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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente 1 APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente Licenciado Carlos Alberto Villalba Universidad Nacional de Rosario, República Argentina (Coordinador General Cascos Blancos Argentina entre 2003 y 2013)

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

1

APUNTES SOBRE

DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva

de la vulnerabilidad de nuestra gente

Licenciado Carlos Alberto Villalba

Universidad Nacional de Rosario, República Argentina

(Coordinador General Cascos Blancos Argentina entre 2003 y 2013)

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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“… mi maestro William Faulkner dijo en este lugar:

´Me niego a admitir el fin del hombre´.

No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo

si no tuviera la conciencia plena

de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad,

el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años

es ahora nada más que una simple posibilidad científica”.

Gabriel García Márquez al recibir el Premio Nobel de Literatura

Estocolmo, 21 de octubre de 1982

INTRODUCCIÓN

En las últimas tres décadas más de 150 millones personas fueron afectadas por desastres socionaturales

en Latinoamérica y el Caribe. 12 millones damnificados directos; murieron entre 350.000 y 400.000

personas, con un monto total del costo de los daños -considerando solo los grandes desastres-superior a

los u$s 95.000 millones, 35 mil de ellos solo en la última década. Entre 1980 y 2012 los desastres le

costaron a la economía global unos 38 billones de dólares, es decir, 38 millones de millones de dólares,

el equivalente a la mitad de la economía mundial en 2013; 140 mil de esos millones se perdieron solo

durante el año pasado.

En la última década, de acuerdo a los informes de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios

de las Naciones Unidas (OCHA), el número y la proporción de los desastres humanitarios se han

multiplicado, la necesidad de financiamiento se incrementó en un 430% y se duplicó la cifra de personas

que necesitan asistencia.

Los números son fríos, pero impactan, dan visibilidad a los hechos, a su magnitud. Además, detrás de las

cifras, de los indicadores, de los presupuestos, está lo único imprescindible: la gente, las comunidades.

Todo lo que tiene que ver con el drama de vivir y sufrir, en nuestros barrios, en cada uno de los países

de nuestra América.

No hay forma de contar el impacto del silencio con que sonaba la nada en una ciudad como Nueva

Orleáns que, antes del Katrina, era jazz y vida, fiesta abrazo de pueblos y razas. Es imposible relatar la

bronca, el miedo, al trabajar en ranchos saturados de vinchuca y pobreza, o entre los escombros del Sur

de Chile o de Puerto Príncipe cuando la Tierra corcovea y deja su saldo de destrucción, de muerte, de

desesperación.

Es duro, trabajar con el desastre y la tragedia. Con desnutridos y sin trabajo, con desplazados y

evacuados, con el aliciente, eso sí, de que en las peores circunstancias, también, aparece lo mejor de las

personas, lo mejor de sus mil formas de agruparse, juntarse, organizarse, para pensar cómo resolver sus

problemas y ponerse mano a la obra.

Por eso, por todo eso, es imprescindible analizar la forma en que se trabaja, la organización o falta de

organización de la coordinación de la asistencia humanitaria internacional y, más importante aún, la

forma de encarar de modo integral el problema de los desastres. De eso se trata este documento, que

está y estará en proceso, para que se sumen propuestas, se corrijan las afirmaciones erradas y se

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construya, al fin, un enfoque que permita optimizar los recursos existentes y reducir todos los riesgos

que se puedan reducir.

El abordaje de los desastres, hoy, constituye un dominó siniestro en el que se mejoran los dispositivos

de respuesta y son superados por eventos desastrosos, cada vez más frecuentes y más extremos; donde

al aumento de los esfuerzos para reducir los riesgos es aplastado por el mayor daño causado por el

cambio climático.

Esta realidad dramática debiera conducir a todos los actores humanitarios a empeñarse en la

construcción de una visión integral y coordinada y, sobre todo, dispositivos, herramientas, normas,

acciones integrales y coherentes. Para lograrlo, se deben eludir las trampas, los negacionismos, la

naturalización y las fragmentaciones “técnicas” que estancan a cada “especialista” en su modesta

baldosa e impiden la comprensión profunda del proceso, para avanzar hacia propuestas, políticas,

normas, protocolos e instrumentos efectivos, que permitan mejorar la situación, en particular, de los

sectores más vulnerables.

En general, gobiernos nacionales y locales, organismos internacionales, diferentes foros y escenarios

políticos y político-técnicos referidos a la problemática del desastre, su gestión y su reducción,

proclaman su compromiso con las visiones integrales. Sin embargo, los esfuerzos, el trabajo concreto,

los instrumentos organizativos, no condicen con esas intenciones, carecen de su riqueza.

Ante todo hay que trabajar en el marco de una política de desarrollo, de un desarrollo que beneficie

al conjunto, con énfasis en los sectores más débiles. Esto implica generar políticas distributivas e

inclusivas, y con ese rumbo es necesario comprometer los tres niveles: respuesta proactiva al cambio

climático y sus efectos, reducción de los riesgos de desastres y gestión integral de esos riesgos, con

generación de los niveles de inversión necesarios para alcanzar los objetivos. Esa integración debe

apuntar a las razones de fondo, cuyas consecuencias afrontamos en medio de los escombros, los

muertos, los heridos, los desvalidos: el modelo de desarrollo que provoca las vulnerabilidades de las

comunidades y los daños causados a la Tierra y a la Humanidad.

En plena redacción de este documento –que, ya se dijo, siempre estará en proceso- dos de los tres

organismos de Naciones Unidas que lideran cada uno de estos temas a nivel global presentaron sus

documentos anuales más importantes, y lo hicieron al unísono, el 31 de marzo. Desde su oficina en

Nueva York, la OCHA dio a conocer su documento “Salvando vidas hoy y mañana”. La Gestión del riesgo

en crisis humanitarias" 1 y desde Yokohama, Japón, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el

Cambio Climático (IPCC) dio a conocer el capítulo referido a “Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad” de

su Informe 20142. El tercer organismo es la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres, que

se encontraba en plena organización de su IV Sesión Regional en Latinoamérica y el Caribe en Guayaquil,

Ecuador 3 y en septiembre de 2013 ya había publicado su trabajo sobre el “Impacto de los desastres en

América Latina y el Caribe, 1990-20114.

1 Reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/OCHA%20SLTT%20Web%20Final%20Single_0.PDF

2 Cambio Climático 2014: Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad. Grupo de Trabajo II del IPCC Contribución AR%. / http://ipcc-wg2.gov/AR5/images/uploads/IPCC_WG2AR5_SPM_Approved.pdf

3 http://www.eird.org/pr14/

4 http://eird.org/americas/noticias/Impacto_de_los_desastres_en_las_Americas.pdf

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Lejos de constituirse en un engorro para un documento en plena redacción como este, los aportes

simultáneos, además de permitir la incorporación de datos frescos, constituyó un aliciente para el actor,

quien pudo constatar que las tesis que se exponen están en consonancia con esos organismos.

El informe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios presenta “un punto de vista

humanitario sobre un reto que va más allá del sector humanitario. El cambio de la cura a la prevención

es en última instancia una desafío político que requiere de la voluntad y los esfuerzos de los gobiernos,

el desarrollo de las organizaciones, la sociedad civil, empresas privadas y muchos otros” y busca “iniciar

un diálogo global, para cambiar la manera en que nos manejamos” y “no podemos permitirnos no

hacerlo”.

El reporte del IPCC asegura que los cambios experimentados por el clima en el planeta afectan

negativamente a todos los continentes y océanos sin excepción, prevé que el aumento de las

temperaturas desacelere el crecimiento económico, degrade la seguridad alimentaria y el acceso al agua

e incremente las desigualdades sociales y considera que “las personas se volverán más pobres, sufrirán

más hambre y padecerán más enfermedades, ya que se enfrentarán a más inundaciones, olas de calor y

prolongadas sequias”.

Con solidez técnica y científica, OCHA y el Panel constituyen un soporte irrefutable para los planteos de

los sectores que venimos afirmando que los desastres son socionaturales y exigimos la integración del

triple enfoque simultáneo: respuesta al cambio climático, con reducción de riesgos de desastres y con

gestión integral de riesgos.

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LOS DESASTRES NO SON NATURALES

El debate sobre la integralidad de los desastres y la decisión de pelear por el reconocimiento y la

instalación del concepto de desastre socionatural, en reemplazo de la idea de la existencia de

“desastres naturales”, apunta a construir un enfoque abarcativo de las variables que intervienen en

la producción de eventos que son cada vez más extremos, a señalar las responsabilidades de los

distintos actores y a lograr que gobiernos, organismos multilaterales y organizaciones no

gubernamentales o de base contribuyan a reducir riesgos, a evitar eventos, disminuir impactos y, lo

más importante, al cumplimiento del mandato humanitario que conduce al extraordinario objetivo

de salvar vidas.

A lo largo de la última década, la región fue escenario de este debate. Argentina, Brasil y Venezuela

llevaron la discusión a todos los foros relacionados con el tema. Algunos foros fueron permeables a

esta concepción comprensiva, otros no. Los organismos multilaterales abrazaron esta visión en

algunas instancias y en otras los rechazaron, algo semejante sucedió con las representaciones de los

gobiernos. De todos modos, el saldo es de avance.

Eludir el cepo conceptual que constituye la visión “naturalista” o “mecánica” del desastre, implica

superar el obstáculo epistemológico que impide la explicación del proceso para comenzar a

desnudar el verdadero proceso de construcción del desastre, lo que arroja luz, en definitiva, sobre la

responsabilidad de cada uno de sus actores.

La instalación de esta visión de la problemática de desastres, una verdadera pelea, no pretende la

mera generación de nuevas categorías teóricas o un simple remozamiento de palabras para que, con

distintos términos, se siga diciendo lo mismo y, peor aún, ocultando, de modo deliberado o no, las

verdaderas razones de la ocurrencia de esos desastres que, año a año, generan e instalan ante la

opinión pública situaciones dramáticas, que cada vez cuestan más vidas, generan más heridos, más

desplazados de sus hogares y más pérdidas económicas con el consecuente daño a los procesos de

desarrollo de los países, sobre todo en regiones extensas de Latinoamérica y el Caribe, Africa y Asia.

Si hay algo que no es natural es el desastre, contrariamente a lo que plantean aquellas autoridades,

organismos naciones o internacionales y comunicadores sociales, que presentan a los desastres como

hechos “naturales”, “casuales”, poco menos que “inevitables” y provocados “por la furia de la

naturaleza”, cuando no por factores “trascendentes”.

En realidad, solo el origen del suceso adverso puede ser natural, como los eventos sísmicos o

determinados acontecimientos hidrometeorológicos, que cada vez están más vinculados al cambio

climático generado por la emisión de gases producto de la actividad socioeconómica. El desastre, en

cambio, es una construcción determinada por las consecuencias de las actividades generadas por

determinado modelo de desarrollo y articulada con las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones

afectadas o de determinados sectores de ellas.

Por eso es importante considerar los factores del riesgo, en función del tipo de amenaza (por ejemplo

inundación, incendio, derrame químico, ciclón, terremoto), la situación de vulnerabilidad de la población

y sus activos y, además, el grado de exposición de la población y sus bienes frente al peligro.

Estos factores no son estáticos. El riesgo puede incrementarse o disminuir en función de la capacidad

institucional, comunitaria, grupal, individual, de hacer frente y/o de actuar frente al evento adverso. Los

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modelos de desarrollo pueden aumentar el grado de exposición y de vulnerabilidad y, por lo tanto,

agravar el riesgo. Los esfuerzos encaminados a la reducción de riesgos, construcción de resiliencia y

organización comunitaria por el contrario, pueden disminuirlo.

Hay formas de esquematizar la explicación presente, nosotros adherimos a la siguiente56:

RIESGO: Amenaza x Vulnerabilidad x Exposición

“CAPACIDAD” (organización comunitaria)

Esta representación comparte el conjunto de elementos que comprenden las posturas más avanzadas

en el análisis del desastre, con el agregado propio de interpretar la “capacidad” de la población afectada

o potencialmente afectada en términos del desarrollo de la organización de la comunidad, en función y

en defensa de sus intereses.

Entender, y aceptar, que existen eventos desastrosos que impactan de diferente manera y generan

distinto volumen de daño, en diferentes poblaciones, en función tanto de los determinantes de

vulnerabilidad como del grado de organización de sus comunidades, de las políticas de reducción de

riesgo y del tiempo de exposición a aquellos, implica incluir el conjunto de variables intervinientes y

presentar con claridad al desastre. Permite abarcarlo y, por consiguiente, gestionarlo, como una

situación compleja, en la que se implican los aspectos sociales, económicos y, también, naturales.

Frente a algunas circunstancias -cada vez menos frecuentes-, se podrá seguir hablando de eventos

“naturales”, pero el desastre, consecuencia de los mismos, será siempre socionatural. Por eso,

insistimos, si hay algo que no es “natural” es el desastre.

La gestión local de riesgos se erige entonces como una puerta de entrada a la discusión abierta e

integral de los problemas que afectan a cada localidad, a cada ciudad. A partir de allí, los actores locales

deben asumir responsabilidades compartidas en la puesta en marcha de desarrollo integral, como

proceso indispensable para la reducción de las condiciones de riesgo.

Un paso previo, esencial para el futuro comunitario, es la reducción de riesgos de desastres en el marco

de una gestión integral de riesgos, lo que implica dejar atrás -en términos conceptuales y también

prácticos- la limitación de la tarea a la mera respuesta después de desencadenado el desastre. Esto

implica avanzar en el reconocimiento de las amenazas, riesgos y vulnerabilidades de ciudades y

poblaciones, para prepararse y prevenir las consecuencias negativas que se derivan del impacto de un

evento. El reto de la hora es evitar lo evitable. Eso significa reducir riesgos y debe ser el faro que indique

el camino de la gestión local.

HYOGO Y KIOTO, NIDOS DE UNA ESPERANZA

2005 fue un año muy importante para los temas relacionados con la gestión de riesgo de desastres. Por

un lado, la reunión de Hyogo puso énfasis en la prevención por encima de la respuesta a los desastres,

5 VILLALBA, Carlos. APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES. Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente. www.gestionderiesgos.gob.ec/wp-

content/uploads/downloads/2012/08/20120822_15_CascosBlancos_Argentina.pdf

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en la importancia del papel que juegan las comunidades organizadas en ese camino y, particularmente,

en la necesidad de reducir los riesgos de desastres, un avance que quedó estampado a fuego en su

Marco de Acción 2005-2015 destinado a lograr un “Aumento de la Resiliencia de las Naciones y las

Comunidades ante los Desastres”.

Ese mismo año entró en vigencia el Protocolo de la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el

Cambio Climático”, aprobado pori los países industrializados en 1997 en otra ciudad japonesa, la de

Kioto, a través del cual se comprometieron a adoptar un conjunto de medidas tendientes a reducir

los gases de “efecto invernadero”.

Hyogo y Kioto. Un Marco de Acción y un Protocolo, herramientas relacionadas a combatir problemas en

dos campos que, en realidad, generan la misma, maliciosa, consecuencia global: empeoramiento de las

condiciones de vida en el mundo. Problemas sanitarios, económicos, climatológicos que, por supuesto,

multiplicaron y potenciaron los desastres y, en consecuencia, deterioraron al extremo la situación

humanitaria.

Una conclusión relativamente sencilla, con una obvia contigüidad temática y causal que, sin embargo,

no condujo a una visión integral, planificada estratégicamente y con decisiones, respuestas políticas y

compromisos de inversión coherentes, abarcativos y complementarios en los planos nacional,

subregional, regional y global. No se desarrolló el conjunto de estructuras necesarias para encarar el

problema del cambio climático, desarrollar seriamente la reducción de riesgo de desastres y construir

sistemas de gestión integral de riesgos; los gobiernos no siempre denunciaron el problema con energía

o no cumplieron con protocolos y marcos de acción y las agencias y estructuras multilaterales no

siempre lograron la coordinación necesaria entre ellas, ni con los países afectados, ni encararon su

problemática específica abarcando los componentes que explican la ocurrencia de las mismas.

Trabajar en gestión integral de riesgos sin priorizar la reducción de esos riesgos, es apagar el fuego con

viento. Trabajar en reducción de riesgo de desastres sin tratar de evitar las causas que generan el

cambio climático y su efecto invernadero o sin denunciar la gravedad de mantener el nivel de emisiones

de gases existentes, es construir castillos de arena en medio de un vendaval.

Sin embargo, eso es lo que se hace.

A contramarcha de esa desarticulación, que oculta la esencia del proceso y retarda el diseño de políticas

y la construcción de herramientas de trabajo eficaces y eficientes, es imprescindible pensar la coyuntura

y, sobre todo, trabajar de manera concreta con un enfoque socionatural, que articule de modo

dinámico la problemática del cambio climático, los preceptos y herramientas de la reducción del riesgo

de desastres y la gestión integral de riesgo de desastres, contemplando los cambios estructurales que

puedan producirse y se encuadre en políticas de desarrollo humano.

En ese sentido, cabe resaltar el intento del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio

Climático 7, de integrar las perspectivas de diferentes comunidades científicas, “históricamente distintas,

que estudian la ciencia del clima, los impactos del clima, la adaptación al cambio climático y la gestión

de riesgos de desastre” y acercan e intercambian “puntos de vista, léxicos, enfoques y objetivos

diferentes, y todas aportan importantes percepciones sobre el estado de los conocimientos y sus

lagunas”.

7 Gestión de los riesgos de fenómenos meteorológicos extremos y desastres para mejorar la adaptación al cambio climático”. www.ipcc.ch/pdf/special-reports/srex/IPCC_SREX_ES_web.pdf

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El trabajo del IPCC es de importancia capital, el Panel fue creado por la Organización Meteorológica

Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1988 y

ratificado por Asamblea General de las Naciones Unidas. Sin embargo, los principales actores y decisores

políticos nacionales y multilaterales no parecen tomar sus recomendaciones con la seriedad, el

compromiso y las efectividades que merece un esfuerzo que hasta fue reconocido con el Premio Nobel

de la Paz en 2007.

El IPCC considera que la naturaleza misma de los fenómenos climáticos extremos y la gravedad de los

impactos que provocan no dependen solo de ellos sino, también, de la exposición de las comunidades a

ellos y de su vulnerabilidad, factores que además “determinan los impactos y la probabilidad de

ocurrencia de desastres (riesgos de desastre)”. A diferencia de las posturas “naturalistas”, el grupo de

científicos intergubernamentales no solo evalúa la influencia de la variabilidad natural del clima, sino

que contempla el “cambio climático antropógeno” sobre los fenómenos climáticos y meteorológicos

que pueden contribuir a la ocurrencia de desastres. Avanza aún más al analizar la interacción entre

desastre y desarrollo y plantear que la gestión de riesgos de desastre y la “adaptación al cambio

climático” pueden reducir la exposición y la vulnerabilidad a los fenómenos extremos, con una

reducción del riesgo de desastres y aumento de la resiliencia a aquellos riesgos que no pueden

eliminarse.

El cambio climático en sí, constituye un desastre sin parangón en la historia del mundo y es generador

de desastres cada vez más frecuentes y más extremos, más allá de las alquimias retóricas y hasta legales

de los sectores negacionistas. Ahora bien, no son pocos los interesados en el tema que aluden a los

“efectos negativos” del cambio climático, lo que implica que ponderan la existencia de “efectos

positivos” del mismo. Por ejemplo, cuando se alude a la financiación de grandes cultivos en

Latinoamérica y el Caribe, en Asia o en África, regiones que en realidad constituyen las nuevas reservas

de alimentos y agrocombustibles de los países más ricos, que lo consiguen a través del canje de

derechos de emisión de carbono y a los que no tienen acceso los pobladores locales, que amplían

fronteras agrarias en contra de los intereses de los agricultores locales y hasta generan nuevas fuentes

de contaminación.

Si durante años hemos planteado que la pobreza es la madre de todas las vulnerabilidades, tenemos

que reconocer que el planteo no está acabado si no se reconoce que el cambio climático es el principal

riesgo de desastres que afronta el mundo actual… y el futuro.

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ESLABONES SIN ENCADENAR

La concepción del desastre como evento “natural” -se podría hablar de la decisión de concebir de esa

manera al desastre-, junto al negacionismo de la importancia negativa del cambio climático sobre el

conjunto de la humanidad, conspiran contra la posibilidad de analizar los desastres en su integralidad,

sus verdaderas causas y, en consecuencia, entorpecen la comprensión de los procesos generadores del

daño y el diseño de políticas de fondo para evitarlos, o prevenirlos y mitigarlos.

Lo paradójico, es que se han construido artefactos institucionales nacionales y supranacionales,

destinados al estudio de estos temas, capaces de generar propuestas y bocetar herramientas, pero con

muchas dificultades para confluir sobre el mismo objeto e integrar acciones. Qué país no cuenta hoy con

estructuras vinculadas al cambio climático, organismos de protección civil -quedan aún “defensas”

civiles y, en la región, algunas que comprenden la “gestión de riesgos”- y estructuras relacionadas con la

reducción de riesgo de desastres, como planeamiento y reordenamiento territorial.

En el plano multilateral, Naciones Unidas cuenta con agencias como la Organización Meteorológica

Mundial (OMM), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Oficina de

Coordinación de la Asistencia Humanitaria (OCHA) -con el altísimo rango de Subsecretaría General- o la

la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD). En la región, foros como la Comunidad

de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), o

subregionales como la Reunión Especializada de Reducción de Riesgos de Desastres Socionaturales, la

Defensa Civil, la Protección Civil y la Asistencia Humanitaria (REHU), desarrollan sus propios espacios

específicos para intentar discutir sobre la problemática de desastres y gestión de riesgos.

El recuento podría seguir. Sin embargo, tanto en el plano nacional como en el multilateral y regional, los

esfuerzos, en lugar de confluir radialmente sobre el mismo objeto, operan en paralelo y cada uno llega

en consecuencia a su propio y diferente objeto y esto sucede a pesar de discursos y documentos en los

que se proclama la necesidad de trabajar en conjunto, de manera articulada. Y, lo más grave, cada una

de esas estructuras trabaja sin coordinaciones operativas con las otras.

Sin embargo, cabe destacar que hay países cuyos gobiernos adecuan sus normas y sus lenguajes a las

concepciones comprensivas del fenómeno. Brasil, por ejemplo, apoya el concepto de “socionatural”

y apunta a dar un paso más allá de ese concepto para desarrollar el de “socioambiental”; Venezuela

avanzó normativamente en esta dirección y sancionó una “Ley de Gestión Integral de Riesgos

Socionaturales y Tecnológicos”; Ecuador creó una Secretaría de Gestión de Riesgo a la que dio rango

ministerial, la Argentina llevó hasta el Mercosur esta concepción.

Transitar desde la concepción de defensa civil hacia la de protección civil fue un salto importante;

alcanzar luego el enfoque de gestión integral de riesgo de desastres (GdeR) implicó un nuevo, muy

importante, avance. Sin embargo, trabajar en esa gestión, por consiguiente esforzarse en los temas de

prevención, encuadre local de la problemática, con participación de las comunidades, sirve de poco si no

se encara la reducción de los riesgos de esos desastres. Ahí, exactamente, está el verdadero punto

preventivo del desastre el que, incluso, puede llegar a evitarlo. Sin embargo, no necesariamente se

encara el tema de esa manera, muchas veces uno de los componentes ignora al otro, en las discusiones

y, peor aún, en las prácticas, las acciones, las inversiones.

Cabe señalar que los desastres que generan más pérdidas humanas, los que producen más daño material, alterando los procesos de desarrollo de los países afectados, son los desencadenados a partir

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de eventos hidrometeorológicos. Estos eventos se multiplicaron en las últimas décadas y su intensidad es cada vez más extrema; de acuerdo a los estudios de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres asegura en su informe sobre el “Impacto de los desastres en América Latina y el Caribe, 1990-2011” el 95% de los registros documentados en ese período “fueron desencadenados por fenómenos hidrometeorológicos y climáticos” 8. Y la causa del crecimiento exponencial de estas amenazas es el cambio climático y su efecto invernadero

Tenemos pues una serie de eslabones. Un cambio negativo producido por el modelo de desarrollo

socioeconómico imperante; la multiplicación y exacerbación de eventos desastrosos y la construcción

de instituciones nacionales o internacionales destinadas a reducir riesgos y a prevenir y responder a

desastres.

Esos tres eslabones, que constituyen una cadena causal, sin embargo, no conforman una cadena

conceptual ni generan una estrategia operativa en la cadena de toma de decisiones ni en la

superestructura institucional. A pesar de los avances logrados, en especial en la comprensión del

problema y en la aceptación de nuevos actores -como son las comunidades- los distintos escenarios

geográfico-políticos, en general, siguen actuando por caminos paralelos.

Esta falta de asociación, complementariedad y decisión entre tres herramientas para trabajar sobre un

solo proceso, se potencia entre los principales emisores de gases contaminantes y entre los actores más

refractarios a los avances favorables a la calidad de vida de las personas y su ambiente y que pretenden

dar continuidad e imponer el modelo de asistencia humanitaria dirigida, aunque sus países hayan

firmado el Protocolo de Kioto o suscriban el Marco de Acción de Hyogo.

8 Impacto de los desastres en América Latina y el Caribe, 1990-2011.

www.eird.org/americas/noticias/Impacto_de_los_desastres_en_las_Americas.pdf

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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ESLABÓN RESPUESTA

La cumbre de Hyogo permitió dar un salto cualitativo en un proceso que, lentamente, había comenzado

décadas atrás. Desde la primera mitad del siglo XX se registró una evolución del concepto inicial de

emergencia, pasando por el de desastre, incorporando el de amenaza para llegar al de vulnerabilidad, y

concluir con los de gestión y reducción del riesgo.

Esas transformaciones conceptuales, en realidad expresan la búsqueda de prácticas nuevas, más

eficaces y eficientes y la incorporación de nuevos actores a la problemática. Constituye un recorrido que

va desde la exclusiva participación de las fuerzas armadas o de seguridad hasta la aceptación del papel

de las comunidades en la gestión del riesgo de desastres y la sujeción de aquellos cuerpos militarizados

a las decisiones políticas de los gobiernos.

En el arranque del recorrido, no se trató de leyes o políticas nacionales sino de respuestas a

emergencias provocadas por enfrentamientos bélicos o por eventos considerados “naturales”, en las

que el componente militar fue el encargado excluyente de la distribución de bienes y servicios de

supervivencia como agua y alimento, abrigo o atención sanitaria.

Después de la Segunda Guerra Mundial y durante un período que podría datarse entre las décadas del

´50 y el ´70, se avanza en la comprensión de un “Ciclo de Desastres” que incorpora a las tareas de

atención a la emergencia las de recuperación junto a las de preparación y mitigación. La ayuda

humanitaria internacional constituye un nuevo componente del esquema. En el plano institucional se

produjo un avance sustantivo, al sancionarse leyes de creación de los cuerpos de Defensa Civil. De ese

modo se agregan los cuadros de las defensas civiles de reciente aparición a los cuerpos militares hasta

entonces actores excluyentes de la respuesta. Con el agregado de la “ayuda humanitaria”, que luego

pasaría a ser concebida como “asistencia humanitaria” internacional se sumaron organizaciones no

gubernamentales como la Federación Internacional de la Cruz Roja o Médicos sin Fronteras.

Durante los ’80, a los capítulos de preparación y respuesta se agregó el de reconstrucción y el enfoque

que incluyó la variable amenaza como componente central, mientras que los estudios dirigieron

agregaron como variable el tiempo de exposición a los eventos desastrosos por parte de las

comunidades y sus miembros. Durante esta década se dio un salto significativo al incluirse dispositivos y

normas de reordenamiento territorial junto a obras de ingeniería resistentes, adelantándose a la

ocurrencia de eventos. Los últimos años del decenio asistieron a un nuevo salto en el plano institucional

con la sanción de leyes de creación de organismos de Protección Civil en reemplazo de las defensas

civiles basadas en la acción militar o concebidas con criterios provenientes de aquella experiencia.

En el plano internacional se destaca la incorporación de cooperaciones y organismos humanitarios

nacionales en el terreno multilateral, como Médicos del Mundo, Acción contra el Hambre y se

potenciaron y redefinieron otros como Care International, que nació en Estados Unidos con el objetivo

de “reducir el hambre y (fomentar) la solidaridad con los pueblos de Europa devastada por la (segunda)

guerra” y en los ´80 se definió como una “confederación mundial” con el objetivo de “luchar contra la

pobreza global” y ayudar a las víctimas de emergencias. Oxfam -que toma el nombre del Comité de

Oxford de Ayuda contra el Hambre de Gran Bretaña- fue fundada en 1995 1995 por un grupo de

organizaciones no gubernamentales basadas en Inglaterra, para “trabajar en conjunto para lograr un

mayor impacto en la lucha internacional por reducir la pobreza y la injusticia”; logró convertirse en una

“organización mundial líder en ayuda humanitaria de emergencia” y hoy constituye una confederación

con sedes en 17 países del mundo.

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

12

Una década después comienza el salto que terminará por formalizarse en 2005. La aceptación de la

necesidad de construir un análisis dinámico, que facilite la articulación entre la “amenaza” -variable ya

incorporada- y la posición socioeconómica de las poblaciones afectadas -hasta el momento ignorada-,

permite la aparición de la vulnerabilidad social como uno de los determinantes del desastre; además se

abre el camino hacia el rechazo conceptual de la idea de “desastre natural”, para iniciar el tránsito que

conduzca a la comprensión de que el desastre es “socionatural”. A la continuidad de la sanción de leyes

y la creación de instituciones de Protección Civil, se agregan otros elementos de suma importancia: el

comienzo del proceso de quita del control de la respuesta por parte de las fuerzas armadas y el inicio

de la descentralización de responsabilidades hacia los territorios municipales, paso que llevará en pocos

años a poner a lo local en el centro de la gestión de riesgos.

Durante esa década Naciones Unidas crea sus propias estructuras humanitarias como la Oficina de

Coordinación de la Asistencia Humanitaria (OCHA) y Voluntarios de Naciones Unidas (UNV), la Unión

Europea su conforma su dirección de Ayuda Humanitaria y Protección Civil (ECHO), al tiempo que surgen

organismos nacionales de competencia humanitaria internacional, como los Cascos Blancos del gobierno

argentino, que en 2014 cumplen sus 20 años de acciones en los cinco continentes, con énfasis en

Latinoamérica y el Caribe.

Y esta larga marcha llega al siglo XXI. Hyogo y su Marco de Acción constituyen el mojón central de esa

primera década, en realidad de toda la historia del análisis del desastre y de la construcción de

propuestas para trabajar con esa problemática. Naciones Unidas creó una instancia institucional

específica, la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD). La articulación de aspectos

sociales con eventos naturales, concebidos a partir de ese momento, permitió que las acciones

empezaran a pensarse de manera integral, con el consecuente surgimiento de sistemas

multiinstitucionales de prevención, preparación, respuesta, mitigación y recuperación, superando el

recorte que implicaba la focalización en las defensas o protecciones civiles. Se construyó el concepto de

gestión integral de riesgo con los primeros intentos de concretarlo en acciones multidimensionales.

También surgieron las políticas de expansión desde lo exclusivamente centralizado en lo nacional, hacia

lo local y a lo regional y subregional.

Esta evolución, práctica y conceptual, permite afirmar hoy que los desastres evidencian el vínculo

directo entre el desarrollo humano y el riesgo de sufrirlos, así como la relación entre las profundas

desigualdades sociales -empezando por las económicas e incluyendo otras como las de género, edad u

origen- y el incremento de las condiciones de vulnerabilidad en las que vive una parte significativa de la

población en Latinoamérica, el Caribe y el mundo.

Vale decir que la evolución, práctica y teórica, en el terreno de la preparación y la respuesta a desastres

avanzó mucho y bien a lo largo del último medio siglo, lo que no quiere decir que no falte, y mucho.

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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ESLABÓN REDUCCIÓN DE RIESGOS DE DESASTRES Los conceptos, los informes o las normativas -nacionales o internacionales- no siempre acompañan

la formalización de avances, adelantos o mejoras, técnicas o teóricas, que se producen en los

distintos campos, van un paso detrás de las propias transformaciones. Los países de Latinoamérica y

el Caribe, sin excepción, al igual que los del resto de las regiones del Mundo, abrazaron hace ya más

de un lustro el “Marco de Acción de Hyogo para el 2005-2015: Aumento de la Resiliencia de las

Naciones y las Comunidades ante los Desastres”.

Al formalizar dicho Marco, se reconoció y se dio forma de propuesta a las prácticas y compromisos

que, desde tiempos ancestrales y hasta los actuales esfuerzos de distintos sectores gubernamentales

y de la sociedad civil, se realizan para poner el centro de gravedad de acciones y políticas, públicas y

privadas, vinculadas a la gestión integral de riesgo de desastres, en la reducción de los propios

riesgos y de la generación de los factores de riesgo y en la prevención de eventos, por encima del

diseño exclusivo de dispositivos de respuesta a las consecuencias desastrosas que los mismos

generan y que afectan a las comunidades, en particular a sus sectores más vulnerables.

Ese enfoque de la problemática, permite incluir variables centrales de la situación de las

comunidades, de las que, en realidad, el “peligro” o la “amenaza” de los eventos son

complementarios. De ese modo, la realidad cruda de nuestros pueblos, de sectores numerosos de

nuestras comunidades, pudo instalarse de manera rotunda en el escenario del desastre, eludiendo la

visión de la “inevitabilidad” de algunas situaciones, hasta ese momento presentadas poco menos

como de ocurrencia “mágica”, cuando no “trascendente” o producto de hechos “naturales”.

El reconocimiento de las vulnerabilidades que padecen distintas poblaciones permite comprender al

desastre de modo integral. Al hablar de vulnerabilidad nos referimos a situaciones estructurales,

fundamentalmente la pobreza, que se relacionan con la distribución de la riqueza y la tenencia de la

tierra, sin obviar situaciones de debilidad que soportan diferentes sectores de nuestras comunidades

por cuestiones de género, edad, origen, salud o por otros motivos discriminatorios.

Si las ciudades desarrollasen edificios seguros, con un uso adecuado del territorio, las

comunidades se convertirían en menos vulnerables y, por ejemplo, huracanes o lluvias

sostenidas, causarían menos o mínimos destrozos y, en algunos casos, las inundaciones hasta

podrían evitarse. Comprender a los desastres como “socionaturales”, facilita el camino hacia

políticas gubernamentales y prácticas comunitarias de reducción de riesgos. En síntesis, se trata

de la disminución de pérdidas de vidas humanas, del recorte dramático del número de víctimas y,

por supuesto, de pérdidas materiales.

Si se construyen modelos de desarrollo socioeconómico más justo, más equitativo, con

redistribución inclusiva de la riqueza y con consecuentes políticas de acceso a la tierra, los

problemas disminuirían -en particular entre los sectores más pobres-, los desastres serían menos

y de menor intensidad, habría menos problemas de salud y, sobre todo, menos muertos.

En la actualidad, incluso, la comunidad humanitaria se plantea estudios de entrecruzamiento de

los riesgos relativos en una geografía física propensa a los eventos desastrosos, con la proporción

de población en situación de pobreza habitacional, del que se deduce que el riesgo en una zona

determinada. Esa dirección de trabajo, remarca que, en el origen del evento, también, y cada vez

más, hay causas relacionadas con acciones sociales, en realidad socioeconómicas, básicamente

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vinculadas a los efectos negativos del cambio climático y del propio proceso de desarrollo. No

puede dejar de correlacionarse la acción del hombre y sus formas de organización económica,

productiva, extractiva, etc, con esas consecuencias adversas, con la degradación de los

ecosistemas, con el uso inadecuado del territorio y, en particular con la pobreza y la inequidad.

En este contexto y a juicio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la región presenta avances importantes en el cumplimiento de las metas globales de desarrollo y, en particular, en la reducción significativa de los niveles de pobreza, aunque con persistencia de elevados niveles de desigualdad en la distribución del ingreso y con un amplio repertorio de desigualdades sociales. Considera que existe una situación de “emergencia” y una “creciente visibilidad de un conjunto de expresiones de malestar social”, motivadas por diversas cuestiones, entre las cuales destaca el medio ambiente, la educación, el transporte público y las reivindicaciones de poblaciones indígenas9. Entre las “cuestiones soslayadas” en Latinoamérica se remarca al ambiente que, en realidad, es una de las condiciones necesarias para que las personas puedan alcanzar niveles dignos de bienestar. Y en ese “espacio” se incluye agua, suelo, aire, objetos, seres vivos, relaciones entre hombres y mujeres y elementos intangibles como son los valores culturales.

Es muy larga lista la de impactos a los que el ambiente continental ha sido sometido en las últimas décadas, como consecuencia de los modelos de desarrollo adoptados por los distintos gobiernos, en general en consonancia con dictados por la potencia regional dominante y de los organismos financieros internacionales que acompañan su definiciones. La CEPAL considera que muchos de ellos están presentes en los debates ambientales que se dan en el presente como son la deforestación, producto de la tala y quema de bosques; la reducción de la biodiversidad y el daño a sistemas ecológicos, claves en las cadenas alimenticias; la pesca excesiva, que pone en peligro un gran número de especies de la fauna silvestre; la erosión del suelo, que reduce la productividad, perjudica la calidad del agua y degrada la tierra; la contaminación de ríos y mares con aguas servidas o residuales, con escurrimientos agrícolas y con desechos industriales; la contaminación del aire, que se produce como consecuencia de la emisión de sustancias tóxicas a la atmósfera. Desde una perspectiva similar a la desarrollada en este trabajo, también se remarca el efecto negativo del calentamiento global, “que conduce a sequías que, a su vez, provocan inundaciones, olas de calor, elevación de la marea y derretimiento de glaciares y placas de hielo”10. La propia EIRD considera que “las razones de fondo del crecimiento de los riesgos en la región están directamente relacionadas con sus causas subyacentes, entre las que figuran el incremento acelerado de población ubicada en lugares altamente expuestos a las amenazas naturales; la no consideración o ausencia de la variable riesgo de desastres en los procesos de planificación del desarrollo, evaluación de la inversión pública y ordenamiento territorial; la ausencia o falta de énfasis en acciones correctivas para la reducción de riesgos existentes; la ausencia o debilidad de políticas públicas que incorporen el tema a todas las escalas y en todos los sectores, públicos y privados, entre otras”11. RESILIENCIA COMUNITARIA Cada vez que se produce un desastre, se analiza la forma en que los distintos niveles de gobierno respondieron a la situación. Con buenas o con malas intenciones, surgen interrogantes acerca de la preparación de cada distrito para afrontar eventos dramáticos como inundaciones, temporales, accidentes tecnológicos, terremotos… Se interpela acerca de la inversión realizada antes y después de ocurrido el hecho. Se intenta de tener un buen diagnóstico de cómo se articuló la reacción nacional con la internacional -en el que caso de que esta haya sido convocada-, el despliegue, la eficacia y la eficiencia de las acciones de organismos y organizaciones humanitarias supranacionales, las formas y los montos de las inversiones destinadas a cada situación.

9 CEPAL, Panorama Social 2013. www.cepal.org/publicaciones/xml/9/51769/PanoramaSocial2013.pdf

10 Idem Ant

11 Impacto de los desastres en América Latina y el Caribe, 1990-2011. www.eird.org/americas/noticias/Impacto_de_los_desastres_en_las_Americas.pdf

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Son pocas las veces en que se pone el acento en aquello que no se hizo antes de que sucediesen los hechos que demandaron el posterior esfuerzo humanitario. Después del recorrido realizado sobre los modelos de desarrollo y el imprescindible control o detención del cambio climático y sus efectos negativos, es obvia la necesidad de incorporar otro nivel decisivo en la lucha contra los desastres: la reducción de riesgos a partir de la construcción de ciudades y comunidades resilientes y del reordenamiento del territorio. Sin perjuicio del diseño de planes de contingencia y dispositivos locales, nacionales e internacionales de respuesta a desastres. Este análisis intenta marcar que existen formas de evitar desastres o de mitigar el impacto generado por un evento adverso y, consecuentemente, salvar vidas, evitar pérdidas y garantizar la continuidad de los procesos de desarrollo humano. Como ya se ha dicho, el desastre, como construcción que se articula con el accionar social y con las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones afectada, obliga a considerar el conjunto de factores del riesgo en función del tipo de amenaza, del grado de exposición de la población y sus bienes frente al peligro y de la situación de vulnerabilidad o fortaleza propia de la población y de sus activos. Y conduce a tener en cuenta que esos factores no son estáticos, que el riesgo puede incrementarse o disminuir en función de la capacidad institucional, comunitaria e individual de hacer frente y/o de actuar ante el evento adverso. Los modelos de desarrollo aumentan o disminuyen el grado de exposición y la vulnerabilidad y, por lo tanto, agravan o mitigan los daños. Los esfuerzos encaminados a la reducción de riesgos, a la construcción de resiliencia y a la organización comunitaria son los que conducen a esa disminución del riesgo y sus consecuencias. UN ENFOQUE INTEGRAL La problemática de desastres debe ser abordada a partir de una visión que integre el fundamento teórico y la propuesta metodológica para la implementación de planes y acciones locales, con un enfoque de reducción de riesgos de desastres, complementario con el de gestión integral de riesgos12. Este encuadre permite orientar el trabajo hacia la planificación y la gestión de ciudades resilientes, en las que se minimice la ocurrencia de desastres, a partir de que las viviendas y los barrios que cuenten con servicios e infraestructura adecuados, cumplan con códigos de construcción actualizados y no existan asentamientos formales o informales ubicados en llanuras aluvionales inundables, en costas tsunámicas, sobre fallas geológicas, en cercanías de instalaciones inflamables o cercanos a otras situaciones de riesgo. Como soporte de estas políticas es necesario que la comunidad tenga el poder, la capacidad y la autonomía necesarios para decidir y planificar su ciudad conjuntamente con las autoridades locales, que el conjunto de actores conozcan y comprendan el tipo de amenazas a las que están expuestos y crear una base de información compartida sobre las pérdidas asociadas a la ocurrencia de desastres, las amenazas y los riesgos y acerca de los sectores más vulnerables. El desarrollo de estas acciones lleva a diferenciar entre medidas estructurales y no estructurales. Las primeras comprenden, entre otras, obras de ingeniería y de construcción destinadas a reducir o evitar el posible impacto de amenazas. Las no estructurales incluyen, por ejemplo, la elaboración y consolidación de políticas, conciencia, conocimiento, compromiso público y métodos o prácticas operativas y participativas para la reducción del riesgo y su consecuente impacto positivo. Para que una intervención en el riesgo desde lo local y lo comunitario sea exitosa, necesita de dos

componentes clave: la voluntad política de los actores que participan en calidad de decisores

gubernamentales y la activa participación organizada de la comunidad en calidad de protagonista de la

promoción de su propio desarrollo.

Los gobiernos y decisores locales constituyen el nivel institucional más cercano a los ciudadanos y sus

comunidades, y deben de cumplir diversas funciones críticas vinculadas al desarrollo y a la reducción del

riesgo de desastres, como son la planificación territorial y uso de suelo, desarrollo urbano, obra pública,

12 VILLALBA, Carlos; LADILLINSKY, Alfredo; FERNÁNDEZ WAGNER, Raúl; TORRES, Martín. Frente a Emergencias y Catástrofes: Construir Ciudades Resilientes, Ajustar Planes de Contingencia, Reordenar el

Territorio (Diciembre 1013). Comisión Cascos Blancos, Ministerio De Relaciones Exteriores Y Culto, República Argentina

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seguridad, permisos de construcción, además de la respuesta frente a las crisis y emergencias. Por su

parte, la participación activa de los actores comunitarios es fundamental para el éxito de cualquier tipo

de intervención orientada a la reducción del riesgo de desastres13.

La EIRD a través de su Campaña Mundial “Desarrollando ciudades resilientes - Mi ciudad se está

preparando”14

, hizo un aporte crucial para el avance en esta dirección, al dar comienzo a un proceso de

formalización de prácticas que muchas comunidades y gobiernos locales ya desarrollaban, de manera

organizada o informal, con objetivos claros y planificados o en respuesta a exigencias concretas. La

definición de sus “10 esenciales” o “puntos de verificación”15 constituye un modelo ordenador de esas

acciones y la presentación en 2012 del “Manual para líderes de los gobiernos locales” vino a fortalecer y

orientar el trabajo local16.

Desde 2010, los autores de la propuesta de “hoja de ruta para la gestión local” consideraron

imprescindible la generación de herramientas compatibles con el abordaje metodológico participativo.

Para facilitar el análisis, las decisiones y las acciones locales, gubernamentales y comunitarias,

desarrollaron una tipología provisoria, que agrupa en cuatro áreas, consideradas estratégicas, los

diferentes tipos de intervención para la gestión local de riesgo de desastres en ámbitos urbanos y el

desarrollo de resiliencia: a) Institucionales; b) Normativas; c) Operativas y d) Capacitación. El desarrollo y

aplicación de los componentes de los dos primeros agrupamientos se vincula principalmente con los

niveles decisores locales, mientras que las herramientas operativas y de capacitación requieren de la

concurrencia de las instancias políticas de decisión y la participación activa de la comunidad.

En un contexto de tensión entre los modelos respuestistas y los de GdeR /RRD, en el que incluso se llega

a discutir los rubros en los que se realizan las inversiones y se cuestiona la “falta de resultados” de un

proceso que consiste, precisamente, en que disminuyan los resultados desastrosos, constituye una

verdadera contribución la propuesta de convertir “10 esenciales” de la EIRD en metas de la gestión local

y la construcción de indicadores de la gestión resiliente17.

Este tipo de herramientas apunta a vincular la problemática de RRD con los procesos de desarrollo y a

involucrar a los actores sociales implicados, promoviendo una intervención activa por parte de las

instituciones, en contraste con los “sistemas de emergencia” todavía prevalentes en la actualidad. Por

otra parte, contribuyen al fortalecimiento del liderazgo de los gobiernos locales y su capacidad de

coordinación y organización del poder local, articulando e integrando a las diversas instituciones y

organizaciones de la comunidad.

La aplicación de herramientas y metodologías adaptadas a la realidad local promueven los procesos de reducción de las condiciones de riesgo que, una vez apropiadas por los actores locales, puedan ser replicadas en otras localidades.

13

LADILLINSKY, Alfredo; VILLALBA, Carlos. Programa Ciudades Resilientes: una hoja de ruta para la gestión local (Diciembre 1013). Comisión Cascos Blancos, Ministerio De Relaciones Exteriores Y Culto,

República Argentina 14 www.eird.org/camp-10-15/index.html 15 www.eird.org/camp-10-11/docs/lista-10-puntos-verificacion.pdf 16 Cómo desarrollar ciudades más resilientes. Un Manual para líderes de los gobiernos locales. EIRD. Ginebra. Marzo de 2012. www.unisdr.org/files/26462_manualparalideresdelosgobiernosloca.pdf

17 LADILLINSKY, Alfredo; VILLALBA, Carlos. Programa Ciudades Resilientes: una hoja de ruta para la gestión local (Diciembre 1013). Comisión Cascos Blancos, Ministerio De Relaciones Exteriores Y Culto,

República Argentina

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ESLABÓN CAMBIO CLIMÁTICO

En función del marco de referencia adoptado para el presente trabajo, y dando un paso más hacia el

abordaje de la Gestión de Riesgo de Desastres, se deben incorporar las advertencias de los científicos de

las Naciones Unidas en su Informe especial sobre la “Gestión de riesgos de fenómenos extremos y

desastres para fomentar la adaptación al cambio climático”18

ya citado, que fuera aprobado en 2011 en

Kampala, Uganda, por los representantes gubernamentales del Panel Intergubernamental de Expertos

sobre el Cambio Climático (IPCC), junto al análisis de los “Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad” del

informe de 2014.

Vale la pena reseñar los elementos más destacados que recogen esos documentos, no solo con un afán

descriptivo sino con la intención, explícita, de impulsar su incorporación al diseño de políticas locales,

nacionales, regionales y globales:

El cambio climático provocará desastres meteorológicos más intensos y con mayor costo humano,

social y material;

Gobiernos y empresas deben prepararse para un aumento en la intensidad de las tormentas,

sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos ya que se verán intensificados por el cambio

climático.

No hay lugar en el mundo que esté libre de riesgos, y las zonas más pobres y las regiones con mayor

densidad de población son las que están más expuestas a estos impactos.

Se tiene suficiente conocimiento sobre estos riesgos para frenar las actividades antropogénicas del

cambio climático, los cambios demográficos y la pobreza.

Sin embargo, “pocos países adoptan enfoques globales y hacen frente, por ejemplo, a los cambios

proyectados en la exposición y vulnerabilidad a los fenómenos extremos.

Cabe señalar que, desde otro lugar en el escenario de riesgos y con objetivos muy disímiles a los del

IPCC, los informes de las aseguradoras de riesgos llegan a conclusiones muy cercanas:

En 2011 se registraron las mayores pérdidas económicas en la historia provocadas por desastres

(socio)naturales y catástrofes derivadas de la acción del hombre: se estimaron pérdidas de 370 mil

millones de dólares, contra los 226 mil millones de 2010 (Fuente: aseguradora Swiss Re)

Frente a estas certezas es imprescindible:

- que los países evalúen los sectores de la población afectados y las zonas que sean más

vulnerables a los desastres climáticos,

- distribuir los riesgos financieros que suponen dichos impactos,

- contribuir con los países más desfavorecidos a hacer frente a esas situaciones desastrosas

(micro-seguros, depósitos para catástrofes, consorcios de riesgo nacionales y regionales que

colaboren con la reconstrucción y la recuperación económica).

Y, sin recurrir a ningún autor que transite los márgenes de las posiciones político-técnicas ante el tema,

es importante incluir algunas consideraciones de alguien insospechado de “extremismo climático” como

Sir Nicholas Stern, economista en jefe del Banco Mundial de 2000 a 2003 y asesor económico del gobierno laborista de Gordon Brown en el Reino Unido, quien considera que el cambio climático “representa un reto único para la economía” ya que constituye “el más grande y de más amplio alcance fracaso del mercado que jamás haya visto” 19.

18 https://www.ipcc.ch/pdf/special-reports/srex/IPCC_SREX_ES_web.pdf

19 STERN REVIEW: The Economics of Climate Change. http://news.bbc.co.uk/2/shared/bsp/hi/pdfs/30_10_06_exec_sum.pdf

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El caballero inglés advierte de que ya es “demasiado tarde para evitar las consecuencias perjudiciales del cambio climático” y que para estabilizarse en el actual nivel de daño “sería necesario recortar en un promedio de tres cuartas partes para el año 2050 de las emisiones”, como forma de evitar que el 75% de probabilidades de que las temperaturas globales aumenten por encima de los dos centígrados durante los próximos 50 años, con derretimiento de los glaciares y aumento del riesgo de inundaciones, disminución de cosechas, 200 millones de desplazados permanentes por aumento del nivel del mar y hasta un 40% de especies extinguidas.

El informe de Stern, cuestionado en algunos aspectos metodológicos, pero no refutado en su tesis, considera que los costos de los cambios necesarios deben ser alrededor de 1% del PIB mundial en 2050, es decir que el mundo sería un 1% más pobre de lo que de otro modo hubiera sido. Contra esa merma, concluye que sin medidas que frenen el cambio climático, la reducción permanente del consumo per cápita podría de 20%, distribuidos de manera inequitativa, con perjuicio para los países más pobres.

En aras de equilibrar la situación sostiene que los países ricos deben asumir la responsabilidad de entre el 60% y el 80% de las reducciones en las emisiones de los niveles de 1990 para 2050 y que las formas de encarar la cruzada es, fundamentalmente, a través de impuestos y de racionar la cantidad de emisiones de carbono que cualquier empresa -o cualquier individuo- pueden hacer, además de fomentar la investigación y desarrollar tecnologías bajas en carbono y del fomento gubernamental de cambios en el comportamiento de la regulación del consumo energético.

La gestión de riesgos de desastre y la “adaptación” o reacción al cambio climático contribuyen a que las comunidades vulnerables afronten en mejores condiciones los problemas generados por los efectos adversos de esas transformaciones, agravados en regiones, países y comunidades desiguales. Vale recordar que la vulnerabilidad social, comunitaria, familiar, hace que en determinados países, en diferentes comunidades, en barrios dentro de sus propias fronteras, determinados eventos se convierten en desastres, mientras que en otras zonas las consecuencias pueden ser menos graves.

Del mismo modo que las estadísticas confirman los datos sobre el aumento internacional de los costes

de los desastres, también se confirman una serie de datos sobre cuestiones climáticas. Los científicos

tienen certeza, por ejemplo, acerca de que tanto las temperaturas diarias máximas como las mínimas

han aumentado a escala mundial, y atribuyen dichos cambios al aumento de los gases de efecto

invernadero.

También existen observaciones sobre la variación de otros fenómenos extremos, como la mayor

intensidad y duración de las sequías en ciertas regiones, aunque la falta de observaciones directas y de

concordancia entre los estudios científicos disponibles impiden que la verosimilitud de los datos tenga

un grado medio y la contundencia de la certeza, aunque las poblaciones sufren, en lo concreto, los

efectos de esos cambios.

El propio Informe del Grupo de Expertos de Naciones Unidas asegura que las precipitaciones intensas

serán también más frecuentes y que la velocidad del viento ciclónico va a aumentar.

Apostando a las “posibilidades de reducir el riesgo” los expertos confían en que su documento instale

bases científicas para “adoptar decisiones acertadas en materia de infraestructura, desarrollo urbano,

salud pública y seguros, así como para la planificación, desde el nivel de las organizaciones comunitarias

hasta la gestión de riesgos de desastre a nivel internacional".

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Esa expresión de deseos va dirigida hacia un mundo que muestra disparidades profundas y en el que se

multiplican los “eventos extremos”, como tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, sequías,

oleadas de calor y otras calamidades destructivas, como un potencial ascenso del nivel de los mares.

Sin embargo, ese mundo sigue en pañales a la hora de enfrentar la “gestión de desastres”, algo que se

hace más grave aún en zonas geológicamente inestables, en localidades costeras vulnerables y en países

donde los suelos resecos anulan la actividad agrícola.

¿ADAPTACIÓN, RESPUESTA, RECHAZO…?

Es importante profundizar en el significado del concepto de “adaptación”, que para la Real Academia Española constituye la “acción y efecto de adaptar o adaptarse” de acuerdo a determinadas circunstancias. Y el ejercicio no apunta al mero ajuste lingüístico, sino a intentar comprender la implicancia de su uso, en este caso y a juicio de muchos estudiosos del tema, con sus consecuentes decisiones, negativas para la humanidad y sus comunidades. En términos más generales implica “acomodar, ajustar algo a otra cosa” y en relación con la Biología, adaptar es “acomodarse a las condiciones” del entorno de un ser vivo. O sea, ante un objeto, proceso o acción externa, el sujeto debe “adecuarse”, más allá de que el factor desencadenante sea positivo o negativo y de que las consecuentes acciones de “ajuste” sean buenas o malas para sí mismo. En eso consiste la “adaptación al cambio climático”. En que las comunidades y sus miembros, se “acomoden” o “ajusten” a las condiciones, en general negativas, generadas por la acción económico-productiva de un modelo de desarrollo que excluye a un alto porcentaje de la población mundial y produce un cambio climático que daña el ambiente, en particular por el efecto invernadero, producido por la emisión de gases que absorben radiación infrarroja emitida por la superficie de la Tierra, como el vapor de agua (H2O), dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O), metano (CH4) u ozono (O3), además de la serie de gases de exclusiva producción socioeconómica e industrial, como son los halocarbonos y otras sustancias que contienen cloro y bromuro.

Para el Panel de Expertos de la ONU la adaptación constituye un “ajuste” de los sistemas humanos o naturales frente a entornos nuevos o cambiantes, o a los efectos de los mismos, lo que puede “moderar el daño o aprovechar sus aspectos beneficiosos”20. En ese sentido, parece oportuno e importante en función de la línea de acción que se defina a partir de las definiciones que se utilicen. Más que “adaptarse” a lo malo, sería conveniente impedir lo malo, evitar que los efectos negativos se produzcan, es decir, evitar las emisiones, reducirlas drásticamente, como lo viene proponiendo el Protocolo de Kyoto, poco influyente entre los países y sus empresas trasnacionales, mega emisores de gases o como lo señalara el ya citado ex economista en jefe del Banco Mundial, Sir Nicholas Stern, entre tantos otros actores prestigiosos de este escenario en discusión. Algunos países y actores, han preferido mantener el concepto de “adaptación”, incorporando al de “efectos del cambio climático” el calificativo “negativo”, tratando de señalar que así como hay efectos malos, existen otros que son positivos. Del mismo modo, aparecen conceptos como los de adaptación, preventiva o reactiva, pública o privada, autónoma o planificada. Un ejemplo sencillo y argentino, lleva hasta las opiniones del climatólogo por la Universidad de Buenos Aires y director científico de la Bolsa de Comercio de Rosario, Santa Fe, José Luis Aiello 21, quien acepta la existencia y efectos del cambio climático en el país, pero afirma que el mismo, podría traer aparejados beneficios para el sector del agro al que pertenece. Es decir, frente a las inundaciones generalizadas o

20 http://www.ipcc.ch/pdf/glossary/tar-ipcc-terms-sp.pdf

21 http://www.clarin.com/politica/Aseguran-cambio-climatico-favorece-argentino_0_1101489898.html. ““Se pueden amortiguar con el concepto de riesgo climático. Los productores ya están haciendo diseños de siembra con el

conocimiento de que no hay que tomar series muy largas. En el clima, las series largas no son necesariamente las mejores”.

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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los procesos de sequía extrema registrados en distintas zonas del país, este científico considera que “La Argentina va a resultar favorecida porque habrá mucha precipitación y la precipitación es una variable favorable para el desarrollo de la agricultura”, sin tener en cuenta las pérdidas que padecerán los productores de escala familiar, pequeña o mediana, a partir de la falta de recursos financieros y logísticos para enfrentar los eventos extremos.

Contra especulaciones de ese tipo, el análisis de los escenarios construidos, por ejemplo, por grupos de

opinión con fuerte incidencia en Washington como el Centro para Estudios Estratégicos e

Internacionales (Center for Strategic and International Studies) y el Centro para una Nueva Seguridad

Americana (Center for a New American Security), a través de un estudio conjunto concluyeron en 2007

que “Algunos países pueden obtener beneficios del cambio climático a corto plazo, pero de ninguna

manera pueden considerarse afortunados. Mientras las estaciones de cosecha pueden aumentar en

algunos lugares, y el deshielo de los polos puede abrir nuevas rutas comerciales por mar en otras, las

consecuencias negativas como el colapso de los sistemas oceánicos con el consiguiente perjuicio para la

vida marina y la pesca, podrían fácilmente contrarrestar cualquier ventaja local o nacional" 22.

Otros investigadores y algunos informes gubernamentales creen que, por ejemplo, un aumento de temperatura, provocará a su vez un descenso en la mortalidad causada por el frío extremo que se produce en algunas regiones del planeta en el periodo invernal. Sin embargo, informes oficiales del Reino Unido, muestran un descenso en la mortalidad a causa del calentamiento sufrido en la última década, pero prevé un aumento en el número de muertos a futuro si el mismo continúa se sostiene y los autores críticos, no vacilan en recordar que las olas de calor sufridas en 2003 en Europa del año 2003 causaron la muerte de entre 22.000 y 35,000 personas. Dejando de lado las especulaciones, la autoridad sanitaria global de Naciones Unidas, la Organización

Mundial de la Salud (OMS) estima que, a partir del cambio climático registrado desde los años 70, se

contabilizan 150.000 muertes anuales23.

En ese mismo camino, contrario a la aceptación pasiva de la situación, se inscribe la discusión sobre el

giro que toma la problemática de la “respuesta” al cambio climático. En paralelo al negacionismo de sus

efectos y contra los esfuerzos por detener el proceso, en el marco de la “aceptación” de los hechos y la

“inevitabilidad” de sus consecuencias, aparecen en los últimos años las propuestas de diseño de

“herramientas” o “remedios” que apuntan a la “estabilización” del actual sistema climático en deterioro,

mediante la “gestión” del equilibrio energético de la Tierra, con el objetivo de controlar el efecto

invernadero. Es decir, ya no apuntan a evitar o disminuir la emisión de gases, como causantes del

cambio climático y sus consecuencias dramáticas para las comunidades y la Tierra en su conjunto.

Estamos hablando de la llamada Geoingeniería24, o ingeniería climática, una nueva disciplina que

promete solucionar los efectos del cambio climático -no la detención de las causas que lo provocan-, con

la posibilidad de continuar con la extracción y consumo de los bienes naturales no renovables y con la

emisión de gases de efecto invernadero sin límite de tiempo, actuando como supuesto correctivo de sus

consecuencias.

La periodista y escritora Naomí Klein es una de las fuertes opositoras a este tipo de usos de la

Geoingeniería; sus análisis han servido de apoyo a importantes científicos que, con menos visibilidad

que ella, trabajan contra el modelo de desarrollo que genera el cambio climático y sus efectos, directos

y desastrosos, sobre la Tierra y sus comunidades. Para la escritora canadiense, autora de “La Teoría del

Shock”, lo peor de la propuesta geoingenieril es que, como producto de sus tecnologías, “podrían

22 The Age of Consequences: The Foreign Policy and National Security Implications of Global Climate Change. csis.org/publication/age-consequences

23 Cambio climático y salud. www.who.int/mediacentre/factsheets/fs266/es/ 24 http://www.ipcc.ch/pdf/glossary/tar-ipcc-terms-sp.pdf

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

21

resultar afectadas más personas” que las que generen los impactos del cambio climático y lanza el

desafío de un ejemplo potencial: “Imagínese que América del Norte decide esparcir azufre en la

estratosfera para reducir la radiación solar con la esperanza de salvar sus cultivos de maíz, a pesar de la

posibilidad real de provocar sequías en Asia y África. En resumen, la Geoingeniería podría provocar el

exilio de un gran parte de la humanidad, sacrificando enormes zonas”25.

Entre las herramientas más cuestionadas de esta nueva disciplina se encuentran los “aerosoles

estratosféricos”, destinados a introducir compuestos sulfúricos en aquella capa atmosférica, con la

intención de reducir la radiación solar que alcanza a la superficie terrestre. En realidad, los aerosoles

sulfúricos y el enfriamiento inducido de la estratosfera, contribuirían a la destrucción de la capa de

ozono y, por otra parte, generarían un efecto rebote que haga que las radiaciones solares indeseadas se

reflejen en la sustancia diseminada, no afecten a la zona planificada y sí lo hagan en otra región del

continente o del planeta, con la consecuente generación de sequías más extremas que las que ya se

registran. Con el agravante de que esos ángulos de desviación podrían ser manipulados por los propios

usuarios de los “aerosoles”.

La definición que la Royal Society da a la Geoingeniería26 es prácticamente una “confesión de parte”

sobre la dirección a la que apunta, ya que reconoce que la misma consiste en la “manipulación

intencional a gran escala del medio ambiente planetario para contrarrestar el cambio climático

antropogénico”.

Otro de los ejemplos controvertidos del uso de estas técnicas es la “fertilización del océano” con sulfato

de hierro, para estimular el crecimiento del fitoplancton e inducir la captura de carbono, como forma de

reducir el efecto invernadero.

Estos experimentos merecieron la crítica de sectores políticos, ecologistas y científicos. Entre las causas

controversiales se cuentan la preocupación por la generación de alteraciones artificiales del clima, sin

prever sus consecuencias, además de las violaciones que implica a la moratoria global sobre fertilización

del océano establecida a través del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas,

suscripto en 1992 y sus actualizaciones27. En 2008, las partes del Convenio acordaron que no se

realizarían actividades de fertilización oceánica hasta que hubiera “fundamentos científicos adecuados

sobre los cales justificar esas actividades, incluyendo una evaluación de los riesgos asociados”, y “un

control global, trasparente y efectivo así como un mecanismo regulatorio para esas actividades”.

Cabe remarcar que la Secretaría del Convenio define como “fertilización de los océanos” a “cualquier

actividad realizada por los seres humanos con la intención de estimular la productividad primaria en los

océanos, sin incluir la acuicultura convencional, maricultura o la creación de arrecifes artificiales” y que

Convenio de Diversidad Biológica, en determinadas circunstancias y con las debidas autorizaciones

contempla la posibilidad de aprobar “experimentos en pequeña escala, dentro de las aguas costeras”

pero nunca en alta mar.

Por otra parte, tanto el acuerdo citado como el “Convenio de Londres” de la Organización Marítima

Internacional28, que regula el vertido de sustancias o desechos al mar, establecieron una moratoria

25 www.naomiklein.org

26 http://books.nap.edu/openbook.php?record_id=1605&page=433

27 Convenio sobre la Diversidad Biológica. www.cbd.int/convention/text/default.shtml

28 ttp://www.imo.org/KnowledgeCentre/ShipsAndShippingFactsAndFigures/TheRoleandImportanceofInternationalShipping/IMO_Brochures/Docum

ents/Confention%20on%20the%20Prevention%20of%20Marine%20Pollution%20(Spanish).pdf

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

22

global sobre las actividades de fertilización oceánica debido a los riesgos ecológicos para los océanos y

el clima.

A pesar de todos estos resguardos, en lo que va del siglo ya se produjeron distintas expediciones o

intentos de vertido de hierro en alta mar. En 2007 se les impidió a la empresa Ocean Nourishment

Corporation de Australia y a Planktos Inc. de Estados Unidos, que realizaran acciones de fertilización en

el Mar Sulu (Filipinas) y cerca de las Islas Galápagos (Ecuador). En 2009 el Instituto Alfred Wegener de

Alemania, concretó su tercera expedición para vertido de hierro en la Antártica, a través de su

“Experimento Lohafex” desarrollado junto a científicos de la India, en medio de las críticas generalizadas

y de las recomendaciones del propio gobierno alemán29.

INSUSTENTABILIDAD URBANA

Si se apunta a la construcción de una visión integral de la gestión de riesgo de desastres que permita

soportar estrategias que lleguen hasta el origen de los problemas, a las causas del desastre, el

panorama no estaría completo si no se agregase la importancia de atender los datos sobre la

sustentabilidad urbana, herramienta incorporada por el Programa de las Naciones Unidas para los

Asentamientos Humanos e integrada por las que se consideran “presiones urgentes” de la agenda

urbanística.

La mayor parte de la población mundial vive en la actualidad en centros urbanos que cumplen un papel

clave en el desarrollo económico y social de cada país. Uno de los mayores desafíos que enfrentan

muchas de esas ciudades está vinculado al logro de un desarrollo sostenible y equitativo. Sin embargo,

toda vez que la sociedad interactúa con el ecosistema que la rodea, modifica su entorno y lo transforma,

y los “riesgos” se filtran en los intersticios de esa interacción. De allí que desarrollo, riesgo y desastre

estén íntimamente ligados, del mismo modo que la vulnerabilidad de una comunidad guarda estrecha

relación con su capacidad para evitar desastres, para prepararse ante aquellos eventos inevitables y,

también, para sobreponerse una vez producidos.

El impacto de eventos adversos en zonas urbanas deja al descubierto las debilidades preexistentes,

afectando de manera diferencial a los segmentos más desprotegidos de la población, como es el caso de

los grupos que habitan en zonas marginales o periféricas, en condiciones de hacinamiento o los que

están instalados en zonas de riesgo. El grado de esos impactos está en relación con el déficit de

desarrollo, con la falta de una planificación urbana, con la reducción o el deterioro de los ecosistemas,

con fallas en la infraestructura, tales como desagües insuficientes para aguas de tormentas, viviendas

inadecuadas o mal emplazadas o tantas otras carencias.

A todas estas variables debe agregarse el conjunto de efectos resultantes del cambio climático, que

agravan las condiciones de vulnerabilidad preexistentes30.

En síntesis:

Las ciudades ocupan solo el 2% de la superficie terrestre

absorben entre el 60 y el 80% de la energía disponible y

emiten el 75% de los gases carbónicos

29 Instituto Alfred Wegener de Alemania. www.awi.de/fileadmin/user_upload/News/Selected_News/2009/LOHAFEX/0%20AWI_NIO_LOHAFEX_Risk_Assessment.pdf 30 VILLALBA, Carlos; LADILLINSKY, Alfredo; FERNÁNDEZ WAGNER, Raúl; TORRES, Martín. Frente a Emergencias y Catástrofes: Construir Ciudades Resilientes, Ajustar Planes de Contingencia, Reordenar el

Territorio (Diciembre 1013). Comisión Cascos Blancos, Ministerio De Relaciones Exteriores Y Culto, República Argentina.

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

23

Latinoamérica y el Caribe, tuvo un incremento poblacional

de 166 millones de individuos en 1950 a 513 millones en el año 2000

se estima superar los 800 millones para 2050.

El crecimiento poblacional, de modo inevitable, ejerce presión en regiones de escaso desarrollo material

/ urbano, por ejemplo la Amazonía. Los aglomerados urbanos, con multiplicación de las situaciones de

inequidad social, aumentan la vulnerabilidad de las comunidades en todos los órdenes, también ante los

fenómenos que generan desastres socionaturales.

Ante este panorama y teniendo en cuenta la previsión de que para el 2050 un 70% de la población se

alojará en ciudades, mayoritariamente en los países menos ricos o en desarrollo, se hace más urgente la

búsqueda de enfoques diferentes a los empleados hasta el momento, con análisis de la interacción de

los sistemas urbanos y ambientales a través de métodos multidimensionales y contemplando niveles de

incertidumbre y complejidad que el tema conlleva y de vulnerabilidad de las poblaciones y los

escenarios urbanos31

.

31 IMAZ GISPERT, Mireya; AYALA ISLAS, Dalia, BERISTAIN AGUIRRE Ana G. Sustentabilidad, territorios urbanos y enfoques emergentes interdisciplinarios.

http://132.248.129.5/cursoOJS/index.php/Interdisciplina/article/view/978/966

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

24

FORMAS DE ENCARAR POLÍTICAS EN FUNCIÓN DEL ENFOQUE SOCIONATURAL

Las consecuencias del actual modelo de desarrollo socioeconómico dominante y del cambio climático

-en verdad uno de los peores derivados del mismo- ponen a la problemática de la reducción de riesgo de

desastres por encima de la agenda humanitaria para llevarla hasta la agenda político-gubernamental

global en la que, lamentablemente, aún no se ha generalizado ni se ha instalado con la fuerza que la

problemática exige.

Pobreza e indigencia, inequidad e injusticia socioeconómica, junto a los efectos del cambio climático,

diseñan un escenario de riesgo cada vez más acechante e inmediato, con profundización de las

vulnerabilidades frente a esas amenazas. La situación es tan clara y los fenómenos cada vez más

evidentes, que no es necesario recurrir a autores famosos por sus críticas, como la citada Naomí Klein y

su libro sobre “La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre”32. El propio Papa Francisco

asegura que “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier

cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado

divinizado, convertidos en regla absoluta”33

.

El reporte publicado el último día de marzo de este año en Yokohama por el Grupo de Trabajo II del

Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), referido a “Impactos,

Adaptación y Vulnerabilidad”34 afirma que los efectos del CC –en un 95 % responsabilidad de la

actividad socioeconómica- ya se están sufriendo en todos los continentes y en los océanos e informa

que muchas regiones del mundo no están en condiciones de enfrentar esas consecuencias, a las que

califica de “abrumadoras, generalizadas e irreversibles”.

Entre esos impactos se incluyen muchos “conocidos” de quienes trabajan en gestión y reducción de

riesgos de desastres: olas de calor, sequías, inundaciones, incendios forestales, afectaciones sufridas por

ecosistemas y especies, falta de seguridad alimentaria y de agua, problemas en los modos de vida y en la

salud de las personas, junto a la “creciente amenaza para la seguridad humana” derivada de estas

condiciones”, al perjudicar el acceso a los alimentos, al agua y al refugio y la destrucción de pertenencias

de las poblaciones vulnerables.

Entre los “riesgos clave" detectados por el Informe se contabilizan las muertes por inundaciones

relacionadas con el calentamiento, especialmente en las grandes ciudades; hambrunas a causa de la

temperatura y la lluvia; quiebras de agricultores por falta de agua; fracaso de obras de infraestructura

debido a las condiciones meteorológicas extremas; empeoramiento de las olas de calor y de la

reducción de la biodiversidad, con la consecuente merma de la abundancia pesquera, junto a las

inundaciones y hasta desapariciones de zonas costeras de islas pequeñas por el aumento del nivel del

mar.

Centrado en nuestra región americana, se prevé que esos riesgos se concentren en incendios forestales,

extremos de calor, inundaciones; con escasez de agua, inundaciones urbanas y disminución de la

producción de alimentos en América Central y del Sur y pérdida de modos de vida e infraestructuras,

aumento del nivel del mar en los países isleños y cambios en la distribución de las reservas pesqueras,

disminución de arrecifes de coral e inundaciones costeras con pérdida de hábitat. A esto, se suma el

derretimiento polar.

32 www.naomiklein.org/main

33 Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), 26 noviembre 2013. www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf

34 Cambio Climático 2014: Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad. Grupo de Trabajo II del IPCC Contribución AR%. / http://ipcc-wg2.gov/AR5/images/uploads/IPCC_WG2AR5_SPM_Approved.pdf

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

25

Con un escenario térmico de calentamiento a 2ºC, que es el que los científicos prevén y que constituye

un objetivo acordado por los gobiernos bajo Naciones Unidas -meta para la cual los países emisores y

sus empresas aún no han iniciado sus reingenierías- e incluyendo fuertes medidas de “adaptación”, los

riesgos seguirían siendo altos en cuanto a pérdida de biodiversidad marina, para los sistemas de

abastecimiento de agua, y por disminución de la producción en el trabajo y morbilidad y mortalidad

causada por exposición a olas de calor.

Sin embargo, si las medidas acordadas entraran en vigencia en lo inmediato, podría moderarse el

proceso de extinción de las especies, la disminución de los rindes de los cultivos, los desplazamientos

poblacionales asociados a eventos extremos, la reducción de los sumideros terrestres de carbono y los

daños a los riesgos urbanos asociados a las infraestructura habitacional.

El análisis de la situación suma a estos elementos un agravante, el de la pobreza “más intensa” en

los países con mayor cantidad de pobres, es decir que esa población tiene mayor número de

privaciones, en términos de una perspectiva multidimensional de la pobreza, que amplía los indicadores

utilizados para el estudio de las necesidades básicas insatisfechas (agua y saneamiento, energía,

vivienda y educación). La perspectiva amplia, considera educación, salud y estándar de vida, con

inclusión de electricidad, saneamiento, agua, piso de la vivienda, combustible para cocinar y bienes,

entre los que se consigna de auto, camión u otro vehículo motorizado y la posesión solo de bicicleta,

motocicleta, radio, refrigerador, teléfono o televisor35.

La emisión de gases, producto de la quema de combustibles fósiles y de otras actividades

socioeconómicas y naturales genera una “barrera” que atrapa calor en la superficie terrestre, lo que

provoca el aumento de la temperatura y la absorción por parte de los océanos de cerca del 80 por

cierto de este calor adicional. A su vez, el alza térmica oceánica provoca la dilatación de las aguas, lo que

se suma al deshielo de los glaciares y de los casquetes polares y la pérdida de hielo en Groenlandia y en

la Antártida Occidental, con el consecuente aumento de sus niveles, con resultados devastadores para

los hábitats costeros y de zonas aún más alejadas, como lo son la inundación de poblados y ciudades,

erosión de suelos, inundación de humedales, contaminación de acuíferos y de suelo agrícola y pérdida

total o parcial del hábitat de peces, pájaros y plantas. El nivel del mar más elevado provoca temporales

de mayor tamaño e intensidad que pueden destruir todo lo que encuentran a su paso, cada vez que

huracanes o tormentas de gran intensidad tocan tierra.

Las mediciones alcanzadas con herramientas diversas, cada vez más precisas, demuestran que a lo largo

del siglo pasado, el nivel medio del mar aumentó entre 10 y 20 centímetros. Sin embargo, la tasa anual

de aumento durante los últimos 20 años ha sido de 3,2 milímetros, más o menos el doble de la

velocidad media de los 80 años precedentes36.

En síntesis, cientos de millones de personas viven en zonas que cada vez son y serán más vulnerables al

riesgo de inundaciones y el escenario posible muestra que las subidas del nivel del mar pueden obligar a

esas poblaciones a abandonar sus hogares y trasladarse a zonas alejadas de los mismos. El fenómeno,

incluso, hace previsible que islas de poca altitud queden sumergidas, al igual que importantes zonas

costeras y los deltas de muchos ríos.

35 Alkire, Sabina; Foster, James. Dimensiones, indicadores, umbrales y pesos del índice de pobreza multidimensional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Oxford Poverty & Human

Development Initiative (OPHI). www.ophi.org.uk/wp-content/uploads/OPHI-wp32.pdf

36 La subida del nivel del mar. www.nationalgeographic.es/el-oceano/cuestiones-criticas-sobre-el-aumento-de-la-temperatura/cuestiones-criticas-sobre-el-aumento-de-la-temperatura

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

26

Además de dramático, el panorama es claro. Sin embargo los líderes políticos mundiales no incluyen o

no destacan el tema en sus agendas y, peor aún, no toman las medidas adecuadas ni siquiera cumplen o

intentan cumplir las directrices de los organismos multilaterales que, en la mayoría de los casos, sus

propios representantes oficiales aprueban. Los especialistas en el tema consideran que aunque se

adoptasen las medidas necesarias para bajar las emisiones, tan drástica y rápidamente como la ciencia

climática lo exige, y las emisiones se redujesen a 0, los gases liberados a la atmósfera tardarían años en

disiparse.

EL COMPROMISO DE TODOS LOS ACTORES

A pesar de todo, el conjunto de actores vinculados a la problemática tienen la obligación de desarrollar

acciones que mejoren la situación; unos a través de macropolíticas y otros de la construcción de las

herramientas pertinentes a este enfoque socionatural que se plantea. Y ese compromiso ineludible debe

afrontarse aunque, en muchas ocasiones, colisione con el sistema de “libre mercado” vigente, del

mismo modo que hay medidas estructurales y no estructurales que adoptar para reducir los riesgos de

desastre, por encima de la conveniencia de cualquier sector o grupo de poder.

La problemática de desastres empezó a desarrollarse en función de la búsqueda de sistemas de

respuestas a los efectos de un conjunto de eventos de fuerte impacto sobre las comunidades y sus

ambientes. En la actualidad, desde otra visión, con mejores herramientas pero con amenazas más

acuciantes, es imprescindible enfrentar la problemática del cambio climático y de la degradación del

ambiente de la Tierra, considerándolos generadores de los problemas a los que se enfrenta la Tierra,

dejando atrás el respuestismo, para entrelazar consecuencias con causas y explicar los fenómenos sin

ocultar u ocultarse las verdaderas responsabilidades en la dinámica del desastre.

Este enfoque pone en tela juicio la totalidad del sistema de valores socioeconómicos y de producción

dominantes. La construcción de propuestas, de planes de acción, de modelos alternativos, excede en

mucho el simple diseño de políticas de respuesta, prevención o de reducción de riesgos, para adentrarse

en cuestionamientos a la estructura misma del sistema y en definiciones relacionadas con un modelo

alternativo. Las nuevas propuestas deben basarse en la solidaridad y la participación, con una relación

sustentable con la Tierra, lo que inevitablemente conduce a temas como la redistribución de la riqueza y

la distribución de la propia tierra, la salud, la vivienda, en base a la satisfacción de las necesidades de las

comunidades y no a los intereses de las fuerzas de mercado.

Esta forma de encarar la situación actual, supera el enfoque de cualquier enfoque de defensa o de

protección civil e, incluso, de la gestión integral de los riesgos, para adentrarse en la política y su

planificación estratégica, en defensa de las mayorías y del propio ambiente. Este camino lleva a

enfrentar cuestiones mucho más abarcativas que, por ejemplo, un sistema de alerta temprana o del

mero mejoramiento de los pertrechos de un equipo de búsqueda y rescate, para adentrarse en la

solución y la respuesta a necesidades de comida, agua, vivienda, vestimenta, salud, educación, de una

comunidad, o sobre la dirección de la inversión en obra pública.

James Hansen es uno de los más respetados analistas del cambio climático y de los efectos negativos de

la actividad antropogénica, fue director del Instituto Goddard para los Estudios Espaciales de la NASA

estadounidense hasta abril de 2013 y, con la claridad que siempre lo caracterizó y le granjeó el rechazo

de muchos de los sectores más poderosos de su país, llegó a la “alarmante conclusión” de que “la

continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra amenaza no sólo a las millones de especies en

el planeta sino también la propia supervivencia de la humanidad, y el tiempo (para evitar la catástrofe)

es mucho menos del que pensamos”. Considera que “el problema no comienza y termina con los

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

27

combustibles fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el medio

ambiente”.

En 2009 un grupo de 29 científicos, liderado por Johan Rockström del Centro de Resiliencia de la

Universidad de Estocolmo, Suecia, decidió armar una tabla de nueve procesos con sus respectivos

indicadores, a los que denominaron “límites planetarios”. En función de los niveles de cumplimiento de

sus cotas máximas, determinaron el “espacio operativo seguro para la humanidad” y que, en caso de

superar los valores estipulados, podrían producirse cambios ambientales globales catastróficos. Los

expertos consideraron que esos “umbrales” están asociados con los subsistemas biofísicos o procesos

del planeta, en una etapa -a la que denominan “Antropoceno”-, que se caracteriza por la presión que

ejercen las actividades humanas sobre los procesos terrestres, con sus posibles consecuencias

globales37.

Dichos procesos que, a juicio del grupo, constituyen auténticas variables de control del estado

planetario, son: cambio climático, acidificación de los océanos, pérdida del ozono de la estratósfera,

límite de la circulación biogeoquímica (interferencia en los ciclos del nitrógeno y del fósforo), consumo

global de agua dulce, cambio en la utilización del suelo, pérdida de biodiversidad (tasa de extinción de

especies), carga atmosférica con aerosoles y contaminación química.

De acuerdo a los estudios relacionados con el comportamiento de esas variables, la humanidad ya

rebasó 3 de los 9 “límites planetarios”: cambio climático, tasa de extinción de especies e interferencia

en el ciclo del nitrógeno. Y con relación a los umbrales que no fueron “superados”, cabe señalar que

están muy cerca de serlo, más allá de que niveles por debajo de los parámetros establecidos, no

implican que se pueda mantener la sobreexplotación de los recursos, considerándolos como márgenes

permisivos para la continuidad de los procesos de degradación ambiental en el planeta.

Esto no es el futuro, es el presente. Este panorama no es algo malo pero que va a pasar “algún día”,

cuando ni nosotros, ni nuestros descendientes podamos sufrirlo. La actividad socioeconómica actual

amenaza la capacidad de la Tierra para regularse a sí misma, gracias a la cual ha logrado sobrevivir

durante los últimos 10.000 años, tiempo en el que se generaron sociedades complejas, que

sobrevivieron, tuvieron contradicciones, se transformaron y llegaron hasta este presente.

Junto al aporte que realizan los expertos sobre la superación de las cotas o al acercamiento a los límites

máximos tolerados, de manera más rudimentaria, prácticamente en la observación de sentido común,

se puede afirmar que la velocidad del calentamiento global se acelera, cada década más que la anterior,

algunos los problemas ya nos afectan, otros están a la puerta de nuestras vidas. Todos los días puede

leerse en los diarios, verse en las pantallas de nuestras tecnologías, en nuestros propios jardines, en

barrios y ciudades enteras anegadas por aguas que jamás habían llegado hasta esos niveles, de costas

arrasadas en sitios hasta el momento inmunes…

HIELO DERRETIDO

Algún ejemplo. El hielo del Ártico se derrite, en determinada proporción, durante el verano; sin

embargo, para el período entre los años ´70 y la década pasada el cálculo fue del 40%. El cambio es de

tal envergadura que, por primera vez en la historia, quedó habilitada la “Ruta (mercante) del Mar del

Norte”. El 8 de agosto de 2013 un “Dragón de la Nieve”, zarpó de Dalian, una ciudad portuaria en el

noreste de China, era carguero comercial Yong Sheng que recorrió la ruta del Mar del Norte, atravesó el

37 Los nueve límites planetarios. www.stockholmresilience.org/21/research/research-programmes/planetary-boundaries/planetary-boundaries/about-the-research/the-nine-planetary-boundaries.html

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

28

Estrecho de Bering, recorrió la costa septentrional de Rusia, hasta llegar al puerto holandés de

Rotterdam el 11 de septiembre. Acortó en 13 jornadas una travesía que, habitualmente, se realiza a

través de los estrechos de Malaca, el Océano Índico y el Canal de Suez; recortó en 4.000 millas náuticas

de viaje y abarató en muchísimos dólares el costo en combustible, peajes, personal y logística. Pudo

hacerlo a raíz del creciente deshielo del Océano Ártico, producido por el cambio climático, que derritió

hielos que antes hacían poco menos que intransitable esa ruta náutica y más aún para barcos

mercantes. En 2010 sólo cuatro embarcaciones hicieron el recorrido, al año siguiente fueron 34 navíos,

en 2012 se contabilizaron 46 buques en ambas direcciones y durante 2013 fueron 421 los barcos que

recibieron el permiso necesario para utilizar la ruta.

Aunque alguna empresa haya festejado, y seguirá haciéndolo, por la reducción de tiempos y costos, el

logro alcanzado fue en el marco de un proceso que daña al conjunto de la humanidad. Como ya se ha

mencionado, estudios como los del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de los EE.UU.

consideran que un colapso del sistema oceánico “podrían fácilmente contrarrestar cualquier ventaja

local o nacional"38

.

La eventual desintegración de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el

calentamiento global, ocasionaría aumentos en los niveles de los océanos, con consecuencias

desastrosas para millones de personas, incluso con niveles de aumento del nivel del mar apenas

superior al metro. Los glaciares de montaña que, por ejemplo en Asia, proveen de agua a países con

centenares de millones de habitantes, disminuyen velozmente a nivel mundial, lo que anuncia escasez

del líquido básico para la vida, además de provocar grandes inundaciones. Simultáneamente, se prevén

sequías que, según los cálculos, se expandirán hasta el 70% de las tierras hacia 2025. La lista es larga.

A las consecuencias negativas del cambio climático, se pueden agregar otros componentes

problemáticos como la contaminación de aire y agua con desechos industriales, que se elevan con el

humo, después caen y contaminan suelo y agua, o los provenientes de depósitos de desechos que se

filtran en cursos de agua; las aguas inicialmente potables contaminadas con pesticidas provenientes de

la agricultura industrial; la destrucción acelerada de bosques tropicales, las áreas con mayor

biodiversidad terrestre reemplazadas por amplios espacios para cultivos de exportación como la soja en

Sudamérica o por plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático, transformada, fuera de la

región de cultivo en insumo para la elaboración de biodiesel.

Las políticas guiadas por un enfoque socionatural del desastre, deben ser generadas por procesos de

desarrollo sustentables, que rechacen la destrucción del ambiente, reemplacen el sistema de

producción de alimentos que no garantiza el acceso universal a la comida y los nutrientes y contienen

fuertes componentes contaminantes y combatan la inequidad dentro de cada sociedad y entre los

distintos países.

COMPONENTES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN ENFOQUE SOCIONATURAL

Dentro de ese enfoque, apuntando a cuestiones operativas, se pueden agrupar 3 series de acciones:

Encuadre General, Políticas Comunitarias y Locales y Componentes Político-Técnicos:

Encuadre General

Desarrollo socioeconómico equitativo, redistributivo e inclusivo que, de forma acelerada,

38 The Age of Consequences: The Foreign Policy and National Security Implications of Global Climate Change. csis.org/publication/age-consequences

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APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES

Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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contribuya a la disminución de vulnerabilidades

Políticas de Estado que lo sustenten, superen los recambios técnicos y los manejos de coyuntura

y revitalicen la infraestructura pública

Programa de Desarrollo Regional y Urbano, con planificación económica, planeamiento estratégico,

reordenamiento territorial y abordaje de los problemas de sustentabilidad urbana

Políticas de manejo y gestión de recursos

Cargas impositivas a los sectores contaminantes

Políticas Comunitarias y Locales

Mayor participación de las comunidades

Programas de fortalecimiento de la gestión local

Componentes Político-Técnicos

Políticas diseñadas a partir de un enfoque integrado, que incluya al proceso de desarrollo,

respuestas proactivas y críticas del Cambio Climático, Reducción de Riesgo de Desastres y Gestión

Integral de Riesgo de Desastres

Abandono del "Paradigma Naturalista" de los desastres, negacionista, paralizante y elusivo en

cuanto a las responsabilidades del daño

Redefinición de los actuales dispositivos de respuesta a desastres, desarrollando instituciones de

Gestión de Riesgo con una visión integral y abarcativa

Homogeneización de posiciones en los distintos espacios regionales y subregionales y entre los

países, para generar una red de soporte del enfoque y desarrollar políticas, herramientas, respuestas

confluyentes y articuladas

El modelo de desarrollo dominante -el mismo que a lo largo de décadas permitió que la sociedad

prosperase, aunque de manera inequitativa-, se encuentra en un momento en el que produce

movimientos de desestabilización de distintos ciclos naturales, con riesgo para las distintas especies,

incluso para el hombre y sus comunidades.

En simultáneo, la prédica contraria al papel regulador y equilibrador del Estado, agudizada en las últimas

tres décadas, debe ser superada y las políticas surgidas de esas concepciones tienen que ser corregidas.

Se podría volver a citar el mismo documento producido por el Papa Francisco en noviembre del año

pasado, para quien los desequilibrios económicos y sociales provienen “de ideologías que defienden la

autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de

control de los Estados, encargados de velar por el bien común”. Los recortes de inversiones,

consideradas “gastos” por los sectores de poder económico dominante que los impulsaron y los

impulsan, hicieron que la humanidad en su conjunto y las poblaciones y regiones más pobres en

especial, sean más vulnerables a los desastres provocados por causas climáticas. En muchos de los

países de Latinoamérica y el Caribe, diques, puentes, equipos de respuesta, son cada vez más ruinosos,

más débiles, menos pertrechados, frente a tormentas, lluvias, sequías, que son cada vez más

desastrosas.

Aún con ese contexto, la región logró encender su propia luz en el horizonte, de la mano del conjunto de

procesos sociopolíticos que se dieron en sus países. Un hito central y específico, en relación al cuidado

de la Tierra, se dio en Bolivia a partir de la lucha de sus comunidades, coronadas con la asunción de Evo

Morales como Presidente de su Estado Plurinacional.

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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El mandatario boliviano es uno de los que expresa la necesidad de promover cambios en el rumbo;

además de su prédica diaria en ese sentido, llevó el concepto de su pueblo hasta la Conferencia

Climática de Copenhague de diciembre de 2009, desde donde reclamó el “vivir bien”, con solidaridad,

complementariedad y reciprocidad, como antítesis del “vivir mejor” capitalista que, a su juicio, lleva

implícito el “explotar seres humanos”, “agotar recursos naturales”, “siempre a costa de otro” y “de la

destrucción del ambiente”, con “egoísmo e individualismo”39 40 41.

Cuando el Presidente de Bolivia pidió que "No cambiemos el clima, ¡cambiemos el sistema!", apuntó al

corazón del problema y, en simultáneo, abrió espacio para una agenda compleja y abarcativa, con

muchos actores opuestos a su desarrollo. Esa visión, además de desnudar la responsabilidad negativa

del cambio climático sobre la vida en la Tierra, avanza hacia el origen del mismo, concluyendo que es el

propio modelo de desarrollo el que impulsa los eventos que generan los desastres socionaturales. Por

eso, plantea que no alcanzan las medidas de segundo piso, sino que es necesario ir a la esencia del

sistema que genera el panorama actual.

Por otra parte, es tarea de los gobiernos y de las organizaciones comunitarias trabajar por el encuentro

entre las agendas públicas y las agendas sociales, de avanzar en el desarrollo de procesos que impidan,

reduzcan y mitiguen daños y de construir medidas concretas de gestión.

En ese marco se pueden apuntar diversa acciones, algunas de alcance local, otras propias de la

dimensión global, parte de un programa destinado a reducir la “deuda climática” 42, y a sumarse a

proyectos ambientales de mayor envergadura. Se puede mencionar prácticas de distinto porte y

posibilidades de realización, desde el ámbito local hasta el nacional, incluyendo los abordajes regionales

o multilaterales:

Impulsar la agricultura familiar campesina o en cooperativas urbanas y suburbanas, basadas en

principios ecológicos, complementarias de la producción a gran escala, con menor impacto negativo

local.

Mejorar las condiciones de vida en las villas miserias, que cobijan a un sexto de la humanidad, con

urbanización y provisión adecuada de comida, agua, vivienda y empleo.

Planificar ciudades más pequeñas, energéticamente eficientes, que permitan a los trabajadores

vivir más cerca de sus lugares de trabajo y de producción de sus alimentos.

Dispersar y reducir escala de las zonas industriales.

Diseñar el espacio urbano con respeto por espacios públicos y comunitarios.

Mejorar los medios de transporte en y entre ciudades, para reducir el uso de automóviles y

camiones. Potenciar el uso del tren, que reduce significativamente el consumo de energía

Con menor emisión de gases de efecto invernadero43.

Producir industrialmente en base a principios ecológicos “de la cuna a la cuna”, con reciclaje y no

“de la cuna a la tumba”.

También es importante consignar diferentes experiencias que impulsan medidas como las mencionadas

y que discuten y proponen otras, paralelas o complementarias:

39 www.youtube.com/watch?v=490oKeyOtC0

40 www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Cambio_Climatico/palabras_del_presidente_evo_morales_en_la_cumbre_del_cambio_climatico

41 www.embajadadebolivia.com.ar/m_documentos/img-documentos/03vivir-bien.pdf 42 www.oxfam.org/es/pressroom/pressrelease/2009-09-16/mas-alla-de-la-ayuda

43 http://naturalezaydialectica.wordpress.com/2013/05/

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Los pueblos originarios de las Américas44 incluyen en sus demandas responsabilidades hacia la tierra

en las políticas de desarrollo.

El Foro Social Mundial45 es un espacio abierto de encuentro entre centenares de figuras y

organizaciones del mundo, que “se contraponen a un proceso de globalización, comandado por las

grandes corporaciones multinacionales y por los gobiernos e instituciones que sirven a sus intereses,

con la complicidad de los gobiernos nacionales”, con alternativas que tienen como meta “consolidar

una globalización solidaria que, como una nueva etapa en la historia del mundo, respete a los

derechos humanos universales, a todos los ciudadanos y ciudadanas de todas las naciones y al medio

ambiente, apoyándose en sistemas e instituciones internacionales democráticos que estén al

servicio de la justicia social, de la igualdad y de la soberanía de los pueblos”.

Existen distintos movimientos que trabajan esa dirección como el Vía Campesina46, una organización

campesina global, que defiende la agricultura sostenible a pequeña escala como forma de promover

la justicia social y la dignidad y se opone “a los agronegocios y las multinacionales que están

destruyendo los pueblos y la naturaleza” o el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra

(MST) del Brasil47, son muy influyentes en la promoción de nuevas formas de agricultura ecológica.

Existe un proceso de búsqueda de “justicia climática”, integrado por centenares de movimientos y

organizaciones sociales de todo el mundo, como el Grupo de Durban por la Justicia Climática48, las

Organizaciones por la Justicia Climática49 o Justicia Climática Ya50, entre tantos otros, que

trabajan en la construcción de alternativas y en el desarrollo de visiones compartidas sobre cómo

revertir la crisis climática y sus causas y demanda soluciones a la misma. En distintos países o regiones existen formas de organización comunitarias o cooperativas, como las

ecoaldeas; el “nuevo ambiente urbano”51 promovido desde Curitiba, Brasil; experimentos en

permacultura, agricultura comunitaria, cooperativas industriales y agrícolas en Venezuela y otros

países o la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)52 de la Argentina.

Como también se señaló, diferentes países de la región dictaron dieron institucionalidad ejecutiva

y/o legislativa a la gestión integral de riesgos de desastres. La República Bolivariana de Venezuela,

impulsada por el fallecido Presidente Hugo Chávez, enfatizó las razones sociales y ambientales por

las cuales consideraba necesario superar una economía basada en la renta petrolera, a pesar de que

el país es un gran exportador de hidrocarburos.

44 www.pueblosoriginariosenamerica.org/?q=libro/pueblos-originarios-en-america/anexos/anexo-4-declaracion-de-los-pueblos-indigenas-del-mundo

45 www.forumsocialmundial.org.br/main.php?id_menu=2_1&cd_language=4

46 www.cloc-viacampesina.net/es/temas-principales

47 www.mst.org.br/taxonomy/term/324

48 www.carbontradewatch.org/

49 www.ourpowercampaign.org/an-open-letter-to-the-afl-cio/#spanish

50 http://justiciaclimatica.org.sv/

51 www.revistanovoambiente.com.br/revista/materias.php?id=175&nac=12

52 www.celregional.com/site/informes/_informes/000001_Informes_Sociales/000000_Aporte%20de%20la%20Confederaci%F3n%20de%20Trabajadores%20de%20la%20Econom%EDa%20Popular.pdf

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Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente

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BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL

COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (CEPAL): “Panorama Social 2013”.

(Diciembre 2013)

ESTRATEGIA INTERNACIONAL PARA LA REDUCCIÓN DE DESASTRES (EIRD): “Impacto de los desastres en

en América Latina y el Caribe, 1990-2011”. (Septiembre de 2013)

EVO MORALES, PRESIDENTE DEL ESTADO PLURINACIONAL DE BOLIVIA: Informe a la Asamblea General de las Naciones Unidas, sobre la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático de Cochabamba. (Mayo 2010) KLEIN, NAOMI: “La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre”. (2007) LADILLINSKY, Alfredo; VILLALBA, Carlos: “Programa Ciudades Resilientes: una hoja de ruta para la gestión local”. Comisión Cascos Blancos, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, República Argentina. (Diciembre 1013) OFICINA DE COORDINACIÓN DE ASUNTOS HUMANITARIOS DE LAS NACIONES UNIDAS (OCHA): “Salvando vidas hoy y mañana. La Gestión del riesgo en crisis humanitarias". (Marzo 2014)

PANEL INTERGUBERNAMENTAL DE EXPERTOS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO (IPCC). Grupo de Trabajo II: “Cambio Climático 2014: Impactos, Adaptación y Vulnerabilidad”. (Marzo 2014)

PAPA FRANCISCO: “Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio)”. (Noviembre 2013) STOCKHOLM RESILIENCE CENTRE. “Los nueve límites planetarios”. (Diciembre 2009)

VILLALBA, Carlos: “APUNTES SOBRE DESASTRES SOCIONATURALES. Una concepción comprensiva de la vulnerabilidad de nuestra gente”. (Agosto 2012) VILLALBA, Carlos; LADILLINSKY, Alfredo; FERNÁNDEZ WAGNER, Raúl: TORRES, Martín: “Frente a Emergencias y Catástrofes: Construir Ciudades Resilientes, Ajustar Planes de Contingencia, Reordenar el Territorio” Comisión Cascos Blancos, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, República Argentina. (Diciembre 1013)

Lic. Carlos Alberto Villalba

Universidad Nacional de Rosario, República Argentina

(Coordinador General Cascos Blancos Argentina entre 2003 y 2013)

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Todo desastres es socionatural

Amenaza de tormenta desde el aire. Crédito: Carlos Alberto Villalba, registro del 20/XI/2012

Por: Carlos Alberto Villalba Trabajar en gestión integral de riesgos sin priorizar la reducción de esos riesgos, es apagar el fuego con viento. Trabajar en reducción de riesgo de desastres sin tratar de evitar las causas que generan el cambio climático y su efecto invernadero o sin denunciar la gravedad de mantener el nivel de emisiones de gases existentes, es construir castillos de arena en medio de un vendaval. Los desastres no son naturales. El debate por la instalación del concepto de desastre socionatural, impulsa un enfoque abarcativo de las variables que intervienen en la producción de eventos, cada vez más extremos, a señalar las responsabilidades de los distintos actores y a lograr que gobiernos, organismos multilaterales y organizaciones no gubernamentales contribuyan a reducir riesgos, a evitar eventos, disminuir impactos y, lo más importante, al cumplimiento del mandato humanitario que conduce al extraordinario objetivo de salvar vidas. Por todo eso, es imprescindible el trabajo con un triple enfoque simultáneo: respuesta al cambio climático, con reducción de riesgos de desastres y con gestión integral de riesgos.

El trabajo “Todo desastre es socionatural” se presentará:

Martes 27 de mayo de 2014 de las 12:00 a las hrs.

En el espacio especialmente habilitado para el IGNITE stage del Hotel Hilton Colón, en Guayaquil,

Ecuador, en el marco de la IV Sesión de la Plataforma Regional para la Reducción del Riesgo de

Desastres de las Américas (PR14).

Ésta y todas las presentaciones del IGNITE stage, serán transmitidas en video por Internet (web

streaming) a través del sitio web de la PR14, en donde desde ahora puede consultar la agenda completa

del IGNITE stage y todos los detalles concernientes a la PR14.

Al finalizar la PR14, todos los videos estarán disponibles también en el Canal de YouTube de UNISDR –

Las Américas

Enlaces relacionados Sitio web PR14 Sitio web UNISDR – Las Américas Canal de YouTube UNISDR – Las Américas