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APORTES DEL HUMANISMO INTEGRAL DE JACQUES MARITAIN EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SOCIEDAD CRISTIANA1

JACQUES MARITAIN´S INTEGRAL HUMANISM AND ITS CONTRIBUTION IN THE CONSTRUCTION OF A CHRISTIAN SOCIETYCristhian Almonacid Díaz

Universidad Católica del MauleTalca, Chile.Correo electrónico: calmonacid@ucm.cl[Fecha de recepción del artículo: 23 de mayo de 2014][Fecha de aprobación del artículo: 18 de agosto de 2014]

Resumenintegral de Jacques Maritain, explicando cómo dicho concepto fue recepcionado en el que responde al llamado de la construcción de una sociedad más humana, y por lo mismo más cristiana.Palabras claves: Maritain, Humanismo Integral, Concilio Vaticano II, sociedad, apostolado laico.

AbstractThis paper examines Jacques Maritain’s distinctive philosophical category of integral humanism, and explains how the concept was received in the Second Vatican Council. call to build a more humane and therefore, more Christian society. Keywords: Maritain, Integral Humanism, Second Vatican Council, society, lay apostolate.

1 Una primera versión de este trabajo fue presentada en el “Congreso Internacional Concilio la Universidad Católica del Maule, Talca, Chile, los días 13-15 de Noviembre de 2012.

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1. IntroducciónEl Concilio Vaticano II, entre otras tantas orientaciones de relevancia que

valoramos en este camino de 50 años para la Iglesia y el mundo, acuñó la expresión de que “somos testigos del nacimiento de un nuevo humanismo, en el que el hombre se (Gaudium et spes [GS], 55). Esta expresión, entre otras cosas, vino a reconocer en los cristianos la tarea de construir un mundo mejor, de una comunidad fraterna fundada en la verdad.

Este nuevo humanismo2

Maritain (1882 – 1973) gracias a su obra (Maritain, 1966a). En respondiendo a las inquietudes del hombre moderno, instaure la paz y el sentido de justicia en la sociedad para llegar a constituirse en una comunidad de vida.

Sabemos que en un primer momento el humanismo integral fue duramente fustigado por el P. Messineo S.J. en la Revista Civiltà Cattolica (Messineo, 1956)

primordial, atribuyendo a la naturaleza una autonomía en que la libertad posee un valor superior para la consecución de actos perfectos. De tal modo que la gracia divina sería un mero agregado o barniz.

Sin embargo, 20 años después, el humanismo integral fue reconocido por el papa Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio (Pablo VI, 1967) como la propuesta de un humanismo pleno que había que promover, destacando a Maritain como uno de

elaborado una contraparte a humanismos “cerrados e impenetrables a los valores momento culmen para el humanismo integral de Jacques Maritain, quien ya se había percatado que sus ideas, promovidas desde mediados de los años 30, se habían visto 1966 b, p.66).

del Episcopado Latinoamericano que se realizaron después del Concilio Vaticano II. En ellas se resaltaron las ideas de un hombre nuevo abierto a la trascendencia, llamado a promocionar un mundo mejor basado en el bien común y la opción preferencial por los más pobres. Este nuevo humanismo se promovió como la base para la construcción de una nueva civilización. Cf. Documento Medellín (1968): II,7; Documento Puebla (1979):197-298-333-350-1296-1308; Documento Santo Domingo (1992): 153-238-267.

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Nuestro objetivo en este trabajo es presentar brevemente algunas de las notas características del humanismo integral maritaniano, en especial a lo que hace referencia a su derivación en lo que se ha denominado apostolado laico, que como movimiento social-cristiano, fundado en un primordial movimiento espiritual-cristiano, se constituye en germinación natural de la verdad en la conciencia temporal del hombre a causa del fermento del evangelio que actúa en cada uno y en la historia. Esperamos mostrar cómo aquellas notas del humanismo integral son recogidas especialmente en la constitución Gaudium et spes y en el decreto Apostolicam actuositate [AA], de modo evangelio y la transformación de lo temporal según la vida en el Espíritu.2. Notas distintivas del Humanismo Integral

En el Maritain se esfuerza por sustentar argumentos que

que habrían llevado al hombre a una verdadera tragedia (Maritain, 1966a, p. 31). El sus componentes puramente materiales y dualismos inconducentes. Según Maritain este fenómeno se desenvuelve en tres momentos fundamentales de la historia del hombre:

En los siglos XVI-XVII, cuando la civilización prodiga sus mejores frutos y el a)

raíces cristianas. En los siglos XVII-XIX, cuando el optimismo racionalista se aleja b)

a la exclusiva bondad natural del hombre.Y en el siglo XX, cuando se da una inversión materialista de los valores. c)

ateísmo radical de una humanidad nueva. Es el tiempo donde Dios ha muerto en un mundo materializado (Maritain, 1966a, pp.33-34).Ante estos eventos Maritain apuesta a una criatura rehabilitada en Dios

(Maritain, 1966a, p.62). Propone un humanismo que es teocéntrico pues se sustenta en el misterio de la Encarnación (Maritain, 1944), hecho que brinda al hombre una conciencia evangélica que supera a la conciencia naturalista (Maritain, 1966a, p. 64). Se trata de un humanismo que es integral pues reconoce la actividad humana como un ejercicio del uso de la razón y la libertad y al mismo tiempo se dispone a la receptividad de la gracia divina que nos ha creado. Dicha conciencia evangélica tiene, según nuestro

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(Maritain, 1966a, p.65). De modo que una conciencia evangélica escruta la persona humana en su valor de persona íntegra, sin disociar su contextura espiritual (como imagen de Dios pero corruptible) y su anhelo de trascendencia y plenitud que sólo la gracia le puede satisfacer. “La persona humana tiene una dignidad absoluta porque está en relación directa con lo absoluto, único medio en que puede hallar su plena que respeta la naturaleza humana, su razón y libertad, pero al mismo tiempo se abre a la plenitud de la humanidad en Dios.

A nuestro juicio, la relación entre la constitución temporal de toda persona humana y su disposición a la trascendencia nos aporta una categoría interesante para hacia la institucionalidad eclesial, notamos que a pesar de los problemas marcados por nuestra debilidad humana, nunca está cerrada nuestra disponibilidad a la acción de Dios que nos llama permanentemente a la conversión. Sólo bajo esa conciencia es donde cobra sentido la necesidad de pedir perdón a la comunidad temporal con quienes compartimos nuestra vida y quehacer (CECH, 2012). El reconocimiento de nuestra debilidad es la oportunidad para volver a nacer con nuevo brío, fortaleciendo

somos débiles, es cuando somos fuertes (2 Cor 12, 10).Ahora bien, veníamos destacando la perspectiva del humanismo integral,

conduce a una problemática no menor. Ante la categoría del humanismo integral se requiere estudiar el modo como la religión se relaciona con la civilización. O dicho de otra forma, ¿de qué manera se complementa lo espiritual y lo temporal? Para responder planos para no confundirlos. La religión y la civilización son términos que requieren

conducirnos rectamente en este mundo, sino también y antes que nada, en cuanto el desarrollo moral, de las actividades especulativas y de las actividades prácticas

desde un ámbito material, sino también moral, es señal que el elemento religioso juega un papel primordial en la civilización. Es decir, la civilización se desarrolla en

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medio de dos polos: el polo de las necesidades humanas básicas y urgentes y el polo religioso, que responde a las necesidades humanas urgentes en la vida del espíritu. Para el cristianismo la religión es esencialmente sobrenatural, no es del hombre ni del mundo, sino que trasciende la vida de la cultura pues responde a la vida íntima de Dios (Maritain ,1966a, p. 80). En este sentido, la relación entre la civilización y la religión, es que lo primero requiere estar referido a lo segundo, es decir, se debe “procurar el bien terrenal y el desarrollo de las diversas actividades naturales del

el orden temporal del mundo, trasciéndelo, pues su fe lo hace esperar el encuentro Dios respecto del mundo, pues siendo el cristiano un ciudadano del mundo se anticipa mediante su fe a la ciudadanía del Reino de Dios permitiéndole discernir su realidad

La meta de todo cristiano en su actividad temporal es procurar y hacer de este mundo la preparación del Reino de Dios. Dicho de otro modo, el cristiano busca hacer de este mundo el lugar de una vida verdadera y plenamente humana que contendrá desfallecimientos, pero al mismo tiempo aspirará a una vida de amor. En esta aspiración las estructuras sociales tienen por medida la justicia, la dignidad de la persona y el p. 89). Esta preparación al advenimiento del Reino es para los cristianos la búsqueda de la instauración de una nueva vida cristiana del mundo. Claro está, no se trata de que “antes de transformar el régimen social sea preciso que todos los hombres se sino provocando al mismo tiempo y primeramente en nosotros, una renovación de la como una naturalización sociológica de la religión, sino como una justicia cristiana cambio social que es obra de santidad de la que brota una labor que busca transformar las lógicas de un orden social en que las dimensiones de lo económico, lo político y lo ético se encuentren estrechamente unidas (Maritain, 1966a, p.95). Eso se traduce para el cristiano en un ejercicio de acción social y política, pues se dispone al servicio de la sociedad desde sus capacidades profesionales que puede entregar y la santidad que puede lograr en su quehacer temporal. Allí radica la misión en el mundo de todo hombre y mujer de fe. el surgimiento de lo que se llamó en su época el movimiento para el apostolado de los

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dentro de la Iglesia, fervientes y entusiastas para comunicar su fe en medio del mundo. Esta perspectiva maritaniana del humanismo integral y el papel de los laicos, como veremos, será retomado en el Concilio Vaticano II en especial en la constituciones Gaudium et spes y en el decreto sobre los laicos Apostolicam actuositatem.3. El humanismo en la Gaudium et spes

En la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes encontramos las más evidentes alusiones al humanismo que el Concilio quiso promover.

Reconociendo las mejoras en las condiciones de vida del hombre moderno en el aspecto social y cultural, la Iglesia vislumbró el nacimiento de una nueva época para la historia humana. Esta época se manifestó marcada principalmente por los avances expresan y posibilitan con mayor fuerza el progreso por un lado y la unidad del género humano por otro. De modo que el Concilio vislumbró como positivo el desarrollo de mejor en la verdad y la justicia: “de esta manera somos testigos del nacimiento de un

pueblos cada vez más extendida, le sigue la necesidad de un bien común más universal que conlleva derechos y deberes referidos a todo el género humano (GS, 26). Así, todo progreso social debe subordinarse al bien de las personas y la preservación de su que este progreso no sólo es económico sino también cultural y moral. El verdadero y pleno progreso sólo puede encontrar en Dios las respuestas a las aspiraciones más profundas del corazón humano, pues “ninguna ley humana puede garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre tan perfectamente como el Evangelio de

Que la Iglesia promueva a la persona humana en su desarrollo pleno es muestra que el ser humano en la medida que busca mejorar las condiciones de su vida a lo largo de los siglos, responde al plan de Dios de quien ha recibido el mandato de regir el mundo en justicia y santidad. Esta verdad afecta a los trabajos más inmediatos y ordinarios pues, “los hombres y mujeres que, mientras ganan el sustento para ellos y sus familias, ejercen su actividad de tal modo que sirven a la sociedad, pueden pensar, con razón, que con su trabajo realizan la obra del Creador, velando por el bien de sus divino, al bien común del género humano permitiendo al hombre individual y social cultivar y realizar su vocación más profunda (GS, 35).

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la medida que las cosas creadas y sociedades humanas gozan de valores propios y leyes que el hombre descubre, ordena y aplica. Sin embargo, esta realidad para un creyente es una autonomía que se encuentra circunscrita en el origen divino de toda la creación. De allí que la actividad humana necesita estar referida permanentemente a la dignidad humana, la comunión fraterna y la libertad, son frutos buenos de nuestra naturaleza […], que tras haberlos propagados por la tierra el Espíritu del Señor […], el “Reino está ya presente en esta tierra misteriosamente y se consumará para la valor intrínseco de la persona constituyen el sentido profundo de la actividad del hombre y es el fundamento de la relación entre la Iglesia y el Mundo, como también la base para el diálogo mutuo. Procedente del amor del Padre la Iglesia se constituye en en la historia a formar parte de la familia de Dios, ordenada por Cristo, como un “grupo suerte terrena pero como fermento de la sociedad humana que debe ser renovada por Cristo (GS, 40).

Este es el horizonte por el cual el concilio “exhorta a los cristianos, ciudadanos

caer en el error de pensar que por la fe debemos huir de nuestros deberes terrestres como si estos fueran totalmente ajenos a la vida de fe. No pueden oponerse por una parte la actividad social y la vida religiosa, ni la vida profesional y la vida de fe pues, “siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejercitó un trabajo manual, lo cristianos deben alegrarse de poder ejercitar sus actividades terrestres uniendo en una síntesis vital sus esfuerzos humanos con los bienes religiosos, que se coordinan para mayor gloria el trato cotidiano y la solicitud ante los afanes temporales mostramos al mundo el rostro de la Iglesia, a partir del cual los demás hombres juzgarán la fuerza y la verdad del mensaje cristiano.

Como vemos, el humanismo integral de Maritain brota en muchas de estas expresiones conciliares. Todas ellas expresan la convicción de un humanismo que es teocéntrico en la medida que respeta la libertad y ejercicio temporal del ser humano,

humanas, las disciplinas, las culturas y las ciencias que emancipan y desarrollan la

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humanidad y al mismo tiempo ofrece, a través del misterio de la fe, “valiosos estímulos y ayudas para cumplir con mayor intensidad esta tarea. Sobre todo para descubrir el sentido pleno de esta acción, que hace que la cultura humana obtenga su lugar la realización de bienes culturales, materiales y temporales para toda la humanidad y anima a los creyentes a armonizar estas metas con los valores del Evangelio. fundamentales:

Una vida humana integral: que comprende la existencia humana como 1. temporal a la luz de la eternidad, de los principios y valores universales, donde prima la fe.Un orden social: que se cultiva a partir del Evangelio y la promoción de sus 2. valores.

creyente cumple un rol y una tarea. Entre ellos, los laicos, a quienes el concilio vino a restituir en su imprescindible actividad en la Iglesia como agentes protagonistas y responsables de la evangelización. El concilio entendió que los laicos, viviendo en

Y en esa restitución cobra pleno sentido el decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem. 4. El apostolado laico para la construcción de una sociedad cristiana en el decreto Apostolicam actuositatem.

En este último punto quisiéramos rastrear, si es posible, las notas del humanismo integral de Jacques Maritain en el decreto sobre los laicos, promulgado en noviembre de 1965.

Evidentemente el trasfondo por el que se debe leer este decreto sobre los laicos, es la Constitución sobre la Iglesia Lumen Gentium (como también su continuación en la exhortación apostólica , promulgada por Juan Pablo II en diciembre de 1988). Tanto el decreto como la constitución, tienen en común el siguiente planteamiento general: “todos los creyentes, como Pueblo de Dios,

razón, en una como en otra redacción, el laico aparece descrito desde una doble referencia:

Por su carácter de miembro del Pueblo de Dios participa en la Iglesia, en a)

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de Cristo (AA, 2 y 3).Por su carácter temporal, a partir del cual se dedica a las tareas del mundo, se b)

De este modo el laico en el mundo realiza su actividad apostólica como una tarea que lleva a cabo gracias al testimonio de vida y la palabra que anuncia (AA, 4). En esta misión se unen tanto el orden espiritual como el orden temporal, pues ambos están unidos con anterioridad en el plan de Dios. La idea de una conciencia cristiana (AA, 5) aparece como la guía de ambos órdenes, pues es en el corazón de la persona cristiana exige al laico el profundizar, según sus propias cualidades y conocimientos, los principios cristianos que le permitan defenderlos cuando sea el caso y aplicarlos a los problemas actuales a los que se enfrenta (AA, 6).

Si bien el apostolado de los laicos posee un campo importante de acción a las diócesis y las parroquias, el concilio destaca como primordial el campo del mundo temporal propiamente tal, donde la misión y apostolado laico cobra un sentido nuevo, sociedad cristiana en los tiempos que corren.

La sociedad civil es el lugar donde el laico desarrolla la conciencia de su propia personalidad e impulsado por su ardor de fe se hace responsable mediante la participación en la vida social y cultural. Su apostolado allí se traduce en “informar con espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de convierte en un deber y una obligación para el creyente. Dicho servicio se encuentra atravesado por la coherencia de vida y la fe que profesa de modo que su forma de actuar impregna paulatinamente su vida y trabajo. Es evidente que en la mayoría de las ocasiones muchos hombres y mujeres, sólo pueden encontrar en los laicos al único medio para recibir el Evangelio y conocer a Cristo (AA, 13). De este modo, los laicos que tienen sensibilidad pública y son expertos en asuntos políticos, no pueden negarse al llamado de desempeñar cargos de representación y autoridad, que como medios dignamente ejercidos pueden servir para procurar el bien común y preparar el camino al Evangelio.

La asociación laica es otro medio promovido por el Concilio, pues la actividad individual puede y necesita completarse mediante la comunión y el ejercicio cristiano asociado (AA, 16). Esta asociatividad es signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo (AA, 18). Por eso los cristianos laicos deben ejercer su actividad con sentido de unidad, conscientes que los resultados comunitarios de su actividad provocan frutos mucho más abundantes que si cada uno trabajara por separado.

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Dichas asociaciones en la medida que trabajen en comunión con los pastores serán parte fundamental en el testimonio eclesial de Cristo (AA, 20). En ese sentido, pastores la Iglesia promoviendo su acción y sus obras (AA, 25).5. A modo de conclusión

por la verdad al servicio de la Iglesia. Evidentemente sería una conclusión arriesgada hablar de una recepción directa del pensamiento de Maritain en el Concilio Vaticano II, pero al menos nos conformamos en decir que el Concilio elevó a su Magisterio algunas vida. Dos de esos temas maritanianos y recogidos por el Concilio son el humanismo integral y la labor apostólica de los laicos en la construcción de una sociedad más humana y más cristiana. Dicho deber se traduce, como hemos visto, en animar la vida política y social desde el interior de la sociedad civil haciendo crecer en ella una espiritualidad y una moralidad en clave cristiana, poniendo en práctica el humanismo integral, siempre abierto a lo trascendente y en disposición para transformar el mundo.

Conviene destacar al respecto las palabras del actual papa Francisco: “nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, instituciones de la sociedad civil, sin opinar de los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. […] Una auténtica fe – que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transformar valores, de dejar algo