apogeo y decadencia decadencia del contextualismo

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APOGEO Y DECADENCIA DECADENCIA DEL CONTEXTUALISMO Roberto Fernández, DERIVAS, UNL, Santa Fe, 2001 Uno de los temas dominantes de la teoría de la arquitectura ha sido, al menos desde el siglo XV, el de la relación arquitectura y ciudad, según el cuál la segunda – sobre todo como macroforma – debía de operar como contexto ( formal ) de la primera – en tanto, práctica del proyecto de microformas o fragmentos discretos y diferenciales de la materia edilicia de la ciudad -. Digamos aquí, muy brevemente, que, desde las proposiciones estéticas de Giorgy Lukacs, la idea de forma, no puede ser reductivamente entendida como una cuestión de puros significantes, o sea, desprovista de contenidos ideológicos. Lo que bajo diversas denominaciones podemos reconocer como contextualismo, adquirió así, una especie de garantía de teoría y práctica correcta y un aura virtualmente irrebatible: como en política nadie puede estar en contra de causas intrínsecamente buenas, como la democracia o los derechos humanos, en arquitectura nadie debería oponerse a la causa intrinsecamente buena del contextualismo, entendible en el sentido que los proyectos arquitectónicos deberían ser deducidos del contexto de las ciudades en que se insertan. O si se quiere, de manera más general, de las estucturas territoriales y de paisaje. Es decir, que existiría una posible lógica proyectual – desde luego, no la única en el marco de la modernidad – según la cuál el proyecto es un punto de llegada o conclusión respecto de un conjunto de operaciones formales deductivas, desde lo macro ( ciudad o estructura territorial preexistente, en general ) a lo micro ( el objeto resultante del acto proyectual ). Pero el contextualismo, a fines de la década del 90, parece estar agotado como discurso, un poco porque se convirtió en banal y otro, porque la decadencia socio-cultural del pensamiento y la práctica de la arquitectura hace que sus protagonistas actuales más notorios deban generar aventuras gestuales provocativas que remitan a alguna clase de comunicación diferencial del hecho arquitectónico. La modalidad lógico-deductiva de correlación entre la gran y la pequeña forma, parece demasiado lógica y por ello, poco eficaz en un cuadro cultural atiborrado de signos, que parece banalizar lo lógico y requerir lo provocativo, en nombre de la pertenencia a un momento histórico más definido por las condiciones de la competitividad. Un ejemplo de estas posturas, equivalentes a algunas neovanguardias artísticas contemporáneas, es el caso del Museo Guggenheim en Bilbao, de Frank Gehry: sea por la diferenciación en la estructura morfológica del proyecto, en la tradición funcional del programa o en la factura tecnológica del artefacto, este proyecto es cualquier cosa menos contextualista y esa negatividad es fundamental en la voluntad proyectual del autor. Sin embargo, es obvio que todos los arquitectos comunes – y los aspirantes a serlo – no pueden intentar una praxis proyectual alla Gehry ( como pudo haberse dado con Le Corbusier o con Rossi porque sus arquitecturas fueron didácticas, o sea que aspiraban a y se postulaban para ser re-producidas o re-proyectadas, a partir de mecanismos miméticos ) y por otra parte, en una gran proporción, deben proyectar en una ciudad determinada. Lo que hace Gehry – para que no sea fatal para sus ciudades – debe hacerse en dosis pequeñas y en ciudades distintas, de modo de mantener su estéticamente violenta diferencialidad. De allí que el propósito de este artículo , dirigido obviamente no a los proto-Gehrys que pudieran leer Summa+, se proponga reflexionar sobre el ascenso y la caída del concepto de contextualismo, tratando de ver, en el espesor histórico de su desarrollo conceptual, si algunos de sus contenidos tienen

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Historia Roberto Fernandez

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  • APOGEO Y DECADENCIA DECADENCIA DEL CONTEXTUALISMO Roberto Fernndez, DERIVAS, UNL, Santa Fe, 2001 Uno de los temas dominantes de la teora de la arquitectura ha sido, al menos desde el siglo XV, el de la relacin arquitectura y ciudad, segn el cul la segunda sobre todo como macroforma deba de operar como contexto ( formal ) de la primera en tanto, prctica del proyecto de microformas o fragmentos discretos y diferenciales de la materia edilicia de la ciudad -. Digamos aqu, muy brevemente, que, desde las proposiciones estticas de Giorgy Lukacs, la idea de forma, no puede ser reductivamente entendida como una cuestin de puros significantes, o sea, desprovista de contenidos ideolgicos.

    Lo que bajo diversas denominaciones podemos reconocer como contextualismo, adquiri as, una especie de garanta de teora y prctica correcta y un aura virtualmente irrebatible: como en poltica nadie puede estar en contra de causas intrnsecamente buenas, como la democracia o los derechos humanos, en arquitectura nadie debera oponerse a la causa intrinsecamente buena del contextualismo, entendible en el sentido que los proyectos arquitectnicos deberan ser deducidos del contexto de las ciudades en que se insertan. O si se quiere, de manera ms general, de las estucturas territoriales y de paisaje. Es decir, que existira una posible lgica proyectual desde luego, no la nica en el marco de la modernidad segn la cul el proyecto es un punto de llegada o conclusin respecto de un conjunto de operaciones formales deductivas, desde lo macro ( ciudad o estructura territorial preexistente, en general ) a lo micro ( el objeto resultante del acto proyectual ).

    Pero el contextualismo, a fines de la dcada del 90, parece estar agotado como discurso, un poco porque se convirti en banal y otro, porque la decadencia socio-cultural del pensamiento y la prctica de la arquitectura hace que sus protagonistas actuales ms notorios deban generar aventuras gestuales provocativas que remitan a alguna clase de comunicacin diferencial del hecho arquitectnico. La modalidad lgico-deductiva de correlacin entre la gran y la pequea forma, parece demasiado lgica y por ello, poco eficaz en un cuadro cultural atiborrado de signos, que parece banalizar lo lgico y requerir lo provocativo, en nombre de la pertenencia a un momento histrico ms definido por las condiciones de la competitividad.

    Un ejemplo de estas posturas, equivalentes a algunas neovanguardias artsticas contemporneas, es el caso del Museo Guggenheim en Bilbao, de Frank Gehry: sea por la diferenciacin en la estructura morfolgica del proyecto, en la tradicin funcional del programa o en la factura tecnolgica del artefacto, este proyecto es cualquier cosa menos contextualista y esa negatividad es fundamental en la voluntad proyectual del autor. Sin embargo, es obvio que todos los arquitectos comunes y los aspirantes a serlo no pueden intentar una praxis proyectual alla Gehry ( como pudo haberse dado con Le Corbusier o con Rossi porque sus arquitecturas fueron didcticas, o sea que aspiraban a y se postulaban para ser re-producidas o re-proyectadas, a partir de mecanismos mimticos ) y por otra parte, en una gran proporcin, deben proyectar en una ciudad determinada. Lo que hace Gehry para que no sea fatal para sus ciudades debe hacerse en dosis pequeas y en ciudades distintas, de modo de mantener su estticamente violenta diferencialidad. De all que el propsito de este artculo , dirigido obviamente no a los proto-Gehrys que pudieran leer Summa+, se proponga reflexionar sobre el ascenso y la cada del concepto de contextualismo, tratando de ver, en el espesor histrico de su desarrollo conceptual, si algunos de sus contenidos tienen

  • todava sentido para la reconstruccin de una relacin de una arquitectura ( no necesariamente cosmopolita o estpidamente globalizada ) con una ciudad ( por ejemplo, Buenos Aires ).

    Tampoco me interesa referirme al cinismo del contextualismo negativo de Nigel Coates, Carel Weeber, Hans Kollhoff o Zaha Hadid , ni al realismo sucio del que habla Liane Lefevbre: creo que son todas flexiones del neovanguardismo arquitectnico demasiado irresponsablemente ligadas a analogas como las de una bad painting con una bad architecture, lamentable por cuanto la arquitectura sigue atada a proponer objetos sociales y por lo tanto, al precio de seguir siendo lo que histricamente fu , carece hegelianamente, de autonoma artstica y esa restriccin de autonoma , en trminos generales, vuelve a destacar el concepto de contextualismo, si no como metodologa proyectual , como aparato crtico : terica y crticamente, podemos sostener que algo est mal en tanto posea una contextualidad defectuosa .