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ARTES POPULARES JALISCIENSES Agustín BASAVE SI SE FORMARA la carta geográfica de las artes populares mexi- canas y se marcaran con sendos puntos los lugares en que éstas se cultivan de manera sobresaliente, es probable que Ja- lisco sería la región nacional más profusamente marcada. Han sido privilegio de esta región, desde los tiempos ante- riores a la Conquista —cuando los bravios chimalhuacanos eran únicos señores de sus valles y sus montañas— esa habilidad manual, esa fecunda fantasía y ese agudo espíritu de observa- ción que han hecho famosos a nuestros artistas indígenas. Extraordinaria es en ellos la "asiática" facultad de labrar con primor parvos trozos de materia. Ya lo observó, con su habitual perspicacia, el arquitecto Jesús T. Acevedo. Lo cierto es que muy particularmente de la provincia jalisciense podría decirse lo que de México, en general, afirmó Tablada: "desde el oscuro alfarero de Casas Grandes, que murió hace miles de años, hasta los humildes coroplastas to- naltecas, Lucano y Jimón, Galván y Ortega, no ha habido un solo instante en la vida mexicana en que no se hayan producido objetos de arte y de belleza". Jalisco ofrece una variada, extensa y exquisita producción de objetos de arte popular. Ella sería suficiente para dar fama a todo un país. N i Guatemala ni Honduras, ni otra nación alguna de Centroamérica, poseen muestras de arte vivo compa- rables a las producidas por los artistas de esta comarca del Occidente mexicano. En pequeñas poblaciones donde la sangre de los primitivos indígenas se ha mantenido en toda su pureza florecen indus- trias admirables: la loza de Tonalá, los "monos" de Tlaquepa- que, los trabajos de madera, de hueso y de lana de Teocaltiche, los policromos muñecos de "chilte" que se modelan en Talpa y los de caña que se hacen en Santa Ana Acatlán. En poblados donde la sangre española se ha mantenido relativamente sin mezcla, tales como San Juan de los Lagos

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ARTES POPULARES JALISCIENSES

Agustín BASAVE

SI SE FORMARA la carta geográfica de las artes populares mexi­canas y se marcaran con sendos puntos los lugares en que éstas se cultivan de manera sobresaliente, es probable que Ja­lisco sería la región nacional más profusamente marcada.

Han sido privilegio de esta región, desde los tiempos ante­riores a la Conquista —cuando los bravios chimalhuacanos eran únicos señores de sus valles y sus montañas— esa habilidad manual, esa fecunda fantasía y ese agudo espíritu de observa­ción que han hecho famosos a nuestros artistas indígenas. Extraordinaria es en ellos la "asiática" facultad de labrar con primor parvos trozos de materia. Ya lo observó, con su habitual perspicacia, el arquitecto Jesús T. Acevedo.

Lo cierto es que muy particularmente de la provincia jalisciense podría decirse lo que de México, en general, afirmó Tablada: "desde el oscuro alfarero de Casas Grandes, que murió hace miles de años, hasta los humildes coroplastas to-naltecas, Lucano y Jimón, Galván y Ortega, no ha habido un solo instante en la vida mexicana en que no se hayan producido objetos de arte y de belleza".

Jalisco ofrece una variada, extensa y exquisita producción de objetos de arte popular. Ella sería suficiente para dar fama a todo un país. N i Guatemala ni Honduras, ni otra nación alguna de Centroamérica, poseen muestras de arte vivo compa­rables a las producidas por los artistas de esta comarca del Occidente mexicano.

En pequeñas poblaciones donde la sangre de los primitivos indígenas se ha mantenido en toda su pureza florecen indus­trias admirables: la loza de Tonalá, los "monos" de Tlaquepa-que, los trabajos de madera, de hueso y de lana de Teocaltiche, los policromos muñecos de "chilte" que se modelan en Talpa y los de caña que se hacen en Santa Ana Acatlán.

En poblados donde la sangre española se ha mantenido relativamente sin mezcla, tales como San Juan de los Lagos

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y Jalostotitlán, hay otras actividades artísticas: l a escultura, la

encajería, l a incrustación de maderas.

P u e d e decirse, en consecuencia, q u e las artes decorativas

h a n s ido preferentemente practicadas p o r las dos razas puras:

l a de los indígenas y l a de los cr io l los de sangre española.

L A MÚSICA

E l mestizo también tiene su lado interesante, en e l sector

de q u e tratamos. Es e l autor de muchas de nuestras más bellas

y peculiares canciones. Él es q u i e n las canta en las cuadri l las

de las haciendas y en las casas puebler inas , con su voz que

a r r u l l a y plañe, languidece y a l f i n se apaga a l m i s m o t i e m p o

que l a tarde, dejando e l s i lencio preñado de anhelos. E l

mestizo de A m e c a , de C o c u l a , de Etzatlán es q u i e n h a com­

puesto muchos de los más típicos " c o r r i d o s " , de los relatos

que monótonamente ganguean ios ciegos pordioseros, mientras

e l t ren se detiene e n las estaciones.

Cantos de ciegos.—Recuerdo a dos de estos juglares inváli­

dos. L o s v i hace años en San J u a n de los Lagos, en época de

feria, p o r aquellas calles adornadas c o n listones de p a p e l

de c h i n a , blancos, azules, amar i l los , c o m o las talaveras po­

blanas.

L o s dos ciegos estaban frente a frente. E r a e l p r i m e r o

alto, y más que alto, a l t i v o : cabeza e r g u i d a , ademán v io lento ,

f i r m e voz que n o había sido a b l a n d a d a p o r l a m e n d i c i d a d .

B a j o sus párpados abiertos asomaban las cuencas sangrientas.

E l o t r o era u n viejo barbado, enjuto, cetrino, harapiento y

encorvado sobre u n gran bastón de vuel ta . C o m o los versolaris

vascos, d i a l o g a b a n en verso, ante gañanes, mozas y rapaces

atentos. Sus recitaciones c o n c o r d a b a n con e l místico ambiente

d e l l u g a r y se referían a l a Pasión y M u e r t e de C r i s t o . R e l a ­

taba e l p r i m e r o . E l segundo hacía objeciones y preguntas,

grave, pausado. L a respuesta era siempre rápida y vehemente.

L l e g a b a l a voz hasta las inf lex iones de l a i r a . L u e g o c o n t i n u a b a

l a evangél ica narración. C a d a vez que se m e n c i o n a b a e l n o m ­

bre de Jesús, los d e l corro se descubrían con respeto. T e r m i ­

nado e l diálogo, los ciegos se a r r o d i l l a b a n , decían unos cuan­

tos lat ines bárbaros, y e l viejo pedía p a r a ambos l a c a r i d a d de

ARTES POPULARES JALISCIENSES 71

las buenas gentes, por el amor de Dios. Luego les vi marcharse por las torcidas calles de la villa devota, camino de la basílica, en cuyo espacioso atrio veían un buen lugar para recibir limosnas de manos de peregrinos y devotos.

El jarabe tapatío.—Una pequeña nota, de paso, sobre este baile dramático que encierra una historia de amor: insinua­ción, promesa, desenlace —el "cócono"—, en que la doncella se rinde. Y todo el desarrollo coreográfico —zapateado, seguidi­lla, fandango y zambra—, salpicado de gracia, de coquetería, de ternura.

En el jarabe tapatío hay muchas reminiscencias de bailes peninsulares. Esto, en cuanto a la danza. La música, en cambio, es de carácter mexicano, un tejido o rapsodia de aires nacionales.

La indumentaria es criolla: la del charro consiste en apre­tados pantalones de paño o de gamuza con alamares de plata; chaqueta de paño con vistosa ornamentación, camisa blanca, sarape multicolor, sombrero de pilón y ala ancha, con bordados de hilo de oro y negro barboquejo. La de la "china" es una fiesta de colores: falda roja, deslumbrante de lentejuelas y abalorios; rebozo de bolita, camisa descotada y de manga corta, con bordados de hilo; zapatillas de raso verde o rojo, sobre bien restiradas medias de seda.

ANTIGÜEDADES DEL ARTE JALISCIENSE

La práctica de las artes plásticas es muy antigua en estos parajes que fueron los de la bravia Chimalhuacán. Desde antes de que los blancos llegaran a lo que más tarde se llamó Nueva Galicia, había manifestaciones artísticas en la región que hoy ocupan las villas de Tonalá y Tlaquepaque. Las manos de sus habitantes primitivos eran ya hábiles para mode­lar y decorar. Obras suyas son los cacharros y estatuillas que aún hcy se encuentran en túmulos descubiertos aquí y allá dentro de los límites de Jalisco. Los artífices nativos modela­ban grotescas figuras divinas, combados tecomates, así como las oliitas de dos asas y las cuentas de barro que devuelve ahora el lago de Chápala, después de haberlas guardado en su seno azul desde aquellos remotos tiempos en que los pescadores

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ribereños las arro jaban a las ondas p a r a asegurar u n a a b u n ­

dante pesca.

Así, pues, l a m a n u f a c t u r a de objetos artísticos tenía en

C h i m a l h u a c á n carta de naturaleza desde l a época precortesia-

n a ; pero n o fué sino hasta después de l a C o n q u i s t a cuando se

intensificó e l ejercicio de las pequeñas artes plásticas, bajo

l a dirección de maestros peninsulares. " L o s misioneros, dice e l

P. Ere jes, i m i t a n d o l a conducta d e l p r i m e r O b i s p o de M i c h o a -

cán, D o n Vasco de Q u i r o g a , que i m p u s o a cada u n o de los

indios u n arte o i n d u s t r i a p a r t i c u l a r , v i e n d o su b u e n efecto,

establecieron l o m i s m o en Jal isco. Así es que unos pueblos

trabajan loza f i n a y olorosa, como T o n a l a y Santa C r u z ,

otros, loza o r d i n a r i a , como T l a q u e p a q u e . "

L A INDUSTRIA ALFARERA DE TLAQUEPAQUE

A c inco kilómetros de G u a d a l a j a r a y, en l a ac tua l idad,

prácticamente u n i d a a l a c i u d a d , hay u n a v i l l a cuyo n o m b r e

se h a hecho famoso en toda l a R e p ú b l i c a . Se l l a m a T l a q u e -

paque, y le viene su r e n o m b r e de l a h a b i l i d a d de sus alfa­

reros.

R o d e a n el lugar tierras escasamente productivas, p lanic ies

apenas arrugadas que suelen l u c i r raquít ica f lora en " e l t i e m p o

de aguas": mirasoles amari l los , blancos y violados, chicalotes,

aceiti l las, cardos y chínameles. Su cielo tiene l a a d m i r a b l e

b r i l l a n t e z que l a d a l a transparencia de nuestra atmósfera, y las puestas de sol, que p o r breves instantes d o r a n caserío, to­

rres y campos, convierten e l paisaje en encantadora laca.

Intensi f icada p o r l a herencia , l a h a b i l i d a d que p a r a e l

m o d e l a d o muestran los indígenas se h a hecho verdaderamente

s ingular . A l g u n a s de las f igur i l las que e n los últimos años h a n

sal ido de sus manos, m u e s t r a n ya g r a n maestría.

Técnica.—El proceso de su fabricación es el siguiente:

a) Extracción d e l b a r r o de los yacimientos cercanos, b) de­

secación, c) m o l i e n d a , á) tamización, e) mezcla del barro b l a n ­

co con e l l l a m a d o "pegajoso", ro jo o negro, f) humedec imiento ,

g) paleteado o amasado hasta que q u e d a homogéneo, h) torteado, i) e m p o l v a m i e n t o d e l m o l d e p a r a evitar que l a masa

se a d h i e r a a las paredes, j) colocación de l a t o r t i l l a sobre e l

ARTES POPULARES JALISCIENSES 73

m o l d e , k) extracción de l a pieza, separándola d e l m o l d e , l) oreo

a l a sombra, m) oreo a l sol , n) a is lamiento con bandas mojadas,

o) nuevo oreo a l sol , d u r a n t e dos días, p) horneo, a 20o o 300 grados de temperatura , q) extracción, r) p i n t u r a y decoración.

Alfareros famosos.—Entre las famil ias indígenas que con

m a y o r éxito se h a n dedicado a modelar debe citarse preferente­

m e n t e a l a de los Panduros . E l tronco de esta dinastía que

h a sostenido e l cetro, de generación e n generación, es Panta-

l e ó n P a n d u r o . D e él proceden: T i m o t e o y su h i j o R o d o l f o ;

P o n c i a n o y sus hijos Ascensión y José; Francisco y su h i j o

J o a q u í n ; R a y m u n d o y su h i j o J u a n ; Ignacio y su h i j o A u g u s t o ;

C o n r a d o y su h i j o E m i l i o . L a especial idad de los Panduros está,

sobre todo, en e l retrato. Largos años de éxito los h a n consa­

grado como los artistas máximos en esta l ínea de l a estatuaria.

L a i n d u s t r i a alfarera, precar ia hasta hace m e d i o siglo, reci­

b i ó gran i m p u l s o de l Sr. D . H e r a c l i o Farías, h o m b r e l l e n o de

energía, que logró atraer l a atención general de l a R e p ú b l i c a

h a c i a los productos artísticos de l a región y hábi lmente supo

abrir les diferentes mercados, p r o p o r c i o n a n d o así trabajo y b ien­

estar a varios centenares de artistas. F l o r e c i e r o n entonces los

Ramírez , cuya especial idad eran las macetas, Jesús Zúñiga,

m o d e l a d o r de muñecos, y M a r c o s S i lva , retratista.

D e l g r u p o de alfareros de l a época i n m e d i a t a a l a que nos

referimos, fueron, los más notables: P e d r o Zúñiga, q u i e n se

dedicó p r i n c i p a l m e n t e a hacer animales en m i n i a t u r a : perros,

gatos, coyotes, conejos, l iebres, zorras, gallos, gal l inas y pavos;

A p o l o n i o Zúñiga , cuyas figuras de tipos nacionales l l a m a r o n

l a atención general ; Zefer ino García, m o d e l a d o r de vendedores

a d m i r a b l e m e n t e observados: el carbonero, e l leñador, l a flo­

r ista, l a v e r d u l e r a . . . , y evocador de escenas típicas: bandidos

que juegan a l a sombra de u n a nopalera ; los jacarandosos días

de campo, e l " j a r a b e " t a p a t í o . . . M i g u e l Zúñiga, sordo-mudo

habi l ís imo p a r a f o r m a r gal lardos charros, jinetes en magníficos

caballos; de orquestas, bandas y " m a r i a c h i s " , bodas, peleas de

galios y corridas de toros; M i g u e l R i v e r a y Néstor G a l v á n ,

maceteros, y Ce lso Rosales, tornero y e x p e r i m e n t a d o r en l a

i n c i p i e n t e i n d u s t r i a d e l azulejo.

E n t r e los alfareros de l a nueva generación f iguran ventajo­

samente los torneros P a b l o Escobedo y G u i l l e r m o M a n z a n o ,

74 AGUSTÍN BASAVE

los miniatur is tas Ascensión C a r r a n z a y A n t o n i o Ríos ; José

Beltrán, b u e n m o d e l a d o r e insuperable colorista; E l i a s H e r ­

nández, M a c a r i o Garc ía y Fé l ix Cervantes.

Ladrillo de "jarro".—La V i l l a de San Pedro T l a q u e p a q u e ,

que constituye u n o de los atractivos que se ofrecen a l turis­

ta que v is i ta G u a d a l a j a r a , está d i v i d i d a en barrios cuyas act iv i ­

dades son distintas: en e l de San Francisco v i v e n los fabricantes

de loza; en e l de Santiago, los que tornean las macetas y los que

hacen los " m o n o s " ; en e l de Santa María , los ladri l leros .

L a m a n u f a c t u r a de l a d r i l l o s de " j a r r o " , con los cuales se

hacen pavimentos que son l a admiración de cuantos nos v is i ­

tan, es otra i n d u s t r i a de T i a q u e p a q u e .

E l p r o c e d i m i e n t o de su fabricación es e l siguiente:

a) Se m o l d e a e l b a r r o e n las "adoberas"; b) se secan los

l a d r i l l o s a l a sombra, d u r a n t e seis o siete horas; c) se " ta­

b l e a n " , es decir : se empare jan p o r m e d i o de u n a p i e d r a l i sa ;

d) se secan a l a sombra, p o r segunda vez; e) se recortan; f) se

p o n e n a l sol; g) se a l isan c o n u n a p i e d r a porosa y áspera;

h) se les pone l a t i n t a , hecha de barro negro o rojo, según se

q u i e r a obtener e l l a d r i l l o " a p e r o n a d o " o " c o l o r a d o " ; i ) se b r u ­

ñen con p i r i t a de cobre y j) se meten a l h o r n o , donde con

combust ib le de jara , tepopote, v i r u t a , estopa o desperdicios

de tenería, se q u e m a n a u n a temperatura que varía entre

trescientos y trescientos c i n c u e n t a grados.

L o s más hábiles l a d r i l l e r o s son: Justo P i e d r a , B a s i l i o y

A u r e l i o T o m e r e .

Lamentable industrialización.—El arte p u r o de los indíge­

nas de T i a q u e p a q u e h a sufr ido u n a desviación lamentable

desde e l p u n t o de vista estético y t r a d i c i o n a l . L o s procedi­

mientos industr ia les h a n o b l i g a d o a los artífices a p r o d u c i r

con rapidez, y esto, c o m o es n a t u r a l , trae e l consiguiente

descuido en l a ejecución. Además , e l m a l gusto ambiente , a l

c u a l t i e n d e n a acomodarse los productores, deseosos de vender,

h a e n c a m i n a d o a los alfareros p o r r u m b o s que les son comple­

tamente extraños, y hoy, muchos de los que podrían dedicarse

a interpretar lo que es nuestro y a inspirarse en l a v i d a regio­

n a l , c o p i a n m a l cacharros extranjeros y m o d e l a n pieles rojas,

Mefistófeles, Qui jotes y B u d a s . . .

ARTES POPULARES JALISCIENSES 75

P o r f o r t u n a , hay aún quienes p r a c t i c a n exclusivamente e l

arte regional . H a y que aceptar, como u n m a l necesario, l a ex i ­

gencia que sienten los industr ia les de poner a l a venta l o q u e

m a y o r consumo tiene; pero creo que debemos empeñarnos e n

conservar lo q u e es arte p r o p i o , l o que nos dist ingue y refleja

nuestra naturaleza, nuestra v i d a y nuestra tradición.

T O N A L Á

A unos cuantos ki lómetros de San P e d r o está T o n a l á , su

v i l l a gemela. H a y entre los dos poblados alfareros singulares

diferencias. T l a q u e p a q u e es más accesible. T i e n e las ventajas

y los inconvenientes que resul tan de l a p r o x i m i d a d u r b a n a .

M á s tráfico. Más r u i d o . M a y o r comercio. Mejores casas.

Verbenas rumbosas. V i n o y canto. T a p a d a s de gallos. Aspecto

desenfadado de m o z a p u e b l e r i n a recién p r o s t i t u i d a .

T o n a l á es si lencioso. Pobres tierras de labranza a lrededor

d e l caserío. Largos ladr idos de perros hambrientos , a l a p u e r t a

de los jacales. Casas de adobe agrupadas en cuadriláteros, en

t o r n o a l a iglesia p a r r o q u i a l . P a t i n i l l o s alargados en cuyos

m u r o s extremos ve e l v i a n d a n t e trepar e l cuamecate, l a

madreselva de o l o r denso y azucarado, e l geranio de h o j a i n d i ­

v i d u a l i s t a y f l o r c o l e c t i v a . . . Pat ios cuajados de macetas y

medios-cántaros c o n malvones y rosales, margaritas y dal ias,

rosas-té, canarias y campánulas. Patizuelos de pozo y som­

breado tejaban. Corra les f lanqueados p o r cuartos de habi ta­

c ión y cobertizos p a r a e l trabajo, en cuyo centro se levanta " l a

fuerte y zarpada v o l u n t a d de los pitayos y los nopales" .

Este p u e b l o n o es plebeyo como T l a q u e p a q u e . S u r e l a t i v o

a p a r t a m i e n t o l o h a proteg ido contra l a invasión de los ma­

leantes. A n t a ñ o fué corte. U n a corte s ingular de l a C h i m a ! -

h u a c á n guerrera y salvaje. L o s nativos de esta región aún

l l e v a n en sus venas l a sangre de los tactoanes y los flecheros

reales que r o d e a b a n a su r e i n a , cuando e n t r a r o n a T o n a l á

D o n Nuño de G u z m á n y sus huestes castellanas.

Antigüedad de la loza de olor.—Desde ese remoto entonces

se hace loza en l a a n t i g u a " v i l l a y corte". E n su Historia de la

conquista de la Nueva Galicia, dice M o t a P a d i l l a (edición

de 1870, p. 39): " E n l a m i s m a p laza a los castellanos, y e n las

76 AGUSTÍN BASAVE

mismas calles a las tropas auxi l iares , se disponían las mesas en

buena orden, cubiertas con b i e n tejidas y delgadas mantas, y

en ellas var iedad de frutas, tamales de f r i j o l , venados asados,

liebres, perdices, conejos, guajolotes en temole que se guisan

con pipián c o n chi le negro y tomates y pepita de calabaza,

torti l las calientes, cacao frío, p u l q u e y otras bebidas que ya

los castellanos conocían y usaban, tinajas de agua fría y l i m p i a ,

con abundantes jarros o búcaros de diversas formas, m u y

olorosos."

Maravillosos artistas.—Recogido en su si lencio, el tonalteco

es del más p u r o t ipo v i s u a l . Sabe ver con paciencia. Se de­

le i ta en l a inspección lenta de u n a flor, de u n a r b o l i l l o , de u n

pájaro, de u n a avispa. Ha guardado en su re t ina m i l pequeñas

impresiones. Sabe cómo revienta u n capul lo , cómo se desplie­

gan, lentamente, las hojas de u n a rosa; cómo encorva u n

gorrión e l cue l lo p a r a beber agua, cómo lo alza p a r a cantar.

Conoce e l mecanismo de l salto d e l g r i l l o , l a distribución de

las manchas en las alas de las mariposas. C o n cal lado deleite

h a observado e l paso de l a savia p o r tallos, hojas y corolas; e l

zig-zag de las lagartijas, e l pesado b r i n c o de los sapos, e l p la­

near de las aves rapaces y e l b u l l i c i o s o vuelo de los tordos.

Desde antes que los hombres blancos aparecieran p o r estos

contornos, ya era decorador e l tonalteca. L o sigue siendo.

D e n t r o de muchos, muchos años, l o será aún. Es u n a a c t i v i d a d

que le es congénita. N i ñ o aún, ve a sus padres y a sus herma­

nos mayores ocuparse d e l barro : l l evar lo a l jacal , extenderlo,

asolearlo, mezclar lo , humedecer lo y modelar lo . Crece en este

ambiente, que l o d e t e r m i n a alfarero.

Los instrumentos de su of ic io n o pueden ser más r u d i m e n ­

tarios: pinceles de pe lo de cola de perro, colores naturales, de

tierras que recoge e n arroyos, lamadales, cerros y b a r r a n c o s . . .

A r t e de artista pobre que se aviene a l o que está a l a m a n o

y que n o p i d e más, p o r q u e . . . "s iempre h a sido as i " .

L a destreza m a n u a l de estos decoradores sólo puede ser

comparable a su i n s t i n t i v a elegancia o r n a m e n t a l . Sentados

sobre u n petate, c o n las piernas recogidas, como los m i n i a d o r e s

persas, apoyada l a m u ñ e c a sobre e l tecomate, e l vaso o e l

botel lón que p i n t a n , trazan, con rapidez y seguridad sorpren­

dentes, toda suerte de heléchos, palmas, ramas, flores y a n i m a -

ARTES POPULARES JALISCIENSES 77

les. Poseen un estupendo sentido de la línea y del color, y cada una de sus piezas, cuando el fuego las ha lamido y ha fijado sus tintas, es una verdadera obra de arte.

Decoradores tonaltecas.—Entre los más destacados decora­dores tonaltecas son de citarse preferentemente: Ladislao Ortega, fino y pulcro dibujante, cuyos tecomates figuran en muchos museos; Coldívar, el inventor de los fondos de petati­llo y puntos; los Lucanos, familia de extraordinarios ornamen-tadores de vasijas, cuya fauna y flora son orgullo del arte tonalteca; Candelaria Cervantes, decoradora de gran habili­dad y notable buen gusto; los Galanes, maestros de la "loza de agua", que otros llaman opaca o de olor, cuya antigüedad dejamos establecida con la cita de Mota Padilla; y Emiliano Delgado, introductor del torno en la industria alfarera de Tonalá.

Elaboración.—Los artistas de Tonalá suelen comprar sus vasijas en Tlaquepaque y se limitan a ornamentarlas con toda suerte de dibujos animales y vegetales; pero también son alfareros, y se dedican a extraer el barro de las minas cercanas; a mezclarlo con el pegajoso, tras de molerlo, tamizarlo y hu­medecerlo; a amasarlo y hacer homogénea la masa, a "mol­dearla", secarla, pulirla, hornearla y pintarla con colores lí­quidos obtenidos secretamente por ellos, con excepción del azul cobalto, que lo dan con aceite. Decorado ya el traste, lo engreían, lo secan de nuevo y lo sujetan otra vez a una alta temperatura.

La loza de olor es del pueblo de E l Rosario, a media hora de Tonalá; la loza burda (cántaros, tinajas, ollas, comales y lebrillos) procede de Tatepozco; los típicos monitos y los pitos son elaborados en Santa Cruz.

Los SARAPES DE JOCOTEPEC

Los tejedores.—Es inmemorial el establecimiento de la in­dustria de tejidos de Jocotepec. Los viejos tejedores del pueblo hablan de Gabriel Mendoza como del maestro de todos ellos. Debe de haber urdido sus más bellos sarapes hacia el último cuarto del pasado siglo. Ya entonces había florecido esa in-

78 AGUSTÍN BASAVE

dustr ia , desde hacía largo t iempo. Contemporáneos suyos fue­

r o n los oficiales T o r i b i o N a r a n j o , Jesús C o r o n a d o y P o n c i a -

n o Paz.

E n esa época próspera de l a i n d u s t r i a de tejidos de Joco-

tepec, había u n obraje, cuyo dueño era J a i m e Ibarra , en e l c u a l

trabajaban más de c i e n hombres, y, entre ellos, c i n c u e n t a

eran oficiales, tejedores, cardadores e hi ladores.

E n t r e los tejedores recientes los más notables son: Víctor

Ccntreras , José G u a d a l u p e Contreras , J u a n T a d e o , M i g u e l

Santana, D o m i n g o M e n d o z a , Jesús M e n d o z a y A t i l a n o D e l -

gadi l lo .

A n t i g u a m e n t e , los sarapes eran de p u r a lana . Después,

para fac i l i tar la venta, los t r a m a r o n con algodón. E l negro se

daba con " t i n t a de f i e r r o " . E n t r e otros pigmentos, usaban l a

c o c h i n i l l a y el caraco l i l lo .

T a n t o se vendía p a r a distintas poblaciones de l centro y d e l

occidente d e l país, que cada mes salían de los obrajes varios

arrieros con atajos de muías cargadas de tejidos.

Procedimiento.—En las haciendas de San Mart ín y E l Za­

pote y en los pueblos de San Cristóbal y San Pedro , son

abundantes los rebaños de ovejas. D e su l a n a se surten, p r i n c i ­

palmente, los obrajes de Jocotepec. H a y dos épocas de c o m p r a

de lana , que corresponden, natura lmente , a las de e s q u i l a :

marzo y agosto.

E l benefic io de l a l a n a es e l p r i m e r trabajo que se hace e n

los obrajes. S i p o r l a f i n u r a de l a o b r a que se va a ejecutar se

requiere qué l a l a n a quede m u y l i m p i a , se procede a su lavado

c o n j a b ó n y agua cal iente. S i l a o b r a es común, sólo se e m p l e a

e l agua fría, s i n j a b ó n , antes de que l a l a n a entre a l h i l a d o .

L u e g o se carda, a f i n de p o d e r l a h i l a r con f a c i l i d a d , mediante

unas tablas de mango, sobre las cuales están asegurados a lam­

bres de h i e r r o , cuajados de puntas. Sale l a l a n a r i zada en

suaves espirales, que e n t r a n después a l torno. E n éste d a

vueltas a l huso (malacate lo l l a m a n los hi ladores), i n s t r u m e n t o

de madera de f i g u r a redondeada, más delgado en sus puntas

que e n su m e d i o y c o n e l c u a l se tuerce l a hebra y se devana

l o h i l a d o . H e c h o e l h i l o y cortado debidamente en hebras de

dos metros de largo, se a n u d a n éstas a los pequeños cabos

de íxt le de las " a v i a d u r a s " , y se r e t i r a n vert icalmente, en

ARTES POPULARES JALISCIENSES 79

re lac ión a l tejedor. Después, p o r m e d i o de pedales que ellos

l l a m a n "cúrenlas", levantan a l ternat ivamente los hi los pares

y los nones, y entre ellos hacen pasar l a lanzadera (de naran­

j o o tepeguaje) de derecha a i z q u i e r d a y de i z q u i e r d a a dere­

c h a . E l pe ine aprieta estos hi los horizontales contra e l " tem-

p l e r o " , u r d i e n d o así l a tela, hasta t e r m i n a r l a .

S i e l sarape n o es l iso, s ino f loreado, c o m p l e m e n t a e l

p r o c e d i m i e n t o que ya se detalló e l b o r d a d o de flores, triángu­

los, losanjes, rombos, cuadrados y demás elementos decora­

t ivos.

Aspecto de ios sarapes.—En general , l a l a n a de l a oveja

negra , s i n teñirse, f o r m a e l fondo de los sarapes, sobre e l c u a l

se destaca l a pol icromía d e l " f loreado" . Verdes tiernos, esme­

r a l d a y obscuros; azules turquí, m a r i n o y celeste; anaranjados

y amari l los, , rojos y violetas, d i s t r i b u i d o s en toda suerte de

formas geométricas y florales, resaltan sobre e l fondo negro o,

más b i e n , café obscuro d e l sarape. A l r e d e d o r de l a bocamanga

y e n l a o r i l l a de l a pieza, l a ornamentación se hace más i m ­

portante y t u p i d a . T a m b i é n es frecuente encontrar telas de

l a n a b l a n c a como fondo; pero, en nuestro concepto, son más

bel las y típicas las café-oscuras. C u a n d o se desenvuelve u n o

de estos sarapes, parece que está l l e n o de las propias rosas de

l a V i r g e n , frescas y fragantes, como en e l ayate de J u a n Diego.

T e r m i n a d a l a u r d i m b r e , pasa a manos femeninas y se t e r m i n a

c o n vistosos flecos blancos, tejidos c o n p r i m o r .

Decadencia.—La i n d u s t r i a de Jocotepec está en decadencia,

Y a n o v a n p o r los caminos, a l f i n a l de las semanas laboriosas,

los atajos de muías cargadas de l a n a tej ida. Apenas si unos

c i n c u e n t a tejedores m a n t i e n e n e l trabajo t r a d i c i o n a l d e l pue­

b l o . E n tota l , l a m i t a d de los que antes trabajaban en u n o

solo de los obrajes.

U n ta l ler regular , en l a a c t u a l i d a d , alcanza a l a b r a r diez

o doce k i l o g r a m o s de l a n a semanariamente. Esto equivale a

l a m a n u f a c t u r a de cuatro o c inco sarapes.

E l sarape más común es de dos metros de largo p o r u n o y m e d i o de ancho y pesa dos k i los y m e d i o . L o s más pequeños

sólo l l e g a n a u n k i l o y m e d i o . E l peso l o d a e l ancho. L a l o n ­

g i t u d es s iempre de dos metros.

8o AGUSTÍN BASAVE

Belleza del lugar.—Jocotepec es u n p u e b l o de tejedores,

hortelanos y pescadores: gente amante de v i v i r en paz. S i t u a d o

en l a e x t r e m i d a d occ identa l d e l lago de C h a p a l a , su aspecto es

t r a n q u i l o y risueño; baja su p laya , de suavísima pendiente ;

fértiles sus or i l las , con huertas de mangos y meloneros, cirue­

los de escuetas ramas llenas de b u b o n c i l l o s verdes, a m a r i l l o s o

rojos; patios ampl ios con jacoloxochit ls coronados de l indas

flores aterciopeladas, magenta, rojas, s a l m ó n . . . O r l a n l a bre­

ve p laya redes tendidas y unas cuantas barcas pescadoras.

Trabajo familiar.—El ta l ler v i n c u l a a l a f a m i l i a . L e d a

u n interés común. L a a r m o n i z a dentro de u n a sola f i n a l i d a d .

Padres e hijos t rabajan en el hogar: en e l p a t i o se lava e l

vel lón; l a m a d r e y las hijas l o j a b o n a n , lo enjuagan y l o extien­

d e n a l sol. Son ellas, también, quienes l o cardan y l o h i l a n . L o s

varones tejen y " f l o r e a n " . y todos ganan el sustento alegre­

mente.

Su trabajo m i s m o n o carece de belleza. H a y r i t m o en e l

m o v i m i e n t o a l ternado de las "cárculas", en e l c o n t i n u o vaivén

de l a lanzadera. Se canta y se trabaja. Y los operarios n o

menosprecian su of ic io , antes p o n e n e n su l a b o r " c u i d a d o

de perfección y armonía" , como dice E u g e n i o d 'Ors . L a eje­

cutan con amor. Agradécenle e l p a n que les p r o p o r c i o n a y

saben que e l sarape dará a q u i e n l o obtenga, j u n t a m e n t e con

e l abrigo que en él busca, e l placer que d a n los bellos objetos

a quienes los poseen y c o n t e m p l a n .

ARTES ALTEÑAS

E n l a p l a n i c i e de los A l t o s , tan semejante a l a l l a n u r a

castellana, se encuentra t e n d i d a Jalostotitlán (" lugar de las

cuevas de a r e n a " ) , s i t io donde se estableció u n g r u p o de colo­

nizadores y en e l c u a l d o m i n a aún p o r completo l a raza b lanca .

N o es extraño encontrar e n sus inmediaciones y e n sus calles

apuestos jinetes de barbas rojizas y ojos azules, n i e n las ran­

cherías que l a rodean, l indas muchachas de cutis sonrosado y

encendidos labios.

E l carácter de los habitantes, como e l de l a mayoría de las

poblaciones alteñas, es grave, cortés y hospi ta lar io . U n a h o n ­

radez a toda p r u e b a y u n g r a n a m o r a l a v e r d a d c o m p l e t a n

ARTES POPULARES JALISCIENSES 81

la fisonomía moral de esta población y la distinguen de tantas otras de nuestro país, en las cuales, desgraciadamente, son los defectos contrarios a las apuntadas cualidades, las esenciales características.

La población es laboriosa. Trabaja el cuero con singular maestría e incrusta la madera con tanto primor, que bien puede asegurarse que en este arte no hay en México carpinte­ros que a los suyos aventajen.

Los incrustadores y su técnica.-—Entre los treinta y cinco o cuarenta artesanos que en Jalos se dedican a la incrustación, se distinguen, primeramente, Modesto Deígadillo y Guadalupe Rentería y, en grado inferior, Rosario Suárez, Luis Gutiérrez, Olegario Jiménez y Román Suárez.

La madera en la cual incrustan el naranjo (el cual procede de Atotonilco, principalmente) es de sabino, llevado de La Alhaja, lugar situado a ocho kilómetros al sur de la población de Jalos. También suelen incrustar en madera de sauce, muy abundante en las inmediaciones del río.

E l procedimiento que para la incrustación emplean es el ordinario: en una tabla de naranjo, de medio centímetro de espesor, dibujan la silueta de lo que se va a incrustar: una rosa, una ardilla, una hoja que se enrosca, una lechuza, una rama florida; la recortan, la emplean como estarcidor so­bre la madera del sabino, resacan, prueban, ajustan, pegan, cepillan, lijan, sombrean, y pasan el barniz.

E l "acabado" es perfecto. No parece labor hecha con dos maderas, sino capricho natural, obra espontánea de un tronco maravilloso, cuyas venas se hubiesen entrelazado para formar todo linaje de arabescos, grecas, cenefas y dibujos de plantas y animales.

De esos talleres salen roperos y mesas, cajas, alcancías y costureros. E l color del fondo es café veteado y la incrustación es de un amarillo intenso y claro, con sombras negras.

Desgraciadamente, una influencia extraña, la más perni­ciosa, la más vulgar, se ha dejado sentir en los talleres de Jales. Alguien llevó a la población un catálogo de vulgares muebles norteamericanos, y ya comienzan a construirse rope­ros y mesas de noche, primorosamente incrustados aún, pero llenos ya de esas molduras bárbaras que son características

82 AGUSTÍN BASAVE

de g r a n parte de l a ebanistería yankee. ¡Libros como e l re­

fer ido p i d e n a gritos u n a Congregación d e l índice!

Trabajos de tomo de Teocaltiche.—Otra i m p o r t a n t e po­

blación i n d u s t r i a l de Ja l isco es T e o c a l t i c h e ("en e l t e m p l o

v e n e r a d o " ) , s i tuada a l norte d e l Estado, a pocos kilómetros de

Aguascalientes, c i u d a d c o n l a c u a l está c o m u n i c a d a p o r u n a

regular carretera y con l a que m a n t i e n e activo comercio.

T e o c a l t i c h e , rodeado de mezquitales y nopaleras, amparado

p o r su torre y surcado p o r su c inta de agua, sería u n o de tantos

pueblos ingratos y típicos: hac inamientos de seres incoloros,

perezosos y m u r m u r a d o r e s , si no estuviera ennoblec ido p o r su

producción artística.

C a d a año, c u a n d o se avecina l a fiesta de T o d o s Santos,

T e o c a l t i c h e nos m a n d a los productos de su i n d u s t r i a artísti­

ca. T r e s son sus actividades: l a confección de finos sarapes

de l a n a , de d ibujos y tintas a d m i r a b l e m e n t e combinados; los

artículos de m a d e r a y los de hueso.

Talleres-hogares.—En las calles de T e o c a l t i c h e se oye e l r u ­

m o r de los talleres domésticos. C a d a casita es u n a pequeña

fábrica de juguetes y m o l i n i l l o s . A q u é l l o s se hacen de u n a

m a d e r a c l a r a semejante a l a d e l naranjo , y se q u e m a p o r frota­

m i e n t o e n e l torno. Sus formas son variantes de unos cuantos

tipos: l a taza, e l vaso, l a copa, e l b a r r i l i l l o . Su aspecto es

atract ivo, preciosa su estructura, l i m p i o su co lor y armoniosa

su l ínea. E n estos talleres hay especialistas que se dedican

a la m a n u f a c t u r a de parvos ajedreces, los tamaños de cuyas

piezas var ían entre 2 y 3 milímetros; pero son los m o l i n i l l o s ,

dec id idamente , lo más interesante de l a i n d u s t r i a de T e o ­

calt iche.

S i entráramos a u n o de sus minúsculos talleres, veríamos

u n t o r n o m o v i d o p o r u n a rueda, a l a c u a l hace voltear u n

rapaz. Éste es e l aprendiz d e l of ic io. M á s tarde será amo de

ta l ler y tendrá, a su vez, u n m u c h a c h o a q u i e n t i ranizar y adies­

trar. F r e n t e a l torno está e l artífice. Ver íamoslo a p r o x i m a r a l

trozo de m a d e r a que e n torno g i r a , u n formón que, e n u n

m i n u t o , hace d e l cubo u n c i l i n d r o , luego u n cono trunca­

do; t o m a después otro formón más f i n o y, con asombrosa des­

treza y p o r m e d i o de suaves e instantáneas presiones, esboza

ARTES POPULARES JALISCIENSES 83

la forma del molinillo, detalla la cabeza, modela el cuello, talla collares, separa anillos, hace incisiones, acentúa relieves, cala y pule, hasta convertir el tosco trozo de madera en una pequeña obra de arte.

Otros artistas hay, en el mismo Teocaltiche, que se dedican exclusivamente al trabajo en hueso. E l primor con que labran este material es sólo comparable al de los chinos, trabajadores del marfil.

TRABAJOS DE "CHILTE" DE T A L P A

No se agota, con lo reseñado, el catálogo de las manifesta­ciones artísticas del pueblo jalisciense. Nos queda por men­cionar, aunque sea de pasada, tres pequeñas industrias que florecen en Talpa, San Miguel el Alto y Zocoalco.

La primera es la de las figurillas multicolores de chicle, o "chilte", como allí se dice. Es éste una especie de latex, que procede de un arbusto de escaso follaje, el cual produce una le­che blanquecina cuando se hacen incisiones en su tronco. E l jugo referido se recibe en unos carrizos y después se vacía en un recipiente que contiene agua coloreada. Cuando, ya teñido, se cuaja el mencionado "chilte", golpéase sobre una piedra y se lava hasta que ya no pica.

Los artífices del chilte lo compran en pasta y, en seguida, se ponen a estirarlo hasta que lo convierten en largas hebras que se enrollan en un bastidor. Cuando están bien secas, se comienza a labrarlas, haciendo con ellas multicolores y visto­sas figurillas —vírgenes, ángeles, adoradores, pastorcillos, ove­jas, perros y aves—, algunas de las cuales han merecido muchos elogios en diversas exposiciones nacionales y extranjeras.

ENCAJES Y DESHILADOS

Tierra de caballistas y tiradores es San Miguel el Alto, poblado criollo que extiende su caserío en un llano contiguo a la bellísima Barranca del Gavilán, con su cascada de dos­cientos metros y la cinta azul del Río de San Miguel, entre cuyos tulares anidan garzas, ánsares y pico-largos.

Hombres de pelo en pecho, los áltenos de San Miguel; mujeres bellas y recatadas, las suyas. Diligentes también. Há-

84 AGUSTÍN BASAVE

biles y hacendosas, dedican l o más d e l día a tejer y deshilar.

D e los corredores sombreados, de las salitas con muebles de

bejuco y oscuras imágenes de santos, salen maravi l losas flores

de h i l o y calados en blanquísimas telas de l a n a y de algodón.

C o m o en M a l i n a s y en Brujas .

L a h a b i l i d a d que demuestran estas pequeñas y albas obras

de arte: pañuelos, servilletas, manteles, blusas y encajes, es ya

a n t i g u a en aquel lugar. D e los Apuntes geográficos, estadísti­

cos e históricos del municipio de San Miguel el Alto p o r F r a n ­

cisco M e d i n a de la T o r r e , extraigo los siguientes renglones:

" E n l o que sobresalía l a m u j e r tecuexe era en el arte de h i l a r

y tejer a lgodón de 'pochot l ' . H a s t a l a fecha, la mujer san-

miguelense es notable p o r su trabajo de h i l a r y tejer en géneros

finos, l o que acá se l l a m a deshilados."

EQUÍPALES

E n Sayula y en Zocoalco se m a n u f a c t u r a n los confortables

y bonitos sil lones de madera y cuero que se conocen bajo el

n o m b r e de "equípales" .

L a voz equipal es l a transformación castellana de l mexicano

icpalli, correspondiente a 's i l la ' y der ivado de icpac ('sobre,

encima') . Encontramos l a p a l a b r a p o r p r i m e r a vez en e l Voca­

bulario de fray A l o n s o de M o l i n a (1571) y en fray Bernar-

d i n o de Sahagún (1570). E l icpalli era u n b a n q u i l l o bajo, de madera, junco, p a l m a

o caña, g u a r n i c i o n a d o de cuero. L a s i l l a regia (llatoca-icpalli)

tenía respaldo y estaba decorada suntuosamente. Sobre e l la

apareció p o r p r i m e r a vez M o c t e z u m a , ante los ojos atónitos de

H e r n á n Cortés y su intrépida hueste.

H a c i a e l año de 1880, Mart ín Paredes comenzó a fabricar

esta clase de asientos, con dos aros de " p a l o dulce" , unidos con

estacas de " p a l o rosa-panal" , amarrados con " i x t l e " . E l asien­

to estaba formado p o r tiras de maguey. Posteriormente, José

Á n g e l G i l puso sobre este tejido otro de carrizo, y después per­

f e c c i o n a r o n e l mueble , añadiéndole respaldo y brazos, otros

fabricantes, como D a n i e l M a t e o y D o n a c i a n o Cajero.

E l asiento de cuero apareció p o r p r i m e r a vez en equípales

manufacturados p o r M a r g a r i t o Hernández, A l b e r t o A r r o y o ,

José M a r í a F e r r e l y M i g u e l A . L a g u n a .

ARTES POPULARES JALISCIENSES 85

En la actualidad, hay equípales decorados a colores con motivos mexicanos, o bien pirograbados con toda clase de gre­cas, los cuales resultan muy del gusto de los turistas de origen tejano.

L A FERIA DE SAN JUAN

Tocamos ya al final de estas notas, y no encontramos mejor manera de rematarlas que evocando la Feria de San Juan, suma y compendio de todas las manifestaciones artísticas del pueblo de Jalisco.

San Juan de los Lagos está en una hondonada. Desde el fondo se levantan las proceres torres gemelas de su Colegiata y el fervoroso geyser de las oraciones.

Bajan hasta la villa devota vías que se pueblan de romeros en ocasión de la festividad de su Virgen. Son caminos pinto­rescos, semejantes a los que conducen al mayor santuario de la otra Galicia. Pululan en ellos toda suerte de peregrinos, chala­nes, músicos y varilleros. A pie, en carros, a caballo, en burro, en guayines, van los devotos a descargarse de mandas, a vender o comprar caballos de Los Altos, fustes, frenos, riendas y es­puelas; a las tapadas de gallos; a ver, por las noches, el cielo negro rayado de bengalas...

Yo vi a San Juan en una de sus ferias. E l espacioso atrio de la gran iglesia estaba lleno de penitentes que caminaban de rodillas, con ramos de flores y encendidas velas. Entraban las inditas a la rumorosa colegiata con sus anchos sombreros de copa baja y sus sartas de colorines. Iban también enfermos y convalecientes, mendigos de curvos bastones de "otate"; fami­lias rezanderas que corean avemarias (sobre el contralto de las mujeres, el flautín del niño; dos octavas más baja, la voz del padre). Preces colectivas, grávidas. Lastimera oración del tu­llido. Tonos patéticos de lectoras de vía-crucis. Gangueos, toses, hipos periódicos e inquietantes, Y rezos, rezos intermi­nables: miserias que piden alivio, necesidades que claman ayuda, penas que se amortiguan cuando se confían a la Virgen... La iglesia es un enorme acumulador de fe.

En la plaza y en las calles vecinas se extendían los pueste-cillos de los vendedores. Año por año, Guadalajara manda sus calabazates dorados, sus biznagas traslúcidas y los morenos ca-

86 AGUSTÍN BASAVE

motes cubiertos. M a n d a , también, los productos de sus artistas

v idr ieros , los platos, tazas, vasos, peces, aves y mariposas azu­

les, verdes, ámbar, que con su a l iento y sus sabias presiones,

c o n sus vueltas y su balanceo rítmico, f a b r i c a n los oficiales de

los talleres de Ávalos. San M i g u e l envía sus encajes y sus des­

h i lados ; Jalos, sus cajas incrustadas; T e o c a l t i c h e , sus trabajos

de torno y también sus sarapes que c o m p i t e n con los de Joco-

tepec; T l a q u e p a q u e , monos y juguetes; T o n a l á , loza y te­

comates decorados; A m e c a , sus fustes, sus espuelas y sus panta­

loneras de cuero; T a l p a , l a pol icromía de sus f iguritas de

c h i l t e ; Sayula y Zocoalco, sus equípales. L o s puestecillos de L a s

Peñas d a n l a nota m a r i n a c o n sus conchas, sus estrellas de

m a r , sus erizos y sus caracoles.

E n l a extensa plaza, frente a l S a n t u a r i o de l a V i r g e n , se

veían también expendios de toda suerte de golosinas: cajetas

y ates, montones de naranjas y l imas; pencas de plátanos cos­

teños, como los pericos: corvos, verdes y amari l los ; cañas con

equitat ivas divisiones, fáciles a l reparto; fritangas, cacahuates,

semil las tostadas. Y además, tendidos de hierbas, toda l a far­

macopea de les sapientes curanderos y herbolar ios .

Sobre e l b r o c a l d e l pozo e n cuyo fondo se encuentra San

J u a n de los Lagos, contemplé a l a pequeña c i u d a d p o r últ ima

vez. Serpenteando, baja l a c i n t a d e l c a m i n o . E n t r e las arbole­

das aparecían, de trecho e n trecho, caballadas de chalanes,

d i l igencias , murgas bul l ic iosas , j inetes álteños. H a b í a en el

aire cálido d e l m e d i o día, sones de campanas que ascendían

desde las torres de l a C o l e g i a t a y áureas l lamaradas de sol.