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INFORME DE PROYECTO DE INVESTIGACIÓN “LA REPRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO METROPOLITANO DE LA CIUDAD DE MÉXICO” CLAVE DE REGISTRO: 20071018 RESUMEN En este proyecto de investigación se abordan las transformaciones que ha venido experimentando la metrópolis ciudad de México, como el elemento fundamental del que deriva la reflexión y el análisis inscritos en el concepto de "reproducción", que condensa la naturaleza cambiante de la ciudad y la constante re configuración de su urbanismo; para dilucidar las expresiones yuxtapuestas de sus emplazamientos de la modernidad y de la pos modernidad a manera de palimsesto, es decir, la ciudad vista como texto donde constantemente se reescribe. Bajo esa perspectiva se hace referencia al proceso de cambio incesante de la ciudad capitalista, bajo la noción de "creativa destrucción" de los espacios urbanos que dan paso a nuevos usos del suelo de mayor rentabilidad frente a los grupos sociales que reclaman usar la ciudad para su propia reproducción. Por consiguiente la forma de reproducción de la ciudad es un proyecto en disputa. Este análisis de la reproducción del espacio urbano intenta ir más allá de las discusiones prevalecientes en torno a la génesis del urbanismo para situarse en el contexto de la actual sociedad predominantemente urbana, caracterizado por un sistema urbano mundial jerarquizado del que forma parte la metrópolis ciudad de México y que escenifica formas de vida diferentes. En esa condición los procesos internos de esta ciudad la reproducen en formas inéditas que es necesario dilucidar con nuevos referentes teóricos. INTRODUCCIÓN En este trabajo de investigación el eje de reflexión y análisis se inscribe en torno a los procesos de la producción y reproducción del espacio urbano metropolitano de la ciudad de México, a partir de lo morfológico tanto como de lo social; es decir, en el desarrollo y crecimiento de la ciudad se establece un vínculo indisoluble entre ambos aspectos de manera dialéctica, contradictoria

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INFORME DE PROYECTO DE INVESTIGACIÓN “LA REPRODUCCIÓN DEL ESPACIO URBANO METROPOLITANO DE LA CIUDAD DE MÉXICO” CLAVE DE REGISTRO: 20071018 RESUMEN En este proyecto de investigación se abordan las transformaciones que ha venido

experimentando la metrópolis ciudad de México, como el elemento fundamental del que deriva la

reflexión y el análisis inscritos en el concepto de "reproducción", que condensa la naturaleza

cambiante de la ciudad y la constante re configuración de su urbanismo; para dilucidar las

expresiones yuxtapuestas de sus emplazamientos de la modernidad y de la pos modernidad a

manera de palimsesto, es decir, la ciudad vista como texto donde constantemente se reescribe.

Bajo esa perspectiva se hace referencia al proceso de cambio incesante de la ciudad capitalista,

bajo la noción de "creativa destrucción" de los espacios urbanos que dan paso a nuevos usos del

suelo de mayor rentabilidad frente a los grupos sociales que reclaman usar la ciudad para su

propia reproducción. Por consiguiente la forma de reproducción de la ciudad es un proyecto en

disputa.

Este análisis de la reproducción del espacio urbano intenta ir más allá de las discusiones

prevalecientes en torno a la génesis del urbanismo para situarse en el contexto de la actual

sociedad predominantemente urbana, caracterizado por un sistema urbano mundial jerarquizado

del que forma parte la metrópolis ciudad de México y que escenifica formas de vida diferentes. En

esa condición los procesos internos de esta ciudad la reproducen en formas inéditas que es

necesario dilucidar con nuevos referentes teóricos.

INTRODUCCIÓN En este trabajo de investigación el eje de reflexión y análisis se inscribe en

torno a los procesos de la producción y reproducción del espacio urbano

metropolitano de la ciudad de México, a partir de lo morfológico tanto como de

lo social; es decir, en el desarrollo y crecimiento de la ciudad se establece un

vínculo indisoluble entre ambos aspectos de manera dialéctica, contradictoria

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pero complementaria en el contexto social y económico, con sus

manifestaciones territoriales.

Además de situar las transformaciones que ha experimentado la metrópolis

ciudad de México, se le ubica en una etapa de transición en la conformación de

un conglomerado urbano-regional disperso y heterogéneo, con dimensiones y

escalas imprecisas que desdibujan sus fronteras, pero con espacios selectos

intraurbanos de gran dinamismo económico que reconfiguran su medio

ambiente construido funcional a la fase capitalista actual.

Es a través de la reproducción de los espacios urbanos selectos que se traduce

la competitividad de ésta ciudad para la atracción de flujos de inversión y de

intensa actividad edilicia por usos de suelo cada vez más rentables, pero

segregadores con los estratos sociales de bajos ingresos. Por ello, desde sus

contradicciones y en su complemento dicotómico, se revela la miseria de la

ciudad, con sus cada vez más numerosos barrios pobres.

No obstante que la urbanización metropolitana es una expresión mundial, sus

manifestaciones se singularizan a partir del influjo de los procesos locales que

la configuran. Las particulares condiciones nacionales se reflejan en las

ciudades y metrópolis, dándoles rasgos distintivos dentro del conjunto del

sistema de ciudades mundiales.

En la especificidad de la metrópolis ciudad de México se conjugan esos rasgos

que serán analizados a partir de la actividad inmobiliaria y sus consecuencias

en la planificación y el urbanismo, poniendo énfasis en sus espacios de mayor

dinamismo y enlace con la red urbana global a partir del despliegue edilicio de

corporativos, centros comerciales y habitacionales elitistas exclusivos para los

estratos sociales de altos ingresos económicos y de estilos de vida y consumo

conspicuos; pero, excluyentes con la población de bajos ingresos, que

constituye la mayoría de la población metropolitana.

La profundización de la división social y espacial de la metrópolis ciudad de

México se manifiesta en su condición de lugar complejo heterogéneo, con un

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tejido urbano fragmentado y condensado en la categoría de segregación

urbana, referida al carácter selectivo de espacios para la promoción de

inversiones y de grandes proyectos requeridos por la fase actual de

acumulación de capital.

Las nuevas necesidades de la producción y el consumo reestructuraron la

metrópolis ciudad de México en el marco de la competitividad, a través de la

reproducción de su ambiente construido y de infraestructuras especializadas

requeridas por la dinámica económica global y que ha dado paso al surgimiento

de sus selectos espacios funcionales, realizados por medio de las políticas de

planeación urbana y por los desarrolladores de bienes raíces y promotores

inmobiliarios, que han creado un urbanismo en transición, con nuevas formas

en el hacer ciudad y con serias consecuencias para sus habitantes.

Para ello, la investigación se desarrolla en cuatro apartados. En el primero, se

dilucidan algunas categorías y conceptos clave dentro de la temática abordada;

en un segundo capitulo se hace un diagnóstico general de la urbanización

metropolitana de la ciudad de México, junto con algunos antecedentes

históricos del proceso urbano experimentado en los últimos años; en un tercer

apartado, se aborda la planeación urbana metropolitana, como formas de

intervención gubernamental para atender los obstáculos al desarrollo urbano de

la ciudad de México; y en un último capítulo, se hace un breve análisis de las

transformaciones metropolitanas actuales.

CAPITULO I. Elementos Teóricos y Metodológicos de la Reproducción del Espacio Urbano Metropolitano

1. Algunas Notas Generales de la Vida Cotidiana del Urbanismo

Contemporáneo.

La actual discusión del urbanismo que se encuentra de frente a la forma física

de la ciudad está interesada en el tipo de organización social que puede

producir y sostener (o reproducir) tales patrones del uso del suelo. Referido no

a un pasado urbano basado sobre la forma limitada de la ciudad, sino a cómo

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la actual organización regional de la vida cotidiana se manifiesta. Esta idea ha

abandonado demasiado su cometido, es decir, el interés estriba menos en

llamar la atención hasta el presente sometiendo un procedimiento muy largo de

los acercamientos de la principales corrientes del crecimiento urbano, que en

forjar una nueva síntesis de ideas frescas en el tema de la vida moderna y de

su hábitat megalopolitano. Por ejemplo, las grandes zonas metropolitanas

indican la variedad de maneras de las cuales las áreas grandes de la tierra se

puedan convertirse rápidamente para satisfacer muchas de las funciones de la

vida urbana, tales como vivienda y comercio, sin poseer poco más de lo que

caracterizó una vez la ciudad. El alcance y el tenor de tal desarrollo fue posible

en parte por el modo de la construcción casera iniciado por los primeros

desarrolladores de inmuebles, que era virtualmente imprevisto antes de la

Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en parte, tal desarrollo también fue

hecho posible por la intervención activa de los gobiernos, indirectamente por el

subvención de las hipotecas y de los impuestos, o directamente como un socio

asistencialista dispuesto o especuladores y reveladores de las propiedades

inmobiliarias que funcionaban dentro de los límites de ciudad. Así la producción

del espacio regional implica tanto al Estado, como a los desarrolladores y los

habitantes de la ciudad en convergencia con el proceso económico.

Además de examinar la intersección de procesos económicos y políticos en el

espacio, se investiga el uso de la tecnología del planeamiento y de la

construcción, encapsulando el acto físico de la conversión de la tierra en una

lengua del retórico arquitectónico sofisticada. Este proceso implica la ideología

del crecimiento que acompaña siempre el desarrollo y el cambio. Como los

barrios nuevos en la ciudad, desplazan lingüísticamente así como físicamente

el espacio de la comunidad que entonces prevaleció. La conversión del espacio

físico puede proceder con su propia ideología y retórico así como con la

cabecera urbana. De hecho, las ideologías que ofuscan o desconciertan este

desarrollo, tal el impacto tecnológico o ambiental; del favorable crecimiento, y

que hacen más difícil entender la génesis de patrones espaciales. Así se

discuten las áreas siguientes: la dinámica de los procesos societales actuales

del desarrollo metropolitana y regional, el papel del Estado en construir y

sostener crecimiento fragmentado y separado de la ciudad, el papel de la

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ideología y de campos semánticos que ofuscan y enmascaran los procesos

verdaderos en el trabajo en espacio del establecimiento de la reestructuración,

y los patrones de la organización social responsables de la producción del

espacio en la sociedad moderna. La pasada ciencia urbana se ha centrado en

una imagen particular del despliegue espacial urbano, para saber, la forma

limitada de la ciudad. Mientras que la diferenciación interna exacta de esta

imagen ha sido un tema del discusión, especialmente entre la monocéntrica

vista del ciudadano y de acercamientos policéntricos más recientes, la ciencia

urbana ha conservado su creencia en las capacidades de organización de la

ciudad central como la fuente socioespacial regional dominante temprana.

La postura regional es mucho menos dependiente sobre las aglomeraciones

centrales de la ciudad que se cree a menudo y considerablemente más

dependiente en las fuerzas sociales que funcionan en el nivel de la sociedad

para sí mismo, sus patrones internos de la diferenciación funcional. En

consecuencia, se posee actualmente una nueva forma del espacio del

establecimiento, de carácter policéntrico e integrado funcionalmente por la

matriz tridimensional de la organización social. Porque la última característica

depende menos de las relaciones horizontales de la integración espacial

acentuadas por los cuadros concéntricos y más de la zona sobre

acoplamientos jerárquicos estructurados a los procesos globales de un sistema

de ciudades, basados en la acumulación de capital y la nueva división del

trabajo internacional. Por ello, se prefiere el término región metropolitana

policéntrica, para destacar con esta forma de espacio, los análisis de los que

persisten en percibirla simplemente como versión más grande de la ciudad

(Argo y De Are, 1983; Gordon, 1984). Centrándose en patrones espaciales

como productos de las fuerzas de nivel profundo, esto es, en modos de la

organización social, para superar las teorías obsoletas que se refieren a las

características físicas del espacio reflexivo, pero que ignoran la manera

instrumental y jerárquica por la cual todos los espacios del establecimiento son

integrados con las acciones de fuerzas sistémicas. Las características básicas

de la nueva forma de la organización socio espacial han destacado por cierto

tiempo por los geógrafos, que se adaptan más a los cambios físicos en el

ambiente construido. Según Vance (1977), por ejemplo, las áreas urbanizadas,

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especialmente ésas que abarcaban nuestras ciudades más grandes, debe ser

concebido como multinodales. Un respaldo de este acercamiento es, Muller,

indica que "el grado, el carácter, y la estructura interna de la región

metropolitana y del número de sus núcleos es una función de cuatro

características: terreno físico, el tamaño de la metrópoli, así mismo la fortaleza

de la economía y la red regional de transporte "(1981: 8) Por ejemplo, la mayor

área de Los Ángeles se puede estudiar en términos de cinco ejes, de los cuales

la sección céntrica original está solamente en un distrito. En contraste con el

cuadro de la ciudad sostenida por la corriente de los analistas urbanos, estas

regiones polinucleares no son más largos, organizados por las actividades

socio espaciales de las palabras históricas del centro de la ciudad, tales como

"urbanos" y "rural," que fueron utilizadas una vez para categorizar lugares que

ahora han perdido su valor analítico.

En la actual discusión se abandona cualquier tentativa de rescatar estos

conceptos comparativos, en favor de desarrollar un acercamiento generalizado

al espacio del establecimiento (para uno alternativo que intente conservar el

término "urbano," ver Castells 1977; Saunders 1981; Dunleavy 1980).

Los campos de la ciencia urbana requieren la reconceptualización, porque los

patrones de la organización espacial han cambiado. Varias implicaciones

adicionales siguen de esta demanda. Ciencia urbana en general descansa en

una premisa básica que los patrones espaciales del espacio del

establecimiento corresponden a la acción de las fuerzas del profundo-nivel de

la organización social. Cualitativamente una nueva forma de espacio se ha

revelado, ésta implica que el mismo modo de la organización social también ha

cambiado. Así, la que resalta la morfología urbana resalta dos implicaciones

fundamentales. Primero, es necesario sustituir totalmente el paradigma de la

corriente existente de la ciencia urbana, por un paradigma alterno derivado del

marxismo y enfocado a la producción de espacio. En segundo lugar, es

necesario especificar explícitamente la forma en que la estructura de la

organización social ha cambiado. Así, no es suficiente con simplemente decir,

junto con muchos marxistas, que es el "capitalismo" que ha causado los

cambios que reestructuraban el espacio. Ni es suficiente suscribir a las visiones

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de corriente que confían fundamental en el papel del cambio tecnológico en

explicar estructuras de crecimiento contemporáneas. En contraste, la actual

discusión también especificará la manera exacta de la cual la organización

social del capitalista se ha desarrollado y, más importante, cómo los aspectos

de la actual formación social han producido la nueva forma de metropolitana

polinuclear. El interés estriba en acentuar la naturaleza del proceso del

desarrollo urbano, como en su escala, bajo una perspectiva generalizada de los

patrones del crecimiento urbano típicos de la posguerra. Al respecto, la nueva

forma de espacio del posindustrial, característico de los países desarrollados,

realmente no ha aparecido todavía en un sentido cualitativo en otros países.

Por otro lado, las ciudades centrales han continuado conservando muchas de

las funciones de organización que se han realizado históricamente para el

desarrollo del Hinterland. Por lo tanto, la actual discusión trata acerca de las

contradicciones en el hacer ciudad, con la idea explorar alternativas. Un

término descriptivo importante para los patrones contemporáneos del desarrollo

urbano, es "desconcentración."

La desconcentración refiere al aumento absoluto de la población y a la

densidad de actividades sociales en regiones de la ciudad del exterior de las

áreas y centros tradicionales de la población. En el pasado este término se ha

utilizado para describir una nivelación demográfica general de la densidad

demográfica a través de regiones metropolitanas (Baya y Kasarda 1977) - sin

embargo, conviene acentuar las actividades sociales, así como la dispersión de

la población en contextos específicos. Además, en esta visión el proceso de de

concentración implica un movimiento socioeconómico de las ciudades centrales

más viejas a las áreas periféricas, o la descentralización; así como el aspecto

de la ciudad con aglomeraciones y con mayor densidad social en áreas

periféricas, o la concentración. En general, los efectos de la aglomeración son

la consecuencia de la descentralización, indirectamente con las fuentes

endógenas que responden a un aumento en actividad socioeconómica o

directamente de los efectos exógenos de la relocalización centrífuga fuera de la

ciudad central. Por lo tanto, se entiende la "desconcentración" como el

término descriptivo para la tipología polinuclear.

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En síntesis, los patrones espaciales y los procesos sociales son

dialécticamente relacionados, aunque son más bien ligados a los ciclos de

causa y efecto. En su base, la desconcentración ha sido la consecuencia de

muchos años del crecimiento suburbano fuera de las ciudades centrales en las

que las distancias son eliminadas cada vez más de ellas. Cuál es el más

llamativo para un observador de este fenómeno, es la manera de la cual el

suburbio en un cierto plazo, como forma de espacio convencional, se ha estado

desarrollando más rápidamente que el concepto mismo.

La idea de suburbanización se puede entender como parte de un proceso

global del desarrollo por etapas. Durante cada período del desarrollo la

perspectiva académica contempló aislar los aspectos clave de la

desconcentración sin la absoluta conceptualización de las amplias

características del crecimiento del espacio, que han emergido como

característica de los años posteriores al auge de la Segunda Guerra Mundial.

Al examinar estas etapas del crecimiento se evidencia que han sido

demarcados por intereses en la investigación.

El movimiento centrífugo hacia el exterior de la ciudad para propósitos

residenciales dio lugar a la primera imagen del suburbio como la vertiente del

viajero de la ciudad dormitorio a la ciudad central; también introdujo la

separación socio espacial y del hogar al trabajo, haciendo viajes rutinarios con

el automóvil. Esta imagen fue amplificada más lejos durante la altura de la

suburbanización entre 1950 y 1965, cuando la construcción casera unifamiliar

producida en serie fue introducida y millones gente tomaron la residencia en

áreas suburbanas. En este tiempo el suburbio vino ser visto como modo

conformista del espacio del establecimiento organizado alrededor del consumo,

con una forma de vida de la familia dividida, implicando a un padre ausente

apartado del trabajo en la ciudad y una madre poseída que hacían los viajes

redondos de con otros vecinos femeninos al centro de compras en el vagón de

la estación. En retrospectiva, cuál fue lo más importante sobre este período, no

fueron los comentarios de fetichistas espaciales convencidos de las diferencias

evidentes en esta forma de vida, de la vida central de la ciudad, que fueron

producidas por el cambio ambiental (Fava 1956), solamente de la identificación

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clara de los factores que atrajeron a gente lejos de la ciudad a las comunidades

suburbanas. Es decir, en este tiempo la ciudad también era considerada un

buen lugar decente para vivir. La relocalización suburbana se convirtió en un

movimiento total sobre todo como consecuencia de las características de

suministro de partes atractivas disponibles hechas para la mayoría de los

ciudadanos. Por ejemplo, en este tiempo que proporcionaron a mucha gente la

posibilidad de propiedad casera unifamiliar en las comunidades donde, en

muchos casos, el revelador también proporcionó una imagen de la comunidad

e instalaciones religiosas, recreacionales, y educativas de la participación de la

infraestructura (Gans 1967).

La segunda etapa de la investigación suburbana quizás es ejemplificada lo más

mejor posible por Dobriner (1958, 1963) y Schnore (1957, 1963, 1965). Durante

los años tempranos de los 60s la vista monolítica a (el suburbio (para ser

abandonado más adelante) fue discutido contra para la primera vez.

Distinguieron a las comunidades suburbanas con respecto a clase: eran

estratificada por renta y forma de vida mucho al igual que las vecindades

centrales de la ciudad. En cortocircuito, había muchas diversas clases de

suburbios, y esta variedad fue capturada una vez que una vista regional,

metropolitana del desarrollo urbano fuera adoptada. Schnore en detalle, avanzó

la noción fructuosa de la diferenciación funcional para las comunidades

suburbanas. ¡La región metropolitana fue concebida en de términos regionales

y de la complejidad interna de la división del trabajo entre el establecimiento!

los espacios fueron traídos a la superficie del análisis. Después del trabajo

pionero de Douglas (1925), Schnore aplicó la noción del cociente del empleo

para residencia por el cual diversas comunidades fuera de la ciudad central

podrían ser clasificadas. Él identificó tres categorías: la comunidad residencial

o del dormitorio el suburbio industrial, y un tipo intermedio con la vivienda

mezclada comercio e industria (1965). Varias consecuencias importantes de la

investigación suburbana siguieron de este trabajo sobre la diferenciación

funcional. Primero, la complejidad de los pedidos sociales de la comunidad

implicó que la totalidad del impulso suburbano se podría no ser más largo

tomado por el solo estudio particularizado, tal como trabajo del parque del

bosque de Whyte (1950). La investigación suburbana requirió la multiplicación

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de casos y la agregación de las cualidades del individuo a manera de un macro

análisis llano del censo (Riesman 1957). En este tiempo, un disyunción

conceptual entre el análisis de datos agregado y los estudios de caso micro

aparecidos, y éste coincidió con la misma gran limitación del trabajo basado en

la ciudad que había caracterizado el resto de sociología urbana desde la

escuela temprana de Chicago. En segundo lugar, una línea de la base de la

convergencia fue introducida por la cual las ciudades y los suburbios eran

considerados parte de procesos en curso que poseían de una región

metropolitana que se ampliaban de la diferenciación y del crecimiento internos,

según lo conceptuado primero por McKenzie (1933). El foco de la investigación,

por lo tanto, cambió de puesto a los análisis regionales cuantitativos y en gran

parte descriptivos de los datos de censo agregados sobre morfología

metropolitana. Tales estudios, ahora legión, abarcan el bulto de la investigación

publicada del diario sobre una variedad amplia de asuntos urbanos a este día.

Con este modo de la investigación cambio la perspectiva a nuevas

experiencias urbanísticas, y por los años 70 había llegado a estar claro que los

cambios fundamentales ocurrían interregionalmente, incluso si los analistas de

corriente entendían mal su naturaleza (Watkins y Perry 1977). La perspectiva

metropolitana forzó a investigadores a considerar los efectos interactivos del

desconcentración, es decir, los efectos de la suburbanización en la ciudad y los

efectos de la ciudad central declinan en la diferenciación suburbana. Esto

localizó la investigación suburbana dentro de la tradición más amplia de

comparaciones urbano-rural y del análisis ecológico de espacios sociales

metropolitanos (Duncan y Reiss 1950; Madera 1959; Shevky y Bell 1975; Greer

1965). Por consiguiente, un cuadro de la orden social metropolitana emergió

por qué suburbanitas eran considerados ser relativamente más clase media,

afluente, conservador familia-centrado, ocupado profesionalmente, y político

activo que los residentes centrales de la ciudad. Alternadamente, las

poblaciones centrales de la ciudad fueron caracterizadas porque abarcan a

mayores proporciones que minorías étnicas, de los residentes de baja renta, de

la clase obrera, y de los liberales; la ciudad central era también el sitio para la

política de la máquina, sobre todo de la variedad democrática. Por lo tanto, la

región metropolitana en su totalidad en los años 60 vino ser vista según lo

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ecológico segregado por la renta, la raza, y la forma de vida. Una agenda

ambiciosa de la investigación continúa siendo realizada que se refiere a las

dimensiones de este desarrollo desigual territorial manifestado (Edmonston

1975). En los hechos, esta investigación, que es casi enteramente descriptiva y

que no se ha parecido de ninguna manera haber ayudado al orden público para

disminuir la naturaleza no equitativa de esta segregación, ha dominado el

campo de la sociología urbana por lo menos los últimos veinte años (Frey,

1979; Bradford y Kelejian, 1973; Schnore y Winsborough, 1972; Taueber y

Taueber, 1964). Finalmente, la investigación sobre la morfología de la

diferenciación funcional dentro de regiones metropolitanas proveyó de ciencia

urbana una gama de los problemas sociales especiales que son una forma

vista o la otra como consecuencia de diferenciación espacial metropolitana. Es

decir, la complejidad funcional de la sociedad moderna puesta en orden según

dimensiones demográficas, económicas, políticas, y culturales se ve

actualmente como desplegado en espacio, así el arreglo espacial de la gente y

de actividades se dice mentir en la base de una variedad amplia de problemas

contemporáneos asociados a la vida metropolitana. Sin embargo, éstos se ven

a través de las ideologías del paradigma dominante, que considera el

despliegue tal como una consecuencia inevitable de la competición

socioeconómica y de la diferenciación funcional. Por ejemplo, las injusticias

urbanas de todas las clases cada vez más se han visto en función del

despliegue espacial, para ubicar los problemas sociales causados por

diferencias en la localización. Así, la segregación social se ve en términos de la

unión espacial deforme entre las oportunidades de trabajo y la vivienda

disponible (Kain, 1968); la aplicación de la calidad educativa se ve en función

de la segregación de la comunidad (Coleman, 1976); el bienestar fiscal y de la

renta del suelo de la ciudad ha emergido como aplicación de la diferenciación

espacial (Colina, 1974); el desarrollo económico se ha organizado cada vez

más alrededor del inter e intra proceso metropolitano locacional (Sternlieb y

Hughes, 1975); y la calidad de la vida de la comunidad se ve progresivamente

como la aplicación la segregación regional de la renta de la comunidad (Logan

y Schneider, 1981). La evidencia disponible indica que los patrones socio

espaciales contemporáneos son cada vez más no equitativos con la

segregación de razas y de grupos de la renta desplegados a través de la región

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metropolitana. Por lo tanto, las injusticias socio espaciales son progresivamente

más evidentes como correlato del orden público para los gobiernos locales

(Fainstein y Fainstein, 1980; Megret, 1981). Mientras que los analistas

comunes han dedicado energía considerable a describir estos patrones, como

hemos visto, no han venido a los términos con la conexión fundamental entre

las maneras de las cuales nuestra actual sociedad produce las injusticias

sociales y sus manifestaciones espaciales (Thurow, 1975; Gordon et al. 1982;

Azulada y Harrison, 1982). Un propósito de esta discusión es demostrar la

relación profunda entre estas dos características estructurales del desarrollo

desigual. En resumen, el estudio de los problemas económicos, políticos, y

sociales que abarcaban el conjunto de la agenda urbana de la investigación,

que siempre fue nominalmente etiquetada como ecológica, actualmente se ha

dominado por una perspectiva espacial subyacente que regionalmente se

constituye y que se percibe como un análisis de los patrones locacionalmente

específicos del despliegue.

Esta investigación es caracterizada, de ante mano, por el uso progresivo del

despliegue espacial como los medios de discutir problemas urbanos pero, por

otra parte, por una repugnancia para preguntar la manera de la cual estos

patrones socio espaciales son producidos por las acciones combinadas de

fuerzas sistemáticas de la sociedad. Es exacta esta última consideración y que

llama para un nuevo y crítico paradigma de la explicación para la ciencia

urbana contemporánea. Actualmente, por lo tanto, la investigación sobre la

reestructuración masiva del espacio posindustrial ha crecido en una

investigación global en los procesos y las actividades asociados a la

desconcentración: la diferenciación interna de la región metropolitana, la

diferenciación de actividades socioeconómicas entre las regiones enteras del

país, y el despliegue masivo de socio desigual y el desarrollo espacial ambos

entre regiones metropolitanas en un ciclo agravante de los períodos del

crecimiento y auge. Sin embargo, estos patrones contemporáneos, son

descritos actualmente por un acercamiento de corriente a la ciencia urbana que

lleva a cabo una imagen inexacta del espacio convencional y un asimiento

ideológico torcido de las fuerzas que lo han producido. Hay una convergencia

del pensamiento entre cada uno de los campos de la ciencia urbana que es la

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sociología, geografía, y economía, alrededor de una base de las asunciones

asociadas a la teoría de la ecología. En qué sigue este acercamiento será

desenmascarado como manera débil de entender las fuerzas socio espaciales

que estructuran y que transforman el espacio capitalista.

En la fase contemporánea de la desconcentración, los núcleos suburbanos

dominan los multicentros regionales metropolitanos a través de las ciudades

desarrolladas. La extensión metropolitana ha alcanzado actualmente una etapa

de transición donde se ha retrasado. Sin embargo, esto es simplemente un

cambio relativo el cuál ha sido siempre un fenómeno cíclico. La inversión en

propiedades inmobiliarias es siempre atractiva, y hay una cierta evidencia para

sugerir que conserva su súplica incluso en épocas de la depresión. Al estudiar

la inversión en tierra es importante estar enterado de la forma de la inversión,

así como el nivel de los fondos que cíclicamente se están inyectando en esta

actividad. Las aplicaciones a las cuales la tierra se puede poner, por ejemplo,

son casi infinitamente mutable. Por lo tanto, la retardación actual en cuál era

una vez una extensión rápida de regiones metropolitanas se debe ver como

una porción de otros procesos asociados al volumen de ventas en la tierra que

ahora asumirá mayor importancia, tal como cambios en la diferenciación

interna de la metrópoli, conversión del condominio de la ciudad y

construcciones centrales de la alameda, y Paseo de la Reforma, por ejemplo, y

el cambio a otros medios más intensivos del desarrollo de tierra, tal como

edificio de oficinas.

Estos últimos procesos son también parte de qué es significada por la

desconcentración, además de crecimiento del área de la franja, porque el

transforma la ciudad y la organización socio espacial de la región

metropolitana. En detalle, una de las consecuencias más dramáticas de la

desconcentración ha sido la reestructuración masiva de las áreas centrales de

la ciudad, especialmente en el poniente de la ciudad de México que seguían

dos décadas de la renovación urbana. Por ello, la necesidad de los nuevos

modos del pensamiento que pueden tratar una comprensión de las fuerzas de

gran alcance que han alterado el espacio del establecimiento en ciudades

generales y centrales en detalle. La mayoría de los analistas de corriente

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toman el aspecto de la construcción de alta densidad de oficinas, por ejemplo,

como muestra de la continuidad histórica de la influencia dominante de la

ciudad central dentro de la organización regional metropolitana. Esta idea falsa

revela la debilidad inherente del pensamiento de corriente, porque es

dependiente sobre un paradigma interpretativo anticuado. Sin embargo, desde

la Segunda Guerra Mundial, las áreas centrales de la ciudad se han

reestructurado, por consiguiente, las mismas fuerzas sociales que han causado

la dispersión de la población a los suburbios. En hecho, este cambio dentro de

la ciudad es parte de la transformación del espacio del establecimiento

causada por inter e intra procesos metropolitanos de la desconcentración. La

extirpación de enclaves populares, el marginalización creciente de las áreas

barriales, la desaparición de fabricas y de la industria ligera, la desaparición de

funciones comerciales tradicionales del distrito de negocio central, a pesar de

las muestras que persisten de su reconstrucción, son todos los indicadores que

la ciudad central de hoy diferencia grandemente de las que han existido en el

pasado.

A pesar de los avances descriptivos de la ecología y de la geografía y la

proliferación de los análisis estadísticos que documentan las dimensiones de la

desconcentración (pronto exponencial ser aumentado pues el censo 1980 llega

a estar disponible para la comunidad académica), las investigaciones teóricas

en las razones detrás de los actuales patrones socio espaciales son limitadas y

débiles. De una perspectiva convencional, sabemos qué está ocurriendo; sin

embargo, no sabemos completamente por qué. Éste no debe decir que no

existen las teorías urbanas. De hecho, esta discusión utiliza el trabajo tal como

un punto de la salida para forjar una nueva síntesis de ideas sobre crecimiento

urbano. Actualmente, echando una ojeada avanzado los modos teóricos

actuales del análisis para los acontecimientos y los patrones urbanos

contemporáneos, podemos identificar los siete acercamientos siguientes: la

ecología, la geografía, y la economía urbanas pueden considerar la visión de

corriente y que domina la producción académica, el estructuralismo marxiano,

economía política urbana, neoweberianismo, y la producción de la ecología, de

la economía y de la geografía urbanas de la perspectiva del espacio abarcan

los acercamientos típicos de la mayoría, abrumadora de analistas urbanos en

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los Estados Unidos. Las perspectivas restantes tienen relativamente pocos

adherentes; sin embargo, son la consecuencia del excedente que ocurre de la

actividad intelectual intensa la última década por la cual las insuficiencias de la

ciencia urbana de corriente han sido expuestas. Las últimas cuatro

formulaciones han emergido como alternativas a lo que ahora se percibe como

el dominio ideológico que tienen en la tentativa de entender el desarrollo

urbano contemporáneo. Sin embargo, el hecho de que las perspectivas

apropiadas del excedente intenso de la discusión han producido una clase de

crítica extendida entre visiónes alternas. Por ejemplo, la ecología y la geografía

urbanas siguen paralizadas seriamente por un determinismo tecnológico

obstinado con el cual el desconcentración urbano se explique en gran parte en

términos de innovaciones en los modos del transporte y de la comunicación.

Un funcionalismo endémico por el contrario, obliga a los economistas políticos

urbanos, en intentar introducir una interpretación marxista del proceso urbano

para sustituir la ideología de la ecología. Esencialmente la opinión de la

mecanización del crecimiento urbano por medio de diagramas del capitalista

perpetrado por un grupo selecto de individuos en el conjunto de los residentes,

que se llaman la clase obrera (los medios en sociedad de hoy). El objeto

urbano de los ecologistas con los esfuerzos de tales marxistas, mientras que

alternadamente opinión a ecologistas como los apologistas ideológicos de la

clase predominante. Esto es algo irónico porque ambas opiniones son

esencialmente los paradigmas del funcionalismo que son igualmente culpables

de explicar causas por sus efectos y que comparten un énfasis excesivo en

factores económicos. Una cierta observación sobre este choque entre las

versiones igualmente limitadas de la ciencia social, sin embargo, es que los

ecologistas de la variedad del determinismo dominan tecnológicamente a la

institución de la sociología urbana actualmente. Por lo tanto, los acercamientos

alternativos interesados más en buscar la verdad han sido muy lentos

convertirse en los Estados Unidos, porque han tenido que luchar las formas de

constreñimiento institucional. Cuando han aparecido han venido fuera del país.

Éste es el caso con el estructuralismo de Manuel Castells, que despide la

sociología urbana como campo falso de la investigación; con el acercamiento

neoweberiano, que se ha convertido en Inglaterra como respuesta a las

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limitaciones del estructuralismo marxista pero que comparte la crítica ideológica

de Castells de la ecología; y, finalmente, con el trabajo de Henri Lefebvre en

Francia en la producción del espacio, que es en desacuerdo con el marxismo

de estructuralistas. La discusión siguiente introduce estas visiones alternas

pero búsquedas para explicarlas identificando las ediciones analíticas de la

base que han llegado a ser responsables de tales diferencias teóricas. Es decir,

el foco del actual trabajo estará en las ediciones que se presentan durante la

tentativa de entender patrones del desarrollo y social de la organización

espacial. Estas ediciones serán aisladas discutiendo los siete acercamientos

ampliamente concebidos identificados arriba. Así, además de desarrollar un

paradigma crítico que pueda convertirse en la base para una nueva ciencia

urbana, también será necesario encontrar la discusión entre diversas versiones

del marxismo y entre las opiniones alternas sobre cómo analizar lo más mejor

posible el modo contemporáneo de la organización social.

El deseo de forjar un nuevo acercamiento al espacio del establecimiento se

combina con la necesidad de tratar los defectos, descuidados en el

acercamiento del materialismo histórico. Hablando del establecimiento espacial

e intentando entender los cambios que han ocurrido allí, enrollamos inevitable

encima de sociedad que habla de la misma manera. En los capítulos finales de

esta discusión, presentaré a síntesis, análisis espacial basado parcialmente

sobre el trabajo de Lefebvre pero de incorporar las penetraciones de otros

acercamientos alternos a entender socio - la organización espacial socio. Y,

substituyendo el paradigma del análisis de corriente por una perspectiva crítica

alterna, aplicaré esta síntesis a explicar los patrones contemporáneos de la

desconcentración de una manera que alcance un nivel profundo de entender.

Este acercamiento, llamado la producción social del espacio, eleva el elemento

del espacio a un punto focal principal del análisis junto con los funcionamientos

de la economía y del estado. Esto significa que la forma contemporánea de

desconcentración metropolitana se puede acercar principalmente como modo

histórico y social específico del diseño que pueda ser entendido agarrando la

relación entre el espacio y los elementos de la organización social, tales como

economía, la política, y los valores ideológicos.

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El análisis urbano procede dentro de un contexto tal que una comprensión

generalizada de los procesos produciendo, sosteniendo, y espacio de

reproducción del espacio urbano metropolitano. Además, los patrones del

despliegue regional metropolitano descrito por el análisis de corriente son no

más aceptados como hechos aislados sin las implicaciones del diseño para la

justicia social. Es decir, intento entender no solamente porqué el ambiente mira

la manera que hace pero también apreciar el hecho importante de que no tenga

que mirar esa manera. No hay nada inevitable sobre los patrones del

crecimiento, a pesar del empuje conservador de la teoría de corriente que

busca - convencernos de tal inexorabilidad. Aunque hay ciertas semejanzas en

patrones metropolitanas del desarrollo entre los Estados Unidos y otros países,

que vendremos entender como siendo producido por la adopción de prácticas

uniformes de la dominación, hay diferencias distintas entre la ciudad de la

extensión, la forma del múltiple reino de espacio del establecimiento en los

Estados Unidos y la forma de lugares urbanos a otra parte.

Tales contrastes del comparativo son simplemente indicadores de un potencial

extenso para el diseño que sigue habiendo sin realizar por las sociedades, más

bien que los ejemplos de las prácticas espaciales que quisiera ver puesto en la

operación. Es decir, no estoy abogando el acercamiento de otra sociedad como

contraejemplo al sistema actual en los Estados Unidos, porque el planeamiento

urbano en cada sociedad es una fachada para la energía. Mi intento es

centrarse en el potencial del diseño humanístico de los ambientes sociales

hasta ahora sin aprovechar y sin realizar, que se pueden hacer para dirigir las

estructuras de crecimiento de la sociedad - si una mayor comprensión de su

maleabilidad se acepta. Llamar la forma contemporánea de organización

espacial en la pregunta pulsa en la misma base de las instituciones y de las

actitudes que perpetúan el mito que existen ningunos alternativas genuinos a

los patrones del espacio del establecimiento. El más importante, demostraré

debajo de ése soy no solamente la forma de espacio al producto social, pero

así que es su valor. En cortocircuito, el espacio es una construcción social en

todas sus dimensiones. Este descubrimiento significa que se acepta

actualmente como accidental la producción del ambiente debe convertirse en

un objeto dirigido del pensamiento social. Así, la transformación de la sociedad

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debe proceder por una creación consciente de socio relaciones espaciales

nuevas que ligan la transformación del trabajo a la transformación de la vida de

la comunidad.

La significación de la producción social del acercamiento del espacio es que

intenta unificar los varios campos del análisis urbano persiguiendo la

observación que los problemas actuales de la sociedad se parecen cada vez

más a ser articulados como aplicaciones a una naturaleza espacial. ¿Con todo

si el espacio es hoy cada vez más importante, por qué está la ciudad en crisis?

¿Qué se entiende por relaciones espaciales o territoriales en sociedad? ¿Cómo

las formas contemporáneas de espacio del establecimiento se producen?

¿Cómo podemos entender la contemporánea forma desconcentrada? ¿Cuál es

la relación entre el espacio y la lucha de clase, entre la economía y el espacio,

entre el Estado y el espacio? ¿De qué maneras la ciencia urbana falla, y de

qué maneras se revela como ideología? ¿En qué sentido los acercamientos

marxistas se limitan semejantemente? ¿Finalmente, cómo podemos especificar

la articulación de actividades políticas, y económicas sociales con el espacio

para capturar los patrones del despliegue que producen el ambiente dentro de

el cual todos debemos vivir? Es este último, la amplia pregunta que enmarca lo

que se llamaba la discusión sobre la teoría del espacio y qué guía la

organización de esta discusión. La tarea principal antes de que impliquemos la

total reconceptualización de la ciencia urbana, no simplemente la redefinición

de sus formas espaciales.

Por ello se considera el paradigma de corriente y sus limitaciones. El más

significativo sea la realización que mucho del trabajo hecho por los analistas

convencionales ha llamado de largo su propia fundación explicativa en la

pregunta. Se consideran los esfuerzos de economistas políticos marxistas de

proporcionar un análisis del espacio urbano apropiado a la sociedad moderna.

La investigación marxista temprana ha desafiado las asunciones y las

explicaciones de los acercamientos de corriente. Esta perspectiva tensiona el

papel de dos procesos separados que estructuren el espacio: clasifique el

conflicto y la lógica de la acumulación de capital. En el primer caso, el énfasis

ecológico en un proceso de ajuste de compensación ha obscurecido la lucha

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no equitativa sobre los recursos que espacio de los patrones, especialmente

conflicto de la clase y la respuesta de industrias a la militancia de trabajo. En el

segundo caso, los economistas políticos marxistas han procurado analizar el

desarrollo urbano en términos más globales por remontar, el proceso de la

acumulación de capital y su relación al espacio. En vez de separar la ciudad en

nodos de poblaciones funcionalmente distinguidas, al igual que los analistas de

corriente; los marxistas opinión la pues una aglomeración que enfoque la

producción de la abundancia espacial con la concentración de la energía de

trabajo y del capital. Los cambios socio espaciales dentro de la ciudad son

gobernados por la lógica de la acumulación de capital, y el resultado final de

este proceso en una sociedad del capitalista es desarrollo desigual y las

injusticias sociales que se despliegan espacial así como demográfico. Las

desigualdades de la clase y de la raza junto con diferenciales en la fuente de

servicios sociales son las más características del entorno socio espacial

metropolitana.

El ambiente construido se ha convertido en la escena de los ciclos del auge en

el mercado de característica, con el destrozo y la construcción existiendo de

lado a lado. Ambos fenómenos son producidos por el mismo proceso del

edificio de la ciudad bajo relaciones sociales del capitalista; es decir, el

crecimiento desigual es intrínseco a la naturaleza del capitalista del desarrollo.

En cortocircuito, el acercamiento de la economía política marxista explica de

una manera más veraz los patrones observables del desarrollo urbano

transformando conceptos marxistas tradicionales de una manera conveniente

al análisis del espacio. A pesar del éxito relativo de la economía política

marxista como alternativa al pensamiento de corriente, sin embargo posee

ciertas limitaciones distintas. Se identifican éstos mientras que unos que han

plagado marxismo en el general por una absolutamente cierta hora. Así, un

deseo de articular un paradigma crítico en el análisis del espacio nos fuerza

hacer frente y resolver a ediciones fundamentales en el desarrollo

contemporáneo del pensamiento marxista. Éstos incluyen la inhabilidad de la

economía política marxista de romperse lejos de las categorías ideológicas del

razonamiento económico de corriente, especialmente su énfasis compartido en

desarrollo económico como el tema social central del pensamiento; el látigo del

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positivismo, en detalle la inclinación para sustituir discusiones mono causales,

deterministas en el lado de corriente por versiones marxistas de la misma cosa,

y, finalmente, la manera imprecisa en la cual se especifica la articulación de la

estado-sociedad, que socava la capacidad del acercamiento marxista de tratar

fenómenos políticos dentro del espacio del establecimiento. Además, los

economistas políticos marxistas han reproducido las insuficiencias espaciales

del razonamiento ortodoxo centrándose en el modelo de la forma limitada de la

ciudad aunque algunos marxistas han tratado la desconcentración de ciertas

maneras limitadas, como veremos, ellos persisten en hablar del "ambiente

construido" en vez de la organización espacial y sobre la "ciudad" en vez de los

poli núcleos regionales metropolitanos. Más perceptiblemente, convite político

marxista de los economistas la ciudad como forma fenomenal de la manera

exacta al igual que los dirigentes, es decir, como el foco para las tendencias de

la acumulación que requieren, en un sentido del funcionalista, una

aglomeración centralizada.

De esta manera las formas espaciales son poco más que los envases de

procesos económicos y políticos. Por lo tanto, mucha de la crítica del análisis

de corriente es también aplicable a la economía política marxista, aunque el

último posee una teoría mucho más exacta de la localización urbana. En el

capítulo 4 examinaré acercamientos más comprensivos que traten la aplicación

el espacio en un sentido generalizado y de la tradición marxista. La pregunta

hace frente que implica la necesidad de ir más allá de la trampa ideológica de

comparar análisis urbano con investigaciones económicas detalladas

especificando la articulación entre el sistema de la organización social en su

totalidad, en la una mano, y la organización del espacio, en la otra. La

necesidad de un acercamiento marxista que considera los muchos niveles de la

organización social, incluyendo el político y el cultural así como el económico,

ha empujado análisis hacia las conceptualizaciones muy ampliamente basadas

de la articulación de la sociedad-espacio.

Por lo tanto, las contribuciones importantes al análisis marxista se han hecho

con este esfuerzo; ha afilado el asimiento crítico de la organización socio

espacial en sociedad moderna. En una sección llamada "el discusión sobre la

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teoría del espacio," el conector principal de dos teorías social con la

organización espacial se pone en contraste: la lectura de althuseriana de la

ciencia urbana de Manuel Castells y el acercamiento dialéctico socio espacial

de Henri Lefebvre. El contraste entre estas perspectivas alternativas, cada uno

que deriva de diversos conceptos del marxismo, es absolutamente explícito

porque de muchas maneras el trabajo del anterior se puede interpretar como

reincerción del estructuralismo al trabajo del último. El acercamiento de

Castells exige la atención para su crítica de la ecología urbana de corriente y

para la manera única en la cual se especifica la articulación del estado-espacio.

En contraste con el análisis urbano convencional, que no hace caso del papel

del estado en espacio de estructuración, Castells afirma que la ciudad es tanto

un producto del estado como está de la economía. El suyo trabaja focos en el

aspecto único de procesos sociales urbanos es decir, de la conjunción entre la

fuente de servicios sociales proporcionados por el gobierno y de la

reproducción de la mano de obra según las necesidades del capital.

Con el análisis de esta intersección, que Castells llama consumición colectiva,

se explican los movimientos sociales urbanos y política dentro del lugar

geométrico de la ciudad limitada. A pesar de las muchas fuerzas de esta

formulación, la lectura de Althusser de Marx comete errores conceptuales

serios, y Castells es víctima cae en éstos en su análisis de la ciudad.

Esencialmente una preocupación por espacio y por una postura política

marxiana con respecto a últimos procesos del desarrollo del capitalista se ha

sacrificado en el favor del análisis de ciertas preguntas teóricas divorciadas de

praxis. Con la influencia de Castells, especialmente su teoría de la consumición

colectiva, el acercamiento marxista al espacio se ha transformado en gran

parte en un académico, ejercicio. Se ha convertido en un modo del discurso, al

menos profundo, que ha substituido la llamada socio - acción política espacial

por Lefebvre que fue utilizado una vez como instrumento eficaz de la praxis

durante los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia. Según Lefebvre, la

base de la hegemonía del capitalista es la sociedad subyacente de las

relaciones existentes de la característica en su nivel más profundo solamente

tratando, naturaleza de estas relaciones y transformándolas conserve la lucha

de clase tienen éxito en crear a una sociedad del humanista. Lefebvre, sin

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embargo, no es ningún panfleto. Como los de otros marxistas, sus gravámenes

políticos se ponen a tierra en un análisis teórico bien articulado de la vida

contemporánea. De hecho, Lefebvre es hoy quizás el más viejo estadista de la

filosofía social marxista por sobre una década en Francia que él se ha estado

aplicando al análisis de la vida urbana. El resultado final de este trabajo es la

producción del espacio en 1974, que se ha analizado nunca antes en el mundo

de habla inglesa. La producción intelectual entera de Lefebvre en espacio se

compara y se determina junto con la de Castells. La confrontación entre el

estructuralismo y la dialéctica marxista encontró en las ediciones de los textos

de Lefebvre que implicaban análisis espacial que son agregadas a los que

emergen de la crítica de la ciencia urbana de corriente por economía política

marxista.

Mientras que Lefebvre, por ejemplo, ha progresado lejos en la articulación de

una teoría del espacio para la sociedad moderna que incluye factores culturales

y políticos también "como análisis económico, varias ediciones centrales al

desarrollo de un paradigma crítico que pueda sustituir el acercamiento de

corriente siguen siendo sin resolver. Es importante incluir la manera de la cual

es posible realizar un análisis de la clase de la organización socioespacial y

una especificación del proceso de la acumulación de capital en espacio.

Estas discusiones particulares permiten examinar la literatura contemporánea

en temas urbanos por esos analistas que filtran para romperse libremente de

pensamiento convencional. Consecuentemente llega a ser posible cualquiera

para tratar las ediciones fundamentales que no se han resuelto hasta ahora o,

si esta tarea prueba imposible, después para hacer problemas aparentemente

insuperables tan claramente como puede estar para el trabajo futuro.

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CAPITULO II. Diagnóstico de las Transformaciones de los Usos del Suelo y el Urbanismo Metropolitano Contemporáneo.

1. La Reorganización Socioespacial Metropolitana y la Sustentabilidad de

la Ciudad de México

En este apartado se inscribe el supuesto que la neoliberal metrópolis ciudad de

México es la expresión de la readecuación de su medio ambiente construido a

la fase actual de acumulación capitalista, evidenciado por la manifestación de

las contradicciones del desarrollo a través del discurso de la sustentabilidad

que trata de metamorfosear lo fundamental, la problemática social.

La problemática del deterioro del medio ambiente, el agotamiento de los

recursos naturales y la pobreza extrema son de las mayores evidencias de la

crisis de la modernidad. En ese contexto el discurso de la sustentabilidad como

paradigma ha adquirido relevancia a partir de promover supuestas vías alternas

a la crisis socioeconómica y ecológica, mediante un determinismo ambientalista

que subsume los demás factores.

Existen amplias evidencias que documentan las importantes transformaciones

sociales y espaciales metropolitanas de la ciudad de México en los últimos

años, con el despliegue de flujos de inversión y nuevos mercados, que la han

situado en la red de ciudades globales en un rango secundario, pero

manteniendo su preeminencia y hegemonía nacional (Garza, 2006; Aguilar;

2004; Parnreiter, 1998). Pero también, es necesario destacar sus problemas

medioambientales de enorme magnitud.

Evidentemente existe un grave problema ambiental en la metrópolis ciudad de

México por la forma como se ha enfrentado y por las políticas diseñadas, que

muestran que no se han formulado adecuadamente en sus términos

esenciales. Esto debido a que el capitalismo no considera a la naturaleza como

una parte interna del proceso, sino como una externalidad; caracterización

implícita tanto en los procesos productivos y los paradigmas teóricos que tratan

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de comprenderlos, como en sus prácticas de planificación, de acuerdo con Leff,

(1986). Es imprescindible reconocerlos como parte o consecuencia de otros

fenómenos y su solución ubicada en las dimensiones económicas, políticas,

sociales y culturales del modelo capitalista, más que en el propio modelo

ambiental.

Hace tiempo ya que la metrópolis ciudad de México entró en una fase de crisis

en su reestructuración socioespacial y de sustentabilidad ambiental, problema

menos grave si la sociedad y el gobiernos hicieran lo adecuado en usos de

suelo, la protección al ambiente y de estilos de vida entre los distintas clases

sociales, entre la ostentosidad de pocos y la miseria de muchos. Por ello, la

esencia de la crisis más que ambiental es social, y no de la naturaleza, como

resultado de la lucha por la apropiación de los recursos del espacio y del

ambiente como objeto cosificado, por lo tanto, la reflexión debe partir de esa

relación injusta impuesta entre sociedad y naturaleza y de su politización como

medio de incorporación a la totalidad social.

El telón de fondo que enmarca de manera general las condiciones

prevalecientes de la metrópolis ciudad de México en su etapa neoliberal, se

distingue por importantes cambios consistentes, tanto en un despunte en

actividades de servicios, como en un redespliegue de la industria hacia otras

localidades regionales, pero que mantienen la preeminencia jerárquica nacional

de ésta megaciudad, y que desdibujan sus fronteras convencionales actuales y

su estructura edilicia, haciendo insuficiente su formulación teórica bajo los

referentes tradicionales. Por ello, es preciso señalar que en la dinámica actual

de urbanización megalopolitana o de ciudad-región prevalece una nueva fase

propia de la ciudad neoliberal.

En la reestructuración de la metrópolis ciudad de México destacan diversos

elementos que es necesario dilucidar, para explicar el mantenimiento de su

papel primordial en el sistema jerárquico nacional en nuevos escenarios: la

captación de los mayores montos de inversión del país; la mayor aglomeración

de población nacional; el mayor ámbito de gestión y de políticas de desarrollo

urbano para la atracción de inversiones; y el despunte de un poderosos sector

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inmobiliario que actúa en la rápida transformación de la ciudad; elementos en

convergencia con un nuevo urbanismo, que se manifiesta nítidamente en Santa

Fe. La región centro en la última década atrajo el 71% de la inversión

extranjera directa del total nacional, con un predominio de más del 90% en el

Distrito Federal y el Estado de México (Aguilar, 2004; 274). Además de una

población aglomerada en ésta región de 26’059,101 habitantes en el año 2000,

es decir, el 25% del total nacional (INEGI, 2001).

La metrópolis ciudad de México a partir de las últimas dos décadas

experimentó un proceso de desconcentración industrial que perfiló la imagen

de la ciudad neoliberal actual en su estructura productiva y en su expresión

morfológica. Por un lado, al mismo tiempo que en apariencia declinan las

actividades industriales frente al sector terciario, como los sugieren los

indicadores de los numerosos estudios que han proliferado, es preciso

subrayar qué tan cierta es tal formulación, y para ello conviene tener presente

que, tanto las actividades productivas forman parte de un proceso complejo en

el que la industria y los servicios están indisolublemente relacionados, y por

ello, en la dinámica de relocalización territorial de la industria surgen otros

lugares adecuados transfronterizos que se ajustan a las nuevas condiciones de

la acumulación y han dando paso a la periurbanización y a nuevas

centralidades; como sus manifestaciones morfológicas han llevado a un

proceso de expansión hacia una nueva periferia de escala regional. Y por otro,

que el sector de los servicios se ha reorganizado en conglomerados de oficinas

de representaciones empresariales, imprimiéndole un signo distinto a la imagen

de la ciudad. Es decir, que visto en perspectiva este proceso replantea tanto el

tipo de ciudad en ciernes, como las formas de hacer ciudad. En consecuencia,

el sector inmobiliario es un actor clave para su estudio.

No obstante la crisis de los años ochenta y de la caída económica de 1995 la

economía de la ciudad de México se recuperó de manera significativa. La

participación del Distrito Federal en el PIB nacional se incrementó de 21% a

23% en el periodo de 1988 a 1996, y representando una de las pocas

entidades donde el PIB per cápita fue mayor en 1995 que en 1980, en parte

debido a que su población no ha aumentado en términos absolutos (Parnreiter,

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1998), recuperación que los analistas identifican que procedió principalmente

de dos factores. El primero, de la misma reestructuración de su planta

productiva manufacturera que derivó en una planta más competitiva, eficiente y

sustentable con índices de crecimiento del 3% en promedio entre 1993-1997;

en parte también, debido a la reubicación de empleos en servicios formales e

informales. Y segundo, el despunte del sector económico de los servicios que

creció de manera rápida, con una importante participación en el PIB y en la

generación de empleos, como lo ilustran los datos del INEGI. En su estructura

laboral se ha incrementado el empleo terciario, de 58% en los años sesenta

pasó al 75% en 2003. En este último año la PEA de la ciudad fue de 7.7

millones de personas (Garza, 2006). Con tal proceso también cobró fuerza el

discurso de la sustentabilidad en el marco de la nueva ciudad terciaria. Sin

embargo el sistema de transportes y el consumo de energía han sido factores

centrales del deterioro del ambiente.

En ese contexto, es relevante considerar que estas nuevas actividades

económicas de servicios no solo son de importancia nacional, sino mundiales,

lo que destaca su trascendencia económica en la globalización. La importancia

de estas actividades internacionales ubican a la ciudad como centro de

servicios global, ocupando el lugar número 15 entre 54 ciudades mundiales,

debido a la presencia de empresas trasnacionales financieras, contables,

legales, de publicidad y de telecomunicaciones, similar al que ocupa Madrid,

Bruselas o Sao Paulo; y el lugar 16º entre ciudades del tercer mundo por su red

de telecomunicaciones interurbanas, incluso en mejor posición que Zurich y

Singapur (Normand, 2000).

Según datos de la revista Expansión (1994; 2000) de las 500 mayores

empresas del país, cerca del 55% se ubica en la ciudad de México; y están

relacionadas con la actividad terciaria, con altos montos financieros,

significativos ritmos de exportación y considerable números de empleados;

además, entre ellas las 20 empresas más grandes de México, 14 se ubican en

ésta misma ciudad capital y de ésas 8 se dedican al sector terciario,

estableciéndose de manera creciente en sitios de oficinas y corporativos de la

zona poniente del Distrito Federal, configurando el despunte de un dinámico

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corredor terciario, donde se ha concentrado el mayor porcentaje de inversión

de la ciudad.

En el último informe del Gobierno del Distrito Federal se indica que en la actual

administración la iniciativa privada ha invertido más de 20 mil millones de

pesos, de los cuales el 70% se ha concentrado sobre el corredor urbano

Alameda-Paseo de la Reforma-Santa Fe, en grandes proyectos inmobiliarios

para usos del sector terciario en emplazamientos de oficinas, centros

comerciales y edificios de usos diversos (La Jornada, 04/05/2006). A este

proceso también se asocia una importante proporción de la concentración de la

generación y tipología de empleos, sus niveles salariales y su ubicación

espacial en esta zona dinámica. Junto con la capacidad social adquisitiva en

hábitos de consumos conspicuos que han venido caracterizando a los estratos

emplazados en este lugar de la ciudad. Y el papel desempeñado por la

planeación en este contexto ha derivado en políticas de uso del suelo flexibles

acordes a las actividades y sectores que se vinculan a la modernización de la

economía, en particular en el rubro de desarrollos inmobiliarios para la

localización de actividades terciarias de alta tecnología que cubre las

expectativas de los grupos de más altos ingresos.

En adición a esta fuerte tendencia a la concentración metropolitana de

inversiones, se registra que el Distrito Federal captó en los últimos cinco años,

de 2001 a 2005, el 65% del total de la inversión extranjera del país1. En este

periodo ingresaron al país 87 mil 68.5 millones de dólares, de los cuales, 56 mil

453.6 millones de dólares se invirtieron en la ciudad capital. Estas cifras

incluyen el ingreso de divisas por la venta de bancos realizada por el actual

Gobierno. Esta información coincide con la reportada por la Secretaria de

Economía, con la particularidad de que la ciudad de México captó el 55% de tal

inversión, pero debido a que no se incluye las operaciones de venta de los

citados bancos ubicados en el Distrito Federal (ver cuadro número 1).

1 Según el análisis del documento Comentarios al Informe sobre el Comportamiento de la Inversión Extranjera, enero-diciembre de 2005, del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados (La Jornada, 15/04/2006).

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Cuadro Número 1.

Inversión Extranjera Directa (IED) a Escala Nacional y en la Ciudad de México (2001-2005).

Entidad

2001

2002

2003

2004

2005

IED

Acumulada

2001-2005

Escala

Nacional

14,985.1

(100%)

17,299.8

(100%)

12,945.9

(100%)

11,744.4

(100%)

11,093.3

(100%)

68,068.5

(100%)

Distrito

Federal

7,651.4

(51.1%)

10,989.9

(63.5%)

7,715.7

(59.6%)

5,921.8

(50.4%)

5,174.8

(46.6%)

37,453.6

(55.0%)

Fuente: Secretaria de Economía. Dirección General de Inversión Extranjera,

2006.

Durante la administración del último gobierno del Distrito Federal la inversión

privada alcanzó una cifra superior a los 102 mil millones de pesos. Tan sólo en

el corredor del Paseo de la Reforma y articulado al conjunto Santa Fe se han

captado casi 12 mil millones de pesos, poco más del 10% del total (La Jornada,

5/10/ 2006), lo que da idea del dinamismo de esta área de la ciudad.

Por lo tanto, una interpretación que se desprende de este proceso de

reestructuración de la ciudad de México, donde ha tenido un impacto

significativo los altos flujos de inversión extranjera, deriva de las óptimas

condiciones y ventajas encontradas para que se lleven a cabo en la

aglomeración metropolitana. Pero solo en ciertas zonas de la ciudad, y a través

de las estrategias de la planeación urbana, que apuntalan la inversión con la

socialización del costo de la obra pública; y con esta estrategia se revaloriza y

eleva la plusvalía de la zona, en este caso particular el corredor Reforma-Santa

Fe, lugar atractivo para los negocios inmobiliarios y los activos de los

propietarios de bienes raíces trasnacionales. Es decir, a través de la planeación

se propicia la exclusión en aras del discurso de la generación de empleos, para

situar a estos fragmentos de la ciudad, como lugares globales para la

competitividad, y que son los espacios donde la globalización se manifiesta.

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Son unos cuantos los ejemplos representativos de estos lugares estratégicos

de los grandes proyectos realizados o en proceso de definición, también

conocidos como corredores urbanos dinámicos: Santa Fe, Lomas Palmas,

Reforma, Insurgentes, Polanco, Bosques, Periférico Sur e Interlomas. En su

agrupamiento destaca como sistema de nodos el de mayor dinamismo al

poniente de la ciudad de México, el corredor del Paseo de la Reforma que va

de la Alameda Central al conjunto Santa Fe, junto con la zona de Polanco,

Bosques y Lomas Palmas en el mismo radio de influencia. Otros nodos

destacados son el corredor longitudinal de Insurgentes que vertebra la ciudad,

en su tramo Sur, en torno al conjunto del World Trade Center; y el nodo de

Periférico Sur. Estos espacios cumplen funciones específicas para enlazar a

esta metrópolis en el proceso de globalización, es decir, son lugares

globalizados (ver cuadro 2).

Cuadro Número 2

Corredores Urbanos y Actividad Inmobiliaria en Espacios de Oficinas

Lugar que ocupa

por actividad

inmobiliaria

Corredor M2 por Espacios de

Oficinas en

Construcción

% del Total de

Espacios de

Oficinas en

Construcción

1 Santa Fe 100 000 21%

2 Lomas Palmas 85 000 20%

3 Reforma 85 000 20%

4 Insurgentes 50 000 12%

5 Periférico Sur 50 000 12%

6 Polanco 45 000 11%

7 Bosques 19 000 4%

8 Interlomas 12 000 1%

Fuente: Colliers International, (2004). Informe del Mercado Inmobiliario, p. 6.

En un lugar global se concentran, organizan y controlan los flujos de inversión

de las diversas empresas trasnacionales de capital nacional e internacional en

la metrópolis, al emplazarse en agrupamientos de inmuebles de

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representaciones de esas grandes empresas. Adecuando estos lugares en

sitios óptimos para los inversionistas de los desarrollos inmobiliarios y

empresas trasnacionales. La inversión extranjera directa es una de las

variables clave más sobresalientes de los últimos años en el dinamismo

económico global, de acuerdo con Sassen (1991), y que se ha consolidado en

las economías de aglomeración de las grandes ciudades.

En la dialéctica de los lugares globales se inscribe la segregación. Si bien la

dinámica de segregación social ha estado presente desde el periodo

preindustrial y prerrevolucionario, por lo que no es un fenómeno nuevo, ya que

se puede constatar mediante la distribución poblacional con base en los niveles

de ingreso (Rubalcava y Schteingart, 2000). Sus expresiones físico espaciales

en la ciudad de México se han podido mostrar a partir de que las zonas de

mayores ingresos como: Las Lomas de Chapultepec, Bosques de las Lomas,

Santa Fe, San Ángel, Tecamachalco; y en un segundo nivel Polanco, Nápoles,

Satélite, etcétera. En fuerte contraste con las zonas más pobres que se ubican

en las periferias del norte y oriente de la ciudad. No obstante que esta

zonificación de la desigualdad espacial nunca es homogénea por los estratos

debido a las mezclas de grupos socioeconómicos.

En esas colonias residenciales de altos ingresos del poniente de la ciudad

capital se calcula una población de 264 mil habitantes, el 1.8% del total, en

aproximadamente 60 mil viviendas cuyas densidades son de 43 habitantes por

hectárea, y 9 viviendas por hectárea, las más reducidas de todos los tipos de

poblamiento de esta ciudad. La mayor parte de ellas se ubican en las

delegaciones Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón, en la zona donde se ubica el

conjunto Santa Fe (INEGI, 2001). En su conjunto el tejido urbano de la ciudad

de México está constituido por una composición edilicia diversa de 4.2 millones

de viviendas, un total de 529 mil edificaciones comerciales y de servicios, 53

mil establecimientos industriales articulados por un complejo sistema vial,

equipamiento e infraestructura, conforman casi 2 mil km2 de área urbana con

una densidad media de 9 300 habitantes por km2 (Garza, 2006).

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Mediante un mapa de esta distribución espacial puede trazarse por zonas y

núcleos que forman el patrón de ocupación del ambiente construido

jerarquizado. En general las zonas más pobres se distribuyen en el arco

oriente-norte de la ciudad y en la medida de su ampliación periférica se

profundiza la precariedad y la pobreza de los asentamientos. Por su parte, los

grupos de altos ingresos también muestran un patrón de distribución urbana

hacia el poniente y sur de la ciudad, con la creación de nuevas zonas de

exclusividad en las que se evidencia la ostentosidad de la riqueza. No obstante

la clara demarcación socioeconómica, la obsesión de tener zonas exclusivas y

protegidas contra la intrusión de indeseables ha llevado a la proliferación de

agrupamientos residenciales cerrados y protegidos con barreras y dispositivos

de control y vigilancia. Con ello, la ciudad se fragmenta aún más de una unidad

urbana que nunca existió, en islas, en un auténtico archipiélago urbano.

El conjunto Santa Fe se inscribe en la zona poniente de la ciudad de México

que ha venido experimentado la mayor dinámica en inversiones y actividad

inmobiliaria. Recientemente la delegación Álvaro Obregón, donde se ubica

Santa Fe, pasó a ocupar los primeros lugares en la concentración del PIB de

servicios de la urbe. En la actualidad esta delegación junto con la Cuauhtémoc,

Benito Juárez y Miguel Hidalgo concentran más del 62% del PIB del Distrito

Federal (Garza, 2000; 192).

Es en este sentido significativo el despunte de la zona poniente de Santa Fe,

articulado al corredor del Paseo de la Reforma, Centro Histórico y Polanco,

donde se concentran el rascacielos de La Torre Mayor, servicios financieros, el

mercado de la bolsa de valores, infraestructura hotelera internacional, grandes

centros comerciales, hospitales, universidades, centros culturales y de

espectáculos; y la más alta ola expansiva de actividad inmobiliaria, traducida en

el encarecimiento de los precios del suelo.

En este ámbito inmobiliario en la ciudad de México se presenta una intensa

actividad que registra 22 edificios en construcción con cerca de 500 mil m2

estimados, esperando se incorpore un 60% al inventariado durante el año

2004. De nueve corredores de oficinas identificados por la firma Colliers

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International (2004), destaca este corredor Reforma Santa Fe. En particular en

el polígono de Santa Fe se encuentran cinco edificios en la etapa final de

construcción con un área de 98,500 m2; en Reforma desarrollos inmobiliarios

con una superficie de 80 mil m2 de espacios nuevos de oficinas,

principalmente. En este sentido este corredor destaca como el mayor ofertador

de nuevos espacios de oficinas.

Como nodo de crecimiento global Santa Fe representa la tendencia que marca

la pauta de la expansión urbana de la ciudad al conjugar infraestructura,

equipamiento y servicios frente a una demanda de sectores sociales de altos

ingresos. Las zonas de alto poder adquisitivo de la ciudad de México están

concentradas principalmente en el poniente y el surponiente, y cada una está

integrada por un eje principal: el primero incluye el Pedregal de San Ángel y

sus alrededores; y el segundo, Lomas de Chapultepec, Polanco, Bosques de

las Lomas, Santa Fe, Country, Interlomas y bosque Real.

Estas dos zonas se desarrollaron como mercados inmobiliarios por separado,

pese a su cercanía por no existir accesos viales entre ambas que facilitaran su

comunicación. Pero, a partir de la nueva infraestructura vial se ha enlazado

Santa Fe con el sur de la ciudad, elemento que se ha sumado al atractivo

inmobiliario del poniente. A partir de la saturación del suelo del sur de la ciudad

y con ello de las ventas de inmuebles, en particular de viviendas de nivel

residencial, el poniente que incluye principalmente parte de las delegaciones

Álvaro Obregón, Cuajimalpa y Miguel Hidalgo, y del municipio mexiquense de

Huixquilucan, es el que cuenta con mayores desarrollos habitacionales

residenciales. Esta zona se caracteriza por ofrecer principalmente edificios de

departamentos, debido a la densidad de los terrenos, su topografía accidentada

y la demanda de los consumidores de bienes raíces.

De los registros de ofertas de vivienda residencial de alto costo de la ciudad de

México, mayores a 200 mil dólares, cerca del 70% se ubica en el poniente

(Real Estate, 18, 2005); de acuerdo con la misma fuente el muestreo de

viviendas en el poniente, los lugares que registran mayor dinamismo en ventas

de unidades son Santa Fe, Bosques de las Lomas y bosque Real, los cuales se

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perfilan como los principales ejes de crecimiento de la zona. Hoy en día, en el

poniente de la ciudad existe un mercado inmobiliario muy competido en

particular en proyectos residenciales, especialmente en departamentos. En

esta materia existen 120 proyectos que representan cerca de 10 mil unidades,

de la cuáles cerca del 50% están en venta; con áreas que van de 70 a 700 m2,

y con precios que oscilan entre los 150 mil y dos millones de dólares (Ídem,

2005; pp. 48-49).

En Santa Fe las prácticas de los desarrolladores de bienes raíces, promotores

y especuladores redescubren la distinción social como criterio de promoción

inmobiliaria dejando de lado las viejas utopías de la ciudad igualitaria. En el

proceso de elección de vivir en Santa Fe se conjugan tanto los aspectos de

poder adquisitivo, como los criterios de la búsqueda de estatus y un modo de

vida en general que se asume como el poder de formar parte de la gente de

éxito. Por ello, siguiendo a Bourdieu (2002), el gusto deviene concepto y

palabra clave no solo para significar la crisis de los criterios de objetivación de

valores, comportamientos, cualidades, sino también para hacer de ellos

poderosos factores de distinción social.

Las políticas urbanas que el gobierno en turno en esta parte poniente de la

ciudad ha instrumentado se basan en la oferta de suelo urbano de mayor

atractivo de la metrópolis, a través de estimulación fiscal para atraer

inversiones como nueva estrategia del desarrollo urbano; junto con

modalidades nuevas de concertación en la construcción de la infraestructura

vía el pago a los desarrolladores privados por estas obras con suelo urbano en

Santa Fe. Por ello se asume que en parte las transformaciones metropolitanas

hay que buscarlas en el sector privado con la promoción y desarrollo de

grandes proyectos, apuntalados por la obra pública en proyectos estratégicos.

En consecuencia el carácter de la planeación urbana en la perspectiva de estos

proyectos es de subordinación a los intereses de los inversionistas privados e

individuales. Esta planeación urbana asume la condición de estratégica con un

énfasis pragmático en la intervención del ambiente construido para hacer

competitiva a la ciudad, con la dotación de infraestructura para su

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refuncionalización; privilegiando el uso del transporte individual por encima del

colectivo y generando con este sector los altos índices de contaminantes. Por

lo tanto, con tales prácticas de los protagonistas en la producción de la ciudad,

se ha traducido en un urbanismo tanto de exclusividad y como de exclusión.

2. La Génesis del Urbanismo de Ostentosidad del Conjunto Santa Fe.

Los orígenes de éste urbanismo de ostentosidad se inscriben en un contexto

amplio tanto de índole exógena como endógena. Por un lado, en la estrategia

de las redes globales del capitalismo neoliberal con la apertura comercial a

través del TLCAN se hizo indispensable un nuevo proyecto de ciudad, para la

atracción y flujo de inversiones; y por el otro, en el ámbito interno, el giro de las

políticas urbanas de desarrollo de la ciudad asociadas a los intereses

inmobiliarios de los inversionistas privados, transformaron esta zona poniente

de la ciudad de basureros, minas y asentamientos humanos precarios, bajo el

discurso de resolver la degradación y el deterioro ambiental.

El proyecto urbano Santa Fe surgió como iniciativa de un grupo

interdisciplinario de arquitectos, urbanistas e ingenieros que propusieron al

entonces regente de la ciudad de México Carlos Hank González la

reconversión de ese espacio degradado en una zona del primer mundo

aprovechando su ubicación cercana a fraccionamientos de alto nivel y

elegantes suburbios en formación al poniente de la ciudad. En su diseño de

plan integral de desarrollo urbano y en su paulatino fraccionamiento y dotación

de infraestructura para atraer inversionistas privados que serviría de modelo

para futuros desarrollos, con usos de suelo flexibles a las necesidades de los

emplazamientos de la nueva economía y sus estilos de vida. En ese sentido

hay una simultaneidad a través de una línea de continuidad y ruptura con el

urbanismo moderno de la ciudad de México y un giro hacia una post-metrópolis

con este proyecto urbano Santa Fe.

El conjunto Santa Fe se inserta dentro de los Programas de Zonas Especiales

de Desarrollo Controlado (Zedec) y constituido en particular en el año de 1987

en el marco del Gobierno de la Regencia de Ramón Aguirre. Sobre un área de

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850 hectáreas que se ajustaban a una zonificación y reglamentación de

construcción con criterios ecológicos, urbanísticos y financieros para hacer de

ella un desarrollo urbano con uso de máximo provecho del suelo y servicios de

alto nivel (Servimet, (1990).

El Programa de Zonas Especiales de Desarrollo Controlado (Zedec) Santa Fe

de Cuajimalpa se estableció sobre una superficie de 8 millones 430 mil m2 con

autorización de usos de suelo diversos; el centro comercial Santa Fe, en Álvaro

Obregón, en una superficie de 189 mil 887 m2 y con una inversión inicial de

724 millones de pesos. Considerada como la zona más deteriorada del Distrito

Federal debido a las minas, tiraderos de basura y asentamientos humanos

irregulares en condiciones insalubres e inestabilidad del suelo, según el

diagnóstico del gobierno en turno (Servimet, 1990).

Este proyecto se inició con los claros objetivos de:

<<la recuperación ecológica de la zona devastada por la explotación

minera y el manejo de la basura; la creación intensiva de empleos en

sectores no contaminantes; y la transformación de Santa Fe en un

centro de inversiones inmobiliarias que se encontraban detenidas por

problemas de uso de suelo y dotación de servicios de alta calidad>>

(Gamboa, 1994; 239).

En este contexto la planeación urbana de la ciudad de México se caracterizó

por tres vertientes a partir de la década de los ochenta, y en el marco de la

transición de un modelo de planeación normativa a una planeación estratégica

neoliberal, y con la idea prevaleciente de que el conjunto de normas e

instrumentos con los que se contaba para el ordenamiento del Distrito Federal,

habían quedado rebasados por la realidad con la crisis ambiental (Gamboa,

1994; 71), y por su impacto en la productividad y en la salud pública. Es decir,

la ciudad en esa situación resultaba obsoleta para la acumulación de capital y

para la reproducción del sistema.

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En el proyecto Santa Fe se conjugan los postulados de la ciudad ideal en la

dirección del referente del Paseo de la Reforma y Chapultepec. Por lo tanto, se

presenta como la venta de tres productos de enorme demanda: ecología,

seguridad y prestigio, que emerge de la basura y desperdicios. Sobre esos

viejos basureros afloraron ostentosas construcciones de altura y pretensiones

desconocidas en una ciudad pobre y telúrica.

El conjunto Santa Fe como fragmento exclusivo y excluyente, se inserta en una

zona privilegiada del poniente de la ciudad de México, en la misma línea

argumental de precisar sus coordenadas de emplazamiento de los más elitistas

y de mayor plusvalía inmobiliaria del país. Enclavado en torno a las exclusivas

zonas de Paseo de la Reforma y los lujosos fraccionamientos metropolitanos

del Distrito federal y del Estado de México. La conjugación de altos flujos de

inversión ha sido el detonante para su acelerado desarrollo urbanístico durante

los últimos años.

Por ello Santa Fe se ha convertido en el nodo más dinámico de alcances

locales y globales por la oferta de sus emplazamientos. Ubicado entre las

delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa, que constituyen un lugar

estratégico y de paso obligado entre la ciudad de México y la ciudad de Toluca.

Santa Fe representa un vínculo de alta importancia entre ambas metrópolis que

generan el mayor flujo y demanda de viajes por persona al día, Debido a que

aquí inicia la autopista México-Toluca, y que su estructura urbana vial

contribuye a enlazarla de manera rápida con otras zonas de la misma

metrópolis y su región bajo su radio de influencia, es decir, a la escala de

megalópolis.

Además, los desarrolladores privados de Santa Fe se han apropiado de las

condiciones generales del ambiente socialmente construido por procesos

largos de edificación de la ciudad en equipamiento e infraestructura, traducido

en ventajas comparativas en el mercado urbano del suelo e inmuebles, para

construir un producto caro y elitista al poniente de la ciudad de México.

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En efecto, Santa Fe está inmerso en la zona poniente de esta ciudad, al interior

de las delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa. La primera, colinda al norte

con la delegación Miguel Hidalgo, al sur con la Magdalena Contreras, al este

con la Benito Juárez y al oeste con Cuajimalpa, en el Distrito Federal. La

segunda, limita al norte con la Miguel Hidalgo; al sur con los municipios de

Jalatlaco y Ocoyoacac; al poniente con el municipio de Huixquilucan, en el

Estado de México; y al oriente con Álvaro Obregón. El territorio de la Álvaro

Obregón tiene una superficie de 10,504 hectáreas, de ella el 81.4 % es área

urbana y el resto zonas de preservación ecológica.

Por su parte Cuajimalpa cuenta con un territorio de 8 095 hectáreas de las

cuales el 20% es de uso urbano, conformado por 40 colonias; el resto de la

superficie corresponde a suelo de conservación ecológica, donde se ubican

doce colonias y cinco pueblos rurales, con atractivas zonas boscosas y

arroyos, que representan importantes recursos ambientales para esta

metrópolis. En consecuencia, de las características de ambas delegaciones, la

ecología se constituye en un insumo clave de incremento de la renta del suelo

en el mercado inmobiliario.

Por lo tanto, la superficie total de las dos delegaciones es de 18 599 hectáreas,

que equivale al 8% del total del área del Distrito Federal; de esta superficie, la

que ocupa el área de estudio, la poligonal del conjunto Santa Fe, es de 931.65

hectáreas; de ésta área el 60.5% se ubica en la Álvaro Obregón, y el 39.5% en

Cuajimalpa (GDF, 2000), (ver plano de la poligonal de Santa Fe en anexo).

La población total establecida en estas dos delegaciones es de 836,454

habitantes, que representa el 10% del total del Distrito Federal. Los

asentamientos humanos de más altos ingresos de esta población se

caracterizan por ser de baja densidad y de tipología habitacional residencial

alta. Su densidad promedio es 43.8 habitantes por hectárea, y de 9.8 viviendas

por hectárea, las más reducidas del conjunto de la metrópolis (Garza, 2000).

Actualmente en Santa Fe se estima una población de 15 831 habitantes y una

densidad de 16 habitantes por hectárea; Para el año 2000 sólo se había

urbanizado el 58.3% (346.99 has.) de su superficie total (GDF, 2000). En

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consecuencia, esta zona se distingue por su baja densidad y un alto consumo

de suelo urbano, en comparación con el promedio prevaleciente en las colonias

populares de la metrópolis, donde se concentran el mayor número de

urbanitas, dos tercios del total de la población, con densidades de 235

habitantes por hectárea y casi 50 viviendas por hectárea (Garza, 2000).

En la magnitud de contrastes entre asentamientos lujosos y barrios miserables

de esta metrópolis ciudad de México y como resultado de la crisis, de las

políticas de austeridad y ajuste del Fondo Monetario Internacional y del Banco

Mundial, destaca que para el año de 1992 se tenía un estimado de 6.6 millones

de población de bajos ingresos económicos viviendo contiguamente en 34,800

hectáreas con numerosas viviendas precarias e informales (Pezzoli, 1998).

Asentamientos predominantes en el cuadrante oriente de la metrópolis en las

demarcaciones de Nezahualcoyotl (1.5 millones), Chalco (300 mil), Iztapalapa

(1.5 millones, Chimalhuacan (250 mil) y otros 14 municipios y delegaciones de

la misma zona oriente (Idem.). Saldos de la crisis manifestados en barrios

miserables, comercio informal, desempleo e inseguridad. Y como antitesis, los

barrios de lujo tipo Santa Fe para gente rica, encerrados y rigurosamente

vigilados. Lo más irónico es que Santa Fe nace de un barrio miserable.

Por ello, esta ciudad servicial escenifica de manera nítida la reestructuración

espacial capitalista en la crisis, que originó la especulación del suelo y el auge

inmobiliario del tipo de lugares como Santa Fe. Con la crisis y declinación de la

economía productiva se da una clara tendencia hacia el latifundio urbano,

cuando los valores de la tierra dejaron su sincronía de crecimiento económico

con inversión industrial, y con su disolución, los bienes raíces se incrementaron

debido a la especulación del suelo urbano. En ese ambiente de crisis e

inflación los bienes raíces resultaron un sector muy lucrativo, y en

consecuencia un factor adicional de separación y segregación social y espacial

entre diversos estratos por el alto costo del suelo. Además, con una planeación

en crisis, la tecnocracia y los desarrolladores privados emprendieron su forma

de hacer ciudad, mediante la estrategia y definición de grandes proyectos

urbanos específicos.

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Estas intervenciones desde finales de la década de 1980 en sitios estratégicos,

en mayor medida en el poniente de la ciudad de México, y en especial en la

zona de Santa Fe, se orientó a la conformación de centros comerciales,

corporativos, culturales y residenciales; a la construcción de un sistema vial de

conexión regional; al impulso a la edificación de conjuntos habitacionales para

población de ingresos altos y medios; a la ampliación de las redes de

infraestructura básica; a la extensión de la cobertura de equipamiento urbano

en zonas definidas; y al cuidado y protección del medio ambiente.

Estos proyectos de renovación y modernización urbana fueron el resultado de

acciones privadas impulsadas por la asociación de capital inmobiliario, la

industria de la construcción, el comercio organizado y el capital financiero. En

el periodo de 1988 a 1994 se elaboraron 40 proyectos urbanos referidos a la

construcción y rehabilitación de centros comerciales, corporativos y culturales

(ver cuadro 3). El mayor número se ubicó en el corredor urbano poniente. 15

proyectos en las delegaciones Álvaro Obregón y Cuajimalpa, de estos, 8

correspondieron a Santa Fe; 9 a la Cuauhtémoc; y 4 a la Miguel Hidalgo

(Delgado, 1999; pp. 20-21). Proyectos que generaron nuevas centralidades,

sobre todo en la zona poniente, situación que derivó en una ruptura del tejido

urbano de la ciudad. Así se distinguen espacios privilegiados integrados por

infraestructura urbana vial, con servicios especializados de distribución y

consumo, y formas novedosas de utilización del espacio público y privado, que

contrastan con los deficitarios de la zona oriente de ésta ciudad.

Cuadro Número 3

Proyectos Urbanos Prioritarios, 1988-1994

Delegación Proyecto Número Proyectos

Álvaro

Obregón

ZEDEC Santa Fe, Centro Comercial Santa

Fe, Santa Fe Calle JJ, Altavista, Pabellón

Altavista, Power Center Eureka, Paraje la

Cuesta.

7

Azcapotzalco Refinería 18 de Marzo, Subcentro Ferreria 2

Benito Juárez Centro Insurgentes, WTC. 2

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Cuauhtémoc ZEDEC Alameda, Edificio Diana, Edificio

Águila, Europlaza, Torre Mayor, Edificio

Hilton-Sidek, Plaza Alameda, Hospital

Metropolitano, Salas de Espectáculos.

9

Cuajimalpa ZEDEC Santa Fe, P&G, Club de Golf

Bosques, Centro Corporativo Arcos

Bosques, Torres Gemelas Bosques, La

Angostura, Instituto SEYPA, Proyecto

Chamizal.

8

Coyoacán Centro Nacional de las Artes 1

G. A. Madero Parque Ecológico Santa Catarina. 1

Iztapalapa Las Américas, Cabeza de Juárez, Terminal

Carga Oriente.

3

M. Contreras Conjunto Potrerillo 1

Miguel

Hidalgo

Reubicación General Motors,

Constituyentes, conjunto Héroes de 1810,

Punta Residencial Bosques Lomas.

4

Tlalpan Peña Pobre, Plaza INBURSA. 2

Total 40 40

Fuente: Delgado, (1999; pp. 20-21).

3. Critica del Urbanismo de Ostentosidad del Conjunto Santa Fe.

En el modelo imperante del nuevo urbanismo de ostentosidad de la ciudad

neoliberal del tipo Santa Fe subyace la percepción de un determinismo

ambientalista al proceder a inducir el cambio del orden espacial, para ofertar

solución funcionalista a la problemática social y al control de la historicidad de

los procesos sociales. Es decir, el nuevo urbanismo está convencido de que los

emplazamientos físicos determinan a la sociedad que los habita. Sin embargo,

se reproducen viejos problemas bajo nuevas apariencias, en la confrontación

entre intervenciones de ordenamiento urbano que destruyen lo que otros

construyen.

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Sennett (1975) considera que es la opulencia social de la fase de expansión

capitalista de la posguerra donde la fragmentación y la exclusión urbana se

profundizó, con la aparición de barrios lujosos y de clases medias, por un lado;

y por otro, los ghettos miserables. Es la abundancia expresada en un

urbanismo con islas de riqueza que se acrecienta el poder de la exclusión con

los contactos públicos, al tiempo que deriva en la formación de identidades

sociales homogéneas. Por ello, las consecuentes dimensiones sociales de la

opulencia en la vida urbana aminoran la necesidad de compartir los bienes y

servicios escasos.

El desarrollo de la ciudad capitalista entraña su lógica contradictoria expresada

en la tragedia del desarrollo. El propio proceso de desarrollo en la medida que

transforma los espacios baldíos, degradados u obsoletos en florecientes

espacios física y socialmente recrea la obsolescencia dentro del desarrollo,

siguiendo a Berman (1992). En la génesis del desarrollo de Santa Fe que

transitó de zona degradada de basureros y asentamientos irregulares de la

ciudad de México, a centro corporativo multinacional, prevalece la premisa

paradójica de la creativa destrucción de la naturaleza del capitalismo, como

condición esencial de modernización de la ciudad encarnada en las figuras

míticas del urbanismo moderno con Haussmann, en el París decimonónico; y

Robert Moses, en el Nueva York de la segunda posguerra del siglo XX.

En el proceso de desalojo de los indeseables originarios habitantes de esa

zona degradada de Santa Fe se impuso esa creativa destrucción mediante los

mecanismos sutiles del capital. En la desaparición de aquellos asentamientos

irregulares para sustituirlos por otros formales prevaleció el signo del despojo y

la apropiación a través del poder político y del dinero, de la tecnocracia y los

desarrolladores privados. Por medio del discurso de recuperar esa zona

deteriorada para el medio ambiente de todos los habitantes de la ciudad y

mejorar las condiciones de vida de aquellos barrios miserables, se les expulsó

de su lugar en el que habían habitado por años; que constituían, no obstante la

informalidad, una población empleada en la pepena de basura reciclable que

abastecía a cierta escala a la industria manufacturera; y los empleos en la

minas de arena. Sin embargo, una vez concretado el desalojo se impuso un

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emplazamiento urbano de lujo radicalmente diferente al originario. Esa es la

característica de la creativa destrucción del capital.

Un escenario factible de aventurar para el nuevo urbanismo de Santa Fe

consiste en encontrar el punto de su inflexión a partir de la saturación del

espacio de su poligonal, que podría avanzar su crecimiento urbano sobre las

áreas de conservación ecológica del sur; para a partir de ahí, probablemente,

iniciar su decadencia, debido a que su principal insumo es la plusvalía del suelo

y su ubicación estratégica, es esa reserva ecológica como atractivo, y el

potencial de su infraestructura, que al agotarse le cavará su propia tumba y

sucumbirá a la competencia con otras áreas de mayor atractivo.

Pero la espectacularidad escenográfica del conjunto Santa Fe está incompleta

sin los postulados de la ciudad jardín, traducida en la alameda poniente y en su

campo de golf, sobre predios de tiraderos de basura y convertidos en rellenos

sanitarios. En estos lugares de Santa Fe recobra vida la idea del tema

recurrente de los parques, el transformar la naturaleza y ya domesticada

llevarla a la ciudad de manera artificial. Para transitar, de ser una antítesis de la

civilización, a ser una zona de esparcimiento. Es decir, la renaturalización de la

ciudad desnaturalizada para su mejora. Sin embargo, esta alameda como lugar

de socialización aún no se materializa debido a que los procesos de

descomposición de basura orgánica y sus lixiviados derramados a los mantos

freáticos todavía no concluyen, y generan fuertes olores desagradables que

alejan a los usuarios.

En la orientación del nuevo urbanismo de Santa Fe subyace más que una

visión singular del habitar, la idea de hábitat. En sus lugares exclusivos de

encierro y confinamiento las elites imaginan su propia utopía neoburguesa. El

hábitat como el acceso a un medio natural signado por la propiedad; en un

discurso orientado a sostener la idea de una ciudad jerarquizada; y funcional a

la producción, con una vida cotidiana orientada al consumo, por encima del

trabajo, y en alojamientos autosuficientes. Concepto de hábitat que excluye el

habitar, en su acepción de significarse con el modelamiento del espacio, y la

apropiación de sus condiciones de existencia por los habitantes.

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Esta neoburguesía de Santa Fe no hace ciudad porque está en todas partes y

en ninguna. Esas elites no habitan la ciudad en la amplia acepción de vida

urbana, por ello, ni hacen ciudad, ni urbanidad, porque la rutina de su vida

cotidiana está determinada por la programación que transita los lugares bajo el

principio del valor de cambio, pasando sus días en agrupamientos

residenciales y laborales cerrados y exclusivos, alejados del bullicio de la vida

urbana. Por ello, una nueva miseria más allá de la económica se extiende y

que alcanza en diversos grados a todos los urbanitas: la miseria del hábitat, en

el léxico de Lefebvre (1969;166), la del habitante sometido a una cotidianidad

en la ciudad organizada (en y por la sociedad burguesa de consumo dirigido), y

también las clases subalternas con la segregación y miseria de su hábitat; es

decir, la no-ciudad, como condición de ese medio ambiente sociourbano de la

post-metrópolis.

Esas clases subalternas con su sola presencia niegan y cuestionan la

estrategia de las élites y la tecnocracia de autoconfinamiento y encierro urbano.

Presencia elevada a nivel de antitesis que confronta los usos de la ciudad entre

su valor de cambio y su valor de uso, en fuerte tensión. Este es el drama del

urbanismo actual en profunda contradicción como proyecto en disputa y que

reproduce la desigualdad de la sociedad capitalista.

Es en este proceso de urbanización y sus impactos donde surge con toda

intensidad el interés por el desarrollo sustentable, signado por la

descontextualización y la fragmentación, que lo separa de sus componentes

para parcializarlo. Con la parcialización se sectorizan las intervenciones

planificadas del medio ambiente construido y sus recursos de materiales y

técnicas de construcción de los proyectos y sus artefactos y dispositivos de

abastecimiento, calefacción, ventilación, iluminación, etc., orientadas a

instrumentalizar el desarrollo urbano venidero, sin dilucidar su significado,

perdiendo de vista la totalidad y la causalidad de la problemática social y

ambiental.

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En ese sentido el modelo de ciudad capitalista se reviste de la búsqueda de un

falso equilibrio a través de la ecología, para que los estragos que ocasiona no

sean percibidos por la sociedad, a través de la introducción del diseño,

materiales, productos y dispositivos probados con normas ecológicas, e

inscritos en los nichos de mercado que le dan dinamismo, con un discurso que

pregona la desurbanización y estilos de vida ligados a la naturaleza, aunque

sean residencias ubicadas en zonas de reserva protegidas, o segundas

residencias dispersas de fin de semana para las clases sociales medias y altas,

con costos muy elevados de las redes que les suministran los servicios, en un

mercado inmobiliario en auge, como el experimentado por la reestructuración

de la ciudad de México con el despunte de grandes superficies comerciales, de

oficinas y de emplazamientos residenciales de la nueva economía.

Este desarrollo sustentable para la ciudad actual adquiere significado especial,

sobre todo en el ámbito político, pero también en el económico, ya que existe

un creciente mercado para el medio ambiente y para los bienes que

contribuyen a su preservación, a través de un nuevo urbanismo como producto

mercancía, y que ha proliferado exitosamente en diversas ciudades.

En el marco de la organización y el uso del espacio construido, el desarrollo

sostenible intenta preservar y cuidar la extensión desenfrenada de la superficie

de la ciudad y que afecte y ponga en riesgo las condiciones de la valorización y

la plusvalía del suelo urbano que hacen posible su desarrollo, pero ese

desarrollo no obstante su discurso de sustentabilidad, es de tipo capitalista. Los

límites del capital son más sociales que físicos, de acuerdo con Harvey (1982).

En este contexto la compleja relación entre los límites del capital y el retraso en

las condiciones subjetivas para su superación constituyen uno de los aspectos

centrales de la discusión actual. Se ha debilitado la capacidad de reproducción

capitalista, de ahí su condición de crisis, pero no surgen fuerzas políticas ni

bloques sociales capaces de superarlo. Para la superación del modelo

capitalista por uno alternativo de tipo postcapitalista se va más allá de los

movimientos tradicionales y de la izquierda. Por ello, la lucha por los recursos

naturales tiene una fuerza inédita.

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En consecuencia y contrariamente a lo que habitualmente argumentan los

seguidores del discurso del <<desarrollo sostenible>>, el problema fundamental

que enfrenta la civilización actual no es solo de orden ecológico, no obstante

sus dimensiones catastróficas que no es un problema menor, sino la

persistencia de seguir la línea marcada por los hábitos depredadores de la

sociedad de consumo capitalista, tanto por la inminencia de la entrada masiva

al mercado automotriz de numerosos pueblos orientales, como por la reticencia

de los países occidentales a poner freno a sus estilos de vida urbana

destructores del ecosistema y que amenazan los recursos de agua, aire y

suelo, sin valorar sus graves implicaciones de un desastre ecológico y social.

De una crisis no solo urbana, sino general.

Pero la naturaleza vista como reservorio se mercantilizó a la par que los

ambientes construidos en ciclos largos de la historia con la industria del ocio y

el turismo constituidos como el oro verde y la museificación de la ciudad. Pero

también, en estos nuevos estilos y niveles de vida las conspicuas necesidades

y aspiraciones de las clases sociales medias y altas han sido interpretadas

fielmente por los desarrolladores inmobiliarios, para incluir amenidades y

entornos escenográficos de la naturaleza que satisfacen a los clientes y elevan

la plusvalía del suelo. El campo, el urbanismo y la arquitectura como

mercancías fetichizadas.

Este modelo de desarrollo urbano sustentable que reúne todas las cualidades

requeridas por el modo de vida pregonado por la ideología burguesa, viene a

representar una nueva versión de la vieja ideología espacialista cuya predica

establece que se puede cambiar de vida readecuando la ciudad sin necesidad

de transformar la sociedad, que además se postula como modelo óptimo, es

decir se fetichiza.

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CAPITULO III. Las Políticas de Desarrollo Urbano y la Descentralización Metropolitana.

1. La Reestructuración y Fragmentación de la Región Metropolitana del Centro

de México: una Megalópolis en Ciernes.

Si bien no es ninguna novedad decir que la región metropolitana del centro de

México ha venido destacando por su fuerte carácter concentrador de

indicadores más altos de población, inversiones, planta productiva y de

actividad económica con respecto al total nacional. Si es motivo de discusión

argumentar que estos indicadores contradicen los propósitos discursivos

descentralizadores y muestran el carácter limitado de las políticas de

planeación de desarrollo territorial.

La región centro está formada por el Distrito Federal y cinco Estados: México,

Puebla, Hidalgo, Morelos y Tlaxcala; ocupa una superficie de 86 mil 720 km2,

si bien en la delimitación del Conapo (1991) la región centro incluye Querétaro

dada su vinculación funcional con la metrópoli ciudad de México, aún no se ha

consolidado su integración debido a pospuestos proyectos de transporte de

fuerte impacto regional.

En la delimitación de la Sedue (1990) esta región centro estaría constituida por

la concentración de 16 delegaciones y 200 municipios con sus respectivas

capitales estatales, donde a su vez se concentra la mayor parte de las

actividades productivas de la región. Con una población estimada de 26

millones de habitantes, que se considera cercana al 25% de la población

nacional total durante las últimas tres décadas (Sedue, 1990), no obstante la

contracción demográfica de la ciudad de México en los últimos años. Sin

embargo, en la delimitación del Conapo se manejan cifras más moderadas,

como se verá adelante.

Administrativamente no hay vínculos regionales entre el Distrito Federal y los

Estados, y a pesar de que sus procesos socioeconómicos funcionan como un

todo. Sin embargo, los centros de decisión se ubican el gobierno de cada

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Estado respectivo lo que representa un desequilibrio de fuerzas con relación al

Gobierno Federal, además, localmente hay fuertes intereses en pugna que se

pueden confrontar con iniciativas y proyectos de dimensiones regionales. Estas

contradicciones han sido un serio obstáculo para la puesta en operación de

Comisiones de Conurbación del Centro del País. Por ello, sus propósitos no se

han llevado a cabo, debido a la falta de coordinación entre los distintos

gobiernos, de acuerdo al reporte de Programa (1988).

La región centro ha sido el nodo más importante durante mucho tiempo. En la

actualidad es la región más densamente poblada del país, y se ha venido

gestando una de las megalópolis capitalistas primordiales de Latinoamérica.

Megalópolis constituida por cinco metrópolis; seis ciudades medias; y 22

pequeñas urbes; desplegada en un radio territorial de 180 kilómetros (Sedue,

1990). Esta gran aglomeración conjuga transferencia de actividades al arco de

ciudades que circunda al Distrito Federal, pero resaltando el eje de mayor

dinamismo megalopolitano poniente con la metrópoli del valle de Toluca.

Este proceso de reestructuración territorial y de transferencia de actividades

han perfilado una concentración desplegada a escala regional, destacando el

desplazamiento de actividades productivas industriales por las del sector

servicios. Cabe reflexionar este proceso a la luz de la discusión que le imprime

un cambio mecánico al desplazamiento industrial por servicios debido a

factores espacialistas de la naturaleza de la ciudad terciaria; o bien a partir de

un proceso de relocalización periférica de industrias, encadenado con

actividades reconcentradas de servicios de alta especialización necesarios al

proceso productiva de la fase actual capitalista. Es decir, industria y servicios

como parte del mismo proceso. Además, este proceso de decrecimiento

industrial de la ciudad de México junto con el crecimiento de ésta en el arco de

ciudades, aún está por ser demostrado.

Esta emergencia de una economía de servicios basada en la información no se

debe a que el sector terciario haya desplazado al sector industrial; sino a que

las actividades de procesamiento de información han cubierto todos los

sectores, el mismo industrial, el agrícola, o en todos los tipos de servicios.

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Pero, al mismo tiempo se presentan de manera combinada procesos de

descentralización y concentración. Mientras muchas corporaciones

descentralizan algunas actividades hacia otras ciudades y a suburbios, las

unidades decisorias de las empresas se concentran recientemente en las

grandes ciudades o nodales, como en la ciudad de México. En paralelo a la

concentración de actividades empresariales de alta jerarquía, se lleva a cabo la

descentralización de servicios destinados a los usuarios, o ésta concentración

se hace con base en la interacción de personal cara-a-cara que exigen las

actividades de alta jerarquía que implican la toma de decisiones importantes;

además de que necesita una basta red de servicios complejos y difíciles de

reproducir.

Es decir, en la ciudad se asiste a un proceso simultáneo de concentración de

actividades de control y mando empresarial y de descentralización de las

actividades secundarias y de servicios automatizados y rutinarios.

La génesis de la reestructuración de la región metropolitana del centro de

México y que se bifurca en dos posturas teóricas: una que se asume como

parte de un proyecto de planeación descentralizador; y otra, inscrita en el

marco del impacto urbano del neoliberalismo en el territorio; conviene situar las

actuales transformaciones en la perspectiva de la interacción de factores

globales y locales. La convergencia de estos factores exógenos y endógenos:

los flujos de inversión extranjera directa, los nuevos procesos de producción

flexible, los tratados de libre comercio y las normas ambientales menos rígidas

que las de los países de origen de los capitales; junto con las nuevas

necesidades y expectativas de los grupos locales hegemónicos; la llegada al

poder una tecnocracia neoliberal con un nuevo proyecto urbano regional; y la

configuración de nuevas potencialidades espaciales en el marco geopolítico;

todos ellos la transformaron.

La región metropolitana central y en particular la ciudad de México, la más

dinámica, recobra impulso con nuevas inversiones y el crecimiento poblacional.

A este respecto, conviene subrayar que después de la etapa de

desindustrialización mantiene su posición de mando económico nacional y de

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enlace mundial, siguiendo a Sassen (2001). Además de pasar por momentos

transicionales de expulsora de población en los ochenta, a lenta receptora de

inmigrantes en redespliegue periférico en una escala regional, pero alterado

con las políticas de redensificación de las áreas centrales del gobierno local

actual. En tal sentido se advierte una configuración metropolitana fragmentada

constituida por sus espacios heterogéneos, tanto de concentración de

inversiones como de densidades variadas.

Con la apertura de mercados y la desregulación ésta metrópolis reestructuró su

planta productiva, en particular se dio un cambio cualitativo entre la industria y

los servicios, que los analistas han denominado la fase posindustrial y terciaria

que ilustra claramente el decrecimiento y despunte respectivo. La actividad

industrial del 48% del PIB que generaba hace veinte años, cayó al 29% (Garza,

2001); por su parte el sector de los servicios se mantiene en casi el 40%. Sin

embargo, la aportación de la metrópolis al PIB nacional representa en la

actualidad el 33.13% (INEGI,1996). Concentración redesplegada en escala de

ciudad-región al incluir el dinamismo de las metrópolis de Toluca y Puebla. A

pesar de tal proceso de contracción industrial, o quizás por ello, la metrópolis

mejoró su competitividad en el sistema mundial, con el cambio cualitativo de

reconcentrar las mayores empresas nacionales y los altos montos de Inversión

Extranjera Directa (IED)2. A este respecto, cabe señalar que tales empresas

nacionales son las que más aportan al PIB nacional; y el establecimiento de

representaciones extranjeras en oficinas matrices corporativas emplazadas en

conglomerados edilicios de ciertos corredores urbanos de gran dinamismo en

actividades del terciario superior de alta especialización. Este sector ha dado

lugar que se difunda un nuevo neologismo de cuaternario.

Acerca de la IED la CEPAL (2005) reporta que Brasil y México han recibido los

mayores montos de la región latinoamericana durante el año 2004: Brasil con

18 mil 166 millones de dólares, y México con 16 mil 602 millones; y en el

periodo de 1990 a 2004 América Latina y el Caribe registraron un ingreso neto 2 Se entiende por IED aquella que va directamente a comprar empresas locales o inversiones en activos fijos productivos. A su vez el Fondo Monetario Internacional (IMF,1977) la define como la inversión que es hecha para establecer una propiedad extranjera, sin establecer un mínimo porcentaje, pero en la que el inversor tiene voz efectiva en el manejo de tal empresa.

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de IED por 676 mil millones de dólares, de los cuales Brasil recibió 205 mil y

México 172 mil millones de dólares, y el resto distribuido entre otros.

La inversión extranjera en el sector terciario se concentra en servicios

financieros, seguros y finanzas (donde han comprado casi todo el sector),

seguido por servicios profesionales, técnicos y especializados, y por hoteles y

restaurantes. El sistema bancario concentra el 20% de las sucursales en la

ciudad de México, y cuatro en el extranjero. En esta ciudad también se ubica el

36.3% de todo el personal, y el 42% de la captación total de cuentas (CNBV,

2005).

En la última década la población urbana nacional fue de 49.6 millones de

personas en 309 ciudades, no obstante la crisis, la urbanización del país

continuó. Sin embargo, como resultado de la crisis se presentó una baja en

esos ritmos de urbanización a 0.8%, la más baja en varias décadas; la

participación de las ciudades con más de un millón de habitantes disminuyó,

dinamizándose las ciudades medias. A pesar de este cambio momentáneo, no

se logró modificar el modelo de urbanización de primacía urbana que se

profundizó en un cambio megalopolitano y hacia un patrón de regiones urbanas

policéntricas3. Por ello, la metrópolis ciudad de México es policéntrica,

conformando una megalópolis con la conurbación funcional de las metrópolis

de Toluca, Cuernavaca, Pachuca, Puebla y Tlaxcala, llegando a una

aglomeración de población cercana a una cuarta parte del total nacional

(INEGI, 2000). Tendencias que contradicen el discurso descentralizador.

Para los años noventa la población metropolitana de la ciudad de México

contabiliza 16.9 millones de habitantes emplazados en 57 unidades político

administrativas entre municipios y delegaciones (ver cuadro anexo), en un

proceso desconcentrador del Distrito Federal hacia el Estado de México. En el

primero el crecimiento ha sido de 0.29% anual; y en los municipios conurbados

3 Al respecto Gustavo Garza pone en entredicho el planteamiento de varios autores, Aguilar, Graizbord y Sánchez (1996), que consideraban a las ciudades medias como el escenario demográfico de mayor dinamismo; para proponer que las metrópolis no han perdido primacía demográfica, sino que, muy por el contrario, se han fortalecido en una escala de mayor dimensión, la megalopolitana (Garza, 2001).

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de 3.04%. Proceso que ha modificado la estructura urbana de los usos de

suelo. La superficie urbanizada actual es de cerca de 150 mil has, con una

densidad de 116 hab/ha. En términos comparativos destaca que esta densidad

es menos a la densidad de 127 hab/ha, del año 1990. Esto significa que hay un

alto consumo de suelo urbano.

Población de la Región Centro y Proyecciones.

Entidad 1980 1990 1995 2000 2010

Región Centro 23 065

515

27 188 877 30 513 225 33 371 38 057

101

Distrito Federal 8 362 711 8 351 044 8 389 007 8 808 545 9 260 264

Hidalgo 1 547 493 1 888 366 2 112 473 2 314 258 2 582 854

México 7 564 335 9 815 795 11 707 964 13 107

252

15 591

793

Morelos 947 089 1 195 059 1 442 662 1 590 862 1 885 456

Puebla 3 347 685 4 126 101 4 626 719 5 143 401 5 850 467

Querétaro 739 605 1 051 235 1 250 476 1 417 384 1 725 142

Tlaxcala 556 597 761 277 883 924 989 371 1 161 125

Megalópolis 13 591

800

16 101 419 17 912 413 19 363

991

22 256

298

ZM Ciudad de

México

12 994

450

15 274 256 16 920 332 18 234

189

20 532

587

ZM Puebla-

Tlaxcala

1 423 781 1 831 418 2 115 546 2 400 347 2 810 205

ZM Toluca 597 350 827 163 992 081 1 129 802 1 366 783

ZM Querétaro 363 435 555 491 679 757 787 409 989 603

ZM Cuernavaca-

Cuautla

462 267 604 266 747 593 838 003 1 020 570

ZM Pachuca 142 390 201 450 249 036 292 032 356 928

Fuente: INEGI y Conapo.

La megalópolis de esta región centro en el año 2000 cuenta con 19.4 millones

de habitantes, de los cuales 94.3% corresponden a la metrópoli ciudad de

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México. Por lo tanto, sigue siendo indiscutiblemente el centro de mayor

jerarquía de la megalópolis en proceso de formación. Conglomerado que

representa el 20% de la población total nacional (ver cuadro).

Esta aglomeración policéntrica junto con la apertura comercial nacional en el

proceso de globalización en la última década produjo rápidos cambios en la

estructura de la economía, en la centralización del capital y el número de

empresas extranjeras, y una ruptura del modelo urbano moderno funcionalista

monocéntrico. Esta transformación replanteó el patrón de concentración bajo

una organización espacial regional hegemónica, con el sector económico

terciario como el más dinámico y de indudable naturaleza urbana emplazado

en mayor medida en la ciudad de México.

Según datos de la revista Expansión, de las 500 mayores empresas del país,

cerca del 55% se ubica en la ciudad de México; y están relacionadas con la

actividad terciaria, con altos montos financieros, significativos ritmos de

exportación y considerable números de empleados; estableciéndose de

manera creciente en sitios de oficinas y corporativos de la zona poniente del

Distrito Federal, configurando el despunte de esos dinámicos corredores

terciarios.

En el actual proceso de producción flexible de alta competitividad de esta

metrópolis subyace en sus etapas experimentadas un conocimiento

acumulado, factor que permite entender que aquí se ubiquen 9 400 empresas

con inversión extranjera, de ellas cerca del 40% se encuentra en el sector

servicios; otro 30% en el comercio; y 22% en el manufacturero (Secretaría de

Economía); y en el Estado de México más de 1500 empresas con inversión

extranjera. Por ello, en la metrópolis se concentra el 50% de las oficinas

corporativas de las 500 empresas de exportación del país y en los corredores

mencionados (Correa, 2003;118).

También, es necesario distinguir entre las diferentes áreas de la metrópolis,

toda vez que las expresiones espaciales tienen un carácter fragmentado que

privilegian sólo algunos puntos de la ciudad. Emplazamientos terciarios que se

ubican en siete corredoras como los de mayor dinamismo y que constituyen

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nuevas centralidades. Los emplazamientos terciarios de alta especialización se

ubican de manera concentrada y cada vez más cerrada, pero, sólo en algunos

puntos de exclusividad por las exigencias de la competitividad, no obstante,

impactando al conjunto de las aglomeraciones y mercados. En sus expresiones

se inscriben los efectos de la reestructuración.

2. La Descentralización de la Metrópolis del Valle de México.

Este proceso de descentralización se ha venido expresando en variadas

formas. Una correspondiente a las innovaciones técnicas y científicas

asociadas a la producción, la información y los transportes; las que han

transformado la organización de la economía, el sindicalismo, el papel del

conocimiento como insumo clave en la producción, de acuerdo con Bell (1973),

y la reestructuración del territorio. Otra, con el nuevo perfil político

administrativo del Estado reformado que impulsa la descentralización. Además

de las fuertes demandas sociales por mejores condiciones de vida y

autogestión lo que implica descentralizar la toma de decisiones. Y la creciente

privatización de la producción y los servicios que propicia el escenario para la

descentralización.

Las diversas expresiones de la descentralización distinguen varios discursos

con diferentes intencionalidades ideológicas, en la idea de Carlos de Mattos

(1992). Uno que entiende la descentralización como medio para el desarrollo

endógeno; mismo que es propuesto por regionalistas que indican que la

descentralización representa la alternativa a la democratización social,

transparentando la toma de decisiones para una mayor participación social.

Otro discurso, es el de Coraggio que propone a la noción de descentralización

como medio para la democratización popular, partiendo desde la base de las

comunidades locales. Y un discurso más, que señala a la descentralización

como medio para una reestructuración capitalista, o bien como aspecto clave

para una reforma del Estado adecuado a la reestructuración neocapitalista y

con la globalización. Es decir, que la reestructuración productiva requiere una

organización social flexible. En consecuencia, en cualquiera de sus formas

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discursivas, descentralizar significa modificar la forma y grado de regulación del

Estado en distintos ámbitos políticos.

La racionalidad de la descentralización se puede comprender a la luz de las

distintas posturas teóricas, tanto del neomarxismo, el neoestructuralismo y el

neoliberalismo, de acuerdo con Van Haldenwang (1990). En la postura

neomarxista la descentralización es entendida como respuesta a la

estabilización del sistema frente a las tensiones derivadas del ajuste

económico, por la reproducción de la dominación política por medio de la

privatización, por la modernización y la fragmentación de la práctica política. La

crisis se trata de solucionar con la modernización del Estado. En la modalidad

neoestructuralista la descentralización tiene por objetivo aumentar la

efectividad del sistema por medio de la racionalización de la regulación estatal,

de forma tal que la crisis del Estado se presenta con fuerte endeudamiento y

crisis de distribución y legitimidad, la que conlleva la polarización que afecta

algunas regiones más que otras. En la neoliberal se intenta aumentar la

eficiencia global del sistema ante la fuerte competitividad desmantelando la

regulación estatal.

Teóricamente se pueden situar tres líneas de interpretación de la

descentralización. La primera, bajo el enfoque de la tecnocracia neoliberal la

descentralización es entendida como iniciativa para la privatización de servicios

estratégicos, en la lógica racionalista de reducir costos y optimizar la gestión.

Otra línea es la que resalta el conflicto entre la descentralización administrativa

modernizadora y la descentralización de la práctica política. Y una tercera,

destaca una postura crítica en torno al fetichismo de la descentralización.

Por ello, se traduce que la descentralización es un proceso político que se

inscribe en sistemas políticos democráticos que van más allá de las reformas

administrativas. Más bien, esta descentralización contempla la redistribución

del poder en la sociedad, esto es, busca establecer un nuevo contrato social

entre el mismo Estado y la sociedad civil, lo que significa construir política y

socialmente las regiones, de acuerdo con la propuesta de Boisier (1989: 74-

75).

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En tal sentido hay que insistir que la descentralización constituye un proceso, lo

que significa que las diversas posiciones están también acumulando

experiencias hacia la conformación de una visión más descentralizada del

territorio. Sin embargo, las experiencias muestran que las limitaciones en los

sistemas políticos impiden propiciar las dinámicas que impulsen tales procesos

de descentralización más allá de lo meramente administrativo.

También, es común interpretar la descentralización como forma para transferir

las carencias en tiempos de austeridad económica. En particular las prácticas

que han asumido a la descentralización como un medio para el adelgazamiento

del aparato de Estado, signado por la noción del Estado mínimo y en una fuerte

reducción del ejercicio presupuestal del gobierno central.

Existe suficiente consenso en entender que la emergencia de la sociedad civil y

la democratización del Estado serían difíciles de entender, sino se asocian con

cambios profundos en el manejo del poder del Estado y en la comunicación

amplia con las organizaciones sociales. Por ello, se entiende que la

descentralización por sí misma no es necesariamente el medio para lograr la

vinculación entre el estado y las sociedades locales. Esto significa, que esta

descentralización debe contemplar las condiciones particulares de las distintas

realidades regiones y sus actores sociales.

Descentralizar plantea la emergencia de situar fuera del centro a poderes

locales autónomos. Por su parte desconcentrar no implica más que extender la

influencia del poder central mediante situar sus representantes fuera del centro,

lo que lleva en la práctica a hacer mucho más funcional la centralización del

poder. En la consideración de Iracheta (1988) el poner al frente de la discusión

la dicotomía entre centralización y descentralización surge la tendencia a

encubrir o soslayar dos de los aspectos fundamentales: a) los límites

estructurales y funcionales del modelo mexicano para desarrollar, gobernar y

planificar el área metropolitana de la ciudad de México “hacia adentro”; b) el

reconocimiento de la institucionalización e irreversibilidad del proceso de

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metropolización en las condiciones actuales, que hacen exclusivamente difícil y

costoso el éxito de programas de descentralización.

En México se formulan políticas de descentralización desde 1982 con

implicaciones evidentes en el contexto urbano con el propósito de detener y

regular el crecimiento metropolitano del valle de México y de otras ciudades

donde se reproduce el rápido crecimiento urbano, sobre todo, bajo rangos de

población de un millón de habitantes y de impulso a las ciudades medias, en la

perspectiva gubernamental. Bajo la equivoca noción de que el atraso de las

periferias es causado por la alta concentración, misma que acontece también

en regiones de países ricos.

En esta perspectiva del ordenamiento regional la centralización ha venido

siendo cuestionada, no obstante que en México debido a la centralización del

poder Federal que determina e impone políticas regionales desde el centro, la

descentralización, irónicamente, se presenta como imposición también Federal,

lo que tal vez implique sus reservas de aceptación y procedimientos a los

intentos de desconcentración poblacional de la ciudad de México hacia otras

ciudades.

No obstante la generalización de discursos y prácticas de la descentralización

prevalecientes en la década de los ochenta, es posible ubicar antes los

orígenes de ésta, concretamente con dos acontecimientos clave en la ciudad

de México y en diferentes momentos. El primero, en los años cincuenta, con la

expansión del tejido urbano de ésta ciudad que desborda los límites del Distrito

Federal, en la conurbación con el municipio mexiquense de Tlalnepantla. Se

descentralizan población y actividades productivas al ubicarse fuera de la

ciudad central en un proceso de movilidad intraurbana. Y el segundo, en los

setenta, con la Ley Orgánica del Distrito Federal de diciembre de 1970 se

deroga los 12 cuarteles transformándose en las cuatro delegaciones centrales

actuales e integradas a las 16 delegaciones que constituyen el actual Distrito

Federal.

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Además, pudiera haber un tercer acontecimiento en la descentralización, que

por falta de evidencias empíricas que lo demuestren sigue siendo conjetural, el

impacto de los sismos de 1985 propició un fuerte cambio demográfico en la

ciudad de México; destacando la reducción de la tasa de crecimiento de la

población de ésta metrópoli a 1.67% anual en promedio; siendo de –0.01% en

el Distrito Federal y de 4.2% en los municipios conurbados mexiquenses con la

Zona Metropolitana de la Ciudad de México (INEGI, 1990).

Es en este periodo de los años ochenta y concretamente en el gobierno de

Miguel de la Madrid cuando se puso en despliegue el discurso de la

descentralización de la vida nacional como prioridad, decretándose en junio de

1984 el establecimiento de la elaboración de un programa de descentralización

de la administración pública federal, fundamentado en el Plan Nacional de

Desarrollo 1983 (PND, 1983). Sus acciones se evidenciaron con la reubicación

de varias oficinas de gobierno, trasladándolas a diferentes ciudades y la

desconcentración de personal de la burocracia.

Desde las primeras reformas administrativas de los años setenta ya se

delineaban criterios para enfrentar los desequilibrios regionales del país y con

énfasis en la ciudad de México. Es decir, desde este periodo la planificación

urbana contemplaba el grave problema de la concentración demográfica y

económica de la ciudad de México, pero los objetivos enunciados en la

planificación se han cambiado por propósitos económicos, siendo los agentes

del capital privado, a través del mercado formal e informal del suelo y de la

especulación inmobiliaria, los que han producido en mayor medida la

expansión del tejido y el espacio urbano; además de la falta de recursos

financieros del aparato de Estado.

Desde entonces la descentralización ha sido planteada como estrategia, pero

sin haber considerado como necesidades primordiales y prioritarias, tan solo

hasta los gobiernos neoliberales. Antes el quehacer planificador contemplaba

detener la concentración, pero sin delimitar de manera explícita sus estrategias,

ni mecanismos de coordinación institucional, y sobre todo su concreción ha

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sido limitada debido a sus implicaciones políticas derivadas de los intereses de

los grupos enfrentados, empresarios y gobierno.

No obstante, una de las importantes expresiones de la descentralización lo

constituyen las reformas al artículo 115 Constitucional de los años ochenta,

cuando los ayuntamientos dispusieron de recursos adicionales y asumieron

importantes responsabilidades en la planeación del desarrollo urbano. Proceso

de descentralización de funciones de planeación urbana a Estados y

municipios que se prolonga hasta la actualidad, pero, sin abolir la Ley de

Planeación que obliga al gobierno federal a elaborar el Plan Nacional de

Desarrollo y los diversos programas sectoriales.

Por lo tanto, la descentralización ha contado con diversas intervenciones a

través de la planeación del desarrollo urbano y regional. Con estas reformas el

tema de las conurbaciones experimentó cierto cambio al denominarse a este

fenómeno por su continuidad demográfica y no geográfica como venía

aconteciendo anteriormente.

También, teóricamente la relación entre descentralización, planeación regional

y desarrollo regional ha iniciado recientemente un complejo proceso de revisión

en sus concepciones y en sus prácticas llevadas a cabo en México, y en

particular en la compleja región centro, sobre todo en nuevos escenarios de

diferenciación y globalización que hagan posible replantear esquemas teóricos

y metodológicos que se tenían por ciertos en el pasado inmediato.

3. La Planeación Neoliberal Megalopolitana de la Región Centro de México.

Las expresiones de mayor relevancia y con implicaciones en la

descentralización que caracterizan la planeación territorial de la región centro

de los últimos años, se pueden enunciar a través de los intentos de incentivar

el dinamismo de las ciudades medias con el Programa 100 Ciudades; los

grandes proyectos como puntales del desarrollo urbano y regional; en particular

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los proyectos estratégicos de transporte, el Aeropuerto Internacional y los

Trenes Radiales. Iniciativas que en su conjunto no han impedido que las

estrategias del crecimiento sigan gravitando en torno a la metrópolis ciudad de

México, que ha iniciado un proceso de megapolización con la tendencia a

constituir una concentración de tipo policéntrica.

El Programa 100 Ciudades fue concebido a partir de la percepción del

dinamismo que venían experimentando las ciudades medias, con el aumento

de sus tasas de población en relación a la de la ciudad de México, y en el

contexto del discurso descentralizador concretado con las reformas al artículo

115 constitucional aludido. Los objetivos de este Programa 100 Ciudades en su

última versión de 1992 coinciden con el Programa Nacional de Desarrollo

Urbano 1990-94, centrando las acciones federales en 116 ciudades del país de

las 304 que constituían el sistema urbano nacional en los noventa. Se trata de

apoyar a los gobiernos locales para que desarrollen capacidades técnicas de

gestión para la planeación de su crecimiento urbano; impulsar la creación de

infraestructura y servicios; modernizar su catastro, utilizando sistemas de

información geográfica, para mejorar la captación de impuestos; constituir

reservas de suelo para el desarrollo urbano.

Hay una clara tendencia mundial hacía la concentración policéntrica en un

pequeño número de metrópolis con lo que se modifica la marcha hacía la

descentralización, revirtiéndose esta en una reconcentración de dimensión

regional. Tendencia que se expresa con el abandono de la estrategia de

impulso a las ciudades medias con el Programa 100 Ciudades, que careció de

importancia para los gobiernos neoliberales de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo

que privilegiaron programas sectoriales y de ajuste económico, respecto a los

regionales y urbanos. Por lo tanto, en 1999, el Programa 100 Ciudades dejó de

contar con recursos financieros.

En el último Programa Nacional de Desarrollo Urbano 1995-2000 destacan dos

aspectos. El primero, referido a la necesidad de contar con reservas de suelo

para incidir en el ordenamiento del crecimiento. Pero lo que no menciona es

cómo enfrentar la demanda del crecimiento de la población urbana, cuando la

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propiedad del suelo es mayoritariamente privada y en manos de fraccionadores

y desarrolladores inmobiliarios. El segundo, pone en entredicho la

descentralización que buscaban los anteriores Programas, al manejar como

estrategia apoyar a las grandes metrópolis para que incrementen su

productividad y su competitividad.

En materia de medios de transporte que imprimen efectos descentralizadores,

destacan dos: el nuevo Aeropuerto Internacional de la ciudad de México y los

trenes suburbanos radiales como recurso de las políticas federales para la

escala regional. El primero, en medio de la controversia entre Tizayuca,

Hidalgo y Texcoco, en el Estado de México; se decidió construirlo en éste

último, pero, las protestas de los ejidatarios lo impidió. Finalmente, se planteó

que operará como un sistema aeroportuario integrado por las terminales de los

Estados de la región centro, bajo una perspectiva descentralizada. Sin

embargo, el aeropuerto de la ciudad de México ya remodelado sigue

concentrando el mayor número de vuelos del país, a pesar de su saturación. La

cantidad de vuelos anuales que registra este aeropuerto es verdaderamente

impresionante y equiparable a los más grandes del mundo, con 23 326 559

pasajeros al año durante marzo del 2004 a marzo del 2005, según La Jornada

(18/julio/2005), y por ello la principal puerta de entrada al país.

El segundo, son los trenes que desde 1990 se han hecho propuestas de

construir un sistema de trenes radiales a centros de población de la metrópoli

de la ciudad de México, que permitieran la movilidad de commuters o viajeros

frecuentes que residen en la periferia y trabajan en áreas centrales de la

ciudad. Con estudios coordinados y aprobados por la Secretaría de

Comunicaciones y Transportes, de cinco proyectos, solamente se ha licitado el

tren radial suburbano Cuautitlán-Buenavista, en una primera etapa y que se

pretende llegue hasta Huehuetoca, en el Estado de México. Este tren

movilizará población del norte metropolitano, el más poblado, que a diario

satura las vialidades en el tramo del periférico y autopista a Querétaro. Este

proyecto ha estimulado la demanda de suelo e inmuebles en esta zona y en

consecuencia el desarrollo de fraccionamientos habitacionales y de conjuntos

comerciales; se ha abierto un mercado inmobiliario formal e informal con la

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demanda de suelo para vivienda y equipamiento. Es decir, los efectos de este

proyecto son ambivalentes entre descentralizador y concentrador.

No obstante que las estrategias de crecimiento han gravitado en torno al

crecimiento de esta metrópoli ciudad de México, no se ha logrado la

constitución de un organismo rector del desarrollo urbano. Tan solo hasta el

año de 1988 se creó la Comisión del Área Metropolitana entre los gobiernos del

Distrito Federal, del Estado de México y el Gobierno Federal con el propósito

de planificar el desarrollo, reorganizar los usos de suelo, controlar el

crecimiento y llevar a cabo programas y acciones coordinadas. No obstante,

las entidades siguieron formulando sus propios programas, por lo tanto sus

resultados fueron muy limitados; si bien se avanzó en términos normativos y de

expectativas, solo se lograron intenciones para alcanzar cierto nivel de

concertación entre los planes elaborados por las entidades, pero todos han

fallado al no establecerse compromisos formales. Lo mismo aconteció con los

programas sectoriales de transporte, contaminación, manejo de la basura,

seguridad pública, asentamientos humanos, suministro y tratamiento de agua

potable y aguas negras.

El problema fundamental de estas comisiones ha sido su carencia de funciones

y de autoridad para la toma de decisiones para el ordenamiento y organización

de los servicios urbanos públicos básicos. Han operado como meros

organismos de consulta y recomendación. Quedando las decisiones en manos

de los gobiernos locales diversos en sus filiaciones políticas y partidistas; con

sus propios intereses locales, constituyendo un mosaico fragmentado y alejado

de una administración del desarrollo urbano metropolitado concertado.

La mayor complejidad económica, social y ambiental de la metrópoli ciudad de

México en su tránsito hacia la globalización origina que ciertas áreas presenten

problemas concretos que requieren de atención detallada de las autoridades. El

papel de los actores sociales es relevante para explicar las formas en que se

asume la normatividad urbana. Es decir, más que la determinación técnica, se

abre un debate en el que éstos actores negocian y confrontan su interés

privado con el público.

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El centro controversial es el uso del suelo como elemento básico de las

estructuras territoriales de la metrópoli. Los usos de suelo expresan las formas

de emplazamiento de las actividades socioeconómicas, así como la formación

de un mercado de suelo y de las prácticas de los propietarios involucrados,

mismos que son regulados por el interés público a través del mecanismo de la

planeación urbana (Mancuso, 1980: 52).

Las estrategias territoriales neoliberales en la formulación de planes urbanos

han girado hacia una política pragmática que privilegia proyectos estratégicos

con fuerte inversión inmobiliaria, y que busca la coincidencia de los diferentes

intereses en juego, no mediante la consulta, sino mediante la negociación con

los actores involucrados. Con la reforma democrática se definieron tan solo los

mecanismos para la elección del gobierno de la ciudad de México, lo que no

implicó cambios profundos en las estructuras institucionales al mejoramiento de

la gestión y descentralización urbana a las delegaciones (Ziccardi, 1998). Sin

embargo, se avanzó en la descentralización de la gestión del uso del suelo,

sobre todo en materia de licencias de obra y usos de suelo; desregulación,

promoción e intensificación de la edificación.

Como producto de tal reforma política del Distrito Federal de 1995 se estableció

la posibilidad de los gobiernos de suscribir convenios entre entidades de la

región centro y el gobierno Federal para atender el fenómeno de la

metropolización, a través de la Comisión Metropolitana de Asentamientos

Humanos, instituyendo la obligatoriedad de las entidades de planificar y de

llevar a cabo acciones de ordenamiento territorial y de asentamientos humanos

en la región metropolitana del valle de México. En este contexto en 1998 se

concreta el Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de

México con una idea clara de proyecto de conjunto, acerca del futuro de la

metrópoli, sin embargo, no se ha aplicado. Lo mismo aconteció con los

programas que le sucedieron: el de la Comisión Ejecutiva de Coordinación

Metropolitana de 1998; el del Consejo Técnico de Ordenamiento Territorial y

Desarrollo Urbano de la Región Centro del País, de 2001, con un enfoque de

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planeación megalopolitano en la que participan los gobiernos del Distrito

Federal y los Estados de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala.

No obstante las iniciativas persisten limitaciones fundamentales para que las

políticas y acciones alcancen un nivel de actuación metropolitana, derivados de

la diversidad de leyes y normas entre las entidades involucradas y la falta de

esfuerzos para homogeneizar políticas entre el manejo de infraestructuras y

servicios comunes. A pesar del reconocimiento de los gobiernos, no hay

decisión de avanzar en la búsqueda de soluciones, en tanto la problemática

urbana metropolitana se hace más crítica. Hace falta considerar la pluralidad

política y la gestión compartida porque es un asunta de trascendencia no solo

regional, sino nacional.

Además, las políticas territoriales de los gobiernos neoliberales han estado

signadas por la lógica del mercado en la organización del espacio, estimulando

la concentración de población y actividades económicas en mayor medida en la

región metropolitana del centro de México y subordinando a las otras

metrópolis de menor jerarquía. Situación que impide una planeación del

desarrollo urbano regional equitativa, para derivar alternativas a la

descentralización.

CAPITULO IV. Análisis de las Transformaciones Urbanas y la Planeación.

La fragmentación no es una característica exclusiva del urbanismo posmoderno

expresado en el conjunto urbano Santa Fe, ya que en su fase temprana de

modernización urbana de la ciudad de México estaba implícita esta condición

de distanciamientos sociales y espaciales, sin embargo, no llegó a

profundizarse al nivel actual como se ha presentado en el desarrollo del

proyecto Santa Fe, como resultado de la polarización social y la aceleración del

ciclo de rotación de capital con la reorganización espacial del trabajo se ha

hecho cada vez más evidente. Polarización percibida con toda naturalidad que

justifica la creación de enclaves sociales cerrados que fragmentan el tejido

social urbano. Si el urbanismo moderno se signó por la zonificación de sus

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usos de suelo, en el urbanismo actual se presenta otro giro de tuerca en la

zonificación, con el drama de la fragmentación de la ciudad en su fase

tardocapitalista, contrapuesto al espacio público.

Estos procesos de polarización social se han reflejado en una nueva

redistribución espacial, signada por una creciente población buscando una

organización privada y eficiente de su vecindario que los provea de los

servicios básicos que antes eran públicos. Debido a que la gestión y control del

desarrollo urbano ha paulatinamente sido abandonada por parte de la

planeación, que originalmente realizaba el Estado y su consecuente

apropiación por parte de sectores privados, derivando en la aparición de formas

urbanas comercializables, rentables y lucrativas para el mercado. Formas

urbanas básicamente dirigidas a los estratos sociales de altos y medios

ingresos. Esto es, a centros comerciales, hospitales y secuelas privadas,

agrupamientos residenciales cerrados vigilados y de acceso restringido a los

demás, y fragmentando el tejido de la ciudad.

Es decir, es factible percibir que los cambios en el espacio urbano

metropolitano de la ciudad de México no es un hecho fortuito, puesto que ha

venido adquiriendo especial significado en términos de derivar en la

consolidación de un nuevo modelo de urbanismo. Los procesos de

urbanización privada y su tendencia al aislamiento de conjuntos residenciales y

comerciales se han impuesto como práctica edilicia en un creciente número de

ciudades de diverso tamaño. Así lo demuestran los estudios de caso empíricos

en ciudades de diferentes países (Davis, 1992; Caldeira, 2000; Cicolella, 1999;

De Mattos, 1999), el incremento de la fragmentación en agrupamientos

cerrados de grupos sociales medios y altos, ha derivado en una intensificación

de las desigualdades sociales a escala local. Esta multiplicación de complejos

habitacionales y comerciales vigilados permite inferir que se trata de una forma

de aislamiento que representa una nueva característica de la segregación, pero

también de jerarquía urbana.

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Al respecto Castells (1978; 203-204) argumenta que la segregación social y

urbana es expresión de la organización de los espacios en áreas de

homogeneidad y disparidad.

<<La distribución de las residencias en el espacio produce su diferenciación

social y especifica del paisaje urbano, ya que las características de las

viviendas y de su población fundamentan el tipo y el nivel de los equipamientos

y de las consiguientes funciones.

La distribución de los lugares de residencia sigue las leyes generales de la

distribución de los productos y, por tanto produce reagrupaciones en función de

la capacidad social de los sujetos, o sea, en el sistema capitalista, en función

de sus rentas, de su estatuto profesional, del nivel de instrucción, de la

pertenencia étnica, de la fase del ciclo de vida, etc. Se hablará por tanto de una

estratificación urbana correspondiente a un sistema de estratificación social (o

sistema de distribución de los productos entre los individuos y los grupos)>>.

Por su parte Sennett (1975) considera que es la opulencia social de la fase de

expansión capitalista de la posguerra donde la fragmentación y la exclusión

urbana se profundizó, con la aparición de barrios lujosos y de clases medias,

por un lado; y por otro, los ghettos miserables. Es la abundancia expresada en

un urbanismo con islas de riqueza que se acrecienta el poder de la exclusión

con los contactos públicos, al tiempo que deriva en la formación de identidades

sociales homogéneas. Por ello, las consecuentes dimensiones sociales de la

opulencia en la vida urbana aminoran la necesidad de compartir los bienes y

servicios escasos.

Este nuevo modelo de urbanismo se distingue por su carácter fuertemente

insular, tipificado por conjuntos residenciales cerrados elitistas,

emplazamientos comerciales de consumo conspicuo y de cultura del ocio,

servicios educativos y servicios de salud privados, dentro de la misma zona

exclusiva y de acceso restringido al resto de los urbanitas; con una

infraestructura que limita la movilidad al uso del automóvil privado; y el

aislamiento y ruptura del tejido urbano de la ciudad. Signos claros de una

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ciudad fragmentada y segregadora, resultado del aislamiento y la dispersión de

estructuras urbanas y funcionales, junto con la edificación de artefactos

arquitectónicos de encierro, protección y separación: muros y rejas.

Encaminados a la construcción de una ciudad de islas. Es decir, una no-ciudad.

Fragmentación urbana que es reflejo tanto de la división social y espacial del

trabajo, como de la búsqueda de prestigio social, en el contexto de una

diferenciabilidad adquisitiva en la composición de la ciudad, en el léxico de

Gasca (2005), en la que subyace un signo de poder ideológico; pero también

expresión de la eficiencia y productividad, como principio de optimización de

esfuerzos y capacidades que forman parte de un gran engranaje social que

dispone socialmente a cumplir funciones de una gran máquina humana, por

ello, según Mumford (1966: 47), el hombre conoció y utilizó el principio de la

máquina moderna, sin embargo, este mismo mecanismo ha sido utilizado para

la separación territorial y la discriminación social y racial. El ejemplo extremo y

más dramático de separatismo lo constituye el Apartheid impuesto por uno de

los regímenes más intolerantes con la población negra en Sudáfrica, en la

ciudad de Johannesburgo. Este Apartheid fue la política oficial de segregación

racial que se practicó desde 1949 hasta principios de 1990. Consistente en la

separación entre la minoría blanca gobernante y rica y la mayoría negra de

Soweto, en la periferia donde se concentra la población negra en ghettos

precarios. No obstante la abolición de ese Apartheid en el actual

Johannesburgo, subsiste la excusión en algunos barrios sin acceso a servicios

públicos y a programas de vivienda, y en general a mejores condiciones de

vida.

La idea prevaleciente de explicación del surgimiento de estos agrupamientos

aislados parte del principio de la inseguridad en las metrópolis (Amendola,

2000). Sin embargo, este postulado es cuestionado por otros autores (Massey,

1999), con base en que, a pesar del decrecimiento de los índices de violencia

urbana asociado a la reactivación económica de los años noventa, no derivó en

la disminución de la edificación de tales conjuntos cerrados excluyentes. Por

ello, las explicaciones a partir de generalidades, sin singularizar con datos

empíricos de mayor precisión, siempre son insuficientes. Por lo tanto, la

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discusión acerca de estos agrupamientos vigilados debe ser comprendida en

términos amplios y no reducida al aspecto de la inseguridad, sin considerar los

procesos de la privatización de la planeación urbana.

También hay que ser cuidadosos para no caer en un determinismo geográfico-

espacialista de las influencias y parecidos entre vecinos de áreas contiguas.

Por ello, los habitantes del fragmento Santa Fe de la ciudad de México son

mucho más cercanos y se parecen más a los habitantes de Manhattan, que a

sus vecinos urbanitas de Chalco, o el Molinito en Naucalpan, Estado de

México. Aquí lo que se impone es la clase social en la ubicación

socioeconómica, junto con la proximidad geográfica que señala como habitar,

trabajar y consumir. Asimismo, hay que distinguir entre la fragmentación por

complementariedad entre las áreas urbanas ensambladas que conforman la

ciudad máquina lecorbusianas, de esos lugares elitistas no ligados a lo local,

sino a lo global.

En el fragmento Santa Fe se sintetizan esos diversos factores de enclave y

segregación, con la expresión urbana de la mayor concentración de desarrollos

inmobiliarios en el mercado de bienes raíces de la metrópolis ciudad de

México. El auge de operaciones con tales bienes raíces en Santa Fe conlleva

serias consecuencias para el conjunto de los habitantes de la ciudad. La

dinámica de estos desarrollos edilicios con un valor altamente cotizado en el

mercado de inmuebles es en dólares para darle solidez ante los vaivenes de

una economía siempre incierta, y dar rienda suelta a la especulación del valor

de las propiedades, que sin embargo, impacta de manera profunda a los

sectores sociales de bajos ingresos al encarecer los costos de vida en esta

ciudad, haciéndola incosteable, no obstante que aún en la actualidad el Distrito

Federal es una de las ciudades que en promedio sigue siendo de bajo costo,

pero, ¿por cuánto tiempo más?.

El número de desarrollos de bienes raíces y sus perfiles del fragmento Santa

Fe es el más alto de la metrópolis y de mayores montos de inversión que le da

la connotación de isla mayor del archipiélago global. Una nueva centralidad que

escenifica la alta densidad del desarrollo de corporativos trasnacionales

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desplantados por kilómetro cuadrado en Santa Fe; la numerosa cantidad de

desarrollos residenciales lujosos cerrados; el mayor centro comercial de

América Latina; y la existencia de una impresionante infraestructura y de

servicios, le confiere el carácter de enclave de poder y mando de los lugares de

alta jerarquía global; junto con su condición de lugar de alta competitividad

entre ciudades para la atracción de inversiones, para garantizar la rentabilidad

de las intervenciones, como lo demuestra su proceso de urbanización que

transitó de lugar degradado a la creación de uno de los centro de negocios y de

servicios al productor más importantes de México, y consolidar una posición

privilegiada en el vértice de la jerarquía urbana regional y global. En la

actualidad trabajan en este conjunto Santa Fe más de 30 mil personas y se

espera que en diez años esta población laboral se duplique. Los antiguos

pepenadores de basura y los trabajadores de las minas han sido sustituidos por

flamantes empresarios y profesionistas.

Con este drástico proceso de exclusión se creó este fragmento urbano Santa

Fe de mayor jerarquía metropolitana, en un contexto que marca la génesis de

la actual naturaleza de la ciudad competitiva neoliberal. Una de las más

habituales estrategias en la competencia entre ciudades y lugares es la

especialización, esto es, la capacidad para sacar ventaja de las carencias de

los demás espacios que conforman la gran ciudad. Diferencias basadas en las

ventajas de oportunidad sobre las carencias de los otros espacios en la oferta

de servicios diversos y al productor. En este contexto se asiste a la presencia

de un modelo urbano inestable y en constante adaptación, dependiendo de los

cambios de los otros espacios competidores, que determinará el conservar esa

mayor jerarquía.

Esta mayor jerarquía de Santa Fe constitutiva de una nueva centralidad es un

típico producto urbano del capitalismo tardío, sede de empresas de la nueva

economía y residencia de profesionales altamente cualificados. La justificación

del establecimiento del emplazamiento del conjunto Santa radica en las

ventajas de localización para esas empresas del sector cuaternario al contar

con suelo disponible, seguridad, comunicaciones eficientes, y lo principal, una

calidad de vida adecuada a los hábitos de las elites. Empleados y directivos

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encuentran entornos de alto valor ambiental, donde no solo pueden trabajar,

sino residir. Con una ubicación estratégica de enlace a la red global de

ciudades, al contar con la infraestructura de comunicaciones terrestre y aérea,

donde destacan la autopista México-Toluca y dos aeropuertos internacionales.

Este modelo urbano es seductor para las élites del mercado laboral, las que

son de interés de los promotores y desarrolladores, por sus instalaciones de

corporaciones de alto nivel tecnológico relacionados con el perfil profesional de

empleados; mientras que no tienen cabida otro tipo de empresas

convencionales, con sus empleados de rango salarial distinto. Este atractivo

modelo urbano les ofrece a esos empleados elitista exclusivos lugares de

residencia, espectaculares centros comerciales, selectos clubes, colegios

prestigiados, servicios lujosos, universidades elitistas, todo ello en un entorno

de abundante naturaleza. Por ello, el conjunto Santa Fe es un ente urbano

autónomo.

La desregulación está en el centro del proceso de constitución del nuevo

modelo de urbanismo de Santa Fe, al grado que se ha puesto en manos de los

desarrolladores privados su urbanización. Esto se ilustra con dos hechos: por

un lado, la desenfrenada actividad constructiva y de operaciones inmobiliarias

privadas, que han desafiado a las políticas de reordenamiento urbano del

Bando 2 del Gobierno del Distrito Federal, que restringe la edificación fuera de

las cuatro Delegaciones centrales. Lo que demuestra el poder del capital

financiero y constructor. Y por otro lado, los cambios de uso de suelo para

adecuarlos a las necesidades e intereses de esos desarrolladores privados. Es

el caso de la modificación al proyecto original del Plan Maestro de Santa Fe

diseñado por Servimet, que contemplaba espacios para edificar vivienda de

interés social, pero fue modificado ese uso de suelo a iniciativa del capital

inmobiliario, debido al riesgo de desvalorizar la renta del suelo, y finalmente el

predio fue cedido a empresarios de la industria de la construcción, a cambio de

obra pública en infraestructura para el mismo Santa Fe. Esta desregulación se

constituye en una condición de la competencia que pone a la ciudad en venta,

como recurso para la atracción de inversiones a estos lugares fragmento. En

consecuencia se asiste a la reproducción de la ciudad liberal decimonónica de

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los inicios de la ciudad industrial, donde el mercado decide y la administración

gestiona, bajo la lógica de la ciudad de los promotores. Con ello, la planeación

urbana queda subordinada a los intereses privados, a partir de invertir la

fórmula básica de concebir el crecimiento urbano como dinamizador de la

economía, pero bajo control de normas urbanísticas, y que ahora pasa a ser

algo que se debe fomentar sin medida. Es decir, la desregulación aplicada al

urbanismo.

CONCLUSIONES.

La metrópoli de la ciudad de México sin lugar a dudas sigue manteniendo su

lugar primordial de lugar central de mayor jerarquía y de mando económico y

político nacional, al concentrar los mayores montos de inversión nacional y

extranjera, el mayor número de emplazamientos productivos, los índices más

altos de generación de riqueza y de crecimiento económico, y el conglomerado

que agrupa habitantes en su territorio, la cuarta parte de la población total del

país.

En el proceso de reestructuración de esta región metropolitana destaca la

expansión de la ciudad central y de mayor jerarquía, hacia un sistema de

metrópolis articulado en un ámbito regional megalopolitano de tipo policéntrico

y en proceso de consolidación. Región megalopolitana de carácter

predominantemente hegemónico con el resto del país y que pone en evidencia

los infructuosos intentos de descentralización del desarrollo territorial nacional,

que pregonaba la búsqueda de un desarrollo urbano y regional equilibrado.

Esta transformación replanteó el patrón de concentración bajo una

organización espacial regional dominante, con el sector económico terciario

como el más dinámico y de indudable naturaleza urbana emplazado en mayor

medida en la ciudad de México.

Con este proceso de transformación territorial nacional metropolitano de tipo

monocéntrico, con la ciudad de México como nodo central, a uno policéntrico

de región megalopolitana con mayor poder de concentración al articular varias

metrópolis en torno a la ciudad de México, la planeación territorial con la

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intencionalidad de la descentralización queda subsumida a los intereses

económicos estratégicos y de competitividad supranacional neoliberal,

instrumentados a través de proyectos estratégicos acordes con el léxico

empresarial.

En este contexto la actuación del Estado Mexicano en materia de planeación

del desarrollo urbano y regional es de claudicación, para dejar a la lógica de los

intereses privados y del mercado la organización del espacio. Por lo tanto, se

avizora una mayor concentración de las actividades económicas y de población

en torno a la región megalopolitana en ciernes.

El problema fundamental que enfrentan las políticas territoriales en los últimos

años en México es con el modelo neoliberal en curso. Sin embargo, se

siguieron instrumentando como lo establece la Ley de Planeación, quedando

en mero discurso, y demostrado con la institucional transformación de la Sedue

en Sedesol.

La planeación adquiere un carácter meramente discursivo y formal, por que no

se concretan sus metas y propósitos; y porque se realizan por la obligatoriedad

establecida por la Ley de Planeación.

La interrogante obligada es si puede existir descentralización con planeación

en el neoliberalismo, considerando que la lógica que ha seguido la

estructuración del territorio nacional es con base en criterios de mercado y está

orientada hacia la concentración económica y de población en una cuantas

metrópolis, destacando la región metropolitana del centro de México como la

de mayor jerarquía. Aspecto clave que no se puede soslayar a la hora de hacer

un balance crítico de sus prácticas y discursos.

La descentralización de la planeación a los Estados y Municipios se da cuando

no tienen recursos y capacidad de respuesta con profesionales para emprender

las tareas urgentes.

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Con el empalme de niveles y escalas metropolitanas dentro del ámbito

megalopolitano de la región centro se hace necesario la redefinición teórica y

práctica de la planeación regional con una perspectiva integral y alejada de la

fragmentada condición de la ciudad actual; que revalore el conflicto derivado de

la reestructuración metropolitana, con reflexión, análisis y discusión en la

búsqueda de alternativas al desarrollo regional, con base en la creación de una

agenda de temas a trabajar: usos de suelo, medios de transporte, actividades

productivas y medio ambiente. Con una postura de interés colectivo sobre la

fragmentación de la ciudad.

Así como la redefinición de las delimitaciones administrativas y las fronteras

regionales para ponerlas a tono con las necesidades de la nueva gestión del

desarrollo y las emergentes autonomías regionales y locales.

Bajo la perspectiva en la que se desarrollan los procesos de descentralización,

la planeación y el desarrollo regional concertados constituyen una tríada

indisoluble y que no es conveniente ser tratada de manera aislada, si se

pretende avanzar en las condiciones que permitan arreglos concertados. Esto

es que se reconozcan las distintas lógicas internas y estimular medios

comunicativos para avanzar en la construcción social y política de las regiones.

En el proceso de reorganización territorial de la metrópolis ciudad de México

subyace el discurso ambientalista a partir de la desindustrialización, por un

lado; y el despunte de la planta productiva de servicios de alta especialización

no contaminante del medioambiente, por otro; pero que también soslaya sus

formas de consumo y de hábitos de vida urbana ostentosos de las clases

medias y altas de la ciudad actual, depredadoras de recursos naturales.

Además que ideológicamente se busca imponer a las clases subalternas como

modelo de desarrollo único a seguir y sin alternativas.

Con el discurso ambientalista y de la sustentabilidad se soslaya los conflictos

sociales y se asume como responsabilidad de todas las clases la predica de

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una santa alianza para la solución de la problemática del medio ambiente.

Detrás de la búsqueda del equilibrio hay una clara tendencia ambientalista que

asume que todas las clases sociales tienen la misma postura frente a su

entorno natural o ecológico, con lo que se disuelven esos conflictos e intereses

sociales, de ahí el carácter de discurso acrítico.

Por ello también prevalece un determinismo urbano sobre la naturaleza al

grado de constituirse la ciudad en segunda naturaleza por su medio ambiente

artificial edilicio construido. El nivel de urbanización alcanzado por las grandes

ciudades actuales expresa la agudización extrema alcanzada por la relación

sociedad-naturaleza, al grado que la naturaleza pierde significado, y ya no

existe, por esa artificialidad subordinada a lo social.

El discurso de la sustentabilidad ambiental demanda una profunda revisión

crítica del modelo de desarrollo y urbanismo vigentes y a la búsqueda de

alternativas con un crecimiento económico social, pero no a cualquier costo;

hasta ahora se ha visto a la naturaleza como un territorio que requiere ser

dominado y explotado para satisfacer las necesidades, tanto vitales, como

superfluas impuestas por el modelo imperante de producción y consumo

moderno.

La globalización como proceso facilita la acumulación de capital a través de

una profunda reconfiguración territorial con la producción capitalista del espacio

en el sistema mundo. Espacios interrelacionados y jerarquizados como sistema

de lugares en una división global del trabajo y de funciones adecuadas a la

dinámica de acumulación del actual momento histórico, para reducir los

tiempos y costos de movimiento de población y mercancías, por medio de la

construcción de infraestructuras que facilitan esos movimientos y apuntalan las

actividades de producción, intercambio, distribución y consumo, impactando de

manera singular la modelación del espacio edificado. En síntesis, acelerar el

ciclo de rotación de capital. Pero también, estos espacios son lugares de

dominación y control social, y a su vez, territorios geopolíticos y estratégicos.

Ese es el proceso que singulariza los lugares de la globalización y los distingue

junto con su ubicación jerárquica.

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ha renovado el culto fetichista por la mercancía por encima de la percepción

convencional de la realidad urbana, derivando en un urbanismo como producto

mercancía.

Es evidente que el debate del urbanismo actual pone a flote sus

contradicciones y las alternativas se enfocan al antiurbanismo, tanto por los

grupos sociales de altos ingresos, como de las clases medias, que han

propiciado que surjan conceptos de nuevo urbanismo, sustentabilidad, hábitat,

etcétera; que, por un lado, fetichizan los modelos urbanos al nivel de culto; y

por otro, su total e irreflexivo rechazo, pero siempre ideologizado. Por ello, se

habla de añorar la ciudad del pasado, sin ubicar los contextos del urbanismo

moderno y postmoderno. En tal sentido, ni la fetichización, ni el rechazo

posibilitan asumir que la ciudad como proceso está en constante transición de

cambio, reflejo de su tiempo y de las necesidades y aspiraciones de sus

habitantes, que eviten caer en la nostalgia y el conservadurismo con la

resistencia al cambio.

Este nuevo modelo de urbanismo de Santa Fe es insustentable porque

requiere de un alto consumo de suelo, al grado de superar relativamente los

índices de crecimiento poblacional con relación a la expansión física, de tal

manera que hay una desproporción de áreas por habitante, con un alto costo

medio ambiental, por el desmedido y voraz consumo de recursos naturales:

suelo, agua, energía, flora y fauna.

En el contexto de ésta forma depredadora subyace la postura de la modernidad

occidental en torno a la naturaleza como reservorio o <<fondo de reserva

higienizado>>, bajo la perspicaz propuesta de Echeverría (2006; 253).

Naturaleza para el despilfarro y acondicionamiento de éste modelo de

fraccionamientos lujosos, que buscan imponer un prototipo de estilo de vida

ostentoso, que niega a esa naturaleza la posibilidad de una relación diferente a

su cosificación mercantil. Y este es el hecho capitalista esencial que

fundamenta la modernidad, el hecho de la contradicción entre valor de uso y

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valor mercantil del mundo de la vida, entre la reproducción natural y otra forma

parasitaria de ella.

Este modelo de ciudad de alto consumo de suelo refuerza su condición de

mercancía que es apropiado por sectores sociales reducidos de la población

con alto poder adquisitivo, que impacta drásticamente el medio ambiente. Pero,

paradójicamente el discurso ambientalista de preservación de la naturaleza por

parte de los desarrolladores privados lo falsea para traducirlo en valor

agregado de los negocios inmobiliarios, comerciales y de servicios.

En este nuevo urbanismo de Santa Fe subyace un determinismo medio

ambientalista que induce al cambio del ordenamiento espacial para ofertar

solución a la problemática social por parte de sus promotores, los

desarrolladores y la tecnocracia. Pero con esta actitud imperan los afanes de la

revalorización de la plusvalía del suelo. Por ello, el postulado radica en que los

emplazamientos físicos determinan a la sociedad que los habita. Sin embargo,

habría que reflexionar si ese postulado ambientalista logra imponerse a la

sociedad por encima de la capacidad creativa que da la sociabilidad.

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