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Aventureros al pie del HimalayaNepal tienta a los viajeros más aguerridos con propuestas como el puenting, los trekkings o los descensos en kayak
J. A. AUNIÓN 19 DIC 2014
La estupa de Bodnath, en Katmandú (Nepal). / HUBER BILDAGENTUR
Genesh, un sonriente joven nepalí de 22 años, conduce con pericia un viejo autobús lleno de turistas.
Va haciendo sonar el claxon con violencia por la carretera que sale del valle de Katmandú hacia el
noreste del país. Asegura que tiene casi cinco años de experiencia al volante, pero a ratos parece
confundido, perplejo, ante las instrucciones de Byron Urgunart; este le repite una y otra vez que no
debe adelantar en mitad de alguna de las numerosas curvas de esa carretera mal asfaltada, llena de
socavones, y por la que entran a duras penas dos coches en muchos tramos. Urgunart, canadiense de
28 años, parece preocupado, bastante más, de hecho, de lo que estará en todo el viaje, y eso que está
llevando a un puñado de excursionistas, algunos muy torpes y completamente fuera de forma, a bajar
en kayak los rápidos del río Sun Koshi, a hacer puenting desde una pasarela colgante a 160 metros de
altura que recuerda a la deIndiana Jones y el templo maldito, a descender rapelando por una cuerda
barrancos de hasta 45 metros al pie de la cordillera del Himalaya...
Se trata de un viaje de aventura de cinco días que
costaría unos 1.300 euros (sin contar el billete de
avión) con la empresa para la que trabaja Byron (Lost
Earth Adventure), pero que en esta ocasión corre a
cargo deNissan. La marca ha organizado un concurso
para el lanzamiento del modelo X-Trail: el premio para
los ganadores (un alemán, un francés, un inglés y un
español) era este periplo, que además ha sido
grabado por un nutrido equipo de rodaje para hacer un
documental. En una segunda caravana, Nissan invitó a
un grupo de periodistas, entre los que estaba EL PAÍS.
La idea es vincular el coche, un 4x4, con el sentido de
la aventura, ya que el modelo puede servir lo mismo
para montar una bicicleta de montaña, y bajar luego a
toda velocidad con ella un sendero cerca de Sankhu
(en el borde exterior del valle de Katmandú), que para
manejarse en la vida cotidiana.
Salir de la rutina
La parte teórica la aporta Matt Walker, un montañero estadounidense que defiende el concepto de “la
aventura en todo” en seminarios y expediciones organizados por su empresa, Inner Passage. “Es una
oportunidad de salir de la rutina, de ganar perspectiva, de estar completamente enfocados en algo, sin
distracciones. El reto es mantener vivo ese nivel de compromiso, arriesgar, enfrentar las cosas de
modo diferente cuando vuelves a casa en todas las facetas de tu vida”, explica Walker.
En ese marco, Nepal era un destino claro, por su exotismo, su halo de misterio (hasta 1949 el país no
abrió sus fronteras a los extranjeros) y, por supuesto, por su aroma épico, de conquista, superación y
también tragedia relacionado con el montañismo. La cordillera del Himalaya ocupa gran parte de este
pequeño país encajonado entre dos gigantes, India y China, y allí están ocho de las cumbres más altas
del mundo (con más de 8.000 metros, conocidas como ochomiles), incluido el Everest.
Pero este viaje no llega tan arriba, quedando esos
picos en el fondo de la fotografía. El periplo comienza
en la capital, Katmandú, en la engañosa
semitranquilidad de un sábado, el día festivo de la
semana en Nepal. Si el centro está en ese día
Una mujer haciendo puenting en el río BhoteKosi. /ALEX TREADWAY
El Himalaya visto desde el mirador de Nagarkot. / SAN
concurrido, en uno laborable es una auténtica locura de transeúntes moviéndose entre una maraña de
coches y motos que se abren paso a bocinazos. En el valle que circunda la capital se concentra el
espectacular crecimiento del parque de vehículos, multiplicado por 3,75 en la última década, hasta los
12 millones.
El guía de la expedición, Byron Urgunart, deja en paz un ratito a Genesh y se ríe en el autobús cuando
se le habla del tráfico en la ciudad y de cómo el claxon es una parte crucial del vehículo como sustituto
de semáforos y carteles de stops y ceda el paso. Dice que hay tiendas especializadas en la venta de
bocinas con todo tipo de sonidos, incluida la melodía de The final countdown, de Europe. Gran
contador de historias, que acompaña con una agotadora coreografía de gestos, Urgunart explica que
se desplaza desde Nueva Zelanda, donde vive actualmente, a Nepal durante las dos temporadas
turísticas: primavera y otoño; en invierno hace mucho frío y en verano el monzón hacen imposible las
actividades al aire libre.
Precisamente las fuertes lluvias fueron la causa el
pasado agosto de que se desprendiera un enorme
trozo de montaña hacia el río Sun Koshi en Mankha, al
noreste de Nepal, llevándose por delante un centenar
de viviendas; hubo más de 150 muertos. También
destrozó varios kilómetros de la autopista (se llama
así, inmerecidamente) Araniko, principal vía de
comunicación entre el valle de Katmandú y Tíbet, muy
transitada y llena de controles aduaneros.
Al llegar a ese tramo, la expedición ha de recorrer un
kilómetro y medio a pie, a través de un paisaje
sobrecogedor de montículos de piedras despedazadas
y de casas que asoman debajo del agua. Al final, los
viajeros se montan en otro autobús que les llevará al
Last Resort, un espacio hotelero que propone distintas
actividades de aventura a 12 kilómetros de la frontera
con Tíbet, a los pies de la gran cordillera del Himalaya.
Para acceder a él hay que pasar por un puente
colgante de unos 160 metros sobre el cañón del río
Bhote Kosi. La otra referencia cinematográfica que viene a la cabeza tampoco es muy halagüeña (el
final de El hombre que pudo reinar), pero esta construcción no es de madera, sino de metal, y, aunque
se balancee ligeramente, parece bastante segura. En el centro tiene dos salientes desde los que se
tiran aquellos que quieren experimentar esa trepidante actividad que consiste en lanzarse al vacío
amarrado a una cuerda.
Descenso en rápel. / TRISTAN KENNEDY (MPORA)
Dos expedicionarios ya han dicho que no piensan saltar. Otros
pocos tienen dudas. La noche anterior, tras una sesión de descenso
de rápidos en kayaks por el río Sun Koshi, a 40 kilómetros al sur, en
el Sukute Beach Camp, el escritor y periodista británico Richard
Madden había conseguido asustar a alguno. Trotamundos
infatigable, autor de un blog de viajes en The Daily
Telegraph, Madden había estado repasando las distintas variantes
de salto: el bunjee jumping, por ejemplo, se hace con una goma
elástica, por lo que hay que calcular muy bien para no pasarse de
frenada.
En el puente sobre el Bhote Khosi se puede practicar esa
modalidad, pero en este caso la elección es elcanyon swing: con el
arnés cogido por la cintura (en otros casos es por los pies), el
excursionista se lanza a una caída de siete segundos, tras la cual se
produce un balanceo de unos 240 metros a través del cañón a 150
kilómetros por hora. “Cuando estás al borde, dudas un poco, claro,
pero cuando saltas es una explosión de adrenalina brutal. Al
principio no ves nada, solo sientes la caída, y luego cuando te
balanceas ya ves el paisaje. Tremendo”. José Clavijo, informático de
23 años y montañero aficionado, es el ganador español del
concurso de Nissan. Y, como los otros tres ganadores, sí saltó. Y al
día siguiente descendió haciendo rapel, muy cerca de allí, siete
cascadas de entre 10 y 45 metros de altura.
Este tipo de actividades tienen como principal aliciente la excitación del riesgo, y hasta el miedo, que
pueden llegar a ser placenteros por la sensación de “estar centrado, alerta, vivo”, explica por correo
electrónico la psicóloga de la Universidad de Lancaster Emma Barret. La adrenalina liberada ante la
amenaza tendrá unos efectos u otros dependiendo de la percepción del riesgo. Y con ella deben jugar,
con mucho cuidado, los monitores. “El operador tiene que minimizar el riesgo, pero crear emoción, lo
que significa gestionar los sentimientos de los participantes para que sientan un poco de miedo, pero
no demasiado”, dice el investigador de la Universidad de Griffith (Australia) Ralf Buckley.
Cerca del Anapurna
El riesgo siempre está presente en el turismo de aventura (38 senderistas murieron el pasado octubre,
cuando un temporal de nieve sorprendió a centenares de visitantes en plena temporada de trekking
muy cerca del Anapurna, al noroeste de Nepal). Aun así, este tipo de turismo es un nicho cada vez
más popular: pasó de generar 73.000 millones de euros en 2009 a 214.000 millones en 2012, según la
Asociación de Comercio de Viajes de Aventura (ATTA en siglas en inglés), presente en 80 países. El
JAVIER BELLOSO
mayor número de viajeros-aventureros proceden de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia,
Australia y Brasil.
En Nepal quedó atrás hace muchos años el boom del
turismo de hippiesmochileros que buscaban la
espiritualidad de los templos en los años setenta. Hoy
la aventura se presenta como un gran filón para seguir
afianzando el crecimiento de un sector que supuso el
año pasado el 8,2% del PIB del país (la agricultura,
con en torno al 36%, sigue siendo el principal sostén).
Bajo una gorra que apenas se quita y que esconde un
pelo prematuramente gris, Byron Urgunart habla de la
belleza del lugar, de las bondades de sus gentes, pero admite las dificultades de trabajar en Nepal: la
falta de equipamientos, de buenas comunicaciones… Lo cuenta en el campamento que han montado
en mitad de una ladera cerca de Sankhu, ya en el camino de vuelta, muy cerca de Katmandú, después
de una travesía en bicicleta de montaña y poco antes de tomar unos tragos del típico licor de arroz
nepalí al calor de una hoguera.
Al día siguiente toca regresar a la capital. Los excursionistas volverán a la comodidad de sus casas
con un bonito recuerdo de un bello país lejano y exótico. El joven Genesh volverá a ponerse al volante
sin reflexionar demasiado sobre su percepción del riesgo y Byron Urgunart a su trabajo como obrero
en Nueva Zelanda. Pero solo hasta el año que viene; entonces regresará con su prometida a Canadá
para matricularse en la carrera de Geología en la Universidad. Cada uno vive la aventura como puede
o como mejor le parece.
La calle de Yogbir Singh Marg, en Katmandú. / GAVINGOUGH
Guía
Cómo ir
» Qatar Airways (www.qatarairways.com) vuela a Katmandú con una escala en Doha, ida y vuelta desde Madrid a partir
de 533 euros.
» Turkish Airlines (www.turkish airlines), ida y vuelta desde Madrid con una escala en Estambul, a partir de 500 euros.
» Lost Earth Adventures (www.lostearthadventures.co.uk). Ofrece desde actividades de un día como rafting o rutas
en mountain bike hasta viajes organizados de dos semanas con sus actividades de aventura incluidas. Una excursión
desde Katmandú con puenting en el Bhote Kosi cuesta, por ejemplo, 102 euros por persona. Un viaje de 10 días para
hacer trekking, unos 880 euros.
Información
» Turismo de Nepal (www.welcomenepal.com). Ofrece las webs y contactos de agencias locales que organizan
actividades de aventura y deporte.