(articulo)automoribundia de ramon gomez de la serna

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  • 7/24/2019 (Articulo)Automoribundia de Ramon Gomez de La Serna

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    Laura Scarano*

    Automoribundia de Ramn Gmez de la Serna:heterodoxia autobiogrfica de un vanguardistainslito

    Para tan pequea criatura tan gran biografa...

    Ramn Gmez de la Serna

    Resumen: Ramn Gmez de la Serna escribe una peculiar autobiografa tituladaAuto-moribundia, que abarca sesenta aos (1888-1948). Desde Espaa a su exilio en Argenti-na, y afrontando las ambigedades de su postura poltica frente al franquismo, este con-trovertido vanguardista distorsiona las convenciones del gnero para entregarnos una arsmoriendi. Desde su prlogo pone en marcha el incipitde esta mquina automoribun-dia, que sienta las bases de este pacto de lectura heterodoxo.Palabras clave: Ramn Gmez de la Serna; Vanguardia; Autobiografa; Literatura espa-ola; Siglo XX.

    Abstract: Ramn Gmez de la Serna wrote a peculiar autobiography calledAutomori-bundia, which embraces sixty years (1888-1948). From Spain to his exile in Argentina,and confronting the ambiguities of his political posture toward thefranquista regime, thiscontroversial avant-garde work distorts the conventions of the autobiographical genre toshow instead an ars moriendi. We will focus on the singularity of this automoribundiamachine, that settles the basis of his heterodox reading pact.Keyword: Ramn Gmez de la Serna; Avant-garde; Autobiography; Spanish Literature;20th Century.

    Ramn Gmez de la Serna escribe una peculiar autobiografa en dos tomos tituladaAutomoribundia, que abarca sesenta aos (1888-1948), donde nos invita a contemplar

    las estaciones obligadas de su vida, pero invirtiendo la lente: cada hecho vital es presen-tado como un acto henchido de muerte. Se trata en realidad de una ars moriendi. Estavisin perpleja y desconcertada, que se inscribe en el estilo tpicamente ramoniano debuscar los ngulos inslitos de la realidad, discurre dentro de los parmetros de un gne-ro de por s conflictivo y problemtico: la escritura autobiogrfica. El gusto por el mon-

    * Profesora de Literatura Espaola Contempornea en la Universidad Nacional de Mar del Plata einvestigadora independiente del CONICET. Autora de ms de sesenta artculos cientficos, docenas deexposiciones y conferencias en Espaa, Latinoamrica y Estados Unidos. Ha publicado varios librossobre teora literaria y poesa espaola contempornea, desde el modernismo a la actualidad. Ib

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    taje y el collage lo impelen a una escritura de mezcla, cerrando cada captulo con dibujospropios, que ilustran con firmas, fisonomas o tipos una galera de retratos y autorretra-tos, raros diseos de objetos, escenarios urbanos, vietas de las cosas y seres que pue-blan una vida, atrapadas en el vrtigo de su peculiar mirada vanguardista.1

    Recordemos previamente la complicada posicin de Ramn en el campo esttico desu tiempo. Tempranamente Melchor Fernndez Almagro, en un sagaz artculo publicadoen 1923 en la revistaEspaa, recuerda que fue ste su annus mirabilis, ya editadas variasnovelas, traducidas y difundidas al exterior, colaborador asiduo de los peridicosEl SolyEl Imparcial, con una incipiente fama sellada con una funcin en su honor del CircoAmericano de Madrid (en la cual Ramn ley su discurso de agradecimiento desde untrapecio). Jos-Carlos Mainer (1998) reflexiona sobre su problemtica ubicacin en el

    canon de la literatura espaola, recordando que ya en esa poca era visto en palabras deFernndez Almagro (1923: 10) como escritor de una generacin unipersonal, entrelos epgonos modernistas y los an demasiado jvenes del grupo del 27. Reconoce Mai-ner que sin generacin que le acogiera y con una obra personalsima, precedentede todo lo que vendra despus, la posteridad de Ramn ha abundado ms en aficiona-dos leales, ruidosos e insolventes, que en fillogos y estudiosos (1998: 285).

    Abordar este complejo texto autobiogrfico supone un desafo, pues puede ayudar-nos a compensar el descuido crtico an vigente, y conjurar la acertada sospecha de Mai-ner: El entredicho de Ramn puede [...] en cierto modo ser el purgatorio que pagaba suactitud de desentendimiento en plena Guerra Civil y de pattica desorientacin en el exi-lio, frente a las necesidades realistas, militantes de una generacin en marcha, apartir de la Guerra Civil y de su exilio especialmente. Injusticia agravada si comparamos

    la admiracin [que le profesaron explcitamente] Jorge Luis Borges, Octavio Paz, JulioCortzar y Pablo Neruda, en contraste con la cicatera espaola, al ver que quien notena casi lugar en los elencos nacionales lo tena con creces al lado de Macedonio Fer-nndez y Oliverio Girondo, de Juan Jos Tablada o Abraham Valdelomar, en el parnasolatinoamericano (Mainer 1998: 258-259). Muy impuro entre los puros del 27, muyanarquizante y demasiado nio grande entre los intelectuales nacionalistas de ladcada anterior, su posicin excntrica es otro de los atractivos del estudio an pendien-te de su vastsima obra.

    Nos asomaremos entonces a este texto raro, en principio a travs del prlogo que fun-ciona como paratexto programtico de su mquina automoribundia, disparador del relatodel ver(se)-morir en el acto de vivir. All, Ramn construye un privilegiado incipit, quesienta las bases de este pacto de lectura singular, al narrarnos la verdadera historia de cmoha ido muriendo un hombre llamado Ramn.2 Incursin que completaremos con una reco-leccin de algunos de los pasajes ms representativos de este peculiar discurrir, que abarcams de setecientas pginas, a travs de episodios y reflexiones que jalonan emblemtica-mente su mirada de narrador-protagonista sobre los hechos centrales de su vida.

    1 En el captulo XCV, del segundo tomo, se refiere explcitamente a las fotografas que pueblan mi auto-biografa y las define como necesarias ilustraciones de un tal como fui al que nadie podr suponerfalsificado (1974: II, 716), refrendando con el retrato el afn de veracidad y auto-identificacin de estaescritura.

    2 Todas las citas pertenecen a la edicin en dos tomos, de 1974; el tomo I se extiende de la pgina 9 a la406 (Prlogo y cap. I-LVII), y el tomo II va de la pgina 407 a la 764 (cap. LVIII-CI y Eplogo); aqu, p. 9.

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    Pero antes detengmonos por un momento en las implicancias discursivas de estegnero que hoy ha ganando adeptos de manera formidable, y que con razn StephenShapiro (1968) denomin con una oportuna metfora: The Dark Continent of Literatu-re: Autobiography. No hay duda de que el espacio biogrfico asumido por el yo en eldiscurso literario es una versin de las auto-ficciones que proponen un desdoblamientoespecular: el relato de la vida de un personaje a quien se dota del nombre, el contexto ylos ingredientes biogrficos e histricos de esa figura compleja que el lector reconocecomo el autor de esta escritura (Scarano 2007). An ms, la puesta en funcionamiento dela coordenada autobiogrfica activa un sofisticado aparato de expectativas y convencio-nes donde la sancin pragmtica el contrato con el lector teorizado con rectificacionessucesivas por Philippe Lejeune autoriza un incesante ir y venir de lecturas, transidas

    por un afn de verificacin nunca resuelto y una voluntad de ficcin siempre triun-fante (Scarano 2000).

    La asuncin del yo como correlato autobiogrfico es atestiguada por la puesta en dis-curso de las circunstancias reales de la vida del autor emprico, desde el uso literal delnombre propio, hasta el amplio espectro constituido por los episodios de su historia indi-vidual: la escena arcaica de la infancia (Rosa 1990), los ciclos de su educacin, las ciu-dades donde vivi, la actualidad del trabajo y sus viajes, sus libros y artculos, las viven-cias familiares, los nombres propios de su mundo privado, amigos, hijos, mujeres. Esteuniverso conforma una retrica de la intimidad autobiogrfica que se instala en el dilemadel borde propio de la dispora autobiogrfica (Scarano 2000: 57), ya que se trata detextos que paradigmticamente trabajan sobre una virtual relacin de semejanza entretexto y vida, sujeto histrico y sujeto textual. No podemos separar radicalmente vida y

    obra, pero tampoco podemos explicar una por medio de la otra, sino que tenemos quetransitar por ese vaivn o borde paradjico constitutivo de la autobiografa (Starobinski1974). Es posible tal desplazamiento? O ambos rdenes son irreductibles?

    La lectura de una obra que se auto-clasifica como autobiogrfica contribuye a cimen-tar la ilusin de que esto es posible. Pero enseguida comprobamos como lectores que elanlisis formal no puede discriminar por s solo la consideracin ficcional o verdica decada episodio narrado. Si es testimonio real o invencin novelesca es una disyuntiva pri-vativa del funcionamiento del texto dentro de las convenciones genrico-institucionales.Por eso la doble vertiente terica sobre la autobiografa divide sus aguas entre los que lapiensan slo como retrica ficcional, y quienes le quieren restituir adems su especifici-dad histrica y pragmtica.3No obstante, a la contundencia que le otorga a este texto deRamn la identidad del nombre propio (autor, narrador y personaje) hay que sumarlela poderosa fuerza del parecido entre ambas figuras (textual y social), que certificaninequvocamente el contrato autobiogrfico sellado con el lector.

    En el prlogo deAutomoribundia, sucesivos enunciados dibujan el perfil del hetero-doxo narrador y protagonista de estas pginas, desde su afn por explicar y justificar elttulo:

    3 Si para Paul de Man condensa las caractersticas intrnsecas de todo lenguaje (la coexistencia metafri-ca de dos espacios irreductibles: lenguaje y vida) como escenificacin de un fracaso (1991: 22), paraPhilippe Lejeune (1994) adopta una legalidad, por la suscripcin de un pacto de lectura que otorga espe-cificidad a la escritura autobiogrfica, reproduciendo desde la lgica del gnero la categora de autorreal.

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    Titulo este libro Automoribundia, porque un libro de esta clase es ms que nada la his-toria de cmo ha ido muriendo un hombre y ms si se trata de un escritor al que se le va lavida ms suicidamente al estar escribiendo sobre el mundo y sus aventuras. En realidad sta esla historia de un joven que se hizo viejo sin apercibirse de que suceda eso [...] Va a ser vervivir a una persona de cierto tiempo en medio de la torrentada de los tiempos que corren (I, 9).

    Si el objeto de su mirada es verse morir inscripto en el ritmo mismo de su vivir, elafn de su escritura es perpetuar en el lenguaje una semblanza de su propio yo, ancladaen su contemporaneidad, exorcizando la desintegracin que acecha a los hombres morta-les y reconstruyndose en un dibujo que juzgue verdadero: Este libro es un retratocompleto, es la historia de un viviente y de una pequea poca, reflejadas con toda la

    veracidadposible (10). La llamar a la suya verdicabiografa, preada de lirismoconfidencial y largas confidencias inditas (11). Como se ve, las estrategias de verosi-militud de su escritura quedan expuestas con insistencia: no escatimo detalles, creo entodo lo que digo y no he pasado por alto ningn secreto privado, aqu quedan los datosautnticos de mi apartada existencia, sin escatimar verdades (12; el subrayado es mo).

    Este morir del vivires el ideologema clave para entender esta escritura que se afanapor construirse una imagen que aspira, a pesar de todo, a trascender el cerco del simplemortal: Haber llegado a la autobiografa no es nada bueno, porque supone que estamosde alguna manera al final, y ya hemos perdido la esperanza de ser otro, de no tenercomienzo, y por lo tanto de no tener fin [...] (11), confiesa, pues probar que he vivido ycmo he vivido le otorga una mgica sobrevida, ya que el que pruebe que vivi queda-r ms entre los vivos (11).

    La seduccin que ejerce en Ramn la creacin de tipologas discursivas (entre lascuales la invencin de las gregueras representa su hallazgo ms preciado) atraviesa tam-bin este relato, buscando fundamentar su uso peculiar del gnero. Esta escritura del yole permite completar la parbola de la introspeccin: Slo me he propuesto al completarmi autobiografa dar el grito del alma, enterarme de que vivo y de que muero, despertarel eco para saber si tengo voz (10). La pulsin quasi-romntica de un ego que necesitainscribirse en la letra con sus facciones ms reconocibles para experimentarse, parece tri-butaria de un afn siempre presente por exaltarse, en correlacin con la creacin de unaimagen de autor extravagante, inslito, de genuina estampa vanguardista.

    Pero la autobiografa le permite tambin distanciarse en el retrato de un personajeque, al mismo tiempo que se arroga una funcin didctica (que los jvenes tengan elejemplo de un pecador modesto que procur darle a todo un sentido moral y religioso,10), se enaltece por encima de los dems pues se salv a todo ismo sin dejar de com-prenderlos a todos (11). El personaje que crear en estas pginas es consecuente con laimagen pblica del bohemio transgresor, dando sus conferencias desde un trapecio o allomo de un elefante, entre el circo y la tertulia de escogidos de su caf Pombo enMadrid, con claves slo para sus admiradores selectos. Los maletines repletos de curiosi-dades del Rastro que acompaaban sus conferencias resultan un emblema de su delibera-do cultivo de una estatura extravagante y singular, que consolidarn las sucesivas anc-dotas que desgrana en esta extensa autobiografa.

    El carcter representativo de su vivir quedar atestiguado por su valoracin de lasciudades que lo acogieron: en estas pginas y las de todos sus libros que tienen un lite-ral fondo autobiogrfico est absoluta y declaradamente reflejado mi vivir en Madrid,

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    en Segovia, en Suiza, en Portugal o en Npoles (11). Sus paseos deflneur llegarn aAmrica, y en especial hasta Buenos Aires, adonde se refugiar al inicio de la GuerraCivil, con su esposa argentina Luisa, espantado del desorden y mal gusto de una Espaaen ebullicin que no comprender. La historia que le atrae no es la de la convulsionadapennsula y sus luchas fratricidas, sino la del vivir cotidiano, los triviales relatos de por-teras y mujeres de moda, las vicisitudes de sus tertulias literarias y el apasionante mundode editores y periodistas culturales. Y sa es la atmsfera que lo seducir en BuenosAires. El trajn de sus noches, la febril escritura de cientos de pginas dispersadas ennovelas largas y cortas, biografas, piezas de teatro e innumerable cantidad de artcu-los en revistas y diarios, junto con viajes incesantes para dar inslitas conferencias leconsolidarn su perfil profesional de humorista, antes que escritor o periodista. Este aje-

    treo vital junto con su protagonismo en la escena literaria estar permanentemente cruza-do por su desdn por la poltica y su proclamado aislacionismo en las disputas de poderlocales.

    La galera de personajes que superpone a su figura delatan su herencia finisecular ybohemia: su parentesco con el dandi decadentista, con el raro modernista, con el inslitovanguardista sediento de novedad, sin desvanecer su fisonoma personal. Se define aqucomo un espectador, transente y actor, llevando una vida optimista y desgarradora,porque se la ve ir paso a paso hacia la muerte con la ingenua alegra de no ir (11), unpasajero ms que intent decir algunas cosas de su tiempo con sabor de novedad (12).

    Esta verdad a la que aspira su genuina voluntad de bigrafo va a estar, sin embargo,atravesada por su vocacin de fabulador, por una pluma a la que no duda en calificarde heterodoxa (10): Pero es tan difcil evitar la invencin y la falsa ancdota! (12).

    Frente a la amenaza de los rumores, las suplantaciones y calumnias y la leyendanegra o verde que se pueda hacer de mi vida en el porvenir (12), Ramn opone supluma, movida por una conciencia de auto-examen que cree fervientemente en la verdadde su arte, en esta carnosa y descarnada autobiografa, sin componendas con la farsade la gran farndula (13). Su voto de autenticidad va paralelo a su proclama de indepen-dencia, matriz del concepto fundamental de autonoma que atraviesa la escritura de unvanguardista tpico como Ramn: este libro es el recorrido completo de alguien quehizo lo que quiso, un literato que no tuvo miedo a morir por su esfuerzo, pues confie-sa que no me he ocultado ni para decir ni para vivir (13).

    Repasemos ahora algunas de las contundentes afirmaciones que jalonan esta largaautobiografa y convierten el tpico de la ars moriendi enLeitmotiv y principio construc-tivo de su escritura. Comienza el primer tomo admitiendo que nac o me nacieron, yenrejado ya en el mundo (14), todo yo era como una mirada sensible que recogacosas imprecisas (16); no era ms que un simulacro, nacido para llamarme Ramn(18). Ya desde temprano confiesa que comprend que el mundo es impaciencia para irsea otra parte y el nio [...] comprende el tiempo y la casa como un tren, y sabe que va atardar mucho en llegar a su estacin de trmino y siente como nunca la monotona delviaje (23). El suceso de [su] nacimiento le otorga la primera certeza nuclear del vivir:aquel da fue como si muriese de alguna manera, como si se me sealase plazo paracomenzar, lo cual resultaba la primera limitacin de la muerte (24). El nio descubracosas y en todas ellas vea cmo la muerte se sentaba como en un taburete (35). Laparadoja de la vida es sa (38), confiesa, y en su discurso trata de reconstruir los rasgosde aquel hombre que fui a los seis aos (39), consciente de la importancia del tiempo

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    como no la sabr nunca ms, se me clavaban los almanaques en el corazn y cada fechatena un inmenso patio diferente (40), no obstante advertir con amargura que nadapoda parar el tiempo (63).

    De aquellos recuerdos de infancia, atesora ese cotidiano ver deslizarse silenciosa-mente por el pasillo a la vieja amiga de las Parcas, esqueltica y siempre vestida denegro. Yo tena que hacerme el disimulado, verla avanzar y no entregarme. Slo as vivi-ra muchos aos (76). stas fueron sus primeras comprobaciones de lo efmera queera la vida (89): la vida es breve, la vida se estrech (102). De un lapso de su infan-cia en un pequeo pueblo, Frenchilla, recordar que ramos todos como vivos muertosque se paseaban por calles fras (118). Despus vendr la adolescencia, el Instituto y laUniversidad, y el narrador los ve pasar como en el reloj de arena que tena su padre:

    desebamos que se parase, que se interrumpiese, que no sirviese entre nosotros, como sieso nos pudiese salvar de su rigor inexorable (131). Pero el reloj de arena iba lentounos ratos y apresurado otros (132), y desde all qued inscrito como nuevo instru-mento de precisin para la grave dolencia de la vida y pasarn los das en un transcu-rrir rpido que agotar el tiempo de lo mortal (134), pues la fatalidad del morir es lamayor de las fatalidades (139).

    Cuando recuerda su vida de estudiante, reconoce el engao de la vida an noimpregnada de muerte [...] que se paseaba por la calle con un marcado olor a sebo crudo(165). En realidad, piensa que no era ms que una vana ilusin de idealistas: salamospara no ir a ninguna parte, slo para rondar el cementerio de la vida (167). Sus primerospaseos por Pars tambin agudizan su conciencia de cadver turstico (180), buscandoalgo firme a qu agarrarse en medio de las cosas, pero cmo retenerse en el tiempo?

    (181), se preguntar una y otra vez. Los viajes Portugal, Inglaterra, Italia consolidanesta percepcin, pues adonde iba senta el temblor de la muerte (218).Entre tantas rarezas imaginadas como subterfugios para llenar esta vida consumida

    de muerte, una vez compra en una tienda de objetos un corazn en un frasco, comosuspendido con todas sus ideas sentimentales amores y odios juntos en su lquidotransparente y lo pone en su estantera como muestra de lo ms serio de la vida (227),recuerdo alerta de su fugacidad y consumo. Tena adems una lpida sepulcral entretodos los objetos de su cuarto, y un sistema sideral de bolas de vidrio colgadas del techo,donde quedaba fija su mirada al crear: emblema de un ms all inasible pero deseado yun lecho experimentado como inevitable tumba. Como vemos, las metforas de muertede Ramn exceden su universo verbal y se inscriben en su cuerpo y su vida, como estruc-turas quasi-materiales de comportamiento y hbitos cotidianos.

    Ante la enfermedad de la madre percibe que la cena de casa tiene algo de cena enrestaurante de andn entre la vida y la muerte (186), y finalmente reconoce que muertala madre se volvi mas escueta nuestra vida: Ya tena a mi madre en el sepulcro, yatena madre en la muerte, ya la muerte era mi madre. Era la primera entrada de m mismoen la tierra, mi antedebut [sic] en la tumba, el primer paso definitivo en el irse [...]. Ya erafatal el despus yo [...] (190). Pero el joven Ramn seguir viviendo, sintiendo el prs-tamo que es la vida, cmo hemos sido paridos por vivos y muertos, y ni estamos vivos nimuertos, sino que somos unos suplentes de suplentes y a nosotros nos vendrn a suplirotros suplentes [...] (192). Despus, la vida se enseriece [sic], y yo reconozco quetengo la culpa. Me he empeado en ir por el peor camino: saber lo que es ser muertoentre los vivos o, lo que es lo mismo, ser vivo entre los muertos (198). Nunca crey en

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    la juventud confesar como sustancia de almanaque sino como categora en el con-curso de la vida (198). La verdadera juventud estara en la riqueza subterrnea, el aguaemanante de mi pozo interior; su estrategia vital era ganar tiempo (202), sabiendo lainanidad de todo (203), un joven viejo, un vivo muerto. Y en este teatro de la vida, tea-tro para enterrar, fomentaba la tcnica del emborronador, dicindose para s: mien-tras haiga [sic] salud (207), lo importante era lograr la clave, el intrngulis, la tragediacmica del sucederse de las cosas (208).

    Ramn trata de descubrir la verdadera esttica del mundo en este culto por la muer-te, que no slo reedita las atmsferas crepusculares de los romnticos o las mortferashistorias del gusto gtico y las decadencias finiseculares; tambin se enlaza con losmuertos en vida que poblarn la literatura espaola desde los aos veinte y treinta en

    adelante. Como recuerda Luis Garca Montero, ser ste un rasgo de poca: La poesase puebla de cuerpos vacos y muertos vivientes por culpa de esta crisis social de lamodernidad convertida en crisis subjetiva, y despliega ejemplos decisivos: son losasesinados por el cielo de Garca Lorca, los hombres deshabitados de Rafael Alberti, loscuerpos vacos de Cernuda, los muertos terribles de Pablo Neruda (2003: 27). Gale-ra a la cual podemos con comodidad agregar estos muertos que viven ramonianos: Encualquier momento pueden decir los que llevan un rato siendo jvenes: Ahora vienenlossepulcros nuevos. Nosotros somos lossepulcros viejos (199).

    Las ancdotas aparecen incansablemente entrelazadas con sus reflexiones quasi-metafsicas que rematan con breves afirmaciones los engranajes de esta maquinariamemorialista: Venimos de la muerte y vamos a la muerte, y este breve contacto con elmundo es para Ramn apenas un instante de estar a flote y ver por los dos agujeros

    conseguidos por suerte en ese efmero asomamiento [sic], que es el fantasear en elentretanto. Un pensamiento henchido de espontanesmo repentista y emparentadosiempre con la greguera, alivia el talante mordaz y sombro de su visin sobre la morta-lidad fatal del vivir. Un voluntarismo entusiasta aflora a cada paso para compensar talvisin: se vive la vida si se sabe vivir en un trayecto de calles (236). Y el transenteurbano, el curioso vido de extravagancias, el diletante y humorista rescata de la galeralos ngulos ms atractivos de la vida, a pesar de todo: el despilfarro de ese trayecto [...]era mi gran negocio con polo positivo y negativo, aprovechar el gran sacudimiento dela vida (237).

    De a poco confiesa que se va cuajando la juventud; ya adulto se ve a s mismocomo transente, aristcrata, literato, fatalmente barroco, desmelenado, abrazado a sulema predilecto: a cualquier extremo en el artificio del arte (243), comprometido enuna moral del bien y de la lcida resignacin que se le debe a la efmera presencia en lavida (244), como tica de su escritura. Sus gregueras sern el corolario perfecto paraesa sed de captacin de lo instantneo, casi surrealista treinta aos antes de todosurrealismo (251), y en ese gesto congela su autorretrato: me solazaba en el escndalodel gnero nuevo (201). Se identifica en el orgullo esttico de haber luchado solo y ade-lantarse a su generacin: yo tuve el impulso misionario, soy el primer creacionistanatural, no soy de ninguna generacin (255).

    A propsito declarar que quiero mezclar cada vez menos cosas a la vida de literatoy que en vez de ser el resto literatura sea todo literatura vital, asumida, sin comparanzascon otro gnero de vida (344), pues adems se siente parte de los escritores espaolesque ven pasar la vida, que piensan en ella sobre el contraste negro de la muerte (350).

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    Esta vida enhebrada de bohemia, provocacin y escndalo lo dibuja siempre en la pirue-ta extravagante: El que habla desde un trapecio es como el que os habla en su lecho demuerte (353) y su prosa funambulesca se le antoja como nacida de un cronista delcirco, que es como decir cronista de los muertos (353). Se define como escarbadoren la anatoma de la vida hasta hallar el esqueleto de la muerte (307) y reconoce que legusta escribir sus manuscritos en tinta roja para emular la sangre, fluyendo la sinceridadhumana en su propio color, en inacabable sangra (341), pues el arte se le antojar siem-pre un exorcismo: La escritura es una petulancia contra la muerte; ms que contra lamuerte, hacia la muerte (342).

    Toda su autobiografa busca responder a este interrogante: Habremos vivido cuan-do hagamos el resumen de la vida? (237). Y la literatura y la sed de ideal vienen a llenar

    ese hueco: No s ya qu hay entre literatura y vida (238). Su fe de escritor lo justifi-ca: Yo en realidad slo crea en esa labor de fotgrafo de realidades y suposiciones queabra un momento sus ojos a la luz de las calles y despus se pasaba la noche revelandosus pruebas y encontrando en sus placas sensibilizadas que en las acacias haba ngeles yen una esquina haba una mujer hecha con nieve de amor (240).

    En un curioso auto-dilogo que abre el segundo tomo de su autobiografa, el narradorse lanza a pensar qu es el vivir, cmo se atrapa la realidad, cmo asir el tiempo quecorre, y define su existencia como un perpetuo monlogo dialogado conmigo mismohasta el fin de mi vida (416). Tan extrema ser su fascinacin ldica con la muerte queel 15 de septiembre de 1927 aparece en el diarioEl Solla noticia de su muerte y Ramnse presta juguetn al equvoco: la experiencia de una necrolgica en plena juventud essedativa y confortante (465), admite. Despus de todo bien podra haber ocurrido reco-

    noce y de inmediato advierte: hay que cuidarse, pues la vida no es un juguete tanirrompible como parece. Y en otra oportunidad relata que en una conferencia sintin-dome un gran actor mim la escena del morir, y me mor (620), con gran sorpresa yaplauso de los espectadores.

    De Lisboa a Pars y luego Npoles, los viajes se transforman en emblema de muerte:en el viajar es cuando se ve en su justa proporcin el da de vida que tiene el que ha demorir (535). Pero el punto ms alto de estos vagabundeos lo alcanza con sus viajes pormar a Amrica (el primero en 1931 a Buenos Aires), hasta convertirlo en emigrante alhuir una vez desatada la Guerra Civil. En el exilio, los primeros atisbos de la proximidadde la vejez y la muerte le llegan adelantadas con el comienzo del deterioro fsico (prime-ro las gafas en 1938, y en 1942 la prdida de sus primeros dientes y la ya inaplazableconsulta al dentista): la muerte nos ha tirado, en vez de las orejas, de los colmillos(620), comentar con cido humor.

    Cuando se acerca el final de su escritura, ya pasado medio siglo de su vida, insiste enauto-definiciones que llevan la marca de este discurso agonstico: Yo soy un hombreque no se ha muerto todava y soy un auscultador de m mismo, cirujano de m mismo,mortero de m mismo (680). Declara que en esta etapa cercana al final cede a la tenta-cin de iniciar un diario ntimo en esos grandes libros comerciales, rayado y con mr-genes para las cuantiosas sumas del debe y del haber, pesado como un gran atlas,para escribir sus pensamientos en lugar de cuentas, distorsionando su naturaleza mercan-til y desgranndose l mismo literalmente, tal como confiesa: Yo me iba desflecandomientras escriba [...] Mi vida caa como caen las grandes cascadas en la noche y rbolesllenos de miedo haban odo el precipitarse de mi sangre (726-727). Lo ms interesante

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    es que los primeros pensamientos que encierra en este extravagante diario son un puadode gregueras ttricas en torno a la muerte: Los que se van en barco no hacen ms quellevar su muerte a otra parte; En las paradas de tranva tropezamos con los que saluda-rn nuestro entierro (728-729). Una veintena de gregueras dibujan con cido humoris-mo la presencia cada vez ms cercana y corprea de la muerte: sbanas que lucen comomortajas, camas como tumbas, viajes al cementerio, coches fnebres, cadveres quecaminan, trajes de madera para el ltimo viaje, la vida convertida en la larga pacienciade esperar (729).

    SuAutomoribundia concluye con un captulo de cierre (numerado CI) y un eplogo,que le permiten trazar un balance provisorio de su vida, cumplidos los sesenta aos, en1948 (recordemos que Ramn morir en 1963). En una nota al final del eplogo, declara:

    Todo lo dicho en este libro vale hasta hoy, 10 de junio de 1848, da en que comienzo aescribir un libro an ms sincero y ms escandaloso que se titular Lo que no dije en mi

    Automoribundia (764). Y reitera la consigna que marca su gesto de resignacin: Ya hallegado la hora del resumen, ya no me importa desaparecer, han pasado muchosaos y he vivido invulnerable (744). All rubrica otra vez su estatura urbana: vagabun-do de calles y jardines [...] an soy el habitante de la gran ciudad (745), y posando, conel gesto teatral del personaje que se despide en el escenario al final de la obra, confiesaque ha consagrado su existencia mortal slo a vivir, asistir al espectculo del mundomuy en medio de l, muriendo en pie (749). En verdad, Ramn no hace ms que enlazarsus pginas finales al movimiento intelectual que inici su relato, confesando su automo-ribundia, su ars moriendi, ese nunca acabar de morir en el acto de vivir: Ya puedenpasar todas las palomas que quieran, que yo me estoy muriendo en la terraza desde que

    comenc a mirar el mundo (752), uno en la vida es un juerguista triste de la muerte,porque la vida quiere dormir, dormir!, dormir en la muerte (760).

    El llamado de la muerte que lo ha acompaado en todo el trayecto se vuelve ahora,cercano el final, necesario y consolador. Despus de todo a la sangre ya le es montonorecorrer interminablemente el mismo oscuro camino y, dado el esfuerzo que cuestavivir, el corazn anhela dimitir, decir basta! (762), porque al final de cuentas, esteheterodoxo narrador llamado Ramn, confiesa su creencia en una eternidad que ha vivi-do por adelantado, liberndolo de ser slo piedra, agua y barro. Confiesa as en la lti-ma pgina de su autobiografa: No podra creer en la inmortalidad si no la hubiese vistosiempre en medio del sueo de la vida como claraboya de cristales y luz en el patio delser, elevando el tono lrico para enfrentarnos a continuacin, en un ltimo guio humo-rstico, a su inevitable rostro ldico que lo salva de la amarga solemnidad de los finales:

    Pero si alguien dudase de la veracidad y exactitud de lo que digo: que le fran un huevo!(764).Recordemos, para terminar este recorrido, las paradigmticas afirmaciones con que

    Ramn haba cerrado su prlogo, ratificando la circularidad de su discurso:

    Me encaro con toda franqueza en esta autobiografa con mi mundo ni pequeo ni grandeel mundo total en que me toc realizar esta cosa apresurada que se llama vivir una vida. [...]Para tan pequea criatura tan gran biografa. ste es el contraste que yo quera provocar. [...] Loms curioso para m es cmo se desenlazar esta vida encontrada y difcil. En las futuras edi-ciones que volvern ms cabal esta autobiografa se ir sabiendo en qu qued esta luchaentre la nada y el algo. Ya soy inmortal (13-14).

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    La ficcin autobiogrfica que nos propone Ramn a lo largo de los dos extensostomos de suAutomoribundia instaura el reinado seductor de la identidad entre vida yescritura, personaje y autor. Su insistencia trata de convencernos si no de su identifica-cin, al menos de su proximidad; nos cautiva con los enigmas de la semejanza; nos con-suela frente a tanta deriva y fuga que nos ofrece lo real con una hipottica unidad delsujeto, tan falsa como tranquilizadora. Estos indudables efectos justifican la preeminen-cia del gnero en el escenario literario contemporneo, y la revalorizacin de este textoen el conjunto de los estudios ramonianos. La escritura nos habla desde un yo devenidomarca de transgresin, un nombre propio emblemtico del vanguardista espaol.Reconstruye una vida para la ficcin, y en su parbola autobiogrfica crea al autor comosilueta verbal entrelazado de restos, creencias, recuerdos que son patrimonio del texto

    sin ser totalmente ajenos a la vida. Una vida que Ramn vislumbr henchida fatalmentede cotidiana muerte, pero que el arte adorn con las galas de la consoladora aspiracinalIdeal, como rubrica en la dedicatoria que inaugura esta personalsima escritura delyo. Sin duda, eseIdeales el resultado laborioso de una escritura auto-consciente de ladesmesura de la empresa artstica para tan pequea criatura tan gran biografa que,sin embargo, apuesta a su utpica concrecin, fiel a la estirpe del demiurgo dariano oel pequeo dios de Huidobro. En palabras de Ramn: Ya soy inmortal.

    Bibliografa

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