autogestion ayer y hoy - experiencias y propuestas para otra sociedad posible

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    autogestion

    ayer y hoyExperiencias y propuestas

    para otra sociedad posibleVarios autores

    Centenario del anarcosindicalismo

    Mlaga, octubre de 2010

    AutogestinAyeryHoy

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    Centenario del anarcosindicalismoMlaga, octubre de 2010

    AUTOGESTIoNAYER Y HOY

    Experiencias y propuestaspara otra sociedad posible

    Varios autores

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    Flix Garca Moriyn; Paco Puche;Alejandro R. Dez Torre; Frank Mintz

    Alicia Alonso, Peter Jancsy y Paquita Ruiz;Bea y Javi; Mabel Caada; Fabin Pierucci.

    AUTOGESTINAYER Y HOY

    Experiencias y propuestaspara otra sociedad posible

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    Edita: C.C. de la Conederacin General del TrabajoC.C. de la Conederacin General del Trabajo de Andaluca

    Varios autoresProduccin grca: pardetres.netImpreso en Madrid. Agosto de 2011

    D. L.:

    20101910

    A N A R C O S I N D I C A L I S M O

    1 0 0 A O S DE

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    ndice

    Presentacin libro-memoria.Jacinto Ceacero ................................................................................................................................. 7Prlogo.Paco Zugasti ............................................................................................................................................................................................................................................ 9

    Autogestin.Flix Garca Moriyn .................................................................................................................................................................................. 17

    El gobierno de los bienes comunes.Paco Puche ................................................................................................................... 29

    Colectividades en una emancipacin histrica:

    promesas y oportunidades colectivas, 1936-1939.Alejandro R. Dez Torre.................................................................................................................................................................................................................................. 47

    Autogestin en Espaa (1936-39), Yugoslavia (1950-1986/1990)

    y Argentina (1996-2010).Frank Mintz ................................................................................................................................................... 83

    La autogestin en la Espaa de 1936-1939, sntesis .............................................................................................................. 85

    Autogestin en Yugoslavia 1950-1986/1990 ................................................................................................................................................. 93

    Argentina y autogestin, sntesis .......................................................................................................................................................................................... 97

    Cooperativa agroecolgica autogestionada La Acequia.

    Alicia Alonso, Peter Jancsy Schebesta y Paquita Ruiz Escudero ........................................ 105

    La escuela popular de personas adultas La Prospe.

    Bea y Javier: miembros de la Asamblea de la Escuela Popular de La Prospe 115

    Lakabe: una ecoaldea autogestionada.

    Alicia Alonso, Peter Jancsy Schebesta y Paquita Ruiz Escudero ........................................ 123

    Hotel Bauen, tomado y autogestionado.Fabian Pierucci ................................................................... 133

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    PRESENTACIN

    LIBRO-MEMORIAJORNADAS CONFEDERALES SOBRE

    AUTOGESTIN AYER Y HOY.Mlaga, octubre 2010

    Las Jornadas Conederales sobre Autogestin ayer y hoy, organizadas en M-laga en estrecha colaboracin con la Conederacin Territorial de CGT-Andalucay de orma especca con el Comisin Organizadora constituida al eecto en la Fe-deracin Provincial de Mlaga, han ormado parte del conjunto de Actos Cone-derales organizados por la CGT para la conmemoracin del Centenario del Anar-cosindicalismo.

    La autogestin, junto con la accin social, la accin internacionalista, la accinormativa, cultural, educativa... orma parte de las seas de identidad del movi-miento libertario y de orma ms concreta del anarcosindicalismo. En consecuen-cia, la autogestin deba ser uno de los grandes ejes centrales de los Actos plani-

    cados para celebrar el Centenario.Para la CGT, un objetivo bsico a la hora de plantearse la conmemoracin delCentenario ue que los ideales anarcosindicalistas, el pensamiento, la ideologa, lacultura anarquista, libertaria, no son algo que haya quedado en la memoria hist-rica olvidada del siglo XIX y primer tercio del siglo XX sino que, estos ideales co-mo los planteamientos del modelo autogestionario de la sociedad, de los mediosde produccin... tienen plena vigencia en el siglo XXI, mxime cuando el modeloexplotador capitalista provoca una crisis sistmica que vuelve a pretender esclavi-

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    zar a la clase trabajadora y el modelo comunismo de estado se desvaneci de or-ma pblica tras la cada del muro de Berln.

    Otro de los grandes objetivos de la celebracin del Centenario del Anarcosin-dicalismo ue que el pensamiento anarquista y la prctica anarcosindicalista, de-

    ban ser rescatadas de todas aquellas manipulaciones interesadas propugnadasdesde el poder mediante las cuales se asocia de orma indisoluble el anarquis-mo con violencia, terrorismo, caos, desorden... ignorando que el anarquismo es lamxima expresin del orden como deca Eliseo Reclus, ya que, exige la participa-cin de todas las personas en un mismo plano de igualdad, renegando de cualquierprincipio de autoridad que nos conlleve a la divisin entre dirigentes y dirigidos.El anarquismo respeta a todos y todas por igual, representa un modelo de pensa-miento para el uncionamiento horizontal y autogestionario de la sociedad. Paraconseguirlo, el anarquismo siempre ha apostado por la educacin integral de losy las trabajadoras, ha creado escuelas racionalistas, modelos de pedagoga liber-

    taria, ateneos, centros culturales... el anarquismo siempre ha aportado ideas deconstruccin, de educacin, de cultura, de pacismo, de naturismo, de antimilita-rismo, de reparto, de justicia social, de libertad, de solidaridad y apoyo mutuo... ynunca ideas de desorden, explotacin, darwinismo social... como ha hecho siem-pre el capitalismo.

    Las Jornadas celebradas en Mlaga han tenido un nivel excelente en sus con-tenidos por la calidad de las ponencias y el rigor de las experiencias prcticas ex-puestas. Este libro pretende refejar ese nivel y ser una prueba evidente de que laautogestin ue posible, es posible y ser posible como consecuencia de nuestralucha y de nuestra accin.

    Enhorabuena por los resultados de las Jornadas, por los trabajos aqu recogi-dos y expresar el agradecimiento de toda la CGT a las y los ponentes que han par-ticipado as como a la Comisin Organizadora y grupo de personas militantes quehan hecho posible que estas Jornadas se hayan podido celebrar. Gracias.

    Salud y autogestin.Jacinto Ceacero

    Secretario General de la CGT

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    PRLOGOComo ocurre con todos los trminos abusivamente utilizados, hablar de auto-

    gestin exige que nos pongamos de acuerdo acerca de su signicado, si queremosentendernos. Para ello, nada mejor que espulgar aquellas adherencias que hanquerido identicarse con la autogestin, algunas veces desde la ignorancia parce-laria y otras con la deliberada intencin de descaeinar la idea y eliminar su poten-cial contenido revolucionario que concita no pocas adhesiones.

    La autogestin no es la cogestin ni es el accionariado obrero, rmulas suce-dneas de participacin de los trabajadores cuya nalidad es integrar a stos enlos planes de la empresa pero sin cuestionar la sacrosanta propiedad privada delos medios de produccin. El capital sigue mandando, aunque parece que mandamenos. La autogestin no es una rmula tcnica de gestin de la empresa o de laeconoma que pueda coexistir con prcticas autoritarias en otros mbitos socia-les. La autogestin, o tiene un trasondo ideolgico, o no pasa de ser un diseotecnocrtico sin ningn eecto potenciador de la persona ni transormador de lasociedad.

    Cuenta Juan Gmez Casas en suHistoria del Anarcosindicalismo espaol c-mo el Conde de Romanones, al acabar la guerra, ue a visitar sus tierras de Gua-dalajara que haban sido colectivizadas por la CNT y qued sorprendido del

    enorme progreso que stas haban tenido. Pregunt quin haba dirigido esa co-lectividad y le indicaron a Jernimo Gmez Abril, pintor de brocha gorda que enaquellos momentos se hallaba preso y sobre el cual pesaban varias condenas amuerte. El Conde ue a visitar al pintor y le oreci sacarlo de la crcel a cambiode que aceptase dirigir sus tierras, contratado como capataz, con un buen sueldo.Seor conde contest Jernimo, lo que usted ha visto no es solo obra masino de un colectivo de personas unidas por un ideal comn, y esas cosas, seorRomanones, no se hacen por dinero sino por ideas.

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    As ha de entenderse la autogestin, como la entendi y practic Jernimo,como un proyecto colectivo de sociedad que hunde sus races en el pensamientopersonalista y libertario. Personalista porque la autogestin orienta la actividadeconmica y poltica en uncin de las necesidades de la persona, que pasa a ser

    el centro y leit motiv de la actividad productiva y social, y libertario porque desa-rrolla un marco social igualitario desde el respeto a la plena autonoma y libertadde cada persona. As, la autogestin parte de la armacin de la persona y del re-chazo a todo intento de dominio sobre sta.

    La autogestin es socialismo

    Ciertamente todo sistema socioeconmico que propenda hacia la igualdad en-tre las personas puede considerarse socialista. Pero una cosa es la pretensin enorigen y otra, muy distinta, la realidad prctica. Veamos qu ha pasado con los so-

    cialismos realmente existentes:La socialdemocracia, o el ahora llamado socialismo democrtico, no ha pasado

    de ser un intento de hacer ms soportable el capitalismo mediante la generaliza-cin de algunos servicios pblicos, como la enseanza o la sanidad, y una relativamejora en el nivel de vida de los asalariados. Pero, eso s, sin cuestionar la propie-dad privada que hace que unos pocos dominen sobre el resto de los mortales. Esel llamado Estado del bienestar, solo aplicado en las sociedades ms ricas, y cadavez menos, a costa del expolio de las sociedades ms pobres. Aparte de estas in-suciencias socializantes, el tiempo y los intereses intocables del capital han des-caeinado hasta tal punto la socialdemocracia originaria que ya es rancamentedicil distinguir donde est la lnea de separacin entre la socialdemocracia y elliberal capitalismo. Ambos se disputan la mejor deensa de la economa de mer-cado y solo discuten sobre el grado de intervencin estatal para corregir algunoshorrores que ellos llaman errores del mercado.

    Y qu decir del socialismo estatista de corte autoritario? Fiar la transorma-cin de la sociedad a una vanguardia revolucionaria ilustrada que se consideragenuina intrprete de las aspiraciones de toda una clase social signic abrir lapuerta a una nueva tirana, que redujo al pueblo a una obediencia pasiva y recreuna nueva sociedad de clases, basada no ya en la dicotoma entre poseedores y

    desposedos, sino entre poderosos y oprimidos. La mera socializacin de los me-dios de produccin no crea, por si sola, un cambio en las condiciones de vida delas personas, y ni siquiera introduce nuevos modelos de comportamiento social.El ms triste espectculo tras la cada del muro de Berln, deca un amigo mo, eraver cmo la gente no sala a comprar libros sino hamburguesas. Tanto sacriciohumano para nada.

    Por eso ya no resulta extrao ver cmo en China se est produciendo la snte-sis de los dos sistemas, de lo peor de los dos sistemas: un rgimen poltico totali-

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    tario que se autodenomina socialista convive con la libertad de mercado, con ladictadura del capital. Los en otro tiempo enemigos irreconciliables se unen en elinters que les es comn: el poder, econmico y poltico. Nada que ver estos socia-lismos realmente existentes, en realidad inexistentes, con el socialismo autoges-

    tionario. La autogestin y aqu vamos a seguir a Garaudy es lo contrario deldualismo y de la ausencia de nalidad humana. La autogestin pone en tela dejuicio el principio de la delegacin del poder, tan caracterstico de la democraciaburguesa ormal, de tipo parlamentario, como del socialismo burocrtico dondeel militante delega y aliena su poder en un dirigente que decide por l.1

    La autogestin es democracia

    La democracia es, junto con el socialismo, otro componente esencial de laautogestin. Pero no la democracia ormal representativa para la cual hombres

    y mujeres son solo individuos, sino la democracia participativa y directa para lacual hombres y mujeres son personas. La democracia ormal, representativa, seagota en el momento electoral y se basa en la delegacin de poderes. La demo-cracia directa se proyecta y completa en el concurso de todas las personas parael ejercicio del poder, del poder compartido. Mientras que la democracia ormalest ligada a la existencia de las clases, la democracia participativa exige la supe-racin de stas.

    La democracia autogestionaria exige la participacin responsable y solidariaen un proyecto comn, es una democracia de personas, verdaderos sujetos de lahistoria, y no de individuos-objeto manipulados y degradados de su condicin hu-mana. Tanto en la democracia ormal, de cuo liberal, como en el llamado centra-lismo democrtico, se produce la apropiacin del poder por minoras gobernan-tes, los ciudadanos votan pero no eligen, y la burocracia omnisciente y om-nipresente pervierte el sentido de la representacin y de la democracia. Una co-horte de polticos proesionales, en nombre de la eciencia y de la racionalidad,monopoliza la toma de decisiones; el gobierno dicen es asunto de tcnicos, deexpertos que conocen bien los secretos de la ciencia econmica y poltica; ya quesolo ellos poseen el saber, ellos deben controlar el poder. Como dice Yvon Bour-det, de la desigualdad del saber se pasa rpidamente a la desigualdad del poder.

    La autogestin es pedagoga

    En eecto, si analizamos brevemente quines son los enemigos de la autoges-tin, nos encontramos en primer trmino a todos aquellos que disrutan de privi-

    1 Roger Garaudy. La Alternativa. Editorial Cuadernos para el Dilogo.Madrid 1973

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    legios econmicos o polticos logrados a costa de la sumisin de los dems. Em-presarios capitalistas, polticos que temen perder su clientela, burcratas y tecn-cratas al servicio del orden establecido; en suma, todos los que son ms porquetienen ms, son los principales enemigos de la autogestin. Pero en ltimo tr-

    mino, y no por ello menos importantes, son tambin enemigos de la autogestinaquellos hombres y mujeres domesticados por el poder de turno que son reaciosa participar, a responsabilizarse de sus actos y decisiones, a asumir tareas y res-ponder por su gestin y realizacin. Y en esta onda estn las personas que pree-ren obedecer y cumplir rdenes en lugar de asumir el riesgo de equivocarse en eluso activo de su autonoma y libertad personales, quienes preeren ser sbditosen vez de ciudadanos, objetos de la accin del poder en vez de protagonistas desu propia historia.

    La autogestin, como la libertad y la autonoma humanas, no es algo que nospueda venir dado, sino una tarea permanente que exige una lucha permanente por

    conquistarlas. Por ello la autogestin es un proyecto pedaggico de liberacin hu-mana. Hombres y mujeres que no han aprendido a gestionar sus propias vidas di-cilmente podrn gestionar los asuntos comunes. La puesta en prctica de la au-togestin supone una previa autogestin personal de la propia vida, pero hace al-ta el concurso colectivo, libremente elegido, sin imposicin, para hacer posible laautogestin. Esto exige un permanente ejercicio de participacin en el que cadaquien vaya adquiriendo su cuota de responsabilidad, su parte del poder si se quie-re, por eso la autogestin es una tarea esencialmente pedaggica, una pedagogade la revolucin y una revolucin de la pedagoga. No caben aqu vanguardias quese atribuyan papeles dirigentes, aunque s es necesario el concurso de las perso-nas que ayuden, apoyen, estimulen en suma, que ejerzan una labor pedaggicatransormadora.

    Este libro es la suma de varios trabajos realizados por las mismas personas queintervinieron como ponentes en las jornadas sobre AUTOGESTIN, AYER Y HOYque se desarrollaron en Mlaga durante el mes de octubre de 2010. Concebimosestas jornadas dentro del marco de la conmemoracin del Centenario del Anar-cosindicalismo promovido por la Conederacin General del Trabajo como unabuena oportunidad para rescatar y actualizar la autogestin como concepto te-rico y como experiencia prctica de un modelo de sociedad alternativo al sistema

    capitalista y al racasado sistema socialista de estado. Para ello quisimos traer alpresente experiencias histricas autogestionarias, reciclar los planteamientostericos a la luz de lo habido y vivido y poner sobre la mesa diversas experienciasactuales de carcter comunitario que tratan de vivir un modo de vida dierente,una humanidad ms humana.

    Las Jornadas, y este libro que de ellas se deriva, abarcan tres espacios de re-fexin. Uno de ellos es el de la actualidad de la Autogestin, espacio de recupera-cin, revisin y puesta al da de las teoras autogestionarias. En ste se enmarca

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    el trabajo de Flix Garca Moriyn, que aborda lo que podramos llamar la unda-mentacin losca de la autogestin con un lenguaje tan cercano como distantedel academicismo. Partiendo del principio de que la autogestin supone la con-anza en la capacidad de los seres humanos para asumir el protagonismo de sus

    propias vidas, analiza los obstculos que se oponen al desarrollo de esta orma or-ganizativa de la sociedad orma coherente con los rasgos ms distintivos de losseres humanos para desarrollar con detalle y rigor los principios bsicos de unaorganizacin autogestionaria, y en esa misma lnea da cumplida respuesta a los t-picos y resistencias que se oponen a la autogestin

    Este espacio se complementa con el trabajo de Paco Puche, que a travs de lasms recientes investigaciones sobre la gestin de los bienes del comn, actuali-za y reuerza la undamentacin antropobiolgica de las prcticas comunitarias.Partiendo del anlisis de los bienes comunes y la liquidacin de estos, destaca laimportancia de la cooperacin, que est en nosotros por naturaleza, y concluye

    que, ms all de la lucha por la supervivencia, se puede reconocer la sociabilidadcomo el actor principal de la evolucin progresiva. Ahonda nalmente en las in-vestigaciones de Elinor Ostrom, premio nobel de economa 2009, a las que calicade especial relevancia para demostrar que las propuestas de los libertarios sonmucho ms que meras utopas y que la autogestin goza de muy buena salud, esos, en pugna con la ideologa capitalista-neoliberal.

    Otro espacio de refexin es el de la utopa vivida, sa de quienes no sabanque era imposible hacer la revolucin y por eso la hicieron. En la mayor experien-cia histrica autogestionaria vivida hasta el presente, las colectividades de 1936 a1939, se centra el trabajo de Alejandro Dez Torre que tiene la originalidad de su-perponer al relato de los hechos las mltiples acetas del enmeno colectiviza-dor y sus repercusiones en el medio y en la vida de las personas, mucho ms allde una orma de propiedad y gestin colectiva en las ciudades y en el medio rural.

    Completa este espacio el trabajo sntesis de tres experiencias autogestionariasdistintas y distantes en el tiempo que realiza Frank Mintz, lo que le permite mos-trar en la prctica los eectos que producen unas y otras ormas de concebir laautogestin, destacando la importancia del contexto social en que se desarrollan.Estas dierentes expresiones histricas del enmeno autogestionario van desdela Autogestin en la Espaa Revolucionaria, que se inicia en la primavera del 36,

    pasan por la experiencia de Autogestin en Yugoslavia entre 1950 y 1986 y conclu-yen en las ormas de lucha y ocupaciones de empresas autogestionadas en Argen-tina durante los aos 2000.

    El tercer espacio de refexin es el de las prcticas autogestionarias del momen-to. Conscientes de la dicultad de seleccionar entre la multitud de experiencias au-togestionarias que hoy se extienden por el planeta, optamos por elegir cuatro expe-riencias signicativas de cuatro grandes campos en que se estn desarrollando es-tas prcticas. En el terreno de los movimientos sociales, y ms concretamente en

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    el ecologismo social, se inserta la experiencia de la Cooperativa Agroecolgica LaAcequia, un colectivo de personas que proponen un modelo alternativo de produc-cin, distribucin y consumo agrcola. Tienen una huerta en Encinarejos, Crdoba,y practican una economa alternativa y un consumo responsable, siguiendo los prin-

    cipios del movimiento Bah! (Bajo el Asalto Est la Huerta): autogestin, asamblea-rismo y horizontalidad. Sobre ella escriben Alicia Alonso, Peter Jancsy Schebesta yPaquita Ruiz Escudero, integrantes de La Acequia.

    Una de las experiencias pedaggicas de corte autogestionario con ms soleraen nuestro pas es La Escuela Popular de Personas Adultas La Prospe, un proyec-to pedaggico y social que surge por iniciativa popular en 1973 en el barrio ma-drileo de Prosperidad. Se denen como asociacin asamblearia, autnoma e in-dependiente y tratan de aprender esa orma de organizacin colectiva que es laAutogestin, ponindola en prctica, vivindola; con la intencin de comprenderla realidad que nos rodea y transormarla. En La Prospe participan Bea y Javi, que

    son quienes nos describen su realidad y sus proyectos.Tambin lleva un largo recorrido Lakabe, una pequea comunidad ubicada el

    norte de Navarra que hace 30 aos un grupo de personas decidi ocupar y auto-gestionar. Mabel Caada es una de ellas y lo cuenta as:Llegamos a lo ecolgicocuando todava no exista esa palabra, y a la idea de decrecimiento, que hoy em-pieza a estar vigente, por estar uera de la carrera de creacin de necesidades, pordescubrir que se puede prescindir de mucho y vivir con poco sin vivir peor. (...) Elmovimiento de ekoaldeas trata de implementar las pequeas realidades locales,abordar la relacin y lo regional, pero siempre buscando la cercana.

    Y para demostrar la viabilidad econmica de la autogestin, es buena muestrael Hotel Bauen de Buenos Aires y, en general, el conjunto de empresas recupera-das y autogestionadas por los trabajadores, tras ser abandonadas por sus propie-tarios en Argentina. De estas experiencias habla Fabin Pierucci en este casotranscribimos su intervencin en las Jornadas de octubre en Mlaga, activo mi-litante de la comunicacin alternativa, animador del Grupo Alavo, que tiene su se-de en el Hotel Bauen, y de gora TV, que acilita la diusin de la voz y la imagende los movimientos sociales del pas.

    Como la autogestin es un enmeno en expansin y las experiencias se mul-tiplican por todo el Planeta, nos ha parecido mantener activa la pgina web que

    uncion antes y durante las jornadas para ir colgando en ella enlaces y reeren-cias que nos vayan llegando sobre refexiones y experiencias autogestionarias.Cualquier persona que quiera aportar algo a este respecto nos lo puede hacer lle-gar escribiendo al contacto que aparece en: http://www.cgtandalucia.org/autoges-tion2010.

    Este libro y las jornadas que han dado origen al mismo son ruto de un trabajocolectivo en el que, adems de los autores de los textos y de las ponencias, han par-ticipado otras personas: organizando las jornadas, diseando, pensando juntas, co-

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    rrigiendo textos, transcribiendo, diundiendo, haciendo en suma todo lo necesariopara que cosas como stas salgan adelante. Ha sido en denitiva una tarea autoges-tionada hecha con la ilusin y el deseo de que tanto este libro como las Jornadas deoctubre pasado contribuyan en alguna medida a pensar y hacer un mundo ms justo

    y libre. Partcipes han sido Antonio Somoza, Begoa Espejo, Carlos Pea, FernandoHeredia, Gernimo de Silva, Jess Mara Canto, Jos Candn, Jos Carlos Claros,Jos Mara Ramrez, Juan Calvente, Miguel Sola, Roberto Blanco, adems de otraspersonas con las que hemos podido contar ocasionalmente.

    Paco ZugastiJunio 2011

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    Autogestin

    Flix Garca Moriyn

    1. Principios generales

    La autogestin es uno de los conceptos que ha contribuido a denir de manerams clara y precisa la propuesta social anarquista. En este caso, lo social abarcalo econmico y lo poltico. De algn modo, los anarquistas, eles a una manera deentender la sociedad y el ser humano, intentamos llevar hasta el nal algunos prin-cipios undamentales que, presentes desde que el ser humano es un ser humano,se radicalizaron a partir de la Revolucin Americana y Francesa, y desde enton-ces buscan una mayor implantacin en la sociedad, tanto en su sentido intensivo(aplicarlos de orma ms exhaustiva, llegando hasta las ltimas consecuencias)como extensivo (aplicarlos a todos los mbitos de la vida humana, y no slo a al-gunos, e incluir a todas las personas).

    Uno de estos principios es que los seres humanos debemos asumir el prota-

    gonismo de nuestras propias vidas, lo que se traduce en la necesidad de que to-memos decisiones en todos los temas que nos aectan. Es lo que, habitualmente,cuando hablamos de poltica, entendemos como organizacin democrtica; en losltimos tiempos ha venido recibiendo el nombre de democracia deliberativa y par-ticipativa. La cuestin surge cuando comprobamos que esos principios de parti-cipacin se aplican tan slo, y de manera muy imperecta, como ya mencion, enun mbito, el de la participacin poltica, ms debilitado, obviamente, cuanto msamplio es el marco en el que se desarrolla la vida poltica. Otros mbitos de la vida

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    estn excluidos de una organizacin democrtica, como puede ser el de la amilia,la escuela o, lo que ms me interesa en estos momentos, el del trabajo.

    El capitalismo mantiene una concepcin descendente y jerarquizada del trabajo,totalmente ajena a la organizacin que, al menos en teora, se exige para la vida po-

    ltica en una sociedad democrtica. En todo caso, tampoco conviene olvidar que elcapitalismo no necesita una organizacin social democrtica; eso es algo aadido,til para la burguesa en sus primeros momentos de lucha contra la sociedad esta-mental, pero no tanto con posterioridad, es decir, cuando las clases populares se in-corporan a las exigencias de participacin poltica. No obstante, conviene resaltarque el capitalismo puede convivir con democracia poltica, incluso serle muy ven-tajosa, pero es contradictorio con una organizacin democrtica de los centros detrabajo. Por otra parte, parece ser tambin necesario que una sociedad democrticaincluya la libertad en el mbito de la creacin de empresas y de la vida econmicaen general, siendo ms bien incompatible con una economa de planicacin esta-

    tal. Dicha libertad, desde luego, no puede ser absoluta, sino que tiene que sometersea las mismas normas que rigen el ejercicio de la libertad personal.

    Est claro que el pivote sobre el que gira la organizacin de la vida econmicaes el de la divisin entre los que tienen la propiedad de los medios de producciny los que slo pueden trabajar. La completa sumisin a las exigencias de la propie-dad privada pretende justicar que las decisiones en la empresa competen nicay exclusivamente a las personas propietarias. Esas decisiones se basan, a su vez,en la estricta lgica del mercado y de la extraccin de benecios, aunque de esostemas no voy a hablar por el momento, pero los mencionar al nal dado que laautogestin no slo aecta a la organizacin del trabajo, sino que implica tambinuna revisin de los nes del trabajo. En el caso de las grandes empresas, en las quela propiedad, a travs del accionariado, est ms ragmentada y dividida, sin per-derse, no obstante, la ntida distincin entre propietarios y trabajadores, se man-tiene con igual contundencia la divisin entre aquellos que ocupan posiciones demando, que son los nicos que pueden tomar decisiones, y aquellos que ocupanposiciones secundarias, que son los que slo deben obedecer esas rdenes ema-nadas de la superioridad. Si nos jamos en la ltima crisis del sistema capitalista,tenamos por un lado autnticos propietarios de enormes sumas de dinero, comoSoros, y otros expertos nancieros en los puestos de control de los grandes on-

    dos de pensiones o bancos de inversin. Ambos, propietarios y gestores, tomandecisiones arbitrarias que inciden proundamente en el desarrollo de la economay generan notables alteraciones.

    Conviene, por tanto, no olvidar que en la vida econmica no slo se produ-ce esa explotacin que se da en la extraccin de plusvala, sino tambin una realopresin en la medida en que los seres humanos son privados de la posibilidad dedecidir sobre aquello que les aecta, estando obligados, por el contrario, a obede-cer. Si admitimos que somos lo que somos en la medida en que trabajamos y ejer-

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    cemos nuestro poder, podemos comprobar la radicalidad de la desrealizacin hu-mana que se da en el proceso de trabajo. El mbito en el que deberamos llegar aser ms personas, es un mbito en el que perdemos humanidad, y del que salimosalgo ms embrutecidos de lo que entramos. No obstante, la importancia del traba-

    jo asalariado en las actuales relaciones sociales de produccin es tan bsica parael ser humano que, incluso aceptando lo anterior, debemos admitir que peor toda-va es no ser ni explotado ni oprimido en el centro de trabajo, es decir, es peor serun marginado o un excluido, o un parado de larga duracin.

    En cierto sentido, el propio capitalismo siempre ha sido consciente de esa si-tuacin y se ha preocupado constantemente de la necesidad de cuidar las condi-ciones de trabajo para evitar un completo desinters de los trabajadores por elproceso de produccin. Excepto en momentos de brutal explotacin, que se handado y se siguen (y probablemente se seguirn) dando, la organizacin industrialy la psicologa del trabajo han procurado organizar las cosas de tal manera que

    no se produjera la completa enajenacin que tan bien recoga Charlot en TiemposModernos. Las condiciones laborales descritas por Dickens son mejoradas con ladivisin del trabajo, que a su vez es mejorada y completada por Ford al incluir asus propios trabajadores en la participacin de los productos elaborados en la ca-dena de montaje. Desde entonces, nunca se ha abandonado esta perspectiva y laltima elaboracin de la misma sera el Nuevo Orden del Trabajo implantado des-de Japn, con los crculos de calidad. Algunos autores han visto en este modelouna incorporacin de los principios anarquistas al mundo de trabajo en la medidaen que recoge las ideas de participacin y auto-organizacin, rompiendo con la ca-dena de montaje tradicional.

    Pero en este caso, como en todos, no es lo mismo una aceptacin parcial de unprincipio organizativo que la aceptacin con todas sus consecuencias. Ya he co-mentado que el capitalismo viene orientado por la extraccin de plusvala; de ahque, cuando analiza las condiciones de trabajo y decide incorporar ormas orga-nizativas en las que se d la participacin de los trabajadores, lo haga para incre-mentar la productividad de los mismos, o para disminuir la confictividad o el ab-sentismo, en ningn caso para reconocer el legtimo derecho de los trabajadoresa controlar el proceso de trabajo. Lo mismo podemos decir de la aceptacin de lapresencia de representantes sindicales en los consejos de administracin de algu-

    nas empresas. Son sin duda, pequeas conquistas en la medida en que peores sonlas condiciones laborales en las que ni siquiera eso se reconoce, y como mejorasson percibidas por los propios trabajadores. En ningn caso, sin embargo, supo-nen una subversin de los principios undamentales del sistema y adems pue-den contribuir a consolidar la divisin jerarquizada de la sociedad y la economa.Prueba evidente, por ejemplo, es la limitacin de los crculos de calidad al propiotaller, sin llegar en ningn momento a dejarles intervenir en la gestin general dela empresa, incluidos los objetivos de produccin.

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    Deendiendo, por tanto, la autogestin como una orma organizativa buena ybeneciosa para el ser humano y para la sociedad, casi como la nica orma co-herente con los rasgos ms distintivos de los seres humanos, conviene recordarque su aplicacin no es del todo sencilla, puesto que debe superar diversos obs-

    tculos. Unos proceden precisamente de quienes ven su poder amenazado por laparticipacin de quienes son obedientes sbditos o empleados; stos son quienesmanejan sus redes de infuencia social para desprestigiar la autogestin, a la queen el ondo temen. Otros proceden de los mismos posibles beneciarios de la im-plantacin de procesos autogestionarios. No todas las personas estn ansiosaspor ser dueas de sus propias vidas, al menos no en sentido pleno, y por eso estndispuestas a obedecer cuando la obediencia les reporta algunos benecios impor-tantes, aunque siempre de corto alcance. En el ondo, ellas tambin temen la au-togestin, pues no tiene inters real de asumir el protagonismo de su propia vida.De los rasgos de la autogestin y de las resistencias que genera es de lo que hablo

    en los dos apartados siguientes.

    2. La organizacin autogestionaria

    Esto me lleva a intentar establecer con algo ms de rigor y detalle cules sonlos principios bsicos de una organizacin autogestionaria. Si bien el ncleo de larefexin sobre la autogestin se aplica al mundo laboral, a la gestin de las em-presas, es importante recordar que debe aplicarse a todos los mbitos en los quelos seres humanos actan de manera colectiva.

    1. En primer lugar, conviene insistir en que la autogestin es una orma or-ganizativa que orece la posibilidad de desarrollar plenamente las capaci-dades del ser humano y le permite ser protagonista y dueo de su propiavida. Lgicamente es el modelo ms adecuado para hacer rente a los pro-blemas de explotacin y opresin a los que constantemente son sometidoslos seres humanos. No debemos, por tanto, olvidar que es slo un medio,coherente eso s con el n propuesto, pero no intrnsecamente vincu-lado a l. Se trata de garantizar la participacin de todos los interesados enla toma de decisiones. En muchos mbitos, en especial en el sector de ser-vicios bsicos como pueden ser la atencin sanitaria y la educacin, eso

    incluye no slo a los trabajadores, sino tambin a los usuarios.2. La autogestin debe aectar a todos los mbitos de la vida humana. Cuan-do estamos hablando de vida poltica, solemos enunciarla con el nombrede democracia participativa (por ms que sea una redundancia, pues, ensentido estricto, no podra haber una democracia no participativa). Nor-malmente reservamos el nombre de autogestin para el mundo de la pro-duccin econmica, pero insisto en que es un trmino estrechamente vin-culado a la conguracin democrtica de la vida social. La amilia, ncleo

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    bsico de la convivencia y la socializacin, debe ser autogestionada, supe-rando as modelos empobrecedores, incluso altamente nocivos, como elpatriarcado; y lo mismo puede decirse de la educacin, con centros orga-nizados de manera democrtica que dan cabida a la participacin de todos

    los miembros de la comunidad educativa, amilias, proesorado, alumna-do, personal administrativo

    3. La autogestin implica someter a discusin no solamente cmo se organi-za la produccin, sino tambin qu se produce. La satisaccin de las ne-cesidades de la poblacin se convierte en criterio bsico orientador de laproduccin, as como la generacin de riqueza (en el sentido estricto demejor satisaccin de las necesidades bsicas y no bsicas con el menorgasto posible, tanto en recursos humanos como materiales). Debe incluir,por tanto, la discusin sobre los satisactores de esas necesidades bsicas,pero tambin sobre la denicin de las necesidades y sobre la ordenacin

    jerrquica de las mismas, algo imprescindible para poder tomar decisionescuando entran en conficto dierentes necesidades, lo que es habitual en lavida social. La productividad, entendida como incremento de las ventas yaumento de los benecios, no es, en principio, criterio compatible con unmodelo autogestionario. Si la aplicamos a la gestin de un hospital, serimportante buscar las medidas adecuadas para garantizar la salud de lospacientes, producto nal de la atencin hospitalaria, pero deber incluirtambin la discusin en torno al concepto de salud y enermedad que semaneja para decidir la productividad hospitalaria.

    4. El principio de organizacin bsico de un sistema autogestionario es laparticipacin eectiva y constante de todos los implicados en todos losprocesos de discusin y toma de decisiones. Esa participacin debe serreal, lo que exige respetar unos mecanismos de organizacin que haganposible que la gente disponga de la inormacin necesaria para interveniren el proceso. La transparencia inormativa es un requisito imprescindible,al que no siempre se le concede la importancia debida. Va unida a la publi-cidad en la discusin y toma de decisiones. Adems, las personas implica-das deben participar en condiciones de igualdad, lo cual nos lleva a arbi-trar los procesos educativos gracias a los cuales la gente va a ser capaz de

    expresar lo que realmente piensa. Y exige adems evitar una divisin entreexpertos y gente comn, ejerciendo los primeros todo el poder de decisinamparados en sus conocimientos sobre el tema.

    5. La autogestin es inmediata y cilmente aplicable a niveles pequeos deorganizacin. Va complicndose, como es obvio, a medida en que estn im-plicados mbitos ms amplios de la produccin. Eso exige un esquema or-ganizativo de tipo consejista, en el que la comunicacin va de abajo arribay viceversa. A cada nivel superior de organizacin de consejos acuden los

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    representantes y/o mandatarios del nivel inerior; deben llevar los resulta-dos obtenidos en la discusin realizada en el nivel al que pertenecen; pos-teriormente, transmiten la inormacin obtenida en el nivel superior al in-erior. En cada nivel hay un mbito de decisin autnomo y otro en el que

    es imprescindible la coordinacin, objetivo central de la estructura conse-jista. Es algo similar a lo que se pretende, en la organizacin poltica, conlos modelos ederales y conederales. Por eso mismo es importante reor-zar la dimensin local de la vida poltica, conscientes por otra parte de queuna gran parte de los indicadores que muestran el nivel de elicidad y sa-tisaccin de las personas dependen sobre todo de lo local. Y por esto tam-bin debemos ser conscientes de las dicultades que plantea actualmentela globalizacin, puesto que los lugares en los que se toman decisiones im-portantes terminan siendo lejanos y bastante opacos.

    6. Los delegados son ms bien mandatarios que representantes. Su capacidad

    de decisin es mnima, salvo mandato expreso de la asamblea o consejo alque representan. En esos casos, se mantiene como mecanismo de garantala necesidad de rendir cuentas en pblico de las decisiones tomadas. En mu-chos casos y niveles, se deben seleccionar mediante estricto sorteo, dejandoclaro que la mejora organizativa no es consecuencia de la calidad personalde los que ocupan cargos de representacin o mandato. La sociologa polti-ca ha mostrado ya con cierto rigor que los representantes, una vez elegidos,no se deben a los intereses de las personas que los eligieron, sino a los queson propios del colectivo del que pasan a ormar parte. En ese sentido, em-piezan a tener intereses propios que terminan imponindose de manera ge-neralizada, y esto pasa con representantes polticos o sindicales.

    7. Un organismo bsico en todo sistema autogestionario es la asamblea. Enella se deben discutir pblicamente los asuntos y tomar, cuando uera ne-cesario, las oportunas decisiones. Para que una asamblea contribuya a po-tenciar la autogestin es importante que cumpla requisitos muy estrictos.Hay procedimientos sosticados de manipulacin de las asambleas. Con-viene tambin recordar que hay que reducir al mnimo las decisiones; lasasambleas pueden ser deliberativas, lo cual sin duda enriquece la vida co-munitaria, pero no siempre tienen que tomar decisiones que aecten a todo

    el mundo. La autogestin implica que debemos dejar un amplio espacio enel que las personas individuales toman decisiones por s mismas. La obse-sin legisladora e intervencionista del Estado actual, que lo quiere regulartodo, termina acabando con la capacidad de la gente para tomar decisio-nes. La autogestin no puede forecer en el seno de macroestados burocr-ticos; el Estado debe reducir al mximo su papel y actuar solo para coordi-nar y para atender subsidiariamente aquellos sectores en los que la inicia-tiva de pequeos grupos o individual no parece suciente.

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    una vida con las necesidades bsicas bien cubiertas (entendidas stas en el mis-mo sentido que lo hace Maxlow), dejando para un segundo plano las necesidadesms elevadas como son las que tienen que ver con la participacin activa enlos dierentes mbitos en los que estamos presentes. Esto explica el xito polti-

    co y social que han tenido muchas veces rmulas de convivencia como las quebien describe la muy antigua rase depanem et circenses. Es ms, si nos atene-mos, por ejemplo, a los inormes del Banco Mundial sobre la gobernanza, no pa-rece que la situacin actual sea muy avorable y se dan retrocesos democrticosen muchos pases que no son percibidos como desgracias por los ciudadanos. Enlos pases desarrollados, por ejemplo, la gente acepta con gusto el crecimiento deun Estado policial y el incremento de las medidas carcelarias bajo el seuelo deque todo eso proporciona seguridad. Adems, en estudios realizados en muchospases, se observa un mismo retroceso de la democracia en general. Son signi-cativos los datos de los pases del Este de Europa que pasaron de una sociedad

    comunista a otra capitalista y muestran un creciente desencanto con la democra-cia, algo mayor que el que siente por el capitalismo. Por eso hay algunos que de-enden el modelo chino: un control uerte y jerarquizado que impide todo tipo departicipacin eectiva en el gobierno, pero que garantiza el crecimiento econmi-co y la salida de la pobreza. Esto signica que, en cierto sentido, la autogestindebe hacer rente a algunas resistencias y tambin a algunos miedos. Sin nimode agotar por el momento el tema, me parece importante contestar a algunas deesas dicultades y resistencias.

    1. Es un modelo irrealizable. sa es una crtica que suele proceder de todosaquellos que deenden de una manera ms o menos explcita un modelode organizacin social, econmica y poltica en el que son las elites (bienporque poseen el poder econmico, bien porque poseen el conocimien-to tcnico) las que deben gobernar, poniendo reno a las reivindicacionesparticipativas. Existen numerosas experiencias que muestran que no sloes posible organizar modelos autogestionarios, incluso en niveles comple-jos que van ms all de una simple brica, sino que tambin es muy positi-vo. El movimiento cooperativista en el mbito mundial parece dar pruebade lo que digo. Basta recordar, en el caso de Espaa, el movimiento coope-rativo de Mondragn que, con todas sus limitaciones, supone una partici-

    pacin activa de los trabajadores mucho ms elevada que la que se da enlas empresas normales. Y lo mismo podemos decir de la vida poltica, conejemplos sugerentes como las redes de municipios autogestionados en Pe-r, las ciudades con presupuestos participativos, el movimiento de escue-las democrticas o incluso la tradicin conederal de Suiza.

    2. Es poco efcaz y muy lento. La necesidad de consultar y hacer posible laparticipacin de todas las personas hace que sea un proceso ms lento y,en muchos casos, inecaz. En cierto sentido la acusacin es correcta, pe-

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    ro no est claro que la lentitud sea un mal intrnseco que debe ser evitadosistemticamente, por lo que no parece una acusacin muy justa. En pri-mer lugar, se apoya en una drstica distincin entre medios y nes que noes del todo adecuada, puesto que no siempre se pueden distinguir con cla-

    ridad y adems es imprescindible siempre emplear unos medios coheren-tes con los nes propuestos. Esto es, si el objetivo es lograr una sociedadcon una democracia participativa, tenemos que utilizar medios participa-tivos. Podemos aplicar a este caso lo que Gandhi deca de la paz: no hayun camino para llegar a la paz, la paz es el camino. Adems, en la autoges-tin estamos buscando alcanzar nes ms complejos, por lo que es nece-sario invertir ms tiempo y esuerzo; no solo pretendemos lograr alcanzarun producto especco, sino que buscamos objetivos integrales entre losque siempre se encuentra la plena realizacin de las personas implicadasen el proceso. Lgicamente necesitamos ms tiempo y los ritmos son ms

    lentos. Cuando hay un objetivo nico, la obtencin de benecios graciasa la produccin de mercancas, todo resulta ms sencillo, pero tambinms empobrecedor. Eso se puede aplicar a cualquier mbito de la vida hu-mana. Por ltimo, debemos recordar las reivindicaciones recientes de algoque se llama el movimiento slow,pues llaman la atencin a las corrosivasconsecuencias que tiene la aceleracin que padece nuestra sociedad obse-sionada por el cambio rpido y la obtencin cortoplacista de resultados.

    3. Las personas no estn interesadas en participar. Es cierto que para mu-chas personas resulta una carga que no estn dispuestas a asumir. Bastacon observar el absentismo que se da en gran parte de la vida asociativa,sea cual sea el mbito en el que nos movemos. Eso es cierto incluso enorganizaciones que proclaman su adhesin a principios autogestionarios.Ese absentismo tiene muchas races y hace alta luchar contra ellas: edu-cacin recibida, miedo a ejercer la propia libertad, descargar el trabajo te-dioso en otras personas. Con demasiada recuencia, las personas no estndispuestas cilmente a ejercer su propia libertad; no se atreven a pensarpor s mismas y estn abiertas a dejarse llevar por un lder que les resuelvalos problemas, que les garantice unas prestaciones y que, aparentemente,no les pida nada a cambio. Adems, toda dinmica autogestionaria exige

    una mayor implicacin: hay que dedicar tiempo a buscar, leer y compren-der la inormacin relevante para los temas que se tienen que discutir; esnecesario acudir a reuniones en las que se discuten los problemas y se to-man las decisiones; en la medida en que hemos asumido cierto protagonis-mo en el proceso, vamos a tener que implicarnos ms en la ejecucin delas decisiones que se han tomado. En denitiva, mucho tiempo y muchoesuerzo, que bien se puede dejar en otras manos. Solo cuando esas deci-siones que hemos delegado por pura pereza empiezan a ser muy gravosas

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    para nosotros y nuestros intereses, es posible que intentemos recuperar elpoder de decisin, pero con recuencia ya no es tan cil. Nuestros repre-sentantes han terminado desarrollando unos intereses corporativos pro-pios que entran en conficto con los intereses de sus representados. Como

    es obvio, a nadie se le puede obligar a participar, pero desde luego se pue-de preparar a la gente, vencer sus resistencias y miedos y potenciar la par-ticipacin. En todo caso, conviene recordar que el absentismo no parecerazn suciente para suspender el proceso autogestionario: la posibilidadde participacin debe estar siempre abierta, del mismo modo que la orma-cin en la participacin debe ormar parte de todo sistema que quiera serautogestionario. No debemos olvidar que no se nace participando, comotampoco se nace obedeciendo; esas cosas se aprenden.

    4. No es un modelo organizativo rentable. Para muchas personas, el esuer-zo invertido en la participacin no es compensado ni mucho menos por los

    benecios obtenidos. Algo de esto est ya presente en algunas objecionesanteriores, y a ellas he dado respuesta. Es cierto que nos puede resultarabsolutamente imposible participar en todos los mbitos en los que nosmovemos: acudir a asambleas deliberantes y decisorias en nuestra vivien-da, nuestro barrio, nuestra ciudad, en el trabajo, en las asociaciones a lasque pertenecemos voluntariamente..., puede ser absolutamente agotador.De hecho, no es muy inrecuente encontrarse con personas convencidasdel modelo que no paran de acudir a cientos de reuniones. En gran parte sepuede simplicar todo el proceso para que la asistencia a asambleas no seconvierta en toda una carga; en parte tambin, participar exige esuerzo,como lo exige el querer ser protagonista de la propia vida. Es posible, sinembargo, que haya que seleccionar, participando en algunos mbitos, perono en todos. Tambin es posible que sea necesario conar: no participo enalgunos mbitos, pero dado que en todos hay estructuras de participacincon ciertos niveles de autogestin, cono, en principio, que los que allparticipen representarn adecuadamente los intereses que yo comparto.Por ltimo, es posible igualmente que haya un techo para los mecanismosautogestionarios: insistir en ormas de autogestin a partir de determina-dos niveles o en determinados mbitos puede convertirse en algo contra-

    producente. En todo caso, esto ltimo es algo que deber ser vericado ycontrastado en la prctica. Para conocer los lmites de un modelo hay quellevarlo a la prctica, y esos lmites no invalidaran en absoluto el modeloque sigue siendo, en este caso, esencial.

    1. Es un modelo rgil y complejo. Sin duda lo es; no hay modelo organizati-vo, ni ste ni ningn otro alternativo, que pueda presentarse como establey denitivo. Posiblemente la autogestin reconoce esa ragilidad inheren-te a todo sistema humano y apela por eso a la participacin permanente

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    de todos los aectados como mejor manera de hacer rente a esas insu-ciencias. Ya he comentado anteriormente que no hemos nacido participa-tivos, aunque sa sea una de las posibilidades ms coherentes con nuestraconstitucin. En la autogestin, como en la democracia, hay siempre algo

    de apuesta por construir una sociedad en la que pueda forecer lo mejor denosotros mismos. Hay mucho de voluntad de poder, como vengo insistien-do en toda esta exposicin.

    4. Conclusin

    La apuesta por la autogestin constituye una de las propuestas ms slidas delpensamiento y la prctica libertarias. Es el modelo concreto y ecaz de organiza-cin de la vida social de los seres humanos en todos los mbitos en los que sta sedesenvuelve, desde la brica hasta la casas y desde stas hasta el barrio, el muni-

    cipio y el Estado. Crear las condiciones materiales y humanas que hagan posibleautogestionarse y adems hacerlo cada vez mejor, es uno de los objetivos estrat-gicos del anarquismo, que hara realidad lo que se postula en la teora y se detec-ta parcialmente en lo que de hecho ocurre en la vida cotidiana: la anarqua es lamxima expresin del orden.

    No es, sin embargo, tarea sencilla, puesto que cuenta con importantes enemi-gos y debe hacer rente a notables dicultades. stas proceden sobre todo de lasprcticas ya sedimentadas de una sociedad organizada en torno a principios je-rrquicos, que omentan justo lo contrario: la dependencia, la obediencia, el pen-samiento heternomo Demasiadas cosas estn organizadas de tal modo que noslo no se avorece la participacin y autonoma ciudadanas, sino que se la impidey se la denigra, y romper con esas inercias viscosas que todo lo entorpecen requie-re un lento trabajo de reconversin, con etapas de mayor aceleracin transor-madora y tiempos lentos en los que se pueden introducir cambios parciales. Losenemigos son externos e internos. Los primeros son quienes ocupan posicionesde poder y privilegio y pretenden seguir mantenindolas para garantizar unas con-diciones muy avorables de existencia aun a costa de otras personas, sean stasmuchas, vivan ahora o les toque vivir en un uturo prximo o lejano. Los segun-dos somos en muchas ocasiones nosotros mismos, como personas individuales,

    e incluso los colectivos que asociados luchan por omentar e implantar estructu-ras autogestionarias, criticando el orden establecido. En ambos casos parece quenos encontramos en situaciones en las que anida undamentalmente el miedo a lalibertad, a asumir las responsabilidades que se derivan de tomar las riendas de lapropia vida, y adems amenaza siempre la uerza de la pereza, el instinto tanticoque nos lleva a preerir la existencia ptrea, mineral, sin sobresaltos, sin xitos niracasos, con la sedante tranquilidad de la mediocridad, renunciando a la vida dequien lucha, busca, encuentra y nunca se rinde. Superar las resistencias de los pri-

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    meros no es desde luego tarea cil, pero tampoco lo es dejar atrs los miedos yrenuncias que plantean los segundos, que planteamos nosotros mismos.

    De ah que la autogestin deba ser entendida siempre como una idea regula-dora, es decir, como un criterio con el que sometemos a perpetua evaluacin lo

    que hacemos aqu y ahora y que adems nos orientan la direccin que debe seguirnuestra marcha. Una sociedad plenamente autogestionaria no es algo realizable acorto y medio plazo, pero eso no signica en absoluto que pierda su ecacia. Nola pierde primero porque es la meta que anima nuestros esuerzos, ese horizontede sentido hacia el que caminamos permanentemente. Y no la pierde sobre todoporque es el modelo que nos toca realizar aqu y ahora, en todas y cada una de lasprcticas que acometemos para vivir y transormar la sociedad y a nosotros mis-mos. Y en ese sentido no estamos hablando de una autogestin posible, sino deuna autogestin real, realizada en las mediaciones que el contexto y nosotros mis-mos permitimos y queremos transormar.

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    El gobierno

    de los bienes comunesPaco Puche

    Elinor Ostrom ha puesto en cuestin laafrmacin convencional de que la gestin

    de la propiedad comn suele ser inefcienteEl Comit del Nobel,

    al concederle el premio de Economa de 2009

    Tendremos alguna vez la inteligencia(intelecto ms aecto) para atrevernos a

    pensar y actuar en trminos de Recursos dePropiedad Comunal Planetaria, tal

    como lo hacen muchas culturaspobres y atrasadas como muestra

    Ostrom desde hace tiempo?1

    Federico Aguilera Klink

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    Por primera vez la concesin de un premio Nobel de Economa recae en unamujer y, tambin, ha sido especial el motivo por el que se le ha concedido, porquela trayectoria de la premiada contradice la economa convencional que se estudiaen las acultades y que aceptan muchos gobiernos y empresas. La letana que stos

    repiten es la de que no existe ms solucin para gestionar bien los supuestos bie-nes escasos que la propiedad privada y, en situaciones especiales, la estatal. ElinorOstrom viene a demostrar lo contrario. Curiosamente, y en contra de lo que sueleocurrir en estos casos, es casi imposible encontrar libros de la autora premiada osobre ella, y la razn es muy sencilla, ni siquiera su obra ms importanteEl gobier-

    no de los bienes comunes, publicada en 1990 y reeditada en el ao 2000, ha sidode nuevo publicada, estando las anteriores ediciones totalmente agotadas. ElinorOstrom es una gran desconocida en lengua castellana. Sus investigaciones son deespecial relevancia para demostrar que las propuestas de los libertarios son mu-cho ms que meras utopas y que la autogestin goza de muy buena salud, eso s,

    en pugna con la ideologa capitalista-neoliberal.

    La tragedia de los comunes

    El U.S. National Research Council (Consejo Nacional de Investigacin de Es-tados Unidos) reconoce la siguiente evaluacin: sa es la verdadera tragedia: vercmo los sistemas econmicos tradicionales que han uncionado durante siglos,se han vuelto obsoletos en pocas dcadas y se sustituyen por sistemas implaca-bles basados en la explotacin de la poblacin rural y de sus tierras2.

    Los sistemas econmicos tradicionales se han caracterizado por estar vin-culados directamente a la naturaleza a la que han considerado como sagrada,La

    Pachamama o Madre Tierra. Son economas de la reciprocidad (hoy por m ymaana por ti), de distribucin equitativa, de donacin y de intercambio. Siendoel trueque, lejos de lo que crea Adam Smith sobre el hombre primitivo, una ten-dencia poco comn a los seres humanos en sus actividades econmicas, sino msbien una inclinacin poco recuente3, y el comercio y algunos usos del dinerotan antiguos como la humanidad () mientras los mercados no ganan importan-cia hasta tiempos recientes4. Estos sistemas tradicionales, en sus diversas or-

    mas, han sido los ms practicados en la historia de la humanidad que, como homosapiens sapiens, abarca como mximo unos 200.000 aos. En la actualidad unos350 millones de integrantes de poblaciones originarias continan estas tradicio-nes econmicas.

    La Declaracin de las comunidades indgenas respecto del Convenio de la Or-ganizacin Mundial del Comercio sobre los derechos de propiedad intelectual(TRIPS, por sus siglas en ingls) del 25 de julio de 1999, que es muy signicativade lo que decimos, dice as: No a la patentizacin de la vida! Nosotros, las comu-

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    nidades indgenas del mundo, creemos que nadie puede poseer lo que existe en lanaturaleza. Un ser humano no puede ser propietario de su madre. La humanidades parte de la naturaleza () no podemos exigir algo que no nos pertenece. Perouna y otra vez nos han impuesto sistemas de propiedad occidentales que contradi-

    cen nuestra cosmovisin y nuestros valores5.La tragedia a que se reere el U.S. Council, citado ms arriba, como no ver-

    dadera, es la que se denomina la tragedia de los comunes. Su autor es GarrettHardin, que en 1968 inventa una especie de dogma econmico por el que sostie-ne que la propiedad o gestin comn de cualquier recurso (tierra, bosques, pas-tos, agua, aire, ocanos, genoma, etc.) est condenado a su deterioro, de maneratrgica, porque es un destino contra el que no tenemos nada que hacer. Y lo argu-menta como sigue:

    Imaginemos un pastizal al alcance de todos. Cada pastor racional concluyeque la nica opcin sensata es aadir otro animal a su rebao. Y otro, y otro, y

    otroSin embargo, a esta conclusin han llegado cada uno de los dems pastoresque comparten el pastizal y precisamente en eso reside la tragedia. Esta libertadlleva a todos a la ruina. () Tenemos solo una alternativa; venderlo como pro-piedad privada o conservar el carcter pblico pero restringiendo su derecho deentrada6.

    En 1991, Federico Aguilera responde a este dilema con un trabajo tituladoLa tragedia de la propiedad comn o la tragedia de la mala interpretacin eneconoma?7, cuyo ttulo ya es por s mismo esclarecedor. Dice Aguilera que, msque un problema, la propiedad (uso o gestin) comn es una cuestin de concep-to. Si la consideramos como Hardin un recurso abierto a todos s puede devenir enruina, pero no es una tragedia si la consideramos como un aprovechamiento, co-mo dice Kapp, celosamente regulado por hbitos e instituciones impuestos por lacostumbre (y) no hay dicultad en concluir que las sociedades tradicionales man-tenan un mnimo social de seguridad en la utilizacin de los recursos renovables.Es ms, lo que se puede armar es justo lo contrario, es decir, que el ejercicio totalde la propiedad privada es en la actualidad virtualmente imposible en un contextode ecosistemas. Por eso concluye su artculo Aguilera, citando de nuevo a Kapp,armando que la organizacin de principios de sistemas econmicos guiadospor valores de intercambio, es incompatible con los requerimientos de los siste-

    mas ecolgicos y la satisaccin de las necesidades humanas bsicas.Este texto trata de seguir la estela de las anteriores crticas, de la mano de Eli-nor Ostrom.

    Los sistemas implacables a los que reere el U.S. Council han de ser el tota-litarismo y el capitalismo. El primero sustituye a la comunidad por el Estado (ElLeviatn o el ogro lantrpico, segn los casos) y el segundo individualiza lasociedad, rompe los vnculos, consagra el homo economicus egosta, asigna a laeconoma el mvil de la ganancia, la maximacin y el crecimiento y, como conse-

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    cuencia, la explotacin de las gentes, el saqueo de la naturaleza y su propia auto-destruccin se vuelven irrerenables.8

    Los bienes comunes

    Los bienes comunes son las redes de vida que nos sustentan. Tambin las crea-ciones humanas que son siempre sociales. Son el aire, el agua, las semillas, la tie-rra, el espacio sideral, las culturas, el genoma, la biodiversidad, el paisaje, el sol, laautoregulacin, las materias primas, el sotware libre, las obras de arte, los sa-beres No son de nadie en particular, pertenecen a todos, a las generaciones u-turas y al resto de seres vivos (no podemos ser propietarios de nuestra madre).Proceden de los servicios de la naturaleza y de las construcciones culturales de lahumanidad. Como se ve, son heredados y de importancia bsica para la vida. Co-

    mo la mayora orman parte de ecosistemas, no son apropiables. Cmo se pue-de apropiar un individuo, o una sociedad annima, de un cardumen de peces quecambia constantemente de lugar o de un ro que fuye? Por eso, como ya senten-ci Quinto Horacio Flaco en el siglo I antes de nuestra era: resulta dicil denircomo propias las cosas comunes.

    Marx deca con toda razn que desde el punto de vista de una ormacin eco-nmica-social superior, la propiedad privada en manos de un individuo ser tanabsurda como la de un hombre en manos de otro hombre. Ni siquiera toda unasociedad o nacin, o todas las sociedades contemporneas reunidas, son propie-tarias de la tierra9. Esto mismo se puede armar desde la perspectiva de una or-macin econmica-social tradicional, como hemos visto. Por ello, el capitalismo yel totalitarismo se pueden considerar como un breve parntesis en una larga his-toria de la humanidad.

    La liquidacin histrica de los bienes comunes:de los cerramientos ingleses a la desamortizacin espaola, y ms all

    El paso desde el rgimen seorial al capitalismo tiene como un elemento ca-

    racterstico la lucha por el cerramiento de los campos (enclosures)por parte desus propietarios, cosa que les interesaba mucho porque podan dedicarlo a criarovejas y vender a muy buenos precios la lana. Se calcula que en Inglaterra, a na-les del siglo XVII, un tercio de los poseedores de tierras estaban condicionadospor derechos comunes10 consuetudinarios: espigueo, pastoreo, recoleccin, agua,paso, etc. Una costumbre llamativa era la de lasLammas-day, que se deca de tie-rras que eran propiedad privada hasta el 1 de agosto, momento en que quedabansometidas a derechos comunales de apacentamiento hasta la primavera. Desde

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    la creacin del mundo hasta ahora, la segunda hierba pertenece a la comunidad,se deca en la Revolucin rancesa de 1789.

    Estos cercamientos eran una autntica revolucin de los ricos contra los po-bres, por ello hubo muchas resistencias y el proceso que se inici en 1710 no cul-

    min hasta 1850. La siguiente lmina de mitad del siglo XVIII expresa con contun-dencia la oposicin que ejerci el pueblo durante cerca de 150 aos a la prdidade sus derechos comunes:

    Los eligreses y su prroco derribando el muro levantado en el parque de Richmond, 1748

    En Espaa, la propiedad de la tierra en el Antiguo Rgimen (antes del XIX) sereparta, aproximadamente, de la siguiente manera: la Iglesia el 16,5%, el seoroel 50% y los bienes concejiles (de propios o comunes) oscilaban entre un 22% enAndaluca y un 59% en Extremadura. Este todava ingente patrimonio comunal sevio sometido en el siglo XVIII y XIX a las mismas usurpaciones, enajenaciones yventas que haba surido en el pasado11.

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    La liquidacin en Espaa de los bienes comunes empieza en el siglo XIV12, con-tina con la desamortizacin y el ranquismo y culmina en la actualidad (ver la leyAndaluza 5/2010 de julio, sobre la reordenacin del sector pblico). La distincinentre tierras de los municipios (de propios, pblicos) y las comunes (de los veci-

    nos reunidos en concejos) no era clara, por lo que, histricamente, una orma deusurpacin era pasar los bienes comunes a de propios y de aqu a su privatiza-cin denitiva13. La actual Ley de Montes de 2003 incide en la misma ambigedad:dene a los montes comunales como los pertenecientes a las entidades locales,en tanto su aprovechamiento corresponde al comn de los vecinos. A pesar deesta dinmica, an se mantienen bienes comunes en Espaa: En Galicia los mon-tes vecinales llegan a 660.000 has; en Navarra el 43% de las tierras, unas 407.000has, son nominalmente comunales; en Castilla, ocupan cientos de miles de has; yen Cuenca el ayuntamiento posee unas 45.000 has14. En el caso de Mlaga, el Ca-tlogo de Montes de Utilidad Pblica de 1971 le asigna 101.508 has entre comn y

    pblico, o sea el 33% de los territorios con vocacin orestal.

    La liquidacin de los bienes comunes en la actualidad:el caso de Hernando de Soto y las lantrpicas del gran capital

    Avina y Ashoka

    El pasado junio de 2009 se desencadenaron en Bagua (Per) unas graves lu-chas entre los indgenas amaznicos y la polica del pas. El resultado ue de va-rias decenas de muertos entre maniestantes y policas (se habla de 50 muertosy 400 desaparecidos indgenas y 24 policas muertos). El asunto que ha provoca-do el conficto ha sido el intento de privatizar los bienes comunes de la Amazonapertenecientes a las comunidades originarias. En el marco de implementacin delos Acuerdos de Libre Comercio (TLC) con EEUU, se dictaron leyes para parcelardel orden de 63 millones de hectreas de selva en propiedades privadas de cinco aveinte mil hectreas. Las luchas han resultado hasta el momento ructeras, y seest produciendo una revuelta de los pueblos amaznicos llamados a cambiarlela cara al pas, y muy en particular, a los sectores que resisten y se organizan enmovimientos antisistmicos () la regin andino-amaznica est siendo sacudida

    por levantamientos indgenas en deensa de los bienes comunes15

    .En este conficto ha aparecido en escena un economista neoliberal peruano llama-do Hernando de Soto, uno de los asesores del presidente en la negociacin del reeri-do tratado TLC. Este economista va por el mundo diundiendo ideas parecidas a lasde Hardin, en el sentido de que los bienes comunes no permiten movilizar el capital nihacer entrar a los pobres en el circuito de la economa ormal privatizada y bancariza-da. Es lo que llama integrar a los parias en el capitalismo, y explica que los pobresson pobres porque no tienen registro de propiedad. Por eso propone transormar

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    los bienes comunes en propiedades parceladas, privadas y legalizadas. Y as va por elmundo. Actualmente, una undacin que preside ha recibido de los gobiernos canarioy espaol, en los ltimos aos, una subvencin de 700.000 para hacer un prediagns-tico de la situacin de la economa inormal de Senegal, Mali, Nger y Cabo Verde. 16

    Hernnado de Soto es, adems, miembro destacado de Ashoka, una undacin delgran capital experta en cooptar lderes sociales, nanciarlos y conducirlos, con elpropsito explcito de convertirlo todo en negocio a travs del mercado. La citadaundacin Ashoka est a su vez coaligada estrechamente con otra denominada Avi-na, cuyos medios proceden del negocio del letal amianto que su undador, StephanSchmidheiny, ha dominado en el mundo hasta los aos noventa. Por ello est sien-do juzgado por lo penal en Turn, demandado por los representantes de tres mil per-sonas, dos mil ya allecidas. Le piden 13 aos de crcel y 5.000 millones de indem-nizaciones (El amianto mata en el mundo 100.000 personas al ao, segn la OMS).

    Y para redondear el asunto, Ashoka se ha aliado con la undacin Bill y Melinda

    Gates para llevar a cabo el proyecto AGRA en rica, que es un intento de desarrollaruna segunda revolucin verde en el campo. Proyecto que ha sido rechazado por laVa Campesina, la mayor organizacin en el mundo de campesinos alternativos, queen un comunicado diundido el pasado mes de septiembre armaba que desde 2006esta Fundacin ha colaborado con la Fundacin Rockeeller, entusiasta promotora decultivos transgnicos para los pobres del mundo, para implementar la Alianza de unaRevolucin Verde en rica (AGRA), la cual est abriendo el continente a la semillatransgnica y a sustancias qumicas vendidas por Monsanto, Dupont y Syngenta 17.

    Los bienes comunes en el mundo al da de hoy

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    La Asociacin Internacional para el Estudio de los Bienes Comunes, creada en1989, cita cientos de sistemas de gestin colectiva de recursos comunes en uncio-namiento, en especial en pases no industrializados.

    Por ejemplo, en Mxico el 59% de la tierra es comunal y acoge a 3 millones

    de amilias; el 75% de los bosques es propiedad colectiva y el 50% de la pro-duccin orestal del pas est en manos de empresas comunitarias.

    En el mundo existen 800.000 cooperativas, en 80 pases, en las que trabajan100 millones de personas

    Los campesinos amiliares producen el 50% de los alimentos, y alimentanal 70% de toda la poblacin y son unos 1.500 millones.

    1.600 millones de habitantes obtienen parte sus alimentos en los bosques, y60 millones viven en ellos.

    Existen an 190 millones de pastores nmadas, que recorren tierras comu-nales.

    Y 35 millones de pescadores, de los cuales el 90% lo hacen en pequea esca-la, y obtienen el 50% de las capturas mundiales.18

    Todos estos habitantes gestionan propiedades comunes o usan de ellas.La tragedia anunciada por G. Hardin olvida que los bienes pueden ser de cuatro

    tipos: pblicos, comunes, privados o de nadie. Los pblicos son abiertos a todos yno son sustractivos (el aire que respiro no va en menoscabo del que ingiere mi veci-no); los comunes han de estar en accesos restringidos y son sustractivos, dan lugara juegos de suma cero: lo que unos usan es a costa de que otros no lo puedan hacer.Por tanto, ante los dilemas que plantea, Hardin olvida que hay un campo inmenso depropiedad, uso y gestin que son los bienes bien llamados comunes. En el siguientecuadro se puede ver con detalle esto que decimos:

    Uso, gestinPropiedad

    Colectivo Comn Privado Gestin Agente

    Pblica S Libre acceso

    No S Concesiones

    privilegios

    Democrtica/autoritaria

    EstadoAyuntamien-tos, etc

    Comn S Sin Libre acceso

    SSolo

    miembros

    NO Autogestin Autogestin

    Privada No S Costumbre

    S Sujetoa leyes

    Individual

    Sin dueoRes nullius

    SLibre acceso

    S S AcuerdosConvencindel Mar yT. Antrtida

    STodos

    Elaboracin propia con aporte comunitario

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    Por qu cooperamos?19

    Somos egostas por naturaleza el gen egosta como dice el neodarwinis-mo y la economa liberal? Es innato el instinto de agresin como arma cierta so-

    ciobiologa y etologa? Somos competitivos en la lucha por la vida? Estas ase-veraciones estn muy presentes en la vida acadmica y en la vida corriente, y seconsideran bien establecidas: pertenecen al imaginario social.

    El epgrae que abre esta parte con un interrogante, ms bien arma lo contra-rio pero se pregunta cmo es que ocurre eso en lugar de los supuestos ms esta-blecidos.

    Las relaciones entre organismos y especies se pueden encuadrar en alguna delas trece interacciones que ilustra el siguiente diagrama:

    Formas de relacin entre los seres vivos Fuente: Odum y Sarmiento20

    De las relaciones sealadas, seis son beneciosas para ambos seres o no perju-diciales, y siete son perjudiciales para algunos de ellos. Veamos algunas de ellas.La competencia denota la lucha por la misma cosa. Una veces resulta excluyente,entonces una especie (u organismo) es o bien eliminada, o bien obligada a buscarotro hbitat, o bien se adapta a la coexistencia reduciendo la presin competitivaa travs de cambios siolgicos, conductuales o genticos o, en n, se reparten

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    Tenemos rasgos de nuestros dos primos cercanos, por eso exclama de Waal:Ya est bien de la supervivencia del ms apto () hay mucho de eso, por supues-to, (pero para los primates) llevarse bien con los dems es una aptitud capital,porque las posibilidades de supervivencia uera del grupo, merced a predadores y

    vecinos hostiles, son nmas26.

    Kevin, un bonobo macho

    Nuestro lado oscuro es tristemente obvio: se estima que slo en el siglo XX,160 millones de personas perdieron la vida por causa de la guerra, el genocidio ola opresin poltica. Pero la agresividad humana en el siglo XX no es extensible atodas las pocas porque no hay evidencia sobre el asunto, ms bien se puede ar-mar que los grupos de cazadores-recolectores contemporneos coexisten en pazla mayor parte del tiempo (porque) la guerra no es un impulso irreprimible. Esuna opcin27.

    Los rasgos cooperativos han quedado marcados en nuestra siologa a travsde las denominadasneuronas espejo28 que inducen a la empata, es decir a la ten-dencia a ponerse en el lugar del otro y surir, llorar y rer con l, y a travs del de-nominado ojo colaborativo 29, que se maniesta a travs del blanco del ojo, la es-clertica, que es casi tres veces ms grande que en las ms de otras 200 especiesde primates. Esta caracterstica especcamente humana hace que la direccin dela mirada de un individuo sea detectable para los dems y sirve para comunicarse.Por tanto podemos esperar cooperacin ya que est en nosotros por naturaleza.

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    Despus de lo dicho, podemos establecer algunas conclusiones: Pertenecemos a un mundo vivo simbitico, autoorganizado y con un xito

    cirado en 3.500 millones de aos de permanencia, a pesar de que el 99%de las especies han desaparecido.

    Con unos antecedentes humanos (los bonobos) colaboradores y pac-cos, adems de los violentos (los chimpancs).

    Por ello el mundo de la vida es mucho ms que egosmo, competencia yviolencia: podemos desarrollar mucha amistad y cooperacin.

    Kropotkin se adelant a estas conclusiones en el siglo XIX con una visin pro-tica. Armaba que, adems de la lucha mutua, se observa al mismo tiempo, enlas mismas proporciones, o tal vez mayores, el apoyo mutuo, la ayuda mutua, laproteccin mutua entre animales pertenecientes a la misma especie o, por lo me-nos, a la misma sociedad () de manera que se puede reconocer la sociabilidad

    como el actor principal de la evolucin progresiva 30.

    Elinor Ostrom y el gobierno de los bienes comunes

    El premio Nobel de economa de 2009 le ha sido concedido a Elinor Ostromporque ha puesto en cuestin la armacin convencional de que la gestin de lapropiedad comn suele ser ineciente, razn por la cual debera ser gestionadapor una autoridad centralizada o ser privatizada. A partir de numerosos estudiosde casos de manejo por parte de sus usuarios de bancos de pesca, pastizales, bos-ques, lagos y aguas subterrneas, Ostrom concluye que los resultados son, en lamayora de los casos, mejores que en las predicciones de las teoras estndar. Susinvestigaciones revelan que los usuarios de estos recursos desarrollan con re-cuencia sosticados mecanismos de toma de decisiones, as como de resolucinde confictos de intereses, con resultados positivos.31

    La galardonada, en una entrevista que se publica digitalmente, arma: Hemosestudiado varios cientos de sistemas de irrigacin en el Nepal. Y sabemos que lossistemas de irrigacin gestionados por los campesinos son ms ecaces en tr-minos de aprovisionamiento de agua y presentan una mayor productividad que

    los abulosos sistemas de irrigacin construidos con la ayuda del Banco Mundialy la Agencia Norteamericana de Ayuda al desarrollo (USAID), etc. As, sabemosque muchos grupos locales son muy ecaces32 . Pero no solo se dan estos xitosde gestin de bienes comunes en muchas experiencias recientes, sino que lo msllamativo son las mltiples experiencias que llevan cientos de aos uncionandobien33. Tal es el caso de la aldea de Trbel, en la regin alpina de Suiza, con 600 ha-bitantes y que gestiona los bienes comunes desde 1225. stos aectan al 80% delterritorio y en ellos coexiste la propiedad privada con la comunal, estando esta l-

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    tima en rgimen de autogestin. Para evitar desigualdades, readjudican los dere-chos de pastoreo cada 10 aos.

    Otro caso digno de mencin es el caso de Japn. Entre 1600 y 1867 existan mi-les de aldeas comunales, que abarcaban unos 12 millones de hectreas, lo que su-

    pona un 30% de todo el territorio. En la actualidad solo quedan unos 3 millones dehectreas, o sea el 10% del territorio. La asamblea, en autogestin, creaba reglasdetalladas de su gobierno y gestin, asignaba trabajos colectivos y contaban consistemas de supervisin y castigos internos.

    Otro caso de mucho inters es el que se ha mantenido en las Costas Levantinasespaolas, desde la poca rabe, siglo XIII, hasta nuestros das, en los sistemas demanejo de riegos comunes. En Valencia se tienen noticias de que, desde 1435, elTribunal de Aguas se ha reunido durante siglos todos los jueves a la puerta de lacatedral. Se tomaban decisiones inmediatas para solventar los confictos, segnreglas establecidas y se ponan las multas pertinentes.

    El caso de Filipinas, con las comunidades de riego, tambin es de larga dura-cin. Hay noticias de su existencia desde 1630; en 1979 an quedaban 686 siste-mas de estos riegos en comunidad. Los comuneros reunidos en asamblea hacensus reglas, especcas para cada lugar, eligen sus uncionarios, cuidan sus cana-les y deciden las contribuciones de trabajo para la colectividad de cada uno delos comuneros.

    Constata Ostrom que an no se ha encontrado un ejemplo de un bien comnque haya surido un deterioro ecolgico cuando todava era comn. En la entre-vista citada ms arriba, Elinor Ostrom subraya que el xito del gobierno de losbienes comunes no es automtico, as contesta: sabemos que muchos grupos lo-cales son muy ecaces. Pero esto no es universal, de modo que no podemos sertan ingenuos como para pensar Oh, jate, limitmonos a entregar las cosas a lagente, que siempre se organizar. Existen muchos escenarios que desestimulan laautoorganizacin.

    Hay unas condiciones para que la autogestin uncione con ecacia y sea dura-dera. El secreto est en el cumplimiento regular de las siguientes caractersticas:

    1.Especicacin clara de los lmites. Tanto las personas que tengan dere-cho a extraer el recurso como el propio recurso deben estar claramente especi-

    cados y delimitados. No hay libre acceso.2. Coherencia entre las condiciones locales y las reglas de apropiaciny de colaboracin. Las reglas de apropiacin que limitan el momento, el sitio, latecnologa y/o la cantidad del recurso que se puede extraer, deben estar relaciona-das con las condiciones locales y las reglas de colaboracin que indican el trabajo,el material o el dinero a aportar.

    3. Acuerdos sobre las decisiones colectivas. La mayora de los individuosaectados por las reglas operativas pueden participar en la modicacin de di-

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    chas reglas. Son soberanos, deciden autogestionariamente. Se dan reglas y elloslas modican.

    4. Supervisin y control del cumplimiento de las reglas. Las personasque controlan el cumplimiento de las reglas son responsables ante los miembros

    o son, ellos mismos, miembros.5. Sanciones proporcionadas. Los usuarios que incumplan las reglas sern

    sancionados de manera proporcional, bien por otros usuarios, bien por los encar-gados de vigilar el uso del recurso.

    6. Mecanismos para la resolucin de los confictos. Los usuarios y los vi-gilantes tienen rpido acceso a medios (oros) locales accesibles y baratos pararesolver los confictos que ocurran tanto entre usuarios como entre usuarios y vi-gilantes.

    7. Reconocimiento mnimo del derecho a auto-organizarse. Los derechosde los usuarios para disear sus propias instituciones no estn amenazados por

    autoridades gubernamentales externas.8. Mltiples niveles gestin de la coordinacin. Se desprende que, como

    mnimo, tiene que haber, pues, acceso restringido, reglas claras, capacidad autoor-ganizativa soberana, sistemas de control y sanciones, mecanismos de resolucinde confictos y coordinacin con otros niveles de autoorganizacin.

    El siguiente cuadro (Tabla 1) compara ocho experiencias estudiadas por Os-trom en las que se dan las tres posibles situaciones de xito, racaso o situacinde debilidad:

    Vemos que en el caso de que no se cumplan casi ninguna de las condiciones se-aladas, el racaso es seguro, y el xito depende precisamente de su cumplimien-to. La alta de reglas, el acceso abierto, la alta de supervisin y las correspondien-tes sanciones son los deectos que llevan al racaso, seguido de la autogestin.La existencia de gorrones y de alta de participacin resulta intolerable para elbuen gobierno de los bienes comunes.

    Conclusiones

    Las instituciones que descansan sobre el concepto de propiedad comn hanjugado un papel socialmente benecioso desde la prehistoria econmica hastanuestros das, por ello lo que se desprende por razones histricas y sistmicas esque el ejercicio total de la propiedad privada es en la actualidad virtualmente im-posible en un contexto de ecosistemas.

    Un pensamiento alternativo debe tener unos undamentos biolgicos, antropo-lgicos e histricos que lo hagan creble, y stos existen tal como hemos ido des-brozando. Por tanto, hay que rechazar las imgenes del egosmo generalizado, laviolencia irrestricta y la competencia eroz. Un pensamiento poltico de la izquier-da en todas sus acepciones debe ser esperanzador y no derrotista, que es el que

    corresponde a la derecha. Las ideas y prcticas de egosmo, competencia y vio-

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    lencia ocurren bajo el capitalismo y las teoras e instituciones que lo apoyan. Co-mo dice John Berger, lo que est ocurriendo es lo siguiente: que en primer lugarestn los operadores del orden mundial, los cuales toman cada minuto alguna de-cisin que aectan a millones de vidas, sin responder ante nadie. Tenemos despusa millones y millones de personas que en un cierto sentido no tienen poder. Estaspersonas trabajan para orecer pequeas soluciones que les permitan sobrevivircon la mayor simplicidad... no estn planicando el cambio, simplemente lo cons-truyen con sus propias vidas.

    ...En el espejo que el cielo me orece veo un espacio que contiene dentro des a todas las personas que intentan restituir un sentido a sus vidas.Como conclusin nal podemos decir que, no solo otro mundo es posible, si-

    no que ya se est construyendo cada da.El desenlace nal queda en nuestras manos.

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    Tabla 1

    Fracaso

    NoSSNoNoSNoNoCalifornia

    Mojave

    Fracaso

    NoNoNoNoNoNoNoSSriLanka

    Kirindi

    Fracaso

    NoDbilNoNoNoNoNoNoTurquaBahaIzmir

    FrgilSDbilDbilPoca

    InformaSSSS

    SriLankaGal Oya

    FrgilNRDbilDbilSSDbilSNoTurqua

    Alanya

    xitoSSSSSSSSFilipinas

    xitoNRSSSSSSSJapn

    xitoNRSSSSSSSTrbel

    Resul-tados

    Coor-dina-

    cin

    Derechoorganiza

    cin

    Conflic-tos

    Sancion-es

    Super-visin

    Auto-gestin

    ReglasLmitesLugar

    Fracasos y xitos comparados

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    Notas y reerencias

    1 Aguilera, F. (2009), Una nota sobre la Nobel de Economa Elinor Ostrom,Revistade Economa Crtica, n 8, segundo semestre, p.7

    2 Helrich, S. comp. (2008). Genes, bytes, y emisiones: bienes comunes y ciudadana,Fundacin Heinrich Bll, p.123

    3 Polanyi,K. (1944).La gran transormacin. Crtica del liberalismo econmico, LaPiqueta, 1989, p.390

    4 Polanyi, K. (1957). El sistema econmico como proceso institucionalizado, enLecturas de antropologa social y cultural, Cuadernos de la UNED, 2000, p. 398

    5 Helrich, S. comp. (2008), o. cit. p. 1086 Hardin, G. (1968), La tragedia de los espacios colectivos, en Daly, H. (1989),Econo-

    ma, ecologa, tica, FCE. pp. 115 -116 7 Aguilera, F., coord. (1992),La economa del agua, Ministerio de Agricultura. pp. 365

    y 377 8 La idea de un mercado que se regula a s mismo () no poda existir de orma

    duradera sin destruir al hombre y sin transormar su ecosistema en