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año1° P anamá, julio 1° De 1907 . núm .9 + Revista Quincenal ilustrada ~ 5 D Al chorro del estanque abrí la llave; pero á la pena y al dolor no pude ceñir palabra consecuente y grave. Pretendo que la forma ceda y mude; y ella en mi propio gusto se precave, y en el encanto y en el brillo acude. Afeites usa y enjoyada viene . . . ¡Sólo á esplender y á seducir aspira, como en la noche y en el mar Selene! lEs coqueta en el duelo y en la ira del supremo rubor! . . ¡No en vano tiene curvas y nervios de mujer la lira! ¿Qué mucho, pues? A encono y á quebranto 11 dejo el primor que les prendí por fuera; y en la congoja y en la saña el canto Resulte gracia irónica y artera: el iris en el glóbulo del llanto y la seda en la piel de la pantera .

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año1° P anamá, julio 1° De 1907 .

núm.9

+ Revista Quincenal ilustrada ~

5

D

Al chorro del estanque abrí la llave;pero á la pena y al dolor no pudeceñir palabra consecuente y grave.

Pretendo que la forma ceda y mude;y ella en mi propio gusto se precave,y en el encanto y en el brillo acude.

Afeites usa y enjoyada viene . . .¡Sólo á esplender y á seducir aspira,como en la noche y en el mar Selene!

lEs coqueta en el duelo y en la iradel supremo rubor! . . ¡No en vano tienecurvas y nervios de mujer la lira!

¿Qué mucho, pues? A encono y á quebranto

11

dejo el primor que les prendí por fuera;y en la congoja y en la saña el canto

Resulte gracia irónica y artera:el iris en el glóbulo del llantoy la seda en la piel de la pantera .

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Nuevos Rítos . 242

La venganza de Kong F ungCuadro de costumbres chinasdedicado á mi amigo el GeneraSantiago de la Guardia.

LA joven Chang Lai, apo- acomodados y cuyo número varía seyada sobre el parapeto gún los recursos é inclinaciones de ca

del tajamaren Shaw–Ki- da cual. Nominalmente estaba bajo lasWan, modesto villorrio órdenes de la Esposa número 1, ó seade pescadores en la is- la primera con quien Fung contrajola de Hong Kong, con- matrimonio, auno ue todo el mundo ;letemplaba la enorme bo- bía que eL viejo Fung la adoraba con

especial predilección y satisfacía to-dos sus caprichos.

Sin embargo Chang Lai no erafeliz . Hija de un pobre caolín, emplea•do como jornalero en la enorme Refine-ría de Azúcar de los "Diablos de Cabe.za Roja"—nombre conque los chinosdesignan á los ingleses,--había conoci-do desde niña á Chong Lee, el marinomás gallardo, diestro y fornido de Is-Ilota de pescadoras, y desde entoncesle amaba con toda la pasión y todo elabandono de su corazoncito meridionaly sencillo. Su deseo había sido casarse con él, pero el destino se interpuso,y un día fatal el viejo Fung, ese misa.rabie hombre caduco, de uñas largascomo garras de gavilán y faz arrugadacomo fruta seca, la vió en la calle, la si-guió y en seguida hizo una visita á los

Todos en el villorrio conocían á Padres do la joven, y les propuso comaChang Lai por su belleza y por ser la ' tirarla . La discusión frió larga, pues

reciente esposa de Kong Fung, el pro-pietario de juncos más rico de Shaw–Ki–Wan.

la roja del sol poniente, cuyos últimosdestellos bañaban de púrpura la apaci-ble inmensidad del océano, coloreandoal propio tiempo de dorados matices laovalada carita de la joven y los brillan-tes cabellos negros, enroscados sobrela nuca, con profusión de dorados alfi-leres. Era un bonito tipo oriental, ape -sar de los ojos pequeños y oblicuos, dela pintura roja que teñía sus labios co-mo guindas y de la exagerada ca .pa de polvos que cubría sus mejillas deniña. Vestía holgada chaqueta aboto-nada hasta el cuello, con amplias man-gas bordadas en las costuras y puños,y anchos pantalones de seda negra quellegaban hasta, el tobillo, permitiendoasí lucir las pequeñas zapatillas congruesas suelas de mandara blanca .

estos comprendieron al momento queel viejo avaro solamente tenía un ladoflaco. su senil pasión, y trataron de ex•pintarlo. Finalmente se celebró la ven.

Pero hay quo advertir que Chang ta mediante el pago de doscientos ciroLai no era la esposa principal, sino una cuenta pesos mexicanos, relucientes yde las esposas de cortesía que la tradi- sonantes, suma enorme para esos in•ciúnpermite en China á los, hombres felices y desnaturalizados aldeanos : y

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Nuevos Ritos.' 243

pocos días después la joven estaba de-bidamente instalada en la inmensamansión de los Fung, rodeada de todas

las comodidades que podía ambicionaruna joven china. Tenía su departamento particular, una - Alma (do-méstica) para su exclusivo servicio yun suntuoso vestuario de todos loscolores del arco iris . Nunca habíaella sonado que poseería cosas tanlujosas, sedas bordadas de Cantón, bra-

zaletes de Yeok Tze, cajitas incrustadas del Tonquin, aretes de perlas ytantas otras chucherías . Y cuando ensu infantil alegría quería darse tono,no tenía mas que pedir la silla de

manos, cubierta por todos lados y sinadornos exteriores, como lo prescribeel rito oriental para las concubinas,pero ricamente tallada y forrada , pordentro, con cogines de seda y espejoscincelados ; y se sentía muy orgullosaal ser transportada así por dosrobustos coolies vestidos con la lib rea de losFung, en tanto los traseúntes de lasestrechas y tortuosas calles se aparta-ban con respeto para abrirle paso.

En las primeras semanas de sumatrimonio, la delicia de poseer todosestos lujos y la comparación de su po-bre vida de rudo trabajo manual con suactual molicie y esplendo r , contribu-yeron á amortiguar el rudo golpe ásus ilusiones de joven enamorada, pe-ros tardó en venir la saciedad y elhastío, y seis meses después habríacambiado gustosa todas estas dora-das ventajas por regresar á la humil-de cabaña de sus padres, aun á trueque de trabajar como una esclava, pe-ro compartiendo algunos momentosfelices con el hombre querido, á quien

no había vuelto á ver . Oh, loscarazones jóvenes son iguales en todas las

civilizaciones y en todas las latitudes!

La molestaban sobre todo las ab-surdas atenciones del viejo Fung, y sibien nunca abrigó ninguna simpatíapor su señor y marido, poco á poco co-menzó á detestar los momentos en queSe venía á fumar su pipa de opio ensu cuarto para hastiarla luego con cari-cias de viejo caduco . Eran estos, sin-embargo, los únicos momentos queFung no dedicaba á su pasión de ama-sar dinero con. la codicia de un avaro,

y naturalmente creía que la joven de-bía sentirse sumamente halagada portan solícitas atenciones de su parte.Una grandiosa combinación quo me-ditaba le apartó poco á poco de pen-samientos amorosos, y Chang Lai tu-vo un momento de relativa tranquili-dad ; pero se aburría siempre mortalmente, y cuando su simple cerebrooriental comenzaba á preguntarse sivalía la pena de vivir tan tristemente,y si no era preferible llegar cuanto an-tes al Paraíso de Buda, acortandoel hilo de la existencia terrestre, unrayo de esperanza vino á llenar de ale-gría su pobre corazoncito hambriento(le amor . Un viejo vendedor deamuletos -que en China equivale poco másó menos á mendigo de profesión--en-tró al patio un día, y aprovechando unmomento en quo Chang Lai quedó sola,le dijo rápidamente:

"Chong Leo te envía un saludo deamor, y acaricia la esperanza deverte antes de tres días, y si noaccedes se colgará de un árbol."

La emoción de la joven fue violenta yno pudo responder nada, pero el viejoprosiguió con su cascada voz:

"Te esperará tres días, detrás dela tienda de Tong Yick, el vende-dor de frutas, al caer de la no-che. Al tercer día, si no vas, secolgará de un árbol"

Chang Lai corrió á su cuarto y soencerró con el objeto de pensar . Lalucha entre el deber y el amor fuécorta, pues ni por un instante pudoapartarse de su imaginación la ideadel cuerpo rígido de su amante, me-ciéndose á impulsos del viento, conuna cuerda al cuello y la fisonomíadesfigurada por eL sufrimiento de tanhorrible muerte . Sin aguardar á otrodía fué á la entrevista. temblando demiedo y emoción.

Inútil es decir que tí esta entrevis-ta clandestina sucedieron otras, y quepoco á poco Chang Lai se vió envueltaen una intriga amorosa, que como eslógico suponer, pronto fué del dominio público en el villorrio . Los vecinoshablaban en voz baja del escándalo, yhacían conjeturas con respecto al final .

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Nuevos Ritose244

del asunto. El único que ignoraba to -do era el más interesado, ó sea KongFung.

Duranto las ausencias de su amante, motivadas por su profesión demarino, la pobre joven iba por la tarde áapostarse en el parapeto del tajamar,esperando ver la silueta familiar deljunco de Chong Lee.

La tarde quo comienza nuestrocuento, un policial Irlandés, uno delos pocos europeos en la villa., la ob-servaba atentamente y sin duda la en-contró muy á su gusto, pues acercán-dose con una sonrisa de condescen-dencia, exclamó en mal cantonés:

"Oh, que guapa muchacha " !

Que tontería, señor diablo ro-jo"-repuso ella ocultando coquetamen-te su sonriente carita detrás del im-prescindible abanico . En este mo-mento se aproximó cojeando el ven-dedor de amuletos, y con profundasreverencias y cascada voz exclamó"Buena Suerte! Gran Felicidad áquien compre un amuleto mágico delMonasterio de Chau-Cha Fung ."

La joven se estremeció percepti-blemente, y dejó caer unas cuantasmonedas de cobre en la canasta quele extendían las descarnadas manos delmendigo, en tanto que éste, con granafectación escogió un pequeño paque-te entre sus chucherías . Ella lo tomóapresuradamente y sin escuchar lairónica letanía de gracias del repug-nante viejo se dirigió á su morada.

El paquete misterioso no conte-nía más que dos pepitas de una frutallamada "lychee, " pues no sabiendoescribir, los amantes se comunicabanpor medio de. signos . El significadode la señal era evidente. Chong Leehabía llegado por la mañana en vez dela tarde y la esperaría en el lugaracostumbrado. Sus ojos resplande-cieron de alegría y esperanza, sucorazón latió precipitadamente, y despojándose de sus bonitas vestiduras deseda, se puso otras de tela burda queno llamarían la atención, pues seme-jaban las de la humilde clase de pes-cadores . Ello no obstante dedicó va .rios minutos ú retocar la pintura de

los labios, á arreglar coquetamente sucabello, á mirarse en el espejo variasveces, y cuando terminó su toilet, sedeslizó cautelosamente por la puertadel servicio, perdiéndose en la oscuri-dad de las mal alumbradas calles.

Al extremo final de la población,cerca de la playa, detrás de la tiendade Tong Yick, el vendedor de frutas,alguien esperaba en la puerta de unacabaña . Un abrazo largo, apasionado,los labios impacientes que se buscany se encuentran para fundirse en fe.briles caricias, y luego las preguntasmutuas incoherentes, las miradas pe-netrantes de las almas que se entien-den, la unión de los latidos de los co-razones que se aman

La aventura no podía permanecermucho tiempo oculta entre la gentevulgar y mercenaria que los rodeabay en el acaloramientode unadisputaconun comerciante rival, el anciano Fungoyó cargos lanzados contra el honorde sus esposas que le hicieron palidezcer de coraje; pero siguiendo la edu-cación de su raza se calmó y resolvióaveriguar las cosas con disimulo . Alcabo de una semana de discretas pre .guntas y mediante algunas propinas,Fung so enteró de las relaciones secre:tas de su joven esposa.

Entonces su cólera fué terrible,tanto más cuanto no podía vengarseen la forma permitida por las leyeschinas, puesto que estaba en una ea.lonia británica . Semejante crimen,en el Celeste Imperio, apareja el cas-tigo del "Ling Chi ", ó sea la muertecortando á la culpable en mil pedazos,y esto era lo que clamaba su honorofendido. Ni siquiera le quedaba elrecurso de dar una paliza á la culpa .ble, pues los tribunales ingleses lecondenarían á una. fuerte multa, y losvecinos se burlarían de él . Era un es.tado de cosas inaudito, pensaba en suimpotente rabia, que un caballero notuviese absoluto derecho de vida ymuerto en tales casos . Maldicionesmil sobro los "Diablos extranjeros" ysus tontas y estúpidas leyes! y con ade-mán furioso el ultrajado marido escu-pió en dirección de la pequeña Agen-

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Nuevos Ritos, . 245

ciadePolicía,dondeunInspec'tor es-cocés, seco, alto y delgado, dos rubi-cundos constabies irlandeses, seissilchs (policiales indios) con turbantesrojos y polainas blancas y doce pinto-rescos "Lu–Kongs " (policiales chinos)mantenían con rigor leyes incompren-sibles para los `20,000 fornidos pesca-dores y pica pedreros de Shaw-Ki—Wan, descendiente, en su mayor par-tedelosrenombrados piratas que nohacía medio siglo eran el terror de losmares de Oriente, pero que respeta-ban esas leyes porque ]a- historia ha-bla demostrado que los "diablos ex-trangeros" eran los más fuertes.

Fung por lo tanto resolvió repri-mirse ; pero en su corazón aumentabacada día el odio y el deseo de ven-ganza.

Pasaron algunas semanas, y lashabitantes acomodados de Shaw—Ki—Wan se preparaban a celebrar la Fes-tividad del Homenaje á los Antepasa-dos, que tiene lugarien el doceavo díade la tercera luna del calendario Chi-no . Fung manifestó su intención devisitar la tumba de sus abuelos enCantón, y la pequeña Chang Lai re-cibió órdenes de alistarse para acom-hallarlo, lo cual ella verificó con in-fantil cu r iosidad, pues nunca había te-nido la suerte de irá la Gran Ciudad,cuna de los Dioses de la Medicina, ,yardía en deseos de conocer todas sus

maravillas, el templo de los 500 Ge -nios, la Clepsidra ó misterioso relojde agua, la Pagoda de nueve pisos, elTemplo de los horrores y tantas cosasfamosas . Además tenía seguridad deque Gung le compraría bordados yvestidos, y todo el mundo sabe que enninguna parte del Imperio superan áloscanhmeses en el buen gusto de lostejidos y habilidad de la obra de mano.

El día fijado para. el viaje llegó, yuna gran cantidad d .e peregrinos comenzó á desfilar desde el alba en di-rección á Hong Kong. Los vecinosehismógrafos observaron con satis-facción que una tía de Tong Yick, elvendedor de frutas, el rnendigo de losamuletos y dos sirvientes de Fung,formabaan parte de la comitiva, puesindo esto indicaba que el viejo prepa-laba una sorpresa á su esposa .

Eran como dos mil los peregrinosque se embarcaron en el inmenso vapor de rio "Heung Shan"l Era esteun barco favorito, pues el chino igno-rante no comprende como caminan losvapores de hélice, por lo cual prefie-re los de rueda. A babor ;y estribo•el barco ostentaba un enorme ojo enrelieve, pintado de oro y azul, puesotra preocupación que prevalece esque si el barco no tiene ojos, no puedever el curso de la navegación y puedeestrellarse contra las rocas . A proase destacaba el " Joss" ó ídolo repre-sentando el "Rey de todos los DiablosAcuáticos," al cual se of renda inciensoantes de levar ancla, á fin de que pro-teja la travesía contra los malos espí-ritus. El repique de una campana.anunciaban á los que llegaban al mue-lle que aún había espacio en los am-plios salones de tercera clase, y lagente se amontonaba como hormigas.Un ronco pitazo, ruido de cadenas,voces ordenando maniobras, la espu-ma agitada por las ruedas, y el vaporse apartó lenta y majestuosamentedel muelle, dejando muchos pasajerosrezagados,

El oficial que recogía los tiquetesentre tan enorme multitud apenas fijóuna mirada sobre la pareja que forma-baFungy su joven esposa . El vestía,como todos los chinos acomodados,larga túnica de seda morada, y sobresu nariz descansaban enormes gafas,que en China son señal de erudición,y cuyo tamaño aumenta en propor-ción á las pretensiones de ca-,a sabio.Ella, confusa y atemorizada entretanta gente, con su vistosa chaquetade-seda azul, y su trenza de colegialasobre la espalda, vigilaba con recelo elmotete que contenía sus efectos . Co-mo ésta había niuchas parejas entrela abigarrada y bulliciosa turba quedespedía olores mezclados de perfu -mes de sándalo, tabaco, opio y cebolla.

La travesía de ocho horas no tuvonada de interesante . El panoramadel río Perla les llamó poco la atención,y en cuanto al viejo, poco después depasar el faro de Green Island, comen-zó á dormitar . La muchacha compróunos cuantos pasteles . azucarados muyvistosos, que ofrecía un vendedor am-bulante, y se entretuvo escuchando

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las curiosas historias que narraba uncuentista profesional mediante unospocas "cash " ó décimos ele centavo.

A eso de las seis de la tarde el gi-,;ntesco vapor blanco vomitó su car-gamento humano en el Innelle de Can«u, y veinte minutos después todoslos peregrinos habían sido tragadospor las tortuosas calles de la enorme

mal alumbrada ciudad.

Al día siguiente de la partida deChang Lai, entró á la rada (le Shaw--Ki Wau el junco (le Chong Lee, des-pués de una ausencia de varios días.Al echar ancla se reventaron triqui-traques en señal de gracias al Rey delos Diablos Acuáticos por su bondado-sa protección. Recogidas todas lasvelas y rodeado el junco de sumíamosque venían á buscar el cargamento,Long Lee saltó á tierra y corrió á laasa de Tong Yick, donde recibió, lle-

ro de pesar, la nueva del viaje de suamada. Un tio de Tong Yick, sinem-bargo, le entregó un paquetito que nq-contenía otra cosa que sus dos pepi-tas de l ,ychee con los caracteres"Kwang Tan" (Cantón).

Era evidente, como la luz del sol,que su amada le invitaba á que le si-guiera, Y por qué no? El juncohabía tenido extraordinaria buenasuerte y ;jamás habían recogido tantapesca. Su proporción sería tantomás, con lo cual podía pagar los gas-tos del viaje fácilmente ; pero luego,como encontrarla en la gran ciudad?El taimado tio sonreía ladinamente, yron un guiño significativo le dijo aloido : "Pung frecuenta la fonda, deHong Tay, cerca de la puerta de losSiete Dragones . "

El ,joven abrazó al viejo ; sinembar-go pensó que no debía aventurarsesin propiciar á los dioses . Así pues,antes de partir inmoló un pollo gordoú la Deidad protectora del Amor, com-pró varitas de incieso para que sequemaran en su ausencia, y consultóel Oráculo de un Vendedor de Amule-tos. La contestación fué favorable, ysin duda los Dioses le protegerían.

El mismo día se embarcó . El ofi-cial no le cobró sino la mitad del pa-

Baje que tenía preparado, nuevo in-diodo de que todo sería favorable ; latravesía fué buena, y con el corazónlleno de alegría el joven desembarcóen el muelle de Cantón . Grande fuésu sorpresa cuando vió á la sirvientade Chang Lai, que le saludó miste-riosamente, diciéndole que la senarale esperaba ,y que podía seguirla . Yla siguió,

De súbito, al volver una esquina,se vió rodeado de cuatro " Corredoresdel Yamen" y dos de los cuales le agarizaron por los brazos . En el acto cayóen cuenta que se le había tendido unlazo y quizo huir, pero un garrotazoen la cabeza le dejó casi insensible.Sin pérdida de. tiempo los "Corredo-res" le' ataron las manos y pies y learrastraron por las calles, mientras eljoven tenía apenas lucidez suficientepara recordar las terribles historiasque había oido en su niñez de torta .ras é injusticias increíbles . Un mierdo mortal se apoderó del infeliz alrecapacitar que había cometido adul-terio, el más terrible crimen en con.cepto de la tradición y legislaciónchinas; y un sudor frio bañó su cuer-po al recordar el " Ling Chee" quetan crueles pesadillas le había causa:do cuando le explicaron su significadoy aplicación.

Torturado por estos pensamien-tos ni siquiera sentía los golpes de laspiedras al ser arrastrado hasta el Ya.men del Magistrado de Nao Hoy.Cuando entró en el primer patio, bienpudo haber dicho recordando á Dante"aquí se pierde toda esperanza." Eles.pectáculo que se presentó á su vista leimpresionó más. Por todos lados misarabies presos en cuclillas, unos con el"Cange" ó enorme y pesada tabla pro.vista de un orificio para el cuello, coninscripciones sobre el crimen cometi•do; otros, con enormes bolas de plomoencadenadas á los pies, muchos conúlceras y marcas sangrientas de losinstrumentos de tortura . Sin másceremonia le llevaron á un angosto enanudo r, oscuro y pestilente, se detu .vieron ante una puerta y le arrojaronde bruces en un inmundo calabozoestrecho como una madriguera de cenejo, y donde no se podía ver nada .

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Nuevos Ritos - 247

El infeliz cayó con sus cadenassobre algo húmedo, caliento, que seretorcía, y movía debilmente, algo os-hentoso que inanoteaba con informestroncos babeantes y que le habríaabrazado si lleno de terror no se hu-biese levantado como un resorte, es-tellándose contra el muro del cala buZO ¡Dios Grande! Qué era esehorror?

Su incertidumbre no duró másque unos cortos segundos, pueslos despiadados carceleros introdujecon una lámpara por una abertura deseis pulgadas que servía de ventana,y entonces Chon Lee pudo descubrir,allúgubre resplandor de la luz, que lamutilada, agonizante, inconocible ma-saá sus pies, era un cuerpo humanocon las manos y los pies cortados.

una fatal . irresistible curiosidad leimpulsó á aproximarse para ver la ca

ra de la víctima. Un grito desgarra-dor, terriblemente angustioso, resonóen la estrecha celda, y el joven cayódesplomado, como herido por un rayo,pues acababa de reconocer que la mu-tilada, agonizante masa á sus pies, erasu adorada Chang Lai

El anciano Fung regresó á Shaw-Ki-Wan, solitario y con la frente er-guida. Nadie se atrevió á preguntar-le por su joven esposa . La flota depescadores extrañó por algunos díasá Chang Lee, el diestro marino ; perodados ciertos antecedentes, nadie ha-ce preguntas en China..

nLnonio MORENO.

Hong Kong, 1907 .

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Nuevos Ritos. - 248

Una 21Tafa . .

Muerden su pelo negro, sedoso y rfzcLos dientes nacarados de alta peinetaY surge de sus dedos la castañetaCual mariposa negra de entre el granizo

Pañolón de Manila, fondo pajizo,Que á su talle ondulante firme sujeta,Echa reflejos de ámbar, rosa y violetaMoldeando de sus carnes todo el hechizo ..

Cual tímidas palomas por el follaje,Asoman sus chapines bajo su trajeHecho de blondas negras y verde raso;

Y al choque de las copas de manzanillaRiman con los tacones la seguidilla,Perfumes enervantes dejando al paso.

Un torero,

Tez morena encendida por la navaja,Pecho alzado de eunuco, talle que aprietaAncha faja de seda, bajo chaquetaFulgurante de oro cual rica alhaja.

Como víbora negra que un muro baja.Y á mitad del camino se enrosca quieta,Aparece en su nuca tina coletaTrenzada por los dedos de amante maja.

Mientras aguarda oculto tras un escañoY cubierta la espada con rojo pañoQue, mugiendo, á la arena se lance el toro.

Sueña en trocar la plaza febricitanteEn purpúreo torrente de sangre humeanteDonde quiebre el ocaso sus flechas de oro.

Un fraile,

Descalzo, con obscuro sayal de lana,Sobre el lomo rollizo de su jumento,Mendigando limosnas para el conventoVa el fraile franciscano por la mañana.

Tras él resuena el toque de la campanaQue á la misa convoca con dulce acentoY se pierde en las nubes del firmamentoTeñidas por la aurora de oro y de grana.

Opreso entre la diestra lleva el breviario,Pende de su cintura tosco rosario,Cestas de provisiones su mente forja

Y escucha que, á lo largo del gran camino,Respondiendo al rebuzno de su pollinoSilba el aire escondiéndose entre la alforja.

f JULIAN DEI . CASAL .

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Nuevos Ritos, . 249

earl oa era(Traducción de Antonio Burgos),

STA era una pobre mujer1 que tenía una hija tan

bruna hasta parecer casiuna negra ; pero la piel dela pequeñuela, especial-nente aquella de las ma-

nos, trasudaba un humornegro que dejaba, la im-

pronta sobre cualquiera cosa que ella tocase ; y era la desesperación (le aquellamadre infeliz.

Los vecinos le habían aplicado el so-brenombre de Carboiuera ; también su ma-dre había acabado por no llamarla de otromodo.

Oarboaero, muy despierta y sorvi-ial, se había ganado las simpatías do to-dos. No podía sufrir, sin embargo, que losotros muchachos del vecindario la llama-ran así.

—Carbonera, aquiéres jugar con nos-otros?

—Os diré yo lo que es llamarme (a . -lucru 1

Y corría detrás de ellos y cuandobe había alcanzado . con unos estrujoneslelas manos sobre la cara, los embadur-naba de negro, hasta el punto do hacerlosaparecer como verdaderos hijos de carbo-neras.

Y venían entonces los llantos y losmtallidos ; poro las mamás daban la razóni ella :

.Por qué le decir!. ( titrboattot?

—Y vosotros entonces? Y su mama eaNaces?

—Nosotros se lo decirnos por cariño.Y en verdad, era así . Ca,d,00, rrn de

caga!, Carboeera de allá!

--Por qué lo ensucias todo, Oarbmoeo-o?

—Para hacóroslo lavar más pronto.

—Bravo, Carbonera! Y por qué te mo-lestas cuando los muchachos te llamanasí?

--Porque mi madre inc asea cuatro ycinco veces en el día y todos aquellos mu-chachos son más sucios que yo.

En tanto su madre no sabía cuál se-creto aplicar a aquellas manos que dejaban la marca sobre todo lo que tocaban.

—Hija desgraciada! Y cómo harás pa-ra, salvarte cuando yo no exista!

- - .E1 Señor me ayudará!

Parece que la pobre sonora preveíaque (labia morir pronto y que dejaría enel desamparo a su pobre hijita que conta-ba apenas siete años.

Los vecinos le dieron de comer poralgún tiempo: hoy uno, mañana otro. Po-bres también, ellos vivían estrechamentede su trabajo y estaban cargados de hijos.Por el momento, una boca de más noconstituía ningún poso ; además, Li,, bonc-ra, aeostumbrala á la escasez, se confor-maba.con aquel bocado que le daban . Po-ro cuando hubiere crecido? No bastabanutrirla : se necesitaba vestirla, inspeecio-narla . . . . y con aquel defecto de ensuciarde negro toda cosa ano tocaba, no se lapodía exigir ninguna labor.

Ahora que su madre lo faltaba., losvecinas tenían muchas otras cosas queatender para. poder lavarla cuatro y cincoveces en el día, y por esto, Carbonera sehabía con vertido ea peor Carbonan( queantes.

Permanecía echada en el suelo, dr!ante de la castrada de su miserable casn .

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Nuevos RItos, -250

ella, con los codos sobre las rodillas, con campo, vió aparecer, u un lado del cual' .la barba entro las manos, mirando las nu- no, una errante lncucilla azulina, quo ibabes que pasaban por el cielo arrastradas do aquí y do allá, sin pararlo jamás.por el viento . So propuso paraegufrla ; boro apenas

Yo quisiera andar por el mundo co- la tenía carca y ya tendía la matamo osas nubes . . .

para agarrarla, la lrrz . r. :il la daba un saltoy

Y así se ilusionaba . .. las envidia- so alojaba ton inquie t > movimiento (,'ce

ba

tortrra habla olvidado el cansan, io, el htumbre que le mordía, ol estóataga, y seguía.

—Qué estás mirando Carbonera? Las seguía detrás de la lucacflla. Se le alabó enmoscas que vuelan?

la cabeza tino aquella era ht Portada.–No sé . Miro las nubes . Adónde van?

—I.nca;ita, Mamita azul! Si (aras la---Allá muy lejos, adonde las lleva el Fortuna, déjate coger'

viento .

Ah! no es la Farttina dosdra que con .

Quiero tenue con ollas .

tiním. con aquel ato viiniento inquieto y no– so deja alcanzarY sucedió que una mañana, llama .

Pero do pronto, la. vió pararas y des.que llama, busca que busca y nada! parecer en seguida. Cuál no serla su sor.(io . bosees so había ido, Labia d sapareci- presa al encontrar,;() delante da la puertado, sin decir una palabra á nadie .

de una, mísera casa do campo!Pobre Curdmnera I Quién sabe en dón-

Se llenó de valor y llamó . No IN»de lucía sus lindos ojos á osa hora! (.'asta- pondió ninguno. Esperó un momnnt) yvera. había recogido los pocos andrajos quo volvió á tocar . No respondió ninguno.formaban su única riqueza, hizo un (ardito y tomando la vía de los campos, se pu-

—Lucecita, lucecita azul, nao has omso on camino, adelanto, adelanto, sin sa- ganado eutonees1ter por qué caminaba, ni adonde iba .

Y volvió á trocar por la toreara vea.Oyó decir muchas veces : Fulano ó Se oyó una voz ronca de persona malla.

Fulana encontraron la Fortuna y por esto morada,ella se había imaginado que la Fortuna co-

--Quién toca? A guión buscáis?tría doquiera por el mundo. Por qué no

_-podía

Soy yo, CurLoura•u, y pido abrigohallad a ella también? Así, aquel día, por esta noche.al encuentro inesperado con alguna mu-dou vieja o joven, le pu.guntabr Ingenua-

--Carbonera? No soy yo fogonera : ha .Diente : heis equivocado la puerta.

- .Sois vos la lFortuna?

--Dádme, al monos, un poi lazo depan,

Por la tarde encontró un carruaje los zuecos y por el refunfuño chi la voz

tirado por dos caballos ricamente enjao ronca, compreindió que áLgwon veníabzados . Una bella señora iba sentada mue-llemente

abrirlo.

.sobro los colchones; el carruaje

La puerta crngió y apareció on la,pasaba á toda carrera .

parte inferior da la entrada una vieja en-

Señora! linda señora!

corvada, toda arrugada, con los blancos— cabellos en desorden y los ojos sean('Al grito la señora hizo parar su ea- Lentos.

rru ajo, llamándole mucho la atención quo

Quién eres? Es ésta la hora de late .aquella muchacha tau bruna hasta pare- rrumpir el sueño á las personas?eer una negra, vestida pobremente y con

-1 xcusadtne, buena mujer . Me haun f irrito debajo del brazo, se le hubiese guiado hasta, aquí mm liana lucecita azul:rveeniailo .

Yo andaba extraviada por el campo.-- Señora, linda sonora, sóie vos la Por-

--Te llamas L n7, nzrra'd Y eres real'tuna?

mente c rbonera?, le dijo la vieja avi adLa mujer meneó la cabeza é hizo se

ciándolo los cabellos.ñal al cochero de continuar la marcha .

Lo dió de comer, refunfuñando cienolira ya do noche, errando ('orhon r=ea, pro, pero (lanbanzo' no comprendía aque

aterrada de hallarse tau sola en pleno llas palabras.

pregunta y ni siquiera la respondían ; sc_

Por la rendija de la puerta, Gnu,guían su camino porque la creían una ton- se " observó que allá: adentro habían emtu .

cundido una himpar t, y por ol rumor da

que muero de ltcuabrclTodas la miraban asombradas de la

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Nuevos Ritos . a 251

La vieja so hallaba en un cuartoahumado, con pocos y sucios cachivachesy priv locho una camilla do paja do heno,en la que podía . acmvicarso rnalaunenteuna persona.

Cnrl,.,urva tenía en la punta de la len-gua la pregunta : Sois vos la Fortuna? Po-ro en presencia de toda al uclla miseria, sodetuvo.

Cuál no sería. sin embargo, su asoni .Ira, cuando la vieja, con la lámpara en lamano, la dijo:

-Ahora, hija mía, vamos a dormir.

Tiró del fondo do la pared unapner-terita, tan alnunada también, que Cnrbn-sern no la había visto . . . . y la pobre non-lacha, doininada por el estupor do lasorpresa, Sintió que le faltaba el aliento.

Una fila de estancias, á cuál másbolla, iluminadas por una luz azulina queno se comprendía de donde porfía venir;bustos de mármol y de yeso, molduras do-radas, mórbidas alfombras, espejos en lasparadas y jar ros ; con hermosas plantas, yvasos con bellísimas flores

La vieja iba adelante, encorvada,coa los blancos cabellos en desorden, loseriales, en aquella luz, parecían de plata, yni siquiera se volvía para ver si ( ;eo-bo-n e-

roe la seguía.

Indudablemente es estala Fortuna,-repetía para sus adentras la muchacha.

--Entraron á una estancia de un lu-cho encortinado ; sobrecamas blanquísi-mas, sábanas y almohadas que deslumbra-ban, Debía dormir allí? Ah, pobre de ella!Todo lo habría ensuciado.

--'Tú aquí : yo dormirá allá, en la es-tancia vecina.

- Oh, no, señora! Vos no lo sabéis! Mehan llamado Cuy-te pesa, también porquetengo la desgracia de manchar de negrotodo lo que toco! Dormiré en la camilla dela primera estancia pero, buena so-nora, ¿sois vos la Fortuna?

No pedo contenerse más en pregun-társelo.

-Duerme y no te preocupes en otrascosas!

Y la dejó sola y pensativa

La mañana siguiente, al despertar,habanera se encontró acostada en la e : mi-ta do la estancia ahumada y con el fanditopor almohada . No alcanzabu a persuadir-se de lo que veia .

Y sentía de nuevo en la punta de la]ortgua, la pregunta .: Sois vos la Fortuna?

Pero recordaba, -y olla estaba segu-ra (le no haber soladol~le ha bórsela he-cho la noche anter ior ; y la vieja le habíarespondido : Dtte•i no y no te preocupes deotras cosas!- signo ovidente de que ella noera la Fortuna ó de que no quería darse áconocer.

Y ahora ¿para dónde cogía?

A donde me lleven los piés, á laventura . Ay, si pndiose encontrar la For-tuna! Dicen que la han encontrado tan-tos solamente ella podría ayudarme.

-Ah, hija mía! La Fortuna es capri-chosa : hoy dá, mañana gaita ; dá sin dis-cernimiento, quita del. mismo modo : es unaloca . Si la encuentras, no la vuelvas. á versiquiera ; signe mi consejo.

-Pero, cómo hago entonces en elmundo, con este defecto de ensuciar todolo que toco?

-Paratico hay un remedio. No ton-gas miedo. ,Fija las manos sobre este mon-tón de leña y eonsórval as allí hasta quemás pitodas soportar el ardor quo senti-rás .

Cnr[nner« vaciló nn momento y des-pués fijó las manos sobre la leña. Comnon ..zó á sentir un leve calor ,pae fué aumen-tando poco á poco.

-Ay! Ay!

--NO es nada, Cactoarrce ; soporta toda-vía . Paciencia!

Le parecía . hinca las unamos entre trasus; ae eontersía, pero la inca do eurar-so aquel defecto lo daba fuerza y valor.

-Ay! Ay!

Las retina. Parecían eabomzadas;estaban más, negras que antes . pero ya nole ardían.

Tocó un patio . . y le dejó tuca man-cha, no negra, sino amarilla oscura, delcolor de la leña . Valía acaso la pena de-jarse quemar las unamos de aquel modo? ()negro 6 amarillento, sus desgraciadas ma-nos manchaban siempre!

-Por qué me habéis engañado?

--No te he engañado ; verásI

turaoeer'ee fingió creerle. Quién sabe?

Aquella vieja tan fea podía causar-la un perjuicio mayor. Le dió las gracias

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Nuevos Ritos . a252

y so largó, adelante, adelanto, por el eauu-po, á la ventura, la. pobrecita!

No olvidaba que la vieja le habíadicho:

—Si encuentras la Fortuna., no la vuel-vas á ver siquiera!

—Mucho más que mirarla, si la hu-biese encontrado! La habría aferrado de lafalda y no la habría dejado si de ella nohubiese recibido los más ricos regalos.

Y por esto, al encuentro inesperadoron alguna mujor, vieja ó joven, la dete-nía : Sois vos la Fortuna?

Todas la miraban asombradas do lapregunta : y ni siquiera. la respondían ; seguían su camino porque la creían unatonta.

Llegó á la orilla de un río : sobre layerba estaba tendida al sol numerosa can-tidad de piezas blancas acabadas de lavary no había nadie que las cuidase . Carbone-ra resolvió lavarse las manos en el aguacorriente y mientras más se restregaba,más se enturbiaba el agua con el coloramarillento oscuro de la leña ; de tal modoque con ol sol brillaba cona) el oro.

Visto quo al cuidado de las piezas nohabía ninguno, cogió una, la primera queencontró delante, y se enjugó las manos.Inmediatamente se gravaron tantas im-prontas amarillas, en tan diversas formasy tau netas y precisas, que parecían piu-tudas.

Volvió á lavarse, á restregarse fuerte : el agua se enturbiaba con el color amacilio oscuro de la leña, de tal modo que'también en esta vez . con el sol, aquel . co-lor brillaba como el oro . Era inútil . Cogióotra pieza (parecía una camisa) y conella se enjugó las manos . Inmediatamentese gravaron tantas improntas ele manos,pero tan netas y precisas que parecían pin-taulas,

Iba ya á tender la pieza unevamien-te sobre la yerba, cuando aparecieron porvarias partos los guardianes de la ropa

Hola, abusiva! Qué eósa has he-cho? Has manchado la ropa de la familiareal !

Trató de escaparse huyendo ; peroaquellos la alcanzaron, la aferraron, lamaniataron y la arrasl ra ron, llorosa, me.dio viva y medio muerta, justa la presen-cia del Rey.

1§u• qué has hecho estor

Majestad, perdonádme . Yo no 8a .bía . . . .Si hubiese sabido, Majestad

Y el llanto le ahogaba la palabra.

El Rey so convenció de quo una maehaehita de aquella, edad no podía haberquerido irrespetar la ropa real, y ordenóque la pusieran en libertad.

-Que se repita el lavada . Toda la colpa es vuestra porque no habéis hecho bue'na. guardia.

A Grabourree le parecía mentira quela hubiesen dejado libre sin ningún cae .Ligo y emprendió do nuevo su camino porel campo. á la ventura, esperanzada siem-pre de encontrar algún día la Fortuna.

Las lavanderas rehicieron el lavado,pero las manchas de las manos no se qui-taron; cuando las piezas estaban stone,aquellas manchas oscuras so habían vuel-to tan brillantes como si fueran de oro.

El Rey, la Reina y el Reyezueloquisieron verlas y permanecieron asao .brados : eran en efecto improntas de oro!

El Reyezuelo, más que todos, lasmiraba extasiado.

—Oh? estas manos! Las más peque`has, las más bellas manecitas del mundo!

Era verdaderamente así.

Aquella camisa parecía ornada definísimos recamados en láminas do oro,Las improntas eran tan fijas, tan bien mo-deladas, que en ellas podían verse hastalos más minuciosos accidentes de la piel.

—Oh! aquellas manos! Las más pe-querías, las más bellas manecitas delInunde)!

Y dosde aquel día en adelante, elReyezuelo fué atacado por la abstracciónde querer ver á la que poseía las más pe.quenas y las más bellas manecitas debmundo.

En vano le decía el Rey:

—Es una muchacha negra, andrajosa,sucia hasta revolver el estómago . Yo la hevisto ; y aquellas manos que aquí parecenuna maravilla . tienen la piel chamusca-da! . . .

Oh! aquellas manos! Las más pe .(bielas, las más bollas manecitas delmundo!

Y la abstracción del Reyezuelo an-mentaba do día on día, como si lo hubiesenechado un maleficio .

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Nuevos Ritos s 253

Entonces el Rey, por amor al hijo,repartió muchos expresos en busca de lamuchacha . El primen) (pie la encontraseyla condujese al palacio real, podría pedircualquiera gracia que le sería concedida.

Transcurrieron dos semanas sin uiu-guna noticia de Carbonera. Quién la había.visto en un lugar. quién en otro: hoy pasópor aquí ; ayer pasó por allá ; ha tomadoeste sendero ; se ha internado en aquelbosque : pero corre, busca, averigua y ala-gen vestigio de Carbonera!

Y la abstracción del Reyezuelo au-mentaba siempre uiás, corno si le hubiesenechado un maleficio.

Finalmente, llegó un expreso y dijo:

—Majestad, la muchacha ha sido en-contrada . Está al servicio de ciertos pa-trones que, para dejarla venir, no sola-mente quieren una orden escrita del pusodel Rey, sino que Su Majestad tome em-polio en devolvérsela á su casa ele ellosdentro de dos días, lo más tarda

El Rey se enfureció:

—Ah, sí? Conque una orden escrita depullo y letra de Su Majestad? Id y traéd-los aquí, amarrados á las colas de vuestroscaballos . I ,a nmuchacha, al contrario, laconduciréis en un cómodo carruaje.

Y de este modo Carbone a comparecióde nuevo á la presencia del Rey.

Estaba más negra, más andrajosaque nunca ; era ma verdadera carbonera;pero alegre y tranquila porque sabía queen esta vez no había hecho nada malo.

El susto lo traían encima sus patro-nes arrastrados hasta el palacio real, liga-dos á las colas de los caballos.

—Por qué no dejábais venir la nnu-chacha?

-. . Perdón, Majestad ; teníamos un pac -to con ella : le dábamos do comer, de be-ber, con qué vestirse, y, en cambio . elladebía servirnos por diez anos.

Y por qué semeja ate pacto?

- Por compasión hácia ella, Majestad.

—Oh! sí . . - se halla efectivamente tanbien nutrida., tan bien vestida, que paree nuna muerta de hambre . Cuáles eran losservicios (pu) es tenía !piel hacer:

-Casi nada, Ala ;li stad . Lavaba la ro-pa, limpiaba . . . .

Estaban confundidos, no decían laverdad; aquello que la muchacha tocabamojado, parecía manchado do amarillo os-curo; y ya soco brillaba como cubierto deoro, y era oro de veras . Querían enrique-cerse haciéndola trabajar fatigosamente ámananaytardo; lamucha( ha ignoraba lavirtud de sus manos.

--Por ahora id á la cárcel En cuantoal pacto de los diez altos, 10 resolveremosdespués.

El Rey y la Reina viendo á Carbonera tan mal trocha, con aquellas manos queparecían chamuscadas, se pusieron muycontentos: el aturdimiento del Reyezuelodesparecería pronto.

--Cómo te llamas?

--No lo sé ; me dicen Carbonera ; mimadre también me llamaba así . Ya ellamurió : no tengo á nadie en el mundo.

---Y por qué andas de aquí y de allá?

--Ando en busca de la Fortuna. Tan-tos la han encontrado . . . Qué tiene que yotambién no la encuentre?

—Y qué deseas de la fortuna?

—Lo quo ella quiera darme.

—El Rey y la Reina se miraron fija-mente, sorprendidos de tal respuesta LaReina dijo al Rey salto roce:

--Majestad, esta muchacha tiene algoque no me gusta.

—Uncís bien, Reina : tiene algo quo noinc gusta tampoco á mí.

—No será una hechicera?

- Puede suceder . Ahora mismo lo des-cubriremos . Hagamos llamar al Reyezuelo.

A la vista do Ca,dna-ra, el Reyezueloretrocedió disgustado.

—lié aquí, Reyezuelo, las quo voscreéis las más pequefas y las más bellasmanos del mundo!

Como pequefas, estaba bien, pero co-mo bellas, por cierto que no lo oran.

El las miraba, poco convencido de quelas impresiones dejadas en los palios pro-viniesen de ellas.

Házmelas ver! Házmelas ver!

Carbonera extendió las manos . vol-teándolas de todos lados, para que el Re-yezuelo las observase bien.

Quién te las ha chamuscado así?

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Nuevos Rltos - 254

-Ninguno . 1)esde el príncípío uancitaba do negro todo aquello que tocaba;eraiuna calamidad . Una vieja me dijo:arrímalas á aquel montón de leña y man-ténlas ahí hasta donde puedas aguantar.Aquella leña ardía y por esto mis manosestán chamuscadas. Ahora, en cambio,mancho de amarillo todo 10 que llego átocar: no deja de ser ésta también unaotra grave desgracia.

El Reyezuelo las miraba. con repug-nancia, poco convencido de que las impre-sioues dejadas en los paños proviniesen deellas .

--Déjamelas ver! Déjamelas ver!

Carbonera, sonriendo, extendía las ma-nos, volteándolas do todos lados, para queel Iteyeznelo pudiera observarlas mejor.

—No, no, no . . . 1 No sota éstas . Aquíse burlan do mí!

Y el Reyezuelo sollozando y llorando,salió de la sala.

—Despiadada! Despiadada! Qué mal-dad le has hecho á nuestro Reyezuelo?

—Te haremos quemar viva, si no lesacas ese mal!

A las palabras de la Reina y ante las' manazas del Rey, C'mboucrn Comenzó áamblar como una hoja y no sabía qué

rtesponder.

- -Te doy un plazo de tres días! Mitin-a- as tanto, irás tí la cárcel.

El Reyezuelo deliraba como nunca:

Oh! aquellas manos . . . ! Las más pe-queñas y las más bollas del mundo!

--Qué cosa quisiérais hacor. Reye-zuelo?

Quiero casarme con quien posee; esasDunas .

Queréis desposares conti (irrv nanas?

—Pero si ella no es! Aquí se burlande mí!

- No hay duda, dijo el Rey, quo setrata do mt maleficio.

Crrrbonern en la cárcel no se quejaba,ni lloraba. De rato en rato se ponía á . lla-mar :

. .--Fortuna, Fortuna! Si tú pasaras porestos lados! . ..

La Fortuna debía hallarse demasiadolejana, si no ociarría á su llamada,.

El Rey la hacía comparecer ante supresencia cuatro y cinco voces al día.

( .tunear, has reflexionado? Quié-ren quitar el maleficio?

Pero cuál maleficio . Majestad? Todo-ese triste m le(ieio consiste en la desgra-cie quo me persigue.

—Te concedo otro día de plazo . Re.ffoxiona bien, Cnrboroa-o,

Y Garbo»ara volvía al cuarto escurrir-de su prisión, sin llorar ni quejarse . Derato en rato sohuacato tornaba á llamar.

--,Fortuna, .Fortunal. Si tú pasaras porestos lados.

La Fortuna desala hallarse muy lejoscuando ni siquiera esta vez había atendi-do su llamada

El día después fué conducida do nue-vo ante el Rey.

Carbouerrr, !has refle :tu do?' Quin-deshacer el maleficio?

—Pero cuál maleficio; Majestad? Todoese maleficio

El Rey no la dejó acabar.

—Tienes de plazo muy pocas horas,Furbo saa ; serás quemada, viva mañana'.

El Reyezuelo no quería oir razones:deliraba cano nunca.

Oh! aquellas manos.. Las más pequeñas, las más bellas del mundo! Quiero en-contrar á quien las posee ; á quien las pe'seo quiero desposarla!

--Son aquellas de (b ononcra, Reyezue-lo! Deseáis contraer matrimonio con Che!amena hijo mío?

— N6, s.6, s.6, Majestad! Vos haceiburla de mí!

La . Corte parecía de hato por esta 1110-

ni ni ial u a. del Reyezuelo.

- Majestad, be Pensado lo siguiente;Llagamos que (heboto-, lijo unas impron-tas tí la vista (le1 IZerezuelo . De este modo,no podrá creer que nosotras nos burlamosde él . Y Crr ebrsi-rn es tan negra . está tanandrajosa y tiene las manos tan requema-das, que el Reyezuelo sentirá repugnanciaen hacerla su esposa.

Esta opinión del Ministro pareció muysabia á Su Majestad . Cómo jamás pudovo Líaselo 'á la irme gima e ión ni á la Reina niá él?

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Nuevos Ritos. 255

Prepararon un pl atún con agua, me-tieron dentro un pacto de finísima tela, yl abourrafué condaeida ante ol Rey, la.Reina, el Reyezuelo y todo; los persona-jaáde la elorte.

- Curbone-va, has reflexionado? Quiéresquitar el mal?

—Pero qué mal, Majestad? El tristemal consiste en la desgracia quo me per-sigue.

Serás quemada viva hoy mismo. Porlo pronto, saca ese pallo del plátón y es-trújalo bien.

El agua se enturbió, cogió un coloramarillo oscuro ; lié aquí qué en el partoestrujado se veían varias improntas de lasmanos de Cnrbon era, do1 mismo color delagua ; aquí enteras, allá con solo los dedos,más allá las palmas con alguna falange dodedo . . ..

Todos miraban estupefactos y, másque todos, el Reyezuelo . A Carbourra.aquellas improntas le parecían cosa obviay natural.

Extendieron aquel patio al sol y á me-dida que se secaba, las improntas parecíanmaravillosos recamados en 1tuiina a de orofinísimo, como si un Hada so hubiese di-vertido en hacer bordados dejándolos in-completos todos.

Todos miraban al Reyezuelo que, pa-recía de piedra . De piedra también parecíalisbonesa, que veía, por primera vez, mu-darse en oro las manehas en los objetosque acababan de tocar sus manos.

Entonces llegó á comprender por quémotivo aquellos patrones escondían inme-diatamente las cosas apenas manchadas deamarillo.

De repente y sin saber ni cómo, hubouna confusión extraordinaria.

El Reyezuelo comenzó á agitar losbrazos con los ojos desmesuradamenteabiertos:

–,Fuera! Friera! Apartaos!

Y echaba para, atrás al Rey, á la Rei-na y á todos los Sefiores de la Corto.

—Fuera! Fuera! Apartaos! Y tú Car-bonercr. no te muevas de allí . Esperad quie-tos todos!

Se formó un gran círculo al rededordo Carbonera, quo permanecía inmóvil enel centro, con los ojos extraviados y contina sonrisa dolorosa en los labios.

Nadie osaba moverse, esperando queel Reyezuelo, salido precipitadamente dela sala, regresase.

Y fué una sorpresa espantosa para. to-dos, viéndole reaparecer coa una tea en lamano, correr sobre Carbonera é incendiarSuS Ve5trdo5.

La pobrecita ftlé cubierta por una lla-marada do la cabeza á los pies, sin tratardo salvarse siquiera. Solamente se tapócon los brazos la cara, y pernnaneció depie, envuelta por las llantas devoradoras.

–Ah! Reyezuelo! Qué has hecho, Re-yezuelo!

lira (7arbou era, Majestad: se necesitaha quemarla.

Las llamas disminuyeron, languide-cieren, so extinguiera. Pasado un nurnnen-to, se veía recta en medio do la sala unaforma humaua cubierta do cenizas . queparecía una estatua.

—Ah! Reyezuelo! Qué has hecho!

—Era Carbonera ,y ahora es ceniza;Mucho mejor, Majestad!

Pero lié aquí que la estatua comenzó átounldar levemente y á dejar caer al suelolas cenizas quo la cubrían ; después apare-ció una bellísima figura de mujer, blanca,rosada, de cabellera de oro, poro conser-vando intacto en el rostro hm 1ineamientos de Carhorr era, Bajó lentamente los bra-zos, abrió los ojos, como si despertase ¿leun profundo suelto, sonrió y tendió lasmanos al Reyezuelo.

Oh! las más pequefns, las más bellasmanos del mundo!

Y el Reyezuelo caído de rodillas anteella, se las besaba y besaba

Carbonera convertida en Reina, conce-dió la gracia a aquellos encarcelados quefueron sus patrones . Poro sus manos nomancharon nunca más los objetos.

Y aquí termina la fábula.

r.uts CAPITANA.(Italiano) .

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Nuevos Ritos . 256

J~ 7(~ L[BR0-_=_- P;, EN PRE-

Súnilítudes.

Un silencio de muerte . . . .La Capillaparece un gran sepulcro, desde el corohasta el altar, que surjo con decorobajo una moribunda lamparilla.

De repente una loca campanillalanza en la calma, con su lengua de oro,un mar de risas, que en tropel sonororuedan por la callada navecilla.

Yo me quedo pensando, absorto y triste,en la secreta afinidad que existeentre ellos y nosotros, vida mía.

Porque soy la Capilla silenciosay té la campanilla bulliciosaque llenas mis silencios de alegría.

en e! Mar.

Mira á lo lejos . . . . El Ocaso bariade sangre el Mar . . . . el viento nos empuja,y en el límpido cielo se dibujavagamente el perfil de una montaña.

Tras el limpio cristal el ojo advierteoscuros y deformes pedregones;;así, por sobre abismos y traiciones,cruzamos por la Vida hacia la Muerte!

Mira . .La vista con temor se pierdesobre esa quieta superficie verdeque crece en tanto que la prora avanza:

Igual, si no tuviera ondas tranquilas',al infinito mar de tus pupilasdonde boga perdida mt esperanza.

4a Princesa £uz .!Cuento fantástico.'

Erase una Princesa vaporosacautiva en una torre y encantada;tan fina, tan sutil, tan perfumadacomo el más fresco pétalo de rosa.

Se quedaba en la noche silenciosacata la pupila en el cenit clavada:que la Princesa estaba enamoradade un astro do pupila luminoso.

Y cuentan que una noche de veranolloraba sus amores sin fortuna,viendo al espacio con anhelo vano.

Y no sé por que magia, la doncellase subió por un rayo de la Luna.y se volvió en los cielos una estrella .

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Nuevos Ritos 257

66F1n\Ll_= _U I

0599PARACION

T_.

"no caminesdescalza cuando vayas por les montes,que en los montes florecen las espinas

TEOCRITOIdilio TV.

Sentir, mi Dios, en dónde podré encontrar aquellaolímpica tristeza quo presidió su vida? . ..Fue dolorosa y muda, lo mismo que una herida;brillaba sin saberlo, lo mismo que una estrella.

Grabada está en mi mente su indefinible risa,aquella risa amarga, llena de dulce encanto,que no sé si era risa empapada de llantoó acaso alguna lágrima quo se volvió sonrisa.

Creyó la Vida llena de pétalos de rosay desnudas sus finas plantas de nieve y rosacruzó por los senderos tras de bellos mirajes;

y cayó con su risa sobre sus labios rojos,con los pies destrozados por todos los abrojosy el alma desgarrada por todos los ultrajes,

paisaje .(Para ARTURO R. DE CARRIC). RTE.)

El crepúsculo va á nacer . Un veloblanco y sutil sorprende la montaña,y ol Sol, que borda su postrera hazaña,va desgarrando nubes por el cielo.

Y hay un árbol fantástico . . . .Con duelograve levanta la armazón hurañasobro el atar .lecer como una extrañacruz que se crispa con nervioso anhelo.

El Sol, ya en el Ocaso, so detienetras del árbol fantástico que tieneun hondo mal bajo sus secas ramas,

y parece, en sus púrpuras bañado,la cabeza de un gran crucificadociñendo una corona hecha de llamas.

El Milagro de la &uz.

Cuando el salvaje rey vió la figuradel fraile con su cruz bajo la umbría,sintió su fiera sangre cómo hervíadebajo de su piel vellosa y dura.

Aquella cruz nimbada de ternuraque á los besos del Sol resplandecía,dañaba su caduca monarquíamás que toda la ibérica bravura.

Tembló de rabia, preludió un rugidoé . . . . inmóvil queda el indio más temidopor su ferocidad de los hispanos;

porque ante sus pupilas que chispeabanvió que el arco y la flecha le formabanuna cruz milagrosa entro las manos.

ItlCAKeo MIRO .

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Nuevos vtros . 258

XVII,

con en ocasiones del hombre un sér per-fecto se retrataban en el semblante de

N hombre al agua!

los pasajeros.

--jesús r,Y quién

—Veaustedloqueeslavida!--ex-es?

clamó uno. Anoche tan contento el

--Uno de los -marine- pobre, y ahora

ros que se estaba ba-

—Sí lo salvamos! . . _`..bando ; que se resbaló

con el jabón del piso al llenar un balde,y . . . . allá va nadando! . . .Pero quizáspueda recogerse!

El vapor, á las órdenes del Capi-tán, seguía obedeciendo corno animalsumiso, y volvió la proa en direccióncontraria.

--Allá va! . . . . Pobrecito!

—Dios lo quiera! di jo . una seño-ra á quien el suceso tenía en terribleexcitación nerviosa.

El muchacho nadaba admirable-mente en dirección de la corriente,haciendo esfuerzos para alcanzar laplaya. Apenas se veía un punto ne-gro, que desaparecía para asuman otravez con muestras de agitación deses-perada.

—Un bote! . . . . Echen un hotel . . .

- Vapor! Mas vapor!--dijo uno(le los pasajeros . Quizás lo alcance-mos!

--El no se ahoga dijo otro . —Estagente sabe bien el ofIcio.

— Sí, pero los caimanes

—Allá se vé!

— Sí, allá está

La consternación, la angustia, eldolor-, todos los sentimientos que Iia-

Pobrecito! El era el de los can.

tos todas las noches con su acordeón.

--Miren cómo se tiran!

Los caimanes, que con las negrasbocas abiertas miraban al sol, comen-zaron. á arrojarse al. agua desde su le-cho de fango, y siguieron la direccióndel marinero.

—No se ahoga!—volvió á repetirotro de los pasajeros—porque so veque nada muy bien . . .Pero esos mal-ditos caimanes! . . . .

—Sí lo salvamos! . . ..

--Virgen María, ampántlo!

--Ya le van faltando las fuerzas!

Ya no nada corno al principio! . ..

--Es natural, señor mío. La do

miente, el esfuerzo, la angustia . . .laangustia

--Sí, la angustia más que todo ex-clamó alguno . Si no soy yo, y ore es-toy muriendo!

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Nuevos Ritos, , 259

Allí está! . . Allí está! . ..

Vapor'

--Esto es!, Vapor, y .do . alcanza-inue al i'ín , . -

- -Se hundió! . ..

---Ya no parece, Dios mío.

tarad. le digo yo á la. mujer cuan-doregrese del viajeM–!Qoá vida esta.tan llena . de tormentos! . . . .Y es el se-gundo que se me ahoga en este vapor !

Contador!

Capitán

E. .aga constar en el Diario todofoque ha pasado. Llaga un inventa-rinde tasIo lo que baya en el baúl, y

póngale un sello .--las una acta, quedebe ser firnvcda Po!" mí, por usted ydos de los señores pasajeros.

Fu( extendida el acta en el Diario,dejándose también constancia de loque habla en un baúl do hojalata, elleveteado de doradas tachuelas.

Unas cartas, una navaja, un t i ras .co de agua de Florida, un sombrero,un par de botines, varias piezas deropa, una corbata, seis pañuelosY en nn paquetito, cuidadosamentedoblada, una eamisita de linón blanco,nueva y perfumada, que tenla en una,de las cintas que formaban el lazo delpecho, una tira de papel, con esto es-crito en pésimos caracteres : "Para elbautizo-de mi hijo "

SAI .OW6 N PUNCu AC 151.12/ tA .

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Nuevos Ritos,e260

Qpices .

XIV

En una hora mercantil de efluvios asfixiantes lucíasgran lazo do rosa cinta Liberty, blusa á cuadros escoce-ses, enaguas marinas y zapatillas color champagne.

Exhalabas un perfume sutil de cosa extraña, y pen-sando en una lírica trashumante seguí las huellas quedibujaban tus alegres taconcitos luisquincescos.

Luego : cinta chillona, zaraza desteñida y botas decambrín (mi paisana, mi dignísima paisana).

Sentí entonces por mi yermo un grave desfilar desombras : la Desilusión, el Olvido y el Fastidio . . ..

XV

. .Ia sola maneeita lisonjeraqve pondrá 11)10, gtcír)a «Ida, c817 .d0 nrzwrosobre nt frente pensativa y pálida! „

Es la enlutada del poeta. Lleva mucha tristeza enlos ojos y más aun en las manos. Son unas finas y pro-digiosas maneeitas que ríen cuando hace buen sol y seencogen y lloran en las mañanas nubladas.

Pero el viejo sol se ha vuelto malo; no quiere aso-mar su clownesca faz desde hace días . Y las manos dela novia están tristes, pálidamente tristes, porque qui-zás no podrán tejer ellas mismas la guirnalda de rosasblancas que el poeta mendigan en sus versos . ! Pobresmanos las de la enlutada del poeta!

J . Al . DE 1 .A VEGA VELE'!..

1907.

s£a voz del querube .

(á PROSPERO CALDEROS .)

¡Señor! clamó con doloroso acento-Yo repartí mi pan con el hambriento,Agua llevé á la vaca palpitante,Y ungió mi mano el salvador ungüentoSobre el herido pie del caminante.

Tu mandato cumplí. . Yo he sido bueno,Mi palabra de amor sobro el agallaPesar cayó como del cielo el llantoSobre la mustia flor, Yo crucé el cienoSin ensuciar la albura do nii manto.

!Señor! 1Soñor! En mi mortal congojaImploro tu piedad! Soy débil hojaQue con furia maltrata el torbellino ..Mira, Padre y Señor, mira cuál mojaEl llanto de mis ojos, el camino.

Entonces rasgó el seno de una nube,Cual mandado por Dios, blanco querube.Y así me dijo en luminoso vuelo;—Tu alma, mientras sufre, al cielo sube.Escala es el dolor que lleva al cielo.

n .~ viu as . UHll MA (!El I2) .

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Nuevos Ritos., 261

a alegría de pensarPara los que tengan rato

de ocio y puedan leer parasí en la soledad y en el si-lencio.

ES DE el momento enque un hombre se po-ne á meditar, su ros-tro adquiere nobleza;es que la naturaleza,satisfecha de su es-fuerzo hacia. arriba

porque meditar es ascender--poneen sus facciones una letra de su sabi-duría . He dicho entre paréntesis,que es corno decirlo en voz baja, quemeditar es ascender y agrego quetambién es penetrar . El sabio conuna mano palpa. los luceros y con laotra desgarra las cntrafias del plane-ta. De tiempo en tiempo sacude losdedos empapados de ideas sobre lasgentes, que esperan anhelantes esadivina rociada.

Cualquier paso que á una mayorgrandeza dé un hmbre, redunda en.beneficio de todo el universo . Pare-ce que la naturaleza se alegrara cuan-do un nuevo pensamiento es arranca .do del corazón de la . Verdad . Haymomento en que creo que los astrosami manos radiosas que aplauden desilencioso modo los hechos magníficosde la humanidad.

No es la meditación la agonía co-mo dijo Rafael Ndficz, el tirano poeta,de Colombia, ni tampoco la ciencia esel dolor como pensaba el ineomen.su-rable Byron . Los que así opinan sonseres desesperados que ignoran lapaciencia, oso invento de !hirma

(Cuando una alma poderosa soencasti-lla en una virtud, ennoblece y engran-dece tanto esa virtud que la hace aparece] . enteramente nueva). La cien-cia es una religión. Toda religión de-be ser consoladora y esparcidora dealegría . La ciencia cumple ese de-ber; por eso es la religión de las so-berbias frentes, de las reconocida-mente creadoras.

Para un cerebro vigoroso, pensares una alegría. La embriaguez delpensamiento es tan intensa como ladel amor . Spinoza gozaba tanta cuan-do pulía vidrios entregado sí sus hon-das serenas meditaciones como cuan-do hacía una caricia á su vieja servido-ra. El filósofo es un noble Mario so-bre cuyas sienes cae como un nimbola sombra ele sus graves reflexiones.Ese nimbo sombrío lo hace igual á losdioses, con quienes se codea y platicaen el silencio. Esa mnlda plática—enque sólo es visible uno de los interlo-cutores--es uno de los más grandiosos espectáculos de que tienen noticialos humanos.

Se cuenta de Lady Jane Grey queuna tarde fue sorprendida por Ro-ger Ascham leyendo áPlatón. Asom-brada él.preguntóle por que no habíaido á cazar como lo había hecho la, fa,milla de la hermosa Lady en esa tarde.Aquella extraordinaria mujer le res-pondiói--en su voz había todas lasaristocracias : dulzura, claridad, sere-

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Nuevos Rítos - 263

Sue/fos . .

.En compañía

del senor Secretario de Instruc-ción Pública y del Dr . J . E. Calvo, seencontró en días pasados el Directorde esta Revista en el histórico pueblode Chepa. Con motivo de celebrarsepor entonces la fiesta del patrón delpueblo, San Cristóbal, la población es-taba entusiasmada y presentaba unaspecto de lo más pintoresco y s 'nnpá-tico .

Cuatro días de tiesta popular sinun disgusto, sin una reyerta, es ,ya,una cosa rara entre nosotros, y el pue-blo donde esto sucede es digno deaplauso. La única nota discordantefueron uno que otro tirito de catiónde grueso calibre que venía sí turbarel sueno.

"en altas horas de la noche uwbrfa . ,,

Los senores ar ri ba expresados nossuplican hagamos público su recono-cimiento por todas; las atenciones deque fueron objeto por parte de los sim-páticos aojamos.

ifanuci Ugarte

nos remite un notable y extenso

artículo en el cual se defiende de loscargos que se le han hecho con motivode algunas misiones que se notan en laAntología que publicó hace unos mo-scas .

r11110 bi 41? hemos recibido Vererlr.--mío.s Juvenstee, su último libro, editadoen la Casa, de Garniel . Hermanos deParís, en el cual nos demuestra el vi-gor do la joven Musa que lo inspira.

En el próximo número do nuestraRevista publicaremos, tanto el artícu-lo del escritor argentino, como ol jui-eio quo sobre su libro de versos ha es(arito nuestro compañero GuillermoAnd revo.

También

hemos recibido Campanade Ricardo Arenales, de Colombia, yTopaeaos, el último libro do Rafael An-gel Troyo, (le los cuales nos ocupare-mos ttunbión en nuestro próximo nú-mero .

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Nuevos Ritos, ~ 264

Se encuentra

entre nosotros el simpático y ac-tivo Cónsul de la República dePana-mná en Santiago de Chile, señor donAlberto Meinhold.

Lo saludamos atentamente y le de-seamos muchas felicidades.

Para

Nicaragua siguieron en el últimoVapor nuestros estimados amigos losdistinguidos periodistas españoles donJosé Segarra y don Joaquín Juliá.

Les deseamos un feliz viaje.

Ul timamen te

falleció en esta ciudad nuestroamigo el señor don Benjamín Aguile-

ra, en plena juventud y gozando de unasalud excelente.

Nuestro más sentido pésame á susdeudos.

Recordamos

á nuestros suscriptr rea que elpróximo número de nuestra Revista esel último del segundo trimestre y quopor lo tanto deben cancelar sus reci-bos.

AtenciónlNN . . ..

Esta Revista es el periódico demás circulación en el país y el más le¢do en las casas de familia, y por lo tan .to el mejor órgano de anuncios, loscuales aceptaremos á precios módicos .