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ARQUITECTURA DE REMESAS SUEÑOS DE RETORNO, SIGNOS DE ÉXITO Del 23 de junio al 21 de agosto, 2011

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ARQUITECTURA DE REMESASSUEÑOS DE RETORNO,SIGNOS DE ÉXITODel 23 de junio al 21 de agosto, 2011

El proyecto se basa en la influencia de las remesas en la arquitectura, la familia y lacomunidad. Estas remesas económicas e ideológicas alteran la “vida tradicional”de estas comunidades, transformando en múltiples aspectos el panorama arquitec-tónico de Guatemala, El Salvador, Honduras y México.

El planteamiento global del proyecto recae sobre estas nuevas transformacio-nes, y más específicamente sobre los nuevos conceptos arquitectónicos, que sevienen realizando en estas comunidades, tras la entrada de dinero y nuevas ideo-logías por parte de los migrantes establecidos en Estados Unidos con familia quereside en sus comunidades de origen. Estas singulares arquitecturas emulan están-dares, tipos y estilos arquitectónicos de los Estados Unidos combinados con los mate-riales y manos de obra locales.

El proyecto ha realizado la documentación de este proceso, un diagnóstico yun mapeo de las zonas más influidas por esta nueva arquitectura con estilo propio.Se ha realizado una investigación antropológica y arquitectónica con soporte foto-gráfico analizando las comunidades y viviendas, realizando entrevistas y adentrán-donos en los interiores de algunas de estas construcciones, conociendo tanto losespacios interiores, hasta hoy desconocidos, como el interior humano de este tejidomigratorio. Desde este punto de partida estético, se generan reflexiones más pro-fundas sobre las transformaciones que surgen a partir de la migración, alterandolo tradicional, y generando nuevas pautas de vida tanto en el país emisor comoen el receptor.

Coordinación del proyectoCentro Cultural de España en Guatemala

Centros Culturales participantesCentro Cultural de España en El SalvadorCentro Cultural de España en HondurasCentro Cultural de España en México

Arquitectura de remesas forma parte de los Proyectos de la Red de Centros Culturalesde la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

Los proyectos en red de los Centros Culturales de la AECID son aquellos rea-lizados mediante la colaboración y coordinación entre Centros Culturales de Españaen distintos países.

Dentro de las líneas estratégicas de la cooperación cultural, estos proyectosen red trabajan por el intercambio y reconocimiento entre los países y sus culturas,mediante acciones compartidas que permitan una mejor comprensión del otro yfaciliten las relaciones culturales de las sociedades civiles.

Dichos proyectos ofrecen como resultado trabajos con objetivos comunes, po-nen en sintonía movimientos e identidades culturales, gestionando nuevos espacios,exposiciones, obras teatrales, documentales, talleres, publicaciones, medios digitales,certámenes y convocatorias, con una finalidad equitativa e igualitaria: el enrique-cimiento cultural mutuo.

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ARQUITECTURA DE REMESASSUEÑOS DE RETORNO, SIGNOS DE ÉXITO

El desarraigo parece establecerse como condición de época. Forzados por la sobre-vivencia, los desheredados del mundo encuentran en la migración internacionaluna vía de escape marcada por la aventura, la precariedad y las dificultades. Conresistencia y tenacidad contrarrestan las exigencias de convertirse en una manode obra flexible y nómada, en una nueva casta de consumidores, sin derechos ybajo control. Regresar y fincar en sus lugares de origen es una forma de contestara esta condición de desechables anónimos, de dejar al menos alguna huella de sudevenir, un gesto allá donde aún son personas y parte de un colectivo.

Levantar una vivienda puede significar muchas cosas. Pero hay dos funda-mentales: una es la certeza de contar con “un lugar en el mundo”, un sitio del queuno es y donde uno quiere transcender. El otro se asocia al hecho de cumplir con elpapel social de ser un miembro adulto y con responsabilidades en la familia y lacomunidad: “el que se casa, casa quiere”. Estas dos facetas requieren lecturas pro-pias cuando hablamos de migrantes, que han hecho del “salir” un rito de paso parael ser en comunidad, ser de la comunidad.

Este texto busca ser un vaso comunicante entre los dos proyectos que conflu-yen en esta exposición. El primero es el realizado en Centroamérica con el título“Arquitectura de remesas”, resultado de una investigación etnográfica en los paísesdel llamado Triángulo Norte —Guatemala, El Salvador y Honduras, los que tienenmayor proporción de población en Estados Unidos—. En la misma se desarrolló unaambiciosa puesta en común de miradas de antropólogos, fotógrafos y arquitectospara desentrañar la arquitectura sin arquitectos y la urbanización sin urbanidad depueblos mestizos, mayas, garífunas, de ciudades intermedias y capitales. Entre todosbuscaron desentrañar el porqué de las nuevas formas de intervención constructivay estética en las que la inventiva de los migrantes tiene mucho que decir; ofreciendo“una vitrina para evidenciar el poder de las ideas sobre el paisaje construido”1.

Esta primera experiencia se complementa con el trabajo sobre México que unapareja de antropólogos realiza recopilando su amplia experiencia de ojos curiosos yexpertos en estas transformaciones obvias pero escurridizas. Es el aporte del CentroCultural de España en México a esta exposición.

Son iniciativas diferenciadas y desiguales en ambiciones e inversión de medios,pero deben verse como complementarias y leerse desde esa comunidad territorialde tradición agrícola mesoamericana, desde ese horizonte social compartido de las“remesas republic” —como propone el artista Adán Vallecillo. Ambas quieren mos-trar la “revolución” que los migrantes están produciendo en los estilos de hábitatdomésticos y comunitarios, donde, como señala Luis Pedro Taracena, ahora “el de-seo es posible”2.

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1 Catálogo Arquitectura de remesas, Guatemala: Red de Centros Culturalesde la AECID, 2010, p. 49.2 Catálogo Arquitectura de remesas, op. cit, p. 19.

ARQUITECTURA DE MIGRANTES,LAS CARAS CONTRADICTORIAS DEL ORGULLO CONTRAHEGEMÓNICO

MANUELA CAMUS y SANTIAGO BASTOS*

LA VOLUNTAD DE FINCAR

Pero toda la fiebre constructora ha dinamizado las economías rurales como nolo han hecho los Estados con sus políticas desde hace mucho tiempo. La presenciade estas viviendas puede llegar a modificar de forma radical un paisaje económico,urbanizando, capitalizando, dando trabajo y, con ello, llevando a un creciente gastoa franjas de lo que hasta ahora ha sido un mundo apartado y tenaz en el autocon-sumo. Para el caso de El Salvador, Miguel Huezo muestra cómo quienes salieron delpaís “huyendo como una peste” desarrollaron “uno de los derroches más grandesde energía en toda la historia del país”3.

Los respectivos Estados —que tuvieron responsabilidad en unas políticas quedesahuciaron el universo agrícola— después no supieron, o no quisieron encauzar,planificar, apoyar, normar, ni gestionar, los efectos de la desbandada general delcampesinado. Ninguno de los proyectos de desarrollo fueron suficientes para con-traponerse a las voluntades de los nimios migrantes anónimos que, sumados, hantenido efectos estructurales de una fuerza incalculable. La compleja narrativa dela migración y de sus protagonistas ha desembocado en la multiplicación de ser-vicios, cambios de paradigmas, introducciones culturales, funcionamiento de lasfamilias, cambios demográficos, nuevas dependencias, violencias desatadas… todoun cuerpo de sucesos al que algunos denominamos como la “capitalización porsí mismos”. El desafío cultural que provocan al cuestionar “lo nacional” hizo que,por ejemplo en El Salvador, tuvieran que plantearse oficialmente el pensar en “unnuevo nosotros”.

Otra condición de esta época es la extrema mercantilización de la vida, del sentidode las cosas, de los sentimientos y de las relaciones. Todo pasa por un filtro econó-mico, todo se compra y se vende y los migrantes también. Para las corporaciones ylos empleadores son carne humana a explotar; para el Estado de origen, son héroesremesores si le envían sus salarios, villanos si no lo hacen; la familia y la comunidadtambién aprecian sus acciones a través del aprovechamiento económico y los hijosreciben regalos de sus seres más queridos como compensación emocional. La situa-ción del retornado que no fue “exitoso” es perversa, no debió darse. Como dice elnovelista guatemalteco Adolfo Méndez Vides, quedan como “leprosos”, sin nada,fracasados. La crueldad de las exigencias se traducen en el olvido y el escarnio aquienes no pudieron cumplir las expectativas.

Los migrantes se hacen interesantes para el capitalismo desde su papel de po-tenciales consumidores. Los cientos de estudios que escudriñan lo que hacen o dejande hacer con los dólares que ganan en el sufrido día a día, no dejan de encontrarla misma piedra, insidiosa, todos ellos parecen sorprenderse y desilusionarse porqueel billete verde se disuelva en el consumo más prosaico: la alimentación y, cuandose “invierte” —palabra mágica—, se dirija primordialmente a otra vulgaridad, levan-tar cuatro paredes. Según algunos economistas y expertos en el “desarrollo”, se tratade “gastos suntuarios”, no cumplen con ser “inversiones productivas”. Y además,estropean el paisaje.

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EL DÓLAR,LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS

3 Migraciones: Mirando al Sur. Entrecruzamientosculturales en las migracionescentroamericanas, México:Red de Centros Culturalesde la AECID / InstitutoNacional de Migración,2010, p. 51.

remodeladas, que apenas se hacen ver, más que por lo nuevas y repelladas que apa-recen, pero que básicamente respetan las formas y materiales tradicionales, quizásincorporando componentes como block y la lámina.

Las nuevas viviendas se multiplican en espacios internos y aparece, como en laciudad, la construcción vertical, algo insólito hasta recién. Hay una clara tenden-cia a la individualización de las habitaciones de dormir —algunas incluso incluyencuarto de baño—. Se producen importantes innovaciones en el tipo de materialde construcción: el block industrializado frente al adobe o el ladrillo; la herrería y elaluminio sustituyen a la madera; las columnas son de varillas y moldes de cemento;y el tejado a dos aguas se ve desplazado por las terrazas y la lámina.

Pero lo importante, y lo que los diferencia respecto a los migrantes urbanos,es que para los rurales los exteriores son claves y desbordan en ellos su creatividad.Se incorporan infinidad de ingredientes decorativos y múltiples ocurrencias comocolores, arcos, cornisas con teja, moldes prefabricados y fuentes. Se incluyen com-binaciones de motivos arquitectónicos y decorativos insólitos y de difícil elabora-ción: ventanas ovaladas, paredes en curva o retorcidas columnas salomónicas.

Las preferencias estéticas incorporan y convergen distintas vertientes. Todoslos estilos son posibles: desde el neoclásico norteamericano estilo Capitolio, que seasocia al orden del capitalismo y al símbolo del poder, hasta el gusto por el colo-rismo más ecléctico. Los autores del catálogo de Centroamérica lo definen como la“estética de la sobrecarga” que alimenta un sentimiento de “nuevos ricos” paraquienes es preciso “deslumbrar”5. Otros se refieren a una modernidad alternativa,mientras el antropólogo guatemalteco Ramón González Ponciano lo denominaríael “cosmopolitismo desde abajo”.

Al dejar la comunidad, los migrantes transgreden el orden comunitario, comolo hacían los comerciantes de larga distancia antes y ahora los coyotes o los delin-cuentes, porque como ellos, han vivido situaciones de “pecados” y culpas al salirde la supuesta horizontalidad. Para reintegrarse al todo comunitario, al grupo deiguales, tienen que pagar por ello, aunque sea en términos simbólicos. Y pareceque enaltece a la comunidad, convertirla en espacio de triunfadores con las nuevasconstrucciones, es una de ellas.

Las viviendas que nos llaman la atención, la “arquitectura de remesas” que quedaplasmada en estas fotografías, es sobre todo un asunto rural. Cuando las construc-ciones se dan en las ciudades se detecta un patrón común en Centroamérica: aveces se construye, pero a menudo la vivienda se compra ya hecha en complejosresidenciales de casas homogéneas indistinguibles. En ambos casos, el resultadoson casas modernas y funcionales. Las primeras, levantadas a trancas y barrancas endiferentes fases según se juntan los dólares que las hacen posibles. Con todo, buscanconstruir con buenos materiales y dejan terminados de cierta calidad. En las segun-das, el gusto migrante parece acomodarse a las propuestas inmobiliarias en boga,en urbanizaciones suburbanas de adosados del estilo gated communities con patro-nes homogéneos para todas.

Según los investigadores de Centroamérica, en los dos casos estas casas se-mejantes parecen querer pasar desapercibidas por temor a las envidias en un con-texto de violencias e inseguridad o por un factor cultural mestizo de vivir de puertasadentro. El caso es que esta discreción supera las posibles aspiraciones de marcarla diferencia, quizás se conforman con reflejar ese estatus clasemediero que mar-can estas viviendas.

Para ellos, la distinción se produce en lo interno, en la intimidad del hogar,donde los espacios se llenan con camas cubiertas de edredones y cojines, deco-raciones de todo tipo: relojes, fotos, altares, televisores de pantalla plana, cortino-nes, equipos de música, toda la gama de línea blanca… Un equipamiento de confortmuy al gusto norteamericano, todo él entre tonos pastel y luces difusas, con espa-cios novedosos como las cocinas de gran luminosidad y con desayunadores.

En el área rural —si aún se pude llamar así— el comportamiento de losmigrantes-constructores es peculiar. En todos los países conlleva transformacionesdel paisaje a través de múltiples elementos. Luis Pedro Taracena, observa la rupturade los códigos tradicionales y la transformación sociológica de enormes dimensionesy consecuencias que esto supone4. En este medio rural, nuestra atención se centraen esa “arquitectura de remesas” que nos sorprende. Pero hay otras muchas cons-trucciones, ubicadas en aldeas y con inversiones más modestas o simplemente

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LUJOS INTERNOS,DISTINCIONES EXTERNAS

4 Catálogo Arquitectura de remesas, op cit.

5 Catálogo Arquitectura de remesas, op. cit, p. 198.

Y siempre aparecen detalles sorprendentes como son los pequeños, simétri-cos y costosos trabajos de molduras en los techos y en los apliques de luz, o el derro-che de souvenirs, de recuerdos múltiples de viajes, apareciendo como un “museode actividades”6. Entre los trinchantes, gabinetes, mecedoras y ventiladores siemprese encuentran los altares y las figuras religiosas. Dentro y fuera se instalan iconosanimales —como espíritus protectores del hogar— y, en Centroamérica con especialfruición, las diferentes banderas: la norteamericana —la más considerada—, la mexi-cana y las nacionales respectivas. Al aparecer “filtradas y yuxtapuestas”, como diceRosina Cazali7, se desacralizan como símbolos del orden nacional jerárquico ycoexisten entre sí de otra manera más propia, más viva.

En definitiva, tenemos construcciones que tienden a la monumentalidad porel espacio que ocupan, por el derroche decorativo y arquitectónico externo, por losnuevos conceptos en la distribución y por el uso de los espacios internos. En buenamedida ya no son viviendas rurales: los patios desaparecen, los animales se venrelegados y el grano ha de ser secado en las terrazas. Esta nueva arquitecturasupone el sacrificio de otros signos de identidad campesina: los espacios de ritua-lidad ancestral, los signos del pasado, las construcciones tradicionales.

Esto se resiente especialmente en las comunidades indígenas donde los rasgosarquitectónicos de la diferencia y particularidad cultural se ven más amenazados,incluso por ellos mismos, entrando de esta manera a la homogeneización culturalque el proceso de desarrollismo-modernización-ladinización-asimilación no con-siguió. A veces los costos de una creciente urbanización “a la buena de Dios”,desde la intuición, el interés, las necesidades, la individualización, llevan a un de-sorden constructivo que va a resultar difícil de deshacer o de enmendar. Esto sesiente en algunas cabeceras municipales del altiplano indígena guatemalteco queson ahora el escaparate de los nuevos estatus y se están configurando como“pequeñas ciudades” con un mercado de tierras sobrevalorado y unos espacioshipersaturados en un desorden asociado al “bienestar” y al “consumo”. Fungencomo las nuevas Gomorras que multiplican las desigualdades con las aldeas.

La revolución y el atrevimiento de esta arquitectura sin arquitectos es prescindir delconocimiento “superior”, del saber técnico hegemónico de ingenieros, arquitectosy diseñadores. La construcción congrega participaciones diversas, es resultado deuna experimentación colectiva, donde unos u otros aportan trabajo, ideas, gestio-nes y materiales. Como recuerdan Jorge Durand y Patricia Arias los detalles arquitec-tónicos se recogen al azar en fotos o imágenes de origen diverso que los emigrantesenvían para ser imitados. Es genial la capacidad de los maestros ejecutores antemodelos que pueden ser realmente complejos y de elaboración tortuosa.

Es una arquitectura de prueba-error en la que el proceso creativo y la inspi-ración brotan de fuentes diversas. Hay elementos originarios que se refuncionalizan,como las puertas y ventanas de madera tallada y pintada de los Chuj de Guatemala;otros suponen innovaciones locales como los murales pictóricos en las fachadas enmunicipios como Cuilco y Tacaná, también en el noroccidente de Guatemala. En otroscasos, son elementos externos como las ventanas de vidrio reflejante azulado quebuscan la impresión aséptica de los no lugares —como bancos o aeropuertos—;o el falso tableado de las arquitecturas sureñas de Estados Unidos, ya hechas moldey prefabricadas, que se encuentran en lugares de México. También es general el usode los ladrillos cerámicos en paredes exteriores, fachadas y otros detalles de acom-pañamiento como dibujos o marcos. Este exceso de material brillante, como higié-nico y resbaloso, lleva a ofrecer impresiones de cierta frialdad en la imagen espacial,pero es el alejamiento consciente del adobe, el ladrillo y la madera.

En estas casas los interiores de estos espacios enormes, en contraste con lasviviendas citadinas, tienden a quedar vacíos, desamparados, pero no muertos. Aveces se incorporan aparatos de línea blanca, que después no pueden o no sabenutilizar. Son comunes las anécdotas sobre lavadoras o refris que yacen esquinadas,funcionando como habitación para las gallinas. A cambio, en las viviendas tam-bién se incorporan lugares de producción, ya no desde la óptica campesina, sino conservicios, comercios, talleres y bodegas desde las que se llevan actividades terciarias.Aunque sean insuficientes para “levantar” el “desahuciado campo”, los migrantestienen la claridad de que ya no es posible el retorno al pasado minifundista queles tenía con el “agua al cuello”.

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LA ARQUITECTURA SIN ARQUITECTOS

6 Arquitectura de remesas,op. cit, p. 155.7 Catálogo Migraciones:Mirando al Sur, México: Red de Centros Culturalesde la AECID, 2009, p. 60.

En México, la historia de la migración es más larga y más profunda que enCentroamérica y, como muestran Jorge Durand y Patricia Arias, pueden ubicarsefases, unas etapas que se reflejan en las formas de construir. Pero llama la atenciónque aún en este tiempo largo la tenacidad constructiva se mantenga, no amainenlas angustias y las inquietudes que siguen generando este proceso. Quizás por-que aquí la ideología del retorno está más cuestionada por los mismos hechos, lamarca sobre el territorio que se abandona puede llegar a ser más desgarrada, yel barroquismo más extremo y sin terminar: techos cortados, ventanas con mol-des sofisticados, juegos curvos sin sentido, arcos invertidos, torreones desubicadosy pasillos a ninguna parte. Todo resulta más dramático aun en la terminación incon-clusa y en el número inquietante de casas sin habitar.

En el Caribe, en cambio, los garífunas transnacionales de Guatemala yHonduras han hecho de sus viviendas el lugar para su jubilación, esa ancianidadvivida de vuelta a donde se salió. Con su llegada incorporan una estética y estilode vida de confort que parece bastante aterrizado al trópico: a pesar de rompercon los materiales tradicionales de palma y madera, las casas están adecuadas alcalor y tienden a mantener techos altos y la planta en U 9.

La exuberancia general de las construcciones que encontramos en esta exposicióncomparte unos elementos arquitectónicos quebrados y fracturados que parecenhablar del reconocimiento a una cartografía de viajes inciertos que hacen de estasexperiencias migratorias unas expresiones torturadas, insólitas, difíciles de facturary de interpretar. Unos “monumentos” finalmente costosos en cuanto a esfuerzos,donde expresan y comunican sus sentimientos y sus vidas —aquí la mercantilizaciónno aplica—.

Así los migrantes popularizan y rompen los cánones. Como destaca IrenePalma, es parte de su venganza, de su resistencia8. Para ellos no aplican las dis-tinciones de privado-público, individual-colectivo, local-global, tradición y moder-nidad, culto y popular, urbano-rural. Los gestos pueden ser muy contradictoriosy paradójicos; pero no hay duda de que son portadores de otro talante marcadopor experiencias que complejizan sus identidades, sus opciones, sus modelosde vida, sus aspiraciones, sus sueños. Como hijos de su tiempo, comparten una“revolución de las aspiraciones” y un deseo por entrar al mundo del mercado ydel consumo. Aferrarse al “sueño americano” no es solo buscar salir de la sobre-vivencia, sino dejar atrás la pobreza: ya no quieren ser pobres, no se conformancon su posición social. Quieren “vivir bien”, incorporar servicios y comodidades“modernas”: disfrutar de agua caliente, televisión, lavadora, sofás, camas…

En Centroamérica, el boom de la construcción tarda en iniciarse. Los primerosexpulsados a Estados Unidos, producto de las guerras centroamericanas, no llevancon ellos esa voluntad de construir. Hay que esperar una década, al flujo de emi-grantes económicos para que la necesidad de reflejarse pierda el pudor.

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EL BARROQUISMO Y LOS TRÁNSITOS AZAROSOS DE LA EXPERIENCIA DEL EMIGRANTE

8 Mirando al Sur, op. cit, p. 74.

9 Arquitectura de remesas,op. cit, p. 179.

* Manuela Camus y Santiago Bastos son doctores en Antropología Social por el Centro de Investigacionesy Estudios Sociales en Antropología Social de Occidente (Guadalajara, Jal.).

Durante 20 años residieron en Guatemala donde trabajaron como investigadores sociales en diversasinstituciones. Juntos analizaron la sobrevivencia de los sectores populares de la ciudad capital, entre ellos losindígenas “urbanos”; así como el movimiento político maya. Después Manuela se enfocó en la antropología urba-na y en el estudio de la migración internacional, mientras Santiago se dedicaba a la dimensión étnica de lasociedad guatemalteca desde diversos ángulos.

En la actualidad Manuela es investigadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad deGuadalajara y Santiago del Centro de Investigaciones y Estudios Sociales en Antropología Social de Occidenteen esa misma ciudad

Entre sus últimas publicaciones juntos están Entre el mecapal y el cielo. Desarrollo del movimiento mayaen Guatemala (2003) y la compilación Guatemala: Violencias desbordadas (2009) con Julián López. Por sucuenta Manuela ha publicado La colonia Primero de Julio y la ‘clase media emergente’ (2005) y La sorpresitadel Norte. Comunidad y migración internacional en Huehuetenango (2008). Santiago por su lado coordinóla colección Mayanización y vida cotidiana. La ideología multicultural en la sociedad guatemalteca (3 vols,2007) con Aura Cumes y la compilación El movimiento maya en la década después de la paz (2010) conRoddy Brett.

Fotografías: Andrés Asturias y Andrea Aragón

En definitiva ¿de qué nos hablan estos monumentos épicos y llamativos? ¿sonesfuerzos vanos por escapar de la pobreza? ¿son una recreación subalterna de lamodernidad? ¿hacen el juego al capital convirtiéndose en consumidores? El caso esque los emigrantes llevan hasta donde pueden su reto a la historia de exclusión quecargan. Hasta donde pueden, desarrollan sus sueños, sus sugestiones de mejorasmodernas, su entrada a “otros mundos posibles”. Desde la cruel sobrevivencia pre-moderna a la que estaban condenados como campesinos, hasta la artificiosa ycínica hipermodernidad en que están sumidos, es todo un salto mortal.

Las explicaciones que los académicos ofrecemos suelen referirse a solucioneshíbridas, mestizas, kitsh, sintéticas, sincréticas, mosaicos, pastiches, contrastes entrelo tradicional y lo moderno o de lo decorativo versus lo funcional. Hay argumen-tos y realidades para todos los gustos. De parte de la ortodoxia hegemónica y elpoder clasemediero urbano muchas veces se les estigmatiza, se les anula, se lesacusa de imitaciones, de remedos, de “quiero y no puedo”, de mal gusto. Se les vecomo simples correas de trasmisión del poder de cooptación de la cultura de masasdel consumo.

Esta culpabilización recuerda a la “nostalgia imperialista” que analizaba y des-menuzaba el antropólogo chicano Renato Rosaldo para referirse a la forma nos-tálgica en que el occidente trataba los espacios que su propia presencia habíadestruido con sus estrategias coloniales de dominación. Sería un “lamento delhombre blanco” que se duele de las realidades que él mismo transforma violen-tamente, una forma de lavar la conciencia y las responsabilidades escondiendo lacomplicidad. De la misma manera, los poderosos y bien pensantes de México yCentroamérica se quejan de lo que están haciendo los migrantes con “el paisaje”,cuando su ceguera y egoismo social ayudaron a expulsar a los pobladores del“bucólico” mundo rural. Por ello, queremos terminar con la reflexión de Luis PedroTaracena sobre esta creatividad colectiva como un “asunto de dignidad” o de“ostentación legítima”, según Jorge Durand y Patricia Arias.

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EL DERECHO A LA OSTENTACIÓN DIGNA

En tercer lugar, hay que tomar en cuenta la vecindad. Con una frontera demás de 3,000 kilómetros de extensión, que va de Tijuana, en el océano Pacífico,a Matamoros, en el océano Atlántico, los mexicanos aprendieron a ir y venir entreambos países con enorme facilidad. Fue primero una frontera abierta, con apenasunas mojoneras que recordaban para la historia un tratado oneroso y desventa-joso. Más tarde, se convirtió en “la línea”, un espacio por donde había que cruzarde manera subrepticia, pero donde siempre era posible hacerlo. Finalmente, se haconvertido en un muro prolongado y elevado que ha dado lugar a una fronteracasi infranqueable, vigilada y custodiada de manera permanente.

La historia, la vecindad y la masividad del fenómeno han marcado a la socie-dad mexicana, en especial, al mundo rural: primero en los estados del centro-occidente de México (Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán,San Luis Potosí, Zacatecas), la llamada región histórica de la migración ya que fueallí donde se inició y consolidó el flujo de trabajadores hacia Estados Unidos.Luego, el norte, los estados fronterizos, que de ser un gran territorio casi desha-bitado se convirtió en una región con gran dinamismo económico, urbano y demo-gráfico. Finalmente, en las dos últimas décadas, desde 1990 a la fecha, el resto delpaís, en especial los estados del centro y sur, comenzaron a sumarse a la corrientemigratoria: Chiapas, Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Veracruz,Yucatán. Así, un sinfín de municipios, pueblos y rancherías de esas nuevas regionesmigratorias han sido impactados por la migración a Estados Unidos, una de cuyasprimeras huellas es la construcción y recreación de las casas.

De hecho, la arquitectura refleja tanto esa larga trayectoria así como los cam-bios en la geografía migratoria. En la región histórica, donde existe el mayor númerode migrantes documentados que han redefinido sus vidas en Estados Unidos, seadvierte el incipiente desuso y abandono de casas y negocios. En las nuevas regio-nes migratorias, en cambio, se vive todavía la preocupación, el interés por mejorary construir nuevas viviendas y espacios en los lugares de origen en México.

“Aquí puede usted ver todo el esfuerzo de los muchachos que se van al norte”

Señora que muestra orgullosa las casas de su ranchería

UN SIGLO DE HISTORIA MIGRATORIALa migración mexicana a Estados Unidos es un proceso centenario, masivo y unidi-reccional entre países vecinos. A fines del siglo XIX, cuando el ferrocarril mexicanollegó a Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, se selló unaalianza perdurable entre la demanda de trabajadores por parte de Estados Unidosy la oferta de mano de obra barata por parte de México. Desde ese lejano 1884no ha habido un día en que un mexicano haya dejado de pasar por la fronteranorte en busca de empleo en esa economía norteamericana, casi siempre tandinámica y demandante de trabajadores. El mismo camino lo han recorrido, millo-nes de veces, los migrantes en la dirección inversa o, como ellos dicen, “volverpa’ tras”, es decir, para regresar al terruño a sanar las heridas y descansar del arduotrabajo junto al calor añorado del comal y ¿por qué no? en su nueva casa.

Se trata de un fenómeno masivo no sólo porque México sea un país popu-loso, sino porque siempre han sido muchos los trabajos que ha habido que reali-zar en el Norte: jornaleros en los campos agrícolas, operarios del ferrocarril, obrerosen las carreteras, las empacadoras, factorías, empleados en los comercios, hotelesy restaurantes. También porque México no ha podido resolver el problema del em-pleo y los salarios, menos aún para la población del campo, que sigue siendo laprincipal cantera de migrantes internos e internacionales. En la actualidad, hayonce millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, es decir, alrededor deuna décima parte de nuestra población. En 1920 se decía que una proporciónsimilar radicaba en Estados Unidos.

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LA ARQUITECTURA MIGRANTE

JORGE DURAND y PATRICIA ARIAS*

La confluencia de tres procesos estimuló y visibilizó el tipo de casa diferenteque gestaban los migrantes, sobre todo, los que se iban a Estados Unidos. Por unaparte, en la década de 1970 ya se había establecido un patrón migratorio que pau-taba que en cuatro o cinco viajes los migrantes lograban reunir el dinero suficientepara conseguir sus objetivos y dejar de migrar. Pero, al mismo tiempo, la incipien-te pero imparable crisis de las actividades agropecuarias tradicionales terminó porafectar la inversión en tierras y actividades agropecuarias y reorientó y canalizó losmigradólares hacia nuevos giros, entre los que la construcción de casas resultó elmás privilegiado, el más generalizado. Finalmente, pesó también la incipiente, perocreciente salida de la población de las rancherías alejadas en busca de servicioseducativos, de salud, de recreación que se concentraban en las cabeceras muni-cipales y las ciudades regionales. Para trasladar a las familias a esos nuevos espacioshabía que construir casas nuevas que podían ser también distintas.

Lo anterior no quiere decir que los migrantes internos, aquellos que salieronde sus comunidades rumbo a las grandes ciudades del país, como el Distrito Federal,Guadalajara o Monterrey, no invirtieran en el mejoramiento o construcción de casasen sus lugares de origen. Sin duda lo hicieron. Pero los ingresos que percibían eranmenores que los que se obtenían en Estados Unidos y, por lo tanto, sus posibilida-des de inversión en casas eran más limitadas que las de sus paisanos en el norte.

Hubo algo más. Desde la década de 1970, con el inicio de la era indocumen-tada, los migrantes empezaron a incursionar en empleos no agrícolas que los lle-varon a entrar en contacto con los espacios y formas de vida urbanos en EstadosUnidos. El trabajo en los servicios, en especial como jardineros y obreros de laconstrucción, los hizo conocer y admirar las enormes casas de los suburbios que enestados como California y Texas, más tarde Nueva York, siempre han sido impresio-nantes. En términos clasificatorios mexicanos esas no son casas, son “residencias”.Los migrantes internos, en cambio, estaban menos familiarizados con la arquitec-tura de suburbio y no conocían ni vivían, al menos la mayoría de ellos, en los barriosresidenciales de las ciudades, sino en espacios periféricos y deshabitados que conescasos ahorros y enormes esfuerzos se volvían urbanos y poblados.

La investigación de Massey et. al, (1991) realizada a comienzos de la década de 1980constató que el segundo rubro de importancia en el uso de las remesas, despuésdel consumo, era la compra de vivienda o lote y la construcción o reparación delas viviendas. Y eso marcaba una diferencia importante con los no migrantes. Losmigrantes habían “tenido más éxito en la adquisición de casas que los no emigran-tes” y de esa manera hasta los más pobres tenían “la oportunidad de tener casa”.

Desde esos años se empezó a hacer notar en infinidad de pueblos de los esta-dos del centro-occidente de México, un estilo distintivo y reconocible de casas querompía con la arquitectura pueblerina tradicional, con esas casas de estilo y fun-ciones espacialmente definidas y respetadas: una planta, una fachada cerrada, máso menos angosta que daba a la calle con una o dos ventanas, más bien pequeñas,enrejadas y encortinadas. Eran casas que se prolongaban hacia el interior, alrededorde un patio, con cuartos de usos y jerarquías claros: los cuartos de los padres ehijos, el comedor y la cocina. El segundo patio se reservaba para el mundo vege-tal: los árboles frutales, las plantas aromáticas y medicinales. El tercer patio erapara el reino animal: allí vivían gallinas, gallos, perros y gatos, quizá una vaca parael abasto de leche y se guardaban los animales de trabajo y transporte: caba-llos, burros y mulas. En tiempos más modernos en esos patios se habían instaladobaños y lavaderos.

En las regiones indígenas era diferente. Allí predominaba el amplio solar convarias casas, en verdad cuartos más o menos independientes, que albergaba a ungrupo familiar jerarquizado en torno a la casa del padre. Los cuartos eran pocomás que dormitorios ya que la mayor parte de las actividades domésticas, pro-ductivas y recreativas se desarrollaban en el patio común. Donde quiera que fuese,las casas eran austeras en muebles y adornos: muchas camas, algunos roperos,mesas y sillas y, eso sí sin falta, un altar con las imágenes de devoción adornadocon flores y veladoras a las que se solía agregar la fotografía de alguno de los miem-bros de la familia, en muchos casos, el migrante, cuya suerte a todos preocupaba.

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¿CUÁNDO COMENZÓ A DISTINGUIRSE LA ARQUITECTURA MIGRANTE?

un cuarto”, dicen, pero separado e independiente. Para lograrlo, ellas ahorran lomás que pueden de los migradólares que les llegan, trabajan o se dedican apequeños negocios para acelerar o, de preferencia, eludir la conflictiva etapa deresidencia con los suegros.

El modelo ha sido entonces la construcción de una vivienda estilo chalet,ubicada al centro del lote y rodeada de terreno por los cuatro lados, como las casasde los suburbios norteamericanos, lo que se conoce como “la yarda”. Un frenteamplio, por lo regular con una entrada destacada con columnas que recuerdanlos grandes porches, techos a diferentes niveles y a distintas aguas, cochera lateral,de preferencia cerrada, para dos o más vehículos. En las fachadas abundan lasventanas con vidrios polarizados o con elaborados dibujos esmerilados, la herreríade aluminio plateado o, mejor aún, dorado, en puertas, ventanas y rejas. En muchoscasos, las casas fueron pensadas, desde el principio, para tener dos o tres pisos;en otros, fue sucediendo sin mayor planificación.

Para concretar la casa de sus sueños, los migrantes suelen mandan fotos delas casas que les han gustado en Estados Unidos. En muchos casos, ellos no hanentrado ni vivido en las casas que admiran y reproducen, tampoco los albañiles quereciben el encargo de hacerlas. La construcción corre por cuenta de los maestrosalbañiles, muchas veces también migrantes, que las reinterpretan y acomodan a losespacios y recursos del migrante que destina buena parte de sus remesas a eseproyecto que se puede prolongar por años. Para los albañiles y las tiendas de todotipo de materiales los migrantes son una veta de oro y les hacen propuestas com-plicadas y costosas en techos, muros, entradas, acabados y accesorios.

La arquitectura migrante hace hincapié en el exterior, se trata de casas paraser vistas y admiradas por fuera. La fachada, sobre todo, es lo que cuenta. Unacosa es clara: los migrantes prefieren, insisten, reiteran su preferencia por las casasmodernas de estilo norteamericano. En las zonas turísticas, donde se han recupe-rado arquitecturas vernáculas o que lo parezcan —como las casas de madera ytecho de teja en las sierras o las palapas en las playas—, los migrantes no se handejado seducir por esos estilos. Eso es para los turistas, para los de fuera, dicen.Para ellos, la casa en el lugar de origen tiene que ser distinta, en esa versión demodernidad que representa el suburbio de clase media norteamericano. La casa esla señal, la prueba evidente y contundente del “éxito” en el otro lado, de que el“sacrificio” de estar lejos ha valido la pena, que tiene una recompensa visible quepuede ser vista, admirada, reconocida por todos.

Un primer momento, presente en todas las comunidades de migrantes, fue aquelen el que las remesas sirvieron para mejorar la casa de los padres. Por lo regular, searreglaba y pintaba la fachada se forraba con azulejos de colores, se cambiaba lamadera de puertas y ventanas por herrería muy adornada, se ponía piso de mosaicoen los cuartos y se instalaba un baño. Si el frente de la finca lo permitía, los migran-tes abrían una cochera donde guardar ese objeto clave del éxito en el otro lado:el coche o, mejor aún, la camioneta. Más tarde, se hizo común que los hijos cons-truyeran un segundo piso en la casa de los padres, segundo piso que resultabamuy distinto de la planta baja. Pero ese modelo, por varias razones, no prosperó.

Construir en casa del padre significaba que esos cuartos pasaban a formarparte del patrimonio de los progenitores y eso se convirtió en motivo de frecuentesconflictos al interior de los hogares. Pero otro hecho fue más decisivo. El crecimientode la población y la tendencia a la concentración en localidades dotadas de ser-vicios hizo posible algo que era cada vez más deseable: la construcción de una casaindependiente que tenía la ventaja de poder concebirla desde el principio comodistinta. En las orillas de los pueblos el valor del suelo era muy reducido de modo quelos migrantes pudieron comprar lotes, incluso varios terrenos, de buen tamaño,en muchos casos superior a los de sus padres, donde, con ayuda de parientes,compadres y vecinos albañiles, pudieron plasmar el anhelo de la casa soñada:independiente y moderna, lo más parecida posible a las casas de suburbio nor-teamericano tan admiradas. Hasta la fecha, en los pueblos se reconocen esas pri-meras zonas donde empezaron a comprar los migrantes que fue hacia dondeempezaron a crecer y urbanizarse los pueblos. Al mismo tiempo, los ejidos, queoriginalmente debían garantizar la producción agrícola, en la práctica tuvieronque destinar cada vez más parcelas a uso urbano para hacer posible la viviendade las nuevas generaciones.

Pero en los últimos años, el factor más decisivo para construir casas inde-pendientes ha sido la decisión y voluntad de las mujeres, sobre todo de las jóvenes.Ante la prolongación de la estancia de los migrantes en Estados Unidos, lo que enlas comunidades indígenas significa que las mujeres casadas deben permaneceren la casa de los suegros —cuestión que es motivo de tensiones inacabables—las novias y esposas luchan porque sus parejas construyan una casa, “aunque sea

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LAS CASAS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Las fachadas de las casas son el espacio que más se decora. En ellas hanincorporado esculturas que representan animales: águilas, leones, cisnes, perrosy delfines, fuentes de piedra o cantera, algunas con sofisticadas esculturas feme-ninas, con plantas artificiales por donde, gracias a una bomba, corre el agua encascadas. Pero cuando más se adornan, visibilizan y lucen las fachadas es en elmes de diciembre. Las casas colocan una cantidad impresionante de luces navi-deñas que forman complicadas figuras: cascadas de luces de diferentes colores,escenas bíblicas, Santa Claus y renos; se instalan enormes nacimientos que pue-den ser vistos y admirados desde la calle y permanecen incluso después de quelos propietarios de las casas se han marchado a Estados Unidos. Los artesanos ycomerciantes del tianguis de Tonalá, en Jalisco, por ejemplo, han aprendido ainterpretar y producir los objetos que buscan reproducir, muchas veces exagerar,los migrantes.

En los últimos años, ha habido una verdadera explosión de colores en laarquitectura migrante. Las casas se pintan con pintura brillante, colores muy estri-dentes y se hacen combinaciones atrevidas: naranja, morado, amarillo y verde.

Los elementos decorativos manifiestan las estéticas adquiridas y representan lasmodas de diferentes épocas. En la década de 1970 los migrantes de Michoacánencargaron la pintura de murales en las fachadas, pórticos e interiores de sus casas.Se trataba de pinturas de paisajes bucólicos con animales exóticos, ríos caudalosos,cascadas trepidantes y lagos azulinos. De alguna manera, recuerdan y retoman ele-mentos de las antiguas casas señoriales de los pueblos y los cascos de haciendaque estaban decoradas con ese tipo de murales. Por lo regular se asocian tambiéna la presencia y admiración por algún pintor local.

En la década de 1980 y como rebote de la nueva arquitectura de estilo colo-nial mexicano, se empezaron a usar los arcos, por lo general, hechos de ladrillo.Las arquerías solían ser de medio punto para las portadas y ventanales, pero tam-bién se hicieron invertidas para las bardas de las casas. En esa época se popularizaronlas fachadas de cantera, que muchas veces era del lugar, pero también llegaba defuera. La cantera rosa era muy apreciada por los migrantes de Jalisco. Se pusierontambién de moda las cúpulas que se usaban en las colonias urbanas de clase media,tanto, que se comenzaron a hacer y vender prefabricadas de fibra de vidrio.

En los años noventa se abandonaron arcos y cúpulas. Y llegó, para quedar-se, una especial predilección y fascinación por las balaustradas muy decoradas enbalcones, bardas y azoteas. La balaustrada puede ser de columnas de diferentestipos y estilos. Una de las más gustadas es la que representa cisnes, que se puedeencontrar a lo largo y ancho de toda la geografía migrante. Fue cuando irrumpió,también para quedarse, el uso del aluminio, especialmente el dorado, y los vidriospolarizados para puertas, ventanas y garajes.

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LOS ELEMENTOS DECORATIVOS

No obstante la imagen de éxito y modernidad que construyen los migrantes, lascasas retienen viejos usos y costumbres. Quizá por tres razones. Los migrantesque ya sólo regresan de manera ocasional y por pocos días al año han optado porprestar o alquilar, a precios muy reducidos, sus casas a parientes o vecinos delpueblo que las usan de acuerdo a las necesidades y costumbres locales. O bien lafamilia migrante de retorno se adapta al medio local y empieza a utilizar de maneratradicional los espacios de su casa imaginada. Pesa también algo muy obvio: setrata de casas diseñadas para los usos y costumbres urbanos de Estados Unidos,no para las actividades y hábitos rurales en México.

El primer asunto que brinca es el del secado de la ropa. Las casas modernasno cuentan con patios interiores donde colocar tendederos pero tampoco consecadoras como es lo usual en Estados Unidos. Se recurre entonces a utilizar lasentradas de las casas, las bardas de herrería, las balaustradas de cantera y hastalos árboles para secar la ropa. Los viejos graneros y los tradicionales cuescomatesdonde se guardaban los productos agrícolas han sido abandonados y no se hanprevisto nuevos espacios para esa función. El maíz y la calabaza invaden lospatios, techos y terrazas de las casas y algún cuarto de la casa se improvisa comobodega. Muchas casas de migrantes fueron construidas con locales comercialesen la planta baja. Mientras no se alquilan o ellos mismos instalan algún negocio,esos locales se utilizan como depósito de herramientas o productos agrícolas.

Las casas de los migrantes también son diferentes por dentro, en el espacio pri-vado. La austeridad tradicional ha dado paso a la exuberancia moderna. Llamanla atención la profusión de aparatos electrónicos: televisores, estéreos, consolasde juegos, teléfonos y computadoras. En las cocinas abundan los aparatos elec-trodomésticos y más de una lavadora de ropa.

En el cuarto de los niños los juguetes se amontonan por doquier, al igualque las muñecas y peluches en el cuarto de las niñas. La recámara principal, equi-pada con una amplia cama King Size con respaldo y mesas de noche a juego, estámuy decorada; las ventanas se cubren con cortinajes drapeados de telas suntuosas.En el tocador, la multitud de perfumes, cremas, pinturas y frascos de todo tipo dancuenta de un nivel de consumo especial, desde luego más elevado que el de losque no migran.

En las paredes de cuartos y pasillos cuelgan infinidad de adornos. Gustanmucho los arreglos florales así como las fotos, con grandes marcos, de bodas,graduaciones y celebraciones familiares. También se enmarcan y exhiben títulos,diplomas y premios que dan cuenta de los éxitos obtenidos en el trabajo y laescuela en Estados Unidos. Suele haber un mueble de madera o metal, con repisas,donde se colocan fotos, y títulos combinados con recuerdos de eventos familiaresy sociales de bodas, bautizos y graduaciones.

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EL ESPACIO INTERIOR LA PERSISTENCIA DE LOS USOS TRADICIONALES

Pero ahora muchas de las casas y negocios de los migrantes están vacías; otras sehan quedado en alguna etapa de la construcción; la mayor parte se ofrecen enrenta o permanecen prestadas; algunas lucen abandonadas o se ofrecen en venta.Esto hay que atribuírselo, en buena medida, al patrón migratorio actual que rom-pió con la circularidad, acabó con la migración de ida y vuelta. Los costos y ries-gos del cruce subrepticio de la frontera se han incrementado de tal manera quelos migrantes que logran cruzar no se arriesgan a regresar de manera recurrente yprefieren permanecer de manera indefinida en el otro lado. En la actualidad, losmigrantes indocumentados de las nuevas regiones migratorias, que en cualquiermomento y por cualquier motivo pueden ser detenidos y deportados, son los que másinvierten en sus casas para cuando decidan regresar o se vean obligados a hacerlo.

Los migrantes legales son, hoy por hoy, los que pueden viajar y habitar suscasas pero son también los que tienen que regresar a sus empleos en EstadosUnidos. Algún día, quizá cuando se jubilen, podrán regresar. Pero esa monedaestá en el aire.

Por lo pronto, tienen la alternativa de mantener sus casas para el retorno envacaciones, para rentarlas, prestarlas a algún pariente o, algo que ya se deja sentir,venderlas. Las páginas web de los pueblos de migrantes ofrecen casas y terrenosen venta. Pero no es fácil vender esas casas a usuarios que no sean migrantes.

Con el tiempo, los migrantes comenzaron a invertir sus ahorros para organizar suretorno en una serie de actividades comerciales y de servicios de las que, pensaban,podrían vivir y donde podían aplicar los conocimientos y habilidades aprendidosen el otro lado. Todo era realizado con ahorros personales y conyugales. Una estra-tegia muy socorrida de capitalización era comprar, a lo largo de toda la trayectoriacomo trabajadores migrantes, diferentes terrenos en los lugares de origen e inclusoen ciudades regionales para el momento del retorno venderlos y de esa maneradisponer de dinero para llevar a cabo la instalación de algún negocio.

Así, ellos fueron los introductores de un sinfín de establecimientos comer-ciales y de servicios “modernos” en sus comunidades. Las cenadurías, fondas ytaquerías dieron paso a restaurantes de carnes y mariscos, a pizzerías, a cafés que,a últimas fechas, han incorporado el servicio de “delivery”, es decir, la entrega adomicilio, rápido y sin costo. La vieja casa del centro con el letrero de “Se rentancuartos” fue complementada, a veces sustituida, por un hotel o motel situado en lasalida de las poblaciones, con cuartos con baño, televisión con cable, en ocasiones,con alberca y salones para eventos. Ha sido exitosa también la construcción de peque-ños conjuntos de departamentos, con cochera en la entrada, que son rentados pormaestros, funcionarios y personas que buscan alojamiento de manera temporal.

Los migrantes introdujeron en las comunidades el concepto del Mini Super,basado en “la Marketa” donde ellos hacían sus compras en Estados Unidos: ungalpón grande, con estacionamiento, que alberga una tienda de abarrotes muy biensurtida donde cada quien toma los productos de los anaqueles y los paga en la caja.Ellos han invertido en la creación de salones de fiestas para la celebración de eventossociales que ya se organizan fuera de los hogares (bodas, cumpleaños, graduacio-nes, quince años) y pequeños “centros de convenciones” donde han construidosalones para reuniones de toda índole. En fin, un número incalculable de las estéti-cas, agencias de viaje, tiendas de ropa de importación, venta de materiales de cons-trucción modernos y novedosos que han surgido en el mundo rural deben mucho alas inversiones y propósitos de retorno de los migrantes.

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LAS INVERSIONES PARA EL RETORNO EL NIDO VACÍO

Los migrantes, con sus casas y negocios, contribuyeron de manera muy impor-tante a la dotación de servicios en las comunidades rurales, a la urbanización delos pueblos a fin de cuenta. Los migrantes no solo llevaron, introdujeron, enseñarona sus parientes y paisanos las nuevas maneras en que se vivía y consumía en lasciudades, sino que fueron prácticamente los únicos que estuvieron dispuestos a in-vertir sus ingresos en las comunidades de origen cuando la crisis de las actividadesagropecuarias empezó a hacer colapsar la vida rural y no fue posible, en muchoscasos, encontrar alternativas. Ellos fueron los únicos que conservaron, durante mu-cho tiempo, la esperanza de que era posible establecer negocios en sus terruños.

La arquitectura migrante representa una ostentación legítima en otro sen-tido: todos saben cómo fue posible, cuánto esfuerzo costó acuñar el dinero que sepresume en las construcciones. Con el tiempo, los ricos tradicionales de los pue-blos, el “hacendado”, más tarde el propietario de la gran tienda de abarrotes, seextinguieron y, en su lugar, comenzaron a aparecer figuras controvertidas, temi-das pero muy poco apreciadas: el político, el prestamista, el narcotraficante, de cuyariqueza, de cuyas propiedades, tanto o más ostentosas que las de los migrantes,se habla en voz baja y, desde luego, nadie está orgulloso, sino todo lo contrario.De la arquitectura migrante, como quiera que sea, todos pueden estar legítimamen-te orgullosos y reconocer, en voz alta, que se debe al “esfuerzo de los muchachosque se van al norte”.

Desde luego su diferencia, su distancia, su desinterés por adecuarse al entorno ya los modelos tradicionales de la vivienda en el mundo rural o, si se quiere, a loque nosotros consideramos que debería ser el respeto a los estilos tradicionales.También nos llama la atención el uso y abuso de estilos eclécticos, materiales sun-tuosos, adornos dispendiosos, que podrían, se dice mucho, haberse destinado asolventar otras de las muchas carencias que padecen las familias en el campo.

Pero, desde el punto de vista de los migrantes y, sobre todo, de sus comu-nidades la casa, como quiera que sea, representa un logro de los migrantes y unorgullo para todos. La arquitectura migrante representa una ostentación legítima,quizá la última que queda, que todos conocen y reconocen.

La arquitectura migrante ha sido la destinataria de buena parte de las reme-sas individuales que, con pico y pala, se hacen colectivas: la construcción de casas,hoteles, restaurantes, supermercados, negocios especializados han representadoingresos importantes y constantes para muchos otros negocios (venta de mate-riales, vidrierías, herrerías, mueblerías) y empleo para parientes, vecinos y paisanosque de esa manera obtienen salarios que les han ayudado, quizá, a no tener queseguir los pasos de los que se han ido. Las construcciones son personales, peroen su conjunto, representan una aportación, una contribución al mejoramientocolectivo, a que la comunidad luzca mejor, más moderna, en beneficio de todos.

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¿QUÉ NOS LLAMA LA ATENCIÓN DE LA ARQUITECTURA DE LOS MIGRANTES?

“Llegó el día en que me propuse hacer micasa en México, mandé dinero a mi papá y ledije que me comprara un terreno porque yame iba a venir; pero me llegó una carta demi papá diciéndome que ya estaba mi te-rreno comprado pero, no quería que meviniera. —Si ya compraste terreno ahoraacaba la casa. Fui con el patrón, le platiqué que quería hacermi casa en México. —¿Cuánto dinero necesitas? —Préstame 3000 dólares. Renegando, pero me los prestó. Yo tenía$1,500, así que mande $4,500 para que co-menzaran a levantar mi casa; cada mes lepagaba una parte al patrón y lo demás lomandaba. Hasta que terminé la casa, fuecuando vine por primera vez, después de tresaños en Estados Unidos; me dio mucho gustover mi casa, sé que no es muy grande, peroyo vengo de una familia de muchos herma-nos, teníamos dos camas para 13 de familia,cuando me fui, dormía en el suelo, tenía-mos un cuartito al final del corral, donde mimadre hacia las tortillas, me tendía mi petatey a dormir; por eso siempre mi ilusión eratener algo propio. Soñaba con tener una casapropia antes de casarme, se me cumplió.Soñé con comer birria el día de mi boda y seme cumplió”.

Jorge Durand, El Norte es como el Mar

* Jorge Durand. Obtuvo el grado de licenciatura enAntropología Social en la Universidad Iberoamericana;el grado de maestría en Antropología Social en ElColegio de Michoacán y el Doctorado (Nuevo Régimen)en Geografía y Ordenamiento Territorial en la Univer-sidad de Toulouse-Le Mirail, Francia. Es investigador enla Universidad de Guadalajara y del CIDE. Es miem-bro del SNI, nivel III. Es codirector, con Douglas S.Massey, del Mexican Migration Project (desde 1987) ydel Latin American Migration Project (desde 1996)auspiciados por las Universidades de Princeton y deGuadalajara. Sus libros más recientes: la reimpresiónde Clandestinos. Migración México-Estados Unidosen los albores del siglo XXI (con Douglas S. Massey)(2009), Detrás de la trama. Políticas migratorias entreMéxico y Estados Unidos (con Douglas S. Massey yNolan Malone) (2009).

Patricia Arias. Obtuvo el título de Licenciatura y elgrado de Maestría en Antropología Social en la Uni-versidad Iberoamericana y el de Doctorado (NuevoRégimen) en Geografía y Ordenamiento Territorial enla Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia. Es inves-tigadora en la Universidad de Guadalajara. Es miembrodel SNI, nivel III. Entre sus publicaciones más recientesse encuentran Mexicanos en Chicago. Diario de Campode Robert Redfield, 1924-1925 (con Jorge Durand)(2008), Del arraigo a la diáspora. Dilemas de la familiarural (2009) y Las mujeres en Jalisco. 1970-2005, Lacondición femenina en regiones y municipios (2010).

Fotografías: Jorge Durand, Yonathan Lizalde, Sol Durand, Luis Enrique González y Bárbara Gómez

Que tenía que regresar al pueblo para la fies-ta lo supo siempre don Antonio, un migrantede un pueblo de la Sierra del Tigre. El empe-zó a migrar a Estados Unidos, como tantos,cuando era soltero, a mediados de la décadade 1970. Pensaba que con sus ahorros podríacomprar un rancho y animales para dedi-carse a las actividades ganaderas. Aunquele iba a costar mucho esfuerzo, creía que lopodía lograr. Durante todo el tiempo que fuemigrante, sólo tuvo una distracción: nuncadejó de acudir a la fiesta de su pueblo. En sutrabajo cerca de Los Angeles, California, don-de se convirtió en el hombre de confianza ymecánico de una granja, consiguió que le die-ran permiso para ausentarse casi tres sema-nas durante el mes de enero. Era su únicoperiodo de vacaciones al año.

Sin perder un minuto, viajaba a supueblo para asistir a los preparativos y estarpresente durante toda la fiesta. No se per-día las corridas de toros, los jaripeos, contri-buía al pago de misas, compraba boletos paraescoger a la reina, iba a paseos a los ranchos,financiaba cervezas y carnitas a amigos, pa-rientes, encargados del ejido, hacía la visitaa los parientes enfermos, se comprometía acolaborar con el dinero que se necesitara paraalguna obra en el ejido, en la colonia dondehabía comprado un terreno. Todos lo veían y

tenían la seguridad de que iba a regresar. DonAntonio aprovechaba esos encuentros paraenterarse de los negocios, los precios de lacompra-venta de terrenos y ranchos, los movi-mientos y decisiones del ejido.

En una de esas visitas conoció o, másbien dicho, volvió a ver y se hicieron novioscon doña Alicia. Al enero siguiente, se casa-ron. Después de un tiempo, don Antonio leplanteó a doña Alicia que se fuera con él aEstados Unidos: quería que sus hijos nacie-ran del otro lado. Eso hacían ya varios pai-sanos. Doña Alicia no tenía deseos de irse,pero no tuvo opción. De cualquier manera, leprometió don Antonio, cada año volveríana la fiesta. Y así fue. Doña Alicia comenzó atrabajar como obrera en una fábrica y duran-te algunos años el dinero y las preocupacio-nes de ambos se orientaron a la construcciónde su casa en el terreno que había compradodon Antonio en las afueras del pueblo.

Muchos años después, cuando final-mente regresaron, don Antonio instaló untaller mecánico, doña Alicia una tienda de ro-pa y, para cumplir con el sueño que lo habíaimpulsado a migrar, don Antonio compró unpequeño “rancho” donde sembró frutales.

Patricia Arias, Del arraigo a la diáspora

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EL REGRESO A LA FIESTA LA CASA DE MIS SUEÑOS

Entrada gratuita

Guatemala 18 (detrás de Catedral)Centro Histórico, 06010Ciudad de México

Teléfonos: 5521 19 25 al [email protected]