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ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE MILITARES ESCRITORES ESPAÑA EN ÁFRICA HASTA EL SIGLO XVIII Conferencia impartida por el GB Inf. DEM D. Agustín Alcázar Segura en el Centro Cultural de los Ejércitos Madrid, 3 de diciembre de 2013

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ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE MILITARES ESCRITORES

ESPAÑA EN ÁFRICA HASTA EL SIGLO XVIII

Conferencia impartida por el GB Inf. DEM D. Agustín Alcázar Segura

en el Centro Cultural de los Ejércitos

Madrid, 3 de diciembre de 2013

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CURRICULUM VITAE DEL GENERAL DE BRIGADA DE INFANTERÍA DEM D. AGUSTÍN ALCÁZAR SEGURA

Nacido en Melilla el 14 de Diciembre de 1943. A los 14 años ingresó en el Ejército del Aire, donde desempeñó los empleos de Educando de Banda, Soldado, Cabo y Cabo 1º, ingresando a los 19 años en la Academia General Militar formando parte de la XXII Promoción. Obtiene el Despacho de Teniente en Julio de 1967; asciende al empleo de Capitán en Mayo de 1974; a Comandante en Octubre de 1983 y a Teniente Coronel en Marzo de 1990. Es promovido a Coronel por Selección en Marzo de 1995 y a General de Brigada por Elección en Febrero de 1999.

Su trayectoria profesional puede dividirse en tres grupos de actividades: el Mando de Unidades, el Servicio de Estado Mayor y la Doctrina y Enseñanza. En el primero de ellos, ejerció el Mando de Sección en el Centro de Instrucción de Reclutas ( CIR ) nº 2; en el Regimiento de Infantería Motorizable ( RIMT ) Saboya nº 6 y en el Regimiento de Infantería Mecanizada (RIMZ) Uad Ras nº 55. El Mando de Compañía lo desempeñó al ser destinado nuevamente al RIMT Saboya nº 6; el de Batallón lo ejerció en el III Batallón de Carros (BICC) del Regimiento de Infantería Acorazada (RIAC) Alcázar de Toledo nº 61 y el de

Regimiento en el tricentenario RIMZ Asturias nº 31. De General de Brigada fue 2º Jefe de la Comandancia General (COMGE) de Ceuta. El Estado Mayor (EM) de la División de Montaña (DM) Navarra nº 6; la Dirección de Personal del Cuartel General del Ejército, y el EM de la Policía Nacional, comprenden el segundo grupo de actividades mencionadas. La enseñanza la ha ejercido en la Escuela de Estado Mayor, primero como Profesor de Táctica de 2º Curso, en el empleo de Comandante, y posteriormente, ya de Teniente Coronel (TCOL), como Jefe del Grupo de Estrategia de 2º Curso. En cuanto a las actividades relacionadas con la elaboración de Doctrina, fue Jefe de la Sección de Doctrina de la División de Operaciones del Estado Mayor del Ejército (EME), finalizando su vida activa como Subdirector de Doctrina del Mando de Adiestramiento y Doctrina (MADOC). A lo largo de su vida profesional ha realizado diferentes cursos de especialización entre los que cabe destacar: Estado Mayor, Cooperación Aeroterrestre, Interpretación Fotográfica, Derecho y Técnica Policial, Criptografía y Logística. Está en posesión de las siguientes condecoraciones: Gran Cruz, Cruz, Encomienda y Placa de San Hermenegildo, Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil y Gran Cruz y cuatro Cruces del Mérito Militar con distintivo blanco.

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Otras actividades: unos 100 artículos publicados en la Revista Ejército sobre Táctica y Estrategia, así como otros tantos sobre Historia Militar. Colaboraciones en: Memorial de Infantería, Revista Española de Defensa y Objetivo Doctrina del Mando de Doctrina del Ejército Francés Tiene publicados los siguientes libros: Anexión y guerra de Santo Domingo, Las Guerras de Independencia Hispanoamericanas e Historia Militar de Gibraltar. Madrid, diciembre de 2013.

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ESPAÑA EN ÁFRICA HASTA EL SIGLO XVIII

RELACIONES ENTRE CASTILLA, ARAGÓN Y EL NORTE DE ÁFRICA DURANTE LA RECONQUISTA Es evidente que las relaciones entre la Península Ibérica y el Norte de África, forzosamente fueron constantes desde la más lejana antigüedad, ya como zona de expansión de primitivas corrientes emigratorias procedentes de África; como asentamientos comerciales para los cartagineses antes de la I Guerra Púnica; de fuentes de riquezas para estos mismos a fin de satisfacer la deuda contraída con Roma tras su derrota en dicha contienda; formando parte del imperio regido por esta última; como territorio de paso para los pueblos bárbaros, ahora hacia el sur; formando parte del imperio bizantino, junto con Ceuta, al serle cedida la Bética por el rey visigodo Atanagildo; o como base de partida de la expansión islámica que ocupó la Península desde el 711 hasta 1492. No obstante estos remotos antecedentes, vamos a iniciar el estudio que ahora comenzamos en una época más reciente, hacia el siglo XII cuando, traspasado el Ecuador de nuestra Reconquista, los reinos hispánicos comienzan a intuir una posible proyección más al sur de los límites peninsulares para aquel momento, que se ya se anuncia posible, en que finalice la presencia musulmana en la Península. Desde mediados del siglo XII, es el reino de Aragón, personalizado por mercaderes catalanes, aragoneses y mallorquines, el que primeramente estableció relaciones comerciales con las principales ciudades magrebíes, entre las que figuraban Túnez, Bugía, Constantina, Orán o Tremecén, llegando incluso a puntos más occidentales, como Marrakech.

Fernando III, el conquistador de Sevilla, quiso llevar las armas castellanas á las playas africanas, pero su muerte, ocurrida en 1252, se lo impidió. Será su hijo Alfonso X, el que recoja el testigo y realice, al menos en parte, sus proyectos. La primera incursión se produjo en 1257 y tuvo como objetivo la plaza de Tagunt, situada al Oeste de Orán.1 A mediados de Septiembre de 1260, una flota fondeada en Cádiz se hizo a la mar en dirección a Salé, situado en la costa atlántica de Marruecos, quedando reducida la expedición a la captura de un rico botín y una presa de más de 3.000 cautivos. En Salé se enterró definitivamente el proyecto de acciones norteafricanas, aunque todavía en 1261 solicitaba ayuda económica de las cortes para llevar adelante otras incursiones en el continente negro, pero nuevos problemas le obligarían pronto a desistir de esta idea.

Fue mediante el tratado de Monteagudo (1291), signado entre Sancho IV de Castilla y Jaime II de Aragón, cuando las aspiraciones territoriales de ambos reinos, en el que el segundo ya había finalizado su Reconquista (1245), se proyectaron hacia el Norte de África, reservándose para Aragón las actuales costas de las futuras Argelia y Túnez, en tanto que para Castilla quedaban las de Marruecos, sirviendo de limite entre ambas el río Muluya.

El auge de la piratería y corso berberiscos obligó a los monarcas aragoneses, en 1398, a realizar una incursión contra centros corsarios de la Berbería2 central, como las argelinas plazas de Bona y Collo. Por las mismas razones, dos años más tarde, Enrique III de Castilla ordenó el ataque y saqueo de Tetuán, considerado ya en aquellos momentos como uno de los grandes centros del cautiverio cristiano en Marruecos.

1 GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel: Alfonso X el Sabio. Ed. La Olmeda. Palencia, 1993. p, 63. 2 Se denominaba así a la zona septentrional de África, especialmente a las regiones de Marruecos, Túnez y Argelia. Se extendió desde la costa del Atlántico al oeste, hasta el Golfo de la Gran Sirte, al este; y desde el Mediterráneo hasta las arenas del Sáhara.

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Sin embargo, estas actuaciones punitivas por parte de Castilla y Aragón no impidieron la continuación de los intercambios comerciales, lo que se tradujo, en especial para el segundo, en el mantenimiento de una serie de consulados marítimos a lo largo del Norte de África, tales como: Ceuta, Orán, Mostaganem, Ténez, Argel, Bugía, Bono, Collo o Túnez.3

La última acción de cierta importancia, fue la ocupación de Santa Cruz del Mar Pequeña (la futura Ifni), en la llamada Berbería de Poniente, llevada a cabo por Diego García de Herrera en 1478, materializada por la construcción de una torre en la bahía de Puerto Cansado, a unos 45 km al Noreste de Cabo Juby, si bien la permanencia de esta posesión, en esta primera etapa fue muy breve, ya que se perdió en 1524. SITUACIÓN DE LA BERBERÍA EN LOS ALBORES DEL SIGLO XV Cuando el poder musulmán en la Península quedó reducido al reino nazarí de Granada, los antiguos imperios almorávide, almohade y benimerín se habían fragmentado en tres reinos: Fez, Tremecén y Túnez, enfrentados entre si y sin que en ningún momento ninguno de ellos alcanzase la supremacía sobre los otros dos, si bien tanto Fez como Túnez, intentaron constantemente, sin conseguirlo, controlar al reino central de Tremecen. FEZ

En las tierras más occidentales del Norte de África, en el reino de Fez, el comienzo del cambio se produce como consecuencia del gran impulso provocado por los movimientos religiosos que se originan en el siglo XV y que no tardarán en tener su reflejo en el plano político. El movimiento culmina durante la segunda mitad del siglo con la ejecución del último sultán benimerín, Abd-al Haq y con el inicio del gobierno del Xerife el Husceni, que se mantendría en el poder hasta 1472, año en que los wattasíes se harían con el trono.

Este cambio político coincide con la presión portuguesa que se inicia con la conquista de Ceuta en 1415 y que continúa con suerte varia a lo largo de la centuria, como veremos más adelante.

La progresiva anexión, fundamentalmente por los portugueses, de los principales puertos del litoral marroquí, sitúa en una posición comprometida a los sultanes wattasíes, pero el mayor peligro para la continuidad de la dinastía vendrá de las tierras del sur, donde surge una nueva familia de jerifes, los sadíes, que obtendrán su primer gran éxito en 1524 con la conquista de la ciudad de Marrakech.

TREMECÉN

Situado entre los reinos de Fez y de Túnez, se extendía desde la boca del río Muluya hasta la de otro río llamado Çufegemar, que Ptolomeo llama Amsaga4

Estaba dividido en las provincias de: Tremecén, Ténez, Argel y Bugía, posiblemente ampliadas a la de Orán, entre las de Tremecén y Ténez.

Dada su situación entre los otros dos grandes reinos de la Berbería, se vio obligado a una continua contienda con sus vecinos para mantenerse independiente. Tras la conquista de Granada, y de acuerdo con lo estipulado en los tratados de Alcaçobas y Tordesillas, firmados entre Portugal y Castilla (de los que trataremos más adelante), este reino caía plenamente en la zona de expansión castellana.

TÚNEZ

3 ALONSO ACERO, Beatriz: Cisneros y la conquista española del norte de África, política y arte de la guerra. MINISDEF. Marzo 2006. p, 30. 4 MÁRMOL CARVAJAL L. de: Descripción general de África. Parte I, tomo II, libro V, capitulo I. folio 171 r. Citado por ALONSO ACERO en la obra referenciada, p. 38.

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El más oriental de los reinos de la Berbería, estaba dividido en cuatro provincias: Constantina (la Nueva Numidia de Ptolomeo), Túnez (la antigua Cartago), Trípol de Berbería o Trípoli y Zeb, La primera de ellas, Constantina, agrupaba ciudades de la categoría de Collo, Bona, Bicerta y la propia Constantina,

EVOLUCIÓN DE LA SITUACIÓN CON RESPECTO A LA PENÍNSULA IBÉRICA

En el plano de la política interna, hay que destacar la inestabilidad permanente de los tres reinos de la zona, lo que originaba constantes cambios en la designación de las personas que ejercían el poder. Al no existir una ley de primogenitura que garantizara la sucesión al trono, la traición se convirtió en medio para el acceso al poder y el sistema de validación más habitual. Así, guerras civiles y sediciones no resultaban excepcionales en estas sociedades islámicas, que no encontraban fórmulas políticas adecuadas que garantizaran la estabilidad y la cohesión necesarias para la vida cotidiana de quienes habitaban aquellas tierras.

Así mismo, la evolución de la situación descrita en los apartados precedentes, hizo que De acuerdo con la propia configuración de las actividades económicas realizadas en el Mediterráneo desde la época antigua, este comercio entre la Corona de Aragón y algunos puertos magrebíes se vio teñido desde sus comienzos de rasgos característicos del contrabando y de la piratería. Las transacciones marítimas, que en los primeros siglos de la Edad Media habían sido controladas y financiadas por los mercaderes de al-Andalus y el Magreb, acabaron desde el siglo XII por hacer ricos y poderosos a navegantes de Aragón, la Provenza y, en especial, de Italia, que mezclaban a partes iguales habilidad comercial y maestría en las artes de la piratería. Cuando los mercaderes magrebíes comprobaron que estaban acabando por convertirse en meros proveedores de materias primas a cambio de productos manufacturados europeos y orientales, viéndose así relegados del papel predominante en el comercio mediterráneo por los navegantes de los estados de la otra orilla de este mar, ellos mismos se vieron abocados a hacer de la piratería su medio de subsistencia5.

Esta actividad que inicialmente compartían moros y cristianos, fue evolucionando de forma que el corso magrebí fue creciendo en la misma medida que disminuía el cristiano.

La finalización de la Reconquista y la afluencia de emigrantes andalusíes a las tierras norteafricanas influirán en el crecimiento del corso y piratería berberisca. Pero será a partir de la revuelta mudéjar de las Alpujarras que tiene lugar entre 1568-1571 cuando la emigración de los musulmanes que no quisieron convertirse, incrementó de forma alarmante su salida hacia Berbería. Esta población, ya sea obligada por la necesidad, o bien animada por un deseo de venganza frente a quienes han impedido su continuación en tierras españolas, hizo aumentar de forma notable esta actividad, en especial contra las costas españolas que tan bien conocían.

Este es el panorama que, en vísperas de la iniciación de la política expansionista castellana sobre el Norte de África ofrecían los reinos musulmanes que lo integraban; anarquía política, desorden territorial y actividades piráticas, hacían de la situación del Magreb un campo favorable a las expectativas expansionistas cristianas.

PROYECCIÓN DE PORTUGAL SOBRE EL NORTE DE ÁFRICA Cinco años más tarde que Aragón, en 1250, Portugal finalizó su Reconquista con la toma de la plaza de Faro. Durante las dos siguientes centurias, la situación interna y los conflictos armados con Castilla fueron suficiente para mantener activa a una nobleza que había hecho de la profesión militar la razón de su existencia, razón por la cual, en los comienzos del siglo XV, Juan I vislumbró, como única solución para el descontento que empezaba a generarse, volver a canalizar las fuerzas de la aristocracia hacia operaciones bélicas de importancia.

CONQUISTA DE CEUTA

5 ALONSO ACERO, Beatriz: Cisneros y la conquista española del norte de África, política y arte de la guerra. MINISDEF. Marzo 2006. pp, 25 y 26.

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Parece ser que, en 1411, Juan I, una vez firmadas las paces con Castilla; con la finalidad antes enunciada de dar ocupación a los “caballeros, hidalgos y otros hombres buenos de mis reinos”; y una vez valorada por una junta de teólogos que la operación podía considerarse “un servicio de Dios”6, comenzó a gestarse la conquista de esta plaza.

El 25 de Julio de 1415, partió de Lisboa un ejército de 20000 Hombres de Armas, 30000 remeros y más de 200 velas, con abundante artillería, pertrechos, material de asedio y víveres para un largo tiempo.

Tras diversas vicisitudes entre las que se encontraron tanto la falta de viento como el desencadenamiento de tormentas, el día 15 de Agosto consiguió reunirse toda la flota frente a Ceuta, pero un nuevo temporal impidió el desembarco de la fuerza, arrastrando los barcos hacia las costas malagueñas, no siendo hasta la noche del día 20 que la flota lusa recaló definitivamente frente a la plaza, encontrándola confiada y sin refuerzos.

Al amanecer del 21 de Agosto, el grueso del ejército portugués amagó el ataque por el sur, en tanto que los infantes Duarte y Enrique desembarcaron en la playa de San Amaro, situada al norte. Trabado el combate, la ciudad fue conquistada en apenas 12 horas, de modo que a las siete de la tarde de aquel memorable día 21 de Agosto, las banderas lusitanas ondearon en las torres del castillo de Ceuta.

Antes de volver a la metrópoli, el rey convocó un consejo de guerra para decidir a quien dejaría al mando de la plaza. D. Pedro de Meneses, alférez del infante D. Duarte, se ofreció para el puesto. Aceptado el ofrecimiento por el rey, le mandó llamar y al ser preguntado sobre qué necesitaba para llevar a buen término su misión, D. Pedro, mostrándole un palo que llevaba en la mano, llamado “aleo”, le respondió: “Con este palo me basto”. En recuerdo de esta respuesta, los términos “aleo” y la frase “Con este palo me basto” han pasado a formar parte del escudo de armas de la Comandancia General de Ceuta.

ACCIÓN DE PORTUGAL SOBRE LA COSTA AFRICANA

La exploración del litoral africano quizá comenzó poco después de la conquista de Ceuta, impulsada por el infante D. Enrique el “Navegante”, tercero de los hijos de Juan I.

Tras la muerte éste, Duarte, hermano mayor de D. Enrique, sube al trono. La facilidad con la que en 1415 se apoderaron de Ceuta le hizo pensar que la suerte se repetiría nuevamente, por lo que el 22 de Agosto de 1437 los infantes D. Enrique y D. Fernando, con un ejército de 14000 hombres, se hicieron a la mar con rumbo a dicha plaza. Un mes después, el 23 de Septiembre, los infantes, con un ejército bastante más reducido que el que partió de Portugal, se encontraban a las puertas de Tánger.

En apoyo de la misma acudió el rey de Fez derrotando a las tropas lusas que hubieron de pactar para salvar la vida bajo promesa de la entrega de la de Ceuta, y como garantía de su cumplimiento, quedó como rehén el infante D. Fernando. De regreso a Portugal, el rey, asesorado por su Consejo, resolvió que el pacto concluido en Tánger no se cumpliría, lo que a la postre causaría la muerte de D. Fernando, en 1443, tras seis años de cautiverio.

En 1458, Alfonso V decide que ha llegado la hora de vengar la derrota de Tánger por lo que, con una escuadra de 200 barcos y un ejército de 20000 hombres, desembarcó en la costa de África, y la victoria coronó su esfuerzo, entrando en la plaza de Alcázarseguer.

La alegría que causó este suceso en Portugal se convirtió en honda tristeza por el desastroso fin que cupo a una nueva expedición dirigida contra Tánger, que regresó a la metrópoli con gran pérdida y sin haber podido sentar la planta en la playa africana.

De nuevo el belicoso Alfonso V intentó la aventura sobre el reino de Fez y en el año 1471 el duque de Viseo, dejando el Estrecho, se apodera de la ciudad de Anafe. El día 15 de Agosto del 6 CONTRERAS GÓMEZ, Julio: Ceuta. XX siglos de historia militar. Ed. Papel de Aguas SL. Ceuta, 2001. p, 70.

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siguiente año, él rey zarpó del puerto de Lisboa con 300 velas y 30000 hombres, y atacaron Arcila a la que conquistaron. Como consecuencia de estos éxitos, Tánger cayó en su poder. Todas estas victorias dieron a Alfonso V el calificativo de “el Africano”.

La última gran hazaña portuguesa de esta centuria fue la realizada por Vasco de Gama al doblar el cabo de Buena Esperanza en 1487, poco años antes de que Cristóbal Colón llegara a América atravesando el Atlántico; el portugués arribó a Calicut, en la India, el 20 de Mayo de 14987.

TRATADOS ENTRE CASTILLA Y PORTUGAL

Tal como hemos apuntado más arriba, el interés de Castilla sobre el Norte de África quedaron evidenciadas en época tan temprana como 1291, mediante la firma del tratado de Monteagudo, entre Sancho IV de Castilla y Jaime II de Aragón, así como por las incursiones sobre plazas costeras del reino de Fez en tiempos de Alfonso X o Enrique III. A lo largo del siglo XIV, Portugal había puesto de manifiesto sus aspiraciones sobre este continente, razón por la cual tenía que ser con ella con quien se acordara la actuación sobre él, lo que llevó al establecimiento de cuatro tratados: Almeirím (1431), Alcaçobas (1479), Tordesillas (1494) y Cintra (1509).

TRATADO DE AMEIRIM

La expansión portuguesa en el Norte de África, iniciada con la conquista de Ceuta en 1415, obligó a establecer también con este reino un tratado que regulase la influencia de ambos en el continente africano. El primero fue el de Almeirim (1431) entre Juan II de Castilla y Juan I de Portugal. En él se establecía que éste podía expansionarse por las tierras del reino de Fez, hasta el Sahara, así como la búsqueda de una ruta marítima hacia la India, navegando en dirección al golfo de Guinea. Esta nueva vía venía forzada por el cierre de las rutas tradicionales como consecuencia de las conquistas del imperio Otomano.

Las circunstancias del reino de Castilla: difícil reinado de Enrique IV, cuestión sucesoria, entronización de los Reyes Católicos y guerra con Portugal, así como la guerra de Granada, no le permitían plantearse problemas que difícilmente estaban en condiciones de atender, sin embargo, finalizada la guerra que enfrentó a ambos países, pudo afrontar este tema tan delicado.

TRATADO DE ALCAÇOBAS

En efecto, finalizada la guerra entre Castilla y Portugal, se iniciaron las negociaciones de paz por las delegaciones encabezadas por la reina Isabel y su tía Beatriz de Braganza, en el castillo de Alcántara entre el 20 y el 22 de Marzo de 1479. Si bien en este primer contacto no se llegó a acuerdo alguno, este se alcanzó en la localidad de Alcaçobas en el mes de Septiembre del mismo año.

En primer lugar, el tratado8 incluye un recordatorio del de Almeirím y a continuación establece el reparto de los territorios atlánticos entre Portugal y Castilla, quedando la gran mayoría para el primero, con la excepción de las Islas Canarias.

Territorios reconocidos a Portugal: Guinea, con sus minas de oro; Islas de la Madera, Puerto Santo y Desierto, Islas de las Azores; Islas de las Flores cabe las Islas de Cabo Verde: todas las islas que ahora están descubiertas e cualesquier otras islas que se hallaren o conquistaren, de las Islas de la Canaria para ayuso contra Guinea baxo contra Guinea” y “pero baixo e adiante contra Guinea” en otras versiones, y en general todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos, allende de que es hallado ocupado o descubierto, queden a los dichos rey e príncipe de Portugal e a sus reinos, quitando solamente las islas de Canaria

Territorios reconocidos a Castilla: Lanzarote, La Palma, Fuerteventura, La Gomera, el Hierro, la Graciosa, la Gran Canaria, Tenerife e todas las otras islas de Canaria ganadas e por ganar

7 HERMANO SARAIVA, José: Historia de Portugal. Ed. Alianza Editorial. Madrid, 1989. pp, 155 a 162. 8 http://es.wikipedia.org/wiki/Tratadoje_Alc%C3%A 1%C3%A7ovas

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Así mismo, los Reyes Católicos reconocían a Portugal la exclusividad de la conquista del reino de Fez.

TRATADO DE TORDESILLAS9

El tratado de Alcaçobas dio los resultados esperados merced a los deseos de los Reyes Católicos de mantener la paz alcanzada con Portugal. Sin embargo, el éxito del descubrimiento de América, las “Indias” según la idea de la época, objetivo exclusivo del reino vecino, proporcionó al rey luso Juan II, motivos aparentes para reclamar la pertenencia de las nuevas tierras alegando derechos derivados del tratado de Alcaçobas.

Los Reyes Católicos, por su parte, negaron tal pretensión aduciendo que la navegación se había efectuado siempre al Oeste, y no al Sur de Canarias. En demanda y confirmación de la plena soberanía española sobre los territorios recién descubiertos, Isabel y Femando acudieron al veredicto papal a la sazón el valenciano Rodrigo de Borja, titular de la sede de San Pedro con el nombre de Alejandro VI. Entre Abril y Septiembre de 1493, el Papa dictó cuatro bulas, llamadas Alejandrinas, en las que se fijó el meridiano divisorio de las zonas de influencia española y portuguesa a 100 leguas al Oeste de las Azores y Cabo Verde, siendo la zona occidental la correspondiente a España y la oriental a Portugal.

Estas bulas no satisficieron a Juan II de Portugal, que quedaba excluido en la práctica de las empresas americanas, toda vez que la línea imaginaria de demarcación trazada por designio papal le relegaba a las costas africanas, quedando el Nuevo Mundo de forma privativa para los reyes de Castilla.

Las circunstancias del momento político aconsejaron a los Reyes Católicos acordar con el lusitano unas nuevas condiciones más favorables para él. Los pactos se recogieron en el Tratado de Tordesillas, firmado en esa localidad vallisoletana el 7 de Junio de 1494 por los delegados de ambas monarquías.

En esencia, consistió en el convenio de una nueva línea de demarcación, siendo ésta la que, teniendo sus extremos en ambos polos geográficos, pasase a 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde. Esta línea viene a coincidir con el meridiano situado a 46° 37’ longitud Oeste (el que pasa prácticamente por el sector Este de la actual ciudad de Sao Paulo). La gran diferencia con la establecida por las bulas pontificias es que la parte oriental de América del Sur, el extremo Este de Brasil, quedaba ahora adscrito al área de acción de Portugal, lo que posibilitó el sometimiento a su soberanía cuando en 1500 Pedro Alvares Cabral arribó a las costas brasileras.

TRATADO DE CINTRA Mediante este Tratado (18 de Septiembre de 1509) se estableció que la zona española en el Norte de África comenzaba seis leguas al Oeste del peñón de Vélez de la Gomera y se extendía hacia el Este. Portugal tendría desde este límite hacia el Oeste, con toda la costa occidental menos la torre de Santa Cruz del Mar Pequeña, cuyos derechos de posesión se reconocían a España plenamente. EVOLUCIÓN DE LA PLAZA DE CEUTA

CEUTA PORTUGUESA

Tal como hemos expuesto más arriba, la conquista de Ceuta fue una empresa total y exclusivamente portuguesa, y así continuó hasta que, el 16 de Abril de 1581, las cortes lusitanas juraron y sancionaron el nombramiento de Felipe II, rey de España, también como rey de Portugal.

9 http://es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Tordesillas

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Desde el primer momento, los lugareños trataron de recuperar la plaza, pero las acciones se realizaron de forma tan anárquica y temeraria, que fueron fácilmente rechazados con grandes pérdidas.

Innumerable serán las agresiones de los habitantes de la zona sobre Ceuta, razón por la cual tan tan solo nos limitaremos a citar aquellas acciones que resultaron más relevantes.

Sí es de destacar que, el acceso a la corona de Castilla de Isabel I a la muerte de su hermano Enrique IV, entró en colisión con los pretendidos derechos de Juana la Beltraneja, presunta hija de aquel, y de quien se declaró valedor el rey Alfonso V de Portugal, invadiendo éste el territorio castellano y provocando una guerra que finalizó con las victorias castellanas en las batallas de Toro y Albuera.

Durante la contienda, la reina Isabel ordenó, el 19 de Agosto de 1475, atacar los intereses portugueses en sus posesiones africanas a fin de “hacer y mandar hacer guerra y todo el mal y daño como adversario por cuantas vías y maneras se pudiese hacer”10. De acuerdo con este propósito, y con la finalidad de dividir el esfuerzo de guerra portugués, D. Fernando el Católico envió a sitiar Ceuta por mar, al tiempo que el rey de Fez lo hacía por tierra, si a ambos a levantar el cerco.

El fin del dominio portugués de Ceuta fue consecuencia de la malhadada aventura en la que se embarcó el rey Sebastián I y que le costó la vida en la trágica derrota sufrida en Alcazarquivir el 4 de Agosto de 157811.

Inmediatamente los portugueses proclamaron al cardenal Enrique como rey de Portugal, pero su fallecimiento en Enero de 1580 (tenía ya 68 años), produjo un vacío sucesorio que llenó Felipe II no sin cierta oposición. El 25 de Agosto de 1580, vencida toda resistencia, el duque de Alba entró victorioso en Lisboa y proclamó al monarca español como rey de Portugal.

De esta forma se inicia para Ceuta el período que vamos a denominar como hispano-portugués.

CEUTA HISPANO-PORTUGUESA

Las agresiones a la plaza continuaron, aunque normalmente, la suerte favorecía a las armas españolas, sin embargo como trágica excepción, el 9 de Diciembre de 1588 las fuerzas ceutíes sufrieron uno de los mayores descalabros de su historia. En la fecha señalada, buena parte de la guarnición y, a su amparo, no pocos paisanos, salieron a forrajear y a recoger leña. Cuando más confiados estaban, una gran multitud de lugareños cayó sobre ellos causándoles 45 muertos y llevándose 203 cautivos. Si se tiene en cuenta que el total de la población ceutí rondaba alrededor de los 2500 habitantes, ¡de un solo golpe se perdió el 10% de ella! Después de seis años de negociaciones, el 23 de Octubre de 1594, se consiguió rescatar a 175, habiendo muerto 28 en el cautiverio.

Durante 1640 se desata sobre la frágil monarquía de Felipe IV una crisis interior de incalculables consecuencias. El teatro donde se desarrollan los acontecimientos ofrece plurales escenarios: Andalucía, donde el duque de Medina Sidonia soñó con un trono; Aragón con la rebelión del duque de Híjar; pero serán Cataluña, donde la rebelión estuvo a punto de alcanzar la secesión y en Portugal donde lo logró, los focos más peligrosos. Esta última, acabaría al fin (1668) desgajándose del tronco de la monarquía española.

Sin embargo, cuando llegó a Ceuta la noticia del movimiento revolucionario de Portugal, los más principales caballeros de la ciudad acordaron mantenerse fieles a España y exponérselo así al gobernador militar de la plaza D. Francisco de Almeida. Como éste vacilara y no fuera claro en sus respuestas, le destituyeron.

10 SAN MIGUEL PÉREZ, Enrique: Isabel I. Ed. La Olmeda. Palencia, 1998. p, 124. 11 Ib CONTRERAS GÓMEZ, Julio: Ceuta. XX siglos de historia militar. Ed. Papel de Aguas SL. Ceuta, 2001. pp. 98 y 99.

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Más tarde, al concertarse la paz entre ambas naciones, según el Tratado de 13 de Febrero de 1668, ratificado en Madrid el 30 del mismo mes, las dos naciones se comprometían a restituirse las plazas conquistadas durante la campaña, salvo Ceuta, que quedaba para España.

CEUTA ESPAÑOLA: EL SITIO DE 1694-1727

Esta muestra de lealtad fue premiada por Felipe IV con la concesión, en 1641, del título de Muy Noble y Leal Ciudad. Posteriormente, según Real cédula de 1654, se agregó el dictado de Fidelísima.

En 1672 sube al trono de Marruecos el sultán Muley Ismail Ben Cherif, hombre enérgico e inteligente bajo cuyo mando se recrudecieron, las tradicionales hostilidades contra las plazas del litoral ocupadas por los europeos. Así, las posesiones españolas en la costa norte africana: Ceuta, Melilla, y los Peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera, sufrieron duros, aunque infructuosos asedios.

Para el de Ceuta, destinó un ejército de 40.000 hombres al mando del alcaide de Tetuán, Tánger y Rif, Alí Ben Abdalá.

El día 22 de Octubre el vigía del Hacho avisó la llegada del enemigo a los Castillejos, y en la mañana siguiente los moros ocuparon las alturas próximas a la plaza, no tardando en alcanzar con sus acciones hasta las inmediaciones de las defensas exteriores.

Se inicia así un sitio que va a durar 33 años, a lo largo de los cuales la lucha se caracterizará por una continua refriega, más o menos sangrienta; son años llenos de escaramuzas, expediciones navales de corso, o de rapiña, llegando en ellas hasta los alrededores de Tetuán.

Casi todos los enfrentamientos estuvieron encaminados a ocupar pequeñas porciones de terreno, para después fortificarlos, o por el contrario, desbaratar las defensas de los sitiadores, cuando estas se encontraban en posición dominante de algún punto defensivo. Así se fue extendiendo a lo largo de los años de sitio una imponente red de baluartes, revellines, contraguardias y lunetas, que hacían casi imposible la toma de la ciudad por el frente de tierra, con los medios bélicos de entonces.12

Muley Ismael murió el 22 de Febrero de 1727, y en la mañana del 7 de Marzo comenzaron a retirarse los sitiadores, cansados de tan largo bloqueo y que tan pocos resultados prácticos había producido.

Las más de tres décadas de asedio significaron para Ceuta su total transformación, perdiendo su carácter portugués para convertirse en una ciudad española. A ello contribuyó: la prohibición de hablar en portugués, la eliminación de su moneda y su sustitución por la española, la guarnición con tropas españolas, la expulsión de los judíos (1707), la naturaleza de sus intercambios económicos, la procedencia de sus aprovisionamientos, la supresión de los fueros portugueses, etc.13

CEUTA ENTRE 1727 Y LA GUERRA DE 1859-60

En este período se suceden situaciones de tranquilidad alternando con otras de mayor hostilidad, hasta que en 1767 parece alcanzarse un respiro en la situación, cuando, a instancias del emperador Sidi Mohamed, se establece el primer tratado de “Paz y comercio” entre España y Marruecos.

A la muerte de Mohamed, subió al poder Muley Yazid, que pronto demostró su enemistad hacia nuestra Patria. Así, en el mes de Septiembre de 1790, un ejército, compuesto de unos 20.000 hombres y mandado por su hermano Ali, establecía sus campamentos en Castillejos, Negrón y el Serrallo y ocupaba las trincheras próximas a la plaza. Con bombardeos de artillería,

12 MONTES RAMOS, José: el sitio de Ceuta 1694-1727, El ejército de Carlos II y Felipe V. Ed. Agualarga. Madrid, 1999. p 30. 13 Ibidem, p. 35.

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escaramuzas y salidas en fuerza de la guarnición para lograr objetivos de alcance limitado, la situación se prolongó hasta Noviembre del año siguiente.

A partir de entonces, las relaciones con el vecino reino de Marruecos fueron de relativa tranquilidad.

En 1859-60 se produjo entre España y Marruecos un conflicto armado que finalizó con la victoria de las armas españolas. En el Tratado de Paz14 establecido entre ambos gobiernos se definieron los límites que han prevalecido hasta el momento: SM. el Rey de Marruecos cede a la Reina de las Españas, en pleno dominio y soberanía todo territorio comprendido desde el mar, partiendo próximamente de la punta oriental de la primera bahía de Handaz Bahma, en la costa Norte de la plaza de Ceuta por et barranco o arroyo que allí termina, subiendo luego a la porción oriental del terreno, en donde la prolongación del monte del Renegado, que corre en el mismo sentido de la costa, se deprime mas bruscamente para terminar en un escarpado puntiagudo de piedra pizarroso, y desciende costeando desde el boquete o cuello que allí se encuentra por la falda o vertiente de las montañas o estribos de Sierra- Bullones, en cuyas principales cúspides están los reductos de Isabel II, Francisco de Asís, Piniés, Cisneros y Príncipe Alfonso, en árabe Uad Aniat, y termina era el mar, formando el todo un arco de circulo que muere en la ensenada del Príncipe Alfonso, en árabe Uad Aniat, en la costa Sur de la mencionada plaza de Ceuta.

Así mismo, SM. marroquí se obliga a conceder a perpetuidad a SM Católica en le costa del Océano, junto a Santa Cruz la Pequeña, el territorio suficiente para la formación de un establecimiento de pesquería, como el que España tuvo allí antiguamente.

MELILLA

Melilla, la Rusadir citada por Plinio, fundada por los fenicios, fue edificada en torno a un promontorio rocoso sobre el que construyeron un fuerte y murallas para su defensa. Ubicada junto al cabo Tres Forcas, una especie de pequeña península que se adentra en el Mediterráneo, Rusadir fue ciudad fenicia, cartaginesa, romana, visigoda y bizantina hasta su conquista por los musulmanes en el año 696, quienes la denominaron, al parecer, Malila, apelativo del que se derivó el actual de Melilla.

PRIMERAS ACCIONES SOBRE MELILLA

Recién terminada la Reconquista, ya se sintió la necesidad de trasladar la defensa de España a las orillas norteafricanas, de acuerdo con las noticias que se iban obteniendo sobre la recluta de fuerzas, dirigidas desde Tetuán, para atacar las costas andaluzas.

Sin embargo, la posibilidad de entrar en Melilla se vio complicada con el descubrimiento de América, el regreso de Colón de su primer viaje, en Marzo de 1493 y el comienzo del segundo en Septiembre del mismo año. Así mismo, también fue necesario llegar a un acuerdo con Portugal sobre las áreas que correspondían a cada una de las monarquías, y que como vimos, se resolvieron mediante el Tratado de Tordesillas (7 de Junio de 1494).

Así mismo, la invasión de Italia por parte de las tropas francesas de Carlos VIII, obligó a la intervención de tropas españolas, que dirigidas por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, ocupó gran parte de los dos años siguientes, hasta que el general español entró triunfante en Nápoles, en el verano de 1496.

Finalizada la campaña de Italia, el Rey Católico vuelve a retomar el asunto de Melilla y envía al comendador Martín Galindo a comprobar si las circunstancias para ocupar melilla eran favorables. Sin embargo, los informes de Galindo no fueron optimistas, toda vez que la viese tan destruida e viese tanta multitud de moros alárabes que moraban a la redonda, le pareció que si se poblase que antes se llamaría carnecería de cristianos que población de ellos, e que

14 ALBUM DE LA GUERRA DE ÁFRICA publicado por el periódico LAS NOVEDADES. Madrid, 1860. p, 52.

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era gastar dineros excusados en poblar aquel pueblo, porque gastados era imposible sostenerse, dada la multitud de moros que había a la redonda15

Ante informe tan negativo, el Rey decidió desistir de la empresa, por el momento. Fue la oportunidad que aprovechó D. Juan de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, para ofrecerse a llevarla a cabo, incluso a sus expensas, presentándola como la constitución de una cabeza puente que serviría de base para la futura conquista de otras tierras africanas. Aceptado por el rey, el duque determinó enviar a Pedro de Estopiñán, quien desembarcó en la península de Tres Forcas acompañado del artillero Francisco Ramírez de Madrid, disfrazados de mercaderes. A su regreso, informaron al duque de la viabilidad de la empresa.

OCUPACIÓN DE MELILLA

Para su ocupación, el duque de Medina Sidonia ordenó preparar una flota integrada por cinco mil hombres de pie y alguna gente de caballo e mandó aparejar los navíos que fuesen e los hizo cargar de mucha harina, vino, carne, aceite e todos los otros mantenimientos necesarios, e de artillería, lanzas; ballestas, espingardas e toda munición. En así mismo llenaron en aquel viaje gran cantidad de cal e madera que reedificar la ciudad e las casas y maestros para ello.

Terminados los preparativos en fecha que no se ha podido determinar exactamente salió la armada del puerto de Sanlúcar con rumbo al abandonado Rusadir. «E con esta armada, continúa Barrantes, partió Pedro de Estopiñán, contador del duque, por su mandado, del puerto de Sanlúcar en el mes de septiembre del año de 1497.16

La ausencia de resistencia que encontraron las tropas de Estopiñán al desembarcar no permite emplear, lógicamente, el término “conquista” para designar este suceso, por lo que parece más adecuado emplear el de “ocupación”. Aturdidos por la sorpresa inicial, los días de indecisión por parte de los musulmanes fueron aprovechados por la fuerza de desembarco que, empleando los escombros que ofrecían las ruinas, se pusieron a trabajar de inmediato y, allí donde fue factible, erigieron murallas de piedra. Sin embargo, prácticamente desde el día siguiente a la noche del desembarco, Melilla podría considerarse en situación de sitio aún cuando aún no se hubiera realizado ninguna acción hostil, toda vez que no era posible esperar ningún tipo de apoyo desde tierra.

Así, cuando los indígenas montaron el primer ataque, la plaza es ya un bastión en todos los sentidos, y su guarnición capaz de hacer frente a las acciones que los habitantes de las zonas limítrofes pudieran realizar, encaminadas a expulsar a los españoles.

Así mismo, y siguiendo la misma norma que en las demás plazas ocupadas al enemigo, éste reaccionó inmediatamente si bien con nulo éxito.

A finales de este año de 1497, Estopiñán consideró que la plaza estaba suficientemente consolidada, por lo que, designando para el mando de la misma al capitán Gómez Suárez de Figueroa, partió hacia la península, dejando en ella un contingente de unos 700 hombres.

La defensa de Melilla pronto va a quedar reducida a una guerra de posiciones, en la que los españoles defienden la plaza sin pretender una expansión hacia el interior del territorio, mientras que los musulmanes del entorno hostigan la presencia cristiana.

Dos años después de la ocupación, la corona evidenció su deseo de permanencia, para lo cual, el 30 de Septiembre de 1499, dictó una carta de poblamiento por la que establecía que el número de vecinos que debían repoblarla había de ser de seiscientos. Éstos no formarían parte de la guarnición propiamente dicha, pero su participación en la defensa de la plaza era obligatoria en 15 BARRANTES, Pedro, citado por SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito, en Pedro de Estopiñán, conquistador de Melilla. Instituto de Estudios Africanos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 1953. p, 43. 16 BARRANTES, Pedro, citado por SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito, en Pedro de Estopiñán, conquistador de Melilla. Instituto de Estudios Africanos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 1953. p, 45.

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caso de necesidad, por lo que debían estar preparados para ello. Para hacerlo posible, doscientos deberían ser ballesteros, cien espingarderos, ciento treinta escuderos de a pie, cincuenta lanceros, otros tantos como escuderos de a caballo y treinta como hombres de campo17.

MELILLA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

Las agresiones de los lugareños, así como el incremento de la población hicieron necesario la ampliación de las defensas de la plaza de modo que se construyeron sucesivamente hasta cuatro recintos, quedando limitado este último por el fuerte de “Victoria Grande”, que se terminó el año 1736, el del “Rosario”, “Victoria Chica”, “San Carlos” y “San Miguel”, enlazados entre si por la correspondiente muralla, cerraban por completo el recinto defensivo sobre la “Torre de Santa Bárbara”.

EL SITIO DE 1774-1775

El 9 de Diciembre de 1774, tropas marroquíes, estimadas en unos 8.000 infantes y 4.000 jinetes, llegaron a las proximidades de Melilla. No obstante, estas fuerzas se irían incrementando hasta alcanzar, en el mes de Enero, un número comprendido entre los 30.000 y 40.000 hombres, incluidas entre ellas la famosa Guardia Negra del Emperador, que en número de 2.000 escoltaban al propio Sultán. El cerco a Melilla fue completo por tierra, estableciéndose un total de cinco baterías de cañones y tres de morteros de asedio en San Lorenzo, Tarara, Santiago, Horcas y Puntilla18.

Las acciones de fuego marroquíes comenzaron al día siguiente a la vez que se iniciaron los trabajos de minado19. El bombardeo duró prácticamente los cien días del asedio; lo que obligó a abandonar la mayoría de los edificios, refugiándose la guarnición y los civiles que quedaban en la ciudad en cuevas y subterráneos.

Las acciones ofensivas enemigas se realizaban casi diariamente, pero se limitaban a escaramuzas y pequeñas incursiones, pareciendo que habían descartado un asalto frontal masivo, disuadidos por la protección proporcionada por las fortificaciones y el eficaz fuego de la plaza.

Hasta mediados de Marzo, la actividad bélica en el campo enemigo languidece hasta que el 16 de este mes comienza la retirada del campamento enemigo.

ELTRATADO DE LÍMITES

Con los mismos fines expuestos al tratar la plaza de Ceuta, hacemos mención aquí a la “Guerra de África” de 1859-60. Finalizada con la victoria de las armas españolas, trajo consigo la firma del Tratado de Tetuán, en el que, por vez primera, Marruecos reconoce oficialmente el establecimiento de las plazas de soberanía y se aviene a ampliar y fijar los límites de ambas.

17 ALONSO ACERO, Beatriz: Cisneros y la conquista española del norte de África, política y arte de la guerra. MINISDEF. Marzo 2006. p, 118. ALMIRANTE, José: Diccionario militar. Vol. I. Se denomina así al combatiente ligero y fuerte que conoce el terreno, los pasos y las veredas. 18 GARCÍA FLORES, Dionisio: El asedio de los 100 días. El sitio de Melilla de 1774-75. En Ristre. Año I. Nº 1. Abril-Mayo 2002. p, 54. 19 La mina es un hueco o bóveda que se practica alrededor de las murallas, con el fin de llegar hasta su base y provocar su hundimiento. Para luchar contra las minas se empleaba la contramina, que era una galería subterránea dispuesta para observar al minador enemigo y hacerle inútil su trabajo. Las minas tienen galerías, ramales y hornillos. Las galerías circundan las murallas y de ellas parten los camales, normalmente hechos en zigzag para amortiguar los efectos de las explosiones, y éstos finalizan en los hornillos, que son pequeñas cámaras donde se coloca el explosivo para hacerlo estallar.

La guarnición española de Melilla ya hizo amplio uso de ellas en el llamado “asedio de los treinta años”. En este de 1775, los españoles demostraron en torno al fuerte de Victoria Grande que eran maestros en el tema,

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En el caso de Melilla, queda establecido que la demarcación territorial se llevará a cabo en base al alcance de un cañón de a 24, con carga máxima y 21 grados de elevación. El 14 de Junio de 1862 tuvo lugar el acto formal de la delimitación, y, de los dos disparos de la pieza, asentada en el fuerte de Victoria Chica. Se toma el de menor alcance como un gesto de buena voluntad por parte de la comisión española, de modo que el embudo de la granada señala el establecimiento de lo que, hoy, es el hito XII, y la distancia desde éste al origen de fuego, 2.900 metros, será el patrón sobre el que se desarrolle el perímetro fronterizo que, formando sensiblemente un semicírculo, unirá la costa situada al Sur de la ciudad con los acantilados del Norte, abarcando una extensión de 12,3 kilómetros cuadrados.

MAZALQUIVIR-PEÑÓN DE VÉLEZ DE LA GOMERA-ORÁN En 1503, dieciséis fustas africanas, posiblemente procedentes de Orán o Mazalquivir, atacaron Gandía, llevándose 150 cautivos. Este incidente confirmó la necesidad de poner coto a la piratería y por ende a las bases de donde procedían. La muerte de la reina, en Noviembre de 1504, constituyó un aliciente más para llevar a cabo la empresa africana por cuanto dejó dicho en su testamento:20 "E ruego e mando a la Princesa mi hija y al Príncipe su marido que sean muy obedientes a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, e Protectores e defensores della, como son obligados: e que no cesen de la conquista de Africa e de púñar por la fe contra los infieles..." Sin dejar de lado el aspecto religioso, Fernando el Católico, hombre pragmático, veía en la empresa africana otro tipo de intereses, como eran: restituir el monopolio comercial de Aragón en el Mediterráneo en un momento en el que parecía empezar a apreciarse leves síntomas de recuperación económica para la corona después de más de un siglo de profunda crisis. Por todo ello, aunque como vemos, desde una perspectiva que ampliaba los propósitos de la fallecida reina, el Rey Católico alentó desde comienzos de 1505 la reanudación de las hostilidades en África. OBJETIVO: MAZALQUIVIR En Junio de 1505, empezaron a aparecer embarcaciones piratas en la costa Atlántica del Magreb (Safi, Azemur, Salé, etc.), a la vez que se percibían algunos navíos turcos por aquella zona21. Así pues, se decidió Mazalquivir como objetivo de la expedición, y a tal fin el arzobispo de Toledo, cardenal Cisneros, adelantó los ocho millones de maravedíes necesarios para sufragar la empresa. En Málaga se reunió una escuadra de más de 160 embarcaciones de todo tipo al frente de la cual iría D. Ramón de Cardona, almirante de Aragón; así mismo, se concentraron unos 7.000 hombres, muchos de ellos veteranos de Italia, que constituirían la fuerza de desembarco, al mando de D. Diego Fernández de Córdoba, Alcaide de los Donceles22, que representaba a la perfección el papel del noble curtido en la guerra contra el Islam.

20 Dado en Medina del Campo el 12 de Noviembre de 1504. Citado por GARCÍA FIGUERRAS, Tomás, en Presencia de España en Berbería Central y Oriental .Editora Nacional. Madrid 1948. p, 104. 21 SÁNCHEZ DONCEL, Gregorio: Presencia de España en Orán (1509-1792). Imprenta KADMOS, S.C.L. Toledo 1991. p, 125 22 Título que aparece entre los reinados de Alfonso X y Alfonso XI, posiblemente en el cerco de Algeciras. Los donceles eran la guardia de honor del soberano, de modo que el Alcalde debía ser el jefe de la misma. Esta interpretación se ve ampliada por el Coronel PRIEGO LÓPEZ, Juan, en su obra Pedro Navarro y sus empresas africanas. Centro Superior de Investigaciones Científicas. 1953., en la que en su p. 47 dice que el cargo equivalía al de Director de una Academia Militar, pues los donceles eran jóvenes nobles que se adiestraban en la Corte para el arte de la guerra.

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El 11 de Septiembre llegó la flota española frente al cabo Falcón, en las proximidades de Mazalquivir. Las fuerzas de desembarco lo efectuaron con toda rapidez, ocupando, de noche y en medio de una fuerte tormenta, un cerro escarpado que dominaba la fortaleza. Los españoles, con el auxilio de la flota, fueron venciendo la resistencia, y a mediados de Octubre Mazalquivir pactó su capitulación tras la entrega de 200 escudos23. La situación que se le planteó a la guarnición de Mazalquivir, fue la misma que la de las otras plazas ocupadas, comenzó a sufrir la hostilidad de los fronterizos, puestas de manifiesto con la devastación de los alrededores, montando emboscadas para los servicios de aguada, leña, etc. Así mismo, rompieron todo contacto comercial con la fortaleza, viéndose obligada España a atender a su aprovisionamiento a través del mar. EL DESCALABRO DE FISTEL Con la fmalidad de acabar con esta situación, el Alcalde de los Donceles se trasladó a la Península para plantearle al rey la necesidad de realizar una operación ofensiva sobre Orán que aliviase la presión constante a la que se encontraba sometida la plaza de Mazalquivir. Atendida su petición por D. Fernando, en los primeros meses de 1507, la plaza recibió un importante refuerzo de 5000 hombres con los que se pretendía ocupar la vecina Orán. A fin de entrenar a las tropas y aclimatarlas a la idiosincrasia del combate en aquellas tierras, Fernández de Córdoba decidió realizar una incursión contra la tribu Gamarra, que según sus informes, se hallaba acampada al pie de la de la falda meridional del monte Guiza y sobre el curso del arroyo Misserguin, situado a unos 16 km de Mazalquivir y a 11 de Orán. La operación fue un éxito que se saldó con muchos moros muertos, apoderándose de más de 1000 cautivos y gran cantidad de cabezas de ganado, que según autores varían de 1500 a 6000. La tragedia se produjo durante el regreso a Mazalquivir, en la rambla del Fistel, donde fueron sorprendidos y derrotados Para tratar de aliviar la presión sobre Mazalquivir, D. Fernando decidido continuar las operaciones para apoderarse de Orán. PEÑÓN DE VÉLEZ DE LA GOMERA

El Peñón de Vélez de la Gomera, ha estado tradicionalmente relacionado con la piratería berberisca afincada en la costa norte de Marruecos, habiendo encontrado como primera fecha de referencia al mismo la de 1506, cuando mosén Berenguer Doms acosó Vélez y Tetuán, bases de corsarios24.

Situado en una posición intermedia entre Ceuta y Melilla, dista 117 km de la primera y 128 de la segunda; a unos 80 metros de la costa, frente a la desembocadura del río Bades y de la ciudad del mismo nombre, hoy desaparecida. Como consecuencia del temporal de 1934, surgió una lengua de tierra que lo convirtió en península. Sus dimensiones son: 260 m de largo, 100 de ancho y 90 de altura.

Como consecuencia de la conquista de Mazalquivir, en Agosto de 1505, el rey Católico decidió que era necesario completar lo hecho mediante la ocupación de Orán, y para dirigir la operación designó a Pedro Navarro. A principios del verano de 1508, unos piratas africanos efectuaron una incursión por las costas de Andalucía, saqueando, y destruyendo diversos lugares y llevándose numerosos cautivos. Con tal motivo, D. Fernando ordenó a Pedro Navarro que, aplazando cualquier otro proyecto, saliera inmediatamente en persecución de la flota pirata.

23 SÁNCHEZ DONCEL, Gregorio: Presencia de España en Orán (1509-1792). Imprenta KADMOS, S.C.L. Toledo 1991. p, 127. 24 Ibidem. p, 128.

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Éste cumplió la orden con total eficacia logrando darles alcance, apresar algunas de sus naves y recuperar gran parte de lo robado. Pero, no contento con ello, siguió al resto de los buques piratas hasta su refugio del peñón de Vélez de la Gomera que se hallaba poderosamente fortificado y guarnecido. Navarro introdujo sus naves entre el peñón y la ciudad de Bades, y creyendo los moros que el ataque iba dirigido a ésta abandonaron el primero, que fue ocupado por los españoles el 23 de Julio de 1508, perdiendo así el enemigo una de las más importantes bases de las que se servia para hostilizar nuestras costas.25

Esta ocupación suscitó la protesta del rey de Portugal, alegando que vulneraba los tratados de Alcaçobas y Tordesillas, por los que se reconocía a los lusitanos la exclusividad de la conquista del reino de Fez (Alcaçobas), a cuyos derechos renunciaba Castilla, salvo la región que rodeaba Melilla (Tordesillas).

Pero mientras se discutía sobre el particular, los moros atacaron con grandes contingentes la plaza de Arcila, ocupada desde hacia tiempo por los portugueses. Dado que el rey luso no disponía de fuerzas suficientes para socorrerla, recurrió a su suegro, Fernando el Católico, que ordenó a Pedro Navarro que acudiese en apoyo de la misma

El agradecimiento por el auxilio prestado, los deseos de conservar la paz lograda y, quizás, el forzoso reconocimiento de un hecho consumado, posiblemente influyeron para que en el tratado de Cintra (18 de Septiembre de 1509), se estableciera que la zona española en el Norte de África comenzaba seis leguas al Oeste del peñón de Vélez de la Gomera y se extendía hacia el Este. Portugal tendría desde este límite hacia el Oeste, con toda la costa occidental menos la torre de Santa Cruz del Mar Pequeña, cuyos derechos de posesión se reconocían a España plenamente. Mantenerse en el islote constituía una hazaña diaria por cuanto, de la misma forma que ocurriría en los territorios del Rif, cinco siglos más tarde durante la Guerra de Marruecos, hasta la obtención del agua, de la que carecía el peñón, suponía un combate. Asediada la plaza, sobre la que la leyenda alienta la posibilidad de una traición, en Diciembre de 1522 cayó en poder de los sitiadores tras la muerte de todos sus defensores. Después de dos intentos fallidos para recuperarlo, en 1525 y 1563, a cargo del marqués de Mondéjar y Sancho de Leiva respectivamente, en Septiembre de 1563 se celebran Cortes en Monzón en las que se pusieron de manifiesto la absoluta necesidad de actuar contra los focos de piratería que asolaban nuestras costas desde el Norte de África. Felipe II accedió a ello, de modo que se armó en Málaga una flota al mando de García de Toledo, la cual se dirigió hacia el peñón en los primeros días de Septiembre de 1564. Ante su sola presencia, los moros abandonaron la fortaleza que fue ocupada por los españoles, si bien una fuerza de desembarco hubo de combatir para expulsar a la población de la inmediata ciudad de Bades. Se demolieron las murallas de ésta y cuantos edificios pudieran servir para agredir al peñón, edificándose un pequeño fuerte que suponía el apoyo de la defensa en tierra firme. A partir de entonces el peñón ha estado permanentemente en manos españolas, si bien, como consecuencia de su proximidad a tierra y su aislamiento, debido a la distancia que lo separa de las plazas de Ceuta y Melilla, o de las costas peninsulares, sufrió, a lo largo de los dos siglos siguientes, frecuentes agresiones, destacando las de26: 1672, a la subida al trono de Marruecos del sultán Muley Ismael. La última acción de importancia de la que tenemos constancia se produjo en 1775, cuando el monarca marroquí, como un episodio más del sitio de Melilla, envió un fuerte contingente para sitiarla. Ninguna de ellas tuvo éxito y hoy el peñón de Vélez de la Gomera sigue perteneciendo a España. 25 SÁNCHEZ DONCEL, Gregorio: Presencia de España en Orán (1509-1792). Imprenta KADMOS, S.C.L. Toledo 1991. p, 128. 26 SERVICIO HISTÓRICO MILITAR Tomo I. Historia de las campañas de Marruecos. Imprenta del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1947. pp, 100 a 103.

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CONQUISTA DE ORÁN En Febrero de 1508, el rey D. Fernando ordenó que se realizaran los preparativos necesarios para atacar esta plaza. De nuevo, el cardenal Cisneros se ofreció a adelantar los gastos de la empresa, e incluso a capitanearla personalmente, designándole su capitán general en África. Pero, consciente el propio cardenal de su ignorancia en el arte de la guerra, buscó el asesoramiento de un caudillo experimentado que, actuando a sus órdenes como lugarteniente, ejerciese de un modo efectivo el mando de las tropas. A tal fin, requirió Cisneros la colaboración del Gran Capitán, de quien era buen amigo y ferviente admirador. Sin embargo, por razones que ignoramos éste declinó el ofrecimiento, pero le recomendó para el puesto a Pedro Navarro27. Solamente en un rasgo coincidían estas personalidades tan diversas: en el excesivo celo e intransigencia con que defendían sus atribuciones y puntos de vista, y de ahí, las grandes desavenencias que se suscitaron entre ellos mientras se efectuaban los preparativos para la expedición a Orán y más tarde durante el desarrollo de las operaciones28. El contingente, integrado por 10000 infantes y 4000 jinetes con su correspondiente artillería, partió del puerto de Cartagena el 16 de Mayo de 1509, en una flota compuesta de 80 naves y 10 galeras. Las funciones del cardenal Cisneros y de Pedro Navarro estaban claras: el primero ostentaba el mando nominal, por lo que debiera haberse limitado a la alta inspección de la empresa designando los objetivos a ocupar, pero sin inmiscuirse en el detalle de las operaciones ni en el mando efectivo de las fuerzas, que, evidentemente correspondía a Pedro Navarro. Sin embargo, el excesivo celo de Cisneros y su desconfianza hacia Navarro le llevaron a extralimitarse de sus funciones, dando así lugar a graves enfrentamientos entre ellos. Finalmente, la cuestión se resolvió invitando con firmeza Pedro Navarro al Cardenal a retirarse a orar a Mazalquivir en bien de su seguridad personal y del éxito de la empresa. A la vez que las fuerzas de desembarco se movía por tierra, la flota se dirigió hacia el puerto de Orán para realizar una acción de diversión29 que obligara a dividir el esfuerzo de la defensa; sin embargo, como el jefe de la flota encontró la ciudad muy mal defendida, ordenó el desembarco de la marinería y se lanzó al asalto de la misma casi al mismo tiempo que las tropas de tierra lo hacían por el lado de la montaña. Este doble ataque provocó la completa desmoralización de su guarnición que dejó de ofrecer una resistencia organizada. Las tropas asaltantes, conforme a las prácticas de la época, se entregaron al saqueo y a la matanza durante toda aquella noche, sin que sus jefes lograran contenerlas hasta la mañana siguiente. CONQUISTAS DE BUJÍA, EL PEÑÓN DE ARGEL Y TRÍPOLI30 El 30 de Noviembre de 1509 salió Pedro Navarro de Mazalquivir con destino a la isla de Ibiza al frente de una flota que transportaba unos 5.000 hombres de desembarco. Después de haberse reabastecido en ella, y recibir así mismo algunos refuerzos navales y terrestres, el 1 de Enero de 1510 partió en dirección a Bujía, importante puerto de la Argelia oriental, adonde llegó el día 5 del mismo mes.

27 Nacido en el pueblo de Garde en el valle del Roncal. Había combatido a las órdenes del Gran Capitán en las batalla de Ceriñola y Garellano. Por su actuación en toda la campaña se le había otorgado el título de conde de Oliveto. 28 PRIEGO LÓPEZ, Juan, en su obra Pedro Navarro y sus empresas africanas. Centro Superior de Investigaciones Científicas. 1953. p, 50. 29 Las operaciones diversivas pretender facilitar acciones decisivas propias en otras zonas 30 Ibidem, pp 59 a 64.

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El día 6 se inició el ataque, para el que Pedro Navarro dividió sus fuerzas en dos grandes núcleos, uno de ellos con misión de ocupar una altura que domina la ciudad y al otro con la de atacarla directamente. La operación, brillantemente ejecutada, tuvo como consecuencia que a las dos o tres horas de iniciada, ya se habían alcanzado ambos objetivos, retirándose sus defensores al interior del país. Con esta plaza como base, Pedro Navarro realizó una intensa labor política sobre los jefes más influyentes del territorio para lograr su sumisión a España, a la vez que se llevaron a cabo algunas acciones de castigo en el interior del país. Coronadas por el éxito, los diferentes caudillos de la zona decidieren someterse al Rey Católico, reconociéndose sus vasallos y comprometiéndose a pagarle tributos y a mantener las fuerzas de las guarniciones españolas que se establecieran. Como consecuencia de estos éxitos, los reyes de Túnez y de Tremecén y las ciudades de Argel, Tedéliz y Mostagán se sometieron así mismo al dominio español. En cuanto a Argel, Pedro Navarro exigió al gobernador de la misma la entrega del Peñón de Argel, que domina el puerto, ocupando su castillo con una guarnición de 200 hombres y artillándolo convenientemente31. El 15 de Julio, después de haber sido reforzado, Pedro Navarro partió en dirección a Trípoli, al frente de una numerosa flota, que transportaba unos 15.000 hombres de desembarco, presentándose ante ella el 24 del mismo mes. Pese a encontrarla bien apercibida para la defensa, porque sus moradores habían sido prevenidos con anticipación por unos mercaderes genoveses, y guarnecida por unos 14000 hombres, Navarro decidió asaltarla el día siguiente, 25 de Julio de 1510. Mediante una maniobra parecida a la empleada en Bujía, distribuyó su tropa en dos agrupaciones: una de ellas, integrada por 4.000 hombres, había de situarse en las afueras de la ciudad para impedir que le llegaran socorros del interior del país, y la otra, compuesta por los 11.000 restantes, se encargaría de dar el asalto a la misma. La lucha se prolongó durante todo el día y al anochecer las fuerzas españolas eran dueñas absolutas de la plaza. Esta victoria causó un enorme júbilo en toda la cristiandad y fue muy celebrada en aquel tiempo por haberse considerado hasta entonces a Trípoli como una fortaleza inexpugnable. Por lo que se refiere particularmente a nuestra Patria, tan resonante triunfo produjo una desmedida confianza en toda la población, pues se llegó a creer que el feliz desenlace de nuestras empresas africanas se hallaba ya muy próximo y que para llegar a él no quedaba por superar ningún obstáculo de importancia. LA ISLA DE LOS GELVES

La primera referencia que hemos encontrado sobre la isla de Jerba o de los Gelves32, en relación con los reinos cristianos de España, data de finales del siglo XIII, cuando los aragoneses, dueños de Sicilia, decidieron la conquista de dicha isla y las de Los Querquenes33, peligrosos nidos de piratas, temidos incluso por los marinos musulmanes. La empresa le fue encomendada al almirante de Aragón Roger de Lauria que, en 1285, se dirigió a los Gelves conquistándola. En 1334 se pierde y en 1345 fracasa un nuevo intento de recuperarla, que sin embargo tiene éxito en 1424. cuando el propio rey de Aragón, Alfonso V, encabezó una nueva expedición de cuyos resultados no se tiene certeza, pero en todo caso, parece ser que el rey, teniendo en cuenta 31 GARCÍA FIGUERAS, Tomás: Presencia de España en Berbería central y oriental. Editora Nacional. Madrid, 1943. p, 122. 32 Situada en el golfo de Gabes (Túnez), frente a Gabes, cerrándolo por el Sur. 33 Situada en el mismo golfo, frente a Sfax, cerrándolo por el Norte.

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el grado de desarrollo que había adquirido la piratería berberisca, prefirió mantener buenas relaciones con los emires africanos, restableciendo los antiguos pactos y obteniendo la libertad de muchos cautivos34.

Llegados a 1510, es lógico pensar que, una vez finalizada la conquista de Bujía y Trípoli, D. Fernando decidiera continuar la victoriosa trayectoria iniciada, prolongando su actuación en dirección Este. Sin embargo, la isla de los Gelves, importante nido de piratas, quedaba atrás, amenazando la retaguardia española.

Parece, pues razonable que, antes de seguir la progresión hacia Oriente, se tratara de eliminar punto tan peligroso para la seguridad de nuestras armas. Esta debió ser la razón por la que Pedro Navarro, se hallaba preparando una expedición de castigo contra dicha isla desde su base en Trípoli.

Cuando se encontraban ultimados todos los detalles y Pedro Navarro se disponía a partir de Trípoli con dirección a los Gelves, el 24 de Agosto de 1510, arribó a aquella ciudad la escuadra que conducía las tropas de D. García de Toledo. Enterado del objeto de la expedición de Navarro insistió en participar en ella con las fuerzas a sus órdenes, exigiendo asimismo el mando de la misma. Accedió éste a tal demanda, de modo que ambas escuadras unidas partieron definitivamente el 27 de Agosto para la isla de los Gelves, a donde llegaron el día 29 llevando a bordo unos quince mil hombres de desembarco.

La expedición se encontró ante los Gelves el 29. Dada la época del año, Navarro era del parecer, a fin de evitar los rigores del calor diurno, que se efectuase el desembarco a la caída de la tarde. Sin embargo, D. García impuso que se realizara por la mañana, pues se sentía impaciente de actuar y también decidió tomar el mando de la vanguardia por considerarlo el puesto más honroso. A ambas exigencias se opuso inicialmente el veterano general, pero a las dos accedió después.

Eran ya las diez y media de la mañana cuando se inició el avance hacia el interior de la isla. Pedro Navarro dividió su gente en varios escuadrones35 ostentando el mando de la vanguardia, tal como había exigido, D. García de Toledo, que llevaba a sus órdenes mil seiscientos soldados escogidos.

La formación adoptada constituía una garantía contra cualquier posible acción enemiga, cuyos efectivos se estimaban en unos 2500 infantes y unos centenares de jinetes.

Sin embargo, inmediatamente, la tropa, agobiada por la temperatura, el peso de las armas y el de las armaduras, empezó a sentir un calor sofocante y como consecuencia a experimentar una sed desmedida. En tales condiciones, comenzó muy pronto a dar claras señales de cansancio y de indisciplina, rompiendo las formaciones en busca de agua y de aire respirable

Pese a ello se continuó la marcha hasta llegar la vanguardia a unos palmerales situados en el centro de la isla y donde existían varios pozos. Agobiados por la sed, los soldados rompieron 1a formación y se lanzaron en desorden hacia ellos, sin atender a las advertencias ni a las órdenes de sus jefes.

Ese fue el momento que aprovecharon los isleños, emboscados en los alrededores, para lanzarse sobre las desordenadas tropas, sorprendiéndolas y provocando en ellas un pánico irresistible, no atendiendo a su defensa sino tan solo a la huida. D. García de Toledo, se manifestó como un temerario guerrero, si bien no había sido inteligente y prudente general, muriendo en el combate. 34 GARCÍA FIGUERAS, Tomás: Presencia de España en Berbería central y oriental. Editora Nacional. Madrid, 1943. pp, 78 y 79. 35 El escuadrón era una formación cuadrada y compacta integrada por soldados de infantería armados de picas, que, a modo de gigantescos erizos, lo hacían prácticamente invulnerable a los ataques de la caballería, y especialmente a las algaradas de jinetes, que constituían la táctica preferida de los pueblos islámicos.

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Hubo de ser el acreditado general, Pedro Navarro, el que acudiera desde el puesto más retrasado en el que se encontraba, a tratar de reconducir la situación. Muy difícil resulta reorganizar una tropa desbandada, pero a pesar de todo consiguió concentrar la mayor parte de la fuerza y reembarcarla, sin que pudiera evitar que 4000 de aquellos soldados resultaran muertos o prisioneros.

El 17 de Abril de 1520, D. Hugo de Moncada, después de un enfrentamiento con los berberiscos en las costas de Cerdeña, en el que fue herido de un flechazo en un ojo, se hizo a la mar con unos 12.000 hombres, no llegando frente a Los Gelves hasta el 26 como consecuencia de los temporales sufridos. Hasta el 18 de Mayo no se inició el avance hacia el interior de la isla, y tras duro combate, en el que la suerte estuvo indecisa bastante tiempo, las fuerzas de Moncada lograron para ellas la victoria. En el tratado firmado con el jeque gobernador de la isla, se pactaba un tributo anual de 12000 doblas.

En 1560, el duque de Medinaceli con una fuerza de unos 4.000 hombres se dirigió de nuevo a los Gelves. El 7 de Marzo desembarcaron las tropas en la isla sin oposición, y tras unos pocos enfrentamientos que no pasaron de escaramuzas, el jeque de los isleños se reconoció vasallo del rey de España.

Las fuerzas españolas iniciaron la reconstrucción del castillo, lo rodearon de un foso y construyeron un fuerte. Sin embargo, el turco se aprestaba en Constantinopla para venir a recuperar la isla, lo que produjo un gran desconcierto entre las tropas españolas, parte de las cuales se apresuraron a embarcar de nuevo.

En medio de una gran desorganización y de la división de opiniones acerca de la decisión a adoptar, se presentó la armada turca compuesta de 85 galeras a las que se unieron las de Barbarroja, gobernador de Argel, iniciándose el combate en el que las fuerzzas españolas fueron totalmente derrotados.

La mayor parte de los apresados fueron asesinados, mandando el almirante turco, Piali Bajá, construir una torre, a modo de trofeo, con los cadáveres recubiertos de cal y arena. Este macabro monumento estuvo en pie hasta 1870, momento en que el gobernador de Túnez ordenó que se demoliera y los restos sepultados.

TÚNEZ

Hariadno (Yeir ed Din) Barbarroja, se dirigió al Peñón de Argel, ocupado por España desde 1510, y que en aquel momento estaba defendido por una guarnición de 200 hombres al mando de Martín de Vargas. Tras su negativa a entregarle la plaza, el 6 de Mayo de 1529 inició un bloqueo por tierra y por mar sometiendo a la fortaleza a un bombardeo permanente que duró hasta el día 21, momento en el que, defendida tan solo por 30 hombres, casi todos heridos, fue asaltada y hecho prisionero su capitán. Barbarroja ordenó demoler la fortaleza, construyó un puerto y lo convirtió en centro de gravedad de la piratería musulmana en el Mediterráneo. En cuanto a Túnez, Barbarroja aprovechó el descontento de la población por las arbitrariedades cometidas por el sultán Muley Hacem para, en Junio de 1533, derrocarle y nombrarse a si mismo rey, lo que suponía ser dueño de: Bizerta, Susa, Monastir, Mehedía y Los Gelves, es decir, dominaba todo el litoral tunecino, amenazando seriamente las costas del sur de Europa, especialmente los territorios imperiales del sur de Italia: Nápoles y Sicilia. Ante esta situación, Carlos I se dirigió a otros príncipes cristianos pidiéndoles su apoyo para responder a ella. Excepto Francia, que seguía anteponiendo su enemistad al emperador a cualquier otra consideración, y mantuvo su política de alianzas con el imperio turco, la respuesta fue la siguiente: Flandes envió 70 bajeles; Portugal, 25 carabelas y 2.000 soldados; el Papa Paulo III cooperó con 10 galeras; y la Orden de los Caballeros de Malta, su escuadra.

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La fuerza expedicionaria quedó integrada por más de 400 embarcaciones, al mando del almirante Andrea Doria, que transportaban 24.000 soldados, de los que 5.000 eran italianos, 7.000 alemanes, 2.000 portugueses y el resto españoles. Al mando de todas las fuerzas de tierra iba D. Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto. Dirigiendo el conjunto de todas las fuerzas se encontraba el propio Emperador, el último de nuestros reyes que dirigió personalmente fuerzas en combate. CONQUISTA DEL FUERTE DE LA GOLETA Barbarroja no opuso resistencia al desembarco de las tropas imperiales, limitándose a hostigarlas, tratando de que salieran en su persecución y llevarlas así a trampas previamente montadas y en las que tan hábiles se mostraban las tropas moras. Afortunadamente, los veteranos de estas guerras lograron imponer una gran cohesión impidiendo este tipo de actuaciones. Ante el riesgo que suponía dejar atrás una fortaleza como la de la Goleta, construida con las técnicas defensivas más modernas, el consejo de guerra reunido por Carlos I decidió que era necesario tomarla antes de dirigirse a Túnez. El 23 de Junio se formalizó el sitio de la Goleta, cayendo en poder del Emperador el día 14 de Julio, después de una fuerte preparación tanto de la artillería naval como de la terrestre. CONQUISTA DE TÚNEZ Consolidada la conquista de la Goleta, y tras dejar en ella una fuerza de 1000 hombres se reanudó el avance en dirección a Túnez. Barbarroja juzgó que la ciudad no reunía las condiciones militares adecuadas para llevar a cabo una defensa con éxito, de modo que decidió presentar batalla en campo abierto. El día 21 era el elegido para el enfrentamiento definitivo entre ambos ejércitos, pero éste no pasó de una breve escaramuza entre un centenar de jinetes tunecinos y soldados italianos, ya que, a continuación se produjo la sublevación de los 20000 cautivos cristianos existentes en Túnez, y ante el temor de verse atacado por el frente y la retaguardia, Barbarroja decidió retirarse sobre Bona. Carlos V estableció un tratado con el sultán Muley Hacem (10 de Agosto de 1535), por el cual, éste se comprometía, entre otras condiciones: a liberar a todos los cautivos que hubiera en su reino; no autorizar el establecimiento de moriscos; y cesión a España de Bona, Bizerta, Mehedia, así como el fuerte de la Goleta, donde se establecería una guarnición. Así mismo, se comprometía a pagar, para el sostenimiento de esta última, 12000 ducados a pagar en Julio y Enero de cada año. Tras esta gran victoria lo lógico habría sido explotar el éxito logrado cayendo sobre Argel y acabando con la presencia de Barbarroja en toda la Berbería central; sin embargo, los consejos de Andrea Doria sobre el posible empeoramiento de las condiciones de la mar en la próxima estación, así como la posibilidad de que Francia aprovechase su ausencia de Europa para atentar contra los intereses del Imperio, le hicieron desistir, emprendiendo el regreso a Sicilia el 17 de Agosto. ENTRE LA CONQUISTA DE TÚNEZ Y EL DESASTRE DE ARGEL

No cabe duda que el período que transcurre entre 1535 y 1541, aunque breve, supone el de mayor auge de la presencia española en el Norte de África, ya que eran nuestras: Melilla (1497); Mazalquivir (1505); Orán (1509); Bujía (1510); Trípoli, conquistada en 1510 y cedida a los caballeros de la orden de Malta en 1530; los Gelves (1520); Bona, la Goleta y Túnez (1535).

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Así mismo, los reinos de Tremecén y Túnez eran vasallos de España y casi todas las ciudades de la costa eran, de una u otra forma, tributarias del imperio.

En todo este litoral, tan solo permanecía aislado, aunque independiente y en toda su pujanza, Argel. Tal era su poder que los conflictos entre cristianos y berberiscos y turcos se suceden sin interrupción. Así, en 1537, el marqués de Terranova lleva a cabo un ataque contra Susa que acabó en un tremendo fracaso, causando la muerte a un gran número de soldados.

En 1536 se constituyó la Liga Santa entre Carlos I, Venecia y el Papa, pero la escuadra, al mando de Andrea Doria, fue derrotada por Barbarroja en el golfo de Arta (en la costa NW de Grecia). Después de este combate, desembarcaron 2500 españoles y 150 albaneses y conquistaron el castillo de Castilnovo situado en el Golfo de Cataro (Montenegro). Barbarroja los atacó con una fuerza de casi 50000 hombres a los que Sarmiento resistió durante 22 días de combate continuo, entre el 15 de Julio y el 7 de Agosto de 1539. Tan desigual enfrentamiento finalizó con la muerte de todos los españoles, pero después de haber producido 20000 bajas en las fuerzas asaltantes.

Ante tal cúmulo de adversidades, el Emperador, deseoso de tener la retaguardia asegurada para combatir a sus dos grandes enemigos: Francia y Turquía, trató de atraerse a Barbarroja. Para ello, inició conversaciones con él para que, a cambio de los reinos de Argel y Túnez, éste se comprometiera a ser aliado de España y a combatir a sus dos principales enemigos, así como a limpiar el mar de corsarios. Posiblemente esto no dejaba de ser una utopía, y como tal resultó, sin embargo, si hubiera llegado a cristalizar, es muy posible que las relaciones entre Europa y el mundo musulmán habrían discurrido de manera distinta.

Mientras tanto, el gobernador de Argel, a pesar de las conversaciones que se estaban realizando con su señor, Barbarroja, continuaba con sus correrías por el Mediterráneo, como el intento de apoderarse de Gibraltar, en Octubre de 1540. Aunque no lograron apoderarse de la plaza, saquearon toda la zona, y obtuvieron numerosos cautivos. Interceptados en la isla de Alborán por la flota española, al mando de Bernardino de Mendoza, resultó derrotada la armada corsaria.

Fracasados sus intentos de atraerse a Barbarroja, y quizás también la osadía de esta última acción, le decidió a tratar de acabar con la amenaza berberisca, representada por su foco más importante: Argel. Para ello, en 1541, concentró tropas y barcos para lanzarlas sobre esta plaza, hecho que supondrá una gran derrota para las armas imperiales y que será ampliamente tratada en otro lugar de este trabajo.

ARGEL

A finales de Mayo de 1541, encontrándose el Emperador en Ratisbona (Alemania), decidió llevar a cabo la operación sobre Argel. Ésta habían de integrarla 18000 infantes (7000 españoles, 6000 alemanes y 5000 italianos); 1500 jinetes; 100 caballeros y 1000 soldados de la orden de Malta; 1500 gastadores (ingenieros en la terminología actual); 150 artilleros; y 500 acemileros. Así mismo, participaron en ella: mujeres, criados, miembros de la Corte (entre los que se encontraba Hernán Cortés), etc, que elevarían el total de miembros de la expedición hasta unas 30000 personas.

No se consiguió mantener el secreto pretendido, de modo que a su inicio era generalmente conocido el verdadero objetivo de la misma. También fallaron los cálculos de tiempo previstos, pues al retraso de la Dieta de Ratisbona (6 de Abril a 29 de Julio)36, se unió la visita obligada al Papa, disgustado por las concesiones efectuadas a los protestantes. Todo ello supuso que Carlos I no pudiera embarcarse en Specia hasta el 27 de Septiembre, llegando a Mallorca el 13 de Octubre, desde donde partió hacia Argel el 18, sin esperar la llegada de la armada española, a la que dio órdenes de incorporarse directamente sobre el objetivo.

36 MADARIAGA, Salvador de: Carlos V. Ed. Grijalva SA. Barcelona, 1980. p, 156.

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Dadas las fechas en las que se encontraban, desde el propio Pontífice, hasta los marqueses de Mondéjar y del Vasto, pasando por el almirante Andrea Doria, quisieron hacerle desistir de la operación haciendo hincapié en los peligros que los agentes meteorológicos podrían suponer. Sin embargo, ninguna consideración le hizo cambiar de opinión, quizás esperando que la fortaleza de la fuerza empeñada superaría las probables dificultades y se repetirían los éxitos de la Goleta y Túnez.

EL DESEMBARCO

En la madrugada del día 20 de Octubre se divisaron las costas argelinas, siendo éste el momento en el que, las condiciones atmosféricas, hasta entonces apacibles, empezaron a cambiar, trocándose en fuerte vendaval que dispersó la flota. Durante los dos días siguientes permaneció el mal tiempo, impidiendo reunir la escuadra.

El 23, al punto en que la flota procedente de España se incorporaba a la armada, amainó el temporal y se pudo realizar el desembarco de la gente de a pie con algunos caballos y artillería, así como escasas subsistencias y material. El 24 lo hicieron el duque de Alba y los gastadores; permaneciendo a bordo el resto de la fuerza, artillería, subsistencias y materiales.

El desembarco no fue entorpecido por ninguna salida de la guarnición, que se mantuvo al resguardo de los muros de la ciudad.

EL AVANCE HACIA ARGEL

El mismo día 23, el Emperador envió un parlamentario a Argel exigiendo la entrega de la plaza y ofreciendo a su vez unas condiciones no muy duras, exigencia que fue rechazada.

La negativa decidió a Carlos I a iniciar de inmediato el avance de la fuerza. El día 24 el ejército imperial tan solo pudo recorrer una distancia de unos 3 km, dificultada su marcha por la actividad de los moros montaraces, y que, al persistir durante la noche, perturbaron con sus acciones, el necesario descanso de las tropas en el improvisado campamento montado en una fuente próxima a la playa.

El día 25 se reanudó la marcha hasta ocupar la vanguardia el monte Kudia.el-Sabun, situado a unos 5 km del punto de partiday donde la actividad de los gastadores permitió el asentamiento de las escasas piezas de artillería desembarcadas.

A continuación se ordenó el desembarco del resto de la artillería, material de asedio y víveres; sin embargo, no fue posible realizarlo por cuanto, hacia el mediodía, se desencadenó una tempestad que anegó el terreno haciéndolo impracticable, inutilizó la pólvora, empapó las mechas e impidió el movimiento de las tropas.

Pero si grave era la situación en tierra, la tormenta había causado un tremendo desastre en la flota, provocando unas pérdidas que, según los diversos autores, oscilaron entre las 100 y las 150 embarcaciones y no menos de 600 miembros de las tripulaciones ahogados.

A todo ello, fue preciso añadir la pérdida de prácticamente toda la artillería embarcada, así como las municiones, víveres e incluso ganado, que hubo que arrojar al mar para evitar el naufragio de las naves.

La situación de la fuerza desembarcada se tornó angustiosa, ya que desde el día 20 soportaban las consecuencias del mal tiempo, y desde el 25 lo hacían a la intemperie, con los víveres agotados, sin casi artillería ni caballería y combatiendo a unos argelinos que se mostraban sumamente osados que, incluso batieron a parte de las tropas imperiales según hemos relatado más arriba.

Así mismo, al menos una parte de las tropas, en especial los italianos, y en menor grado los alemanes, no habían demostrado un alto grado de acometividad en los combates. Si a ello unimos las grandes pérdidas sufridas por la flota, a las que había que añadir la de la artillería, caballería y víveres, así como la probabilidad de que las condiciones meteorológicas no cambiaran a medio plazo, las posibilidades de que la expedición cumpliera los objetivos marcados se mostraban bastante escasas, e incluso podía alcanzar tintes aún más trágicos.

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Convocado consejo de guerra, asumió el Emperador la opinión del príncipe Doria, y con el parecer en contra de Hernán Cortés, decidió el reembarque de las fuerzas.

Las últimas fuerzas embarcaron el día 2 de Noviembre.

A partir del fracaso de Argel, la actuación española en el Magreb alterna éxitos y fracasos, pues si bien se conquista el Peñón de Vélez de la Gomera (1564), se obtiene la gran victoria (no rentabilizada) de Lepanto (1571), y se ocupan Túnez y Bizerta (1573), se perdieron: Trípoli (1551), Bugía (1555), Túnez (1574) y se llega a plantear, tras esta pérdida, el abandono de Orán y Mazalquivir.

ORAN Y MAZALQUIVIR (1708) Al no tener descendencia, Carlos II dejó el trono de España a Felipe de Borbón, duque de Anjou y nieto de Luis XIV de Francia, con lo que vino a reinar a nuestra Patria la dinastía borbónica. Sin embargo, las naciones europeas estimaron que esta entronización beneficiaba a Francia, aumentando su poder, en perjuicio del equilibrio europeo. De este modo, se inició en España y en Europa una nueva contienda, la Guerra de Sucesión, en la que España y Francia se enfrentaban a Austria, Inglaterra, Holanda, varios estados italianos, entre ellos el Papa, y Portugal, naciones todas que apoyaban a Carlos, el archiduque de Austria, hijo del emperador de Alemania. PÉRDIDA DE ORÁN Y MAZALQUIVIR Desde el comienzo del siglo, Orán y Mazalquivir se vieron sometidas a constantes ataques como los producidos en 1700, 1703 y 1704, pero fue en 1706 cuando, el bey del occidente de Orán, Mustafá-Bou-Chelagran, apodado por los españoles "El Bigotillos", se dispuso a tomar las plazas, predicando a tal efecto la guerra santa. Pese a estar en plena Guerra de Sucesión, Felipe V envió una escuadra en socorro de Oran, al mando de don Juan Manuel Quatralbo, conde de Santa Cruz de los Manueles. Pero, el conde desertó de las filas borbónicas pasándose al bando del archiduque Carlos, desviando el destino de dos galeras que le confiaron en Cartagena, portadoras de dinero, municiones y víveres destinados a la ayuda de la plaza, quedando ésta abandonada a su suerte. La resistencia se prolongó hasta el 20 de Enero de 1708, fecha en la que Orán es evacuada, pasando los restos de la guarnición a Mazalquivir, la cual capituló el 5 de Abril, capitulación que no cumplieron los moros, pues redujeron a esclavitud a sus últimos defensores.37 RECUPERACIÓN DE ORÁN Y MAZALQUIVIR (1732) Tras la Guerra de Sucesión, la política exterior española estuvo condicionada permanentemente por la guerra, declarada o potencial, con Inglaterra, debido tanto al deseo español de recuperar Gibraltar, como a la amenaza que las actividades de aquella suponían para nuestras posesiones en América. A la actuación inglesa se sumaba la de Portugal, también prolongada a nuestras posesiones americanas, especialmente a la colonia de Sacramento, en el Uruguay. Así mismo, la actuación de España se vio condicionada tanto por los compromisos adquiridos con Francia, así como por los deseos de recuperar las antiguas posesiones en Italia, lo que le llevó a continuos enfrentamientos con Austria.

37 SÁNCHEZ DONCEL, Gregorio: Presencia de España en Orán (1509-1792). Imprenta KADMOS, S.C.L. Toledo 1991. pp, 211 a 213.

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Sin embargo, la relativa paz que se consigue en Europa por medio del Tratado de Viena (23 de Enero de 1731), por la que Austria, Inglaterra y España se alían para lograr que el infante D. Carlos, el futuro Carlos III, obtenga la sucesión al trono de Nápoles y Sicilia, permite a nuestro país volver la vista a las antiguas posesiones de Orán y Mazalquivir, soñando de nuevo en recobrarlas. Esta empresa se hacía posible dada la recuperación alcanzada por el ejército y la marina, obra de los buenos ministros de la época: Patiño, Campillo y el marqués de la Ensenada. El puerto de Alicante fue el elegido para la concentración del ejército expedicionario integrado por unos 30000 hombres compuesto por: 32 batallones de infantería, agrupados en 8 brigadas; 24 escuadrones de caballería, de los que 12 lo eran de dragones38; 6 brigadas de Ingenieros; 4 brigadas de Artillería, con 50 cañones de bronce de a 24, 10 de a 16, 4 de a 8, 8 de a 4, 6 cañones de montaña, 8 morteros de bronce de 12 pulgadas, 4 de 9; 4 pedreras de 6 y dotación de municiones. Hospital para 1.000 enfermos e igual número de heridos. Depósito de Intendencia y servicios de Intervención, Contaduría y Pagaduría. La armada estaba constituida por más de 600 embarcaciones, al mando del almirante D. Francisco Cornejo López39. La escuadra salió de Alicante el 16 de Junio de 1732, pero a causa de los vientos en calma tuvo que permanecer siete días al abrigo del cabo de Palos, continuando la marcha el 24 y presentándose el día 28 frente al cabo Falcón, fondeando frente a la playa de las aguadas. El desembarco se dispuso para la mañana del 29, y las primeras fuerzas lo hicieron al mando del teniente general marqués de Válladarias; se realizó con toda precisión con el apoyo de la artillería dé la escuadra. Los moros e mantuvieron expectantes, sin atacar, y así, las primeras fuerzas pudieron desembarcar sin dificultades y constituir una cabeza de playa que protegiera el de las fuerzas restantes. De esta forma, antes del mediodía, había desembarcado toda la infantería y comenzó a hacerlo la caballería y parte de la artillería. Las fuerzas española avanzaron sobre la montaña del Santo, donde se trabó un duro combate, expulsando a los defensores, y decidiéndose en él la suerte de la plaza. En efecto, aquella noche, el bey de Occidente, que continuaba siendo Mustafá Bu Chelagran, "Bigotillos", no fiándose de las fuerzas con que contaba, abandonó Orán, luego de haberlo saqueado y llevándose encadenados a los cautivos cristianos. Avisado esa misma noche el conde de Montemar por un emisario que le envió el cónsul francés en la plaza, dio orden para que inmediatamente se avanzara sobre Orán, que se encontró abandonado. En cuanto a Mazalquivir, la escasa guarnición de soldados turcos, se rindió el día 2. En días sucesivos fueron presentándose los jefes de cabila residentes en las proximidades. ORÁN, DESDE LA SEGUNDA OCUPACIÓN HASTA EL ABANDONO (1732-1792) La situación de constante alarma en que vivía Orán, encerrada entre sus murallas; la imposibilidad de expansión exterior; la vida precaria de la plaza, motivo constante de preocupación para España; así como los costes de su mantenimiento; llevaba a nuestros gobernantes a plantearse la conveniencia de nuestra permanencia en aquellos territorios. En este sentido traemos a colación un párrafo de las Memorias del marqués de Villadarias, perfecto conocedor del problema como gobernador de la plaza que había sido, en el que textualmente decía: Aquí la España ha trocado montañas de oro por montañas de piedras, y

38 Soldado de caballería instruido, armado y equipado para combatir lo mismo a caballo que pie a tierra 39 GARCÍA FIGUERAS, Tomás: Presencia de España en Berbería central y oriental. Editora Nacional. Madrid, 1943. p, 246. Exceptuada la Armada Invencible y la que se reunió en Barcelona para la empresa de Túnez, ninguna otra fue tan numerosa.

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nunca sacará la menor utilidad de honor, comercio, ni aumento de la religión católica de este dominio40. Pero será una tragedia ajena a todas estas circunstancias la que, en definitiva decidirá sobre la permanencia de nuestras tropas en Orán y Mazalquivir: el terremoto sufrido en Orán la noche del 8 al 9 de Octubre de 1790. En cuanto a las bajas, pasaron de 2000 el número de muertos, entre los que se encontraban la del comandante general interino, el coronel jefe del Regimiento Asturias con toda su familia. Por lo que respecta a la guarnición, fue este mismo Regimiento el que más bajas sufrió: 10 oficiales y 150 de tropa. Inmediatamente se hizo cargo del mando el coronel jefe del Regimiento Navarra, quien tomó medidas conducentes para impedir el saqueo, recogida de bajas, organización de los abastecimientos y reorganización de las unidades para poner la plaza en estado de defensa. Medidas todas ellas de especial importancia por cuanto la situación creada no despertó la piedad ni la solidaridad de los vecinos musulmanes, antes bien vieron en ella la oportunidad de reconquistar la ciudad con pocos riesgos. En efecto, al día siguiente del terrible suceso, se produjo el primer ataque por parte del bey de Mascara, que fue rechazado. El gobernador de Cartagena, envió como refuerzos a los Regimientos: Córdoba y Mallorca, refuerzos oportunísimos por cuanto, el día 15, el bey de Mascará trató de nuevo de vencer la resistencia de la plaza, que rechazó sus ataques hasta el día 29 en que se levantó de nuevo el sitio. La situación creada decidió al gobierno y al rey Carlos IV a abandonar Orán y Mazalquivir, para lo cual se iniciaron conversaciones con Argel a finales de este mes de Octubre (1790), si bien poniendo como condición previa el cese de las agresiones a la plaza. Sin embargo, éstas no cesaban y las negociaciones, por tanto, no prosperaban, prolongándose la situación hasta Julio de 1791, fecha en la que murió el bey de Argel, Sidi Mohamed ben Otzman, siendo sustituido por Sidi Hassan, partidario de llegar a un acuerdo con España41. Éste se firmó el 12 de Septiembre de 1791, siendo ratificado por Carlos IV, en Madrid, el 9 de Diciembre. El 26 de Febrero de 1792 las tropas abandonaron Orán para concentrarse en Mazalquivir, donde embarcaron, zarpando hacia España el 29. Finalizaban así 283 años de permanencia de nuestra bandera en la Berbería Central, casi tres siglos, y por la permanente situación de conflicto en los que vivieron sus moradores, podrían muy bien haberse llamado, en similitud con otras situaciones europeas, "Guerra de los Trescientos años".

ARGEL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

El territorio de Argel seguía constituyendo el peligroso nido de piratas que intentó conquistar en tantas ocasiones la corona española.

Por estas razones, Carlos III, que había establecido en 1767 un tratado de “Paz y comercio” con el sultán de Marruecos, no quiso mantener con el bey argelino una política semejante, dado el origen ilícito de las actividades de este reino.

Argel se había mostrado inaccesible para las armas españolas, pero en el momento que consideramos no existían circunstancias añadidas a las ya tradicionales como para que Carlos III decidiera realizar una operación sobre Argel. A mayor abundamiento, el momento español no era el más adecuado, ya que estábamos en guerra con Marruecos, la cual había roto el tratado

40 GARCÍA FIGUERAS, Tomás: Presencia de España en Berbería central y oriental. Editora Nacional. Madrid, 1943. p, 255. 41 Ibidem, pp. 271 a 280.

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citado en el párrafo anterior y atacaba nuestras posesiones en Melilla42, Alhucemas y el peñón de Vélez de la Gomera, y amenazaba un gran conflicto con Inglaterra.

Ninguna razón abonaba la empresa y todas las desaconsejaban, por lo que no se nos ocurre otra que una vaga, inconsciente y difusa apetencia arcaizante de triunfar en los campos donde habían fracasado los predecesores. (…). Se ilusionaba con el espejismo de matar de esta suerte dos pájaros de un tiro: intimidar y apaciguar a los moros y eliminar la base de piraterías que seguía siendo Argel.43 A esta opinión, añadimos la que aporta el Servicio Histórico del Ejército en la obra citada44 y en la que se apunta como principales instigadores de la empresa al obispo de Segorbe, Padre Cano, que antes había sido misionero trinitario en Argel, en la que había residido varios años, y el confesor del rey fray Joaquín Eleta.

Basándose en tan exiguos y dudosos motivos, se decidió la expedición a Argel

EXPEDICIÓN A ARGEL EN 1775

Inicialmente se pensó en D. Pedro de Ceballos, que había sido capitán general de Buenos Aires y conquistador de la colonia de Sacramento (Uruguay) para que capitaneara la expedición, pero posteriormente el rey se decidió por el teniente general conde de O’Reilly; irlandés de origen y que había prestado servicio en los ejércitos de Austria, Francia y España45.

En sus comienzos se mantuvo el proyecto en secreto, pero al darse las órdenes para la concentración de fuerzas en Cartagena, designado como puerto de embarque, cundió la alarma en el extranjero, especialmente en Inglaterra y Francia. Deseosos de noticias, éstas no tardaron en llegar a conocimiento del bey argelino, de modo que cabe afirmar que en Argel por todos se sabía de la expedición, lo que en España solo conocían los gobernantes, mandos superiores del Ejército y la Marina y conspicuos personajes de la corte de Carlos III.46

Por el contrario, el general O’Reilly no consideró necesario, como es absolutamente exigible ante cualquier confrontación bélica, adquirir el máximo conocimiento posible sobre el enemigo con el se iba a combatir. Así mismo, era fundamental disponer de la mayor información posible sobre sus posibles playas de desembarco, dado que el combate principal había de hacerse en tierra. Finalmente, era imprescindible conocer los condicionantes meteorológicos que podían afectar tanto a la navegación como a las circunstancias concretas que pudieran reinar en la zona de objetivos.

Sin embargo, y pese a haber fracasado reiteradamente frente a esta plaza, una de ellas con el propio Emperador Carlos I a la cabeza, así como disponer de marinos expertos en aquellas costas, que podían haber aportado la información necesaria, nada de esto se realizó. Al parecer, tan solo se consultaron unas Memorias del Padre Cano, considerándose que el hecho de armar una potente escuadra y disponer de un contingente numeroso sería suficiente para alcanzar el éxito de la empresa.

COMPOSICIÓN DE LA EXPEDICIÓN

El ejército expedicionario estaba integrado por: 27 batallones47 de infantería y 16 compañías de granaderos; 7 escuadrones de caballería48; 1 batallón de artillería a siete compañías; 16 oficiales 42 Al parecer, el rey decidió, el 17 de Febrero, que se preparase la expedición contra Argel, cuando aún las tropas marroquíes sitiaban Melilla, ya que empezaron a retirarse el 18 de Marzo. 43 VOLTES, Pedro: Carlos III y su tiempo. Editorial Juventud. Barcelona, 1964. p, 127. 44 ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO. SERVICIO HISTÓRICO MILITAR: Dos expediciones españolas contra Argel (1541 y 1775). Imprenta del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1946. p, 69. 45 Como miembro del ejército español había participado en la campaña de Portugal, en la Luisiana y en Cuba. 46 ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO. SERVICIO HISTÓRICO MILITAR: Dos expediciones españolas contra Argel (1541 y 1775). Imprenta del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1946. p, 73. 47 Pertenecientes a los siguientes Regimientos: Guardias Españolas, Guardias Valonas, Rey, Saboya, África, Guadalajara, Sevilla, Lisboa, España, Toledo, Mallorca, Murcia, Irlanda, Cantabria, Navarra,

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de ingenieros y más de 400 desertores del ejército que serían empleados en trabajos de fortificación principalmente. En total, la fuerza de desembarco totalizaba más de 21000 hombres.

La flota de guerra se componía de 44 unidades de diversas clases, y la de transporte de 331 embarcaciones49.

La expedición llevaba víveres para dos meses, estableciéndose en Cartagena reservas suficientes para otros cuatro. Así mismo, la artillería de desembarco se componía de 140 cañones de diversos calibres, así como otros 42 pedreros, morteros, obuses y petardos. Tren de artillería, material de fortificación, municiones, armamento de respeto y hospital de campaña, completaban esta expedición.50

DESARROLLO DE LAS OPERACIONES

En la noche del 7 al 8 de Julio, las fuerzas que constituían la primera oleada de desembarco, integrada por unos 8000 infantes, descendieron a los botes que habían de conducirlos a la playa. La operación, que duró toda la noche, se realizó sin el sigilo necesario, dando lugar a voceríos y discusiones que alertaron, si no lo estaban ya, a los argelinos. Así mismo, tal volumen de efectivos y lanchas provocó la mezcla de unidades y la desorientación y confusión de sus oficiales.

Al amanecer del día 8 y protegidos por la artillería de las embarcaciones, los botes se dirigieron a la playa, a donde llegaron en un completo desorden, incrementado aún más por la necesidad de despejarla para dejar espacio a los que venían detrás.

Hacinados en un espacio demasiado reducido para el volumen de efectivos que en él se concentraron, el fuego enemigo, en el que destacó el de un cañón que estuvo disparando hasta las siete de la tarde, posiblemente porque había agotado sus proyectiles, produjo sensibles bajas.

En estas circunstancias, el general O’Reilly convocó un consejo de guerra en el que todos los participantes fueron de la opinión de reembarcar las tropas y regresar a España. Lamentablemente, nadie pareció observar que la intensidad del fuego enemigo decrecía por momentos, motivada por la escasez de pólvora y municiones que sufría; de haberlo hecho y de no estar obsesionados, como estaban, con la idea de abandonar aquellas tierras cuanto antes, aún hubiera sido posible culminar con éxito una misión mal planeada y peor dirigida, pero de la que, más mal que bien, ya se había realizado una fase muy difícil y que, conservando una gran parte de la potencia de combate y estando intacta la capacidad logística, aún podía haber sido culminada por el éxito.

Antes del anochecer comenzó el reembarque de las tropas, protegido por un batallón y tres compañías de granaderos. Sin ser hostigados por el enemigo, al amanecer del día 9 toda la fuerza había regresado a los barcos, si bien en las playas quedaron 27 oficiales y 501 de tropa muertos, habiendo resultado heridos 191 oficiales y 2088 de tropa. Así mismo quedaron abandonados en tierra: 3 cañones de a 12, 7 de a 8 y 1 obús; además de fusiles y diverso material de fortificación.

Triste balance para una operación que había durado poco más de 24 horas y había finalizado en un rotundo fracaso.

Hibernia, Aragón, Cataluña, Príncipe, Voluntarios de Aragón, Voluntarios Extranjeros, Suizos de Buch y Suizos de San Gall. 48 Pertenecientes a los Regimientos: Rey, Infante, Farnesio, Alcántara, Santiago, Montesa y Dragones de Almansa. 49 De éstas, 161 eran españolas, 93 francesas, 25 italianas, 1 portuguesa, 35 inglesas, 11 holandesas, y 5 suecas. 50 ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO. SERVICIO HISTÓRICO MILITAR: Dos expediciones españolas contra Argel (1541 y 1775). Imprenta del Servicio Geográfico del Ejército. Madrid, 1946. pp, 79 a 87.

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LOS BOMBARDEOS DE ARGEL EN 1783 Y 178451

Tras este fallido intento de apoderarse de Argel, España trató de entablar negociaciones con las regencias de Argel, Túnez y Trípoli que acabaran con las permanentes acciones de piratería realizadas por éstas. Sin embargo todas ellas, en especial la primera, se mostraban reacias a todo convenio con España, alegando que mientras la Sublime Puerta no lo consintiese no firmarían ningún pacto amistoso con nuestra nación.

El ministro de Carlos III, conde de Floridablanca, inició los contactos con el sultán otomano, quien tras haberse visto obligado a entregar Crimea a Rusia, se mostraba propicio a concertar alianzas con las naciones occidentales, por lo que no resultó difícil llegar a un acuerdo con él, firmándose un tratado de amistad y comercio en Madrid, el 14 de Septiembre de 1782, y ratificado en Constantinopla el 25 de Abril de 1783. Entre otras cuestiones se convino que la Sublime Puerta intervendría cerca de las regencias de Trípoli, Túnez y Argel para que firmasen sendos tratados con España.

Con mayores o menores dificultades, Tanto Túnez como Trípoli aceptaron los tratados. Sin embargo, Argel se negó a toda negociación, pese a las recomendaciones del sultán otomano, e incluso se produjo un recrudecimiento de la piratería argelina durante la primavera de 1783. Ante esta situación, el gobierno español decidió emprender una acción de castigo, consistente en bombardear la ciudad de Argel, informando de ello a Turquía, tal como se preconizaba en los tratados firmados, reconociendo ésta las razones que obraban a favor de Carlos III.

A tal fin se reunió una potente escuadra, que se hizo a la mar, partiendo de Cartagena, el 1 de Julio de 1783, que tras diversas circunstancias llegó a la bahía de Argel el día 29. El día 1 de Agosto se inició el bombardeo de la ciudad, que se prolongó hasta el mediodía del día 9, momento en el que, consumidas las municiones, se retiró la escuadra española, después de haber lanzado sobre la ciudad y los buques argelinos más de 7000 proyectiles entre bombas y balas.

Sin embargo, o no fueron muchos los daños sufridos por los argelinos o era grande su capacidad de recuperación, pues mes y medio después del bombardeo unos piratas de esa procedencia apresaban frente a las costas catalanas dos embarcaciones: una de Nápoles y otra de Tortosa.

Inmediatamente se comenzó a preparar la expedición del año siguiente, pues el propósito de Carlos III era el de no cejar en los ataques hasta que la regencia se aviniese a firmar el tratado. La escuadra de 1784 sería mucho más numerosa que la anterior, El 28 de Junio salía de Cartagena que, una vez más sufrió los efectos de los vientos contrarios, por lo que no se presentó ante Argel hasta el 9 de Julio, no pudiendo iniciar el ataque hasta el día 12. El 21 se dio por finalizada la operación, regresando la escuadra a España y haciendo su entrada el día 27 de Julio en el puerto de Cartagena.

Esta segunda expedición, aunque de mayores efectivos que la primera, aparentemente tuvo menores resultados materiales; sin embargo, no debió ser así, pues cuando se preparaba una nueva tercera para 1785, el capitán general de Baleares, recibió noticias por medio del patrón Bartolomé Escudero de que la regencia argelina se inclinaba a pactar con España.

A partir de este momento se abandonan los proyectos bélicos y se confía al jefe de escuadra D. José de Mazarredo la misión de trasladarse a Argel y convenir el oportuno tratado de paz. Después de numerosas incidencias en la tramitación de ese pacto, se firmó en Junio de 1786. Con ello se cerraba un largo período de luchas, generalmente poco afortunadas para España, con la regencia argelina.

LAS PLAZAS MENORES

ISLOTE DE PEREJIL

51 GUSTAVINO GALLENT, Guillermo: Los bombardeos de Argel en 1873-1874 y su repercusión literaria. Instituto de estudios africanos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 1950.

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El islote de Perejil es un promontorio de aproximadamente 1,5 kilómetros cuadrados, que en algunos puntos alcanza los 74 metros de elevación. Se sitúa a unos 11 kilómetros al Oeste de Ceuta, y a 200 metros de la costa de Marruecos.

De oscura situación jurídica, en Julio de 2002 dio lugar al llamado “Incidente de la isla Perejil” al ser ocupado por un destacamento de gendarmes marroquíes, so pretexto de actuar contra el tráfico de drogas. Tras unos días en las que España trata que los ocupantes abandonen la isla, y la negativa de Marruecos a ello, se lanzó la operación Romeo-Sierra que recuperó la isla restableciendo la situación anterior.

Desde 1415 la isla era portuguesa, como Ceuta, y pasó a España cuando Portugal se separó de ésta, quedando ratificada la posesión española de ambas en el tratado hispano-portugués de 1668. No obstante, la isla permaneció sin ocupar hasta que en 1779 el general Orcasitas, gobernador de Ceuta, dispuso el reconocimiento militar del islote.

ISLA DE ALHUCEMAS A unos 155 km al Este de Ceuta y 100 al Oeste de Melilla, en la amplia bahía de Alhucemas, limitada por los cabos Quilates al Este y Morro Viejo al Oeste, se encuentran tres islas situadas a escasos 400 metros de tierra; son: el peñón de Alhucemas, la isla de Mar o Afuera y la isla de Tierra o Adentro.

El tamaño del peñón: 170 m de largo, 86 de ancho y 15 de altura, le hacen parecer un navío de piedra anclado permanentemente frente a las playas de Sfiha y Suani.

Igual que el Peñón de Vélez de la Gomera, era tradicionalmente utilizado coma base de piratas hasta que en 1560, el sultán Muley Abdalá el Ghalib Billah lo cedió a Felipe II para su lucha contra el imperio otomano. Las islas fueron ocupadas temporalmente por España, aunque sin llegar a consolidarse en ellas. No fue hasta el 28 de Agosto de 1673 cuando el conde de Montesacro tomó posesión de las islas con carácter definitivo, con el fin de actuar contra los piratas berberiscos.

Al igual que el Peñón de Vélez de la Gomera, sufrió frecuentes agresiones en función de la situación en Marruecos, si bien ha permanecido hasta hoy como parte de España.

LAS ISLAS CHAFARINAS

Este pequeño archipiélago está situado a unos 50 km al Este de Melilla, y 3’5 km de la costa marroquí frente al cabo del Agua (Ras el Mas), cerca de la desembocadura del río Muluya. Constituido por tres islas, la del Congreso es un gran peñasco de 900 m de largo, 500 de ancho y una cota máxima de 134; unos 800 m al Este, se encuentra la de Isabel II, de una forma casi circular, con 500 por 400 m y una altura de 40 m; y algo más al Este, a 180 m de la anterior, se encuentra la del rey Francisco, la menor y más alargada, con unas dimensiones de 300 m por 200 y 34 de altura.

Fueron ocupadas por España el 6 de Enero de 1848, fecha en que el general Serrano desembarcó en ellas con tropas procedentes de Melilla y Málaga, adelantándose por muy poco tiempo a los navíos franceses que, escasamente seis horas después, pretendían ocuparlas. Hasta entonces, a pesar de ser conocidas desde la antigüedad, habían permanecido deshabitadas, siendo por tanto tierra de nadie, y la primera soberanía fue la española.

CONSIDERACIONES FINALES

Tras lo expuesto, cabe preguntarse ¿Qué habría ocurrido si los dos hijos mayores de los Reyes Católicos, el príncipe Juan y la princesa Isabel no hubieran muerto a tan temprana edad, de forma que la herencia de los reinos de España recayera en Juana, la tercera de su prole?, ¿Y si Juana hubiera estado cuerda?, ¿Y si Colón no hubiera descubierto América?, ¿Y si….?

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Si todos estos interrogantes no se hubieran producido es muy probable que España no habría sido una gran potencia que durante el siglo XVI señoreó el mundo y aún prolongó su imperio hasta finales del XIX; así mismo hoy no existirían 17 países americanos que hablan español, que tienen como base de su cultura la española y que practican la religión católica. Así mismo, si nada de esto hubiera ocurrido y si se hubiera seguido fielmente el testamento de Isabel la Católica, es muy probable que una parte del Noroeste del Magreb quizás hoy podría formar parte de España, o, al menos, podría haber constituido una nación independiente pero unida a ésta por grandes lazos de: cultura, lengua y religión. Sin embargo los hechos se produjeron como la historia nos enseña y la realidad es que la presencia española en el Norte de África, tras los hechos narrados en los capítulos anteriores, quedó reducida a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y a los islotes e islas del: peñón de Vélez de la Gomera, Alhucemas y Chafarinas. ¿Pudo haber sido de otra manera?, la realidad es que teniendo en cuenta las circunstancias por las que discurrió la política exterior de la monarquía española; el enemigo al que había que combatir; los medios disponibles y la estrategia seguida en los territorios africanos, el resultado no podía ser muy diferente al obtenido. Pero lo que si es una evidencia es que la actuación de aquellos españoles, que durante años permanecieron aislados en pequeños islotes, fortalezas y ciudades, sometidos a una presión constante y en un ambiente hostil, no puede calificarse de otra forma que de heroica. Su actuación es merecedora del reconocimiento y respeto de España y de los españoles que, las más de las veces, ignoran que hubo un tiempo en que un puñado de compatriotas defendieron los intereses, vidas, hacienda y honor de nuestra Patria en aquellas lejanas plazas, la mayor parte de ellas hoy olvidadas.