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RELAX Vestido con cuello halter en gasa negra y encaje y sandalias de Elie Saab. Anillo de Chocrón. enero 2014 asistentes de fotografía: gabriel de la morena y darío aranyo. asistente de estilismo: beatriz machado. maquillaje y peluquería: marina alejandre para chanel y art lab-aveda. casa de fernando fauquié (www.fernandofauquiefdg.com)

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relax

Vestido con cuello halter en gasa negra y encaje y sandalias de elie Saab. anillo de Chocrón. e n e r o   2 0 1 4

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Tras separarse de Cayetano Martínez de Irujo y acosada por los ‘paparazzi’ tocó fondo y viajó a la India para refugiarse

en un centro ayurvédico. Hoy, Genoveva Casanova dirige la Fundación Casa de Alba y mantiene una estrecha relación con

su exmarido. Tanto, que se rumorea que son de nuevo pareja. La mexicana demuestra en su entrevista más íntima y confidencial

que por fin ha encontrado su sitio. Por BORIS IZAGUIRRE

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PARTES

f o t o g r a f í a d e g o n z a l o m a c h a d o • e s t i l i s m o d e b l a n z a u n z u e t a

SegundaS

libre

Vestido de paño fucsia con drapeado en el escote y manga larga de escada. Gargantillas de Chocrón. e n e r o   2 0 1 4

enoveva Casanova (México DF, 1976) no recibe a la primera llamada. Lo hace Virginia, su empleada de hogar, que atiende tanto el telefonillo como la puerta del piso en Pintor Rosales, una de las calles más distinguidas de Madrid por sus magnificas vistas sobre el Parque del Oeste y también —y sobre todo en el caso de Genoveva Casanova, exesposa y madre de dos hijos de Ca-yetano Martínez de Irujo— por su cercanía al palacio de Liria, el hogar de la ancestral familia Alba.

El salón de su piso es amplio, acogedor y femenino, con un par de sofás blancos de cojines muy abullonados. El suelo es de parqué antiguo pero curiosamente no cruje bajo las pisa-das. Muchos libros ocupan desordenadamente espacio en las mesas del recibidor, entre los sofás, cerca de las estanterías. Virginia me sirve un vaso de agua mientras arregla en el co-medor nuestros puestos para el almuerzo. Y aparece Bala, el yorkshire minitoy de Genoveva y detrás, la inconfundible voz de su dueña que le instruye, en inglés, para que no moleste. Genoveva no lleva maquillaje, viste jeans pitillo y las típicas manoletinas hiperplanas que muchas mujeres de su generación adoptan como seña de identidad tanto de su condición social como de su manera de entender el mundo. Los tacones solo se visten en eventos importantes, el resto de la vida puede orga-nizarse perfectamente con los pies en el suelo.

“La verdad es que nunca me interesó mucho el mundo de la moda, de las más elegantes, del glamour. Hasta que me vi envuelta en él y entonces me apasionó la cantidad de gente que hay detrás de un traje, de un par de zapatos, de un buen peina-

do. No creo que tenga un cuerpo… —deja escapar una sonrisa entre nerviosa y pícara— … estupendo, pero he entendido qué cosas me quedan bien. ¡Y son muchas! No lo digo con orgu-llo, sino con sorpresa. Muchas veces pensaba que siendo tan menuda no me iban a quedar bien los trajes largos, pero hay ocasiones en las que, con un poquito de ayuda de mis amigos estilistas, unos taconazos y un buen peinado me siento mejor”, termina riendo.

—¿Cree que la gente conoce a la verdadera Genoveva Ca-sanova?

—Jamás me hago esa pregunta, porque he pasado por mu-chas cosas, sobre todo a raíz de mi separación y divorcio de Cayetano. No me reconocía en nada de lo que leía o escuchaba sobre mí. Y hubo un momento en que me vine abajo. Completa, absoluta y desesperadamente sentí que la situación no solo me sobrepasaba, sino que me agredía, me atacaba, me hacía sentir cada vez más víctima. Y nunca me ha gustado ese papel.

Genoveva se casó con el conde de Salvatierra, el menor de los hijos varones de la duquesa de Alba, en 2005. Lleva-ban cinco años saliendo y tenían dos hijos, los gemelos Luis y Amina.

—Maldito Disney —lanza como en broma pero en serio. —¿Por qué maldito Disney? —Porque pese a todos los logros que hemos conseguido, las

mujeres seguimos creyendo que existen los príncipes azules, los cuentos de hadas y ese hombre fantástico que te va a querer y proteger. Y no es así.

Luis y Amina tienen hoy 12 años y hacen muy feliz a su abuela, la duquesa de Alba. Cuando en 2007 el matrimonio anunció su separación, Genoveva se convirtió en la presa de los paparazzi. La recuerdo avanzando ante una fila de fotógrafos para dejar a sus niños en la escuela y luchando por regresar a su coche sin poder contener las lágrimas. “No hubo ningún respeto por mis hijos, eso era lo que me indignaba. ¿A quién culpas? ¿A quién señalas? Sabía perfectamente que todos hacía-mos lo imposible por evitar este acoso, pero era imparable”. En cierta manera el interés estaba alimentado porque Genoveva y Cayetano, tras anunciar la separación, no dejaban de estar juntos en múltiples ocasiones “en buena parte, por los niños”, me comentaría una amiga cercana. Mientras se especulaba si habría o no divorcio, la cacería a la pareja se incrementó. “To-qué fondo. Me sentí muy mal, fue una temporada muy dura”, explica, escogiendo las palabras y dejando que su acento mexi-cano haga mucho por suavizar el momento. “Vas acumulando tensión e información. Y contaminación. Y entonces me fui a la India y me encerré en un centro ayurvédico”.

Genoveva ha decidido que Balita nos incomoda. La perra no deja de ladrar como si mi presencia atacara a su dueña. “Es-tuve bastante tiempo ahí encerradita. Necesito refugios, de otra manera no puedo seguir este tipo de vida. El doctor que me vio en aquel momento, tan nerviosa, diciéndole: ‘Tengo que

“Cayetano y yo nos tenemos mucho cariño. NOS eNteNdemOS perfectameNte.

Nos conocemos tanto… No vivimos juntos pero nos vemos todos los días”

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“Toqué fondo. Sentí que la situación no solo me SObrepaSaba SiNO que me agredía

y me hacía sentir cada vez más víctima”

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‘in & out’

en la pág. anterior, vestido palabra de

honor de lunares de CH Carolina

Herrera y pulsera de Chocrón. en esta imagen, camiseta de cashmere y chaqueta de borreguito malva

de burberry Prorsum resort y gargantilla

de Chocrón.

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rojo PaSión

Pantalón de talle alto rojo y blusa de gasa roja con volantes de escada. Sandalias de charol negras de Christian louboutin. Pendientes de Chocrón. e n e r o   2 0 1 4

tomar un montón de decisiones, tengo que solucionar tantas cosas’, me miró y me soltó: ‘Para empezar a construir primero es necesario limpiar”.

—¿Qué cosas empezó a limpiar? —Limpiarse eran tan sencillo como madurar. Los dos nece-

sitábamos madurar.—Cuando se casó con Cayetano, ¿conocía su biografía senti-

mental? Era uno de los solteros de España y sus amores con Ana Obregón o Mar Flores reventaban índices de audiencia.

—No tenía ni idea de dónde me metía cuando me casé —re-conoce con una amplia sonrisa.

e entiende entonces que, cuando la separación la convirtió en personaje público, por un mo-mento sintiera que todo era un agujero negro. “Necesitaba crearme referentes nuevos. Es una percepción muy junguiana —recuerda que mis padres y mis abuelos han sido psicoanalistas— y de alguna manera quise mezclar ese despertar ayurvédico con lo que ya sabía. Necesitaba

crearme un yo en el que volver a creer”. Varios amigos de Ge-noveva con los que hablo me advierten que es muy responsable. Que protege mucho a su familia y que la exposición a la prensa le obligó a retirarse. Y lo hizo para volver casi inmediatamen-te. “Es uno de sus problemas—explica una amiga cercana—. Siempre le aconsejamos: ‘Genoveva, retírate, es lo mejor para

ti’. Pero no puede evitarlo. Tiene que regresar por sus hijos y por los dos; por ella y Cayetano”.

—¿Cómo llegó a la conclusión de que su relación con Ca-yetano no podía funcionar?

—El punto final fue darme cuenta de que Cayetano y yo discutíamos por todo. Todos los días. Todos los meses.

—¿Cuál era el principal motivo de las discusiones?—Todo. Hasta que me di cuenta de que éramos dos per-

sonas con caracteres muy fuertes. Ni opuestos ni parecidos, sencillamente fuertes.

Cayetano, en efecto, da esa impresión. Tanto en sus fotogra-fías como en persona, un rasgo común a los Alba. “Gracias a ese carácter han atravesado todas las situaciones que han teni-do que vivir. Yo me sentía diferente, pero también necesitaba defender mi personalidad. Y entonces decidimos llevarnos bien estando divorciados. Hacer lo imposible por concentrarnos en lo positivo y en nuestros hijos. ‘Estoy cansado de discutir’, dijo él. Y yo le dije que también”.

—¿Y desde ese momento son una familia moderna: dos pa-dres divorciados que están constantemente juntos?

—Exactamente. Yo entiendo que llame la atención, soy la primera en reconocerlo. Pero… —me mira, muy seriamente y con los ojos muy abiertos y se echa hacia delante—. ¡Le tengo un inmenso cariño! Nos entendemos perfectamente, nos cono-cemos tanto. Y quizás hemos encontrado una manera de seguir demostrándonos cariño y es esta.

—¿Viven juntos? —No. Pero nos vemos todos los días. Hoy, por ejemplo, él

irá a recoger a los niños al colegio y los traerá aquí. —Su exsuegra, la duquesa de Alba, declaró hace unos días

que ustedes están juntos y es posible que vuelvan a casarse.—Eso fue una interpretación de la prensa que nos ha casado

y divorciado tantas veces… Si hubiera que desmentir todo no haríamos otra cosa.

En una posterior cena, la entrega de unos prestigiosos pre-mios, me encuentro con el propio Cayetano que arroja un po-quito más de luz sobre esta curiosa relación: “Genoveva es una trabajadora nata. Tiene una entrega incondicional por nuestra familia y un sentido de la responsabilidad innato que valoro mucho. Me agrada el momento en el que estamos todos”.

Miguel Bosé le ha tendido un capote a Genoveva nombrán-dola embajadora de su fundación contra el sida. Ambos ejer-cieron de anfitriones el pasado noviembre en Barcelona en una noche fría en la que recibieron a decenas de celebrities como Ca-rolina Herrera, madre e hija, Tamara Falcó, Eugenia Martínez de Irujo y el mismo Cayetano, que acudió inesperadamente. Bosé me define a Genoveva como una “curranta”. Y añade: “Estuvo con nosotros en México luchando por conseguir pa-trocinadores, al teléfono, movilizando a todo el que pudo. Su implicación fue absoluta. No es una persona que te prometa algo por salir del paso. Le gusta participar, le hace crecer y es lo que ha hecho con nosotros”. Sin embargo, los comentarios

arrecian. Que Genoveva no encuentra su sitio, que se impone en la familia de su exmarido. “Los medios siempre van a querer buscar un malentendido donde no lo hay”, asegura. Una amiga que no desea identificarse me explica su teoría Genoveva: “Tiene demasiado aspecto de no haber roto un plato. Y en España es lo primero de lo que desconfiamos. Le hemos dicho que cambie, pero ella sigue igual”.

—¿Es un escudo? —le pregunto. —No tengo ganas de controlar mi propia imagen. No pienso

perder el tiempo en eso. Tengo muchas otras cosas de las que ocuparme.

enoveva se incorpora para guiarme hacia el comedor. La vajilla se ha ido creando en sus viajes a la India y los colores nos parecen muy mexicanos a los dos. Virginia ha pre-

parado unas pechugas de pollo bañadas en una riquísima salsa anaranjada. Geno-veva pide un “poquito de picante” que son unos chiles guajillo desmigados que espol-

vorea sobre su pollo con los dedos, como si fuera sal en un guiso. Descubro que repite el mismo canon de otras anfitrionas mexicanas: la cocina es vital y debe estar muy bien preparada y por alguien que sepa. “Por eso Virginia es mi gran cómplice”, asegura mientras sirve el picante sobre mi plato: “Pica, pero despierta los sentidos, todos los sabores mejoran. La comida

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“Pese a todos los logros que hemos conseguido, lasmujereS SeguimOS creyeNdO eN

ese hombre fantástico que te va a proteger”

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mexicana es patrimonio de la humanidad”, me recuerda. Cayetano y Genoveva se conocieron a través de la madre

de esta. “Mi mamá me tuvo muy joven y ahora tiene 57 años. En realidad no se lleva mucho con Cayetano, que este año ha cumplido 50”, agrega riéndose. “Habíamos coincidido mucho tiempo antes, hace casi veinte años, cuando él vino a México a dar unas clases de hípica. Yo ya montaba mucho a caballo y me resultó curioso. Era alguien muy dedicado, muy entregado a ese mundo. En eso conectamos. Pero pasaron muchos años y, de repente, yo vivía en España, estudiaba Filosofía en Sevilla y mi mamá insistió en que llamara a unas amigas comunes y ellas invitaron a Cayetano. Así empezó todo”. “Todo” significa que Genoveva fue la penúltima persona en ingresar en la legen-daria, centenaria, complicada y particular Casa de Alba. “Es una responsabilidad. Siempre lo digo, siempre lo diré. La única herramienta que tienes en una casa como esta es ser tú misma y ser fiel a tus principios. Mis padres me educaron en que cada privilegio acarrea una responsabilidad”.

—¿Hay discrepancias? ¿Tensiones? ¿Es cierto que no cuenta con apoyos entre los hermanos de Cayetano?

—Son especiales. Cada uno tiene su propia personalidad y creo que lo más importante es respetarlas. Yo siento que todos sabemos quiénes somos y nos guardamos un profundo respeto.

Además de ser imagen de la joyería Chocrón, Genoveva se

ha convertido en “Directora de Comunicación de la Funda-ción Casa de Alba”, como reza su tarjeta de visita, algo que no todo el mundo termina de entender. “Forma parte de la fama de incomprendida que rodea a Genoveva”, asegura una amiga que prefiere mantener el anonimato. “En el fondo lo que de verdad importa es lo que Cayetano piense de ella. Y Cayetano está muy orgulloso de su trabajo en la exposición de la Casa el año pasado”, dice.

urante las Navidades de 2012 la exposición El legado de la Casa de Alba se convirtió en un éxito. Miles de personas se congregaban a diario en la puerta del Palacio de Cibeles para descubrir las riquezas pictóricas, es-culturales y bibliográficas atesoradas por la familia durante 500 años. “Trabajé muy de cerca con Pablo Melendo, el auténtico

comisario de la muestra. Me empeñé en que no fuera cronológica, sino que enseñara cómo la historia de España se ha construido en paralelo a la historia de la familia. Y también a la de muchos otros países, como México. Sin la intermediación de Eugenia de Montijo, Maximiliano no hubiera llegado a ser emperador de mi país. Cuando inauguramos la muestra y vimos la reacción de la gente, Cayetano me apretó la mano. Fue realmente emocionante”, asegura durante el almuerzo. “Yo siempre he pensado: ‘¿Cuál es

la imagen que me llevaría de mi vida dentro de esta Casa?’. Y la respuesta me llegó una tarde hace cinco años, después de la siesta. Estábamos en Liria y no encontraba a mis hijos. Se me ocurrió ir a la habitación de Cayetana (Genoveva se refiere así a la Duquesa, a diferencia de sus hijos que la llaman “La Jefa”) y cuando abrí la puerta me los encontré con su abuela saltando sobre la cama”.

o le molesta que continuamente la vean como la esposa-separada-divorciada-reuni-da de uno de los miembros más conocidos de la aristocracia española? “No puedes cambiar la imagen que los demás tienen de ti”, me advierte. “Lo he intentado hasta que me he dado cuenta de que es como darte de cabezazos contra un muro. ¡Hace muchí-

simo daño! Yo me conformo con que me conozcan los míos. El resto sé que no lo puedo controlar y que no debo seguir perdiendo tiempo en ello”.

Se me ocurre preguntarle sobre su experiencia como especta-dora privilegiada de la entrega del Nobel a Mario Vargas Llosa y la tensión se apodera de sus gestos.

—No quiero hablar de eso. —¿Por qué? —Porque me pareció indignante que se encontrara a través mío

una excusa para desviar la atención del auténtico protagonista de

esa noche. Me dolió. Me molestó. Una persona estaba preguntán-dome sobre mi ropa y mi escayola (Genoveva acudió a la entrega escayolada y cubierta de pieles cedidas por una conocida peletera) y, muy enfadada, le dije: ‘¿No te das cuenta de que hay quien no ha podido venir a recoger su premio porque está privado de su liber-tad? (en referencia a Liu Xiaobo, el preso político chino y Nobel de la Paz). Fue indignante.

Tras el sofoco, decido abordar temas más actuales.—¿Le gusta el México de hoy?—Me disgusta que el narcotráfico se haya apoderado de nues-

tra vida cotidiana en la forma que lo ha hecho. Es injusto. No me-recemos convivir con tanta violencia.

—Usted conoció una España pletórica y ahora vive con sus hijos y su exmarido en un país en crisis.

—Me gustaría pensar que la crisis te enseña a poner los pies en el suelo. Yo sí creo que se aprende de estos momentos, también aprenden nuestros políticos y sobre todo debes aprender tú. Si tú no cambias, entonces nada lo hará.

Tengo una última pregunta. —¿Qué es Cayetana para usted? ¿Un referente, un límite, una

amiga? Genoveva vuelve a mirarme fijamente. —Una amiga, desde luego. Y una mujer de la que no dejo de

aprender. Nunca podré vivir como ella, no tengo esa fuerza, pero me encanta cuando ejerce su autoridad y enseña su carácter. �

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Chocrón.

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