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Page 1: ArtíCulos Atrasados

LIBERTAD VIGILADA La reciente decisión de colocar cámaras de videovigilancia en un Instituto de la comunidad valenciana ha provocado cierta indignación entre los estudiantes y muchos padres que no acaban de entender bien cómo puede sacrificarse el derecho inviolable a la intimidad que posee cada persona (sea o no

menor de edad) en aras de un control disciplinario rayano en lo arbitrario. Comprendo la necesidad de que tal control exista, sobre todo para aquellos sujetos que no respetan los derechos de los demás, empezando por las normas que la propia comunidad escolar se ha impuesto a sí misma como fundamento y ejercicio de convivencia. Pero no comprendo de ninguna manera que para la consecución de tan evidente y eminente objetivo haga falta coartar la libertad de los que sí acatan y respetan el reglamento. Una vez más, pagarían justos por pecadores, y eso no es justo, a todas luces. En todo caso, lo más grave del asunto no es tanto, a mi juicio, la intromisión en la libertad individual, sino sobre todo el hecho de que una institución educativa recurra a procedimientos más punitivos que pedagógicos, más intimidatorios que persuasivos o convincentes. De hecho, es posible que, a la postre, burlar el sistema de vigilancia constituya todo un reto entre los estudiantes, una heroicidad no exenta de un potente estímulo, un pulso más a la autoridad cargado -en este caso- de razón. ¿No sería más provechoso fomentar las buenas prácticas (solidaridad, comunicación, capacidad de escucha...), los valores humanos y democráticos y la responsabilidad como factor inherente a la adultez? Y todo ello, con recursos más imaginativos, más creativos, más cooperativos, más educativos en definitiva, es decir, más propios de enseñantes, de educadores, de pedagogos que de guardianes de la ley y del orden. Claro, no me extraña, empero, que una comunidad como la valenciana, que se mofa de una asignatura tan trascendental como Educación para la ciudadanía obligando a impartirla en inglés, para que no se entere nadie de sus verdaderos principios -que no son otros que los fundamentales de toda sociedad democrática-, proponga la tecnología carcelaria -fría, implacable, impersonal, inmediata- como sustituta de la ética ciudadana -crítica, libre, personalizada y de efectos más retardados pero más sólidos, profundos y duraderos.

Paco Ayala Florenciano

Page 2: ArtíCulos Atrasados

Huelga de estudiantes

Estoy buscando por todos los periódicos y no encuentro referencia alguna a la huelga de estudiantes convocada para hoy. Y el caso es que sí la está habiendo y que al menos entre el alumnado de 3º y 4º de E.S.O. y de Bachillerato está teniendo una amplio seguimiento. Ayer tampoco se hizo referencia a dicha convocatoria en los medios de comunicación, al menos en los que yo suelo recalar. Puede, eso sí, que mañana hagan mención de ella, supongo que si no contraviene los intereses del poder. No creo que la mayoría de los que hoy secundan la huelga sepan a ciencia cierta las causas oficiales que la han provocado. Pregunté en clase y algunos profirieron vaguedades acerca de la nueva Selectividad que prepara el gobierno y que no les satisface, o sobre el nuevo marco europeo al que deberá ajustarse el diseño de las carreras universitarias, que tampoco es de su agrado... Pero no conocían exactamente los pormenores de tales proyectos de leyes de los que parece ser que abominan. En fin, lo que me temía: falta de información directa y de interés real por conocer y asumir las causas de una decisión tan trascendente -hoy no, pero el día de mañana sí- como la de ir a una huelga. No obstante, en todo este desconcierto, vislumbro un factor muy positivo que voy a tratar de esclarecer: me parece bien, así de entrada, que los jóvenes se pongan de acuerdo, debatan (aunque sea mínimamente) sobre cuestiones que sí saben que les atañen y tengan iniciativa (aunque venga algo teledirigida por las consignas del Sindicato de Estudiantes). Cuando se es joven (y yo diría que en todas las edades) es bueno y saludable oponerse, rebelarse contra el sistema, manifestar el descontento general (y existencial), aunque se utilicen, en este caso, las leyes educativas como excusa para protestar por tanto desaguisado social, político, económico, cultural (incultural, más bien, válgame el neologismo) que afecta, y muy especialmente, a los jóvenes. Es bueno, además, verse en la tesitura de tener que dar explicaciones y razones a propios y extraños que respalden la opción por la huelga. Fomenta el espíritu crítico (y autocrítico), la capacidad de argumentación y cimenta la propia libertad individual sobre el pilar de la responsabilidad. ¿Habrá algo más educativo que todo esto? Ahora sólo falta que la sociedad -dirigentes, educadores, padres...- recoja el guante lanzado por esta juventud del tercer milenio y dé suficiente respuesta a sus anhelos, a sus proyectos, a sus necesidades. ¡Así sea!

Paco Ayala Florenciano

Page 3: ArtíCulos Atrasados

LA LENGUA VIVA

A punto ya de culminar los exámenes correspondientes a la 1ª evaluación del curso, se me ocurren ciertas reflexiones acerca de lo que enseñamos en las aulas y de lo que se examinan nuestros estudiantes. Cuando yo estudiaba la cosa estaba muy clara: un profesor (casi no había profesoras en el Bachillerato, ahora la Secundaria) explicaba un tema en clase que ya estaba explicado en el libro de texto o bien, si el profesor así lo decidía, lo dictaba para que lo copiáramos en nuestra libreta. Al día siguiente, era muy probable que el mismo profesor te sacara a la palestra (a la pizarra, a la tarima...) para preguntarte dicho tema de memoria y ¡ay de ti si no te lo sabías punto por punto! No importaba tanto tu entendimiento acerca de él cuanto tu capacidad retentiva para recitarlo al pie de la letra. Por supuesto, este ejercicio memorístico se aplicaba también a los exámenes escritos, que es donde realmente cobraban valor definitivo e irrevocable las calificaciones. Luego llegó la reforma (la primera de una serie interminable) y me pilló a mí de profesor. Y yo -ingenuo de mí- ya creía que con ella se daba por finiquitado el antiguo régimen educativo y se daba paso -al fin- a lo que consideraba los auténticos valores pedagógicos: la imaginación, la creatividad, el aprendizaje constructivo... Y así fue durante un corto periodo de experimentación. Pero, como suele ocurrir en esta España de arranque de caballo y parada de buey, todo fue agua de borrajas y lo que parecía el comienzo de una nueva era verdaderamente revolucionaria en metodología didáctica, en enseñanza útil, comprensiva y moderna, acabó por convertirse en una contrarreforma retrógrada, papel mojado. Mi gozo en un pozo, como suele decirse. Y si no, no tenéis más que revisar los actuales currículos de la ESO y del Bachillerato, o los libros de texto y los materiales que normalmente usamos para impartir nuestras clases, que siguen siendo sustancialmente tiza, borrador y pizarra. Los cacareados ordenadores se usan muchas veces -salvo honrosas excepciones- para tener entretenido al personal y ocupar horas lectivas terminales que, de otra manera, nos resultarían un tanto pesadas y conflictivas. El uso de las nuevas tecnologías en la enseñanza ofrece al alumnado motivación y aprendizaje rápido, ameno e intuitivo (el clásico docere delectando) y descarga al profesor de la pesada cruz de la clase magistral, pero todavía está lejos de ser una realidad cotidiana, eficiente y segura en la vida académica; así que, ante el miedo a la falibilidad técnica, además del cuantioso trabajo añadido que conlleva fuera de la jornada laboral, la mayor parte del profesorado opta por regresar al sistema tradicional del libro de texto o la fotocopia a lo sumo. Nuevamente el miedo a lo desconocido, el miedo a la libertad. No sólo del colectivo docente, sino -y ahí me duele aún más- de la propia Administración que prefiere -para evitar problemas y mantenerse en el poder- lo malo conocido a lo bueno por conocer. Y mientras tanto, nuestros jóvenes estudiantes, ávidos de aprender (aunque prefiramos no creerlo para justificar nuestra inercia acomodaticia), de descubrir, de experimentar, de sentirse útiles y protagonistas de su propio proceso discente, siguen esperando con paciente aburrimiento que alguien, algún día, en algún lugar, abra una ventana de aire fresco a la vida que vive afuera, libre de las ataduras claustrofóbicas del currículo oficial. Termino con una cita genial de Juan de Mairena, el alter ego de Antonio Machado: ...Procurad, sobre todo, que se no se os muera la lengua viva, que es el gran peligro de las aulas. Paco Ayala Florenciano

Page 4: ArtíCulos Atrasados

Blanca memoria

Antes de esta Navidad hubo otras navidades, algunas que ya empiezan a perderse en el piélago del olvido y otras más recientes que van acumulándose en la memoria algo cansada ya de soportar el peso del pasado. Pero hoy, puesto ya el pie en el estribo para salir galopando hacia otras tierras lejanas donde viven los recuerdos, resucitan imágenes, antiguas fotografías desvaídas…: los preparativos de la Nochebuena en mi casa familiar (tortas de anís, mantecados, cordiales…), la pandilla de amigos y de amigas (guateques, amoríos platónicos, ronda de villancicos por las calles, pandereta en ristre y guitarra en cabestrillo), el coro parroquial cantando en la misa del gallo (nos atrevíamos a tocar con guitarra eléctrica y batería, a pesar de las protestas de nuestro párroco preconciliar), la complicada y excitante preparación de la Nochevieja (buscar el local, comprar el avituallamiento, seleccionar la música –muy importante, sobre todo la de bailar “agarrao”-, adecuar la iluminación –zonas de luz para danzar, zonas de sombra para intimar-, elaborar la lista de invitados y de invitadas…), y, por fin, la mágica noche de Reyes, la noche por excelencia para soñar y esperar con ansiedad los regalos (nunca llegué a sorprender a los “reyes”, aunque creí escuchar sus “caballos”). ¡Qué nervios, qué sorpresa, qué maravilla descubrir en la penumbra los juguetes, sobre todo los que uno no recordaba haber pedido en su “carta” a los magos de Oriente! No conozco bien el imaginario de los jóvenes de ahora, la fantasía que nutre sus ilusiones. Ayer escuchaba en la radio que pasarán gran parte de la Navidad enganchados al ordenador o a la play station (“mucho ratón y poco turrón”, decía la locutora), relacionándose virtualmente con su “pandilla” por el Messenger. Mientras escribo estas líneas aprovechando una guardia con alumnos de 2º de ESO, como ya no tienen nada que estudiar, les dejo en libertad para que se entretengan y ¿qué se les ocurre? Pues nada más y nada menos que fabricar unos proyectiles de papel y arrojárselos con auténtica fruición, con verdadero azogue de adolescentes que aún no han despegado de la infancia. ¡Pero hay que ver cómo se lo pasan, cómo se divierten! Enfebrecidos en su juego no reparan en mis tímidas amonestaciones para que no armen demasiado escándalo. Me gusta verlos jugar con estos humildes y toscos artefactos elaborados con sus propias manos y emanados de su todavía fértil imaginación. En el fondo, somos los mismos niños, los mismos jóvenes de antaño, ahora vestidos de otra manera (no tan diferente, a decir verdad), dotados de otra jerga (código de distinción, como hacíamos nosotros para distanciarnos de nuestros mayores), avezados en las nuevas tecnologías, pero con las mismas ansias, el mismo ardor, los mismos estímulos. ¡Ah, la blanca memoria que algún día retornará a la blanca orilla de donde zarpará otra vez la nave! Y el mismo deseo, unánime, universal, inmutable: ¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!

Paco Ayala Florenciano

Page 5: ArtíCulos Atrasados

QUO VADIS? Leo en la sección de Sociedad del diario El País de hoy que “la radiación diaria de los móviles no es peligrosa”. Luego, en los párrafos de cola de la noticia, matizan que al menos no lo es en este momento, pero que a largo plazo no están probados aún científicamente sus efectos secundarios. Total, como para no alarmarse, pues en el contexto de absoluto presentismo (permitidme este término aún no catalogado por nuestros académicos para denominar el afán indolente, irresponsable y temerario por vivir el exclusivo momento sin calcular las consecuencias de nuestros actos) al que nuestra sociedad está abocada, poco importan tales efectos si la dicha presente, si el placer inmediato anulan cualquier otra capacidad de discernimiento. Vivimos cada día al borde del abismo sin prestarle atención, sin tomar las debidas precauciones, como auténticos inconscientes ávidos de agotar cada segundo, de exprimir cada instante sin otro horizonte que el puro consumo de lo que se nos ofrece sin control, sin sustento, sin contraste. Sociedad de encefalograma plano y estómago voraz... Quo vadis? Pero lo que más me preocupa no es la radiación magnética de los móviles sino el uso claramente adictivo que hacemos cotidianamente de ellos. Tú mismo, lector que azarosamente has clicado en este blog, ¿acaso no dispones de uno de estos artefactos de última generación? Yo, desde luego, poseo uno; y cada uno de los componentes de mi familia dispone de uno particular. Naturalmente, argüimos en nuestra defensa que sólo es por cuestión de seguridad, de protección, de localización urgente. No digo que no sea cierto, pero no es menos cierto también que cada vez más nos comunicamos sólo por esta vía, que obviamos el encuentro vis a vis, la cita presencial, la conversación directa y oral y la sustituimos por el mensaje corto (sin pasarse, no vaya a ser que nos cobren por dos), la pitada de aviso, o la conferencia enlatada y electroacústica. Me recuerda todo esto la última película que he visto en el Festival Internacional de Cine de Gijón, “Adoration”, del canadiense Atom Egoyan, en la que un adolescente se pasa todo el tiempo hablando por chat con sus amigos; no sale nunca de casa (excepto para ir al Instituto), encerrado en su cuarto y pegado a la pantalla de su ordenador “hablando” y “escuchando” por multisesión en internet. Y mientras tanto la sociedad de la incomunicación va hacia la deriva (¡líbreme dios de lo que librarme no sé!, como diría un personaje cervantino), unos obispos obsoletos se empecinan en seguir metiendo cizaña con el dichoso crucifijo que todavía campa anacrónicamente por sus respetos en muchas aulas de los centros públicos, laicos y aconfesionales. Más nos valía a todos -y a los del crucifijo los primeros; que tomen ejemplo del apóstol Pablo- hacer un alto en el camino y escuchar la voz de nuestra propia conciencia crítica que no cesa de clamar: Quo vadis?

Paco Ayala Florenciano

Page 6: ArtíCulos Atrasados

VIOLENCIALes pregunto a mis alumnos qué tema de rabiosa actualidad les

interesa para escribir sobre él. Me responden que la violencia policial y callejera cuyo epicentro se ha situado esta vez en Atenas con alguna réplica en la capital de España. Ellos, por lo que me dicen, están indignados por la muerte –para unos accidental; para otros provocada- de un joven griego de 15 años a causa del disparo de un policía que –según su versión- se vio obligado a hacer uso de su arma reglamentaria al verse acosado por un grupo de encapuchados. El resto de la historia ya es sobradamente conocido a través de los medios de comunicación: manifestaciones, disturbios, bombas incendiarias y piedras contra edificios oficiales, bancos y comercios… Un panorama desolador y preocupante, suma y sigue de la crisis que azota la economía mundial.

¿Está justificada la violencia en casos como éste? ¿El fin justifica los medios?

Ahí queda la pregunta, que si he de responderla yo, lo haría en los siguientes términos: la violencia es el último camino que hay que tomar siempre, y sólo cuando se trata de legítima defensa. Antes, mucho antes y en todo caso hay que recurrir al diálogo, a la manifestación reflexiva, sosegada y serena de la palabra. Palabra verdadera y contundente si es preciso, pero palabra al fin y al cabo que respeta, escucha y argumenta. Ya lo decía el poeta Gabriel Celaya: la poesía es un arma cargada de futuro / poesía necesaria, como el pan de cada día… No hace falta destrozar mobiliario urbano (que pagamos entre todos los contribuyentes), romper escaparates e incendiar comercios (más leña al fuego de la alicaída empresa) ni enfrentarse con las fuerzas del orden para hacer valer nuestros derechos, para hacer oír nuestra voz, para elevar nuestras protestas por lo que consideramos injusto. Antes, mucho antes, hay un espacioso camino –en el que todos cabemos- para la negociación, para el encuentro, para la paz y la concordia. Y no es palabra vana, no es utopía evanescente. Es palabra consagrada por las constituciones de todos los países democráticos. Lo más fácil y lo más insensato es echarse a la calle y emprenderla a golpes contra todo lo que se mueve (y más aún contra lo inerte), para descargar nuestra ira, la represión acumulada como en una olla a presión y nunca convenientemente canalizada. Obviando así el mejor de los recursos posibles, el más elemental, al alcance de todos y a la medida de todo ser humano: la palabra, el discurso constructivo y armónico de la razón que lo ilumina.

Paco Ayala Florenciano

Page 7: ArtíCulos Atrasados

DIOS NO EXISTE.¿Cómo no se atreven a afirmarlo rotundamente los creadores del

anuncio que empezó causando sensación en Londres y ha logrado causar conmoción en Barcelona? Lo del eslogan "Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta la vida" me parece algo tibio, todavía atemorizado por la ira divina o temeroso de la furia vaticana. ¿Tanto poder, dios mío, tiene todavía la Iglesia en el tercer milenio? La respuesta publicitaria de los E-cristianos (una secta evangélica) ha sido más rotunda: “Dios sí existe”, sin titubeos, con auténtica convicción. Ahí está el problema: seguimos mareando la perdiz y reprimidos por un miedo irracional similar al miedo al infierno. Pero, en fin, me dicen unos compañeros más jóvenes (yo sólo tuve la opción de francés en los Institutos de Franco) que la expresión “probablemente” tiene un sentido irónico en inglés. Menos mal.

Con todo el respeto por los creyentes, la idea de que Dios existe no se sostiene a la luz evidente de la razón. Sólo la fe regida por el sentimiento de angustia existencial, la necesidad de trascendencia o el puro placer uterino de saberse acogido y protegido por un Ser Superior, por un Ente Sobrenatural, puede justificar la supervivencia milenaria de una religión como la cristiana. El miedo a lo desconocido, a la muerte, al abismo de la nada de la que venimos y en la que termina inexorablemente la breve vida humana está fuertemente arraigado en el inconsciente colectivo y origina que muchos seres humanos –legítimamente, eso sí, el miedo es libre- se agarren al clavo ardiendo de la salvación ultraterrena. Allá ellos, en su derecho están de esperar lo que no es esperable ni mucho menos probable, pero a lo que no tienen derecho es a tratar de imponer sus creencias al resto de la sociedad laica y aconfesional, ni siquiera a exigir un trato de favor privilegiado como en los funestos tiempos del nacional-catolicismo.

De todas maneras, estoy completamente de acuerdo con esta iniciativa de la Asociación Humanista Británica, una organización sin ánimo de lucro que defiende "un mundo sin privilegios ni discriminaciones religiosas, en el que la gente sea libre de vivir vidas buenas basadas en la razón, la experiencia y valores humanos compartidos", una iniciativa que “probablemente” (espero que con toda seguridad) será el comienzo de una nueva era más libre (sin catecismos), más humana (menos divina) y preparada para disfrutar plenamente de los dones de esta vida del aquí y del ahora, la única vida real, la única vida que merece vivirse. Lo demás es ficción, imaginación, arrebato místico, ilusión, de lo que también se vive, indudablemente, siempre que no vuelva contra uno mismo y acabe convirtiendo este paraíso terrenal en un valle de lágrimas.

Paco Ayala Florenciano

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EL ESPÍRITU DEL ATEO No me parece de recibo que quieran arrogarse las religiones el privilegio exclusivo de la espiritualidad. La pregunta es: ¿se puede ser ateo y experimentar la espiritualidad al mismo tiempo? La respuesta es tajantemente afirmativa: sí, por supuesto. Aunque, dado el alto índice de analfabetismo crítico que padece nuestra sociedad y del que tienen una buena parte de culpa las religiones, es preciso explicar qué se entiende -qué entiendo yo al menos- por espiritualidad. Según el afamado diccionario de María Moliner, espíritu es la parte que, además del cuerpo, constituye a los seres que piensan, sienten y quieren, con la cual realizan estas operaciones. Además, procede del latín spiritus, que significa soplo. La vida es un soplo. ¡Y qué verdad es! Por un lado, el soplo, el hálito vital que nos insuflan nuestros progenitores al nacer; por otro, la fugacidad de la vida, su brevedad como condición inherente. Un soplo entre dos misterios: el de la vida y el de la muerte. Por una misteriosa cópula de azares llegamos a la vida, vida que, a su vez, nace predeterminada por la muerte. Pero en este conciso lapso de tiempo se desarrolla el milagro único, intransferible y exclusivo de nuestra existencia, de la existencia particular de cada ser humano. Y no hay más oportunidades que ésta que nos toca vivir en tiempo real y acotado. ¿Qué otra solución nos queda sino la de ahondarla, exprimirla y disfrutarla con toda la energía de la que disponemos? Saberse hechos de materia perecedera, seres abocados a la extinción, tan sumamente frágiles y tan sumamente efímeros, lejos de ser una tragedia se convierte en una inmensa fortaleza, en un maravilloso hallazgo cuando se asume y se acepta en sus últimas consecuencias. ¡Cuántas veces y cuántas voces nos lo han dicho desde tiempos inmemoriales y hemos hecho oídos sordos! Carpe diem, atrapa el momento, vive cada instante como algo irrepetible, no lo dejes escapar, hoy puede ser un gran día... Vivir el presente, en definitiva. Está todo dicho. Ahora falta creerlo de verdad y aplicarlo sin miedo, sin eso miedo todavía ancestral a la libertad, al librepensamiento, a desterrar falsos tabúes, falsos ídolos que nos impiden respirar a pleno pulmón todos los aromas y degustar sin culpa todos los sabores. ¿Habrá algo más espiritual que sentir el amor y gozar de sus atributos? ¿O acaso es menos espiritual el placer -también físico- de contemplar la belleza de un paisaje, o del cuerpo de una persona, o de una obra de arte? ¿Alguien se atrevería a afirmar que no es espiritual la vibración -sensorial y extrasensorial- que se percibe cuando se escucha una magnífica pieza musical? Sería interminable la lista de experiencias espirituales a las que el ser humano tiene acceso desde su propia condición humana, corporal y

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mental. Podemos llamarle a todo esto Metafísica, pero, en cualquier caso, se sustenta en la materia física humana que la concibe y la capta. Y mientras vivimos (sentimos, pensamos, amamos, sufrimos...) intensamente la vida, no ha de preocuparnos el más allá. Ya lo decían los filósofos griegos: lo único permanente es el cambio. Estamos en constante evolución, somos energía que fluye y se transforma pero que necesita ser y realizarse con todo su potencial en este punto concreto del tiempo presente. En la medida en que existimos, estamos creando universo, expandiendo el infinito. Y lo dice también el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal (cura y guerrillero, para más inri) en su “Cántico Cósmico”:

Acostado en mi camaiba a dormirme

y de pronto me pregunto:¿Para dónde vamos?

Estamos en la mitad oscura de la tierra, la otra mitad, iluminada.

Mañana estaremos en la luz y los otros en lo oscuro.

Esta noche acostado en mi cama siento el viaje.

¿Pero para dónde vamos? Alrededor del sol a 30 kilómetros por segundo,

y junto con el sol en la galaxiaa 250 kilómetros por segundo

¿y la galaxia va a qué velocidad?...Estate tranquilo, que vamos bien.

Girando en el espacio negrodondequiera que vayamos, vamos bien.

Paco Ayala Florenciano