aunque es de noche - jose maría vigil

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Aunque Es de Noche - Jose María VigilHIPÓTESIS PSICO-TEOLÓGICAS SOBRELA «HORA ESPIRITUAL»DE AMÉRICA LATINA EN LOS 90Acción cultural cristianaMadrid2000

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  • AUNQUE ES DE NOCHEHIPTESIS PSICO-TEOLGICAS SOBRE

    LA HORA ESPIRITUALDE AMRICA LATINA EN LOS 90

  • JOS MARA VIGIL

    AUNQUE ES DE NOCHE

    HIPTESIS PSICO-TEOLGICAS SOBRE

    LA HORA ESPIRITUAL

    DE AMRICA LATINA EN LOS 90

    PRLOGO DE PEDRO CASALDLIGA

    ACCIN CULTURAL CRISTIANA

    Madrid, 2000

  • ACCIN CULTURAL CRISTIANA

    Nm. 36

    ACCIN CULTURAc/. Sierra de OncalaTelf. 91 478 12 228018 [email protected]:/www.eurosur.

    Depsito Legal: S.406

    I.S.B.N.: 84-931516-0

    Imprenta KADMOSTelf. 923 28 12 39

    Salamanca, 2000L CRISTIANA, 7, Bajo dcha.

    0

    org.acc

    -2000

    -2

  • Qu aclare!Que amanezca en el cielo y en la tierra. No habr gloria ni grandeza hasta que exista la criatura humana:el ser humano formado. Popol Vuh.

    Cuando an era de noche, cuando an no haba da, cuando an no haba luz, se reunieron. Se convocaron los dioses,all en Teotihuacn. Cdice Matritense. Museo de Antropologa de Mxico.

  • ndice

    PRLOGO DE PEDRO CASALDLIGA: DE NOCHE Y DE DA A LA VEZ .......................... 13

    INTRODUCCIN ........................................................................................................ 17

    I PARTE: VER

    1. LA HORA ESPIRITUAL DE AMRICA LATINA EN LOS 90............................................ 19

    II PARTE: JUZGAR

    2. PARA UN DIAGNSTICO PSICOLGICO DEL CONTINENTE EN ESTA HORA .................... 53

    2.1. INTERPRETACIN DESDE EL PSICOANLISIS SOCIAL ............................................... 532.2. INTERPRETACIN DESDE EL CONDUCTISMO.......................................................... 572.3. INTERPRETACIN DESDE EL COGNITIVISMO .......................................................... 64

    3. PAPEL PSICOTERAPUTICO DE LA FE CRISTIANA Y DE LA TEOLOGA .......................... 75

    3.1. DIMENSIN COGNITIVA DE LA RELIGIN............................................................... 763.2. DIMENSIN COGNITIVA DE LA TEOLOGA ............................................................. 803.3. DIMENSIN COGNITIVA DE LA CRISIS LATINOAMERICANA ......................................... 84

    III PARTE: ACTUAR

    4. TERAPIA PARA LA ESPERANZA ............................................................................... 87

    4.1. SOBRE LOS PENSAMIENTOS DISTORSIONADOS....................................................... 874.2. SOBRE LOS SENTIMIENTOS DISTORSIONADOS........................................................ 944.3. SOBRE LA REALIDAD HISTRICA........................................................................ 102

    CONCLUSIN: DE VUELTA DE EMAS, AUNQUE DE NOCHE................................................ 107

    EPLOGO ABIERTO .................................................................................................... 117

    APNDICES:

    ORACIN TERAPUTICA PARA MILITANTES ....................................................................... 125

    PARA UNA HIGIENE PSICOLGICA DE LA ESPERANZA.......................................................... 127

    BIBLIOGRAFA .......................................................................................................... 131

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  • Resumen

    Segn la clsica metodologa latinoamericana, la obra se estructura en tres partes. En la primera tratamos de aproximarnos a la realidad del Continente hacien-

    do una descripcin de la hora espiritual que vive como fruto acumulado histri-co de las ltimas dcadas.

    En la segunda parte se echa mano de varios recursos tericos para iluminaresa hora. Estos recursos se toman de la Psicologa y de la Teologa.

    a) En cuanto a la psicologa (captulo segundo), apoyndonos en elPsicoanlisis Social hacemos plausible la hiptesis de que Amrica Latina pade-ce en este momento una enfermedad social.

    Apoyados en la escuela Psicolgica del Conductismo, tratamos de estable-cer que dicha enfermedad social es la depresin psicolgica, y establecemos unparalelismo comparativo entre los rasgos de la depresin individual y los rasgos dela enfermedad psicolgica del Continente.

    Apoyados en el Cognitivismo nos acercamos a los procesos cognitivos de ladepresin, para tratar de intuir una salida teraputica mediante el influjo en lasestructuras dinmicas cognitivas que subyacen en la vida ideolgica psicosociallatinoamericana.

    b) En cuanto a la teologa (captulo tercero), tratamos de mostrar la dimen-sin cognitiva de la religiosidad y de la teologa, as como de la crisis latinoameri-cana, para tratar de describir el papel teraputico que la religin en general y lateologa en particular pueden jugar en esta hora.

    La tercera parte (captulo cuarto) trata de volver la mirada hacia la prctica,concretando ese papel teraputico desde un acceso tripartito: sobre los pensa-mientos, sobre las emociones y sobre la realidad histrica.

    La conclusin resume, a partir del smbolo de los discpulos de Emas, todoel contenido de este libro.

    Los apndices aportan elementos complementarios.

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  • PrlogoDe noche y de da a la vez

    Ya sabemos que los pueblos y las Iglesias tienen su hora. La coyuntu-ra ha pasado a ser, entre nosotros, una referencia, terica y prctica, familiar.En la Iglesia catlica, bastante recientemente por cierto, hemos descubierto lossignos de los tiempos, gracias sobre todo al Concilio Vaticano II. Los cristianosy cristianas deberamos haber aprendido mucho antes la leccin evanglica acer-ca de la hora.

    Vigil nos advierte en esta obra que los pueblos y la Iglesia (hablo ahora ya dela Iglesia de Cristo y me refiero a todas las Iglesias) tienen tambin su psicologa.Y ah, en esa psicologa colectiva, podrn aflorar todo tipo de entusiasmos y espe-ranzas, o de psicosis y neurosis, de salud espiritual o de patologa gregaria.

    La hora espiritual, el estado de nimo de Nuestra Amrica, como recono-ce Vigil hacindose eco ms que de la opinn pblica continental, del sentimien-to continental, es de derrota, de despus de, de callejn aparentemente sin sali-da, de perplejidad total. (El socilogo y militante cristiano, Plinio Arruda Sampaio,nos confidenciaba recientemente, en un encuentro ecumnico de obispos y pas-tores, que nunca como ahora haba sentido, simultneamente, la perplejidad porun lado, y la certeza radical por otro. Ya es una buena pista esa actitud del soci-logo. Caben juntas las dos cosas.)

    Esa perplejidad de la hora espiritual del Continente fcilmente se ve tentadaa condenar o por lo menos a minimizar de modo drstico las mejores aspiracio-nes y luchas del pasado, tan reciente, tan heroico, como utopas absurdas; y con-secuentemente porque el pasado condiciona el porvenir se ve tentada tam-bin a renunciar a un futuro utpico, de identidad propia, siempre mejor que elpresente, y alternativo a esa monstruosidad neoliberal que se nos impone, comoel ideal fin de la historia humana, adems. (Por su experiencia histrica y por suvocacin de futuro, la verdadera humanidad habr de ser siempre alternatividad alstatus quo.)

    Yo pienso que en el Continente vivimos con una virulencia ms sofisticada,eso s, una especie de complejo de dependencia fatal, sin vuelta. No acabamosde escarmentar. Con demasiada facilidad cremos, un da, que la dependenciaya no explicaba nada de nuestra situacin de pases subdesarrollados. Y en rea-lidad, como sub-Amrica y como Tercer Mundo, seguimos siendo pura depen-

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  • dencia oficialmente hablando y adems para una exclusin mayoritaria.Antes, nos pareca que dependamos para desarrollarnos y llegar a ser un dacomo los primeros y grandes eran. Hoy estamos sintiendo que dependemospara ser o no ser; para no ser, la inmensa mayora, cada vez ms empobrecida,excluida ahora, sobrante.

    Es de noche todava, dice Josemari. De la noche oscura de los pobres y desus aliados, naturalmente, hablbamos Vigil y yo en un texto circular reciente.Negar esa noche sera negar la evidencia, y rendirse consiguientemente al miedoo a las sombras. Sera negar el desafo. Renunciar a las nuevas luchas y esperan-zas. En cristiano, sera, o creer que ya no hay ms Reino, o despojarlo de su cruz.Nuestra dramtica situacin de pobreza y exclusin crecientes; la violencia insti-tucionalizada y marginal (la violencia como economa, incluso); el egosta slvesequien pueda, la postmilitancia y quizs postsolidaridad, el pragmatismo interesa-do y miope, desclasado, individualista, francotirador; la desestructuracin delEstado, con la real negacin de la sociedad estructurada en convivencia y reci-procidad; el desconcierto de partidos y sindicatos de izquierda; la involucin de lasiglesias y el estallido de fundamentalismos y alienaciones pseudorreligiosas todoello, en el contexto mayor del mundo todo y no slo de nuestro Continente, puededescribir con trazos impresionistas la noche que nos envuelve.

    Pero hay peros que maduran; hay noches embarazadas de da. Siguesiendo da, o empieza a serlo otra vez, y de otro modo, aunque es de noche. (Elverso es de Juan de la Cruz, claro, y para el poeta mstico la noche vena carga-da de luz, de encuentro, de vida; siempre al socaire de los levantes de la aurora.)

    Los mismos tericos o telogos de esa idolatra dominante van detectandoprogresivamente las grietas inevitables del muro neoliberal. Y la experiencia delas polticas serviles de nuestros propios pases nos van dando la razn acerca delinevitable fracaso de ese capitalismo totalitario, homicida ahora, suicida despus.El mercado total no puede ser el futuro de la humanidad.

    El telogo holands Schillebeekx, en el tercer volumen La humanidad,relato de Dios de su triloga teolgica, postula insistentemente la condicin deco-creaturalidad y de co-humanidad que definen, por voluntad del Dios de la Vida,nuestra frgil y gloriosa condicin humana.

    Aunque siga siendo de noche y sean cuales fueren las noches que todava nosesperan, porque caminamos en el tiempo, podemos y debemos crear utpica-mente (como divinamente) y convivir co-humanamente (como ya escatolgica-mente). Ni por humanidad, ni por fe religiosa, podremos aceptar nunca la fatali-dad como destino, o la exclusin como programa social.

    Vigil tiene razn en contestar la ingenuidad pasiva de aquellos/as que acep-tan que ya pas la hora de la utopa y de la militancia, que el paradigma ahoradebe ser otro: ms light?, ms dbil?, ms posmoderno?

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  • Hoy ms que nunca, por esa tentacin de fracaso o de acomodacin que nosacecha, debemos preguntarnos y responder vitalmente: Ser que ya no tiene vali-dez el paradigma de la co-humanidad, en igualdad fraterna, en identidades libres,en solidaridad complementaria? Ser que ya no tiene validez el paradigma defi-nitivo del Reino? Y, traduciendo esos dos paradigmas mximos que acabansiendo uno solo en los compromisos prcticos ineludibles, ser que ya no tienevalidez el paradigma militante de la opcin por los pobres y la liberacin de laspersonas y de los pueblos? Una vez ms y por inercia tradicional, nos estamossometiendo al colonialismo de dependencia: esta vez, a un colonialismo econ-mico, social, cultural y espiritual; sin futuro para nosotros, en el futuro de ellos.

    Espero que este libro, tan incisivamente coyuntural, de Jos Mara sea comoel grito de alerta y de esperanza del centinela de Isaas: Qu hay de la noche,hermanos, hermanas?

    Aunque es de noche todava, forcemos siempre el Da Nuevo en la espe-ranza, con utopa, militantemente contra el poder de esta noche. Para el Da dela universal Solidaridad fraterna.

    PEDRO CASALDLIGA

    Obispo de So Flix do Araguaia, Mato Grosso, Brasil.

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  • Introduccin

    Los cambios que ha sufrido la coyuntura mundial en los ltimos aos hansupuesto un cambio radical para las perspectivas populares. Todo un horizonte deutopas y esperanzas parece haberse venido abajo. El cambio de poca ha sidodemasiado profundo como para no causar una conmocin en la conciencia, en laesperanza y hasta en la salud mental de grandes sectores de la poblacin. Muchosmilitantes polticos, ex-combatientes, lderes de base, polticos, educadores popu-lares, agentes de pastoral, intelectuales han sentido cmo las grandes conviccio-nes y utopas que durante muchos aos constituyeron el suelo firme sobre el queconstruyeron sus vidas por las que realizaron acaso hazaas verdaderamenteheroicas han desaparecido bajo sus pies. No pocos, quiz los ms dbiles psi-colgicamente, o los que ms haban arriesgado en el empeo, han pagado en supropia carne con crisis y trastornos ticos, psicolgicos o sicosomticos. En esasituacin se sienten sin un suelo sobre el que apoyarse, enteramente desprotegi-dos, y urgentemente necesitados de una reinterpretacin del pasado y del pre-sente, de cara a poder reconstruir la esperanza y un sentido que les permita seguirviviendo. La hora psicolgico-espiritual que vive el Continente es compleja ydelicada.

    Nuestro estudio se sita dentro de esta realidad y en esta perspectiva. Quiereser en primer lugar una palabra para estos hermanos militantes. Y quiere tambinhacer una aportacin modesta al dilogo y al discernimiento continental sobre losdesafos de esta hora que estamos viviendo.

    Lo subtitulamos como hiptesis psico-teolgicas sobre la hora espiritual deAmrica Latina en los 90. Ms que una tesis demostrada se trata de unas hip-tesis aventuradas, adivinadas por intuicin en el cruce de la confluencia entre elanlisis psicosocial y la reflexin teolgica.

    Aunque es de noche, todava, es necesario velar, no dormir, caminar, ymirar atentamente a las estrellas, para ver y agradecer las muchas luces que ilu-minan la oscuridad. Aunque es de noche, podemos hacer de ella una noche claracomo el da, porque es de noche y de da a la vez.

    Escribo desde Nicaragua, que, si bien ha sido durante aos y en algunamedida sigue siendo todava un poderoso y emblemtico smbolo latinoameri-cano y una caja de resonancia de los problemas del Continente, no deja de ser unpunto de vista concreto y como tal limitado. Siento al escribir toda la piel deAmrica en mi piel, pero ello no garantiza que la visin continental que aqu se

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  • pretende sea ms que una arriesgada hiptesis, como subtitulo este estudio. Esbien probable que la multifactica y variopinta Amrica Latina, aunque perfecta-mente intuible, sea profundamente resistente a un diagnstico nico y simplifica-dor. Este pequeo libro puede ser, simplemente, una reflexin en voz alta, sin mspretensiones, situado en un punto muy localizado del Continente. Soy de estomuy consciente, pero no quiero por ello acobardarme y callar por timidez o dema-siada exigencia. Es, en todo caso, con toda sencillez, una aportacin ms, pecu-liarmente interdisciplinar, que quiere unirse al esforzado trabajo colectivo que portodas partes estamos realizando actualmente en el Continente, no pocas vecesincluso en silencio, en esta hora de discernimiento callado y reflexivo.

    En sntesis, lo que pretendemos es: Trazar un anlisis psico-social de la coyuntura espiritual latinoamericana

    que vivimos. Descubrir el papel teraputico privilegiado que la fe religiosa popular

    puede jugar en esta coyuntura de cara a los pobres y a todos sus aliados. Hacer de esta reflexin un aporte mnimo pero real a la conciencia psi-

    colgica del Continente en esta hora. Nuestro lugar social est marcado por la opcin por los pobres. Cada lugar

    tiene su perspectiva. La nuestra es una. S que hay otras, contrarias, a las que dejode lado. No satisfar nuestra visin a quienes miran la historia desde el otro lado.

    Este trabajo procede de una monografa de licenciatura en psicologa. Hasido la Editorial Envo del Instituto Histrico Centroamericano de la UniversidadCentroamericana de Managua quien con su inters por el texto le ha dado el besoque lo ha despertado y lo hace salir a la plaza pblica, no sin antes ser adaptado,simplificado y liberado de trminos tcnicos y de referencias ms acadmicas quepodran haber dificultado su lectura para el gran pblico. A la editorial y todo suequipo directivo y trabajador nuestro agradecimiento.

    Jos Mara Vigil, Managua, Pascua de Resurreccin de 1996

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  • I Parte: VER1. LA HORA ESPIRITUAL DE AMRICA LATINA EN LOS 90

    En nuestro trabajo pretendemos partir de la realidad, para luegoreflexionar sobre ella y concluir extrayendo algunas pistas de accin osugerencias para la praxis. Ese partir de la realidad es el objetivo de estaprimera parte.

    Siendo fundamental e imprescindible nuestro abordaje de la praxis,tiene, no obstante, su peculiaridad: no nos acercamos a la realidad de estahora del Continente como socilogos ni como politlogos, sino como psi-clogos y como creyentes. Y no nos acercamos a ella desde una pretendi-da neutralidad respecto a todo inters que no sea cientfico, sino confe-sando proclamadamente nuestra comunin con la Causa de los pobres, ala que queremos servir explcitamente con este trabajo.

    Por otra parte, no hablamos aqu como estudiosos que miran la rea-lidad desde fuera, con fra objetividad, sin involucrarse en ella ni sentirseparte de la misma. Ese carcter objetivante del abordaje de la realidad estausente en estas pginas. La primera persona del plural aqu utilizada nosignifica una identificacin personal del autor con cada una de las expe-riencias que aqu se refieren el autor no ha sufrido en propia carne todolo que aqu se describe pero s significa que lo ha compartido y ha sidotestigo de ello desde dentro.

    Aqu, pues, no pretendemos hacer una enumeracin de hechos his-tricos mirados desde la perspectiva histrica o sociolgica lo cual ade-ms desbordara las posibilidades de un estudio como ste sino un balan-ce global de las repercusiones que ha tenido en la conciencia popularcontinental lo que llevamos de la dcada de los aos 90, mirado desde lacitada perspectiva de la psicologa y la teologa aunque sta ltimaparezca estar en esta primera parte menos explcitamente presente.

    No una poca de cambios, sino un cambio de poca

    Este slogan, que se ha hecho tan popular y tan tpico, expresa perfecta-mente la realidad social de la que queremos partir.

    Desde hace tiempo la humanidad se ha venido habituando a convivir con loscambios. Los ltimos siglos han registrado varias revoluciones: la antropocntri-ca del Renacimiento, la cientfica de los siglos XVI y XVII, la industrial del XVIIITodos los campos de la actividad y del pensamiento humanos han estado sujetosa mutaciones constantes y profundas. Queriendo describir caracterizadamente

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  • esta poca se deca, ya por los aos 60, que la aceleracin que la poca moder-na experimentaba era tal que ya no siempre le era posible al ser humano actualseguir su ritmo 1. La velocidad del ritmo de los cambios histricos se acelera de unmodo exponencial, se dice comnmente con una luminosa metfora matemtica.Con tal aceleracin, no es posible expresar, fuera de la metfora, cul pueda serla velocidad de cambio que estamos viviendo treinta aos ms tarde, hoy, en laactualidad.

    En torno al ao 89-90 ocurrieron tambin muchos cambios, que en un pri-mer momento pudieron pasar desapercibidos. Lo que despus se ha visto con cla-ridad es que aqullos, no fueron simplemente unos cambios ms entre otros, den-tro de la ya casi acostumbrada poca de cambios, sino unos cambios queprodujeron un cambio dentro del cambio: un cambio de poca.

    Casi de golpe, amanecimos en un mundo nuevo. El siglo XXI se anticipabruptamente. El cambio oficial de siglo, lo que se producir en el paso del 31 dediciembre de 1999 al primero de enero del ao 2000, ser mucho menos signi-ficativo, menos profundo y menos cambiante que lo que ocurri en torno a losaos 89-90. El verdadero cambio de siglo, el cambio real de poca lo recor-dar la historia como datado en torno a los aos 1989-90.

    Lo ms llamativo de los cambios que nos hicieron pasar pgina histrica yalo sabemos fue el derrumbe del llamado socialismo real del Este europeo, juntocon la derrota electoral de la revolucin sandinista en Nicaragua y el comienzo dela reversin de los procesos revolucionarios centroamericanos.

    En pocos meses cambi el mundo, cambi Centroamrica, cambiNicaragua. Y ese cambio dentro del cambio se fue desplegando imparablementedentro de la dcada de los 90. Era un tiempo nuevo, un cambio de poca, unmundo distinto. Slo poco a poco iramos descubriendo todas sus virtualidades, ylas reacciones que produjo fuera y dentro de nosotros. A esta experiencia mun-dial, tal como fue vivida desde Amrica Latina, es a la que queremos acercarnos.

    La derrota electoral en Nicaragua

    Para comenzar el abordaje de este cambio de poca con un simblico mojnlatinoamericano, vamos a evocar en primer lugar la derrota electoral del FrenteSandinista, el 25 de febrero de 1990.

    La noche del 25 de febrero de 1990, al comps del recuento de los resulta-dos electorales, supuso un shock para toda Nicaragua. La noche de aquel dapareci ser la noche de los tiempos. Amaneceramos, desvelados, a un da nuevo,que despeda el aroma desconcertante de su incerteza, su rara novedad. Managuaentera y toda Nicaragua exteriorizaron su extraeza. No hubo celebraciones de la

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    01 Concilio Vaticano II, Constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo, n 5.

  • victoria electoral. Nadie sali a la calle. Un silencio elocuente cubri sus callesdesiertas. Todos nos hacamos las mismas preguntas: qu va a pasar?, se acabla revolucin?, continuar?, aqu no ha pasado nada?, entramos en una etapanueva?

    El paso de los das y hasta de los aos ira contestando nuestras preguntas,a la vez que nos ira desgranando, tambin, una a una, sorpresas y novedades acu-muladas en la oscuridad de aquella noche que haba marcado en nuestro pas elcambio de poca.

    Aunque los primeros anlisis que se hicieron afirmaban intentando digerirla novedad de la situacin que la revolucin sigue, que slo ha cambiado elgobierno, que ahora vamos a pasar a gobernar desde abajo (o sea: se ha per-dido el gobierno, no el poder [popular]), la verdad es que pronto nos daramoscuenta de que la derrota electoral, la prdida de elecciones iba a comportar el des-moronamiento de muchas realidades. Y, al socaire de la sorpresa domstica, enNicaragua nos fuimos haciendo a la idea de que tambin en todo el mundo lascosas haban cambiado profundamente.

    Los principales rasgos del cambio

    Pero para no perder la perspectiva continental, hagamos un elenco de losprincipales rasgos del cambio evocando solamente los ms llamativos, como entitulares, tal como la opinin dominante de los medios de comunicacin los pre-senta habitualmente:

    Se acab la era de los bloques: hemos llegado a un mundo unipo-lar, sin contrincante.

    Se acab el ciclo de las revoluciones antiimperialistas. Hay queconvivir con el Imperio. Ya no tiene sentido hablar de imperio ni deantiimperialismo.

    Se desmoron el socialismo real. No hay alternativa al capitalis-mo. Fuera del capitalismo no hay salvacin.

    Hemos llegado al final de la historia. Todo lo que venga en elfuturo ha de ser ms de lo mismo, evolucionado o mejorado, pero siem-pre dentro del marco del sistema, que ya es el definitivo 2.

    Triunf el capitalismo, en el neoliberalismo. Es el nico que pro-duce riqueza. Es el que va a salvar al mundo por el tradicional efecto cas-cada, que primero exige un tiempo de almacenamiento de riqueza arri-ba, antes de que rebose y se derrame hacia abajo

    Se impone el mercado total, que se ha evidenciado como lamejor frmula econmica. Todo es objeto de mercadeo, todo se compra y

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    02 Ha llegado el orden ptimo, el punto ltimo de la historia del mundo. Slo nos queda per-feccionar lo conseguido, defenderlo y fomentarlo. Francis FUKUYAMA, The End of History, enThe National Interest, 16/1989.

  • se vende, nada se debe subsidiar. Slo as estaremos en condiciones justasy equitativas: ganar el que ms trabaje, el que ms produzca, el que mejorvenda. Quien no sepa competir quedar marginado, se excluir a s mismo.

    Las ciencias sociales estn en crisis, desorientadas, sin vislumbrarotra salida que la del omnipresente neoliberalismo.

    Lo que se ha vivido en las dcadas pasadas ha sido un sueo ideolgico, un romanticismo revolucionario carente de base que se ha evi-denciado a estas alturas como sencillamente inviable.

    Todos estos descubrimientos cargaron pesadamente nuestra conciencia.Como una segunda losa que caa sobre nuestras esperanzas. No era sloNicaragua; era todo el mundo el que giraba a la derecha, olvidaba la memoria yquemaba las utopas. La atmsfera se haca irrespirable para todos los que est-bamos acostumbrados a un determinado mundo espiritual de mstica de utopas yvalores por los que dar la vida: transformacin de la historia, soberana nacional,antiimperialismo, liberacin de los pobres, revolucin

    Todos estos valores, esta forma de ver el mundo pareca haber llegado en sumomento para quedarse, para no irse ya nunca ms. Una cierta concepcin mec-nica de la histrica hizo pensar que la revolucin y los avances de la causa de lospobres eran irreversibles. Su derrota pareca un fantasma imposible pasendosepor los diarios y los noticieros, un crculo cuadrado hecho realidad increble.

    Pero las grandes decepciones existenciales tuvieron muchas veces su basems firme en las decepciones sufridas en lo ms bsico y vital: el trabajo y la eco-noma en general. Refirmonos brevemente a alguno de estos aspectos.

    El desmonte de una sociedad revolucionaria

    A la fecha de las elecciones el ejrcito contaba con unos 100.000 hombressobre las armas. Ya en las primeras semanas del nuevo gobierno de doa Violetase anunci que en los primeros seis meses sera reducido al 45 % de su tamao.Un ao y medio despus el ejrcito se haba reducido a 22.000 hombres y erauno de los ms pequeos de Centroamrica. Esta transformacin produjo unos80.000 exmilitares. Slo por este captulo, 80.000 familias que pasaron aldesempleo, y sobre todo, a una nueva experiencia del mundo para la que no esta-ban en absoluto preparadas.

    El caso de la reduccin del ejrcito fue especialmente dramtico en este aspec-to psicolgico, pues se trataba de un ejrcito sumamente concientizado poltica-mente, que haba sido creado a partir de cero, tras la huida de la vencida GuardiaNacional, e imbuido de una mstica profundamente altruista. Era el heredero his-trico del pequeo ejrcito loco de Sandino, del ejrcito defensor de la sobera-na nacional, un ejrcito que haba vivido continuamente en alta tensin contrauna guerra de agresin, tensin que slo haba podido mantener con un fuerte

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  • alimento ideolgico y utpico, con toda una mstica en torno a la defensa de lasoberana del pueblo, la salvaguarda de la revolucin, el antiimperialismo...

    Junto con toda esta mstica, el ejrcito tambin viva, sin duda, los efectos ine-vitables de la presin de un momento de guerra de agresin: una cierta glorifica-cin de las armas y de lo militar, la experiencia de constituir la columna ms fuertepara la sobrevivencia de la soberana del pas, la impresin de estar participando enun poder social supuestamente irreversible... les otorgaba una sensacin psicolgi-ca de seguridad social a la vez que les haca proclives a la tentacin de prepotencia.

    Por otra parte, la misma experiencia de la lucha, de la guerra, de la sangre,de los muertos, los mutilados de guerra, del riesgo extremo que todo ello conlle-va, les haca sentirse avalados por unos mritos que nunca el pas pasara lo quepasase podra dejar de reconocer y agradecer eternamente

    Pero el cambio de gobierno del 25 de abril de 1990 en Nicaragua era algoms que un simple paso en la alternancia en el poder en cualquier pas que eligesu gobierno en las urnas. El cambio de gobierno era, precisamente, el cambio depoca dentro de la poca de cambios, y sus efectos se hicieron sentir especial-mente en el estamento militar. 80.000 militares, muchos de los cuales tenan en suhoja de servicios la antigedad misma del ejrcito, o que haban arriesgado efec-tivamente su vida, fueron despedidos. No es difcil imaginar los dramas interiorespsicolgicos, afectivos, ideolgicos, espirituales, personales y familiares... quehubieron de experimentar quienes sintindose en la situacin psicosocial descrita,pasaban a constatar, prcticamente de la noche a la maana, que todo aquelmundo de seguridad y de mstica haban perdido su apoyo social institucional.

    Ms grave an es el caso de los lisiados de guerra 3. En los aos anteriores seles haba prometido privilegios sociales grandes y definitivos y no dejaron de cons-tituir siempre un grupo social beneficiado por el reconocimiento oficial del Estado.Ahora vieron todos esos privilegios abruptamente suprimidos, quedando sumergi-dos en la mayor de las indefensiones aquellos jvenes que, despus de los cados,eran los que haban pagado con su propia carne en la defensa de las Causas quese jugaban en Nicaragua.

    Igualmente, aunque con unos planteamientos interiores totalmente distintos,hay que hacer mencin a todo un sector nicaragense que tambin sufri prime-ro la guerra y despus la decepcin en la consecucin de sus objetivos, aun cuan-do oficialmente se consideraron vencedores en las elecciones de 1990: los alza-dos en armas miembros de la contrarrevolucin nicaragense. En la dcada delos 80 el campesinado en Nicaragua fue a la vez sujeto y objeto de la confronta-

    23

    03 Aunque se carece de datos estadsticos precisos, se calcula en 11.500 el nmero de loslisiados de guerra en Nicaragua, que tenan entre 20 y 30 aos de edad en 1990. El 65% de elloscombati en las filas sandinistas y el 35% en las de la Resistencia. El 64% del total es de origen cam-pesino. Cfr. Envo (diciembe 1995).

  • cin armada y fratricida, pero no fue quien la provoc; los autores fueron otros,y estaban en Wasington 4. Representar para siempre una de las mayores cruel-dades de la historia de Nicaragua el hecho de que el gobierno que ms quiso hacerpor el campesino, fuera el mismo que tuvo que enfrentarse con l en una guerracruenta, entrando en conflicto con el mismo sujeto histrico que la revolucin san-dinista pregonaba representar. Fue un desencuentro hstrico, una contradiccinabsurda alimentada desde fuera y secundada por los errores internos. El resultadofue el mismo: sufrimientos absurdos que nunca debieron haber existido y a los quedifcilmente se puede encontrar una respuesta explicativa.

    En todos estos casos no es posible imaginar los traumas personales, las rup-turas familiares, las decepciones, los muchos casos de sentimientos de frustracin,de sentirse vctimas de la ingratitud, de la traicin y del desamparo, que todosestos hechos producen en las personas afectadas y sus familias.

    Pero todos ellos no eran los nicos nicaragenses que se sintieron psicolgi-camente decepcionados con el cambio de poca.

    El castigo socio-econmico del desempleo

    El Estado nicaragense era un organismo muy crecido, a pesar de la reduc-cin que ya los mismos sandinistas haban emprendido en 1989; el ejrcito sloera uno de sus elementos ms significativos. Se trataba de un Estado-patrn, quegestionaba gran parte de la economa nacional. La implementacin de la trans-formacin del Estado por parte del nuevo gobierno, transformacin que significa-tivamente fue llamada adelgazamiento del Estado, dio al traste con muchasempresas estatales y paraestatales, y produjo miles de desempleados.

    En el campo de la iniciativa privada, son miles las pequeas y medianasempresas que se han destruido en Nicaragua con el efecto concentrador que elneoliberalismo produce en la economa.

    Segn las cifras oficiales, en 1996 la sociedad nicaragense tiene un desem-pleo y subempleo del orden del 58%. En alguna ciudad (Len por ejemplo) se llegaal 75% y al 85% (en Bluefields). Las cifras reales pueden ser ms altas.

    Ante cifras de este grosor cabe preguntarse: hasta dnde aguanta unasociedad, hasta qu cifra de desempleo? Hay un punto a partir del cual se pro-duce la explosin social?

    Explosiones sociales debidas a la pobreza econmica no son algo nuevo en elContinente. Podemos recordar los asaltos a los expendios de alimentacin en Rode Janeiro y el Caracazo 5. Hoy da, siete aos ms tarde, no parece haber entra-

    24

    04 Alejandro BENDAA, Una tragedia campesina. Testimonios de la Resistencia, Editorade Arte, Managua 1991, 271 pp.

    05 El 27 de febrero de 1989, en Venezuela, con 5.000 muertos.

  • do en letargo, sino en un ciclo de explosiones contenidas pero recurrentes y, entodo caso, amenazadoras. Cuando redacto estas lneas est de actualidad en losmedios de comunicacin la rebelin de funcionarios en la surea provincia argen-tina de Ro Negro, actualidad que no debera hacer olvidar una larga serie de ante-riores explosiones sociales argentinas: Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Tucumn,Tierra de Fuego y Crdoba. Los analistas achacan el malestar social fundamental-mente al plan econmico, que aunque ha reducido la inflacin 6 al 8% anual hasubido el desempleo al 18,6%, el ndice ms alto de la historia de Argentina.

    Evidentemente y para responder a la pregunta que acabbamos de plan-tearnos el ndice de desempleo que puede aguantar una sociedad como laargentina es mucho menor que el que puede aguantar o est aguantando la socie-dad nicaragense 7. En ese punto es decisivo el componente psicolgico: lasexpectativas de los ciudadanos, las exigencias sentidas u olvidadas de la dignidadhumana, la capacidad o insensibilidad para la indignacin tica, la experienciahabida de luchas logradas o fracasadas... Una sociedad puede aguantar pacfica-mente con unos ndices sociales mucho ms deteriorados que los de otra, si en suconciencia psicolgica ha sido introyectado, por ejemplo, el convencimiento deque no hay salida, de que cualquier remedio va a ser peor que la enfermedad,de que no hay nadie en quien poner nuestra confianza para que saque el pas ade-lante, o de que a m lo nico que me importa es sobrevivir.

    Hoy da los ndices econmicos de no pocos pases del Continente han retro-cedido a los niveles de la dcada de los 60. Nicaragua en concreto es el nico pasdel mundo en el que el ingreso per cpita es un 59% ms bajo en 1994 que en1960, que resulta equivalente al de 1945 (un retroceso de 50 aos); su creci-miento econmico per cpita contina siendo negativo, y despus de cinco aosde paz este crecimiento negativo es an un 40% inferior al de 1985, cuando elpas estaba en plena guerra. Un pas potencialmente rico, pero con un 60% dedesempleo y ms del 70% de la poblacin bajo niveles de pobreza 8. Y si bien elcaso de Nicaragua es dramtico, no es excepcional, sino ms bien simplementesimblico de la realidad continental global.

    Y surge entonces la pregunta: si hoy el Continente est mucho peor que hacedos dcadas, cmo es que est relativamente en paz, en comparacin con elambiente social de aquella dcada de ebullicin prerrevolucionaria? Cmo es posi-ble que siendo mucho ms grave la situacin social, sea mucho ms leve aparen-temente al menos la ebullicin social? La razn hay que buscarla en el mundo del

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    06 La inflacin argentina galopante o hiperinflacin fue durante algunos aos conocida en elmundo entero, y su reduccin al ndice actual es un evidente triunfo, aunque para muchos es prrico,a la vista del precio que por ella tiene que pagar el pas.

    07 Estimaciones econmicas no oficiales calculan en un 27% el desempleo argentino en 1996. 08 Datos de Javier GOROSTIAGA, El sistema mundial: situacin y alternativas. La expe-

    riencia, la visin y las propuestas desde las vctimas, UNAM, Mxico 1995, pg. 18.

  • corazn y de la cabeza, en la hora psicolgica y espiritual del Continente.Volveremos sobre el tema.

    En todo caso, podemos decir que el desempleo es siempre un factor trau-matizante para la persona individual y para la sociedad misma; que es un factorque de por s conduce a la explosin social, y que, si no la produce, ello se debeal factor psicolgico 9 individual y/o social, por el que la sociedad est convenci-da de que se es el camino (positivamente), de que no hay alternativa, o no mere-ce la pena intentarla (negativamente). De la extrema postracin de la clase obre-ra en Nicaragua a los seis aos de la derrota electoral sandinista yasobrepasados los seis aos de neoliberalismo en el pas y casi completada la largalegislatura de doa Violeta daba cuenta el derechista diario La Prensa deManagua el da primero de mayo de 1996, titulando a sus seis columnas: Dagris para los trabajadores. Ya carecen de todo, hasta de lderes. Y subtitulaba:Ahora ya no comen ni discursos. El 65% de la fuerza laboral no tiene empleo. Elltimo mal que les ha cado es la subida diaria de precios. Un primero de mayoen que no hay nada que celebrar.

    La descomposicin del aparato del poder

    Muy poco despus de la derrota electoral se manifest la divisin en el interiordel partido sandinista. La fortaleza del partido admirada hasta entonces inclusopor sus enemigos comenz a debilitarse por dentro mismo, desde la cpulamisma de su Direccin Nacional hasta la base de la militancia. En cuanto a la uni-dad y cohesin del partido pronto se podra decir: contra EEUU estbamos msunidos. La incipiente divisin no pudo ser atajada, las heridas que se produjeron nofueron curadas a tiempo sino que, al revs, se profundizaron, hasta llegar a la rup-tura en un ambiente de insultos mutuos y fuertes descalificaciones morales.

    Todo pareci indicar que la cohesin y la unidad del partido sandinista seapoyaba, en buena parte, en la colocacin de sus militantes dentro de la infraes-tructura econmica del Estado y, en todo caso, en el disfrute mismo del poderpoltico 10.

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    09 Este factor psicolgico es la pieza clave que permite el avance del neoliberalismo. Si enlas dcadas pasadas se deca que la hegemona (en el sentido gramsciano) la llevaban los movi-mientos populares, la hegemona actual es llevada por el neoliberalismo transnacional y elitista. Estefactor psicolgico, introyectado tanto en las personas individuales como en la conciencia del conjun-to de la sociedad, funge como el mejor aliado del neoliberalismo, que apacigua la sociedad y eleva sunivel de tolerancia.

    10 Esto vale especialmente para los solidarios internacionalistas que acudieron a Nicaraguacuando los pobres estaban en el poder y la abandonaron cuando lo perdieron; estos solidarios haban hecho la opcin por los pobres porque los pobres estaban en el poder, no porque eranpobres; consecuentemente, cuando perdieron los pobres el poder, perdieron tales solidarios la moti-vacin de su opcin: una autntica segunda derrota.

  • El que fue el partido ms slido y mejor organizado de Nicaragua, que llega desbordar prcticamente el pas, se fue debilitando poco a poco. La pertenen-cia al partido en muchos casos haba estado llevando aparejado un medio de vidadentro de la estructura del Estado, o del ejrcito o de los servicios pblicos civiles.Por eso, la derrota electoral supuso tambin para un buen nmero de nicara-genses la prdida de su medio de vida. Ser miembro del partido dej de tenerdesde entonces el aliciente econmico...

    Toms Borge declaraba que la prdida del poder y el correspondiente aban-dono del control del aparato del Estado hizo que el partido dejara al 90% de losmilitantes sin el medio de vida con que antes se sustentaban y se sentan motiva-dos a entregar la mayor parte de su tiempo al partido.

    Mucho dao hizo en Nicaragua el hecho denominado como la piata. Lacorrupcin hizo acto de presencia de un modo nunca antes visto en una revolu-cin que haba sido presentada hasta entonces como modelo de tica y de utopa,como abanderada de el hombre y la mujer nuevos. El principal dao fue, desdeluego, moral. Se manch una pgina que hasta entonces se pretenda limpia. Elargumento de corrupcin iba a ser a partir de ahora un nuevo argumento en ladestruccin de muchas esperanzas.

    La segunda derrota

    En alguna ocasin he escrito que hablando de la derrota electoral sandinis-ta de 1990 en Nicaragua hay que distinguirla de una segunda derrota poste-rior, adoptando un paralelismo con la segunda muerte de la que habla elApocalipsis. La segunda muerte segn se presenta en ese libro neotestamen-tario es peor que la primera. As, diremos nosotros, la segunda derrota espeor que la primera. La primera fue la electoral, que no dejaba de ser una derro-ta en algn sentido al menos externa al individuo. La segunda derrota es lainterior: interior a la persona, psicolgica, moral, espiritual; es una derrota sinruido que acaece cuando un militante en su corazn arroja la toalla y dice: nopuedo ms, me rindo.

    En Nicaragua, primero fue el susto y el desconcierto, el no poder dar crdi-to a la derrota electoral de la revolucin. Despus fueron los lloros y la angustia.Luego la bsqueda de culpables. Ms tarde la autoculpabilizacin. Finalmente ladesmovilizacin, la disgregacin, la huida, la amargura... Y al final... la reinter-pretacin psicolgica, para poder sobrevivir.

    En nuestro pas, una expresin de esta reinterpretacin habra de darse,necesariamente, por la propia idiosincrasia de nuestro pueblo, en la literatura.Dar un ejemplo, que puede valer por muchas ideas. Mnica Zalaquett, esposa delque fue jefe de inteligencia del ejrcito sandinista en los ms crudos aos de la gue-rra, entr de golpe en la galera de los divos de la literatura al presentar su pri-

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  • mera novela: Tu fantasma, Julin 11. Una pluma ms aeja, y tambin femenina porcierto, la de Gioconda Belli, le dio su bienvenida al Olimpo literario con sus comen-tarios bibliogrficos. La novela en cuestin narra la guerra absurda en la que se veninvolucrados dos hermanos, uno contrarrevolucionario, y otro sandinista, Julin.

    El fantasma de Julin dice Gioconda 12 es el fantasma de lo quele han y le hemos hecho a Nicaragua, a los campesinos, a los seres ino-centes. Es el fantasma de nuestra propia incapacidad como nicaragenses,como supuestos lderes y polticos, de poner al pueblo y sus sufrimientosantes que las ideas, antes que las consignas y los orgullos. Esta novela nosenfrenta con ese pueblo que acta sin querer y muchas veces llevado porla resignacin ancestral a su propia desgracia, los malditos guiones que seescriben en nombre de principios que un da son inviolables y otro nego-ciables, y en los que ellos se ven sumidos contra su voluntad, para alcan-zar propsitos que, al final, no significan nada, acaban por no cambiarnada de la esencia de sus vidas pobres y cargadas de miserias... Lo quepesa en este libro es el acto de reconocer cmo las clases polticas de estepas, de cualquier bando que seamos, hemos sido incapaces de medir ade-cuadamente el dolor que les hemos causado a los hombres y mujeres quehan pagado con su sangre el precio de nuestras ideas, el precio del fantas-ma de la libertad que cada cual ha arropado bajo los mantos que ms con-vienen a la verdad que cada bando ha proclamado.

    Segn Gioconda aclamada otrora como una de las divas literarias del san-dinismo, emigrada en esta nueva era al paraso estadounidense ahora descubri-mos que estbamos totalmente equivocados. Todo lo que vivimos en la dcadapasada fue una lucha irracional por ideas, no importa cules, llevada adelantepor las clases polticas del pas, que escribieron el guin que deban representarlos pobres, que son los que siempre ponen los muertos.

    Pero, en realidad, lo que Gioconda Belli, Mnica Zalaquett y todo su coroideolgico-literario estn diciendo del pasado no lo dicen realmente mirando alpasado, sino para el presente y el futuro. La reinterpretacin que hacen delpasado tiene como objetivo crear un nuevo espacio para vivir y para olvidar, parajustificar el cambio de rumbo de sus propias personas: la abdicacin de aquellosprincipios que hace unos aos consideraban sagrados y absolutos 13.

    La mejor manera de romper con aquellos principios que ahora se nos hacenincmodos es declarar inaugurada una era radicalmente nueva, en la que nos sin-tamos eximidos de sus exigencias ticas, mediante la descalificacin de aquellos

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    11 Vanguardia, Managua 1992, 224 pp.12 Nuevo Amanecer Cultural, de El Nuevo Diario, 27.11.1992. 13 No queremos negar lo que la crtica de Gioconda Belli o de Mnica Zalaquett tiene de cierto

    en lo que respecta al vanguardismo, tanto de la izquierda como de la derecha, el vanguardismo de lasclases polticas de este pas, como bien dice Gioconda. Aqu nos centramos en lo que su crtica signifi-ca de desorientacin y de prdida del sentido global de la lucha en la que estuvieron comprometidas.

  • valores como manipulados por los intereses subterrneos de las clases polticasde este pas.

    Reducir aquellas luchas, aquella mstica, aquella pasin, todo aquel derrochede testimonio, generosidad y herosmo de tantos militantes y mrtires a pesartambin de tantas miserias humanas... a una simple lucha irracional de ideasllevada a cabo por las clases polticas de este pas, es una va fcil para justifi-car la decisin de olvidar el pasado y para sentirse exonerados tanto de aquellasexigencias ticas abandonadas, como del remordimiento de haberlas abandonado.

    Es la burguesa elitista e intelectual, que slo estuvo con los pobres cuandole era fcil y provechoso, pero que ahora, cuando el barco se hunde, abandona ytrata de racionalizar su traicin, me interpreta un compaero. Es, sencillamentedira yo la segunda derrota, que como la segunda muerte, es peor que laprimera. La primera derrota ocurri por fuera; la segunda mata el alma.

    Esta temtica o problemtica de la segunda derrota no es slo nicaragenseo de los pases revolucionarios, sino enteramente continental.

    La desestructuracin de la esperanza

    Consecuencia de todos estos factores es la desestructuracin de la esperanza. La persona es castigada severamente con toda esta transformacin de la

    sociedad y de su imaginario social 14. La crisis del desempleo deja a las personas,a las familias y a la sociedad toda privadas como de lo ms elemental de la vida:la fuente del sustento material diario. La crisis institucional de las organizacionespopulares les hace palpar la dura realidad de la impotencia, especialmente duracuando se viene de un pasado en el que se ha saboreado las mieles del poderpopular y la fuerza de una organizacin frrea y de una disciplina cuasimilitar. Lacrisis de sentido que aqu simbolizamos como segunda derrota les priva del lti-mo bien, el que anida en el fondo del alma, aquel por el cual, a pesar de verseexternamente derrotados y despojados, pudieran al menos afirmar: pero no nosarrepentimos, hicimos bien. Con la segunda derrota quedan derrotados por den-tro, dudando de s mismos, de todo lo vivido, del sentido que tuvo una historiaque haba sido vivida con tanta pasin y utopa...

    Despus de esta derrota interior, qu queda?, a dnde agarrarse?, cul esel sentido?

    Quiz ya no queda nada valioso a lo que aferrarse, nada que pueda garanti-zar que todo lo vivido y sufrido ha tenido un sentido, nada que nos pueda asegu-

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    14 Sobre este concepto volveremos repetidas veces. Cfr. CASTORIADIS, Cornelius, A insti-tuio imaginria da sociedade, Paz e Terra, So Paulo 21986. BERGER-LUCKMANN, La cons-truccin social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires 1972. PINTOS, Juan Luis, Los imagina-rios sociales. La nueva construccin de la realidad social, Sal Terrae, Santander 1995.

  • rar que, a pesar de todos los desastres de nuestra navegacin, por lo menos tuvi-mos una ruta acertada y valiosa.

    Cuando se experimenta estas sensaciones, la persona entera es la que sienteque ha sido destruida. Se siente profundamente desorientada. Se queda sin memo-ria (nada de lo vivido le da sentido) y sin futuro (no tiene a dnde ir). Ya no hay unameta hacia la que encaminarse, ni una Utopa por la que luchar. Slo queda huir,huir sin sentido, huir del pasado, de la utopa, de la Causa, y de s mismo.

    Y hacia dnde huir? Quiz a lo ms fcil, a lo ms inmediato (y en esto coin-cidiremos con el posmodernismo, del que luego hablaremos): slo queda refu-giarse en lo inmediato, en el fragmento, en el momento presente, para disfrutareste momento sin preguntarse ms, renunciando a las Utopas, a las Causas, a lasgrandes ideologas, a los grandes relatos...

    Han sido demasiadas cosas las que han cambiado en estos aos. Fuerondemasiados valores los que entraron en crisis. Lo que se hundi para muchosfue todo un mundo, constituido no slo por toda una interpretacin de la historia,sino por un cuadro axiolgico de valores que se haban manifestado efectivamen-te como capaces de dar sentido a la vida de muchas personas, de toda una gene-racin, de todo un pueblo.

    Este fenmeno la destruccin del imaginario 15 personal, tanto en el campointerpretativo de la historia como en el campo de los valores que dan sentido a lavida personal y social fue demasiado duro para muchas personas y grupos. Sumundo interior se desestructur, se rompi. Los menos fuertes psicolgicamenteacusaron la conmocin ms agudamente. Las crisis nerviosas, las desorientacio-nes afectivas y morales, las enfermedades psicosomticas, las crisis psicticas, fue-ron relativamente numerosas.

    En Nicaragua, quien ms, quien menos, todos tenemos amigos, familiareso conocidos que han pasado por un perodo de depresin clnica por estas cau-sas. Algunas personas lo han contado pblicamente. Muchos otros quizincontables lo expresaron somatizndolo: los infartos y las lceras de duode-no y de estmago por motivos polticos e ideolgicos han sido estos aos entrenosotros nada infrecuentes. Los expedientes clnicos en los hospitales y clnicasespecializados para dolencias psquicas y mentales estn ah a disposicin de losestudiosos 16.

    La mecnica psquica de las enfermedades psicosomticas no encierra hoyda ningn misterio inexplicable. La profunda unidad psicosomtica que somos

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    15 GUMILLA, Centro, Imaginario alternativo al imaginario vigente y al revolucionario, en la obracolectiva Neoliberalismo y pobres. El debate continental por la justicia. Bogot 1993, pp. 293-323.

    16 En Managua es el hospital Miguel Ocn el que rene en sus archivos la mayor documentacinde expedientes clnicos de este gnero de entre los pacientes sandinistas o revolucionarios. Desconocemossi existe algn hospital que pueda reunir los expedientes de pacientes de signo poltico contrario.

  • hace que los problemas, tensiones y sufrimientos psicolgicos y espirituales quevivimos se reflejen tambin en el cuerpo, como ocurre tambin viceversa.

    Y junto a los que somatizan su sufrimiento, estn los que lo llevan por den-tro sin expresarlo, los muchos lisiados psicolgicos, espirituales, morales, afecti-vos..., que forman parte del inmenso costo humano que nuestros pueblos hanpagado por el intento de construir su utopa.

    La desestructuracin de la esperanza social

    Esto que estamos diciendo respecto a la persona individual, es igualmenterealidad respecto a la persona colectiva la comunidad social 17.

    Algunos datos de la vida social se revelan como sntomas patolgicos de unasociedad en la que tambin se est sufriendo de una desestructuracin de la espe-ranza. Los dramas que vive el conjunto de las personas individuales, acaban refle-jndose en el conjunto social, que reacciona de una forma anloga a como lo hacela persona salvadas las lgicas diferencias de plano y la heterogeneidad de lanaturaleza entre el individuo y la sociedad.

    Por empezar entre nosotros, en Nicaragua, el tema del suicidio es sin dudauno de los nuevos sntomas psicosociales de la persona social que es el pas.Estadsticas proporcionadas por la polica de Chinandega, departamento del noro-este de Nicaragua, en septiembre de 1995 revelan que en esta zona se da unintento diario de suicidio por parte de jvenes 18. Afortunadamente, los suicidiosconsumados son muchos menos, pero la cuanta es tal que induce a contabilizarel dato entre los sntomas psicosociales mayores de la situacin actual de unajuventud como la nicaragense que, en otro tiempo, fue considerada como unajuventud toda ella en trance de utopa y como modelo de juventud alejada del pro-blema de las drogas. Baste recordar aventuras como la Campaa Nacional deAlfabetizacin vivida en 1980, o los tradicionales cortes de caf, voluntarios, conlos que los jvenes se trasladaban a los lugares ms difciles y arriesgados del inte-rior del pas entregando varias semanas y hasta meses de su tiempo personal para

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    17 Ms tarde nos remitiremos a la teora del psicoanlisis social para avalar nuestra afirmacin. 18 El 13 de abril de 1996 el diario La Prensa titula en primera plana: Persiste la escalada

    suicida. Ya van 32 suicidios consumados en el primer trimestre de 1996, remitindose tambin ainformes oficiales de la polica. Dos semanas ms tarde, el da 30, El Nuevo Diario titula a ochocolumnas tambin en primera: Ola de suicidios; e informa: Un preocupante reporte policial divul-gado ayer contabiliza siete suicidios cometidos en menos de 72 horas. El pasado viernes 26 se rom-pi un nuevo rcord en Nicaragua, pues se reportaron cinco suicidios: dos en Managua, y uno enMasaya, Carazo y Jinotega respectivamente. La ltima moda de los suicidios: morir ahorcado. Sietemeses ms tarde, el 30 de noviembre de 1996, el tercer diario de Managua, Barricada, titula a ochocolumnas en primera: Dos suicidios en un da, e informa que con ellos lleg a 149 la cifra de sui-cidios de lo que va de ao, cifra que supera por ahora en un 13% los 132 casos de 1995.

  • beneficio social sin disfrute de ningn honorario 19. Hoy nuestra juventud es radi-calmente diferente.

    Alzando la mirada hacia el Continente, no cabe duda de que la violencia esuno de los sntomas psicosociales mayores de la Amrica Latina de los aos 90.La violencia que hoy vivimos en el Continente deja plida a la que vivamos en lasdcadas revolucionarias. Hoy la violencia ha bajado de las montaas y se ha ins-taurado en la ciudad, en la vida diaria de las mayoras 20. Colombia continua deten-tando el rcord de la criminalidad de todo el mundo; cada ao mueren, por cau-sas violentas, 30.000 colombianos, 83 por da, siete por hora; y de todos loshomicidios, el 70% se cometen en las ciudades, en especial en Bogot, Cali yMedelln, las tres urbes ms grandes del pas 21. So Paulo y Rio de Janeiro no sequedan atrs: los accidentes de trnsito, homicidios, operaciones de exterminio yde limpieza social, as como los enfrentamientos entre bandas armadas rivales,estn a la orden del da; en So Paulo hay 19 muertos diarios por violencia. Limay Callao, las dos ms grandes ciudades de Per, concentran el 57% de los delitoscontra el patrimonio que se producen en el pas 22. En los primeros siete meses de1994 un total de 1.354 habitantes de Caracas murieron de forma violenta; elnmero de asesinatos durante los fines de semana en Caracas, ciudad de 5 millo-nes de habitantes, asciende a ms de 40 personas 23.

    Entre 1988 y 1992 ocurrieron aproximadamente 800 secuestros en Mxico,lo que sita al pas en el tercer lugar en nmero de secuestros en el Continente,despus de Brasil y Colombia. El temor a ser secuestrado hace crecer la industriade los sistemas de seguridad. Existen actualmente en el pas 200 empresas deseguridad, con unos 25.000 agentes 24.

    No hace falta abundar en ms datos. Es cierto que en todo esto los analistas encuentran la presencia de un fenme-

    no nuevo, que es la aparicin, dentro de la economa informal, de una violenciacomo economa, es decir, una prctica de la violencia ejercida no por desvo psico-lgico, sino por puras motivaciones econmicas; se trata de un crecimiento tal deestas actividades que ameritan consideracin propia en rubro aparte dentro de la eco-noma informal. Pero creemos que ello no obsta para considerar que, aparte de esa

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    19 El INIEP ([email protected]) de Nicaragua, dirigido por el Padre Fernando Cardenal,posee una documentacin exhaustiva sobre estos aspectos de la juventud nicaragense.

    20 Las mayoras ahora ya son urbanas. Hace 30 aos la poblacin de Brasil, por ejemplo, erarural en un 55%, y ahora es urbana en un 75% (PNUD, Informe Desarrollo Humano93), pg. 29.Para fin de siglo el 80% de los latinoamericanos vamos a estar viviendo en ciudades.

    21 Datos presentados en el Seminario Internacional Violencia y medios de comunicacinorganizado por la Universidad Andina Simn Bolvar, subsede de Ecuador, del 13 al 15 de noviem-bre de 1995.

    22 Ibdem. 23 Vida Nueva 1967 (5.11.1994) 35, Madrid. 24 Sem Fronteiras 224 (novembro 1994) 32, So Paulo.

  • violencia como economa, el incremento vertiginoso del clima mismo de violen-cia que se ha instalado en todos los niveles de la conciencia social latinoamericanaen lo que llevamos de la presente dcada, es, sobre todo, un sntoma psicosocial queevidencia causas que estn ms all de la epidermis afectada.

    El domin cae en direccin contraria

    Si Nicaragua venci, El Salvador vencer, Guatemala le seguir, y Hondurasno se quedar atrs... podra haber sido, ampliada, una de las consignas popula-res de los aos 80 en Centroamrica y el mundo de sus solidarios. Todas las inter-pretaciones al uso en aquella hora daban por supuesto no slo la irreversibilidaddel proceso histrico revolucionario sino su inexorable progreso hacia adelante.La visin de la historia en aquel momento era la teora del domin: Nicaragua,El Salvador, Guatemala... como fichas de un domin que imperativamente irancayendo del lado de las revoluciones triunfantes...

    Aqu influy algo que en su momento abordaremos: el marxismo con suinterpretacin histrico dialctica. La historia segn esta interpretacin cami-na hacia adelante casi mecnicamente, y cientficamente no cabe un retroceso;si algo aparece como retroceso no puede ser ms que un espejismo debido a lacarencia de adecuadas herramientas de interpretacin histrica. Los avances delcapitalismo slo podan ser aparentes: en el fondo de la realidad as deca lainterpretacin histrico dialctica la verdad era que el capitalismo avanzaba ine-xorablemente hacia su propia destruccin, hundindose cada vez ms en sus pro-pias contradicciones.

    Expresaremos ms tarde nuestra opinin sobre este planteamiento 25. Ahoraqueremos referirnos solamente a lo que hace referencia a la reversin histricaque se dio en esta teora del domin.

    Efectivamente, por referirnos solamente a nuestro Continente, sin buscarleantecedentes forneos, el proceso del domin revirti la direccin de su cada.

    Primero fue la derrota electoral de la revolucin nicaragense: Nicaragua,1990.

    Dos aos ms tarde fue en El Salvador donde la izquierda fue derrotadaelectoralmente, precisamente en las primeras elecciones en las que las fuerzasrevolucionarias invitaban a la poblacin a participar y lo hacan diciendo queahora s (ahora ya se daban condiciones para medir la verdad del pas en unacontienda electoral, condiciones que no se haban dado anteriormente).

    En Brasil volvi a perder la opcin popular por un margen mucho mayorque el muy estrecho margen que haba negado a Lula la presidencia unos aosantes (poco antes del cambio de poca).

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    25 Al comienzo del captulo tercero.

  • En Mxico se esperaba que tambin all esta vez s, descartada yatoda posibilidad para otro fraude como el de aquel 6 de junio que dio elpoder al Presidente Salinas la izquierda iba a salir triunfante. El fracaso nofue slo grande, sino absolutamente imprevisto por los analistas de izquierda;era el 94.

    En Argentina, en 1995, la izquierda perdi tambin, como en una nuevaestacin del via crucis continental, y perdi frente a un Menem que representabadirecta y ostensiblemente la cara directa del neoliberalismo ms crudo, el que haaumentado las cifras del desempleo hasta esas cotas nunca antes alcanzadas

    Y en 1996 fue tambin Guatemala donde, en las primeras elecciones en lasque participaba la izquierda revolucionaria, la victoria fue de la derecha y del neo-liberalismo.

    Un viacrucis continental... Una avalancha de la derecha. Pero una avalancha yun viacrucis que proceden democrticamente. Ya no estamos en la poca de lasdictaduras militares. La democracia, mal que sea la democracia formal electoral yburguesa, se ha implantado en prcticamente todo el Continente, y los gobiernosson elegidos no en los cuarteles sino en las urnas, aunque haya deficiencias, y cla-morosas . En este sentido, el neoliberalismo no est siendo impuesto: est siendo ele-gido. Los pobres votan neoliberal. Sera en este momento el neoliberalismo lacausa de las mayoras (al menos de las mayoras electorales)? Cul es la Causa delos pobres (la de ellos)? La que votan? Cmo interpretar esta hora?

    Sumemos ascuas a este ramillete de interrogantes. En Argentina Menem,que ha llevado al pas a la cota ms alta de desempleo de su historia, ha sido ree-legido, y los estudios estadsticos poselectorales afirman que la mayor parte delos pobres y desempleados han votado por Menem... Otro caso semejante: LaBaja Verapaz, Guatemala, es la regin de todo el pas que ms sufri las masa-cres de miles de personas llevadas a cabo por el dictador golpista Ros Montt;pues bien, en las ltimas elecciones de febrero de 1996 la opcin ms votada enVerapaz fue precisamente la de Ros Montt.

    Casos semejantemente paradjicos podran encontrarse ampliamente portodo el Continente. Ante ellos, en conjunto, ms all de circunstancias particula-res de cada uno de ellos, cabe preguntarse 26: Por qu los pobres besan el ltigoque los fustiga? Cmo comprender este fenmeno? Cmo calificar nosolgi-camente este fenmeno: masoquismo, esquizofrenia, introyeccin de la concien-

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    26 En Argentina, el Encuentro Nacional de Agentes de Promocin Social y Pastoral organi-zado por el Centro Nueva Tierra en Bella Vista en octubre de 1995 bajo el tema Las lgicas que uti-lizamos para decidir quiere responder a estos interrogantes. Los resultados electorales de 1994 fue-ron enteramente imprevistos por los agentes populares de pastoral o de educacin. El pueblo votcon una lgica contraria a la que estos agentes suponan que deba ser la lgica popular. Qu es ahlo que no funciona: nosotros, el pueblo, o la comunicacin entre ambos? Los resultados han sidopublicados en un Cuaderno del Centro Nueva Tierra.

  • cia del opresor, sabidura, personalidad alienada, falta de autoestima, desdobla-miento de personalidad, divisin entre los ideales y las opciones reales...? No fal-tan quienes, deudores de un concepto ms analtico de pueblo como pobla-cin concientizada que cristaliza y se organiza en el interior de la masainforme se preguntan dnde est este pueblo, y si es el sujeto histrico ensolitario o por antonomasia, o incluso simplemente si es sujeto histrico...

    La gran mayora de los bolivianos comulga con las ideas de la izquierda...pero desconfa de su capacidad para ejecutarlas, afirma Rolando MoralesAnaya 27. La izquierda latinoamericana empieza a darse cuenta de que ha perdidoel contacto con el grueso de la poblacin. Los partidos polticos y los grupos ide-olgicos, encerrados quiz en sus propios crculos, hablando a los convencidos,realizando incluso una meritoria labor educacional concientizadora de t-a-t, pue-den sentirse tranquilos pensando que tienen tras de s una amplia feligresa. Perocuando llegan las evaluaciones de las cifras estadsticas o electorales, se descubreque la masa, lo que es el grueso de la poblacin, est en cualquier otra parte, noen sus crculos de concientizacin y educacin popular.

    El grueso de la poblacin latinoamericana, las masas del Continente,caminan ya sin control, como por su cuenta, aparentemente sin liderazgos deninguna clase. Es fcil dar la explicacin de la sobrevivencia: la situacin socio-econmica, tan agravada ltimamente, hace que la poblacin slo se ocupe yse preocupe por sobrevivir, que resulta ser la aventura ms difcil y la aspira-cin ms inmediata y absorbente; pero no vale esta explicacin, porque cuan-do llega la hora de las elecciones, la masa vota y no se equivoca de casilla, yhace lo mismo en los diferentes pases. La izquierda vena pensado tradicional-mente que tena a la poblacin en su aprisco, pero sta tiene puestos su cora-zn y su mente en otro lugar. En qu lugar, dnde?

    Neocolonialismo cultural

    Mientras la izquierda prosigue con su ancestral y artesanal mtodo de capta-cin de concientizacin por los mtodos ms o menos clsicos de los que elContinente es maestro afamado en el mundo, la derecha ha entrado en todoslos hogares, masivamente, por los medios de comunicacin de masas dotadoscon las ltimas tecnologas, y est en una solapada campaa poltica, electoral,educativa y concientizadora permanente: ya slo con las telenovelas hace unaapologa constante del neoliberalismo y su arco de valores.

    Por poner un ejemplo un poco lejano: el 90% de las pelculas que se exhi-ben en Tailandia son estadounidenses, y, como es inevitable, suponen un apoyopropagandstico al american way of life, una permanente penetracin cultural,un neocolonialismo ideolgico-cultural. Qu pueden hacer los movimientos

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    27 Citado en Cuarto Intermedio 25 (noviembre 92) 55, Cochabamba, Bolivia.

  • populares autctonos en Tailandia con sus tradicionales y artesanales herramien-tas educativas, tratando de penetrar capilarmente la sociedad por medio de peque-os grupos de base popular y de la concientizacin del t-a-t...?

    El problema no es menor en nuestro Continente:

    La comunicacin masiva transcurre actualmente en forma unidirec-cional: de Norte a Sur y siempre de acuerdo a un orden jerrquico vertical,con contenidos sobre todo en la televisin que estn originando ennuestros pueblos graves conflictos de identidad y traumticas rupturas detipo cultural.

    Cerca del 80% de las noticias internacionales que circulan en A.L.son propagadas por las dos poderosas agencias norteamericanas: la AP(Associated Press) y la UPI (United Press International). Como todos sabe-mos, esas agencias representan la ideologa y los intereses econmicos ypolticos de EEUU.

    Mientras las principales agencias de informacin latinoamerica-nas transmiten en su conjunto 50.000 palabras por da, las dos pode-rosas agencias de EEUU emiten un promedio diario de 8.000.000 depalabras, o sea, 160 veces ms informacin que todas las agencias deA.L. juntas.

    Ese cmulo de informacin, que va de Norte a Sur tiene un doblecarcter: es mercanca, que se nos vende, y es ideologa, que se nos inocu-la. Lo primero significa una grave y creciente dependencia econmica; losegundo, una no menos grave dependencia sociopoltica. Sus efectos nega-tivos los podemos constatar tanto en el rea cultural como en el campo delconsumo y la publicidad. Este flujo informativo de Norte a Sur profundizala dependencia poltica, tecnolgica, comercial y cultural, creando entrenosotros nuevas y sutiles formas de sometimiento.

    Las transnacionales de la informacin, no slo ejercen constantey planificadamente la desinformacin sistemtica, sino que llegan amanejar a la perfeccin un cdigo o gramtica normativa para que elpblico consumidor acepte, en forma ingenua y totalmente acrtica,sus discutibles mensajes, y lo que es peor, su estilo de vida y su escalade valores 28.

    El espacio dado entre nosotros a la informacin latinoamericana tambin esuna muestra de nuestra alienacin informativa: en cualquiera de nuestros paseslos noticieros ofrecen mucho ms espacio a las noticias de EEUU o de Europa quea lo que acontece en nuestros propios pases. No es de extraar; nuestros locu-tores leen guiones escritos fuera del Continente; los despachos de noticias que se

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    28 Gregorio IRIARTE, Los grandes desafos que presenta el mundo actual a la VidaReligiosa, en el contexto Norte-Sur, en Retos de la Vida Religiosa hacia el ao 2000, CLAR,Indo-american Press Service, Bogot 1994, pg. 74; tambin en RELaT 138, enhttp://www.uca.ni/koinonia/relat.htm

  • reciben en las salas de redaccin de nuestros diarios o de nuestras emisoras 29 pro-vienen del primer mundo, no tanto o slo fsicamente, sino mentalmente, es decir,incluso los reporteros de agencia que viven en nuestros pases nos miran y enjui-cian desde el Norte, y sirven a los intereses del Norte y acaban por introyectarnosla visin del Norte.

    Desde la periferia en la que estamos, sabemos mucho ms del centro que denosotros mismos. Da a da se introyecta en nosotros una visin mundializada-cen-trada-en-el-Norte, que configura nuestra mente y nuestra sensibilidad centrndolaen el Norte, des-centrndonos ms y ms, hacindonos a nosotros mismos ms yms resignadamente perifricos.

    Tienen razn los partidos polticos, los movimientos populares y la izquierdaen general cuando se preguntan dnde y cmo se realiza su contacto con la pobla-cin en una sociedad en la que los medios de comunicacin han invadido todo elcuerpo social hasta el ltimo de los hogares o de las chabolas o favelas, y dondela derecha neoliberal hegemoniza absolutamente la mediacin de los medios,una mediacin de la que se dice que todo lo media, y fuera de ella no ocurrenada socialmente relevante 30.

    El trabajo de educacin popular ya no puede hacerse de un modo funda-mentalmente igual al que se segua en la poca anterior a esta poca actual dela revolucin de las comunicaciones. Si comparamos una fotografa de las favelaso los barrios de chabolas de la dcada de los 60 con otra de la dcada de los 70y otra de los 80, slo una cosa cambi: hace treinta aos nada se vea por enci-ma de los tejados de cinc o de uralita (brasilite, panalit, nicalit...); en los 70 y 80las favelas y chabolas continuaban igual, pero sobre cada una de ellas poda verseuna antena de televisin; si hoy las fotos aparecen como treinta aos atrs, no esporque no existan antenas, sino porque ahora estn dentro de la casa; la comu-nicacin es tan potente que el simple aparato la puede captar; y a la hora de latelenovela la calle se queda desierta, y las actividades del club, asociacin, parro-

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    29 En este sentido no podemos menos de saludar la recin inaugurada iniciativa PLSAR,implementada por la Asociacin Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) y el Centro de EducacinPopular (CEDP) de Ecuador, que sirve alternativa y gratuitamente! los boletines de noticias desdela perspectiva latinoamericana, y en forma que se puedan imprimir y pasar directamente al locutordel noticiero. Entre los principales problemas que se proponen ayudar a superar estn la mentalidadcentrada en el Norte, ajena al Sur que embebe los despachos noticiosos que recibimos de lasAgencias del primer mundo, y el alto precio en moneda econmica concreta que, adems, paga-mos por ellos.

    30 Los medios de comunicacin social se convirtieron en una condicin casi indispensablepara poder solucionar muchos de los problemas con que nos enfrentamos. Para la mayora de lapoblacin es la comunicacin la que dicta lo que existe y lo que no existe; algo pasa a existir o dejade existir segn que sea o no transmitido. La fuerza de la comunicacin es tal que hoy nos podemospreguntar si es, como se deca, el cuarto poder, o si pas a ser el primero. Hoy da casi nada se hacesin ellos. Los medios controlan la sociedad y prcticamente nada ocurre fuera de esa mediacin. II SEMANA SOCIAL BRASILEIRA (1994), Instrumento de trabajo, pg. 99.

  • quia o congregacin deben respetar esa hora. Este cambio no es slo una evolu-cin del paisaje social; constituye una transformacin que alcanza la profundidadde los comportamientos y las relaciones sociales 31. Seguir utilizando nica o fun-damentalmente los medios ancestrales o artesanales es condenarse a la incomu-nicacin con la masa 32..

    Las masas estn nuevamente colonizadas, culturalmente colonizadas, a tra-vs de los medios de comunicacin social. Se trata de un dato imprescindible paracomprender la realidad actual.

    Posmodernismo a lo latinoamericano

    En Amrica Latina no solemos hablar de posmodernismo al hablar denosotros mismos, pero ello no quiere decir que no lo vivamos, a nuestra manera,a lo latinoamericano. Creo que el posmodernismo est llegando, avasallador, aAmrica Latina, en esta hora, y no mediante teoras o importaciones intelectua-les primermundistas, sino como un producto criollo que nace aqu por reaccin alo que ha pasado, como se deca en Nicaragua en los primeros aos 90 parareferirse con un circunloquio eufemstico a los acontecimientos de 1990. Por estesu origen prctico e histrico, no intelectual, nuestro posmodernismo no es cono-cido por su nombre, que parece quedar reservado a una corriente de pensamien-to primermundista.

    Tambin en el Continente, como ocurri en el mundo intelectual de la moder-nidad, se ha dado un proceso de desencanto y de desengao. Tambin aqu se hadejado de creer en el progreso, no ya en el clsico progreso modernista, sino enel progreso como capacidad de la humanidad por dominar la historia, o dicho msconcretamente, como capacidad de superar la injusticia y la pobreza seculares. Alenorme derroche de mstica y de heroicidad que hemos vivido en las dcadas pasa-das ha sucedido un gran desencanto: no hay salida, es lo que ha percibido elContinente, claramente, en su subconsciente. La sociedad est convencida de queno hay posibilidades de superar la situacin: ya se han intentado muchos caminosque han resultado infructuosos, ya han fracasado los mejores partidos, hemos sidocastigados en nuestra osada de rebelarnos contra el (des)orden establecido, el cla-mor por la justicia ha sido sofocado con sangre, y las experiencias liberadoras hansido estranguladas; todas las frmulas han resultado intiles.

    Si ya no hay salida, si toda la mstica y las utopas por las que hemos lucha-do y por las que tantos hermanos han muerto, han sido aplastadas por la guerraque se nos ha hecho desde fuera, a todos los niveles, si luchar por esas Causas ha

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    31 GUARESCHI, Pedrinho, Informatizao, comunicao e evangelizao inculturada, enVARIOS, inculturao: desafios de hoje, Vozes, Petrpolis 1994, pg. 173.

    32 Las CEBs de Brasil, con gran sentido, abordan en su Intereclesial el tema CEBs y masa:cmo relacionarse con las masas, que nunca podrn constituirse como un todo en CEBs...

  • sido intil, qu otra Causa queda por la que se pueda vivir? Sigue teniendo algnsentido el luchar por una Causa?

    Es demasiado dura esta situacin como para que todos puedan soportarla.Ciertamente, hay sectores militantes que resisten el embate de circunstancias tanadversas; pero muchos otros han claudicado, y lo han hecho con una claudicacinestructuralmente posmodernista: no queramos construir nuevas utopas, nisiquiera deseemos sostener aqullas. Dmoslas por acabadas. Quiz todo lovivido fue una simple lucha irracional de ideas que no vala la pena. Quizno hay realmente un sentido para la vida humana. Quiz el nico sentido seael pequeo placer que, aqu y ahora, podamos encontrar, en este leve frag-mento de la existencia que es el momento presente, desgajado del pasado ydel futuro. Refugimonos en el fragmento, en el individualismo, en el slve-se quien pueda. No pretendamos ya visiones de conjunto, grandes relatos,grandes Causas; contentmonos con los sabrosos goces del mundo modernoque en la montaa revolucionaria no pudimos disfrutar.

    Huir a lo inmediato: no querer mirar lejos, dis-traerse simplemente conlo mnimo, con lo que nos rodea. Es conocida la tesis de Umberto Eco en suobra El pndulo de Foucault: en este momento, en que se pasa del materia-lismo histrico al hermetismo y en que el ocultismo mgico ha sustituido a lasviejas iglesias en la tarea de mantener la esperanza en misterios inexistentes,vale ms dice Eco dejar de soar y aferrarse a los pequeos placeres de lavida domstica y del campo, a la mujer, a un nio, a una pelota, a una hormi-ga, a un melocotn...

    Y as, desde nuestra propia problemtica latinoamericana, se difunden unasactitudes (pensamiento dbil, compromiso light...) que coinciden en buena partecon lo que en el primer mundo se llama posmodernismo, aunque entre nosotrostiene una etiologa claramente diversa. Por eso lo denominamos posmodernismoa lo latinoamericano.

    El papel de la Iglesia catlica

    En la composicin de la conciencia psicolgica de una sociedad cualquiera,lo religioso, como elemento esencial de la cultura en general, quiz es imprescin-dible; pero en la determinacin de la hora psicolgica de un pueblo o unContinente tan religioso y tan poco secularizado como el latinoamericano, elpapel de este elemento religioso es ciertamente decisivo.

    Decisivo fue el papel de lo cristiano en la gestacin de los movimientos popu-lares revolucionarios en Amrica Latina 33. El caso de Nicaragua, como es bien

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    33 Para una sntesis narrativa e interpretativa de la evolucin de la Iglesia catlica en Nicaraguaa partir de los aos 60, cf. Rafael ARAGN, La Iglesia de los pobres en Nicaragua. Historia y pers-pectivas, sin pie de imprenta, Managua 1991.

  • conocido, fue emblemtico en este sentido. La insurreccin de Nicaragua y lamisma gestacin del Frente Sandinista no se hizo sin la participacin del elemen-to religioso. No fue el nico elemento, ni siquiera el elemento decisivo, quiz, peros fue un elemento muy importante.

    En la dcada de los 60, la religiosidad popular cristiana catlica en laregin del Pacfico, morava en la Costa Atlntica, era un soporte de legitima-cin del sistema somocista. El Vaticano II (1965) introdujo unos elementos deapertura al mundo, de dilogo, de renovacin teolgica y bblica, de ventanasabiertas a la cultura moderna y de renovacin del compromiso social. Muchascomunidades cristianas salieron de s mismas y se proyectaron en una accinsocial caritativa hacia el campo y los barrios pobres. Esto las sensibiliz social-mente. La introduccin posterior de elementos de anlisis social las llev a uncompromiso ya no slo social sino tambin poltico. Cuando la teologa de la libe-racin hizo presencia en Nicaragua reinterpretando el patrimonio simblico cris-tiano en compatibilidad con el compromiso revolucionario, o, an ms, en cohe-rencia profunda con l, el paso de jvenes y adultos a las filas revolucionarias fueincontenible.

    Yo no saba nada de capitalismo ni de socialismo; fue la Iglesia la que meabri a m los ojos, nos deca un veterano delegado de la Palabra en una comu-nidad rural del interior, ensendonos los folletos concientizadores que lasEscuelas Radiofnicas utilizaron aquellos aos. All se explicaban nociones ele-mentales sobre las estructuras sociales, los mecanismos sociales de control, deproduccin, de explotacin... y se propona como la solucin ms cristiana la deapoyo a un cambio social en lnea de socializacin 34.

    Muchos cristianos (miembros de los movimientos juveniles, universitarios,adultos de la ciudad, campesinos del interior...) se incorporaron a la luchaarmada y, posteriormente, a la revolucin triunfante. Entre cristianismo yrevolucin no hay contradiccin, fue la consigna de orden en aquellos aos. Elcristianismo se haba reledo a s mismo en una forma que descubra el carc-ter de primer plano que tiene la opcin por los pobres y el apoyo que el evan-gelio da a los procesos liberadores de los pueblos. Muchos cristianos, efectiva-mente, vivieron su fe cristiana en un primer momento sin contradiccin con sucompromiso revolucionario. Ms an: descubrieron el compromiso revolucio-nario y llegaron a l como el campesino delegado de la Palabra a que merefera anteriormente a partir de su fe cristiana, viviendo ese compromisorevolucionario como un acto de amor, como una exigencia moral ineludible,como una experiencia religiosa, una experiencia de Dios.

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    34 La palabra la introduca por aquellos aos nada menos que Juan XXIII en su encclicaMater et Magistra (1961), n 59ss.

  • En Nicaragua fue experiencia cierta y palpable lo que deca tericamente lateologa de la liberacin: muchos cristianos experimentan colaborar con Dios enla construccin de su Reino por medio de su participacin en las luchas liberado-ras 35. Lo religioso lleg a ser como la estructura de fondo que posibilit la cohe-rencia y solidez de la conciencia revolucionaria y la cosmovisin sociopoltica demuchos nicaragenses revolucionarios. La misma Conferencia EpiscopalNicaragense, en las vsperas ya del triunfo revolucionario, se pronunci abierta-mente por la legitimidad de la insurreccin armada contra la dictadura: era el pri-mer caso en la historia en que una autoridad eclesistica de tal nivel reconoca enuna situacin histrica concreta la realizacin de las condiciones que la teologamoral establece para el reconocimiento de una insurreccin revolucionaria comolegtima (el bellum justum).

    Se hablaba de una confluencia 36 entre cristianos y marxistas, entre fe y revo-lucin. Era una experiencia histrica de frontera, sin antecedentes, que cambi lospostulados habituales hasta entonces en las relaciones entre fe y poltica, Iglesia yrevolucin. Fue objeto de muchos estudios 37. Era la primera revolucin popular quese compatibilizaba con la fe cristiana. La anterior, la revolucin cubana, quiz porla fecha histrica en que surgi, cuando la Iglesia catlica no haba vivido todavael Vaticano II y eran en todo caso otros tiempos, no pudo tener esas relaciones conla fe cristiana y qued como traumatizada para evolucionar en este aspecto.

    Pero todo aquello dur poco en la vivencia oficial. Fue como una luna de mielpasajera. Pronto aparecieron en el horizonte signos de cambio. La ascensin deReagan al poder estrech fuertemente el espacio poltico internacional de la revo-lucin. Ello tuvo su reflejo en el interior del pas; la burguesa, que haba apoyadola cada de la dictadura somocista, se desmarc del gobierno revolucionario. ElVaticano pidi el retiro de los sacerdotes que participan en el gobierno. La revo-lucin expres su declaracin de principios sobre sus relaciones con la religin enun texto cargado de buenas intenciones que se constituy en smbolo de unanueva poca de la relacin de los movimientos revolucionarios con la religin; laprctica real, sin embargo, de esta relacin por parte de la revolucin sin dudadej tambin mucho que desear, sin que se pueda exonerar a la otra parte de acti-tudes que tampoco ayudaron a la armona. La tensin se fue alimentando de unay otra parte. La visita del Papa llegara en pleno conflicto y se constituira en suexpresin simblica mxima. Poco a poco, muchos cristianos comenzaron a sufrir

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    35 Desde otro rincn del Continente, Chile, Segundo Galilea lo deca, sin referirse aCentroamrica: Religiosidad popular y pastoral, Ediciones Cristiandad, Madrid 1979, pg. 149ss.

    36 GIRARDI, G. Sandinismo, marxismo, cristianismo en la Nueva Nicaragua. Vol. I: Laconfluencia, CAV-Nuevomar, Mxico 1986.

    37 La bibliografa sera inabarcable, lgicamente. Aqu vamos a citar, simblicamente uno querecoge el pensamiento de ms de cien telogos: J.M.VIGIL (coord.), Nicaragua y los telogos, SigloXXI, Mxico 1987.

  • una especie de esquizofrenia en su conciencia religiosa: la fe que hasta esemomento haba sido el principal apoyo de su compromiso revolucionario, pasabaa ser ahora un elemento incompatible con el mismo. Entre cristianismo y revolu-cin volva a haber contradiccin 38.

    La lucha ideolgica teolgica en este caso fue muy fuerte. Nicaragua seconvirti en una trinchera teolgica 39. La situacin revolucionaria no permiticomponendas o medias tintas, no era posible la neutralidad: o a un lado o a otro.La situacin revolucionaria acab trazando su frontera al interior de la sociedadtoda: en la poltica, en la economa, en la cultura... y en lo religioso. Fue el temade la Iglesia popular.

    Durante todos estos aos la Iglesia ha sido uno de los factores antirrevolu-cionarios ms fuertes. En nuestro pas, la mayor parte de los cristianos, en unainmensa mayora, fueron revolucionarios; muchos de los que han abdicado de suscompromisos y de sus convicciones, lo han hecho a travs de lo religioso. Lamayor parte de los cristianos no revolucionarios tienen de la revolucin un con-cepto que la descalifica no tanto por criterios ideolgico-polticos, sino religiosos.Las palabras comunismo, marxismo e Iglesia popular son palabras-tab, quela mayor parte de los cristianos no sabr explicar, pero que estn cargadas de sig-nificacin religiosa negativa; las realidades a las que se refieren han sido literal-mente satanizadas.

    El protestantismo

    Lo que hemos venido diciendo en referencia de primer plano al catolicismo,puede ser dicho globalmente del protestantismo.

    La dcada revolucionaria ha significado un incremento notable del protes-tantismo en Nicaragua. La poblacin protestante ha pasado, en nmeros redon-dos, del 7 al 20 25%.

    El protestantismo ms publicitado por los medios de comunicacin ha sido elprotestantismo pro-revolucionario. Pero, como en la Iglesia catlica, viene a sig-nificar un porcentaje mnimo dentro de su conjunto. El protestantismo mayorita-rio es profundamente anti-revolucionario.

    Hay que tener en cuenta que en Nicaragua el protestantismo histrico es muyminoritario. Las ms de 100 Iglesias cristianas existentes en la actualidad sonIglesias venidas al pas o creadas en el mismo en los ltimos decenios. Lagran explosin protestante se ha dado ya en los dos ltimos. El protestantismo

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    38 LPEZ VIGIL, Mara, Entre cristianismo y revolucin, no hay contradiccin?, enGIRARDI (coord.), Pueblo revolucionario, pueblo de Dios, Claves Latinoamericanas, Managua-Mxico 1989, pg. 187ss.

    39 GIRARDI-VIGIL-FORCANO, Nicaragua, trinchera teolgica, Lguez Ediciones,Salamanca 1987.

  • que se da entre nosotros es en su mayora numrica el de las iglesias fundamen-talistas (de diferentes orientaciones teolgicas y espirituales) conocidas comn-mente como sectas por unos, o como nuevos movimientos religiosos porotros 40.

    Su orientacin es marcadamente fundamentalista, lo que implica: espiritua-lismo, ahistoricismo, pentecostalismo, carismatismo... Todo ello eso s vividoen un clima de mucha piedad y fuerte experiencia religiosa.

    En Nicaragua, muchos de los que en estos aos se han adherido a estas igle-sias fundamentalistas han sido revolucionarios. Hay zonas del pas que fueron muyrevolucionarias y, por supuesto, catlicas, y que ahora son protestantes, y designo poltico contrario. Nos hemos encontrado casos de lderes populares sandi-nistas, de tradicin catlica, que ejercieron incluso responsabilidades polticasdirectivas a nivel barrial o departamental, que en esta crisis de los 90 han pasadoa las iglesias fundamentalistas. All han abjurado de todas sus convicciones pol-ticas anteriores y se han trasladado a un mundo de intensa experiencia religiosa.Padre, despus de tantos aos de luchas, ahora es cuando estoy encontrando unsentido para mi vida, nos han dicho. As lo sienten sinceramente.

    Aunque todo ello pueda ser una forma de agarrarse a algo que impida el hun-dimiento de la persona en esta nueva poca de su vida donde todo lo anterior-mente vivido est sometido a una zozobra existencial casi total. Una confesincristiana, la catlica, posibilit y propici el crecimiento de la conciencia crtica yel involucramiento en el compromiso histrico y poltico; cuando todo eso, por laconocida situacin se viene abajo, la persona necesita recomponer su mundosobre bases enteramente nuevas; nada mejor que cambiar tambin de confesincristiana, sin que baste irse al protestantismo histrico, que tambin propiciarauna conciencia crtica y un compromiso histrico. Lo que necesita la persona enesa situacin de desestructuracin de su mundo interior es una confesin cristia-na fundamentalista, que le d unas verdades claras, ciertas e indiscutibles, que loaleje del mundo sociopoltico que tanto le ha hecho sufrir y no ha acabado de dige-rir, y que consolide todo ello con una fuerte experiencia religiosa, intimista, sobre-natural, milagrera incluso.

    Como decimos, en unos casos se da una desestructuracin de la cosmovisinde la persona por parte de estas iglesias; la persona es introducida en un imagi-nario religioso alejado del mundo, con frecuencia poblado de espritus divinos ysatnicos 41, mgico y milagrero, y, desde luego, legitimador del orden social con-servador bajo el supuesto absentismo poltico.

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    40 DAMEN, Franz, La cuestin de las sectas, Secretariado Nacional de Ecumenismo, La Paz1990; Sectas, en Mysterium Liberationis, UCA Editores, San Salvador 1991, vol. 1, pg. 423-446.

    41 MARTNEZ, Abelino, Las sectas en Nicaragua, CAV-DEI, Managua-San Jos 1989, cons-truido sobre estudios concretos de campo.

  • En otros casos el proceso es al revs: la persona ha sufrido en otra parte ladestruccin de su cosmovisin, y acude a alguna confesin protestante o a ver-daderas sectas para suplir con fundamentalismos, milagrera y fanatismos, loque no encuentra en el interior de su mundo destruido.

    Ya nadie duda de que el mapa religioso confesional de Amrica Latina estcambiando o ha cambiado profundamente en su configuracin numrica.Cada hora cuatrocientos latinoamericanos entran en una secta evanglica 42. Yen este sentido no cabe duda de que los nuevos movimientos religiosos, y aunlas mismas sectas, estn cumpliendo un papel 43: estn ayudando a su modo asobrevivir espiritualmente a los pobres, en este momento oscuro y sin horizon-te. Slo en esos grupos religiosos encuentran muchos pobres una forma de cape-ar el temporal actual. Estos grupos religiosos les dan una experiencia religiosafuerte, que agarra a la persona muy desde lo afectivo y experiencial, lo alejan delcampo frustrante de lo ideolgico y analtico, y lo trasladan a un mundo espiri-tualista que satisface el hambre no slo de pan, sino de pan y de belleza 44, desentido sobre todo; los pobres recuperan ah el sentido que tod