asamblea de priores 2013

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Apuntes del encuentro de priores de grupos de Fraternidad de la diócesis de Milán con Julián Carrón y Davide Prosperi (responsable diócesis de Milán) Milán, 4 diciembre 2013 Davide Prosperi. En primer lugar, sed todos bienvenidos. Os agradezco que hayáis venido tantos esta tarde, porque es un signo claro de la utilidad de un momento como este. A la hora de proponerlo, nos preguntábamos si sería útil o no, y creo que vuestra presencia es ya una primera respuesta. En una entrevista en 1992, don Giussani decía: «La inscripción a la Fraternidad es un acto personal, fruto de una iniciativa del individuo, no de una decisión tomada por un grupo. Nace como necesidad personal para la propia fe y para la realización de la propia fisonomía cristiana. Su finalidad […] es participar en una compañía que sea una ayuda en el camino a la santidad; es decir en el conocimiento de Cristo, en el amor a Cristo por el bien de los hombres, por el reino de Dios sobre la tierra» («Para una fe madura», entrevista a cargo de Pigi Colognesi, CL Litterae communionis, n. 19, febrero 1992, p. 26). Es decir, la Fraternidad es el lugar adulto donde la experiencia del movimiento se vuelve adulta, donde madura como conciencia, como conciencia de sus razones, y madura como posibilidad de fecundidad, porque es el lugar donde se descubre que la propia fecundidad humana, la propia capacidad de generar está ligada, como decía siempre don Giussani, a la conciencia de ser generados: «Nadie genera si no es generado» («La alegría, la “leticia” y la audacia. Nadie genera si no es generado», Huellas-Litterae communionis, n. 7, 1997). Para nosotros, por tanto, para los que la experiencia cristiana se ha hecho persuasiva en el encuentro con el carisma, la Fraternidad es el lugar de generación del adulto. Y el motivo del encuentro de esta tarde es la exigencia, que ha aumentado con los años, de un ámbito que ayude a verificar y profundizar estas cosas. Fundamentalmente hay dos razones que nos han movido a convocaros aquí: 1. Por un lado, la petición siempre creciente de confrontación en torno a algunas cuestiones ligadas concretamente a la vida de la Fraternidad, a los grupos de Fraternidad, a la experiencia de pertenencia que cada uno vive en su propia vida. Es la primera vez que llevamos a cabo este experimento. 2. El segundo motivo está ligado al hecho de que cada año aumenta el número de nuevos inscritos, de personas (muchas de las cuales son jóvenes, aunque no sólo) que piden adherirse a la Fraternidad. Y esto es algo grande, es ciertamente un signo grande, no sólo como continuidad de una experiencia que tal vez ha comenzado antes, en la universidad o en otros lugares, sino también como cuestiones que surgen – como estamos percibiendo –, pues a la adhesión que representa la inscripción a la Fraternidad (como primer y fundamental gesto de decisión para la propia vida) no corresponden gestos claros de conciencia de lo que uno hace al inscribirse, es decir, al adherirse a la Fraternidad. Esto provoca que, después de meses o incluso años, no se vuelva a tener noticia de muchas personas que han solicitado la inscripción. Por eso creemos necesario recordaros el valor que tiene, como conciencia, el gesto mismo de la inscripción, de modo que, partiendo de vosotros, que estáis aquí presentes, esto pueda llegar a todos. En este sentido, al final de este encuentro indicaremos algunas consecuencias

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Apuntes del Encuentro de priores de la Fraternidad de CL de la diócesis de Milán con Julián Carrón

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Apuntes del encuentro de priores de grupos de Fraternidad de la diócesis de Milán

con Julián Carrón y Davide Prosperi (responsable diócesis de Milán) Milán, 4 diciembre 2013

Davide Prosperi. En primer lugar, sed todos bienvenidos. Os agradezco que hayáis venido tantos esta tarde, porque es un signo claro de la utilidad de un momento como este. A la hora de proponerlo, nos preguntábamos si sería útil o no, y creo que vuestra presencia es ya una primera respuesta. En una entrevista en 1992, don Giussani decía: «La inscripción a la Fraternidad es un acto personal, fruto de una iniciativa del individuo, no de una decisión tomada por un grupo. Nace como necesidad personal para la propia fe y para la realización de la propia fisonomía cristiana. Su finalidad […] es participar en una compañía que sea una ayuda en el camino a la santidad; es decir en el conocimiento de Cristo, en el amor a Cristo por el bien de los hombres, por el reino de Dios sobre la tierra» («Para una fe madura», entrevista a cargo de Pigi Colognesi, CL Litterae communionis, n. 19, febrero 1992, p. 26). Es decir, la Fraternidad es el lugar adulto donde la experiencia del movimiento se vuelve adulta, donde madura como conciencia, como conciencia de sus razones, y madura como posibilidad de fecundidad, porque es el lugar donde se descubre que la propia fecundidad humana, la propia capacidad de generar está ligada, como decía siempre don Giussani, a la conciencia de ser generados: «Nadie genera si no es generado» («La alegría, la “leticia” y la audacia. Nadie genera si no es generado», Huellas-Litterae communionis, n. 7, 1997). Para nosotros, por tanto, para los que la experiencia cristiana se ha hecho persuasiva en el encuentro con el carisma, la Fraternidad es el lugar de generación del adulto. Y el motivo del encuentro de esta tarde es la exigencia, que ha aumentado con los años, de un ámbito que ayude a verificar y profundizar estas cosas. Fundamentalmente hay dos razones que nos han movido a convocaros aquí: 1. Por un lado, la petición siempre creciente de confrontación en torno a algunas cuestiones ligadas concretamente a la vida de la Fraternidad, a los grupos de Fraternidad, a la experiencia de pertenencia que cada uno vive en su propia vida. Es la primera vez que llevamos a cabo este experimento. 2. El segundo motivo está ligado al hecho de que cada año aumenta el número de nuevos inscritos, de personas (muchas de las cuales son jóvenes, aunque no sólo) que piden adherirse a la Fraternidad. Y esto es algo grande, es ciertamente un signo grande, no sólo como continuidad de una experiencia que tal vez ha comenzado antes, en la universidad o en otros lugares, sino también como cuestiones que surgen – como estamos percibiendo –, pues a la adhesión que representa la inscripción a la Fraternidad (como primer y fundamental gesto de decisión para la propia vida) no corresponden gestos claros de conciencia de lo que uno hace al inscribirse, es decir, al adherirse a la Fraternidad. Esto provoca que, después de meses o incluso años, no se vuelva a tener noticia de muchas personas que han solicitado la inscripción. Por eso creemos necesario recordaros el valor que tiene, como conciencia, el gesto mismo de la inscripción, de modo que, partiendo de vosotros, que estáis aquí presentes, esto pueda llegar a todos. En este sentido, al final de este encuentro indicaremos algunas consecuencias

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operativas, porque hemos decidido modificar el procedimiento de inscripción a la Fraternidad. En concreto, esta tarde queremos verdaderamente dar respuesta a las numerosas preguntas y testimonios que nos llegan continuamente, y que nos han llegado en particular con motivo de este encuentro, porque nos hemos visto desbordados por una lluvia de cartas, de preguntas y de testimonios extraordinarios de todo tipo, desde personas que acaban de adherirse a la Fraternidad a otras que empezaron con don Giussani y que cuentan la experiencia que han vivido. Os aseguro que para mí leer todo esto – he leído todo, y trataré también de responder a todo con el tiempo – ha supuesto una experiencia grandiosa para darme cuenta de lo que significa esta historia. Para hacer más provechoso el trabajo de esta tarde, de modo que cada uno se lleve a casa unas ideas claras sobre las preguntas fundamentales que han surgido en estos años, procederemos del siguiente modo: hemos seleccionado algunas preguntas – un poco como hacemos en los Ejercicios – que identifican de algún modo las cuestiones más frecuentes y también más útiles, ligadas justamente a la vida concreta de los grupos de Fraternidad, al trabajo que se realiza, al valor del prior, del visitor, etc. Hay toda una serie de preguntas sobre el grupo de Fraternidad, y hemos decidido dar mucho espacio a esta cuestión, porque, de hecho, es lo que más incide en la vida cotidiana. «Tenemos muy viva la pregunta sobre cuál es el sentido, la finalidad y la utilidad propia del grupo de Fraternidad. Siempre se ha dicho que la adhesión a la Fraternidad es fruto de una madurez de la fe y que, por tanto, no puede ser equivalente a las otras propuestas educativas del movimiento. Nos gustaría ahondar más en esto, para que la adhesión, a veces demasiado apresurada, realizada tras la estela de la experiencia del CLU, esté cada día más llena de razones». Julián Carrón. Creo que el sentido, la finalidad y la utilidad del grupo de Fraternidad debe ser juzgado y valorado a partir de la finalidad fundamental de la Fraternidad, que, dicho sintéticamente, es lo que acaba de leer Davide: «La finalidad es participar en una compañía que sea una ayuda en el camino a la santidad». Esta es la finalidad por la que vale la pena juntarse en un grupo: ayudarse mutuamente en este camino. Cómo estamos en el grupo, qué hacemos, qué planteamos y que compartimos debe ser juzgado siempre en función de si ayuda o no a alcanzar esta finalidad. En caso de no ser así, con el tiempo, sobre todo en la vida del adulto, si no sirve para esta finalidad o uno no ve la utilidad que tiene para su propia vida el grupo de Fraternidad, terminan prevaleciendo otros intereses, otras cosas más apremiantes. Porque es evidente que los adultos tenemos cosas que nos apremian, ¡demasiadas cosas que nos apremian! Entonces, si el grupo de Fraternidad no nos ayuda verdaderamente en esto, con el tiempo lo dejamos pasar, en el sentido de que prevalecen otras cosas sobre el tiempo o las energías que dedicamos a ese momento o a su preparación. Por tanto, cada uno de nosotros, cada miembro del grupo de Fraternidad, debe tener esto claro: no existe el grupo como si fuese una hipóstasis, algo ya establecido en donde no sabemos qué decir, sino que son personas que se ayudan objetivamente. ¿Y cómo nos ayudamos? Nos ayudamos si

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cuando nos encontramos cada uno pone sobre la mesa su tensión por vivir la finalidad de la Fraternidad: el camino a la santidad. Me llena de asombro ver cómo se le ocurrió a don Giussani la idea de la Fraternidad (como cuenta Savorana en Vita di don Giussani), cómo empezó, de qué reflexiones partió: «Son mayores [no son niños], son maduros, son adultos, tienen bajo su responsabilidad tiendas, fábricas, acometen iniciativas que crean puestos de trabajo, son responsables de oficinas, sobre todo son responsables de la familia, que es la empresa más importante por su naturaleza, [y se pregunta], ¿no deben acaso ser responsables, sentir la responsabilidad de su propia santidad?» (p. 591). No es que tengamos que apelar a alguien del grupo o a alguien de fuera, porque la primera responsabilidad es que todos, a una cierta edad, con una cierta madurez, tomen conciencia de lo que dice don Giussani. Porque nosotros podemos asumir una responsabilidad en la vida civil y no asumir la responsabilidad sobre nuestra propia santidad, como diciendo: «Con todas las cosas que ya hay que hacer, ¿para qué añadir una más?». No podemos dejar de asumir también la responsabilidad de este camino, porque forma parte de nuestra madurez. En la medida en que esta responsabilidad crece y cada uno la toma en consideración, el grupo se convierte en un hecho objetivo: de las personas que están con vosotros (no hace falta que vengan los ángeles) depende cómo se sitúa cada uno ante esta responsabilidad. Y en este sentido, cada uno de nosotros ayuda al otro a vivir con seriedad el momento en el que nos encontramos, de modo que tengamos cada vez más el deseo de volver, porque el encuentro del grupo se vuelve decisivo para la vida. Si no llega a ser decisivo, terminaremos buscando otra compañía, y no por maldad, sino simplemente porque prevalecen cosas más urgentes. Y como a una cierta edad tenemos cosas urgentes para aburrir, o uno tiene una razón adecuada para participar en un grupo de Fraternidad o al final lo abandona en una esquina. Prosperi. «En el momento actual que vive el movimiento, marcado por la insistencia en la personalización de la experiencia, ¿cómo ves el nexo entre adhesión al movimiento e inscripción a la Fraternidad, entre grupo de Fraternidad, grupo de Escuela de comunidad, comunidad de ambiente?». Carrón. Creo que, como se decía recientemente en los Ejercicios de los sacerdotes, en la medida en que crece la personalización de la experiencia, esto tiene una repercusión en la forma de vivir la Fraternidad, el grupo de Fraternidad. Si cada vez somos más nosotros mismos, si cada vez nos importa más la experiencia que vivimos, entonces esto nos lleva a percibir mejor el alcance que tiene el grupo de Fraternidad. El nexo entre la vida del movimiento y la Fraternidad se halla justamente aquí: radica por completo en el trabajo que estamos haciendo, siguiendo lo que nos ha dicho don Giussani y que el Papa nos repite – ambos lo dicen –, porque sólo podremos vivir la fe hoy en día si aceptamos constantemente esta invitación de Cristo a responder de forma personalizada a la gracia recibida. Y esta es la única posibilidad de poderlo testimoniar de forma práctica en la vida. Desde las primeras palabras de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa plantea esto, porque el punto del que surge toda la cuestión, todo lo demás, se encuentra ahí. Entonces, la propuesta que hacemos en los Ejercicios y el trabajo de la Escuela de comunidad son justamente una ayuda para poner sobre la mesa

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constantemente esta personalización porque, como repetimos en los Ejercicios, si no se produce esta personalización, el adulto se halla perdido ante los problemas de la vida. ¿Qué relación existe entre la Escuela de comunidad y el grupo de Fraternidad? La Escuela de comunidad es, junto con el contenido de los Ejercicios, la propuesta que se nos ofrece a cada uno para para verificar, una propuesta en la que somos constantemente reclamados, ayudados e impulsados a verificar en la experiencia, acompañados de los gestos comunes. ¿Y qué tiene que ver esto con el grupo de Fraternidad? Lo he dicho en distintas ocasiones: la Escuela de comunidad indica sustancialmente – siguiendo a don Giussani – el contenido de la propuesta (no tengo otra cosa que proponeros que lo que encontramos en Giussani); por eso utilizamos los textos o los libros, para ofrecer la propuesta que nos ha hecho don Giussani, en la que encontramos todo el contenido, como hicimos también en la Jornada de apertura de curso. ¿Cuál es, entonces, el valor del grupo? Yo descubrí este valor cuando era profesor de Teología en Madrid. Proponía a mis alumnos ciertos contenidos, y sabía que los habían hecho suyos, los habían aceptado porque luego en los exámenes veía que los exponían perfectamente. Pero esto no era suficiente si luego todo eso no entraba en la trama de la vida. Y que no entraba se veía en que después de dos o tres años, decaían. Ahora también lo veo constantemente: si pregunto punto por punto ciertos pasajes de la Escuela de comunidad, estoy seguro de que la mayoría me los repite de la A a la Z. Pero a la hora de vivir, los criterios con los que se afronta la vida son otros. Es decir, saber ciertas cosas no implica necesariamente que luego sean tenidas en cuenta en la vida. Muchas veces en la Escuela de comunidad nadie pregunta, ¡porque ni siquiera se dan cuenta de esto! Entonces, ¿qué es el grupo de Fraternidad? ¿Por qué es útil el grupo de Fraternidad? Justamente porque el grupo es para compartir la vida, es una relación de amistad, una trama de relaciones en donde todos nos conocemos, sabemos cómo vive cada uno, cómo afronta la vida, el trabajo, la familia, el tiempo libre, el dinero, etc., y entonces podemos acompañarnos de verdad para superar las dificultades o el dualismo con el que vivimos muchas veces. ¿Y por qué es distinto de la Escuela de comunidad? Porque uno que tiene una pregunta, sí, a veces la hace en la Escuela de comunidad (como vemos muchas veces), pero con frecuencia no se da cuenta de qué se trata. Uno no consigue ni siquiera preguntar, porque tenemos tales costumbres metidas entre nosotros que ni siquiera nos damos cuenta de lo que dice la Escuela de comunidad. Esto sucede con los mayores y con los no tan mayores, y es suficiente con una pregunta para que la gente se dé cuenta de que no ha tomado en consideración la Escuela de comunidad. Lo he visto recientemente en el CLU, en el grupo de la “verifica” o en el Grupo adulto: ante una cierta situación, es suficiente con una pregunta para que la gente entienda. ¿Por qué? Porque basta con que la Escuela de comunidad se introduzca en lo que se vive para que empiece a hacerse la luz. Y no se necesita ninguna genialidad especial para que se dé una trama de amistad así entre nosotros, basta con que uno viva tomándose en serio la propuesta que se hace en la Escuela de comunidad para hacernos a todos conscientes de ella. «Pero, ¿te das cuenta de que ni siquiera has tomado en consideración la propuesta de la Escuela de comunidad?». «¿Te das cuenta de que, para afrontar esta situación o para vivir esta circunstancia ni siquiera se te ha pasado por la cabeza lo que se dice en la Escuela de comunidad?». Mirad qué tipo de amistad, qué

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ayuda tan grande podemos ser unos para otros si ofrecemos simplemente una sugerencia, hacemos una pregunta, un comentario que ayude al otro a darse cuenta y a dejar entrar la luz que hemos aprendido en la Escuela de comunidad, dentro de la trama normal de la vida. Y esto no se puede hacer de forma profunda y personal con quien interviene en la Escuela de comunidad (aunque, en la medida de lo posible, lo intentamos, como veis en la conexión por video), pero sí sucede, en cambio, durante una cena o tomando un café, porque es entonces cuando el otro te cuenta cómo vive, qué le está pasando, es ahí donde ves si está triste o enfadado. Es justamente en la trama de la vida, en donde nadie se puede esconder, es en la relación de amistad, en donde uno es él mismo, en donde no puede esconderse, porque está como en zapatillas, sin defensa, es justamente ahí donde cada uno puede ser más ayudado a vivir. Si en el grupo de Fraternidad esta trama de amistad, de relaciones, no llega hasta ahí, entonces hacemos del grupo de Fraternidad otra Escuela de comunidad, pero reducida a un conjunto de discursos, y terminamos siempre hablando de otras cosas, no de nosotros mismos. Y por eso mucha gente dice que el grupo de Fraternidad parece un duplicado de la Escuela de comunidad. No, no es un duplicado si uno comprende cuál es la finalidad que tienen cada uno. No es un duplicado. Tratemos de ayudarnos a comprender cuál es la finalidad que tienen. Basta con que alguien introduzca otro hecho, otro criterio, otra mirada. Prosperi. Me permito subrayar esto que dices, porque creo que una de las formas con las que nos retraemos ante la totalidad para la que estamos hechos empieza justamente en la forma en que miramos, vivimos, sentimos los instrumentos que nuestra historia nos ha señalado. En el fondo, nuestra tendencia a elegir a la carta, que nos hace decir que unas cosas valen y otras no, es el modo con el que sustituimos todo lo que se nos da con lo que nos parece mejor a nosotros, sin comprender que la profundidad de la experiencia del movimiento deriva del hecho de que todo lo que se nos propone es para la construcción de nuestra persona, y en esto consiste su valor. Carrón. Muchas veces me doy cuenta, por ejemplo cuando desayuno o como con algunos de mi casa, de que, al hablar de todo un poco, digo algo reaccionando simplemente a lo que otro me dice, y veo qué efecto tiene, qué ayuda supone, qué luz introduce, me doy cuenta de la reacción que provoca en los demás, y pienso: esto es lo que necesitamos de verdad. Porque muchas veces, cuando alguien cuenta algo que le ha pasado o cuenta cómo ha vivido una determinada circunstancia, ni siquiera se da cuenta, y no es que lo haga con mala intención, sino que – como dice don Giussani – estamos tan determinados por la mentalidad común que no nos damos cuenta siquiera de hasta qué punto vivimos según los criterios de todos. Si uno tiene la caridad, en primer lugar, de darse cuenta, de estar atento a lo que otro dice, y por tanto de decirle algo (sin machacarle, porque ya lo hace bastante él mismo), si uno se da cuenta y me ofrece una sugerencia para el camino, entonces entiendo cómo me acompaña el otro, qué ayuda supone para mí. Y no es que en casa hagamos Escuela de comunidad en el desayuno, sino que, simplemente a partir del camino que cada uno está haciendo, puede ofrecer a los demás una sugerencia, una experiencia, algo que le ha sucedido, que le ha

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impresionado, algo que ha dicho, algún verso del salmo que acabamos de recitar en Laudes, en definitiva, algo que ayude en el camino de la propia vida. Prosperi. La siguiente pregunta detalla bastante bien una cuestión que ha surgido con frecuencia. «Ha sido especialmente duro decidir reunirse después del verano. Durante las vacaciones juntos cada uno ha hecho con mucha libertad lo que quería y consideraba más apetecible para sí…». Carrón. ¿Lo veis? Cuesta reunirse después del verano. ¿Por qué? Si uno se para un poco y se pregunta: «¿Por qué?», debe responder: «¡Porque prevalecen otras cosas!». Prosperi. «Sin embargo, entre nosotros se planteaba la exigencia de comprender mejor qué significa ser de la Fraternidad y sostenernos concretamente en el camino de la fe. Si lo que vale realmente, porque regenera nuestra persona, es reconocer para uno mismo la gracia que de forma inesperada Dios concede a alguno de nosotros o a nuestro alrededor (como sucede también en los momentos de Escuela de comunidad), ¿por qué don Gius se ha mostrado tan “meticuloso” a la hora de detallar una forma específica para vivir los grupos de Fraternidad? ¿Por qué habla de “contenido del compromiso” y de “comunionalidad expresa”, hasta llegar a indicar “un responsable, un momento de oración, un momento de encuentro común y periódico, y un compromiso operativo preciso en función del objetivo común”? ¿Cómo podemos ayudarnos a seguir esta forma y a que madure en nosotros un método, sin transformarlo en un formalismo o en un moralismo?». Carrón. Porque don Giussani es un educador. Y nos ha dado indicaciones precisas, pocas pero precisas, porque la regla, por muy pequeña que sea, es algo que nos salva de nosotros mismos. Si no existiese esta precisión, este ser “meticuloso”, como dice, nos veríamos arrastrados por nuestros criterios, por nuestros gustos, por nuestros sentimientos, por nuestros estados de ánimo; no seríamos ayudados, salvados de nosotros mismos, porque muchas veces pensamos en la regla como en un fastidio, como algo pesado y no como algo que nos salva de nosotros mismos, que nos salva de ser una mina flotante. Si no la percibimos de este modo, acabaremos defendiéndonos de la regla, nos libraremos de ella cuanto antes, la abandonaremos con cua lquier excusa. Pero si uno no tiene necesidad de detenerse un instante, si no necesita un momento de memoria, si no se detiene en un momento concreto del día (o al final del día) para hacer silencio, si no se le ayuda con algo concreto, ¿qué es lo que sucede? Que la vida, con todos sus compromisos y sus cosas, arrastra de tal modo nuestra persona que terminamos estando a merced de la confusión. En medio de esta confusión no percibimos una novedad en la forma de vivir; pero, ¿de qué nos extrañamos, si no hemos traído a la memoria ni un solo pensamiento distinto durante todo el día? ¿Pensamos que las cosas nacen por arte de magia? Yo no sé cómo se puede vivir sin una regla, por la necesidad que tenemos de algo que nos salve constantemente de nuestra instintividad y de nuestra presunción, de nuestra distracción, de nuestro ir de mal en peor, como una mina flotante. Por tanto, sin esto terminamos siendo víctimas de

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nosotros mismos, basta con que uno se marche para ver cómo termina en un momento dado; al principio, nada más apagarse la calefacción, uno no se da cuenta, pero luego llega el frío, ¡vaya que si llega! Por eso digo que para dejar de ver la regla como un peso, para empezar a percibir la salvación de la regla, hace falta un cambio de mentalidad: menos mal que alguien me salva, menos mal que alguien me recuerda para qué estoy hecho, que alguien me lo dice por lo menos un instante… Por eso Giussani ha querido hacer algo que estuviera al alcance de todos: no ha establecido una medida imposible, sino mínima, ¡y sin embargo crucial! Pero esto depende mucho de la conciencia que tengamos de nuestra necesidad. Como cuando uno tiene una enfermedad: si no tiene síntomas especiales, puede pasar de las medicinas, pero cuando sufre por ella, no olvida tomarlas. ¿Y esto es porque es “meticuloso”, o por amor a la vida de cada uno de nosotros? Prosperi. «Ha surgido la necesidad de comprender cómo vivir adecuadamente la relación entre el individuo y el grupo. Hay una cierta falta de atención recíproca en lo cotidiano, y corremos el riesgo de vivir la Fraternidad como el lugar de los encuentros». Carrón. Este punto de la relación entre el individuo y el grupo será siempre una cuestión abierta porque nosotros, muchas veces, afirmamos uno en detrimento del otro: o afirmamos al individuo y pasamos del grupo, o descargamos en el grupo la responsabilidad del individuo. Pero ningún mecanismo ni regla ulterior que podamos darnos resuelve la cuestión. Recuerdo a una persona de mi Fraternidad, hace años: insistía en que teníamos que darnos una regla más rigurosa para facilitar las cosas, para ayudarnos, para sostenernos, etc., como si esto resolviese automáticamente el tema. Me acuerdo que le decía: «Mira, ¿qué otra cosa necesitamos tú y yo para vivir, además de todo lo que ya compartimos? ¿Qué necesidad tenemos de una regla más rigurosa para compartir todo lo que ya estamos viviendo? ¿Existe regla más rigurosa que esta? Y si existiese, pero no quisiéramos compartirla, ¿quién podría obligarnos a ello?». Como me decís en otras preguntas, ningún mecanismo resuelve el hecho de que uno no quiera compartir todo o comparta sólo ciertos momentos. El único modo es que poco a poco, al estar juntos, a través de la forma de vivir, creemos un clima tal de seriedad que el otro, cada uno, se sienta tan en su casa que pueda compartirlo todo, todo lo que quiera, según un ritmo y una modalidad que no podemos decidir con ningún tipo de gestión. Entonces, la cuestión es cómo vivimos cuando estamos juntos. Es elemental: si cuando estamos juntos hacemos ciertos juicios negativos y todos los oyen, cualquiera puede decir: «El día en que yo haga eso que están criticando, ¡también me juzgarán a mí!». Y entonces, ¿quién volverá a hablar? Nadie. No es que la gente deje de hablar de repente. Hablará si sabe que puede recibir no un “juicio” en el sentido aludido, sino un abrazo; no una connivencia, sino una misericordia, una capacidad de afecto que le permita vivir. Pero si esto no sucede en el grupo, no serán las reglas las que te hagan compartir lo que no quieres compartir. Pensad en vuestros hijos: cuando están completamente seguros de vuestro afecto, de vuestro amor, son ellos mismos; en cambio, si tienen que ganárselo, porque les machacáis si se equivocan, entonces están más en guardia. Por eso digo: no

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existe un mecanicismo en las relaciones entre nosotros, todo depende del hecho de que creceremos cada vez más en la medida en que creemos un lugar en donde cada uno pueda ser él mismo y pueda exponerse cada vez más a compartir lo que le interesa. En caso contrario, lo compartirá fuera, con otro grupo, buscará un lugar en donde pueda expresarse de verdad. Y entonces la compañía será esa, y no porque tengamos que entrar en los asuntos particulares que puedan ser más íntimos, sino porque la cuestión es cómo nos ayudamos en la forma de estar juntos, en la forma de hablar de las cosas normales de la vida, de los demás, etc., de modo que creemos un lugar en donde se pueda vivir todo juntos, en donde todo esté iluminado por la forma con que nos relacionamos entre nosotros. Prosperi. Esta pregunta refleja cómo el grupo de Fraternidad, que nace como una ayuda para hacer más familiar y cotidiana la experiencia de la Fraternidad entera, puede convertirse en el primer obstáculo a esa experiencia. «Te pido ayuda para juzgar el punto al que ha llegado para mí desde hace tiempo la vida de mi Fraternidad: se ha convertido sustancialmente en un gueto. Nuestros encuentros se han convertido en momentos tediosos en los que cada uno dice algo obligatoriamente bonito sobre su propia experiencia; todo es bonito. Pero la realidad es que en nuestro grupo hay situaciones desastrosas y de gran dificultad: matrimonios en crisis, hijos y situaciones personales muy difíciles, dudas de fe, pero de esto no habla nadie. Es mejor disimular como si todo fuera fenomenal. Como mucho hablas con otro en un bar. Por no hablar de las muchas contradicciones que por desgracia han surgido en los últimos años en la vida del movimiento. Parece que hace falta decir de qué lado estás, y se insinúan dudas peores incluso sobre nuestra autoridad y sobre la autoridad última. Pero cuando llegas a los cincuenta, no puedes seguir bromeando con la vida». ¡Tampoco antes! Carrón. Cada uno debe decidir, porque esto es consecuencia de lo que decíamos antes. La cuestión no es reprocharnos por no hablar, sino preguntarnos por qué las personas no tienen libertad para exponerse, para compartir las cosas de la vida. Pensamos siempre que depende de que no son lo bastante libres, valientes (añadid vosotros lo que queráis)… No es esta la cuestión, esto es sólo una consecuencia. El problema es que para poder contar algo, hace falta que se den ciertas condiciones. Si uno ve que los demás no le van a tomar en serio, que no va a ser suficientemente escuchado, no abre la boca. Y esto es lo más complicado de generar. Por eso, a través de la seriedad y de la verdad con la que estamos juntos estamos creando las condiciones para una cosa o para la otra (y no sólo cuando llegan los momentos de dificultad, porque este ambiente se genera constantemente). Con nuestros comentarios, con las situaciones, con los juicios, estamos generando constantemente un ambiente u otro. Y entonces cuando se llega a una cierta edad y ya no se puede bromear, ¿qué hacemos? Prosperi. «¿Cómo juzgas un grupo de Fraternidad de personas que viven en países distintos, por ejemplo en Europa, y que sólo consiguen verse como mucho dos veces al año? ¿Cómo entender correctamente la proximidad?».

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Carrón. La cuestión de la proximidad, ¿es sólo física o es personal? A veces podemos estar físicamente muy cercanos y no decirnos nada; por el contrario, podemos estar lejos y buscarnos. De nuevo, no es mecánico que por el hecho de estar cerca compartamos más, o por estar lejos no compartamos nada. Depende de la necesidad que tenga cada uno, porque cuando uno tiene una necesidad puede buscar a otro aunque esté en las antípodas. Es evidente que la proximidad física ayuda. Pero a veces uno hace un grupo de Fraternidad cuando termina el CLU, y luego la vida le lleva de acá para allá ya sea por el domicilio, por el trabajo, etc., y de este modo aquellos con los que, de hecho, comparte la vida son otros, porque ha cambiado el contexto. Pero esto es un grupo de Fraternidad “de facto”; si vas todos los días al parque con los niños y compartes la vida con esas personas, ¿con quién te estás jugando la vida? Este es tu grupo de Fraternidad. El problema es la Fraternidad con las personas con las que, de hecho, compartes la vida, con las que te confrontas, a las que preguntas. La cuestión de la proximidad, entonces, tiene que ver con aquellos con los que nos jugamos la vida, porque es la cuestión decisiva. Si además es posible una proximidad física, será más fácil, en cierto modo, echarse una mano, ayudarse unos a otros, pero esta cercanía física dependerá de las condiciones objetivas en las que cada uno se encuentra. Sin embargo, creo que la cuestión fundamental es la personal: en qué medida cada uno de nosotros desea verdaderamente buscar al otro para compartir las necesidades que tiene, las preguntas, las preocupaciones o lo que descubre en el camino que está haciendo. Y esto no depende de la distancia, mucho menos ahora que tenemos toda una serie de medios de comunicación que facilitan compartirlo todo: Skype, el teléfono, el correo electrónico… Una cantidad ilimitada de instrumentos para podernos sentir unidos en muchos momentos, aunque estemos en el otro lado del mundo. Prosperi. Me viene a la cabeza el testimonio de los que están en la otra punta del mundo. Para ellos muchas veces hace falta poco, hace falta muy poco, una esencialidad, para tener todo lo que necesitan para vivir su propia condición, mucho más que nosotros, que a lo mejor estamos juntos todos los días. Carrón. Cuando viajo por el mundo para visitar las distintas comunidades, descubro que ya han leído la última Escuela de comunidad o lo último que ha publicado Huellas, que citan las cosas de memoria, y me digo: «Estos, ¿están lejos o están más en el centro que aquellos que viven cerca de nosotros?». Porque ahora es así: en ningún momento como ahora hemos tenido la posibilidad de poner a disposición de todos, al alcance de todos, de forma simultánea, todo lo que sucede en cualquier punto de la vida del movimiento. Ahora la proximidad es tal que cualquiera puede acceder enseguida a todo lo que sucede. Entonces, dependerá del interés que tenga cada uno, de cómo trabaja los instrumentos que tenemos. Me parece que la proximidad está al alcance de todos, para poder vivir lo que se nos ha dado vivir. Prosperi. Leo juntas, a continuación, dos preguntas sobre la forma de participación en el grupo de Fraternidad.

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«¿Con qué criterio se invita a una persona a participar en esta compañía sin que se convierta en un peso o en un deber?». «En los últimos años se han sumado al grupo una decena de personas. Este fenómeno de petición de participación en el grupo no termina. Llegados a este punto, pido tu ayuda: ¿Cuál es el criterio para aceptar estas peticiones continuas y para seguir manteniendo la organización del grupo?». Carrón. En primer lugar tenemos un problema de sentido común, de realismo: es imposible compartir la vida con doscientas personas al mismo tiempo, con las dificultades que esto entraña, entre otras la de buscar un lugar para encontrarse. Creo que es fundamental un mínimo de razonabilidad en las cosas. Esto establece ya una indicación: ¿podemos ampliar el grupo así, sin criterio ni freno? Me parece que esto es ya un criterio. Hay que verificar que la apertura misionera no interfiera con lo que debe ser un grupo de Fraternidad, es decir, un lugar en el que cada uno tiene la confianza necesaria para poder exponerse; si en un momento dado hay demasiadas personas y uno no sabe cómo moverse, esto no es justo. Crear lugares en donde uno pueda encontrarse a gusto no es inmediato, lo sabemos muy bien. De ciertas cosas podemos hablar ante un estadio lleno, pero de otras no es posible, y en esto hay que ser razonables. Debemos ver cómo podemos crecer de forma razonable y que esto, al mismo tiempo, no impida lo que hemos ganado con el tiempo, es decir, un lugar en el que cada uno pueda hablar sobre sí mismo, pueda tener la confianza y la familiaridad suficientes para exponerse. En caso contrario, será difícil que el grupo alcance la finalidad para la que se ha constituido: una agregación libre para ayudarse a caminar al destino y para poderse contar las cosas, como decíamos antes. Porque, si no es así, dejaremos de hablar de lo que consideramos más personal o íntimo. Prosperi. Una pregunta sobre la posibilidad de cambiarse de grupo de Fraternidad, cuestión de la que hablaste en los Ejercicios de la Fraternidad hace dos o tres años. «En la vida del grupo de Fraternidad se da que hay personas a las que a veces les cuesta vivirlo bien, porque no encuentran en él respuesta a su necesidad de ayuda en el camino de la santidad. Y cuando se comunica este malestar, se produce una confusión entre la libertad de cambiar y elegir otro lugar o grupo (que sin embargo no está claro, pues si fuese así sería evidente y sencilla la decisión de cambiar), y la duda de que uno esté buscando el grupo “perfecto”. ¿Cuáles son los criterios a verificar a la hora de acompañar tanto a los que viven en primera persona este malestar como a todo el grupo, que se ve afectado por esta decisión y se siente interrogado sobre su propia vida?». Carrón. Lo primero que diría es que el grupo es una forma en la que se concreta la única Fraternidad. Todos pertenecemos a la Fraternidad. No es dogma de fe que yo deba permanecer en un cierto grupo de Fraternidad para el resto de mi vida. Y como la Fraternidad es una, cada uno debe verificar qué es lo que más le ayuda a vivir esta pertenencia. ¿Por qué no puede tener una persona la posibilidad de cambiar, por el motivo que sea, como decía antes – cambio de domicilio, una dificultad concreta, haber

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encontrado personas que le ayudan más en su camino –? Si yo tengo un amigo cuyo destino me interesa de verdad, y veo que hay ciertas relaciones que le ayudan, debería animarle a seguirlas. Porque esto no le hace perder la amistad conmigo, más aún, producirá un incremento de la amistad, aunque esto signifique que él siga ahora a los que más le ayudan. El problema es la seriedad con la que hacemos esto: si uno va en busca del grupo “perfecto” o se fía del primer impacto sentimental, y no hace el trabajo de verificar qué camino le ayuda más, entonces seguirá siendo un adolescente. Pero si uno percibe que ciertas relaciones, que pueden darse en la vida por motivos muy variados, suponen una ayuda en su camino, no veo por qué debamos permanecer en un grupo simplemente por una aparente fidelidad. La única fidelidad es la ayuda en el camino a la santidad. Esta es la única cuestión que debemos defender, y es el único motivo por el que estamos juntos, el único motivo por el que puede ser razonable cambiar de grupo, no porque me guste o me disguste, porque sea más o menos cómodo, porque me resulte más o menos simpático. El único motivo por el que merece la pena permanecer en un grupo es si me ayuda a vivir la santidad, es decir, si veo que me ayuda, y que no es una cuestión únicamente pasajera o de carácter, sino que es una ayuda real. Además, el Misterio puede hacerme cambiar de grupo para introducir una novedad en mi vida. Por ello me parece que todos debemos estar dispuestos a seguir. Esto no elimina ninguna relación, porque si una persona, al cambiar de grupo, vive más a fondo, esto será un bien también para las personas que se quedan en el grupo. A veces veo que el grupo puede llegar a ser como una trampa, porque es como si se dijese: «Si alguien se mueve, quiere decir que es infiel». Aquí el problema es la infidelidad a la santidad. ¡Ya está bien! La única infidelidad consiste en pararse, en no estar verdaderamente disponibles a seguir. Porque todos, cuando encontramos el movimiento, empezamos a seguirlo porque nos ayudaba más en nuestro camino. Yo tenía amigos antes de encontrar el movimiento, y uno podría decir que fui infiel a esa amistad precedente, ¡pero cuando empecé a seguir el movimiento lo hice porque me servía más! ¿Acaso sirve este criterio para todo, pero no para adherirse al movimiento? El criterio que siempre le hemos escuchado a don Giussani para la vida del movimiento es que Dios puede dar la gracia a uno para mover a los demás, para despertar al grupo y a todos los que participan en él. Y si el grupo no se mueve durante siglos, ¿debemos permanecer “fielmente” en él ahogándonos? ¡En absoluto! Aquí el único criterio es si el grupo de Fraternidad me ayuda a caminar a la santidad. Todo lo demás, si está por debajo de esto, es inútil. Por eso, si te cambias por una cuestión de gusto, al cabo de poco tiempo te encontrarás en la misma situación de antes; y si te sumas al grupo “perfecto”, como si fuese algo mecánico, sucederá lo mismo. La cuestión es el motivo por el que tomamos las decisiones, y no porque “debamos” o porque sea “útil”, sino porque es la modalidad para responder a lo que el Misterio nos está llamando a vivir, porque se nos da para esto. Prosperi. «Para los inscritos en la Fraternidad, ¿cuál es el valor, el sentido del retiro en el que se retoma el texto de los Ejercicios, que se ha retomado también en la Escuela de comunidad?».

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Carrón. El sentido del retiro lo explica don Giussani con claridad: la Fraternidad nos reclama a la importancia que la Iglesia ha atribuido siempre a los tiempos litúrgicos, porque la liturgia, con sus ritmos, nos invita a ir al fondo de la experiencia cristiana. Por ello, la Fraternidad propone dos momentos de retiro durante el Adviento y la Cuaresma, que junto con los Ejercicios son el modo con el que la Fraternidad acompaña con un gesto comunional no tanto al grupo, sino a la persona, a cada uno de nosotros. En estos retiros, como hemos hecho siempre desde que soy consciente de mi pertenencia al movimiento, se retoman siempre, como contenido, los Ejercicios de la Fraternidad. ¿Por qué? Porque es evidente que en el fin de semana de los Ejercicios es difícil poder trabajar de forma exhaustiva, familiarizarnos con todo el contenido de la propuesta; entonces nos damos todo el tiempo para hacerlo, y retomamos su contenido durante los retiros de Adviento y Cuaresma, actualizándolo según lo que sucede en los meses siguientes en la vida del movimiento y en la vida social, cultural y eclesial. Punto. No tenemos nada más que añadir a esto, porque de este modo queda clara la razón. Yo comprendo que para cualquiera que esté acostumbrado a otro tipo de retiros, a otro tipo de Ejercicios, con bastante menos gente, una concentración como la que realizamos en un fin de semana en Rímini sea algo sorprendente. La razón es que nosotros hacemos este gesto anual justamente porque no podemos hacer otros encuentros de este calibre en un fin de semana, y sin embargo nos damos una propuesta de trabajo para todo el año, para la vida de la Fraternidad de todo el año. De este modo damos tiempo para trabajar sobre la propuesta de los Ejercicios, volviendo a ellos en los momentos de retiro para volver a lanzar, actualizándola, la misma propuesta. Sin esto sería inútil toda la mole de contenido que proponemos durante los Ejercicios de la Fraternidad, si no se hiciese con la finalidad de retomarlo a lo largo del año y en los retiros de Adviento y Cuaresma. Prosperi. Desde este punto de vista, la forma que se sugiere es importante, porque precisamente la forma del gesto es paradigmática de todo lo que estamos diciendo ahora. El retiro no debe encomendarse sin más al sacerdote que lo guía, sino que debe ser compartido con él, debe prepararse juntos, porque es la modalidad a través de la cual la vida de la Fraternidad se verifica a lo largo del tiempo litúrgico, siguiendo la propuesta que se ha hecho en los Ejercicios. Y entonces se da la charla, hay un momento de silencio y una breve asamblea en la que plantear preguntas o contar experiencias relacionadas con la propuesta que se ha hecho (y que sigue el guion que se ha preparado centralmente), para terminar con la Misa. Esta modalidad es la que, con el tiempo, se ha visto más adecuada para ayudar a retomar el contenido de los Ejercicios. «¿Cuál es la función del prior, qué papel tiene en el grupo de Fraternidad?». Carrón. Como siempre hemos dicho, la función del prior es mínima, no hace falta llenarla de no sé qué tipo de halo especial, no es una especie de “abad”, sino, como siempre hemos dicho, se trata casi de un secretario que se encarga un poco del orden en los momentos de encuentro, del gesto, sin tener que asignarle una función educativa o de otro tipo. Sencillamente, hace falta alguien que lleve a cabo una función de servicio a

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la vida normal del grupo, y esta es la finalidad fundamental del prior. Desde este punto de vista, puede ser útil cambiar, como sucede, por ejemplo, en las casas del Grupo adulto, en donde don Giussani quiso que el prior tuviese un papel bastante light, en un cierto modo soft. Y esto ha favorecido también los cambios, que hemos hecho ya en los últimos años, porque algunos a veces se petrifican, y cambiar de vez en cuando hace bien a todos. Por eso es útil que se pueda cambiar en este punto, sin automatismo alguno, con sencillez: una vez hace uno de prior, otra vez lo hace otro, tranquilamente, sin problemas, ayudándose obviamente, porque uno puede introducir algo que facilita o que cambia sin demasiada insistencia, justamente, sin inflar demasiado la figura del prior, que además es un cargo que puede resultar pesado para quien lo ejerce, puede verse cargado con un peso, con una responsabilidad que, en vez de facilitar, hace que sea más pesado. Todos estamos en el grupo de Fraternidad para vivir lo que vivimos, y cada uno ofrece su contribución, en primer lugar, a través de la experiencia que hace, y no porque deba tener no sé qué tipo de responsabilidad añadida – por la función que tiene –. Nuestra única responsabilidad es aquella con la que vivimos la vida. Y esta nadie te la puede quitar, ya sea el prior o el último que ha llegado. Prosperi. Creo que esto, si me lo permitís, aclara bien cuál es la función del prior que, vaciada de cualquier personalismo, es la de hacer actuales y presentes las indicaciones de la guía de la Fraternidad, de la Diaconía central, de modo que puedan llegar a todos, sin sustituirlas por la propia “personalidad” o el propio sentimiento de las cosas. Por tanto, desde este punto de vista, hace falta una gran libertad. En el grupo de Fraternidad es autoridad el primero que vive y testimonia la finalidad para la que existe la Fraternidad. Punto. Carrón. Esta es la verdadera autoridad. Y esto no depende de la función, sino de la vida. Prosperi. «De igual modo, ¿cuál es la tarea del visitor dentro del grupo de Fraternidad? ¿Cómo puede asegurarse el vínculo entre el visitor y la persona que guía la Fraternidad (Diaconía de la Fraternidad, Responsable local de la Fraternidad), de modo que el visitor contribuya a subrayar y sostener las preocupaciones educativas y las indicaciones de quien guía la Fraternidad, y no las suyas propias?». Carrón. Creo que ya hemos respondido a esto. Siempre escuché a don Giussani decir esto acerca de la función del visitor en el Grupo adulto o en el movimiento, y yo mismo lo he repetido en distintas ocasiones: «¿Cuál es mi función como visitor?». «Tú llegas ahí donde yo no puedo llegar», decía cuando se lo preguntaban. «Como yo no puedo llegar hasta allí, vas tú». Punto. La función del visitor no es otra que llevar, con su presencia, mi misma presencia allí donde me es imposible llegar, dada la cantidad de gente que somos y los muchos lugares del mundo en donde estamos presentes. Prosperi. Perdona, entonces esto quiere decir que el visitor, o es indicado por quien guía, o es, al menos, verificado con la persona que guía.

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Carrón. En efecto, sería lo normal, en primer lugar para que el visitor mismo y las personas a las que visita estén seguras de que es una ayuda en este sentido, porque esta es la finalidad, pues si no fuese así, ¿qué necesidad habría de un visitor? Esta es la primera función del visitor. Desde este punto de vista, don Giussani era tan libre que esto no pertenece – digámoslo así – a la “estructura” del Grupo adulto (por decirlo con claridad aplicado a algo tan querido para nosotros como el Grupo adulto), como por el contrario sí pertenecen a esa estructura de la guía el “capo casa” o el “directivo”; el visitor no. El visitor es una figura que quiere ser, según lo que nos ha dicho don Giussani, como el ofrecimiento de una amistad, de una relación, de una modalidad para hacer llegar la mirada de la guía, el abrazo que no puede llevar quien tiene la responsabilidad de la guía. Punto. Desde este punto de vista, pensad con qué sentimiento, con qué conciencia debe ir un visitor a visitar un grupo de Fraternidad. Si no es para esto, ¿para qué sirve? Por otro lado, justamente porque la persona que se elige como visitor, como decía Davide, tiene esta impronta, esta seguridad de ser enviada, puede ser una persona que ayude, llegando desde fuera, que ayude al grupo de Fraternidad a abrir la mirada a toda la Fraternidad porque a veces, sin darnos cuenta, al estar juntos, nos cerramos, y no porque uno desee cerrarse. Pero un visitor que viene de fuera y se planta en nuestro “patio” puede ser una ayuda para abrirnos a la única Fraternidad. Por esto nos conviene a todos, porque si cada grupo de Fraternidad no recibe el aire fresco de toda la vida de la Fraternidad, será cada vez más sofocante. En cambio, cuando un grupo de Fraternidad puede compartir toda la riqueza de lo que el Misterio genera entre nosotros, entonces es mejor para todos. Por eso creo que puede ser una ayuda que haya alguien que venga al grupo y pueda tener una mirada que haga más fácil, a través de una indicación, abrirnos, hacernos conscientes de que hace falta tener en cuenta esto o lo otro, porque muchas veces podemos decaer y terminar subrayando unas cosas en detrimento de otras. Esto no quiere decir que cada grupo deba necesariamente tener un visitor (tampoco aquí debe hacerse de forma mecánica), sino que cada grupo debe – esto sí – decidir si la presencia de un visitor puede ser de ayuda para el camino que está haciendo en ese momento. Prosperi. Estas son algunas de las cuestiones que se han planteado y que hemos querido empezar a afrontar, para que, a partir de todo lo que ha surgido esta noche, al retomarlo, puedan surgir ulteriores aclaraciones. Desde este punto de vista, os invito a seguir mandando vuestras contribuciones, especialmente como preparación a los Ejercicios de la Fraternidad, porque esto ayudará a Julián a tener en cuenta la vida concreta, la experiencia concreta de la Fraternidad, en la propuesta que hará en el momento educativo central de toda la Fraternidad. Doy ahora algunas indicaciones operativas. 1) Elección del sacerdote del retiro. Cuando alguien debe elegir por primera vez el sacerdote del retiro o quiere cambiarlo, es suficiente con que entre en la web de la

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Fraternidad y allí elija entre los que se proponen, y luego avise al secretario de ese retiro. En la diócesis de Milán hay otros sacerdotes disponibles para dar retiros, además de los que lo han hecho hasta ahora. La única condición para que un sacerdote dé un retiro y sea invitado por un grupo es que sea aprobado por el presidente de la Fraternidad, porque en el momento del retiro el sacerdote habla en nombre de quien guía la Fraternidad. Carrón. Por ejemplo, hay personas que a veces preguntan por los grupos de retiro – uno de los gestos más frecuentados, a veces son muchos –: «¿Habría otros sacerdotes disponibles?». Los hay, basta con ir a la web de la Fraternidad, elegir alguno de los que están disponibles, de modo que se puedan hacer otros retiros. Prosperi. 2) Un grupo de Fraternidad que quiere una ayuda externa al grupo (un visitor), después de haber identificado a la persona, pregunta al responsable diocesano, a través de la secretaría de la diócesis, si es oportuno, si la persona es adecuada, precisamente por el valor central que tiene, por lo que acaba de decir Julián. Carrón. A veces se nos plantean cuestiones o preguntas, y nosotros las podemos afrontar juntos para ofreceros una ayuda, sencillamente por esto. Prosperi. 3) Si nace un nuevo grupo de Fraternidad, el prior debe comunicarlo al secretario del grupo de retiro en el que se quiere participar, de modo que puedan llegarle al nuevo grupo las comunicaciones que afectan a los retiros, a la inscripción a los Ejercicios, etc. Carrón. Esto es importante, porque si no se comunica, dejan de llegar al grupo las indicaciones de la Fraternidad. Prosperi. 4) Para problemas que nazcan dentro del grupo y que necesiten de ayuda, el punto de referencia es el responsable diocesano y las personas que él elija para ayudar a este grupo. 5) Un instrumento útil, nacido en estos últimos años, que nos acompaña en el camino personal y que tal vez haya que considerar con mayor atención, es la ocasión que se nos ofrece con el trabajo de Escuela de comunidad que mensualmente propone Carrón, siempre en la óptica de lo que decíamos antes. 6) Como habéis podido escuchar durante la Escuela de comunidad de Julián y en los retiros, ha cambiado la forma de inscripción a la Fraternidad, porque nos hemos dado cuenta de que es importante que el inicio sea lo más consciente posible, porque es ahí donde empieza todo. A la petición de inscripción, Carrón responde con una carta que invita a reflexionar bien sobre la petición misma que se hace e invita a leer, antes de decidir, algunos documentos, en particular: lo que dijo don Giussani sobre la Fraternidad en la primera Diaconía, algunas precisiones de Carrón realizadas en los Ejercicios de la Fraternidad en estos años y el estatuto. Al final pide que la persona indique su compromiso con el fondo común y la elección de un sacerdote de retiro entre

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los que se proponen. Si la persona confirma estos datos, la solicitud, verificada con los responsables, se lleva a la Diaconía de la Fraternidad para su aceptación. Todas estas indicaciones son para una ayuda puntual para vivir la Fraternidad según su finalidad. Carrón. Son otro intento irónico para ayudarnos a que el paso inicial de la inscripción a la Fraternidad no sea formal; porque nos ayudan a crecer como personas, no para aumentar el número de los inscritos. Y para que se dé una personalización mayor no es suficiente con la inscripción formal, porque luego vemos que esto no basta para vivir. También esto, repito, es un intento de responder a ciertas cuestiones que afectan a aquellos que llegan por primera vez, para ayudarles a tomar conciencia de lo que implica tal decisión. Prosperi. 7) Es importante comunicar a todos que es necesario añadir el propio código fiscal a los datos que ya figuran de cada uno en la web de la Fraternidad, ya que esto será necesario para el reconocimiento del pago de la cuota de inscripción a los Ejercicios. Con este motivo, sería aconsejable que todos revisaran el funcionamiento de su clave de acceso. 8) Muchas personas nos piden poder ver el elenco de fechas y lugares de los retiros de la diócesis de Milán para poder elegir en cuál participar. Si lo pensáis bien, os daréis cuenta de por qué no queremos hacer público este elenco. Ante todo, porque el sacerdote que prepara y predica el retiro lo hace también teniendo en la cabeza los grupos y las personas que hacen referencia a él (por cuanto se ha dicho antes). Además, los lugares para los retiros se eligen en función del número previsto de participantes. He tenido experiencia directa de esto: en el último retiro de Adviento, se sumaron en el último momento a un cierto retiro cientos de personas sin avisar, y esto provocó un gran malestar en todos los participantes. Carrón. Si a un local elegido para aquellos que van normalmente a ese retiro acude el doble de personas, no hay sitio para todos, y entonces la gente protesta. Es necesario dar una indicación clara: si la gente quiere ir a un cierto retiro, debe comunicarlo con antelación, de modo que se puedan organizar las cosas, pues en caso contrario surgen un montón de dificultades. Por eso no queremos hacer público el elenco porque…. «No, yo no voy a este, voy a aquel otro», y luego pasa, como contaba Davide, que llegan doscientas personas más cuando el lugar previsto estaba justo para las personas con las que se contaba, y entonces hay doscientas personas que tienen que estar de pie, y entonces la gente se enfada. Ayudémonos en esto para evitar disgustos inútiles. Prosperi. 9) Este año, los Ejercicios de la Fraternidad tendrán lugar antes de Pascua, porque después acudiremos dos veces seguidas a Roma: primero para la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II el 27 de abril, y luego el 10 de mayo para la jornada de las escuelas libres con el Papa. Por este motivo, este año no habrá retiro de Cuaresma. Carrón. El retiro de Cuaresma serán los Ejercicios de la Fraternidad.

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Prosperi. 10) Una recomendación con respecto a los secretarios. Es importante que las personas que se ofrecen para hacer la secretaría de los retiros y de los grupos, por una parte, lo vivan como acto de gran caridad hacia nuestra compañía y, por otra, sean adecuados para desarrollar tal servicio.