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APROXIMACIÓN A LOS CONCEPTOS DE LEGIBILIDAD Y LECTURABILIDAD: APLICACIÓN A LA LECTURA DE TEXTOS DIGITALES Pedro Sigaud-Sellos Trabajo de investigación dirigido por el Prof. Dr. Ramón Salaverría Pamplona, julio de 2010 Facultad de Comunicación Departamento de Proyectos Periodísticos

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Trabajo de investigación presentado en agosto de 2010 en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, dirigido por el Prof. Dr. Ramón Salaverría.

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Page 1: Aproximación a los conceptos de legibility y readability: aplicación a la lectura de textos digitales

APROXIMACIÓN A LOS CONCEPTOS DE LEGIBILIDAD Y LECTURABILIDAD: APLICACIÓN A LA LECTURA DE

TEXTOS DIGITALES

Pedro Sigaud-Sellos

Trabajo de investigación dirigido por el Prof. Dr. Ramón Salaverría

Pamplona, julio de 2010

Facultad de Comunicación

Departamento de Proyectos Periodísticos

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Índice

Introducción..........................................................................................3

1. Concepto de lecturabilidad..............................................................10

1.1 Definición......................................................................................10

1.2 Breve historia de los estudios de lecturabilidad…………………14

1.2.1 Fórmulas de lecturabilidad: orígenes y criterios........................19

1.2.2 Principales fórmulas de lecturabilidad……………………...…22

1.2.2.1 Primeras fórmulas (1921-1934)…………………………..…23

1.2.2.2 Fórmulas detalladas (1934- 1938)………………………...…28

1.2.2.3 Fórmulas eficientes (1938- 1953)……………………...……31

1.2.2.4 Fórmulas especializadas (1953- 1959)………………………36

1.3 Uso e aplicaciones de las fórmulas…………………………...…37

2. La legibilidad y el diseño periodístico……………………………43

2.1 El proceso de la lectura……………………………………….…43

2.1.1 El ojo humano: ¿Qué ocurre mientras se lee?............................43

2.1.2 Los movimientos del ojo………………………………………45

2.1.3 El cerebro y la lectura……………………………………….…50

2.2 Tipografía y legibilidad……………………………………….…55

2.3 Conceptos básicos del diseño periodístico………………………64

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3. Legibilidad y lecturabilidad aplicadas a la lectura de contenidos digitales…………………………………………...…………………73

3.1 Una comparación entre soportes: el papel y la pantalla LCD...…74

3.2 La legibilidad en el ámbito digital………………………….……76

3.3 La actividad cerebral al leer el contenido digital……………..…79

3.4 La lecturabilidad en el ámbito de la información digital……..…83

Conclusión…………………………………………………………...87

Referencias bibliográficas…………………………………………...88

Anexos…………………………......………………………………...93

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Introducción

Este trabajo de investigación nace con el objetivo de definir dos conceptos pertenecientes al ámbito de la metodología del análisis de contenido: la lecturabilidad y la legibilidad (GUNTER, 2000), bien como su adaptación y aplicación a la hora de analizar los contenidos de información producidos para soportes digitales (leídos desde una pantalla de LCD), sean ordenadores de mesa, portátiles o otros soportes que posean tamaño de pantalla reducido, como smartphones.

Es importante subrayar que los dos términos, aunque muchas veces sean considerados sinónimos, poseen significados muy distintos, cuyos relevantes matices para nuestra investigación serán convenientemente analizados. De hecho, ambos conceptos han dado lugar históricamente a líneas de investigación muy distintas e independientes desde el punto de vista académico.

Para entender el significado de estos dos términos con mayor precisión hace falta recurrir a la lengua inglesa. El término legibilidad, ‘legibility’ en el idioma anglosajón, según el Diccionario Oxford se refiere a la descifrabilidad de un texto, a la cualidad de un texto de mostrarse con la suficiente claridad como para ser comprendido. El término alude en concreto al aspecto visual de la presentación de un texto. Se trata, en definitiva, de una cualidad externa al texto.

Por su parte, la lecturabilidad1, que en inglés sería ‘readability’, se refiere al texto en sí mismo, a la complejidad inherente a un mensaje escrito, a su mayor o menor grado de facilidad y agrado para ser leído (Diccionario Oxford).

                                                            1 Es  importante subrayar que  la palabra  lecturabilidad es un neologismo utilizado para  diferenciar  dos  ámbitos  distintos  de  la  análisis  del  contenido  textual.  En  el idioma  anglosajón  hay  términos  distintos  ya  establecidos,  y  la  palabra correspondiente sería readability. 

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En resumen, la legibilidad se refiere a la claridad visual del mensaje escrito, a la armonía del diseño de los elementos visuales que componen un texto para que sean más cómodos para el acto de la lectura, mientras que la lecturabilidad está ligada a la eficacia del lenguaje textual, al mensaje en sí mismo y a la preocupación en que éste llegue al receptor de la forma pretendida por el emisor.

Por otro lado, si bien los conceptos de legibilidad y lecturabilidad suelen ser tratados de manera independiente en el ámbito académico, en el ámbito del periodismo, por el contrario, conviene analizarlos de manera conjunta: las peculiaridades de las publicaciones periodísticas recomiendan considerar tanto los aspectos de formales externos como los lingüísticos internos.. El concepto de legibilidad está ligado con frecuencia a los estudios de diseño editorial y periodístico, en los que se estudia la influencia de elementos como los colores, los tipos gráficos y otros elementos visuales en el comportamiento del lector. Las variables utilizadas en estos casos para la realización de análisis son los elementos tipográficos, colores, fotografías e ilustraciones, así como su combinación en la retícula para la obtención de un peso visual adecuado a los resultados deseados.

Por su parte, el objeto de estudio de la lecturabilidad está más relacionado con el análisis y medición del texto mismo, a partir de fórmulas de medición de lecturabilidad creadas al inicio de los años de 1920. Su aplicación inicial puso el acento en los estudios de pedagogía, en los análisis de texto de los libros didácticos y manuales escolares, y su clasificación según ciertos índices de medición de la dificultad de los textos. El comienzo de la aplicación de las fórmulas de lecturabilidad ocurrió en los años 1920 con los manuales escolares, pero luego fueron utilizadas también por los gobiernos, como por ejemplo en los exámenes de admisión de soldados en el ejército norteamericano, en que se exigía a los aspirantes cierto nivel de alfabetización para que pudiesen ingresar (DuBay, 2004). Las fórmulas de lecturabilidad empezaron a ser aplicadas a los textos periodísticos hacia los años de 1940 por la Associated Press, seguida por otras agencias norteamericanas. Pero ya veremos más adelante que

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hablar de lecturabilidad en el ámbito periodístico es un asunto más complejo: un periódico no es un simple medio textual, sino que se trata de un medio hibrido, una serie de folios compuestos por elementos tipográficos, gráficos e infográficos (SUÁREZ CARBALLO, 2008). Las fórmulas aplicadas a los textos periodísticos no consideran las variables relacionadas con los elementos de legibilidad, también fundamentales en un medio tan específico como el periódico.

A lo largo del siglo XX han sido creadas muchas fórmulas para medir el índice de dificultad (o de lecturabilidad) de un texto. La más utilizada hoy día es la Flesch Reading Ease Formula, sobre la cual hablaremos más adelante. Las fórmulas en general utilizan como variables el número de palabras por frase, frecuencia de uso de palabras pertenecientes a la lista de vocabulario básico (según cada idioma), presencia de palabras concretas y abstractas, etc. Con ello se obtiene un valor que, de acuerdo con un índice previamente establecido, indicará el nivel de dificultad del texto. Otra herramienta de medición de lecturabilidad distinta de las fórmulas es el procedimiento de Cloze, en el que se borra la quinta palabra de cada frase de un texto, dejando espacios de mismo tamaño para que el lector los rellene. El número de aciertos indica el índice de dificultad del texto. Otra diferencia en el procedimiento de Cloze es el hecho de que los resultados son obtenidos a partir de un lector, es decir, que el texto no es medido en sí mismo, sino que se obtiene a través de un intermediario, lo que hace con que este procedimiento sea considerado por muchos como menos fiable que otras fórmulas, que analizan el texto directamente.

Así pues, en este trabajo me propongo perfilar los conceptos de legibilidad y de lecturabilidad, ya que en las publicaciones académicas no es infrecuente la confusión entre ambos términos. Pretendo, asimismo, delimitar los objetos de análisis de ambos conceptos, puesto que resultan de especial interés para su posterior aplicación en el análisis de los textos distribuidos mediante pantallas digitales y, en particular, a través de dispositivos móviles. A la vez, pretendo

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demostrar que en lo que se refiere al periodismo y su lenguaje, los dos conceptos son complementarios para el análisis y desarrollo de un mensaje periodístico eficaz. En definitiva, mi intención con este trabajo de investigación es crear la base para una futura nueva herramienta de análisis de variables pertenecientes a los dos ámbitos (diseño y texto) y aplicar ambos a los estudios de eficacia comunicativa de los periódicos impresos, digitales y móviles.

El hecho de que el objeto de estudio sea el periódico obliga más que nunca a unir los dos conceptos para obtener resultados consistentes. El periódico es el medio hibrido por excelencia: un conjunto de elementos (textos, fotos, ilustraciones, infográficos) que poseen el reto de informar el lector de la manera más eficaz posible (SUÁREZ CARBALLO, 2008). Más que en cualquier otro medio, en el periódico está claro que no se debe discutir sobre el formato de manera aislada del contenido, y viceversa. Los dos están inseparablemente conectados (BERRY, 2004).

Una vez definidos los dos conceptos, la última parte de este trabajo de investigación se dedica a analizar el proceso de la lectura de los textos digitales, es decir, cómo se aplican los conceptos de legibilidad y lecturabilidad al ámbito de la escritura digital. La importancia de enfocar el trabajo en el contexto digital y móvil es fundamental, por estar más de acuerdo con la realidad del actual público consumidor de noticias2 (Pew Internet, 2010; Glotz, Bertschi, Locke, 2005). Además, este trabajo pretende ser un preludio para el objeto de análisis de una futura tesis doctoral, en la que se va a investigar sobre las versiones “móviles” de los periódicos y en ellas aplicar los mismos estudios de legibilidad/lecturabilidad, pero añadiendo las nuevas variables correspondientes a los soportes digitales, como por ejemplo el tamaño de pantalla, CFF (“critical flicker fusion”) o fatiga visual, el contraste y la luminosidad de pantalla, el material de la pantalla (LCD, e-ink, etc.), la facilidad de uso y su portabilidad. Se pueden encontrar                                                             2 “Mobile Access 2010”: http://www.pewinternet.org/~/media//Files/Reports/2010/PIP_Mobile_Access_2010.pdf 

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diversas publicaciones académicas de universidades asiáticas que dan cuenta de pruebas de lectura en voz alta desde aparatos móviles con numerosos estudiantes utilizando variables semejantes a estas. Pero los resultados obtenidos en estos estudios no sirven como apoyo, pues además de estar escritos en caracteres chinos, en estos estudios no se utiliza ninguna de las conocidas fórmulas de medición de lecturabilidad, de manera que los resultados no son satisfactorios para el caso occidental, ya que no solamente tenemos un alfabeto distinto, sino que el modo de leer los textos es totalmente distinto (de la izquierda hacia la derecha e de arriba hacia abajo).

Otra de las cuestiones que se proponen en este trabajo es comprobar si el mismo contenido textual posee los mismos índices de legibilidad/lecturabilidad en distintos soportes (en el caso, impreso y digital). La hipótesis inicial es que la experiencia de la lectura, tanto desde el punto de vista de la atención como desde el punto de vista fisiológico, no es la misma. Se supone que el mismo mensaje presentado en soportes distintos ofrecerá índices de legibilidad/lecturabilidad bastante divergentes.

Es posible que las conclusiones obtenidas en este trabajo de investigación justifiquen la propuesta de un nuevo lenguaje textual digital para los nuevos suportes. Sobre todo un nuevo lenguaje adecuado a la cultura de la multitarea y del carácter de déficit de la atención en que vivimos (Nordenson, 2008). Vivimos en un contexto en el que el caos informativo y la gran cantidad de ruido hacen que dediquemos cada vez menos tiempo a consumir noticias e información con la profundidad y atención debidas (Nordenson, 2008). Se nota una gran preocupación por parte de los periódicos en los aspectos visuales y de diseño de sus marcas, siempre más atractivos a los ojos del lector, además de los crecientes formatos publicitarios que ocupan las páginas de noticias, que poco contribuyen para que el lector se fije en la información. Este desarrollo en el tema de la legibilidad parece no haber sido acompañado por un mayor desarrollo de la lecturabilidad de los textos informativos digitales. Con un público cada vez más consumidor de contenidos digitales (por no decir de contenidos

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móviles), el cuidado por utilizar un lenguaje propio de los nuevos canales, y por tanto más eficaz desde el punto de vista de la comunicación, parece ser fundamental (Salaverría, 2005).

Así como en los años 1990 la vanguardia de los contenidos digitales estuvo marcada por el nacimiento de la World Wide Web, culminada la primera década del siglo XXI son los dispositivos móviles los que marcan los principales desarrollos (Levinson, 2004). Esto invita a centrar nuestra tesis doctoral en este tipo de plataformas digitales emergentes. Por otra parte, desde una perspectiva meramente empresarial, el análisis del potencial de los contenidos informativos distribuidos mediante móviles resulta especialmente conveniente. Frente a la cultura del “gratis total” que presidió la emergencia de la Web, en las plataformas móviles existe cierto hábito de pagar por contenidos, lo cual abre nuevas posibilidades de negocio a las empresas periodísticas.

Así pues, en el contexto actual, parece especialmente pertinente investigar respecto del lenguaje y la escritura de los contenidos informativos para dispositivos móviles. Esta investigación podrá tener como consecuencia la propuesta de ciertas reglas o directrices para este nuevo lenguaje desde el punto de vista de su eficacia comunicativa.

En el primer capítulo voy a presentar el concepto de lecturabilidad (readability): qué significa en términos científicos, su historia de los años de 1920 hasta finales de los años 1980, estudios realizados en otros idiomas bien como fórmulas, variables comúnmente utilizadas y las fórmulas más adecuadas según el objeto de estudio.

En el segundo capítulo abordaré del concepto de legibilidad (legibility): hablaré sobre la tipografía, base de todo trabajo de diseño editorial; sobre el comportamiento del ojo humano mientras lee; sobre el diseño periodístico, el conjunto de sus elementos tipográficos, gráficos e infográficos y el comportamiento del ojo en la página de un periódico.

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En el tercer y último capítulo hablaré sobre la legibilidad y la lecturabilidad aplicadas a la lectura de textos digitales. Comentaré estudios anteriores que comparan la lectura desde una pantalla de LCD con la lectura del texto impreso y propondré como herramienta de análisis de contenidos informativos móviles la metodología COST A20, convenientemente adaptada al futuro objeto de estudio.

Así pues espero con este trabajo de investigación establecer los fundamentos de la legibilidad y de la lecturabilidad, además de comprobar lo distinto que es la experiencia de lectura según el soporte elegido. Espero utilizar las conclusiones sacadas aquí para en el futuro trabajo de la tesis a la hora de realizar el análisis de los contenidos móviles.

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1. La lecturabilidad

En este capítulo voy a definir qué es la lecturabilidad y su rama de investigación. Presentaré un breve histórico del desarrollo de esta metodología a lo largo del siglo XX y las principales fórmulas, bien como las funciones propias de cada una.

1.1 Definición

El término lecturabilidad, como ya mencionado en la introducción, se refiere más bien al texto en sí mismo. El enfoque no está en el lector, sino que en el material textual. La lecturabilidad entonces es medida a partir del material mismo, su contenido y su forma textual. Variables como tipos gráficos y color en este caso no son consideradas. El objetivo de los estudios de lecturabilidad al fin y al cabo siempre es el de encontrar un nivel optimo de redacción del texto, accesible al público al que está dirigido (HENRY, 1987). Aunque al leer esta primera parte del trabajo de investigación se pueda recordar al autor del libro de análisis poética cuyas páginas son rotas por el actor Robin Williams y sus alumnos en la película La sociedad de los poetas muertos3, escandalizado con la manera cuadriculada de se analizar un trabajo artístico que es el de la escritura, merece la pena prestar atención a los estudios realizados a lo largo del siglo XX, así como a los resultados obtenidos y su aplicación práctica.

Es importante subrayar que el emisor (en el caso, el escritor) escribe con el objetivo de que lo que haya escrito él sea placentero y comprensible para su público. Para los que escriben “to impress rather to express” las análisis de lecturabilidad no tienen sentido

                                                            3 Dead Poets Society (1989), dir. Peter Weir 

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(KLARE, 1963)4. Esta es una de las razones por las cuales suelen aplicar las fórmulas de lecturabilidad a libros didácticos y a periódicos impresos. En el primer caso se puede establecer el nivel de enseñanza al que debe ser clasificado el material. En el segundo caso, como enseña el ejemplo de un informe realizado por United Press en 1945, es de gran interés para el periódico saber si el contenido producido es una lectura agradable y comprensible al lector. (Readability in news writing, 1945).

Algo que se da por supuesto en este estudio es el hecho de que no se va a considerar la mayor o menor lecturabilidad de un contenido en función del tema a que se refiere. Por supuesto que un experto en determinado tema se sentirá más atraído por un texto del mismo asunto y lo comprenderá con más facilidad que otro que lo conozca poco. De todas formas, entre dos textos relacionados al mismo asunto, aunque sea algo muy específico, el más accesible al lector será el que posea el estilo más sencillo y directo.

De hecho, “medir” el nivel de lecturabilidad no es algo sencillo, mucho menos completamente fiable. El proceso de la lectura y asimilación del contenido leído es demasiado particular como para ser definido con precisión y acierto. Así, es importante tener claro que las diversas fórmulas de medición que veremos más adelante son un recurso imperfecto para obtener una indicación respecto a la lecturabilidad de un texto:

“A la décharge des chercheurs, il faut cependant admettre que la compréhension de la lecture constitue probablement un des rendements spécifiques les plus difficiles à mesurer de manière adéquate. Le processus est mal connu et les modèles visant à le décrire sont souvant contradictoire: ils ne considèrent pas l’ensemble

                                                            4 Un ejemplo  interesante  son  los dos  textos en  lengua  francesa considerados  los más difíciles de ser leídos: en segundo lugar está una obra de Proust y en primero un documento ministerial francés, ambos escritos sin la mínima intención de atingir el gran público. (HENRY, 1987) 

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du phénomène, mais s’attachent plus particulièrement à un ou plusieurs aspects” (Henry, 1987:49).

Aún, las fórmulas de lecturabilidad no deben de ser consideradas como referencia para la definición de lo que es la buena escritura o el buen estilo literario del material analizado. Las fórmulas de lecturabilidad no deben de ser utilizadas como directrices para un texto que va a ser escrito. Ellas sirven sobre todo para clasificar un texto después de haber sido escrito.

KLARE (1963) establece algunos principios para se escribir de modo comprensible. En primer lugar, comenta sobre el acto de la escritura: “(…) In short, writing is an art and not a science. Certain principles can be taught and followed, however, and something is known of their effect.” (1943, 48). De hecho, es extremadamente difícil definir lo que es la buena escritura. Sin embargo, algunos aspectos básicos pueden ser establecidos. Uno de ellos es el conocimiento adecuado del perfil del lector. Si el emisor quiere que su mensaje sea bien recibido y comprendido por el receptor debe de conocer algo de su público. El otro caso, el del escritor que escribe sin preocuparse con la comprensión del receptor (como ya mencionado en este capítulo) no interesa para este estudio.

Otro principio fundamental es el propósito del escritor, o emisor. El escritor tiene que saber lo que pretende conseguir con lo que va a escribir. El emisor debe de ayudar al lector a que consiga leer con más eficacia.

Un tercer principio tiene que ver con la selección de las palabras que van a componer el texto. Se puede tener como criterio: la selección de palabras más comunes aprendidas en los inicios del aprendizaje; palabras cortas en vez de un sinónimo más largo y complejo; palabras propias al idioma vernáculo en vez de términos de origen anglosajona, griega o normanda; términos no técnicos cuando posible; sustantivos concretos o definidos, a diferencia de términos abstractos. (KLARE,

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1963; Readability in news writing, 1945) No son estas reglas rígidas, sino más bien nociones sobre algunas características de redacción que hacen del texto algo más accesible al lector.

Hay un cuarto principio, relacionado a la construcción de la frase. El factor principal en este caso es la largura de la frase, pero hay también otros elementos como por ejemplo frases que contienen pocas oraciones preposicionales y frases que contienen pocas construcciones compuestas, complejas o compuestas-complejas (KLARE, 1963).

No es el caso de crear frases lo más cortas posible, tampoco de escribir solamente frases cortas. Lo importante es tener muy claro el perfil del lector y realizar un texto harmoniosamente compuesto por frases largas y cortas. KLARE y el jefe de redacción de la United Press en su informe5 comentan que lo importante es buscar mantener una media constante de extensión de frase, tan corta como exija la situación.

Un quinto principio establecido por KLARE y también comentado por FLESCH indica el uso de un estilo que posea alto índice de interés humano, es decir, humanizar el contenido escrito con informaciones personales. Lo que han comprobado estos autores es que el contenido más humanizado atrae más el lector que un contenido impersonal: “people are interested in people, so naming people and using other human interest words in a story makes the story easier to read”. (memo nº2, Readability in news writing, 1945). Este principio explica porque el mayor interés del público por novelas literarias que por los textos científicos: hay más calidad en el aspecto humano en aquél que en este.

Como ya dicho antes, el uso previo de alguna fórmula de lecturabilidad puede resultar en un texto demasiado mecánico y quitar la individualidad de su estilo. El escritor no debe de preocuparse por

                                                            5 Readability in News Writing, 1945. Informe realizado a pedido de la Associated Press con el propósito de medir los índices de dificultad de las noticias producidas. 

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la lecturabilidad en el momento de la escritura, sino con el orden de las ideas y el énfasis que pretende poner en ellas (KLARE, 1963).

El emisor debe de analizar la lecturabilidad al terminar un primer borrador del texto. Este es un buen momento en el que se puede aplicar una fórmula. El resultado obtenido ayudará al escritor a visualizar si el resultado está de acuerdo con el nivel de audiencia o no. Si el escritor se da cuenta de que no conseguirá llegar a su público, es necesario realizar una revisión del texto. Durante la revisión no se debe utilizar ninguna fórmula, como durante la primera versión, hasta porque las fórmulas ofrecen solamente una noción general de la dificultad del contenido, y un trabajo de revisión requiere más que un simple cambio en los niveles de complejidad. Se da por supuesto que los cambios en la escritura del texto, bien como la manera de hacerlos, dependen del escritor, es decir, que no hay un manual de reglas fijadas para hacer de un texto más asequible. A menudo, el simple hecho de reducir frases y sustituir palabras por otras más sencillas puede ayudar a bajar los índices de lecturabilidad, pero a la vez puede resultar en un texto más pobre en términos de calidad (KLARE, 1963).

Una vez revisada la primera versión se aconseja realizar una segunda verificación para comprobar si el material posee el nivel de lecturabilidad deseado. Con la practica el numero de verificaciones se reduce, pues el escritor termina por poseer una noción de lo que hace un texto más o menos comprensible.

El procedimiento de revisión de texto presentado arriba está enfocado en el escritor y en el uso que este puede hacer de las fórmulas. Para el caso de los editores o jefes de redacción que utilizan fórmulas, hay otra responsabilidad añadida: evitar que haya un cambio de significado en el texto. El contenido del texto no debe ser cambiado y siempre será una responsabilidad del autor hacerlo. Lo que le toca al editor es hacer correcciones en la estructura del texto (KLARE, 1963).

1.2 Breve historia de los estudios de lecturabilidad

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Resulta complicado poner fecha de inicio a la lecturabilidad en sentido amplio. El ser humano, ser social y por lo tanto comunicativo, a partir del momento en el que empieza a relacionarse con su entorno desea intrínsecamente que su mensaje sea bien comprendido (KLARE, 1963).

Ya en términos académicos y más en concreto sobre las fórmulas de lecturabilidad se puede decir que tienen su inicio en los comienzos del siglo XX en los Estados Unidos, y por lo tanto las primeras fórmulas de lecturabilidad creadas están enfocadas al idioma anglosajón. Ya se verá que las fórmulas de lecturabilidad están directamente ligadas al idioma del texto analizado, de manera que siempre habrá que hacer adaptaciones de las fórmulas según las particularidades de cada idioma. Aprovecho aquí para hacer un paréntesis y comentar que no han sido encontrados estudios de lecturabilidad en el ámbito de la lengua portuguesa, de manera que en el futuro trabajo de la tesis otra aportación sería adaptar alguna de las fórmulas de lecturabilidad al idioma portugués.

Un otro obstáculo a la investigación sobre lecturabilidad es que se nota que hubo una intensa ola de publicaciones entre los años 20 y 70 del siglo XX y escasa bibliografía contemporánea. De hecho, casi no hubo cambios o nuevas interpretaciones respeto a la lecturabilidad y sus fórmulas en los últimos treinta años, lo que no parece ser algo positivo, sobre todo por tratarse de un asunto como el lenguaje, que cambia de manera tan dinámica. Así, aunque ya se haya notado antes el exceso de citas, merece la pena justificar aquí que para los estudios sobre lecturabilidad se utiliza en este trabajo la obra de George Klare como obra principal de referencia, por ser este autor uno de los más importantes recopiladores del tema y por estar disponible en la biblioteca donde se realiza este trabajo. Quizás por ser un tema considerado “démodé” no haya una amplia bibliografía en la biblioteca. Otras publicaciones de la revista Journalism Quarterly son también citadas en este trabajo, por presentar conceptos de fórmulas y su aplicación a la praxis periodística. Otro autor, Georges Henry, también será bastante citado por su importante aportación a la lengua

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francesa (adapta al francés fórmulas creadas para la lengua inglesa) y por tratar del procedimiento de Cloze, un método muy eficiente para se medir la lecturabilidad.

HENRY (1987) presenta una tabla donde muestra las diversas fórmulas desarrolladas a lo largo del siglo XX, sus autores, así como sus variaciones hechas a medida de cada idioma6. Hay estudios y fórmulas desarrolladas en las lenguas inglesa, francesa, alemana, holandesa, española y sueca. HENRY (1987) aporta en su trabajo una nueva variación adaptada al idioma francés. Según HENRY, la primera fórmula de lecturabilidad fue criada en 1923 por Lively y Pressey. En esta fórmula se clasificaba cada palabra según el índice de correspondencia a su frecuencia en la lista de vocabulario básico de Thorndike. La media final indicaba el índice de dificultad. Poco a poco las fórmulas se hacen más sofisticadas y más variables entran en juego. La fórmula de Vogel y Washburne de 1928 ya presenta una verdadera ecuación para calcular el índice de lecturabilidad. Pero en general las fórmulas manejan variables más o menos semejantes: numero de palabras por frase, largura de frase, media de palabras concretas o abstractas. La fórmula más conocida hoy en día y más utilizada es la de Rudolph Flesch (1943), por ser considerada muy precisa y a la vez de cálculo muy rápido. En el anexo 1 se puede ver una tabla elaborada por Henry (1987) sobre las fórmulas de lecturabilidad a lo largo del siglo XX7.

Se puede notar a partir de la tabla algunos elementos comunes entre las distintas fórmulas, y llega a ser una cuestión de sentido común reconocerlas como variables realmente determinantes en el ámbito de la lecturabilidad desde el punto de vista del estilo: largura de frases, frecuencia de palabras ausentes en las diferentes listas de vocabulario básico, puntuaciones y largura de palabras por números de sílabas, etc.

                                                            6 Importante subrayar que la tabla fue realizada en 1987. Pero DuBay (2004) tampoco presenta muchos más avances en términos de fórmulas. 7 As referências a nivel escolar são feitas em la tabla com base nos padrões franceses. Hay que plantear la cuestión si se debe hacer los ajustes al sistema de enseñanza español o portugués. 

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Todo este proceso de matematización de la análisis de texto evidentemente es limitado, ya que la escritura y la asimilación del contenido leído son procesos bastante más complejos, como ya he mencionado antes (KLARE, 1963). Sin embargo las fórmulas aplicadas parecen haber enseñado resultados bastante satisfactorios a lo largo de los años, sobre todo en análisis de contenido educativo, documentos y noticias. El caso del periódico es un poco más complejo, aunque hayan hecho estudios de lecturabilidad de periódicos con base en fórmulas8. Trataremos sobre este asunto más adelante: lo que ocurre es que el periódico, por ser un medio híbrido (SUÁREZ CARBALLO 2008) requiere un análisis más detenido y con otros tipos de variables. De momento es importante que analicemos rápidamente los momentos históricos de los estudios de legibilidad, sus distintos enfoques y las divisiones por periodos según algunos autores.

Como mencionado en el comienzo de este ítem, KLARE (1963) comenta que la preocupación por hacer del contenido algo comprensible, “lecturable”, existe desde hace mucho tiempo. El autor encuentra entre los Talmudistas del siglo X un sistema de recuento de palabras e ideas para que pudiesen utilizar la frecuencia de ocurrencia para distinguir significados comunes de los infrecuentes. Luego entre algunos que trabajaban en el ámbito de la docencia en el siglo XIX demuestran gran interés con respecto a la comprensión del contenido escrito. F. W. Kaeding, un alemán, elabora un contador de palabras en 1898 y relaciona el vocabulario con dificultad de lectura y establece un vocabulario de base. N. A. Rubakin, ruso, realiza una recopilación de 1.500 palabras familiares en 1889. Eso demuestra como ya en esta época había interés no solo por las listas de vocabulario, sino que por un entendimiento del lenguaje común de una sociedad. El trabajo de elaboración de listas de vocabulario básico preparó para lo que sería sin duda la más importante ocurrencia no período previo al de la elaboración de fórmulas: la publicación en 1921 de The Teacher’s

                                                            8 READABILITY IN NEWS WRITING ; report on an experiment by United Press. 1945, United Press Associations 

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Word Book de E. L. Thorndike. Sus clasificaciones de frecuencia de ocurrencia de palabras en medios impresos no solamente influyó en la enseñanza en las escuelas pero también ofreció la base para el trabajo de Lively e Pressey en 1923 a la hora de desarrollar el primer método de medición de lecturabilidad que realmente puede ser considerado una fórmula. Como indica la tabla de Henry (1987), muchos otros estudios subsecuentes fueron realizados basados en los libros de Thorndike (KLARE,1963; HENRY,1987).

En general se está de acuerdo que el vocabulario es un factor importante cuanto a la dificultad de lectura. Sin embargo otros intentos han sido hechos para aislar otras variables. Rubakin señala el uso excesivo de frases largas como una fuente de dificultad. Pero fue L.A. Sherman, profesor de literatura inglesa, y sus alumnos, los que estudiaron la largura de las frases en los textos de manera cuantitativa como indicador de estilo. De hecho, descubrieron que la largura de las frases había disminuido a lo largo de los últimos años, de aproximadamente 50 palabras durante el período inicial (hacia el período Isabelino) hasta aproximadamente 23 en su época. Con relación a esto descubrieron una correspondiente disminución de predicación o un aumento en la extensión de las frases simples en la escritura. Sin embargo, por alguna razón los creadores de las primeras fórmulas no consideraron la largura das frases. Tampoco hicieron caso a H. D Kitson, psicólogo, que descubrió que tanto la largura de las palabras, en termos de números de sílabas, como la largura de las frases, e términos de número de palabras, eran más largas en publicaciones mas eruditas9 (KLARE, 1963).

El uso de la largura de las sílabas como índice de medición de dificultad de las palabras llegó de manera independiente por M. V. Bear. Ella descubrió que el porcentaje de palabras monosílabas en un muestreo de lectura ofrecían un índice correcto de dificultad de lectura. Ella también descubrió una alta correlación entre la largura de                                                             9 H. D Kitson compara los dos públicos: el del erudito Chicago Evening Post con el popular Chicago American, y la Century Magazine con la American Magazine y a partir de este estudio obtuvo el resultado descrito arriba. 

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una palabra e su frecuencia de uso. Su trabajo no pasó inadvertido: G. R. Johnson lo utilizó a la hora de desarrollar su metodología de clasificación escolar según la dificultad. Sin embargo, es curioso notar que el merito por haber encontrado una correlación entre tamaño de palabra y frecuencia de uso acostumbra a ser atribuida en general a G. K. Zipf, cuyo trabajo apareció ocho años después.

Otros dos sucesos más a mediados de los años 1920 merecen atención por su aportación al desarrollo de los estudios de lecturabilidad. El primer fue el impulso dado por los bibliotecarios a la corriente de los adeptos a los estudios de lecturabilidad. Mientras los pedagogos estaban inicialmente más interesados en materiales didácticos comprensibles para los niños, los bibliotecarios hacían campaña por materiales textuales comprensibles para los adultos. Dispersos esfuerzos individuales por descubrir libros accesibles al publico fueron reconocidos por la formación en 1925 del Sub Comité de Libros Legibles10 de la Comisión de Biblioteca e Educación Adulta. Hay evidencia de interés por parte de los rusos en la misma época, con preocupación primaria por la ilustración del Ejército Rojo.

El segundo evento, también en 1925, fue la publicación de W. A. McCall y Lelah Mae Crabb, Standard Test Lessons in Reading. Aunque no haya sido usado en investigaciones iniciales, este conjunto de pasajes graduales de lectura fue posteriormente lo más utilizado y más adecuado en términos de criterios disponibles para la construcción de las fórmulas de lecturabilidad (KLARE, 1963).

1.2.1 Fórmulas de lecturabilidad: orígenes y criterios

Según KLARE (1963), no es para nada sencillo explicar en qué consisten las fórmulas de lecturabilidad: es muy difícil delimitar el ámbito de actuación de estas fórmulas. Si se consideran como                                                             10 Sub‐Committee on Readable Books. 

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fórmulas solamente las ecuaciones de regresión, muchos estudios importantes son excluidos. Si un criterio mas amplio es adoptado, como por ejemplo lo de que una fórmula es cualquier método de medida de lecturabilidad, queda complicado poner límites suficientemente excluyentes.

Esta situación llevó a la sustitución del término “fórmula” por el de “método” inicialmente (KLARE, 1963). Otros como DUNLAP utilizan “medida” o “técnica” (apud KLARE, 1963). Una de las consecuencias de esta discrepancia terminológica son los distintos números de “fórmulas” encontradas. Até o ano de 1959 KLARE (1963) encontrou 39, e indica que Chall encontrou 29 mientras que DUNLAP 56. Ya HENRY hasta la fecha 1981 registra 75 fórmulas, mientras que DUBAY (2004) comenta que hacia los años de 1980 ya había más de 200 fórmulas. Ahí se nota el carácter controvertido de los estudios y fórmulas relacionados à lecturabilidad.

Así se establece que el término “fórmula de lecturabilidad” se refiere sobre todo a un método de medición creado con el fin de ser un instrumento predictivo. El carácter del método y la intención del lector deben de ser el de ofrecer estimativas cuantitativas y objetivas de dificultad a partir de trozos de textos escritos sin exigir que los lectores hagan tests de cualquier especie. Además, el método debe de ser suficientemente genérico para ofrecer estimativas sobre una extensión de aplicabilidad y dificultad y ser más que solamente un procedimiento criado para medir algunos libros específicos, en especial aquellos dentro de un nivel escolar. Así mismo, no es posible describir un procedimiento que saldrá igualmente bien para todas las fórmulas.

Como ya he comentado antes, una fórmula de lecturabilidad es una herramienta metodológica que estima el probable éxito que tendrá un lector para leer y entender un texto escrito. Es predictiva en la medida de que ofrece una estimativa de dificultad del material textual sin requerer que el lector lo lea o sea obligado a realizar tests sobre el texto leído: “In other words, it provides the kind of information about

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readability that a writer or teacher would have to judge through experience, or measure through a reading test” (KLARE, 1963:34).

Si una fórmula debe prever la dificultad de un texto escrito, deben de haber elementos en la escritura que estarán relacionados al éxito del lector desde el punto de vista de la comprensión. Estos elementos podrían estar relacionados a por lo menos cuatro ámbitos generales11: contenido, estilo, formato y organización. Listados en orden de importancia, los dos primeros son claramente más importantes. Sin embargo, se verificó que el contenido, formato y organización no podían ser desmembrados en elementos útiles de medida. Así, Gray e Leary, bien como otros investigadores, se concentraran en los elementos de estilo. Llegaron a contar 82 elementos de estilo que desde su punto de vista eran potencialmente útiles, pero solamente 64 podían ser contadas de modo fiable y tan solo 44 ocurrían con frecuencia en su muestreo lo suficiente para ser útil para análisis. La siguiente pregunta fue si estos elementos realmente relacionados a la facilidad o dificultad de la lectura y en qué medida (KLARE, 1963).

Para responder a esta pregunta es necesario tener una base de criterios para relacionar el número de ocurrencias de un elemento al grado de éxito en la lectura. En el caso del estudio realizado por Gray y Leary el criterio fue un conjunto de tests de lectura con preguntas de comprensión de texto en cada uno. Los trozos de texto habían sido clasificados según la dificultad, con criterios basados en el número de preguntas que aproximadamente 1000 lectores pudiesen responder correctamente. Entonces analizaron cada trozo de texto para verificar si ciertos elementos de estilo ocurrían con mayor o menor frecuencia a la medida que los textos se hacían más difíciles. La amplitud de la relación para cada elemento fue expresada en un coeficiente de correlación, como suele ser. La ultima etapa del trabajo de Gray y Leary fue combinar los elementos más previsibles de dificultad en una fórmula. Su método fue una ecuación de regresión que mide los elementos utilizados en relación a su aportación a la media general. (KLARE, 1963).                                                             11 Estudo realizado pelos professores GRAY e LEARY. 

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El procedimiento de investigación y análisis de elementos potenciales, contaje e correlación de ocurrencia de los elementos con índices de dificultad en criterio de pasajes y la combinación en una fórmula de ecuación regresiva puede ser definido como el padrón común para la creación de fórmulas. Frecuentemente los elementos son escogidos basados en la lógica o simplemente de manera empírica. Analogicamente, recentes desenvolvedores de fórmulas raramente se preocuparam com uma análise tão ampla de elementos como Gray e Leary, e de fato não foi realmente necessário justamente por já haver experiência acumulada na área (KLARE, 1963).

Quizás la mayor variación haya sido respecto a los criterios seleccionados, como se puede comprobar en la tabla de HENRY (1987). Sobre las variaciones de los criterios seleccionados entre las diferentes fórmulas, así como como elementos comunes que las unen, KLARE comenta:

“The one thing common in each criterion has been the existence of a gradation of readability in the materials used. Beyond that, however, it has consisted of sets of judgements, reading speeds, comprehension tests, reading ability scores, and even readability scores derived from another formula or formulas. In relating the number of elements to the criterion, the early workers frequently used an inspection method; later workers have usually used the more refined technique of correlation. The later work also generally resulted in a regression equation formula, while in the earlier, an index number or normative table was common” (KLARE, 1963:36).

1.2.2 Principales fórmulas de lecturabilidad

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Algunos autores suelen clasificar por grupos las fórmulas según los criterios de análisis o período histórico en el que fueron desarrolladas. HENRY clasifica los estudios sobre lecturabilidad y su consecuente desarrollo de fórmulas en dos grupos grandes, según los criterios externos utilizados para la validación de las fórmulas. El primero, de 1920 a 1960 y el segundo de los años 60 hasta la fecha de publicación de su estudio (1987). En el primer período los criterios utilizados son la comprensión de los textos, la velocidad de lectura y la evaluación por parte de los profesores y de los alumnos. En el segundo, el procedimiento de Cloze tiene un papel preponderante (HENRY, 1987: 41).

Ya KLARE realiza una clasificación más detallada respecto a los períodos: “early formulas” (1921- 1934); “detailed formulas” (1934-1938); “efficient formulas” (1938-1953); “especialized formulas” (1953-1959)12. La clasificación de KLARE va solamente hasta el año de 1959, y la de HENRY se extiende un poco más, hasta los años de 1980. Así mismo, es más importante comentar sobre la clasificación de KLARE, una vez que fueron los años más fecundos para el desarrollo de las fórmulas y en los años siguientes hubieron pocos avances significativos.

1.2.2.1 Primeras fórmulas (1921-1934)

Como he comentado arriba, es difícil definir con precisión cuando exactamente surgió la primera fórmula en términos genéricos. Aunque ya hubiese a finales del siglo XIX y comienzos del XX estudios que median la largura de palabras y la largura de las frases (como p. ej. el                                                             12 Estos estudios realizados por George R. Klare llevan fecha de 1963, por lo tanto su clasificación termina en 1959. Así mismo, daremos más importancia a la clasificación de KLARE, una vez que el propio HENRY se apoya mucho en su trabajo. 

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estudio de H. D. Kitson, ya mencionado antes) y que estos mismos estudios más tarde fuesen utilizados como objeto de investigación en los estudios de lecturabilidad, Jeanne CHALL (1958) da crédito al primer estudio cuantitativo de lecturabilidad a Bertha A. Lively y S. L. Pressey, cuyo trabajo sobre el peso del vocabulario en un texto fue publicado en 1923 (KLARE, 1963:37). El método de Lively y Pressey fue diseñado para fornecer una estimativa de la dificultad del vocabulario, basado en un muestreo de 1000 palabras seleccionadas sistemáticamente de un libro. El tiempo aproximado de análisis por libro era de 3 horas. El procedimiento consistía en:

1. Calcular la extensión del vocabulario: número de palabras diferentes

2. Atribuir un índice de dificultad basado en la frecuencia de cada palabra, semejante al libro de Thorndike (Teacher’s Word Book). Las palabras más frecuentes en 1000 recibían un 10, las segundas más frecuentes 9 y así por delante.

3. Determinar las palabras de “valor cero”, es decir, el número de palabras que no están en la lista de 10000 palabras de Thorndike (el índice de palabras pertenecientes al vocabulario básico, como ya he comentado antes).

4. Calcular el valor del índice medio ponderado: la media del número del índice de palabras de valor cero multiplicado por dos. Así, cuanto más alta la media del índice numérico, más fácil será el vocabulario.

El trabajo de Lively y Pressey luego incentivó a otros investigadores a medir la dificultad de la lectura en los libros infantiles. Washbourne y Vogel utilizaron la fórmula de Lively y Pressey para analizar 700 libros que habían sido clasificados por por lo menos 25,000 de un total de 37,000 niños como siendo algunos de los títulos leídos durante el año lectivo que más les había gustado. La media obtenida por un niño que había leído e al que le había gustado la obra podía entonces ser considerada e utilizada como nivel de enseñanza. Esta clasificación de nivel de enseñanza estaba relacionada al factor de valor cero en la

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fórmula de Lively-Pressey y el coeficiente sorprendente de .80 fue obtenido (KLARE,1963).

El trabajo de Washburne y Vogel fue importante no solamente porque fue el primer estudio de validación de una fórmula utilizando un criterio externo, sino también porque forneció una base sobre la cual estos otros autores pudieron construir sus propias fórmulas de lecturabilidad. Vogel y Washburne primero seleccionaron pasajes en 152 de los 700 libros de su lista de manera que el muestreo reducido representase con precisión el grado de dificultad de los libros de 3º a 9º cursos. Entonces analizaron los pasajes de acuerdo con los elementos de estilo potencialmente previsibles cuanto a la dificultad, analizaron diez de estos cuidadosamente y por fin utilizaron 4 en su fórmula final. KLARE explica el procedimiento:

“Vogel and Washburne

Systematically sample 1000 words of the book to be analyzed, noting prepositions;

Count the number of different word in 1000 (x2);

Count the total number of prepositions (x3);

Count the total number of words not on the Thorndike list of 10,000 (x4);

Count the number of simple sentences in 75 sample sentences (x5);

Apply in the regression equation:

X1 (reading score)= .85x2 + .101x3 + 604x4 + .411x5 + 17.43 ” (KLARE, 1963:39).

KLARE considera que esta fórmula posee particular importancia porque además de ser semejante a las fórmulas clasificadas como

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“modernas”, también presentó índices que correspondían a los 0.845 obtenidos con los tests de lectura con niños que habían leído los libros seleccionados.

Otro estudio de lecturablidad que aparece en 1928 es el de Edward Dolch. Consiste en un método para medir la “carga de vocabulario”. Dolch analizó una serie de libros de texto entre el 1er y el 5º cursos, utilizando los siguientes índices de dificultad:

“Dolch

Percentage of different words;

Percentage of difficult words (using his combined word study list);

Degree of difficulty of words;

Median frequency of difficult words;

Degree of difficulty for supplementary reading” (KLARE,1963: 40).

Dolch no hizo una combinación de índices en forma de estadística, sino que sugirió que más de uno de ellos fuese utilizado.

En esta misma época el trabajo de A. S. Lewerenz estaba a punto de aparecer. Aunque reconozca la influencia de Washburne y Vogel, su medida de lecturabilidad fue una de las más inusitadas en la historia de la lecturabilidad. KLARE lo explica:

“Lewerenz – first technique

Take a systematically spaced sample of 1000 words and determine the number of different words;

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Tabulate the number beginning with each letter of the alphabet, and get a total for the entire alphabet;

Determine the percentage of words beginning with ‘w’, ‘h’ and ‘b’ – these are easy words; determine the percentage beginning with ‘i’ and ‘e’ – these are hard words13;

Consult a table of norms to get a value corresponding to each percentage;

Average the five values; this provides a grade-placement score for vocabulary” (KLARE,1963: 40).

Ya la segunda técnica de Lewerenz fue una completa renuncia a su primera. En vez de tabular palabras que empezaban por ciertas letras, lo sustituyó por:

“Lewerenz – second technique

Vocabulary difficulty – the ratio of simple Anglo- Saxon words to difficult technical and special meaning words of Greek an Roman derivation;

Vocabulary diversity – the ratio between words appearing in ‘Clark’s first 500’ and the total number of different words use” (KLARE, 1963:41).

Una contaje de cada uno de estos elementos ofreció índices de nivel de vocabulario separados. Los índices obtenidos en diversos tipos de                                                             13 Otra vez más la cuestión del idioma tiene un papel de extrema importancia en las investigaciones sobre la lecturabilidad. En este caso el autor se refiere a palabras fáciles y difíciles del idioma anglosajón. En el caso del castellano (o del portugués, según el objeto de análisis de la futura tesis) habría que buscar por alguna lista de vocabulario básico o estudio ya realizado sobre la lecturabilidad. 

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contenidos periodísticos ofrecieron una variedad considerable y ya prevista.

Lewerenz en 1935 añade el elemento “interés de vocabulario”, que según él mismo consiste en una estimativa de palabras imageticas o sensoriales utilizadas por el autor. En 1939 añade aún los elementos de palabras polisílabas y de masa de vocabulario.

KLARE comenta sobre la dificultad para evaluar el método de Lewerenz, por haber ofrecido poca información respeto al desarrollo, validación e aplicación de su fórmula.

Otro método de medición clasificado en el grupo de las “Early Formulas” es el de Johnson, dirigido sobre todo a los niños. KLARE lo explica:

“Johnson

Select thirty 100-word samples systematically throughout the book to be analyzed;

Count the number of polysyllabic words;

Determine the percentage of polysyllabic words” (KLARE, 1963:42).

Este es un método sencillo y fiable, además de ofrecer resultados rápidos. Johnson justifica el uso de las variables al afirmar que los estudiantes comprenden mejor un texto de palabras monosílabas que otro cargado de palabras polisílabas. Además, el aumento porcentual de palabras polisilabicas genera disminución de la frecuencia de Thorndike.

1.2.2.2 Fórmulas detalladas (1934- 1938)

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Cuatro nuevas fórmulas de lecturabilidad son creadas en el año de 1934. La primera entre ellas, la de Ralph Ojemann, investiga la capacidad de lectura entre adultos e el factor más asociado a la dificultad de lectura. El siguiente trabajo que surgió en el mismo año fue el estudio de Dale y Tyler sobre los factores que influyen en la dificultad de lectura en los adultos con habilidad de lectura limitada. Es interesante enseñar aquí los factores determinantes de dificultad según Dale y Tyler, agrupados por KLARE:

“Dale and Tyler

1. Technical vocabulary – words known to readers;

2. Easy words – 769 words common to Thorndike’s first 1000 and to the word list of the International Kindergarten Union;

3. Hard, nontechnical words – unfamiliarity rating based on use of Dale’s list of 8000 words for pupils in grades 4, 6, and 8;

4. Type and length of sentences used – simple, complex, and compound;

5. Number of clauses and prepositional phrases;

6. Number of personal pronouns;

7. Number of monosyllabic words;

8. Other (miscellaneous) factors” (KLARE, 1963:46).

Otro estudio interesante realizado en el año 1934 fue el de McClusky, uno de los pocos investigadores a utilizar el criterio de velocidad de lectura en vez del de comprensión de texto como índice de lecturabilidad. Por fin llegó a la conclusión que los siguientes factores pueden ser elementos que contribuyen para la dificultad:

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“McClusky

Number of ideas per 100 words;

Number of letters per word (average);

Number of words per sentence;

Number of various types of nouns used (technical versus nouns as names of common objects” (KLARE,1963:47).

McClusky concluyó que la dificultad varia según el asunto del que trata el texto (novelas o ficción suelen ser más fáciles, física más difícil), pero que también los textos considerados fáciles tenían más palabras cortas y concretas, bien como frases cortas y simples. Sobre la variable “numero de ideas en cada 100 palabras” no se encontró ninguna diferencia entre el material fácil y el difícil.

Otro estudio interesante realizado en la misma fecha es el de Gray y Leary, con la publicación de su libro What Makes a Book Readable. El enfoque de su estudio va también dirigido al publico adulto con capacidad de lectura limitada. Así, construyeron un examen de lectura llamado “Adult Reading Test”, en el que hay citas de ficción y no ficción y el lector tiene que contestar a preguntas sobre los textos leídos. Llegaron a un resultado de 20 elementos que estaban relacionados a la lecturabilidad de manera significativa. La etapa final consistió en combinar cinco de los veinte elementos en una ecuación para se poder prever el índice de lecturabilidad. Klare explica el procedimiento para se utilizar la fórmula:

“Gray and Leary

Select a passage of 100 words from each chapter of a book to be analyzed;

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Analyze each passage to determine:

a. Number of personal pronouns (x5),

b. Number of different hard words not common to the Dale list of 769 words (x2),

c. Average number of words per sentence (x6),

d. Percentage of different words (x7), and

e. Number of prepositional phrases (x8);

Calculate de average occurrence of each element for the book as a whole;

Substitute the obtained values in the equation:

X1= - 0.1029X2 + 0.009012X5 – 0.02094X6 – 0.3313X7 – 0..1485X8 + 3.774

Solve the equation for X1, which is the average comprehension score a group of adults of limited reading ability probably would make if tested on the content of the book” (KLARE, 1963: 48).

Sobre esta misma fórmula Gray y Leary hacen variaciones después (como indicado en la tabla de Henry), pero esta es la primera formula y la más significativa.

En 1935 se publica el trabajo de Elizabeth Morris y Dorothy Halverson, que consiste en medir la lecturabiliad desde las palabras, clasificadas por grupos (palabras básicas o fundamentales; palabras concretas aprendidas en la convivencia y la enseñanza; palabras abstractas). Es una técnica bastante distinta de las otras, además de poco accesible, así que no obtuvo mucha popularidad.

1.2.2.3 Fórmulas eficientes (1938- 1953)

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A partir de los años de 1938 las fórmulas parecen dar más importancia a la eficiencia, a la rapidez y a la simplicidad de uso. La primera fórmula importante de este periodo es la nueva versión de la fórmula de Carleton Washburne y Mabel Vogel Morphett de su original “Vogel- Washburne”. En su nueva versión simplificada no hay cambios en su precisión, sino en algunas alteraciones en las variables y cálculos. En los siguientes años son creadas más fórmulas de lecturabilidad, basadas en el modelo de Vogel-Washburne, como por ejemplo la de Irving Lorge.

Otra importante fórmula creada es la de Edward Kessler, que creó una versión reducida a partir de la fórmula de Gray y Leary utilizando solamente dos de sus elementos. Lo que Kessler pudo verificar fue que los resultados obtenidos con su fórmula coincidían con los de Lewerenz y con las recomendaciones dadas por el Standard Catalog for High School Libraries.

La siguiente fórmula a la de Kessler es la que estaría destinada a ser una de las más conocidas en la historia de la lecturabilidad: la primera fórmula de Rudolph Flesch. DUBAY (2004:21) afirma que gracias a Flesch se empezó a dar más importancia a los estudios de lecturabilidad. Según Klare, su popularidad se debe a muchos factores. Su fórmula es una fórmula relativamente simples de tres elementos, aún con un poder predictivo satisfactorio.. Aportaba algo nuevo a la época por medir algo más que vocabulario. Pero lo más importante es que la fórmula se hizo conocida gracias a la habilidosa popularización hecha por Flesch mismo. En una serie de artículos y libros citaba su fórmula, sus puntos de vista sobre la escritura accesible y la noción sobre lecturabilidad, lo que llamó la atención de muchos escritores en periodismo, en los negocios y en el gobierno. Antes de Flesch el concepto de lecturabilidad era algo conocido solamente entre educadores, pero él lo elevó a una categoría más alta y lo llevó a la mayoría de los ámbitos de la comunicación de masa. De hecho, si se

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busca hoy día en la Web la entrada “readability” los resultados que aparecen en su mayoría se refieren a Rudolph Flesh y su fórmula14.

Una vez que la fórmula de Flesch se hizo tan conocida, y que muchas de las fórmulas siguientes a la suya no son más que variaciones de su original, merece la pena dedicarle un poco más de atención. Flesch, junto al Reading Laboratory en Columbia University, probó una serie de fórmulas de lecturabilidad y encontró muchos fallos en ellas. Le pareció que la mayoría de las fórmulas no estaban hechas para el publico adulto porque enfocaban demasiado en el vocabulario a coste de otros elementos. Segundo, le pareció que no se prestaba mucha atención al papel que tenían las palabras abstractas en determinar la dificultad. Por fin, el hecho de que midiera el tamaño de las frases sí que era una medida satisfactoria.

Con estos elementos en mente Flesch montó, para testar su hipótesis, un criterio de evaluación de cinco niveles de dificultad para artículos de revista. Descubrió que su criterio de medida de palabras abstractas e contaje de morfemas estaban más asociados a los niveles de las revistas que los elementos utilizados por Lorge. Así creó una fórmula de tres variables utilizando el “Standard Test Lessons” de McCall-Crabbs como criterio (FLESCH, 1949). Su procedimiento era este:

“Flesch

Systematically select samples of 100 words throughout the material to be rated;

Compute average sentence length in words (Xs);

Count the number of affixes (Xm);

Count the number of personal references (Xh);

Average the results and insert in the formula:

                                                            14 http://www.readabilityformulas.com/ 

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.1338Xs + .0645Xm - .0659Xh - .7502” (KLARE, 1963:53).

Flesch hizo después correcciones a su primer fórmula, que al final se quedó así:

.07Xm + .07Xs - .05Xh + 3.27

Esta seria una primera versión de la fórmula que se intituló la “Reading Ease”. Flesch no dispensó el aspecto de las referencias personales. Al contrario, añadió a su fórmula otra, la de “interés humano”. La razón por que lo hizo se debe a la aplicación de la Reading Ease en dos libros de psicología utilizados por alumnos de graduación y pre graduación de la Universidad de Harvard. Se verificó que el nivel de dificultad del libro Psychology de William James estaba superestimado, mientras que el Principles of Gestalt Psychology de Koffka era subestimado, según el juicio de los alumnos. Así, Flesch realizó dos nuevas fórmulas, una para la Reading Ease y otra para el Interés Humano:

“Flesch

A. Reading Ease

Systematically select 100-word samples from the material to be rated;

Determine the number of syllabes per 100 words (wl);

Determine the average number of words per sentence (sl);

Apply in the following reading ease equation:

R.E.= 206.835 - .846wl – 1.015sl

B. Human Interest

Systematically select 100-word samples (as above);

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Count number of personal words per 100 words (pw);

Count number of personal sentence per 100 sentences (ps);

Apply in the following human interest equation:

H.I.= 3.635pw + .314ps” (KLARE, 1963:54).

Otra fórmula, conocida como la segunda más utilizada, es la de Edgar Dale y Jeanne Chall y fue creada con el propósito de corregir algunas deficiencias de la fórmula original de Flesch. Su trabajo está basado en la hipótesis de que se debería utilizar una lista de palabras más grande para medir con precisión los niveles de dificultad; en la cual el contaje de referencias personales no es necesario; una fórmula mas eficaz podría ser creada utilizando solamente una variable de palabras y otra de frase.

Al contrario de las fórmulas de Flesch y Dale-Chall, que estaban hechas para material adulto en principio, salen dos fórmulas para material infantil en el año 1948. La primera es la de Dolch, con su método para definir la dificultad de los libros de texto según el curso. La otra es la de Lester y Viola Wheeler, de la Universidad de Miami. Ninguna de las dos nos interesa para los estudios futuros.

En 1950 Flesch desarrolla otra fórmula, la de medición del nivel de abstracción. Flesch sostiene que esta fórmula sirve también como fórmula de medición de lecturabilidad, una vez que la abstracción es un elemento básico suyo.

En los años siguientes se nota que hay versiones y mejoramientos hechos casi todos a partir de la fórmula original de Flesch. Es el caso por ejemplo de Gillie, con su fórmula simplificada de medir el nivel de abstracción, o la fórmula Farr-Jenkins-Paterson, una versión simplificada de la Reading Ease. Otra fórmula muy relacionada a la de Flesch es la de Robert Gunning, creador del “Índice Fog”, el índice que indica el año escolar exigido para que se pueda leer el material. La

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fórmula de McElroy posee también muchos rasgos de la fórmula de Flesch y de Gunning.

De modo general se nota la búsqueda por la eficacia y rapidez a la hora de obtener resultados a partir de las fórmulas. En este periodo hay una serie de publicaciones de tablas hechas para se poder aplicar las fórmulas de manera rápida y fácil sin tener que utilizar el ordenador. James Farr y James Jankins hicieron tablas para la aplicación de la Reading Ease y la Human Interest de Flesch.

1.2.2.4 Fórmulas especializadas (1953- 1959)

Un ejemplo de la nueva tendencia a la especialización fue la fórmula para determinar la lecturabilidad de testes estandarizados creada por Fritz Forbes y William Cottle. Los autores indican que todavía no existían fórmulas propias para medir este tipo de contenido. También se puede aplicarla a encuestas de opinión publica así como a titulares de noticia y slogans de publicidad.

En 1954 Rudolph Flesch crea una nueva fórmula, la llamada “experimental”. Es una técnica de dos partes, una para medir el realismo, especificidad, concretud (el contaje “r”) y la otra parte para medir la energía, entrega de fuerza y viveza (el contaje “e”). El autor pudo confirmar su nueva técnica comparando las escrituras de drama y ficción, escritura periodística y escritura académica y profesional.

Flesch publicó aún otra fórmula, una medida de la dimensión de la formalidad y de la popularidad en el estilo de escritura. Fue creada para ofrecer índices que seguían un ranking lógico desde revistas académicas y científicas hasta muy populares publicaciones de ficción.

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La clasificación de las fórmulas según períodos termina aquí para KLARE (1963). HENRY se extiende hasta los años 1980, dividiendo toda la historia de la lecturabilidad en dos periodos, además de comentar sobre fórmulas en otros idiomas. Para HENRY (1987), el “Cloze Procedure” (o procedimiento de cierre) creado en los años de 1960, es la técnica verdaderamente distinta de todas las otras fórmulas. La técnica consiste en borrar las quintas palabras de un texto para que uno las rellene. Se han obtenido resultados bastante satisfactorios utilizando esta técnica.

No se puede decir que haya una cierta “evolución” en términos de fórmulas y técnicas de análisis de lecturabilidad. Lo que sí se percibe es una variación de enfoques y criterios de análisis desde puntos de vista distintos. HENRY (1987) subraya que la gran diferencia entre os dos períodos es el desarrollo del procedimiento de cierre e su perfeccionamiento desde los años 60 hasta hoy. Así mismo, no hay fórmula perfecta por excelencia. Lo que se debe hacer es buscar la fórmula más adecuada al objeto de estudio.

1.3 Uso y aplicaciones de las fórmulas

Aunque sean objeto de critica y muchas veces no inspiren confianza, las fórmulas de lecturabilidad son las únicas herramientas de que dispone uno que quiera de cierta manera “medir” el nivel de comprensión del texto analizado. De hecho, a lo largo del siglo XX el gobierno de los Estados Unidos se ha servido muchas veces de este recurso, y no pocos educadores en todo el mundo se han servido del mismo recurso para verificar los materiales didácticos. DUBAY (2004) por ejemplo presenta un interesante paralelo entre el desarrollo de las fórmulas de lecturabilidad y su aplicación en la evaluación de los oficiales del ejercito americano a lo largo del siglo XX. De hecho ya antes había una preocupación por parte del gobierno

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norteamericano respecto a la capacidad de lectura de sus combatientes. Desde la 1ª Guerra Mundial ya se hacía tests de aptitud intelectual para poder ingresar en las Fuerzas Armadas, pero solamente a partir de 1950 se aplica el test de cualificación literaria para poder ingresar.

Un escritor, editor o investigador que quiera aplicar una fórmula a un texto tendrá que elegir entre aproximadamente 31 formulas, bien como sus variaciones. La cuestión está en cual fórmula utilizar. Dos características son las más frecuentemente utilizadas como criterio de elección: precisión de la fórmula y velocidad de aplicación (KLARE, 1963:22). No son criterios contradictorios y se puede optar por los dos. Sin embargo, se entiende que un profesional de investigación desea realizar un análisis que exija más tiempo, pero que le ofrezca mayor precisión de resultados, mientras que a un editor o escritor no les importará sacrificar un cierto grado de precisión a cambio de una significativa ganancia en velocidad. Además de estas circunstancias hay otros factores que tienen que ver con la finalidad específica a la que se dirige la fórmula. Algunos ejemplos son la medición de lecturabilidad desde el punto de vista de la usefulness (para contenido infantil o adulto); la habilidad para medir los niveles de abstracción y dificultad de ideas más que dificultad de estilo; y utilidad con materiales de forma no contextual, como a través de tests e cuestionarios.

Son consideraciones como estas que demuestran la imposibilidad de elegir a una fórmula como la mejor. Además, todavía no se tienen comprobadas características como velocidad, confiabilidad, utilidad para determinado nivel de dificultad o tipo de material para todas las fórmulas. KLARE ofrece algunas sugerencias generales sobre fórmulas aplicables al material adulto:

- Fórmula más precisa: conocida como Dale-Chall es más precisa que otras en comparación, algunas veces con ligeras diferencias. Hay una versión recalculada de esta fórmula que es la creada por Powers, Sumner e Kearl, pero la precisión prevista probablemente no es demasiado grande.

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- Fórmula más rápida: conocida como Farr-Jenkins-Paterson. Consiste en una simplificación de la fórmula Flesch Reading Ease (sobre la cual hemos comentado antes) y es la más rápida, aunque fórmulas como la de Robert Gunning todavía no hayan sido evaluadas. La Farr-Jenkins-Paterson es ligeramente menos precisa que la Flesch Reading Ease, pero el usuario que quiera una fórmula rápida que ofrezca resultados no muy precisos puede optar por utilizarla.

- Fórmula más popular: seguramente la Flesch Reading Ease, una elección harmoniosa entre la Dale-Chall y la Farr-Jenkins-Paterson, además de tener la ventaja de ser una de las más usadas y sobre la cual muchos datos de investigación están disponibles15.

- Fórmula utilizada para medir el nivel de abstracción: la fórmula Flesch utiliza una medida de abstracción para llegar a un índice de lecturabilidad, pero este es un método complicado. Gillie propone uno más curto y sencillo.

- Fórmula para materiales no contextuales: la fórmula Forbe-Cottle es útil para tests psicológicos e inventarios.

No hay una línea definida que separe entre fórmulas que analizan contenido adulto del infantil. Algunas fórmulas originalmente criadas con enfoque en contenido adulto pueden alcanzar un grado escolar bajo y por tanto son aplicables a los contenidos de nivel infantil. La fórmula Flesch Reading Ease ha sido aplicada en contenidos de nivel tan básico como el 4º curso, y la Dale-Chall fue aplicada en un muestreo de 3º curso. Sin embargo, cuando se trata de analizar el contenido específico para niños hay una ventaja en poder utilizar fórmulas creadas específicamente para este nivel educativo. KLARE (1963:23) sugiere algunas:

- Fórmula popular genérica para niños: la de Washburne-Morphett, ampliamente aplicada y es considerada una de las más precisas.                                                             15 Conferir a página web “Readability Formulas.com”, onde há bastante informação sobre a Flesch Reading Ease: http://www.readabilityformulas.com/flesch‐reading‐ease‐readability‐formula.php  

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Enfoca desde el 1º hasta el 9º curso de enseñanza básica. La fórmula de Lorge enfoca hasta el 12º curso y es utilizada tanto para material infantil como adulto. Otra fórmula ampliamente utilizada es la de Yoakam.

- Fórmulas para niveles infantiles inferiores: las fórmulas de Spache y la versión de Stone enfocan del 1º hasta el 3º curso. La fórmula de Wheeler y Smith va del 1º hasta el 4º curso.

- Una otra fórmula más reciente parece ser promisora: la fórmula de Tribe para el 2º hasta el 8º curso ha sido desarrollada minuciosamente. KLARE entonces decía que todavía era demasiado precipitado para evaluarla por completo, pero que parecía tener buen potencial. No he buscado información respecto a la fórmula de Tribe hoy día.

- Una fórmula para medir el nivel de abstracción: la de Bloomer porque trata del problema de la abstracción en textos infantiles y porque trata del asunto desde un punto de vista diferente (KLARE, 1962: 24).

Es importante subrayar respecto a las limitaciones que poseen todas las fórmulas de medición de lecturabilidad. A lo largo de los años hubo muchas críticas respecto a las fórmulas, con frecuencia por una excesiva presunción sobre el objetivo de las fórmulas: se pensaba que deberían medir todos los aspectos importantes de la escrita. Por otro lado, hubo usuarios que aceptaron sin ninguna crítica todos los resultados ofrecidos por las fórmulas, hasta en momentos en los que había evidencia contra su aceptación (KLARE, 1963:24). Así que una breve aclaración sobre las limitaciones de las fórmulas parece ser importante a la hora de presentar los resultados obtenidos a partir de cualquier muestra.

En primer lugar, las fórmulas miden solamente un aspecto de la escrita: el estilo. Algunas fórmulas pueden llegar próximas al aspecto del contenido a través de la análisis del nivel de abstracción, pero de manera muy superficial e indirecta. Además, la experiencia demuestra que a menos que el contenido sea interesante y relevante a la

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necesidad del lector, no hará mucha diferencia si el contenido es comprensible o no, ya que apenas será leído. Las fórmulas no están hechas para analizar el contenido porque no tratan de aspectos como organización, orden de palabras, formato o figuras de retórica. Tampoco tienen en cuenta los diferentes propósitos, madurez e inteligencia de los lectores.

En segundo lugar, las fórmulas miden tan solo uno de los muchos elementos de estilo: la dificultad. Otros aspectos de estilo son también muy importantes, como cualquier experto puede indicar (algunos elementos por ejemplo son la fuerza dramática del texto, o capacidad de provocar motivaciones). Como comenta KLARE (1963:25): “Writing may sway opinions or satirize public life, but a formula will not measure its effectiveness in doing so.”

En tercer lugar, las fórmulas no miden el nivel de dificultad de manera perfecta. Las fórmulas se prestan a ofrecer una media aproximada del nivel de dificultad según el nivel de escolaridad. Aún, son raras las fórmulas extremadamente precisas. Los factores antes mencionados frecuentemente tienen un papel importante a la hora de determinar si una obra pertenece a un determinado nivel de dificultad en cualquier circunstancia. Además, un resultado de fórmula puede ser impreciso debido a errores de muestreo o de aplicación.

Cuarto, las fórmulas no son criterio de buena literatura. Por supuesto que un texto muchas veces puede ser considerado pobre por poseer un nivel de lecturabilidad bajo, pero un buen índice de lecturabilidad no hace con que un texto sea de buen nivel literario. A menudo se utiliza el recurso de reducción del tamaño de las frases y a la sustitución de términos complejos por palabras más sencillas con el propósito de obtener un texto más accesible al lector y el resultado demuestra ser desastroso.

Aún, la dificultad de estilo resulta ser una de las muchas características de una obra escrita, y frecuentemente demuestra ser una característica importante debido a su relación con la velocidad de lectura, aceptación, comprensión e aprendizaje. Si las fórmulas son

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consideradas previsoras eficientes de nivel de dificultad de texto, en la mayoría de las veces más confiables y precisas que los escritores mismos, entonces eso es todo lo que se debe esperar de ellas, no más. Actualmente otros aspectos de la escrita (como por ejemplo el contenido) no son considerados en los resultados de las fórmulas. Así, con las limitaciones en mente, será posible que el comunicador haga buen uso de las fórmulas.

Sobre los periódicos, hay casos en los que tanto han utilizado el Índice Fog como la Flesch Reading Ease. El informe de la United Press de 1945 utiliza el Índice Fog como medidor, pero hay otros casos de estudio de lecturabilidad en otros medios impresos en los que han utilizado la Reading Ease.

Todavía no se puede definir cual seria la fórmula ideal para anexar a la fórmula de análisis de contenidos móviles, o ni siquiera si haría falta aplicar alguna nueva fórmula en el futuro. Lo más importante respecto a los estudios de lecturabilidad es darse cuenta de que hay un tema común en todas las fórmulas creadas a lo largo del siglo XX que es la medida de dificultad por excelencia: el tamaño de las palabras y su complejidad y el tamaño de frases. Lo más simples y cortas son las palabras, más comprensible será un texto. Y hay una razón para que sea así: está en el comportamiento del ojo humano y en la capacidad del cerebro de interpretar datos. Sobre este tema trataremos ahora en el segundo capítulo, en el que se hablará de la legibilidad y del diseño periodístico.

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Capítulo 2 – La legibilidad y el diseño periodístico

La legibilidad trata de analizar el material textual a partir de un enfoque más de la imagen. Aunque las letras y palabras no deben ser consideradas como imágenes sino como signos componentes de significado (SUÁREZ CARBALLO, 2008), la legibilidad se preocupa también por los aspectos formales y estéticos de los tipos gráficos. Sin el estudio de la legibilidad las fórmulas de lecturabilidad por si solas quedan cortas. Así, en este capítulo vamos a analizar algunos aspectos de la legibilidad, empezando por el comportamiento del ojo humano durante la lectura (¿qué ocurre mientras se lee?). Enseguida trataremos sobre el diseño periodístico, tema muy reciente que trata de aplicar los principios de legibilidad al oficio del periodismo.

2.1 El proceso de la lectura

Ahora trataré de explicar en detalles una de las actividades más practicadas por el ser humano y de las cuales menos somos conscientes de su proceso. Veremos ahora lo complejo que es el proceso de la lectura y las etapas de la captación de la información escrita. Veremos primero como se comporta el ojo humano al recorrer las líneas de un texto. Luego, como hace el cerebro para montar toda la información captada por el ojo. Por fin veremos cuales aspectos visuales de un texto contribuyen para la mejor asimilación del contenido.

2.1.1 El ojo humano: ¿qué ocurre mientras se lee?

No se puede hablar de legibilidad, lecturabilidad y otros aspectos cognitivos humanos sin tratar del tema de la percepción humana en

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sentido neurofisiológico. Tampoco se trata de profundizar demasiado sobre la neurociencia o aventurarse en el campo de la oftalmología, será más bien un rápido pasaje sobre las etapas del proceso cognitivo de modo genérico y entonces hacer un enfoque hacia la lectura. Según BUEN UNNA (2008), debemos considerar la percepción de la imagen como un proceso de extracción de información, que se desarrolla en las siguientes etapas:

“1- detectar el estímulo;

2- discriminar la radiación, la figura y la orientación como aspectos separados del fondo;

3- resolver los detalles que dan lugar a una figura determinada;

4- identificar y reconocer la forma, y

5- manipular la forma” (BUEN UNNA, 2008: 70).

No se puede decir que realizamos todas las cinco etapas de manera inconsciente y/o automática. Ya veremos que las dos ultimas exigen un gasto de energía bioquímica y tiempo más elevados que las otras tres, y por lo tanto este esfuerzo adicional de cierto modo haría con que el cerebro se pusiera a condición de “elegir” si merece la pena o no esforzarse más por identificar el objeto que se está mirando.

Aunque no pertenezca al ámbito del estudio de la comunicación, es importante entender que la retina humana está compuesta de células fotosensibles. En su centro hay una región llamada fóvea, la cual consta principalmente de fotorreceptores muy sensibles a la luz diurna, conocidos como conos. El denso agrupamiento de conos en la fóvea es lo que nos permite tener un reducido campo visual de muy alta definición. Un grado más allá del centro de la fóvea, la calidad de la visión cae tanto como si los objetos estuviesen colocados un cincuenta o sesenta por ciento más lejos (HAINLINE et al., 1984).

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De hecho, el ojo humano posee una capacidad de visión sorprendente. La zona conocida como parafóvea tiene menor definición y es compuesta por bastones. Con la amplitud visual de la parafóvea el ojo es capaz de captar de veinte a veinticinco letras en un solo golpe de vista, según las condiciones de la lectura y del texto (por ejemplo, la distancia de los ojos al papel y el tamaño de letra). Hay una serie de experimentos de optometría sobre los cuales no se hablará aquí. Lo importante en nuestro caso es tener en cuenta que la retina humana no es homogénea, y que el ojo solo puede detectar detalles en su diminuta región central, la fóvea, y que a la hora de leer la fóvea no puede abarcar más que unos pocos caracteres, según el tipo y el tamaño de la letra. La distancia de la lectura, la agudeza visual del lector y otros factores (SALMAN et al., 2005).

En un primer momento de la discriminación de un objeto el ojo detecta una alteración en la luminosidad, o sea, su ojo percibe que hay “algo” adelante. El segundo momento seria el de reconocer que es un objeto, algo en su campo visual con un contorno. Estas dos etapas exigen poca energía bioquímica y tardan menos de 15 milisegundos de exposición para ser completadas. Sin embargo, las siguientes etapas exigen cantidades de energía mayores. Para llegar al nivel 3 (el de alcanzar una discriminación inexacta de la forma) es necesario una exhibición de entre 20 milisegundos y dos segundos, mientras que el nivel 4 exige de 4 a 13 segundos.

La cuarta etapa empieza con el reconocimiento de la forma, el objeto empieza a ser visto como algo familiar, y termina con su identificación: el perceptor es capaz de describir el objeto o nombrarlo. Así, en esta etapa ya se empieza a trabajar la memoria de largo plazo, y por supuesto el gasto de energía bioquímica en las etapas 4 y 5 son mucho más altos que en las primeras.

2.1.2 Los movimientos del ojo

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En un primer momento imaginamos que el ojo humano, al leer, lo hace de manera fluida y constante. Sin embargo, el científico francés Émile Javal descubrió que durante la lectura el ojo se mueve en pequeños saltos, a los que llamó “saccades” (en español se dice “sacadas”). Entre sacada y sacada hay una breve fijación, un corto momento en el que el ojo se mantiene estático. Las fijaciones suelen durar de dos a tres décimas de segundo y, en total, representan entre un 90 y un 95% del tiempo total de lectura. BUEN UNNA comenta:

“Se sabe bien que el ojo no se fija en todas las letras, y que, de hecho, exhibe ciertas actitudes. Por ejemplo, pasa por alto muchas palabras pequeñas, como las preposiciones, las conjunciones y los artículos; procura fijarse en las palabras largas y, de preferencia, más en la primera mitad que en la segunda; evita caer dos veces en la misma palabra; se interesa por las mayúsculas y algunos signos de puntuación” (2008, 74).

Por intuición se puede decir que la respuesta a esta cuestión parece encontrarse en el cerebro humano, una vez que el ojo no tendría el tiempo necesario de cumplir las cuatro etapas de percepción visual y reconocer cada letra en su forma cada vez que se fijara en un grupo pocas palabras (de acuerdo con lo mencionado arriba, tardaría de 4 a 13 segundos, lo que haría de la tarea de lectura de un texto algo imposible). Pero el cerebro humano es así, un gran almacenista de datos y experiencias. Leemos sin ver letras, hacemos cosas mientras estamos con la atención enfocada en otras. Los conocimientos consolidados se utilizan inconscientemente, gracias a lo cual se pueden hacer dos cosas a la vez (UNGER, 2009).

El diseñador gráfico Gerard Unger (2009) nos hace notar que de hecho el ser humano es capaz de ejecutar tareas, y hacerlas bien, sin estar completamente consciente de lo que se está haciendo. Algo parecido ocurre con la lectura. Cuenta el autor un experimento que hizo:

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“(…) Cierta tarde me dispuse a levar a cabo un experimento, y para ello me situé en un cruce muy concurrido de Ámsterdam, cerca de la entrada principal del zoológico. Pregunté a los transeúntes por alguna señal que acabaran de leer y si podían dibujarme la a o la g como la habían visto en dicho texto. La mayoría dibujaron letras caligráficas en vez de letras de imprenta, con mayúsculas o letras rudimentarias donde la a y la g solo tenían un bucle.

Las versiones más complejas, la a de dos niveles y la g de tres niveles solo fueron dibujadas por una persona. Detalles tales como la mayor o menor anchura, el bucle inferior de la g abierto o cerrado, una mayor o menor panza de la a, tampoco eran tenidos muy en cuenta” (UNGER, 2009:12).

Se puede concluir que lo mismo ocurre cuando se lee algo: nuestro cerebro capta el sentido del mensaje y al darse cuenta de que ha recibido suficiente información interrumpe el gasto de energía. En el proceso de la lectura, el cerebro de cierta forma junta piezas de imágenes y con ellas construye significado, un significado hipotético, y lo deposita en una especie de búfer – como el de los instrumentos informáticos – . Las fijaciones del ojo se usan a manera de puntos de verificación, pues de ellas obtiene datos casi rigurosos que ayudan a dilucidar si la hipótesis es correcta, o bien cuál de las hipótesis que lleva el cerebro en el búfer es la buena. En cambio, si el sentido gramatical no es coherente o no se completa tras una fijación, entonces el ojo realiza una sacada inconsciente en dirección contraria. Si esta regresión no termina con una estructuración exitosa del sentido, efectúa una nueva, pero en un nivel más alto de conciencia (BUEN UNNA, 2008).

Así, la fóvea consigue ver en detalles apenas unos pocos caracteres, mientras que la parafóvea abarca unas quince letras más a la derecha del punto de fijación (HAINLINE, 1984). Así, la parafóvea da información suficiente para identificar más o menos de seis a diez letras, y las otras solo se puede saber si son signos o espacios. Este dato no es insignificante, pues ayuda a previsualizar la extensión de

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las palabras posteriores y, como consecuencia, a organizar las sacadas del ojo ((BUEN UNNA, 2008). Aunque toda esta rápida presentación respeto al ojo humano y su manera de captar las imágenes parezca de poca importancia, más adelante veremos lo útil que es para los estudios de legibilidad aplicados al diseño periodístico.

Hay también las formas que el ojo ve que están fuera del punto de fijación. Aparecen borrosas y poco definidas, y son conocidas como “formas de Bouma”:

“(…) Estas palabras difusas, extraoficialmente llamadas formas de Bouma o, simplemente, boumas, se comparan con un enorme inventario que diariamente vamos enriqueciendo en la memoria. Algunas de ellas constan de palabras completas; otras, de prefijos, sufijos y ciertos fragmentos significativos.

El cerebro se vale de las características morfológicas más notables de las palabras, como son su extensión, las astas ascendentes y descendentes, los contornos internos, los diacríticos y algunas otra singularidad” (BUEN UNNA, 2008:76).

Como ya he comentado antes, el ojo va poco a poco reconociendo estas imágenes difusas y ensamblando con ellas un significado hipotético. Al terminar cada salto el ojo se fija un instante, y es en este momento cuando enfoca unas cuantas letras. Con eso le basta para verificar el significado hipotético que venía construyendo. Las fijaciones, entonces, sirven como puntos de verificación para asegurar de que se está tejiendo la idea correcta.

Así notamos ya una primera relación entre las sacadas del ojo y el montaje de significado en el cerebro y los conceptos de lecturabilidad que hemos visto en el primer capítulo. Las listas de vocabulario (como la de Thorndike, por ejemplo) son la verdad un “resumen” de lo que un adulto medio tiene ya almacenado en su cerebro. Además, las palabras simples y cortas son mucho más fáciles de ser captadas por el

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ojo. BUEN UNNA comenta el estudio de M. A. Tinker sobre el idioma inglés, y como la prosa fácil requiere menos tiempo de fijación. La complejidad del escrito realmente tiene influencia a la hora de ser captado por el ojo y el cerebro. Su estudio también indica que el tiempo de fijación dura de promedio entre 217 y 298,3 milisegundos. En números redondos, entre dos y tres décimas de segundo.

Luego hay los retrocesos del ojo, que los hace inconscientemente para verificar o completar algún dato. Muchas veces estas regresiones son imperceptibles para el lector, pero cuando fracasan entonces sucede otra regresión en un nivel más alto de conciencia, es decir, el cerebro no ve coherencia entre el sentido final de la frase y el sentido que tenía establecido durante la lectura. en estas vueltas hacia atrás nos servimos de las letras mayúsculas como puntos de referencia, y lo normal es que el ojo se fije al encontrar una (BUEN UNNA, 2008; SLATTERY, RAYNER, 2009).

Hay también el factor “habilidad de lectura”, es decir, lo mucho o poco que uno está acostumbrado a la actividad de leer. Como se ha mencionado antes, el cerebro utiliza mucho de su memoria para interpretar las letras borrosas. Así, uno que lleve mucho tiempo de lectura seguramente poseerá una lectura más eficaz, por lo que debe tener de información tipográfica memorizada. BUEN UNNA comenta sobre el estudio de Eleanor Gibson y Harry Levin, The Psychology of Reading (1975), que entre un adulto hábil y otro poco eficaz el primero hace mucho menos regresiones que el otro. El lector poco entrenado tiene un comportamiento de lectura caótico, y es obligado a hacer muchas más regresiones.

De hecho, las formas de las letras no son sencillas como un circulo o un cuadrado, y hemos visto ya que en cada fijación no se llega más allá de la tercera etapa, de modo que hasta las figuras más simples generan imágenes imprecisas. Hace falta que veamos un poco como funciona el cerebro humano a la hora de captar signos e imágenes y transformarlas en significado.

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2.1.3 El cerebro y la lectura

Como hemos mencionado antes, no se trata de profundizar demasiado en los estudios de anatomía humana, más bien de entender el funcionamiento del proceso de lectura. Para este estudio basta con saber que nuestro cerebro esta dividido en dos hemisferios, conectados por una red de neurotransmisores llamada cuerpo calloso.

El lado izquierdo del cerebro es bueno para las funciones racionales: va del antecedente al consiguiente en pequeños pasos, uno cada vez, y mediante sencillas operaciones lógicas o aritméticas; es lento, exacto y rígido, casi digital, como un ordenador; convierte las cosas comunes en signos, y con estos signos hace un enorme inventario. Maneja la parte derecha de nuestro cuerpo – incluyendo el ojo de ese lado.

Por su parte, el lado derecho no analiza, sino que juzga de inmediato, en un solo golpe de vista. Su forma de ver el mundo es más bien intuitiva. A menudo nos encontramos en estrecha conexión con nuestro hemisferio derecho: las ideas que surgen de pronto, la mano que parece trabajar sola, la certeza de que alguien nos va a engañar o es digno de confianza, la contemplación de una belleza inexplicable… El hemisferio derecho es rápido y flexible. Podríamos decir que es analógico.

En fin, aunque esté resumido de manera quizás superficial, estas son las dos “posturas” de los distintos hemisferios del cerebro humano. Se sabe que en el lado izquierdo se ejecutan las funciones relacionadas con el lenguaje, lo que va perfectamente con su estilo secuencial. En la parte izquierda está la zona llamada de Broca16. Asimismo los dos hemisferios funcionan de manera independiente.

Una vez definidas las tareas de cada parte, podemos decir que durante el acto de la lectura el lado izquierdo capta los signos y los “traduce”,                                                             16 El área de Broca es la sección del cerebro humano involucrada en la producción del habla, el procesamiento del lenguaje y la comprensión. 

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o mejor dicho monta un significado en forma de lenguaje. El derecho estaría en este momento ocupado en captar la belleza del texto. Durante la lectura, el cerebro tiende a interpretar como ristras de signos todo lo que cae en el campo visual. En el caso de faltas de ortografía o sintaxis el cerebro tarda más en decodificar el mensaje. Eso prueba la actuación de la memoria mientras se lee, y la importancia de se mantener el discurso escrito dentro de ciertos modelos convencionales. Explica BUEN UNNA:

“(…) el entrenamiento y, por lo tanto, la memoria, cumplen una función primordial en los actos de percebimiento. La ortografía, la gramática, la sintaxis y hasta los cánones editoriales mantienen el discurso escrito dentro de un círculo de convenciones que no solo facilita la comunicación, sino que (…) facilita la lectura” (2008: 81).

Sobre el proceso de funcionamiento de la memoria no hablaremos más de lo que ya se ha comentado antes. Tampoco comentaremos sobre los aspectos fonéticos de la lectura. Ambos exigirían investigaciones más detalladas y desviarían el rumbo de este trabajo cuyo reto es hablar de la legibilidad. Pero antes de empezar a hablar sobre la tipografía merece la pena hacer un rápido resumen del proceso de lectura que hemos visto hasta ahora:

El ojo se fija en un punto del texto y recoge una imagen de unos cuatro caracteres más o menos definidos. Esta imagen es procesada inmediatamente en los dos hemisferios cerebrales; las mediciones no dejan lugar a dudas: el lado derecho gasta una menor cantidad de energía en este trabajo. Por su parte, el lado izquierdo reconoce la presencia de letras y comienza los procesos que le son naturales: identifica fácilmente cuál de ellas se encuentra en el extremo izquierdo, y se informa del orden de las demás por la potencia de sus estímulos individuales.

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En cuanto una cadena o palabra queda plenamente identificada, el proceso de su exploración se interrumpe. Por los tiempos que se han medido en las investigaciones sobre la percepción, es claro que, al mismo tiempo en que se examinan los caracteres que cayeron en el punto focal, se están llevando procesos sobre las fijaciones anteriores y, en general, sobre cualquier cadena de sintagmas cuyo sentido no ha sido plenamente descifrado.

De cualquier modo, varios modelos del proceso de lectura sugieren que vamos construyendo diversos sentidos de manera inconsciente y simultánea, y que las fijaciones nos ayudan a discriminar entre nuestra pequeña lista de opciones (BUEN UNNA, 2008).

Poco a poco el cerebro va elaborando la construcción de un sentido íntegro, lo cual es muy satisfactorio para el cerebro izquierdo; entonces podemos archivar el sintagma o la frase en la memoria de corto plazo. Entre tanto, la memoria de largo plazo sigue admitiendo un flujo constante de datos de verificación y almacenando aquellas cosas que valen la pena ser recordadas.

Cuando la exploración visual es deficiente o la memoria no ha devuelto una palabra o una cadena que se ajuste a la información recogida, el ojo salta atrás en busca de un punto de verificación. Es común que estas regresiones lleven a una inicial o a una palabra de forma característica, relativamente próxima al lugar donde ocurrió el extravío, y que tal sacada se cumpla en forma totalmente inconsciente.

Hay un otro dato que es el del “peso visual”, o la tendencia de del flujo de la lectura: en la cultura occidental los ojos hacen un movimiento vectorial de la izquierda a la derecha y de arriba hacia abajo, lo que de cierta manera acostumbra la mirada del lector a poner más atención en la esquina superior izquierda antes de empezar a leer. A este “movimiento padrón” de lectura de texto se le llama Diagrama de Gutenberg (ZORRILLA RUIZ, 2002:60) Más adelante, a la hora de hablar sobre diseño periodístico y de medios digitales, trataremos del tema del “eye-tracking” con más atención y sentido práctico. De momento lo importante es tener en cuenta que el cerebro humano

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también se acostumbra a tener un movimiento de lectura. No hace falta comentar aquí lo distinto que es el comportamiento de lectura en las culturas asiáticas.

Así es el proceso de lectura y captación del lenguaje textual. Es importante notar que el autor comenta arriba sobre los “componentes” de las palabras que capta la parafóvea durante la lectura. Al hablar de componentes de la palabra (los ascendentes, los descendentes, los diacríticos, la virgulilla de la eñe, los signos de puntuación y entonación, etc.) estamos empezando a entrar en el ámbito de la tipografía, elemento fundamental para la legibilidad en sentido amplio y no menos importante en lo que se refiere al diseño periodístico. Dejamos entonces de tratar sobre los aspectos fisiológicos de la lectura y tratemos de ver qué es la tipografía y cuales son sus elementos básicos.

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Figura 1 – estudios de “eye- tracking” hechos por Google y los movimientos del ojo hechos por Humanistlaboratoriet, Lund, en 2005.17

                                                            17 La imagen de Google “eye‐tracking” fue obtenida en su blog: http://googleblog.blogspot.com/2009/02/eye‐tracking‐studies‐more‐than‐meets.html La imagen de las sacadas del ojo fueron obtenidas en Wikimedia Commons: http://en.wikipedia.org/wiki/File:ReadingFixationsSaccades.jpg  

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2.2 Tipografía y legibilidad

Por fin llegamos a un asunto sobre lo cual se basa el concepto de legibilidad en sentido amplio, aunque tampoco haya una gran cantidad de estudios científicos o de importancia considerable respeto a la tipografía. Como ya se ha comentado en la introducción, el deseo de comunicarse claramente, sin ruidos, es algo muy propio del ser humano desde el inicio de su existencia. Sin embargo, aunque haya estudios sobre tipografía desde la creación de la prensa en el siglo XV, muchos expertos creen que se ha hecho poco para cambiar o mejorar la legibilidad (UNGER, 2009). Por tipografía entendemos “el estudio de las diferentes categorías de letras, familias y recursos tipográficos y su incidencia en la legibilidad” (ZORRILLA RUIZ, 2002: 27). Así, las letras pueden tener rasgos ascendentes o descendentes, y letras de una misma familia tienen una altura- x común, eliminados los rasgos ascendentes y descendentes. Los serifs son los remates que adornan determinadas familias tipográficas, a las letras sin serif les llamamos paloseco. Explica ZORRILLA RUIZ de manera muy práctica las partes de la letra:

“Las letras con rasgos ascendentes son la ‘b’, la ‘d’, la ‘f’, la ‘h’, la ‘k’, la ‘l’ y la ‘t’. Lo más normal es que tengan la misma altura y que ésta sea idéntica a la de las mayúsculas. En cualquier caso, siempre hay excepciones.

Las letras con rasgos descendentes son la ‘g’, la ‘j’, la ‘p’, la ‘q’ y la ‘y’. En ocasiones, y en función del diseño de la familia tipográfica en cuestión, la ‘f’ también puede tener rasgos descendentes. Al igual que en el caso de las ascendentes, lo más normal es que todas las descendentes acaben al mismo nivel.

La altura-x es, por definición, la de las letras que no tienen rasgos ascendentes ni descendentes o la de las letras con rasgos ascendentes y descendentes una vez eliminados estos.

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Los serifs son pequeños remates que adornan determinadas familias tipográficas” (ZORRILLA RUIZ, 2002:28).

El diseñador UNGER (2009) comenta lo curioso que es el hecho de que la forma de los tipos se haya modificado muy poco o casi nada a lo largo de los siglos. El autor comenta que eso se debe al hecho de que los tipógrafos creen que en el ámbito de la legibilidad hay poca margen para cambios, que en beneficio de los lectores la tipografía debe seguir ciertas leyes y no cambiar mucho.

Más que detenerse demasiado a analizar los elementos técnicos que componen los tipos y hacer comparaciones entre distintos tipos y su índice de legibilidad, es importante tener en cuenta ciertos conceptos básicos sobre los cuales gira toda la dinámica de la legibilidad y de la tipografía. Ya se verá que la mayoría de los conceptos relacionados a la tipografía son cuestiones de sentido común puro y simples.

Lo primero que uno percibe al analizar la historia de la tipografía es lo poco que ha cambiado desde la creación de la imprenta mecánica en el siglo XV. TSCHICHOLD18 en su análisis critica de la historia de la tipografía, comenta que lo único que hizo Gutenberg fue imitar la escritura a mano de la época, es decir, que el hecho de crear tipos móviles con el diseño de la minúscula gótica no aportaba nada significativo al desarrollo de nuevos tipos. Poco a poco el diseño de los tipos se fue cambiando según los períodos subsiguientes (Renacimiento, Barroco y Rococó), todos siempre hechos de manera similar a la escritura manual, llenos de floritura y tamaños grandes. Solamente a finales del siglo XVIII que se opta por un diseño menos recargado, títulos más sencillos y letras más pequeñas. Además, por primera vez el tipo creado por el tallador Didot no se asemeja a la forma de la letra hecha con pluma o pincel, es decir, los tipos de Didot constituyen el modelo de una verdadera letra “grabada” (TSCHICHOLD, 1928:19). Este es el período conocido como clásico

                                                            18 Jan Tschichold, La nueva tipografia, 2003 (1ªed. 1928), Ed. Campgràfic. España  

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de la historia de la tipografía, por el nuevo estilo originado por el tipo Didot, que tiene como consecuencia un nuevo diseño del libro en su totalidad. Luego hay en la primera mitad del siglo XIX la creación de la letra de palo seco, una consecuencia de la anterior letra de Didot. La letra de palo seco consiste en una letra sin cualquier tipo de ornamento. Como lo dice TSCHICHOLD, un entusiasta de la tipografía pura: “ su forma básica, el diseño de su esqueleto, aparece por primera vez en estado puro e inalterado.” (1928:21)

En el siglo XX tenemos lo que TSCHICHOLD llama de la nueva tipografía, junto con el “estilo suizo”. Básicamente los cambios en la tipografía tenían que ver con la búsqueda de más funcionalidad (o legibilidad, lo que sería un sinónimo en este caso). Hasta el poeta italiano fundador del Futurismo F. T. Marinetti propuso cambios drásticos en el ámbito de la tipografía. En su libro de poemas Les mots en liberté futuristes (Milán, 1919), publicó el siguiente manifiesto:

“LA REVOLUCIÓN TIPOGRÁFICA

Y LA ORTOGRAFÍA DE LIBRE EXPRESIÓN

La revolución tipográfica

He emprendido una revolución tipográfica dirigida sobre todo en contra de la concepción necia y repulsiva de los libros de poesía anticuados, con sus hojas de papel hecho a mano, con su estilo del siglo XVI, decorados con galeones, minervas, apolos, grandes iniciales, rúbricas, formas florales mitológicas, con cierres, lemas y números romanos. El libro ha de ser la expresión futurista de nuestro pensamiento futurista. Mejor dicho: mi revolución va, entre otras cuestiones, contra la denominada armonía tipográfica de la página, que se opone completamente al torrente estilístico que se desprende la página. Emplearemos, si es necesario, tres o cuatro colores y veinte tipos de escritura diferentes en una misma pagina. Por ejemplo, la cursiva para una serie de efectos rápidos y similares, la negrita para imitar tonos fuertes, etc. Se trata de una nueva

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concepción de página pictórico- tipográfica” (MARINETTI, 1919; APUD TSCHICHOLD, 1928:54).

Veremos ahora cual es la definición de la “nueva tipografía” propuesta por el propio Tschichold19, en la cual se critica la floritura de la antigua tipografía a favor de una tipografía funcional, limpia de cualquier ruido. Una consideración curiosa es que esta misma idea no habitaba tan solamente en el ámbito de la tipografía, sino que hacía parte de todo el aire que se respiraba en los comienzos del siglo XX y sus movimientos modernistas. Veamos que dice TSCHICHOLD al predicar sobre la nueva tipografía:

“La esencia de la nueva tipografía es la claridad. Esta idea contrapone deliberadamente la nueva tipografía a la vieja, cuyo objetivo era la “belleza”, y cuya claridad no alcanzaba el alto nivel que se requiere en la actualidad.

Esta claridad suprema en la apariencia es necesaria porque las múltiples llamadas a nuestra atención por parte de la gran cantidad de material impreso exigen una extraordinaria economía de expresión. El apacible vaivén del péndulo entre la escritura ornamental, la apariencia ‘maravillosa’ (entendida superficialmente) y la ‘decoración’ mediante ingredientes ajenos (ornamentos), nunca puede originar la forma pura que buscamos en la actualidad. (…)

(…) La nueva tipografía se distingue de la anterior por el hecho de que su primer objetivo es desarrollar la forma externa a partir de las funciones del texto. (…) Únicamente entonces podemos conseguir una tipografía que exprese el grado de desarrollo del hombre moderno. (…)” (TSCHICHOLD, 1928: 67, 68).

La aportación de TSCHICHOLD y sus contemporáneos adeptos de la nueva tipografía es sin duda positiva y todavía se nota su influencia en

                                                            19 TSCHICHOLD, Jan; La nueva tipografía; Ed. Campgràfic, 2003. España. 

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carteles, portadas y obras publicitarias actuales. La utilización del recurso de la asimetría en vez de la simetría bilateral por ejemplo es una aportación positiva a la legibilidad (“ La asimetría es la expresión rítmica del diseño funcional”, según el propio Tschichold). Sin embargo, aunque Tschichold diga que “ Entre los tipos existentes, los denominados ‘grotesk’ [palo seco] o ‘letras de molde’ (su denominación correcta serían ‘tipos lineales’) son los únicos que están más acordes, intelectualmente, con nuestro tiempo.” y que además parezca de sentido común el uso de la letra de paloseco como la más funcional en términos de legibilidad, ya se verá que en la práctica no lo demuestra ser. Hay mucha discrepancia respeto a la legibilidad entre tipos con y sin serif. ZORRILLA RUIZ comenta:

“(…) Los estudios clásicos, como los llevados a cabo por Tinker y Paterson o por Hvistendhal y Kahl, han puesto de manifiesto una pequeñísima ventaja a favor de la tipografía con serif, siempre y cuando, claro está, nos estemos refiriendo a grandes cantidades de texto, como en los casos de un periódico, revista o libro. En uno de los estudios de Hvistendhal y Kahl se concluía, por ejemplo, que entre dos informaciones compuestas con y sin serif la ventaja era para la primera; la mayoría de los lectores leían entre 7 y 10 palabras más por minuto” (2002:34).

Ya sobre el estilo suizo comenta de manera apropiada y bien resumida BUEN UNNA:

“El estilo suizo se distingue por la organización meticulosa del material impreso y un claro principio de economía. En un mundo donde el diseño predominante era más bien excesivo, caótico o ambas cosas, estas novedosas piezas asépticas y rigurosamente estructuradas cumplían también con el propósito de ser llamativas. Aparte, encajaban perfectamente en una época de acendrado racionalismo científico; de ahí que el estilo fuera ganando adeptos en

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todas las grandes ciudades. Uno de los principios era despojar a los productos tipográficos de cualquier rasgo de personalidad, comenzando por las fuentes tipográficas (…)”(2008:112).

Lo que estos diseñadores adeptos del estilo suizo no se dieron cuenta fue el hecho de que aunque toda la apariencia de la publicación resulte ser más limpia y sin ruidos, en términos de legibilidad la letra de palo seco no parece ser la mejor. De hecho, algunas letras en general tienden a confundirse con otras. Veamos lo que comenta BUEN UNNA sobre un estudio realizado por Legros y Grant a principios del siglo XX sobre legibilidad y similitud entre letras:

“(…) para ello se valieron básicamente de once letras: a, b, c, e, h, i, l, n, o, s, u, bajo el principio de que, en inglés, representan el 65% del surtido. Con estas formaron siete parejas que, a su juicio, son las que producen las mayores confusiones: c e, c o, e o, b h, a s, i l, n u. Imprimieron caracteres con tipos nuevos de 12 puntos, los ampliaron 45 veces y, sirviéndose de un micrómetro, calcularon la superficie de cada ojo. Luego, con las letras sobrepuestas por pares (…) midieron con un planímetro las intersecciones de cada combinación (…)” (BUEN UNNA, 2008:106).

El estudio demuestra ser muy interesante, además de aportar informaciones significativas para los estudios de legibilidad. Más adelante, Legros y Grant sacan un “coeficiente de legibilidad” calculado a partir de la sobreposición de las letras. El índice es obtenido calculándose el porcentaje que la superficie no traslapada de cada letra tiene con respeto a la suma de las superficies de ambas letras, de manera que un alto coeficiente de legibilidad significa que el par comparte pocos rasgos y, como consecuencia, es menor la probabilidad de que una letra se confunda con la otra; luego sacan otros índices (factor de ilegibilidad; promedio de ilegibilidad; promedio de legibilidad; porcentaje de negrura; legibilidad específica

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de la fuente). Bajo estas variables elaboraran tablas comparando la eficacia de distintos tipos (romana moderna, romana antigua, una nueva letra llamada Blackfriars, una paloseco y una gótica).

Así se concluye que, a pesar de aparentar más claridad o limpieza del material escrito como un todo, al final la letra de palo seco no demuestra ser la más legible por parecerse aún más unas con las otras..

Ya Ruari Mclean, basándose en su experiencia de diseñador y investigador de la tipografía, elabora tres reglas para la legibilidad. La primera tiene que ver con lo que se acaba de decir, o sea, que los caracteres sin trazo terminal son, por naturaleza, menos legibles que los que sí llevan. Los trazos terminales en las letras no tienen solamente una función decorativa, sobre todo en el texto seguido, en el que la lectura resulta más fácil si se emplean caracteres con trazo terminal. (MCLEAN, 1987:44)

La segunda regla dice que la letra redonda, sea de caja alta o baja, bien diseñada, resulta más legible que cualquiera de sus variantes (la cursiva, la negrita, las versalitas) independiente de su tamaño. Se trata sobre todo de una norma a seguir, tanto en Europa como en América. Las variantes son en general más difíciles de leer que la redonda normal, así que sirven para fines concretos como para dar énfasis o variedad, y no para mejorar la legibilidad. (MCLEAN, 1987)

La tercera regla se refiere a la proximidad de las palabras, y indica que deben estar próximas unas a otras, por razones ya vistas antes cuando se hablaba del proceso de captación de las palabras por el ojo. McLean comenta a ese respeto:

“(...) Puesto que el lector experimentado lee palabra por palabra, o grupos de palabras, reconociendo las formas de las mismas, en lugar de leer letra por letra, el espacio entre las palabras ha de ser pequeño; si este espacio fuese demasiado grande, incluso superior al espacio entre líneas, podría forzar la vista hasta la siguiente línea en lugar de la siguiente palabra; cuando la línea es superior a doce

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palabras la vista tiene que alejarse demasiado del comienzo de la misma, y resultará difícil volver a encontrar correctamente la línea siguiente” (MCLEAN, 1987:45).

Otro diseñador de tipos, David Jury, está de acuerdo con el concepto de que los tipos más legibles son los que están más diferenciados entre ellos, y comenta también que los blancos interiores de los tipos también influyen, tanto en los tipos abiertos como los cerrados.

El propio McLean comenta aún que hay muchos otros factores que influyen en la legibilidad, muchos de ellos cuestiones de criterio y sentido común, como por ejemplo el tamaño del tipo: todos estamos de acuerdo que una letra de 6 puntos es inasequible para una buena parte de los posibles lectores. Y por supuesto que a ciertas parcelas especializadas de lectores, como niños y personas con defectos de visión, subnormales y ancianos se requieren otros criterios para definir lo que es legible y lo que no lo es. Tampoco se debe aplicar los criterios de los que hemos hablado antes para la publicidad, que opera con criterios a veces extremadamente opuestos, justamente para hacerse notar el producto anunciado.

Hay también la teoría de Zuzana Ličko, de que “Ninguna fuente tipográfica es inherentemente legible; la familiaridad del lector con los tipos es lo que cuenta en la legibilidad” (apud BUEN UNNA, 117) lo que de cierto modo es verdad: como ya hemos visto, la memoria tiene un papel fundamental a la hora de la lectura. Pero hay que tener en cuenta que en la mayoría de las veces el lector medio ni repara en el tipo de letra. Buen Unna comenta:

“(…) Muchas personas, teniendo muestras a la vista, no son capaces de notar diferencias que a los diseñadores les parecen obvias. El lector común salta de un libro a otro sin notar que los tipos son diferentes. Tampoco se puede hablar de hábitos cuando cada día ponemos y nos ponen enfrente decenas o cientos de tipos, muchos de

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los cuales nunca antes habíamos visto. ¿ Cómo podríamos habituarnos o habituar al público a nuestro tipo favorito? ¿ Acaso con el periódico, alguna revista o, en circunstancias excepcionales, con el que nuestra compañía ha elegido para su imagen corporativa? Tal vez estos podrían dejarnos algo como un leve aroma a costumbre y, efectivamente , con el tiempo hacernos un poco más fácil su lectura; pero la verdad es que, en cuanto nos ponen delante una letra más legible, o la misma, pero en mejores condiciones, nos damos cuenta de inmediato. Uno puede estar perfectamente acostumbrado a leer en puras mayúsculas; de hecho, de alguna manera todos lo estamos, y aún así es notable lo que mejora nuestra capacidad de leer cuando el texto en mayúsculas se compone con la prosa ligeramente aumentada; mucho más si se combinan mayúsculas y minúsculas según las reglas ortográficas” (BUEN UNNA, 2008:117).

Podemos así concluir que sí hay tipos inherentemente más legibles que otros, que el diseño tipográfico no es un asunto subjetivo. Por supuesto que la habituación a los tipos es algo importante, pero desde luego la legibilidad no se apoya solamente en eso. Si así fuese, toda la responsabilidad caería en las manos del lector, cuando en verdad es el diseñador el responsable por componer una letra legible. (BUEN UNNA, 2008)

Habría todavía que comentar el aspecto del papel y de la impresión y lo mucho que influyen en la legibilidad final del texto. Para nada serviría haber hecho un excelente trabajo de tipografía si el papel o la impresión fuesen malos, o si el contraste de la combinación de colores entre texto y fondo fuese muy semejante (MCLEAN, 1987: 45). Pero es mejor dejar este asunto para el tercer capítulo, cuando hablaremos de las “variables digitales” que entran en juego cuando se trata de leer contenidos desde la pantalla del ordenador. Ahora conviene hablar de otro asunto más específico, que es lo de la legibilidad aplicada a los periódicos y de cómo se debe construir una pagina de periódico legible, es decir, sobre cómo hacer de un contenido hibrido (en el caso una mezcla de imagen, texto e infografía) algo legible. Ya se verá que

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el tema de la legibilidad se hace más complejo cuando se habla en términos de diseño periodístico. (SUÁREZ CARBALLO, 2008)

2.3 Conceptos básicos del diseño periodístico

Poco a poco nos vamos acercando al tema de principal interés: la legibilidad en los contenidos periodísticos, en un primer momento de los impresos y luego la de los digitales o móviles. Cuando se habla sobre legibilidad en los periódicos es necesario hablar de diseño periodístico, que está muy lejos de ser algo superficial o accesorio. Fernando Suárez Carballo comenta:

“El diseño de periódicos se erige como un importante vehículo de comunicación que bebe de algunos de los fundamentos de construcción de la imagen, y que, al mismo tiempo, se ve fuertemente condicionado por el medio al que está naturalmente asociado (las publicaciones informativas de prensa diaria) y por el fin inmediato que pretende (optimizar la comunicación y, en definitiva, la lectura, comprensión y recepción de la noticia), cuestiones que condicionan sus especificidades” (SUÁREZ CARBALLO, 2008: 13).

Así, el diseño periodístico sería como la ciencia encargada de aplicar los conceptos de legibilidad al medio informativo periódico, en lo que entran en juego otras variables más complejas además de la tipografía: en el mismo medio ocurren unidades signíficas distintas como las imágenes (gráficas o fotográficas) e infográficas. Así, cuando hablamos del periódico hay que tener en cuenta el carácter multiforme del medio. (SUÁREZ CARBALLO, 2008)

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El mismo rigor del diseño no se aplica de la misma manera a otros medios impresos, como por ejemplo la revista, en la que hay mucha más libertad en términos de diseño y experimentación. El hecho de no ser un producto diario, y que además en la mayoría de las veces está hecho para ofrecer contenido entretenido y ligero permite a las revistas una mayor capacidad de juego en la retícula20. La diseñadora Yolanda Zappaterra hace una buena descripción de la función del diseño editorial:

“Cuando opera en el medio editorial, el diseño puede desempeñar diversas funciones, por ejemplo, dotar de expresión y personalidad al contenido, atraer y retener la atención de los lectores o estructurar el material de una manera nítida. Todos estos objetivos han de existir y desarrollarse de manera cohesionada para lograr un producto final agradable, útil o informativo – o una combinación de las tres cualidades si queremos que tenga éxito la mayoría de las veces – . En su forma más refinada y acabada, el diseño editorial es un laboratorio de investigación apasionante, siempre en evolución de forma que se convierte en una plataforma de lanzamiento para toda suerte de innovaciones estilísticas que frecuentemente adoptan con entusiasmo los demás campos de la comunicación visual” (ZAPPATERRA, 2008:6).

Ya el conocido diseñador de periódicos Harold Evans describe bien el diseño periodístico y las variables que entran en juego a la hora organizar el contenido y hacerlo legible:

“A newspaper is a vehicle for transmitting news and ideas. The design is an integral part of the process. We begin with a blank sheet

                                                            20 El término retícula se refiere a la “grade” que divide la página de la publicación. Es a partir de esta red de líneas horizontales y verticales que se estructura la información visual y textual de la página de un periódico o de una revista.  

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of newsprint and a mosaic of ideas we want to communicate and it is the function of newspaper design to present that mosaic in an organised and comprehensible way. To do this the newspaper designer uses text type, display type, photographs, line work, white space, and a sequence of pages, in the most fitting combinations” (EVANS, 1973: 8).

El autor, así como muchos otros diseñadores de periódicos, dicen que la tipografía es la base de este oficio, pero aún así mismo no lo es de todo. Tratase de una verdadera tarea de construcción del espacio en blanco, o mejor dicho, de arquitectura de la información, donde en un mismo espacio habrá que poner y armonizar elementos tan distintos.

Visto que el periódico es un medio informativo más complejo que un simple folio de texto, merece la pena saber como se comporta el ojo humano en un espacio impreso compuesto por texto, imagen e “imagen-texto” (infográficos). El famoso diseñador de periódicos y revistas Mario García condujo en 1984 una investigación junto con el profesor Dr. Pegie Starck Adam en el Poynter Institute for Media Studies21 sobre como el ojo se comportaba al leer la pagina de un periódico. En este estudio se comprobó que en general el modelo del Diagrama de Gutenberg no se aplica al caso del periódico, y que el lector mira la imagen más grande de la pagina, normalmente una fotografía. Luego en seguida los titulares son leídos por la mayoría de los lectores y en tercer lugar los subtítulos debajo de las imágenes son los más frecuentados en la pagina impresa. Veremos más adelante en el capítulo 3 como se comportan los ojos al leer desde una pantalla. (GARCÍA, 2002). ZORRILLA RUIZ comenta sobre los resultados obtenidos por Mario García en su investigación, relacionándoles a los estudios del psicólogo norteamericano B. F. Skinner:

                                                            21 “Eyes on the news”, The Pointer Institute For Media Studies. 1991 ‐ www.poynter.org  

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“García se apoya en las investigaciones de B. F. Skinner. Este psicólogo norteamericano asegura que una superficie uniforme (en nuestro caso una página de periódico en blanco) no hace que el observador se comporte de ninguna manera concreta (…). Pero si ponemos un punto en la página podremos decir que hemos establecido un diseño, rudimentario, pero diseño al fin y al cabo, porque es prácticamente seguro que el ojo se sentirá atraído por el punto, se moverá en esa dirección y se parará en él, el menos temporalmente (…)” (ZORRILLA RUIZ, 2002: 62).

Si el diseñador aumenta el número de puntos en la página, la imagen inicial pierde mucho de su fuerza anterior, con lo que se concluye que el diseñador tiene que tener mucho criterio a la hora de equilibrar el peso visual de la pagina del periódico, dando el merecido peso al asunto que más merece enfoque: “(…) Lo realmente importante es que cada página tenga un Centro de Impacto Visual y un camino de lectura claro marcado por el diseñador.” (ZORRILLA RUIZ, 2002:64) Sobre las imágenes con o sin color22 en la portada de un periódico, comenta Mario García:

“I knew that photos, especially big ones, help draw readers into pages. But I had always thought that color photos automatically drew more readers. Not so. The content, size, and placement of photos are much more important. Color alone is not the powerful magnet we’ve always thought it to be” (GARCÍA, 1991:VI).

                                                            22 Hay que tener en cuenta que el estudio fue realizado en una época en la que los periódicos con color eran novedosos, por lo tanto el tema del uso del color es tan debatido en el estudio. Hoy en día es casi inaceptable un periódico sin imágenes en color. 

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De momento, lo más importante que se debe ver son las partes básicas de un periódico impreso, así como qué es una retícula periodística y las reglas fundamentales para llenarla de contenido. La retícula de un periódico es la parte fundamental de su composición gráfica, es decir, todo el contenido producido por un equipo de periodistas al final tendrá que ajustarse a las “reglas” impuestas por el diseñador. Por una cuestión de sentido común, la retícula por su vez obedecerá sobre todo a la funcionalidad de la información, no a reglas estéticas o artísticas. El reto es hacer que la información se ponga en un determinado orden, y que esta harmonía a su vez atraiga al lector (SUÁREZ CARBALLO, 2008: 24). Por otro lado, es por medio de la retícula que se define también la identidad del periódico. Como dice el profesor Zorrilla Ruiz:

“La retícula es algo así como el esqueleto de la publicación, la estructura casi invisible que subyace en las páginas de cualquier publicación bien diseñada. La retícula estandariza, como mínimo, los siguientes elementos: las dimensiones físicas de la publicación, los blancos de cabeza, pie, corte y lomo, las cabeceras interiores o folios, el número de columnas, así como su anchura, el número de líneas del cuerpo e interlineado elegido que caben en cada columna y, por último, los módulos publicitarios” (ZORRILLA RUIZ, 2002:47).

En sentido amplio se puede decir que la retícula existe desde que el hombre creó el sistema de la escrita. Al tener que hacer divisiones horizontales y verticales de cierta forma ya se tenía la información estructurada. Según ZORRILLA RUIZ es lo que se podría llamar de “sistema reticular arcaico” (2002:47). Ya para Allen Hurlburt, las retículas ya eran utilizadas por

“los artistas del Renacimiento como método para adecuar sus bocetos y dibujos a las dimensiones de los murales monolíticos. La

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retícula es un elemento básico en la cartografía y, durante siglos, los planes militares se han urdido sobre las coordenadas de las retículas. Los arquitectos clásicos usaban retículas para trazar las perspectivas a escala de sus planos. Desde los tiempos de Gutenberg, los tipógrafos han usado retículas para diseñar letras y completar la composición de la página impresa” (HURLBURT, apud ZORRILLA RUIZ, 2002:47).

Hurlburt aún señala un estudio de la Biblia de 42 líneas de Gutenberg, el primer libro impreso, que indica que hubo líneas maestras que funcionaban como una especie de retícula tipográfica. El uso de la retícula tal como conocemos, aplicada directamente a la literatura impresa, solo ocurre en la mitad del siglo XX. Explica ZORRILLA RUIZ:

“(…) la aplicación del concepto reticular al diseño de la literatura impresa, al menos de una manera más o menos sistemática, tardó en desarrollarse. La eclosión del sistema reticular se produjo en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial y, especialmente, durante la década de los años cincuenta gracias a la expansión de la denominada Escuela Suiza o Estilo Tipográfico Internacional. Este grupo, ligado estrechamente al movimiento de la Bauhaus, y que operaba principalmente en las ciudades suizas de Ulm, Basilea y Zurich, defendió y difundió el uso de la retícula como base para la organización de los distintos elementos de diseño, así como la utilización de los textos con bandera derecha y la tipografía sin serif” (2002:48).

Ya habíamos visto sobre la escuela suiza en el inicio del capítulo, en lo cual tratábamos de explicar el concepto genérico de la legibilidad. Se nota que su aportación fue más amplia que solamente a lo que se refiere al uso de los tipos de palo seco. De todas las formas, Zorrilla Ruiz comenta que una de las primeras retículas para periódico de que

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se tiene conocimiento fue la realizada por Peter Palazzo en los años sesenta, para una edición dominical del Herald Tribune. La gran ventaja de se trabajar bajo las normas de la retícula es el hecho de que se puede organizar la información en módulos, o en formato de diseño modular. La información dividida en bloques cuadrangulares o rectangulares permite al lector situarse con más rapidez en la pagina. ZORRILLA RUIZ presenta algunas razones por las que se debe utilizar le retícula y como consecuencia el diseño modular: a) se puede agrupar material gráfico y literario que traten del mismo asunto de manera más sencilla: “al incluir todos los elementos en el mismo módulo, el lector ve con más claridad la relación entre ellos”; b) el sistema de diseño por módulos facilita el trabajo del diseñador a la hora de “equilibrar” el peso visual de la pagina, evitando así una concentración de masa grisácea de texto: “las informaciones no fluyen de arriba hacia abajo en escalera sino que mantienen, en la mayoría de las ocasiones, un mismo final constante”; c) la división en módulos ayuda a crear “jerarquía de la información” en una misma pagina. El lector, por la extensión del módulo, consigue diferenciar las informaciones principales de las secundarias; d) la retícula, por el formato mismo que posee en su esencia, facilita la adaptación a los padrones digitales de diseño en las redacciones; e) una retícula bien proyectada ahorra tiempo en los mecanismos de producción, lo que es clave para la dinámica de un periódico:

“Cuando no se parte de una retícula bien elaborada, los criterios de separación entre informaciones no relacionadas o entre títulos y subtítulos o entre fotografías y texto son más difíciles de estandarizar. Con una buena retícula estos criterios se estandarizan de acuerdo a incrementos de interlínea: por ejemplo, dos líneas de blanco entre informaciones no relacionadas entre sí, una línea de blanco entre título y subtítulo, etc. No se debe olvidar que la suma de pequeños detalles como estos ayudan a transmitir un diseño coherente y sólido que se traducirá indefectiblemente en la percepción de orden por parte del lector” (2002: 52).

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f) la retícula bien concebida ayuda a criar identidad al periódico, aunque cada pagina sea distinta una de la otra en apariencia y contenido. Así mismo, “transmitirán al lector una clara sensación de orden y continuidad” (2002: 52). Hay por otro lado muchas criticas al diseño reticular, por considerar la retícula como un “freno” a la creatividad y libertad del diseñador. Sobre ese argumento Zorrilla Ruiz comenta: “La respuesta es sencilla: no atan las retículas, sino las malas retículas. Si diseñamos un periódico tabloide con una retícula de tres columnas estaremos sentando las bases para el diseño de un periódico estático y grisáceo. Pero ese no será un problema de la ‘ filosofía’ del sistema reticular, será un problema de una retícula mal ejecutada.” (2002: 53) Sería lo mismo que criticar el sistema de partituras musicales, cuando en verdad sirven como alas para que el compositor pueda volar alto. Un periódico, al contrario de ser una obra de arte vanguardista, es un instrumento informativo, en lo cual en un mismo espacio tienen que “convivir” diferentes tipos de signos informativos (tipográficos, gráficos e infográficos), como ya hemos visto antes (CARBALLO, 2008). Es el diseño modular el que da orden y harmonía al “caos informativo” que se ofrece a diario. La funcionalidad, más que la belleza estética o la inspiración artística, es la palabra de orden en la pagina del periódico. Sobre la función del sistema modular comenta Zorrilla Ruiz:

“El diseño modular propugna, sí, la presentación del material informativo en bloques modulares claramente definidos. Pero éstos se establecen en función de la información y no al revés. Entre otras razones porque es el propio diseñador el que decide la localización y extensión de los módulos en la página, de acuerdo con la importancia del material informativo” (ZORRILLA RUIZ, 2002:55).

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Podríamos comentar sobre los distintos estilos de diseño de portadas y paginas de periódico (algunos expertos clasifican en 6, otros en mayor numero, según sus variaciones y combinaciones), bien como de los estilos y tamaños de los folios de los periódicos, pero esto supondría entrar por una senda más técnica y práctica y por consecuencia menos conceptual. Merece la pena recordar que este trabajo busca investigar sobre la legibilidad y los elementos que hacen de un periódico más o menos legible, no sobre cómo se debe montar una retícula que funcione mejor al lector. Lo que se nota a partir del análisis de la tipografía y del diseño periodístico es que muchas de las reglas establecidas por los tipógrafos y diseñadores son fruto de su experiencia profesional y de situaciones de intento/error. Quizás por poseer un carácter extremadamente práctico y funcional, esta ciencia esté basada sobre todo en el empirismo. Hay poco espacio para teorías o abstracciones en el mundo de la legibilidad. Ahora que hemos visto como se aplica el concepto de legibilidad en la pagina del periódico impreso, debemos trasladarnos al ámbito digital, en el que nuevas variables entran en juego.

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CAPÍTULO 3 – Legibilidad y lecturabilidad aplicadas a la lectura de contenidos digitales A los efectos de nuestra investigación, de poco serviría tratar del tema de la legibilidad y de la lecturabilidad si ese estudio preliminar no nos sirviera posteriormente para analizar los condicionamientos específicos de la lectura en dispositivos digitales y, más concretamente, en pantallas de cristal líquido LCD (Liquid Crystal Display). Recordemos que gran parte del contenido informativo difundido hoy día por los medios ya no se consume en soporte impreso, sino mediante la pantalla del ordenador. Por esa razón, es fundamental entender el funcionamiento de la pantalla LCD, la relación con la lectura y el comportamiento del ojo humano delante de una pantalla. Un adecuado conocimiento de las especiales condiciones en las que se produce el consumo de información textual en pantallas de tamaño medio y pequeño permitirá obtener conclusiones relevantes sobre el modo en que deben componerse y presentarse las informaciones en plataformas digitales. ¿Como asimila el cerebro humano el texto en soporte digital? ¿Lo consume del mismo modo que cuando se presenta en papel? En los tiempos actuales se puede decir que hay una mentalidad de digitalizar el papel, es decir, que el papel tal como lo conocemos dejará de existir en breve, y que el único soporte de lectura será la pantalla digital (ebooks, portátiles, móviles, etc.). ¿Pero es lo mismo para el ojo humano leer desde un medio que refleja luz (el papel) que de otro que es emisor directo de luz? Muchos profesionales del mundo editorial han publicado artículos tanto criticando como alabando los nuevos inventos. En el artículo “A New Page”23, el escritor Nicholson Baker comenta el fracaso que ha sido intentar leer una novela desde su

                                                            23 “A New Page: can the Kindle really improve the book?” Baker, Nicholson. Artículo de la revista New Yorker del 3 de agosto de 2009 

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Kindle24 y lo tolerable que era hacerlo desde un iPhone. Aún así, para el autor del artículo ninguno de los dos parecía ser un sustituto a la altura del libro impreso. A la vez el mercado editorial ve una oleada de nuevos aparatos de lectura. Como ya he comentado, todo lo que se refiere a la legibilidad textual tiene su raíz en la tipografía. El el ámbito digital no sería distinto. Por esa razón empezaremos este tercer capítulo comparando el soporte del papel con la pantalla de LCD para luego tratar de explicar las características generales de una pantalla LCD. Más adelante trataré el tema de la tipografía en el ámbito digital y el comportamiento del cerebro y ojos al leer desde una pantalla. Todos esos elementos me conducirá, por fin, a formular algunas consideraciones respeto a la lecturabilidad en el ámbito del contenido digital. 3.1 Una comparación entre soportes: el papel y la pantalla LCD Estamos tan habituados a utilizar el papel, tanto para leer como para escribir, que no nos detenemos en sus distintas formas y características. BUEN UNNA comenta:

“Por ser el simple soporte de la obra, podría parecer que el papel no tiene trascendencia como significante en el proceso de comunicación. Por el contrario, sus características (peso, opacidad, color, textura, dureza, firmeza, resistencia a la luz y a la humedad…) resaltan antes que cualquier otra cosa. Todos los editores están de acuerdo en que la elección del papel merece la mayor consideración (…)” (2008:196).

Así, los elementos que definen la calidad del papel son:

                                                            24 Kindle es el soporte de lectura de ebooks producido pela empresa Amazon.com 

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a) El peso. Este factor se relaciona con la densidad y las dimensiones. Un papel más pesado será más rígido, así como más opaco. b) La opacidad. Cuanto más opaco y pesado sea el papel que se utiliza, la más voluminosa resultará la publicación. En general, papeles más ligeros suelen ser translúcidos. c) La textura. Este factor se relaciona con el tipo de fibra y tratamiento que recibe el papel, y determina la calidad de la impresión. d) La hidratación. e) La dirección de la fibra. f) La resistencia. g) El color.

Desde el punto de vista de la legibilidad es importante observar que el papel es un soporte que refleja luz, no la emite. En la pantalla ocurre todo lo contrario, pues se trata de un soporte emisor de luz, y por lo tanto más agresivo a los ojos y a la capacidad de retener contenido. Ahora veremos el funcionamiento de la pantalla de LCD, y cuáles son los factores que la hacen más o menos legible. Una pantalla de cristal líquido o LCD (Liquid Crystal Display) es un soporte que desde luego difiere mucho del papel en su esencia: está constituido por una serie de seis capas y películas de distintos componentes, y utiliza las propiedades del cristal líquido25 para generar imágenes. Sobre todo, es un soporte que emite luz (aunque no directamente, al contrario el CRT. Es un emisor pasivo de luz), y por lo tanto tiene propiedades lumínicas, mientras que el papel está hecho para reflejar la luz (BAKER, 2009). Hay dos tipos de LCD, clasificados según la fuente de luz que poseen: los reflexivos, más compactos, ligeros y con bajo consumo de energía; y los emisivos, que tienen fuente propia de luz (cold cathode fluorescent lamp,

                                                            25 Sobre la historia y propiedades del cristal liquido se puede encontrar información em la pagina web del Premio Nobel: http://nobelprize.org/educational_games/physics/liquid_crystals/history/ 

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CCFL). Estos últimos son los comúnmente utilizados como pantalla de ordenador y televisión, y los primeros utilizados en relojes de pulsera, calculadoras, etc. (LIN y HUANG, 2006). Al contrario de las antiguas pantallas CRT (Cathode Ray Tube) o de tubo de rayos catódicos, las pantallas LCD no son consideradas emisoras directas de luz, sino que más bien son conocidas como emisoras pasivas de luz, y por lo tanto menos agresivas al ojo humano que su antecesor. Las pantallas LCD también poseen un CRT en su estructura, pero más pequeño que el del antiguo monitor. Hay muchas diferencias tecnológicas entre el monitor LCD y el CRT, pero no corresponde exponerlas aquí, puesto que este es un estudio centrado en los efectos a la hora de la visualización y no tanto en aspectos técnicos. Por otra parte, hay que tener en cuenta que los monitores LCD están sustituyendo a los CRT a una gran velocidad; por lo tanto, parece innecesario dedicar esfuerzos a analizar las fortalezas y debilidades de la visualización de contenidos a través de pantallas CRT, puesto que estas ya son un dispositivo obsoleto (LIN, 2005). En cambio, sí que es importante saber que entre el LCD y el CRT hay una diferencia de los índices de luminancia, siendo el LCD el que causa menos fatiga al ojo humano. Por luminancia se entiende una medida que “(…) expresa el flujo luminoso en una dirección determinada, por unidad de ángulo sólido y por unidad de área proyectada de la superficie radiante sobre el plano normal a la dirección de la radiación”26. Su unidad en el Sistema Internacional es la candela por metro cuadrado27. Al hablar de la luz en la pantalla es inevitable hablar de la relación que tiene el ser humano con este dispositivo emisor de luz, en concreto el ojo humano, sometido a horas diarias de exposición a delante de la pantalla. Ahora comentaré un poco sobre la legibilidad en la pantalla digital. 3.2 La legibilidad en el ámbito digital

                                                            26 Definición extraída del diccionario de la Real Academia Española. 27 Bureau International des Poids et Mesures: http://www.bipm.org/ 

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Lo que interesa desde el punto de vista de la legibilidad es saber cómo se forman las letras e imágenes en una pantalla. Tanto las imágenes como las letras se forman a partir del mismo principio en la pantalla: a partir del píxel (palabra generada por contracción a partir de los términos “picture element”), la menor parte de una imagen en una pantalla. El diccionario de la RAE lo define como “superficie homogénea más pequeña de las que componen una imagen, que se define por su brillo y color”28. La resolución de una pantalla se define por el número de píxeles presentes en ella. Y aquí tenemos ya un primer obstáculo para el texto digital o, mejor dicho, para la legibilidad de los tipos: el texto impreso posee una ‘resolución’ mucho más alta que la de la pantalla. Sheree Josephson, que condujo un estudio de eye tracking comparando los tipos con y sin serif, comenta:

“The biggest problem is the low resolution of computer screens. Color LCD screens on most desktops and laptops today have a resolution of only about 100 pixels per inch. (…) Screen resolution has not improved in the last few years, Larson says, because you’d need a lot more computational power to make a difference you could see on the screen” (JOSEPHSON, 2008:68).

De hecho, para que la legibilidad de los tipos llegara al menos cerca de la calidad impresa haría falta una resolución de por lo menos cuatro veces el número de píxeles de una pantalla convencional (Larson, 2007). Y el problema se agrava con los tipos con serif, que tienen detalles mucho más refinados de acabamiento de los que la pantalla puede abarcar: “Serif fonts render poorly onscreen at small sizes because low-resolution screens canoot handle the subtle details of the type” (JOSEPHSON, 2007). Hay un recurso utilizado por los diseñadores de tipos que es el de añadir píxeles más borrosos en los extremos de las curvas y                                                             28 Diccionario de la Real Academia Española 

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diagonales, y así los tipos dan la apariencia de líneas suaves y continuas (JOSEPHSON, 2007). Pero a pesar de los muchos avances hechos para dejar el tipo más legible en la pantalla, todavía no es posible hacerlo más fácil de leer que en la pagina impresa, por los problemas causados por la baja resolución. Fue por eso que algunos expertos en tipografía decidieron empezar de cero y diseñar fuentes tipográficas específicas para ser leídas en la pantalla. Así, en 1985 surge la familia tipográfica Lucida, un tipo sin serif hecho para ser legible en baja resolución. La Verdana surge en 1996, un tipo creado por Microsoft especialmente para uso en ordenadores (LARSON, 2007). Otro tipo sin serif es el Trebuchet, también diseñado en Microsoft. Hay también fuentes con serif creadas específicamente para uso en la pantalla, como por ejemplo el Georgia para Microsoft, en 1993. Un dato curioso: para el lanzamiento de la versión 2007 del Windows Vista de Microsoft el grupo tipográfico quiso incluir algunas nuevas fuentes de legibilidad favorable al soporte de la pantalla, y por lo tanto lanzó un concurso. De las 26 propuestas de los principales diseñadores tipográficos del mundo, seis fueron seleccionadas: dos con serif llamadas Cambria y Constantia; dos sin serif llamadas Calibri y Corbel. Una flared-serif llamada Candara y una monospaced face para programadores llamada Consolas (JOSEPHSON, 2008). La sabiduría común en la Web es la de que tipos sin serif suelen ser más legibles que los con serif. En un artículo publicado en Webcast1.com se hizo una encuesta para ver cuál era el tipo más popular entre el público. El ganador fue el Verdana. Aún, tanto el Verdana como el Georgia y el Trebuchet están presentes en los sistemas operativos de Windows y de Apple, haciéndolos universalmente disponibles para uso en cualquier pagina web (JOSEPHSON, 2008). Josephson (2008) también comenta sobre una serie de estudios comparando tipos con y sin serif, así como tamaños de tipos en la pantalla. En el estudio los participantes no distinguieron entre los tipos

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con y sin serif, y al final eligieron el tipo Verdana como el más legible de todos. De la misma forma que he hablado sobre el comportamiento del ojo y del cerebro humanos al leer, a continuación me centraré en la diferencia que hay en el comportamiento del cerebro al leer desde la pantalla. 3.3 La actividad cerebral al leer el contenido digital Una vez visto cómo funciona la tipografía en el soporte de la pantalla digital y siguiendo la misma línea de desarrollo lógico del segundo capítulo, merece la pena referirse al comportamiento del ojo humano en la pantalla, y verificar si hay diferencias entre el comportamiento de lectura entre los dos soportes principales, el papel y las pantallas LCD. Las primera gran diferencia entre la lectura en la pantalla y la lectura en el papel es que en la pantalla el número de palabras por línea, el número de líneas por columna y el espacio entre líneas tiende a variar con mucha más frecuencia. Se puede decir que hay más margen para la creación editorial en el ámbito digital, pero a la vez la eficacia en la legibilidad no siempre es la misma de antes. Josephson comenta el estudio de Lynch y Horton (1999), en que demuestran lo siguiente:

“(…) wider lines of text require readers to move their heads slightly or strain their eye muscles to track over the long text, making readability suffer because readers may lose track of the next line on the long trip back to the left margin” (Josephson, 2008:72).

Otro estudio, de Bernard et al. (2002) demuestra el mismo comportamiento que el estudio anterior: hicieron pruebas con textos de 132 palabras por línea. El resultado del estudio indicó que las líneas largas exigían del lector un ángulo visual demasiado amplio,

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pero a la vez había menos interrupciones al cambiar a las líneas de abajo, lo que permitía una lectura más continuada y fluida. Sin embargo, el aumento del tamaño de línea con más caracteres aumenta la dificultad para encontrar la siguiente línea de abajo (Josephson, 2008). Otro estudio, de Lynch y Horton (1999) demuestra lo mismo: líneas de texto demasiado largas exigen que el lector mueva la cabeza o les obligue a forzar los músculos de los ojos al leer, lo que también compromete mucho la lecturabilidad porque el lector se pierde al saltar de una línea a la siguiente, por el largo trayecto que le exige volver al margen izquierdo (Josephson, 2008). Otro condicionante de la lectura en la pantalla tiene que ver con la distancia entre el lector y el texto. Las personas suelen leer en las pantallas de los ordenadores (no así en los móviles) desde más lejos que como acostumbran a leer cualquier tipo de publicación impresa (libro, revista o periódico). Al leer desde una distancia mayor, una amplia línea de visión reduce el ángulo visual, lo que en cierta manera limita el problema de las líneas excesivamente largas. Sin embargo, aun así, queda pendiente el problema de la baja resolución de la pantalla y su limitación para exhibir los tipos gráficos (Josephson, 2008). Por otra parte, las pantallas de los dispositivos móviles de pequeño y mediano porte (teléfonos inteligentes y iPads) suelen leerse a una distancia idéntica a la de los soportes impresos. Un dato curioso sobre la lectura en la pantalla es que el comportamiento del ojo cambia debido a la luz que esta emite. Los ya conocidos saltos que realiza el ojo al leer en el soporte impreso no son iguales a los de la lectura digital. El parpadeo (flicker) que produce la pantalla hace que el movimiento del ojo no sea el mismo que al leer un texto impreso (Josephson, 2008). Con eso se demuestra que el hecho de que haya una emisión de luz, aunque indirecta y más blanda que el CRT, implica en un cambio del comportamiento fisiológico del acto de leer. Geske y Bellur (2008) condujeron estudios sobre información visual y zonas del cerebro encargadas del procesamiento visual, con el objetivo de descubrir si el soporte al que se accede al contenido altera el comportamiento cerebral. Ya he mencionado que

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no merece la pena profundizar tanto en el ámbito de la neurología, pero sí que hay que tener en cuenta la complejidad de todo el proceso de lectura y asimilación del contenido escrito, para que no tratemos al tema como algo trivial. El cambio de soporte trae consecuencias sobre el acto de comprensión del contenido. De hecho, durante la mayor parte de la historia de la humanidad las únicas fuentes de luz han sido el sol y el fuego. En el siglo pasado muchas otras fuentes de luz fueron creadas y en algunos casos las personas miran directamente a una fuente de luz durante horas, como por ejemplo al ordenador o a la televisión (Geske, 2008). Con la ayuda del EEG29 Geske y Bellur verificaron si hay eventuales cambios en la actividad cerebral y, como consecuencia de eso, si se producen cambios en el movimiento de los ojos, el procesamiento espacial y el enfoque de atención. La hipótesis que plantearon fue que la reacción cerebral presentaría patrones de comportamiento distintos según el tipo de soporte al que la persona era sometida. Resulta que la famosa afirmación de Marshall McLuhan (1989), “el medio es el mensaje”, se ha comprobado por vías neurológicas: la diferencia en los estímulos de luz hace con que el cerebro genere patrones de ondas30 distintos. Sobre la conclusión entre actividad cerebral y los soportes de medios: impreso, CRT y pantallas planas, Geske y Bellur comentan:

“The study found significant differences in attention patterns in the parietal lobes, indicating that participants paid more attention to reading materials in print and on flat screens when compared to CRT screens. Geske suggests it is the flicker effect of the CRT screens

                                                            29 Electro Encefalogramo 30 En este estudio se miden las ondas alfa y beta del cerebro. No cabe explicar aquí las características de cada una en detalles. Lo único que es importante subrayar es que las ondas beta son producidas cuando el cerebro se pone en estado de atención, alerta y concentración. Las ondas alfa denotan un estado de atención amplia, una especie de ‘standby’. (Mulholland, 1978) 

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that leads to the differences in attention patterns” (Geske, Bellur, 2008: 409).

De hecho, el estudio demuestra que se pueden notar diferencias en la lectura en distintos soportes ya en los primeros 100ms de visualización. Hay más flujo de información y nivel de atención cuando se lee desde el soporte impreso. Además, el estudio indica que la lectura desde la pantalla exige mayor esfuerzo por parte del cerebro, es decir, que exige más energía cerebral para poder captar todo lo que lee:

“(…) The reader is having to expend more ‘neural energy’ to gather the information. The readings used as stimuli were carefully controlled to a grade 6 level so the materials should not be difficult to understand for college-level students at a major university, and materials for all treatments were similar and rotated used a latin-square design. The variables in the study were the different media, leading one to conclude that there are differences in reading that are related to the nature of the medium itself” (Geske, 2008:417).

Otros estudios indican que el parpadeo o efecto ‘flicker’ puede tener una diferencia significativa en la respuesta fisiológica, así como en el humor y en la atención. Un estudio realizado por Philips Lighting indica que algunas personas experimentan dolores de cabeza causadas por luces fluorescentes de 50Hz operadas en balastos magnéticos más antiguos. Ya las bombillas fluorescentes de 30Hz operadas en balastos electrónicos y no presentan aquel tipo de fenómeno. Sobre la influencia de la luz artificial en el ambiente de trabajo hay también una serie de estudios, sobre los cuales no merece la pena comentar en este trabajo, cuyo enfoque es más bien la lectura en la pantalla. Lo importante del estudio realizado por Philips es la conclusión de que el cerebro se presenta más sobrecargado con la iluminación de 50Hz. La velocidad de trabajo es más alta, pero a la vez la cantidad de errores

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cometidos es el doble de la normal. Así, el estudio demuestra que el efecto ‘flicker’ influye en la actividad cerebral. En el caso de la pantalla del ordenador, la luz artificial y pulsante se proyecta directamente a los ojos y afecta las funciones del cerebro. Según Geske:

“(…) The computer screens have rear-projection, radiant light – an unusual source for the human eye and brain. And the way the gun ‘shoots’ creates an ongoing flicker that, generally, we can’t see at a conscious level, but still exists. The situation is similar to fluorescent lighting, and studies have shown significant physiological and psychological consequences” (Geske, Bellur 2008: 418).

Todos los estudios reseñados aquí indican que el efecto ‘flicker’, así como la presencia de luz artificial, son la principal causa del distinto procesamiento de información por parte del cerebro, y por tanto se puede decir que hay diferencias significativas respeto al nivel de atención y de procesamiento de información según el soporte elegido. Las pantallas CRT parecen afectar de manera negativa el nivel de atención, tanto para los ojos como para el cerebro. Habría que plantearse también si esta dificultad de procesamiento no se extiende a la cognición y memoria del material leído, o más bien si el material leído desde un soporte digital no debería poseer un lenguaje proprio, distinto del que estamos acostumbrados a leer en el soporte impreso. 3.4 La lecturabilidad en el ámbito de la información digital Hemos visto hasta este momento como se presenta la legibilidad en la pantalla digital, pero ahora voy a hablar de la lecturabilidad aplicada al soporte digital. Un e-book, aunque se presente en un soporte digital, sigue ofreciendo el mismo contenido de antes, es decir, que los elementos que hacen de un texto algo más o menos comprensible siguen siendo los mismos, por una cuestión de sentido común. Eso sí,

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habría que verificar (y sería interesante realizarlo en la futura tesis) si lo mismo que ocurrió con L.A.Sherman y sus alumnos (Klare, 1963) – que descubrieron que a lo largo de los siglos la largura de las frases de los libros de literatura inglesa habían disminuido – podría ser comprobado al analizar los contenidos textuales producidos directamente para soportes digitales. Pero como en los últimos 25 años desafortunadamente hubo un verdadero marasmo en el ámbito de las investigaciones en lecturabilidad, solo podemos intuir que la misma disminución de la largura de las frases habrá pasado con la producción de textos exclusivamente digitales. Aún, no solo una disminución sino que muchas veces una nueva forma de expresión, como por ejemplo el uso del lenguaje proprio de los SMS y chats en internet (HANSON, 2007; LEVINSON, 2004; CASTELLS, 2007) . Una vez más, propongo en el futuro trabajo de la tesis realizar un trabajo de medición comparativa entre textos informativos impresos y digitales. Lo curioso del texto informativo digital, o mejor dicho del texto ciberperiodístico, es que este ha sido de los que más alteraciones habrá sufrido. Esta nueva modalidad profesional del periodismo (SALAVERRÍA, 2005) que poco a poco se está haciendo la principal fuente de información de los lectores, gana nuevos elementos textuales, por razones obvias: ya no se trata del mismo canal de comunicación de antes (el texto impreso), de modo que por la misma razón que el cerebro cambia su forma de asimilar el contenido, el contenido mismo debe de tener su forma alterada para ser eficaz y comprensible: “(…) Por tanto, así como la comunicación oral es siempre diferente de la escrita por su diferencia de canal, también es distinta la comunicación impresa de la mediada por ordenadores” (SALAVERRÍA, 2005:21). Cuando un texto se hace digital, pasa a pertenecer a la compleja red de la comunicación digital, un espacio virtual que posee rasgos muy particulares, como la ausencia, o más bien la ruptura de la linealidad del tiempo y del espacio, antes dos elementos clásicos de toda comunicación (Salaverría, 2005). Esta situación trae consigo cambios

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en el formato del texto, es decir, que el texto perteneciente al mundo virtual tiene características distintas de las del texto en soporte impreso, como la multilinealidad, la multimedialidad, la multiplicidad, la interactividad, el dinamismo y la conectividad (Pajares Tosca, 2004). Salaverría (2005) recoge estas seis características y las resume en hipertextualidad, multimedialidad y interactividad. Parece que ahí tenemos las nuevas variables de lecturabilidad para textos digitales. Pero la cuestión fundamental es: ¿Cómo medirlas? La hipertextualidad por ejemplo es algo bueno en la medida en que hace el texto más dinámico y rico en información. Pero un texto demasiado enlazado a otras fuentes de información ¿no empezaría a tornarse dispersivo y poco eficaz? Aún, ¿Cómo traducir estas tres nuevas características textuales en datos numéricos para una posible nueva ecuación de lecturabilidad? Todo parece indicar que las antiguas fórmulas de lecturabilidad se hacen aún menos precisas cuando el tema es la medición del texto digital, por lo complejo y sofisticado que es. Además, la batalla por conseguir un nivel optimo de redacción ya no debería enfocar tanto el las frases y palabras cortas y simples, pues en el ámbito del ciberperiodismo esto se ha hecho una mala costumbre que más que informar al lector le ofrece una serie de datos fragmentados y dispersivos (NORDENSON, 2008). Apostar en el estilo telegráfico es una solución demasiado sencilla para una situación de la complejidad que ofrece la escritura ciberperiodística. También Jakob Nielsen (2000), experto en usabilidad en la Web, en sus muchas publicaciones dedica pocas páginas a la escritura digital. Nielsen comenta que al escribir para la Web uno debe de ser más sucinto; escribir mensajes más cortos y directos en vez de largos discursos; y utilizar el hipertexto para dividir la información en otras páginas. Todo eso por una razón que ya hemos visto en las epígrafes anteriores, es decir, que la lectura en pantallas de ordenadores resulta ser molesta y es cerca de un 25% más lenta. Nielsen entonces, buscando una solución pragmática y fácil, aconseja a que se escriba un 50% menos de texto, “ya que no es solo una cuestión de la velocidad

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de la lectura sino también una cuestión de sentirse bien” (2000:103). Pero esta solución parece ser demasiado simple para una cuestión de complejidad no trivial: hay contenidos que exigen textos más elaborados. Al aceptar la alternativa de utilizar mensajes aún más cortos y truncados estaríamos extrapolando uno de los principios de lecturabilidad y haciendo con que los textos informativos perdiesen su función. Así pues, propongo al terminar este trabajo de investigación utilizar como futura herramienta de análisis del contenido informativo móvil la metodología utilizada para comparar medios online en Europa entre 16 países en el año de 2003, el método COST A20 (VAN DER WURFF y LAUF, 2005). El estudio buscaba definir las principales características de los cibermedios europeos: en una fecha y hora comunes a todos, se realizó la captura de pantalla de los principales periódicos online de cada país, para entonces realizar un análisis comparativo a partir de un minucioso cuestionario común para todos los países (Salaverría, 2009). Con las debidas adaptaciones, todo parece indicar que el mismo procedimiento sería el más adecuado para la análisis del contenido textual móvil en la futura tesis.

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CONCLUSIÓN

Una vez ya presentado todo el contenido propuesto en este trabajo de investigación, presento abaja las siguientes conclusiones: 1. Los términos legibilidad y lecturabilidad han sido definidos, bien como el alcance de cada uno en el ámbito investigativo. El uso del término “lecturabilidad” es un neologismo hecho con el propósito de asemejarse al rigor del idioma anglosajón (legibility/ readability). Esta definición de los términos y delimitación del campo de actuación de cada uno tiene una importancia no trivial. No es raro encontrar en publicaciones académicas confusión entre las dos palabras. 2. Se ha comprobado de modo científico lo que ya se pensaba de manera intuitiva: la experiencia de la lectura del mismo contenido desde soportes distintos no es la misma. Las alteraciones de soporte y formato generan alteraciones en la eficacia comunicativa. El conocido aforismo de Marshall McLuhan (“el medio es el mensaje”) se hace verdadero en este caso. El cambio de canal comunicativo exige una nueva manera de elaborar el mensaje. 3. La comprobación de que el soporte digital altera la eficacia comunicativa del contenido escrito y la consideración de que las antiguas fórmulas de medición de lecturabilidad a lo mejor ya no sirven para el cibertexto lleva a concluir que es necesaria una nueva herramienta de medición aplicada al ámbito contenido móvil, semejante al modelo de metodología COST A20 (VAN DER WURFF y LAUF, 2005; YEZERS’KA, 2008) con las debidas adaptaciones propias para el futuro objeto de análisis.

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ANEXOS

Tabla 1 – Recapitulación de las fórmulas de lecturabilidad según HENRY (1987) e elaboración propia

A. LENGUA INGLESA

Autor Data de publicación

Nivel escolar Fórmulas

Spencer 1852 - Enfoque en el nivel de la atención del lector.dimensiones sintácticas y semánticas. Sugiedependientes de influenciar el nivel de lecturatamaño de sílabas, grado de familiaridad de labstracción de las palabras, largura de frases.

Lively y Pressey 1923 2-14 Cada palabra es clasificada según un índice dsu frecuencia en el vocabulario de base de Tmedia final indica o índice de dificultad.

Vogel y Washburne 1928 2-14 El prototipo de las fórmulas modernas: X1= 0,085 x2 + 0,101 x3 + 0,604 x4 – 0,411 xX1= índice obtenido en un test de lectura X2= número de palabras diferentes entre 1000X3= número total de preposiciones X4= número de palabras ausentes de la lista deX5= número de frases simples entre un muestr

Dolch 1928 1-4 Sugiere utilizar (sin combinar los resultados siguientes índices: - Porcentaje de palabras diferentes - Porcentaje de palabras difíciles (ausentes dDolch) - Frecuencia media de las palabras difíciles - Grau de dificultad del material anexo.

Lewerenz 1929

2-14

Determina el porcentaje de palabras que empieh e b (estas tres letras situadas en el comienconsideradas como indicadores de facilidad einversamente, calcula-se el porcentaje de pal

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1930 1935 1939

2-14 (probablemente)

por las letras i e e. Una combinación entre eindica el índice de facilidad del texto. Más índices son sugeridos. Lewerenz no lfórmula única: -dificultad del vocabulario (proporción de anglosajona versus palabras de origen griega o-porcentaje de palabras pertenecientes à lpalabras) -estimación del número de palabras “sensoriale-porcentaje de palabras polisilabicas -número de palabras de carácter no discreto.

Johnson 1930 1-8 Porcentaje de palabras polisilabicas. Estcalibración.

Patty y Painter 1931 4-12 Índice= SPT / NM x ND o SPTM / ND SPTM= soma de los pesos atribuidos a cada pde Thorndike NM= número total de palabras encontradasanalizado ND= número de palabras diferentes presentes nSPTM= valor medio de los pesos atribuidos ala lista de Thorndike.

Ojemann 1934 8-14 Investiga, pero sin combinarlo en un fórmula,serie de factores sintácticos, lexicales e cudificultad de los textos.

Dale y Tyler 1934 1-8 (principalmente)

X1= – 9,4 x2 – 0,4 x3 + 2,2 x4 + 114,4 X1= porcentaje de adultos de capacidad comprender o texto X2= número de términos técnicos difíciles X3= número de palabras diferentes difíciles mX4= número de preposiciones principales.

Mc Clusky 1934 8 en delante Tres elementos son utilizados, pero no combin-Número de letras por palabra -Número de palabras por frase -Número de términos técnicos u usuales

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Gray y Leary 1935 2-14 X1= - 0,01029 x2 + 0,009012 x5 – 0,020940,01485 x8 + 3,774 X1= índice de comprensión medio obtenido deadultos con flaca capacidad de lectura X2= número de palabras diferentes ausentes(769 palabras) X5= número de pronombres personales X6= número medio de palabras por frase X7= porcentaje de palabras diferentes X8= número de complementos introducidos po

Kessler 1941 2-14 Dos elementos son utilizados separadamente:-Tamaño medio de las frases -Número de palabras diferentes difíciles a cada

Morris et Halverson 1938 Adultos Calcula por un lado el porcentaje de palabrajuventud; por otro lado calcula a porcentaje deen la escuela o con a relación con personas cul

Bergman 1936 1-9 (Considerada la primera versión de la fórmuMorphett) X1= 0,00255 x2 + 0,045 x3 – 0,0307 x4 + 1,08

Washburne y Morphett 1938 1-9 Una de las fórmulas más utilizadas para clasifiX1= 0,00255 x2 + 0,0458 x3 – 0,0307 x4 + 1,2X2= número de palabras diferentes X3= número de palabras diferentes ausenThorndike (1.500 palabras) X4= número de frases simples en cada 75 frase

Edgerton 1945 Textos infantiles Dos elementos son utilizados separadamente:-número de palabras diferentes (ausentes da lisde Thorndike -largura media de las frases.

Lorge 1939 3-12 Una de las primeras fórmulas modernas realmeX1= 0,07 x2 + 0,1301 x3 + 0,1073 x4 + 1,6126X2= tamaño medio de las frases X3= número de complementos introducidos poX4= número de palabras diferentes ausentes(769 palabras).

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Lorge Yoakam

1948 1939

3-12 4-12

X1= 0,06 x2 + 0,10 x3 + 0,10 x4 + 1,99 Calculada según los principios análogos a los(1923).

Flesch 1943 3-12 A primera fórmula de Flesch, que suscita unlecturabilidad. GP= 0,1338 xl + 0,0645 xa – 0,0659 xr + 4,249xl= tamaño medio de las frases xa= número de afijos xr= número de referencias personales.

Flesch 1948 3-12 Índice de facilidad: 206,835 – 0,846 sm – 1,01sm= número de sílabas en cada 100 palabras mp= número de palabras por frase Interés humano: 3,635 pm + 0,314 pp pm= número de palabras personales en cada 10pp= número de frases personales en cada 100 f

Powers, Sumner y Kearl 1958 3-8 Trata-se de una nueva versión de la fórmula dexc50= - 2,2029 + 0,0778 mp + 0,0455 sm (xc= índice obtenido en lectura por el aluno qula mayoría de las preguntas-test de Mac Catexto).

Dale y Chall 1948 3-12 xc50= 0,1579 x1 + 0,0496 x2 + 3, 6365 X1= porcentaje de palabras ausentes de la palabras) X2= tamaño medio de las frases.

Powers, Sumner y Kearl 1958 3-8 Nueva versión de la fórmula de Dale y Chall xc50= 3,2672 + 0,0596 x2 + 0,1155 x1

Dolch 1948 1-6 Cuatro elementos son utilizados separadament-Tamaño medio de las frases -Tamaño de las frases más largas (decimo supe-porcentaje de palabras ausentes de la lista de D-número de palabras polisilábicas.

Wheeler y Wheeler 1948 Textos infantiles Se basa, como Yoakam y Lively y Pressey en lFlesch 1950 3-12 Esta fórmula permite medir el índice de abs

(conferir en el capitulo 1 la definición de KLA

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L (lecturabilidad)= 168,095 + 0,532 mc – 0,81mc= porcentaje de substantivos concretos sm= número de sílabas por 100 palabras.

Farr, Jenkins y Paterson 1951 Nivel adulto Una simplificación de la fórmula de Flesch. Novo índice de facilidad= 1, 599 nmms – 1,01nmms= número de palabras monosilábicas mp= número de palabras por frase.

Powers, Sumner y Kearl 1958 3-8 Una nueva versión de la fórmula de Farr, JenkiXC50 = 8,4335 + 0,0923 mp + 0,0648 nmms.

Gunning 1952 6-12 (probablemente)

x1= 0,4 (mp + pmp) mp= número de palabras por frase pmp= porcentaje de palabras polisilabicas (tres

Powers, Sumner y Kearl 1958 3-8 Nova versión de la fórmula de Gunning XC50 = 3,0680 + 0,0877 mp + 0,0984 pmp.

Mc Elroy 1953 Nivel adulto Combinación en un índice del peso de palabratamaño y de acuerdo con el tamaño de las frase

Forbes y Cottle 1953 5-14 Calcula-se a partir de los mismos principios Lively y Pressey, Yoakam y Wheeler.

Spache 1953 1-3 Nivel escolar= 0,141 x1 + 0,086 x2 + 0,839 X1= tamaño medio de las frases X2= número de palabras ausentes de la palabras).

Stone 1957 1-3 (probablemente)

Nivel escolar = 0,141 x1 + 0,086 x2 + 0,839 A lista de palabras utilizadas es ligeramente utilizada por Spache.

Wheeler y Smith 1954 1-4 x1= 10 (mp x pmp) mp= tamaño de las frases pmp= porcentaje de palabras polisilabicas.

Tribe 1956 2-8 XC50 = 0,0719 x1 + 0,1043 x5 + 2,9347 x1= tamaño medio de las frases x5= porcentaje de palabras diferentes auseRinsland.

Flesch 1958 Nivel adulto Factor determinante del carácter “didáctico” deBloomer 1959 1-6 Utiliza dos variables:

-número de palabras en que o significado es

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adjetivo o un adverbio. -complejidad de los adjetivos e adverbios.

Nyman, Kearl y Powers 1961 Combinación de las listas de palabras de ThornSmith 1961 Adultos Utiliza una técnica interesante por su simplici

letras a partir del número de espacios. GP = 1,56 LM + 0,19 MP – 6,49 (LM= letras/palabra y MP= palabras/frase) Lecturabilidad= 8 LM + MP

Botel 1962 1-12 y adultos Analiza la frecuencia de ocurrencia de las palalista de 1.185 palabras usuales. Clasifica los textos según el número de pacomo no asimiladas antes del 4º ano primario.

Danielson y Bryan 1963 Trata-se de una versión automatizada da fórmuPaterson. Se basa en dos variables: -número de palabras monosílabas -número de palabras por frase.

Fry 1963 y 1968 Utiliza componentes de la fórmula de Flesch (ncada 100 palabras y numero de palabras por fraDetermina o nivel de dificultad del texto con oconstruida en formato de gráfico (relacióncomponentes).

Crane 1964 Artículos de periódico

Validación por referencia à fórmula de Dale-CA partir de numerosas variables, Crane se apro-número de palabras de tres sílabas o más -tamaño de las frases.

Goltz 1964 Trata-se de una revisión de la fórmula de DaleBrown 1965 Textos científicos La aportación de Brown es la de enfocar la

textos científicos. Stolurow, Kruger y Lippert 1966 Automatización de la fórmula de Dale- Chall.Fang 1966 Automatización del contaje.

Contaje de palabras monosílabas. Berkeley 1967 Automatización de la fórmula de Flesch. Fang 1967 Textos orales

(emisiones de Aplica un número importante de variablehablados.

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TV) Holmquist 1968 Se revisa la lista de Dale-Chall e añade 102 te

conocidos. Barker y Strokes 1968 Modificación de la fórmula de Lorge.

GL= 0,06 x1 – 0,55 x2 + 6,97 x3 + 2,79 x1 y x2 son las variables de Lorge; x3= número de palabras de 6 letras o más.

Coleman 1968 En este caso, o criterio es o teste de Cloze. Utiliza como variables: -categorías de palabras -substantivos concretos-abstractos -medidas de complejidad sintáctica -medidas de redundancia. Construye 4 fórmulas: x'= - 38,45 + 1,29 x1 x’= - 37,95 + 1,16 x1 + 1,48 x2 x’= -34,02 + 1,07 x1 + 1,18 x2 + 0,76 x3 x’= -26,01 +1,04 x1 +1,06 x2 + 0,56 x3 – 0,36x’= porcentaje de aciertos en Cloze x1= número de palabras monosílabas x2= número de frases x3= número de pronombres (salvo posesivos)x4= número de preposiciones (salvo antes de im

Mac Laughlin 1969 Combina en una sola variable o tamaño de lade las frases. Lecturabilidad= 3 + √p p= numero de palabras polisílabas en cada 30 f

G. R. Klare y alii 1969 Automatización de las fórmulas de BerkeleFlesch, Wheeler y Smith, Mc Elroy, Farr, JGunning.

Bormuth 1966-1969 1-12 y comienzos de la univ.

O criterio fundamental es el test de Cloze. Desarrolla un conjunto de fórmulas que permidificultad de las palabras, de las frases, de las upuntuación y de los textos. Él desarrollavalidación manual, automatizables por ordencada uno de los niveles citados arriba.

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Coke y Rothkopf 1970 Contaje del número de letras, vocales y consonAquino 1969 Validación de las fórmulas de Coleman. Mc Ginitie y Tretiak 1971 Variables sintácticas, principalmente de peso eDamerst Método gráfico basado en el número de palab

el número de palabras monosílabas. Flesch- Kincaid Público adulto GL= 0,39 MP + 11,8 SM – 15,59

GL= nivel escolar. MP= número de palabras por frase. SM= número de silabas por palabra.

Raygor 1977 Adaptación de la fórmula de Gunning calculande las palabras de 6 o más letras en lugar et ptrisilábicas.

B. LENGUA FRANCESA

L. Kandel y A. Moles 1958 Adaptación de la fórmula de R. Flesch: Facilidad= 207 – 1,015 mp – 0,736 sm. mp= número de palabras por frase sm= número de sílabas en cada 100 palabras. -Considerando que as palabras francesas son eque as palabras inglesas, divide-se el coeficien1,15. -Sin adaptación de las modalidades de contaje, francesa.

G. De Landsheere 1963 Automatización de la fórmula de Flesch. Fórmula: coeficientes no alterados, mas modespecíficas à lengua francesa.

G. De Landsheere 1966 Substituida por la siguiente para una evaluaciGougenheim). Pesos lexicales a partir de la lista de Verlée. Pesos sintácticos en función del poder separadpuntuación. Técnica abandonada por razón de la incoherencialos autores.

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F. Richaudeau Prefiere denominar el estudio de “efectibilecturabilidad porque reflete mejor la interacciónEstablece las fórmulas de lecturabilidad de las frvarían según el nivel del lector e de la naturalezaEllas tienen en cuenta un cierto número desintáctico al nivel de la frase.

C. LENGUA ALEMANA

G. De Landsheere 1969 Fórmula de Flesch. Contajes modificadas según los mismos principiLandsheere en 1963.

D. LENGUA HOLANDESA

W. Douma 1960 Fórmula de Flesch. Considera palabras y frasesholandés que en inglés. Facilidad= 206,84 – 0,77 sm – 0,93 mp. -generalizada a partir de 5 textos. -sin contajes específicas. -los dos coeficientes son reducidos de 11%.

R. Brouwer 1963 Corpus de 25 libros para jóvenes.

Considera el tamaño medio de las palabras y el frases como índices de dificultad. Coloca los misma base. Facilidad= 195 – 2/3 sm – 2 mp.

P. Van Hauwermeiren 1972 18 variables – 30 textos – 1 población. P. Van Hauwermeiren 1972 Criterio: teste de Cloze.

6 fórmulas L= 109,549 – 29,971 x1 – 0,986 x6 + 0,967 x10L= 75,383 – 0,943 x4 – 0,905 x6 + 0,918 x10 (vL= 82,110 – 1,061 x4 – 0,848 x6 – 0,886 x14 (vL= - 0,537 + 0,823 x11 – 1,415 x8 – 0,802 x14 (L= - 10,745 + 0,805 x11 – 1,683 x17 – 1,260 X L= 51,919 – 1,085 x6 + 1,136 x16 (validade .64x1= número medio de sílabas por palabra

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x4= número medio de sílabas por unidad: supersonal x6= número medio de substantivos en cada 100 x8= número medio de adjetivos en cada 100 palx10= número medio de verbos auxiliares en cadx11= % media de palabras presentes en la básico de la literatura de ficción x14= % media de frases de estructura verbal únix16= % media de verbos empleados de forma pex17= % media de estructuras verbales.

E. LENGUA ESPAÑOLA

Gilliam, Bettye et alii 1980 Aplicación del gráfico de Fry à lecturabilidad en

F. LENGUA SUECA

Anderson 1981 Esta fórmula fue validada también en losfrancés, inglés y griego. El “Lasbarhetsindex” (LIX) se basa en dos varpalabras por frase y a porcentaje de palabras con