arte, tecnología y una nueva lectura del paisaje · 2014-08-18 · procurará analizar a partir de...
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revista enciudarte #1 Salta | Mayo 2014
Arte, tecnología y una nueva lectura del paisaje Raquel Guzmán [email protected]
Resumen
El presente trabajo se propone analizar el impacto de las tecnologías en
la producción del arte, en este caso particular del mural Valle, de la
artista plástica Ana María Benedetti emplazado en un edificio céntrico de
la ciudad de Salta. Las consideraciones de Danto acerca de la estética y
la multidimensionalidad de la obra de arte, así como la noción de obra
asociada al montaje de tiempos heterogéneos de Didi-Huberman,
permiten abordar las relaciones público / privado, representación /
figuración; continuidad / transformación; tiempo / memoria, desde los
cuales se pone en evidencia la complejidad del trabajo artístico.
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1. Para comenzar
El presente trabajo se propone analizar la relación entre arte y
tecnología en la producción del Mural Valle de la artista plástica salteña
Ana María Benedetti1, emplazado en el Edificio Palermo en el centro de
la ciudad de Salta. Este propósito sitúa un conjunto de variables que se
procurará analizar a partir de la compleja trama que tejen las
producciones artísticas con sus espacios de localización.
Bien se sabe que la noción de arte es una noción históricamente
situada, que constantemente se revisa a la luz de las nuevas
producciones y de los desafíos teóricos que ellas proponen. Arthur
Danto (2005) advierte sobre dos perspectivas que consideran de modo
diferente la obra de arte, el internalismo y el externalismo. La primera
considera que todo lo pertinente para considerar la obra está al alcance
del ojo crítico, mientras que la tesis externalista considera que “lo que
convierte a un objeto en obra de arte es algo externo a él” (25). El vaivén
entre estas dos posturas genera un sinnúmero de matices que le
permiten a Danto revisar el concepto de arte y los rasgos compositivos
que lo sostienen: lo semántico y lo pragmático. El punto de inflexión de
los estudios de Danto lo dan justamente las nuevas relaciones con el
arte que la “vanguardia intratable” propone, como el nuevo estatus de la
belleza:
1 Nace en Salta en 1979. Es Licenciada y Profesora de Artes Plásticas egresada la Universidad Nacional de Córdoba (2001). Recibe el Premio Universidad de Córdoba por desempeño académico a lo largo de la carrera. Participa en los Encuentros de Producción y Análisis de Obra organizados por la Fundación Antorchas en Salta (2003), y en los Encuentros Regionales de Análisis de Gestión Cultural organizados por Trama, Salta (2004). Recibe la Beca de Perfeccionamiento otorgada por el Fondo Nacional de las Artes (2004). Participa de numerosas muestras y proyectos, entre ellos: selección nacional Salón de Artes Visuales OSDE (2006); Interfaces. Diálogos entre regiones (Salta – Mendoza), organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes (2006); Pertenencias, Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires (2006); Arte de Salta, Programa Argentina Pinta Bien organizado por Repsol – YPF y el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, Museo de Arte Contemporáneo de Salta (2005). Desde 2005 co - dirige en Salta el Espacio de artes visuales La Guarda.
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Considero el descubrimiento de que algo puede ser buen
arte sin ser bello como una de grandes aclaraciones
conceptuales de la filosofía del arte en el siglo XX (Danto
2005:102)
A la estética se le agregan otras dimensiones y discusiones en orden a
la configuración del arte, como la representación y el significado, pero
también funciones que atañen a los programas sociales y políticos que
sostenían las obras, o a los modelos de comprensión cultural que
generaban. En este sentido, las transformaciones del arte en la segunda
mitad del siglo XX se orientan a cambios en la producción de la obra
pero también a impactar sobre la actitud del espectador, ya que él es
parte del mundo que se busca transformar.
La obra se constituye así como “sistema integrado” (Irazusta 2010)
donde convergen objeto, contenido, forma, contexto e historicidad en
una dinámica constante de relaciones, polémicas y contrastes. Como
afirma Francastel (1970:110) la obra de arte es “un lugar” donde se
cruza la precepción de lo real y un sistema imaginario generador de
leyes, ambos se conectan forjando una imagen nueva que es, a la vez
representación y figuración. Para este autor –recordemos que está
hablando de las artes visuales- la obra se constituye en signo-plástico
que no es sólo expresivo ni representativo sino también figurativo:
Precisamente, porque el signo plástico es el lugar de
encuentro y de interferencia (…) no es ni solamente
expresivo (imaginario e individual), ni representativo (real
y colectivo), sino igualmente figurativo (ligado a las leyes
de la actividad óptica del cerebro y a las de las técnicas
de elaboración del signo en tanto tal) (116).
La constitución de la obra como objeto semiótico, donde se conjugan
variadas semiosis, permite también comprender el modo como se
relaciona con el contexto, que ya no es visto como recipiente donde se
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sitúa la obra, sino como sistema significante donde las tradiciones
culturales operan y debaten constantemente. Esta consideración y el
trazado de un paralelo con el pensamiento matemático lleva a Pierre
Francastel a proponer la existencia de un “pensamiento plástico”
(1970:129) que está orientado hacia el descubrimiento de las
“estructuras de la sensibilidad” y hacia la exploración de las reglas de la
percepción y la integración del campo óptico. Si bien es discutible la
concepción estructuralista que subyace en este análisis, y la limitación
en la noción de imagen, es interesante el esfuerzo de deslindar las
múltiples dimensiones que se activan en la producción artística y que
permiten problematizar la noción de arte.
La dimensión histórica, como componente fundamental del arte, aparece
con toda nitidez en los estudios de Didi-Huberman quien considera que
“la imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el
ser que la mira” (2005:12). El tiempo que anida en la imagen, para este
autor, no se detiene sino que por el contrario se densifica cada vez más
y toda lectura tiene que trabajar sobre ese movimiento perpetuo y
discontinuo, se trata de un “montaje de tiempos heterogéneos” (Didi –
Huberman 2005:26). Pone en evidencia así la problemática relación
entre historia y tiempo, si bien una imagen se sitúa en la historia,
convergen en ella tiempos heterogéneos, como pliegues, como fisuras,
como desacuerdos.
En el caso que aquí nos ocupa -el Mural Valle- convoca estas
cuestiones planteadas, por cuanto se ofrece como una obra de arte
compleja en la que, partiendo de un concepto de fuerte arraigo cultural
como es el “valle” particularmente referido al Valle de Lerma –donde se
sitúa la ciudad de Salta- remite a una tradición escrituraria y artística
cargada de símbolos y representaciones. También articula la versión de
una geografía edénica con las vicisitudes de una ciudad que cada vez se
hace más visible.
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Como se sabe, la pintura mural es un género que conjuga el dibujo y la
pintura en muros y paredes, en sus antecedentes se reconocen obras
que provienen de las más antiguas civilizaciones y en el siglo XX
comenzó a formar parte del paisaje urbano. En Latinoamérica se inicia
en 1930 el Muralismo Mexicano, un hito fundamental en el desarrollo de
esta forma artística. Liderado por Clemente Orozco, Diego Ribera y
Alfaro Siqueiros se transforma en vehículo de expresión, identificación y
transformación de los sectores sociales más oprimidos de
Latinoamérica. Se le han adjudicado al mural funciones variadas, como
por ejemplo, decorativas, ya que se usa en muchos casos como
ornamento o complemento compositivo de la arquitectura, funciones
didácticas, cuando se procura mostrar ejemplos o principios y valores a
través de la imagen diseñada, y funciones políticas cuando proponen
una imagen que se puede leer como relato de situaciones injustas o
nefastas que sufren los pueblos.
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2. Valle: arte y tecnología
El Mural Valle se encuentra ubicado en el Edificio Palermo, en la calle
Buenos Aires 150 (ciudad de Salta), las medidas aproximadas son: 25
mts de largo x 5,00 mts alto, el de la planta baja, que corresponde a la
pared izquierda continuado desde el acceso al estacionamiento. Sigue
luego en el hall de acceso de cada piso (4) con figuras de 9,50 x 3,00
mts en cada caso. Los materiales utilizados son esmalte sintético,
durlock y leds y para la concepción del proyecto –explica la artista-
utilizó desde fotografías digitales hasta programas de diseño como auto
cad y corel. En algunos casos se dibujó sobre imágenes proyectadas
sobre la pared con un data display. Un elemento esencial de la obra es
la iluminación realizada con iluminadores led de diversos tonos, que a su
vez configuran nuevos matices con los colores del esmalte sintético.
Desde la vereda del edificio el paseante puede ver ya las imágenes del
mural que contrastan, por el ritmo, los colores y la iluminación con los
colores neutros del edificio. Los sobrerrelieves logrados con el durlock
semejan cumbres montañosas iluminadas por los rayos del sol y
provocan el impacto de la presencia de la naturaleza en la compacta
mole del edificio de cemento y vidrio. El recorrido analítico que aquí se
propone permite reconocer una serie de rasgos binarios que podríamos
identificar como: unidad / diversidad; público / privado; representación /
figuración; continuidad / transformación; tiempo / memoria, desde los
cuales se pone en evidencia la complejidad del trabajo artístico.
El mural ofrece la particularidad de ser uno solo en sucesivas paredes
que pueden apreciarse ascendiendo a los distintos pisos del edificio, de
una manera homóloga a la que presenta la modificación del paisaje que
se ve a través de los ventanales de la edificación. Esta particularidad de
ser uno –por los materiales, el tema, la estética- y ser diverso –por las
imágenes, los colores, la ubicación- demanda una nueva posición del
espectador. La ubicación física de éste necesita del movimiento para
percibir la totalidad -no sólo cambiar la focalización, sino también subir,
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bajar / entrar, salir- y esa actitud resulta del desafío que la propia obra le
impone.
En segundo lugar, el doble carácter público y privado se manifiesta
cuando la obra se visualiza en una pared pública, cualquier transeúnte
puede disfrutar de la policromía intensa de la figura que sugiere un
amanecer / atardecer, pero eso no es más que un anuncio, es necesario
ingresar al espacio privado del edificio para poder seguir el recorrido
espacial y temporal que la obra propone. Si bien es cierto que el mural
se sitúa en los espacios comunes del inmueble, la situación pragmática
–luces artificiales, seguridad, control de acceso- generan una relación
diferente entre espectador y obra.
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Si se recuerda la propuesta analítica de Francastel, este mural puede
ser leído en la convergencia de una percepción del “valle” como
hondonada entre montañas, concavidad que ampara, cuenca de un río;
pero también con la carga simbólica de feracidad, belleza, lugar de
beatitud, y a la vez la reiteración de imágenes que el arte y la literatura le
aportan: “valle de Lerma / y de lágrimas” (J. C. Dávalos); “mandan las
lentitudes en el valle de Lerma” (Manuel J. Castilla). No podemos dejar
de citar también aquí la tradición panóptica de la pintura de Salta, que se
inaugura con la obra de Carlo Penuti, Vista de la ciudad de Salta
tomada desde el cerro San Bernardo 1854
y que se puede seguir luego en la obra de Aristene Papi con “La batalla
de Salta” y “Muerte del Gral Güemes”, en las que la representación se
apropia de esa forma cóncava del espacio. El mural de Benedetti pone
en juego la representación del valle para discutirla, replantearla con
nuevos elementos y figuraciones, se constituye así como objeto plástico,
cuya complejidad resulta de la articulación de una densidad cronotópica
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con una técnica sustentada en la nueva mirada del entorno. Fotografiar
la ciudad y operar sobre la fotografía con programas de diseño,
proyectar luego esas imágenes sobre la pared y, a partir de allí construir
la figura, constituye un intenso trabajo de mediaciones que provoca un
distanciamiento, a la vez que una interpelación. Se trataría quizás de
una estética neo-figurativa, donde la iconicidad de la representación es
reelaborada a través de siluetas, fragmentaciones, líneas de fuga.
Esto nos lleva al cuarto rasgo propuesto, continuidad / transformación.
La recurrencia al tópico del “valle” puede leerse como una continuidad
de la tradición que construye allí un rasgo distintivo, pero a la vez se
trata de una vuelta para reescribirlo. En este sentido los procedimientos
son variados: la imagen de la ciudad se superpone a la imagen de la
montaña lograda con la manipulación del durlock, no hay arriba / abajo;
los colores dominantes –azul, violeta, morado- impugnan los colores de
la naturaleza y provocan un efecto más cercano al arte pop con sus
estridencias y la apropiación de los efectos visuales de tecnología; y a la
vez la inserción del “valle”-con el campo semántico mencionado- en una
construcción arquitectónica de rasgos modernos, aunque
contextualizada, produce un oxímoron y en ese punto se instala uno de
los efectos de potencia artística del mural.
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Instalado así el “valle” puede ser visto como un anacronismo, ya que
sitúa una nueva relación temporal en el edificio y en el propio mural, ese
efecto surge “en el pliegue exacto entre imagen e historia” (Didi-
Huberman 2005:28). Siguiendo a Waldo Ansaldi, se puede decir que
este mural pone en evidencia la temporalidad mixta, es decir la
presencia de tiempos superpuestos en una “continua recreación
interactual” (2000:167); esto se logra a través de la recuperación de
imágenes de la ciudad (Catedral, Iglesia San Francisco, Cabildo,
edificios céntricos, plazas) provenientes de diferentes momentos
históricos, reelaboradas por medios tecnológicos y puestas en relación
en nuevos sintagmas en el diseño del Mural.
También podría pensarse esta obra desde una noción como la de
“hibridación cultural” (García Canclini 2008:13 y ss) en tanto pone en
juego prácticas diversas en una nueva combinatoria. Los pares binarios
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que –con fines explicativos- analizamos anteriormente, dejan ver que la
barra que los señala no es una separación sino un lugar significante,
donde lo uno se trasvasa en lo otro, produciendo el efecto de hibridación
de que habla García Canclini. Para este autor lo importante no es la
hibridez en sí, sino los procesos que la constituyen y que permiten
relativizar la noción de identidad, hacer visibles maneras heterodoxas de
construir las prácticas sociales y, a la vez, mostrar la posibilidad
constante de modificar la cultura y la política.
Consultada la artista acerca de los medios tecnológicos utilizados -
infrecuente en el muralismo salteño- observaba la importancia de esos
usos específicos
ya que probablemente [de no haberlos utilizado], hubiera
obtenido otra cosa o hubiera trabajado de otra manera,
considero que la tecnología no sólo resuelve cuestiones
técnicas en la obra, sino también imprime una impronta
específica en el lenguaje o resultado visual” (Benedetti
2013).
Resulta también de fundamental importancia en el complejo proceso
constructivo, la iluminación lograda por la incorporación de un nuevo
material, como es la iluminación con leds, pero también por la
manipulación para lograr nuevos tonos y colores:
Con los leds probé las variantes de color que éstos dan,
es decir estos leds son RGB (rojo - verde - azul), con un
aparatito se va graduando la cantidad de cada color que
emite cada lamparita, de acuerdo a la combinación se
obtiene desde blanco hasta azul, pasando por todas las
variantes que se te ocurran. Entonces hasta llegar al color
buscado probamos varias combinaciones... (Benedetti
2013)
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La incorporación de la tecnología no responde, entonces, a una postura
sino a una exploración artística que encuentra en los procesos de
hibridación un cauce en la búsqueda del lenguaje artístico apropiado.
3. Para finalizar
En la constitución de la imagen de Salta se ha recurrido con frecuencia a
la naturaleza y desde la feracidad que ella propicia se ha trasuntado
toda la producción material y simbólica de la ciudad. En una relación
metonímica ella es también parte de las imágenes con las que se
“enamora” al turismo y del futuro próspero que se le augura a la
sociedad. Tácito, inmaterial, simbólico, el mundo natural es una
omnipresencia en los discursos tanto verbales, como no verbales, de
esta manera agrega a lo espacial una consistencia histórica. El mural
Valle (Benedetti 2012) viene a poner en tensión esa construcción al
enfrentarla con una nueva mirada artística sostenida en otro modo de
construir la obra, desde un diestro dominio tecnológico que le provee un
nuevo lenguaje.
Es posible pensarla, entonces, como camino hacia lo que Juan Acha
(2004:39) denomina un “pensamiento visual independiente”, en la
medida en que enfrenta al espíritu colonial, rehúye de la puja entre lo
nacional y lo universal y acentúa la potencia de los medios para construir
una pieza artística desde el pensamiento, la reflexión y la
argumentación. Se constituye así una obra centrada en el fenómeno
visual de las formas y los colores, conectada estrechamente con otros
pensamientos de su contemporaneidad.
La interfaz que supone tomar la fotografía digital, incorporarla como
archivo, seleccionar y operar sobre ella, implica un carácter programable
que le sirve de sustento. Desde este punto de vista la tecnología digital
aparece implicada no sólo como medio, sino como modo de pensar
contemporáneo. Lo mismo ocurre con el carácter experimental, que se le
puede adjudicar a esta obra, si se considera la experimentación como
“buscar posibilidades desconocidas (…) trazar propios recorridos y eludir
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los campos prefijados; servirse de un viejo o nuevo material para
describir ordenamientos que subviertan lo esperado en cuanto a los
principios y supuestos vinculados a la composición” (Kozak 2012:109).
En síntesis, es posible afirmar que la noción de obra como “sistema
integrado” es plenamente visible en Valle y que, a la vez, ese concepto
resulta muy productivo para dar cuenta del mural. Paralelamente Valle
se instala en el devenir estético local como reescritura de una tradición
constantemente debatida.
Bibliografía
Acha, Juan (2005) “Hacia un pensamiento visual independiente”. En
Acha, Juan, Colombres, Adolfo, Escobar, Ticio, Hacia una teoría
Americana del Arte. Buenos Aires: Del Sol (Antropológica).
Ansaldi, Waldo (2000) “La temporalidad mixta de América Latina, una
expresión de multiculturalismo”, en Héctor C. Silveira Grosky (editor),
Identidades comunitarias y democracia. Madrid: Trotta.
García Canclini, Néstor (2008) Culturas Híbridas. Estrategias para
entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Paidós.
Berseghian Miguel e Inés Marietti (2011) “El panorama, una arquitectura
y una pintura para la mirada” en Revista Avances N° 17. Córdoba: UNC.
Danto Arthur C (2005) El abuso de la belleza. La estética y el concepto
de arte. Buenos Aires: Paidós.
Francastel, Pierre (1961) Arte y técnica en los siglos XIX y XX. Valencia:
Fomento de Cultura.
Irazusta Cecilia (2011) “Gregorio Dujovny: el arte cinético como una
representación del hombre moderno” en Revista Avances N° 17.
Córdoba: UNC.
Kozak Claudia ed. (2012) Tecnopoéticas argentinas. Archivo blando de
arte y tecnología. Buenos Aires: Caja negra.