autorizar el mundo pineau

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AUTORIZAR EL MUNDO  Por Pablo Pineau Si lo despertamos, ese niño exasperante de la última fila tal vez escriba versos, tal vez conjeture el teorema que mantendrá ocupados a los siglos”. George STEINER, Lecciones de los maestros La historia nos ha hecho desconfiar del término “autoridad” cuandose lo aplica a temas educat ivos. Rápida mente se desliz a hacia autorita rismo, y desata recuerdos e imágen es desagradables, silencios obligados y hasta humillaciones diversas. En estos casos, la aut ori dad ped agógic a apa rec e pura y exc lus iva mente como un acto de imp osi ción absoluta, omnímoda y omnipotente, “porque lo digo yo”, sin ningún lugar a un por qué, a una explicación, a un diálogo. Como todo, esta situación tiene un origen histórico. En la modernidad comenzó el  proceso de diferenciación de las edades, y el colectivo «infancia» -y más tardíamente “juventud”- fue separado del de los mayores. Así, se aportó a la construcción de su especificidad diferenciándola de la adultez. Los menores fueron comprendidos como ser es incompletos, lo que los convir ti ó en sujetos qu e dean ser educados en instituciones específicas. Se construyó un sujeto pedagógico, el “alumno”, y se lo volvió sinónimo de infante normal. Desde entonces, educar fue completar al niño para volverlo adult o, lo que llevó a una infantili zación de todo aquel que, en cualquier circunst ancia, ocupara el lugar de alumno (por ejemplo el adulto analfabeto, o el adulto que se forma o capacita para trabajar como docente). Aquí, la autoridad aparece como un dato natural y evidente, que determina fuertemente el lugar del educador (las generaciones adultas) y del educando (las que no están todavía maduras para la vida social) prioritariamente tomados por los adultos y los infantes respect ivamen te. Partie ndo de una separación absoluta entre los sujetos interv inien tes, se construyó así una figura docente sin fisuras, que debía constituirse en ejemplo -físico,  biológico, moral, social, epistémico, etc.- de conducta a seguir por sus alumnos. El alumno es el sujeto definido como incompleto, imposibilitado de responsabilizarse  por sus actos, sobre el cual el docente está habilitado a ejercer su autoridad. Así, doc ent e y alu mno aparec en como las úni cas pos ici one s de suj etos edu cat ivo s  posibles. El maestro se presenta como el portador de lo que no porta el alumno, y el alumno -construido sobre el infante- no es comprendido nunca en el proceso pedagógico como un «igual» o «futuro igual» del docente, sino indefectiblemente como alguien que siempre –aun cuando haya concluido la relación educativa- será menor respecto del otro miembro de la díada. La desigualdad era la única relación habilitada entre los sujetos, negándose la existencia de planos de igualdad o de diferencia. Esto estimuló la construcción de mecanismos de control y continua degradación hacia el subordinado: «el alumno no estudia, no lee, no sabe nada». Cabe agregar, finalmente, que esta relación se repite entre el docente y sus superiores. La autorización sigue un

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La historia nos ha hecho desconfiar del término “autoridad” cuandose lo aplica a temaseducativos. Rápidamente se desliza hacia autoritarismo, y desata recuerdos e imágenesdesagradables, silencios obligados y hasta humillaciones diversas. En estos casos, laautoridad pedagógica aparece pura y exclusivamente como un acto de imposiciónabsoluta, omnímoda y omnipotente, “porque lo digo yo”, sin ningún lugar a un por qué,a una explicación, a un diálogo.

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7/17/2019 Autorizar El Mundo Pineau

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