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GASTON BACHELARD LA LLAMA DE UNA VELA MONTE AVILA EDITORES C. A.

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  • GASTON BACHELARD

    LA LLAMA DE UNA VELA

    MONTE AVILA EDITORES C. A.

  • Tftulo del original:La Flamme d'une Chandelle

    ) Presses Universitaires de France

    Traduccin/HGO GOLA

    ) 1975 para todos los pases de habla hispana by MONTE AVILA EDITORES C. A.Caracas / Venezuela

    Portada / Vctor VianoImpreso en Venezuela por Litografa Melvln

  • A Henri Bosco

  • PROLOGO

    ESTE pequeo libro de simple sueo, sin la sobrecarga de ningn saber, sin aprisionar

    nos en la unidad de un mtodo de encuesta, querramos expresar, en una serie de captulos breves, hasta qu punto se renueva el sueo de un soador en la contemplacin de una llama solitaria. La llama es, entre los objetos del mundo que convocan al sueo, uno de los ms grandes productores de imgenes. La llama nos obliga a imaginar. Ante una llama, en tanto se suea, lo que uno percibe al mirar no es nada en relacin con lo que se imagina. La llama lleva a los ms diversos dominios de la meditacin su carga de metforas e imgenes. Si se la considera como el sujeto de uno de los verbos que expresan la vida, se advertir que otorga al verbo un suplemento de vivacidad. El filsofo que rpidamente recurre a las generalizaciones afirma con una tranquilidad dogmtica: Lo que se denomina Vida en la creacin es, en todas las formas y en todos los seres, un solo y mismo espritu, una llama nica.1 Pero tal generalizacin conduce demasiado rpido al fin. Es ms bien en la multipli-

  • cidad y en los detalles de las imgenes donde debemos hacer sentir la funcin productora de imaginacin de las llamas imaginadas. El verbo encender debe, entonces, ingresar en el vocabulario del psiclogo. l domina todo un sector del mundo de la expresin. Las imgenes del lenguaje encendido enardecen el psiquismo, dan una tonalidad excitada que una filosofa de lo potico debe precisar. Gracias a la llama, tomada como objeto de sueo, las ms desvadas metforas llegan a ser realmente imgenes. En tanto las metforas no son, a menudo, ms que traslacin de pensamientos, en un afn de expresarse mejor, de decir de otra manera, la imagen, la verdadera imagen, cuando es vivida primeramente en la imaginacin, cambia el mundo real por el mundo imaginado, imaginario. Por la imagen imaginada conocemos ese absoluto del sueo que es el sueo potico. Correlativamente, como intentamos demostrarlo en nuestro ltimo libro pero un libro ha expresado alguna vez cabalmente toda la conviccin de su autor? conocemos nuestro ser soador, productor de sueos. Un soador dichoso de soar, activo en su sueo, contiene una verdad del alma, un porvenir del ser humano.

    Entre todas las imgenes, las de la llama tanto las ingenuas como las ms alambicadas, las recatadas como las traviesas llevan una seal de poesa. Todo soador de llama es un poeta en potencia. Todo sueo ante la llama es un sueo de asombro. Todo soador de llama est en estado de sueo originario. Este extraamiento primero est enraizado en nuestro lejano psalo

  • do. Tenemos para la llama una natural admiracin, diramos: una admiracin innata. La llama produce una acentuacin del placer de ver ms all de lo siempre visto. Nos obliga a mirar.

    La llama nos convoca a ver por primera vez: tenemos mil recuerdos de ella, soamos en ella toda la personalidad de una remota memoria y sin embargo soamos en ella como todo el mundo, nos recordamos como todo el mundo se recuerda mientras, segn una de las leyes ms constantes del sueo ante la llama, el soador vive en un pasado que ya no es nicamente el suyo, en el pasado de los primeros fuegos del mundo.

    II

    La contemplacin de la llama perpeta, de esta forma, un sueo originario. Ella nos aleja del mundo y ampla el mundo del soador. La llama es por s misma una presencia imponente, pero, cerca de ella vamos a soar con lo distante, con lo muy lejano: Nos perdemos en los sueos. La llama est all, menuda y enclenque, luchando por conservar su ser, y el soador se va a soar a otra parte, perdiendo su propia alma, soando con lo grande, demasiado grande -soando con el mundo.

    La llama es un mundo para el solitario.Entonces, cuando el soador de llama habla

    a la llama, habla consigo mismo, estamos frente a un poeta. Al ampliar el mundo, el destino del mundo, al meditar sobre el destino de la llama,

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  • el soador ampla el lenguaje, puesto que expre- sa una belleza del mundo. Gracias a tal expresin pancalizante/ la psique misma se ampla, se eleva. La meditacin de la llama ha dado al psi- quismo del soador un alimento de verticalidad, un alimento verticalizante. Un alimento areo, que est en oposicin a todos los alimentos terrestres, no un principio ms activo para dar sentido vital a las determinaciones poticas. Volveremos sobre estas afirmaciones en un captulo especial para ilustrar lo que toda llama aconseja: arder arriba, siempre ms arriba para estar seguro de dar luz.

    Para obtener esta "altura psquica hay que hacer crecer todas las impresiones insuflndoles materia potica. Creemos que el aporte potico ser suficiente, ya que esperamos dar unidad a los sueos que hemos reunido bajo el signo de la vela. Esta monografa podra llevar como subttulo: La poesa de las llamas. En efecto, con el propsito de ceirnos aqu slo a una lnea de sueos, separamos este trabajo de un libro ms general que siempre esperamos publicar: La potica del fuego.

    Si limitamos ahora nuestras interrogaciones, mantenindonos en la unidad de un solo ejemplo, confiamos obtener una esttica concreta, una esttica que no estuviera perturbada por polmicas de filsofos, ni racionalizada por fciles ideas generales. La llama, la llama sola, puede12

  • concretar el ser de todas sus imgenes, el ser de todos sus fantasmas.

    El objeto a investir por las imgenes literarias una llama! es tan simple que esperamos poder determinar la comunin de todo lo imaginado. Con las imgenes literarias de la llama, el surrealismo tiene alguna garanta de alcanzar una raz real. Las imgenes ms fantsticas de la llama convergen. Llegan a ser, por un privilegio insigne, imgenes verdaderas.

    La paradoja de nuestras inquisiciones sobre la imaginacin literaria es: encontrar la realidad por la palabra, dibujar con palabras, tener aqu alguna posibilidad de que sea dominada. Las imgenes habladas expresan la extraordinaria excitacin que nuestra imaginacin recibe de la ms simple de las llamas.

    IV

    Debemos an explayarnos sobre otra paradoja. Con la voluntad que tenemos de vivir las imgenes literarias otorgndoles toda su actualidad, con la ambicin todava mayor de probar que la poesa es un poder activo en la vida de hoy, no es acaso, para nosotros, una paradoja intil introducir tantos sueos bajo el signo de la vela? El mundo va rpido, el siglo se apresura. No es ya tiempo de pabilos y candeleros. Con las cosas en desuso slo se vinculan sueos acabados.

    La respuesta es fcil para estas objeciones: los sueos y las ensoaciones no se modernizan tan rpidamente como nuestros actos. Nuestros

    1)

  • ensueos son verdaderos hbitos psquicos slidamente arraigados. La vida activa casi no los altera. Para un psiclogo, es de inters reencontrar todos los caminos de la ms antigua intimidad.

    Los sueos de la vela nos conducen al reducto de la intimidad. Parecera que existen en nosotros rincones sombros que no toleran ms que una luz vacilante. Un corazn sensible ama los valores frgiles. Comulga con los valores que luchan, con la dbil luz que enfrenta las tinieblas. De este modo, todos nuestros sueos de pequea luz conservan una realidad psicolgica en la vida actual. Tienen un sentido; diramos gustosos que tienen una funcin. En efecto, pueden otorgar a una psicologa del inconsciente todo un conjunto de imgenes para interrogar suavemente, naturalmente, sin provocar, en el soador, un sentimiento de enigma. Ante un sueo de pequea luz, el soador se siente en su casa, el inconsciente del soador es como su casa para l. El soador! ese doble de nuestro ser, ese claroscuro del ser pensante tiene, en un sueo de pequea luz, la seguridad de ser. Quien confe en los sueos de pequea luz descubrir esta verdad psicolgica: el inconsciente tranquilo, sin pesadilla, el inconsciente en equilibrio con su sueo es, precisamente, el claroscuro del psiquismo, o mejor todava, el psi- quismo del claroscuro. Las imgenes de la pequea luz nos ensean a amar ese claroscuro de la visin ntima. El soador que quiere conocerse como soante, lejos de la claridad del pensamiento, ese soador, puesto que ama su sueo,14

  • se siente tentado de formular la esttica de ese claroscuro psquico.

    Un soador de lmpara comprender instintivamente que las imgenes de pequea luz constituyen vigilias ntimas. Sus resplandores se hacen invisibles cuando el pensamiento trabaja, cuando la conciencia est bien clara. Pero cuando el pensamiento reposa, las imgenes velan.

    El conocimiento del claroscuro de la conciencia tiene tal presencia una presencia que perdura que el ser aguarda all el despertar: un despertar del ser. Jean Wahl lo sabe. Y lo expresa en un solo verso:

    Oh pequea luz, oh fuente, alba tierna3

    Proponemos por tanto transferir los valores estticos del claroscuro de los pintores al dominio de los valores estticos del psiquismo. Si tenemos xito elevaremos, por lo menos en parte, la nocin del inconsciente, librndola de su actual disminucin y menoscabo. Las sombras del inconsciente destacan a menudo los resplandores de un mundo en donde el sueo tiene mil placeres! George Sand presinti este pasaje del mundo de la pintura al de la psicologa. En una nota agregada al pie de pgina al texto de Consuelo, evocando el claroscuro escribi: Me he preguntado frecuentemente en qu consista esa belleza y cmo hara para describirla4 si quisiera transferir ese secreto a otra persona. Sin color, sin forma, sin orden y sin claridad, cmo pue

    15

  • den, se me dir, los objetos exteriores, investir una figura que hable a los ojos y al espritu? Solamente un pintor podr responderme: s, lo comprendo Recordar El filsofo meditando de Rembrandt: esa gran habitacin perdida en la sombra, escaleras sin fin, que giran no se sabe cmo, vagos resplandores del cuadro, toda esa escena indecisa y ntida al mismo tiempo, ese color potente extendido sobre una tela que, en definitiva, slo est pintada con ocre claro y con ocre oscuro, esa magia de claroscuro, ese juego de luz dispuesto sobre los objetos ms insignificantes, una silla, un cntaro, un vaso de cobre; y vemos que esos objetos que no merecen ser mirados y menos todava pintados, llegan a ser tan interesantes, tan bellos a su manera, que uno no puede apartar los ojos de ellos, puesto que existen y merecen existir,5

    George Sand ve el problema y lo presenta: cmo, describir el claroscuro, cmo escribirlo, no cmo pintarlo puesto que este es privilegio de los grandes artistas . Nosotros quere- remos ir ms lejos: queremos inscribir ese claro- oscuro en la psique, precisamente en la frontera entre un psiquismo ocre oscuro y otro de ocre ms claro.

    Desde que escribo libros sobre el Sueo, hace ya 20 aos, este es un problema que me atormenta. No s expresarlo mejor que George Sand en su breve nota. En suma, el claroscuro de la psique es el sueo, un sueo tranquilo, sedante, fiel a su centro, iluminado en su centro, no apretado sobre su contenido, sino desbordando siempre un poco, impregnando con su luz su penum16

  • bra. Uno ve claro en s mismo y sin embargo suea. No arriesga toda su luz, no es el juguete, la vctima de esta quimera que cae por la noche, que nos libera manos y pies ligados a esos expoliadores de la psique, a esos bandidos que frecuentan los bosques del sueo nocturno que son las pesadillas dramticas.

    La forma potica de un sueo nos permite acceder a ese psiquismo dorado que mantiene despierta la conciencia. Los sueos ante la vela se transformarn en cuadros. La llama nos mantendr en esa conciencia de sueo que nos conserva despiertos. Uno se duerme ante el fuego, pero no ante la llama de una vela.

    V I

    En un libro reciente intentamos establecer una radical diferencia entre el ensueo y el sueo nocturno. En el sueo nocturno domina la exploracin fantstica. Todo est en falsa luz. A menudo en l se ve demasiado claro. Los misterios mismos aparecen dibujados con trazos demasiado netos. Los escenarios son tan ntidos que el sueo nocturno origina fcilmente literatura literatura, pero nunca poesa . Toda la literatura fantstica encuentra en el sueo nocturno esquemas tiles sobre los que trabaja el ani- mus del escritor. En el animus, el psicoanalista estudia las imgenes del sueo. Para l la imagen es doble, tiene siempre, adems de la propia, otra significacin. Es una caricatura de la psique. Hay que ingeniarse para encontrar el ver

    17

  • dadero ser bajo la caricatura. Ingeniarse, pensar, pensar siempre. Para gozar las imgenes, para amarlas por s mismas, se necesitara sin duda, al margen de todo saber psicoanaltico, una educacin potica. Menos sueos en animus y ms ensueos en nima. Menos comprensin en psicologa intersubjetiva y ms sensibilidad en psicologa de la intimidad.

    Segn el punto de vista adoptado en este li- brito, los sueos de la intimidad alejan el drama. Lo fantstico, instrumentado por conceptos extrados de la experiencia de pesadillas, no retendr nuestra atencin. Por lo menos, evitaremos largos comentarios cuando encontremos una imagen de llama demasiado singular para que podamos hacerla nuestra y colocarla en el claroscuro de nuestro sueo personal. Al escribir acerca de la vela queremos ganar dulzuras para el alma. Para imaginar el infierno se necesita tener venganzas prometidas. En los seres con pesadillas existe un complejo de llamas de infierno que de ninguna manera queremos alimentar.

    En resumen, estudiar el alma de un soador de ensueos con la ayuda de las imgenes de la pequea luz, con la ayuda de las muy antiguas imgenes humanas, otorga a una investigacin psicolgica garanta de homogeneidad. Hay un parentesco entre la lmpara que brilla y el alma que suea. Tanto para una como para la otra el tiempo es lento. El sueo y el resplandor demandan la misma paciencia. Entonces el tiempo se hace profundo; las imgenes y los recuerdos vuelven a unirse. El soador de llama une lo que ve con lo que ha visto. Conoce la fusin entre la18

  • imaginacin y la memoria. Se abre entonces a todas las aventuras del sueo; acepta la ayuda de los grandes soadores, entra en el mundo de los poetas. Desde ese momento, el sueo de la llama, tan unitario al principio, llega a ser una copiosa multiplicidad.

    Tara ordenar un poco esta multiplicidad haremos un rpido comentario en diversos captulos, a veces muy diferentes, de esta simple monografa.

    V II

    El primer capitulo es todava un prembulo. Debo decir, adems, que con dificultad he resistido la tentacin de escribir, a propsito de las llamas un libro sobre el conocimiento. Ese libro hubiera sido largo, aunque fcil. Hubiera sido suficiente hacer una historia de las teoras sobre la luz. Siglo tras siglo, el problema fue retomado. Pero aunque fueron muy grandes los espritus que trabajaron en la fsica del fuego, no han podido dar a sus estudios la objetividad de una ciencia. La historia de la combustin sigue siendo, hasta Lavoisier, una historia precient- fica. El examen de tales doctrinas releva de un psicoanlisis del conocimiento objetivo. Este psicoanlisis debera borrar las imgenes para decidir una organizacin de las ideas.6

    El segundo captulo es una contribucin a un estudio de la soledad, a una ontologa del ser solitario. La llama aislada es el testimonio de una soledad, de una soledad que une a la lia

    is

  • ma y al soador. Gracias a la llama, la soledad del soador no es ms la soledad del vaco. La soledad ha llegado a ser concreta por la gracia de la pequea luz. La llama esclarece la soledad del soador; ilumina su frente pensativa. La vela es el astro de la pgina blanca. Reuniremos algunos textos, pertenecientes a distintos poetas, para comentar esta soledad. Esos textos los hemos acogido tan fcilmente que confiamos en que sean igualmente recibidos por el lector. Confesamos tambin aqu nuestra conviccin respecto de las imgenes. Creemos que la llama de una vela es, para muchos soadores, la imagen de la soledad.

    Hemos procurado evitar toda desviacin por el lado de las bsquedas seudo-cientficas, pero a menudo fuimos atrados por pensamientos fragmentarios, por pensamientos no suficientemente probatorios, pero que, en afirmaciones fugaces, dan al sueo impulsos ilimitados. Entonces es no la ciencia sino la filosofa quien suea. Hemos ledo y reledo la obra de Nova- lis. Recibimos de ella magnificas lecciones, que merecen ser meditadas, sobre la verticalidad de la llama.

    Cuando en uno de nuestros primeros libros sobre la imaginacin1 estudiamos la tcnica del soar despierto, indicamos que exista una solicitacin de un sueo de vuelo que recibimos de un universo auroral, de un universo que lleva la luz en sus simas. Comentamos entonces la tcnica de Robert Desoille sobre el soar despierto. Se trataba de obtener un alivio mediante la sugestin producida por imgenes felices al20

  • individuo agobiado por sus faltas, aturdido en su hasto de vivir. Mediante un desfile de imgenes, el experto llegaba a ser, para el paciente, un guia en su devenir. Propona una ascensin imaginaria, una ascensin que haba que ilustrar con imgenes bien ordenadas, cada una de las cuales contena una cualidad ascensional. El gua alimentaba el mundo onrico del soador, ofrecindole en el momento preciso imgenes destinadas a elevar e impulsar la mente en ascenso. Ese ascenso slo es beneficioso si alcanza altura y no se detiene. Las imgenes utilizadas en este psicoanlisis por la altura deban estar sistemticamente muy altas para que se supiera con seguridad que el paciente, en plena vida metafrica, abandona los bajos fondos de su ser.

    Pero quiz la llama solitaria, por s misma, pueda ser para el soador que medita, una gua en la ascensin. Ella es un modelo de verticalidad.

    Numerosos textos poticos nos ayudarn a valorizar esta verticalidad en la luz, por la luz, que Novalis viva en la meditacin de la llama recta.

    Despus del examen de los sueos de filsofo, hemos vuelto, en el captulo cuarto, a los problemas de la imaginacin literaria, que nos son familiares. No nos alcanzara un extenso libro si quisiramos estudiar la llama en todas las metforas literarias que ella sugiere. Podramos interrogarnos tambin si la imagen de la llama puede ser asociada a toda imagen ms o menos brillante, o a toda imagen que quiere brillar. Escribira, entonces, un libro de esttica literaria en

    21

  • donde estaran agrupadas todas las imgenes que aceptaran ser ampliadas al ponerse en contacto con una llama imaginaria. Esta obra, que mostrara que la imaginacin es una llama, la llama de la psique, sera para m muy agradable. Me pasara la vida en ella.

    Al hablar de los rboles, de las flores, hemos podido manifestar cmo hacen los poetas para darles vida, vida plena, vida potica por la imagen de las llamas.

    De la vela a la lmpara, hay, para la llama, algo as como una conquista de la sabidura. La llama de la lmpara est ahora disciplinada gracias al ingenio del hombre. Es, totalmente, por su oficio, simple e importante, dadora de luz.

    Nuestra obra concluye con una meditacin sobre esta llama humanizada. Pero habra que escribir un libro para estudiar realmente el paso de la cosmologa de la llama a la cosmologa de la luz. Privados de abordar este gran tema, hemos querido, en esta monografa, permanecer en la homogeneidad de los sueos de la pequea luz, soar todava con la familiaridad donde se unen la lmpara y el candelero, pareja indispensable en una evocacin de los viejos tiempos, de los lugares a los que volvemos siempre para soar y para recordar.

    En la obra de un maestro que conoce muy bien los sueos de la memoria, he encontrado una gran ayuda. La lmpara es, en muchas de las novelas de Henri Bosco, un personaje, en toda la acepcin del trmino. Desempea un papel importante en relacin con la psicologa de la casa, con la psicologa de los miembros de la22

  • familia. Cuando un gran ausente produce el vaco en un lugar, una lmpara d Bosco, que llega de no se sabe qu pasado de Bosco, mantiene una presencia, aguarda al exiliado con una paciencia de lmpara. La lmpara de Bosco mantiene vivos todos los recuerdos de la vida familiar, todos los recuerdos de una infancia, los recuerdos de toda la infancia. El escritor que escribe para l, escribe para nosotros. La lmpara es el espritu que vela en la pieza, en toda la pieza. Es el centro de un lugar, de todo lugar. No se concibe una casa sin lmpara, as como no se concibe una lmpara sin casa.

    La meditacin sobre el ser familiar de lmpara nos permitir, pues, reunir nuestras fantasas sobre la potica de los espacios de la intimidad. Volvemos a encontrar todos los temas que hemos desarrollado en nuestro libro La Potica del espacio. Con la lmpara volvemos a entrar en la morada de los sueos de la noche, en los antiguos lugares, sitios perdidos, pero que estn, en nuestros sueos, fielmente habitados.

    Donde ha reinado una lmpara, reina el recuerdo.

    En fin, para introducir un aliento un tanto personal en este pequeo libro que comenta sueos de los otros, cre til agregar, como eplogo, algunas lneas en las que evoco las soledades del trabajo, veladas del tiempo en el que, lejos de entregarme a fciles sueos, trabajaba con tenacidad, creyendo que con el trabajo del pensamiento aumentaba el espritu.

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  • NOTAS

    1. Herder, atado por Bguin, L Ame romantique et le rv, Marseille, Cahiers du Sud, t. I, p. 113.

    2. De pancalismo: Sistema filosfico que considera a la Belleza como fundamento del Universo. (N. del T.).

    3. Jean Wahl, Pomes de circonstance, d. Confluences, p. 33.4. El subrayado es nuestro.5. Consuelo. Michel Lvy, 1861, t. III, pp. 264-265.6. Cf. La Formation de lesprit scientifique. Contribution a

    une psychanalyse de la connaissance objective, ed. Vrin.7. LAir et les songes, d. Gorti.

    24

  • CAPITULO I

    EL PASADO DE LAS VELAS

    Llama, tumulto alado, oh soplo, rojo reflejo del cielo quien descifre tu misterio conocer el secreto de la vida y de la muerte . . .

    (Martin KAUBISH, Anthologie de la posie allemande, trad. Ren LASNE et George RABUSE, t. II , p. 206.)

    A NTAO, en un tiempo olvidado hasta por los sueos, la llama de una vela haca pensar

    a los sabios; ofreca mil sueos al filsofo solitario. Sobre su mesa, al lado de los objetos prisioneros en su forma, al lado de los libros que lentamente instruyen, la llama de la vela convocaba pensamientos desmedidos, suscitaba imgenes sin lmites. Para un soador de mundos la llama era, entonces, un fenmeno del mundo. Se estudiaba el sistema del mundo en gruesos libros, y he aqu que una simple llama oh paradoja del saber! viene a ofrecernos directamente su propio enigma. En una llama no est, acaso, viviente el mundo? No es una vida la llama? No es ella el signo visible de un ser ntimo, el signo de un poder secreto? No contiene, esta llama, todas las contradicciones in-

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  • temas que dan dinamismo a una metafsica elemental? Por qu buscar dialcticas de ideas cuando se tiene, en el corazn de un simple fenmeno, dialcticas de hechos, dialcticas de seres? La llama es un ser sin masa y sin embargo es un ser fuerte.

    Qu inmenso campo de metforas deberamos examinar si quisiramos, en un desdoblamiento de imgenes que unen la vida y la llama, escribir una psicologa de las llamas al mismo tiempo que una fsica de los fuegos de la vida! Metforas? En aquellos tiempos del lejano saber en que la llama haca pensar a los sabios, las metforas eran el pensamiento.

    II

    Pero si el saber de los viejos libros est muerto, el inters de los sueos permanece. Intentaremos, en este librito, incorporar todos los documentos de sueo primero que provengan de filsofos o poetas. Todo est en nosotros, todo es para nosotros, cuando volvemos a encontrar en nuestros sueos o en la comunin de los sueos de los otros las races de la simplicidad. Ante una llama nos comunicamos moralmente con e mundo. La llama de una vela es un modelo de vida tranquila y delicada en una noche cualquiera. Sin duda, el menor soplo la perturba, de la misma manera que un pensamiento extrao altera la meditacin de un filsofo. Pero cuando llega realmente el reinado de la gran soledad, cuando verdaderamente suena la hora de la tran-26

  • guilidad, entonces la misma paz habita en el corazn del soador y en el corazn de la llama, entonces la llama conserva su forma y corre rectamente como un pensamiento claro, hacia su destino de verticalidad.

    En los tiempos en que se soaba pensando, en que se pensaba soando, la llama de la vela poda ser un manmetro sensible de la tranquilidad del alma, una medida de la calma, de una relima que descenda hasta los detalles de la vida de una calma que otorga la gracia de la continuidad a un sueo apacible.

    Anhelan la serenidad? Respiren entonces suavemente ante la llama ligera que, sin apuro, realiza su tarea de iluminar.

    III

    Con un conocimiento muy antiguo se puede todava producir sueos vivientes. No rastrearemos sin embargo nuestros documentos en viejos escritos incomprensibles. Querramos, por el contrario, volver a dar a todas las imgenes que retenemos su espesor onrico, una bruma de imprecisin para que la imagen entrara en nuestro propio sueo. Slo mediante el sueo se pueden transmitir imgenes singulares. La inteligencia resulta torpe cuando se trata de analizar los sueos de un ignorante. En algunas pginas de este pequeo ensayo evocaremos textos donde las imgenes familiares son ampliadas hasta entrever los secretos del mundo. Con qu facilidad el soador de mundo pasa de su vela

    27

  • a las grandes luminarias del cielo! Podemos llegar a sentirnos inspirados cuando en el curso de nuestras lecturas somos tocados por esta verdadera amplificacin. Pero no podemos sistematizar nuestro entusiasmo. En todas nuestras bsquedas slo conservaremos rfagas de imgenes.

    Cuando la imagen particular adquiere valor csmico, hace las veces de un pensamiento vertiginoso. Esa imagen-pensamiento o, ese pensamiento-imagen, no tiene necesidad de un contexto. La llama observada por un vidente tiene una realidad fantasmal que demanda su expli- citacin por la palabra. Seguidamente daremos numerosos ejemplos de pensamientos-imgenes que se enuncian en una frase resplandeciente. A veces, tales imgenes-pensamientos-frases tien sbitamente una prosa tranquila. Joubert, el razonable Joubert, escribe: La llama es un fuego hmedo.

    Daremos seguidamente numerosas variaciones de este tema: conjuncin de la llama y el arroyo. En este captulo de introduccin slo lo sealamos para subrayar el dogmatismo que supone cifrar la importancia de un sueo en despertar un conocimiento dormido. Una sola contradiccin es suficiente para violentar la naturaleza y liberar al soador de la trivialidad de los juicios sobre fenmenos familiares.

    Entonces, el lector de los Pensamientos de Joubert siente el placer de imaginar. Ve ese fuego hmedo, ese lquido ardiente, correr hacialo alto, hacia el cielo, como un arroyo vertical.

    Debemos hacer notar, de paso, un matiz que en verdad pertenece a la filosofa de la imagina28

  • cin literaria. Una imagen-pensamiento-frase como la de Joubert es una proeza expresiva. La palabra sobrepas al pensamiento. Y el sueo que habla es a su vez sobrepasado por el sueo que escribe. Uno no se animara a decir este sueo de un fuego hmedo, pero se anima a escribirlo. La llama ha sido una tentacin para el escritor. Joubert no ha resistido la tentacin. Es necesario que los hombres razonables perdonen a los que oyen los demonios del tintero.

    Si la expresin de Joubert condensara un pensamiento no hubiera sido ms que una fcil paradoja; si fuera una imagen, hubiera sido efmera y huidiza. Pero ubicndola en el libro de un moralista, la expresin nos abre el campo de los sueos verdaderos. Su tono, mezcla de fantasa y verdad, nos da el derecho, como simples lectores, a soar seriamente, como si en esos sueos nuestro espritu trabajara con lucidez. En este sueo grave, al que nos arrastra Joubert, uno de los fenmenos del mundo est expresado y, por lo tanto, dominado. Est expresado ms all de su realidad. Cambia su propia realidad por una realidad humana.

    Recomponiendo para nosotros mismos imgenes de la pieza del filsofo que medita, vemos sobre la mesa la vela y el reloj de arena, dos objetos que expresan el tiempo del hombre en estilos totalmente diferentes. La llama es un reloj de airea que corre hacia lo alto. Ms liviana que la arena, que se desmorona, la llama construye su forma, como si el tiempo mismo estuviera siempre ocupado.

    Llama y reloj de arena expresan, en la medi29

  • tacin apacible, la comunin del tiempo lento con el tiempo pesado. En mi sueo ellos dicen la comunin del tiempo del nima con el tiempo del animus. Me gustara soar con el tiempo, con la duracin que transcurre y la duracin que huye, si pudiera reunir en mi pieza imaginaria la vela y el reloj de arena. Pero para el sabio que imagino, la enseanza de la llama es mayor que la enseaiiza de la arena desmoronada. La llama convoca a quien vela a apartar los ojos de sus papeles, a abandonar l tiempo del trabajo, el de la lectura, el tiempo del pensamiento. En la llama misma el tiempo se pone a velar.

    Ciertamente, el soador ante la llama ya no lee. Piensa en la vida. Piensa en la muerte. La llama es precaria y pujante. Un soplo la apaga, una chispa la enciende. La llama es nacimiento fcil y muerte fcil. Vida y muerte pueden yuxtaponerse en ella. Vida y muerte son, en su imagen, contrarios que se complementan. Los juegos de pensamientos de los filsofos, cuando llevan la dialctica del ser y la nada a un tono de simple lgica, llegan a ser, ante la luz que nace y que muere, dramticamente concretos.

    Pero cuando uno suea ms profundamente, ese admirable equilibrio que existe entre la vida y la muerte se pierde en el corazn de un soador de vela. Qu resonancia tiene la palabra apagarse en el corazn de un soador, de un soador de vela. Las palabras sin duda desertan de su origen y retoman una vida extraa, una vida tomada al azar de simples comparaciones. Cul es el significado principal del verbo apagarse? La vida o la vela? Los verbos, cuando metafo-

    }0

  • rizan, pueden dar movimiento a los temas ms dispares. El verbo apagarse puede hacer morir tanto un ruido como un corazn, un amor como un odio. Pero quien desee conocer el verdadero sentido, el sentido primero, debe acordarse de la muerte de una vela. Los mitlogos nos han enseado a leer los dramas de la luz en los espectculos del cielo. Pero en la pieza de un soador, los objetos familiares llegan a ser mitos del universo. La vela que se apaga es un sol que se muere. La vela muere ms suavemente que el astro del cielo. El pabilo se curva y ennegrece. La llama ha tomado su opio de la sombra que la abraza. Y la llama tiene una buena muerte: muere durmindose.

    El soador de vela, el soador de pequea llama, sabe que todo es dramtico en la vida de las cosas y en la vida del universo. Cuando se suea en compaa de la vela, uno suea dos veces. La meditacin ante una llama llega a ser a menudo, siguiendo la expresin de Paracelso, una exaltacin de dos mundos, una exaltatio utrius- que mundi.2

    De esta doble exaltacinsimple filsofo de la expresin literaria como somos daremos, seguidamente, algunos testimonios tomados de los poetas. Los tiempos son revertidos, como dijimos al principio, cuando uno recurre a los sueos, a los sueos desmesurados, y a los pensamientos que uno mismo y los otros elaboran.

    Se pudo alguna vez, acaso, crear poesa con el pensamiento?

    31

  • IV

    Para justificar nuestro proyecto de utilizar slo documentos que puedan atraemos todava hacia sueos verdaderos, prximos a los sueos del poeta, vamos a comentar un ejemplo extrado de un viejo libro. En l se renen imgenes e ideas que en razn de su origen no podran atraer nuestra participacin. Desprendidas de su situacin histrica, las pginas que citaremos no pueden sin embargo ser consideradas como una proeza de la fantasa. No corresponden tampoco a la organizacin de un conocimiento. Ni hay que ver en ellas una mezcla de pensamientos presuntuosos e imgenes simplistas. Nuestro documento ser pues todo lo contrario de una exaltacin de las imgenes que nos gustara vivir. Ser una enormidad de la imaginacin.

    Despus de haber comentado ese documento macizo, volveremos a imgenes ms delicadas, reunidas, menos groseramente, en un sistema. Hallaremos all impulsos que podremos seguir personalmente si vivimos en ellos la alegra de imaginar.

    V

    Biaise de Vigenre, en su Tratado del fuego y de la sal escribi, comentando al Zohar: Hay dos fuegos; uno, ms fuerte, devora al otro. Quien lo quiera conocer, que observe la llama cuando parte y sube desde un fuego encendido o una lmpara o antorcha, ya que sta slo asciende si

  • je une a una sustancia corruptible y se mezcla con el aire. Pero sobre esta llama que sube, hay dos llamas; una blanca que brilla e ilumina, cuya raz azulada est en su cspide; la otra, roja, unida a la madera y al pabilo que arde. La blanca sube directamente hacia lo alto, y debajo, per- manece firme la roja, sin separarse de la materia,

    *permitiendo que la otra flamee y brille.3 i Aqu comienza la dialctica entre lo activo y lo pasivo, lo movido y lo moviente, lo quemado y lo quemante la dialctica entre los participios pasados y los participios presentes que colman de satisfaccin a los filsofos de todos los tiempos.

    Pero para un pensador de llama como fue Vignre, los hechos deben ofrecer un horizonte de valores. El valor por conquistar es, en este caso, la luz. La luz es entonces una sobreva- loracin del fuego. Es una sobrevaloracin, puesto que da sentido y valor a los hechos que nosotros consideramos hasta ahora como insignificantes. La iluminacin es realmente una conquista. Vigenre nos hace sentir cunto sufre la llama impura para llegar a ser llama blanca, para alcanzar el dominio de la blancura. Esta llama blanca es siempre la misma, no cambia ni vara como la otra, que a veces se ennegrece y a veces se hace roja, amarilla, verde, azulada.

    Entonces la llama amarillenta ser el antivalor de la llama blanca. La llama de la vela es el campo cerrado donde luchan el valor y el antivalor. Es necesario que la llama blanca extermine y destruya las sustancias toscas con que se alimenta. Aun para un autor precientfico, la

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  • llama desempea un papel positivo en la economa del mundo. Es un instrumento para el perfeccionamiento del cosmos.

    La leccin moral que se desprende es entonces evidente: la conciencia moral debe convertirse en llama blanca quemando las iniquidades que ella alberga.

    Y quien quema bien, quema arriba. Conciencia y llama tienen el mismo destino de verticalidad. La simple llama de la vela expresa bien ese destino cuando deliberadamente va hacia lo alto y retorna al punto de partida, despus de haber cumplido su accin en la base, sin cambiar por otro color que no sea el blanco, su propio resplandor.

    El texto de Vigenre es largo. Lo hemos abreviado mucho, porque puede cansar. Puede cansar si se lo considera como un texto de ideas que organiza los conocimientos. Al menos como texto de sueos me parece un claro testimonio que desborda toda medida, que engloba todas las experiencias que vienen del hombre o del mundo. Los fenmenos del mundo en cuanto tienen un poco de consistencia y unidad, llegan a ser verdades humanas. La moralidad con que concluye el texto de Vigenre debe refluir sobre todo el relato. Esta moralidad estaba latente en el inters que el soador pona en su vela. La miraba moralmente. Era para l un ingreso de la moral en el mundo, un ingreso en la moralidad del mundo. Se atrevera acaso a escribir si no viera en la vela ms que un sebo quemado? El soador tiene sobre su mesa lo que podramos llamar un fenmeno-ejemplo. Una) 4

  • materia de lo ms vulgar produce la luz. Se purifica en el acto mismo de iluminar. Qu extraordinario ejemplo de iluminacin activa! Son las impurezas mismas quienes, destruyndose, originan la luz pura. El mal es aqu alimento del bien. En la llama, el filsofo reencuentra un fenmeno-ejemplo, un fenmeno del cosmos que es ejemplo de humanizacin. Si seguimos ese fenmeno-ejemplo, quemaremos nuestras iniquidades.

    La llam a purificada y purificante ilumina dos veces al soador, por los ojos y por el alma. Aqu las metforas son realidad y la realidad, puesto que es contemplada, una metfora de dignidad humana. Deformaramos el valor del documento que nos ofrece Vigenre si lo analizramos en el encuadre de un simbolismo. La imagen demuestra, el simbolismo afirma. El fenmeno ingenuamente contemplado no est, como en el smbolo, cargado de historia. El smbolo es una conjuncin de tradiciones provenientes de mltiples orgenes. Todos esos orgenes no son reanimados en la contemplacin. El presente es ms fuerte que el pasado de la cultura. El hecho de que Vigenre haya estudiado el Zohar, no le impidi reasumir en su primitividad de sueo, lo que en el viejo libro tena la pretensin de constituirse en un conocimiento. Ya no se lee, desde el momento en que la lectura promueve un sueo. La ambigedad de los pensamientos y de los sueos llega al mximo, si la vela ilumina al viejo libro que habla de la llam a.

    Nada de smbolo, nada tampoco de un doble lenguaje que traduzca lo material en espiri-

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  • tuai o viceversa. Compartimos, con Vigenre, el sueo de la slida unidad del hombre con su mundo; esta vigorosa unidad no permite la divisin entre una dialctica de lo objetivo y una de lo subjetivo. Todos los objetos del mundo adquieren en dicho sueo el destino del hombre. Fuera del mundo, en la intimidad de su misterio, anhela un destino de purificacin. El mundo es el germen de un mundo mejor, as como el hombre lo es de un hombre mejor, y la llama amarilla y pesada es el germen de una llama blanca y ligera. La llama no obedece solamente a la filosofa aristotlica cuando, por su blancura, por el dinamismo que exige la blancura, alcanza su lugar natural. Un valor ms alto que todos los que rigen a los fenmenos fsicos, es conquistado. La vuelta a los lugares naturales implica, ciertamente, una ubicacin en su lugar, una restitucin del orden en el universo. Pero en el caso de la luz blanca, un orden moral prima sobre el orden fsico. El lugar natural hacia el cual tiende la llama es un medio moral.

    Por esta razn la llama, y las imgenes de la llama, designan a los valores del hombre como valores del mundo. Unifican la moralidad del pequeo m undo con una moralidad majestuosa del universo.

    Cuando los msticos de la finalidad del volcn, expresan a lo largo de los siglos que, por h accin benefactora de sus volcanes, la tierra se purifica de sus inmundicias , quieren manifestar la misma idea. Michelet lo repeta todava en el siglo pasado. Quien es capaz de un pensamiento tan grande bien puede soar en

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  • pequeo y creer que su pabilo sirve para la purificacin del mundo.

    V I

    Si nosotros formulramos nuestras preguntas en relacin con los problemas de la liturgia, si nos apoyramos en una especie de simbolismo mayor, en un simbolismo primitivamente constituido en valores morales y religiosos, fcilmente habramos encontrado para la llama y para las antorchas antorcha es el masculino de una llama que arde gloriosamente simbolismos ms dramticos que los que nacen, con toda ingenuidad, en los sueos de un soador de vela. Pero es interesante, creemos, seguir, ante el hecho ms comn, un sueo que recoge las comparaciones ms lejanas. Una comparacin, es, a veces, un smbolo que comienza, un smbolo que no tiene todava plena responsabilidad. El desequilibrio entre lo percibido y lo imaginado es, en algunos casos, extremo. La llama no es ms un objeto de percepcin. Lleg a ser un objeto filosfico. Todo es posible entonces. Bien puede imaginar el filsofo ante la vela, que es el testigo de un mundo ardiente. La llama es para l un mundo tendido hacia el porvenir. El soador ve en ese mundo su propio ser y su propio porvenir. En la llama, el espacio se mueve, el tiempo se agita. Todo tiembla cuando tiembla la luz. El devenir del fuego, no es acaso el ms dramtico y el ms vivo de todos? El mundo corre s uno lo imagina de fuego. Igualmente el filsofo puede soarlo todo violencia y paz cuando piensa el mundo ante la vela.

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  • NOTAS

    1. Joubert, Penses, 8e. d., 1862, p. 163. Los primeros soldadores a veces eran llamados fuentes de fuego. Cr. Edouard Foucaud, Les Artisans illustres, p. 263, Paris, 1841.

    2. Citado por C. G. Jung, Paracelsica, p. 123.3. Biaise de Vigenre, Trait du feu et du sel, Paris, 1628,

    p .108.

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  • CAPITULO II

    LA SOLEDAD DEL SOADOR DE VELA

    Mi. s oled ad est pronta para quemar a quien la queme

    (Louis Emi, Le nom du feu, p. 14).

    I

    T'JESPU S de un corto captulo de prembulos en el que hemos bosquejado los temas que

    deber seguir un historiador de ideas y experiencias, volvemos a nuestro simple oficio de buscador de imgenes, imgenes atrayentes como para aferrar el sueo. La llama de la vela convoca a los sueos de la memoria. Nos brinda, en los lejanos recuerdos, las imgenes de noches solitarias.

    Pero la llama solitaria, por s misma, no consuela al soador: ms bien agrava su soledad. Lichtenberg ha dicho que el hombre tiene tanta necesidad de compaa que se siente menos solo cuando piensa ante una vela encendida. Esta idea ha tocado de tal forma a Albert Bguin que la ha utilizado como ttulo del captulo que dedic a Georg Lichtenberg: La vela encendida 1

    Pero todo objeto que se convierte en objeto de ensueo adquiere un carcter singular. Realmente me gustara poder reunir, en un mu

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  • seo, objetos onricos , objetos onirizados por un sueo familiar de objetos familiares. Todo lo que existe en la casa tendra all su doble , no un fantasma de pesadilla sino una especie de ensoacin que visitara la memoria, que reanimara el recuerdo.

    Cada objeto significativo tiene su personalidad onrica. La llama solitaria tiene una personalidad onrica distinta de la del fuego en el hogar. El fuego en el hogar puede distraer al fogonero . El hombre ubicado ante un fuego prolijo, puede ayudar a las maderas a quemarse si abre voluntariamente una boca suplementaria. El hombre que sabe calentarse conserva una accin de Prometeo. Modifica los pequeos actos prometeicos y adquiere un orgullo de perfecto fogonero .

    Pero la vela arde sola. No tiene necesidad de sirvientes. No tenemos sobre nuestra mesa ni siquiera un despabilador. Para m, el tiempo de la vela es el mismo que el tiempo de los quinqus. A lo largo de esos conductos lacrimales corran lgrimas disimuladas. Bello ejemplo para que lo imite un filsofo quejumbroso! Ya Stendhal saba reconocer las velas de buena calidad. En sus Memorias de un turista manifiesta con cuanto cuidado seleccionaba el mejor almacn del lugar para proveerse de velas excelentes y reemplazar con ellas los sucios pabilos del hotelero.

    En el recuerdo de la vela encontramos nuestros sueos de solitarios. La llama est sola, naturalmente sola, quiere permanecer sola. A fines del siglo X V III , un fsico de la llama inten

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  • taba vanamente reunir las llamas de dos velas. Aproximaba las dos velas y colocaba una mecha contra la otra. Pero las dos llamas solitarias embriagadas por el crecimiento y el ascenso, desechaban la unin y cada una conservaba su enrgica verticalidad preservando en su extremo la delicadeza de su punta.

    En esta experiencia el fsico, qu fracaso de los smbolos para dos corazones apasionados que en vano intentan, uno y otro, ayudarse a arder!

    Que por lo menos la llama sea para el soador el smbolo de un ser absorbido por su devenir! La llama es un ser que deviene, un devenir que logra ser. Sentirse llama total y sola, llama en el drama mismo de un ser que deviene que se destruye mientras se aclara, igual que los pensamientos que secretamente alimentan las imgenes de un gran poeta. Jean de Boschre escribe:

    M is pensamientos han perdido en el fuego las tnicas que me permitan reconocerlos; fueron consumidos en el incendio del que yo fu i origen y alimento.Y sin embargo ya no estoy.Soy el centro, el pivote de las llamas.

    Y sin embargo ya no estoy2

    Ser el pivote de una llama! Imagen slida y vigorosa expresin de un dinamismo unitario! Las llamas de Jean de Boschre, las llamas de Satn el Oscuro, nunca temblaron. Se las puede tomar como la divisa de una gran obra.

    41

  • II

    El herosmo vital de Jean de Boschre se inspira en una llama enrgica que desgarra sus tnicas . Pero hay llamas en la soledad ms apacible. Ellas hablan con toda simplicidad a la conciencia desamparada. En cuatro palabras un poeta nos dice la verdad del consuelo entre dos soledades:

    Llama sola, estoy solo3

    Tristeza o resignacin? Afecto o desesperacin? Cul es el tono de este llamado a una comunicacin imposible?

    Arder solo, soar solo gran smbolo, doble smbolo incomprendido . Primero para la mujer que, ardiendo debe permanecer sola, callada; despus, para el hombre taciturno que no tiene ms que una soledad para ofrecer.

    Y sin embargo, qu atavo para alguien que pudiera amar, que pudiera ser amado. Los novelistas nos han hablado de las bellezas sentimentales, de las llamas no declaradas de esos amores ocultos. Q u novela se hara si uno pu diera continuar el dilogo comenzado por Tzara:

    Llama sola, estoy solo

    Pero ese dilogo, no se prolonga acaso en el silencio, en el silencio de dos seres solitarios?

    Pero hay que hablar mientras se suea. En el sueo de una noche, soando ante su vela, el so-

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  • fiador devora el pasado, se alimenta con un pasado falso. Piensa en lo que hubiera podido ser, pensando se rebela contra s mismo, contra lo que no fue, contra lo que no hizo, contra lo que hubiera debido hacer.

    En las ondulaciones del sueo la rebelin contra s mismo se sosiega. El soador es lanzado a la melancola del sueo, a una melancola que mezcla los recuerdos reales y los recuerdos soados. Mediante esta yuxtaposicin uno llega a comprender el sueo de los otros. El soador de vela se comunica con los grandes soadores de la vida anterior, con la gran reserva de la vida solitaria.

    I I I

    Si mi libro fuese lo que yo querra, si pudiera reunir, leyendo a los poetas, suficiente carga de sueo como para violentar las barreras que nos detienen delante del Reino del Poeta, me gustara encontrar al final de cada prrafo, luego de una larga serie de imgenes, la imagen de veras terminal. Aquella que se considera excesiva desde la perspectiva de los pensamientos razonables. Ayudado por la imaginacin de los otros, mi sueo ira ms all de sus propios lmites.

    Ante la vela, es decir, ms all de los recuerdos de soledad, ms all tambin de los recuerdos de miseria, evocara en ese corto prrafo un documento literario en el que Thodore de Banville habla de una noche con Camons. Cuan-

    43

  • do un poeta habla con simpata de otro poeta, lo que dice es dos veces verdadero.

    Banville cuenta que mientras se apagaba la vela, Camons segua escribiendo su poema al resplandor de los ojos de su gato.4

    A la luz de los ojos de su gato! Luz tenue y delgada que est ms all de toda luz trivial. La vela se apag, pero estuvo encendida. Haba comenzado a arder cuando el poeta iniciaba su poema. Haba llevado una vida comn, vida inspirada, vida inspirante con el poeta inspirado. Frente a la vela, en el fuego de la inspiracin, verso a verso, el poema desarrollaba su propia vida ardiente. Cada objeto, sobre la mesa, tena su resplandor de aureola. Y el gato estaba all, sentado sobre la mesa del poeta; la cola, tan blanca, contra el escritorio. Miraba a su amo, mientras la mano de ste corra sobre el papel. La vela y el gato miraban al poeta con una mirada encendida. Todo era mirada en el pequeo universo que es una mesa iluminada en la soledad de un trabajador. Cmo, entonces, no cuidaran ellos su impulso de mirar, su mpetu de luz? La declinacin de uno es compensada por el aumento de la cooperacin de los otros.

    Y adems, los seres dbiles tienen un ms all muy delicado, menos brutal que los seres fuertes. La soledad de la no-vela contina sin encontrarse con la soledad de la vela. Cada objeto del mundo, apreciado por su valor, tiene derecho a su propia nada. Cada ser derrama el ser, un poco de ser, la sombra de su ser, en su propio no-ser.

    Luego, en la delicadeza de las relaciones que

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  • un filsofo de los ultrasueos percibe, entre los seres y los no-seres, el ser del ojo de un gato puede ayudar al no-ser de la vela. Era realmente muy grande el espectculo de Camons escribiendo en la noche! Ese espectculo tiene su propia duracin. El poema mismo quiere alcanzar su trmino, el poeta quiere llegar a su fin. Cmo no ver en el momento en que la vela desfallece, que el ojo de un gato es un porta-luz? El gato de Camons, seguramente no se estremeci cuando la vela muri.5 El gato, esa lmpara animal, mira atentamente mientras duerme, contina la velada acordando su luz con el rostro del poeta iluminado por el genio.

    IV

    Ahora que con una imagen excesiva nos hemos vuelto sensibles a los dramas de la vela, podemos escapar a los privilegios de las imgenes imperativamente visuales. Al soar, solitario y ocioso ante la vela, uno sabe que esta vida que brilla es tambin una vida que habla. Los poetas, all tambin, nos ensearn a escuchar, i

    La llama rumorea, la llama gime. La llama'es un alma que sufre. Sombros murmullos nacen de este gemido. Todo dolor pequeo es el signo del dolor del mundo. Un soador que haya ledo los libros de Franz von Baader, vuelve a encontrar, en miniatura y en sordina, en el grito de la vela, los resplandores del relmpago. Escucha el clamor del ser que arde, ese Schrack que Eugne Susini nos dice que es intraducibie

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  • del alemn al francs.6 Es curioso comprobar que lo ms intraducibie de una lengua a otra sean precisamente los sonidos, las sonoridades. El espacio sonoro de una lengua tiene sus propias resonancias.

    Pero sabemos realmente, nosotros, acoger en nuestra lengua materna los ecos lejanos que resuenan en el vaco de las palabras? Al leer las palabras las vemos pero no las omos. Qu revelacin fue para m el Diccionario de las ono- matopeyas francesas, de Nodier! Me ense a explorar con el odo la cavidad de las slabas que constituyen el edificio sonoro de una palabra. Con cunto asombro y admiracin aprend que, para el odo de Nodier, el verbo pestaear era una onomatopeya de la llama de la vela! Sin duda el ojo se emociona, la pupila tiembla cuando tiembla la llama. Pero la oreja que se ha brindado totalmente a la conciencia de escuchar, ha percibido ya el malestar de la luz. Se pensaba, no se miraba ms. Y he aqu que cuando el arroyo de los sonidos de la llama se altera, las slabas de la llama se coagulan. Oigamos bien: la llama pestaea. Las palabras primitivas deben imitar lo que se oye antes de traducir lo que se ve. Las tres slabas de la llama de vela que pestaea, chocan, se quiebran una contra otra. Pes-ta-ear (Cli-gno-ter), ninguna slaba quiere fundirse con la otra. El malestar de la llama est inscripto en las pequeas hostilidades de las tres sonoridades. La palabra pestaear ( clignoter) es una de las palabras ms vacilantes de la lengua francesa.

    Ah!, estos sueos van demasiado lejos. S46

  • lo pueden nacer bajo la pluma de un filsofo perdido en sus sueos. Este olvida el mundo presente donde el pestaeo es un signo estudiado por los psiquiatras, y donde el pestaeo es un mecanismo que obedece al dedo del automovilista. Pero las palabras, prestndose para tantas cosas, pierden la virtud de ser fieles. Olvidan la primera significacin, la ms familiar, la primera familiaridad. Un soador de vela, un soador que recuerda haber sido compaero de la pequea luz, vuelve a aprender, leyendo a Nodier, las primeras significaciones.

    Como lo sealamos en el prembulo, un soador de llama llega a ser fcilmente un pensador de llama. Quiere comprender por qu el ser silencioso de la vela a menudo empieza a gemir. Para Franz von Baader ese crujido, ese Schrack, precede a toda incandescencia, ya sea silenciosa o estridente. Es producido por el contacto de dos principios opuestos en el que uno comprime al otro o lo subordina a l . Mientras arde, la llama debe reanimarse, mantener, contra una materia tosca, el dominio de su luz. Si tuviramos el odo ms afinado, escucharamos todos los ecos de estas agitaciones ntimas. La vista origina unificaciones sin mucho esfuerzo. Los murmullos de la llama, por el contrario, no se reagrupan. La llama expresa todas las luchas que hay que sostener para mantener la unidad.

    Pero los corazones ms ansiosos no se tranquilizan con miradas cosmolgicas, inscribiendo las desdichas de un objeto en un infierno universal. Para un soador de llama, la lmpara es una compaa asociada a sus estados de alma.

    47

  • Si tiembla, expresa una inquietud que conmover toda la pieza. Y en el momento en que la llama pestaea, tambin la sangre pestaea en el corazn del soador. La llama est angustiada y el aliento en la garganta del soador tiene sobresaltos. Un soador, tan unido psquicamente a la vida de las cosas, dramatiza lo insignificante. Para un soador de objetos, en su sueo minucioso todo tiene una significacin humana. Fcilmente se podran reunir numerosos documentos sobre la ansiedad sutil de la dulce luz. La llama de la vela manifiesta presagios. Demos un rpido ejemplo de ello.

    En una noche de espanto, la lmpara de Strind- berg hila:

    Quiero abrir la ventana. Una corriente de aire amenaza con apagar la lmpara. La lmpara se pone a cantar, a gemir, a piar?

    Recordemos que este relato fue escrito por Strindberg directamente en francs. Puesto que la llama pa, padece la pena de un nio, luego el universo es desdichado. Strindberg sabe una vez ms que todos los seres del mundo le presagian desdichas. Piar no es acaso pestaear en modo menor, con lgrimas en los ojos? Con lgrimas en la voz, esta expresin no es una ono- matopeya de la llama lquida que, a veces encontramos en la filosofa del fuego.

    En otra pgina del mismo relato,8 Strindberg sospecha una mala voluntad de la luz: es un m urmullo de vela que presagia la desdicha.9

    48

  • Enciendo la vela para pasar el tiempo leyendo. Reina un silencio siniestro y oigo latir mi corazn. Un ruidito seco me sacude como una chispa elctrica.

    Qu es esto? Una masa enorme de estearina acaba de caer. Nada ms que eso, pero en la casa haba una amenaza de muerte.

    Sin duda, Strindberg tiene su psiquis destrozada. Es sensible a los menores dramas de la materia. El carbn en el hogar, tambin origina alarma, cuando los residuos se sueldan mal. Pero el desastre es mayor y ms refinado cuando proviene de la luz. La lmpara, la vela, no producen acaso el fuego ms humanizado? Puesto que da luz, no es el fuego quien produce el valor ms alto? Una perturbacin en la cumbre de los valores de la naturaleza, desgarra el corazn de un soador que querra estar en paz con el universo.

    Observemos tambin que en la ansiedad de Strindberg ante una desdicha anunciada por la vela no se encuentra ninguna seal de arrastre simblico. El hecho lo es todo. Por pequeo que sea, se manifiesta como un relieve de lo actual.

    Fcilmente se podr denunciar la puerilidad de esta demencia. Sorprender que aparezca en un relato lleno de sufrimientos domsticos reales. Pero el hecho est ah. El hecho psicolgico vivido por el escritor se repite en el hecho literario. Strindberg confa en que un acontecimiento insignificante puede agitar el corazn humano. Con un mnimo miedo piensa que podr in

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  • troducir el temor en la soledad de un lector.Naturalmente, al psiquiatra le costar poco

    esfuerzo diagnosticar esquizofrenia cuando lea los relatos de Strindberg. Pero tales relatos, al to mar forma literaria, plantean un problema: esos escritos, no son esquizofrenizantes? Si uno lee Inferno con inters, no vivir horas de esquizofrenia? Strindberg sabe que escribiendo en la absoluta soledad se comunica con el gran O tro de los lectores solitarios. Sabe que en toda alma hay, ms all de toda razn, un sitio en donde sobreviven los miedos ms infantiles. Est seguro de poder propagar las desdichas trasmitidas por la vela. En Inferno, se atiene a la divisa consignada en su Autobiografa: Si vas all los otros tendrn miedo .10

    yCuando la mosca se arroja a la llama de la ve

    la, el sacrificio es ruidoso, las alas crepitan, la llama se sobresalta. Parece que la vida cruje en el corazn del soador.

    Ms sedoso, menos sonoro, es el fin de la polilla. sta vuela sin ruido, apenas toca la llama, es consumida. Para un soador imaginativo, cuanto ms simple es el incidente ms lejos van los comentarios. C. G. Jung tambin ha escrito un captulo para exponer ese drama. Lo titul El canto de la polilla .11 Jung cita un poema de Miss Miller, una esquizofrnica cuyo examen fue el punto de partida de la primera edicin de Metamorfosis del alma.50

  • All todava, la poesa otorgar a un hecho insignificante la significacin de un destino. El poema lo agranda todo. Cerca del sol la llama de las llamas el ser minsculo, largo tiempo replegado en su crislida, intenta alcanzar el sacrificio supremo, el sacrificio glorioso.

    As como canta la polilla, tambin canta la esquizofrnica: Desde el primer despertar de mi conciencia deseaba ir hacia vos. Slo con vos soaba cuando fu i crislida. Frecuentemente m iradas de mis semejantes moran volando hacia algn dbil resplandor que emanaba de tu cuerpo. Una hora todava y se habr terminado mi frgil existencia. Pero mi ltimo esfuerzo, as como mi primer deseo, tendr como nico fin aproximarme a tu gloria. Entonces, habindote entrevisto en un instante de xtasis, morir contenta, ya que, por una vez, habr contemplado en su esplendor perfecto, la fuente de belleza, de calor y de vida.

    Este es el canto de la polilla, smbolo de una soadora que quiere morir en el sol. Y Jung no duda en aproximar el poema de su esquizofrnica a los versos en que Fausto suea perderse en la luz del sol:

    [Oh, no tener alas para salir volando de la tierra y perseguirlo sin cesar en su carrera!En la radiacin del sonido, vera, eternamente, el mundo silencioso desplegado a mis pies

    Pero un impulso nuevo despierta en m.Ale lanzo cada vez ms lejos para beber de su

    Uuz eterna!2!

  • No dudamos en seguir a Jung en la comparacin que hace entre el poema de su esquizofrnica y el de Goethe, porque con ella asistimos a esa ampliacin de imagen que es uno de los elementos dinmicos ms constantes del sueo literario. Para nosotros es un testimonio de la dignidad psicolgica del sueo escrito.

    En El Divn, (trad. Lichtenberger ), Goethe adopta como tema de la selige Sehnsucht, de la nostalgia bienhechora, el sacrificio de la mariposa en la llama:

    Quiero alabar lo Viviente Que aspira a morir en la llama En la frescura de las noches de amor.

    Un extrao sentimiento te envuelve Cuando luce la antorcha silenciosoY a no quedas encerrada En la tenebrosa sombraY un deseo nuevo te arrastra Hacia una boda ms alta

    Acudes fascinada volando,Am ante de la luz, al fin,Y quedas all, oh mariposa aniquilada,

    Ese destino recibe de Goethe una gran divisa: Mueres y continas .

    Y porque no has comprendido Que mueres y continas!No eres ms que un husped oscuro Sobre la tierra tenebrosa.

    52

  • En su prefacio al Divn, H enry Lichtenber- ger hace un largo comentario del poem a.13 El misticismo de la poesa oriental se le aparece a Goethe como emparentado con el misticismo antiguo, con la filosofa platnica y heraclitiana. G oethe, que se sumergi en la lectura de Platn y de Plotino, percibe distintamente el parentesco que vincula el simbolismo griego con el simbolismo oriental. Reconoce la identidad del tema suf, de la mariposa que se arroja a la llama de una tea y del mito griego que, de la mariposa, hace el smbolo del alma, presentndonos a Psiquis bajo la forma de una muchacha o de una mariposa capturada y aferrada por Eros, quemada por la antorcha.

    V I

    La polilla se arroja a la llama de la vela: fototropismo positivo, dice el psiclogo que mide la dimensin de las fuerzas materiales; complejo de Empdocles, dice el psiquiatra que quiere descubrir lo humano en la raz de los impulsos iniciales. Y todos tienen razn. Pero es el sueo el que pone a todo el mundo de acuerdo, puesto que un soador que ve a la polilla sometida a su ttopismo, a su instinto de muerte, se pregunta ante la imagen; por qu no yo? Puesto que la polilla es un Empdocles minsculo, por qu no ser yo un Empdocles fustico que, en la muerte por fuego, conquistar, en el sol, la luz?

    Un pecado csmico que no conmueve nuestra sensibilidad es el de la mariposa que quema sus

    53

  • alas en la lmpara, sin que, ante esa desgracia, tomemos el cuidado de apagar la luz. Y sin embargo, qu smbolo el de un ser que se arroja para quemar sus alas! Quemar su atavo, quemar su ser; un alma soadora no acabar nunca de meditar en ello. Cuando la Paulina de Pierre-Jean Jouve se ve tan bella antes de su prim er baile, evoca la muerte de una mariposa en la llama, mientras desea ser pura como una religiosa y, sin embargo, tentar a todos los hombres. Pero, querida mariposa, cudale de la llama, todava hay una ah que morir como la de la noche pasada, y morir en seguida. Vuelve nuevamente al fuego, a pesar suyo, no comprende lo que es el fuego y entonces la mitad de un ala ya est quemada, y ella vuelve, vuelve otra vez, pero es el fuego, desdichada mariposa, es el fuego!14 Paulina es una llama pura, pero es una llama. Quiere ser una tentacin, pero es ella la tentada. Es tan bella! Su propia belleza es un fuego que la tienta. Desde esta primera escena est en accin el drama de la muerte de la pureza por la falta. La novela de Jouve es la novela de una predestinada. M orir por amor, en el amor, como la mariposa en la llama, no es acaso realizar la sntesis entre Eros y Thanatos? El relato de Jouve est animado a la vez por el instinto de vida y por el instinto de muerte. Esos dos instintos no son contradictorios si se los revela, como hace Jouve, en su profundidad y en su primitivismo. Jouve, psiclogo de las profundidades, muestra que ellos actan en los ritmos de un destino, en esos ritmos que ubican en una vida las revoluciones incesantes.

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  • Y la imagen primera, la imagen de un destino femenino, elegido por Jouve, es la imagen de una mariposa quemada por la vela en la noche del primer baile.

    H e querido seguir a los soadores de llama ms diversos, aun aquellos que meditan sobre la muerte de las mariposas nocturnas atradas por la luz. Pero estos son sueos en los que yo no participo. Conozco muchos vrtigos. El vaco me atrae y me espanta. Pero no sufro los vrtigos de Empdocles.

    La soledad de la muerte es un tema de meditacin demasiado grande para el soador de soledad que soy. Necesito pues, para terminar este captulo, volver a decir cmo hago mos los sueos simples y tranquilos que evoqu al iniciarlo.

    V I I

    Jean Cassou pensaba siempre abordar al gran poeta Milosz con esta pregunta, adecuada para dignatarios: Cmo se encuentra Vuestra Soledad?

    La pregunta tiene mil respuestas. En qu punto del alma, en que rincn del corazn, en qu rodeo del espritu, un gran solitario est solo, bien solo? Solo? Encerrado o consolado? En qu refugio, en qu crcel, el poeta es realmente un solitario? Cada sensacin de soledad, de un gran solitario debe encontrar su imagen, cuando todo cambia segn el humor del celo y el color de los sueos. Estas sensaciones antes fueron imgenes. Hay que imaginar la so-

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  • ledad para conocerla para amarla o para defenderse de ella, para estar tranquilo o para tener coraje. Cuando se quiera estudiar la psicologa del claroscuro psquico dnde se aclara y dnde se oscurece esta conciencia de nuestro ser, habr que multiplicar las imgenes, duplicar toda imagen. Un hombre solitario que vive la gloria de estar solo, cree, a veces, poder decirlo que es la soledad. Pero a cada uno su soledad.Y el soador de soledad no puede darnos ms que algunas pginas de ese lbum del claroscuro de las soledades.

    M e hice solo con las soledades de los otros, comulgando con las soledades de los otros y con las imgenes ofrecidas por los poetas.

    Me hago solo, profundamente solo, con la soledad de otro.

    Pero es necesario, ciertamente, que esta invitacin a la soledad sea discreta, que sea precisamente una soledad de imagen. Si el escritor solitario me quiere contar su vida, toda su vida, en seguida me convierte en un extrao. Las causas de su soledad no sern nunca las mas. La soledad no tiene historia. Toda mi soledad est contenida, en una primera imagen.

    H e aqu entonces la imagen simple, el cuadro central en el claroscuro de los sueos y del recuerdo. El soador est frente a su mesa; est en su buhardilla; enciende su lmpara. Enciende una vela. Enciende su luz. Entonces recuerdo, entonces me vuelvo a encontrar: soy el viga que l es. Estudio como l estudia. El mundo es para m como para l, el libro difcil iluminado por la llama de una vela. Pues la vela, compaera

  • de soledad, es sobre todo compaera del trabajo solitario. La vela no ilumina una pieza vaca. Ilu mina un libro.

    Solo, en la noche, con un libro iluminado por una vela libro y vela, doble isla de luz, contra las dobles tinieblas del espritu y de la noche .

    Estudio! No soy ms que el sujeto del verbo estudiar.

    No me atrevo a pensar.Antes de pensar, hay que estudiar.Slo los filsofos piensan antes de estudiar.Pero la vela se apagar antes de que el libro

    difcil sea comprendido. No hay que perder el tiempo de luz de la vela, las grandes horas de la vida estudiosa.

    Si levanto los ojos del libro para mirar la vela, sueo en lugar de estudiar.

    Entonces las horas ondulan en la noche solitaria. Las horas ondulan entre la responsabilidad de un saber y la libertad de los sueos, esa demasiado fcil libertad de un hombre solitario.

    La imagen de un viga ante la vela me es suficiente para que empiece en m ese movimiento ondulatorio de pensamientos y de sueos. Me turbara si el pensador que est en el centro de la imagen me dijera las causas de su soledad, me contara alguna lejana historia de traiciones en su vida. Ah!, mi propio pasado es suficiente para aplastarme. No tengo necesidad del pasado de los otros. Pero tengo necesidad de las imgenes de los otros para volver a colorear las mas. Tengo necesidad de los sueos de los otros para acordarme de mi trabajo, prximo a mnimas luces, para recordar que yo tambin he sido soador de vela.

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  • NOTAS

    1. Albert Bguin, L m e romantique et le rve, t. I , p. 28.2. Jean de Boschre, Derniers pomes de lObscur, p. 148.3. Tristan Tzara, O boivent les loups, p. 15.4. Thodore de Banville, Contes bourgeois, p. 194.5. Observemos que el gato no tiene una naturaleza tmida. Se

    cree, demasiado fcilmente, que todo lo que es dbil es frgil. As, el Seor de la Habitacin cree que la lucirnaga, porque tiene miedo, apaga la luz. Cf. Le Sieur de la Chambre, Nouvelles penses sur les causes de la lumire, 1634, p. 60.

    6. Eugne Susini, Franz von Baader et la connaissance mystique, Vrin, p. 321.

    7. Strindberg, Inferno, Ed. Stock, p. 189.8. Loc. cit., p. 205.9. En Lombarda la contraccin del tizn, los quejidos de la

    lea constituyen funestos presagios (Angelo de Gubernatis, Mythologie des plantes, t. I, p. 266).

    10. Strindberg, L crivain, trad., Stock, p. 167.11. C. G. Jung, Mtamorphoses de l me et ses symboles, trad.,

    1953, p. 156.12. Cf. loc. cit., p. 162.13. Goethe, Le Divan, trad. Lichtenberger. pp. 45-46.14. Pierre-Jean Jouve, Paulina, Mercure de France, p. 40.

  • CAPITULO II I

    LA VERTICALIDAD DE LAS LLAMAS

    En lo alto. . . la luz se despoja de su ropa.

    (Octavio Paz, Aigle ou soleil? Transposition franaise de Jean Clarence Lambert, ed. Falaize, p. 6 9 ) .

    T jiN T R E los sueos que nos alivian, eficaces y simples, estn los dueos de la altura. Todos

    los objetos rectos sealan el cnit. Una forma recta se lanza y nos arrastra en su verticalidad. Conquistar una cima real sigue siendo una proeza deportiva. El sueo va ms alto, el sueo nos transporta ms all de la verticalidad. Muchos sueos de vuelo nacen de una emulacin de la verticalidad ante los seres rectos y verticales. Cerca de las torres, cerca de los rboles, un soador de altura suea con el cielo. Los sueos de altura alimentan nuestro instinto de verticalidad, instinto rechazado por las obligaciones de la vida comn, de la vida chatamente horizontal. El sueo verticalizante es el ms liberador de los sueos. No existe medio ms seguro de soar bien que soar con un ms all. Pero el ms decisivo ms all, no es acaso el ms all que est arriba? Hay sueos en que lo de arriba olvida, suprime, lo que est abajo. Al vivir en el cnit del objeto recto, acumulando sueos de

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  • verticalidad, stos nos introducen en el mundo de los valores. Comulgar por la imaginacin con la verticalidad de un objeto recto, es recibir el beneficio de fuerzas ascencionales, es participar en el fuego oculto que habita las bellas formas, las formas cuya verticalidad est asegurada.

    Hemos desarrollado antes, extensamente, este tema de la verticalidad en un captulo de nuestro libro El aire y los sueos.1 Si alguien quiere remitirse a ese captulo podr ver todo el plano secundario de nuestros ensueos presentes sobre la verticalidad de la llama.

    II

    Cuanto ms simple es su objeto, ms importantes son los sueos. La llama de la vela sobre la mesa del solitario prepara todos los sueos de la verticalidad. La llama es una vertical erguida y frgil. Un soplo trastorna la llama, pero sta vuelve a enderezarse. Una fuerza ascensional restablece sus prestigios.

    La vela arde arriba y su prpura se empina dice un verso de Trakl.

    La llama es una verticalidad habitada. Todo soador de llama sabe que la llama est viva. Da pruebas de su verticalidad mediante reflejos sensibles. Si un incidente en la combustin perturba el impulso cenital, en seguida la llama reacciona. Un soador de voluntad verticalizante que recibe su leccin de la llama, aprende que

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  • debe volver a erguirse. A encontrar nuevamente un deseo de arder arriba, de ir, con todas sus fuerzas, hacia la cumbre del ardor.

    ;Y qu momento importante, qu hermoso tiempo, cuando la vela quema bien! Qu delicada vida hay en la llama que se alarga y adelgaza! Los valores de la vida y los del sueo se encuentran entonces asociados.

    Un tallo de fuego! Sabremos alguna vez cunto perfuma?dice el poeta.3

    El tallo de la llama es tan recto, tan frgil que la llama es una flor.

    De esta forma, las imgenes y las cosas intercambian su virtud. Toda la pieza del soador de liorna recibe una atmsfera de verticalidad. Un dinamismo suave, pero seguro, conduce los sueos hacia la cima. Uno puede interesarse en los torbellinos ntimos que rodean la mecha, ver en el vientre de la llama remolinos donde luchan luz y tinieblas. Pero el soador de llama remonta su sueo a las alturas. All el fuego se transforma en luz. Villiers de lIsle Adam ha puesto como acpite a un captulo de Isis, este proverbio rabe:

    La antorcha no ilumina su base

    En la altura estn los sueos ms significativos. La llama es tan esencialmente vertical, que aparece, para un soador del ser, tendida hacia un ms all, hacia un no ser etreo. En un poema que se titula Llama se lee:4

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  • Fuente de fuego tendido entre lo real y lo irreal coexistencia constante entre el ser y el no ser

    Jugar con el ser y el no ser con una nada, con una llama, con una llama quiz solamente imaginada, es, para un filsofo, un bello instante de metafsica ilustrada.

    Pero toda alma profunda tiene su ms all personal. La llama ilustra todas las trascendencias. Ante una llama, Claudel se pregunta:

    De dnde toma impulso la materia para alcanzar la categora de lo divino ?5

    Si nos permitimos meditar sobre temas litrgicos, sin dificultad encontraremos documentos sobre el simbolismo de las llamas.

    Tendramos entonces que encarar este conocimiento. Pero excederamos el proyecto de nuestro librito, que debe contentarse con estudiar los smbolos comprendidos en su esbozo. Quien quiera entrar en el mundo de los smbolos marcados por el fuego, podr tomar la gran obra de Carl-Martin Edsman: Ignis divinus.6

    III

    Hemos descartado, en nuestro prlogo, toda preocupacin sobre los fenmenos de la llama que pudieran derivarse de un conocimiento suministrado por la experiencia cientfica o seudo- cientfica. Nos hemos esforzado por permanecer en la homogeneidad de los sueos que imagi-

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  • nan, de los ensueos de un soador solitario. Cuando se suea profundamente ante una llama, no se puede estar dividido. Las observaciones ingenuas hechas por Goethe y Eckermann al mismo tiempo, por el maestro y el discpulo, no conducen a ningn pensamiento, no pueden ser formuladas de nuevo con la seriedad que requiere la bsqueda cientfica. Adems tampoco brindan aperturas sobre esa filosofa del universo que ha tenido una gran incidencia sobre el romanticismo alemn.7

    Probaremos seguidamente que con Novalis se abandona el reino de una fsica de los hechos, para entrar a una fsica del valor. Comentaremos una breve cita reproducida en la edicin Mi- nor:8 Licht macht Feuer, (La luz produce el fuego).

    En alemn, esta frase de tres slabas es tan vertiginosa como una flecha de pensamiento, tan rpida que el sentido comn no siente inmediatamente su herida. Toda la vida cotidiana nos induce a leer esta frase al revs, en la vida comn, se enciende el fuego para que haya luz. No se justificar esta provocacin, sino adhiriendo a una cosmologa de los valores. La frase de tres slabas Licht macht Feuer es el primer acto de una revolucin idealista en la fenomenologa de la llama. Es una de esas frases pivote que un soador se repite para solidificar su conviccin. Durante horas imagino y escucho las tres slabas en los labios del poeta.

    La prueba idealista no sera errnea: para Novalis la idealidad de la luz debe explicar la accin material del fuego.

    63

  • El fragmento de Novalis continua: Licht ist der Genius des Feuerprozesses, (La luz es el genio del proceso del fuego). Formulacin grave para una potica de los elementos materiales, puesto que la primaca de la luz despoja al fuego de su poder de sujeto absoluto. El fuego no recibe entonces su verdadero ser sino al final de un proceso en el cual se convierte en luz, y slo cuando, en los tormentos de la llama, se ha desembarazado de toda su materialidad.9

    Si se leyera sobre la llama esta inversin de la causalidad, habra que decir que en su extremo est la reserva de la accin. Purificada en la punta, la luz se extiende por todo el pabilo. La luz es entonces el verdadero motor que determina el ser ascensional de la llama. El principio de la cosmologa idealizante de Novalis consiste en comprender los valores en el acto mismo en que sobrepasan los hechos, en que ellos encuentran su ser ascendiendo. Todos los idealistas encuentran, meditando sobre la llama, el mismo estmulo ascensional. Claude de Saint- Martin escribe:

    El movimiento del espritu es como el del fuego, ascendente.10

    IV

    Se podra establecer, coordinando todos los fragmentos en los que Novalis evoca la verticalidad de la llama, que todo lo que es recto, que todo lo que es vertical en el cosmos, es una 11a-

    64

  • ma. Con una expresin dinmica, habra que decir: todo lo que sube tiene el dinamismo de la llama. Apenas atenuada, la recproca es clara. Novalis escribe:

    En la llama de una vela, todas las fuerzas de la Naturaleza estn activadas.

    ( In der Flamme eines Licht es sind alie Na- turkraften ta t ig u

    Las llamas constituyen el ser mismo de la vida animal. Y Novalis inversamente anota la naturaleza animal de la llama u La llama es, de alguna manera, la animalidad al desnudo, una forma exclusiva de la animalidad. Es la devo- radora por excelencia (das Gefrssige). Que estos aforismos sean fragmentos dispersos a lo largo de toda la obra, revelan el carcter inmediato de sus convicciones. All estn las verdades de los sueos que no se pueden probar sino experimentando su onirismo profundo, ms bien por el sueo que por la reflexin.

    Cada reino de la vida es entonces un tipo particular de llama. En los fragmentos traducidos por Maeterlinck se lee (pg. 97):

    El rbol puede llegar a ser una llama floreciente, el hombre una llama hablante, el animal una llama errante.'1

    Paul Claudel, sin haber ledo este texto de Novalis, pareciera, escribe pginas similares. Para l la vida es un fuego.14 La vida prepara la combustin en el vegetal y se enciende en el animal:

    65

  • El vegetal o elaboracin de la materia combustible. El animal proveyendo su propia alimentacin, dice Claudel en el resumen que anticipa su relato.

    Si el vegetal puede definirse como materia combustible, el animal es materia iluminada.1S

    El animal mantiene (su forma) quemando al alimentarse la energa de la cual es el acto, procurando satisfacer el hambre de fuego recluido

    'i 16 en el.

    El tono dogmtico de esta cosmologa expresada en forma de aforismos, tanto en Novalis como en Claudel, alejar sin duda a un filsofo del saber. No suceder lo mismo si estos aforismos se integran en el cuadro de una potica. La llama es aqu creadora. Nos entrega a las intuiciones poticas para hacernos participar en la vida encendida del mundo. La llama es entonces una sustancia viviente, una sustancia poetizante.

    Los seres ms diversos reciben de la llama su sustantividad. No hay ms que un adjetivo para singularizarlos. Un lector avisado quiz no vea en esto ms que un juego de estilo. Pero si participa en la intuicin enardecida del filsofo poeta, comprender que la llama es un punto de partida del ser viviente. La vida es un fuego. Para conocer su esencia hay que arder en comunin con el poeta. Para emplear una expresin de Henry Corbin, diramos que las frmulas no- valisianas procuran conducir la meditacin a la incandescencia.

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  • Tenemos aqu una imagen dinmica donde la meditacin de la llama encuentra una especie de impulso supervital, destinado a exaltar la vida, a prolongarla ms all de ella misma, a pesar de todas las cadas de la materia comn. El fragmento 271 de Novalis resume toda la filosofa de la llama-vida, de la vida-llama:17

    El arte de saltar por encima de s mismo es el acto ms elevado. Es el punto de partida de la vida, su propia gnesis. La llama no es ms que un acto de esa ndole. As, la filosofa comienza all donde el filosofante se filosofa a s mismo, es decir, se consume y se renueva

    En una nueva versin de su texto, Novalis, teniendo en cuenta los dos sentidos del verbo verzehren (consumar, consumir) subraya el pasaje que va de lo determinado a lo determinante, del ser satisfecho al que vive su libertad, manifestado en el acto de la llama. Un ser consigue su libertad consumindose para su renovacin, adoptando el destino de una llama, acogiendo, sobre todo, el destino de una superllama que quiera brillar por encima de su extremo.

    Pero, antes de filosofar, quizs sea necesario volver a mirar; tal vez, no pudiendo rever, haya que volver a imaginar ese raro fenmeno que sucede en el hogar, cuando la llama tranquila desprende de su cuerpo llamitas que vuelan, ms livianas y ms libres a escondidas de la chimenea.

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  • He visto frecuentemente este espectculo en soadoras noches. A veces mi abuela, con una hbil caita, iluminaba por encima de la llama la lenta humareda que suba a lo largo del fogn negro. El fuego perezoso no quema siempre de una vez todos los elixires de la madera. El humo abandona con pesar la llama brillante. Esta tena todava muchas cosas por quemar. En la vida tambin hay, muchas para encender nuevamente!

    Y cuando la superllama volva a existir hijo mo, me deca mi abuela, estos son los pjaros del fuego. Entonces, yo que soaba siempre ms all de las palabras de mi abuela, crea que esos pjaros del fuego tenan su nido en el corazn de los troncos, escondidos bajo la corteza y la madera tierna. El rbol, que es por excelencia un porta- nidos, haba preparado, a lo largo de su crecimiento, ese nido ntimo donde anidaran esos hermosos pjaros del fuego. En el calor de un gran hogar, el tiempo acaba de nacer y de volarse.

    Sentira escrpulo de contar mis propios sueos y mis lejanos recuerdos si no fuera porque la primera imagen, aquella de la llama que salta sobre s misma para continuar quemndose, es una imagen verdadera. Nodier ha visto la llama que se sobrevuela, que toma nuevo impulso ms all de su primer impulso. Habla de esos fuegos soados que vuelan por encima de las antorchas y de los candelabros, cuando ya se ha enfriado la ceniza que los ha producido.'9

    Esta llama sobreviviente, sobrevolante, ilustra para Nodier una comparacin lejana. Habla de un tiempo en que el amor slo viva

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  • ms all del mundo social mientras sus fuegos hacan real una luz ms pura, por encima de las antorchas.

    Para un soador novalisiano de llamas animalizadas, la llama, puesto que vuela, es un pjaro.Dnde cazarn ustedes el pjaro ms que en la llama? pregunta un joven poeta.20

    Conoc entonces muy bien en mis sueos y con mis ojos ante la chimenea,al Fnix domstico, al Fnix ms etreo, ya que renaca no de sus cenizas, sino de la propia humareda.

    Pero, cuando un fenmeno extrao est en la base de una imagen extraordinaria, de una imagen que llena el alma de sueos desmesurados, a quin, a cul de ellos hay que considerar real?

    Un fsico responder: Faraday ha tomado como tema de una conferencia popular21 la experiencia de la vela encendida con su vapor. Esta conferencia se ubica entre las que Faraday daba en los cursos nocturnos y que luego reuni bajo el ttulo de Historia de una vela. Para que el experimento resulte exitoso, es necesario soplar suavemente la vela y en seguida volver a encender el vapor, nicamente el vapor, sin reanimar la mecha.

    Conociendo la mitad y soando la otra mitad, dir: para efectuar con xito la experiencia de Faraday hay que ir muy rpido, ya que las cosas reales no suean mucho tiempo. No hay que dejar que se duerma la luz. Hay que apresurarse a despertarla.

    n f't; ; |c .![f!jfji n r n iy nI Uui iu iu i i i L ' i L l. 11 j 69

  • NOTAS

    1. Lair et les songes, Corti, chap. I et IV.2. Anthologie de la posie allemande, Stock, t. II , p. 109.3. Edmond Jabs, Les Mots Tracent, p. 15.4. Roger Asselineau, Posies incompltes, Ed. Debresse, p. 38.5. Paul Claudel, LOeil coute, p. 134.6. Carl-Martin osman, Ignis divinus, Lund, 1949. Del mismo

    autor: Le baptme du jeu, Upsala 1940.7. Cf. Conversations de Goethe e t d Eckermann, trad., t. I,

    pp. 203, 255, 258-9.8. T. I I I , p. 33.9. Para un autor de la Enciclopedia (artculo: Fuego, p. 184):

    Una llama viva y clara (da ms calor) que el brasero ms ardiente.

    10. Claude de Saint-Martin, Le Nouvel homme, an IV, p. 28.11. Novalis, Les disciples Sais, d. Minor, Jna, 1927, II ,

    p.37.12. Ed. Minor, t. II , p. 206.13. Cf. una pgina singular en donde todo lo que vive es con

    siderado como el excremento de una llama. No somos ms que el residuo de un ser encendido, (d. Minor, t. II , p. 216).En El Divn (trad. H. Lichtenberger, p. 267), Goethe escribe:En la llama gil del hogarSe elaboran, de lo informe, los alimentos del animal y de la planta.An des Herdes raschen Feuerkraften Reift das Robe Tier- und Pjlanzensaften.

    14. Paul Claudel, L art potique, p. 86.15. Loc. cit., p. 92.16. Loc. cit., p . 93.17. Novalis, d. minor, II , p. 259.18. Cf. Nietzsche, Posies, trad. Albert, a continuacin de Ecce

    Homo, p. 22.La vida se cre a s misma Su obstculo supremo.Ahora salta por encima de su propio pensamiento.

    19. Charles Nodier, Oeuvres compltes, t. V, p. 5.20. Pierre Garnier, Roger Toulouse, Cahaiers de Rochefort, p. 40.21. Faraday, Histoire d une chandelle, trad. p. 58.

    70

  • CAPITULO IV

    LAS IMGENES POETICAS DE LA LLAMA EN LA VIDA VEGETAL

    Ya no s si duermo.Cuando la luz vela en el heliotropo

    (Cline Arnauld, Anthologie, p. 9 9 ) .

    uno piensa ligeramente en las fuerzas que mantienen en cada objeto una for

    ma, puede imaginar con facilidad que en todo ser vertical reina una llama. En particular, la llama es el elemento dinmico de la vida recta. Hemos citado, precedentemente este pensamiento de Novalis: El rbol no es otra cosa que una llama floreciente. Vamos a ilustrar este tema recordando las imgenes que, sin cesar, renacen en la imaginacin de los poetas.

    Antes de consignar las proezas de la imaginacin potica, quizs haya que volver a decir que una comparacin no es una imagen. Cuando Biaise de Vigenre compara el rbol con una llama, no hace ms que aproximar palabras sin producir consonancias entre el vocabulario vegetal y el vocabulario de la llama. Transcribimos esta pgina que nos parece un buen ejemplo de una comparacin minuciosa.

    Apenas trat Vigenre de la llama de la vela, habl del rbol:

    71

  • De manera semejante (a la llama) que tiene sus races ligadas a la tierra de donde extrae su alimento, el pabilo lo hace con el sebo, cera o aceite, que le permiten arder. El tallo que succiona su jugo o savia es igual que la antorcha cuyo fuego se mantiene por el licor que atrae hacia s, y las llamas blancas son gajos y ramas revestidos de hojas; las flores y los frutos, hacia donde tiende finalmente el rbol, son la llama blanca a la que todo se reduce.1

    A lo largo de toda esta comparacin nunca obtendremos ni uno de los mil secretos gneos que preparan, desde lejos, la explosin resplandeciente de un rbol florecido.

    Intentaremos ahora aferrar, siguiendo a los poetas, las imgenes de poesa esencial, cuando nacen de un detalle digno de ser magnificado, de un germen de poesa viviente, de una poesa que podemos hacer vivir en nosotros.

    II

    Cuando la imagen de la llama se impone a un poeta para expresar una verdad del mundo vegetal, es necesario que esa imagen est contenida en una frase. Explicarla, desarrollarla, sera moderar, detener el impulso de una imaginacin que unifica el ardor del fuego con el poder paciente de lo verde. Las imgenes-frases que pulen, que manifiestan las llamas vegetales, son otras tantas acciones polmicas contra el sentido comn, adormecido en los hbitos de ver

    72

  • y de hablar. Pero la imaginacin est tan segura de conservar, con una imagen nueva, una verdad del mundo, que la polmica con los no-imaginantes sera tiempo perdido. Ms vale para el imaginante que habla a los imaginantes, decirles sin cesar, decirles ininterrumpidamente, frases nuevas sobre las llamas de la vida vegetal.

    As comienza el reinado de las imgenes decisivas, de las decisiones poticas. Toda poesa es comienzo permanente. Proponemos designar con el nombre de sentencias poticas a estas imgenes-frases cargadas de un deseo de renovacin expresiva. El nombre de fragmentos utilizados por los fragmentaristas los engaa. Nada est quebrado en una imagen que encuentra fuerza en su condensacin.

    Con un diccionario de las bellas sentencias de la imaginacin dogmtica, con una botnica de todas las plantas-llamas cultivadas por los poetas, quizs pudieran descifrarse los dilogos del poeta y el mundo. Sin duda siempre ser difcil ordenar un gran nmero de imgenes voluntariamente singulares. Pero, a veces, una lectura vida es suficiente para emparentar, con motivo de una imagen singular, dos gneros diferentes. Por ejemplo, cmo no tener la impresin de que Victor Hugo y Balzac pertenecen a la misma familia de botnicos del sueo, cuando aproximamos estas dos sentencias poticas:

    Toda planta es una lmpara. El perfume es la luz.2

    Todo perfume es una combinacin de aire y luz.3

    73

  • En la esttica de Balzac, se advierte claramente que es la planta la que, en su extremo, en la flor, realiza esa prodigiosa sntesis del aire y la luz.

    Una especie de correspondencia baudelairia- na, que acta en la altura, en la cima, como si los valores de lo alto excitaran a los de la base. De este modo los soadores que viven en ambos sentidos la correspondencia de los perfumes y la luz, leen persuadidos este pensamiento que valoriza una luz tierna: Ciertos rboles llegan a ser ms fragantes cuando son tocados por el arco iris!

    111

    De un extrao poeta, ms condensado an que una sentencia potica, se puede recibir el germen mismo de una imagen, una imagen-germen, un germen-imagen. Tenemos aqu el testimonio de una llama que arde en la intimidad del rbol realmente toda una promesa de la vida resplandeciente . Louis Guillaume, en un poema que se titula El v