arqueologia cientifica

22
Muchos lectores pueden creer que el hecho de entablar un debate como éste en nuestra disciplina es señal de vitalidad de la misma. Antes al contra- rio, creo que no hace más que mostrar el profundo vacío y el fracaso más estrepitoso de la manera en que hemos estado haciendo arqueología. En una ciencia madura hay discusión, hay disparidad de opiniones, hay crítica incluso, pero se produce cre- cimiento en el saber; las diferentes opiniones enri- quecen el debate, y ayudan a sumar conocimientos nuevos. En arqueología, por el contrario, cada uno de nosotros inventa lo obvio, defiende una verdad subjetiva e ignora lo que los demás dicen haber descubierto, encerrándonos en el solipsismo más absoluto. Demostramos total incapacidad por demostrar la validez de aquello en lo que decimos creer. La arqueología está enferma, quizás desde sus orígenes. Sufre de una grave indigestión de filoso- fía mal digerida, cuyos principales síntomas son una erupción incontenible de corrientes de pensamien- to, a cual más original, que nacen (en profusión), se reproducen (poco) y mueren (enseguida), para que cuanto más movimiento aparentemente haya, menos cambio real se produzca. La nuestra es, sin duda, una disciplina marginal, que ve con envidia cómo otras ciencias producen conocimiento, lo validan, y crecen acumulando aquella información que supera las pruebas a que ha sido sometida. Ejemplo y síntoma de la marginalidad de la dis- ciplina es la eternización del debate sobre la verdad. Considero que no hay otra alternativa al razona- miento histórico sobre la realidad social que la pro- ducción de conocimiento validable y el abandono explícito de la subjetividad. No es esto un ejemplo de absolutismo ideológico, sino el reconocimiento expreso de la posibilidad de que uno pueda equivo- carse en la mera tarea de llevar a cabo una investi- gación y en la explicación de cierto fenómeno, y en el convencimiento que ese error es detectable. Con esto queda bastante claro que tomo partido expreso por la manera de abordar el problema de Manuel Domínguez-Rodrigo. Pero con matices. Manuel Domínguez-Rodrigo me permitirá una crí- tica, pero la ciencia no busca la verdad. Almudena Hernando me permitirá otra crítica, porque tampo- co busca verdades diferenciadas. La ciencia busca el error. Ya nos gustaría buscar la verdad, pero ocu- rre que ésta sólo existe (virtualmente) en la mente de (ciertos) filósofos. Lo que hacemos es poner en duda lo que creemos, y buscar formas de superar esa duda, con nuevas creencias que también son sometidas a investigación para encontrar sus erro- res. Lo que buscamos es ajustar cierto explanans a cierto explanandum. Y ese ajuste nunca es perfec- to. Tiene una naturaleza estadística, probabilística. Las matemáticas asoman así su pérfida cabeza en un ámbito, las humanidades, que había creído posi- ble vivir al margen de ellas. Hace cuarenta años David Clarke afirmó que el lugar propio de la arqueología era la facultad de matemáticas. Cuando se elaboraron los planes de estudio de la licenciatura de historia, allá por los años 90, a algún despistado programador se le ocu- rrió la peregrina idea de introducir dos asignaturas anuales obligatorias de estadística. Todos sabemos el resultado. La profesión con mayor número de analfabetos matemáticos es la nuestra. Y para ocul- tar ese no-saber, lo hemos sustituido por histéricas retóricas en contra de la tiranía de los números y de En defensa de una arqueología explícitamente científica In praise of an unambiguous scientific archaeology Juan A. BARCELÓ Departamento de Prehistoria. Universidad Autónoma de Barcelona. E-08193 Bellaterra (Barcelona) [email protected] ¿Qué clase de ciencia es la arqueología? Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196 ISSN: 1131-6993 175

Upload: elena-perez-dias

Post on 16-Jan-2016

42 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

seleccion dLqnt extrae textos5

TRANSCRIPT

Page 1: arqueologia cientifica

Muchos lectores pueden creer que el hecho deentablar un debate como éste en nuestra disciplinaes señal de vitalidad de la misma. Antes al contra-rio, creo que no hace más que mostrar el profundovacío y el fracaso más estrepitoso de la manera enque hemos estado haciendo arqueología. En unaciencia madura hay discusión, hay disparidad deopiniones, hay crítica incluso, pero se produce cre-cimiento en el saber; las diferentes opiniones enri-quecen el debate, y ayudan a sumar conocimientosnuevos. En arqueología, por el contrario, cada unode nosotros inventa lo obvio, defiende una verdadsubjetiva e ignora lo que los demás dicen haberdescubierto, encerrándonos en el solipsismo másabsoluto. Demostramos total incapacidad pordemostrar la validez de aquello en lo que decimoscreer. La arqueología está enferma, quizás desde susorígenes. Sufre de una grave indigestión de filoso-fía mal digerida, cuyos principales síntomas son unaerupción incontenible de corrientes de pensamien-to, a cual más original, que nacen (en profusión),se reproducen (poco) y mueren (enseguida), paraque cuanto más movimiento aparentemente haya,menos cambio real se produzca.

La nuestra es, sin duda, una disciplina marginal,que ve con envidia cómo otras ciencias producenconocimiento, lo validan, y crecen acumulandoaquella información que supera las pruebas a queha sido sometida.

Ejemplo y síntoma de la marginalidad de la dis-ciplina es la eternización del debate sobre la verdad.Considero que no hay otra alternativa al razona-miento histórico sobre la realidad social que la pro-ducción de conocimiento validable y el abandonoexplícito de la subjetividad. No es esto un ejemplo

de absolutismo ideológico, sino el reconocimientoexpreso de la posibilidad de que uno pueda equivo-carse en la mera tarea de llevar a cabo una investi-gación y en la explicación de cierto fenómeno, y enel convencimiento que ese error es detectable.

Con esto queda bastante claro que tomo partidoexpreso por la manera de abordar el problema deManuel Domínguez-Rodrigo. Pero con matices.Manuel Domínguez-Rodrigo me permitirá una crí-tica, pero la ciencia no busca la verdad. AlmudenaHernando me permitirá otra crítica, porque tampo-co busca verdades diferenciadas. La ciencia buscael error. Ya nos gustaría buscar la verdad, pero ocu-rre que ésta sólo existe (virtualmente) en la mentede (ciertos) filósofos. Lo que hacemos es poner enduda lo que creemos, y buscar formas de superaresa duda, con nuevas creencias que también sonsometidas a investigación para encontrar sus erro-res. Lo que buscamos es ajustar cierto explanans acierto explanandum. Y ese ajuste nunca es perfec-to. Tiene una naturaleza estadística, probabilística.Las matemáticas asoman así su pérfida cabeza enun ámbito, las humanidades, que había creído posi-ble vivir al margen de ellas.

Hace cuarenta años David Clarke afirmó que ellugar propio de la arqueología era la facultad dematemáticas. Cuando se elaboraron los planes deestudio de la licenciatura de historia, allá por losaños 90, a algún despistado programador se le ocu-rrió la peregrina idea de introducir dos asignaturasanuales obligatorias de estadística. Todos sabemosel resultado. La profesión con mayor número deanalfabetos matemáticos es la nuestra. Y para ocul-tar ese no-saber, lo hemos sustituido por histéricasretóricas en contra de la tiranía de los números y de

En defensa de una arqueologíaexplícitamente científica

In praise of an unambiguous scientific archaeology

Juan A. BARCELÓ

Departamento de Prehistoria. Universidad Autónoma de Barcelona. E-08193 Bellaterra (Barcelona)[email protected]

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196 ISSN: 1131-6993175

Page 2: arqueologia cientifica

su no-adecuación para entender la sublime comple-jidad humana. Exactamente como Kant y Hegel hi-cieran al no entender ni una palabra de lo que ha-bían afirmado Leibniz y Newton1.

Oscar Moro apuesta por una arqueología “mo-derna postmoderna” que investigando sobre losfactores que pesan sobre nuestro presente avancehacia un conocimiento cada vez más riguroso delpasado. ¡Magnífico! También yo apuesto por ello,pero esa disciplina ya está inventada. Se llama “his-toria”, y es una ciencia cuyo objetivo siempre fueel conocimiento del proceso de formación del pre-sente del investigador o investigadora. No hace faltacriticar a la ciencia para afirmar esto. Constituye laauténtica definición de eso que hemos convenido enllamar “ciencia”. En el fondo, todo método cientí-fico es un método histórico por definición, ya quesu propósito es hacer observables las condicionesen las que tiene lugar la interpretación, y poder va-lidar la interpretación cuando las condiciones (tec-nológicas, pero también sociales, políticas, econó-micas, etc.) han desvirtuado el análisis. La utiliza-ción de una teoría formal como la teoría de proba-bilidades posibilita esa manera de trabajar.

En contra de algunos participantes en el debate,creo tener suficiente apoyo empírico para afirmarque el análisis arqueológico no está necesariamen-te determinado por las condiciones en las que éstese produce. No tenemos por qué citar a un sinfín defilósofos para saber que el presente puede llegar aproducir errores interpretativos. Pero seguiránsiendo errores, que deben ser descubiertos en tantoque tales, porque es el mismo método el que loshará visibles a los demás investigadores e investi-gadoras. A veces no es la misma persona que hapresentado una explicación la que valida su procesode formación. Es la comunidad académica, con unadinámica social, histórica y también política la quese va encargando de ello. Sí, Newton cometió erro-res, y Einstein, pero la Física no ha perdido su ca-rácter científico por ello. Nosotros, arqueólogos aúnsomos incapaces de poner a prueba nuestros mode-los referenciales, y los Marx, Darwin, Durkheim,Levi-Strauss, Foucault, etc. siguen imperando co-mo referencias dogmáticas sin que a nadie se leocurra validar esas informaciones, no con arreglo a“su” verdad, sino con arreglo a las observacionesdisponibles en éste momento. Es cierto que en losúltimos años la hiper-profesionalización de la in-vestigación científica ha multiplicado los engaños,los errores y las estafas cometidas por investigado-

res anhelantes de reconocimiento mundial y éxito.No todos han sido denunciados todavía, pero en lamedida en que se someten a análisis científico lascondiciones en las que se ha producido cierto cono-cimiento, los errores se ponen de manifiesto. Estaes la clave y la bondad de la ciencia, la posibilidadde descubrir el error, y quizás por ello, el métodocientífico sea la más artificial de todas las manerasde pensar, dado que no se parece en nada al senti-do común, a la manera en que pensamos en nues-tras vidas cotidianas.

Sin un método universal que nos permita poneren duda aquello que creemos es “verdad”, nadiepodrá validar nada de lo afirmado y sólo quedará elrecurso a la autoridad (¿moral, intelectual, políti-ca?) para aceptar la validez de una interpretaciónque nada explica. La alternativa es la transforma-ción de nuestras creencias en hipótesis estadísticasy la adopción de una estrategia formalizada de con-trastación de esas hipótesis. Una advertencia: noexiste una única forma de comprobar la bondad delajuste de una hipótesis estadística con la evidenciadisponible. Los manuales de estadística cubren tansólo la manera clásica (la prueba de chi-cuadrado ysus derivadas). Pero la estadística también ha avan-zado en sus presupuestos y en sus métodos, y lasformas de trabajar con hipótesis estadísticas sonahora extraordinariamente variadas y sutiles. No to-dos los problemas están resueltos, pero la conclu-sión es obvia para cualquier disciplina científica:cuantifica la evidencia disponible, porque sólo asídescubrirás la probabilidad de cometer un error.

Me sumo a Manuel Domínguez en su denunciatajante del engaño post-moderno, si bien estoy con-vencido de que no todas las pensadoras y pensado-res que se suelen clasificar como tales participande dicho engaño. El apresurado uso de etiquetaspara calificar la manera de pensar de aquellos yaquellas que no piensan como uno mismo, nos llevaa generalizaciones subjetivas y, además, claramen-te erróneas. En este caso, creer que todo el post-modernismo es lo mismo constituye un error cien-tífico. Mi descalificación más absoluta va dirigidatan sólo a todos aquellos que renuncian al método,a la validación y entronizan la subjetividad del “to-do vale”. El mismo teorema de Bayes nos dice queno todo vale, que hay un método en la crítica y enla revisión de las creencias. Rechazo a todos aque-llos investigadores e investigadoras que creen queel “método científico” no puede aplicarse a los se-res humanos para obtener información útil, porque

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

176Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 3: arqueologia cientifica

creen que los “valores” humanos no responden amétodos inventados para analizar electrones, eco-sistemas, enfermedades o estrellas. Curiosamente,el término “valor” no deja de ser un término cuan-titativo, relacionado con la noción de “medida”.Que el mismo método nos permita entender la rea-lidad física y la realidad social no implica afirmarque la realidad social sea idéntica a la realidadmaterial, sino que ambas deben estudiarse, necesa-riamente, de la misma manera. Por consiguiente,defiendo una aproximación a la realidad humanaen términos de hechos, conductas, producciones.No dejo de lado, sin embargo, las intenciones, creen-cias o valores, sino que debemos incluirlos en tantoque productos, puesto que son informaciones pro-ducidas por los seres humanos a través de su inte-racción con otros agentes sociales y con la mismarealidad física.

Si la arqueología pretende ser una ciencia, ten-drá que abandonar su habitual “interpretación” delos objetos, y construirse en términos de problemasa resolver:• qué tipos de acción social pueden ponerseen relación con conjuntos específicos de evidenciasmateriales. Es decir, qué efectos materiales producela acción social y de qué manera podemos “recons-truirla” partiendo de la observación de esos efectos,• por qué la acción social en cuestión seproduce, cambia o permanece estable. Es decir, porqué varían a lo largo del tiempo y/o del espacio losefectos materiales de la acción social.

Dentro de las ciencias sociales, la arqueologíaaparece en realidad como una especie de “ingenie-ría inversa”, cuyos resultados serán utilizados en in-vestigaciones más abstractas o interpretativas acer-ca de la naturaleza social:• ¿Qué acción social (proceso de trabajo)causó (determinó, condicionó, influyó) el efectomaterial que puedo observar en el yacimiento ar-queológico?• ¿Qué acción social (proceso de trabajo)causó (determinó, condicionó, influyó) que otra(otras acciones sociales) tuvieran lugar en este lugar(o en un lugar relacionado) en un momento de tiem-po posterior?

Resulta obvio que la resolución de problemas delprimer tipo es una condición para la resolución delos del segundo tipo. Si no sabemos qué accionesse produjeron en un momento y lugar, difícilmente

averiguaremos por qué cambiaron a través del tiem-po, y por qué la acción colectiva cristalizó en dis-tintas formaciones sociales. Antes de resolver unproblema histórico (“¿por qué pasó?”), debemosresolver el problema arqueológico (“¿qué pasó?”).

En cualquier caso, defender una arqueología ex-plícitamente científica no significa defender exclu-sivamente la arqueología anglosajona de los años60-70, más vinculada a un pretendido materialismoecológico que al peculiar y paradójico tipo de “so-cio-física” basada en el materialismo histórico enel que me muevo con mayor familiaridad. El objetode estudio de la arqueología debieran ser todas lasconsecuencias materiales de la acción humana; estoes, del trabajo de mujeres y hombres. Como resul-tado de nuestro trabajo, de nuestras relaciones conotras personas, producimos objetos, transformamoscosas, ya sea de manera consciente, ya sea de ma-nera inconsciente. Todo lo que ha sido modificadoen su forma, en su tamaño, en su composición, ensu textura, en su localización, es pues un elementodel registro arqueológico. Las carcasas animales,los bloques extraídos de mineral, la tierra cultiva-da, la madera tallada y decorada, el paisaje trans-formado, el agua que se va a beber o se va a utili-zar para regar son artefactos, de la misma maneraque el cuerpo humano o la habilidad concreta de unindividuo, sus valores y creencias, sus actitudes yconductas, las maneras cómo se ha relacionado conel vecino, los muertos que ha dejado a su paso, sonartefactos, productos del trabajo, ya que su mate-rialidad ha sido alterada por acciones como la caza,el despiece, el transporte y la repartición de la carne,su cocción y la fragmentación de huesos, el cultivo,el embalse de aguas y su canalización, la deforesta-ción, la fabricación de instrumentos, la decoraciónde maderas, rocas o cuerpos, el nacimiento, crian-za y educación de las personas, la violencia, etc.

Es en esos productos finales (materias primas,instrumentos, residuos y desechos) donde quedanreflejados los procesos de trabajo. El primer pasoen esa ingeniería inversa que pretende averiguar lacausa partiendo de la observación del efecto es, ló-gicamente, describir esa materialidad resultado dela acción social. Por descontado, en muchas oca-siones (a veces la mayoría) los materiales arqueo-lógicos tienen una apariencia material o una locali-zación determinada debido a todo lo que pasó desdeel momento histórico de su depositación hasta laexcavación arqueológica. El elemento original quefue consecuencia de la acción social pudo haberse

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

177 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 4: arqueologia cientifica

roto, pudo haberse alterado en su composición quí-mica, pudo haberse desplazado, su contenido encarbono 14 pudo haberse contaminado, etc. El pri-mer problema arqueológico a resolver consistirá enaveriguar hasta qué punto lo que observamos es re-sultado de lo que tuvo lugar en el yacimiento ar-queológico después que la acción social original seprodujera. Una vez que hayamos podido resolverqué aspectos de la materialidad arqueológica noson una consecuencia de todo aquello que sucedióen el yacimiento arqueológico después de su for-mación, pasaremos a plantear el problema arqueo-lógico propiamente dicho (“¿qué pasó?”).

Sin embargo, no toda acción social tiene nece-sariamente consecuencias materiales, por lo que nosiempre resultará arqueológicamente observable.Es una obviedad afirmar que aquello que no es per-ceptible no es analizable. Esta afirmación puede lle-nar de alegría a quienes como Almudena Hernandoafirman que el estudio de los significados, de lasmotivaciones, no puede realizarse dentro de loscauces del denominado “realismo científico”. Creoque esa idea es incorrecta. Por un lado, la motiva-ción y la intencionalidad de la acción, ya sea éstaindividual o colectiva, son perfectamente analiza-bles, siempre y cuando dispongamos de suficientesobservaciones de la repetición de dicha acción a tra-vés del tiempo; por otro lado, suele olvidarse queen realidad todas las ciencias son no-observables.En raras ocasiones pueden verse las causas. Afor-tunadamente, aquello que no es observable en unaspecto, siempre tendrá otro que sí puede resultarobservable, aunque quizás esté tan sólo indirecta-mente relacionado. No puedo “ver” el viento, perosí que percibo cómo se mueven las hojas de un ár-bol. Los átomos no son observables, de la mismamanera que el dolor de cabeza no puede “verse”,pero pueden medirse (indirectamente) porque susconsecuencias físicas generan efectos en otras enti-dades asociadas que sí resultan observables en lascircunstancias adecuadas. Y prueba de ello es laenergía atómica y los medicamentes. De la mismamanera, el poder coercitivo de una parte de la po-blación no puede “verse”, pero pueden medirse al-gunos de sus efectos. Este carácter indirecto de laevidencia de una causa es fundamental, y la cienciapermite predecir lo no-observable a partir de lo ob-servable. Por descontado, esa predicción tiene unanaturaleza estocástica, es decir, probabilística.

Por consiguiente, una arqueología expresamentecientífica no tiene por qué limitarse a un “economi-

cismo” de vía estrecha. Materialismo histórico nosignifica fijarse tan sólo en cómo comió la gente,sino que parte del supuesto de que todos los aspec-tos de la vida humana dependen de la necesidad detrabajar para poder comer. Para comer producimosinformación, símbolos, nos relacionamos con losdemás, prohibimos a nuestros vecinos que haganalgo, les obligamos a que hagan otras cosas,… Nosólo la producción y el consumo de la subsistenciageneran consecuencias materiales, sino cualquieracción social, tanto política, como reproductiva oideológica. Como es obvio, no nos quedaremos cru-zados de brazos cuando una acción que suponemospudo haber tenido lugar no puede observarse en suefecto material con la metodología disponible, sinoque buscaremos nuevas maneras de documentar laacción social en el pasado, más allá de las limita-ciones circunstanciales de los métodos y técnicasde medida disponibles en un momento dado. Hastahace poco a nadie se le ocurría estudiar la compo-sición isotópica de los restos humanos, ni la paleo-patología asociada al sexo, ni los ácidos grasos enun sedimento con evidencias de termoalteración, etc.No siempre nos damos cuenta que el registro arqueo-lógico proporciona mucha más información que laque puede parecer obvia en un momento dado. Laarqueología es una ciencia experimental que estudiatanto en el laboratorio como a través de simulacio-nes computacionales, así como en la inmensa basede datos del registro documental etnográfico e his-tórico, las múltiples maneras en que una acciónproduce un efecto. Son muchas, en efecto, y muydiversas, pero no hay infinitas maneras, y las herra-mientas matemáticas y estadísticas hoy disponiblesnos permiten organizar esa variabilidad.

Hemos llegado al quid de la cuestión. La arqueo-logía observa la variabilidad estadística de ciertasconsecuencias materiales de acciones humanas quetuvieron lugar en el pasado e intenta explicarlacausalmente. ¿Por qué esta vasija tiene esta forma?Quizás porque fue la forma más apropiada para eluso al que se la destinó en el pasado, o bien por ac-cidente, porque el horno se apagó cuando nadie selo esperaba, por capricho de quien hizo esa cerámi-ca, o por otras razones. Puede haber millones decausas posibles que explican por qué una personahizo algo concreto en un momento y lugar determi-nado, pero existe con toda probabilidad una ten-dencia estadísticamente determinable para que unconjunto de personas hicieran lo mismo en unas cir-cunstancias precisas. Es decir, si bien un objeto o

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

178Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 5: arqueologia cientifica

evidencia aislada no puede explicarse porque lassoluciones posibles al problema arqueológico de lacausalidad histórica de esa evidencia pueden serinnumerables, si dispusiéramos de una cierta canti-dad de evidencias entre las cuales se pudiese fijarun cierto grado de asociación estadísticamente de-terminable, podríamos inferir que existió una causacomún que produjo dicha asociación.

No estudiamos la causa de la acción individual,sino que buscamos determinar la acción colectiva,es decir, la repetitividad de las actividades de traba-jo de los hombres y mujeres, y el grado de regula-ridad que manifiestan las consecuencias materialesde dichas actividades. Esa regularidad es la que nospermite afirmar que aquello que está asociado en elpresente tuvo la misma causa en el pasado. Para ex-plicar la dinámica de la acción colectiva, para expli-car los procesos históricos de creación y transfor-mación de las formaciones sociales no es necesarioaveriguar por qué cada uno de los artefactos arqueo-lógicos (los productos del trabajo realizado por ungrupo de personas relacionadas, precisamente, enrazón de ese trabajo) son como son o aparecen don-de aparecen, ya que ese estudio resulta, en la prác-tica, imposible, además de sin sentido. Tampoco ne-cesitamos modelos universales de acción colectivapara poder interpretar los observables arqueológi-cos como sus realizaciones particulares. Se tratasimplemente de buscar, identificar y medir la can-tidad y naturaleza de la regularidad/irregularidad,de la semejanza/diferencia, de la homogeneidad/he-terogeneidad, de la continuidad/variación de lasconsecuencias materiales de distintas acciones so-ciales.

La arqueología debería analizar los objetos queson resultado del trabajo, que son producto de la ac-ción colectiva, y a los mismos agentes sociales, quetambién son producto del trabajo y del esfuerzo deotros agentes sociales. Pero no los estudiamos por-que ellos mismos sean importantes, por las inten-ciones o motivaciones individuales de los agentesque los produjeron, sino porque constituyen el as-pecto “observable” de una parte de la acción colec-tiva; porque constituyen el conjunto de elementosmateriales que usa el grupo humano para subsistiry reproducirse. Mi mayor diferencia con autorescomo Almudena Hernando radica en que consideroque el interés de la investigación arqueológica seencuentra en el estudio de la acción colectiva, y noen el estudio de la acción individual. No porque laignore o la considere poco importante, sino porque

la acción colectiva es mucho más determinante quela individual para conocer determinados procesossociales. Descubrir por qué una población de agen-tes sociales actuó como actuó, me permitirá enten-der la manera cómo esa acción colectiva fue trans-formándose a través del tiempo para llegar a ser loque es ahora. Por descontado, decir que una acciónfue colectiva no quiere decir que todos los agentessociales hicieron lo mismo o actuaron sincrónica-mente, sino que entre una multiplicidad de accio-nes individuales asíncronas existen determinadasformas de dependencia estadísticamente determi-nables.

No tiene sentido alguno estudiar el pasado, si noes para ayudarnos a construir el presente. Pero paraello ¡tiene que ser cognoscible! Obviamente, estu-diarlo no quiere decir describirlo o testimoniarlo,que es lo que lamentablemente solemos hacer. De-bemos analizar y explicar por qué nuestra sociedades como es y no de otra manera. Mejor dicho, cómose ha ido haciendo nuestra sociedad. Ninguna des-cripción de artefactos nos dará la respuesta que bus-camos, sino un estudio que utilice los elementos quese conservan del pasado, para definir el procesocausal responsable del presente. Esto no sólo signi-fica analizar cómo el poder social, político y eco-nómico se ha inventado un pasado, sino analizarqué conjunto de causas provocaron que ese Poderse pusiera a inventar Pasados. Tan importante comosaber de qué modo nos están engañando, es cono-cer por qué nos engañan. También la clase socialque nos dirige tiene un origen, así como los mediosde control que utiliza. Y para ello necesitamos elmétodo científico. ¡El análisis de la realidad socialno puede quedarse encerrado en la hermenéuticasubjetivista! Que existe racismo, o desigualdad so-cial no es fruto de nuestra subjetividad, sino un he-cho real, puesto de manifiesto gracias a la investi-gación científica con datos sociológicos, antropoló-gicos y económicos. Cualquier negación de la capa-cidad que tenemos de conocer objetivamente cómose ha formado nuestra sociedad, niega tambiénnuestra capacidad de lucha colectiva y de construc-ción del futuro. Sólo podremos construir racional-mente el futuro definiendo las contradicciones delpresente y estudiando sus causas.

Ese debiera ser el auténtico propósito de la histo-ria y de la arqueología: el estudio de la continuidadque pueda existir entre pasado y presente. En otraspalabras, de cómo las sociedades pasadas se convir-tieron en nuestra propia sociedad. La arqueología no

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

179 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 6: arqueologia cientifica

debiera ser confundida con un conjunto de datosmuy antiguos, por muy “procesuales” que sean, sinoque se configura como una forma de razonar cien-tíficamente acerca del presente en su dimensióntemporal, esto es, “formativa” o causal. El objetivono está en el paleolítico en sí mismo, sino en el es-tudio de la transformación histórica de la animali-dad en humanidad. El objetivo tampoco está en elneolítico ni en el origen del estado, ni en ningún pe-riodo o grupo humano concreto, sino en la globali-dad y carácter sistémico de las distintas trayectoriashistóricas posibles. El pasado por el pasado es tancontraproducente como el coleccionismo de anti-cuario. Aún sustituyendo una serie de cacharrosmuy antiguos por una serie de formas de vida muyantiguas, seguirá siendo una historia descriptiva,encerrada en unos ilusorios límites temporales, sinvinculación con el presente, dando lugar a una “re-construcción” invalidable y fácilmente manipulable.Aunque la descripción de los hechos o materialesantiguos sea correcta y precisa, ese conocimientose puede utilizar en la propaganda de cualquierforma de hacer el presente, porque la vinculaciónentre pasado y presente no se ha hecho explícita.

En definitiva, el pasado no es un conjunto de pie-dras ni de conductas, ni de ideas, sino nuestro pro-pio presente hace algunos años (miles o millones).El orden social ha ido cambiando, transformándosepaulatinamente, como resultado de multitud de cau-sas, y esas causas, esos procesos de cambio en trans-formación siguen actuando sobre nosotros, por loque nuestra sociedad cambiará, al igual que cambióentonces. Sí, es cierto, soy un determinista: todoaquello que existe está determinado por sus causas.Si hoy en día las relaciones de poder impiden la su-pervivencia de mucha gente, si en Europa Occi-dental el racismo está a la orden del día, si la explo-tación es la afición favorita de unos pocos, no espor azar, ni por voluntad divina. Todo tiene unacausa. El problema es que el mecanismo causal y,por tanto, esa determinación, puede llegar a ser ex-

tremadamente complejo y, a veces, estar más alláde los métodos existentes para descubrirla.

De la misma manera que es posible “observar”y medir la existencia de contradicciones en el pre-sente, podemos analizar el proceso de formaciónde esas contradicciones. El conocimiento del pasadopuede ser “objetivo”, pero sólo en la medida enque permita una comprensión correcta (empírica-mente ajustada a aquello que conocemos de los he-chos) de la causa de los problemas o fenómenosdel presente. Posiblemente sea imposible una des-cripción no sesgada de un momento concreto delpasado, pero cuando los distintos momentos apare-cen vinculados entre sí y se consiguen entender susformas de dependencia y el mecanismo causal, con-cluiremos la corrección de la investigación, aunqueésta siempre pueda ser abordada con más detalle yprofundidad cuando la cantidad y naturaleza delconocimiento aumente.

Llegamos al final de mi defensa de una arqueo-logía expresamente científica. En este artículo hedefinido la arqueología como la disciplina que estu-dia la variabilidad estadística de los efectos mate-riales de la acción social. Este recurso a los autó-matas, a las matemáticas, a la teoría de las proba-bilidades, a los mecanismos de la lógica formal noconstituye, sin embargo el deus ex machina salva-dor de la cientificidad. Es una consecuencia obviade la definición de la arqueología como una cien-cia social útil que estudia las trayectorias históricasde la acción colectiva, y que deja de lado expresa-mente la acción individual.

¿Cómo pueden ayudarnos las matemáticas a en-tender la manera en que el pasado se convirtió enel presente? Lamentablemente este artículo tiene yademasiadas palabras. Posiblemente un nuevo deba-te en Complutum, ya no en defensa o en contra deuna arqueología científica, sino acerca de la nece-sidad del lenguaje matemático en arqueología yciencias sociales, nos permitiera llegar al fondo dela cuestión2.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

180Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 7: arqueologia cientifica

NOTAS

1. No es éste el lugar para hacer una defensa de la filosofía de la probabilidad, pero me permitirá el lector o la lectora tansólo un breve guiño a ciertos arqueólogos post-modernos: si bien algunas formas de entender la probabilidad emergen de uncontexto rígidamente positivista (probabilidad = frecuencia), también existe una concepción probabilística del mundo muchomás crítica y dialéctica (probabilidad = valor de una creencia).

2. Para aquellos y aquellas que no puedan esperar y quieran una respuesta a la pregunta de cómo pueden ayudarnos las mate-máticas a entender la manera en que el pasado se convirtió en el presente, puede leer mis libros:

BARCELÓ, J.A. (2007): Arqueología y Estadística. I. Introducción al estudio de la variabilidad de las evidencias arqueológi-cas. Servei de Publicacions de la UAB (Colección Materials, 187), Bellaterra.

BARCELÓ, J.A. (2008): Computational Intelligence in Archaeology. Information Science Reference (The IGI Group, Inc.),Hershey, Nueva York.

AGRADECIMIENTOS

Mi agradecimiento a Laura Mameli y Florencia Del Castillo por su lectura crítica de una versión preliminar de este texto.Muchas de mis ideas acerca de qué cosa es esto que llamamos Arqueología han sido modificadas por el diálogo constructi-vo y debate con mis compañeros y compañeras del equipo de investigación conjunto entre el Departamento de Prehistoria dela Universidad Autónoma de Barcelona y el Departamento de Arqueología de la Institució Milà i Fontanals (CSIC). Por des-contado, ninguno de ellos o ellas es responsable de mis excentricidades intelectuales.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

181 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 8: arqueologia cientifica

En el artículo sobre filosofía de la ciencia y ar-queología publicado por Manuel Domínguez-Ro-drigo (2008) se pueden encontrar numerosos puntospara un debate interesante. Coincido con él en partede su crítica a la arqueología posprocesual, espe-cialmente en lo que se refiere a superar definitiva-mente el constructivismo extremo, que está plagadode problemas políticos y epistemológicos. Mi inten-ción en este comentario es defender lo que hay dedefendible en la arqueología posprocesual y en lasociología de la ciencia, añadir otras críticas al pa-radigma en cuestión y proponer otra visión de laverdad que no sea la que abraza el realismo cien-tífico.

Un primer punto que me llama la atención delensayo de Domínguez-Rodrigo es su fe en el ISI Ci-tation Index. Si fueran objetivos, racionales e im-parciales los criterios con que se eligen las revistasque forman parte del famoso Index no sería posibleencontrar en él revistas como Arabian Archaeologyand Epigraphy, con nulo impacto en el desarrollode la arqueología, y que en cambio haya estado au-sente hasta este año Archaeological Dialogues, unarevista de referencia desde hace más de una décadaen nuestra disciplina. Tampoco tiene lógica (cientí-fica) que figuren revistas como el Danish Journalof Archaeology, una publicación que no recuerdohaber visto citada en mi vida. Es la denostada socio-logía de la ciencia la que permite entender por quéson ISI algunas revistas y no otras. Por ejemplo,sólo cuestiones extracientíficas (que no extraacadé-micas) pueden explicar que la gran mayoría de pu-blicaciones periódicas de humanidades y cienciassociales del Consejo Superior de Investigaciones

Científicas (CSIC) de España sean ISI: Trabajos dePrehistoria, Arbor, Hispania, Revista de Dialecto-logía y Tradiciones Populares y Emerita y ArchivoEspañol de Arqueología. Son buenas publicacionesen el ámbito español, pero desde luego no tienen lamisma trascendencia para sus respectivas discipli-nas que el Journal of Human Evolution o AmericanAnthropologist. Uno puede sospechar que existenmotivos más allá de la racionalidad científica parala inclusión en el índice de tales revistas. Más alláde nuestro país, en los últimos años han crecido lascríticas a la forma en que se evalúan las revistas yse han advertido sesgos, especialmente de género(p.ej. Tregenza 2002). Resulta fácil, sin embargo,caer en este círculo vicioso: la investigación proce-sual es mejor y por eso se refleja en el ISI y el ISIes un mecanismo racional y objetivo de evaluar lasrevistas, por lo que la arqueología procesual escientíficamente superior a sus contrincantes teó-ricos.

Domínguez-Rodrigo tiene razón cuando dice quemuchos arqueólogos posprocesuales reducen laNueva Arqueología a una caricatura, pero el propioautor no se ve libre de esta tendencia, pues da porhecho que la arqueología posprocesual mayoritariase guía por un posmodernismo extremo que reducetoda la realidad a una mera construcción subjetivade los actores sociales. Las posturas constructivis-tas radicales han sido criticadas en el seno de la ar-queología posprocesual de la misma manera que lohan sido las aproximaciones nomotéticas ingenuaspor parte de investigadores que se adhieren a la co-rriente procesual (sobre esto ha comentado ÓscarMoro en el volumen anterior, Complutum, 2008,

Sobre los límites del constructivismo social ylas posibilidades del concepto de verdad

On the limits of social constructivism and the possibilities ofthe concept of truthAlfredo GONZÁLEZ RUIBAL

Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de [email protected]

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

182Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 9: arqueologia cientifica

19-1: 205-207). Pocos arqueólogos posprocesualespractican el constructivismo extremo.

Seguramente, la mejor forma de juzgar un para-digma no sea por sus excesos, sino por las propues-tas teóricas y las aplicaciones prácticas más sobre-salientes. Es difícil no admirar los trabajos de Bin-ford, por muy posprocesual que uno sea, y del mis-mo modo habría que poseer un cierto fanatismo pa-radigmático para no darse cuenta de que las pro-puestas de Ian Hodder son mucho más que unaboutade, un intento de destruir la ciencia o una es-trategia para adquirir poder. Si reconociéramos loque hay de valor en otros paradigmas podríamosenriquecer nuestras propias perspectivas teóricas.En eso, el afán de la arqueología simétrica por nohacer tabula rasa del pasado y dialogar con todos meparece una actitud loable (González Ruibal 2007).No se trata, sin embargo, de realizar una apologíadel eclecticismo, que suele relevar un conocimientopoco profundo de las corrientes teóricas, sino de unaactitud crítica y abierta fundamental para el pro-greso científico.

Es cierto que las aproximaciones posprocesualeshan engendrado monstruos: trabajos de escasa fun-damentación teórica, basados en lecturas sesgadase incompletas de fuentes filosóficas, antropológicaso sociológicas, en la repetición de clichés y en elafán de adscribirse a la última moda. Todo esto hasido puesto en evidencia por personas que vienen deambientes posprocesuales. Uno de los casos másobvios es el de la fenomenología, malinterpretaday vulgarizada hasta el límite por toda una genera-ción de arqueólogos británicos cuyo conocimientode Heidegger y Merleau-Ponty no proviene de losfilósofos mismos, sino de lo que otros arqueólogoshan dicho de ellos (cf. crítica en Olsen 2006). Elconsumo desenfrenado de teoría por parte de la ar-queología posprocesual ha dado lugar a asimilacio-nes superficiales y erróneas del trabajo de pensado-res de primer orden como Bourdieu o Foucault yha llevado a descartar prometedores líneas de aná-lisis sólo porque ya se habían pasado de moda endeterminados círculos académicos. Y desde luegohay algunos artículos de arqueología posprocesualque podrían haberse escrito con el PostmodernEssay Generator (http://www.elsewhere.org/pomo),un programa humorístico de ordenador que produceexcelentes artículos posmodernos con sólo un clickdel ratón del ordenador.

Pero sería injusto criticar las aportaciones de laarqueología posprocesual sobre la base de su des-

cendencia menos afortunada. Manuel Domínguezse queja de que los posmodernos hacen referenciaa posturas procesuales y de filosofía de la ciencia dehace 40 años, como si ambas no hubieran evolucio-nado. Es igualmente erróneo pensar que el paradig-ma posprocesual no ha variado desde mediados delos años 80. Existe mucha arqueología posproce-sual sin excesos subjetivos ni constructivistas y creoque es ahí donde debemos encontrar lo mejor delparadigma. De hecho, el posprocesualismo, lejos dehaber constituido un ataque a la ciencia, ha permi-tido ampliar los horizontes de lo cognoscible. Nose puede rebatir el hecho de que ahora nos pregun-tamos muchas más cosas que hace 40 años y quetratamos de resolver esas preguntas de forma racio-nal. Los arqueólogos posprocesuales, por ejemplo,recurren con frecuencia a la arqueometría y a laestadística para probar sus hipótesis (Jones 2004;Hodder 2005). Al ampliar el abanico de preguntasconsideramos que existe una parcela de realidadmucho mayor que es aprehensible con el métodoarqueológico. Se puede decir, por lo tanto, que laheurística de la arqueología posprocesual es supe-rior a la procesual, puesto que permite comprenderuna porción mayor de la realidad. Basta con echarleun vistazo a los monográficos publicados por WorldArchaeology (revista ISI no procesual, por cierto)para darse cuenta de cómo se han ido ampliandolos horizontes de la disciplina desde finales de losaños 60.

Es cierto que ha habido un énfasis exagerado enlo discursivo y en la construcción social. Pero la crí-tica a estos excesos también ha surgido dentro delpropio paradigma. El interés de hoy en día por lamaterialidad parte precisamente de la base de queexiste un mundo que no es irreducible al discursoni incluso a la cultura. La cuestión, a mi parecer, essi podemos seguir hablando de arqueología pospro-cesual para una determinada corriente que criticaduramente la subjetividad y el constructivismo,aunque siga haciendo suya una parte de la agendaposprocesual.

Pocos arqueólogos negarán que la realidad exis-te, pero eso no quiere decir que todos considerenque la ciencia es el único camino para llegar a ella,como entiende Domínguez Rodrigo. Creo que esnecesario volver a la etimología de ciencia para po-nerla en su justo lugar. Scientia originalmente signi-ficaba “conocimiento”. Las estrategias de purifica-ción modernas, como las llamaría Bruno Latour,nos han hecho pensar, a partir del siglo XVII, que

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

183 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 10: arqueologia cientifica

el único conocimiento verdadero, la única scientia,es la ciencia, entendida en su vertiente natural oexperimental. Estoy de acuerdo en que para poderllegar a la luna la scientia que vale es la de la físi-ca y no la poesía. Para comprender el origen del bi-pedismo está claro que la anatomía comparada esmás útil que la música o la filosofía presocrática,pero eso no quiere decir que la ciencia físico-natu-ral sea siempre la mejor manera de comprender yconocer el mundo ni que sea inherentemente supe-rior por ser más racional. Creo que es muy impor-tante ser consciente de los límites de determinadasaproximaciones teórico-metodológicas a determi-nados problemas y que debemos ajustar nuestra teo-ría a las posibilidades prácticas de nuestro objeto deestudio. El propio autor del ensayo así lo reconoce,cuando admite la licitud de ciertas perspectivasposprocesuales para la Prehistoria reciente. Lacuestión es que no sólo en la Prehistoria reciente sepueden aplicar los planteamientos de este tipo. Laarqueología es un campo mucho más amplio que laPrehistoria (un concepto, en sí, más que discutible):la arqueología histórica en sentido lato se ha bene-ficiado mucho de las nuevas teorías surgidas en losaños 80. De hecho, algunos enfoques teóricos sonextraordinariamente útiles para comprender mejorel momento actual o el pasado reciente pero resul-tan inaplicables para épocas remotas: La distinciónde Bourdieu no ayuda a iluminar nuestro conoci-miento del Paleolítico Superior. De la misma mane-ra, creo que la aproximación procesual difícilmentepuede ayudarnos a comprender mejor el totalitaris-mo o el colonialismo modernos. En el congreso dela Society for Historical Archaeology de 2006 tuvela oportunidad de asistir a una sesión sobre el asen-tamiento estadounidense en Alaska desde fines delsiglo XIX en la que varios participantes recurrierona aproximaciones procesuales para analizar el regis-tro arqueológico. En el mejor de los casos, el resul-tado de sus investigaciones era banal y no aportabanada a nuestro conocimiento; en el peor, resultabafrancamente ridículo. Que las aproximaciones pro-cesuales ofrezcan escaso valor para momentos his-tóricos recientes no quiere decir que quienes las re-chacen no intenten realizar un estudio arqueológi-co que sea racional y objetivo.

Es cierto, sin embargo, que la arqueología pos-procesual tiene un problema con el concepto deverdad. No ha habido mucha reflexión entre losposprocesuales sobre qué se entiende por verdad.Decir que hay muchas verdades, y no una con ma-

yúscula, no aclara demasiado las cosas y favorecelos malentendidos, cuando no los excesos relativis-tas. Como la verdad ha tenido mala prensa por susconnotaciones cientifistas, religiosas o totalitarias,los posmodernos (y los arqueólogos posprocesuales)han optado por esquivarla, denigrarla o fragmentar-la. Esto significa que los antropólogos, arqueólogose historiadores pospositivistas han dejado algo tanimportante como la verdad en manos de los positi-vistas. En mi opinión, es necesario recuperar esteconcepto clave por razones científicas, filosóficasy políticas. Respecto a las últimas, Richard J. Evans(2000: 191) lo explica sencillamente: “El compro-miso político ha sido la fuente de mucha buena his-toria y continuará siendo una influencia poderosaen los historiadores del futuro. Pero la historia sólopuede proporcionar apoyo convincente y empode-ramiento político en la actualidad si puede reivin-dicar de forma convincente que es verdad”.

Respecto a las razones científicas y filosóficas,no tenemos por qué creer que la única posibilidadse encuentra en el positivismo o en el realismo cien-tífico. Existen otras formas de entender la verdad,como las que proponen Martin Heidegger o AlainBadiou. Este último considera que debemos consi-derar una verdad “al mismo tiempo como la cons-trucción de una fidelidad a un evento y como la po-tencia genérica de transformación de un dominiodel saber” (Badiou 2005: 43). La verdad, para Ba-diou, es siempre algo nuevo. El problema filosóficoesencial en relación a la verdad es comprender suaparición. Para que un proceso de verdad comience,dice el filósofo, algo debe ocurrir. Lo que ya existe–la situación de conocimiento como tal– no generamás que repetición. Para que una verdad afirme sunovedad tiene que haber un suplemento y ese su-plemento es imposible de predecir, es incalculable(esto es lo que Badiou denomina “evento”). Unaverdad, por lo tanto, aparece en su novedad porqueun suplemento “evental” interrumpe la repetición.

Ejemplos de ello serían el surgimiento de la tra-gedia con Esquilo, la física matemática con Galileo,un encuentro amoroso que cambia una vida o laRevolución Francesa (Badiou ibid: 46). Lo que haceBadiou, por lo tanto, es extender, y al mismo tiemporestringir, el concepto de verdad. Para el filósofo,el arte, la ciencia, el amor y la política son todoscampos en los que puede surgir lo nuevo de la ver-dad. El problema es que algunos filósofos de laciencia han secuestrado el concepto de verdad, lohan limitado y lo han reservado exclusivamente pa-

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

184Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 11: arqueologia cientifica

ra las ciencias físico-naturales o para aquellas disci-plinas que tratan de acercarse a ellas. La cuestiónque se nos plantea es ¿dónde está la verdad de laarqueología? Para algunos, especialmente en losúltimos tiempos, se halla en el arte, para otros en laciencia. No obstante, sería estéril tornar el debatesobre la verdad en una nueva discusión sobre lasciencias del espíritu y de la naturaleza. De lo quese trata es de comprender que en ambos casos elproceso de verdad es semejante y se basa en la fi-delidad a un evento, que es impredecible y sobretodo indiscernible. Por indiscernible se entiende queno se puede decidir si es verdadero o falso utilizan-do las reglas del conocimiento establecido (de locontrario no sería un evento). La verdad comienzacon una decisión sin base. La verdad que surge deese evento, sin embargo, es genérica e infinita. Ge-nérica en el sentido de que genera nuevas realida-des e infinita porque no hay un límite a esas reali-

dades. Después de Galileo, dice Badiou (ibid: 48),no existe un subconjunto de conocimiento cerradoy unificado que podamos llamar “Física”. Lo queexiste es “un conjunto infinito y abierto de leyes yexperimentos”. Precisamente porque la verdad esinfinita no puede forzarse: si se fuerza llegamos alproblema de la verdad integral en la ciencia o el to-talitarismo en la política. En toda situación, escribeBadiou (ibid: 49), hay un punto real que resiste lapotencia del infinito genérico.

La arqueología que se ajusta a una noción de ver-dad propia del realismo científico es incapaz de serfiel a los posibles eventos que den lugar a una ver-dad genérica e intotalizable: se contenta con repro-ducir el conocimiento establecido e intenta forzarel límite de la potencia de la verdad. Eso es lo quehan hecho los procesuales durante las últimas dosdécadas, tras su fidelidad inicial al evento que fuela Nueva Arqueología.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BADIOU, A. (2005): Infinite thought. Traducido por O. Feltham y J. Clemens. Continuum, Londres y Nueva York.DOMÍNGUEZ-RODRIGO, M. (2008): Arqueología neo-procesual: “Alive and kicking”. Algunas reflexiones desde el Pa-

leolítico. Complutum, 19(1): 195-204.EVANS, R.J. (2000) [1997]: In defense of history. W.W. Norton, Nueva York.GONZÁLEZ-RUIBAL, A. (ed.) (2007): Arqueología simétrica: un giro teórico sin revolución paradigmática (con comen-

tarios). Complutum, 18: 283-319.HODDER, I. (ed.) (2005): Changing Materialities at Çatalhöyük: Reports from the 1995-99 Seasons. McDonald Institu-

te for Archaeological Research, Cambridge. JONES, A. (2004): Archaeometry and Materiality: materials based analysis in theory and practice. Archaeometry, 46

(3): 327-338.OLSEN, B. (2006): Archaeology, hermeneutics of suspicion and phenomenological trivialization. Archaeological Dia-

logues, 13(2): 144-150. TREGENZA, T. (2002): Gender bias in the refereeing process? Trends in Ecology & Evolution, 17(8): 349-350.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

185 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 12: arqueologia cientifica

Archaeologists have always reviled relativism.Even those skillful theoreticians commonly percei-ved as champions of ‘anything goes’ archaeologyattempted to dispel the specter of relativism by tur-ning it on itself –by “relativising relativism” (cf.Hodder 1997). It puts those so labeled into a cornerwith little epistemological elbow room. This is be-cause relativism, simply put, is unscientific. In-deed, even for the humanities it is a scourge. Ana-thema to the academy, to authoritative scholarship,only a few disciplines espouse relativity –the ‘cul-tural relativity’ of anthropologists. And here it maybe more of a vestige of the counter-measure in thescience wars of the 1970s to carve out a topic ofinquiry that the discipline was uniquely qualifiedto study. Or, as Ian Hacking (1988: 95), a philoso-phizing proponent of scientific realism characteri-zes the struggle, a “colonial war” with the prover-bial nature versus culture tug-of-war over academicterritory. Only cultural and social anthropologistswould advocate relativity in the realm of truth –nowrenamed ‘positionality’. Otherwise it is no morethan a tactical term deployed to arouse knee-jerksuspicion. And, more often than not, those aspiringto the credibility and authority of scientific certain-ty deploy it. In short, relativism is, as epistemolo-gists trained in logical argumentation have longpointed out, self-defeating.

The worry of relativism in archaeology has beenraised once again by Professor Domínguez-Rodrigo(2008). While the article does not wrestle at lengthwith relativism per se, epistemological unease is

the palpable undercurrent of the entire piece. As Iread it: unfettered by the rigor of rational inquiry,that is, according to well developed criteria of epis-temological justification, archaeologists are likelyto present ‘just so’ stories about the past that lackauthority –and so offer ‘knowledge’ little better thanthat of curanderos or ‘UFOlogists’– and spend fartoo much time criticizing processual archaeology’sambitions of being part of the scientific club. Thearticle suggests that these type of archaeologists,we might say those who renounce the solidity ofthe slow, laborious (but Lakatos’s progressive)quest for truth, drift on the currents of academictrends - trends in the humanities that may havemore allegiance to politics and society than to care-ful reasoning. This is good rhetorical strategy, andthe article’s use of hyperbole and ‘strawmaning’make the argument for taking scientific realism(understood through Bunge and Bhaskar) as advi-sor to archaeology seem sensible to endorse. Totake a position contrary to the article would be toinvite the epistemological specter that the article ismeant to ward off.

We have certainly encountered this type of ad-monition before, particularly during the debates oftwenty years ago when postprocessualists and pro-cessualists explicitly debated the issue of epistemo-logy in the pages of international journals (for exam-ple, Shanks and Tilley [with commentary] 1989).Aside from a Lampeter Archaeology Workshop de-dicated exclusively to the topic of relativism (1997),the back-and-forth between these two currents of

Arqueología neo-procesual: Alive and kicking...What? Theoretical camps, motivational attitudes

and academic amnesia

Arqueología neo-procesual: Alive and kicking... ¿cómo?Campos teóricos, motivos de actuación y amnesia académica

Timothy WEBMOOR

Archaeology Center. Stanford [email protected]

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

186Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 13: arqueologia cientifica

thought in archaeology appeared to be largely set-tled. Reviewing the theoretical literature, I wouldsuggest around the time of George Cowgill’s (1993)conciliatory Distinguished Lecture to the AmericanAnthropological Association calling for archaeolo-gists to get ‘beyond criticizing new archaeology’.Since this time, the majority of articles in NorthAmerican archaeology’s flagship journal (AmericanAntiquity) discussing epistemology have been atpains to highlight shared criteria of epistemic justi-fication, methodology and research strategies. Ma-ny inclusive papers have been presented to try andstring-theory archaeology back together. While, asthe article rightly draws attention to, the politicaleconomy of archaeology –gauged by the CitationIndex– is still predominantly driven by scientificstandards, there is a growing ‘backstory’ of theore-tical diversity –often not featured in the headlinesof ISI journals. Even in North America, where fun-ding, publication and professional advancement (inacademic and private CRM archaeology) favoursthose with a scientific orientation, and where the le-gacy of New Archaeology still innervates research,there is the establishment of ‘inter-theoretical’ cen-ters for archaeology (such as at Stanford or BrownUniversities), new journals for less-than-hard scien-tific archaeology (such as the Journal of Social Ar-chaeology), as well as publishers who cater to mo-nographs on these topics (amongst others, Alta MiraPress and Left Coast Press). So the theoreticalweather patterns are much more in flux than twentyyears ago when the few vocal and self-avowed post-processualists and their targets of criticism could beindividually named. Coming personally from acenter where the editors of both the Journal of Ar-chaeological Science and the Journal of Social Ar-chaeology share space, and where diatribe overepistemology split apart departments (now reuni-fied), I wonder how helpful and salient it is to keepdiscussing epistemology.

So why another Binford style ‘fighting article’now? Especially at a time when the old divide bet-ween ‘processualism’ and ‘postprocessualism’ isneither so great nor even that clear. Should those ofus trained in the thought of one of the strawman‘camps’ –so called ‘postprocessualism’– feel pro-voked to debate some of the epistemological issuesand defend such an ‘irrational’ position that is littlemore than (cf. the quote from Bhaskar) an ‘acade-mic game’? To the contrary, I think the article ma-kes many excellent points. In particular, the dissa-

tisfaction with a discipline that increasingly frag-ments into many distinct ‘camps’ due to a lack ofdebate about standards and the concern over whatI infer to be the pressure to be politically correctand include non-specialists along side archaeolo-gists in interpretation. Moreover, it admirably callsthe attention of archaeologists to the unhelpful prac-tice of ‘academic amnesia’.

Despite the best efforts of philosophers interest-ed in archaeology (especially Gibbon 1989; Wylie2002), much of the criticism of new archaeologywas based upon targeting the principles of an alrea-dy outmoded logical positivism. While correctlyidentifying the reductionist tendencies of the newarchaeology, in terms of explanation, many post-processualists themselves reduced the complexityof new archaeology’s philosophy to a positivismthat had undergone considerable internal develop-ment since the Vienna Circle. An academic amne-sia for advancement of an agenda. Unfortunately,even though Guy Gibbon’s (1989: ch.1) clarifica-tion of the difference between logical positivism andthe later logical empiricism was published underthe ambit of postprocessualists, most of the smokehad already cleared and the book found little trac-tion. Furthermore, the postprocessualists did notidentify the development that had occurred withinnew archaeology, one which divided ‘first genera-tion’ processualists from the later generation whoproduced some of the ‘excesses’ of scientific ambi-tion that Domínguez-Rodrigo’s article refers to. The-se elisions combined with a lack of deep reading con-tributed to an all-to-easy strawmaning of new ar-chaeology. The article’s point is well taken: one oughtnot criticize what one doesn’t understand. Otherwi-se, posturing and politicking take front stage.

Unfortunately, all misunderstandings and mis-characterizations aside, the active debate has subsi-ded and in its place is a plethora of widely divergingcamps, each one plying its trade and pedagogy withlittle reference to one another. Along with the diver-sity of approaches that the article cites for postpro-cessualism, I would add the range of approachesthat are the legacy of processualism, from beha-vioural archaeology to evolutionary and cognitive-processual archaeology (Hodder 2001 gathers a re-presentative sample). To be sure, one can occasio-nally find a debate regarding standards of evidenceand/or research design between, for example, evo-lutionary and behavioural archaeologists in the pa-ges of American Antiquity (for example Bamforth

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

187 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 14: arqueologia cientifica

2003), but by and large the heyday of explicit epis-temology are passed. The political economy of thediscipline in certain na-tions, such as Britain and theUnited States, supports expanding departments, andso there is little incentive for these camps to engagein competition. This is why this article –though itmay be a little too nostalgic for the invigoratingdays of new archaeology–, and others like it areneeded. Theoretical archaeology ought to get backto debate, back to discussion! But is epistemologythe right debate? Is it the right trench to be diggingin –in hopes of reaching solid and neutral bedrock?

The proponents of Symmetrical Archaeology,while they have been prematurely labeled as ‘post-processualists’ in Domínguez-Rodrigo’s article andmisinterpreted as part of the Sociology of ScientificKnowledge (SSK) by Oscar Moro in a previousedition of Complutum (see Gonzalez-Ruibal 2007),likewise bemoan the dispersion of archaeologythrough theoretical disengagement (Webmoor andWitmore 2008). They too warn that without suchdebate, ‘epistemological’ positions in archaeologyas undermining as social constructivism, while per-haps popular for their political correctness in apost-colonial and globalized world, no longer takethe things of the past seriously and offer little asidefrom meaning attribution by contemporary people.There are definite kindred spirits worried about thefuture of the past, but due to the complexity of theissues involved, they may no longer be easily lum-ped under familiar –especially oppositional– labels.

For all of these reasons, the article by Prof. Do-mínguez-Rodrigo is most welcome as a defense of‘neo-processualism’, especially given that I believehe taps into how the vast majority of archaeologistsconduct archaeology according to common senseprinciples. Principles that owe much to discussionswithin scientific realism, but which have not beenpresented to a wide audience in archaeology (des-pite valiant attempts by Gibbon 1989; Wylie 2002;Kelley and Hanen 1988). The focus upon ‘opensystems’ in scientific realism, where multiple, in-tervening or even contradictory influences createeffects, as opposed to the ‘closed system’ of cons-tant conjunctions in logical positivism and empiri-cism, could graft onto and elucidate the issuesinvolved in the ‘Pompeii Premise’ debates of Bin-ford and Schiffer and the possibility of independentMiddle Range Theory (MRT) in general. What isthe status of MRT and how does it function in mo-ving from the static, archaeological context to the

past, dynamic context? Another important questionfor the scientific realists (particularly Bhaskar) wasthe applicability of naturalism to understandinghuman societies. Now widely read through the se-miotic and sociological lens of Giddens and Bour-dieu, the realists emphasize a complicated pictureof the casual power of social forms, necessitating adifferentiation between individual volition and so-cial structure. Unlike the dialectical approaches ofGiddens’s structuration and Bourdieu’s theory ofpractice, the Bhaskarian realists insisted that peopleand society are not related as integral parts of a pro-cess. As agency theory, along with the desire torecover individuals in the past, is a favored pathamongst late pre-historians and historical archaeo-logists, developing a realist account could offerfruitful possibilities to compare and contrast withcurrent structure-agency theorizations.

The further elaboration of scientific realism,combined with actual case studies of how it is em-ployed in archaeological research, is what is miss-ing, though. Wylie, Gibbon and Kelley and Hanenare edifying in their varied proposals of scientificrealism. Yet unlike the debates of the new archaeo-logy and between processualists and postprocessua-lists, we lack thorough examples to convince us ofthe practical utility of scientific realism. So whenWylie (1993), as an example, unpacks reasoningfrom evidence, drawing upon a savvy, up-to-dateunderstanding of scientific realism, we are left witha muddled picture of ‘mitigated objectivism’ thatpurports to avoid the perennial ‘horns of the (epis-temic) dilemma’ by tacking-back-and-forth between‘source side’ and ‘subject side’. Similar to Hodder’smost recent portrayal of the interpretive exercise, a‘fitting’ of interpretation and data, Wylie developsa quite complex and all-embracing account of howarchaeologists incorporate subjectivity (the ‘sourceside’ of background assumptions and theory) andobjectivity (the ‘subject side’ of the empirical con-straints of the archaeological material). Though ex-plicit in its epistemology, Wylie’s account is reallyquite commonsensical: question the assumptionsbuilt into your theories, and bring to bear multiplelines of evidence. Where she does develop theaccount in great detail is in how we are to go abouttacking ‘vertically’ on the source-side; and here shedraws upon the ‘standpoint theory’ of Sandra Har-ding’s ‘strong objectivity’. Including politicallymotivated ‘standpoints’ (particularly feminist) willactually increase the robustness of this ‘mitigated

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

188Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 15: arqueologia cientifica

objectivism’ because these biased viewpoints serveas a check on the privileged biases of mainstreamarchaeologists in their source-side work. Using anold pragmatist metaphor, this checking forms acable of ‘ampliative inference’ composed of differ-ent threads that constrain one another and collec-tively hold strong –pulling us from the mire of rela-tivism versus objectivism. The problem is that sucha solution only substitutes pesky epistemologicalcriteria for equally intractable criteria: how do wedecide who or what groups constitute a ‘standpoint’we ought to include? Only feminists who adhere toa shared motivational attitude about science? Or in-digenous groups, curanderos and even UFOlogists?In the end, Wylie admirably introduces many usefullessons from scientific realism, but she destabilizesher epistemic considerations (‘mitigated objecti-vism’) by exploiting precisely the social contingen-cies that she would hope to overcome.

I suspect that Domínguez-Rodrigo would favourneither Wylie’s infusion of standpoint theory intoher scientific realism, nor the call to include politi-cally motivated stakeholders into the reasoning pro-cess –a sure renouncement of Popper’s principle of‘demarcation’. I wholeheartedly agree that weshould be aware of the literature and potential useof Bhaskar, Bunge and Rom Harre’s writings onscience. That it is not the philosophy of science ofCarnap and Hempel (or even the Vienna Circle) thatcame under intense scrutiny twenty years ago. Thatit is much more savvy and socially aware than ear-lier philosophy of science. (In return, of course, Iwould ask the author to be aware of recent Conti-nental Philosophy rather than lodge ‘irrealism’ withthe writings of philosophers not forty years ago butof the 18th and 19th centuries.) But I think Wylie’sdilemma (and difficulties with other ‘epistemic set-tlements’ that hope to unify the discipline) pointsto the polemics of philosophy in, of and for archaeo-logy: why do we take philosophers to be the adju-dicators of good archaeology? Is it that they under-stand the logic involved in constructing robust epis-temology? Where has the importation of philoso-phers’ thought gotten us? Archaeologists have beenfar from successful in reaching consensus as towhat constitutes a ‘good explanation’. To the con-trary, recent debates highlight how, when explicitlywrangled with, epistemological concerns have donevery little for archaeology. Instead, the proverbialepistemological ambiguity which results from acommitment to correspondence theories of truth

(and by default to the dichotomies they presuppo-ses) further disperse the discipline into insular, in-tellectual camps which propose, evaluate and con-done very different types of explanations.

As ‘practical intellectuals’, archaeologists shouldindeed be well informed of debates in other discipli-nes, to be collaborative and inter-disciplinarian, butphilosophy has lost its privileged role as the hand-maiden of the sciences. We need to be convincedof the ‘cash value’ of philosophy of science for ar-chaeologists; what practical difference does it makein how we work? Epistemology is still as troublingas it sounds. It may help to clarify our logic, butlooking to the dis-unification of post-positivist phi-losophy and their perennial epistemic wrangles, Ithink we ought to rely upon our own pragmatic sen-sibility informed by practical know-how. Whatworks for a group of inquirers in generating produc-tive research questions. Aside from humble, com-mon sense procedures –of the sort that Wylie propo-ses– there will be no explicit epistemological crite-ria. There are just far too many ‘motivational atti-tudes’ that inform why we do archaeology, what li-teratures we believe to be helpful, what questionsprompt us and what answers seem reasonable andinteresting. Though explicit criteria are preciselywhat the article bemoans the lack of, I think the ar-ticle is most successful in asserting this very con-clusion: the vast majority of (particularly Paleoli-thic ) archaeologists, as indexed by the ISI, employcommon sense, scientific standards in their research.And it works well for them. If anything, the intel-lectual evolution of Hilary Putnam, one of the pri-mary proponents of scientific realism, indicates theexasperation within philosophy of science withepistemology and a move to (neo-analytical) prag-matic conduct (Conant and Zeglen 2002).

Paradoxically, I think explicitly debating in termsof epistemology, arguing for the prominence of thisor that school of philosophers, is what contributesto the splits, ‘fashionable trends’ and obfuscating la-bels in the discipline. Instead, using research criteriathat already work for us, archaeologists of variouscamps are letting the ‘spinning wheels’ of epistemo-logy pass us by, focusing instead on our strengthswith things (González-Ruibal 2007). It is a shift ofemphasis to ontology. Instead of what is good tothink, defined by certain motivational attitudes, weask what do we think with and what are the practi-cal outcomes? Debate is important, but the debatehas moved on.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

189 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 16: arqueologia cientifica

BIBLIOGRAPHIC REFERENCES

BAMFORTH, D. (2003): What is archaeology? (Or, confusion, sound, and fury, signifying...). American Antiquity, 68(3):581-584.

CONANT, J.; ZEGLEN, U. (eds.) (2002): Hilary Putnam: Pragmatism and Realism. Routledge, London.COWGILL, G. (1993): Beyond criticizing New Archaeology. American Anthropologist, 95: 551-73.DOMÍNGUEZ-RODRIGO, M. (2008): Arqueología neo-procesual: “Alive and kicking”. Algunas reflexiones desde el Pa-

leolítico. Complutum, 19(1): 195-204.GONZÁLEZ-RUIBAL, A. (ed.) (2007): Arqueología simétrica: un giro teórico sin revolución pradigmática (con comen-

tarios). Complutum, 18: 283-319.GIBBON, G. (1989): Explanation in Archaeology. Basil Blackwell, Oxford.HACKING, I. (1988): Representing and Intervening: Introductory Topics in the Philosophy of Natural Science. Cam-

bridge University Press, Cambridge.HODDER, I. (1997): Relativising relativism. Commentary on the Lampeter Archaeology Worshop. Archaeological Dia-

logues, 4: 192-194.HODDER, I. (ed.) (2001): Archaeological Theory Today. Polity Press, Cambridge.KELLEY, J.; HANNEN, M. (1988): Archaeology and the Methodology of Science. University of New Mexico Press, Al-

buquerque.LAMPETER ARCHAEOLOGY WORKSHOP (1997): Relativism, objectivity and the politics of the past. Archaeological Dia-

logues, 4: 164-84.SHANKS, M.; TILLEY, C. (1989): Questions rather than answers: reply to comments on ‘archaeology into the 1990’s’.

Norwegian Archaeological Review, 22: 42-54.WYLIE, A. (1993): A proliferation of new archaeologies: ‘beyond objectivism and relativism’. Archaeological Theory:

Who Sets the Agenda? (N. Yoffee and A. Sherrat, eds.), Cambridge University Press, Cambridge: 20-26.WYLIE, A. (2002): Thinking From Things: Essays in the Philosophy of Archaeology. University of California Press,

Berkeley.WEBMOOR, T.; WITMORE, C. (2008): Things are us! A commentary on human/things relations under the banner of a

‘social’ archaeology. Norwegian Archaeological Review, 41: 53-70.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

190Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 17: arqueologia cientifica

En mi anterior intervención crítica sobre el con-junto de paradigmas posmodernos (Complutum 19,2008), recalcaba que los arqueólogos procesuales ylos posprocesuales estaban destinados a no enten-derse ya que residen en universos conceptuales se-parados; los primeros creen en el concepto de ver-dad, limitan el alcance de conocimiento, se abrazana criterios epistemológicos de realismo científico y re-niegan de manipular maniquéamente el pasado parapolitizar el presente. La mayor parte de los segun-dos son relativistas que rechazan del concepto deverdad, equiparan el conocimiento con el amor y lapoesía, son fabricantes de discursos dentro de lo quese conoce como constructivismo social, rechazanla existencia de criterios de demarcación, y mantie-nen activa una agenda política que se nutre con cier-ta regularidad de alardes de sofismo con frecuenciaequiparable al de Protágoras. Entre ambas posicio-nes no veo el hueco para tender puentes. Aunque laintervención de Webmoor es moderada, posicionescomo la de mi colega Ruibal no son sino un ejemplodescafeinado de semejantes actitudes posprocesua-les relativistas. Veamos por qué.

Alfredo González Ruibal reniega de los excesosdel paradigma al que está suscrito (que califica co-mo constructivismo extremo), sin especificar cuálesson éstos. En contraste, no define cuáles son los cri-terios de un constructivismo moderado que lo con-vertirían en más deseable. A continuación mostrarécómo ambos tipos de constructivismo no definensino dos extremos complementarios de una mismacorriente de pensamiento. En el primer paso paradeconstruir los argumentos que yo señalaba con an-terioridad de que el mundo de las revistas de impac-

to se rigen predominantemente por criterios episte-mológicos de realismo científico, Ruibal aporta unlistado escueto de varias revistas ISI que no encuen-tran acomodo en semejante paradigma. Probable-mente no le sorprendería si le digo que el listado derevistas “no científicas” que forman parte de ISI esmucho más amplio. Para entrar en la base de datosde ISI, sólo es necesario cumplir una serie de requi-sitos formales (entre los que se encuentra la regu-laridad de la publicación y la revisión por pares delos trabajos) y no es necesario pasar un examen derealismo crítico. Este formalismo tiene poco de ex-tra-científico en el sentido constructivista expresadopor Ruibal. Sin embargo, una cosa es entrar en labase de datos de ISI y otra muy diferente tener asig-nado un impacto académico. El primer tipo de re-vista es académicamente nulo (sólo sirve para quelos aquejados del síndrome Bienvenido Mr. Mar-shall presuman de que el tío Sam reconoce su exis-tencia), mientras que el segundo tipo (siempre quenos refiramos a valores de impacto elevados) es elque regula la dinámica académica internacional. Di-cho impacto se consigue por el número de veces quelos trabajos publicados son citados, lo cual es testi-monio indirecto de su influencia y relevancia en ladisciplina a nivel general, en un mundo académica-mente globalizado. Ruibal no distingue ambos con-ceptos. Por ejemplo, de las revistas que menciona,varias no son revistas de impacto, en contra de loque afirma; no tienen asignado ningún valor por ISI.

De los cientos de revistas que forman parte dellistado oficial de ISI no todas gozan ni del mismoimpacto académico, ni de una misma influencia enla praxis de la disciplina. De aquéllas que sí tienen

¿Eran los Caballeros de la Mesa Redondaprocesuales o posprocesuales?

Were the knights of the Round Tableprocessualist or post-processualists?

Manuel DOMÍNGUEZ-RODRIGO

Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de [email protected]

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

191 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 18: arqueologia cientifica

asignado un valor de impacto, hay que diferenciarentre las que tienen un valor elevado (reflejando suimportancia en cómo se concibe la disciplina) y lasque tienen un valor escaso. De estas últimas, aque-llas revistas que tienen valores inferiores a 0.5 in-dican un impacto académico prácticamente nulo alser poco citadas. Cuando anteriormente aludía alparadigma predominante en las revistas de impac-to, me refería a aquéllas que figuran de manera he-gemónica en nuestra disciplina, es decir, dentro delas 10 o 20 primeras según su valor de impacto. Ydentro de estas revistas de mayor influencia en lapraxis de nuestra profesión académica, la mayorparte de ellas (sobre todo las de mayor valor) sur-gen de planteamientos epistemológicos claramentevinculados con el resto de revistas científicas y, porende, con el realismo científico. El círculo viciosoque menciona Ruibal no existe; la clasificación delas revistas en el sistema ISI es racional (no cons-tructivista): cada puntuación refleja lo mucho o po-co que los trabajos de cada revista son citados y porlo tanto, su influencia real. Podría decirse que di-cho sistema es darvinista: las revistas no citadas noson aptas para pasar el examen de selección acadé-mica y su valor decrece cada año en la evaluaciónque ISI realiza. No vale, pues, como hace Ruibal,comparar revistas ISI de una liga de segunda regio-nal con las que figuran en la Champions League. Enresumen, basta echar un vistazo al listado ISI deesta última para ver que la investigación procesualtiene mayor impacto, es mucho más usada y citada(con una diferencia muy amplia a tenor de los valo-res de impacto de cada revista) tal y como tambiénreconoce Webmoor.

Mi colega Ruibal matiza que el posprocesualis-mo moderado tiene como virtud no llegar al relati-vismo absoluto, como si las diferencias de un para-digma a otro fueran cuestión de variación gradual,con el procesualismo a un lado, el constructivismoextremo en el opuesto y el constructivismo mode-rado en medio. Nada más lejos de la realidad; estosposicionamientos son dicotómicos y excluyentes.Ruibal podría haber otorgado credibilidad a su po-sición moderada si hubiese explicitado cuáles sonlos criterios epistemológicos de dicho posiciona-miento, en vez de hacer lo que Bashkar (2002) im-puta críticamente a los posmodernistas de “talkingabout talking” sin justificar que aquello de lo quese habla exista. En su querencia hacia Heidegger,Ruibal deja entrever esta contradicción. Heideggerjunto con Nietzsche han sido la base del pensamien-

to de Derrida, poco sospechoso de haber sido un“monstruo postprocesual” según la definición críti-ca de Ruibal, y pilar fundamental de deconstruc-cionismo que niega la existencia de la realidad yreduce todo a un juego relativista. El mismo Hei-degger, como miembro del movimiento hermenéu-tico, manifiesta que la palabra es la morada del ser,por lo cual, el ser es un juego del lenguaje, comotambién sostenía Carnap. Esto lo recoge críticamen-te Bunge (2006: 96) cuando afirma que “falsedadmás lógica (Carnap) o menos lógica (como en Hei-degger) es igual a falsedad”.

Del mismo modo, Ruibal pondera en positivo aFoucault, quien niega la objetividad y con ella laposibilidad de reconstruir la realidad humana(Foucault 1970). En mi anterior critica al posmo-dernismo (número 19 de Complutum) ofrecía variosargumentos mostrando el profundo grado de relati-vismo en el que incurrían los mismos personajesque Ruibal arropa con aprecio bajo un constructi-vismo moderado y su incompatibilidad con posicio-namientos intermedios. Ninguno de esos argumen-tos ha sido desmentido por mi colega. No son des-virtuación de la pureza de los demiurgos por los queRuibal hace libaciones provocada por monstruosfilosóficos, sino el alma misma de dichos persona-jes. El apego de mi colega a la arqueología simétri-ca, porque no “hace tabula rasa del pasado y dialo-gar con todos me parece una actitud loable” encajadentro de lo políticamente correcto (como tambiéncoincide en afirmar Webmoor) pero sigue siendoepistemológicamente criticable hasta que sus pre-supuestos vayan más allá de la actual ambigüedady sean definidos con claridad. Cuando esto suceda,anticipo que las contradicciones internas mostraránprofundas asimetrías dentro de ese aspirante a para-digma. Esta necesidad de definir la arqueología si-métrica desde un punto de vista teórico y epistemo-lógico lo pone también de relieve de manera acer-tada el artículo de Webmoor.

Donde creo que Ruibal ronda lo surrealista es ensu afirmación de que el posprocesualismo está lejosde haber constituído un ataque a la ciencia. La cien-cia está regulada por un uso estructurado de la razón,como ente objetivo aspirante a alcanzar una verdadreal, mientras que la razón, desde el punto de vistapost-moderno se entiende como un constructo con-textual incapaz de aprehender la realidad. Foucault(1970) niega la objetividad y la posibilidad de co-nocer la realidad y dice que la ciencia es un mitoque debe ser superado. El posestructuralismo recha-

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

192Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 19: arqueologia cientifica

za la existencia de verdades absolutas o hechosacerca del mundo (Derrida 1983). ¿Puede uno a te-nor de estos conceptos cuestionar seriamente que elposprocesualismo no haya atacado los fundamentosbásicos de la ciencia? Negar una evidencia de seme-jante calibre sólo se justifica desde el sofismo máspernicioso, del que obviamente no acuso a mi cole-ga. Ruibal lo justifica diciendo que los arqueólogosposprocesuales recurren con frecuencia a la arqueo-metría y a la estadística para probar sus hipótesis.Sin embargo, en esto reside la belleza de la contra-dicción. Ahí se identifica el mismo tipo de incon-gruencia que comentaba en mi réplica a Víctor Fer-nández en el número anterior de Complutum cuandole decía que un constructivista que otorga la mismavalidez epistemológica a un curandero que a un ga-leno, pero que en la praxis opta por el último, entraen contradicción al hacer una elección instado porsu espíritu de realista crítico. La arqueometría y laestadística están basadas en premisas que exigencriterios de demarcación (la estadística no existiríasin ellos) y por lo tanto, premisas claramente defi-nidas de lo que es correcto o erróneo. El posproce-sual acude a ellas porque es oportunista, no porquecrea en ellas. Un posprocesual que utiliza métodosarqueométricos y estadísticos, es decir, científicos,lo que está haciendo es ir en contra de los principiosteóricos básicos de la mayor parte de las corrientespostmodernas claramente definidas. Es lo que Bun-ge (2006) denomina el juego académico de losconstructivistas, que al ser irrealistas promueven elvacío total (ontológico, gnoseológico, semántico,metodológico, axiológico, ético y práctico) pero queen la práctica diaria se comportan de modo distin-to. En palabras de Bunge (2006: 382): Únicamentelos filósofos pueden profesar el antirrealismo y es-to sólo cuando escriben y enseñan”.

A mi colega la arqueología procesual le aburre ypor ello le escribe un epitafio (Ruibal, 2007); estoa pesar de que varios de sus colegas (Fernández,Webmoor) reconocen que no sólo está viva, sinoque académicamente es hegemónica. Ruibal diceque la heurística de la arqueologia posprocesual essuperior a la procesual pero no ofrece ninguna jus-tificación que así lo demuestre. El término heurísti-ca se populariza en la filosofía de la ciencia a travésdel marco epistemológico realista de “los progra-mas de investigación científica” de Lakatos (1978),quien lo define como la capacidad de un programade investigación de explicar (a través de la contras-tación) más cosas que el programa rival. La arqueo-

logía posprocesual tendría más heurística si pudieseaportar más conocimiento contrastado que la ar-queología procesual; lo cual es falso. Insto a que seme desmienta con algún ejemplo. El que una disci-plina amplíe horizontes no quiere decir ni que seamás científica, ni que aporte más conocimiento, nisiquiera que se haya aproximado más a la verdad,especialmente si no cree en ella como concepto.Barceló dice que los procesuales buscamos el errory no la verdad, pero ambas cosas son caras opues-tas de la misma moneda. El error sólo se busca por-que nos acerca a la verdad. De hecho, en la contras-tación de hipótesis la confirmación del grado de ve-rosimilitud –truthlikeness (Niiniluoto 1987, 2002)–o de refutación (Lakatos, 1978) es exactamemte si-métrico. No está epistemológicamente más justifi-cada la confirmación del error que la verosimilitudde la hipótesis en su camino hacia la verdad (Laka-tos 1978; contra Popper). Ambas se expresan entérminos de probabilidades.

Ruibal afirma que pocos arqueólogos negaránque la realidad existe, pero eso no quiere decir quetodos consideren que la ciencia es el único caminopara llegar a ella. Efectivamente, yo coincidiría enafirmar que hay muchos caminos para llegar a larealidad; sin embargo, la mayor parte de ellos pro-ducen incertidumbre. ¿Cómo sabemos cuando es-tamos cerca o lejos de la realidad? Sólo si aplica-mos criterios de discriminación (demarcación) quenos permitan contrastar hipótesis, obtener resulta-dos en la contrastación y poder rechazar o aceptarhipótesis según su heurística, es decir, su capacidadde explicación. Esto es la ciencia. Ninguno de losotros caminos indicados por Ruibal puede ofrecerdichas garantías, dejando la interpretación al librealbedrío del discurso, que es mucho más totalitariode lo que el achaca al paradigma procesual, ya quedepende aún más de los círculos de poder y sus di-námicas de metamorfosis (basta con echar un vista-zo al panorama europeo). Vuelvo a instar a Ruibala que me de ejemplos. Con la misma evidencia ma-terial que un posprocesual elabora una interpreta-ción, se pueden elaborar otras veinte, todas igual deválidas siempre que no se eche mano de un marcodiscriminatorio realista.

Para mi colega es necesario recuperar la verdadno por razones de una asepsia en la praxis de la ar-queología, sino por otras razones entre las cualesdestacan las políticas. El único uso moralmente le-gítimo del pasado con fines políticos actuales es elde desentrañar su realidad sin distorsionarla; y esto

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

193 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 20: arqueologia cientifica

es lo menos frecuente por quienes abogan por mez-clar el pasado y la política moderna. Muchos pos-procesuales utilizan el pasado para elaborar discur-sos sin fundamento real, pero insertos en agendaspolíticas concretas.

Ruibal sigue el concepto de Badiou de que laverdad es siempre algo nuevo. Semejante afirma-ción no sólo es errónea (los atomistas griegos teníanuna concepción de la Physis que en lo estructuralno ha variado gran cosa hasta el siglo XX y sólopara ampliarla), sino que además es irracional oambigua. ¡Se pueden entender tantas cosas con se-mejante definición! Es como buscar la verdad en elTao. De hecho, esta no es una afirmación exageradaya que el mismo Ruibal pone como ejemplo de ver-dad la aparición de la Tragedia con Esquilo. Mu-chos “eventos” han surgido a lo largo de la historiadel conocimiento que poco han aportado a la apro-ximación a la verdad (en las ciencias naturalessuceden todos los días). El grado de ambigüedadcon el que Ruibal resuelve la cuestión llega a unparoxismo ininteligible para un realista críticocomo es que su concepción de que “el arte, la cien-cia, el amor y la política son todos campos en losque puede surgir lo nuevo de la verdad..... No obs-tante, sería estéril tornar el debate sobre la verdaden una nueva discusión sobre las ciencias del espí-ritu y de la naturaleza. De lo que se trata es de com-prender que en ambos casos el proceso de verdades semejante y se basa en la fidelidad a un evento,que es impredecible y sobre todo indiscernible”.Semejante afirmación podría perfectamente haber-la producido (en lo que respecta al arte y al amor)San Juan de la Cruz, pero me resulta incomprensi-ble por parte de un arqueólogo. Yo preguntaría,¿cómo puede surgir del arte o del amor una aproxi-mación a la verdad, entendida como realidad com-probable? ¿Cómo podemos estar seguros de estarcerca de ella? ¿Cómo puede decirse, o mejor aún,justificarse que el concepto de verdad sea el mismoen las ciencias de la naturaleza y las ciencias delespíritu? ¿Cómo puede hablarse a estas alturas de“ciencias” del espíritu? El concepto de ciencia hasido bien definido desde hace siglos y elijamos ladefinición que queramos (¿por qué no la más co-múnmente aceptada en la actualidad?) no puede ha-ber nada más incompatible con la concepción delespíritu (pese a San Agustín y Santo Tomás) que elconcepto de ciencia.

Ruibal argumenta que el concepto de verdad pro-cesual es fiel al totalitarismo, e inmutable, se con-

tenta con reproducir el conocimiento establecido.Ignoro como puede justificar mi colega semejanteconcepción. Desde Popper (en realidad desde bas-tante antes) se ha generalizado lo que se conoce co-mo teoría evolutiva del conocimiento (la base fun-damental del realismo científico) que postula queel conocimiento científico jamás se encuentra enposición estática sino que se va ampliando conti-nuamente. En nuestro campo sólo diré que todo loque se conoce en evolución humana, que el mismoRuibal no me negará es mucho más de lo que sabía-mos hace 20 años, es el resultado de haber aplicadouna arqueología y una paleontología sujeta a crite-rios procesuales y de realismo crítico. Un vistazosuperficial a cualquier ciencia mostraría lo mismo.El totalitarismo hace uso oportunista de cualquierherramienta para conseguir sus medios, y a esterespecto, si bien movimientos totalitaristas hanusado ciertas ciencias para fines propios, el mayordaño de éstos ha sido la implantación de discursossobre verdades ficticias (construidas) mucho másproclives a ser usadas como modo de engrase dedichas máquinas totalitarias.

En lo que si comulgo con Ruibal, es un gestofoucaultiano, es en que a pesar de promulgar que ladinámica teórica del funcionamiento de la gestiónde la información científica se adhiere a las reglasdel realismo científico, la praxis de cómo se mate-rializa con frecuencia en las publicaciones (de im-pacto o no) experimenta serias deficiencias. Loseditores y comités científicos de las revistas de im-pacto adquieren un tremendo poder que a veces seutiliza maquiavélicamente para censurar aquellosiconoclastas del sistema o los que atenten contra elparadigma mayoritario, que siempre suele coincidircon el cultivado por la mayor parte de los miembrosde dicho comité editorial; indistintamente de que elcomité de la revista sea procesual o posprocesual.No es un secreto que los científicos no anglosajo-nes tienen muchas más dificultades para hacerse oíren dichas publicaciones. El mismo editor jefe deNature no tiene el menor pudor en admitir que lapreselección de artículos la hace cada día a las cincode la tarde en un pub delante de una pinta de cerve-za y que los trabajos que recibe de Harvard les otor-ga una atención preferente. El sistema está por des-gracia pervertido más por cuestiones de naturalezahumana que por la filosofía que lo respalda, puestoque sucede de igual manera en ámbitos europeosdonde la publicación académica es de corte cons-tructivista. En un mundo globalizado, el haber adop-

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

194Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 21: arqueologia cientifica

tado los criterios de excelencia científica de ISI ex-clusivamente ha otorgado al mundo académico an-glosajón una preeminencia sobre los demás, quepermanecen subyugados al mismo. La clave delsistema de impacto de ISI reside en que sólo utili-za el listado de revistas de su base de datos, clara-mente saturado de publicaciones en inglés y conserias carencias de revistas ajenas al mundo anglo-sajón. Ante semejante situación, la unión europearecientemente ha perdido una ocasión de oro de ha-cerse con una legítima balanza de poder al haberelaborado un listado de revistas de impacto euro-peas inspirado en la filosofía de café para todos(intentando sopesar la variabilidad linguística ypolítico-cultural del continente) más que en su valorcientífico real en cuanto al impacto efectivo acadé-mico de cada una de ellas. Al científico no le queda,pues, más alternativa que defenderse de los sesgosdel sistema anglosajón si quiere universalizar suinvestigación o hacer frente a los caciquismos lo-cales que regulan los criterios de excelencia en lapublicación guardando la imagen de asepsia (a tra-vés de revisión por pares) pero incapaz de imponerque la dinámica del proceso esté regulada por crite-rios científicos. El editor/revisor en este caso siem-pre tiene la razón. En el panorama peninsular, en ladisciplina arqueológica no disponemos de ningunapublicación que funcione de otra manera; ni siquie-ra la popular Trabajos de Prehistoria.

El artículo de Webmoor ofrece una reflexión máspausada sobre el debate procesual y posprocesual,recalcando la aversión al relativismo por la mayorparte de disciplinas académicas, más centradas enla búsqueda de la verdad. En el título de su comen-tario, se pregunta sobre la necesidad de recalcar quela arqueología procesual está viva y coleando. Bien,la necesidad de hacerlo es porque otras voces, me-nos eclécticas que Webmoor, habían promulgado ladefunción del procesualismo (Ruibal 2007) y habíanvenido acompañados de plañideras posprocesualespara la celebración (véase especial sobre arqueolo-gía simétrica en Complutum). Webmoor ofrece unadiatriba sobre la superación de la tradicional divi-sión entre procesuales y posprocesuales que nocomparto. Uno de los problemas más graves con losque se encuentran los departamentos de antropolo-gía en EEUU en la actualidad es la profunda divi-sión entre los partidarios de una antropología cien-tífica y los antropólogos posprocesuales críticos dela misma, disfrazada dicha división de múltiplesmaneras: antropólogos físicos, culturales, evolucio-

nistas culturales, neo-darvinistas, conductualistas,etc... El resultado es una escisión de departamentosen la última década en EEUU o, en los casos en losque las dotaciones económicas no lo permiten, unasegregación, que incluso llega a ser física entreprocesuales y posprocesuales. Esta dicotomía noestá superada y la he vivido en cada uno de los de-partamentos de Antropología de EEUU en dondehe estado.

Webmoor indica la necesidad, creo que maneraadecuada, de mostrar la utilidad práctica de la apli-cación del realismo científico a la arqueología. Po-siblemente, esto sea necesario para contextos re-cientes donde semejante paradigma se ha visto mer-mado por la pujanza creciente de arqueólogos pos-procesuales. Sin embargo, semejante ejemplopráctico existe de manera prolija en el mundo delpaleolítico. Un vistazo a la arqueología Plio-Pleis-tocénica de África oriental de las últimas dos déca-das puede proporcionar un claro ejemplo de cómola heurística de nuestro conocimiento se ha dispa-rado en los últimos años gracias a la aplicaciónmasiva de estudios sobre lítica y fauna basados encriterios procesuales propios del realismo científi-co. Lo que me presto a reconocer con Webmoor esque semejantes ejemplos son necesarios para con-textos más recientes donde las preguntas son másdiversas e incluso de diferente cariz.

Algunas de las preguntas que Webmoor planteade manera escéptica, no dejan resquicio a una apli-cación de realismo crítico ya que son difícilmenteabordable por este. De ahí que al no ser capaz deresponder todas las preguntas, un enfoque proce-sual pueda parecer, como en el caso de Ruibal, ex-tremadamente aburrido. Lo conveniente en este casoes practicar varias arqueologías, reconociendo don-de terminan las científicas de las más especulativas,para poder abarcar la gama de preguntas que cadaarqueólogo quiera hacerse en un periodo determi-nado.

Webmoor plantea la inconveniencia de dejar in-tervenir a los filósofos en una disciplina en la quelos arqueólogos hemos alcanzado cierto consensosobre lo que constituye una buena explicación. Sinembargo, yo discrepo que semejante consenso exis-ta. Me gustaría ver una definición al respecto. Abuen seguro que lo que constituye una buena expli-cación para Webmoor resulta insatisfactoria parami. Lo que propone Webmoor podría fácilmenteconfundirse con practicar la arqueología sin unacontinua reflexión filosófica teórica, y sin semejan-

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

195 Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196

Page 22: arqueologia cientifica

te teoría, nuestra disciplina está abocada al absur-do. De hecho, el dejarse arrastrar por el hábito prag-mático de hacer las cosas como venimos haciéndo-las sin mayor reflexión epistemológica es lo queproduce la diversidad de enfrentamientos que exis-ten en el seno de la arqueología/antropología mo-

derna y la panoplia de interpretaciones que losacompaña. Sin epistemología somos incapaces, an-te un vacío filosófico, de discriminar cuáles de di-chas interpretaciones son las que nos acercan a larealidad del pasado. Es la diferencia entre intentaracercarnos a la verdad o seguir contando cuentos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

BUNGE, M. (2006): A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo. Gedisa Editorial, Barcelona.DERRIDA, J. (1983): Letter to a Japanese friend. A Derrida Reader: Between the Blinds (J. Derrida y P. Kamuf, eds.),

Harvester, Londres: 271-276.FOUCAULT, M. (1970): Arqueología del saber. Siglo XXI, Méjico. LAKATOS, I. (1978): The methodology of scientific research programmes. Cambridge University Press, Cambridge.NIINILUOTO, I. (1987): Thruthlikeness. D. Reidel, Dordrecht.NIINILUOTO , I. (2002): Critical scientific realism. Oxford University Press, Oxford. GONZÁLEZ-RUIBAL, A. (ed.) (2007): Arqueología simétrica: un giro teórico sin revolución paradigmática. Complutum,

18: 283-319.

¿Qué clase de ciencia es la arqueología?

196Complutum, 2009, Vol. 20 (1): 175-196