apuntes literatura medieval
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Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)
LA EDAD MEDIALA EDAD MEDIA0. INTRODUCCIÓN
Llamamos Edad Media al período histórico
comprendido entre los siglos V y XV. En su
conjunto, la etapa se caracteriza por la
inestabilidad política, un sistema social rígido y
una fuerte presencia de la religión.
Los primeros siglos de la Alta Edad Media son
considerados como un período oscuro como
consecuencia de la relativa pérdida del orden y la
cultura romanas: desde la caída de Roma en 476,
los reinos germánicos van avanzando y
anexionándose las antiguas provincias.
La sociedad medieval estaba formada por tres
estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo llano.
La nobleza tenía bajo su dominio las tierras
heredadas o ganadas en batalla; su ocupación
fundamental era la guerra. El clero vivía también
de las tierras que poseía y de las donaciones que
obtenía; la oración y el estudio eran las actividades
principales de sus miembros. El pueblo llano
dependía del rey o de algún noble, y subsistía
trabajando en la agricultura, la ganadería o la
artesanía.
En España se da la peculiaridad de que, desde 711,
existe una presencia musulmana trascendental. Su
cultura alcanzó un extraordinario esplendor y
sirvió como vehículo de transmisión de la ciencia
griega por toda Europa. Sin embargo, los reinos
cristianos iniciaron la reconquista de los
territorios bajo dominio musulmán. Los ocho
siglos que duró esta reconquista dieron lugar a un
período rico en cuanto a mezclas de religión,
culturas, lenguas, literaturas, ciencias… a pesar del
constante clima bélico.
La mentalidad medieval estaba presidida por la
religión. El hombre del medievo concebía la vida
terrena como un tránsito hacia la vida eterna. Por
eso la Iglesia consiguió influencia y prestigio
durante este período. Muchos monasterios se
convirtieron en depósito del sabes gracias a sus
bibliotecas y a la labor de los amanuenses1, que
copiaban e ilustraban los códices medievales.
La propia evolución de la sociedad y de la técnica
literaria hace que en la literatura se distingan dos
períodos dentro de la Edad Media: la literatura
medieval (siglos X-XIV) y la literatura
prerrenacentista (siglo XV).
1 Persona que tiene por oficio escribir a mano, copiando o poniendo en limpio escritos ajenos, o escribiendo lo que se le dicta (DRAE).
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1. LA SOCIEDAD MEDIEVAL
La sociedad medieval es esencialmente agraria. Su
organización sigue los principios del feudalismo: el
señor es el propietario de la tierra; con la ayuda de
sus siervos explota directamente el territorio
próximo a su residencia. En parcelas más alejadas
permite el asentamiento de colonos que deben
contribuir a su señor con productos y con su
trabajo para que este los proteja.
Este régimen origina una organización en rígidos
compartimentos aislados. En la sociedad
medieval se distinguen tres tipos de individuos:
guerreros, clérigos y trabajadores. Cada uno
pertenece a una de estas categorías por
nacimiento, y sus hijos continuarán en ellas sin
posibilidad de cambio; es el orden divino.
En España, el régimen feudal no pudo darse en
toda su pureza porque los campesinos sometidos
podían emigrar a tierras musulmanas; además, las
constantes guerras permitían que individuos de la
baja nobleza pudieran convertirse en grandes
señores (el ejemplo fundamental es el ascenso del
Cid, como veremos).
En medio del mundo agrario del feudalismo, surgieron las
ciudades y los burgueses, dedicados a la industria y el
comercio. Este nuevo grupo social, que no encajaba en la
división tradicional, será el más revolucionario e
innovador, pues acabará trastocando este orden medieval,
dando origen a la sociedad moderna.
En la España medieval convivieron desde 711 tres
religiones y tres culturas: cristiana, musulmana y judía.
Además, los movimientos de fronteras permiten la
existencia de otras minorías:
-Mozárabes: son los cristianos que viven en Al-Andalus sin
abandonar su fe.
-Mudéjares: son los musulmanes que permanecieron en
territorio cristiano sin abandonar su fe.
A esto hay que añadir la presencia de numerosos
extranjeros, en su mayoría de origen francés, que llegaron a
España a través del Camino de Santiago o para repoblar las
zonas conquistadas a los musulmanes. Con ellos vinieron
también el arte y la literatura del occidente europeo.
El sentimiento religioso impregna todos los aspectos de la
vida: es una sociedad teocéntrica2. En la literatura y el arte
hay un tema único fundamental: la relación del hombre con
Dios.
La religión canalizaba toda la cultura medieval. En una
sociedad analfabeta, los únicos focos de saber eran los
monasterios. Hasta tal punto fue así que la palabra clérigo
designaba a todo el que sabía leer y escribir, aunque no
perteneciesen a la Iglesia. En literatura, el influjo de la
Iglesia fue enorme, como iremos viendo.
2 Dios está en el centro de toda la existencia, es lo más importante en la vida del ser humano. Veremos cómo posteriormente esta visión variará.
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Lo más característico de la arquitectura medieval
son las catedrales y los castillos, donde se fijan los
estilos característicos de la baja Edad Media: el
románico y el gótico. La magnificencia de estos
templos se relaciona con la necesidad de
comunicarse con los fieles a través de símbolos;
así, la grandeza del templo y sus imágenes eran el
símbolo del poder divino y de la variedad y belleza
del mundo3.
En el siglo XV, como veremos, todo este sistema de
valores entra en crisis, especialmente debido a la
irrupción ya mencionada de la burguesía como
nueva clase social.
3 Es una alegoría. Estudiaremos este recurso tan empleado durante este período.
No podemos dejar a un lado el estado de la lengua durante
la Edad Media. Las lenguas romances son aquellas que
derivan del latín hablado en las distintas provincias del
Imperio romano. Las divergencias y las desintegración del
Imperio produjeron una evolución particular según los
territorios.
Las primeras muestras escritas de los dialectos romances
son notas sueltas que servían para la contabilidad o las
transacciones comerciales. A medida que el habla cotidiana
se apartaba del latín,
crecían las dificultades para comprender los textos escritos
en esa lengua. Para facilitar la comprensión, los escribas
comenzaron a utilizar breves explicaciones con términos
romances. Los textos más arcaicos dignos de consideración
son las «Glosas emilianenses», de finales del siglo X, que se
encuentran en el monasterio riojano de San Millán de la
Cogolla.
La evolución del latín hispánico fue distinta según las
zonas y regiones. Al expandirse el reino de Castilla durante
la Reconquista, su lengua fue asimilándose y utilizándose,
de tal forma que quedan tres grandes dominios lingüísticos
en la Península: el occidente galaicoportugués, el centro
castellano y el oriente catalán.
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2. LA LITERATURA MEDIEVAL
2.1. Características
La literatura medieval se distingue principalmente
por tres rasgos:
-TRANSMISIÓN ORAL: se transmite generalmente
mediante el canto o la recitación, por eso quedan
tan pocos testimonios escritos.
-CARÁCTER ANÓNIMO: no conocemos quién es el
autor de la mayoría de las obras.
-DIDACTISMO: transmiten modelos de
comportamiento y valores cristianos.
2.2. La lírica tradicional
Las primeras manifestaciones de la lírica medieval
son cancioncillas que el pueblo cantaba con
ocasión de las festividades o celebraciones y para
acompañar sus tareas diarias. Los testimonios
escritos son muy escasos, sólo conservamos
aquellos textos que despertaron el interés de
autores cultos que los llevaron al papel.
Las formas más conocidas de estas canciones son
las jarchas y las cantigas de amigo.
Las JARCHAS son la manifestación más temprana de la
lírica (siglos X-XI). Son poemillas que la gente cantaba y
que los poetas árabes y hebreos incluyeron al final de sus
poemas cultos escritos en sus respectivas lenguas. El tema
de las jarchas es el lamento de una mujer por la ausencia
de su amado. Algunos ejemplos de jarchas se recogen en el
cuadro del final de esta página.
Frente al lenguaje elaborado del poema culto, se
caracterizan por su sencillez y su ardiente expresividad,
que aún hoy podemos detectar en canciones
contemporáneas.
Los poetas gallego-portugueses de los siglos XIII y XIV
recogieron en sus cancioneros las CANTIGAS DE AMIGO,
canciones populares en las que, como en las jarchas, una
mujer expresa el lamento por la ausencia de su amado.
Abundan las albaladas, donde se canta la separación de los
amantes al amanecer, o al contrario, la muchacha cita a su
enamorado a esa hora.
Texto original Transcripción Traducción
1 b'n sydy b'n 1 Ven sidi veni 1 Ven dueño mío, ven,
2 l'qrd's tntb'n 2 el querido es tan beni 2 porque el amor es un gran bien
3 dst 'lzm'n 3 De este al-zameni 3 que nos depara esta época
4 bn flyw dbn 'ldy'n 4 ven filyo de Ben al-Dayyeni. 4 feliz gracias al hijo de Ibn al-
Dayyan
1 gryd bš'y yrmn'lš 1 Garid vos ay yermanellas 1 Decid vosotras, ay hermanillas,
2 km kntnyr 'mwm'ly 2 com contenir a meu male 2 ¿cómo resistiré mi cuita?
3 šn lḥbyb nn bbr'yw 3 Sin al-ḥabīb non vivireyu 3 Sin el amigo no podré vivir;
4 'dbl'ry dmnd'ry. 4 advolarey demandare. 4 ¿a dónde le iré a buscar?
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La forma métrica más característica es la canción
paralelística, y la fórmula más habitual, el
leixaprén4: los versos se emparejan de dos en dos,
con igual contenido semántico y con versos que
repiten todas las palabras, excepto las rimadas. Por
ejemplo:
Castilla desarrolla su propia lírica tradicional de
forma tardía, aunque proceden de este mismo
tronco común. Aunque se cultiva desde los
primeros tiempos, los textos que conservamos
datan del siglo XV, por eso la veremos más
adelante.
4 Palabra medieval compuesta de leixa (deja) y pren (coge) que consiste en la repetición de los segundos versos de un par de estrofas como primeros versos del par siguiente (Wikipedia).
2.3. El mester de juglaría
La exaltación del valor en el combate, sea en la caza o en la
guerra, ha sido objeto preferido del arte, tanto en su
expresión plástica como en la verbal, desde las más
antiguas muestras conservadas de la actividad humana. En
el ámbito literario, esta actitud cristalizó tempranamente
en lo que, de modo general, puede denominarse poesía
heroica, es decir, aquella que canta las proezas de una
figura dotada de extraordinario valor o de un grupo de
ellas, los héroes. La celebración del héroe revistió, en su
forma poética, dos hábitos fundamentales: el del
panegírico, cuando se trataba fundamentalmente de una
alabanza de sus cualidades y de una mera enumeración de
sus hazañas, y el de la épica, en aquellos casos en los que se
referían por extenso las acciones a las que debía su
renombre.
La palabra «epos» significa en griego ‘narración’. Poesía
épica es la que narra las hazañas de héroes históricos o
legendarios; por esto se le llama también poesía heroica. Se
ha dicho que es la poesía de lo objetivo y exterior al poeta,
pero el poeta nunca procede con absoluta objetividad, ya
que de ordinario celebra héroes de su pueblo o religión, y
el amor que les profesa, así como el odio que siente hacia
sus enemigos, se refleja en el modo de pintar a unos y
otros. Además hay ocasiones en que la trama sirve para
manifestar ideas y concepciones personales del universo.
Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del día,
non trayáis compañía.
Venid a la luz del alba,
non traigáis gran compaña.
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En la Edad Media, con las invasiones, surgen
nuevas epopeyas nacionales. Sin embargo, el hecho
de que se designe a esta producción como poesía
épica no debe hacer pensar que se trata de una
continuación de las obras grecorromanas incluidas
bajo la misma denominación. Los héroes de los
cantares de gesta pueden ser valientes y coléricos
como Aquiles, astutos como Ulises, píos como
Eneas; las obras que los celebran pueden a veces
traer ecos de la «Eneida» o de otros textos clásicos;
pero ni los poemas modernos se basan en los
antiguos ni podemos concebir una identidad de
género entre ellos, puesto que las semejanzas de
tema y aun de tono no deben ocultar las enormes
diferencias entre lo narrado en hexámetros
dactílicos latinos y lo que cuentan los modernos
decasílabos franceses.
Esta alusión no es gratuita. La épica medieval tiene
como centro indiscutible la producción francesa y
como época dorada la que va desde finales del siglo
XI, fecha de composición de la «Chanson de
Roland», hasta mediados del siglo XIII. Por
supuesto, no se produce épica sólo en francés ni es
el suyo el único modo de componerla. Los países
germánicos poseen un núcleo diferenciado, donde
se integran la poesía alemana, como los
«Nibelungos», la escandinava, como los «Eddas», y
la anglosajona, como el «Beowulf».
Para comprender los textos épicos de una forma global es
necesario referirse a los autores que los creaban y al
público que los recibía, en otras palabras, al mundo en el
que existieron. En ese mundo, pocos eran los que sabían
leer y escribir. Por eso la épica, como casi toda la literatura
medieval, estaba compuesta para ser oída, a menudo
acompañada de música.
Llegaba a su público mediante un ejecutor profesional del
canto, el juglar, que en ocasiones, era también poeta y
elaboraba sus propias piezas, en este caso sus cantares de
gesta o sus vidas de santos.
La epopeya castellana, que es la más reciente de todas,
tomó por asunto leyendas referentes a los primitivos
condes castellanos, la muerte de los infantes de Lara, las
luchas fratricidas entre los hijos de Fernando I, acabadas
con la muerte de Sancho II en Zamora, los hechos del Cid y
de Bernardo del Carpio, etc. Tanto la epopeya francesa
como la castellana tuvieron como forma usual la de
cantares de gesta, compuestos de series más o menos
largas de versos monorrimos e irregulares, aunque de
dimensiones parecidas, con una pausa central (cesura) en
cada uno. La rima era asonante. El mayor ejemplo en
nuestra historia literaria, el «Cantar de Mio Cid».
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2.3.1. El Cantar de Mio Cid
Dicen que la realidad supera a la ficción, y qué duda cabe de que en sorprendente la vida, una vida cualquiera,
sobrepasa a menudo lo que la imaginación puede dar de sí. De ahí que, desde siempre, la literatura (vale decir, el
lector) prefiera lo imposible verosímil a lo real increíble. La Edad Media, aunque pródiga en relatos fantásticos, no es
excepción a esta regla. Por un lado, porque lo maravilloso era algo mucho más real para quienes veían en un cometa o
en un eclipse una señal del Altísimo que para el lector actual. Por otro, porque la leyenda, aunque a veces deforme
fantásticamente la realidad, ante todo la estiliza.
El valeroso Rodrigo Díaz, infanzón de Vivar, capitán afamado de Sancho II de Castilla, indisciplinado adalid de Alfonso
VI, exiliado y brillante mercenario en la Zaragoza mora, caudillo por libre que se adueña del Levante musulmán, con
Valencia como joya de su corona, ¿qué necesitaba para ser superior a los héroes homéricos Paris o Héctor? Y sin
embargo, tuvo que ser el Cid Campeador quien de verdad hiciese de él un mito. Porque Rodrigo Díaz era humano,
demasiado humano, para encarnarse en la materia de la que se hacen los sueños. Su peripecia vital era demasiado
errática (dos destierros eran excesivos); su personalidad presentaba claroscuros (desobediente, vengativo).
Por eso está ahí el Cid Campeador, un Rodrigo
Díaz inmaculado... o casi, porque el héroe del
Cantar no salió a la plaza pública plano como un
pergamino; antes bien, es un personaje matizado,
sin dejar de estar bien definido. Es ese Cid el que
ha cautivado la imaginación y el afecto de
generaciones de oyentes y lectores durante siglos,
llegando a imponerse al personaje real en que se
inspira.
Lo que sabemos por la historia y lo que narra el
cantar guardan un parecido general, pero
discrepan en numerosos detalles.
Las diferencias que existen no ocultan, sin
embargo, que la segunda se basa netamente en la
primera y que sus divergencias son fruto bien de
la deformación de los sucesos característica de su
transmisión oral, bien de los requisitos propios de
la obra literaria, cuyos condicionantes de ritmo
narrativo, verosimilitud argumental y equilibrio
interno no suele molestarse en guardar la vida
real. Esto ocurre con la segunda parte del cantar,
que relata unos sucesos que nada tienen que ver
con la biografía real de su protagonista: las hijas
del Cid nunca se casaron con los infantes de
Carrión.
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En cuanto a la datación, se ha propuesto un arco
que va de 1140 a 1207, en mayo del cual el poema
estaba concluido, como se sabe por el colofón del
único manuscrito que los transmite. En cuanto a su
procedencia, se han propuesto Burgos, patria del
héroe, la ciudad fronteriza de Medinaceli (Soria) y
algunos otros lugares. No hay datos suficientes
para decantarse por uno u otro lugar.
También la autoría es muy discutida, habiendo
pensado varios críticos que el Per Abbat que firma
el manuscrito fue el creador del poema. Sin
embargo, ese colofón es una típica suscripción del
copista, así que dicha interpretación posee escaso
fundamento. Por otro lado, se ha caracterizado al
anónimo poeta dentro de una amplia gama que va
del juglar errante y analfabeto al docto letrado que
trabaja en su escritorio con documentos de
archivo. Probablemente la realidad esté en un
punto intermedio, pues si bien cabe que su autor
fuese un juglar profesional, como sugiere su
formada capacidad poética, todo apunta a que
poseía además un nivel notable de conocimientos
jurídicos y un léxico con ecos del latín de la iglesia
y de los tribunales.
El “Cantar de Mio Cid” es la obra capital de la épica
española de la Edad Media, no sólo por ser el texto
mejor conservado, sino por su elevada calidad
estética. Sin embargo no se le puede considerar
propiamente como el poema más representativo
del género. Sucede así porque el cantar presenta
una serie de rasgos peculiares que le otorgan un
lugar diferenciado respecto del conjunto de las
gestas españolas del período y aun de la totalidad
de la épica románica. Esta idiosincrasia se
manifiesta especialmente en dos aspectos: la
caracterización del héroe y el modo en el que se
llega al desenlace.
Frente a modelos heroicos caracterizados por una
conducta extremada o por un componente casi
sobrenatural, el Cid del cantar es una figura, aunque de
adecuadas dimensiones épicas, mucho más humana. No
hay polaridades, sino equilibrio, mesura: es un buen padre
y esposo, un excelente guerrero, un perfecto caudillo y un
sabio gobernante, pero ante todo es un héroe mesurado,
algo bastante inusitado en el panorama de la épica
medieval. Relacionado con este punto es el segundo
aspecto: en lugar de vengarse de los infantes de Carrión,
opta por poner el caso en manos de la justicia y obtener
reparación por medios legales, en este caso presentando
una querella al rey Alfonso. Hay perfecta reparación, pero
los medios de obtenerla y su resultado son mucho más
sutiles que la tradicional masacre épica.
El “Cantar de Mio Cid” que hoy conocemos se conserva en
un solo manuscrito de 74 folios, más o menos cuatro mil
versos. Como el resto de la épica medieval española, estos
versos son anisosilábicos, es decir, de medida variable,
donde el elemento esencial, más que el cómputo silábico,
parece ser el número y distribución de los acentos dentro
del verso. Éste viene delimitado por una pausa versal, pero
contiene otra interna, la cesura, que determina la
existencia de dos hemistiquios, también de longitud
irregular. Cada uno de ellos puede oscilar entre las tres y
las once sílabas, si bien predominan los de seis, siete u
ocho. Además existe cierta tendencia a compensar un
hemistiquio corto con otro más largo, a fin de equilibrar
algo el verso.
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Las tiradas son de longitud bastante variable y, como cualquier otra estrofa, suelen tener cierta unidad temática, sin
que haya una equivalencia entre tiradas y episodios. El cambio de asonante, pues, no implica cambio de tema, aunque
sirve a veces para marcar determinadas transiciones, por ejemplo las distintas partes de una batalla, el paso de la
narración al estilo directo o el cambio de interlocutor.
Aunque el manuscrito de la obra aparece sin interrupciones, se suele dividir en tres partes o tiradas. Esta tripartición
recubre un desarrollo argumental que básicamente consta de dos secciones: la que se centra en el destierro del Cid y
en la conquista de Valencia, hasta el perdón real, y la que abarca desde que las hijas del Campeador se han casado con
los infantes hasta que, una vez vengadas, lo hacen con los príncipes de Navarra y Aragón.
Por todo esto, el viejo poema medieval puede seguir atrayendo y aun cautivando al lector moderno que, superando el
recelo que pueda inspirarle la lengua antigua y la reverente distancia que impone su carácter de clásico de nuestra
literatura, se atreva a asomarse a sus versos, para disfrutar con ellos.
2.4. El mester de clerecía
Durante los siglos XIII y XIV, en pleno apogeo de la
poesía juglaresca, se desarrolla paralelamente
una
escuela poética que entiende la poesía como un
oficio de hombres doctos y sabios. Es el
denominado mester de clerecía, al que se
adhieren los clérigos y las personas cultas en
general.
A pesar de su voluntad de oponerse al mester de
juglaría, las diferencias entre ambos mesteres no
son tajantes. La más evidente, en cuanto a la
forma, es el empleo de la cuaderna vía. La
apertura del «Libro de Alexandre» se puede
considerar el acta fundacional de esta nueva
escuela:
Características del mester de clerecía
Como ya hemos mencionado, la estrofa característica del
mester de clerecía es la cuaderna vía: cuatro versos
alejandrinos (catorce sílabas en dos hemistiquios de
siete) con una sola rima consonante. A diferencia, pues,
de los juglares, los poetas de clerecía respetan, en lo
posible, rigurosamente la métrica.
El lenguaje del mester de clerecía pretende ser mucho
más cuidado y selecto que el de los juglares. El poeta de
clerecía ha dejado el latín y emplea el romance para que
el pueblo lo comprenda, lo que lo obliga a ponerse a su
nivel. Por esto, y sin prejuicio de su mayor perfección
formal y frecuente exhibición erudita, el mester de
clerecía relata sus historias en tono menos elevado que
el de la épica, pues ésta, por el carácter heroico de sus
temas, tiende habitualmente a levantar el tono narrativo
de su relato.
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Otra característica fundamental del mester de
clerecía radica en su temática. Lo esencial reside
en que el mester de clerecía trata de temas
eruditos, es decir, de materias que no han sido
tomadas de la directa observación de la vida
ordinaria, de la experiencia o de los
acontecimientos del país (como hacían los
juglares), sino del saber escrito al que no se tenía
acceso sin una dedicación estudiosa.
Dos son las características que diferencian el
mester de clerecía en el siglo XIII:
1) fuerte apego a la cuaderna vía.
2) anonimia (con la sola excepción de
Berceo): obras de carácter mucho más impersonal,
más rígido y literariamente más objetivo (el
natural primitivismo de la época no consiente
todavía en la proyección personal del escritor).
Tres obras que destacan en este período fueron el
«Libro de Apolonio», el «Libro de Alexandre» y el
«Poema de Fernán González», que aunque de tema
épico su forma deriva de la cuaderna vía. Sin
embargo, sobre estas tres obras se alza la figura del
primer poeta castellano del que conocemos el
nombre, Gonzalo de Berceo, y su obra más
representativa, los “Milagros de Nuestra Señora”.
El siglo XIV representa el inicio de una crisis que
atañe a todos los aspectos de la vida y la cultura y
que provoca el giro decisivo hacia una nueva
sociedad a partir del siglo siguiente. Van a empezar
a caducar muchos valores que antes se
consideraban inconmovibles y el ascenso de la
burguesía supone una ruptura con las instituciones
y fórmulas consagradas por la tradición.
También con la burguesía aparece una nueva literatura de
tono realista y satírico en la que la astucia y el dinero
reemplazarán a los ideales caballerescos y religiosos de
épocas anteriores. Se aprende el goce de vivir, se descubren
los placeres del cuerpo, se desea el amor en toda su
plenitud carnal.
Didáctica, realismo, sátira, humor, sentido práctico de la
existencia, gusto por lo inmediato, afán de gozar, son las
más sobresalientes características de las producciones
literarias del siglo XIV. Es precisamente en esta época de
cambios cuando ve la luz el «Libro de Buen Amor» de Juan
Ruiz, el Arcipreste de Hita, y las últimas muestras del
mester de clerecía.
Se reduce, además, la producción anónima, mientras, junto
a la literatura burlesca, encontramos fábulas y apólogos
con moralejas que intentan trazar pautas de convivencia y
normas morales de conducta. En esta nueva literatura, la
cuaderna vía se mezcla con formas métricas nuevas.
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2.5. La lírica del siglo XV
En el siglo XV entra en crisis el sistema de valores medieval
y se va imponiendo cada vez más una mentalidad terrenal.
Se consolida la burguesía: el comercio y las ciudades
adquieren un protagonismo decisivo, así como valores
mundanos (bienestar material, ansia de riquezas…).
Además, la cultura se convirtió en signo de distinción entre
nobles y burgueses adinerados (comienzan a escribir
poesía trovadoresca), y las cortes y las universidades
fueron sustituyendo a los monasterios como principales
centros del saber, recuperando el arte y el pensamiento
clásico, que se convierten en modelo.
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2.5.1. La poesía culta: los cancioneros
Denominamos poesía culta o lírica cortesana a la
que se desarrolla en las cortes y que se ha
conservado por medio de cancioneros que, a modo
de antologías, recogían la producción de los poetas,
sin criterio ordenador ninguno.
En ellos se revela una fuerte influencia
trovadoresca y provenzal. Se trata de breves
canciones líricas, hábiles e ingeniosas
composiciones de estilo ligero y metros cortos (el
octosílabo), destinadas al canto. Sus temas, ya sean
amorosos o satíricos, siguen reflejando los tópicos
provenzales, en especial, el amor cortés.
Sin embargo, a medida que avanza el siglo, se deja
sentir la progresiva influencia italiana de Dante
(1265-1321) y Petrarca (1304-1374), y el gusto
por la imitación de la literatura clásica latina.
Dos autores que reflejan bien este tipo de poesía
son el Marqués de Santillana (1398-1458) y Juan
de Mena (1411-1456). Aunque el poeta más
representativo de este periodo es Jorge Manrique,
que escribió un poema que aún hoy nos sigue
conmoviendo, las “Coplas a la muerte de su padre”.
Son pocos los datos que tenemos de Jorge Manrique: nació
en Palencia, alrededor de 1440, en una familia noble
castellana, se dedicó por igual a las armas y a las letras, y
murió como soldado en 1479.
Su creación literaria también es escasa, con composiciones
que hablan de amor (al estilo de Dante y Petrarca) y
algunos poemas burlescos. Sin embargo, su mejor poema,
el que le ha dado la inmortalidad, es el que dedica a su
difunto padre poco después de su muerte.
El poema consta de 44 coplas de pie quebrado, esto es,
estrofas ordenadas en dos sextillas cuyos versos tercero y
sexto son de 4 o 5 sílabas: 8a8b4c 8a8b4c. Aunque la
utilizaron otros poetas, Manrique le dio fama, llegando a
ser citada también como copla manriqueña.
En cuanto a la estructura interna del poema, suele dividirse
en tres partes:
- Estrofas 1-13: Brevedad y caducidad de la vida. La vida es
vista como un camino, un río, y la muerte no como una
enemiga, sino algo natural y esperable.
- Estrofas 14-24: Ejemplificaciones. Desarrolla la fórmula
del ubi sunt?: ¿dónde están los que vivieron en el mundo
antes que nosotros? Todos somos iguales ante la muerte.
- Estrofas 25-40: Elogio de su padre, especialmente por su
forma de enfrentarse a la muerte, tránsito a otra vida.
La fama y el éxito de las Coplas fue inmediato, no solo por
la gran cantidad de copias que se encuentran desde finales
del siglo XV, ni tampoco por las múltiples versiones
musicadas que podemos escuchar de ellas, sino porque la
forma de abordar la muerte por Manrique ha calado en la
tradición popular y sus imágenes y metáforas siguen
siendo utilizadas hoy, casi 600 años después de que las
compusiera. Esa es la magia de la buena literatura.
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2.5.2. La poesía popular: los romances
Dentro de las formas poéticas populares, el
romance ocupa un lugar destacado. En el siglo XIV,
los cantares de gesta entran en decadencia y, a
causa de su excesiva longitud, comienzan a
fragmentarse. Sobrevivirían así las partes de
mayor interés para el público, los momentos más
intensos desde un punto de vista narrativo o
emotivo.
Ante el rápido éxito de estas composiciones,
pronto los juglares crearían sus propios romances,
con temas épicos o de naturaleza más lírica, y los
difundirían por toda la Península. Por ello, no
puede identificarse el romance con el género épico,
ya que desde muy temprano aprovecha también
los recursos propios de la lírica popular. Suele
definirse, entonces, como un género épico-lírico.
El conjunto de romances tradicionales de creación
anónima, transmisión oral y compuestos para el
canto recibe el nombre de ROMANCERO VIEJO.
Estos romances surgen en los siglos XIV y XV, pero
la popularidad de este tipo de poesía llevó a que en
siglos posteriores se imitaran y construyeran
nuevos romances, algo que llega hasta nuestros
días.
Características métricas y estilísticas
El romance es un poema no estrófico, es decir, de
extensión no fija, de versos octosílabos con rima
asonante en los versos pares y en el que quedan
sueltos los impares. Esta característica métrica
parece confirmar su origen a partir de los cantares
de gesta, en los que la medida más frecuente era la
de dieciséis sílabas. El romance resultaría de
dividir en dos una tirada de un cantar de gesta.
La transmisión oral es la causa, al igual que ocurría en los
poemas del mester de juglaría, de que algunos recursos
estén dirigidos a actualizar los acontecimientos y a
modelar la actitud del auditorio.
Quizá la característica más peculiar sea la tendencia a la
fragmentación, debida a su origen: las escenas comienzan
in media res, sin exponer los antecedentes de la acción. Sin
apenas introducciones, se nos sitúa bruscamente en mitad
del hecho narrado. Basta el primer verso para dar el tono
de la acción y crear la atmósfera del poema.
Pero más significativo es que se truncan también
abruptamente en el momento de mayor intensidad. Así, el
romance se va a caracterizar por su capacidad de
sugerencia, pues causa una gran intensidad imaginativa y
emocional en el oyente.
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3. LA PROSA MEDIEVAL
3.1. Alfonso X "El Sabio"
La prosa medieval tuvo un desarrollo tardío. Durante los
primeros siglos de la Edad Media el latín siguió siendo
empleado como lengua de cultura en los textos legales,
religiosos y literarios. Habrá que esperar hasta el reinado
de Alfonso X "El Sabio", en el siglo XIII, para que el
castellano comience a convertirse en una lengua de
prestigio.
Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)
El reinado de Alfonso X abarca desde 1252, cuando
sucede a su padre Fernando III, hasta 1284. La
gran importancia de Alfonso X en nuestra historia
radica en el impulso que dio al romance castellano
a través de la reorganización de la Escuela de
Traductores de Toledo y de su
equipo de trabajo.
Entre las obras jurídicas de Alfonso X dos son las
fundamentales:
-el «Fuero Real»: el primer código unificador
castellano, que intenta superar la diversidad de
ordenamientos y costumbres locales.
-«Las Siete Partidas»: compuestas entre 1256 y
1265, forman un compendio de la vida medieval
castellana, insustituible para conocer los detalles
de la organización religiosa, política, social y
económica del momento.
Dos son las grandes obras historiográficas de
Alfonso X:
-la «Estoria de España»: también llamada «Primera
Crónica General», se refiere únicamente a la
Península, desde sus míticos primeros pobladores
hasta la invasión árabe de 711. Fue la primera
historia de cualquier nación europea, exceptuada
la anglosajona, que se haya escrito en “lengua
moderna”.
-la «Grande e General Estoria»: es una historia
universal, la más antigua de esta especie escrita en
lengua vulgar, que comienza con la creación del
mundo y trata sobre los pueblos de la Antigüedad.
Reciben el nombre de “tratados científicos” unos
libros a los cuales Alfonso X debió, en gran parte,
su gran fama entre sus contemporáneos, y son:
-los «Libros del Saber de Astronomía»: una
recopilación de las doctrinas de Ptolomeo en la
que trata de sistematizar los movimientos de los
astros y las constelaciones.
-las «Tablas alfonsíes»: resultado de miles de anotaciones
realizadas en el observatorio que el rey hizo construir en el
castillo de San Servando de Toledo. Tratan del sol, de la
luna, de los planetas y de algunas estrellas.
-el «Lapidario»: que trata de las propiedades de las piedras
preciosas.
-el «Setenario»: libro misceláneo que trata sobre asuntos
jurídicos o referentes a las siete artes medievales.
En cuanto a las obras de recreo, destacan los «Libros de
açedrex, dados e tablas», que mandó redactar a la vista de
originales árabes y que es el más bello tratado sobre dicho
juego compuesto en la Edad Media.
Sin embargo, la prosa de ficción en castellano tendría que
esperar al siglo XIV para eclosionar, especialmente debido
a la figura de don Juan Manuel.
3.2. Don Juan Manuel
Nieto de Fernando III, sobrino de Alfonso X, primo de
Sancho IV, tío de Fernando IV, tutor de Alfonso XI… don
Juan Manuel nunca olvidó quién era y de dónde venía ni
permitió que otros lo olvidaran. Desde muy joven
desempeñó importantes cargos políticos.
Nació en Escalona (1282), hijo de doña Beatriz de Saboya y
de don Manuel, último hijo del rey Fernando
III. En poco menos de un mes pasa de la mayor gloria
política a sufrir la mayor afrenta: Alfonso XI pide la mano
de su hija en matrimonio; pero la encierra e inicia
conversaciones para casarse con María de Portugal.
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Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)
Siendo de avanzada edad se retiró al monasterio de Peñafiel – que él mismo había fundado – para entregarse al
reposo y al cuidado de su obra; allí fue enterrado, probablemente, en 1348
Se tomó más molestias que ningún otro escritor medieval en preservar su obra; fue inútil, porque los textos que
guardó con celo en el monasterio de Peñafiel corregidos de su mano se perdieron en un incendio.
En la obra de don Juan Manuel predomina el elemento didáctico-moral, fundamentalmente inspirado en la religión
cristiana y en los conceptos tradicionales de la Edad Media. Su obra más importante y a la que le debe la fama, «El
Conde Lucanor».
Terminado en 1335, se conserva en la actualidad en cuatro códices, si bien se sabe de la existencia de un gran número
de manuscritos (perdidos hoy) que dan cuenta de la fama y difusión de que gozó la obra en su tiempo: representa el
momento de mayor perfección del arte narrativo de don Juan Manuel y es, sin duda, por la que es reconocido
universalmente como el mejor prosista español del siglo XIV.
El libro se compone de dos prólogos y cinco
partes diferenciadas entre sí, aunque la más
importante es la que se compone de 51 ejemplos.
Don Juan Manuel concibe y escribe su obra con
una misión específica: su vocación de escritor es
fundamentalmente didáctica. La forma que elige
para comunicar este didactismo es el exemplum,
insertándose en un contexto general que va desde
el «Calila e Dimna» al «Libro de Buen Amor» del
Arcipreste de Hita.
Los temas tratados están condicionados y se
basan en la honra del caballero: la fama, la
amistad, el desinterés, la gratitud, la prudencia,
las malas consecuencias de la ira, la codicia, la
soberbia, la adulación… La posición, sin embargo,
de don Juan Manuel ante la vida no siempre se
puede decir que se inspira en la moral más
estricta: el disimulo y la cautela son consejos
frecuentes en el libro. Entre tan variados temas
destaca el del consejero, que además de formar
parte de la base estructural de la obra, se
convierte en central: del consejero se hace una
continua alabanza y se insiste en su necesidad.
Los cuentos siguen siempre una misma estructura: el
conde Lucanor plantea un problema a Patronio y le pide
consejo; este lo relaciona con una anécdota de la que se
deduce una pauta de conducta y que después refuerza
con un cuento; al final, en unos versos finales se recoge la
moraleja de la historia.
Si para Alfonso X la lengua tenía un valor esencialmente
instrumental, en su sobrino la lengua se hace arte. Su
ideal fue la selección, claridad y concisión a la vez, como
correspondía a la finalidad didáctica de su obra:
consiguió hacer amena y agradable una enseñanza. Sin
embargo, su prosa, precisa siempre, conserva aún rasgos
que revelan la inmadurez de la lengua.
De todas formas, el léxico rico y selecto, la adjetivación
precisa y colorista, la frase cargada de intención, el
equilibrio perfecto entre las partes del periodo,
convierten a don Juan Manuel en el máximo prosista de
nuestro siglo XIV.
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Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)
4. EL TEATRO MEDIEVAL
Antes del siglo XV apenas existen textos teatrales
en lengua castellana. El más antiguo que ha llegado
hasta nosotros es el «Auto de los Reyes Magos», del
siglo XII.
En el siglo XV surgen autores que cultivan teatro
religioso y también de entretenimiento, pero sin
duda la pieza más importante es «La Celestina» de
Fernando de Rojas, una de las obras maestras de la
literatura universal.
La primera edición se publicó en Burgos en 1499.
Constaba de 16 actos y se titulaba «Comedia de
Calisto y Melibea». Al frente llevaba una carta
donde explicaba que había encontrado el comienzo
de un autor anónimo, y le había gustado tanto que
en quince días la acabó él.
En los preliminares figura también un poema en
versos acrósticos en que se lee: "El Bachiller
Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y
Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalbán".
Las ediciones hechas en Sevilla, Toledo y
Salamanca, de 1502, se titulan «Tragicomedia de
Calisto y Melibea» y tiene 21 actos (cinco más).
Este es ya el texto definitivo.
«La Celestina» (título con el que se llegó a conocer)
debe su trascendencia al vigor con que los
personajes viven pasiones llevadas al extremo,
desde la pasión carnal a la codicia o la avaricia.
El personaje de la alcahueta remite a la
Trotaconventos del «Libro de Buen Amor». El
“argumento de toda la obra”, que hoy se admite
como de Rojas, dice:
«Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil
disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, de
estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, muger
moça, de alta y serenísima sangre, sublimada en próspero
estado, una sola heredera de su padre Pleberio, y de su madre
Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido
el casto propósito della (entreveniendo Celestina, mala y
astuta muger, con dos servientes del vencido Calisto,
engañados, e por ésta tornados desleales, presa su fidelidad
con anzuelo de codicia y de deleyte), vinieron los amantes e
los que les ministraron, en amargo y deostroso fin. Para
comienço de lo cual dispuso el adversa fortuna lugar
oportuno, donde a la presencia de Calisto se presentó la
deseada Melibea».
Podríamos tal vez decir que en «La Celestina» la pasión,
diosa del desorden, verdadera dueña de cada vida
individual, se alza a la categoría de destino. Pasión y
destino son, en el fondo, una sola máscara trágica. Dios, al
que se invoca, irónicamente, para la realización de los
propios fines, está ausente de la humana ciudad de «La
Celestina».
«La Celestina» supera todo lo que se hacía en su época para
convertirse en una de las obras maestras de la literatura
española. Sabe trascender de su momento histórico.
Muestra de ello es que, desde el siglo XVI, es una de las
obras más leídas de nuestra literatura. Su valor es
indiscutible.
Se hicieron continuaciones de la obra, se ha señalado su
importancia para el futuro del teatro español, sobre todo al
romper con la tradición anterior de férrea distinción de
géneros. Sin embargo, en su época sólo se valoraba lo más
zafio y grotesco de la obra, como se comprueba en las
continuaciones. Es el precio que pagó por su asombrosa
originalidad.
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