto a un materialismo técnico. Estamos ante la dialéctica entre
razón y experiencia, en la que ambas se enriquecen mutuamente.
Hemos tenido ocasión ya, en los subtítulos anteriores, de
abordar la noción de racionalidad que encontramos en el filósofo
borgoñón. Queremos ahora detenernos brevemente en lo que implica
su materialismo técnico. En Epistemología encontramos un capítulo
entero dedicado a este asunto. En primer lugar, debemos decir que el
materialismo técnico se asienta sobre una serie de resortes que
podrían englobarse en lo que el autor en estudio denomina “ciudad
científica”. Esta idea nos remite inmediatamente a pensar en la
ciencia como una construcción social. Allí Bachelard analiza cuáles
son las prácticas constitutivas de esta construcción mencionando: La
Escuela, la Ciudad teórica y la Ciudad técnica y las especializaciones.
La Escuela señala el estatuto ineluctablemente intersubjetivo
(social) de la ciencia. “El trabajador aislado debe confesar que ‘sólo
18 Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005, p. 12.
10
no lo hubiera encontrado’”19. El progreso de la ciencia radica
verdaderamente en una historia de la enseñanza, de ahí que su
carácter social no pueda ser eludido.
Analizando la ciudad teórica y la ciudad práctica, Bachelard
muestra como cada vez más el investigador teórico no trabaja en
solitario: cada vez más los trabajos teóricos son firmados por varios
autores. Así también la ciudad práctica, la ciudad-fábrica, requiere de
una multiplicidad de técnicos y científicos, además de edificios
especializados, para realizar sus pruebas y crear fenómenos. De allí
viene la idea tan sugestiva de fenomenotécnica. Ambas ciudades se
comprenden y cooperan, la existencia de la una depende de la de la
otra. Juntas funcionan como una fábrica de fenómenos. “Objetividad
racional, objetividad técnica, objetividad social son ya tres caracteres
fuertemente ligados”20.
Frente a los prejuicios sobre la especialización, persistentes a lo
largo de toda la historia de la ciencia, juzgada como mutilación del
pensamiento, Bachelard sostiene una muy interesante posición. La
especialización es la garantía de la “aplicación” en la ciencia. Sin ella,
el conocimiento científico se convierte en ineficaz. Para terminar
afirma Bachelard:
En resumen, la especialización nos parece que reúne la condición que Nietzsche da a al esencia del trabajo científico. En ella se expresa “la fe en la solidaridad y la duración del trabajo científico, de tal modo que cada uno pueda trabajar en su lugar, por muy humilde que sea, con la confianza de no trabajar en vano” “Sólo existe una gran parálisis: trabajar en vano, luchar en vano21.
Así pensada, la ciudad científica, termina por dar cuenta de la
importancia social de la ciencia tanto a nivel de su constitución como
a nivel de su repercusión. La dimensión social de la ciencia dada en
el materialismo técnico cobra verdadero estatuto cuando Bachelard
19 Bachelard, G., Epistemología, op. cit, p. 168.20 Ibíd., p. 17121 Ibíd., p. 176.
11
resignifica el determinismo en la ciencia postulando que este no pude
ser sino siempre y en todos los casos, determinismo humano:
El determinismo es entonces una noción que ratifica la influencia humana sobre la naturaleza. El gran factor determinante es el factor humano, el factor humano de la ciencia humana22.
E) BACHELARD: ENTRE LA EPISTEMOLOGÍA Y LA ESTÉTICA.
Tuve avidez por conocer las construcciones conceptuales, cada vez más numerosas, y como también amaba las bellezas de la imaginación poética, sólo he conocido el trabajo tranquilo después de haber separado totalmente mi vida de trabajo en dos partes casi independientes, una bajo el signo del concepto, otra bajo el signo de la imagen. Sin dudas, dos mitades de un filósofo no forman jamás un metafísico. Pero mi dilatado oficio me obligaba a escribir libros de enseñanza y libros de placer. Bachelard, G. citado por Puelles Romero, L., La estética de Gastón Bachelard: una filosofía de la imaginación creadora, Madrid: Editorial Verbum, 2002, p.23.
Es llamativa esta doble vertiente del pensamiento bachelardiano,
a primera vista desconcierta, y sólo puede ser comprendida llevando
a fondo los planteos epistemológicos. A propósito, Canguilhem afirma,
captando el hecho radical de esta epistemología de posición central,
lo siguiente:
No hay realidad antes de la ciencia y fuera de ella. La ciencia no capta ni captura lo real, sino que indica la dirección y la organización intelectuales, según las cuales “se puede tener la seguridad de que nos acercamos a lo real”. Así como no son catálogos de sensaciones, los conceptos científicos tampoco son réplicas mentales de esencias23.
En la epistemología bachelardiana subyace así una ontología.
Una ontología descentrada de la substancia y apoyada en una
poiética. Lo real no sólo se construye “aproximativamente” a cada
paso del conocimiento, sino que esto además se produce en un
movimiento de constante reinvención histórica. Es justamente en éste
22 Ibíd., p.182.23 Canguilhem, G., Sur une épistémologíe concordataire en Bourdieu, P., El oficio del sociólogo, México: Siglo XXI, 2008, p. 125.
12
punto capital donde la ciencia es mirada con la óptica del arte. Es en
este punto en el que puede comprenderse el interés de Bachelard por
la estética y este extraño vínculo que tiende con la ciencia sin que los
ámbitos se confundan. Se trata, claro, de un vínculo de extrema
importancia ya que se encuentra estrechamente ligado a una
concepción ontológica muy particular que nuevamente nos remite a
Nietzsche.
De esta manera, queremos cerrar el presente trabajo a la luz de
aquella primera cita de Nietzsche con que lo inaugurábamos. Se trata
de ver la ciencia desde la óptica del arte (dimensión constructivista) y
el arte desde la de la vida (dimensión social). Ciertamente es mucho
lo que ha sido enriquecida la epistemología mirada desde este sesgo.
La ciencia así vista ha logrado liberarse tanto del corsé realista como
del autoritarismo idealista de la razón única. Muchos pensadores han
visitado la obra de Bachelard en búsqueda de esta corriente de aire
jovial que bruscamente se ha introducido en la vieja epistemología
tan pobre como endurecida. Desde su sucesor Canguilhem, pasando
por Foucault, Bourdieu y hasta Deleuze, las lecturas sobre este
filósofo atípico no han cesado de multiplicarse, aunque, quizá, no lo
necesario.
BIBLIOGRAFÍA
Bachelard, G., El compromiso racionalista, México: Siglo XXI, 2005.
Bachelard, G., Epistemología, Barcelona: Anagrama, 1974.
Bachelard, G., La formación del espíritu científico, México: Siglo XXI, 2004.
Canguilhem, G., Sur une épistémologíe concordataire en Bourdieu, P., El oficio del sociólogo, México: Siglo XXI, 2008.
Foucault, M., La arqueología del saber, México: Siglo XXI, 1999.
Foucault, M., Las palabras y las cosas, Buenos Aires: Planeta Agosti, 1984.
Nietzsche, F., El nacimiento de la tragedia, Chile: Edaf, 2008.
13
Nietzsche, F., La Gaya ciencia, Madrid: Edad, 2002.
Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid: Tecnos, 1998.
Puelles Romero, L., La estética de Gastón Bachelard: una filosofía de la imaginación creadora, Madrid: Editorial Verbum, 2002.
14