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“Cataluña se quiere emancipar porque tiene un proyecto propio y quiere vivir mejor.”Artur Mas, Presidente de la Generalitat de Cataluña, 28 de septiembre de 2013.

“Los Países Catalanes han sido divididos en diferentes territorios por imperativos políti-cos: la Cataluña Norte, en el Estado francés; el Principado de Cataluña con la Franja de Poniente, el País Valenciano, y las Islas Baleares y Pitiusas al Estado español, y Andorra, que tiene estado propio. Este descuartizamiento, fruto de más de 300 años de opre-sión por parte de los estados español y francés, ha hecho que los diferentes territorios hayan vivido ignorándose los unos en los otros o, en el peor de los casos, ignorando la propia identidad.”Esquerra Republicana de Catalunya, Proyecto Político, 2013.

“Lo primero que hace el nacionalismo es falsear la historia y buscar un enemigo exterior y el Gobierno catalán extendió esta paranoia entre los ciudadanos catalanes.”Albert Boadella, actor y dramaturgo catalán, La Vanguardia, 3 de abril de 2013.

“Los españoles no estamos de acuerdo –gracias a Dios-. Ningún pueblo lo está. El des-acuerdo es inevitable y maravilloso, siempre que no roce la concordia, la decisión in-quebrantable de no romper la convivencia.” Julián Marías, en la revista Cuenta y Razón, mayo de 1998.

El movimiento secesionista en el mundo libre es consciente de que su objetivo irrenunciable –romper con el otro, cancelar una convivencia de siglos- es incompatible con el progreso social, político y moral de nuestra época.

En efecto, la propia conciencia cívica de nuestras sociedades libres constituye de por sí un prin-cipio virtuoso que impide la propagación en su seno de cualquier proyecto basado en la voluntad de no convivir, que queda en sus márgenes, pues repugna al civismo.

Para conseguir adeptos con los que salir de su marginalidad, el nacionalista radical se ve en la urgencia de ocultar ese objetivo suyo y en el trance de amañar argumentos para que el viento contrario del progreso ético y político sople a su favor.

Esa maquinaria independentista procede entonces, respecto del territorio donde actúa, a diver-sas operaciones de manipulación de la historia y del presente: suprime o desfigura, de la histo-ria, cualquier hecho o referente simbólico compartido; denuncia, como si fueran resultado de la imposición –nunca como fruto del devenir histórico o del acuerdo- aquellos hechos comunes que no puede silenciar y, por último, presenta la realidad de ese marco mayor al que pertenece como una instancia de la que solo procede la amenaza, la fuerza o la represión, pero nunca la solidaridad o el afecto.

“En la vida de mis abuelos paternos hay, para mí, un gran misterio. Pertenecían ambos a la burguesía catalana —mi abuelo era empresario textil—; hablaban catalán, no iban a misa, leían a Aldous Huxley y Stefan Zweig; pertenecían a un partido catalanista conservador, la Lliga, equivalente de lo que hoy sería CiU […] Sin embargo, cuando las tropas del generalísimo entraron en Barcelona en enero de 1939, mis abuelos las reci-bieron gritando hasta desgañitarse, brazo en alto: “¡Franco, Franco, Franco!.”Laura Freixas, escritora barcelonesa, El País, 21 enero 2014.

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“Y en sus memorias, elocuentemente tituladas Habíamos ganado la guerra (2007), Esther Tusquets retrata la euforia, en 1939, de muchos catalanes ricos, como sus pa-dres, que jamás dudaron que la victoria de Franco (incluida la disolución de la Generali-tat y el fusilamiento de su presidente, Lluís Companys) era la suya”.Laura Freixas, escritora barcelonesa, El País, 21 enero 2014.

“Ahora intentemos entender todo esto a la luz de la historia oficial. Una historia forma-da solamente por dos polos: de un lado “Catalunya”, unánime, resistente, noblemente vencida, siempre víctima; del otro una “España” empeñada, como un solo hombre, en sojuzgar a los catalanes. Es el discurso que destilan las celebraciones del tricentenario de 1714, el reciente congreso titulado España contra Catalunya, el Museu d’Història de Catalunya o la declaración de soberanía aprobada por el Parlament (23-1-13), cuyo preámbulo asegura sin pestañear que “la dictadura de Franco contó con una resisten-cia activa del pueblo de Catalunya.” Laura Freixas, escritora barcelonesa, El País, 21 enero 2014.

“Siendo tan burda esa falsificación de la historia, es asombrosa la facilidad con la que está calando. Sin duda en momentos como los actuales, de crisis, miedo al futuro, an-gustia…, resulta consolador ese espejismo de unanimidad y decisión: “Siempre hemos luchado los mismos por lo mismo, desde hace muchos siglos”, nos vienen a decir. Se ocultan así todos los conflictos internos: de clase, de género, religiosos, ideológicos…, como si el mero hecho de ser catalanes bastara para definirnos y hermanarnos.”Laura Freixas, escritora barcelonesa, El País, 21 enero 2014.

4.1 Introducción

“Al llegar al final de la Edad Media, el antiquísimo grupo de los “hispani”, sigue presente en la Historia. No son solamente los que habitan un lugar. Nunca la denominación de un grupo de gentes, si tiene un puro valor geográfico, ha podido tener tan extraordinaria fortuna. Por eso, a través de las notas que hemos recogido, hemos visto apreciarse que una serie de notas características se les aplicaban conjuntamente, que bastaba el nombre que en común llevaban para distinguirlos en la relación o en la acción militar con y contra otros pueblos, que una misma naturaleza les colocaba en una igual situa-ción de obligación política, que una sola y común historia los fundía, sin perjuicio de las reagrupaciones interiores que pueden hacerse, variables según el punto de vista desde el que se les contemple, pero siempre superadas por la unidad de un destino histórico que el catalán anónimo que escribió el “Flos Mundi” enunció así: ser español.”Jose Antonio Maravall, historiador de las ideas, El concepto de España en la Edad Media, 1954.

En el caso de España, esa maquinaria esconde la centenaria y profunda realidad española de la historia de Cataluña, considera como fruto de la colonización cualquier elemento común his-pánico que sea irrefutable e identifica al resto de España con un poder totalitario dedicado a reprimir a Cataluña.

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El cálculo tras estas operaciones fraudulentas es simple: si nunca ha habido historia común, ni sentimientos de pertenencia a una misma comunidad, ni lazos de afecto, si tan solo han existido conquista e imposición, entonces la secesión no significa ruptura, pues no se puede romper lo que no existe, sino la mera emancipación; y un proyecto emancipador sí obtendría ya, por sus connotaciones éticas, simpatías internas e internacionales.

Cualquier estratagema es válida con tal de disfrazar la realidad dramática de romper con el otro, que es lo que significa el secesionismo en el mundo libre.

Esas consideraciones sobre la historia (y sobre el presente) del nacionalismo radical son, en su mayoría, inconsistentes. La tarea de rebatirlas resulta a la vez fácil y penosa, pero, en el fondo, es irrelevante. Tiene poco sentido plantear el debate en términos históricos porque la cuestión no es esa, no radica en desautorizar el proyecto separatista en las sociedades libres por la debi-lidad de sus fundamentos históricos, aunque son efectivamente débiles e insulsos.

La cuestión radica en desautorizar el independentismo en nuestras sociedades libres porque, incluso si fueran ciertas sus consideraciones históricas, su proyecto tan solo aporta una re-gresión política y ética, pues no es legítimo renunciar al pacto y a la convivencia vigentes en la democracia actual por lo ocurrido en un pasado más o menos remoto.

Aunque las analogías no sean muy precisas, valgan las siguientes: ¿Tendría sentido que un país europeo defendiera el fin de la concordia europea, del proyecto de construcción europeo, de la unión europea, porque uno de sus miembros, en el pasado, le declaró la guerra o lo invadió? ¿Sería legítimo que un Estado promoviera la voladura de las naciones unidas (otras minúsculas reveladoras) porque otro de sus miembros, en el pasado, fue su enemigo?

Ahí vemos cómo incluso la presencia de hechos históricos probados no concede ninguna virtud política, ningún valor moral a un proyecto basado en la voluntad de cancelar una comunidad de vida. Porque lo relevante es justamente lo contrario: incluso si hubiera habido en el pasado desencuentros radicales, precisamente por ello la única opción emancipadora es mantener la concordia en libertad y no regresar a esos desencuentros radicales.

¿Con qué licitud moral puede defenderse que el hecho de convertir en extranjero al conciuda-dano es un acto emancipador?

Otra variante de esta manipulación consiste en atribuir al resto de España la responsabilidad del aumento del separatismo:

“Aznar fue una gran fábrica de independentistas en Cataluña así como el Tribunal Cons-titucional español por su sentencia del Estatut en 2010.”Ferran Requejo, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, 15 de octubre de 2013.

“El gobierno [de España] es una fábrica de independentistas.”Joana Ortega, Vicepresidenta de la Generalitat de Cataluña, en declaraciones a RNE, 10 septiembre de 2012.

Nuevamente asoma aquí la mala conciencia respecto de la genealogía moral del secesionismo, pues estas afirmaciones tienen tono de acusación y de reproche y acusar es imputar a alguien

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un delito, culpa o falta, y esa falta sería, en este caso, optar por el independentismo; estamos ante una suerte de acusación hacia fuera que hace el propio independentista, para desembara-zarse de cualquier responsabilidad propia a la hora de sumarse al separatismo, a un proyecto de ruptura con el otro que, en el fondo, sabe que es un error ético. El enunciado, que solo puede ser tramposo si el que lo proclama vive en una sociedad libre, reza así: “yo no soy independentista, sino que me han forzado a serlo”.

Los propios catalanes, entre otros, se rebelan contra esta manipulación:

“Asimetría de la tolerancia. Idea utilizada por Ferdinand Mount para referirse a la exis-tencia de una doble vara de medir cuando se valoran hechos iguales o parecidos. Ca-taluña es el paradigma de la asimetría de la tolerancia. Ejemplos: las resoluciones del Tribunal Constitucional son inadmisibles e injustas si derogan leyes emanadas del Par-lamento autonómico y admisibles y justas si derogan leyes emanadas del Congreso; la inmersión en lengua catalana es una necesidad y la inmersión en lengua castellana un genocidio.”Miquel Porta Perales, escritor barcelonés, Crónica global, 9 de diciembre de 2013.

“Si uno argumentaba contra las falacias de los agravios históricos o fiscales, contra las identidades milenarias, contra la inmersión lingüística que conculca el derecho a elegir ser educado en la lengua común, etcétera... siempre había un asno solemne para ad-vertirnos de que estábamos “fabricando independentistas” […] Por ejemplo, la renova-ción del Estatuto. Antes de emprenderla, las encuestas decían que los catalanes eran una de las autonomías más satisfechas con su reglamento. El referéndum para aprobar el nuevo —con ínfulas de Constitución alternativa— contó con una participación popu-lar más baja que mediana. Ni en el Parlamento español ni en el Tribunal Constitucional fue rechazado, sólo se hicieron esfuerzos para hacerlo compatible con la legislación estatal, tratando de que estar cómodos en España no consistiera en incomodar a Es-paña… como luego pareció ser el verdadero objetivo. En particular el Constitucional, con un largo retraso fruto del pánico a desagradar, sentenció ciertos cambios a partir de un esfuerzo de interpretación que atenuara las flagrantes inconstitucionalidades en traviesos malentendidos. Pues nada, su dictamen fue considerado como un atrope-llo imperdonable por quienes ideológicamente necesitaban una tiranía que padecer y no un estatuto del que disfrutar.”Fernando Savater, filósofo español, El País, 13 de noviembre de 2012.

Y en el día de hoy, a muchos nos entristece la perspectiva de romper un vínculo centenario; a muchos españoles de fuera de Cataluña y a muchos catalanes de dentro y fuera de Cataluña nos apena ese horizonte de amputación: por afecto, por sentimientos muy hondos, nos resulta insufrible la perspectiva de que un catalán sea extranjero en España o la perspectiva de que un gallego o un andaluz sean extranjeros en Cataluña. Pues eso significa esencialmente la sece-sión.

¿Dónde reside el progreso social de un proyecto que busca poner fin a esa comunidad de afec-tos?

CAPITULO 4

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4.2 ¿Quién deshonra la tradición propia?: “Yo soy un conde de España al que llaman Conde de Barcelona”

“A pesar de la racionalidad de nuestra propuesta [independentista] y de la evidencia de las cifras, nos encontramos con una nueva barrera: la estimación por España.” Esquerra Republicana de Catalunya, en su web, 2013.

“Pero si la personalidad catalana es una realidad que un día u otro habrá de tener plena con-sagración, creo igualmente que la existencia de una realidad hispánica es un hecho definiti-vo […] La realidad de estas personalidades diferenciales debía ya imponerse a los romanos, que la consagraron con la división establecida por ellos en España […] por encima de la Lusi-tania, la Bética y la Tarraconense, nos hablaron siempre de España y reconocieron siempre una unidad peninsular, que se acentúa políticamente durante la dominación de los godos.” Francesc Cambó, Por la Concordia, 1927.

El sentimiento de lealtad del pueblo catalán a su “voluntad de ser” ha sido siempre compatible con la idea de España. En cualquier periodo de la historia de España, de la historia de Cataluña, siempre ha existido -y existirá- una opción estrictamente catalana por la concordia y la convivencia.

Las referencias a España son constantes en la literatura y la historia catalanas desde el mismo momento del nacimiento de Cataluña.

Bastarían los siguientes tres ejemplos para demostrar limpiamente la verdad de esa realidad catalana como parte esencial de la realidad española, tres momentos históricos o culturales de genuina raíz española y de extraordinaria dimensión universal, acontecidos los tres en Cata-luña. No son ejemplos que pretendan plantear un debate en términos históricos, ni reabrir una polémica sobre esencias nacionales o determinismos. Son tan solo tres muestras que expresan, espontáneamente, con total certitud, precisamente porque no se lo proponen, la naturalidad con la que ha convivido la realidad catalana en el ámbito de la realidad española:

El primer ejemplo lo proporciona San Ignacio de Loyola, fundador en el siglo XVI de la Compañía de Jesús, la orden de los jesuitas, extendida por el mundo entero. Ignacio de Loyola se recogió, en busca de su vocación religiosa, en Montserrat, exactamente en el mismo monasterio catalán en el que se recogió doscientos años antes el primer filósofo en lengua catalana, Ramón Llull; y nuevamente se apartó a otra villa catalana, la de Manresa, para meditar profundamente sobre su proyecto de vida. Aquel vasco de un territorio vinculado a la Corona de Castilla no debía de ver tan diferente Cataluña cuando escogió dos de sus centros espirituales más importantes para meditar sobre decisiones clave de su trayectoria.

El segundo ejemplo nos remite a un hecho trascendental de la historia universal: el descubri-miento de América por Cristóbal Colón, al servicio de los Reyes Católicos, en 1492. A su regreso, en 1493, recala en Barcelona y en aquellas tierras es recibido en audiencia por los Reyes Católi-cos, Isabel y Fernando, a los que da cuenta de su travesía.

El tercer y último ejemplo se debe a Miguel de Cervantes, el más grande escritor de la literatura española, quien reserva a Barcelona, a la que califica de “honra de España”, y a los catalanes,

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páginas llenas de afecto y admiración; basta leer los cinco capítulos de la segunda parte de El Quijote sobre “lo que le sucedió a don Quijote en la entrada de Barcelona, con otras cosas que tienen más de lo verdadero que de lo discreto” para ver con qué naturalidad, hace cuatrocientos años, integra Cervantes las tierras catalanas en el recorrido español del ingenioso hidalgo. Es la mirada serena y cordial de quien se siente en casa.

Pero esta doble condición, catalana y española, puede verificarse en cualquier cata histórica que se haga, con las variables de significado que se quiera, pero en convergencia creciente –como ocurre en el devenir de cualquier otra nación- desde su mismo origen, hace mil doscientos años, cuando era conocida Cataluña, en lengua francesa, como “Marca de España” (Marche d’ Espagne) hasta nuestros días.

A continuación, se proporcionan otras informaciones históricas, todas ellas comprobables, que demuestran la centenaria realidad hispano-catalana, la presencia, siglo a siglo, de España como referencia propia, irrenunciable e insustituible, para las gentes de Cataluña.

Pero, incluso, si no hubiera existido esa realidad tan densa, que es innegable, ¿cabe defender hoy el proyecto de poner fin a un acuerdo de vida en común que ha sido refrendado por la in-mensa mayoría de los catalanes, de los españoles en su conjunto? ¿En base a qué principios políticos y morales? ¿En beneficio de qué progreso social?

La realidad catalana es parte esencial de la realidad española y viceversa y esta es en sí una buena noticia para muchos, pero no para los independentistas, que procuran ocultarla o diluirla a toda costa:

“España, como Europa, ha sido durante siglos básicamente un término geográfico […] La España que ahora se tambalea es la España nacida entonces, el resultado de una imposición militar violenta. […] El plausible Estado catalán independiente debe aprobar enseguida muchas asignaturas pendientes.”Ramón Folch, El Periódico de Catalunya, 15 de octubre de 2013.

Los textos históricos que se citan a continuación, mayoritariamente catalanes, prueban que este tipo de aseveraciones son una argucia con la que los separatistas quieren vaciar de conte-nido, de connotaciones cordiales, el término España. Una argucia que se vuelve contra sí misma: pues incluso si admitiéramos que el término “España” era entonces una mera denotación geo-gráfica, como el término “Europa” lo habría sido antiguamente, la misma realidad del proyecto de construcción europea refuta que estemos ante un término exento de connotaciones, además de geográficas, también históricas, culturales, políticas y espirituales. ¿Cómo es posible haber construido el edificio político, económico y social más extraordinario y extenso, más colectivo, libre y solidario de la historia de la humanidad sobre un término exclusivamente geográfico? El hecho de que no existiera, según en qué momentos, bajo el término “España” o “Europa”, una unión política, en nada invalida la fuerza de ambos conceptos como pasado, como proyecto, como horizonte y, siempre, como comunidad fecunda, dispuesta a dar sus frutos.

La mirada de otros refuerza esa existencia de un concepto común para la vida peninsular, bajo un solo término: fuimos Hispania, para los romanos, Sefarad para los judíos y Al-Andalus para los musulmanes. La mirada exterior reafirma esa realidad, para bien, pero también para mal, pues la conocida como leyenda negra agravia a los españoles todos, sin distinción.

CAPITULO 4

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4.3 Sobre la Edad Media

El término “España” ¿es, durante siglos, como pretenden ciertos secesionistas, una mera deno-tación geográfica? ¿Por qué les molesta a ciertos independentistas que el concepto “España” tenga unas acepciones más ricas y fecundas? Porque les estorba en su empeño de negar toda referencia que sea a la vez común y cordial, porque la evidencia de un elemento que sea perci-bido como propio les impide presentarlo como si fuera ajeno e impuesto.

La conquista de la Península por los árabes termina con el universo intelectual que los hispanos habían heredado de Roma y conservado durante la Monarquía hispano-goda. Por eso mismo, provoca la primera exteriorización de la conciencia española frente a los “otros”. La Reconquista surgirá del alzamiento de las “muy pocas gentes” que se quedaron sin someter.

“Tota Spanya se perdé (…) no´s salvá sino quatre o cinc parts, e foren les Asturies e Vizcaya, que son grans montanyes, e les de Sobarba e Ribagorça, en alguns lochs en los monts Perineus, en los cuals font loat lo nom de nostre senior Deu Jesuchrist.”Gabriel Turell, Recort, crónica del siglo XV.

La “laudatio” y la lamentación o duelo por la pérdida de España son constantes en la literatura catalana de forma similar a como acontece en Castilla. Léase a Rivera de Perpejá, al citado Turell o a Roig. “Plora, doncs, Spanya” dirá el propio Turell.

Para la historiografía, la literatura y cultura de Cataluña, resultan de extraordinario valor las Cróni-cas de Jaime I, de Bernat Desclot, de Ramón Muntaner y de Pedro el Ceremonioso, escritas entre los siglos XIII y XIV. Marcelino Menéndez y Pelayo las califica de “grandiosas narraciones”, “de ad-mirable prosa” catalana. El poeta Àngel Guimerà, del que se habla más abajo, las denominó “los cuatro evangelios de la patria catalana”. Y el polígrafo francés Morel-Fatio las bautizó como “las cuatro perlas de la literatura catalana”. Bajo el título de Les Quatre grans cròniques, las editó y anotó, en 1971, el historiador catalán Ferran Soldevila. La Generalitat de Cataluña, en su web, escribe de ellas que “son clave para entender la formación de la conciencia nacional [catalana].”

Esas historias aragonesas y catalanas llenas de encanto y grandeza, todas ellas, contienen numerosas menciones a España, a veces en mayor proporción que las crónicas análogas cas-tellanas. Se consignan a continuación las más relevantes, que no necesitan mayor comentario, pues son muy explícitas sobre lo que significaba España para los reyes, para las gentes y para los historiadores catalanes de la Edad Media: para todos ellos, la conciencia de tenerse por es-pañoles era una verdad espontánea.

La figura política de mayor relevancia en la historia medieval de Cataluña, y quizá de toda su historia, es el rey de Aragón Jaime I (1208-1276); destacó tanto por su obra política como por su labor jurídica e historiográfica y dejó escrita una de las crónicas más importantes para la his-toria de Aragón y de Cataluña, “El llibre dels fets”, la primera en el tiempo de las cuatro grandes crónicas catalanas. En ella, se refiere en numerosas ocasiones a España, de la siguiente manera, textualmente:

De su progenitor, Pedro II dice así:

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“Nostre pare, lo rey en Pere, fo lo pus franch rey que anch fos en Espanya e el pus cor-tes, e el pus auinent” / “Nuestro padre, el rey Pedro, fue el rey más generoso que nunca hubo en España, y el más cortés, y el más afable.”

Del vizconde catalán Guillem de Montcada afirma que:

“ningún rey de España tiene mejor vasallo.”

Tras la conquista del reino balear:

“Barons, be conexem e creem que vós e tots aquels que en Espanya són, sabets la gran grácia que nostre Senyor nos ha feyta en nostre jovent, del feit de Maylorques e de les altres illes e de açò que havem conquest Tortosa a encá” / “Barones, bien sé y creo que vosotros y todos cuantos sois en España, sabéis la alta gracia que nuestro Señor me mostró en mi juventud durante la conquista de Mallorca y las otras islas, y de cuantas otras tierras he conquistado, desde Tortosa hasta aquí.”

Ante la perspectiva de proceder a la conquista del reino de Murcia, habla el rey Jaime I de la siguiente manera ante las Cortes de Aragón:

“Mucho me asombro de vosotros, pues sois gente dura para entender las razones; por-que deberíais considerar de qué asunto se trata y tendríais que discernir si Nos lo ha-cemos con una finalidad buena o mala. Porque ciertamente creemos que nadie podría criticarnos, pues lo hacemos, en primer lugar, por Dios; en segundo lugar, para salvar a España, y en tercero, para que Nos y vos tengamos más mérito y buen renombre por haber salvado a España.”

Palabras del Rey que concluyen así:

“E fe que devem a Déu, pus aquels de Cathalunya que és lo meylor regne d’Espanya e.l pus honrat e.l pus noble”/ “Por la fe que debemos a Dios, los de Cataluña constituyen el mejor reino de España, el más honrado y el más noble.”

Y, tras recibir la bendición del Papa con motivo de la expedición a Tierra Santa, dirá el propio Rey Jaime I:

“E sobre açó levam-nos e isquem defora ab nostra companya e dixem-los: Barons, anar-nos-en podem, que huy és honrada toda Espanya”/ "Entonces nos levantamos, salimos afuera con nuestra comitiva y les dijimos: Barones, podemos irnos, pues hoy se ha visto honrada toda España."

Hemos visto cómo el rey Jaime I el Conquistador -al que algunos presentan como “padre y casi fundador de la nacionalidad catalana” (Marian Aguiló i Fuster)- se felicitaba, hace 700 años, de un proyecto cuyo fin es “salvar a España”: ¿es que se puede querer salvar tan solo una geogra-fía? ¿No es aquí “España”, hace siete siglos, como mínimo, una referencia común y cordial, un mismo horizonte de afectos?

La segunda en antigüedad es la Crónica de Bernat Desclot o Crónica del Rey en Pere e dels seus antecessors passats, que contiene el relato del reinado de Pedro el Grande.

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Comprende, entre otras, las siguientes referencias a “Spanya”:

El propio cronista presenta así su propósito:

“Ara lexa a parlar lo llibre del rey En Pere e del infant En Jaume son fill, e parlare dels fets qui sdevench als tres reys de Spanya, dels quals fou lo hu lo rey d'Arago En Pere” / “Ahora déjame hablar del libro del Rey Pere y del Infante Jaume, su hijo, y hablaré de los hechos que suceden a los tres reyes de España, uno de los cuales era el rey de Aragón Don Pere”.

Bernat Desclot titula así el capítulo V de su Crónica:

“Com Miramoli, serray molt poderos, feu paisatge en Spanya, e com los tres reys de Spanya li ixeren al encontre” / “Cómo Miramoli, sarraceno muy poderoso, desafió a España, y de cómo los tres reyes de España le salieron al encuentro.”

Y añade más adelante:

“Ab tant, aquest Miramoli se aparella que passas en Spanya; e trames sos missatgers per totes ses terres a totes les gents que armes sabessen portar: que venguessen e que passasen en Spanya ab ell, que ell volia gitar tots los crestians de Spanya e que conquerria tota Roma” /. “Por tanto, este Miramoli decidió entrar en España; y envió a sus mensajeros por todas sus tierras para que todas las gentes que supieran llevar armas: que vinieran y que pasaran a España con él, que él quería quitar a todos los cris-tianos de España y conquistar toda Roma.”

Y describe así los preparativos de los tres Reyes de España:

“Quant lo rey de Castella sabe que Miramoli venia ab ses osts, trames sos missatgers al rey de Arago En Pere e al rey de Navarra: [...] E los tres reys de Spanya atendaren se a huna legua prop la ost dels Serrayns e stabliren lurs batalles en aquesta manera, que cascu dels tres reys volien haver la davantera; mas acordaren se entre ells que, per honrament, car los Serrayns eren venguts en la terra del rey de Castella, e com la batalla se feya en sa terra, fon ordenat que ell hagues la davantera, e lo rey de Navarra la segona schala, e lo rey d'Arago En Pere fos en la reguarda ab la cavalleria de Catalunya e de Arago” / “En cuanto el rey de Castilla supo que Miramoli venía con sus tropas, envió sus mensajeros al rey de Aragón Pedro y al rey de Navarra: […] Y los tres reyes de España esperaron a una legua para cercar a los Sarracenos e hicieron sus batallas de este modo, que cada uno de los tres reyes quería llevar la delantera, mas acordaron entre ellos que, por honra, pues los Sarracenos habían venido a la tierra del rey de Castilla, y como la batalla se hacía en su tierra, fue ordenado que él fuera a la cabeza, el rey de Navarra en la segunda fila, y el rey de Aragón Pedro fuera en el retén con la caballería de Cataluña y de Aragón.”

Terminado el combate, añade la Crónica:

“Quant hagueren desbaratats los Serrayns e conquestes moltes ciutats, viles e cas-tells, lo rey de Arago e los altres reys de Spanya s'en tornaren cascuns en sa terra” / “En cuanto hubieron vencido a los Sarracenos y conquistado muchas ciudades, villas y castillos, el rey de Aragón y los otros reyes de España se volvieron cada uno a su tierra.”

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Uno de los pasajes más atractivos de esta gran crónica catalana es aquel que da cuenta del viaje del Conde de Barcelona a Alemania:

“E cavalca tant que fo en Alamanya, en una ciutat que havia nom Colunya. E aqui fo l'emperador […] E quant fon devant lo emperador, saludal; e lo emperador acollil molt gint, per tal com li semblava hom honrat. «Senyor, dix lo comte, yo son hun cavaller de Spanya / “Y cabalgó tanto que llegó a Alemania, a una ciudad que tenía por nombre Co-lonia. Y de aquí era el emperador […] Y cuando estuvo delante del Emperador, le saludó; y el Emperador le acogió muy gentilmente puesto que le parecía muy honrado. “Señor, dijo el Conde, yo soy un caballero de España”.

Según aquella leyenda, el Conde de Barcelona acude luego a ver a la Emperatriz, con la que tiene este diálogo:

“-Senyor, dix la emperadriu, be siats vos vengut! Prech vos, senyor, quem digats vos qui sots ne de qual terra […] -Yo son hun comte de Spanya a qui dien lo comte de Barcelo-na» / “Señor, dijo la Emperatriz, sed bienvenido. Os ruego, señor, que me digáis quién sois y de qué lugar […] “Yo soy un conde de España al que llaman Conde de Barcelona.”

El cronista, en el capítulo VIII titulado:

“Cómo el compañero del conde, que había llevado a Alemania, se le escapó; y cómo el buen conde de Barcelona entró en campo de batalla”, cuenta lo siguiente: “E lo empe-rador trames missatge al comte de Espanya, si era aparellat ell e son companyo, que entrassen al camp” / “El Emperador dio la orden al Conde de España, de que él y su acompañante entraran en el campo de batalla.”

El relato concluye con este diálogo de la emperatriz con el emperador de Alemania:

«Hal senyor, dix ell, malament som scarnits; car vos pas no sabets aquest cavaller qui era.-Cert, dix l'emperador, no pas, sino que ell me havia dit que era hun cavaller de Span-ya” / “Ay Señor, dijo ella, hemos tenido nuestro merecido; ¿no sabe quién era ese caballe-ro? Cierto, dijo el Emperador, para nada, sólo que el me había dicho que era un caballero de España.”

La tercera es la llamada Crónica catalana, de Ramón Muntaner, un relato muy vivo de las extraordina-rias gestas catalano-aragonesas por el Mediterráneo, que convierten a Aragón en una gran potencia mediterránea. Se transcriben a continuación algunas de las referencias textuales a “Espanya”.

El rey Carlos de Anjou dice lo siguiente sobre las tropas catalano-aragonesas que le persiguen:

“Cuando supo el rey Carlos [de Francia] que las veinte y dos galeras del rey de Aragón iban detrás de su armada, maravillándose en gran manera, se santiguó y dijo: -Ay Dios ¡Tan loca es esa gente, que así van á morir, sin mas ni mas!. Cierto es, en verdad, lo que dijo el sabio, que todo el entendimiento de España está en la cabeza del caballo, pues la gente no tiene seso, y los caballos de España son sesudos y los mejores del mundo” [Capítulo LXIX].

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Muntaner narra en otro pasaje cómo el rey de Aragón y el Rey Sancho de Castilla se reúnen en la localidad aragonesa de Ariza. Sancho le promete al Rey de Aragón ayuda contra los franceses. Resume así Muntaner las palabras del monarca castellano:

“Que entre Nos y Vos, el rey de Mallorca y el rey de Portugal, bien me parece que po-demos defendernos de ellos […] Verdad era, por cierto cuanto él decía [en referencia a Sancho], pues si estos cuatro reyes que él nombraba de España, los cuales son una carne y una sangre, marchasen acordes, poco habrían de temer á cualquier otro poder del mundo.” En su cita original: “E segurament ell deya veritat, que si aquests IV reys que ell nomenava de Espanya, qui son una carn e una sanch, se tenguessen ensemps, poch duptaren tot laltre poder del mon.” [Capítulo CII].

En otro pasaje, refiere que el rey de Aragón deja guarnecida las ciudades de Gerona y Besalú. Y precisa así Muntaner cómo se organizó aquella operación:

“Todo esto dejó ordenado el señor rey de Aragón, habiendo señalado por jefe de la gen-te al señor infante En Alfonso, y con él al conde de Ampurias, al vizconde de Rocaberti, al vizconde de Castellnou, á A. de Cortsavi, á En Guillermo de Anglesola y á En Galceran de Cartellá, señor de Hostales y de Pontons, de quien podía decirse, que fue de los me-jores caballeros que jamás haya habido en España.” [Capítulo CXXVIII]”.

De uno de los caballeros de Aragón, dice así el cronista:

“En Berenguer, que era, ha sido y es todavía el caballero mas espléndido que jamás haya habido en España.” [Capítulo CXLIX].

Otro pasaje, revelador de la extraordinaria dimensión mediterránea de la Corona de Aragón, es aquel que trascurre en la ciudad de Constantinopla, a dónde ha viajado el caballero En Beren-guer de Entenza. Caballero catalán que es presentado así al emperador:

“Senyor, aquest ric hom es dels nobles homes d'Espanya, que fill de rei no sia” / “–Se-ñor, ese rico hombre es de los más nobles de España.” [Capítulo CCXI].

En fin, del propio Muntaner es un discurso, al final de la Crónica, “en honor y alabanza de la Casa de Aragón”, que el cronista envía al Rey de Aragón; extraemos esta referencia expresa al infante Alfonso de Aragón, hijo de Jaime el Conquistador y malogrado heredero de la Corona de Aragón:

“–Seguirán estos al alto infante En Alfonso, que es el estandarte de la empresa, -así como es de toda España ensalzamiento y prez”. [Capítulo CCLXXII]

La última gran crónica catalana es la de Pedro el Ceremonioso, también escrita en catalán, aun-que con pasajes en otras lenguas románicas, como el aragonés y el castellano; copiamos estos párrafos:

Pedro III de Aragón es consciente de que la incursión musulmana en España le afecta directa-mente:

“E, estant nós en Valéncia, veents que el passatge que el dit rei de Marrocs entenia

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a fer en Espanya era a nós molt perillós, haüt sobre açó nostre Consell, trametem al rei de Castella postres missatgers” / “Y, estando Nos en Valencia, meditando que el proyectado pasaje de dicho rey de Marruecos a España nos podía ser muy peligroso, después de habernos aconsejado acerca de ello, enviamos al Rey de Castilla nuestros mensajeros.”

Dicho rey, en sus palabras, es uno más de los reyes cristianos de España:

“Com fo tornat de Castella, nós haguem ardit que el rei de Marrocs feïa gran pertret e aparel de passar en Espanya contra los reis de crestians” /”Cuando hubo vuelto de Castilla, tuvimos noticia de que el rey de Marruecos se pertrechaba grandemente para pasar a España contra los reyes cristianos.”

En otro pasaje, el Rey Pedro III afirma:

“Antes que dicho rey de Mallorca partiese de Barcelona, hízose la traslación de la virgen Santa Eulalia, cuerpo santo de dicha ciudad, lo que tuvo lugar el segundo domingo de julio del año de nuestro Señor mil trescientos treinta y nueve, estando presentes á tal fiesta Nos, dicho rey de Mallorca, un cardenal llamado Cardenal de Rodas que había venido á España como legado del padre santo”.

Evidentemente, también desde hace setecientos años, en otros lugares de la península ibérica, encontramos referencias similares a España. Así, el legado Pontificio Don Gil de Albornoz, Ar-zobispo de Toledo y Cardenal Primado de España, el 29 de septiembre de 1364, instituía en su testamento lo siguiente:

«Ordeno que del resto de mis bienes se haga en la ciudad de Bolonia un colegio de escolares, en lugar decente, á saber cerca de las Escuelas, y se construya hospedaje digno con huerta y patios y cámaras, y se edifique capilla decorosa y buena en honor de San Clemente mártir, y se adquieran rentas suficientes para atender al manteni-miento de veinticuatro escolares, y de dos capellanes según ordenaré, queriendo que se llame a tal Casa ó Colegio,Casa española.”

Son varios los hechos relevantes de esta decisión: que el Colegio se denomina, con toda natura-lidad, “Casa Española”, siglo y medio antes del fin de la reconquista, cuando en la península ibé-rica aún había cuatro reinos cristianos además de Al Andalus, y que es la institución “española” vigente más veterana de nuestra historia.

Las citas serían interminables y basta referirse al estudio clásico de Jose Antonio Maravall Ca-sesnoves, El concepto de España en la Edad Media, que supera el medio centenar de páginas. De allí son estos expresivos párrafos:

Sobre el historiador y teólogo del siglo III, Paulo Orosio:

“Cuando Orosio dice de Braga o de Barcelona que son ciudades de España, emplea esta última palabra como nombre de lugar, estrictamente geográfico; pero cuando, al hacer la cuenta –pese a su romanismo agustiniano- de las crueldades con que Roma ha fundado su poder, exclama: “¡Que dé España su opinión!” […] da al nombre de España un valor his-

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tórico como nombre de un grupo reunido, y, en tanto que reunido, asentado en un ámbito que, por esa razón, se convierte necesariamente en unitario, porque es rigurosamente el marco en que se desenvuelve una existencia colectiva –en el caso de que tratamos, la existencia de un grupo al cual le acontece ser sujeto de un común sentimiento de dolor, por la sangre que entre ellos ha esparcido la opresión romana-. Por consiguiente, aparece en mayor o menor grado, pero siempre de alguna manera, la posibilidad de hechos que conjuntamente alcancen a cuantos viven en el interior de ese círculo.”

Sobre la crónica Recort, del cronista catalán Turell, dice así:

“Pero más interesante es comprobar la subsistencia del mismo aún en Turell, a pesar de la brevedad de su relato, cuando apenas comenzado éste hallamos la referencia a tanta “bella obra como se mostra en Spanya.”

Al referirse a las crónicas medievales, como las estudiadas anteriormente, Maravall precisa lo siguiente sobre las menciones al término “España”:

“Un ámbito en el que a los hombres que en él existen les acontece conjuntamente al-canzar unos méritos, o poseer unos sentimientos o encarnar unos valores, o, llegado el caso, sufrir una caída que debe hacerles llorar de dolor, como Turell quiere –“plora, doncs, Spanya”- hasta en los siglos siguientes. Ese concepto está en vigor en los siglos medie-vales y constituye a su vez un factor de viva acción sobre la idea política de España.”

“Catalanes y castellanos tienen para un escritor tan representativo como Desclot, un solo nombre, <espanyols>”

“Gran número de veces es empleada la palabra “españoles” por un escritor de la segun-da mitad del XIV, que también Aebischer olvidó en su estudio: Eximenis [franciscano catalán del siglo XIV] Probablemente, y es lo primero que debemos advertir respecto a la obra de Eiximenis, no hay otro autor medieval, salvo Alfonso X, que emplee mayor número de veces la palabra en cuestión.” [la palabra en cuestión es “España”].

Este es el buen vino catalán que sale de los odres de aquellas venerables crónicas medievales; y todos los catalanes, como producto que es de su tierra, pueden saborearlo sin intermediarios, por mucho que este vino no alegre el corazón de los independentistas, quienes lo ocultan o lo aguan. Son los separatistas quienes deshonran la tradición propia.

4.4 Sobre la Edad Moderna

“El matrimonio en 1469 de Fernando, heredero de la Corona de Aragón, e Isabel, a la que Enrique IV había reconocido como heredera de Castilla el año anterior, anunciaba la unión de las dos Coronas […] La Monarquía de España, que se constituyó en 1479, marca el final de la de Aragón, ya que con este nombre se designaba el conjunto de los reinos de un príncipe. La huella material de la nueva realidad política se encuentra

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en documentos que muestran la identificación de los Reyes Católicos bajo una forma breve -reyes de España, en las monedas y en los tratados internacionales-, y otra larga -en los documentos de uso interno, como son las pragmáticas y las cédulas reales.”Miguel Artola, La monarquía de España, 1999

“Dicho de otro modo, dos hechos resultan, desde mi perspectiva, igualmente innega-bles. España, una de las primeras entidades nacionales de Europa; cristalización en su interior (antes o después) de sentimientos de identidad particulares, lenguas propias (además de la común) e instituciones territoriales privativas.”Juan Pablo Fusi, España, la evolución de la identidad nacional, 2000

Dejamos así el medioevo para entrar en la edad moderna. La empresa común de la Monarquía hispánica nace en el momento mismo de la conquista de Granada y entraña, sobre todo, la fu-sión de las políticas exteriores de Castilla y Aragón:

“La unidad española fue ante todo y sobre todo, la unificación de las dos grandes polí-ticas internacionales que a la sazón había en la península: la de Castilla hacia África y el centro de Europa; la de Aragón, hacia el Mediterráneo”José Ortega y Gasset, España Invertebrada, 1921.

Para Pierre Vilar, esa inserción catalana en la Monarquía Hispánica significó lo siguiente:

“La inserción de Cataluña en la Monarquía Hispánica no se traduce en una minoración de la importancia de las instituciones catalanas. Las instituciones propiamente políti-cas y representativas que habían tenido un papel fundamental al lado de los monar-cas de la dinastía catalana en la Edad Media, permanecen en su sitio […] Las Cortes representativas de los tres Estados continúan reuniéndose y votando “Constitucio-nes” (leyes o reglas propias del Principado). Su órgano permanente –la Diputación del General o Generalitat- dará apoyo a toda reivindicación o esperanza nacida en el seno de estas clases dirigentes. Y el Consell de Cent barcelonés, cuyo derecho es adoptado por una constelación de municipios, todavía está considerado una fuerza lo bastante importante para negociar con el soberano mediante embajadores directos. Esta capa-cidad de representación y de decisión impresiona a los viajeros extranjeros (a menudo por comparación con las experiencias propias); hablan de buena gana de los catalanes como cuerpo, “tienen el orgullo de no reconocer al Rey de España más que como Conde de Barcelona”, dice uno; y otro “la Generalitat tiene más poder que el Virrey”.Pierre Vilar, Breve Historia de Cataluña, 1987

En su obra, La herencia del pasado. Memorias históricas de España, Ricardo García Cárcel dedica un capítulo a “Los catalanes. La enfermedad del pasado. Victimismo y resiliencia”. Allí, escribe sobre lo que denomina “El primer conflicto. 1640 y la secesión”:

“El primer gran enfrentamiento entre Cataluña y la Monarquía se produjo en 1640 y supondría once largos años de separación de Cataluña de la Monarquía española y vinculación a Francia. En la revolución de 1640, Olivares representará el punto de vista castellano y Pau Claris, el diputado eclesiástico Presidente de la Generalitat, el punto de vista catalán […] La guerra con Francia a partir de 1635 y la cuestión de los aloja-mientos y la incentivación de la presión fiscal juntos sirvieron de órdago de Olivares a

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Cataluña […] Cataluña se echa en manos de Francia en 1641 cuando constata que la vía de la autonomía es imposible. Desde 1643 comenzará a dar muestras de desencan-to respecto a su adscripción como provincia de la monarquía francesa y desde 1643 a 1652 llevará adelante un proceso de reencuentro con la monarquía española que culminará con la entrada de Don Juan de Austria en Barcelona, en octubre de 1652 […] Conocemos hoy bien los punta dolentia del contencioso castellano-catalán del siglo XVII. El primero fue el político-fiscal, que pondrá sobre la mesa la valoración del régi-men foral y su amenaza: el absolutismo monárquico […] El segundo es el frente antro-pológico. A los castellanos se les reprocha la hipocresía […], la altivez y la soberbia, la antipatía hacia los catalanes- “por verles hijos de un país libre y poblado y ellos en un país desierto y pechado”- la envidia y la prepotencia. A los catalanes se les reprocha el egoísmo […] ligado a su apoyo foral y su insolidaridad fiscal con la monarquía. […] El tercer frente es el lingüístico”Ricardo García Cárcel, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, La he-rencia del pasado, Barcelona, 2011

Estos acontecimientos, si los expresamos con el lenguaje que emplearía más tarde Cambó, ejemplifican el fracaso del asimilacionismo, la inviabilidad de una Cataluña aislada y la vigencia siempre de la opción por España.

Por su parte, Gregorio Marañón, que fue miembro, entre otras, de la Real Academia de la His-toria, investigó también sobre este conflicto en una de sus obras más relevantes, titulada El Conde Duque de Olivares o la pasión de mandar. De ella afirma John Elliott, lo siguiente:

“Aquí habla Marañón como profundo patriota español, pero la naturaleza de su pa-triotismo se revela en su tratamiento de la política de Olivares hacia Cataluña. Era un patriotismo arraigado en la aceptación del pluralismo fundamental de España.” John Elliott, de la Universidad de Oxford, “El Olivares de Marañón”, 2013.

Comprobamos la exactitud de este aserto en el siguiente pasaje de esa gran biografía, que aborda precisamente ese conflicto de 1640:

“Está justificada el amor y la gratitud a Castilla; lo incomprensible en el Rey y en su válido como en tantos políticos posteriores, fue el olvidar que las demás regiones que formaban el reino tenían otras obligaciones con el Estado, estipuladas y aceptadas en sus leyes regionales; y había que aceptar el hecho fatal de contar con esas regio-nes a través de esas leyes o, en todo caso, de modificar esas leyes con generosidad, con tacto inagotable, poniendo un exceso de comprensión, frente a cada una de las inevitables susceptibilidades regionalistas […] Este conflicto […] se llevó adelante con insensata torpeza dejándose […] arrastrar por el ambiente popular de Castilla adverso a Cataluña; cierto que como en Cataluña era también adverso a Castilla. Pero el gran político ha de estar por encima de estas olas pasionales de la multitud; y no lo estuvo D. Gaspar. Hirió hasta la fibra delicadísima del idioma, que para los gobernantes pru-dentes debiera ser sagrada, llegando a no querer recibir a los catalanes que hablasen la lengua regional”Gregorio Marañón, El Conde Duque de Olivares, 1936

Sobre este mismo conflicto, conviene recordar lo siguiente:

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“Entre 1640 y 1650 el grito de los ejércitos “rebeldes” [es] el de “Visca la Santa Fe Catholica y el Rey d’ Espanya y muira el mal govern”Luis González Antón, Las Cortes en la España del Antiguo Régimen, 1989 (citando a John Elliott y su obra La rebelión de los catalanes (1598-1640), 1986)

En el libro citado, García Cárcel estudia lo que titula “El segundo gran conflicto. La guerra de sucesión. Austracismo y borbonismo”. Allí escribe lo siguiente:

“La Guerra de sucesión de España reabriría las heridas que, aparentemente, se habían cauterizado tras el retorno de Cataluña a la monarquía hispánica. A lo largo del reinado de Carlos II había surgido una tercera vía entre el absolutismo centralista y el consti-tucionalismo foralista, que, apoyándose en el pragmatismo económico de una nueva burguesía (la generación de Feliu de la Penya), intentó renntabilizar del mejor modo posible para ella la correlación de fuerzas favorables a sus intereses que otorgaba la propia debilidad de la monarquía. Narcís Feliu no tuvo empacho en subrayar que Carlos II era el mejor rey que había tenido España”Ricardo García Cárcel, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, La he-rencia del pasado, Barcelona, 2011

En otra publicación más reciente, añade:

“El “caso de los catalanes” se arrastraba desde septiembre de 1711 […] Los tres niveles reivindicativos de los catalanes fueron: primero, el retorno a una Corona de Aragón bajo la protección de Austria; segundo, la República Catalana, con Mallorca e Ibiza; y tercero, al menos, el mantenimiento de los fueros políticos […] El embajador Bolingbroke justi-ficaba muy bien ante la Reina Ana de Inglaterra lo que le convenía a los catalanes, que se resumía en disfrutar de los mismos privilegios económicos que los castellanos, es decir, poder introducirse económicamente en América. Libertad de comercio en Amé-rica frente a la obsesión por los fueros políticos […] La primera evidencia que conviene destacar del austracismo es que no fue solo catalán, ni desde luego puede considerar-se bajo ningún concepto anticastellano […] Por otra parte, no toda Cataluña fue aus-tracista. Ahí está la Cataluña borbónica con Cervera, Berga, Manlleu, Ripoll, Centelles […] El austracismo político no fue solo alternativa para Cataluña si no para toda España […] La imagen de la Castilla borbónica frente a la Corona de Aragón austracista exige muchos matices […] El austracismo Catalán de 1705 solo se planteaba la reivindicación de un rey como Carlos para toda España con la asunción por Cataluña de un papel diri-gente en la proyección política y económica de la monarquía”Ricardo García Cárcel, “Los austracismos y el Tratado de Utrecht”, en la obra colec-tiva En nombre de la paz. La guerra de Sucesión española y los Tratados de Madrid, Utrecht, Rastatt y Baden, 1713-1715, publicada por la Fundación Carlos de Ambe-res, 2013.

Por su parte, debemos a Pierre Vilar, reputado historiador francés, una investigación constante sobre la historia de Cataluña. Extraemos ese párrafo sobre las consecuencias económicas y políticas de la guerra de Sucesión:

“La tradición de los Borbones era centralizadora y la rebelión catalana de 1700 le pro-porcionó un pretexto para manifestarse. Los privilegios locales desaparecieron. El “re-

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galismo” de los juristas, expresado particularmente por el Consejo de Castilla, susti-tuyó los viejos organismos autónomos por capitanías, intendencias y audiencias. Sin embargo, si este esfuerzo triunfó fue porque al mismo tiempo supo conciliarse el favor de los sectores dirigentes de las provincias activas. El gremio del comercio barcelonés obtuvo de Madrid, mediante inteligentes relaciones, la protección a las indianas, la su-presión de derechos sobre la producción, el renacimiento del Consulat de Mar y el libre comercio con América […] De este modo el centralismo capta en realidad las fuerzas vivas de la provincia”Pierre Vilar, Historia de España, Barcelona, 2008

Otro gran historiador francés, Joseph Pérez, escribe así sobre dicha guerra de sucesión:

“En ningún momento se puso de manifiesto la voluntad de aprovechar las circunstan-cias para separarse de Castilla.”Joseph Perez, Historia de España, escrita con Julio Valdeón y Santos Julià, 2000

El citado Pierre Vilar, transcribe la siguiente carta, escrita en 1674 a la Reina por el represen-tante de los marinos catalanes en la Lonja de Barcelona, deseoso de obtener representación adecuada en Cádiz en el comercio con las Américas:

“Tener cónsul en una parte y tierra es por las naciones, que son propiamente nacio-nes, pero no por aquellas que son inmediatas vasallas de una Corona, como lo son las cathalanas de la Real Corona de S. M. (q.D.g.), los quales como a propios vasallos son y se nombran españoles, siendo como es indubitable que Cathaluña es España» […] «No ha sido ni es de quitar a los cathalanes el ser tenidos por españoles, como lo son, y no por naciones”.Pierre Vilar, “El fet Catalá”, 1983

El gran historiador catalán Jaume Vicens Vives escribe así sobre este segundo conflicto:

“En todo caso, ni la actitud de Cataluña fue unánime, ni el gobierno establecido por el archiduque en Barcelona demostró hallarse a la altura de la tarea que le incumbía en un a futura España […] Pero los catalanes que seguían al Archiduque creían de buena fe, y estaban por ello bien convencidos, de que defendían la verdadera causa de España y no tan solo un puñado de privilegios”Jaume Vicens Vives, Aproximación a la historia de España, 1962

4.5 Sobre la edad contemporánea

Esta es la posición del pensador más importante del siglo XIX catalán, Jaime Balmes, sobre la suerte de Cataluña:

“Sin soñar en absurdos proyectos de independencia, injustos en sí mismos, irrealizables por la situación europea, insubsistentes por la propia razón, e infructuosos además y

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dañosos en sus resultados; sin ocuparse en fomentar un provincialismo ciego, que se olvide de que el Principado está unido al resto de la monarquía; sin perder de vista que los catalanes son también españoles, y que de la prosperidad o de las desgracias nacionales les ha de caber por necesidad muy notable parte; sin entregarse a vanas ilusiones de que sea posible quebrantar esa unidad nacional, comenzada en el reinado de los Reyes Cató-licos, continuada por Carlos V y su dinastía, llevada a cabo por la importación de la políti-ca centralizadora de Luis XIV con el advenimiento al trono de la casa de Borbón, afirmada por el inmortal levantamiento de 1808 y la guerra de la independencia, desenvuelta por el espíritu de la época, y sancionada con los principios y sistemas de las legislaciones y costumbres de las demás naciones de Europa; sin extraviarse Cataluña por ninguno de esos peligrosos caminos por los cuales sería muy posible que se procurase perderla en alguna de las complicadas crisis que según todas las apariencias estamos condenados a sufrir, puede alimentar y fomentar cierto provincialismo legítimo, prudente, juicioso, con-ciliable con los grandes intereses de la nación, y a propósito para salvarla de los peligros que la amenazan, de la misma manera que la familia cuida de los intereses propios sin faltar a las leyes, y sin perjudicar, antes favoreciendo el bien del Estado.”Jaime Balmes, “La suerte de Cataluña”, 1843

4.6 Hoy día: “España contra Catalunya”, según el nacionalismo radical

¿Cómo demostramos [a la comunidad internacional] que estamos sometidos colonial-mente u ocupados por una fuerza militar extranjera”?Ponencia política aprobada el 6 de julio de 2013 en la Conferencia Nacional por la República catalana del partido político Esquerra Republicana de Cataluña.

“Debido a que hace 500 años que pertenecemos al Estado español -desde hace 300 años por la fuerza, después de haber perdido las batallas y las guerras.”Artur Mas, Presidente de la Generalitat de Cataluña, en declaraciones al diario Le Monde, 17 de febrero de 2012.

“El nacionalismo, para afirmarse, necesita crear un enemigo a quien echar las propias culpas. Esta es una de sus principales características. Hasta ahora el nacionalismo catalán solo ha considerado como enemigo a España.”Francesc de Carreras, jurista barcelonés, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, La Vanguardia, 7 de noviembre de 2012.

Nunca reconocer cordialmente, ni valorar como un bien común el hecho de que las gentes más eximias de Cataluña se han visto también como españolas, todo ello, no basta. El nacionalismo radical necesita presentar a España en su historia como un poder colonial y totalitario: sepa-rarse de ella no sería, así, rescindir una convivencia de siglos, sino emanciparse de la metrópoli.

“Los independentistas convierten su particular idea de España en el chivo expiatorio sobre el que cargar todos los malestares. Abonan así el terreno a la exigua minoría

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que, desde el resto de España, se propone hacer otro tanto con su particular idea de Cataluña. La afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada manipulación del pasado, que olvida deliberadamente cómo en los con-flictos y guerras civiles en los que todo el país se vio envuelto, los catalanes, al igual que el resto de los españoles, se dividieron entre los diferentes bandos. Ni Cataluña está sometida a un expolio por parte de España, ni el común de los españoles alberga sentimiento alguno de menosprecio hacia ella. Bien al contrario: Cataluña suscita afec-to, admiración y reconocimiento, entre otras razones porque sin ella, sin su lengua, sin su cultura y sin su aportación solidaria, no puede entenderse la España democrática” […] El programa de construcción nacional incentiva a los independentistas a sentirse víctimas de una opresión por parte de España, a rechazar la toma en consideración de las propuestas de entendimiento y a silenciar o relegar a todos aquellos ciudadanos catalanes que no suscriban ese programa de secesión.”Del manifiesto de 2 de noviembre de 2012, firmado, entre otros, por los escritores Mario Vargas Llosa, Félix de Azúa, Juan Goytisolo, Almudena Grandes, Elvira Lindo, Eduardo Mendicuti, Rosa Montero y Antonio Muñoz Molina; los cineastas Pedro Almo-dóvar, José Luis García Sánchez, Carmelo Gómez, Charo López, Carmen Machi, Elías Querejeta, Mercedes Sampietro y Aitana Sánchez-Gijón; los periodistas Joaquín Este-fanía, Miguel Ángel Aguilar, José Oneto y Carmen Rigalt; los políticos Joseba Arregi, Pío Cabanillas, Nicolás Sartorius y Carlos Solchaga; los catedráticos universitarios Javier Pérez Royo y Francisco Rubio Llorente; y el cantante Miguel Ríos.

El actual gobierno de la Generalitat de Cataluña impulsa hoy día actos en los que, desde el mis-mo título, se presenta la relación de Cataluña con el resto de España en términos de conflicto, pretendiendo mostrar que Cataluña ha sido en los últimos siglos objeto esencialmente de repre-sión por parte de una entidad ajena que identifican con España:

“Simposi Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014), els dies 12, 13 i 14 de desembre. El Centre d'Història Contemporània de Catalunya del Departament de la Presidència de la Generalitat de Catalunya amb la col•laboració de la Societat Catalana d'Estudis Històrics, filial de l'Institut d'Estudis Catalans, han organitzat el Sim-posi Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014). Con motivo de la conmemoración del trescientos aniversario de la caída de la ciudad de Barcelona en manos de las tropas de Felipe V, el Centre d’Història Contemporània de Catalunya y la Societat Catalana d’Estudis Històrics convocan el simposio España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014). El objetivo es analizar con criterios históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha tenido para el país la acción política, casi siempre de cariz represivo, del Estado español en relación con Cataluña. Dirección: Jaume Sobrequés i Callicó.” Web oficial de la Generalitat de Catalunya, 30 de mayo de 2013.

En la estela de esta interpretación nacionalista, la de “España contra Cataluña”, surgen informa-ciones como la siguiente, publicada en la web del ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, que saluda así la reciente inauguración en Barcelona del Centro Cultural Born, ligado a la conmemoración de 1714:

“El Born: zona cero dels catalans”Web del Centre d’Estudis Jordi Pujol

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El uso de la expresión “zona cero”, inocente o deliberado, remite al lector, inmediatamente, a estos datos trágicos (según definición de la Wikipedia):

“La expresión Zona cero surge como traducción de la expresión inglesa Ground zero. Ésta tiene su primer uso en relación al Proyecto Manhattan y el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Así, el Diccionario de Inglés Oxford cita el uso de este término definiéndolo como la parte de tierra o suelo inmediatamente debajo de una explosión de bomba y sobre todo en el caso de un arma nuclear. Pos-teriormente y tras un largo período sin usarlo, la prensa y el gobierno estadounidense volvieron a adoptar la expresión Zona cero (en su versión inglesa, Ground Zero) para denominar al solar en el que se encontraban los dos edificios principales del World Tra-de Center de Nueva York, las Torres Gemelas, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. A partir de entonces, la prensa tiende a usar esta expresión para designar la zona de mayor alcance o máxima devastación en tragedias, accidentes y ataques de casi cualquier tipo como podrían ser el epicentro de un terremoto, la zona de impacto de un maremoto en la costa, etc.”

Esta es la aterradora visión de España que desea trasmitir cierto nacionalismo radical.

Pero, como ocurre ante cualquier acontecimiento o circunstancia de la vida política, social o cul-tural de España, siempre encontramos, de entre los representantes más eminentes de la propia Cataluña, una voz mesurada que no desfigura la historia de España, la historia de Cataluña:

“Y buena parte de los historiadores catalanes son cómplices de esta situación. ¿Por qué no explican que el 11 de septiembre de 1714 fue el final de una guerra de sucesión a la Corona de España provocada por el enfrentamiento entre las grandes potencias europeas? ¿Por qué no explican que en dicha fecha no perdieron los catalanes libertad alguna sino únicamente los antiguos fueros estamentales? ¿Por qué no explican que el siglo XVIII, gobernando los Borbones, empezó la prosperidad económica de Catalun-ya, tras siglos de decadencia, los dos últimos bajo gobierno de los Austrias? ¿Por qué no explican que el auge del siglo XIX está basado muy fundamentalmente en el libre comercio con América concedido por Carlos III, un rey Borbón, mientras esta libertad fue negada antes por la dinastía de los Habsburgo? ¿Por qué no explican que la política proteccionista de los gobiernos españoles a la industria catalana durante los siglos XIX y XX, hasta el Plan de Estabilización de 1959, fue en beneficio de las empresas de Catalunya y, probablemente, en perjuicio de los consumidores del resto de España? En todo ello deben mojarse los historiadores.”Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Au-tónoma de Barcelona, en el periódico barcelonés La Vanguardia, 9 de enero de 2013.

“Pero el triunfo borbónico era inevitable, a pesar del heroico sacrificio de la ciudad de Barcelona, que cayó en manos del duque de Berwick el 11 de septiembre de 1714. El patriotismo exasperado de los catalanes no fue particularista sino plenamente espa-ñol: fue la reacción contra el Tratado de Utrecht, que sancionaba la decadencia espa-ñola.”Juan Reglà Campistol, historiador catalán, en Introducción a la historia de España, 1984.

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“El pasado martes estuve allí. A eso de la una de la tarde pisé por primera vez –y me temo que por última– lo que el comisario Torra denominó hace un año, con manifiesta amoralidad, «la nostra zona zero». Estuve, sí, en el Born Centre Cultural (BCC).”Xavier Pericay, escritor catalán, en su blog Por si acaso, el 7 de octubre de 2013.

“«Respetaremos en este artículo el valor sentimental de los despojos presentados en el Born, aunque todo parta de una falsedad: una lección de historia, a pesar del folklore, siempre resulta oportuna. Pero tenemos el convencimiento de que no hay mejor lec-ción de historia que la que se lee y se estudia en los libros y en las escuelas no contami-nadas […] Si todo el sentido patriótico, todo el énfasis sentimental, todo el dinero que han invertido nuestros políticos [cerca de 80 millones de euros] en esta obra se hubiera puesto al servicio de los libros --digamos, benevolentes y pacíficos, la mitad para las piedras y la otra mitad para los libros como se postuló en un buen principio-- entonces Barcelona hubiera ganado un patrimonio nada tangible pero de un rendimiento capital: luchar contra la ignorancia, el sentimentalismo y la capacidad de tragarse cuentos, elementos sobre los cuales está asentado, en estos momentos, todo el movimiento político catalán.” Jordi Llovet, El País, 18 de septiembre de 2013.

Otros testimonios desde Cataluña:

“Pero lo que no se puede es prescindir de la historia de nuestro país y de cómo se ha hecho este país a lo largo de los siglos, tanto a nivel del Estado como a nivel de Cata-luña, porque esta realidad política, una de las más antiguas de Europa, y por tanto del mundo, no es fruto de la casualidad ni de unas imposiciones, sino fruto de una serie de circunstancias históricas buscadas expresamente y en las que ha tendido mucho que ver el pacto, el respeto, la raíz histórica de los temas.”Eugeni Gay, jurista catalán, ex magistrado del Tribunal Constitucional, en Catalunya Rádio, 26 de junio de 2013.

“En el actual debate mediático sobre la independencia de Catalunya se habla mucho de la historia, de sus razones históricas, de los agravios frente a España. Pero callan los historiadores y su silencio es una forma de asentimiento a la opinión dominante. Y esta opinión dominante puede resumirse en una frase: ‘Desde hace 300 años, desde 1714, España expolia y oprime a Catalunya’. Un mensaje claro y directo. Y simple y falso. Pero que hace mella.”Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Au-tónoma de Barcelona, en el periódico barcelonés La Vanguardia, 9 de enero de 2013.

“Por esto, hoy, cuando nosotros hemos dado nuevo voto favorable a la monarquía, lo hemos hecho no pensando y situándonos en una perspectiva catalana en aquel 1714, sino en aquel 1702 en el que Felipe V, el primer rey dinástico borbónico, llegaba a Ca-taluña para jurar su Constitución, para jurar sus derechos, para jurar sus privilegios; y en esta perspectiva de recuperar aquella historia que fue fecunda y fue positiva en aquellos momentos, en la que se encuentra, a través de la historia de la monarquía, el origen de la unidad de España como un pacto libre entre pueblos diferentes que encon-traban en el mutuo respeto y en la solidaridad la fuerza de una causa común, nosotros queremos hoy abrir vías positivas de confianza, vías entusiasmadas de confianza hacia

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lo que puede jugar en este sentido la nueva Institución monárquica que la Constitución define.”Miquel Roca i Junyent, portavoz de la Minoría catalana, en las Cortes Generales, 11 de mayo de 1978.

Otros testimonios, en el mismo sentido, desde fuera de Cataluña:

"Pero es que el nacionalismo usa a la historia para justificar su necesaria existencia. Sin embargo, los teóricos e historiadores del fenómeno más solventes han mostrado que la historia da una pátina racional a los sentimientos nacionales. Como, entre otros, han explicado Ernest Gellner, Eric Hobsbawn y Benedict Anderson, el discurso nacio-nalista es ahistórico, remontando las raíces de la patria a orígenes oscuros, cuando no eternos, y utilizando una selección de circunstancias culturales, sociales y económicas para explicar la unicidad de la comunidad nacional y la necesidad de un Estado propio que la defienda del riesgo inminente de desaparición. Porque el nacionalismo también usa uno de los sentimientos más rentables políticamente: el victimismo histórico."Antonio Cazorla Sánchez, catedrático de Historia de Europa en la Trent University, en un artículo titulado “Quebec y Cataluña emoción, historia y pueblo”, El País, 24 de mayo de 2013.

“Los independentistas convierten su particular idea de España en el chivo expiatorio sobre el que cargar todos los malestares. Abonan así el terreno a la exigua minoría que, desde el resto de España, se propone hacer otro tanto con su particular idea de Cataluña. La afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada manipulación del pasado, que olvida deliberadamente cómo en los con-flictos y guerras civiles en los que todo el país se vio envuelto, los catalanes, al igual que el resto de los españoles, se dividieron entre los diferentes bandos. Ni Cataluña está sometida a un expolio por parte de España, ni el común de los españoles alberga sentimiento alguno de menosprecio hacia ella. Bien al contrario: Cataluña suscita afec-to, admiración y reconocimiento, entre otras razones porque sin ella, sin su lengua, sin su cultura y sin su aportación solidaria, no puede entenderse la España democrática” […] El programa de construcción nacional incentiva a los independentistas a sentirse víctimas de una opresión por parte de España, a rechazar la toma en consideración de las propuestas de entendimiento y a silenciar o relegar a todos aquellos ciudadanos catalanes que no suscriban ese programa de secesión.”Del manifiesto de 2 de noviembre de 2012, firmado, entre otros, por los escritores Mario Vargas Llosa, Félix de Azúa, Juan Goytisolo, Almudena Grandes, Elvira Lindo, Eduardo Mendicuti, Rosa Montero y Antonio Muñoz Molina; los cineastas Pedro Almo-dóvar, José Luis García Sánchez, Carmelo Gómez, Charo López, Carmen Machi, Elías Querejeta, Mercedes Sampietro y Aitana Sánchez-Gijón; los periodistas Joaquín Este-fanía, Miguel Ángel Aguilar, José Oneto y Carmen Rigalt; los políticos Joseba Arregi, Pío Cabanillas, Nicolás Sartorius y Carlos Solchaga; los catedráticos universitarios Javier Pérez Royo y Francisco Rubio Llorente; y el cantante Miguel Ríos.

“Los catalanes, libre y felizmente, aceptaron a Felipe V como rey. En octubre de 1701, las Cortes de Cataluña, presididas por el rey, se reunieron en el monasterio de San Francisco. En una atmósfera de exquisita moderación, el rey accedió a buena parte de las peticiones de las Cortes y concedió varios privilegios de nobleza para miembros de

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la élite catalana […] Y un posterior oponente del régimen de Felipe V, Feliú de la Penya, admitía que la sesión había resultado en “las constituciones más favorables que había conseguido la provincia”.Henry Kamen, historiador británico, El Mundo, 1 de marzo de 2013.

“El presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha lanzado una campaña que, aprovechan-do el 300º aniversario de la derrota de Barcelona a manos de las tropas de Felipe V, pretende convertir la efemérides en una sucesión de actos de afirmación soberanista destinada a presentar a España como el enemigo secular de los catalanes. Entre las actividades programadas destaca un simposio de historia coorganizado por un centro dependiente de Presidencia con el provocativo título de “España contra Cataluña”. El programa incluye diferentes ponencias dedicadas a la “represión” política, administra-tiva, institucional, económica, cultural y lingüística de la que desde 1714 “ha sido vícti-ma“ Cataluña, y que culmina en “La apoteosis del expolio: siglo XXI”, según reza el título de una de ellas […] Con semejante operación, Mas y sus colaboradores no hacen otra cosa sino aplicar el esquema clásico de la construcción ideológica de los nacionalis-mos, consistente en atribuir a un supuesto “enemigo exterior“ todos los males, y tratar de imponer una visión esencialista y romántica de la nación, algo más propio del siglo XIX que del XXI […] Artur Mas se está dejando arrastrar a un discurso peligrosamente maniqueo y simple, además de impropio de un presidente obligado al rigor y al respeto por la historia, basado en el cliché de una España oscura y tiránica frente a una Cata-luña resistente y luminosa […] En política, jugar a que las emociones se impongan a la racionalidad es siempre muy peligroso […] Puestos a conmemorar y mirar hacia atrás, harían bien los catalanes en detenerse en otra efemérides que también se conmemora el próximo: el centenario del estallido de la I Guerra Mundial. Porque esa terrible expe-riencia histórica nos ilustra sobre lo fácil que es prender el fuego de los enfrentamien-tos identitarios y lo difícil que resulta luego apagar la hoguera encendida. La historia proporciona grandes lecciones, siempre que las queramos aprender.”Editorial del diario El País, 10 de junio de 2013.

“Al ver lo que estaba intentando hacer Vicens Vives, desmitificar la historia de Catalu-ña, enseguida me encontré del lado de este grupo. Me di cuenta del peligro de la mito-logía en la formación de identidades colectivas y nacionales. Me habría gustado que en la Cataluña actual Vicens Vives hubiera ganado esa batalla, pero después de una o dos generaciones parece que no la ganó. Para mí ha sido muy triste, porque creo que una sociedad necesita sus mitos, pero si los mitos dominan y entorpecen una auténtica in-vestigación, llegamos a una situación en la que el pueblo queda ensimismado y adopta una postura de agravio pensando que todos los desastres han sido culpa de otros. En ese momento es cuando se llega a una situación de crispación por cualquier problema. Hay políticos que se aprovechan de esto para fortalecer los mitos, para poner un énfa-sis excesivo, otra vez, en el victimismo y no darse cuenta de los problemas internos de una sociedad. Eso es lo que me preocupa especialmente.”John H. Elliott, Regius Professor Emeritus en la Universidad de Oxford, Honorary Fe-llow del Oriel College, Oxford y del Trinity College, Cambridge. Creu de Sant Jordi 1999, distinción que otorga la Generalitat de Cataluña a quienes “han prestado ser-vicios destacados a Cataluña en defensa de su identidad.”

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“Elliott es probablemente la más respetada autoridad en la historia española de los siglos XVI y XVII. Además, es un profundo conocedor de Catalunya.”Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Au-tónoma de Barcelona, en el periódico barcelonés La Vanguardia, 9 de enero de 2013.

En España, nos enfrentamos a un desafío que no tiene nada de singular, que en nada es único, sino al contrario, un fenómeno muy común a prácticamente todas las sociedades, sea en su vida nacional, sea en su vida internacional: todas se enfrentan a crisis, disensiones y enfrentamien-tos y tienen por un valor superior resolverlos mediante el acuerdo y no en virtud de la ruptura.

“Los españoles no estamos de acuerdo –gracias a Dios-. Ningún pueblo lo está. El des-acuerdo es inevitable y maravilloso, siempre que no roce la concordia, la decisión in-quebrantable de no romper la convivencia.” Julián Marías, en la revista Cuenta y Razón, mayo de 1998.

“Una democracia, más que un régimen de acuerdos, es un sistema para convivir en condiciones de profundo y persistente desacuerdo.”Daniel Innerarity, Catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y profesor visitante en el Robert Schuman Centre for Advanced Studies del Instituto Europeo de Florencia, El País, 19 de octubre 2012.

En fin, otra operación fraudulenta del nacionalismo radical consiste, no ya en desfigurar la histo-ria más o menos remota de España, sino en descalificar enteramente el Estado social y demo-crático de Derecho en vigor. Con el mismo fin de ganarse, aunque sea mediante el fraude políti-co y moral, la solidaridad del mundo internacional. Por último, del nacionalismo radical procede una última operación degradante: la descalificación, no de los antepasados –como hemos visto antes- sino directamente del conciudadano, del vecino de hoy día. De ambas descalificaciones se da cuenta en el capítulo “Sobre la lealtad a los ciudadanos y a las instituciones: la trasgresión de los principios éticos y de conducta individual y política”.

4.7 La España plural: la diversidad como bien

La España verdaderamente plural, la que hemos querido entre todos, es aquella construida so-bre una convicción: que el florecimiento humano y social exige, para ser fecundo, la diversidad. Y esta certeza debe mucho a la pedagogía hecha por espíritus catalanes.

Todos los españoles tenemos hoy por cierto que la vecindad y el trato con otros gustos y for-mas de pensar, en España, en Europa, en Iberoamérica, en el mundo, nos ayudan a distinguir lo esencial de lo accesorio, a verificar que lo que teníamos por inmutable y universal no se da en otros lugares merecedores de igual dignidad, en fin, que esas diferencias nos sirven para crecer y prosperar, para solidarizarnos con todos los problemas.

Pero en ningún caso hemos creído los españoles que esa diferencia fuera incompatible con el empeño propio, europeo, iberoamericano, global, de buscar concertaciones cada vez más am-

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plias, de permanecer “unidos en la diversidad”, según el lema preciso de la Unión Europea. Y en ese propósito han militado siempre las mejores gentes de Cataluña.

Como ejemplo de “invocación a la concordia hispánica” (Antoni Comas, Literatura catalana, Bar-celona, 1977), uno de los más bellos poemas del gran poeta catalán Salvador Espriu –La pell de Brau (La piel de toro)- se dedica críticamente a la España de su tiempo (el franquismo), prefi-gurando una convivencia libre y democrática, que es la que ya hemos alcanzado. Comienza así:

« Diversos són els homes i diverses les parles, i han convingut molts noms a un sol amor.”

[Diversos son los hombres y diversas las hablas,y han convenido muchos nombres a un solo amor]….."Diverses són les parles i diversos els homes, i convindran molts noms a un sol amor.

Por eso somos hoy más libres y más tolerantes, mejores en suma.

“Para nosotros, el derecho a la autonomía significa el reconocimiento a favor de los pueblos de España del derecho de acceder a las cotas de autogobierno que su propia madurez y su propia identidad le reclamen, compatibles con la salvaguardia de la tri-logía: una nación, una soberanía, un Estado, aun cuando esa nación sea diversa, esa soberanía sea susceptible de ejercitarse de forma articulada, o ese Estado se organice en forma autonómica”.Gabriel Cisneros Laborda, del Grupo Parlamentario UCD, Congreso de los Diputados, 21 de julio de 1978.

“Y cuando se recurre, y se recurre bien, a los viejos Reinos de España para reivindi-car una personalidad histórica propia e infungible, no debe olvidarse que la España <<una>> subyacía a todos ellos y los hacía homogéneos y centrípetos entre sí. Por eso, ni los pueblos que germinan en el seno de España como las ramas frondosas de un solo tronco, ni el voto de los ciudadanos, puede poner en tela de juicio la propia exis-tencia española. Y ello no en virtud de ninguna interpretación determinista, sino de un principio de libertad, de una libertad honda que ni el error de siglo y medio, ni el terror de muchos días, pueden desarraigar de nuestro suelo, porque escrito está que el vivir juntos los hermanos es bueno y alegre.”Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, diputado del Grupo Unión de Centro Democrá-tico, Congreso de los Diputados, 21 de julio de 1978.

“Esa colaboración catalana, desde dentro, es útil precisamente por ser diferente, por-que enriquece con su diferencia el acervo del Gobierno de Madrid, como dice una y otra vez Ortega en su “España invertebrada”: subrayo eso de que es útil porque es diferente. Esa “dispersión”, esa aportación de algo distinto –vuelvo a citar a Ortega- es un cemento que cohesiona y no un disolvente que separa: “Distinguir para unir” era el lema profundo e inteligente de Jacques Maritain, el que inspira sus “Grados del saber”. Fundir para separar podría ser el lema de tantos errores en el tratamiento secular de la cuestión catalana.”

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Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, ex Presidente del gobierno, Tribuna Barcelona, 10 de junio de 1996.

“No estamos dispuestos a que un muro de incomprensión y agravios inventados pueda ser levantado dentro de la sociedad catalana, y entre la sociedad catalana y los ciuda-danos del resto de España.”Del manifiesto de 2 de noviembre de 2012, firmado, entre otros, por los escritores Mario Vargas Llosa, Félix de Azúa, Juan Goytisolo, Almudena Grandes, Elvira Lindo, Eduardo Mendicuti, Rosa Montero y Antonio Muñoz Molina; los cineastas Pedro Almo-dóvar, José Luis García Sánchez, Carmelo Gómez, Charo López, Carmen Machi, Elías Querejeta, Mercedes Sampietro y Aitana Sánchez-Gijón; los periodistas Joaquín Este-fanía, Miguel Ángel Aguilar, José Oneto y Carmen Rigalt; los políticos Joseba Arregi, Pío Cabanillas, Nicolás Sartorius y Carlos Solchaga; los catedráticos universitarios Javier Pérez Royo y Francisco Rubio Llorente; y el cantante Miguel Ríos.

“Si Cataluña o el País Vasco tienen tentación de separarse, a mí me amputan parte de mi identidad. Y yo lo que digo es que si alguien quiere hacerlo, que cuente con mi opinión. Yo me siento español, no concibo España sin Cataluña, y me gustaría ser con-sultado”. Felipe González, ex Presidente del Gobierno, 29 de noviembre de 2012.

4.8 Conclusiones

“Tal vez no haya en nuestra literatura medieval una expresión más clara de solidaridad en el destino histórico de los españoles todos que aquella que nos legó el anónimo au-tor del “Flos Mundi”. ¿Qué es lo que el autor confiesa que le llevó a escribir de historia? Hay quienes desde fuera de España, nos dice, han escrito magistralmente de los he-chos pasados, “mas perço com aquestes no son estats spanyols, no an curat de texir la ystoria de Spanya, sino superficialmente, yo empero, qui son spanyol, texiré e reglaré la dita historia, contemporant uns feyts ab altres, tan como ma industria sostener porà.” El acicate, pues, de su sentimiento hispánico es el que mueve la pluma del autor del “Flos Mundi”, quien, por otra parte, encuentra muy normal que desatiendan la historia de España los que son ajenos al vínculo de solidaridad sobre cuya tierra esa historia se teje.”Jose Antonio Maravall, historiador de las ideas, El concepto de España en la Edad Me-dia, 1954, sobre el autor catalán de la crónica Flos Mundi, del año 1407.

Todos estos textos demuestran cómo cuanto más hondas y genuinas son las raíces de la iden-tidad catalana, más sienten que se hunden en un suelo común que llaman, desde hace casi mil años, España.

Si un proyecto político desaloja, esencialmente de su futuro, pero también de su presente, y de su pasado, a un número significativo de sus conciudadanos, ello interpela su bondad socio política. ¿Qué valores sociales y culturales sustentan al secesionismo como para defender un

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proyecto político que desacredita lo más fecundo de una tradición propia y que rompe con la más lograda convivencia?

Mientras la transición española acogió, sin exclusión, a todos los ciudadanos, de cualquier ideo-logía o condición, el independentismo expulsa tanto de su balance de la historia como de su proyecto a futuro a muchos conciudadanos. Frente a un proceso inclusivo, aparece ahora un proceso excluyente: ¿cuál es la ganancia, en términos de dignidad humana, más allá de la ga-nancia de poder de unos pocos?

Afortunadamente, la amplia conciencia cívica de la sociedad catalana no quiere renunciar a lo mejor y más alto que ha pensado y sentido, no quiere desagarrase a sí misma ni desgarrar Es-paña:

“Es evidente que a esta disposición dialogante responde gran parte de la ciudadanía catalana también con la mano tendida, como lo ha hecho mayoritariamente en los últi-mos 30 años; pero también parte de su clase política lo hace volviendo la espalda, ne-gándose al trato, más aún, deseando romperlo. Las propuestas de los neoindependen-tistas, cuando Catalunya conoce un inédito autogobierno, nos parecen una involución, pues rescinden el acuerdo de la transición -que fue tan española como catalana- y dan la razón a aquellos esencialistas que nos consideran hijos de nuestros demonios. No es que la propuesta independentista sea ingrata ante el proyecto plural más logra-do de España, es que está desertando de sí misma, de lo mejor que Catalunya, además del conjunto de España, pensó y sintió durante los años más fecundos de la transición.”José Manuel García-Margallo, Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, “¿Dar la espalda al que tiende la mano?”, El Periódico de Catalunya, 4 de noviembre de 2012.

En fin, merece reseñarse por último que los ejemplos de convivencia en la pluralidad los encon-tramos también en otros países:

"Hoy es muy natural tener diversas identidades. El 70% de nuestra población, por ejem-plo, dice que es galesa. La mayoría también se define como británica y europea. No hay contradicción en acumular estas identidades. Nuestra identidad nacional no necesita un estado Nacional."Carwyn Jones, primer ministro de Gales, La Vanguardia, Barcelona, 3 de marzo de 2013.