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de-historia-economica Rosario, 1 al 3 de Octubre de 2014 - ISSN 1853-2543

ASOCIACION ARGENTINA DE HISTORIA ECONOMICA FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES Y FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS Y ESTADISTICA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE

ROSARIO

XXIV JORNADAS DE HISTORIA ECONOMICA

ROSARIO 1, 2 y 3 de octubre de 2014

Mesa: Mundo del Trabajo Título de la ponencia: “El sindicalismo petrolero frente a las ideas desarrollistas: resistencia y cooptación” Autores: Angel Cerra: Facultad de Ciencias Económicas (UBA) y Centro de Investigaciones sobre Políticas Petroleras (CISSP) E-mail: [email protected] Susana Yazbek: Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y Centro de Investigaciones sobre Políticas Petroleras (CISSP) E-mail: [email protected]

Introducción

El propósito del capítulo es examinar un tópico visitado de manera tangencial o periférica

por buena parte de la historiografía sobre la Argentina: la reacción del gremialismo

petrolero estatal frente a la firma de los contratos con empresas extranjeras para la

exploración y explotación de hidrocarburos durante la presidencia de Arturo Frondizi.

Existen básicamente dos abordajes. En el primero, se examina la problemática desde la

perspectiva de la evolución del movimiento obrero en nuestro país (Rotondaro, 1971)

(James, 1990) (James, 2003). El segundo, presenta la cuestión de los contratos en relación

con la evolución política, ya sea vinculándolos al desarrollo del acuerdo con Perón y sus

representantes locales o con la renuncia del vicepresidente ucrista Gómez (Potash, 1986)

(Selser, 1965) (Babini, 2006) (Solberg, 1986) (Szusterman, 1998).

Las explicaciones en torno a la exarcebación de la huelga petrolera en la provincia de

Mendoza y su escaso acompañamiento por las 62 Organizaciones y la Federación del

Sindicato Unidos Petroleros del Estado (SUPE), reconoce distintos matices. De manera

mailto:[email protected]

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algo simple las fuentes y las interpretaciones historiográficas se dividen en buscar las

causas de esa situacion en: 1) la posición del propio Peron que, si bien oscila durante el

conflicto -como en el transcurso de toda la presidencia de Frondizi-, acepta la suspensión

de la huelga (James, 1990) (Potash, 1986); 2) la necesidad por parte de la dirigencia

sindical peronista de no desestabilizar al gobierno de Frondizi, que les había otorgado la

Ley de Asociaciones Profesionales estructurada en torno al sindicato por rama de actividad,

abortando el intento de la “Revolución Libertadora” de minar la autoridad del gremialismo

tradicional mediante la democratización y pluralidad sindical (James, 1990) (James, 2003)

(Potash, 1986); 3) la afinidad ideológica entre el desarrollismo y el peronismo que habría

provocado una alianza natural entre el sindicalismo peronista y el gobierno de Frondizi.

(James, 1990) (James, 2003); 4) la posible corrupción de los dirigentes sindicales ante la

seducción frigerista cuyo principal difusor fue Adolfo Silenzi de Stagni (Cámara de

Diputados de la Nación - Comisión Especial Investigadora sobre Petróleo, 1964) (Selser,

1965).

Como es posible observar por la repetición de las citas, algunos autores combinan estas

explicaciones. De todos modos existe una común carencia, predominan las interpretaciones

de carácter episódico o coyuntural y -al mismo tiempo- escaso interés por buscar las

respuestas en la forma de articulación del propio sindicato petrolero estatal. Si extendemos

nuestra vista en el mediano plazo debería movernos a reflexión el hecho de que en distintos

contextos históricos la reacción de la cúpula nacional del Sindicato Unidos Petroleros del

Estado fue la misma. En 1958, ante la fuerte huelga desatada en Mendoza por la firma de

los contratos frondizistas, la conducción nacional con Pedro Gomis negocia con el

gobierno, desmoviliza y finalmente repudia el cese de actividades; en 1968, bajo la

dictadura de Onganía, cuando los trabajadores de la destilería de YPF de Ensenada se

declaran en huelga reclamando mejores condiciones laborales y condenando la Ley de

Hidrocarburos 17.319, el secretario general del SUPE, Adolfo Cavalli, condena el

movimiento tildando a los huelguistas de “idiotas y comunistas”. Finalmente, en la década

de 1990, la conducción de la Federación liderada por Diego Ibañez se encarga de frenar

cualquier tipo de reacción frente a la privatización de YPF.



En los tres casos, los secretarios generales tenían una larga trayectoria en el SUPE, se

reconocían peronistas y adscribían al nacionalismo ypefiano (Cerra & Facio, 2011). ¿Cómo

se explica, entonces, la facilidad con que se resignan estos antecedentes y convicciones? La

respuesta, desde nuestro punto de vista, se relaciona con la conformación histórica del

sindicalismo petrolero estatal que favorecería la reiteración de actitudes negociadoras con

el poder político, actuando como una superestructura que tiene por objetivo sujetar los

arrebatos huelguísticos de las filiales.

A los efectos de la organización del artículo, en primer lugar se expondrán someramente los

hechos. Luego, se discutirán las interpretaciones canónicas del conflicto suscitado en el

gremialismo en razón de los contratos petroleros, especialmente la interpretación de Daniel

James que remarca las afinidades ideológicas entre el frigerismo y la dirigencia sindical

peronista. Finalmente se propondrá una vía explicativa distinta, basada en el análisis de los

elementos formativos de la Federación Sindicato Unidos Petroleros del Estado (SUPE).

Frondizi, los contratos petroleros y la huelga de Mendoza

Después del triunfo electoral de febrero de 1958, Arturo Frondizi llega a la presidencia de

la República el 1° de mayo de ese año. Son bien conocidas por todos dos circunstancias que

acompañaron al gobierno de Frondizi: por un lado, la celebración de un pacto con Perón en

el exilio que se tradujo en el apoyo electoral del segundo en los comicios presidenciales;

por el otro, un permanente monitoreo por parte de distintos sectores de las Fuerzas

Armadas, preocupados inicialmente por un supuesto filo-peronismo de parte del principal

colaborador de Frondizi e ideólogo, Rogelio Frigerio, y, más tarde, por cierta -e igualmente

supuesta- pertenencia comunista en ambos.

La transformación pública de Arturo Frondizi al desarrollismo frigerista es tardía y solo

expresada con claridad luego del triunfo electoral que lo consagra como presidente.

Anteriormente, solo hubo menciones sueltas a través de la revista Qué! respecto de la

necesidad de recurrir al capital extranjero para la explotación de los recursos de



hidrocarburos del subsuelo argentino que fueron desmentidas por el aparato de propaganda

de la UCRI. El 1° de mayo, al asumir la presidencia, Frondizi reconoce la necesidad de

otorgar a la empresa privada contratos de locación de obra, de servicios o de suministro de

elementos (Babini, 2006: 206). Antes y después de ese discurso, Rogelio Frigerio, Emilio

Perina, Rolando Lagomarsino y Vicente Madanes negociaban los contratos petroleros con

compañias estadounidenses. Por un lado, se celebraba un contrato de locación de obras a

través de Perina con el grupo Atlas, que ya había realizado un intento infructuoso con Jorge

Antonio antes de la celebración del convenio con la California (Perina, 1960: 175-212).

Por otra parte, se acordaban contratos de locación de servicios con la Banca Loeb y la Pan

American1.

Finalmente, el 24 de julio de 1958 se anunciaba la “batalla del petróleo” y la intención de

celebrar contratos con las compañías extranjeras. Antes del anuncio, las 62 Organizaciones

peronistas apoyaron la política desarrollista, al tiempo que denunciaban la oposición de

“ciertos elementos agitando banderas supuestamente nacionalistas” (James, 1990: 148). En

el mismo sentido lo hace la CGT Auténtica, fusión de distintas centrales sindicales

peronistas nacida en julio de 1957. Las paredes de Buenos Aires se vieron empapeladas con

el siguiente afiche:

“Apoyamos al gobierno contra la provocación

Grupos perfectamente identificados como permamentes agitadores tratan de

conmover a la opinión pública con el problema de la nacionalización del

petróleo, no llevando otra finalidad que la de impedir se llegue a una solución

en el autoabastecimiento del combustible. La CGT Auténtica […] declara por

unánime resolución de sus 460 congresales: El compromiso del gobierno: 1º)

1 Emilio Perina defiende su posición frente a los contratos impulsados por Frigerio, sosteniendo que la

locación de obras no implicaba un desdoro a la soberanía nacional: “Frigerio no rebatía mis matemáticas, ni

procuraba hacerlo, cuando yo le demostraba que por el sistema de locación de obras cada pozo listo para

producir podría costarnos, a lo sumo, entre ciento veinte y ciento treinta mil dólares, y que, en cambio, por la

participación en el producido el costo se remontaría a más de cuatrocientos mil. Arguía, en cambio, que esas

matemáticas eran teóricas, pues el segundo sistema permitía afirmar que el país estaría abastecido en treinta

meses, en tanto que por la locación de obras dependeríamos del cumplimiento o de la voluntad de

cumplimiento de las empresas con las que pactábamos” (Perina, 1960: 201-202).



Que el gobierno, que tiene un compromiso ineludible con el pueblo que ha

hecho abstracción de su credo político para ungirlo, debe agotar todos los

medios para lograr el autoabastecimiento del país. 2º) Que se debe extraer de

las entrañas de la tierra esa incomnensurable riqueza […]. 3º) Que debe

procederse a una reorganización de YPF […] eliminando los procesos

burocráticos que traban su real desarrollo. Contra las concesiones: 4º) Que

luchará con todas sus energías y por todos los medios a su alcance contra

cualquier tipo de concesión que enajene la propiedad inalienable de la Nación

sobre las riquezas del subsuelo, como ya estaba previsto en el artículo 40 de la

constitución justicialista. 5º) Que toda acción que tienda al autoabastecimiento

del país y al desarrollo de la industria petrolera nacional como base del

acrecentamiento de su poderío y riqueza debe tener como único y exclusivo

pivote a YPF […]. Quiénes son los saboteadores: 6º) Que denuncia ante el

pueblo la actividad de los distintos porvocadores que, juntamente con el

profesor Silenzi de Stagni, desarrollan una campaña que tiene como único

objetivo evitar que se realice una verdadera política práctica y efectiva y que, en

cambio, siga subsistiendo el monopolio británico del aprovisionamiento

argentino, que tan fundamentalmente atenta contra el desarrollo económico del

país. 7º) Que denuncia ante el pueblo que este sabotaje es parte integrante del

plan gorila y continuista de provocar el fracaso económico del gobierno como

paso inicial para intentar el retorno de los que hundieron a la Nación en la ruina

y el descrédito internacional […]” (Cámara de Diputados de la Nación -

Comisión Especial Investigadora sobre Petróleo, 1964: 9-10).

Adolfo Silenzi de Stagni adjudicaba la aparición del afiche a la influencia corruptora de

Frigerio quien le habría manifestado al eterno denunciante en una entrevista personal: “los

vamos a quebrar a todos ustedes con los obreros”. Para Silenzi, Pedro Gomis, secretario

general del SUPE era “un dirigente al servicio incondicional de Rogelio Frigerio”. Más allá

de la denuncia, sí puede afirmarse que la declaración de la CGT Auténtica se hizo por



pedido de Gomis y que esta posición contaba con el respaldo del propio Perón tal como

puede colegirse de las declaraciones del delegado John William Cooke a la revista Qué!2.

En el escenario local la posición era distinta. Al anunciarse los acuerdos de la Banca Loeb y

Panamerican, la filial mendocina del SUPE reaccionaba enérgicamente. El 3 de octubre de

1958, una Asamblea General Extraordinaria aprobaba -entre otras- las siguientes mociones:

- “Repudio a los contratos firmados por el gobierno y las compañías extranjeras.

- Paro de protesta que se haría efectivo entre las 10 y las 11 horas del día 4 de octubre

de 1958, en todas las dependencias de YPF […]

- […] Cursar telegrama a la Federación y demás filiales de la institución

comunicándoles todas las decisiones tomadas.

- Solicitar la realización de un Congreso relámpago a fin de adoptar una posición en

el orden nacional. […]

- El Congreso deberá realizarse dentro de los diez días a contar de la fecha”

(Sindicato Unidos Petroleros e Hidrocarburiferos Filial Mendoza, 2000: 57-58).

A pesar de la premura del sindicato mendocino -que exigía la reunión resolutiva nacional

para el 13 de octubre-, tanto las 62 Organizaciones como la denominada Junta de Petroleros

-agrupación peronista del SUPE liderada por Gomis-, no apoyaron la huelga y dilataron la

convocatoria al Congreso Extraordinario de la Federación SUPE.

El día 13 de octubre de 1958, la filial Mendoza del SUPE, se previene sobre una posible

intervención desde la Federación. En un comunicado se propone “desconocer cualquier

intervención al gremio y reconocer como única autoridad a las actualmente constituidas,

que en caso de intervención declaraba el paro total y ponía en conocimiento del pueblo que

lo que se buscaba era silenciar la campaña contra los convenios petroleros” (Sindicato

Unidos Petroleros e Hidrocarburiferos Filial Mendoza, 2000: 58-59).

2 Afirma Cooke: “Estoy en un todo de acuerdo con la posición fijada por la C.G.T Auténtica. No estamos a

favor de las concesiones pero sí en cambio apoyaremos todas las medidas que permitan al país extraer su

petróleo; siempre, repito, que esas medidas no se planteen en términos de concesiones. Considero que Y.P.F.

debe mantener el monopolio en esta cuestión; sin embargo se impone cambiar la estructura del ente estatal y

adecuarla a las necesidades del país en este momento” (Cooke, 1964: 22).



El día 27 de octubre se reunió la Asamblea General del SUPE Mendoza, que resolvió

emplazar al Congreso Nacional para que en el término de 72 horas rechace los contratos

con el Banco Loeb y la Pan American. De lo contrario, el SUPE entraría en huelga general

por tiempo indeterminado.

Así sucede: ante la inacción de los legisladores nacionales, el SUPE Mendoza declaraba la

huelga general. El 3 de noviembre se sumaba a la protesta el sindicato de Gas del Estado,

filial Mendoza.

Recién el 5 de noviembre se reunía el IX Congreso Extraordinario de la Federación SUPE.

Sus resoluciones no satisfarían las expectativas de los huelguistas mendocinos. El día 7 de

noviembre, la Junta Nacional de SUPE resolvía:

- Repudiar los contratos petroleros en tanto éstos otorguen a las empresas contratistas

el manejo de los pozos y la producción.

- Emplazar al Poder Ejecutivo hasta la cero hora del 13-11-1958 para que disponga la

revisión y modificación de los contratos mencionados en el punto primero.

- De no darse cumplimiento de lo solicitado hasta esa hora se declara estado general

de huelga en todo el país por el término de 48 horas, vencidas las cuales se retorna

al trabajo, manteniendo el estado de huelga por diez días. Si en ese lapso no se

hubiera contratado el objetivo del movimiento, se parará el trabajo por espacio de

96 horas y así sucesivamente hasta lograr los fines (Sindicato Unidos Petroleros e

Hidrocarburiferos Filial Mendoza, 2000: 61).

Obsérvese: a) la morosidad en la respuesta por parte de la Federación Nacional SUPE, y b)

la gradualidad y moderación de las medidas, frente a la huelga por tiempo indeterminado

que se llevaba a cabo en Mendoza. Esta posición moderada se mantuvo aún después de que

Perón desde el exilio criticara los contratos petroleros.

El 9 de noviembre Arturo Frondizi denunciaba el movimiento de Mendoza como el

resultado de la agitación de comunistas y peronistas. Al día siguiente, mientras las 62

Organizaciones apoyaban la huelga de Mendoza, la conducción del SUPE -bajo el control



de Pedro Gomis- propuso volver al trabajo si el gobierno escuchaba las objeciones a los

contratos petroleros y se comprometía a no tomar represalias con los huelguistas. El

subsecretario de Trabajo Rubén Virué, por orden de Frigerio, firmaba un convenio con la

dirección nacional del SUPE conformando una comisión ad hoc para revisar los contratos.

Frondizi rechazó el acuerdo celebrado por su subordinado. Frigerio tuvo que renunciar al

cargo de Secretario de Relaciones Socio-económicas y el día 11 de noviembre se declaró el

estado de sitio en todo el país. La huelga fue reprimida severamente (Potash, 1986: 394-

395).

El 14 de noviembre, la Federación Nacional SUPE decidió postergar la realización de la

huelga de 96 horas, a pesar de que la filial Mendoza quería continuar con la medida por

tiempo indeterminado. La conducción nacional del gremio envió delegados de la filial

Ensenada, quienes presionaron en la asamblea mendocina y lograron el levantamiento de la

huelga3. El gobierno cesanteó a la dirigencia sindical cuyana. Así, tanto la dirigencia

nacional del SUPE como las 62 Organizaciones eludieron el conflicto, aislando a los

huelguistas de la filial Mendoza mientras negociaban con el gobierno.

Las interpretaciones

Examinaremos en el siguiente apartado las interpretaciones -de actores y cronistas

contemporáneos a los hechos como así también de historiadores- sobre las motivaciones

que explicarían la cautela por parte de la conducción nacional del SUPE frente al

crescendo del conflicto mendocino.

Las oscilaciones de Perón: si bien, como afirmamos, finalmente primó la moderación en

el líder exiliado, su posición desde la misma asunción de Lonardi sufrió algunos vaivenes.

A esta circunstancia debe adicionarse la presencia de diversos emisarios que simbolizaban

tanto una estrategia de tipo compensatoria para poder incluir a los distintos sectores -

3 Señalemos que Pedro Gomis, principal figura del SUPE en el ámbito nacional, era originario de la filial

Ensenada. Cabe señalar que en 1955 ya se había designado un interventor proveniente de esa ciudad durante

la presidencia del General Lonardi.



maniobra de conducción típica del propio Perón- como las dificultades para lograr controlar

al movimiento desde el exilio. Estos múltiples representantes no coincidían en un discurso

unificado.

Inicialmente, la posición de Perón fue la de respaldo y/o de tregua con el gobierno de

Frondizi sin mayores objeciones a la política petrolera, tal como se puede deducir de la

citada declaración de John W. Cooke a la revista Qué! de junio de 1958. El mismo

delegado de Perón no niega un supuesto diálogo entre el líder y Frigerio sobre la cuestión

petrolera cuando se suscribía el Pacto con Frondizi. En su declaración ante la Comisión

Investigadora de 1964, expone:

“Sr. Schaposnik – Cuando se conversó de petróleo con Frigerio, ¿Sale a relucir

el contrato de la California y su posición contraria a ese contrato en la revista

De Frente? Porque tengo entendido que Perón le dijo a Frigerio: “Tenga

cuidado con éste (con Cooke) que en De Frente atacó el contrato de la

California.

Sr. Cooke – Fue un chiste de Perón cuando hablábamos del petróleo” (Cooke,

1964: 21).

Cooke se preocuparía en destacar en 1964 que la coincidencia eventual entre Perón y

Frondizi se daba en el marco de una política petrolera nacionalista, tal como se había

postulado en la campaña para los comicios presidenciales de 1958. Sin embargo, el chiste

del General solo puede entenderse si tenía pleno conocimiento de la convocatoria al capital

extranjero para colaborar en la exploración y extracción de hidrocarburos por parte de los

desarrollistas. De no ser así, la advertencia -en tono jocoso o solemne- carece de sentido

porque la oposición de Cooke en 1955 se centraba en la firma del contrato entre el gobierno

de Perón y la compañía Standard Oil.

En el plano de las coincidencias, el Pacto otorgaba al peronismo una porción de poder

considerable. Si bien no podían nombrar funcionarios, los peronistas contaban -a través de

la persona de Cooke- de poder de veto:



“Nosotros, repito, no teníamos interés en llevar determinado grupo al gobierno

para desde allí obtener ningún tipo de prebendas […], particularmente, no

pedimos ningún cargo, ni indicamos el nombre de nadie para un nombramiento.

Lo que ocurría era que había determinadas posiciones que debían ser

ocupadas con hombres que contasen con el visto bueno de nosotros”

(Cooke, 1964: 28-29) [La negrita es nuestra].

En la perspectiva del delegado de Perón, la cautela inicial del General -que puede

interpretarse como prudente apoyo- se relacionaba con el pacto pre-electoral celebrado en

Caracas. Públicamente, John William Cooke insistió en que la política acordada en el tema

petrolero era nacionalista -a pesar del acto fallido señalado precedentemente- y marcaba

que incluía la exigencia de la remoción de los mandos militares (Cooke, 1964: 22). A pesar

de algunos “incumplimientos” -como el nombramiento inconsulto del Ministro de Trabajo,

Alfredo Allende- (Cooke, 1964: 30-31), la denuncia del Pacto se produjo recién en 1959.

Por su parte, Ramón Prieto, intermediario importante en las negociaciones entre Perón y

Frondizi, adjudica la ruptura del acuerdo a la perniciosa acción de Cooke, interesado en

convertirse en la única representación del exiliado General en Ciudad Trujillo. Prieto, quien

integraba una de las múltiples conducciones del peronismo (el Comando Superior) actuó en

reiteradas ocasiones promoviendo una tregua que permitiera la realización de la política

desarrollista (Prieto, 1963).

Si bien la presencia de múltiples canales puede llevar a la confusión sobre cuál era la

verdadera posición de Perón en torno a la huelga petrolera de Mendoza, el accionar del

sindicalismo peronista nucleado en las 62 Organizaciones y de la conducción del SUPE a

nivel nacional fue más claro: se buscó acordar por todos los medios con el gobierno de

Frondizi, a pesar de la presión de las bases obreras y de la ideología nacionalista ypefiana

sostenida por el peronismo -aunque no por Perón- y por el principal partido opositor, la

Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP).

La pasividad de la dirigencia sindical peronista como resultado de su pragmatismo y

afinidad ideológica: la complacencia de los sindicalistas peronistas ha sido interpretada



por la historiografía como el resultado de una negociación que permitió la obtención de

ventajas concretas, tales como la sanción en agosto de 1958 de la Ley 14.455 -Estatuto de

Asociaciones Profesionales de Trabajadores-. Esta norma otorgaba el reconocimiento

estatal a un solo sindicato por rama de actividad, favoreciendo la hegemonía gremial

peronista y terminando con el experimento pluralista impulsado por la “Libertadora”

(Potash, 1986: 385) (James, 1990) (James, 2003).

Daniel James incorpora otro elemento que explicaría la pasividad de la dirigencia sindical

peronista frente al gobierno de Frondizi: la afinidad ideológica entre el desarrollismo y el

peronismo. En Resistencia e integración se expone esta coincidencia de manera

pormenorizada:

“En este contexto es posible apreciar la índole y la profundidad de la atracción

que ejerció el desarrollismo sobre los gremialistas peronistas. Resulta claro que

esa atracción iba más allá de los beneficios inmediatos prometidos por Frondizi.

En el sentido más general, la teoría desarrollista, tal como la expusieron

Frondizi y Frigerio, abrevaba en una honda fuente que se originaba en el

nacionalismo argentino y arraigaba en la década de 1930-1940. Según vimos,

de esa tradición ya se había apoderado el peronismo. Por lo tanto, en un sentido

general el desarrollismo era escasamente innovador, en lo cual residía una de

sus fuerzas. Más específicamente, el nacionalismo económico de Frondizi tenía

paralelos en la experiencia peronista anterior a 1955” (James, 1990: 154).

En trabajos anteriores hemos discutido con profundidad los elementos formativos del

desarrollismo argentino, por lo que solo mencionaremos de manera breve las diferencias

notables entre estas dos ideologías. En primer lugar, James confunde la práctica del

segundo gobierno de Perón con el corpus ideológico peronista incorporado por el

sindicalismo y las bases peronistas. Al mencionar el giro hacia el capital foráneo

promovido por la Ley de Inversiones Extranjeras de 1953 y el contrato con la Standard Oil,

el historiador galés omite señalar que este último acuerdo fue combatido por los propios

diputados peronistas en el Congreso. A la citada oposición pública de Cooke, se sumó el



accionar de la propia Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, que presentó una

serie de objeciones a la iniciativa. Hacia el mes de julio de 1955, el diputado peronista Eloy

Camus manifestó que el Poder Ejecutivo promovería nuevas negociaciones con la Standard

Oil de California. Finalmente, en septiembre, poco antes del golpe de estado, funcionarios

del gobierno se reunieron con diputados peronistas (entre ellos el dirigente petrolero

Gomis) y anunciaron que iban a proponerse modificaciones sustanciales en las distintas

cláusulas del acuerdo (Gadano, 2006).

En el futuro, esta posición contraria a la intervención del capital extranjero se reiteraría en

los discursos del peronismo, especialmente aquellos sectores vinculados al aparato sindical.

Se transformó en un lugar común citar el artículo 40° de la Constitución reformada en 1949

referido a la absoluta hegemonía estatal en la explotación de los recursos del subsuelo. En

la cristalización ideológica del peronismo, el capital privado extranjero siguió siendo

considerado como opresor y contrario a los intereses nacionales. El propio Perón

contribuyó a esta destilación de las ideas retomando rápidamente su discurso en clave anti-

imperialista. Ya en noviembre de 1958 expresaba en relación a los contratos frondicistas:

“Como un ejército extranjero de ocupación, los concesionarios tomarán por

asalto todo el acervo de YPF en cuanto a conocimientos técnicos,

documentación, estudios, proyectos, y que el pueblo ha pagado duramente.

Además, pasarán a poder de los concesionarios, como es de suponer, planos que

son vitales para la seguridad nacional. El antipatriotismo y la deshonestidad

marchan del brazo en esta inconcebible entrega de la economía argentina”

(Norte - Segunda Época -, 1958).

Las oscilaciones de Perón en sus posiciones pueden llevar a confusión, podría incluso

discutirse cuáles eran sus verdaderas ideas. Sin embargo, en la ideología peronista, la

apelación en términos emocionales al anti-imperialismo y la caracterización del capital

extranjero como enemigo del pueblo, ha sido una constante. Aún hoy la utilización del



lenguaje anti-imperialista permanece. Esta simplificación de la ideología y las apelaciones

emocionales constituyen la base de su éxito entre las bases obreras y el sindicalismo4.

Al tiempo que atribuye al desarrollismo un origen discutible, Daniel James equivoca la

caracterización ideológica del sindicalismo. No solo porque confunde la práctica del

segundo gobierno de Perón con la cristalización ideológica del peronismo -fuerte en

términos emocionales, simple y escasamente coherente en términos de ideas -, sino también

porque exagera las posibilidades de la conciliación entre el capital y el trabajo en la

concepción desarrollista. En la visión de Rogelio Frigerio, la acumulación empresaria,

necesaria para el shock de inversión, requiere de salarios atados a la productividad.

James señala que justamente la preocupación por la productividad es central durante el

segundo gobierno peronista; olvida -nuevamente- indicar que las apelaciones en este

sentido por parte del propio Perón y del empresariado nucleado en la Confederación

General Económica (CGE) fueron desoídas por los dirigentes sindicales. Las tibias

resoluciones del Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social de 1955 son

el corolario de la resistencia del movimiento obrero peronista a las cláusulas eficientistas.

La corrupción de los dirigentes sindicales: Adolfo Silenzi de Stagni insiste en explicar la

actitud del sindicalismo petrolero peronista basándose en la oscura complicidad con

Rogelio Frigerio. Silenzi acompañó a Alberto Baldrich desde 1943 en la intervención

federal en Tucumán. También fue subsecretario de Educación cuando este último fue

designado por Edelmiro Farrell como Ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1944. A

partir de 1947 ejerció la docencia en Derecho de Minas en la Facultad de Derecho y

Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y, desde este espacio, se opuso

tenazmente a la firma del acuerdo con la Standard Oil de California.

4 Una explicación sobre el éxito de la ideología peronista y el escaso impacto del desarrollismo en términos

políticos fue propuesta por Ángel Cerra (Cerra, 2003). Basándose en la tipología propuesta por Giovanni

Sartori entre sistemas de creencias sofisticados -como el propuesto por Frigerio- y más simples y con un alto

contenido emocional -como el peronismo-, Cerra propone que el aislamiento del desarrollismo respecto a las

grandes mayorías se debe a su búsqueda de coherencia y racionalidad en la articulación, lo que conspiraría

sobre sus posibilidades de ser una herramienta efectiva desde la política.



Al declarar frente a la comisión investigadora sobre los contratos petroleros en 1964,

Silenzi comentaba los motivos de la mencionada solicitada de la CGT Auténtica,

respaldando la política petrolera de Frondizi:

“En realidad, dentro de esa CGT Auténtica, después que se voto esa resolución,

algunos integrantes de la asamblea vinieron a mi estudio a pedirme disculpas.

El que propuso que se aprobara esta resolución fue el señor Gomis, que estaba a

sueldo del señor Rogelio Frigerio. Yo hago responsable a ese dirigente gremial

de la entrega del petróleo […] el secretario general del SUPE era un dirigente

incondicional de Rogelio Frigerio y recordé que en una oportunidad fue

detenido por el gobierno con el objeto de prontuariarlo y hacerlo pasar por un

dirigente independiente. Lo cierto es que fue a determinada esquina que la

misma policía le había indicado, para que apareciera, por encargo del señor

Frigerio, como una detención. A tal punto llegó el descrédito de este dirigente

que fue expulsado del movimiento justicialista por orden del General Perón5”

(Cámara de Diputados de la Nación - Comisión Especial Investigadora sobre

Petróleo, 1964).

La acusación de Silenzi de Stagni fue reiterada por otros opositores al gobierno de Frondizi

como John W.Cooke y Gregorio Selser (Cooke, 1964) (Selser, 1965).

Finalmente, tanto la aproximación pragmática por las ventajas concretas que otorgó el

gobierno de Frondizi al sindicalismo como la -inexistente- afinidad ideológica entre el

desarrollismo y el peronismo, y la supuesta corrupción de Pedro Gomis y sus allegados, no

alcanzan para explicar la pasividad gremial frente a la política petrolera de 1958 y la

virulenta reacción del movimiento obrero organizado en los años 1959 y 1960. Sostenemos

que la reacción conciliatoria con las autoridades y la actitud desmovilizadora de las huelgas

5 La “orden” de Perón está fechada en Madrid, el 5 de febrero de 1962. Entre otros conceptos, la misiva

escrita de puño y letra por el General, sostiene: “[…] estoy persuadido que el compañero Gomis no ha

cumplido su deber de dirigente peronista, sino que no se ha portado bien ni aún como argentino. Yo pienso

que el gremio petrolero debe hacer rendir cuentas de su conducta a Gomis si no quiere ser su cómplice en lo

que está ocurriendo con el petróleo argentino. El Movimiento Peronista no puede aceptar conductas de

dirigentes que se acomodan más a sus intereses personales que a las exigencias y el bien de su país y su

pueblo”.



en las filiales se funda en los elementos formativos del Sindicato Unidos Petroleros del

Estado (SUPE).

Una vía explicativa alternativa. Las raíces del Sindicato Unidos Petroleros

del Estado

El legado del General Enrique Mosconi en la dirigencia sindical petrolera argentina -y fuera

de ella- es indiscutible. Es cuasi obligatoria su mención en todo acto, discurso o proclama.

La frase “entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera”, sus anécdotas sobre

el enfrentamiento con el capital extranjero en torno a la provisión de combustible para el

Estado6, la descripción de los dos imperialismos (inglés y estadounidense) y su peso en

nuestro país7, lo han transformado en un ícono -heroico- del nacionalismo petrolero

vernáculo.

Para el movimiento obrero, esta herencia tiene sus bemoles porque la actuación de Mosconi

con respecto a los trabajadores fue extremadamente dura. Por ejemplo, en 1927, ante la

6 La anécdota repetida por el nacionalismo petrolero es la siguiente: Con motivo de la finalización del año

militar, la Escuela de Aviación organiza excursiones de entrenamiento que llegarán hasta las fronteras

argentinas, previstos para iniciarse una mañana de agosto de 1922. Al llegar el día, Mosconi se encuentra con

que la empresa norteamericana Wico (West Indian Oil Company), la única que importaba combustible para

aviones en la Argentina, se negaba a suministrarlo sin pago adelantado. El entonces Coronel Mosconi se

reunió con el gerente de la empresa para ratificar la noticia. Una vez confirmada, estableció que la empresa no

le vendería más nafta a menos que se anticiparan los pagos, Mosconi replicó, según cuenta en su libro:

“Advierta que el Servicio Aeronáutico del Ejército no debe un centavo a su compañía; que se trata de una

repartición militar solvente y dependiente del Ministerio de Guerra y que, por lo tanto, no sólo me sorprenden

sus manifestaciones y su exigencia, sino que las considero impertinentes y no las acepto”. En ese mismo

momento, comienza a reflexionar sobre qué pasaría si ese combustible era requerido, no para una simple

práctica aeronáutica, sino para la defensa aérea del territorio nacional. Más tarde comentará: “Allí, en el

mismo escritorio me propuse juramentándome conmigo mismo, cooperar con todos los medios legales para

romper los trusts”.

7 Ante la requisitoria periodística en ocasión de su estadía en Colombia, el General Mosconi responde: “Al

final de cuentas -concluye- los dos grupos son equivalentes y compararía con una cuerda de cáñamo al grupo

norteamericano, y con una de seda al europeo; de modo que en respuesta a la pregunta que me hiciera,

manifesté que si las dos cuerdas, ruda la una, suave la otra, han de servir para ahorcarnos, me parecería más

inteligente renunciar a ambas, y concentrando nuestra voluntad y nuestra capacidad en este problema especial,

de características únicas, resolverlo por nuestras propias fuerzas, haciendo con ello un gran bien que las

generaciones futuras agradecerán”.



adhesión del sindicato local de Comodoro Rivadavia a una jornada de protesta por la

ejecución de Sacco y Vanzetti, Mosconi movilizó dos acorazados y detuvo a cientos de

personas. Su postura anti-sindical ya se había expresado con la implantación de la Ley

Marcial y la existencia de un régimen laboral militarizado en la empresa (Gadano, 2006:

180-184).

El otro legado importante del nacionalismo que sostienen los trabajadores petroleros es el

peronismo. Y en este caso, más allá de las depuraciones ideológicas que presentan a Perón

como un estatista a ultranza -olvidando, por ejemplo, el contrato con la California-,

nuevamente la cuestión sindical se caracteriza por la acción coactiva del Estado.

Los comienzos del sindicalismo petrolero peronista se relacionan -como en muchos otros

casos- con la participación de la Secretaría de Trabajo y Previsión activando los reclamos

gremiales en la Destilería de La Plata. Ante esta presión, el presidente de YPF, Teniente

Coronel Alfredo Intzaurgarat, llevó una política conciliatoria, otorgando la mayoría de estas

demandas. Tras su desplazamiento en junio de 1946, el propio Perón entró en contacto

directo con la dirigencia sindical, cuya figura más relevante era el gremialista Pedro Gomis,

secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de YPF de Ensenada (SOEYPF).

Al mismo tiempo, Gomis entablaba una estrecha relación con Eva Perón, quien sería

homenajeada con el cargo de “secretaria honoraria” del SOEYPF.

A partir de la actuación del SOEYPF -luego transformado en Sindicato Único Petroleros

del Estado (SUPE)-, Gomis fue aumentando su influencia, avanzando sobre las filiales del

interior gracias a la protección de Eva Perón. Agitando, en ocasiones, para obtener ventajas

salariales, desmovilizando, en otras, para debilitar a las organizaciones previas; así el SUPE

fue conquistando al sindicalismo petrolero en todo el país.

La evolución de los acontecimientos en la principal región petrolera de la época describe

claramente la situación. Se había conformado en Comodoro Rivadavia un sindicato

integrado por comunistas e independientes, que pretendía cierta autonomía respecto al

gobierno nacional. Perón, que favoreció la creación de un sindicato nacional (SUPE) lo



hizo reconocer por la CGT8, al tiempo que desconocía el gremio local que contaba con

numerosos afiliados. Las presiones sobre los dirigentes de la lista Azul que controlaban el

sindicato de Comodoro Rivadavia -independiente- fueron muy fuertes. Se inició una

campaña de delación, que culminó con el encarcelamiento o la deportación de los mismos.

Finalmente, en 1951, la agrupación local aceptó su integración a la CGT local y a la

disciplina partidaria.

El origen bismarckiano de la administración de YPF y la posición política del primer

peronismo en el plano sindical, confluyeron para transformar al Sindicato Único Petroleros

del Estado en un gremio con características distintivas. Estas dos marcas de origen -en la

empresa y en el sindicato- inclinarían a la dirigencia hacia posiciones moderadas y pro-

sistema.

Podemos afirmar que a diferencia de buena parte de los sindicatos que integran la CGT, el

SUPE no está interesado particularmente en la política económica global, sino que

centraliza su interés en las decisiones del sector y, al mismo tiempo, que su carácter

profesional lo distancia de otros gremios estatales, como ATE y UPCN. De hecho, las

remuneraciones de los trabajadores petroleros no necesariamente siguen el nivel general de

los otros sindicatos industriales, ni la política de gasto de los distintos gobiernos, que afecta

a los empleados del Estado. Más importante aún, mientras otros sindicatos requieren de la

solidaridad del movimiento obrero para ser visibles ante la opinión pública -de ahí el

carácter esencial que tiene su vinculación con la CGT-, los petroleros no la necesitan.

Yacimientos Petrolíferos Fiscales, se convierte de este modo en el ámbito casi exclusivo de

pertenencia: como lugar de trabajo, de espacio de identidad vinculado con la herencia

mosconiana-peronista, de posibilidad desde donde se puede influir sobre la política

petrolera. La empresa es -además- proveedora, en mayor o menor medida, de los beneficios

salariales y sociales para el conjunto de sus trabajadores.

8 El SUPE fue creado el 20 de septiembre de 1946 con la personería gremial N° 60.



A partir de estos componentes, derivados por una parte de la génesis particular del SUPE al

calor del Estado peronista y, por otro, por las vinculaciones con la empresa estatal, puede

interpretarse de mejor manera la posición del secretariado nacional de YPF en la coyuntura

de las huelgas mendocinas de 1958.

Más allá de las consideraciones ideológicas, se había constituido una rutina de actuación

sindical como desmovilizadora de las disidencias locales. La conducción nacional actuó

desde su constitución como una herramienta del gobierno para evitar el estallido de huelgas

que hicieran peligrar el abastecimiento de combustible. La empresa petrolera estatal, cuya

dirección dependía del gobernante de turno -civil o militar, peronista o antiperonista- era la

que otorgaba los beneficios a los trabajadores (salarios, planes de vivienda, educación,

guarderías) y a la dirigencia gremial (posibilidad de opinar sobre ascensos, manejo de

fondos sindicales, licencias gremiales, perpetuación en los cargos).

Esta configuración especial en las relaciones laborales tan estrechamente ligada al poder

político, lleva a que la conducción nacional del SUPE se aleje de su propio líder cuando

éste atraviese el exilio. Pesaron más las motivaciones gremiales que la indudable ligazón

previa entre Gomis y el peronismo. En su caso, deberíamos destacar no solo la relación

cercana con Eva Perón sino también que, en ocasión del golpe de estado de 1955, Pedro

Gomis propuso obstruir el movimiento de los buques de la Marina sublevada colocando

minas explosivas en el puerto de Buenos Aires y hundiendo embarcaciones de la flota de

YPF (Gadano, 2006: 674).

El calor oficial -que a partir de 1958 proviene de Frigerio- y la rutina de intervención a

filiales díscolas constitutivas de la génesis de la organización gremial, nos permiten

explicar la posición del sindicalismo petrolero frente a las huelgas en Mendoza. Más allá de

su indudable peronismo, Gomis es el secretario general del SUPE, y actúa dentro de ese

papel: no confrontando directamente con quienes gobiernan el país e YPF porque ellos son

los únicos decisores, interlocutores y negociadores válidos.

Esta vía explicativa resulta útil no solo para comprender los motivos de la pasividad -y

complicidad- del sindicalismo en ocasión de la huelga petrolera en Mendoza -contrastable



con la enérgica reacción llevada adelante frente al conflicto en el Frigorífico Lisandro de la

Torre en 1959- sino que también nos permite interpretar la actuación del SUPE en etapas

posteriores. Tal fue el caso del acercamiento de Adolfo Cavalli -por entonces máximo

dirigente del gremio petrolero- al gobierno de Onganía y su colaboración para abortar la

huelga que estalló en la destilería de La Plata en 1968. Nuevamente un dirigente sindical,

indudablemente peronista y compañero de los primeros años de exilio de Perón9, olvidaba

sus lealtades partidarias sumergido en las entrañas de la poderosa empresa estatal y en

preservar las relaciones con las autoridades de turno.

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9 Entre otras actuaciones, Cavalli fue la persona que trajo la orden de Perón para votar a Frondizi en las

elecciones presidenciales de 1958.



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